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ArribaAbajoApéndice

De algunos lugares oratorios propios para la elocución


Aunque los retóricos han colocado la definición, la similitud, y la comparación en la clase de los lugares oratorios por lo que respecta a la invención; el las mirarnos como adornos y hermosuras del discurso, veremos que la elocución saca un gran esplendor de estas composiciones. Los escolásticos definen, asemejan, comparan; pero los oradores lo hacen con dignidad y grandeza.


ArribaAbajoDefinición

La definición oratoria no es una seca y didáctica explicación de la propiedad, género, o diferencia de las cosas; es una abundante y exornada explicación del objeto que nos proponemos definir por varios modos, propiedades, y circunstancias.

Unas definiciones son más sostenidas y circunstanciadas; otras más rápidas y precisas avivadas muchas veces con un colorido fuerte y brillante. Pero en todas puede entrar el uso de las figuras, como adornos y gracias de su composición. Así definimos una cosa de muchos modos, y son las siguientes.

POR LAS CAUSAS.- La ley es el órgano saludable de la voluntad de todos con el fin de restablecer el derecho de la libertad natural entre nosotros: es una voz divina destinada para dictar a cada ciudadano los preceptos de la razón pública: es en fin la ley la que da a los hombres la libertad con la justicia.

POR LA ETIMOLOGÍA.- La palabra virtud se deriva de virtus, fuerza, porque la fuerza es la base de toda virtud. ¿El hombre virtuoso no es aquel que sabe subyugar sus pasiones? Luego la virtud es el dote de un ser flaco por naturaleza, y fuerte por la voluntad.

POR COMPARACIÓN.- La hipocresía es un homenaje que el vicio tributa a la virtud, como el de asesino de César, que se postró a sus pies para matarle con más seguridad.

POR METÁFORAS.- La justicia civil y la militar son los dos brazos de la autoridad suprema: la primera apacigua el furor de las ofensas, endereza los yerros de la ignorancia, desentraña los subterfugios de la codicia; la segunda es una muralla contra la violencia abierta. Son en fin, la una el órgano de la paz, y la otra el horror de la guerra.

POR LOS EFECTOS.- ¿Qué otra cosa es la embriaguez que la perturbación del cerebro, la estupidez de los sentidos, y el desenfreno de la lengua; un combate del cuerpo, un naufragio de la castidad, el borrón de la honra, y un embrutecimiento del alma?

POR NEGACIÓN.- El héroe gentil, que comúnmente pintan las historias, no es siempre un hombre justo, prudente, ni templado. No temamos afirmarlo: muchas veces el heroísmo ha debido su brillantez a los ojos del mundo al menosprecio de estas tres virtudes; y si no dígase, ¿qué serían Alejandro, César y Pirro mirados por este lado? Con algunos vicios menos acaso hubieran sido menos célebres, porque la gloria caduca fue siempre el premio de aquellos Conquistadores; mas las virtudes tienen otro eterno reservado.




ArribaAbajoSimilitud

La similitud es aquella conformidad que dos cosas, aunque de distinta naturaleza y categoría, tienen entre sí por la analogia de alguna propiedad, efecto, causa, u otra circunstancia que sea impropia, o figuradamente común a entrambas.

Así se pueden asemejar el hidrópico, y el avaro, aunque tan diferentes entre sí, que el uno padezca enfermedad física, y el otro moral; porque este último, por aquella sed del oro en sentido metafórico o translaticio, es semejante al primero por la otra sed de agua en sentido propio y recto.

Por lo mismo entre el sol y la filosofías dos objetos tan distantes por todos los respetos y propiedades, hay una clara semejanza, en cuanto la última ilumina en sentido figurado a los hombres, al modo que el primero alumbra la tierra en sentido propio.

Pero es de advertir que el objeto de que se saca el término de la similitud en el sentido translaticio, es siempre el asemejado; y el que da este mismo término en el sentido propio y natural es el modelo con que se coteja. Por esta razón la filosofía en el último ejemplo es el objeto asemejado.

Las similitudes, como las comparaciones, son un espacioso campo de pensamientos: los efectos de la naturaleza, los fenómenos celestes, el espectáculo de la tierra, el teatro de la física, de la historia, y de la fábula presentes a la memoria, sugieren a una infeliz imaginación infinitos rasgos. Pero el gusto, que todo lo sazona, consiste en emplearlos, oportunamente, y servirse siempre de los más fuertes y brillantes; porque los símiles exigen gran caudal de invención, mucha valentía, y un pulso maestro en la elección de objetos, siempre los más nobles y sencillos.

Estos objetos suponen en el hombre una memoria abundantemente poblada de imágenes de toda especie, y unas en particular de imágenes grandes: y como éstas entran por los ojos, los del orador o escritor elocuente deberían haber visto los grandes espectáculos del mundo.

Podrá ser feliz, atrevido, y fecundo en símiles el hombre que haya paseado la tierra, corrido los mares; el que, por ejemplo, desde las altivas cumbres de los Alpes, puesta casi toda la Europa a sus pies, haya seguido de una ojeada el curso del Po, del Ring, y del Ródano, haya contemplado aquellas pirámides eternas de nieve, sus manantiales cristalinos, y olorosos vegetables; el que haya visto la espantosa erupción de los volcanes, penetrado en la silenciosa soledad de las selvas, naufragado entre la cólera de un océano furioso, estremecídose en medio de los cóncavos y valles entre las reverberaciones de los relámpagos, y repercusiones del trueno; en fin el que haya visto el mundo, y palpado sus prodigios. Creo que no desmerecen nuestra atención los ejemplos siguientes.

I

De los maldicientes detractores de los hombres insignes, dice un escritor: "Estos enemigos natos de las almas superiores, y envidiosos de la gloria que ellos no merecen, son semejantes a aquellas plantas viles que sólo crecen entre las ruinas de los palacios; pues no pueden levantarse sino sobre los destrozos de las grandes reputaciones.

II

Las crueldades de Domiciano habían aterrado de tal suerte a los Gobernadores, que el pueblo Romano pudo en su reinado restablecerse un poco; del modo que un rápido torrente, destruyéndolo todo en una orilla, va dejando en la otra una vega donde verdean hermosos prados.

III

El tiempo ha destruido las opiniones de Descartes, pero su gloria subsiste; semejante a aquellos Reyes destronados, que aun sobre las ruinas de su imperio parecen nacidos para mandar a los hombres.

Otras veces un mismo objeto tiene dos términos de semejanza diferentes, o bien contrarios entre sí, pero cada uno relativo a la cosa asemejada. Como lo de aquel poeta, que dice: Ya los dos nos parecemos al roble que más resiste: tú en ser dura, yo en ser firme.

También se puede avivar la imagen, añadiendo a una semejanza otra mayor, que si observan gradación realzan el pensamiento. Como aquel que dijo del martirio de San Lorenzo: Te recreas como la salamandra, o más bien, renaces como fénix de Cristo entre las llamas. Alguna vez se ponen dos objetos de similitud opuestos entre sí por el término que los asemeja. Así dice uno: Oh! mal terrible, que naciste como el fénix, y acabaste como el cisne. A este tenor otros muchos.

Pero la gravedad de la verdadera elocuencia proscribe todas las similitudes nominales, como son las que juegan sobre paranomasias, etimologías, y alusiones falsas: conceptillos pueriles y superficiales, indignos de la oratoria, y sólo tolerables en los versificadores de agudezas.

Tampoco deben sacarse las similitudes de objetos bajos o sórdidos, ni de cosas oscuras, demasiado sutiles o abstractas: en los primeros quedan ofendidas la nobleza y la decencia; y en los segundos la claridad y energía.

Todo el mérito de la simililud consiste en elegir la imagen más viva y representativa de la circunstancia que uniforme dos cosas con más propiedad; pues siempre se debe buscar aquel objeto que tenga el término o adjunto de la semejanza más natural y estrecho con la cosa asemejada. Porque aunque muchas cosas se parecen, hay más estrecha conformidad entre unas, que entre otras; y aun entre las primeras se halla uno de sus términos de semejanza más idéntico que otro.

El orador que quiere hacer sus pensamientos más sensibles, elige los símiles más naturales, fuertes y enérgicos. Por ejemplo: el mármol tiene la frialdad y la dureza como dos términos de semejanza; pero posee la última en grado superior, y sin depender de accidente alguno. Luego por este lado ha de servir de término al cotejo de una cosa dura, y no por el otro al de una fría; porque ésta se puede asemejar al hielo, cuya frialdad es más intensa, y natural.

También hay términos de semejanza, no propios sino metafóricos. Así decimos alguna vez: Está dormido como una piedra. La piedra, que es el objeto de la semejanza, no puede dormir siendo un ser inanimado; sólo representa figuradamente un sueño profundo por su inmobilidad e inercia; y aquí se toma por objeto de una similitud más enérgica, en cuanto una masa de piedra parece lo más distante de las funciones de un animal despierto.

DISIMILITUD.- Cuando el término, que debía ser él vínculo de la analogía entre dos objetos, es al contrario el de desconformidad u oposición, entonces se comete la disimilitud. En sentido contrario, se pueden aplicar las mismas reglas dadas para la similitud; aunque siempre es de uso menos frecuente.

Clases de símiles

Al género de los símiles pertenecen los emblemas, los símbolos, y los jeroglíficos, que son otras tantas pinturas parlantes, o representaciones alegóricas de los objetos que la elocuencia quiere hacer más visibles y palpables.

EMBLEMA.- Es la esperanza el primer móvil del hombre, y al lado de ella está el temor: este es el reverso de la medalla. La imagen se saca aquí de la numismática.

SÍMBOLO.- ¿Qué vemos en este rebaño? Muchos perros y pocos pastores. No hay cosa que mejor signifique el gobierno aristocrático. Aquí se saca del estado pastoril.

JEROGLÍFICO.- Contempla este león, voz cede a la mano que te alaga, y a la que le amenaza, y verás representado el altivo Monarca que ama y teme la religión. Aquí la imagen se saca de la historia natural.




ArribaAbajoComparación

La comparación es aquella confrontación que se hace de dos objetos por alguna circunstancia o propiedad común e idéntica entre ambos: pero, a diferencia de la similitud, el término o vínculo de la comparación tiene un sentido propio y natural para las cosas comparadas, y nunca figurado.

Así diremos por comparación: Nace el bruto, y nace el héroe; y como mortales mueren ambos. Aquí las acciones de nacer y morir, que son los términos de la comparación, tienen un sentido propio para los dos individuos; cuando por similitud diríamos: nace el hombre y nace el sol.

Cuando un objeto se nos ha mostrado con circunstancias, o accesorios que lo engrandecen, nos parece noble: y esto se experimenta sobre todo en las comparaciones, en que el entendimiento debe siempre ganar extensión; porque aquellas circunstancias han de añadir alguna cosa, que haga ver más grande la primera; y si no más grande, alomenos más fina y delicada. Pero es menester no presentar una conformidad baja, o indecorosa que el alma del oyente hubiera ocultado cuando la hubiese percibido.

Por otra parte, como aquí se trata de mostrar cosas finitas, gustamos más de ver comparar un modo con otro modo, una acción con otra acción, que una cosa con otra cosa, como un guerrero con un león, una beldad con un astro, un hombre veloz con un ciervo.

Es fin la comparación se forma de tres modos diferentes, ya comparando de mayor a menor, de menor a mayor, y de igual a igual.

DE MAYOR A MENOR

Una acción con otra

Si el intrépido César tembló en Dirrachio, y se estremeció en Munda, ¿cómo el soldado tímido y afeminado conservará firmeza a vista de una brecha?

Una cosa con otra

Un gran Príncipe es un hombre raro: ¿qué será un gran legislador? El primero sólo debe seguir el modelo que propone el segundo: éste es el artista que inventa la máquina, y aquel el maquinista que la arma y pone en movimiento.

DE MENOR A MAYOR

Los primeros Cristianos corrían alegres a los cadahalsos del Paganismo a ofrecer su si vida por Cristo; y nosotros no podemos sufrir el martirio quimérico de la más ligera injuria.

DE IGUAL A IGUAL

Un modo con oro

Así como la religión pide manos puras para ofrecer sacrificios a la Divinidad, las leyes quieren costumbres frugales para tener que sacrificar a la patria.

Una acción con otra

En los estados despóticos de Asia, el efecto de la voluntad del Príncipe, una vez conocida, debe ser tan infalible, como el de una bola disparada contra otra.

Una cosa con otra

En cualquier tiempo una nación de héroes causaría infaliblemente su ruina, como, los soldados de Cadmo que se destruyeron unos a otros.




ArribaAbajoDisparidad

La disparidad pertenece también, a uno de los géneros de comparación; y es aquella oposición o contrariedad que resulta de los adjuntos, modos, o acciones entre dos cosas que se carean.

Lo veremos en este ejemplo: "¡Qué acogida dio Trajano al mérito! En su reinado era permitido hablar y escribir con libertad, porque los escritores, heridos del resplandor de sus virtudes, no podían dejar de ser sus panegiristas. ¡Qué diferentes fueron Nerón y Domiciano! Éstos, tapando la boca a la verdad, impusieron silencio a los ingenios de los sables, para que no transmitiesen a la posteridad la ignominia y horror de sus delitos."




ArribaParalelos

Entre Cicerón y Catón

En Cicerón la virtud era lo accesorio; y en Catón la gloria. Cicerón se prefería a todo, y Catón se olvidaba siempre de sí: éste quería salvar la república sin otro interés; y aquel por el de su gloria personal. Cuando, Catón preveía, Cicerón temía: y donde el primero esperaba, confiaba el segundo. Catón veía las cosas a sangre fría, y Cicerón por entre cien pasioncillas."

Entre un sabio y un héroe

Todas las virtudes pertenecen al sabio; pero el héroe suple las que le faltan con el esplendor de las que posee. Las virtudes del primero son templadas, pero sin mezcla de vicios; y si el segundo tiene defectos, los borra la brillantez de sus virtudes. El uno, siempre sólido, nada tiene malo; y el otro, siempre grande, nada tiene mediano.

Finalmente advertiremos, que el objeto de toda comparación debe ser muy notorio, y al mismo tiempo insigne, tanto en el término o adjunto de la misma comparación, como en el sujeto con quien se compara. Así Tito, Trajano, Marco Aurelio, Antonino, y Enrique IV de Borbón serán modelos de comparación para Príncipes benignos, humanos, sabios, píos, y magnánimos; del modo que Nerón, Calígula, Domiciano, Heliogábalo para los crueles, bárbaros, atroces, y obscenos. Y si las heroicas acciones de Codro, Decio, Régulo, y Curcio son insignes objetos de comparación para los ciudadanos generosos que se han sacrificado por su patria, las de Catilina, César, y Cromwel lo serán para los ambiciosos que han querido esclavizarla.