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ArribaAbajoCanto IX

Trátanse las revoluciones de la Europa en este tiempo: Algunos casos extraños en sus Potencias, y los internos males de que adolecía España en esta sazón: Las primeras noticias de Cortés en la Corte: Lo dificultoso que se hizo su razón a los principios: La grandeza de ánimo, con que en ella, y entre los suyos, sufrió repetidas calumnias contra su fama: Los varios socorros de Españoles, con que en diversas ocasionesle favoreció la fortuna: El raro predominio sobre sus émulos, pues se quedaban auxiliares, los que le buscaban como enemigos: Los muchos arbitrios que discurrió Diego Velázquez para deslucirlo, hasta enviar una Armada a cargo de Pánfilo de Narvaez de diez y ocho Navíos para prenderlo, y adjudicarse a sí lo conquistado. Dícense los prudentes medios de que valió en obsequio de la paz, enviando personas de autoridad para conseguirla: No teniendo efecto, sale a Campaña, con Licencia de Moctezuma: Envía por Medianero a Juan Velázquez de León, quien tiene algunos pesados lances en su Tratado: Rompe la guerra, y en Cempoala le acomete en su mismo Alojamiento, donde estaba guarnecido de la tempestad, y de la noche: Queda vencido, y preso Pánfilo de Narvaez, y todo su Ejército a devoción de Hernán Cortés: Llegan Cartas, y Mensajeros de México, en que Pedro de Alvarado, y Moctezuma le avisan como los Mexicanos han tomado las Armas contra los suyos, y que por su poca gente parecerán, si no son socorridos; cuya novedad pone en operación la marcha, y entra en la Corte con brevedad.




Argumento


Mancha al Héroe en España odio sangriento;
Habla por él la Fe, que más le abona;
Arma a Cuba Velázquez, y violento
Narvaez oprime la tostada Zona:
Sale a Campaña, donde su ardimiento
Le acomete, deshace, y aprisiona;
Reduce a los demás su cauto porte,
Y socorre a los suyos en la Corte.



1 Por más que aguce venenoso diente,
Ciega a su enojo, cruel a su perfidia,
De la virtud al oro refulgente,
Rabia tirana de medrosa envidia:
No hace fino dejarlo más luciente,
Que aunque lo muerde cuando más lo lidia,
Como encarnar no puede sus colmillos
Le da en el lustre sus mayores brillos.

2 Imposible parece que esta necia
Pasión cobarde, siendo de tan corta
Vista, que sólo ve lo que desprecia,
Empañar quiera lo que no soporta:
Bien se ve que de loca más se precia,
Porque estando tan alto, no le importa;
A lo grande herirá su saña dura,
No a lo supremo, que anda en más altura.

3 Busca empero ocasión para sus tiros,
Pero todos en vano, pues no puede
Extenderse, sino es en sus retiros,
Donde sólo bramar se le concede:
Allí, rompiendo llantos, y suspiros,
Se vuelve contra sí, cuando se excede;
Y sólo es provechosa su fatiga,
Porque causa tormento a quien la abriga.

4 Felicidad será ser envidiado
El virtuoso, si así se califica,
Que se halle por sus prendas elevado
El lugar, que una, y otra pronostica:
Pero es más dicha, que a tan alto grado
Suba la acción heroica que la explica,
Que despechada aquella al ponderarla,
Quede desesperada de igualarla.

5 Así las nobles suyas elevaban
Al Castellano Cid, con vuelo cierto;
Mas porque todo el Orbe no brillaban,
Como era fuerza, a Cielo descubierto,
Juzgó la envidia, que sin Ley estaban,
Y llevolas a examen más experto:
Puso en nuevo crisol su lustre sumo,
A ver si al fuego se exhalaba en humo.

6 Que mucho que a Velázquez escogiese,
Siendo noble, si a César fementida
Obligó, a que a Catón se la tuviese,
No sufriendo su gloria encarecida:
Más será que hombre, aquel a quien no pese
(Y en la Milicia más) oír aplaudida
De su Competidor altiva Fama,
Sin prender en envidia oscura llama.

7 Velázquez, pues, con el pretexto vano
De juzgar suya tanta gentileza,
Previno cuanto al seso, y a la mano,
Pudo hallar su valor, o su viveza:
En la Corte feliz del Sol Hispano,
El fuego levantó con tal destreza,
Que se hubiera aquel Oro deslucido,
A no ser de quilate tan subido.

8 Quejase (claro está que apasionado)
De que el progreso de tan gran Conquista
Fuese gloria, de quien acaso alzado
Con sus sudores, se negó a su vista:
Si en el ausente, que por no escuchado,
Jamás se halla razón, que tal resista,
¿Cuál pudo haber aquí, cuando lo deja
Más indefenso, prevenida queja?

9 Impresionada de tan aparentes
Crueles dicterios, hallan a la Europa
Hernández, y Montejo, cuando ardientes
Dan a sus Costas vista con la Popa:
Embargada ésta, buscan diligentes
La Extremadura, donde su ansia topa
Al Anciano Cortés, porque autorice
Lo que su hijo hace, lo que su hijo dice.

10 Para el amor de un Padre, ¿qué imposible
Hay, que tal pueda serlo? Ardiendo en gozos
A Barcelona parte, porque es creíble,
Que allí el César escuche sus sollozos:
Más que pasos no cuesta hacer factible,
Que al primer lance se oiga, sin embozos,
Justa razón, y qué contadas veces
Son las que luego quita los dobleces.

11 La experiencia publica a cada instante
Lo que suele penar en sus retiros,
Pues primero que llega a estar constante,
Hacen la costa llantos, y suspiros:
Diamante es elevado, más Diamante,
Que a la sangre inocente nuevos tiros
Asesta; y antes que otra sangre lo abra,
Con gotas de la propia a sí se labra.

12 Ordinaria pensión de la fortuna,
Pero en verdad estilo más seguro,
Pues sólo está felice la oportuna,
Que en sí de sí se forma contramuro:
Entre cuantas el Mundo da, ninguna
Es permanente, sin el lastre puro
De los trabajos, cuyo cruel tormento
Le hace bogar más firme Mar, y Viento.

13 Desde el golpe fatal, que Parca esquiva
Ejecutó, dorando su Guadaña,
En España, por no dejarla viva,
O por segar a un Cuello toda España:
Lloró Madrigalejo ejecutiva
Suerte, y Europa tan severa saña,
Y al Católico Rey, Sabio, perfecto,
Quiso darle otra vida en el afecto.

14 Corrieron inquietudes irritadas
Todas sus fuerzas, con extraño bando,
Fomentando lealtades engañadas
De un Fernando el Laurel, a otro Fernando:
Ya en Navarra las iras desbocadas
De los Beamontés, ya de Ureña, cuando
Hizo Teatro de joven bizarría,
El Mundo, en un Girón de Andalucía:

15 Ya en Nápoles, Sicilia, ya en Valencia,
Por las altercaciones del gobierno
Extranjero, quedando la obediencia
Equivoca, en tumulto más interno:
Nada era suficiente a la violencia
De un mal, que ya por el rumor alterno,
En sí mismo, con ímpetu fogoso,
Le dio al desvelo, cuanto hurtó al reposo.

16 Aún habiendo rayado el Sol infante
De Carlos, no disipa sus horrores,
Pues la envidia le priva en un instante
De la luz, de más altos esplendores:
Roa lo lamenta, cuando ve fluctuante
A la cicuta dada de traidores,
Muerto al mayor de todos los Luceros,
No Yo, la Fama dice, que es Cisneros.

17 Pero ¿qué hay que admirar, lo que aborrece
Al Capelo, si en este tiempo avara
Ambición, por Florencia su ira crece,
A prevenirle tósigo a la Tiara?
Al Sacro León, Pandulfo torpe ofrece
La muerte, que a sí mismo se prepara:
¡Oh precio infiel, quererle dar bocado
Al sagrado Pastor, por un ducado!

18 Crece en fin en Castilla la inclemencia,
Desengañada, que el Laurel Romano
Espera con anhelos, e impaciencia
A Carlos Rey, ya César Soberano:
Si está el sosiego libra en su presencia,
Viendo que se le ausenta, forma insano
Concepto, que aunque es hijo de un ardiente
Amor, fue por los celos imprudente.

19 Aquella unión de Nápoles, que estaba
Con el Cetro Imperial, antes prohibida
Por Bula Pontificia, y que dejaba
Más dudosa que fácil la salida:
Allánala la Sede, y cuando alaba
España a Carlos, llora bien sentida,
De que pesen en él más los blasones,
De Águilas Reales, que de Reales Leones.

20 Mas dejando el gobierno al Almirante,
Al Condestable, y al Cardenal Ayo,
A Tordesillas pasa vigilante,
A hacer de amor, y de valor ensayo:
Aquí al Rey Joven, habla vacilante
Afecto verdadero, sin desmayo;
Más fuerza era al Anciano el regocijo,
Si en sus labios hablaban los de su hijo.

21 Reales oídos a un tiempo, y Reales ojos,
Dan benigna atención al aparato,
Con que ofrece de América despojos,
En Oro, en Indios, el mayor conato:
Mira tanto Presente, como arrojos
De un pecho leal, aquel Monarca grato,
Y el concepto, que de ello exprime grave,
En su frente no más, no en otra cabe.

22 Mientras vuelve a la Corte, al Gran Adriano
(Blasón heroico de Mastrich famosa,
Quién lloró ya Pontífice Romano,
A Rodas, y dejó a Malta gloriosa)
Deja la Causa del Caudillo Hispano;
Pero como ésta vive litigiosa,
Padece los bochornos de importuna,
Aunque con sangre se labró en la cuna.

23 Con esto el noble Anciano, y sus Amigos,
Sufren la tempestad, y la demora;
Que más orgullo da a sus enemigos,
Cuando su astucia de ella se mejora:
Consiguen que a servirles de testigos
Vengan, en lo que ya su suerte llora;
Pues un Monarca ausente, es cosa cierta,
Que a cualquiera verdad niegan la puerta.

24 A la Coruña lleva convocadas
Las Cortes de Castilla, el Sol de Gante;
Y la ilumina, porque celebradas,
Amanezca al Imperio más radiante:
De Baviera las ansias fatigadas
Instan, para aquel Solio dominante,
Quien por la muerte de Maximiliano,
El Quinto se asignó de propia mano.

25 Con más calor las nuevas prevenciones
Para el viaje se aprestan, e impacientes,
Con desahogo mayor las sediciones,
Otras protestas dan irreverentes:
Prepara diferentes provisiones,
Para templar humores tan ardientes,
Por si con nueva luz los cavilosos
El achaque remedian de quejosos.

26 Atravesando toda España, en ella
Feliz ocupa la Flamante Lona;
El Támesis registra, en cuya bella
Ribera, el Anglo Flor, Y León blasona:
A Flandes pasa, y a Aquisgrán su huella
Honra, y en esta luego se corona
Para tantos blasones, cuyo abismo
Orló con la victoria de sí mismo.

27 Aquí pudiera el Extremeño Cano
Tiempo ganar, si las Comunidades,
Contra Carlos de Geures, a la mano
Dejarán vado con hostilidades:
En Zamora, y Toledo ardor lozano
Rompió freno, que pudo a otras Ciudades
Despertar con las Armas el descuido,
Que estaba en ellas mal adormecido.

28 Encéldense civiles competencias,
Armase la Nobleza, y los respetos
Arrastraron a sí con sus violencias,
Loca interpretación de otros proyectos:
Tanto suben extrañas apariencias,
Que duraron ambiguos los afectos,
Hasta que el César recorrió su Esfera;
Fue, vio, y venció: ¡mas qué, si César era!

29 Mayor impedimento se previene,
Llamando la atención a más cuidado,
Con que otra vez de nuevo se entretiene
El punto de Cortés, mal empezado:
Adriano, que es quien le maneja, tiene
Sobre sí el expediente acelerado
De Navarra, confiando en su arrogancia,
Restaurarla del yugo de la Francia.

30 Siempre ésta fue de todos movimientos
La más aprovechada observadora,
Pues la ausencia del Rey a sus intentos
Dio la ocasión, que su valor ignora:
Tiene fervor, más a los ardimientos
Españoles, jamás viera mejora,
A no saber suplir siempre con alta
Industria, cuanto de razón le falta.

31 El suceso lo canta, pues juntando
El Cardenal sus Tropas, con presteza
La hizo que la dejara, retirando
La mano con rubor, que fue flaqueza:
Más aprisa que vino, fue marchando;
Que si en lo propio falta la firmeza
Alguna vez, ¿quién la hallará sereno,
Aunque haga más esfuerzos, en lo ajeno?

32 Ni esta Facción, medida con pericia,
Da lugar a dejar, como quisiera,
De América conclusa la Justicia,
Que por lo breve, gracia ser pudiera:
En este tiempo llega la noticia,
Como el Cielo le exalta a más Esfera,
Que vio Zona un Anillo, cuya gloria,
Antes de serlo, la cantó victoria.

33 Sepultan otra vez causa tan pía,
Vuelve a rayar la sombra del enojo,
Y con el brazo, que le da osadía,
Ni la Fama se excusa de despojo:
Quien pleitea con favor alientos cría,
Que suelen dar hasta a la lengua arrojo;
Y es voz con otra especie de esperanza,
La que oye el gusto, y dice la confianza.

34 Y como la razón, que es desvalida,
Nunca es razón, y más si hay poderosa
Oposición, que la haga deslucida,
O al menos la moteje de dudosa,
¿Qué podía hacer aquella, que encogida,
Aún para la piedad quedaba ociosa?
Nada, más que sufrir la mordaz lucha,
Y esto era ser razón, y tener mucha.

35 Tolerar del semblante descompuesto
La acción, aquel que por su mal padece,
Y con conformidad, no es mucho, puesto
Que a su culpa le dan lo que merece:
Más que un ánimo limpio sufra aquesto,
Y con silencio, tanto lo engrandece,
Que se puede dudar, si su constancia,
Es hija del valor, o de arrogancia.

36 Entretanto librada en su inocencia,
El desaire infeliz de despreciada
Lamenta, y calla con gentil prudencia,
Verse oprimida, o mal interpretada:
Contra obstinada superior Potencia,
Debe portarse tan disimulada,
Que ha de guardar, que aquella no la extrañe,
Hasta que ella por sí se desengañe.

37 Mucha parte también en su demora
Tienen las turbulencias de Castilla,
En que roja atención, por su mejora,
Suda, al quitar cizaña a la semilla:
La principal empero es la traidora
Diligencia, de tanta infiel rencilla,
Con que la emulación, contra la fama
Del Héroe, atiza ponzoñosa llama.

38 ¡Qué no fatiga al disimulo sabio
Del Extremeño Anciano venerable,
El oír en canje del servicio, agravio,
Que hace su pena más intolerable!
Tal cual acento de elevado labio
Es puñal penetrante, formidable,
Que al corazón duplica las heridas,
Y en una vida, quítale dos vidas.

39 ¡Cómo aquí se desluce, y contrapesa
El honor, de aquel Héroe generoso,
Cuyo pecho ocupado en su alta empresa,
Sólo piensa a su Rey hacer glorioso!
Mientras en su discurso fiel no cesa
Al interés de la Corona ansioso,
Le está aquí difamando con perfidia,
Vestida en traje de lealtad, la envidia.

40 A aquella gran Cabeza vigilante,
Que se está desvelando fatigada,
Por su Ley, por su Rey, en incesante
Continuo movimiento acelerada,
Se le está previniendo al propio instante,
Afrentosa cuchilla avenenada,
Que sin que nuevo empeño más le estorbe,
Quiere segar en su garganta un Orbe.

41 En tres años de asedio, ¿qué no siente
Su opinión, permanente a sus reflejos,
Por más que la cautela como ausente
Le trate? Cruel, con el que mira lejos:
Pero no es mucho, si después presente,
En sí vio retocados sus bosquejos,
Con grandeza tan alta, que su hechizo
Reemplazó con desprecios. ¡Qué bien hizo!

42 De íntimos, de veraces confidentes
Oyó imposturas, que sufrió callado;
Que suele hacer los labios delincuentes,
Queja, que en la razón halla sagrado:
No le admira se vuelvan maldicientes,
Los que la obligación puso a su lado;
Porque es siempre en el mundo claro indicio,
Eco la ingratitud, del beneficio.

43 ¡Oh culpa! ¡Oh yerro, el más abominale,
Que forjó de impiedad miseria humana,
Do el hombre, contra el hombre, es implacable
Sin seso, sin justicia a su ira vana!
Contra sí, contra el Cielo venerable
Obra, cual bruto torpe, acción villana;
No debe a la verdad, por estos nombres,
De contarse el ingrato, entre los hombres.

44 Es cierto, que el gran César, conociendo
A luz mayor, después los resplandores
De aquel oro tan alto, fue midiendo,
A igual de sus quilates, los honores:
Mas existente tanto loco estruendo,
Llegó al carbón de ciegos impostores,
Entre las torpes grasas derretido,
Poco menos a estar, que consumido.

45 Ni de este medio sólo satisfecha
Se halla su emulación, pues se reparte
Industriosa, al resquicio que le acecha
Con fin rabioso, que consigue el arte:
Cuando en la Corte con la voz le estrecha,
Con el brazo le asesta en otra parte;
Porque a los Cielos, gloria tal no suba,
Cuba nos lo dirá, vamos a Cuba.

46 Con el nuevo favor de Adelantado,
Velázquez, a otra Armada cruel aspira;
Si el Rico, porque lo es, es desbocado,
¿Qué hará cuando a más sube? Ya se mira:
Diez y ocho Naves junta desvelado:
Si es a ensalzará España (dice) mi ira
Lo hará no más: En nada satisfaces,
¡Oh Velázquez! Bien dices, y mal haces.

47 Tú, que tantos blasones heredados
Realzar pudiste con los adquiridos,
Emprendes tal? Advierte, que manchados
Pueden quedar, o tarde arrepentidos:
A ser quien eres, bastan los ganados,
Reprime celos nunca conocidos,
¡Oh! ¡No gusano humano de esta suerte,
El capullo devanes de tu muerte!

48 Timbres son tuyos, una, y otra gloria,
Con que a tu Rey serviste en la Campaña;
Deja para otros Héroes más memoria,
Que todo al fin viene a parar a España:
Suspende ya venganza tan notoria,
Mira que tu dolor propio te engaña:
Tanta verdad es esto, que cualquiera,
Aún tú, tu sangre propia lo dijera.

49 A nada atina sino a la venganza,
Que en Narvaez libra, sin saber que en ella,
Con tal socorro la Conquista afianza,
Juzgando que arrojado la atropella:
¿A cuántos trajo ciegos la confianza
De destruir su partido, y noble Estrella
Hizo, que militasen como amigos,
Cuando antes le buscaban enemigos?

50 Confírmelo Ramírez el valiente,
El Aun Aragonés, el fiel Camargo,
Que todos con sus Velas, y su gente,
Aumentaron el número, y el cargo:
Garay desde la Habana, providente,
Sin pensar, fomentó viaje tan largo;
Cada cual intentaba destrozarle,
Y paraba después en ayudarle.

51 Admirable es del Hacedor increado
El sumo acierto, con que igual dispone
Todas sus obras, para que templado
Su concierto, otra Música ocasione:
En su sabiduría, como en sagrado
Diapasón fiel, que todo lo compone,
Están con eminencia a los eventos
Creados, determinados sus concentos.

52 Cual regla superior indefectible,
Ofrece las medidas convenientes,
A concordar en tono inteligible,
Las acciones de todos los vivientes:
Instrumento es el Orbe, en que plausible
Con dulces contrapuntos diferentes,
Se escucha la sonora melodía,
Que hace en varios acasos harmonía.

53 Música peregrina es tanta acorde
Disonancia de voces, o sonidos
Desemejantes, que hacen más concorde
De agudo, y grave, varios sostenidos:
De voces semejantes, lo discorde,
Música no es que halague los sentidos;
Porque sólo se encuentra su asonancia
En la cabal discorde consonancia.

54 De esta composición perfecta, nacen
Intervalos harmónicos sonoros
De desiguales contingencias, que hacen
A los sucesos raros, más canoros:
Las diferentes voces, que complacen
De bienes, y de males, gustos, lloros,
Correspondiente alternación invocan
A la razón, y al tono, donde tocan.

55 ¿Qué otra cosa es la harmónica cadente
Proporción, de su número ternario,
(En quien la diferencia está igualmente,
Del mayor al menor, que al medio vario)
Sino una copia de alta reverente
Sacra disposición, que de ordinario
Con suavidad, lo máximo, supremo,
A lo mínimo ajusta de otro extremo?

56 Cuantidades son éstas, que perfectas,
Con más, o menos voces diferentes,
En sonidos puntuales sirven rectas,
Como Diatesarones, o Diapentes:
Medidas a sus claves van directas
A las figuras, que correspondientes
En nuevo Pentagrama indefinible,
Señala superior mano invisible.

57 Obedeciendo así sacro Artificio
Oculto al mundo, corre presuroso
Pánfilo de Narvaez, al ejercicio,
Que ha de corresponder allá harmonioso:
Ochocientos Infantes, dan indicio
De lo que puede hacer un Poderoso,
Empeñado en un tema, pues valiente
Tal trozo saca, donde falta gente.

58 Ya cortando la espuma, al Mar se entregan,
Con zalema festiva; ya a la altura,
Según el rumbo destinado, llegan,
Y del Canal registran la estrechura:
Ya pasando los Bajos do navegan,
En Vera-Cruz le fuerte obencadura
Amaina, al ver la tierra que divisan,
Ya de Cempoala las arenas pisan.

59 A Moctezuma, y a Cortés, iguales
Prestos avisos llegan, y discreto,
Viendo que en vez de amigos, son mortales
Enemigos, contiene en sí el secreto:
Entretiénelo sabio, hasta que tales
Son los rumores, que hacen el aprieto
De enemistad en el Monarca, claro,
Y éste le ataja con gentil reparo.

60 A aqueste Capitán trae engañada
Apariencia, (le dice) porque piensa
Que es suya la función de esta embajada,
Creyendo le hacen al valor ofensa:
Pero al ver mi derecho, disipada
La niebla quedará de su pretensa;
Ni aquí su fuerza deberá extrañarse,
Si Embajador de España ha de llamarse.

61 Nuevos designios, cortes más prudentes,
Arbitra, y toma, porque reducido
Pánfilo, no haga con furor patentes
Quejas, adonde sobra sólo el ruido:
A ofrecerle Partidos diferentes
Se alarga, por ganarlo a su Partido;
Mas él está tan ciego de confiado,
Que a sinrazones labra lo obstinado.

62 El que sabe lo que es rogar a un necio
Con su bien, y escuchar una simpleza;
El que por entendido de un desprecio
Se ve obligado a hacer una fineza:
Sólo puede decir de cuanto aprecio
Es saber disfrazar tan gran vileza;
Porque no hay pena igual, a la que ofrece,
Halagar uno aquello, que aborrece.

63 Ni los Soldados suyos, que recibe
En México, y corteja, y vuelve gratos,
Pueden hacer con él, lo que percibe
La escasa luz, aún de los insensatos:
Cuanto no es a destruirlo, no concibe
Otra razón, que es propio a los ingratos,
Y más si se hallan en sublime esfera,
Lo que deben, pagar de esta manera.

64 Al Padre Olmedo, que es después enviado
A tratar de la unión a que lo inclina,
Lo desengaña tan precipitado,
Que ni el traje, o carácter, le apadrina:
Prende al Ministro Real, que interesado
Desde Santo Domingo se avecina
A la Armada, con ánimo directo,
Que obrase sin Velázquez su respecto.

65 Atropellando, en fin, tantos motivos,
Que las Paces, y unión miran conformes,
Rompe la guerra, con que da más vivos
Del proceder insano los informes:
Quedan los más al acto discursivos;
Que siempre en precipicios tan disformes,
Aunque cierre la boca ira proterva,
Se queda la razón con su reserva.

66 De Velázquez el principal empeño,
Era el adjudicar lo conquistado
A su distrito, pues se creía dueño
De lo que a sus expensas fue ganado:
Y poner en prisión al Extremeño
Capitán, que (a su juicio) estaba alzado
Con la empresa, que a él sólo se debía,
Como Artífice tal de su osadía.

67 Es verdad, que a su costa, y su fatiga
Debió el primer impulso tanto acero,
A la Corona, por quien más se obliga
Un ánimo premiado a más esmero;
Y aunque sea la cizaña quien lo diga,
Fue primero que airado, Caballero
En sus leales designios; y una cosa
Es su despeño, y otra su Fe honrosa.

68 Valiose de Narvaez, como sujeto
Propio, al tamaño de su ardor terrible;
Pues su tenacidad le hallaba quieto,
Y en cualesquier dictamen, inflexible:
A la impresión más débil, indiscreto
Era siempre tan fiel como insufrible,
Que se hace por constancia, o ligereza,
El capricho también naturaleza.

69 Ciego con rara especie de locura
Quiere acabar al Adalid valiente;
Y aunque este luego su amistad procura,
Le deja su atención más insolente:
Traidor, traidor infama al que con pura
Fe, desta mancha se miró inocente,
Comenzando en los labios la irascible,
A dar su herida por lo más sensible.

70 Pero aquel corazón, que entre los sabios,
Pudo feliz subir a tanta cumbre,
Tolera, escucha, mide sus agravios,
Al compás de su heroica mansedumbre:
No sólo no se percibió en sus labios
De leve injuria la menor vislumbre;
Que al igual de las voces sus acciones
Pagan con honras, cuantos son baldones.

71 No es manso (claro está) sino insensato,
El que el golpe no siente de la afrenta,
Ni el que al sentirlo, vuelve con conato
Al sufrimiento, que el dolor aumenta:
Solamente aquel lo es, que al hecho ingrato,
Corresponde el enojo, que alimenta
Dentro de la razón, y a airarse viene,
Como, cuando, y adonde le conviene.

72 Fortaleza es sufrir de las heridas,
Sin quejas, el dolor; pero es bajeza
Tolerar ignominias repetidas,
Sin que el ánimo explique su nobleza:
También la indignación da sus medidas
A sentir el desdoro en que tropieza,
Que en el término justo de pasible,
Tiene sus movimientos lo sensible.

73 El personal desprecio propio injusto,
Es el mayor agravio, que se le hace
A un genio noble, que vincula el gusto,
En la honra con que a sí se satisface:
Si excita la ira de vengarse justo,
No es porque de ésta su despique nace,
Sino porque atendiendo la querella,
Ve su razón, e irritase con ella.

74 Bien que en el pecho grande, en que residen
Facultades mayores, sin engaño,
De otra manera extraña allí se miden
Oprobios, y justicia a su tamaño:
Pues violentos incendios, que presiden
Al furor, nunca ven su desengaño;
Que entonces la iracundia los ajusta,
Y está en los flacos, siempre fue robusta.

75 Mas como toda ofensa no es injuria,
Aunque cualquiera injuria es cruel ofensa,
El valor a la injuria de ira espuria
Le da el remedio, que ella menos piensa:
Con desprecios castiga tanta furia,
Muchas veces por alta recompensa;
Y sólo porque en ella se ocasiona
Más fácil la venganza, la perdona.

76 Poder vengarse, y no querer vengarse,
Sin inferir a sacra Ley violencia,
Olvidando el empeño de irritarse,
Es el blasón mayor de la paciencia:
¡Quién al sensible dio sin ultrajarse,
En la blandura tanta resistencia,
Que dé hasta en lo flexible acuerdo sabio
Más peso a la cordura, que al agravio!

77 Prodigio propio sólo a los Campeones,
Que a la cumbre llegaron del Heroísmo;
Pues ¿qué no hará Señor de sus acciones,
Quien alcanzó victoria de sí mismo?
Predominio tan alto a las pasiones
En la humana miseria, es tanto abismo,
Que es (si de rectitud perfecto asunto)
De la heroica virtud, la suma, el punto.

78 Si hasta aquí llegas Héroe venturoso,
¿Qué es lo que puedo hacer? Avergonzado
Soltar el arco, porque lo harmonioso,
Pide pulso más puro, y elevado:
Contentareme empero si animoso
Puedo subir a menos alto grado,
Cantando en otros cuanto les sufriste,
Porque en ellos se mire quien tú fuiste.

79 Pues no, no es poco contestar sereno
Un discreto con otro caprichudo,
Que si no es suyo, nada juzga bueno,
Aunque lo mejor sea, y más agudo:
¡Faltarle la razón al que está lleno
De ella, y quedar a un desatino mudo,
Querer en su poder el engreimiento,
Vincular la verdad, y entendimiento!

80 Es hasta donde sube la cordura,
Y es hasta donde llega la ignorancia;
Siendo tan ordinaria su locura,
Que lo emprende, y lo sigue con jactancia:
Monstruosidad extraña, en que se apura
La prudente modesta tolerancia,
Pues no se halla tormento semejante
Al del sabio, que sufre al ignorante.

81 Del Adalid, y Pánfilo en efecto,
Así es la lucha que la suerte lleva,
Dando de lo imprudente, y lo perfecto
Uno, y otro de sí la última prueba:
Moderación sagaz, en que el respeto
No vale a la razón que se reprueba,
¿Cómo puede confiar de su cuidado,
Ni victoria alcanzar de un porfiado?

82 Desengañado ya que no ha podido
Propuesta racional, quedar airosa,
A ofrecerle se excede comedido
En sus manos dejar la empresa honrosa:
No hizo más Mitridates advertido,
Que si a Natano pone su preciosa
Garganta, por la paz a que convida,
Da éste su fama, que es más noble vida.

83 Vengan aquí los célebres Varones,
Que alaba grandes el Clarín del Mundo,
A ver si se menciona en sus acciones,
Otra como ésta de un valor profundo:
Tú solo, tú, mereces los blasones
De único siempre, siempre sin segundo;
Dar tanto como cedes hoy afable,
Ni es creíble, ni es posible, aunque fue dable.

84 Resuelto ya con el mejor supuesto
De alejar de la Corte el mal vecino
Contenta a Moctezuma, quien más resto
Le ofrece de sus Huestes, al camino:
Al Campo sale, porque lo modesto
De un corazón ingenuo peregrino,
Sufre por sí la suerte atropellada,
Pero por la razón no sufre nada.

85 Deja en la Corte, a cargo de Alvarado,
Menos de cien Soldados, porque importa
Mantener al Monarca interesado,
En la correspondencia a que le exhorta:
Saca de Vera-Cruz, mal de su grado,
Guarnición, que es aún para el ocio corta,
Y a cuatro millas de Cempoala, oculta
El Cuartel, hasta ver lo que resulta.

86 Segunda vez al Padre Olmedo envía,
Que nuevamente sobre ajustes hable;
Más enseñado vuelve, que porfía
De un necio, siempre queda incontrastable:
A Velázquez de León, al fin le fía
La mediación, que puede ser probable,
Sin recelar al deudo, que el prudente,
La razón sola tiene por pariente.

87 Llega a Cempoala, donde el enemigo
Se mantiene alojado, presumiendo,
Que más, que como Enviado, como Amigo,
Viene el nuevo Partido pretendiendo:
A su proposición sólo testigo
Es, de que ni la sangre, ni el estruendo,
Pueden con amenaza, o trato doble
Hacer de la verdad ceder a un Noble.

88 En el Banquete luego se introducen
Pláticas del Ausente: Cuales pueden
Ser, sino aquellas a que se reducen
Torpes dicterios, que al furor preceden:
Viendo Velázquez que a Cortés deslucen,
Desazonado quita las que exceden;
Cuando en la mesa de que se carcome,
Callando traga, cuanto menos come.

89 Quien presume (revienta el sufrimiento)
Que Hernán-Cortés, y cuantos su Bandera
Siguen, no son de quienes lucimiento
Copia flamante la voluble esfera,
Se engaña; y::: Lo dijo allí violento,
Porque hablaron sus iras; y a cualquiera
Que tal verdad parezca apasionada,
Mejor que el labio, lo dirá la espada.

90 Su Sobrino, irritado, e insolente,
Novel Soldado que tenía delante,
Toma la mano del ardor presente,
Y respondele cruel, como arrogante:
No es Velázquez, o lo es indignamente,
Quien a un traidor defiende; y al instante
El acero de aquel que está bramando,
A él, y a la vianda, los echó rodando.

91 Despidese (indispuesto) con aquellas
Medias palabras, con que el ardimiento
Explica por los ojos las centellas,
Que dicen el futuro rompimiento:
Pánfilo envía a Duero, porque de ellas
Satisfaga al Caudillo, quien atento
Para el abocamiento a que le induce,
A sí se vence, cuando se reduce.

92 Al aplazado sitio, al tiempo fuera,
Si con secreto no avisara Duero,
Que con vil trato Pánfilo le espera,
Para hacerlo a su engaño prisionero:
Corrido rompe el pacto, que asevera,
Y la venganza libra en el acero;
Pues qué hará de la extraña, quien da loco
A su reputación, precio tan poco.

93 Narvaez, y el Sol a un tiempo la Campaña
Llenan de resplandores, y cuchillas;
Iluminala aquel, éste la empaña,
Uno con luces, otro con rencillas:
De Cortés la tardanza los engaña,
Hasta que huyen los dos de las Cabrillas
El susto, y buscan, abreviando el paso,
Este su alojamiento, aquel su ocaso.

94 Despertó soñolienta, y perezosa
La noche, de sus sombras tumultuantes;
Y a la tierra con triste melindrosa
Pestaña, mira, de ojos palpitantes:
En la Casa de Tauro, nebulosa
Merope, llora trémulas amantes
Por Sísifo desdichas que no enjuga,
Y a esconderse melárquica madruga.

95 El vapor a los vientos impactado,
Lentamente comienza derretido,
A descender aljófar desatado,
Buscando en conchas de esmeraldas nido:
Pánfilo, con su gente resguardado
En los Torreones, queda defendido,
Y libre de Cortés; pues su osadía
¿Qué hará en la noche, si se duerme al día?

96 Este lince feliz, entre la obscura
Niebla, ve la ocasión que a topos ojos
Niega la lobreguez, y se apresura
A gozarla, empeñando sus arrojos:
Esta noche (les dice) la ventura
En nuestras manos pone los despojos,
Con que se hace dichoso el atrevido,
Que aprovecharse sabe del descuido.

97 Arriesgada facción, pero gloriosa,
Es la que nos ofrece hado propicio,
Dándonos contingencia poderosa,
Que es para la opinión más beneficio:
Despreciados estamos de la odiosa
Fe de Narvaez, quien ciego a recto juicio,
No sólo de traidores nos infama,
Nuestra vida pretende; más: la fama.

98 A hacerse dueño viene de la gloria,
Que ha ganado feliz tanto desvelo,
Y a arrogar para sí noble memoria,
Que forma con el Cielo paralelo:
Suya será tanta gentil victoria,
Y suya la esperanza a mayor vuelo;
Si en la interpresa, con que nos deslumbra,
No obra el valor aquello que acostumbra.

99 Desunidos están, y disfrutando
En ocios femeniles su promesa,
Cuando con el sudor atesorando
Está nuestra fortuna, tal empresa:
Ánimo, pues, que antes que el Sol brillando
De las sombras consuma la pavesa,
Haré que nuestro Nombre se eternice,
O no será Cortés, el que lo dice.

100 Hoy, hoy, Soldados ha de ver el Orbe,
Cuanto llegó a emprender por vuestro aliento;
Pues sin que lo difícil aquí estorbe,
Hace vuestro valor, grande mi intento:
A vencer, a vencer; y cual absorbe
Al pecho, del Clarín marcial acento,
Que tras si arrastra corazón ardiente,
Tal en su boca se encendió su gente.

101 Ya las Híadas miraban la Bocina,
En el medio silencio más pesado;
Y atravesando entonces la Colina,
Hacia el Cuartel se acercan desarmado:
La noche sus arrojos apadrina,
Y aunque uno oye el rumor, y acelerado
Avisa al enemigo, su descuido
Aún despierto, le deja más dormido.

102 Previene atropellado su defensa,
Que para hacer la hazaña más famosa
Determinó fortuna, en recompensa,
Prepararla a su espada más costosa:
Mirase el Cid, sentido, y a la ofensa
Aprestando su gente valerosa,
Acomete, formando juicio cierto,
Que duerme aquel, que se halla mal despierto.

103 Embiste Sandoval, para impedirles
El paso a los Torreones, y siguiendo
Olid, al principal, al resistirles,
Rompen las Cajas militar estruendo:
Los Pedreros, y Lanzas a destruirles
Tiran, con la ventaja de ir subiendo
Los nuestros, contra dura resistencia,
Que hace el número, y luego la eminencia.

104 No así corrientes dos partido el Dique,
Al fragor espumoso con que hierven,
Entre sí chocan, para echarse a pique,
Sin que la unión, ni la amistad conserven:
Estos, y aquellos, por hallar despique,
Se impelen, sin que nada allí reserven;
Los unos caen al golpe que los bruma,
Mientras los otros suben como espuma.

105 Estrecha oposición con fuertes lazos
A España, contra España: ¡Quién dijera,
Que tanto puede un necio, que en pedazos
La parta, porque viva, y porque muera!
Españoles vencidos de otros brazos,
¿Y en número menor? No se creyera,
Ni era posible cosa tan extraña,
A no ser timbre de la propia España.

106 Para ver que ésta siempre fue invencible,
Basta saber, que nunca se ha rendido
A fuerza tal, que pueda ser terrible
Sólo por sí, sin trato fementido:
Para saber que vence lo imposible,
Con que saque la espada, está sabido;
Mas para ver que así puedan vencerla,
Es acción que sólo ella supo hacerla.

107 Así es, así, pues cuando más insiste
El Español Escipión, del otro afrenta,
Con tal esfuerzo valeroso embiste,
Que allana el paso, si la planta asienta:
Narvaez con su Recluta lo resiste,
A tiempo que Farfán en él intenta
Mostrar al Mundo, cuanto está engañado
Con su vista el que ve desalumbrado.

108 Acométele diestro prevenido,
Y falseando el Viril a la Visera,
Le rompió una Pupila, y advertido
Un ojo le sacó, porque lo viera:
Por las gradas le arrastran sin sentido,
Y aclaman la Victoria, que acelera
El Retén del Caudillo, y su ira brava
Acabó de rendir lo que quedaba.

109 Prendense cuantos Cabos se apresuran
A henchir el hueco de Narvaez vacío,
En cuyo pecho los despechos duran
Al verse prisionero de otro brío:
Mas a los desengaños que aseguran
Claras verdades a su desvarío,
Se persuade, aunque dio con ansia rara,
Por no ver tal, un ojo de la cara.

110 Corren el velo los apasionados,
Cuyo ejemplar anima brevemente
A los demás, y asientan inclinados
Al Héroe, nueva plaza con su gente:
Éste queda con más de mil Soldados,
Y sin el enemigo impertinente;
¿Cuánto en la guerra dista el emprenderla,
Desde tener razón, a no tenerla?

111 El rosicler de Delio, presuroso
Madruga a festejar tanta victoria,
Que celebra el concurso más famoso
El poco bulto, que emprendió tal gloria:
Mira el rendido, que lo numeroso
No es lo que más merece la memoria;
Porque en la guerra contra mano doble,
Es la disposición, el primer moble.

112 ¡Qué bien docto gentil, a las espaldas
Del bien, pintó contiguos los pesares,
Pues siempre marchitaron verdes gualdas
El laurel, que tejió con mil azares!
De próspero, y adverso las guirnaldas
Formó, con advertencias singulares,
Para dar a entender que al Az es dicha,
La misma que al Envés se ve desdicha.

113 Cuando está más ufano, Moctezuma,
Y Alvarado, le avisan, que guerrero
El Mexicano, con osada pluma,
Quiere romper el yugo forastero:
Con presteza le llaman, porque en suma
Ambos esperan sólo de su acero
El remedio, librando en su persona,
Uno la vida, y otro la Corona.

114 Doblando las jornadas al camino,
Entra en México, hallando receloso
Rotos los Puentes, abrasado el Lino,
Y un silencio en sus voces cauteloso:
El Monarca en su afecto está más fino,
Y sólo le interrumpe lo gozoso,
Que el rebelde presuma con impía
Saña, llamar defensa la osadía.

115 Ya tenéis valerosos Mexicanos
Con quien medir la diestra presumida;
Mas ¿qué es lo que podéis, contra las manos,
Que a España (que es lo más) dejan vencida?
Nuevo Escipión miráis, que a otros Romanos
En su Aníbal ahogó gloria mentida;
Si en Cempoala, y en Capua, ya despojos
Ambos a dos se vieron por sus ojos.

116 Prevenid en buena hora más coraje,
Nueva ferocidad, mayor fiereza;
Porque brille mejor entre el ultraje
De tanta intrepidez, su fortaleza:
Mas ¿cómo os libraréis del vasallaje,
De aquel que con blandura, y entereza,
Con los aciertos de su bizarría,
Venció de un Poderoso la porfía?