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Exposición del Libro de Job

Fray Luis de León



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ArribaAbajo[Dedicatoria]

El maestro fr. Luis de León en el Libro de Job a la muy religiosa madre Ana de Jesús, carmelita descalza


Todos padecen trabajos, porque el padecer es debido a la culpa, y todos nacen en ella; pero no los padecen todos de una misma manera, porque los malos a su pesar y sin fruto, los buenos con utilidad y provecho. Y de los buenos, unos con paciencia, y otros con gozo y alegría, que es proprio efecto de la gracia del Evangelio, de que Sant Pablo dice en su persona: Ya nos gozamos en las tribulaciones. De éstos es V. R. y las demás de su Orden, que descansan cuando padecen por mostrar lo que aman. Que el amor de Cristo que arde en sus almas, mostrándose, descansa, y padeciendo, se muestra; y ansí padecen con gozo; y si no padecen, tienen hambre de padecer y la descubren siempre que pueden, y en todo lo que pueden. Y de ella nace agora mandarme V. R. le declare el Libro de los sucesos y razonamientos de Job. Que como los valientes soldados gustan de conocer los hechos hazañosos de los que fueron, ansí V. R., en esta milicia de paciencia que profesa, desea reconocer este ejemplo excelente, que tal es el de Job, como por su escritura parece. La cual escritura es útil de muchas maneras: porque no sólo es historia, sino doctrina y profecía; porque, demás de que nos cuenta los azotes de Job y su paciencia, también nos compone las costumbres y nos profetiza algunos misterios venideros; y esto en verso y en forma de diálogo, porque más se guste y mejor se imprima.

Verdad es que el estilo poético y la mucha antigüedad de la lengua y del libro le hacen muy escuro en no pocos lugares. Mas esta escuridad vencerá con sus oraciones V. R., que obligada es a favorecerme con ellas, pues pone este peso en mis hombros. En que hago tres cosas: una, traslado el texto del libro por sus palabas, conservando, cuanto es posible, en ellas el sentido latino y el aire hebreo, que tiene su cierta majestad; otra, declaro en cada capítulo más extendidamente lo que se dice; la tercera, póngole en verso, imitando muchos santos y antiguos que en otros libros sagrados lo hicieron y pretendiendo por esta manera aficionar algunos al conocimiento de la Sagrada Escritura, en que mucha parte de nuestro bien consiste, a lo que yo juzgo.

Pues ansí como no sabemos con certidumbre el autor de este libro, que unos dicen que Moisés y otros que antes de Moisés, ansí V. R. ha de tener por sin duda que es libro sagrado y canónico. En el cual el Espíritu Santo nos cuenta, lo primero, la virtud y prosperidad de Job; lo segundo, su azote, y lo tercero, las razones que pasó con unos compañeros suyos que, viniendo a consolarle, se pusieron a reprenderle, que es la mayor dificultad que en él hay, porque muchas veces parece que Job y sus compañeros dicen lo mismo, siendo los intentos contrarios. Para cuyo entendimiento advertimos que Job, querellándose, dio a entender que padecía sin culpa; de que, ofendidos sus compañeros, porfían que se engaña y que es pecador. Y pruébanlo ansí:

  • Dios es justo;
  • luego castiga a solos los pecadores.
  • Tú eres castigado de Dios;
  • luego eres pecador.

Y sobre este argumento, como sobre quicio, se rodea todo lo que dicen los primeros tres compañeros. Y en lo que más se detienen es en probar, lo primero, «que es la justicia de Dios», que a la verdad es lo más cierto y lo menos necesitado de prueba. Mas insisten en ello porque, a su parecer, lo demás nace de allí por fuerza de consecuencia. Y pruébanlo con hacer claro por diversas maneras que Dios es bueno y sabio y poderoso, diciendo grandezas de la bondad de Dios y de su saber y poder. Porque el ser injusto uno siempre le viene, o de saber poco o de poder menos o de ser mal inclinado; que, como se sabe, las fuentes de todo lo malo son o flaqueza o ignorancia o malicia. A esto responde Job, y en lo que responde confiésales esta primera parte, que toca a la justicia de Dios; y no sólo la confiesa, mas él también la prueba y se extiende en decir maravillas de estos divinos atributos. Pero niégales lo que de ellos coligen, y persevera en defender su inocencia, y les prueba que no son pecadores todos los que Dios en esta vida castiga. En que, en suma, afirma dos cosas:

Una: No siempre castiga Dios en esta vida a los pecadores, ni son pecadores todos los que Dios en ella aflige.

Otra: Yo no he pecado de manera que merezca el mal que padezco.

Y cuando afirma esto último, aguzado del dolor y de la porfía de los que sin razón le condenan, parece alguna vez que excede en palabras, volviéndose a Dios y pidiéndole que se ponga con él a juicio y averigüe aqueste azote con él. Por lo cual, a lo último, sale Eliú, el cuarto de los amigos, y no aprobando las razones de los primeros, condena a Job por otra razón nueva, diciendo que, a lo menos, peca en ponerse con Dios a juicio. Y ansí lo que pretende es probar, no que fue pecador, sino que se debe Job sujetar a Dios y callar y tener por bueno lo que hace. Y pruébalo de aquesta manera:

Las obras de Dios, y lo que pretende en lo que hace, no lo puede saber el hombre;

Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace, y no pedirle razón de ello.

La primera de estas dos cosas, de que la segunda necesariamente se sigue, pudo Eliú probarla con ejemplos palpables de las cosas que Dios hace, y no las entendemos los hombres; mas no la prueba por esta vía, antes, multiplicando razones impertinentes, la escurece y confunde. Y ansí Eliú no erró en lo principal de su intento y en lo que probar pretendía, sino en no acertar a probarlo. Por donde Dios, a la fin, se descubre, y lo primero, reprende a Eliú de que una cosa tan clara como es no penetrar el hombre las obras y los juicios de Dios, no supo probarla; y lo segundo, vuelto a Job, le prueba con razones claras lo que confundía Eliú con palabras escuras. Y ansí el intento de Dios es el mismo de Eliú: persuadir a Job que tenga por bueno lo que hace con él y no quiera saber por qué causa lo hace, ni pedirle cuenta a razón. Y arguye como Eliú argüía:

El hombre no puede alcanzar las obras de Dios ni sus fines;

Luego debe con paciencia juzgar bien de lo que Dios hace, y no pedirle cuenta.

Y lo primero de esto prueba Dios en su discurso por manifiesta manera, haciendo alarde de muchas cosas que traemos entre las manos, que las hace Él, y el hombre, aunque las ve, no las entiende; como son las obras naturales y ordinarias. De donde necesariamente concluye que, si no conocemos lo ordinario que Él hace, mucho menos podremos alcanzar lo extraordinario y los fines secretos que en ello sigue. Job reconoce su exceso luego, y humíllase. Y Dios, que sabía su sencillez y bondad y que había defendido con verdad su inocencia, no se enoja con él, y enójase con sus tres amigos, porque hablaron mal en tres cosas: una, que impusieron a Job que era malo; otra, que afirmaron que Dios no azota aquí sino a solos los malos; la tercera, que de estas dos mentiras quisieron quedar por justo, si quedaba Job por bueno, o si no se valiera de apoyos tan flacos y tan falsos.

Esto, pues, bien entendido, en las escuridades de este Libro dará mucha luz.

El cual Libro comienza ansí:






ArribaAbajoCapítulo I

1. Un varón fue en la tierra de Hus, su nombre Job, y fue este varón sencillo y derecho, y temeroso de Dios y esquivador de lo malo.

2. Y naciéronle siete hijos y tres hijas.

3. Y fue su posesión siete mil ovejas, y tres mil camellos, y quinientos pares de bueyes, y quinientas asnas, y familia mucha mucho; y fue este varón grande sobre todos los hijos de Oriente.

4. Y iban sus hijos y hacían banquete en casa de cada uno su día; y enviaban y llamaban las tres hermanas suyas a comer y a beber con ellos.

5. Y era ansí; cuando daban su vuelta los días del banquete, enviaba Job y santificábalos, y madrugaba de mañana y alzaba ofrendas al número de todos. Porque decía Job: Si por caso pecaron mis hijos, y bendijeron a Dios en su corazón. Ansí hacía Job continamente.

6. Y fue un día y vinieron los hijos de Dios, y vino también Satanás entre ellos.

7. Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios, y díjole: De cercar por la tierra y de pasearme en ella.

8. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por ventura pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón sencillo, y recto y temeroso de Dios y esquivador de lo malo?

9. Y respondió Satanás a Dios, y dijo: ¿Por ventura de balde teme Job a Dios?

10. ¿Por ventura tú no pusiste sobre él, y sobre su casa y sobre todo lo que le pertenece a la redonda; hechuras de sus manos bendejiste, y su posesión creció en la tierra?

11. Mas empero plégate enviar tu mano, y loca en todo lo que te pertenece, sino en la cara te bendijere.

12. Y dijo Dios a Satanás: Ves; todo lo que le pertenece en tu mano; solamente no pongas tu mano en él. Y salió Satanás de delante de Dios.

13. Y fue un día; y sus hijos y sus hijas comían y bebían en uno en casa de su hermano el mayor.

14. Y un mensajero vino a, Job, y dijo: Las vacas araban y las asnas pacían junto a ellas.

15. Y sobrevino el sabeo, y tomólos; y a los mozos pasaron a cuchillo, y escapé tan solamente yo para que os lo notificase.

16. Aún éste hablaba, y viene otro y dice: Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las Ovejas y los mozos, y consumiólos; y escapé tan solamente yo solo para darte noticia de ello.

17. Aún éste hablaba, y vino otro y dijo: Los caldeos, hechos tres partes, acometieron a los camellos, y lleváronselos; y a los mozos pasaron a cuchillo, y escapé tan solamente yo solo para darte noticia de ello.

18. Aún éste hablaba, y vino otro y dijo: Tus hijos y tus hijas comían y bebían en casa de su hermano el mayor;

19. Y veis, un viento grande vino de la otra parte del desierto, y hirió en los cuatro cantones de la casa, y cayó sobre los mancebos y murieron; y escapé solamente yo para darte noticia de ello.

20. Y levantóse Job, y rompió su ropa y tresquiló su cabeza, y derrocóse en tierra y adoró.

21. Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. Dios lo dio, Dios lo tomó. ¡Sea el nombre del Señor bendito!

22. En todo esto no pecó Job, ni se enloqueció contra Dios.


ArribaAbajoExposición

1. Un varón fue en la tierra de Hus; su nombre Job. Algunos dijeron que ni hubo Job ni pasó en hecho de verdad esta historia, sino que es parábola ordenada por Dios y escrita por sus profetas para dechado de paciencia perfecta. Mas esto es falso y condenado y, en cierta manera, injurioso a la verdad de la divina Escritura; demás de que otros lugares y libros de ella hacen mención de la persona de Job, como el Libro de Tobías y Ezequiel y Santiago en su Epístola. Ansí que hubo un hombre sancto y grande amigo de Dios, llamado Job, y esto es cosa sin duda. Mas como esto es cierto, ansí es dudoso quién fue y de qué gentes o linaje. Lo más recibido es que fue gentil y descendiente de Esaú, y nieto de Abrahán, hombre principal y como cabeza y príncipe de su pueblo. Y es argumento de ello ser, como aquí se dice, de Hus, que es parte de Idumea, tierra habitada y gobernada por Esaú.

Pues salió Job, entre los que adoraban ídolos, adorador de Dios verdadero, y virtuoso entre los viciosos y como rosa entre espinas, gran siervo de Dios entre los enemigos de Dios. Porque Dios, para el negocio de la virtud, no excepta personas ni tiempo ni lugar ni linaje. Y al fin, Job, aunque nacido en tierra de Hus, si era descendiente de Abrahán, como decíamos, respondió a su cepa; y la fe del quinto o sexto agüelo tornó a dar su fructo en el nieto, y por eso dice: Y fue este varón sencillo y derecho, y temeroso de Dios, y esquivador de lo malo. Lo primero, le llama varón porque, como el hombre en la lengua original de este libro tenga tres diversos nombres, el de este lugar, que nosotros trasladamos varón es nombre que importa valor y que no se da a cualesquier hombres, sino a los que lo son de veras; digo, a aquellos en quien la razón manda y el sentido obedece, que es propriamente ser hombres. Y, allende de esto, luego en el principio le nombra varón, y le añade las demás virtudes y fuerzas de ánimo que tenía; porque, como bien dice Sant Gregorio, había de contar su lucha luego; y porque dice los hechos de un gran luchador, declara el vigor que para luchar tiene. Que consiste, lo primero, en que es varón, esto es, no muelle ni afeminado para la virtud, ni que se vence fácilmente; lo segundo, en que es simple, y no quiere decir en el saber, que eso no merece loor, sino en la sencillez de sus costumbres y en el pecho no doblado ni falso. Lo cual aún se entiende más de la palabra primera; porque Tham importa, no simple como quiera, sino simple y perfecto; y no es perfecto el ignorante y que no sabe, ni menos lo puede ser el que, teniendo dos caras, está dañado en el ánimo y sano en lo que muestra de fuera, y como se dice en el Psalmo: El que habla paz con su prójimo y en el corazón guarda mal. El que ablanda sus palabras, y las enmollece más que aceite, y él es una saeta enherbolada. Porque si tiene el alma dañada y sana la apariencia, ni en todo es malo ni en todo es bueno; y ansí el ser doblado y el ser imperfecto siempre andan juntos; y al revés, lo sencillo y lo perfecto son uno.

Ansí que Job era sencillo, que es decir, dentro y fuera uno mismo, y cual en el ánimo tal en el rostro; y, por consiguiente, era acabado y perfecto, porque era bueno por todas partes y en todo. Y a esto se sigue bien lo tercero que añade, y era recto, que es decir, de ánimo y de costumbres no torcidas, porque no hay cosa más natural a la sencillez que el no torcerse; que el torcer, como se ve, es una cierta manera de doblar, y es enderezar a una parte y volverse después a otra. Y como la sencillez dice unidad, ansí, ni más ni menos, la rectitud, porque ser recto es seguir siempre una regla y camino; y por el contrario, ansí lo doblado como lo torcido dicen variedad y muchedumbre, porque el torcerse es caminar a cosas diversas, y no guardar siempre un mismo tenor. Mas dice, y temeroso de Dios; lo que ha dicho de entereza, sencillez y rectitud pertenece a los buenos naturales de Job, y a la loable compostura suya con que nació y a sus inclinaciones templadas; mas esto pertenece ya a lo añadido y sobrepuesto por la virtud de la gracia; la cual, sin duda, aunque es poderosa de por sí, y aunque tiene fuerza para reducir a cualquier sujeto, por desbaratado que sea; mas cuando acontece caer en lo bien inclinado y a la razón rendido, de suyo, como semilla en campo grueso y dispuesto, hace maravillosos efectos. Y ciertamente en todo lo muy señalado en sanctidad y virtud casi de ordinario se juntó con lo gracioso lo natural; la buena disposición con que se nace, y la abundancia de la gracia del cielo; las inclinaciones virtuosas nuestras, y los dones abundantes que Dios nos influye. Por donde en el Libro de los Cantares dice Dios con gran razón del alma escogida que, si es muro, sobreedificará almenas o saeteras de plata; como diciendo que sobre los naturales, buenos y fuertes de suyo, lo que el Espíritu Santo añade, hace obra riquísima. Y ansí, de la misma alma, y en el mismo Libro se dice que es luna y que es sol. Y hase de entender que es sol, porque es luna; esto es, porque si tiene naturales bien dispuestos, y como hechos para recibir la claridad de la luz, como la recibe la luna, se logrará mejor el bien que Dios por su liberalidad en ella pusiere. Que la gracia en el sujeto dispuesto se acendra y da fructo de ciento, como Cristo nos dice. Pues ansí Job, que era de su natural recto y sencillo, es agora por don de la gracia temeroso de Dios; que es decir, muy sancto y muy adelantado en toda virtud. Porque temer a Dios en esta Escritura, no es una virtud sola, o, como la palabra suena, sólo el don del temor, sino es un cumplimiento perfecto de todo lo que Dios manda, nacido de ánimo que le desea servir, y de hecho le sirve con recato solícito y con diligente cuidado. Como en el Psalmo que dice: Bienaventurado el varón que teme al Señor, que en sus mandamientos pone mucha afición; porque esto segundo es como declaración de lo primero; como en esta manera: Bienaventurado el que teme a Dios, quiere decir, el que obra con afición lo que manda, que es lo que llamó temor. Y aun en este lugar lo que luego se sigue, que es: y esquivador de lo malo, conviene que ansí se entienda y que Job era esquivador de lo malo es declarar lo que había dicho, de que era temeroso de Dios, esto es, adornado de toda religión y virtud; que esquivar el mal no es una sola parte de la justicia, sino toda la justicia entera; que si se dice de la justicia, que consiste en dos cosas: apartarse de lo malo y poner en obra lo bueno, este ser esquivador de lo malo lo abraza todo y lo comprende. Porque ansí como es malo hacer lo que se veda, ansí también lo es no hacer lo que se manda. Por donde el que todo lo malo esquiva, ni hace lo que la ley prohíbe, ni deja de hacer lo que ordena; y ansí esquivar la maldad y temer a Dios y cumplir enteramente su Ley, significan lo mismo. Mas prosigue y dice:

2. Y naciéronle siete hijos y tres hijas. El tener hijos los hombres que les sucedan, aunque no es de las cosas que da Dios a los buenos solos, u de las que les da siempre, sino de las que por orden secreto de su providencia da a buenos y malos, a veces para su buena dicha y a veces para su desventura; mas ello en sí es cosa buena, como fin a que se ordena el matrimonio; y es consuelo de la vida, y socorro en la necesidad y amparo de la vejez y camino para la perpetuidad, y bendición y largueza de Dios. Y al bueno a quien los da siempre se los da para buena dicha suya y para testimonio de su bondad, que vive y resplandece y se adelanta después de la muerte en los hijos. Y ansí dice la Escritura en una parte: Que el hombre en los hijos que deja después de sí se conoce. Y en otra: Bienaventurado el varón que teme al Señor, el que emplea su afición en sus mandamientos. Su casta será poderosa en la tierra; la sucesión de los buenos será bendita. Pero al revés; los de los malos son de ordinario cuales sus padres dellos, y no tales que con los sucesos de sus desbaratadas costumbres y desventurados fines, la empeoren y entiznen, y finalmente, acaben y sepulten con perpetua ignominia. Y si da Dios hijos y sucesión a los pecadores, muchas veces es no sólo para atormentarlos en la vida con sus reveses de ellos, sino también para castigarlos en ellos después de la muerte; y para que, ansí como los padres extendieron su maldad cuanto su vida, ansí la pena de ella se extienda cuanto durare su memoria en sus hijos. Ansí que, aunque no siempre la sucesión es premio de la virtud, pero siempre o casi siempre que Dios la da a los que son virtuosos, es para su honra y contento y regalo; y de esta manera es la de Job. Que porque había dicho de su bondad y de cuán acabado era en toda virtud, dice luego de lo que es no premio de ella, sino como añadidura de premio. Y dice que tuvo siete hijos y tres hijas; que para hijos no son pocos siete, y para hijas son hartas tres, y todos diez hacen número perfecto, como dando a entender que su buena dicha de Job en los hijos no era tanto en tener mucho, como en ser ellos perfectos y buenos. Y desciende luego a contar sus riquezas, y dice:

3. Y fue su posesión siete mil ovejas y tres mil camellos, y quinientos pares de bueyes y quinientas asnas, y familia mucha mucho; y fue este varón grande sobre todos los de Oriente. En que se dicen dos cosas: una de riqueza, y otra de buena y grande reputación con los hombres. De manera que era Job de hijos abastado, y en hacienda rico, y en opinión muy estimado. Y con ser ansí, era, como se dijo, sencillo y derecho, y temeroso de Dios y esquivador de lo malo, que en tanta felicidad temporal casi nunca acontece. Y ansí, luego que dijo de su virtud el Espíritu Santo, añadió esto a ella para mayor alabanza suya, y para mayor demostración de su punto subido y perfecto; pues que ni el amor de los hijos, que suelen tener por velo los hombres para encubrir o para hermosear su miseria, le hizo seguir la avaricia, ni el cuidado de la granjería le sumió el corazón en la tierra, ni su grande estima y reputación le desvaneció o sacó de sus quicios.

De manera que no solamente fue siervo de Dios entre los que adoraban ídolos; mas guardó su Ley pura y sencillamente entre todo lo que suele apartar de ella a los hombres. Y demás de esto, cuenta agora sus riquezas, porque ha de contar sus calamidades después, para que de lo primero se entienda la graveza de lo segundo; y para que se entienda cuán bueno era, pues, siendo tan rico, llevó con ánimo tan igual el venir a ser pobre; y no a ser pobre solamente, sino a serlo por extremo y a venir a ello no estando apercibido, ni habiéndose hecho poco a poco a ser pobre, sino en un momento y sin pensar, y hallándose en un instante desnudo de todo.

Siete mil ovejas dije que tenía, con lo demás que está dicho; que como él era puro y inocente, ansí su riqueza era también natural y sin pecado, toda ella del campo y de la cultura dél, y no de tratos logreros ni de mercancías revueltas, ni de pechos ni de imposiciones. Dice:

4. Y iban sus hijos y hacían banquetes en casa de cada uno su día: y enviaban y llamaban las tres hermanas suyas a comer y beber con ellos. No es reprehendido el convite moderado, ni el festejarse entre sí los amigos templadamente, ni menos por lo que de esto dice la Escritura aquí es alabado de Dios, como si fuese alguna señalada virtud, sino cuéntase, si no por ello, por lo que de ello se entiende, que es decir, que, si Dios había dado hijos a Job, le había dado, como dijimos, hijos que merecían ser suyos; quiero decir, hijos que eran hermanos entre sí y que vivían sin competencia, en concordia. Que como en él los hijos eran merced de Dios, ansí se los había dado Dios tales que le fuesen bien y merced. Porque los hijos mal hermanados tormento son de sus padres; y como la unidad de corazón en los hermanos deleita a quien los engendra, como el Psalmo lo dice, ansí sus diferencias y disensiones los turban y amargan. En lo cual es cosa que espanta, que con parecer natural los que nacen de un tronco ser también de un querer, no sé por qué manera casi siempre acontece que ningunos se conciertan menos que ellos, y señaladamente acontece en los que tienen padres nobles y ricos. Esto es sin duda que no es enemistad, sino rabia la que se enciende entre los hermanos, cuantas veces se enciende. Por donde, para decir Dios la buena suerte de Job, no sólo dice que tenía copia de hijos, sino de hijos conformes y que ansí se amaban que, con ser muchos, eran en la voluntad como uno. Y no solamente lo dice para declararnos su dicha, sino también para darnos a conocer la buena manera como los había criado y enseñado Job desde niños. Que a la verdad, los males de los hijos las más veces nacen como de raíz de sus padres; y el descuido de ellos, y muchas veces su mal ejemplo, es el que más los daña y corrompe, porque es ejemplo doméstico, y que le tienen delante siempre, y ejemplo de autoridad y que atrae a sí, no solamente por lo pegajoso y atractivo que todo lo malo tiene, sino también por la particular fuerza que cobra de serles tan cercano y vecino; y no sólo porque es dulce el vicio, sino también porque le es natural al hijo seguir a su padre, y porque es vicio de herencia. Ansí que tienen malos hijos los que son malos padres; y Job los tenía buenos, porque él era buen padre; y sabémoslo, porque eran conformes, que era como obra nacida de las manos y cuidado de Job. Y también por lo que luego se dice, que es:

5. Y era ansí que, cuando daban vuelta los días del banquete, enviaba Job y santificábalos, y madrugaba de mañana y alzaba ofrendas según el número de todos. Porque decía Job: Si por acaso pecaron mis hijos y bendijeron a Dios en su corazón. Ansí hacía Job continuamente. Que bien se conoce quien tenía este cuidado de poner luego medicina a sus faltas y desenojarles a Dios, que no se había descuidado en enseñarles con avisos y ejemplos que viviesen sin culpa.

Dice, pues, que madrugaban, para decir la diligencia con que acudía a Dios por sus hijos; y que ofrecía por cada uno su sacrificio, para decir que era igual con todos; y dice que hacía esto principalmente cuando precedía banquete, porque le es vecino al convite el pecado; que, como se pecó la primera vez por comer, ansí casi siempre en el comer y en el beber de los banquetes se peca. Y el corazón humano, por una parte engolosinado con el sabor del manjar, y por otra parte distraído de sí, y como sacado afuera con la abundancia y la sobra, y encendido con el vino y metido en placer, y con esto y con la risa y conversación, lanzado en el gusto de estos bienes sensibles, dentro de sí se abraza y se casa o amanceba con ellos; y viene, veces hay, a decir en sí mismo: Esto bueno es, apacible, suave; déjenoslo Dios, y él estése en el cielo. Y en esta manera, como preciando a Dios, le desconoce, y como conociéndole, le desconoce, y con dejarle su bienaventuranza y grandeza, calladamente se ríe de ella y le antepone la suya. Y por esto dice: Si pecaron mis hijos, y bendijeron a Dios en su corazón; esto es, si por caso alegres y contentos dijeron: Téngase Dios su gloria, que a nosotros esto nos basta. Si no queremos decir lo que de ordinario se dice, que bendecir aquí es maldecir, y que se dice al revés porque el vocablo de maldecir a Dios ofende mucho al oído. Mas a la verdad, el alegría y placer del banquete no induce a maldecir a Dios, sino a olvidarse de los bienes de Dios, y, alabándole, darle de mano en la manera que dicho tengo; que, para el maldecirle lo que suele ser ocasión la tristeza es y la congoja que de los desastres sucede. Hasta aquí son las cualidades de Job, ansí en la virtud de su persona como en su reputación y hijos y hacienda. Lo que se sigue pertenece a la calamidad e infortunio, y dice ansí:

6. Y fue un día, vinieron los hijos de Dios a asistir a Dios, y vino también Satanás entre ellos.

7. Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios, y díjole: De cercar por la tierra y de pasearme en ella. No asisten un día y otro no delante de Dios los ángeles, ni tienen sus días señalados ni sus tiempos de cortes, porque todos los días y todos los tiempos le están presentes y sirviendo; ni menos Satanás, después de echado del cielo, torna a tiempos a él, ni ve la cara de Dios, que a todos los que la ven los hace bienaventurados, en viéndola; mas dícese esto ansí por una de dos razones: o porque se suele hacer ansí en las cortes de los reyes, cuando de algo se consulta, y Dios, para que le entendamos los hombres, nos habla en su Sancta Escritura conforme a lo que usamos y más entendemos los hombres; o de otra manera, píntase ansí porque lo vio ansí el profeta que este Libro escribió, en la visión que dél tuvo por imágenes y figuras que se le pusieron en la imaginación o en los ojos, como Daniel y Sant Juan vieron las imágenes de lo que dejaron escrito; y como Esaías dice haber visto a Dios sentado en un trono, y junto a él cuatro animales y ruedas; y como del profeta Miqueas se escribe en los Reyes que se le representó Dios cercado de sus Espíritus y consultando con ellos quién tomaría a su cargo el engaño de Acab. Las cuales figuras, en realidad de verdad o con la fantasía o con los ojos las ven los profetas; y son ellas imágenes que tienen su ser, pero no el mismo que representan, ni son ello mismo, sino figuras suyas hechas por Dios y que, en lo que significan, son conformes al hecho de la verdad, y en la manera como lo significan se ajustan y proporcionan con nuestro entender. Porque no hay duda, sino que en este hecho y acontecimiento de Job, según la verdad, Dios fue quien ordenó que se hiciese, porque en ninguna manera se hiciera sin su querer y licencia; y el demonio fue el ejecutor por orden de Dios.

Y es de creer que el demonio, según su juicio, estimaba en poco la virtud de este hombre, pareciéndole que por el bien que Dios le hacía, le amaba y servía; y es verosímil que, por ocasión de este falso pensamiento y juicio, se movió Dios a entregar los bienes de Job a ese mismo, que por causa de ellos juzgaba mal dél, y ansí hacer prueba clara de su virtud, no para sí, a quien todo le es claro, sino para ejemplo nuestro y para gloria suya, y para desengaño y confusión del demonio; pues todo esto que es el engaño del demonio y de muchos otros, que por caso pensarían lo mismo con menoscabo de la honra de Dios. Ansí que el engaño del demonio, el querer Dios sacar de duda la virtud de su siervo, el dar al mal juzgador que fuese el examinador de su engañado juicio, el aceptar este oficio él y el ponerlo por obra, todo esto que pasó en la verdad, por darlo a conocer Dios al profeta, figúraselo en la forma que aconteciera, si se tratara de unos hombres a otros; y figúraselo ansí y por tan artificiosa y apacible manera, que ni encubre la verdad ni traspasa sus términos ni saca nuestro entender de su costumbre y estilo, antes le deleita y aficiona, porque le hace ver en las figuras y formas que él usa lo que es sobre todo cuanto se usa. Que el representar a Dios como asentado en un trono, y los ángeles, ansí los buenos como los malos, delante de Él, responde con la verdad del estar presentes todas las cosas a Dios, que es Emperador sobre todo. Y el figurar que pregunta Dios al demonio y que le vuelve respuesta, dice con la verdad de lo que él se imaginaba y pensaba, y con la voluntad que tuvo Dios de sacar a luz este engaño. Y ansimismo el parecer que entrega Dios a Satanás la salud y los bienes de Job, consuena con la licencia que por orden de su providencia le dio para herirle y tentarle. Y todo aquesto que nunca pasó en el hecho, como aquí se figuró en la imaginación del profeta, pasó en el hecho conforme a lo que significa esta imagen.

Pues dice ansí: Y fue un día, porque, aunque Dios desde su eternidad determina las cosas, da a cada una de ellas su día. Y vinieron los hijos de Dios; ansí llama aquí la Escritura los ángeles. Y vino también Satanás entre ellos. Satanás es el demonio, porque tiene oficio de acusador y calumniador; y Satanás quiere decir el que acusa o calumnia. Y porque en el caso de este Libro usó de este oficio el demonio, por eso le dan aquí este nombre. Y es mucho de considerar que, aunque pudiera Dios hacer prueba de Job sin tomar ocasión de otra cosa y sin usar de color ni rodeo, mas porque es proprio de su poder y saber gobernar con dulzura, que es ir al fin que se pretende por los medios que Él pide, por eso dispuso que la sospecha mala del demonio, como pareciendo delante de Él, fuese a manera de acusador para Job y le solicitase a la prueba, y que hubiese esta causa tan colorada y tan justa, para lo que Él pudiera aun sin ella hacer justamente; y quiso que el mal juicio y deseo de Satanás contra Job sacase su virtud de cuestión y juicio, y que la esclareciese. Y ansí dice: Y dijo Dios a Satanás: ¿De dónde vendrás? Ansí dice el original, y tiene en aquella lengua, como en la nuestra, esta manera de hablar una significación de desprecio y de no buena sospecha que se tiene de aquel a quien se pregunta. Solemos decir a los que tenemos por traviesos o por de mal ánimo, o que andan en no buenos pasos, cuando se nos ponen delante. Pues él, ¿de dó vendrá agora?, como diciéndole: ¿Hay algo aquí que enredar, o viene de hacer de las suyas? Pues ansí dice y pregunta a Satanás Dios: ¿De dónde vendrás? Que fue decirle: vendrás tú agora de hacer lo que sueles. ¿Qué malicia tuya o qué pensamiento dañado te trae? A lo cual Satanás dice: De cercar por la tierra y de pasearme por ella.

Tenía el demonio entonces particular mando en la tierra, y ansí habla de ella como de su posesión, en que se espacia y pasea como señor y dueño, y, a la verdad, el lugar de su ocupación y ejercicio fue siempre la tierra, según la maldición antigua que le condenó a comer tierra; y en la tierra misma se ve que la rodea y la cerca el demonio, porque adondequiera que volvemos los ojos hallamos su huella, en unas partes de guerras, y en otras de muertes, y en otras de enojos, y en otras de vicios torpísimos. Ansí que todo lo cerca, porque siembra su ponzoña por todo. Y aun lo que decimos cercar, en su palabra original quiere también decir inquirir y visitar, o cercar inquiriendo, como lo hace el que con mando y jurisdicción inquiere y pesquisa; que si el demonio es acusador y calumniador, como de hecho lo es y se nombra, conviene que también sea inquiridor y como juez de pesquisa. Mas veamos lo que se sigue:

8. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por ventura pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón sencillo y recto y temeroso de Dios y esquivador de lo malo? Poner el corazón sobre una cosa es mirar en ella con atención, en la lengua en que se compuso este Libro. Pues pregúntale Dios si lo ha paseado todo, como dice, si echó de ver las virtudes de Job y las ventajas conocidas que a todos en ellas hace. ¿Has visto, dice, a mi siervo Job, que no hay quien le iguale en la tierra? Maravilla grande es que Dios haga tanto caso de un siervo que tiene, hablando con el demonio, que tenía entonces a todo el mundo y a casi todos los hombres por suyos, y que, según parece, oponga este uno a todos los que al demonio servían, y se precie y honre Dios dél más que de toda su gente el demonio. ¿Pusiste, dice, tu corazón en mi siervo Job? Como si con más palabras dijera: ¿Vale tanto cuanto te sirve como este uno que es mío? ¿Has echado de ver cuánto mejor soy servido de éste que tú lo eres de cuantos engañas? ¿No miras que por más que cerques la tierra y por más que de ella te apoderes, al fin hay en ella una semejante virtud? Y verdaderamente es ansí, que no se deleita tanto el demonio con la perdición de muchos que le sirven de pecado, cuanto se lastima con la virtud excelente de un bueno; y, por el contrario, es a Dios tan agradable y de tanta estima en sus ojos una extraordinaria virtud, que se tiene por más servido con ella sola en un justo, que de servido con la maldad y vicios de muchos injustos. Y ansí sufre pecadores innumerables por sacar a luz uno que no lo sea; y por los justos y escogidos que son pocos, comparados a lo que se pierden, cría sabia y debidamente Dios innumerable muchedumbre de los que se han de perder.

¿Viste, dice, a mi siervo Job? Y con razón hace Dios como maravilla de uno bueno, porque el ser bueno el hombre es caminar a lo alto y vivir como se vive en el cielo; y un hombre que es tierra y de suyo inclinado a la tierra, ser bueno es ir al revés de lo que es, y, venciendo su natural, volar lo pesado a lo alto. Y como no sería maravilla ninguna si de la cumbre de un monte viniesen hasta la falda de él muchas piedras cayendo, mas si una sola desde la raíz subiese a la cumbre, sería con razón maravilla; ansí que pequen muchos y que sirvan al demonio muchos no es cosa de espanto, porque es hacer lo que son y seguir la dañada inclinación de su origen; mas que haya uno o algunos que braceen contra la corriente del agua y que siendo tierra caminen al cielo, es digno de admiración, uno solo que sea. Y ansí el demonio no respondió a Dios, consolándose con los muchos otros que de su parte tenía, ni le dijo que, si Job era bueno, era uno solo; sino como quien conocía bien lo mucho que lo bueno vale, aunque en sólo uno se halle, quiso mostrar que no lo era Job como a Dios parecía, y ansí escriben que dijo:

9. Y respondió Satanás a Dios, y dijo: ¿Por ventura de balde teme Job a Dios? Que es como si más claro dijera: Señor, si es bueno no lo es de suyo, sino por el interés que de ello saca; si es bueno, bien se lo pagáis porque lo sea. Traéisle sobre las palmas; hacéis que todo le suceda a su gusto; ¿qué mucho que os sirva, pues Vos de contino le servís a él? Y ansí, en serviros a Vos, se sirve a sí y hace su hecho. Y esto es lo que añade:

10. ¿Por ventura tú no pusiste sobre él y sobre su casa y sobre todo lo que le pertenece a la redonda? Pusiste, dice, sobre él, conviene a saber, tu guarda y amparo; y como en atalaya, ansí estás siempre velando por él. Y declárase luego más, y prosigue: Hechuras de sus manos bendejiste, y su posesión creció en la tierra. Y añade:

11. Mas empero plégate enviar tu mano, y toca en todo lo que le pertenece, sino en la cara te bendijere. Dice: mas pruébale enviando sobre él tu azote, y si entonces abiertamente no se volviere contra ti, di entonces que es bueno. Mas ¿cómo no acusará delante de Dios el demonio la culpa, pues aun calumnia la virtud? Duro acusador es sin duda ninguna; mas cuando él es más agudo y solícito malintencionado, tanto nos obliga más a velar, como dice Sant Pedro: Hermanos, estad en vos y velad, porque vuestro adversario el demonio, como león bramador, cerca buscando a quien trague. Plégate, dice, enviar tu mano sobre él. Consuela, como de aquí se entiende, lo poco que el demonio puede sin licencia de Dios. Tu mano, dice; veces hay, cuando enviar su mano Dios hace significación de favor, como en el Psalmo: Envió su mano, y libróme y sacóme afuera de un piélago; mas aquí dice azote y castigo, y la palabra que se sigue lo declara mejor; porque lo que decimos tócale en todo lo que le pertenece, según la palabra original, es un tocar con aspereza, y como un tocar azotando e hiriendo. Síguese:

12. Y dijo Dios a Satanás: Ves; todo lo que le pertenece en tu mano; solamente no pongas tu mano en él. Y salió Satanás de delante de Dios. No quedara bien confuso ni bien castigado el demonio si no se le cometiera a él la ejecución de lo que sospechaba y quería. Y ansí, aunque pidió a Dios que le tocase él con su mano, Dios le comete que le toque él con la suya para que ansí quede satisfecho; que Dios como amigo de Job no usó de blandura; y para que, haciendo él cuanto pudiese, si quedase después vencido, como de hecho quedó, quedase desesperado y rabiase de su flaqueza y de la fortaleza de Job, y de ver que le había honrado con su malicia, pretendiendo dañarle.

Ves, dice, todo lo que le pertenece en tu mano; como diciendo: Pues así lo piensas y dices, y el ser Job tan siervo mío lo atribuyes a mi favor y a los muchos bienes que tiene, yo pongo toda su hacienda en tu mano: no toques a su persona; del resto haz a tu gusto. Y es de considerar que no le dice Dios que le quite o que le desminuya o que le asuele la hacienda, sino dice que le pone en su mano, como cierto que, según su ingenio dañado y perversa voluntad, ponerlo en su mano y asolarlo es lo mismo; que nunca tales manos dieron buen cobro de lo que en ellas se puso. Y viose su sed de hacer mal en su diligencia, que dice: Y salió Satanás de delante de Dios; que es decir, y luego al mismo punto, sin decir ni replicar más, salió a su comisión deseoso. Y dice que salió de delante de Dios, a quien todas las cosas le son siempre presentes, porque iba a hacer mal; el cual, cuando es de pena, es ajeno de lo que Dios primera y derechamente apetece; y cuando es de culpa, es ajeno dél totalmente; y si se hace en su vista, porque lo ve para darle castigo, no se hace en su vista porque no lo conoce por suyo, ni lo favorece ni aprueba. Satanás se aleja de Dios para azotar a Job, que no era hecho malo, según que Dios lo ordenaba; y algunos se meten a Dios y se visten de su religión, para ser su estrago de ella y su azote. Pero mejor será seguir nuestro intento. Dice:

13. Y fue un día, y sus hijos y sus hijas comían y bebían en uno en casa de su hermano mayor:

14. Y un mensajero vino a Job, y díjole: Las vacas araban y las asnas pacían junto a ellas:

15. Y cayó el sabeo, y tomólas; y a los mozos pasaron a cuchillo, y escapéme tan solamente yo solo, para que os diese noticia de ello.

16. Aún éste hablaba, y viene otro y dice: Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las ovejas y los mozos, y consumiólos; y escapé tan solamente yo solo para dar noticia de ello.

17. Aún éste hablaba, y vino otro, y dijo: Los caldeos hechos tres partes acometieron a los camellos y lleváronlos, y a los mozos pasaron a cuchillo; y escapé tan solamente yo solo para darte noticia de ello.

18. Aún éste hablaba, y vino otro, y dijo: Tus hijos y tus hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el mayor.

19. Y veis; un viento grande vino de hacia el desierto, e hirió en los cuatro cantones de la casa, y cayó sobre los mancebos y murieron, y escapé yo solo para darte noticia de ello. Este es el primer azote que recibió Job por voluntad de Dios y por mano del demonio, que no sólo le quitó cuanto pudo, sino quitóselo todo junto en un día, y por la más cruel manera asolándolo. De arte que por dondequiera que este azote se mire es muy grande: grande, porque llevó todos los hijos y hacienda; grande, porque lo llevó todo junto y como en un punto; grande, porque ni llevó a los hijos captivos, ni a la hacienda en manera que se esperase cobrarla, sino dando muerte a los unos y abrasando a los otros, y consumiendo y asolándolo todo. Y lo que fue muy de sentir que, aunque vino en un día, pudiera venir en mucho a la noticia de Job, y pudieran esperar que una llaga se curase antes que la otra viniese y que con un suceso adverso hiciese poco a poco el ánimo a sentir menos los otros. Mas la rabia enemiga y la crueldad del demonio todo lo hizo junto, y todo se lo puso junto delante y como de un tropel y sin dejarle respirar para más ahogarle. El uno dice los bueyes; el otro luego, las ovejas quemadas; el otro, los camellos robados; el otro, los hijos muertos, y todos, la familia pasada a cuchillo, para que, viéndose caer, y no por escalones, sino de un golpe, la graveza dél le despedazase el juicio y el ánimo, y, rendido a la desventura y vencido della, blasfemase de Dios. Y aun para su mayor aflicción ordenó con aviso particular el demonio que parte de su hacienda la acabase el cuchillo, y parte el fuego del cielo, y parte el robo, y parte la violencia del viento; y hizo que en el campo pereciese lo uno, y en la ciudad, y en su propria casa, y en el tiempo de la seguridad y regocijo y banquete se arruinase lo otro, para que, representándosele todo contrario, el campo y el poblado, lo solo y la muchedumbre, los vecinos y los más alejados, la tierra y el hierro y el cielo, y considerando que adondequiera y por dondequiera la calamidad le hallaba, se tuviese por aborrecido, y, desierto de toda buena esperanza, se entregase al despecho. Mas ¿qué no puede sufrir o qué no puede vencer la virtud verdadera? Dice:

20. Y levantóse Job y rompió su ropa; y tresquiló su cabeza y derrocóse en tierra, y adoró.

21. Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. Dios lo dio y Dios lo tomó. ¡Sea el nombre del Señor bendito!

22. En todo esto no pecó Job, ni se enloqueció contra Dios. Si Job no hiciera significación de dolor en desastres tan grandes, su paciencia no lo pareciera; porque pudieran decir que, de enajenado, no sentía y no que de esforzado sufría. Lo fino de su valor estuvo en que sintiese, y que, sintiendo, no se dejase vencer, sobrepujado del justo y amargo sentido. Y por eso dice que rompió su monjil y tresquiló su cabeza, que eran en aquel tiempo demostraciones de duelo; que es decir, que conoció bien la adversidad de su fortuna y la grandeza del mal que le sobrevino, y que ansí lo sintió y demostró por las señales de fuera; mas que, si le traspasó el alma el dolor, pudo más el valor de su ánimo, y que, derrocado de su prosperidad y herido, el dolor no le levantó contra Dios; antes la virtud derrocó al sentimiento por tierra, y domó el coraje que la desventura enciende en el alma, y a ella y al cuerpo los postró y humilló.

Pues postrado y adorando a Dios, dijo: Desnudo nací del vientre de mi madre y desnudo tornaré allí. Dios lo dio y Dios lo tomó. ¡Sea su nombre bendito! En las razones con que se conhorta y consuela muestra bien su igualdad. Desnudo, dice, salí del vientre de mi madre. Poco apegado tenía el corazón a los bienes el que se desnudó de ellos tan presto. Bien se conoce que era Job de aquellos pocos que desea el Sabio, y de quien dice: Bienaventurado el varón que no se fue en pos del oro, ni fió en el tesoro. ¿Quién tal? Y diremos que obró maravillas.

Desnudo nací. Encierra en sí aquesta razón mil razones eficaces y ciertas; lo uno, porque quien nació desnudo, hecho ha de tener el ánimo para hallarse desnudo, que ninguna cosa nos es más natural que lo con que nacemos. Ansí que es propria del hombre la desnudez, y de su nacimiento le viene. Lo otro, porque, si al nacer de esta vida tan necesitada de abrigo venimos desnudos, no es mucho que, al salir de ella o cuando nos acercamos al fin ansí del vivir como de la necesidad de los bienes con que se vive, nos hallemos desnudos. Desnudo, dice, nací del vientre de mi madre, que me engendró, y desnudo volveré al vientre de la tierra, que es también nuestra madre. Y pues nací desnudo, no me extraño de verme desnudo; y pues a la vida desabrigada vine sin ropa, sin ella podré pasar en su fin y remate. Más fácil es morir pobre que vivir pobre. Demás de que Dios, dice, lo dio y Dios lo tomó, que es otra y segunda razón llena de filosofía del cielo. Porque, según la verdad, estos bienes de fuera y todos los que no están en la mano del hombre no son bienes proprios del hombre, cosas son advenedizas, y que tienen otro Señor que las da o las quita; y ni el tenerlas nos hace ricos, porque no son nuestros bienes, ni el carecer dellas pobres, por la misma razón, y ansí es contra ella, que se duela nadie, si carece o porque carece de lo que no se le debe ni es suyo. Dios los reparte y da por el tiempo que quiere, y ansí el prestarlos es gracia, y si los torna a pedir es derecho; y como le debemos gracias por lo primero, ansí dolernos de lo segundo no es justo.

Él lo dio y Él lo tomó, y en lo uno usó de misericordia, y en lo otro de su señorío, y en todo hace siempre lo que conviene; y ansí sea siempre, y por todo bendito.

Esto dijo Job, y por ello dice dél la Escritura que no pecó, aunque más lastimado, ni se enloqueció contra Dios. Y dice bien enloquecer, porque la rabia con que el pecador castigado por Dios se vuelve contra Dios, habiéndose de volver contra sí, desatino es y manifiesta locura. Bien se maravilla de esto el falso Júpiter acerca del poeta griego, do dice:


Maravilla es de ver cómo la gente
mortal a Dios acusa, y de sus daños
por causa pone al cielo solamente.
Ellos se son su lazo y sus engaños;
y el no seguir la ley que les es dada,
su vida contamina y dulces años.

Y mejor nuestro Sabio: Atraviésale el pie al hombre, y derruécale su maldad; y él brama contra Dios en su ánimo.






ArribaAbajoCapítulo II

1. Y fue un día, y vinieron los hijos de Dios a asistir delante de Dios, y vino también Satanás entre ellos a asistir delante de Dios.

2. Y dijo Dios a Satanás: ¿Pues de dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios: De cercar en la tierra y de pasearme por ella.

3. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por dicha pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón simple y derecho y temeroso de Dios y esquivador de maldad, y aun agora asido a su bondad? Incitásteme contra él para afligirle de balde.

4. Y respondió Satanás a Dios y dijo: Pellejo por pellejo, y todo lo que es al hombre dará por su alma.

5. Plégate enviar tu mano, y tócale en el hueso y en la carne; sino en la cara te bendijere.

6. Y dijo Dios a Satanás.- Vesle en tus manos; solamente guarda su alma.

7. Y salió Satanás de delante de Dios, y plagó a Job con postemas malignas desde la planta de sus pies hasta su colodrillo.

8. Y tomó una costra de tierra para raerse con ella; y él sentado en medio del polvo.

9. Y díjole su mujer: ¿Hasta cuándo tú asido de tu bondad? Bendecir a Dios y morir.

10. Y díjole a ella: Como una de las tontas parlantes. También el bien recibimos de Dios; ¿y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job en sus labios.

11. Y oyeron tres amigos de Job toda esta calamidad que vino sobre él, y vinieron cada uno de su lugar. Elifaz, el temanés, y Bildad, el de Suhi, y Ofar, el nagmatés. Y juntáronse juntos para venir a visitarle y a consolarle.

12. Y alzaron los ojos de lueñe, y no le conocieron; y levantaron su grito y lloraron y rasgaron cada uno su vestidura, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.

13. Y sentáronse con él en el suelo por siete días y siete noches, y no hubo quién le hablase palabra; que vieron que grande mucho su dolor.


ArribaAbajoExposición

1. Y fue un día, y vinieron los hijos de Dios a asistir delante de Él, y vino también Satanás entre ellos a asistir delante de Dios.

2. Y dijo Dios a Satanás: ¿Pues de dónde vendrás? Y respondió Satanás a Dios: De cercar en la tierra y de pasearme por ella. Hácese otra y segunda consulta, y aparécele al profeta que se hace, ansí para luz suya como para mayor entendimiento y gusto nuestro. Pues tornan en ella a aparecer los ángeles ante Dios, y con ellos también Satanás, a quien Dios pregunta otra vez, y él le torna a responder casi en la misma forma de arriba. Lo que de nuevo hubo es lo que agora se sigue:

3. Y dijo Dios a Satanás: ¿Por dicha pusiste tu corazón sobre mi siervo Job, que no como él en la tierra, varón simple y derecho y temeroso de Dios y esquivador de maldad, y aun agora asido de su bondad? Y incitásteme tú contra él para afligirle de balde. Que fue decir Dios al demonio: hízose la prueba que pediste, y el suceso ha mostrado que tu imaginación era falsa. Desnudástele de todo, y cuanto tú le quitaste más, tanto él está más asido a su bondad. Bien se ve que no colgaba de la riqueza, pues, ida la riqueza, la abraza, y, pobre, es rico con ella. Entrañada estaba en él y embebida en las venas; y aunque le has, dice, desasido de lo demás, no has podido desasirle de su bondad. Lo que decimos asido, en la palabra original es asir y aprehender esforzadamente; y dice no sólo allegamiento a aquello que se ase, sino fortaleza y firmeza en ello. Por manera que Job no estaba asido a su virtud con duda y flaqueza, sino con pecho valiente y con propósito esforzado y cierto, para no apartarse de ella por ningún suceso próspero, ni por ningún adverso caso que le avenga y suceda.

Mas tú, dice, me incitaste contra él de balde. De balde, dice, respecto del fin que el demonio pretendía, y de su imaginación y esperanza, que salió en vacío y burlada; que, en orden de lo que Dios pretendió en este azote y licencia, que fue esclarecer la virtud de su siervo y hacer prueba de su bondad y mostrar que no le servía por interés, y que era mayor que toda la desventura y desastres, no fue de balde este hecho, ni sucedió al revés ni en otra manera diferente de lo que Dios pretendía. Mas dice:

4. Y respondió Satanás a Dios, y dijo: Pellejo por pellejo, y todo lo que el hombre tiene dará por su alma. No se vence la malicia de una vez, a lo menos no quiere mostrarse vencida, para quedar después más confusa; y ansí halló todavía qué maliciar y qué argumentar el demonio. Pues dice en sentencia, que no es maravilla que persevere Job en ser bueno, aunque se vea caído y puesto en pobreza y miseria, porque hombres hay que, como tengan salud y fuerzas, llevan bien cualquier suceso duro y adverso. Ansí que la igualdad con que pasa Job por sus pérdidas, puede nacer en él no tanto de la virtud que Dios dice, cuanto de un natural suyo apocado y que con vivir sano pasa bien como quiera. Pellejo, dice, por pellejo. Manera de hablar es de la lengua en que se escribió este Libro al principio, y es manera no muy conocida, y ansí no declarada de un arte. Pellejo por pellejo dará, esto es, según dicen algunos, un pellejo y otro pellejo, esto es, todos sus pellejos; que es decir, cuanto tiene y posee dará por bien perdido por quedar con la vida. Otros dicen ansí: Un pellejo dará por otro pellejo, esto es, con la hacienda comprará la vida, y se tendrá por contento; y luego lo declara, diciendo: Y todo lo que tiene el hombre dará por el alma, que aquí significa la vida. Mas esto no sé si dice con lo que aquí quiere el demonio. Por donde podríamos traducirlo de aquesta manera: Pellejo en cuanto pellejo, y todo lo que el hombre tiene en cuanto la vida. Como diciendo: llevará el hombre con buen ánimo el perder el pellejo, esto es, su riqueza y hacienda, que con razón es pellejo, pues le rodea y abriga; en cuanto el pellejo, esto es, en cuanto le durare el pellejo, quiero decir, como el otro pellejo, que es la salud y la vida, le quede entero y sano. Y lo que dijo por figura y rodeo en esta parte primera, decláralo luego en la segunda sin él y con palabras sencillas, y dice: Y todo lo que el hombre tiene dará en cuanto su vida. Como si más claro dijera: En lo que digo de pellejo en cuanto pellejo quiero decir que el hombre, aunque pierda lo que tiene, lo pasa mientras queda con salud y le duran las fuerzas. Y con esto viene bien lo que añade, que es:

5. Envía tu mano, y tócale en la carne y en los huesos, y, si no blasfemare de ti, entonces podrás decir que me engaño. Tócale, esto es, tocando hiérele; en la carne y en los huesos, esto es, en la salud, quitándosela, y no como quiera, sino de manera que la carne le lacere y los huesos lo sientan; quiero decir, de arte que el daño y el dolor le penetre a los huesos. Dice:

6. Y dijo Dios a Satanás: Vesle en tus manos; solamente guarda su alma. Esto es, yo te doy licencia que le maltrates a tu voluntad, y que le llagues y enfermes; pero de manera que no le mates. Su alma, esto es, su vida te reservo, en que no consiento que toques; la salud te entrego para que hagas prueba de tus fuerzas en ella.

7. Y salió Satanás de con Dios y plagó a Job con postemas malignas desde la planta de sus pies hasta su colodrillo. Nunca pone en olvido el hacer mal el demonio; luego que se ve con poder lo pone en obra. De creer es que esta plaga de Job fue gravísima plaga, ansí por ser autor de ella el demonio, que es amigo de hacer lo peor, como por el enojo y envidia que le despertaba a llagarle, como también por el fin que pretendía en ello, que era traerle a impaciencia y mostrar con ella que era apariencia de virtud, como él decía, y no virtud verdadera, como Dios afirmaba.

Ansí que, sin duda, fue gravísimo mal el de Job. Y aunque algunos han querido señalar qué sería, no parece que se puede saber; y si algún camino hay para ello, es la palabra original en lugar de lo que dijimos postemas, que es sechin, porque a la verdad sechin son secas, como el castellano las llama, que es palabra que desciende de aquélla, y como se conoce de lo que en Esaías y en el cuarto Libro de los Reyes se dice de la enfermedad de Ezechías, adonde está escrita esta misma; que por lo que allí se dice y por la medicina con que el rey se curó, y por las ocasiones y las circunstancias del tiempo parece claro sechin ser secas o landres. Porque Ezechías enfermó poco después de la mortandad que sobre los asirios vino una noche; y como Josefo dice, aquella mortandad fueron landres, con que una noche murieron más de cien mil personas. Y ansí es verosímil que del aire corrompido Ezechías se inficionó de la misma manera, y por esto fue mortal su enfermedad y desesperada, como escribe Esaías; y la medicina con que él le sanó, que fue masa de higos, es medicina que se aplica a las postemas y secas, como lo enseñan los médicos.

Ansí que no se debe dudar sino que sechin es enfermedad de landres y secas; y que, como son en diferentes maneras, estas de Job fueron dolorosísimas y pestilencialísimas secas, y por eso dice el texto que le hirió con secas y postemas malignas. Y como quien sabía la fuerza mala de las enfermedades y males, escogió el demonio para atormentar más luengamente a Job y para traerle a impaciencia, entre todos, aqueste mal, como de mayor eficacia. Porque, si bien se mira, encierra en sí todo lo que en las enfermedades suele ser de dolor y trabajo. Porque muchas secas malignas y muy enconadas son clavos agudos de dolor increíble, que por sí y por la mala cualidad del humor enciende fiebres ardientes. Y cuando después se abren y rompen las llagas, hacen asco, y la materia, suciedad y hedor; y si cuando unas maduran, otras comienzan a reverdecer, como a Job sucedía, júntanse en uno asco, suciedad, hedor, dolor y fiebre continua. A los cuales males, como accidentes proprios, se le siguen otros cien mil males de vigilia; y ansí dice Job, que se le pasaban las noches sin sueño; y de hastío, y ansí dice, que aborrecía el comer; y de falta de aliento y estrecheza en el respirar y apretamiento de la garganta, y ansí pide también a Dios que le deje tragar su saliva. Y todo esto iba templado por una manera que le atormentaba y no le acababa, que fuera más ligero tormento; de lo cual él después se queja agramente. Y todo este mal tan doloroso y tan fiero, que parece que no puede crecer, crece incomparablemente con la pobreza extrema que se junta con él. Porque ni tuvo el remedio de la medicina, ni el alivio del regalo, ni el consuelo del servicio, ni el descanso de la cama, ni el abrigo del techo, que los enfermos tener suelen; sino la cama fue el polvo, y la medicina una teja, y el servicio los baldones de su mujer. Y ansí dice:

8. Y tomóse una teja para raerse con ella, y él sentado en medio del polvo.

9. Y díjole su mujer: ¿Hasta cuándo tú agarrado de tu bondad? Bendecir a Dios, y morir. Esto es, da de mano a Dios, y acaba y ahógate. Que como era culpa en la mujer hablar ansí con su marido afligido, y como era inhumanidad tanto más fea cuanto estaba obligada a ser más piadosa, ansí se debe creer que le afligió más esto a Job que cuanto mal padecía; y que de las saetas que le enviaba el demonio, fue ésta una de las más penetrantes, y el toque mayor de la virtud de este sancto. Y ansí, fortalecido con ella y más firme que roca, con respuesta grave y verdadera la reprehende, diciendo:

10. Y dijo a ella: Como hablan las tontas has hablado. También el bien recibimos de Dios, ¿y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job en sus labios. Reprehéndela, y dale doctrina. Y la reprehensión es: Como hablan las tontas has hablado; o al pie de la letra: Parlar de tontas parlaste. Y digo parlar porque la palabra original, según la fuerza de su orden y puntos, es hablar no como quiera, sino hablar mucho o como si dijésemos rehablar; que viene muy bien para lo que se habla sin atención y sin tiento, y para lo que ni la razón lo mide ni la consideración lo modera. Porque todo lo que ansí se habla, aunque parezca poco y aunque en palabras lo sea, es demasiado y muy largo; y el hablar sin considerar, siempre es mucho hablar.

Ansí que la reprehensión es ésta; y la razón de ella y la doctrina que dije es lo que luego se sigue: También el bien recibimos de Dios; ¿y el mal no le recibiremos? Que es como decir, si Dios agora nos azota, también nos favoreció en otro tiempo; y si recibimos aquello, ¿por qué no pasaremos por esto? O de otra manera: ansí que recibiremos el bien de la mano de Dios, y para eso extenderemos los brazos y el deseo; ¿y el mal no lo recibiremos? No es eso, dice, razón ni justicia; porque el bien no se nos debe, y el mal nos conviene para castigo o remedio. Luego si estamos alegres, cuando nos reparte Dios lo de que somos indignos, sin razón es mostrarnos enojados y tristes si nos quita lo que no se nos debe y nos da lo que nos viene de suelo. Que al hombre, como después se dice, el trabajo le es proprio como al ave el vuelo o como las centellas al fuego.

Y no está la buena dicha del hombre en ser próspero; la adversidad es la que de ordinario le hace feliz. Y a la verdad, saliendo de esta persona particular a lo que es general y a lo que a todos nos toca, ni conviene que nos alegremos con los buenos sucesos ni que nos angustiemos con los malos. Antes al revés, el buen suceso y la buena dicha, y el responder y obedecer a nuestro gusto las cosas, había de criar recelo en nosotros. Porque, demás de que el buen día siempre hace la cama al malo y es su vigilia, eso mismo que llamamos feliz es peligroso mucho y ocasionado a mil males. Que la felicidad naturalmente derrama el corazón con alegría y cría en él confianza; y de la alegría y de la confianza, por orden natural, nace el descuido, y al descuido se le siguen la soberbia y el desprecio de otros, y los errores y faltas. Y quien posee muchos bienes, con el gusto de ellos se les sujeta; y ansí comienza a servir a lo que había de mandar y regir; y de ser rico y dichoso viene a ser esclavo y a ser miserable.

Mas la adversidad y el trabajo, allende del premio que merece ello por sí, si bien se mira, es apetecible y es dulce. Porque ¿quién no gusta de caminar para el bien y de negociar su salud y de salir de deuda y de atajar que no se encanceren y hagan incurables sus llagas, que son todos efectos buenos de lo que se nombra trabajoso y adverso? Lo cual, sin duda, preserva nuestra vida de corrupción y es propriamente su sal, y desarraiga el alma del amor de la tierra que nos envilece y la desapega, y como desteta de su pegajosa bajeza, y nos allana y facilita el salir de esta vida y cría en el ánimo no solamente desamor de ella, sino también un desprecio junto con una alteza y gravedad celestial. Porque el ser combatido cada día de males, y el hacerles cada día cara y vencerlos, le acostumbra a ser vencedor; y por el mismo caso le hace grande y señor y valeroso y altísimo hasta tocar las estrellas. Y si los que esquivan la adversidad entendiesen el bien que en ella se encierra (como algunos que han hecho de ello experiencia lo entienden), no sólo no la huirían, mas por ventura harían plegarias y promesas a Dios porque se la enviase a sus casas; que en el descanso del paraíso perdió a Dios el primer hombre; y en el trabajo y en el lloro oyó después la bendita promesa de su remedio; y en lo ancho del mundo se anegaron los hombres; y en lo estrecho del arca Noé se salvó. Y donde reinan los egipcios y Faraón reinan también las tinieblas; y en el rincón de Gesen, donde sirven y laceran los de Israel, resplandecía la luz. Y la prosperidad a Salomón le arruinó; y a Elías el ayuno y la desnudez y la persecución contina le subió en carro de fuego.

¿Qué diré de infinitos otros que resplandecieron por este camino? Que, a la verdad, es seguido y trillado camino por todos los amigos de Dios; y no hay prado florido, ni vergel cultivado con diligencia a do se vean tantas diferencias de flores, cuantos géneros de personas florecen hermoseados de virtudes en esta aspereza de la adversidad y trabajos. Que el placer, de los flacos es; y la abundancia de bienes, de los que son para poco; y el gusto y el suceso bueno a los que no nacieron para virtudes heroicas les vienen. Lo alto, lo ilustre, lo rico, lo glorioso, lo admirable y divino siempre se forjó en esta fragua. Y ansí dice bien aquí Job que no recibamos con triste cara el trabajo, que tanto nos vale, pues recibimos alegres la prosperidad, que las menos veces nos mejora y las más nos daña y desvanece.

Y conforme a esto justamente se sigue: En todo aquesto no pecó Job en sus labios; quiere decir, ni aun en sus labios y palabras, adonde se suele pecar fácilmente. Y luego dice lo que sucedió con la fama de este caso, que se derramó por toda aquella comarca.

11. Y oyeron tres amigos de Job toda la calamidad que vino sobre él, y vinieron cada uno de su lugar, Elifaz de Temán, y Bildad de Suhi, y Ofar de Naghaman. Y juntáronse juntos para venir a consolarle.

12. Y alzaron sus ojos de lueñe, y no le conocieron; y levantaron su grito, y lloraron y rasgaron cada uno su vestidura, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.

13. Y sentáronse en el suelo por siete días y siete noches, y no hablaron a él palabra; que vieron que su dolor era muy grande. Entiéndese que estos tres amigos de Job eran ricos y principales hombres, porque la Escritura, en otra parte, los llama reyes. Y hicieron oficio de amigos en acudir al trabajo, aunque el demonio, como enemigo, le convirtió a Job la visita de éstos en nuevo tormento. Dannos a lo menos bien a entender, con su espanto y con las demostraciones que hicieron de dolor y silencio, la graveza de los males de Job, que casi los sacaba de sí, considerando con una mudanza tan no esperada y tan súbita llagado en el polvo al que pocos días antes resplandecía como un sol en el cielo; y herido y abatido y desamparado, como malo y facineroso, al que siempre tuvieron ellos y todos por ejemplo de virtud, perfecto y rarísimo.

Donde dice a visitarle, el original dice a mover la cabeza, que es el meneo y visaje que hacían antiguamente los que se condolían con otros. Y lo que dice no le conocieron, al proprio quiere decir no le divisaron, o asemejaron; que es decir que, aunque le conocieron, le desconocieron, según del mal estaba desfigurado y deshecho.






ArribaAbajoCapítulo III

1. Y después abrió ansí Job su boca, y maldijo a su día.

2. Y clamó Job, y dijo: ¡Perezca el día en que yo naciera, y la noche que dijo: Concebido varón!

3. Aquel día sea escuridad; no le busque Dios de arriba, y no resplandezca sobre él la claridad.

4. Entúrbiele escuridad y tiniebla; more sobre él muerte; asómbrele amargura.

5. A aquella noche tómela tiniebla; no se ayunte con días de año, y en cuenta de meses no venga.

6. Aquella noche sea solitaria; no venga canto en ella.

7. Maldíganla los que maldicen el día dispuestos a despertar a leviathán.

8. Entenebrézcanse las estrellas de su noche; espere luz y no, y no vea alboradas de mañana.

9. ¿Por qué no cerró las Puertas de mi vientre, y encubrió lacería de mis ojos?

10. ¿Por qué del vientre no muriera; y del vientre saliera y expirara luego?

11. ¿Para qué me anticiparon las rodillas? ¿Y para qué tetas que mamé?

12. Porque agora yaciera y sosegara; durmiera entonces, reposo a mí.

13. Con reyes y consejeros de la tierra, los que edifican despoblados para sí.

14. O con príncipes, señores de oro, los que hinchen las casas de plata.

15. O como abortado escondido no fuera; como chiquitos que no vieron luz.

16. Allí malos cesaron de hacer alboroto: y allí reposaron alcanzados de fuerza.

17. Juntamente los encarcelados sosegaron, no oyeron voz de acreedor.

18. Pequeño, y grande allí ellos; y esclavo horro de su señor.

19. ¿Para qué se dará al desastrado luz, y vida a amargos de corazón?

20. ¿A los que esperan la muerte, y no ella, buscáronla más que tesoro?

21. ¿A los que se alegran con regocijo, y se gozan cuando hallan sepultura?

22. ¿A varón a quien su camino le fue encubierto, y le cubijó Dios con tiniebla?

23. Porque antes de mi pan mi sospiro viene, y corren como agua mis gemidos.

24. Que temor temí, y vínome, y lo que temí vino a mí.

25. ¿No me apacigüé, y no me sosegué, y no reposé? Y vino temblor.


ArribaAbajoExposición

1. Y después abrió Job ansí su boca, y maldijo su día. Finalmente rompió Job su largo silencio y soltó la rienda al dolor, que le guerreaba en el pecho; o, por mejor decir, abrió la boca y dio salida a la llama, que le consumía el alma encerrada, y, para desahogarla, dijo mal de su día, esto es, maldijo el día en que nació.

Muchos se trabajan aquí en dorar estas maldiciones de Job y en excusarlas de culpa. Y porque les parece que maldecir uno su nacimiento, en la manera que aquí Job le maldice, es señal de ánimo impaciente y desesperado, hacen fuerza a lo que dice, y lo tuercen por diferentes maneras, y a mi parecer sin razón. Persuádome yo que los que de estas palabras se asombran y les buscan salida, nunca hicieron experiencia de lo que la adversidad se siente ni de lo que duele el trabajo; que si la hubieran hecho, ella misma les enseñara que no se encuentra con la paciencia que el puesto en desventura y herido sienta lo que le duele, y publique lo que siente con palabras y señas. Ni menos es ajeno del buen sufrimiento, que desee el que padece, o no haber venido al mal que tiene o salir del presto y en breve, que es todo lo que Job hace y dice en este lugar. Porque si le duele, tiene razón de dolerle; y si no se doliera, no tuviera sentido; y si se queja duélele, y la queja es natural al dolor. Y si desea no haber nacido para mal semejante, pregunto: ¿qué razón nos obliga a elegir vida, si ha de ser para pasarla en miseria? ¿Quién en trabajo deseó haber a él venido? O ¿qué atormentado amó el vivir en tormento? O ¿quién es el que elige vivir para vivir muriendo siempre? O por el contrario, ¿qué cosa hay tan insensible que no desee el no vivir, si con él ha de llegar a vivir miserable? Y si el que padece algún mal grave puede, sin exceder la paciencia, pedir a Dios, si es servido, que le acabe el dolor con la vida, también podrá desear, sin traspasar la razón, que, si fuera posible, se la cortaran de antemano.

Cristo, ejemplo de perfecta paciencia, aunque en los males que padeció calló siempre, en lo último de ellos al fin se queja, y con voz dolorosa y grande, vuelto a su Padre, le dice: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me desamparaste? En que mostró que no era impaciencia el quejarse, y que era de hombres, como Él verdaderamente lo era, el sentir el dolor y el querellarse cada uno de lo que le duele. Porque el sufrimiento no está en no sentir, que eso es de los que no tienen sentido, ni en no mostrar lo que duele y se siente, sino, aunque duela y por más que duela, en no salir de la ley ni de la obediencia de Dios. Que el sentir natural es a la carne, que no es de bronce; y ansí no se lo quita la razón, la cual da a cada cosa lo que demanda su naturaleza; y la parte sensible muestra que de suyo es tierna y blandísima, siendo herida, necesario es que sienta, y al sentir se sigue el ¡ay! y la queja.

Y la razón que le preside no se lo veda, que fuera violencia y rigor, sino tiénele con tiento la rienda, para que ni el agudo sentir le haga buscar medios no lícitos para no sentir, ni el quejarse de lo que siente llegue a decir mal de quien se lo envía. Quiero decir, que la impaciencia en los males es cuando, o desesperan por librarse dellos, o se enojan de Dios que los causa, o conciben odio contra los hombres con quien los castiga, o maltratan a los demás con palabras u obras, rabiosos y furiosos y desabridos y disgustados de sí, de que en Job no hay señal. Solamente maldice al día que le sacó vivo a la luz; esto es, dice que fue para él malo aquel día, y que le abrió la puerta a mucha desventura y desastre. Y dice que desea, si pudiera ya ser, por no se ver cual se ve, haber muerto en naciendo y haberse librado con la brevedad de la vida de una miseria tan luenga. Y jeremías dice y desea lo mismo con menores causas, aunque graves y justas, sin olvidar la paciencia. Porque se ha de entender que no solamente afligían a Job la pérdida de los bienes de fuera, y las llagas y dolores agudos y miserables del cuerpo, y la desnudez y desamparo, y falta de toda medicina y abrigo, sino mucho más el no sentir dentro de sí y en su ánimo las consolaciones de Dios, y los favores con que suele él en medio de los males aliviar y alentar a los suyos, y con que a las veces embota ansí los filos del mal que, por medio del dulzor que les derrama en el alma, casi no sienten lo mucho que padece la carne. Porque como en este capítulo y en otros de este Libro se ve, Job sentía en sí aqueste desamparo interior; y Dios se le representaba, y a la imaginación le venía, no como Padre amoroso, sino como Señor enojado y fiero, y tal que parecía saborearse en su mal. Y fue ansí que quiso Dios retirar a sí su consuelo para que, siendo el dolor puro y no aguado con algún alivio y consuelo, venciéndolo Job como lo venció, se manifestase más su virtud y fuese figura de Cristo en esto, a cuya humanidad el Padre, al tiempo de la pelea, le quitó el consuelo del cielo para más esclarecer su victoria.

Pues esa falta le afligía mucho, y afligíale en dos diferentes maneras; una, porque no teniendo ningún consuelo que disminuyese o templase el dolor, era forzoso que ejecutase en él su fuerza toda y se hiciese sentir como era; otra, porque el no sentir en su alma el halago de Dios, estando derrocado en tan gran desventura, criaba sospecha en él y justo temor de si Dios le tenía ya desechado. El cual temor le asombraba ansí que, en caso de que ansí fuera, tuviera Job por mejor cualquier suerte, o el morir en naciendo o el nunca nacer ni venir a la vida; porque ser desechado y aborrecido de Dios muy peor es que nunca haber sido; y sin duda es triste y escuro y lamentable y desventurado día el en que nacen los que no son para el cielo. Pues ansí como el estar uno cierto y fuera de toda duda, si hubiese alguno que lo estuviese de que Dios le tiene para siempre olvidado, engendraría cierta desesperación en su ánimo, ansí el estar Job con probable sospecha de que Dios le olvidaba, pudo con razón criar en su alma el deseo que declara con estas voces:

2. Y clamó Job, y dijo: ¡Perezca el día en que yo naciera, y la noche que dijo: Concebido varón!, que, aunque son las primeras palabras que suenan de fuera, son palabras que nacen de otras muchas, que habían pasado allá dentro en esta manera. Todo parece que se conjuró contra mí, el cielo y los hombres y Dios; el uno me abrasó la hacienda, los otros me robaron lo que quedaba, el demonio me llagó todo el cuerpo, todos me desamparan; y entre tantas miserias lo que solamente me pudiera aliviar, que es Dios, me deja solo y amargo; y no solamente me deja, mas en cierta manera se me muestra fiero y persigue, como si fuera enemigo suyo: ansí parece que me aborrece. Y si fuera esto por un pequeño tiempo, o si fuera en sólo un género de mal, aún pudiera esperar, mas ¿cuánto ha que dura este azote? ¡Ay de mí! ¡Y si me tiene olvidado, o si le place apartarme de sí para siempre! ¡Muriera yo, si es ansí, cuando vine a esta luz, o no viniera jamás, ni naciera nunca, ni el día miserable en que nací amaneciera!

¡Perezca el día en que yo naciera! Por lo que decimos aquí perezca, y en los versos que se siguen, sea, busque, resplandezca, enturbie, more y asombre, que son palabras de tiempo presente, y en el original son de futuro, habemos de entender que habla de cosa pasada, como si dijera, pereciera, fuera, buscara, resplandeciera, enturbiara, morara, asombrara, porque el hilo de lo que dice lo pide, y es propio de la lengua original de este libro con las palabras de por venir significar, o lo presente o lo pasado, lo que es más conforme al propósito; pues para el día que ya pasó y no ha de ser más, y para el que no quisiera haber venido a la vida, más a pelo es desear que pereciera, esto es, que no viniera este día antes que fuese, que desear que perezca lo que ya tuvo fin y no tornará a ser otra vez. Pereciera, pues, dice, el día en que yo naciera, y la noche que dijo: Concebido varón. Lo más ordinario es nacer de día, y ser concebidos de noche; y ansí convenientemente da al día el nacimiento, y la concepción a la noche; y desea que lo uno y lo otro no hubieran sido jamás. O digamos ansí, que la palabra original, que es aquí concebir, quiere también decir o parir o nacer; y ansí como quien no sabía cierto si nació o de noche o de día, para no errar, dice mal de día y dice mal de noche, diciendo: Nunca fuera el día en que yo nací, si día fue cuando yo nací; o, si fue noche, la noche, en que fue a mi madre dicho que paría un hijo, nunca fuera jamás. La noche que dijo, al pie de la letra y la noche dijo: Concebido varón. Por manera que se puede entender la noche, o cuando fue dicho, o que ella dijo concebido varón; que es decir, la noche que con su sazón y sueño obró después del ayuntamiento el concepto porque el decir es obrar en esta Escritura. Síguese:

3. Aquel día sea escuridad; no lo busque Dios de arriba y no resplandezca sobre él claridad; que es decir, como dije: Fuera escuro aquel día; no le buscara Dios de arriba ni resplandeciera sobre él claridad; en que dice lo mismo que dijo en el primer verso, pero más declarado y encarecido con hermosas palabras. Porque no haber sido aquel día es lo mismo que no haber nacido aquella luz, ni haberse vuelto él cielo para dar esa vuelta.

Fuera escuridad, esto es, no fuera; porque la escuridad es lo contrario del día, y en comparación del ser es como el no ser. No te buscara Dios de arriba, esto es, no volviera Dios el primer cielo para hacer esta vuelta; porque el día una vuelta es, que da el cielo a la redonda; y dice con propriedad y elegancia, no le buscara, porque Dios, revolviendo los cielos, según la prisa grande con que los vuelve, parece que va buscando los días con diligencia y deseo; y ansí este buscar, en su original, no es buscar como quiera, sino buscar con ahínco y cuidado, como quien pesquisa o persigue.

4. Entúrbiele escuridad y tiniebla, more sobre él nube, asómbrenle amarguras de día. Entúrbiele, esto es, enturbiárale, y morara sobre él, y asombrárale, como arriba está dicho. Y es esto también un encarecimiento de lo mismo, tercera vez repetido, en que desea que hubieran concurrido juntas en aquel día todas las cosas, que suelen hacer ásperos y desabridos los días. Porque a unos días los hace tristes el ser nublados; a otros ser tempestuosos con torbellinos; en otros suceden tempestades negras como la noche, y cerradas, y que son como una sombra de muerte; y los bochornos y las calinas otras veces no sólo turban el cielo, mas hacen amarga e incomportable la vida. Pues lo que cada uno por sí hace el día malo, eso todo junto quisiera Job que viniera a su día; que los turbiones le cerraran, y las tinieblas le hicieran triste, y las nubes espesas le robaran la luz, y el bochorno le hiciera insufrible. Porque lo que decimos amarguras de día, en su original es lo que en español llamamos calinas, cuando en el verano o estío se espesa y escurece el aire con vapores gruesos que, con el calor encendido, se convierten en horno, de manera que respiran los hombres fuego y padecen increíble tormento. Y conforme a esto usó bien de la palabra asombrar, que dice espanto y pavor, porque, cuando acontece, se pone temeroso todo; y no sólo el semblante del cielo tiene un escuro triste, mas también las nubes que le enraman están como teñidas de herrumbre, y el aire se colora de entre pardo y amarillo, y todo lo que por su medio se mira parece también amarillo, y ansí hace horror en una cierta manera. Dice:

5. A aquella noche tómela tiniebla; no se ayunte con días de año, y en cuenta de meses no venga. Ha dicho del día de su nacimiento; agora dice de la noche de su concepción. Tómela, dice, tiniebla, esto es, ¡ojalá las tinieblas la tomaran, y nunca se ayuntara con días de año ni viniera en cuenta con meses! Y desear que la tomara tiniebla es desear que fuera más escura de lo que de suyo fue, o es desear que no fuera; que la tiniebla y escuridad significa el no ser algunas veces, porque ninguna cosa luce menos que lo que no es. Y parece ser ansí por lo que se sigue, esto es: no se ayuntara con días de año, ni viniera en cuenta con meses, que acontece solamente no siendo.

6. Veis; aquella noche sea solitaria, no venga canto en ella, o se entienda sea solitaria, esto es, ¡ojalá fuera solitaria, y no sonara en ella canto!, en la misma forma de lo que arriba está dicho; o lo que más me parece es que hable en este verso, no deseando, sino afirmando de cosa ya pasada, y pronunciando lo que entonces pasó en aquesta manera; fue solitaria aquella noche, y no sonó canto en ella. Pues dice ansí: Veis, que es palabra que afirma algunas veces, y no solamente demuestra como hace en este lugar; porque dice: ciertamente, y sin ninguna duda aquella noche que dio principio a mi vida fue solitaria y triste noche. O, Y veis, dice, cómo fue ello ansí, que la noche de mi principio fue pronóstico de mi desdicha; y, como era madre de un miserable, fue ella solitaria y triste, demostrando que había respondido bien el suceso al agüero. Y llama solitaria a la noche, cuando guarda cada uno su casa, y no sale a rondar; y ansí todo está yermo, como acontece en las noches frías y tempestuosas. Y dice que no hubo canto en ella, en el mismo sentido; porque no hubo por las calles quien cantase, ni quien anduviese, dando música, que hace las noches alegres, y se suele hacer en las noches serenas y apacibles. Prosigue:

7. Maldíganla los que maldicen su día, dispuestos a despertar duelo. Lo que decimos duelo, en su original dice leviathán, que es palabra de diversos sentidos; y ansí Sant Hierónimo puso en lo que trasladó la misma palabra original, sin más declararse. Porque leviathán, según una significación, es o ballena o cualquier otro pez de enorme grandeza, que por figura en la Sagrada Escritura a veces significa el demonio. También leviathán, por otra manera, es palabra compuesta de dos partes que ambas dicen el lloro o el duelo de ellos. Y aun, según otra consideración, decir leviathán es decir ayuntamiento suyo. Y aunque se puede entender esta palabra aquí de todas maneras, la segunda es más sencilla y natural, a lo que a mí me parece bien que todas ellas se enderezan a un fin, porque por todas pretende Job mostrar con encarecimiento, cuánto aborrece y quiere mal aquella su noche, porque desea que digan mal de ella y la blasfemen los que, o por oficio o por ocasión, suelen señalarse más en lamentarse y en decir mal de lo que les viene a disgusto.

Y ansí, según la primera manera, dice que maldigan a esta su noche los que, dispuestos para la pesca o de las ballenas o de otros pescados, maldicen el día. Porque suelen decir que los pescadores, cuando han trabajado mucho la noche, que es a propósito para pescar en la mar, y se hallan vacíos al apuntar de la luz, reniegan desesperadamente del día y de sí, y maldicen su temprana venida. Y dice levantar a leviathán, con gran propriedad; porque en la pesca de las ballenas, según Opiano dice lo principal de los que las pescan es levantarlas de lo hondo de la mar (adonde heridas se dejan caer) a lo alto de ella, y el sacarlas a tierra. Y aun si leviathán es el demonio aquí por figura, aún encarece más Job lo que quiere: porque los dispuestos a levantar el demonio son aquí los hechiceros, y los que entran en cerco para traerle a su presencia; los cuales no sólo aborrecen la luz y la maldicen, si viene, o cuando viene a estorbarles su oficio (que es oficio que ama la noche), mas en esa misma obra de su cerco y conjuros usan de maldiciones espantosas y de palabras horribles.

Mas si leviathán es, como decíamos en la tercera manera, lo mismo que ayuntamiento y amistad, significa Job por él aquí que todos los conciertos a cuyos deleites favorecen las noches, la luz cuando viene los aparta y divide con desabrimiento de los que ansí se conciertan, que, enojados de ello, maldicen la luz que amanece.

Pero lo más sencillo es lo segundo, de que agora diremos en postrero lugar, que es la significación que el caldeo sigue aquí juntamente con otros hombres doctos y antiguos, que leviathán sea duelo y lamento. Conforme a lo cual, Job llama dispuestos para levantar duelo las que el español antiguo llamaba endecheras, que se alquilaban para llorar a los que morían, y los lloraban, como gentes para esto enseñadas, con gritos lastimeros y con voces dolorosas, y con todas las significaciones que demuestran dolor. Pues las que tienen por oficio el plañir, y las que ponen su cuidado y ingenio en saber lamentar; ésas quiere Job y desea que se acuiten de su día, y que le abominen y lloren. Bien es verdad que el caldeo autor, que dijimos, alza un poco más los ojos y, alargando la vista, por estos que hacen duelo no entiende ni cualquier manera de duelo, ni cualesquier personas que o de verdad o por arte se duelen, sino entiende y señala aquel duelo miserable y postrero que harán en la resurrección los condenados, cuando se vieren llevar al infierno. Porque dice ansí: Maldíganle los que maldicen el día de la venganza, los que están ordenados, para cuando resucitaren, levantar lamentable alarido; en que señala a los del infierno, que maldicen hoy día y maldijeron antes de agora y durarán maldiciendo aquel día en que se hizo de sus pecados venganza; al cual ansí agora le maldicen, que están dispuestos y como en víspera para maldecirle más amargamente después, cuando en la común resurrección, para su mayor tormento, cobraren sus cuerpos. Pues éstos quiere Job que le maldigan su día; o, por mejor decir, desea tener él palabras tan agras, tan encarecidas y de tanta significación y dolor como tienen aquéllos, porque, aunque su nacer no fue ser condenado, pero, según lo que de presente padece y según lo que se enajena Dios dél, a veces se le figura que nació para ser infeliz.

Dice más adelante:

8. Entenebrézcanse las estrellas de su noche; espere luz, y no, y no vea alboradas de la mañana. Dice: ¡Fuera tan noche aquella noche y tan tenebrosa y escura, que perdieran su luz las estrellas!; las cuales, no solamente lucen con la noche, mas, cuando la noche es muy escura, suelen ellas más lucir. Y ansí declara la fuerza de su afecto y de su dolor justo con el encarecido exceso de lo que pide. Porque quiere que la escuridad con que descubren más su luz las estrellas, aquélla se la quite y las escurezca, y desea que sea noche para ellas también; y que como en algunas noches con la sombra de la tierra, que llega al primer cielo enviada del sol, se eclipsa la luna, ansí en aquella noche llegara al cielo estrellado y le cubijara con escuro velo, del todo.

Esperara luz, y no, es razón cortada, y hase de añadir y no vea la luz. Que es decir y desear: quedara sepultada aquella noche en tinieblas eternas, esto es, que nunca fuera. Y lo mismo es por otra manera: Y no vea alboradas de mañana. Y no vea, esto es, y nunca viera. Lo que dice alboradas, en el original, o es pestañas o aquel movimiento que hacen las pestañas y los ojos cuando se mueven aprisa; que es semejante a lo que hace el cuerpo del sol, o los resplandores de luz, que parece bullen en él, si alguno ha mirado en ello, cuando por el oriente amanece, que es como abrir las pestañas la mañana. Y ansí podremos decir: Y no ved el pestañear de la mañana.

Dice:

9. ¿Por qué no cerró puertas de mi vientre, y encubrió lacería de mis ojos? El por qué; no da causa, antes pregunta, y, prosiguiendo Job en su deseo, declárale más y dice: ¿Por qué, esto es, para qué no cerró? Que es decir: ¡Ojalá cerrara las puertas de mi vientre! Esto es, del vientre de su madre, que le llama suyo porque le tenía por casa y morada. ¿Y encubrió lacería de mis ojos? Esto es, y, teniéndome encerrado en sí, me quitara ver agora el mal que padezco; y ya que le abrió, para que naciese, la puerta, a lo menos, dice:

10. ¿Por qué de la vulva no morí, y del vientre saliera y expirara luego? Esto es, ¿por qué no morí en naciendo, y el salir del vientre, ya que de él salí, fuera para luego expirar? Y encarece y extiende aquesto mismo con lo que anda junto con el parto y con la crianza de lo que se pare, y dice:

11. ¿Por qué me anticiparon rodillas?, ¿y para qué tetas que mamé? Reciben las mujeres en su regazo a los niños que nacen, y luego que nacen; y es aquella la primera posada o el primer lecho que en esta vida hallan, luego que a ella salen del vientre. Allí se libran de herirse cayendo, y vienen como de un regazo a un otro regazo menos abrigado que el primero, pero piadoso y de buena y saludable acogida. Y ansí Job, como quisiera nacer y morir luego, dice que no quisiera hallar rodillas que le recibieran, ni pechos que le dieran leche, que son las cosas que conservan a los que nacen la vida; porque en las rodillas los envuelven y abrigan, y en los pechos los sustentan; y lo uno es como la primera cama, y lo otro como la mesa del niño. Y viene bien aquí el anticipar, como dice, porque al niño, que cuando va naciendo viene cayendo y como despeñándose, gánanle por la mano las rodillas de la comadre, y pónensele delante para recibirle, porque no se lisie.

12. Porque agora yaciera, y sosegara; durmiera entonces, y reposara. Porque, dice, si ansí fuera que, en viniendo a la vida, me pasara a la muerte, gozara agora de reposo y de descanso; ansí porque es estado sin pena el de los que pasan niños de esta vida, como también porque me excusara de este mal que padezco. Ansí que dice Job que descansara muerto, o porque habla en el sentido que he dicho, o porque habla del cuerpo solamente, en que padece tormento gravísimo; y en todos los muertos sin diferencia descansa el cuerpo, y carece de dolor en el polvo. Y con esto viene muy a pelo lo que en los versos después de éste se sigue.

13. Con reyes y consejeros de la tierra, los que edificaron despoblados para sí. Porque dice que si fuera ya muerto su cuerpo que agora padece, descansara hecho polvo con otros muchos cuerpos de reyes y príncipes y ricos-hombres; por cuanto a la razón de los cuerpos, ansí en el quedar sin sentido como en el desatarse y volverse en ceniza, todos los que mueren son iguales, ansí los pequeños como los grandes. Y responde con esto a lo que se le pudiera oponer, que se hacía agravio a sí mismo en anteponer a la vida la sepultura, porque dice que otros mayores y mejores que él yacen en ella, y porque es generalmente el reposo común adonde duermen los cuerpos de todos.

Con reyes y consejeros de la tierra, entiéndese durmiera, repitiendo la palabra de arriba. No dice, estuviera solo ni mal librado, que allí me hicieran compañía muchos grandes señores, porque al fin todos duermen allí. Con reyes y consejeros; consejeros llama los que presiden al gobierno, y por cuyo consejo las ciudades se rigen. Los que edifican despoblados para sí; entiende los mismos hombres que ha dicho, los príncipes y los reyes, los cuales de ordinario hacen para su deleite cosas de placer y de suntuoso edificio en los campos. Si no queremos entender por estos edificios los monumentos que para sus entierros según la costumbre antigua de Asia y de Egipto, hacían los reyes y los príncipes fuera de las ciudades y en los campos y en lugares apartados, con edificios de mucha costa y grandeza, como leemos de las Pirámides de los Faraones, y del mauseolo del rey de Caria, y del enterramiento de Ciro, que en la vida de Alejandro pone Arriano. Y si es esto, dice Job, durmiera mi cuerpo agora y descansara deshecho, como los de los reyes en sus ricos entierros descansan; que no porque en los edificios hacen ventaja a las sepulturas del vulgo, por eso la hacen en el reposo de que en ellas gozan todos. Y lo mismo es lo que añade:

14. O con príncipes, señores de oro, los que enllenan sus casas de plata. Esto es, durmiera también descansando mi cuerpo con los cuerpos de muchos hombres, ricos de oro y de plata, que duermen en el mismo sueño.

Mas dice:

15. O como abortado escondido no fuera; como chiquitos que no vieron luz. Este verso responde al onceno de arriba, y viene tras él porque los versos doce, trece y catorce están entremetidos como paréntesis. Y ansí porque dijo en el verso once que quisiera, luego que nació, haber muerto, y que ni le recibiera la comadre ni le diera el ama los pechos, dice aquí acrecentando más esto mismo: O siquiera nunca saliera vivo; fuera como los abortados ascondidos, que salen no sólo muertos, sino o imperfectos o ansí revueltos entre sus telas o tan mal formados, que no se dejan bien conocer, como chiquitos que no vieran luz, porque expiran antes que a ella salga.

Y si alguno dudare cómo Job, hombre sancto y alabado de Dios, dice que escogiera por bueno el morir antes de nacer, sabiendo que, si no naciera, no se pudiera limpiar del pecado, a esto decimos: lo uno, que esta manera de hablar de Job, es una significación de lo mucho que duelen los trabajos duros y la ansia que crían en quien los padece; en lo cual, según el común hablar de los hombres, se dicen muchas palabras por exceso y hipérbole, más para encarecer lo que se siente y para representarlo con viveza en los ojos de los que lo leen, que para que se apuren según lo puntual y riguroso de ellas. Y en un hombre tan sentido, y tan justamente sentido, tan acosado por todas partes, y tan no favorecido por alguna, como Job es aquí, prueba cierta es de su grande virtud que no desespere y que desee no haber venido a tal punto, muriendo antes, o por manera de exceso, nunca habiendo nacido, no es maravilla ninguna, antes es lo que dicta a cada uno su natural sentimiento; el cual no es vicioso, mientras no nos lleva (como arriba dijimos), o al aborrecimiento de Dios, o a la rabia de la venganza, o a muerte violenta o a otros medios no lícitos. Lo otro, como ya dije, puédese entender todo aquesto debajo de la condición que de su imaginación le nacía; la cual imaginación era si acaso Dios, pues le desamparaba tanto, le tenía ordenado al infierno; porque en tal caso era más de elegir el limbo, adonde fuera si muriera en el vientre, que el infierno, adonde le parecía llevar su sospecha. Lo tercero, en todo lo que se dice con algún afecto grande, nunca se dice todo cuanto se siente, sino cuanto son los sentimientos mayores tanto las palabras son más breves y menos. Y ansí se debe entender que, si Job dice deseaba haberse muerto en el vientre, cuando lo dice, con un encogimiento secreto y como volviéndose a Dios le dice y añade, más con el sentido que con la voz, una condición como ésta, es a saber: Con tal, Señor, que Vuestra Majestad me limpiara; y lo último es, que de la manera que agora decía, aquí no trata Job de todo sí, sino de su cuerpo sólo, en el cual compara lo que padece agora con lo que padeciera si muriera en el vientre. Y como allí no sintiera dolor, y aquí los siente gravísimos, en respecto de sólo esto tiene por mejor aquello, y ansí lo desea.

Prosigue:

16. Allí los malos cesaron de su alboroto y allí reposaron los alcanzados de fuerzas. Esto torna a responder a la sentencia de los versos que se entremetieron arriba, donde decía que, si se viera muerto, descansara su cuerpo con otros muchos cuerpos de reyes que en las sepulturas yacen. Porque allí, dice, esto es, en la sepultura, todos son iguales, no solamente en lo que es ir allí, sino también en lo que pasan allí; que allí ni los malos se muestran fieros, como solían, poniéndolo todo en ruido, ni los flacos y de poco poder sienten falta de fuerzas; sino éstos reposan, y los otros pausan, y todos están por igual. Y aún podemos decir que en este verso no trata de dos suertes de hombres, unos fieros y alborotadores, y otros debilitados y pobres y sujetos a padecer, sino que entiende de unos mismos en ambas partes, diciendo: los malos allí en la sepultura harán pausa de su contino bullicio, y la causa será porque reposarán allí alcanzados de fuerza, esto es, porque ya allí vendrá su fuerza a menos.

17. Juntamente los encarcelados sosegarán, no oirán voz de ejecutor. Como los malos y los que trabajan a otros, puestos en la sepultura, no meten el mundo en ruido, ansí dice, también los que vivieron afligidos y encarcelados, llegados allí, llegarán al fin de su trabajo. Ansí que la sepultura remata los trabajos y pone fin a los contentos; acaba el obrar mal de los malos, y fenece el padecer de los trabajados; y es como un fin y una pausa universal de todos y de todas sus obras.

Lo que decimos ejecutor o acreedor, quiere también decir atormentador. Y lo uno y lo otro dice bien con los encarcelados que ha dicho; porque unos están por deudas, y otros por delictos, y a los unos es amarga cosa el acreedor que les pide, y a los otros el verdugo que los pone a tormento.

Y, finalmente, compréhendelos a todos, y dice:

18. Pequeño y grande allí ellos: esclavo horro de su señor. Allí, esto es, en la sepultura que a todos los iguala, se juntan grandes y pequeños. Y porque ha encarecido lo mucho que deseara ser muerto, dice agora el porqué lo desea.

19. ¿Por qué se dará al desastrado luz, y vidas a amargos de corazón? Porque, dice, no hay dos cosas que menos amistad se hagan ni que menos para en uno sean, que vida y trabajos; que vivir para padecer, la misma razón lo aborrece: porque el vivir ordénase a bien del que vive, y el padecer es tormento y mal de quien le padece; y el dolor sin la vida no lo sería, y la vida con el dolor es sólo para que el dolor viva. Pues ¿para qué, dice, vive en esta luz el que es desastrado, pues no saca del vivir si no es sentir el desastre?

Y vidas, dice (ansí llama el vivir con número de muchedumbre la propriedad de la lengua hebrea), o porque es la vida nuestra una cosa remendada y como hecha de diferentes pedazos, que hoy se vive de una manera y mañana de otra, y cada día de la suya, agora alegre y luego triste, y después enfermo, y ya mozo, ya hombre, ya cano, ya viejo, y ninguno hay tan constante en su ser, que de una hora a otra se parezca a sí mismo; o porque el hombre no vive una vida sola, o con una manera de vida, sino juntamente con tres, como planta y como animal y como quien tiene discurso y razón.

Prosigue:

20. A los que buscan la muerte, y no ella, y la buscarán más que tesoro. Encarece más lo mismo que ha dicho, y lo confirma con nuevos y más claros términos. ¿Para qué, dijo, es la vida para los desastrados? Y para que mejor se entienda lo mal que conciertan desastre y vida, dice: ¿Para qué es la vida a los que desean la muerte ¿Qué cosa, dice, más a pospelo que vida a quien la aborrece? Y aborrécenla los desastrados. Esperan muerte, y no ella, esto es, y no les viene ella, antes les huye; y buscáranla, esto es, y buscaríanla, si concedido les fuese. Y encarécelo más, y dice:

21. A los que se alegran con regocijo y se gozan cuando hallan sepultura. Y de lo general viniendo a lo particular que le toca, y a su misma persona, añade:

22. A varón a quien su camino le fue encubierto, y le cercó Dios con tinieblas. Como diciendo: y para decirlo en una palabra, ¿para qué se da vida al hombre, que es como yo tan desastrado y miserable? Y declara la graveza de su calamidad y miseria por este rodeo de decir, que le tienen encubierto su camino; en que encarece su mal todo cuanto es posible. Porque camino en la Sagrada Escriptura es lo que uno hace y lo que dice y lo que pretende y el blanco adonde tira y el estilo de vivir y la inclinación suya y el gusto proprio. Y ansí diciendo Job que le han encubierto el camino, dice que no le han dejado cosa que buena le sea, que lo que hace no le sucede, lo que dice no le aprovecha, sus pensamientos le atormentan, sus intentos le huyen, sus designios se le deshacen, en nada halla su gusto, adondequiera que vuelve, y en todas las cosas que o piensa o dice o hace no halla por dónde camine. Y como el que camina con priesa, si llegando a la cabeza de muchos caminos no sabe el camino, padece agonía, suspenso, que ni puede ir adelante ni su priesa le consiente estar quedo, y cuanto más se revuelve tanto menos se resuelve, ansí, dice Job, he venido a punto que no sé qué me hacer, que ni puedo sostener esta vida ni se me permite tomar con mis manos la muerte. Por ninguna parte a que vuelvo los ojos me consienten dar paso. Dios me espanta si le miro; mis criados me desconocen si los llamo; mis hijos llevólos la muerte; mi mujer misma es mi enemiga; mi cuerpo es mi tormento. Y si quiero entrar dentro en mí, mi más crudo verdugo son las imaginaciones de que está llena mi alma. Por ninguna parte descubro ni un pequeño resquicio de esperanza y de luz.

Y por eso dice: Y cercóme Dios con tinieblas; aunque el original dice puntualmente de esta manera: Y cubijó o atajó Dios por él; que puede significar cubijó Dios por él, esto es, púsose Dios como cubija o como mampara delante de mi camino para que no le viese; de manera que aquella palabra por él se refiere al camino que dijo. O puede decir que puso Dios división de sombra y estorbo entre sí y entre Job, para que ni el consuelo de Dios viniese a su alma ni los dolores y voces de él traspasasen al cielo; y de ambas maneras dice, que está envuelto en tinieblas, como trasladó Sant Hierónimo. De lo cual todo en efecto quiere Job concluir, que, siendo él quien ha dicho desastrado, amargo de corazón, deseoso de muerte y que, si le fuese lícito, la buscaría como tesoro, y que, si hallase la sepultura, sería su mayor regocijo, y que le tienen cubierto el camino por todas partes. Ansí que, siendo éste él, lo que mejor le estuviera fuera el no haber nacido o el habérsele acortado la vida.

En lo cual ansí declara su sentimiento este sancto y lo que la carne flaca apetece en los muy afligidos, que también, como un espejo, nos muestra lo poco que vale lo que en la vida hay y con ello la vida misma. En la cual el bien siempre es escaso, y los males muy largos, lo gustoso viene a deseo y lo amargo casi en toda ocasión; donde, si no es el padecer, todo es breve; donde cuantas horas vive, tantas corre riesgo el hombre de perecer para siempre, y donde a la fin se nace para morir. Porque ansí como quien camina o por breñas y riscos con peligro de despeñarse, o por lugares de salteadores temiendo a su vida, aborrece el camino y desea verle acabado, y si en su mano fuera jamás por él caminara, ansí aquesta vida, en que se camina siempre con tanto peligro, debe ser despreciada; y pues nacemos para morir y el paradero de la vida es la muerte, acortar de trabajos es llegar allí más temprano. Y de la consideración atenta de esta verdad clara nació lo que se celebra de Sileno, que dijo: La mejor suerte es no nacer, y la segunda tras ella el morirse en naciendo.

Mas prosigue Job, y dice:

23. Porque antes de mi pan mi sospiro viene, y corren como agua mis gemidos. Porque, dice, siempre el mal gana por la mano, y mi sospiro viene antes que mi descanso, y de un pequeño y breve contento pago el escote agora con increíbles tormentos, los cuales, cuando intento mitigarlos o con la medicina o con la comida, se me vuelven mayores; y el ir al remedio encrudece el dolor, y si como, crece mi sospiro, y si duermo, mi espanto. O por decir más verdad, el pan que me sustenta es sospiros, y el agua que bebo gemidos, y miseria y amargor es mi mesa.

Porque antes de mi pan mi sospiro viene. No faltan algunos, y entre ellos es Sant Hierónimo, o quien escribió la declaración de este libro que anda en su nombre, a quien parece que una de las enfermedades de Job fue hambre insaciable por una parte, y por otra no poder sufrir la comida. Que es enfermedad a quien Galeno y Tralliano y Paulo Egineta llaman bulimos, que nace de calor destemplado del estómago y de flaqueza del mismo. Y ansí el calor despierta contina hambre, y la flaqueza cría congoja en comiendo. De manera que dice Job que antes de la comida sospiraba por ella, y luego que había comido, bramaba de dolor del manjar. Por donde a todas horas sospiraba deseando comer, y gemía dolorosamente por lo que había comido. Y dice que sus gemidos eran como agua, o por la muchedumbre o, a la verdad, por la manera del ruido sordo y contino, cual es el de las muchas aguas que corren. Que llevándolo a nuestras costumbres, es el ingenio proprio de los que sirven a sus deseos, los cuales siempre están con hambre de los bienes que, comidos, los atormentan; y sospiran antes de la riqueza por alcanzarla, y, alcanzada, gimen y laceran con ella; y anhelan por venir a la honra, y, puestos en ella y con sus obligaciones, no pueden vivir; y siguen sin rienda el deleite, y no llegan a él tan presto, cuan presto les llega con él la venganza; y no fue tanto el deseo primero, cuanta es después la congoja y enfado. Y ansí Job aquí, cuando habla del deseo, dice sospiro, y cuando del dolor que se sigue dice gemidos; y aquello dícelo sencillamente, mas esto con encarecimiento de comparación. Porque dice que son como avenida de río, que no se esperan a los unos los otros ni se aguardan, antes vienen juntos y en tropel, y como agua de avenida le anegan. Y si en el Apocalipsi manda Dios a los atormentadores que den a Babilonia tanto tormento cuanto fue el deleite y el gozo, entiéndese que mide la pena, no con el deleite que recibió en realidad de verdad, sino con el deseo encendido que deleitarse tuvo. Porque el deleite de lo que aquí se goza, ¿qué es? Mucho menos dulce sin comparación, que amarga y dolorosa la pena que dél se granjea, y no llega con gran parte a lo que después atormenta. Ni se dirá bien por él lo que dice el vulgo: A buen bocado, buen grito, sino a bocado menguado, grito amargo y perpetuo.

Prosigue:

24. Que temor temí y vínome, y lo que temí vino a mí. Natural es a los que les sucede algún desastre decir que su alma se lo decía y que no les engañó el corazón. Y ansí agora a Job su pena le trae a la boca lo mismo, y dice que siempre anduvo con recelo, y siempre como sobresaltado y temiendo alguna gran desventura, y que su alma le fue siempre como adevina. En que da claramente a entender que todo el decurso de su vida, aunque la primera parte de ella pudo parecer descansada, en el hecho de la verdad fue miserable, al principio con el recelo del mal que temía, y después con la experiencia de él cuando vino. Y a la verdad, este miedo que afligía a Job desde que tuvo sentido, Dios le despertaba en él por su providencia, con la cual dispone y va como apercibiendo a los suyos para aquello que tiene ordenado les venga. Y a los que tiene para trabajos, y para trabajos a quien han de vencer, como en cierta manera los hace a las armas poco a poco; y, si es lícito decirlo, ansí los curte para su sufrimiento y les endurece o embota el sentido; unas veces criando en su ánimo muy de antes una desafición y poco gusto de todas las cosas visibles, con que, cuando las pierden, llevan egualmente el perderlas; otras, ejercitándolos con perpetuo temor de lo mismo que les tiene ordenado, con que en parte lo tragan. Porque, acostumbrados al temor de la pérdida, sienten menos el padecerla después, por cuanto la costumbre es muy poderosa en todas las cosas. Y entendemos que usa Dios con los suyos de esta prevención y artificio, porque con los que por sus pecados desama, no usa dél muchas veces; antes de ordinario cae sobre ellos de golpe cuando están más seguros, y gusta en una cierta manera de tomarlos desapercebidos, como hablando en la Sabiduría Dios con los malos, les dice: Despreciastes todos mis consejos, y de mis reprehensiones no hicistes caso. Pues yo también me reiré cuando pereciéredes, y haré escarnio de vosotros cuando os sobreviniere lo que teméis. Cuando la calamidad de repente viniere sobre vuestras cabezas, y cuando la desventura a deshora como tempestad os cargare; cuando os viniere la tribulación y la angustia. Y en el Evangelio de Sant Lucas, a aquel rico y contento con su trojes llenas de trigo, cuando se tuvo por más seguro y cuando dijo a su alma que descansase y comiese, que tenía por largos años segura la vida, le dijeron ansí: Necio, pues, esta noche te llamarán a la cuenta. Mas a Job, como a siervo suyo, avísale Dios con los miedos que le enviaba de lo que había después de pasar. Y estos miedos que vienen antes, no solamente hacen callos en el alma para que sienta menos lo que le sucede después, mas también crían cuidado en ella para vivir de manera que lo que sucediere, si sucediere, no sea por culpa suya.

Y ansí Job añade:

25. ¿No me apacigüé?, ¿y no me sosegué?, ¿y no me reposé? Y vino temblor. Porque estas palabras se pueden entender dichas por manera de pregunta, ansí como las entendió y trasladó Sant Hierónimo; y según esta manera quieren decir que con temer de contino algún grande trabajo, y con no saber por qué lado le vendría, siempre procuró de tomar los caminos todos por donde suelen venir para que nunca viniese. Y que ansí procuró siempre de vivir pacíficamente con los hombres y justificadamente con Dios; pero que a la fin le salió en vacío toda su diligencia. Y dícelo preguntando para mayor significación de dolor. Como diciendo: ¿Por ventura dejé de hacer cosa de cuantas debía para no venir al estado en que estoy? Sin duda no la dejé; y no obstante eso, vino temblor sobre mí. Y llama temblor a todo lo que es malo y doloroso, porque eso sólo es lo que hace temblar. O puédese entender sin pregunta, y de esta manera: No me apacigüé, no me asosegué, que es afirmar que nunca hizo asiento en las cosas de esta vida ni puso su amor en ellas, de manera que hiciese allí su reposo, ni jamás las tuvo por fin, ni se persuadió que en tenerlas se podía tener por seguro. Porque si se fiara ansí, fuera su merecido perderlas, y era justo que se le quitase lo que amaba tan mal, y que conociese por el hecho lo poco que se puede fiar de estos bienes. Mas habiéndolos siempre conocido, no dio causa; y andando tan desapegado en el ánimo, no parece se le debía la calamidad que padece.

Y con esto da fin.






ArribaAbajoCapítulo IV

1. Y respondió Elifaz, el temanés, y dijo:

2. ¿Por ventura si tentáremos a hablarte, enojarte has; y detener palabras quién podrá?

3. ¿Veis? Avisabas a muchos, y manos flojas esforzabas.

4. Caído levantaron tus palabras, y rodillas encorvadas esforzabas.

5. ¿Por qué agora vino a ti, y cansaste; tocó fasta ti, y fuiste turbado?

6. De cierto tu temor, tu fortaleza, tu esperanza, y perfección de tus carreras.

7. Miembra, ruégote, ¿quién limpio, y se perdió? ¿Y cuándo derecheros fueron cortados?

8. Como vi a los que aran maldad y siembran desventura segarlo.

9. A resuello de Dios perecen; a espíritu de su nariz se consumen.

10. Bramido de león y voz de leona, y dientes de leoncillos son arrancados.

11. Tigre perece sin presa, y hijos de león se esparcen.

12. Y a mí palabra como a hurtadillas, y tomó mi oreja partecilla de ella.

13. En espeluzos de visiones de noche, en caer adormecimiento sobre varones;

14. Pavor me aconteció y temblor, y hizo espavorecer mucho mis huesos.

15. Y sopló sobre mis faces, pasó y fizo erizar pelos de mi carne.

16. Estuvo, y no conocí su vista; semejanza ante mis ojos, callada voz oí.

17. ¿Por ventura varón más que Dios te justificará? ¿Si más que su Hacedor se alimpiará varón?

18. Ves: en sus sirvientes no se afirma, y en sus ángeles halló torcimiento.

19. Cuantos más moradores de casas de lodo, su cimiento de los cuales en polvo; son desmenuzados como polilla.

20. De mañana a tarde son deshechos: por no haber quien ponga mientes para siempre perecerán.

21. Lo que resta, quitárseles ha; morirán, y no en sabiduría.


ArribaAbajoExposición

1. Y respondió Elifaz el temanés, y dijo. Como rompió el silencio Job y habló, de allí sus amigos tomaron también licencia para hablar; porque hasta entonces su silencio de él los tenía mudos a ellos, y viendo que callaba y que padecía, entendían que hablarle era acrecentarle tormento; mas agora, hablando Job, abrióles la boca para que ellos hablasen. Y aunque al nombre de amigos y al oficio de consoladores, ya que hablaban, convenía hablar consolándole, hiciéronlo todo al revés, o por su ceguedad o por orden de Dios, para que fuese ésta la última prueba de quién era Job, pues no lo consolaron, antes le lastimaron más con sus pláticas, persuadiéndole que sus muchos pecados le tenían ansí. Porque les pareció que, para hacerle paciente, era buen medio que se tuviese por gran pecador; que en un ánimo bueno y por otra parte muy afligido es negocio insufrible. Y engañáronse en esto, o como hombres de no buen juicio y de menos experiencia de los trabajos, creyendo que para inducirle a paciencia era aquéste el camino, como agora decía, o tomando ocasión de lo que Job razonó, o de todo o de parte de ello, o ciertamente de lo que ellos de estas quejas para sí presumían. Porque lo uno, el quejarse tan agramente, como no les dolía a ellos lo que a Job le dolía, parecíales ramo de poca paciencia; y lo otro, decir él en lo último que vivió sobresaltado siempre, y por la misma razón que tuvo en su vida y obras grande recato y que se hubo pacíficamente con todos, no dando ni a Dios causa de enojo para que le castigase, ni a los hombres de enemistad para que le persiguiesen, entendieron que era poner nota de injusto en Dios; y arguyeron que Job, afirmándose por inocente a sí, condenaba a Dios por culpado, y tuviéronlo por negocio blasfemo; y ansí, con celo de la honra de Dios, más bueno que discreto, movidos, salieron a la causa por él.

Y porque si hablaran juntos no se entendieran, tomó Elifaz el uno de ellos la mano, y escuchándole los otros habló en nombre de todos ansí.

2. ¿Por ventura si tentáremos hablarte, cansarás, y detener palabras quién podrá? Dice el original a la letra: Si acaso tiento palabra a ti, cansarás; que es decir que está en duda y que teme que cualquier palabra que le toque al oído, y cualquier cosa que se le diga, le ha de dar enojo; mas que no le es posible callar. Que es una manera de entrada para decir lo que quiere, llena de disimulación y arte; que por una parte muestra dolerse de su trabajo y desear no acrecentárseles más, y por otro desculpa la necesidad que le fuerza; y con lo uno y lo otro procura calladamente atraer a sí la voluntad de Job y ganársela y hacer que le oiga con igualdad y atención, porque dice: Las cosas que se me ofrecen decirte y las cosas que tus trabajos y tus razones nos piden que te digamos, son de importancia grandísima y no se pueden callar; mas póneme encogimiento para hablar ese mesmo trabajo tuyo, que no consentirá que te hablen. O por decir verdad, no trata aquí Elifaz del hablar sencillamente, ni duda si recibirá enojo Job de que ellos le hablen, que antes en los males el corazón se desahoga hablando, sino trata del disputar y altercar y del meter a Job en contradicción y cuestión, estando rodeado de dolores con quien tenía cuestión y lucha contina. Y que esto sea ansí parece, lo primero, del hecho mismo, porque todo cuanto dijeron éstos no fue plática de consuelo, sino disputa de contradicción y amargura; y lo otro, de la fuerza de la palabra original, que lo que decimos tentar palabras es nisah, que es propriamente hacer prueba de las razones que se dicen y examinarlas altercando y arguyendo sobre ellas. Y ansí dice: Temo que el meterte en disputa agora y el examinar lo que has hecho te ha de ser enfadoso; pero ¿quién puede disimular lo que siente?, o ¿quién podrá no sacar a luz la verdad ni consentir que con sus palabras la cubras y cierres? Porque lo que traducimos: ¿Y detener palabras quién podrá?, el original nos da licencia a decir: ¿Y cerrar con palabras quién podrá?, esto es, ¿quién consentirá o podrá consentir que con palabras la verdad se escurezca y encierre? Ansí que dice: Si el disputar te fuere enojoso, el averiguar la verdad y el no consentir que nadie la encarcele y aprisione es sancto y honesto, y por la misma causa debido y necesario.

Y con esto comienza, y dice:

3. ¿Veis? Avisabas a muchos y manos flojas afirmabas.

4. Al caído levantaron tus palabras, y rodillas encorvadas esforzabas.

5. ¿Por qué agora vino a ti, y cansaste; tocó fasta ti, y fuiste turbado? Lóale sus buenos consejos y dice cuán eficaces siempre fueron, ansí para poner en orden en quien no la tenía, como para esforzar y animar al que padecía miseria. Y lóale ansí para dos fines: uno, para halagarle agora, porque le tiene después de herir; otro, para dar a su razón mayor fuerza; porque presupone que Job sufre impacientemente el mal que padece y que habla lo que no es razón, y quiérele con sus razones volver al camino; y siempre es la más eficaz la que se toma de lo que el otro confiesa.

Tú, dice, persuadías a paciencia los otros; justo fuera, pues, que la tuvieras tú agora, y que hablaras contigo mismo como con los otros hablaste y que te esforzaras a ti, pues ponías esfuerzo.

¿Veis?, dice. Esta palabra Veis, en la Sagrada Escriptura, unas veces hace significación de algo admirable y es señal de novedad y de espanto; y otras, de desprecio y de mofa, como en este lugar. Porque ofendido Elifaz de las palabras de Job, en cierta manera le desprecia, y con una risilla falsa y como torciendo los ojos a sus amigos y meneando hacia Job la cabeza. ¿Veis, dice, en lo que ha parado la sanctidad de este hombre? ¡Cuán diferente es el hacer del decir! ¡Qué gran aconsejador y qué ruin sufridor! ¡Qué gran médico para otros tú y cuan poco sabio para ti mismo! Fea cosa es ser los hombres necios para sí solos; que, a la verdad, aunque es ordinario los hombres ordenar mejor las cosas ajenas que las suyas proprias, y tener mejor seso para otros que para sí mismos; pero no obstante eso es cosa muy fea, y que arguye mucho nuestra gran poquedad y el exceso de nuestro amor, que nos ciega para no ver en nuestra casa lo que en las ajenas conocemos y vemos.

A muchos, dice, avisabas, que es decir, que tenía consejo Job para otros. Y manos flojas esforzabas; a los tristes y afligidos se les caen con el ánimo las manos también; que la naturaleza, por acudir al corazón que la congoja oprime, desampara lo de fuera, y ansí se cae como si estuviese sin alma. Y porque la tristeza obra esto en las manos, por eso las manos flojas significan la tristeza y el descaimiento del ánimo. Y lo mismo es lo que añade: Y caído levantaron tus palabras, y rodillas encorvadas esforzabas; que es, por lo que hace la pena del corazón en el cuerpo, declarar esa misma pena, pues dice: Habiendo sido tú hasta agora esfuerzo y consejo para otros, ¿por qué agora vino a ti y cansaste, tocó hasta ti y fuiste turbado? Cansaste; caíste con la carga afligido. Fuiste turbado; saliste de lo que pide la razón y buena orden.

6. De cierto tu temor, tu fortaleza, tu paciencia y perfección de tus carreras. Está falta aquesta razón y pide algo que se le añada, y conforme a ello será su sentencia. Y lo primero conviene advertir que donde decimos fortaleza, la palabra original ciselah, quiere decir confianza demasiada, y también necedad; porque de ordinario son demasiadamente confiados los necios, y la necedad no es otra cosa sino una gran confianza de sí, nacida de no conocerse a sí. Y ni más ni menos lo que decimos paciencia, en el original quiere también decir esperanza, de quien nace la paciencia, que no es otra cosa sino una larga esperanza. Esto presupuesto, si decimos: Tu temor, tu fortaleza, tu paciencia y perfección de tus carreras, habemos de añadir, era burlería sin duda, como por el hecho se ha visto. Parecías bueno, mas no lo eras. La experiencia ha mostrado que ni temías a Dios de verdad, ni eras fuerte ni sufrido como lo demostrabas, y que eran no sanctidades, sino sancterías las tuyas; que si hubieras sido bueno, fueras paciente agora.

O por otra razón: Que pues Dios te trata y te castiga, argumento cierto es que no le servías. Y conforme a esto segundo, las palabras de este verso se cumplirán bien en esta manera. Había dicho Elifaz: Tú que aconsejabas a otros y les ponías esfuerzo, no le has tenido cuando te fue menester. Dice agora: El caso es que si va a decir la verdad, nunca hubo en ti cosa que buena fuese, como se ve por lo que Dios te castiga. Y a esto se sigue bien lo que en el verso que viene dice: Miembra, ruégote, ¿qué limpio se perdió? Que es la razón por do se persuade que Job no fue bueno, porque le ve perdido y caído.

Pero si leemos en la otra manera: Tu temor, tu confianza; tu esperanza, la perfección de tus carreras, según algunos, añadiremos ansí: Tu temor era por tu confianza y por tu esperanza tu perfección de carreras. Que es decir que halla por su cuenta Elifaz que, si Job había sido bueno, lo había sido por interés y por el bien que recibía y esperaba de Dios; que, como le faltó lo desconoció luego y se volvió contra él, mostrando a la clara que su virtud pasada no fue virtud, sino interés y codicia. O en otra manera: Tu temor era tu necedad; tu esperanza, la perfección de tus carreras, diciendo: Verdaderamente tu temor, el que dices, dígole yo necedad y confianza vanísima; ni tuviste temor de Dios, ni recato en tus obras ni advertimiento de lo que podía venir, como dices, sino tuviste siempre una tonta seguridad nacida de corazón vano y de sí contento y muy lleno de sus esperanzas. Tu temor, tu vana confianza; esto es, tú dices que andabas temeroso; yo digo que anduviste siempre muy confiado y muy vano, creyendo más bien de ti que debías. Y es conforme a esto lo que los griegos traducen, porque dicen ansí: ¿Por ventura tu temor no fue poco saber, y tu esperanza, maldad de tu camino?

O podemos seguir esta forma, que diga Elifaz a Job que con razón andaba temeroso, como dice, siendo tan pecador. Como diciéndole: verdaderamente tu temor, el que dices, con razón le tenías; y no te venía de ser religioso, sino del mal testimonio de tu pecho. Y tu esperanza, esto es, el estar, como dices, aguardando siempre algún azote, nacía de que sabías bien la perfección de tu vida; que llama perfección de vida o de carreras, por disimulación y ironía, al vivir en pecado. Y en confirmación de esto, conviene a saber, que era Job pecador, añade lo que luego se sigue y dice:

7. Miembra agora, ¿quién limpio, y se perdió, y cuándo derecheros fueron cortados? Porque, dice, no puedes ya negar que eres malo, porque, si no lo fueras, no te azotara Dios como te azota. Porque dime alguno que, siendo justo, haya sido tratado como tú lo eres, o cortado y, destruido como tú.

Añade:

8. Como siempre vi a los que aran torceduras, y siembran desventura, segarlo. Esto es, como al revés yo veo, y tú ves y todos vemos, que el malo para siempre en mal, y que cual siembra tal siega, y que como son las obras de cada uno son los fructos que coge. Que es el principal asunto de estos amigos de Job insistir en que siempre son en esta vida los malos tratados mal, y los buenos bien; pretendiendo por ello que Job es malo, pues es ansí tratado, y que Dios es justo, pues da a cada uno lo que merecen sus obras; pareciéndoles que si en Job no ponen culpa, en Dios no hay justicia. Y ansí Elifaz estriba en esto, que al malo le sucede mal y al bueno bien, y diciéndolo y en la forma como lo dice, lo prueba con una semejanza secreta, como diciendo ansí: lo que es en la cultura del campo, eso mismo es lo que pasa en la vida; lo que el labrador siembra, eso mismo siega y coge después; y ni el que sembró cebada coge trigo, ni al revés, coge cebada si fue de trigo la sementera, porque todo acude a su natural. Y ansí los que siembran maldad, necesario es que sieguen desventura y sucesos malos; y esto, dice, les avendrá por más poderosos que sean.

Porque, como añade:

9. A resuello de Dios perecen, a espíritu de su nariz se consumen. Que es responder a lo que le pudieran decir, que algunos, aunque son muy malos, son por otra parte tan poderosos y tienen raíces tan firmes y su tiranía tan fundada, que no parece les puede llegar el desastre. Pues dice que es sin excepción esta regla, porque para contra el más poderoso basta un soplo de Dios; y ansí, en soplando él, perecen y con un bufido suyo se consumen; que espíritu de su nariz llaman lo que llaman bufar en castellano, que se hace con el enojo cuando enviamos con fuerza el aire por las narices.

Y razona de esta manera: Todo lo alto y todo lo poderoso, y todo lo que parece arraigado y fundado en los malos, no es arraigado ni fundado, sino flaco y movedizo; y ansí como a las cosas secas y sin peso el viento las levanta y esparce, ansí éstos son volados luego en volviéndoseles el aire de la fortuna, y al primer vientecillo contrario que Dios les envía. Que sus raíces, aunque lo parecen ser, no son hondas; ni su poder, siendo injusto, no es fuerte, sino débil y enfermo; y como fuera fortísimo, para contra Dios ninguno lo es por bravo que sea.

Y ansí dice luego:

10. Bramido de león, y voz de leona, y dientes de leoncillos son arrancados. Que es decir que Dios a los malos y tiranos, y aunque sean fieros más que leones, cuando quiere les quita el bramido y los dientes, esto es, el hacer y el decir las palabras y las obras, en las cuales dos cosas todo el poder consiste. Y llama con grande significación bramido a las palabras de los tiranos, porque cuanto dicen y mandan es altivez y soberbia, y espanto y asombramiento de los menores. Y a sus obras llámalas dientes, porque todas ellas se resumen en morder a los que poco pueden y en hacerlos pedazos, y porque de todo hacen presa. Y es también de advertir que, con haber muchas diferencias de mal y de malos, Elifaz, para decir que los destruye Dios, puso ejemplo solamente en los malos que son leones, esto es, en los que pecan con violencia y tiranía, que son males derechamente contra el bien común de los hombres. Porque, a la verdad, si para hacer cierta su regla fuera bastante un ejemplo, no podía traer ejemplo de ella más cierto, según lo que en este género continamente se ve. Que si con los demás disimula Dios aquí muchas veces; pero con los opresores de otros, y con los violentos que se usurpan el derecho, y con los que se apoderan de las comunidades, nunca o casi nunca aquí disimula, antes hace ejemplares castigos. Lo uno, porque este pecado no es uno, sino muchos pecados; que, lo primero, es soberbia desenfrenada y apetito de excelencia excesiva, que lleva a querer estar sobre todo. Lo otro es un género de competencia con Dios, que quiere, sin ser llamado por él, hacerse señor de los otros, habiendo reservado el hacer reyes Dios para sí. Lo tercero es avaricia, que, desenfrenada, usurpa las libertades y derechos ajenos. Lo cuarto es codicia de demasiados y vituperables deleites, que se procura hacer señora de las leyes para que ninguna la ponga freno. Lo quinto es defensa y honra de muchos pecadores y malos, de quien de fuerza se ha de valer el tirano. Lo sexto y gravísimo es persecución de la virtud, y de todo el buen valor y grandeza, y es estropicio para los flacos que desean ser buenos, que al fin se sujetan a la lisonja y al vicio, y se hace a lo que les parece que vale. Por donde en el Psalmo David decía: No dejará Dios la vara de los pecadores sobre la suerte de los que son justos, porque no extiendan a la maldad los buenos sus manos. Ansí que no dilata Dios el castigo de aqueste mal, porque no es un mal solo, sino un amontonamiento de casi todos los males. Y aun también acelera el castigo en esta maldad, porque le dan prisa los gemidos que continamente suben a sus orejas, de muchos a quien estos oprimen, los cuales hacen fuerza en las entrañas piadosas de Dios. Que si la piedad infinita de su condición da espera a los malos, y en una cierta manera le detiene y le ata las manos, esa misma, en este caso que digo, le despierta y da prisa para que les envíe su azote.

Porque ¿cómo se compadece que quien tiene piedad de los malos, se olvide de los buenos cuando están oprimidos? O ¿cómo puede ser que quien se lastima de enviar dolores sobre los enemigos de la virtud, sufra con paciencia que sus amigos y siervos sean azotados y afligidos por ellos? Y ansí es que de ordinario no dilata el castigo de los semejantes, ni consiente que su tiranía no lo pague a la fin, antes comúnmente sus remates son desastrados. Y no solamente allá donde todo se juzga ansí como debe, mas en esta vida también, y en los ojos de todos hace Dios justicias ejemplares de esta maldad, y vuelve públicamente por el bien público, a quien éstos persiguen.

Y éste es el quitar la voz al león y el desdentar los leones que Elifaz aquí dice. Y es verdad que, aunque en el parecer habla en general, porque, como habemos dicho, acontece esto generalmente, mas en el su intento secreto todo lo endereza a sólo Job, a quien por figura llama león, y leona a su mujer, y a sus hijos, sobre quien la casa se hundió, leoncillos; dando con disimulación a entender que era tirano Job, y que se mantenía de sudores ajenos, y que sus muchas riquezas, las que hasta allí poseía, no habían sido bendiciones de Dios, como pensaban, sino despojos de muchos pobres, como Dios lo mostraba azotándole.

Y en el mismo propósito añade:

11. Tigre perece sin presa, y hijos de tigre se esparcen. Lo que decimos tigre, podemos decir león también, porque la palabra es una misma con la de arriba. Y aunque dice Tigre perece sin presa y no más, hase de entender según lo que ha dicho, esto es, que Dios quita al tigre la presa, y hace que los hijos del tigre se esparzan, que se sigue de lo primero; porque no teniendo presa los padres, los hijos de ellos, a quien los padres con sus presas mantienen, acosados de la necesidad, salen ellos a buscar su comida, y ansí se esparcen y pierden. Y lo que decimos presa propriamente, según el original, es lo que en castellano llamamos gobierno y sustento. Y ansí se entiende de aquí que Dios quita a los violentos no solamente lo injusto que prenden, sino también lo necesario de que se mantienen y sustentan; y que en pago de que con maneras injustas y haciendo pobres a muchos quisieron vivir en abundancia superflua, los trae Dios a necesidad extrema, que comienza en ellos y se extiende por sus hijos y nietos, para que, durando más, sea más advertido el castigo, y para que, cuanto la pena se conociere más por los hombres, tanto la justicia de Dios quede más abonada y más libre.

De manera que Elifaz, por todo lo dicho, concluye que Job, aunque antes de agora fue tenido por justo, en el hecho de la verdad era gran pecador; y que su hecho fue tiranía disimulada con apariencias honestas; y que la prueba dello era su mismo suceso, porque, como dijo, tal coge cada uno cual siembra; y pues él cogía castigo, argumento era que había sembrado maldad.

Y con esto procede a otro nuevo argumento, y prueba lo mismo por diferente razón, que funda en una revelación que refiere, de donde arguye que es malo Job. Porque le revelaron que Dios es tan justo, que ninguna culpa de ninguna criatura, por más alta que sea, ni deja de conocerla ni pasa sin castigarla. De donde colige que, aunque Job no se conozca por malo, está obligado a tenerse por tal en los ojos de Dios, que en las criaturas espirituales, de cuya naturaleza es más apartado el pecar, hallan faltas, cuánto más en los hombres a quien, por ser de lodo es proprio el ser deleznables.

Y dice de esta manera:

12. Y a mí palabra como a hurtadillas, y tomó mi oreja poquito de ella. Dice: y aun a mí mismo fue revelada una cosa, que ella sola convence bien mi propósito, y que es Dios justo y tú pecador. Y pone luego la manera como le fue revelada, contando sus circunstancias; porque, como dice, fue de noche y entre dormir y velar, que acontece a algunos Profetas. Y dice ansí: Y a mí palabra, conviene a saber, me fue dicha, como a hurto. Porque las cosas grandes y que exceden lo natural de los hombres, cuando Dios se las dice, óyenlas conforme a su pequeña disposición, y ansí les parece que a malas penas las oyen, tanto ansí por la mucha brevedad con que se les dice (que sin tiempo y en un abrir de ojo y con un rayo de luz súbita comprende largas razones Dios muchas veces) cuanto porque se las dice en lo muy hondo y secreto del alma, alejadísimo de todo lo que es potencia y sentido. Y esto llama a hurto Elifaz aquí, por su brevedad y secreto, y porque lo que ansí se oye, como no cae en el sentido, viene con dificultad a la lengua y se puede mal declarar. Por eso dice: Y tomó mi oreja poquito dello. Mi oreja, esto es, mi sentido, porque lo oyó a hurto y de paso. Dice: En pensamiento de visiones de noche, en caer adormecimiento sobre varones. Lo que decimos pensamientos, según la palabra original, no diremos mal en castellano espeluzamientos; y lo que decimos adormecimiento, es no cualquier sueño, sino profundo y pesado cual es la pesadilla que ansí se nombra. De arte que el tiempo cuando le fue revelado fue de noche, y en lo más hondo y escuro de ella, cuando las tinieblas espesas y la soledad que nace del silencio de todo, causan horror en el ánimo, y cuando todo lo que se ve o se imagina ver, como no se devisa, hace asombramiento que espeluza el cabello; y cuando el humor melancólico que, escalentado con el sueño y esforzado con el alejamiento del sol, se mueve en el cuerpo, y con los humos que envía, apretando el corazón y ennegreciendo la imaginación y sentido, cría sueños pesados y horribles. Que es decir a media noche o poco después de ella y en lo más hondo de ella, que es tiempo cuando, según la opinión del vulgo, andan las sombras y las estantiguas que espantan. Y por eso dice en pensamientos o en espeluzos de visiones de noche.

De manera que esta revelación de Elifaz fue de noche muy noche. Y a la verdad aquel tiempo es muy aparejado tiempo para tratar con el cielo; porque el suelo y sus cuidados impiden menos entonces; que, como las tinieblas le encubren a los ojos, ansí las cosas dél embarazan menos el corazón, y el silencio de todo pone sosiego y paz en el pensamiento; y como no hay quien llame a la puerta de los sentidos, sosiega el alma retirada en sí misma; y desembarazada de las cosas de fuera, éntrase dentro de sí, y puesta allí, conversa solamente consigo y reconócese. Y como es su origen el cielo, avecínase a las cosas dél y júntase con los que en él moran; los cuales influyen luego en ella sus bienes como en sujeto dispuesto, por cuyo medio se adelanta y mejora; y subiendo sobre sí misma, desprecia lo que estimaba de día y huella sobre lo que se precia en el suelo, al cual con ello todo ve sepultado en tinieblas; y súbese al cielo, que entonces por una cierta manera se le abre resplandeciente y clarísimo, y mete todos sus pensamientos en Dios y en medio de la escuridad de la noche le amanece la luz.

Y con ser ansí que la noche es reparo de los miembros cansados y que con el sueño de ella lava el corazón sus tristezas; y con ser ansí que templa el aire encendido, y que con su templada y saludable humedad los árboles y las plantas se rehacen del día, y que su rocío baña y fertiliza las yerbas, ni las plantas, ni los árboles, ni los animales y cuerpos se reparan ansí con la noche cuanto las tinieblas della acarrean mejoramiento y salud al alma que en ellas vela. Porque la tiemplan los afectos que la encendían en fuego, y la olvidan de lo que entre día hace afán y trabajo, y la renuevan y la fortalecen y la bañan con el rocío del bien, que mezclado con gozos dulcísimos sobre ella desciende; con que no solamente se alienta y esfuerza, mas también se empreña y hace fértil para mil partos bienaventurados, que saca a luz a su tiempo.

Ansí que Elifaz en su revelación guarda lo que la razón y naturaleza de las cosas demanda. Y dice que le fue hecha ya muy de noche, porque tiene particular fuerza la noche, como para adormecer los cuerpos ansí también para despertar las almas y llevarlas a que conversen con Dios.

Pues entonces, dice:

14. Pavor me sobrevino y temblor, y hizo espavorecer mucho mis huesos. El trato con los espíritus celestiales, por razón de las ventajas que nos hacen y por su mucha desigualdad, naturalmente es temeroso a los hombres; porque ansí como lo igual y semejante convida a amistad, ansí lo desigual y muy aventajado, cuando se ve, hace reverencia y espanto; porque todas las cosas por natural movimiento se allegan a sí y a lo que es como ellas, y se apartan y se esquivan de quien se les diferencia por su mucha excelencia. Y ansí cuando algún espíritu se acerca al hombre para hablarle, aun antes que se demuestre, naturalmente le espanta, y su vecindad dél cuando la ordena para mostrársele, le mueve y le turba la sangre y los espíritus, que sienten la nueva fuerza que en ellos se embiste. Porque se ha de entender que el espíritu que se aparece para despertar y disponer al hombre para su trato, que es trato tan ajeno del nuestro, lo primero aplica su virtud a nuestros sentidos y espíritus, ordenándolos como es menester para ser de nosotros, o visto o oído; el cual tocamiento, como es peregrino, turba la sangre en el hombre y hace temer naturalmente, que es lo que dice Elifaz, y lo que luego declara más.

Porque añade:

15. Sopló sobre mis faces; pasó y hizo erizar pelos de mi carne. Y luego:

16. Estuvo y no conocí su vista, semejanza ante mis ojos, callada voz oí. En que dice que, al fin de estos espantos, se le puso delante un bulto que no devisó bien cómo era, que con voz callada, esto es, con voz baja y delgada, le dijo lo que luego dirá. Y es de advertir que en su revelación Elifaz pone circunstancias y tiempo por dos justas razones: una, porque las circunstancias de los negocios, contadas, hacen más creedero lo que se cuenta; otra, porque estas particularidades por la cualidad que tienen, no sólo hacen verisímil lo que se dice, mas también le añaden autoridad y gran majestad. Porque quien oye el horror de la noche y el despeluzamiento del cuerpo, y el temblar del corazón, y el soplo sobre la cara, y la figura delante los ojos larga y escura y el sonido de la voz delgado y agudo, él mismo se estremece y se apercibe para lo que se le dice como para cosa divina.

Mas veamos ya lo que dijo a Elifaz esta voz.

17. ¿Por ventura varón más que Dios se justificará? ¿Si más que su Hacedor se limpiará varón? Dícele no ser posible que el hombre sea más justo que Dios, lo cual por dondequiera que se mire es verdad. Porque se puede entender de dos maneras: o comparando al hombre con Dios, o siendo de Dios juzgado el hombre. En la comparación es el hombre como nada, y en el juicio de luz tan pura cualquier falta suya forzadamente se ve. Y de esto que es verdad colige Elifaz lo que no es, y condena de culpa a Job sin tenerla. Porque como quiera que en comparación de Dios, ansí él como todos sean menos justos, no por eso se sigue que sean pecadores y malos. Ni menos, si midiendo Dios al hombre con la regla de su afinada bondad, le halla que no dice con ella del todo, le juzga luego por torcido. Porque una manera de juzgar es midiendo Dios a los hombres consigo, y según esto, ninguno ajusta con él; y otra es, midiéndolos con lo que su cualidad de ellos demanda, y, conforme a esto y con el favor de la gracia, muchos son justos. Por manera que concedemos a Elifaz todo lo que le fue revelado; mas decimos que ninguna cosa de ello es en perjuicio de Job, sino que él se engañó aplicando mal a lo particular de este caso, lo que en general es verdad; y la doctrina que le fue demostrada para derrocar en él alguna altivez y soberbia, aplícala él sin razón para condenar la inocencia a quien Dios afligía por diferentes respetos. Pero pasa adelante la voz, y dice:

18. Ves; en sus sirvientes no se afirma, y en sus ángeles halló torcimiento.

19. ¿Cuánto más moradores en casa de lodo, su cimiento de los cuales en polvo son desmenuzados antes de polilla? Lo que decimos y en sus ángeles halló, el original a la letra dice y en sus ángeles puso. Por lo que decimos torcimiento, la palabra original significa o locura o alabanza. Sant Hierónimo siguió lo primero, y según ello dice a la letra y en sus ángeles puso locura. Y porque el hacer o poner Dios lo que suena pecado, en el lenguaje de la Santa Escriptura es no hacer, sino permitir que acontezca, guardando el mismo sentido y excusando el estropiezo de los que no entienden esta forma de estilo, dijo bien Sant Hierónimo y en sus ángeles halló torcimiento.

Mas quedando esto ansí, la segunda significación hace también buen sentido, porque suena a la letra, y en sus ángeles no puso alabanza. Y digo no puso porque la negación que está en la primera parte del verso, extiende su fuerza a la segunda, y se tiene por repetida en ella, según la propriedad de esta lengua. Pues decir que no puso su alabanza o su luz en ellos, es decir que no crió tales sus ángeles que no pudiesen ser vituperables y escuros. Porque la palabra de poner aquí es palabra que significa asentar con firmeza, y Dios a los ángeles ni los crió de su naturaleza impecables, ni menos luego que los crió los confirmó en su gracia y justicia. Esto ansí presupuesto, prueba Elifaz lo que de suyo está claro por razón evidente, y arguye de lo que es más a lo que es menos o de lo que había de acontecer menos y con todo eso acontece, a lo que es natural que acontezca. Porque dice: Si los espíritus que crió Dios para siervos suyos, sin embarazos de carne, se torcieron del bien y perdieron el seso, ¿qué serán los que viven en cuerpos de lodo y son hechos de polvo?

En sus sirvientes, dice, no afirma. Sirvientes llama suyos a las sostancias espirituales, porque las crió Dios para por su servicio gobernar las demás criaturas; y ansí las dotó del conocimiento de ellas perfecto y de fuerzas bastantes para poderlas mover. Y ansí como mayores y como más allegados a Dios y como ministros de su orden y ley, están menos ocasionados a salir de ella que otros. Pues en éstos, dice, de cuya firmeza en la virtud cualquiera se confiara, Dios que los conoce mejor, no se afirma. Que es decir que no hizo en ellos pie ni se fió en su virtud de ellos, porque conocía su natural, que se podía torcer por más perfecto que fuese, y que en muchos de ellos al fin se torció.

Y ansí dice y en sus ángeles halló torcimiento, y si en ellos le halló, ¿cuánto será más fácil en los que moran en lodo? Y llama ansí a los hombres, porque sus cuerpos donde moran sus almas se compusieron de tierra. Y porque no pareciese flaca razón, que por ser la casa de tierra había de ser flaco el morador, añadió luego para más fuerza y su cimiento de los cuales es polvo; en que demuestra ser más que casa lo que llamo casa. Quiero decir que no es tan desapegada del hombre como la casa lo es, sino cosa que le pertenece y se le allega mucho, como parte suya que le compone y le da sus condiciones y cualidades de flaqueza, de mudanza, de variedad, en la manera como la tierra y el polvo las tiene. Y ansí dice que su cimiento es en el polvo, porque el cuerpo del hombre, que es de polvo, es el cimiento donde l'ánima estriba. Porque, aunque ella es la que mueve y gobierna y da vida, él es por cuyo medio recibe ella las imágines de todo lo que conoce, de manera que sin ellas no conocería cosa ninguna, y no conociendo no podría querer, y ansí quedaría como un tronco muerto sin apetito ni conocimiento nuestra alma, si no estribase en el cuerpo. De arte que estriba en él y estriba para poder obrar lo que es propriamente obra suya; y como el estribo es flaco y sujeto a mudanzas, ansí lo que por medio dél pasa a registrarse en el alma, y su mismo entender y querer (que se funda en eso que a ella pasa del cuerpo) es variable y mudable y maravillosamente inconstante. Y donde hay inconstancia y variedad, es ordinario el engaño y error, a lo cual acompaña siempre el desconcierto y pecado. Y ansí, de ser nuestro cuerpo de tierra por sus pasos contados derechamente venimos a ser de nuestro natural subjetos al errar en los pensamientos y obras. Y como nuestro cuerpo, por ser de lodo, es corruptible en su ser, ansimismo nuestra alma, que está casada con él, es deleznable en su querer y entender, porque siempre tuvieron y siempre tienen gran parentesco entre sí la corrupción y el pecado, conforme a lo que escribe Sant Pablo: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Y Santiago en la misma manera: El pecado cuando llega a colmo engendra muerte. Y ansí como el pecar es camino derecho y cierto al morir, ansí también el ser una criatura corruptible y mudable es disposición grande ser pecadora; y más pecadora cuanto la muerte tuviere más libre entrada en ella, esto es, cuando fuere más dispuesta y más fácil para ser alterada y corrompida. Y por esta causa, y para mayor prueba de cuán deleznables y cuán fáciles para el pecar los hombres somos, la voz que con Elifaz habla encarece cuán a nuestra puerta nos está siempre la muerte, y la facilidad con que perdemos la vida y la brevedad de ella y su no comparable flaqueza.

Y dice son desmenuzados ante polilla. Lo que decimos ante, podémoslo entender o en su presencia de ella o antes que ella venga; y ambas a dos cosas encarecen la miseria de nuestra flaqueza o la flaqueza de nuestra vida. Y lo segundo más, porque dice que no solamente la polilla, esto es, los gusanos (que como la polilla nace de la vestidura y consume la vestidura de donde nace, ansí ellos consumen nuestro cuerpo muerto de donde se crían), ansí que no solamente nos deshacen los gusanos, esto es, la muerte que es madre de ellos, mas antes y primero que venga la Muerte morimos, y primero que los gusanos nos coman, los cuidados y dolores de la vida amargos nos consumen y gastan, y el vivir nuestro triste y miserable, para deshacernos, gana por la mano a la muerte. Y a la verdad, todo el vivir nuestro no es sino un contino perder el ser y el vivir que se tiene; y ansí nuestra vida, no solamente es un camino apresurado a la muerte, mas es también una pérdida contina de vida, y es muerte que cada momento hace vigilia a la muerte.

Y ansí añade:

20. De mañana a tarde son deshechos; por no haber quien ponga para siempre perecerán. Esto es, mañana y tarde y de contino se deshacen, porque el morir va en posta y porque para quitarles la vida no es menester ni grande aparato de gente ni mucho espacio de tiempo; con la vuelta de una breve hora se les va de entre manos.

Mas lo que dice por no haber quien ponga, está cortado y defectuoso y es necesario añadirle, o de esta manera: Por no haber quien ponga estorbo, para siempre perecerán; que es decir, que siempre y continamente y por momentos mueren, por no haber quien ponga estorbo al morir, esto es, quien repare continamente lo que el calor continamente consume, que es la fuente de nuestra muerte, por no haber quien restañe la sangre abierta y que se derrama de contino. O de otra manera, que es la más cierta y la que siguió Sant Hierónimo, por no haber quien ponga las mientes, para siempre perecen. Como si en más palabras dijera: Y de la mañana a la tarde dejan de ser; no hay hora ni momento en que o no mueran o no estén sujetos a peligros de muerte; y con ser ansí, son por otra parte tan inconsiderados los hombres, que eso mismo que experimentan no sienten, ni lo que tienen delante ven: la brevedad de la vida y su incertidumbre; y ni los casos ajenos, ni los desastres de sus vecinos, ni sus reveses y trabajos proprios, ni el ver que todo vuela y se muda les abre los ojos para que reconozcan su ser y para que vivan como quien no ha de vivir algún día, y para que enderecen su camino y le ajusten al fin adonde van a parar, sino, como enajenados de sí, viven como si no fuesen mortales, y como si tuviesen en su mano y debajo de los pies la fortuna y los golpes della y sus desvaríos; o como si no cayese mudanza en su ser y no tuviesen sobre sí juez, ansí sin rienda siguen tras sus antojos, contentos. De que les aviene que, como no se consideran mortales, vienen a morir con doblada muerte; y porque no vivieron como convenía a los que han de morir, mueren para no vivir, para siempre condenados por sus delitos a tormento perpetuo. Y conforma con esto bien lo que últimamente se sigue, que es:

21. Y lo que resta partióse de ellos; morirán, y no con sabiduría. Porque lo que resta, que es en su original iether, significa lo que sobra y la demasía y la ventaja; y por la misma razón, todo lo que excede a lo necesario, ansí en honra como en dignidad y riqueza. Y también dicen algunos que por esto que sobra o que hace ventaja, es significada el alma aquí como por rodeo, por su natural excelencia. Y como quiera que merezca este nombre el alma en todos, por ser la principal parte del hombre, viene bien que se llame ansí en los de que agora se habla, que pasan su vida tonta y desacordadamente, y no porque su alma es lo que en ellos se aventaja, sino porque propriamente les es como cosa de sobra y como una demasía sin fructo, que no les sirve para el fin que se hizo, que es conocer la razón, pues viven sin ella; y son de los que la Escriptura dice que la recibieron en vano. Por donde es justo que aun antes de tiempo les sea quitada, pues no les es de provecho; y que se les acelere la muerte y que mueran, como aquí dice, y no en sabiduría, pues teniendo alma capaz de razón nunca usaron de razón en la vida.

Mas si iether no es aquí el alma de cada uno, sino aquello en que a los otros sobra, y se aventaja o en virtud o en dignidad o en riqueza, dice Elifaz lo que de contino acontece; que los que viven, y no conforme a razón, sin advertimiento ni seso, cuando mueren se aparta de ellos, o por hablar con más propriedad, huye de ellos toda su excelencia y ventaja, al revés de lo que a los buenos y considerados aviene, que lo que es de precio en ellos, cuando mueren se va con ellos y, muertos, los sigue. Porque es de advertir que todos los hombres tienen por principal alguna cosa, que se ponen por blanco; los buenos la virtud y bienes del cielo, los viciosos y necios esta burlería vana que resplandece en la tierra. Por donde en la muerte, cuando les viene, son diferentes: que los buenos llevan lo que preciaron consigo; pero los malos dejan acá lo que amaron y pasan a la otra vida desnudos de sus ventajas. Y ansí divinamente concluye, y dice que los tales mueren y no en sabiduría, esto es, dice que mueren muy necios. Porque es sin duda lo sumo de la necedad, quien vive, no para vivir aquí siempre, sino para pasar a otra vida, poner su tesoro todo y sus ventajas y bien en lo que se queda en ésta cuando parte della, pudiéndose aventajar y hacer rico en lo que siempre le acompañará, porque le da paso la muerte. Por donde Cristo, Sabiduría verdadera, nos dice: No queráis atesorar tesoros en la tierra, adonde hay polilla que los gaste y ladrones que los hurten. Atesorad tesoros del cielo, adonde no hay ladrón ni polilla.

Y aún podemos declarar por más sencilla manera esto mismo. Dice: Partiráse de ellos su excelencia; morirán y no en sabiduría, porque es éste el ordinario fin de los malos: cuando están en la cumbre, caer de su prosperidad y, sin saber cómo, partirse de ellos la riqueza y la vida. Y por eso dice y no en sabiduría, porque según sus apoyos y apercibimientos no alcanzan por dónde les vino el daño; y según estaban torreados, no hallan por dónde les entró la desdicha en el fuerte. O si abren con el azote los ojos, conócense por tan necios que eso mismo los derrueca, que tuvieron por su firmeza y amparo, y ven que los medios por do pensaron crecer y permanecer en alteza, ésos agora los arruinan y hunden.








ArribaAbajoCapítulo V

1. Llama, pues, si hay quien te responda; ¿y a quién de los sanctos te volverás?

2. Porque al loco degüella saña, y al tonto mata envidia.

3. Yo vide loco arraigado, y maldije súbito su belleza.

4. Alejaránse sus hijos de la salud, y serán quebrantados en la puerta, y no tendrán defensor.

5. Cuya segada el hambriento comerá, y el armado lo tomará, y sedientos beberán su haber.

6. Porque no saldrá del polvo vanidad, y de tierra no fructificará quebranto.

7. Que el hombre nacido es para laceria; y los hijos de la ave para ensalzarse volando.

8. Por donde yo buscaría a Dios, y con Dios pondría mi habla.

9. Hacedor de grandezas, sin pesquisa, de maravillas hasta no cuente.

10. Dador de lluvia sobre faces de tierra; enviador de aguas sobre faces de plazas.

11. Para poner bajos en altura, y enlutados ensalzaron salud.

12. Desbaratador de pensamientos de resabidos; no harán sus manos sotileza.

13. Prendedor de sabios en su mismo aviso, y consejo de perversos es deshecho.

14. De día encontrarán tinieblas, y como noche palparán en la siesta.

15. Y salvó de cuchillo de su boca dellos, y de mano de fuerte al pobre.

16. Y fue al mendigo esperanza, y el torcimiento cerró su boca.

17. ¡Ea!, bienaventurado varón, que lo reprehendió Dios, y castiguerio del Abastado no aborrezcas.

18. Porque él hará doler, y suelda; llagará, y sus manos melecinarán.

19. En seis angustias te escapará, y en siete no tocará mal en ti.

20. En hambre te redimió de muerte, y en pelea de mano de espada.

21. De azote de lengua serás escondido, y no temerás correría cuando viniere.

22. Del asolamiento y de la fambre te reirás, y de alimaña de tierra no temerás.

23. Porque con piedras del campo tu liga, y alimaña del campo se apaciguará a ti.

24. Y sabrás que paz tu tienda, y visitarás tu morada, y no pecarás.

25. Y sabrás que mucha tu simiente, y tus pimpollos como yerba de la tierra.

26. Vendrás con sazón a la huesa, y como montón de mieses es alzado a su tiempo.

27. Ves; esto pesquisámoslo, ansí ello; óyelo, y tú aprehende para ti.


ArribaAbajoExposición

Insiste todavía en su intento Elifaz, y comienza otra razón para convencer a Job de pecado. Y porque arriba lo quiso probar, lo uno por el mal fructo que Job cogía de su vida pasada, de donde argüía ser mala; y lo otro, porque en los ojos de Dios y en su apurado juicio, aun en los ángeles se descubren faltas, cuánto más en los hombres, procura agora lo mismo por decir que todos dicen lo que él dice y son de su parecer, sin que nadie le contradiga; de que concluye ser verdadero lo que todos dicen, por no ser posible que todos se engañen. Y razona por esta manera:

1. Llama dice, si hay quien te responda; ¿y a quién de los sanctos te volverás? Como dicen dice: Y si no basta lo dicho, vuelve los ojos en derredor; o si quieres, alza la voz y llama si por caso hallares alguno que te responda, esto es, que consienta contigo o que en algo te favorezca o siquiera te desculpe con alguna color. Que es decir: si nadie te defiende, todos te culpan; y si todos te culpan, tú, sin duda, eres culpable, porque no puede ser que todos yerren. Ansí que busca, y no busca solamente, sino llama a voces, que es mejor para hallar lo buscado, si hay alguno que tome tu razón por ti. Y si dices que no has pecado y que, aunque te azota Dios, como vemos, has vivido inocente, muéstranos por algún ejemplo ser verdad lo que dices; y si es posible que los buenos padezcan mal, señala alguno bueno que, siéndolo, haya mal padecido. Dame algún sancto azotado en la manera que tú agora lo eres, alguna vida empleada en virtud y rematada en dolor y miseria. ¿Y a quién de los sanctos te volverás?; esto es, ¿qué hombre sancto señalarás, o que le haya sucedido lo que a ti o, en caso que le sucediese, se haya justificado como tú te justificas o dado tanta libertad a su lengua?

2. Porque a la verdad, dice, al loco degüella saña, y al tonto mata envidia. Esto es, porque a la verdad cada uno acaba en la manera que vive; y cuales son los ejercicios de cada uno, tales son sus sucesos, y tales los paraderos cuales son los caminos. Que al loco y al revoltoso y al despertador de pendencias, esas mismas acarrean la muerte, y el que mata a espada, a espada muere; y el antojadizo, digo, a quien cuanto ve se le antoja, al fin fenece de antojo. Porque en lo que decimos tonto, la palabra original, que es evil, significa un género de liviandad que nace ordinariamente de poco saber; que desea todo lo que ve, y no tiene firmeza en ninguna cosa de lo que desea; a la cual es natural y muy allegada la envidia, y el pesarle de todo lo bueno que se parece en los otros porque lo apetece para sí ardiente y inconstantemente. Y no con más ardor que inconstancia; que ansí como se pagan presto de lo que ven, ansí se enfadan de ello con facilidad, y a un antojo destierra otro antojo, y a éste le hace luego guerra otro más nuevo que viene, por do de ordinario perecen a manos de ellos. Porque, por una parte, los consume la sed que tienen de todo lo que no tienen, y, por otra, les acaba la vida no serles posible tener todo cuanto desean, porque no hay cosa que no deseen. Y veces hay que en eso mismo que aman, cuando lo alcanzan, les viene envuelta la muerte, porque como aman por antojo y no con juicio, aman antes que conozcan bien lo que aman y ansí escogen muchas veces por bueno lo que es venenoso, y meten en su casa por sus manos a sus enemigos.

Mas dice:

3. Yo vide loco arraigado, y maldije súbito su belleza. Extiende y especifica eso mismo que ha dicho por las cosas que se le juntan y siguen, y ansí lo hace más cierto. Como diciendo: Y porque es verdad sin excepción que los malos siempre acaban mal, y que los que siguen sus antojos vienen a morir a sus manos, por eso todas las veces que veo algún malo muy próspero, luego le tengo por muy perdido; y aunque con los ojos no vea en él sino prosperidad, con la vista del entendimiento más cierta comprendo su infelicidad y desastre, y por más hondas raíces que tenga, luego le juzgo por seco.

Yo vide loco arraigado, esto es, cada y cuando que veo algún malo muy feliz, maldigo a su belleza súbito, esto es, conozco y tengo en poco su felicidad, porque veo lo breve y lo falso della. Que en decir maldigo, no quiere decir que les desea mal cuando los ve, sino que ve luego el mal que encierra en sí aquella falsa apariencia de bien, o el que les acarrea aquella falsa prosperidad y belleza, y que ansí lo adevina luego y lo anuncia. O, si decimos que maldecir aquí es propriamente maldecir, diremos que maldice a la belleza, ansí como escribe, y no a las personas, que es conforme a razón; porque toda la felicidad injusta o que se funda en injusticia es aborrecible y maldita, ansí por las dañadas raíces de donde nace, como por lo engañoso y quebradizo que ella en sí tiene. Que nunca es durable lo que es violento, y es violento todo lo que es malo e injusto. Y ansí la felicidad injusta es rosa breve y flor que a vuelta de ojo se marchita; y bien en apariencia, y en sostancia y verdad desventura y miseria; y por la misma razón es engaño y embuste que embelesa los ojos. Y cosa cierta es que todos naturalmente aborrecemos y maldecimos a la falsedad y al engaño.

Añade:

4. Alejaránse sus hijos de la salud, y serán quebrantados en la puerta y no defensor. Luego que veo, dice, algún malo feliz y rico le anuncio su desastrado fin, y digo: Alejaránse sus hijos de la salud; que es decir: éste, que al parecer toca con la cabeza al cielo y tiene las raíces tan hondas que no hay quien le arranque, vendrá a menos tan presto, que fenecerá su casa en sus hijos. Alejaránse sus hijos de la salud. No solamente no serán prósperos, pero dice que vendrán a ser desastrados y infelices; porque salud más quiere decir libramiento de mal que demasía de bien, y el salvar es librar de peligro, y ansí el nunca alcanzar la salud es andar siempre en enfermedad y miseria. Y no dice que sus hijos no alcanzarán la salud, sino que se alejarán della; ni dice que ella les huirá, sino que la huirán ellos mismos; que es lo último del desastre, cuando uno parece que él mismo se aparta del bien y, pareciendo que le sigue, se aleja, y los medios que usa para allegárseles, son caminos ciertos para más se apartar.

Y serán, dice, quebrantados en la puerta. Puerta llama el juicio y los tribunales, porque antiguamente estaban a las puertas de los lugares las plazas, y en las plazas, los juzgados. Y, dice, no defensor; esto es, y cuando fueren llamados a juicio y metidos en pleito, cuando les pusiere demanda alguno sobre la hacienda, o criminalmente los acusare por quitarles la vida, no tendrán quien defienda su parte; y serán tan miserables que no sólo los condenará el juez, mas antes dél, como a condenados en el juicio de todos, ninguno los querrá defender. Que es cosa justísima que quien forzó la justicia y no quiso estar sujeto a la ley, y quitó su derecho a los que poco podían, no la halle, ni él ni sus hijos, sino que les falte ansí el amparo público de la justicia, como el socorro particular de la piedad y de la misericordia.

5. Y dice: Cuya segada el hambriento la comerá, y el armado lo tomará, y sedientos beberán su haber, en que engrandece más la caída de los poderes injustos. Porque no solamente vendrá tiempo, cuando en la justicia que se hizo para favor general de todos, no hallarán favor ellos, mas cuando también la tierra misma y los animales de ella, como conjurados, les serán enemigos.

Cuya segada, esto es, sus panes y labranzas, el hambriento la comerá. Hambriento llama a la langosta y a lo que es ansí como ella, que destruye y atala las mieses. Y el armado lo tomará. Armado llama por la misma figura y rodeo al mismo pulgón y langosta, porque como los soldados armados en la guerra, ansí ellos con las armas que la naturaleza les da consumen cuanto les viene delante.

Mas es de advertir que la palabra original, que es tsinim, unas veces significa los escudos, que son armas, y esto siguió Sant Hierónimo, y ansí trasladó en este lugar armados; otras significa las espinas o las puntas agudas, cualesquiera que sean; conforme a lo cual en este lugar puede ser el seto o valladar que cerca los sembrados o viñas, y es como su defensa y escudo, que en muchas partes es de zarzas o espinos. Y ansí dirá que las langostas hambrientas les comerán las mieses a estos ricos y pecadores que dice, y que de las espinas las tomarán; esto es, que ni las espinas defenderán de las langostas a sus mieses, ni los valladares ni otro reparo ni cerca.

Y sedientos beberán su haber. Sedientos llama o vellosos (que lo uno y lo otro significa la palabra primera) a los salteadores, que hacen vida en los desiertos y campos, que en Idumea y Arabia de quien se escribe este libro, son faltos de agua. Y ansí a los que en ellos vagueaban para hacer mal, justamente Elifaz llama o sedientos, porque les menguaba el beber, o vellosos, porque andaban como salvajes, ansí en la vida como en la disposición del cabello. O sedientos llama por figura a los años secos y estériles, o verdaderamente a los vientos cierzos que dejugan la tierra y lo que produce y abrasan y secan; a que dos cosas favorecen: una, que Elifaz en este verso propriamente trata del daño que los temporales hacen en las haciendas de los pecadores, y a los temporales malos pertenecen como las langostas, ansí también los cierzos y la falta de lluvias. Otra, porque la palabra original saaph, que trasladamos beber, propriamente quiere decir atraer a sí, como cuando el que respira recoge al pecho el aliento; que es como imagen de lo que el sol sin nubes y el cierzo, cuando corre en la tierra, hace, que le sorben el aliento. Pues dice que el cielo no enviará lluvias, y enviará cierzos y hielos; y la tierra producirá langostas y espinas, que consumirán las haciendas y posesiones de aquestos que dice.

Y reparte con propriedad las palabras; que a las langostas da el comer, y a los cierzos y calmas el beber; y de las mieses dice que serán comidas, y de la demás labranza, que es la que pertenece a las viñas, que será bebida; como diciendo que la langosta les comerá los panes, y el cierzo les beberá y dejugará las viñas.

Y con esto viene bien lo que añade:

6. Porque no saldrá del polvo vanidad, ni de tierra fructificará quebranto. Vanidad llama todo lo que es culpa, y quebranto, todo lo que es pena y castigo. Y responde en esto Elifaz a lo que alguno por caso dijera: que si hay años estériles y si vienen langostas, y si el agua, o faltando o sobrando, o anega o no cría las mieses, que esa es o cualidad del suelo o disposición de los tiempos, y no culpa de los hombres ni castigo de culpas. Ansí que responde y dice que ni la tierra produce vanidad ni fructifica quebranto, que es decir que ni cría culpa ni padece pena. Porque si la tierra pudiera pecar, pudiéramos también creer que eran pena de su culpa los años estériles; mas como en ella no hay pecado, ansí este desconcierto de tiempos no es castigo suyo; y si no es castigo de la tierra, conclúyese que lo es de los pecadores que viven en ella, cuyas haciendas con semejantes daños se pierden; y si es castigo de ellos, convencido queda que el cielo y la tierra son fructuosos de suyo, y estériles por nuestros pecados, y que usa Dios de ellos como de verdugos para nuestro castigo.

Y conforme a esto prosigue y dice:

7. El hombre nacido para laceria, y las hijas del ave para ensalzarse volando. Que es proseguir su razón y decir: El hombre es sujeto capaz de pena, ansí como lo es de culpa; y como al ave le es proprio el volar, ansí el hombre nace para padecer, porque nace enemigo y culpado. Por donde los temporales malos no son pena de la tierra, que no es capaz de ella, sino castigo del hombre, que nace digno de ser castigado. Por manera que reduciendo a términos lógicos el argumento que Elifaz en estos dos versos encierra, dirá bien ansí: Los males no son males sino a quien los siente y merece; la tierra no es sujeto de culpa ni siente pena, y el hombre sí, porque como de nacimiento le conviene; luego las esterilidades del suelo y las malas disposiciones del aire, con los demás daños que en la tierra se ven, no son penas de la tierra, que ni las siente ni las merece, sino de los malos hombres que en ella viven.

Dice:

8. Por donde yo buscaría a Dios, y con Dios pondría mi; fabla. Concluye, pues, y concluye bien, según lo que arriba esta dicho; porque si a los ricos y poderosos, si son injustos y malos, les valen tan poco su poder y riqueza, que en creciendo caen y cuando están más floridos, o lo parece, se secan y no son tan prósperos en el subir cuanto son en el caer infelices, y si todo les es enemigo y como conjurado en su daño les hace guerra todo, los hombres, los animales, la tierra; bien dice Elifaz que el remedio es buscar los hombres a Dios, que es seguir la justicia y poner los pasos en la virtud, que es el camino por donde se halla. Y si les aconteciere que, o vencidos de la flaqueza o engañados por su poco saber, erraren este camino y salieren alguna vez dél y ofendieren a Dios, que les pese de la ofensa y que pidan perdón al ofendido.

Y esto llama poner con Dios su habla, suplicarle con humildad que los perdone, esto es, no hablar contra él indignados porque los castiga, sino sujetándose a la pena con verdadero conocimiento de sí, hablar con él suplicándole que levante la mano de su justicia. Y no dice Elifaz: Esto se ha de hacer, sino: Yo esto haría, para dar ansí más fuerza a su dicho y para persuadirlo mejor, porque nadie escoge para sí sino lo que tiene por bueno. Y porque habla con Job, a quien ve azotado y tiene por pecador y culpado, es como si le dijera: El malo, como te digo, por mucho que a los principios en riqueza suba, viene a miseria después, como a ti agora te aviene, que estabas prosperado, y eras malo, y ya estás caído y perdido. Y conforme a esto el remedio no es dolerte o querellarte de Dios como agora tú te querellas y dueles; que, pues por ofender a Dios viniste a caer, por aplacarle y suplicarle y no por enojarle, has de volver a subir. Yo, al menos, ansí lo juzgo y lo hiciera ansí, si en tu estado me viera; y pusiera con Dios mi habla, y confesándome por hechura suya y por digno de mayor pena, suplicárale que pusiera fin a su justa ira.

Y porque el estado de Job era muy miserable, y tal que parecía carecer de remedio, o a lo menos tenerlo muy dificultoso, porque la dificultad no impidiese la esperanza a que le llamaba Elifaz, ni dudase Job que, volviéndose él a Dios, Dios le tornaría a su estado, dice luego del poder que Dios tiene y diviértese a tratar dél por sólo este fin, y cuéntalo y encarécelo por hermosas maneras.

Y dice:

9. Hacedor de grandezas sin pesquisa, de maravillas hasta no cuenta. Como diciendo: Y no dudes de que si te vuelves a Dios, te remediará Dios; que para lo que puede Él, eso es muy fácil porque son sus grandezas sin cuenta. Y refiere para mayor evidencia algunas de ellas, y aquéllas señaladamente que se allegan más a esto que él propriamente pretende, que es hacer a Job seguro que Dios puede y suele levantar a los caídos y reparar a los deshechos que se vuelven a Él.

Y ansí dice de esta manera:

10. Dador de lluvias sobre faces de tierra, enviador de aguas sobre faces de plazas. Esto pertenece a las obras de naturaleza que Dios hace y a las maravillas que en ella obra; y lo que dice después toca a la gobernación de las cosas libres. Y escogió Elifaz entre todas las obras maravillosas, que en la naturaleza hace Dios, esta del llover, para decirla por tres razones: una, porque es muy conocida y como puesta en los ojos; y lo que se trae para prueba de lo que se duela y platica, conviene que sea manifiesto y notorio; otra, porque aunque la costumbre quita la maravilla, pero es, sin duda, maravillosísima obra la del llover, si se considera como conviene, porque como el agua sea más pesada que el aire, grande muestra es del poder de Dios y de su grande saber adelgazarla tanto que pueda subir en alto y extenderse por cima del aire y, extendida en él, tornar a cobrar peso para volver a caer, y que ni en lo uno ni en lo otro haya violencia ni fuerza; porque natural le es al vapor húmido subir en alto, y empinarse en el aire; y natural le es al mismo tornarse al suelo y caer en él hecho gotas menudas. Y si cayera de un golpe todo y como hecho un arroyo, fuera menos espanto; mas que estando junto y apiñado y inclinado todo a caer, y con el peso que le es para caer necesario, y en lugar, que por ser raro y sin resistencia, no le puede impedir la caída, no venga al suelo junto, sino que se reparta ello por no sé qué secreta manera, y venga ansí esparcido y partido en menudísimas partes, como si alguno desde lo alto artificiosamente lo rociara y tendiera, es verdaderamente maravilloso negocio. Y, sobre todo, lo es ver que haya Dios hallado artificio para a un tiempo mismo y a un punto regar tantos y tan largos espacios de tierras, y tan por un igual a todas como en las lluvias del invierno lo vemos. Ansí que ésta es la segunda causa.

Y la tercera y última es porque es obra muy vecina y muy allegada a lo que pretende, y por decir verdad, porque es como imagen de aquello mismo que persuade y que prueba. Porque el enviar Dios lluvias sobre la tierra seca, y fecundar con ellas y vestir de hermosura y de fructos al suelo yermo y estéril, es como levantar con su favor lo caído y lo pobre a estado próspero y rico, y como dar vida y verdor a lo que ya tenían agostado y seco los sucesos adversos. Y como puede Dios hacer esto en la tierra, puede lo mismo hacer en la gente.

Y ansí añade muy bien:

11. Para poner bajos en altura y enlutados ensalzaron salud. Como si con más palabras dijera: Envía Dios sus lluvias al suelo desnudo y pobre, y con ellas le adorna y enriquece, para que por ello se entienda cuán fácil le es a él subir los bajos a alteza, y los enlutados y denegridos a vida y salud; que como con la lluvia puede enriquecer lo pobre, ansí con el rocío de su favor pone en pie lo caído.

Y llama enlutados a los desastrados y tristes, porque la tristeza les ennegrece el ánimo, y la mala fortuna derrueca a lugar escuro su estado; y dice salud, según la propriedad de su lengua, no lo que es carecer de enfermedad en el cuerpo, sino lo que es perfecto y cabal bien ansí en la vida como en la fortuna, como en la estimación y en la honra; y es salud lo mismo que felicidad y buena andanza.

Dice:

12. Desbaratador de pensamientos de resabidos, no harán sus manos sutileza. Dos cosas pueden poner estorbo al remedio del que padece, o la naturaleza de las cosas mismas, como en la enfermedad la cualidad de los humores o de los miembros dañados hacen que el enfermo no sane, o la contradicción y mal ánimo de los hombres que, a veces abierta y a veces encubiertamente, procuran que el caído no se repare, porque gustan de tener un competidor menos.

Mostró que no estorba a Dios lo primero, porque es Señor de la naturaleza y levanta el agua al cielo, y la despeña cuando quiere del cielo a la tierra, y embriaga lo seco y seca lo húmedo, y despoja lo florido y viste de flor lo desnudo; muestra agora lo poco que también puede lo segundo, que es el contradecir de los hombres. Y ansí dice: Si te vuelves a Dios, no temas que dejará de repararte, ni por la mala disposición a que ha venido tu carne seca y podrida, porque él sabe enviar su agua sobre la tierra seca, ni por las mañas artificiosas de los hombres, a quien tu calamidad da contento, porque Él es desbaratador de pensamientos de resabidos. Y en decir desbaratador, no solamente dice que los desbarata, sino que es como proprio oficio suyo el desbaratarlos. Porque a la verdad es ansí, que como desde el principio la codicia de saber excesiva y el querer ser resabidos los hombres, tomó competencia con Dios, ansí Dios se precia particularmente de hacer guerra a este vicio, y de volver en necedad todo el aviso que de sí presume, y de entontecer, como Sant Pablo dice a toda esta sabiduría y sotileza del mundo.

Y aun podemos decir que en este verso Elifaz, y en los cuatro que se le siguen, profetiza (porque no se puede dudar de que en muchas partes este Libro es profético), ansí que profetiza la victoria que Dios por Cristo había de alcanzar del demonio, y la manera como le había de vencer con sus mismos avisos, y venciéndole, despojarle de los que tenía engañados y presos. Y profetízalo aquí muy a propósito, como arguyendo de lo más o lo menos y como diciendo que, quien puede deshacer la cabeza del mal, mejor podrá reparar los males particulares; y que quien ha de librar a todos los hombres de la servidumbre miserable en que los tiene el demonio, bien podrá sanar a Job de las llagas que el azote del demonio le hace.

Y porque de todo este mal que padece Job, el demonio es el inducidor y el verdugo; para persuadirle que espere su remedio de Dios y para criar en él Elifaz la esperanza que quiere, viene muy bien el decirle lo mucho que Dios puede contra el demonio, y lo que en lo venidero ha de hacer contra él. Y como en los Sagrados Libros los Profetas que los escribieron, cuando piden alguna merced a Dios, o en su persona o en la ajena, acostumbran a contar las grandezas que hizo Dios cuando sacó a los judíos de Egipto, para con aquel cuento como despertar en Dios la memoria del amor que a los suyos tiene, y lo mucho que por ellos sabe hacer cuando quiere, y para inducirle a que haga lo particular que le piden, que es mucho más fácil, pues hizo aquello general y tan grande, ansí y por la misma manera los mismos hacen encubiertamente memoria de la caída del mal y de la redempción de los hombres todas las veces que en sí o en otros pretenden alentar la esperanza. Porque, a la verdad, ni hay cosa que ansí en los trabajos nos anime como considerar que tenemos ya por Cristo vencido al que nos los procura y atiza; ni poseemos prenda que ansí nos asegure del favor que en Dios tenemos, como lo que por Cristo hizo para sacarnos de nuestras mayores necesidades.

Pues dice bien Elifaz que Dios es desbaratador de pensamientos de resabidos, y que no harán sotileza sus manos; porque en lo que contra los hombres hizo el demonio, aunque procedió en ello primero como soberbio y después como envidioso y, finalmente, como enemigo nuestro y de nuestra sangre sediento; pero no procedió ciegamente, antes se hubo como mañoso y astuto, y ató en ello tan bien su dedo y con sotileza tan grande, que el saber de Dios solamente (como en otra parte dijimos) pudo contraminarle su aviso y desbaratarle, como Elifaz aquí dice, su pensamiento a este resabido y sotil. Mas ¿cómo lo desbarató?

Eso es lo que añade:

13. Prendedor de sabios en su mismo aviso, y consejo de perversos es deshecho. Porque las armas con que Dios le deshizo fueron esas mismas que se forjó él para deshacer el bien y la preeminencia del hombre. Que, engañando a Adán, pensó apartar a Dios del hombre; y, por allí vino a juntarse el hombre en una misma persona con Dios. Y trayendo a Cristo a la muerte, pretendió fenecer la vida de Cristo; y la muerte de Cristo dio vida al hombre y asoló el poder del demonio.

Y en lo que dice que deshace Dios el consejo perverso, es de advertir que la palabra primera, nimehar, tiene significación de aceleramiento, y lo acelerado es vecino al error; que lo loco y sin tino decimos que se acelera, y llamamos súbitos a los que notamos de locos o necios. Y ansí, decir aquí que destruye Dios el consejo perverso, y decirlo con la palabra que digo, es decir que les deshace acelerando en la resolución dél a sus autores, y haciendo que, cuando pretenden dañar, se arrojen inadvertidamente en su daño. Como en Lucifer pareció que apenas hubo conocido el bien que ordenaba Dios para el hombre, cuando se resolvió en destruirle; y ansí erró el golpe y quedó miserablemente preso adonde pensaba prender.

Mas dice:

14. De día encontrarán tinieblas, y como noche palparán en la siesta, que es cosa que de lo que ha dicho se sigue. Porque el arrebatado y acelerado en sus pareceres, muchas veces no ve lo que tiene presente y tropieza en lo claro, y en medio de la luz, como si fuese noche, anda a tiento. Y dice en siesta por mayor encarecimiento, porque es mayor la luz entonces con el sol en el medio del cielo.

Añade:

15. Y salvó de cuchillo de su boca de ellos, y de mano de fuerte al pobre. Que como quiera que lo entendamos, o según lo general o conforme al caso particular del demonio, éste es el fin para que Dios desbarata su consejo, esto es, para quitarles la presa de la boca y sacarles de entre las uñas al pobre; que es también lo de que Elifaz quiere asegurar a Job para que se anime y esfuerce en Dios, aunque se vea, a lo que parece, perdido.

Dice, pues, que salvó de cuchillo de su boca de ellos, esto es, de su boca, que es como cuchillo; y de mano de fuerte al pobre, esto es, de entre sus manos y uñas fuertes. Porque habla del malo, como de una bestia fiera, cuyas unas son fuertes y cuyos dientes son como cuchillo; o porque, a la verdad, el daño que nos hizo en nuestro primer padre el demonio, comenzó de la boca. Quiero decir que se trató primero en el entendimiento, persuadiéndole con engañosas razones, y se perfeccionó con las manos, porque a los que engañó con palabras puso luego debajo de su mano tirana y los sujetó a su servicio. Y lo que allí pasó acontece cada día después en los que engaña el pecado, que venimos a él, no traídos con fuerza, sino inclinados con inspiración engañosa; y presos una vez, la costumbre mala se apodera en breve y hace en nosotros presa y nos echa sus uñas fortísimas.

Ansí que primero nos prende la boca, y después nos tienen las uñas aferrados y asidos. Y es muy de advertir lo proprio de las palabras que Elifaz da a cada cosa, ansí a la boca como a las uñas, conforme a lo que aquí significan; que a la boca atribuye cuchillo, y a las manos llama fuertes, porque la persuasión y la sugestión, que es el atizador primero del mal, es sutil y agudo, y corta y penetra por el alma como espada afilada; y la costumbre adonde se perfecciona y remata lo malo es como manos que prenden y como brazos que cercan y como uñas que aferran y como manos y brazos y uñas fuertes de que apenas librarse puede el que es preso una vez.

Mas prosigue y concluye:

16. Y fue al mendigo esperanza, y el torcimiento cerró su boca. Pobre llama y mendigo a todo el linaje humano, a quien Cristo libertó del demonio, ansí por ser de su naturaleza flaco, como por la desnudez y estado vil en que le puso su culpa. Y pobres son, en respecto de los hijos de este siglo que se apoderan del mundo, todos aquellos que siguen la sencillez y vida pura, porque son los más dispuestos para ser maltratados, y para vengarse de quien los maltrata los más faltos de poder y de armas. Mas, al fin, vuelve por ellos Dios, cuyo oficio proprio es, como significa Elifaz, volver por los tales; y la boca que se abrió contra ellos, o por mejor decir, la boca que los tuvo ya en sí, déjala Dios vacía y mordiendo en el aire, y al fin la cierra; porque, al fin, el torcimiento, esto es, el autor de todo lo que es malo y torcido, y todo lo torcido y malo con él lo sepultará Dios en cerrada y escura cárcel, para que ya más no parezca.

Mas sigue:

17. Ves, bienaventurado varón que lo reprehendió Dios; y castigo del Abastado no aborrezcas. En que, insistiendo Elifaz en su intento, quita todo lo que podía ser estorbo a Job para esperar en Dios y volverse a él en la manera que le persuade que vuelva, y que espere. Porque le pudiera decir que, si ya Dios es poderoso y si tiene por oficio desagraviar a los pobres, y si sacó al hombre del poder del demonio, pero que a él no le sacara ni le tornara a su primer estado, porque le tiene aborrecido como por las obras lo muestra. A que responde aquí y dice que no desespere de ser bien recibido de Dios, si se volviere a Él, ni se persuada que le aborrece, porque le castiga; antes lo tenga por prenda de amor y piense que es regalo el azote, y que el azotado es dichoso.

Y ansí le dice que el castigo del Abastado no le aborrezca, esto es, que uno aborrezca a sí mismo, ni pierda el esfuerzo porque Dios le castiga, porque es felicidad tal castigo. Y llama Abastado a Dios porque tiene en sí todo el abastecimiento del bien. Y llámale con razón ansí en la coyuntura de agora, cuando afirma que es buena dicha ser azotado de Él, y cuando persuade a Job que no desespere de volver a su fortuna primera, para que le enseñe el mismo nombre que Dios lo puede todo, y que, como es abastado y poderoso para derrocar lo ensalzado, lo es también para ensalzar lo caído, y que, como puede llagar, puede también sanar al que llaga.

Y esto es lo que luego dice:

18. Porque Él hará doler y suelda, llagará y sus manos melecinarán. Porque igualmente, y por una medida misma, tiene en sus manos la salud y la enfermedad, la muerte y la vida.

19. En seis angustias te escapará, y en siete no tocará mal en ti. Dice, y aunque por un igual lo puede todo Dios, pero a hacer bien es muy más inclinado, ama el librar de mal y de pena a los suyos. Ansí que convierte tu deseo a él, seguro que te librará del mal que padeces.

De seis angustias, dice, te escapará, y en las siete no tocará mal en ti, esto es, librarte ha de todo mal y angustia. Porque con esta forma de decir de seis y siete, en la lengua original de este Libro, se suele significar, o todo aquello de que se habla o mucho dello; y para que la demostración y encarecimiento mayor sea, especifica en particular algunos de estos males, y dice:

20. En hambre te redimirá de muerte, y en pelea de mano de espada. En la hambre te redimirá, proveyéndote de mantenimiento, y en la guerra será tu escudo para que no seas herido.

Y añade:

21. De azote de lengua serás escondido, y no temerás correría cuando viniere. Bien dijo el esconder al azote de la lengua, porque el verdadero remedio contra la mala lengua es que el maldiciente no os vea ni os conozca, porque a nadie que conoce perdona; y lo que una vez la lengua mala llama y entizna, con dificultad se sana o se limpia después. Y lo que dice correría es nombre de guerra, cuando los que están en frontera salen con mano armada a correr la tierra de los enemigos, y a talarles los campos, y a prender las personas y los ganados.

Mas torna y repite:

22. De correría y de hambre te reirás, y de alimaña de tierra no temerás. Porque Dios, dice, que será tu amparo, si a Él te volvieres, te librará del latrocinio de los hombres, y de la hambre que nace de los temporales, y de la violencia de las bestias fieras; porque, a la verdad, a estos tres principios se suele y puede reducir todo el mal que padecen los hombres, o a la destemplanza del aire o a la injusticia humana o a la fiereza de las bestias.

23. Porque con piedras del campo tu liga, y alimañas del campo se apaciguarán a ti. Con lo cual añade sobre lo que ha dicho hasta aquí, y encarece más su proposito, como diciendo: y no solamente no te dañará el mal, mas lo que suele para otros ser malo, será para ti bueno y olvidará contigo su natural condición; porque no hay cosa más seca que la piedra, ni más desapegada ni más ajena de lo que es sentido de paz. Pues aun ésas, dice, se mostrarán de tu bando; y las alimañas fieras, que son las moradas proprias de la braveza, te serán no sólo mansas, sino también favorecedoras y amigas. Y si te amará lo sin sentido y lo bruto, ¿qué será lo doméstico y lo que mora en tu casa? Por lo cual dice:

24. Y sabrás que paz tu tienda, visitarás tu morada, y no pecarás. Y sabrás, esto es, y conocerás por la misma experiencia que tu tienda, esto es, que tu casa toda (que la llama ansí por los que en aquella tierra traían vida movediza y vivían en tiendas de campo, que eran muchos, cuales eran los cedarenos), ansí que verás, dice, que tu casa y tu tienda es paz, esto es, que todo lo que hay en ella es descanso y contento; y que la mujer te amará, y los hijos te agradarán, y te servirá la familia, y será toda tu suerte medida al deseo. Y ansí visitarás tu morada y no pecarás; esto es, aunque de industria y con diligencia la mires, y aunque la trastornes y aunque pesquises con cuidado todo lo particular que allí pasa, no hallarás estropiezo ni cosa que te ofenda o enoje, antes todo será riqueza y bendición, como añade:

25. Y sabrás que mucha tu simiente, y tus pimpollos como yerba de la tierra. Simiente y pimpollos llama ansí a los hijos proprios, como a los demás fructos de hacienda y ganados; que todo, dice, se lo multiplicará Dios a Job, si se torna a él, como se multiplica la yerba.

Y aunque es verdad que Elifaz habla agora aquí propriamente con Job, también es cierto que pretende en Job enseñarnos a todos, y que de ocasión particular, esta su doctrina es general y común. En que nos dice y enseña que Dios nunca cierra la puerta para recibirnos, si nos volvemos a Él; ni se cansa de perdonarnos, como queramos ser perdonados: ni por habernos hecho mucho bien y por haberlo perdido nosotros, queda Él o menos rico o menos poderoso, o con menos voluntad de reducirnos a mayor y mejor estado.

Y no solamente dice esto, cuanto toca a la felicidad temporal y que se descubre de fuera, sino mucho más cuanto a la secreta prosperidad del ánimo, que consiste en la limpieza de él y en su salud y hermosura y celestiales riquezas. Y ansí, las más de sus palabras tienen más alta significación de lo que suenan y se pasan a otras cosas mejores; porque, sin duda, al que se vuelve con verdad a Dios, le promete Elifaz, no sólo el amparo de Dios en los males del cuerpo y no sólo la franqueza suya para los bienes de la tierra, sino mucho más en los bienes del alma, que son los verdaderos y proprios. Y promete al que se reconcilia con Dios paz con las piedras, y que hallará jugo con ellas, y que las alimañas del campo, en lugar de hacerle pedazos, le harán amistad; porque, en estando bien el alma con Dios, la tierra dura y lo empedernido de nuestro cuerpo para los sentimientos del cielo, se ablanda y se enmollece y recibe el rocío del cielo y da fructo de piedad y justicia; y hácese fecundo lo estéril, y fructifica para el cielo la tierra, y las alimañas fieras de nuestros sentidos y sus inclinaciones y aficiones bestiales, que salteaban antes a todas horas y que despedazaban el alma, hacen paz con ella, y se le sujetan y la reconocen.

Y puede entonces el hombre entrar sin miedo en su casa y vivir con sosiego consigo; y ni en su cuerpo, que es como tienda en que el alma desterrada aquí vive, ni en las partes menos perfectas del alma, ni en esa alma misma, que es la propria morada de la razón, halla en que peque, en que estropiece, en que se disguste y enoje; antes lo halla todo mejorado, y tan a una hecho para hacer bien, que no solamente es bueno lo que fructifica, sino también es mucho el fructo y muy copioso, y ansí por todas partes rico; y añadiéndosele cada día nuevos fructos del mérito, fenecido el navegar de la vida, entra en el puerto abastado de bienes.

Por lo cual concluyendo, al fin, dice:

26. Vendrá con sazón a la huesa, como amontonamiento de mieses es alzado a su tiempo. Con sazón, dice, morirá, si sirve a Dios; esto es, morirá de su muerte y sin violencia, y después que la vida llegue a su madurez, harto de días, y cuando ya la edad y los años lo pidan. Que como, cuando la fruta en el árbol llega a tener su sazón se suele ella caer de suyo, sin que los otros la corten, ansí tiene su cierta sazón el vivir adonde la vida misma, cuando llega, llama a la muerte.

Y a la verdad, el bueno siempre muere bien y el que muere bien siempre muere en sazón. Como al contrario, a los malos, por mucho que vivan, les viene siempre sin tiempo la muerte, porque mueren antes que les convenga morir y son cortados siempre en agraz, porque están verdes siempre, por razón de su mucha liviandad y mal seso.

Mas muere, como dice Elifaz, en su sazón el bueno; y para declararlo más, compáralo y dice como amontonamiento de mieses es alzado a su tiempo. Como, dice, se cortan las mieses y se alzan en las paneras, no cuando están verdes, sino cuando están bien espigadas y secas, ansí al amigo de Dios le llama Dios y le alza a sus bienes, cuando ya le tiene bien granado y maduro. Y no dice como mieses, sino como amontonamiento de mieses, esto es, como muchas mieses y muy abundantes, porque hay espigas y mieses secas y estériles, y que se cogen también o para el fuego o para otros servicios, y el justo no es ansí sino como espiga de buen año y riquísima, que la corta para el cielo Dios en teniendo sazón.

Y con esto da fin Elifaz a su plática, y rematándola dice:

27. Ves; esto pesquisamos, ansí ello; óyelo, y aprende para ti. Esto es: Ves, cuanto te he dicho no es sueño ni fantasía mía, sino cosa muy pesquisada, esto es, considerada con atención profunda, y ello es la misma verdad. Por tanto, óyelo, esto es, dale entero crédito; y apréndelo para ti, esto es, y aprovéchate de ello. Ansí que dícele que esta su doctrina es verdad apurada; y ruégale que se persuada de ella, no sólo para conocer que es ansí, sino para vivir ansí como por ella se dice, que es el fin del saber.





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