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El viejo y la niña


Leandro Fernández de Moratín


[Nota preliminar: Edición digital a partir de la edición de Obras dramáticas y líricas de D. Leandro Fernández de Moratín, entre los Arcades de Roma Inarco Celenio, t. I. Única edición reconocida por el autor, París, Augusto Bobée, 1825, pp. 47-219.]


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En el año de 1786, leyó el autor esta comedia a la compañía de Manuel Martínez, y los galanes fueron de opinión de que tal vez no se sufría en el teatro por la sencilla disposición de su fábula, tan poco semejante a las que entonces aplaudía la multitud; pero se determinaron a estudiarla a pesar de este recelo, persuadidos de que ya era tiempo de justificarse a los ojos del público, presentándole una obra original escrita con inteligencia del arte.

Costó no pequeña dificultad obtener licencia para representarla, y sólo pudo conseguirse haciendo en ella supresiones tan considerables, que resultaron truncadas las escenas, inconsecuente el diálogo, y toda la obra estropeada y sin orden. La segunda dama de la compañía, que frisaba ya en los cuarenta, no quiso reducirse a hacer el papel de doña Beatriz, a fin de conservar siquiera en el teatro las apariencias de su perdida juventud. La comedia volvió a manos del autor y desistió por entonces de la idea de hacerla representar.

Dos años después, creyendo que las circunstancias eran más favorables, restableció el manuscrito y se le dio a la compañía de Eusebio Ribera, bien ajeno de prevenir el grave inconveniente que amenazaba. Una actriz que, por espacio de treinta años, había representado con aceptación del público en algunas ciudades de Andalucía y en los Sitios Reales, mujer de gran talento, sensibilidad y no vulgar inteligencia en las delicadezas del arte, se hallaba entonces de sobresaliente en aquella compañía. Leyó la comedia, la aplaudió, la quiso para sí, y determinó representarla y hacer en ella el personaje de doña Isabel. Podía muy bien aquella estimable cómica desempeñar los papeles de Semíramis, Atalía, Clitemnestra y Hécuba; pero no era posible que hiciese el de una joven de diecinueve años sin que el auditorio se burlase de su temeridad. El conflicto en que se vio el autor fue muy grande, considerando que debía sacrificar su obra por un tímida contemplación, o que había de tomar sobre sí el odioso empeño de sacar de error a una dama, a quien ni la partida de bautismo ni el espejo habían desengañado todavía. Si la compañía de Martínez no hizo esta comedia porque una actriz se negó a fingir los caracteres de la edad madura, tampoco la compañía de Ribera debía representarla mientras no moderase otra cómica el infausto deseo de parecer niña.

Entre tanto, la comedia se iba estudiando, y el autor anunciaba en silencio un éxito infeliz, que se hubiera verificado si otro incidente no hubiese venido a disipar sus temores. El vicario eclesiástico no quiso dar la licencia que se le pedía para su representación, y el autor recogió su obra, agradeciendo la desaprobación del juez, que le libertaba de la del patio.

Pasaron dos años, y todo se halló favorable. Los censores aplaudieron el objeto moral, la regularidad de la fábula, la imitación de los caracteres, la gracia cómica, el lenguaje, el estilo, la versificación: todo les pareció digno de alabanza. Así varían las opiniones acerca del mérito de una obra de gusto; y tan opuestos son los principios que se adoptan para examinarla, que a pocos meses de haberla juzgado unos perjudicial y defectuosa, otros admiran su utilidad y la recomiendan como un modelo de perfección.

El público, supremo censor en estas materias, oyó la comedia de El viejo y la niña, representada por la compañía de Eusebio Ribera en el teatro del Príncipe, el día 22 de mayo de 1790. Aplaudió, si no el acierto, la aplicación y los deseos del autor, que daba principio a su carrera dramática con una fábula en que tanto lucen la regularidad y el decoro.

Juana García desempeñó el papel de doña Isabel, reuniendo a sus pocos años su agradable presencia y voz, la expresión modesta del semblante y la regular compostura de sus acciones. Manuel Torres, uno de los mejores cómicos que entonces florecían, agradó sobremanera al público en el papel de don Roque; y Mariano Querol supo fingir el de Muñoz con tal acierto, que pudo quitar al más atrevido la presunción de competirle.

Representada esta comedia en los teatros de Italia por la traducción que hizo de ella Signorelli, fue recibida con aplauso público; pero muchas ilustres damas, acostumbradas tal vez a los desenlaces de la Misantropía de Kotzbué y La madre culpable de Beaumarchais, hallaron el de la comedia de El viejo y la niña demasiado austero y melancólico, y poco análogo a aquella flexible y cómoda moralidad que es ya peculiar de ciertas clases en los pueblos más civilizados de Europa. Cedió el traductor con excesiva docilidad a la poderosa influencia de aquel sexo que, llorando, manda y tiraniza; mudó el desenlace (para lo cual hubiera debido alterar toda la fábula) y, por consiguiente, faltando a la verosimilitud, incurrió en una contradicción de principios tan manifiesta, que no tiene disculpa.



PERSONAJES
 

 
DON ROQUE,   viejo.
DON JUAN,    amante de DOÑA ISABEL.
DOÑA ISABEL,   mujer de DON ROQUE.
DOÑA BEATRIZ,    viuda, hermana de DON ROQUE.
BLASA,    criada.
GINÉS,    criado de DON JUAN.
MUÑOZ,    viejo, criado de DON ROQUE.
 

La escena es en Cádiz, en una sala de la casa de DON ROQUE.

   

El teatro representa una sala con adornos de casa particular, mesa, canapé y sillas. En el foro habrá dos puertas; una del despacho de DON ROQUE y otra que da salida a una callejuela, que se supone detrás de la casa. A los dos lados de la sala habrá otras dos puertas: por la de la derecha se sale a la escalera principal, la de enfrente sirve de comunicación con las habitaciones interiores.

   

La acción empieza por la mañana y concluye antes de medio día.

 




ArribaAbajoActo I


Escena I

 

DON ROQUE, MUÑOZ.

 
DON ROQUE
¡Muñoz!
MUÑOZ
¡Señor!

 (Responde desde adentro.)  

DON ROQUE
Ven acá.
 

(Sale MUÑOZ.)

 
MUÑOZ
Ved que queda abandonada
la puerta y zaguán.
DON ROQUE
¿No echaste
al postigo las aldabas
y el cerrojillo?
MUÑOZ
Sí eché.
5
DON ROQUE
Pues no hay que recelar nada
mientras a la vista estamos;
y si Bigotillos ladra,
al instante bajarás.
MUÑOZ
¿Y a qué fin es la llamada? 10
DON ROQUE
A fin de comunicarte
un asunto de importancia.
MUÑOZ
No está mi cabeza ahora
para consultas.
DON ROQUE
Extraña
condición tienes, Muñoz. 15
MUÑOZ
Yo bien sé...
DON ROQUE
No sabes nada
de lo que voy a decir.
MUÑOZ
¡Sí, que al chico se le escapan
las cosas! ¡Como es tan bobo!
DON ROQUE
Escúchame dos palabras, 20
y escucha con atención;
porque al honor de mi casa,
y a mi quietud...
MUÑOZ
En efecto
salió lo que me pensaba;
vaya.
DON ROQUE
Conviene...
MUÑOZ
Conviene
25
que declaréis lo que os pasa,
y qué queréis, sin andar con
repulgos de empanada.
DON ROQUE
Guarda el rosario, y escucha.
MUÑOZ
Guardo, y escucho.
DON ROQUE
Excusada
30
cosa será repetirte,
pues no debes olvidarla,
la estimación y el aprecio
que has merecido en mi casa;
tanto, que habiéndote siempre 35
aborrecido en el alma,
por motivos que ya sabes,
mis tres mujeres pasadas,
yo siempre sordo a sus quejas
te he mantenido en mi gracia. 40
Dieciséis años y medio,
tres meses y dos semanas
hace que comes mi pan;
en servidumbre tan larga...
MUÑOZ
Y bien, le he comido, ¿y qué? 45
DON ROQUE
Digo, que esto sólo basta
a que tú, reconocido,
cuando yo de ti me valga...
MUÑOZ
Vamos al asunto.
DON ROQUE
Vamos.
Sabrás, Muñoz, que la causa 50
de mi mal, lo que me tiene
sin saber por dónde parta,
es ese don Juan... ¿Qué dices?
MUÑOZ
¿Yo acaso he dicho palabra?
DON ROQUE
Jurara...
MUÑOZ

 (Aparte. 

Lo que no suena
55
oye; y lo que suena, nada.)
Señor, adelante.
DON ROQUE
Digo,
que el autor de mi desgracia
es este don Juan que vino
a Cádiz ayer mañana, 60
y aceptándome la oferta
que le hice yo de mi casa,
se nos ha metido aquí.
¡Nunca yo le convidara!
MUÑOZ
La culpa la tenéis vos; 65
¿quién os metió...? Me da rabia...;
cuidado que... ¿quién ofrece
con repetidas instancias
hospedaje, cama y mesa
a un hombre, que...?
DON ROQUE
No sin causa
70
hice el convite, Muñoz;
porque él en Madrid estaba
con don Álvaro de Silva,
su tío, con quien trataba
yo, por tener a mi cargo 75
aquello de la aduana...
Ya te acuerdas: murió el tío;
fuerza fue, pues le dejaba
por su heredero, tratar
con el sobrino; y en varias 80
cartas que escribí, formando
unas cuentas que quedaban
sin concluir, por algunas
cantidades devengadas,
le dije que si quería 85
venir a hospedarse a casa
cuando pensara en volver
a Cádiz... Mas ¿quién juzgara
que lo había de admitir?
Un hombre de circunstancias 90
como es él, que en la ciudad
conocidos no le faltan
de su genio y de su edad,
¿a qué fin...? Ni fue mi instancia
nacida de buen afecto; 95
porque mal pudiera usarla
con un hombre que, en mi vida,
pienso, no le vi la cara;
sino, como me escribió
que de Madrid se marchaba, 100
y en Cádiz me entregaría
los dineros que restaban
a mi favor, meramente
por atención cortesana,
hice la oferta, creyendo 105
que nunca fuese aceptada.
MUÑOZ
Pues ya estáis desengañado.

 (Hace que se va.)  

DON ROQUE
Sí lo estoy, pero me falta
que decir; porque esta noche,
al pasar yo por la sala, 110
noté que en el gabinete,
él y mi mujer estaban.
MUÑOZ
¡Bueno!
DON ROQUE
Acércome, mas no
pude entenderles palabra.
Sólo vi, que tal don Juan, 115
como que la regañaba,
iba a levantarse, y ella
con acciones y palabras
le detenía. Yo, viendo
aquello de mala data 120
di algunos pasos atrás,
hice ruido con las chanclas,
entro, y la encuentro cosiendo
unas cintas a mi bata,
y a él entretenido en ver 125
las pinturas y los mapas.
MUÑOZ
¡Qué prontitud de demonios!
DON ROQUE
¿Qué he de hacer en tan extraña
situación, Muñoz amigo?
Tu sagacidad me valga; 130
sácame de tanto afán.
¿Qué debo hacer? De mi hermana
no me he querido fiar,
porque en secreticos anda
con Isabel, y sospecho 135
que las dos...
MUÑOZ
Son buenas maulas.
En fin, lo que yo predije,
al pie de la letra pasa;
viejo el amo y achacoso
con mujer niña se casa; 140
lo dije: no puede ser.
Si es preciso...
DON ROQUE
Tú me matas,
Muñoz, con eso; pues cuando
buscan alivio mis ansias
en tu consejo, te pones 145
a reñirme cara a cara,
sin decirme...
MUÑOZ
Como a mí
no se me dijo palabra
de la boda, ni juzgué
que, saliendo calabaza 150
dicha boda, fuese yo
de provecho para nada.
DON ROQUE
Aquello ya se pasó.
MUÑOZ
Un mes ha no se acordaba
nadie de Muñoz, y ahora... 155
Bien dicen: toda es mudanzas
esta vida; ¡qué consultas
tan graciosas y tan largas
se celebraron aquí!,
¡qué prodigios, qué alabanzas 160
de la novia! Y entre tanto
vejete que se juntaba,
ninguno hubo que dijese:
don Roque, ved que no es sana
determinación casaros. 165
Si ya tenéis enterradas
tres mujeres, no llaméis
a que os entierre la cuarta.
Dejadlo, por Dios, amigo,
que en la edad tan avanzada 170
que tenéis, parece mal
lo que en otra no se extraña.
Ya no es bien visto.
DON ROQUE
Muñoz,
olvida cosas pasadas;
dime lo que debo hacer. 175
MUÑOZ
Parece cosa de chanza,
un setentón enfermizo
casarse. Y ¿con quién se casa?
Con una niña que apenas
en los diecinueve raya. 180
Y después, sin conocer
el riesgo que le amenaza,
admite en su casa a un hombre
que la conoció tamaña,
y ella y él, desde chiquitos, 185
se han tratado y aún se tratan
con harta satisfacción.
DON ROQUE
¿Conque esa amistad es larga?
MUÑOZ
¡Toma! ¿Conque no sabéis
quién es ella?
DON ROQUE
Sé que estaba
190
en poder de su tutor,
don Juan Antonio de Lara,
que la educó.
MUÑOZ
Bien está.
También sabréis que pasaba
muchas veces la tal niña, 195
por vivir tan inmediata,
a casa de vuestro amigo
don Álvaro; allí trataba
con el sobrino dichoso.
Él no es mucho que pagara 200
las visitas; ¡ya se ve,
es atento! Se formaba
la tertulia, y entre tanto
que los abuelos jugaban,
ellos jugaban también, 205
y todo era bulla y zambra.
En fin, la amistad nació
en la niñez. Si ella es mala,
si se debe sospechar
que del juguete pasara 210
a otra cosa (que en la edad
que tienen no será extraña),
eso discurridlo vos,
que yo no entiendo palabra.
DON ROQUE
¡Ay Muñoz! ¡Válgame Dios! 215
Ya se ve, fueron tan raras
las veces que fui allá,
que no es mucho lo ignorara.
Trataba de mis asuntos
con don Álvaro... ¡Pues vaya, 220
que la afición es de ayer!
Como quien no dice nada,
sus diez años, por lo menos,
llevan de amor.
MUÑOZ
Cosa es clara.

 (Hace que se va.) 

DON ROQUE
¿Te vas?
MUÑOZ
Me voy.
DON ROQUE
No, Muñoz;
225
dime lo que se te alcanza
en este asunto, y qué puedo
hacer.
MUÑOZ
¡Dale! Ya me cansa
tanto pedir parecer.
¿Qué dudáis? Que sin tardanza 230
el huésped y su criado
salten de aquí; que la hermana
pegota vaya también
a mantenerse a su casa.
Guardad a vuestra mujer, 235
señor don Roque, guardadla,
que no sois nada galán,
y ella es bonita y muchacha.
Jamás la consentiréis
festines, ni serenatas, 240
ni amiguillas, ni paseos,
ni cosa que la distraiga
de la aguja y del fogón.
Y no penséis que esto alcanza.
Por el pronto... Pero al cabo, 245
siempre... En fin, no digo nada.
Ello... Haced lo que os parezca;
basta de consulta.
DON ROQUE
Aguarda.
Muñoz. ¡Qué ha de ser preciso
tal cuidado y vigilancia 250
para conservar mi honor!
MUÑOZ
Y si mientras que se trata
aquí su conservación,
está el huésped en la sala
requebrando a mi señora, 255
no adelantaremos nada.
DON ROQUE
No temas, que le dejé
encerrado en esa estancia
de mi despacho. Fingiendo
que iba a escaparse la gata, 260
torcí la llave, y no puede
salir hasta que yo vaya.
MUÑOZ
¡Raro arbitrio! Conque ¿haréis
esa expulsión?
DON ROQUE
Sin tardanza;
y tanto, que determino 265
que ninguno duerma en casa
esta noche.
MUÑOZ
¿No es mejor,
que antes de comer se vayan?
DON ROQUE
Ello ha de ser, es preciso.
MUÑOZ
Allí viene vuestra hermana, 270
la viudita, consejera
y compinche de mi ama.
Eh, ya podéis empezar;
la ocasión la pintan calva.
DON ROQUE
Veremos; pero yo dudo 275
conseguir lo que se trata
entre nosotros.
MUÑOZ
¿Por qué?
DON ROQUE
Qué sé yo si...
MUÑOZ
Vaya, vaya,
señor. ¡Cuidado que el hombre
en un pelillo se atasca! 280


Escena II

 

DON ROQUE y DOÑA BEATRIZ.

 
DOÑA BEATRIZ
Roque, saca chocolate,
que las pastillas del arca
se acabaron.
DON ROQUE
¿Se acabaron?
DOÑA BEATRIZ
Sí. ¡Como quedaron tantas!
DON ROQUE
Pues, Señor, ¿quién se ha sorbido 285
tanto chocolate? Vaya
que esto va malo, Beatriz.
Jamás he visto en mi casa
tal desorden. Ya se ve:
¡si parece una posada! 290
Más he gastado en un mes,
que en un año cuando estaba
solo con Muñoz. Yo quiero
poner remedio. Tú, hermana,
es menester que recojas 295
tus trastitos y te vayas.
Déjame con mi mujer,
que no quiero tantas faldas
junto a mí. Cuando la boda,
viniste con tu criada 300
a recibir a la novia,
asistirla, agasajarla...
En fin, a mangonear
únicamente. ¡Excusada
venida! Pero aun supuesto 305
que ella te necesitara,
para que tú la instruyeras
sobre algunas circunstancias
de mi genio, o cosa tal,
las cuatro o cinco semanas, 310
que ha que nos casamos, juzgo,
Beatriz, que son muy sobradas
para la tal instrucción.
Tu marido, que Dios haya,
te dejó por heredera; 315
y entre créditos, alhajas
y hacienda, quedó bastante
para que no le lloraras.
A mí no me necesitas
para nada, para nada. 320
Si fuera decir...
DOÑA BEATRIZ
Y dime,
toda esa arenga, en sustancia,
¿es porque me vaya?
DON ROQUE
Sí.
DOÑA BEATRIZ
¿Sí? Pues no me da la gana.
DON ROQUE
¿Por qué no?
DOÑA BEATRIZ
Porque conozco
325
mejor que tú las marañas
que estás urdiendo. Tú quieres
echar a todos de casa;
lo primero, porque sientes
cada ochavo que se gasta 330
a par del alma; y, después,
para empezar con extrañas
ridiculeces a dar
que sentir a esa muchacha.
¡Y no lo merece, a fe! 335
Duélete de su desgracia,
no la aumentes. Una niña
sin padres, abandonada
a su tutor, a un bribón
que en lugar de procurarla 340
un casamiento feliz,
con un cadáver la casa,
sólo porque, viendo en ti
el cariño que mostrabas
a Isabel, no le pediste 345
cuentas, ni él pudiera darlas.
¡Ay, hermano, esa infeliz
no merece que la añadan
disgustos, no! Pero tú
en nada de esto reparas. 350
Piensas que te lo mereces
todo, que es afortunada
siendo tu mujer, y en vez
de servirla y agradarla,
vas a hacerte su tirano. 355
Querrás, sin duda, quitarla
el alivio que halla en mí,
como en su amiga y su hermana;
querrás, en fin, que no sea
compañera, sino esclava; 360
y cerrando a piedra y lodo
la fortaleza encantada,
no permitirla visitas,
ni consentirla que salga
jamás a aquellas honestas 365
diversiones necesarias
a una niña. Esto no es bueno,
hermano; debes tratarla
con amor, y reprimirte
muchas veces en tus raras 370
aprensiones, y hazte cargo
de la infinita distancia
que hay de tu edad a la suya.
DON ROQUE
Pero ¿yo te he dicho nada
de eso, mujer? ¿Yo la oprimo? 375
¿Yo acaso quiero matarla?
¿No la mimo? ¿No procuro...?
DOÑA BEATRIZ
Sí, procuras apurarla
el sufrimiento, y no sé,
de veras, cómo te aguanta. 380
DON ROQUE
¡Hola! ¿Quieres que las cosas
que debe hacer no las haga?
¿Quieres que vaya a buscar,
teniendo mujer en casa,
quien me ponga el peluquín 385
y me limpie la casaca?
Bueno fuera, sí por cierto,
que sólo por alegrarla,
si la quebradura, el flato,
o la gota se me agrava 390
(que ayer me puse a morir),
todo lo disimulara,
ocultando mis dolores
con brincos y risotadas.
¿Quisieras...
DOÑA BEATRIZ
No quiero tal.
395
DON ROQUE
... que ya cubierto de canas,
fuera un petimetre lindo,
dijecito de las damas,
director de contradanzas
vivarachito, monuelo, 400
entre duende y arlequín?
DOÑA BEATRIZ
¿Quién te dice que tal hagas?
DON ROQUE
Vosotras, que gustáis siempre
de semejantes monadas.
¡Que no te conozco yo! 405
¿Te parece que me engañas?
DOÑA BEATRIZ
Vaya que eres fastidioso,
si los hay.
DON ROQUE
Y tú preciada
de sabidilla y doctora.
DOÑA BEATRIZ
Sí, porque todas tus maulas 410
te las entiendo.
DON ROQUE
Beatriz...
DOÑA BEATRIZ
¡Eh, déjate de eso! Saca
chocolate, corre.
DON ROQUE
Al fin,

 (Yéndose.) 

todo es quimeras, y en nada
hemos quedado. ¡Ay, Señor! 415
¡Si no he de poder echarla!
Ocho y ocho dieciséis,
y la semana pasada
azúcar rosado, bollos...
¡No es cosa lo que se gasta! 420

 (Abre con la llave la puerta del foro, y se va por la de la izquierda.) 



Escena III

 

DOÑA BEATRIZ y GINÉS.

 
DOÑA BEATRIZ
¿A quién buscas?
GINÉS
A mi amo.
DOÑA BEATRIZ
Ahí en el despacho estaba.
Ya sale.


Escena IV

 

DON JUAN y GINÉS.

 
DON JUAN
Corre, Ginés;
ve al puerto, lleva esta carta,

 (Le da una carta.) 

y allí pregunta a cualquiera 425
por don Pedro de Arizábal,
que es capitán de navío,
alto, moreno, que hablaba
conmigo ayer por la noche.
¿Estás?; y dile que, a causa 430
de tener que prevenir
ciertas cosas que me faltan,
no puedo pasar a verle.
Dale este papel, y aguarda
la respuesta, que es precisa, 435
por escrito o de palabra,
y vuelve al instante.
GINÉS
Voy.
Pero, señor, deseara
saber si en estos recados
de la partida se trata 440
que queréis hacer de Cádiz.
DON JUAN
Sí, Ginés, ya está pensada,
y hoy mismo quiero salir,
o cuando mucho mañana.
GINÉS
Y ¿adónde vamos?
DON JUAN
Adonde
445
lejos esté de mi patria.
Mi primo don Agustín
es oidor en Guatemala;
deudo y amistad nos une;
allí nada me hará falta. 450
GINÉS
¿Y aquí, señor?
DON JUAN
Aquí sólo
tengo sustos y desgracias.
Déjame, Ginés, que estoy,
fuera de mí.
GINÉS
Más extraña
casualidad no se ha visto; 455
y a mí, que no sé la causa,
me da mayor confusión.
DON JUAN
¡Ah!, que una mujer ingrata
me quita la vida, ¡ay Dios!
Tú, Ginés, no ignoras nada; 460
sabes, que desde chiquitos
nos quisimos; que ella estaba
a tutela, y yo en poder
de mi tío. Éste pensaba
casarme en Madrid con una 465
señora muy hacendada...
Ya lo sabes; ocultando
el amor que profesaba
a Isabel, ni repliqué,
ni le quise dar palabra. 470
En este tiempo mi tío,
viendo que se retardaban
sus asuntos, resolvió
ir a Madrid. Yo que estaba
sujeto a su voluntad, 475
fui con él... ¿Ni quién juzgara
que esta ausencia causaría
a mi amor fatigas tantas?
Despedime de ella, y nunca
la vi más enamorada; 480
lloró, suspiró, rogó
que no la dejase... ¡Ah, falsa,
engañadora! Llegamos
a Madrid y, en tan amarga
ausencia, sólo con ver 485
su letra me consolaba.
Escribiome mil finezas,
yo la repetí otras tantas;
y al cabo de cuatro meses
cesó del todo en sus cartas. 490
Yo, ¡triste de mí!, ignorando
qué motivos pude darla,
mil causas imaginé;
pero un amigo, que estaba
en Cádiz a la sazón, 495
me escribió que se casaba
Isabel, mas sin decirme
con quién, ni cómo la ingrata
pudo olvidar en un día
tantos años de esperanzas. 500
En este tiempo, Ginés,
sucede la inopinada
muerte de mi tío, siendo
la mayor de mis desgracias,
pues no conocí otro padre, 505
y como tal me estimaba.
Nombrome por su heredero;
yo, después de despachadas
las cosas que disponía,
dejé a don Luis de Miranda 510
con poderes, para que
en nombre mío cobrara
algunas deudas; dispongo
a toda prisa la marcha,
creyendo ocultarme en Cádiz 515
hasta saber si era falsa
o cierta la ingratitud
de esa mujer. Di mil trazas
para poderlo lograr;
y eligiendo la más mala, 520
dispongo parar aquí,
porque sabiendo la rara
condición de este don Roque,
el cual con nadie se trata
y es su casa una prisión 525
eternamente cerrada,
juzgué ser fácil estar
en ella, sin que notara
nadie mi venida. Llego
en fin, y encuentro casada 530
a la pérfida Isabel.
¡Qué lance, cuando acababa
ayer de llegar, y dice
don Roque, que está de gala
porque es novio! Llama luego, 535
para que yo celebrara
la elección, a su mujer.
Viene al fin, acompañada
de doña Beatriz. ¡Si vieras!
No es posible ponderarla 540
la turbación, el horror...
Yo no la dije palabra.
Ella, la cruel quería
disimular; fueron vanas
diligencias. Yo la vi 545
llorosa y acongojada
mirar a una y otra parte
fuera de sí; no acertaba
a hablar siquiera. ¡Ay de mí!
Él es un necio, y en nada 550
reparó. ¡Válgame Dios!
¡Válgame Dios! ¡Esto alcanza
quien la tuvo tanto amor...!
Yo no sé lo que me pasa...
Yo no sé...
GINÉS
¿Y habéis hablado
555
con ella a solas?
DON JUAN
Estaba
anoche en un cuarto de esos,
¡con qué halago en sus palabras,
qué hermosa, qué fementida,
quiso moderar mi saña, 560
quiso de nuevo engañarme!
Pero apenas comenzaba,
vino su marido. Ahora
ni puedo ni quiero hablarla.
¿Qué ha de decir? ¿Cómo puede 565
decir que tuvo constancia,
ni que amó de veras, cómo?
GINÉS
Quizá, señor, obligada
de su tutor... Ella es niña
todavía, y como estaba 570
tan oprimida...
DON JUAN
¡Ay, Ginés!
No hay disculpa, no has de hallarla;
soy infeliz... Pero yo,
con fuga precipitada,
mi patria abandono; y ella 575
libre se queda y ufana
de su triunfo. Y ¿no podré
decirla, que es una ingrata
fementida mujer? Mira,
Ginés, vuélveme esa carta. 580
GINÉS
¿Qué pensáis hacer?

 (Dándole la carta.) 

DON JUAN
No sé.
Porque tengo tan turbada
la imaginación, que dudo,
resuelvo, temo; contrarias
ideas a un tiempo mismo 585
me martirizan el alma.
Ve adentro, recoge todos
mis papeles en la caja,
que en la posada quedó
arreglado lo que falta. 590
¿Me seguirás?
GINÉS
Yo, señor,
gustoso os acompañaría
al cabo del mundo; sólo
me aflige vuestra desgracia.
¡Ojalá pudiese yo 595
en algún modo aliviarla!
DON JUAN
Sí, Ginés, no me abandones.
GINÉS
En mí no hallaréis mudanza;
siempre os he querido bien.
Pues haz lo que he dicho. ¡Cuántas 600
penas me cercan! La muerte
puede sólo remediarlas.


Escena V

 

DON JUAN y DON ROQUE.

 
DON JUAN
Señor don Roque, supuesto
que están ya finalizadas
nuestras cuentas, entraréis 605
a enteraros de la paga.
DON ROQUE
Qué, ¿es todo
en papel?
DON JUAN
¡Si no se halla
dinero! Además que ¿cómo
queréis que yo me arriesgara
a venir por un camino 610
con él?
DON ROQUE

 (Aparte. 

Como tú te vayas
todo va bueno.) Decía
que os daré sobre la marcha
el recibito.
DON JUAN
Por eso
no os molestéis.
DON ROQUE
¡Buena paga
615
era el tío! Le traté
muchos años, y estimaba
a sus amigos. Buen hombre,
y alegre, siempre de chanza.
¡Pobre don Álvaro! ¿Y cuánto, 620
limpio ya de polvo y paja,
os ha venido a quedar?
DON JUAN
Las haciendas de Chiclana
y el vínculo.
DON ROQUE
¿Sí? No es mal
bocado, amigo; hoy se gasta 625
mucho, y en no habiendo mucho,
lo poco presto se acaba.
Vos habéis quedado bien;
ahora tomaréis casa,
la pondréis a lo moderno, 630
buenos trastos, y mañana
os casáis, y la mujer
que tampoco irá descalza,
viviréis como un señor.
Y ¿cuándo, cuándo se trata 635
de buscar casa?
DON JUAN

 (Aparte. 

¡Qué tonto
es el hombre!) No pensaba
en eso; porque, si acaso
no se me proporcionara
lo que intento, en Cádiz nunca 640
faltan muy buenas posadas
para quien tiene dinero.
Allí viene.

 (Aparte, mirando adentro. 

No he de hablarla.)
DON ROQUE
¿Conque, al fin determináis...?
DON JUAN
Si queréis dejar firmadas 645
aquellas cuentas, entrad.

 (Éntrase en el cuarto de DON ROQUE.) 



Escena VI

 

DON ROQUE y DOÑA ISABEL.

 
DON ROQUE
Me dejó con la palabra
en la boca; el hombre tiene
cosas bien estrafalarias.
Isabel.
DOÑA ISABEL
Señor.
DON ROQUE
Conque
650
¿nos quiere dejar mi hermana?
¿Te lo ha dicho?
DOÑA ISABEL
No, señor.
DON ROQUE
Pues sí, parece que trata
de irse a su casa. Está ya
la pobrecilla cascada; 655
y aunque es moza, los trabajos
y pesadumbres acaban
bastante. Tú ¿qué me dices?
¿Sentirás que se nos vaya?
DOÑA ISABEL
Sí señor; decidla vos 660
que se quede.
DON ROQUE
¿Sí?

 (Aparte. 

Aquí hay maula.)
Es verdad que como vive
tan cerca, que sus ventanas
dan enfrente de las nuestras,
desde aquí puedes hablarla 665
todos los días.
DOÑA ISABEL
Su genio
es muy amable; me agrada
tanto, que nunca quisiera
que se fuese.
DON JUAN
¿Sí?

 (Aparte. 

Aquí hay maula.)


Escena VII

 

DON ROQUE, DOÑA ISABEL y MUÑOZ.

 
MUÑOZ
Señor, ahí vino el cajero 670
de monsieur Guillermo.
DON ROQUE
¿Cuántas
veces ha venido ya?
¿No le he dicho que esperaban
los géneros del Ferrol?
Y que hasta que en la aduana 675
se registren...
MUÑOZ
Bien, ¿y qué?
Si no es esa la embajada
que ha traído. (La paciencia
de un santo no me bastara.)
Dice que a las nueve en punto 680
en su despacho os aguarda,
y os entregará el dinero
del importe de las lanas
el inglés Anson... Manson...,
¡qué sé yo como se llama 685
el inglés!
DON ROQUE
Sí, ya lo sé.
¿Y precisamente aguardan
hoy a pagarlo?
MUÑOZ
Parece
que al primer viento se marcha.
DON ROQUE
Pues, y es preciso acudir. 690
¡Que por una patarata
le han de incomodar a un hombre,
y hacerle salir de casa
cuando quieren! Tú, Muñoz,
tampoco sirves de nada 695
para estas cosas. Se ofrece
escribir en una llana
cuatro renglones: no sabes.
Vas a buscar una carta:
no entiendes el sobrescrito; 700
y yo...
MUÑOZ
Pues, pese a mi alma,
¿no lo sabéis años ha?
¡Cuidado que tenéis gana
de quimera! Si no sé,
¿qué le hemos de hacer? ¡No es mala 705
la aprensión, salir ahora,
sin haber sobre qué caiga,
con esa pata de gallo!
DON ROQUE
Muñoz, ¿por eso te enfadas?
Lo dije porque si fuera 710
posible que me aliviaras
en ciertas cosas...
MUÑOZ
¡El diantre
de la invención! Vaya, vaya.
DON ROQUE
Vamos, Muñoz, no te enojes;
toma un polvo.
MUÑOZ
¡La zanguanga
715
del polvito! Tengo aquí.
DON ROQUE
Arrójalo, que eso es granzas.
MUÑOZ
Así me gusta.
DON ROQUE
Este es
de aquello bueno de marras
del padre de la Merced, 720
¿te acuerdas?
 

(Le da la caja; MUÑOZ la abre, y se la vuelve, hallándola vacía.)

 
MUÑOZ
Aquí no hay nada.
DON ROQUE
Es verdad; se me olvidó
echar tabaco en la caja.
Ya la llenaré después.
MUÑOZ

 (Aparte.) 

Mala centella te parta. 725


Escena VIII

 

DON ROQUE y DOÑA ISABEL.

 
DON ROQUE
Este Muñoz es fatal.
DOÑA ISABEL
Pero lo que más me pasma
es las respuestas que tiene.
DON ROQUE
Es su genio.

 (Aparte. 

No la agrada
porque es viejo.) Dame, dame 730
el peluquín; esta bata
y el gorro ponlos allí

  (Harán lo que denotan los versos.) 

que sepa, volviendo a casa,
dónde lo he de hallar. Ayer
casi toda la mañana 735
anduve buscando el gorro,
porque mi señora hermana
me le guardó tan guardado,
que ni aun ella se acordaba
dónde le puso. Las cosas, 740
siempre en su lugar.
DOÑA ISABEL
La caja
del peluquín no la encuentro.
DON ROQUE
¡Válgate Dios! Ahí estaba
debajo de ese bufete.
¡Con cuidado, no se caiga! 745
Toma el gorro... Donde he dicho.
Así está bien. En el arca
verás una chupa musga,
que tiene botón de plata,
y una casaca blanquizca; 750
tráelo todo.
 

(Entra DOÑA ISABEL; DON ROQUE se queda en el teatro en justillo.)

 
¡Esta muchacha!
¡Ay, Señor! Y lo peor
es que mi don Juan no salga.
Pues yo me voy, y se quedan
solos, ¡buena va la danza! 755
Únicamente Muñoz...
¡Y Muñoz está que salta
conmigo, no sé por qué!
Isabelilla, ¿despachas?
 

(Sale DOÑA ISABEL con el vestido.)

 
DOÑA ISABEL
Estaba todo revuelto. 760
DON ROQUE
Como aún no estás enterada
de las cosas, ni el paraje
donde se ponen y guardan
mis vestidos... ¡Ah, si vieras,

  (Dirá estos versos mientras se viste, ayudándole DOÑA ISABEL.)  

(otro gallo me cantaba 765
entonces) cuando vivía
mi difunta Nicolasa!
¡Qué puntualidad, qué aseo!
¡Era una mujer muy guapa!
Y siendo moza, que apenas 770
a los cuarenta llegaba
cuando murió, nunca, nunca
aquella mujer pensaba...
DOÑA ISABEL
¿Vais en cuerpo?
DON ROQUE
No por cierto,
que hace un ambiente que pasma. 775
Ella gustar de cortejos,
ni como otras atronadas...
¡Qué, jamás!
DOÑA ISABEL
¿Traigo el capote?
DON ROQUE
¿Cómo?
DOÑA ISABEL
¿Si queréis que traiga
el capote?
DON ROQUE
El redingot.
780
DOÑA ISABEL
Pues bien, eso preguntaba.
DON ROQUE
Sí señor, muy hacendosa,
continuamente aplicada
a la labor, eso sí.

  (Dirá estos versos mientras DOÑA ISABEL le limpia.)  

Y las otras dos, la Paca 785
y la Manolita, todas
fueron a cual más honradas;
a su marido y no más;
ya se ve, ¡buenas cristianas!
DOÑA ISABEL
Dios me dé paciencia, ¡ay triste! 790

 (Vase DOÑA ISABEL.) 

DON ROQUE
Si esta mujer no es negada,
ha de conocer, preciso,
a qué van encaminadas
mis indirectas; Dios quiera
que surtan efecto.
 

(Sale DOÑA ISABEL con el capote, y se le pone a DON ROQUE.)

 
DOÑA ISABEL
¿Falta
795
alguna cosa?
DON ROQUE
No más.
Haz que limpien esta sala,
que pongan bien esos trastos.
Yo no sé cómo mi hermana,
pues ella bien alcanzó 800
a Manolita... Extremada
era en la limpieza. Cuando
quieras, puedes preguntarla,
si todo no lo tenía
como una taza de plata. 805
¡Era muy mujer, oh, aquella!

 (Éntrase en su cuarto.)  



Escena IX

 

DOÑA ISABEL y BLASA.

 
DOÑA ISABEL
¿Qué es esto que por mí pasa?
¡Pobre Isabel!
BLASA
¿No sabéis
señora, como se marcha
don Juan?
DOÑA ISABEL
Yo no sé; pues ¿cómo?
810
BLASA
He visto a Ginés que anda
recogiendo sus trebejos,
y a toda prisa los guarda;
pero él es tan martagón,
que maldita la palabra 815
me ha querido responder.
Pero se van.
DOÑA ISABEL
Que se vayan,
¿qué cuidado te da a ti?
BLASA
Ninguno; sólo extrañaba
que habiendo llegado ayer 820
a las diez de la mañana,
hoy a las nueve se vuelvan
a marchar.
DOÑA ISABEL
Tendrán posada
más a su gusto, ¿quién sabe?
Beatriz parece que llama. 825


Escena X

 

DOÑA ISABEL y DON ROQUE.

 
 

(DON ROQUE dirá los dos primeros versos al salir de la puerta. DOÑA ISABEL estará bastante apartada.)

 
DON ROQUE
No hay remedio, erre que erre.
(Aquí hay alguna entruchada.)
Pues, burla burlando, ya
las nueve no hay que esperarlas.
Vamos allá. Presto vuelvo; 830
allí pronto se despacha.
Y el remusguillo que corre,
para tener delicada
la cabeza, no es muy bueno.
Presto vuelvo.


Escena XI

 

DOÑA ISABEL.

 
En sus palabras,
835
en sus acciones, encuentro
un misterio... Siempre habla
con ambigüedad. Me observa.
Ni aun con Beatriz se declara.
¿En qué vendrá a parar esto? 840
Ya se fue. Soy desgraciada...
¿En qué le pude ofender?


Escena XII

 

DOÑA ISABEL y DON JUAN.

 
 

(DON JUAN al salir del cuarto de DON ROQUE ve a DOÑA ISABEL, y hace ademán de volverse a entrar. DOÑA ISABEL hará lo que denotan los versos.)

 
DON JUAN
¿Aún está aquí?
DOÑA ISABEL
No te vayas;
solos estamos, ¡ay Dios!
¿Tú me vuelves las espaldas? 845
¿A tu Isabel?
DON JUAN
Déjame.
DOÑA ISABEL
No, no te dejo, declara
a quien te quiere tu enojo.
Don Juan, no ignoro la causa;
pero escúchame, sabrás... 850
DON JUAN
¿Qué he de saber? Que eres falsa,
que me has olvidado, que...
¡Ya lo sé!
DOÑA ISABEL
¡Don Juan!
DON JUAN
¡Ingrata!
DOÑA ISABEL
¡Óyeme! ¿Tan poco puedo
contigo?
DON JUAN
No, no te valgas
855
de artificios, que algún día...
Pero ya es tarde; se acaba
el sufrimiento también
en los amantes.
DOÑA ISABEL
¿No bastan
estas lágrimas...?
DON JUAN
Fingidas.
860
DOÑA ISABEL
No lo son.
DON JUAN
Déjame, aparta,
Isabel.
DOÑA ISABEL
Cruel, ¿qué quieres
de una mujer humillada?
 

(DOÑA ISABEL le deja y se va con precipitación a un extremo del teatro; él siguiéndola, dice estos versos.)

 
DON JUAN
¿Qué he de querer? Ni ¿qué puedes
tú decir, que satisfaga 865
a mi indignación? Que fuiste
por el tutor violentada
hasta el pie de los altares;
que allí diste una palabra
que repugnó el corazón; 870
que niña, desamparada
y oprimida, al fin cediste;
y que cuando suspirabas
por mí, sin poder huirlo,
en un nuevo amor te enlazas, 875
que sólo debe la muerte
desatarse. Mira cuántas
razones me puedes dar;
pues todas ellas no alcanzan
a disculparte. No es cierto 880
que me quisiste ¡inhumana!
¿Tú sabes qué golpe es este
para mí?
DOÑA ISABEL
Señor, yo amaba
de veras. ¡Ay!, mis finezas
ciertas fueron y no falsas. 885
Y sé que el poder del mundo
que entonces se declarara
contra mí... Pero tú ignoras,
que habiendo sufrido tantas
sinrazones y cautelas 890
en mi daño conjuradas,
los celos pudieron solos
conseguir que me olvidara
de tu amor... No me olvidé,
sino que desesperada, 895
frenética, consentí
en lo que más repugnaba;
mi resolución no fue
ingratitud, fue venganza.
DON JUAN
¡Isabel! Celos ¿de quién? 900
¿Con qué motivo? ¡Me engañas!
DOÑA ISABEL
No te engaño.
DON JUAN
Pues, ¿qué fue,
Isabel? ¿Quién envidiaba
mi fortuna? ¿Quién te pudo
seducir? Dímelo.
DOÑA ISABEL
Estaba
905
mi tutor harto instruido
de todo. Juzgó lograda
su victoria, cuando vio
que a los dos nos separaba
la suerte. Entonces me dijo 910
que era fuerza me casara
con don Roque. Repugné.
Él instó, (¡memoria amarga!);
buscó mil medios, y supo
que don Álvaro pensaba 915
casarte en Madrid; al punto
vio su cautela lograda.
Fingió dos cartas...
DON JUAN
¡Qué dices!
DOÑA ISABEL
Sí, don Juan, donde le daban
cuenta dos amigos suyos 920
de que ya casado estabas,
obedeciendo a tu tío.
Él dispuso que llegaran...
DON JUAN
¡Ah, indigno, que me has quitado
lo que yo más estimaba! 925
DOÑA ISABEL
Hizo que las viera yo;
logró su astucia villana.
¡Ay, una mujer amante
cuán fácilmente se engaña!
Instó de nuevo, y al fin... 930
DON JUAN
Deja, déjame que vaya
a pasar a ese traidor
el pecho de una estocada.
DOÑA ISABEL

 (Deteniéndole.)  

Señor, ¡ay de mí!, ya es tarde.
¿Qué piensas hacer? No añadas 935
nuevos males a mi mal.
Yo me moriré mañana
entre angustias y dolor;
nuestra fortuna contraria
no quiso que amor tan firme 940
a dichoso fin llegara.
No hay remedio, vive tú,
quizá te está preparada
mejor ventura que a mí;
no quieras, no, despreciarla 945
por esta infeliz mujer,
que ya no es tuya. Mis ansias,
mis fatigas yo sabré
con paciencia tolerarlas.
Como tú vivas feliz, 950
a Isabel eso la basta.
DON JUAN
¡Ay Dios, ay Dios! ¿Dónde estoy?
Con cada razón me matas.
Por compasión, no te muestres
de mí tan enamorada. 955
Mas ¿yo me detengo aquí?
¿Qué hay que esperar? Nada falta
que saber; harto comprendo
tu pasión y mi desgracia.
DOÑA ISABEL
No, don Juan; si así te ausentas, 960
del todo me desamparas.
Aunque te quedes en Cádiz,
siempre viviré apartada
de tus ojos. ¿Quién te obliga
a que dejes esta casa 965
con tanta celeridad?
Mi corazón se dilata
sólo con verte. No niegues
este consuelo a tu amada
Isabel.
DON JUAN
¡Qué ceguedad!
970
¿Eso intentas? Calla, calla,
infeliz, no solicites
lo que a ti y mí nos daña.
¿Cómo quieres que se oculte
el amor que nos inflama? 975
¿Cómo quieres que yo pueda
tolerar, viendo logradas
por otro felicidades
que sólo a mí destinabas,
que sólo yo merecí? 980
¿Quieres que llegue mi infamia
a tal exceso? ¡Ah, cruel!
¿No basta, dime, no basta
que para siempre te pierda,
sin que a mis penas se añadan 985
celos, que han de producir
desesperación y rabia?
¡Ay, Dios! Déjame.
DOÑA ISABEL
¿Te vas?
¿Así te vas? ¡Qué villana
acción! ¿Me dejas? ¿No vuelves 990
a verme? ¡Ay desventurada!
¿Volverás?
DON JUAN
No sé, no sé.
Pero es fuerza que me vaya.
No podrá borrar la ausencia
el amor de nuestras almas; 995
pero evitará una culpa,
que miro ya muy cercana
si no me voy: a los dos
nos está bien evitarla.
DOÑA ISABEL
¡Señor, dadme resistencia, 1000
que a tanto dolor ya falta!
 

(DON JUAN se va por la puerta de la mano derecha, y DOÑA ISABEL por la opuesta.)

 



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