III |
| Retroceden las gradas, los hombres, el cortinaje azul, | | | | el cañón aún no ha alcanzado a emitir su
relámpago. | | |
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| En el foro yacen obstinadas estatuas para gafas de sol; | | | | los turistas se desviven por postales y colores
chillones. | | |
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| A menudo consigue recordar cómo se despeinaba el
cierzo, | | | | cómo la noche cernía sobre sus hombros un
poderoso séquito de estrellas. | | |
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| Atrás quedan los pasos, o tal vez sea su voz la que se
acerca. | | |
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| Hasta un rescoldo de idea primigenia, hasta el árbol,
hasta el cinemascope. | | |
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| Se agota en un suspiro el agua de las vitrinas, los ojos de
los escaparates. | | |
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| Retrocede el bajel que inauguró el bautismo febril de
la platea, | | | | el gesto que asiente, las lonas solares que suplantan al
día. | | |
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| En el foro yace el coral pintado de carmín, la piedra
recién encalada. | | | | La perla jamás necesitó su collar, la pareja
del fuego es el esmalte. | | |
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| A menudo consigue recordar cómo dormía el
sueño plácido, | | | | cómo el alcohol se deslizaba hasta prender las
venas. | | |
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| Atrás queda el cenit en un instante, regresa el
transcurrir de las vidrieras. | | |
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| Hasta la corona de ceniza de una virgen, hasta la toga, hasta
el bustrófedon. | | |
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| Se agota lentamente el caudal y la víspera, el ayer en
un hoy y el hoy en un mañana. | | |
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| Retrocede el sinuoso corredor que lleva hasta el quejido de
las fieras, | | | | el hedor a claro de luna, el nombre grabado en la corteza
funeraria del sauce. | | |
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| En el foro yace el poso de un vino con gusto a agua salada,
el fruto de las redes, | | | | una zarza que apenas ilumina la estancia y se consume, cinco
panes y una multitud. | | |
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—25→
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| A menudo consigue recordar el rastro del cometa que guiaba el
horizonte, | | | | el rumbo aprisionado en la cruz de un timón, el
mástil que se va haciendo mujer... | | |
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| Atrás quedan la brújula y el canto del
vigía, permanecen la tierra y la veleta. | | |
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| Se agota el raído toldo de la noche, el escenario de
aren a transfigura al reloj. | | |
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| Hasta la erosión de los antepasados, hasta el tenue
balbucir, hasta el edén y la serpiente. | | |
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| Retrocede la infancia, el inconsciente llanto, el hombre
engendrado de otra tierra. | | | | Retrocede la nave, la mueca inesperada, la ceguera innata a
la que vuelve, la naumaquia. | | |
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