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Además, exige la idea de la sociedad científica en la humanidad, que para hacer efectivas estas leyes, se forme de grado en grado una sociedad real para la ciencia y el fin científico, con tendencia a abrazar toda la humanidad bajo Institutos relativamente subordinados y coordinados para la cultura igual de todos. Para hacer posible un día este Instituto científico-terreno, deben desde hoy, en la previsión de esta definitiva unión, comunicarse todos los científicos como una grande y libre familia, como consocios de una sociedad fundamental, y en su género absoluta. A semejanza de las demás sociedades humanas, y según su fin, deben ya desde ahora los científicos, y salva la respectiva dependencia de las demás sociedades fundamentales (patria, estado, iglesia) entrar de todos lados y modos en efectiva y recíproca comunicación, y debe cada uno encontrar fácil y grata acogida en todas partes de la tierra.

De aquí, además, toda localidad que encierra una sociedad permanente humana, toda ciudad, funda naturalmente una sociedad local para el fin científico, la cual mediante concurso común, y bajo plan concertado se consagra a la conservación, a la indagación y a la exposición científica con relación al lugar en que vive y obra, y juntamente preside a la educación de la juventud ciudadana en la ciencia. Sobre estos Institutos locales nacidos en la vida de la ciudad misma, vienen en orden inmediato y bajo semejante forma los institutos provinciales o de círculos geográficos para la ciencia; y todos vuelven otra vez a reunirse en sociedad compuesta superior en el Instituto del Pueblo para la ciencia, el instituto nacional científico (la Universidad).8




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Todos estos institutos se encuentran según sus grados con la institución del Estado, con la de la Iglesia y con todo instituto fundamental en relación de concurso útil para la edificación humana. En estos institutos consagrados sólo a la ciencia y al fin científico, puede luego cada individuo, cada sociedad de amigos, cada familia depositar los frutos de su ingenio. Mediante estas sociedades orgánicas y coordenadas de grado en grado, puede el individuo, pueden los amigos y familias hacerse propio el tesoro científico de su pueblo, hasta donde lo necesitan para sus fines históricos; mediante estas sociedades puede asimismo cada hombre realizar según su talento y su cultura científica, lo oportuno, lo que interesa en el momento para el fin de todos. En estos institutos, ligados inmediatamente con las sociedades (la ciudad, el pueblo), en que nacen y viven, se formará un más alto sentido científico, a manera de un entendimiento común del pueblo, y desde el pueblo descendiendo hasta el individuo. En ellos y por medio de ellos ganará también el Estado, ganará la Iglesia y toda sociedad fundamental aumento de fuerzas, ley de relación y claridad de fin propio, hasta donde la ciencia a su modo como una fuente de vida y de humanización es capaz de prestar.




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Y pues cada pueblo tiene su peculiar carácter científico con el que se aplica mejor a una u otra ciencia, están por esta misma limitación llamados los pueblos en su inteligencia respectiva a fundar entre sí una superior sociedad de pueblos unidos para el fin científico. En primer grado, los pueblos de un mismo continente, que en su oposición con los de otras partes de la tierra tienen semejante carácter intelectual; los pueblos de Europa entre sí, los pueblos de Asia, de África, de América, de Australia. Por lo tanto, cada sociedad nacional científica funda una sociedad superior con las coordenadas sociedades de otros pueblos, que deben ser representadas por miembros activos, para que los institutos nacionales y los pueblos respectivos mantengan de todos lados un comercio efectivo y regular literario recibiendo y comunicando los nuevos conocimientos y los nuevos medios y métodos de exposición y propagación, proponiendo en común las cuestiones oportunas para la indagación, discusión y juicio científico. Bajo esta superior asociación de los pueblos se formará en la cultura de todos una nueva potencia intelectual y mediante ella un carácter superior científico de pueblos unidos en partes mayores de la tierra.

Y cumplido algún día este fin, llegará el tiempo de fundar también en una parte mayor de la tierra una sociedad superior para la ciencia, en la cual se reúnan por miembros intermedios todos los institutos nacionales bajo un instituto común en comercio con ellos, y que represente en su lugar el entendimiento y la ciencia común de los pueblos de una parte de la tierra. Consideremos aquí y con independencia de dichos institutos parciales, todas las sociedades científicas reunidas libremente en grado superior mediante intermedios orgánicos, y, sobre las sociedades de partes mayores de la tierra, un instituto compuesto de todos para el fin científico, y tendremos la idea de la sociedad total científica en la sociedad humana.




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El Arte como obra real humana; su estado orgánico.


Coordenada a la idea de la ciencia encontramos la idea del Arte y la sociedad artística en la humanidad. Aquí hallamos en virtud de la armonía anticipada de la ciencia con el arte, una ley análoga a la precedente. El complemento del arte como obra real humana no consiste en que la invención artística haya agotado todos los modos de la creación y expresión ideal, porque esta plenitud ideal la realiza sólo el eterno artista, Dios en el mundo como el poema eterno de la vida. Ni aun todas las formas bellas posibles a nuestra humanidad puede apurarlas en un tiempo histórico el arte humano, porque cada forma original y única del bello ideal excluye por el hecho mismo un infinito número de formas, igualmente posibles y realizables: -así el poeta, el pintor sienten en el momento de acabar su poema o su cuadro, que en aquel punto pudieran producir otros poemas y cuadros igualmente bellos y todos originales, si la limitación del tiempo y de los medios exteriores, se lo permitieran. Este es el mundo interior del poeta, del pintor, y en general del artista humano. Toda obra artística, ya mire al arte de la vida o al arte del bello ideal o al compuesto, se muestra en cada hombre y cada vez como la última y única según su idea, como una imagen del mundo, y siendo en sí original y libre, pide ser estimada por su idea misma. Si ella bajo esta ley no es viva o bella, no puede formar parte de un todo artístico superior, ni aun la perfección de una obra artística cualquiera puede suplir la imperfección, la fealdad o la falta de vida de las partes. Del arte humano sólo se debe exigir, que cada obra artística sea en sí original y acabada según su idea; que pueda armonizarse con las obras de su género y de grado en grado en obras artísticas superiores; que la aplicación del artista se extienda sobre todos los reinos de la vida al alcance de su contemplación y sus medios, reanimándolos y embelleciéndolos con la idea del espíritu; que todas las facultades artísticas (la impresionabilidad, la espontaneidad, la habilidad técnica) se eduquen y ejerciten en relación, apoyándose unas en otras y ayudándose unas por otras; que todas las esferas del arte humano y las fuentes de la invención poética sean cultivadas igualmente, el arte fundamental tanto como el bello arte y el armónico, y cada género en sus esferas subordinadas; que todas las artes se junten con todas, en artes y en obras compuestas, las cuales se extiendan con igualdad a toda la vida terrena, en conformidad con el clima, las costumbres y el genio peculiar de los pueblos. Y, cuando un día el arte humano llegue a esta igualdad de cultivo en sus fuentes, a esta relación en sus géneros y a este progreso igual en todos los pueblos, entonces se mostrará como la sociedad fundamental para el bello ideal creciendo proporcionalmente en sus géneros subordinados, hasta que llegando en la historia a su edad plena nuestra humanidad, pueda el arte también realizar su plenitud humanamente posible, como parte del destino total. Porque, así como la invención y el arte divino no se agota en la vida del mundo, así como el reino de la experiencia renace cada día nuevo y más rico a nuestros ojos, así puede el arte humano desenvolver en su inventiva y libre acción una vida siempre nueva, una originalidad antes no vista, inagotable riqueza de invención y de expresión, sin temer que retroceda su genio en formas ya usadas y agotadas por los antiguos.




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Caracteres artísticos.


Puede, pues, el arte humano y debe ser cultivado en forma social, y esto no sólo porque cada arte supone para su perfección la idea y el cultivo de las otras artes, sino por la naturaleza del arte mismo, y de cada género artístico. Todo hombre tiene como artista su carácter original (genio), en el cual es el único y sin semejante, y esta originalidad se anuncia desde los primeros años en aquel determinado arte a que se inclina el niño sin motivo ni ejemplo anterior, y en la manera de ejecutarlo; manera que presta a todas sus obras, cuanto más culto es el hombre, una expresión tan decidida que el observador halla que salen todas de una mano. Una superior esfera y sociedad del arte humano forman las familias, las amistades, los pueblos y las uniones de pueblos en partes mayores de la tierra. La cualidad natural de un continente, el influjo de su cielo y el estado de cultura de sus pueblos, prestan a las obras de estos pueblos un carácter común que comprende libremente y sin confusión todos los caracteres particulares de los individuos, de los amigos y de las familias artistas dentro de aquéllos... ¡Con qué marcado carácter no se opone el arte europeo al asiático, tanto el arte interno como el arte del bollo ideal y el armónico, así en el todo como en los géneros particulares! Y, ¡qué constante se sostiene esta oposición en todas las sociedades e individuos dentro de estas mayores sociedades, en todos los tiempos y géneros, en la arquitectura, en la pintura, música, dramática, y en las artes de educación! Dentro de esta oposición mayor de caracteres y modos artísticos en partes mayores de la tierra se determinan en grado descendente caracteres opuestos artísticos entre los pueblos, en los cuales además de la disposición interior (genio) influye el clima y todas las circunstancias naturales. Una correspondiente oposición de carácter muestran luego las artes particulares y sus respectivos procedimientos. La italiana, la española, la francesa, la inglesa, la alemana poesía, pintura, escultura, música dramaturgia, como igualmente las artes internas y las armónicas de estos pueblos, aunque unos aman más éstas, otros las otras artes, se muestran en todos tiempos y bajo un carácter común opuestas, y cada cual es, sin embargo, libre y original. Nacen luego a la verdad, y por la comunicación de unos pueblos con otros, estilos y obras compuestas, cuando dos caracteres originales engendran en fuerza de un comercio sostenido un tercer carácter y estilo; pero una supresión de los caracteres opuestos no es posible ni deseable, mientras los pueblos conserven su originalidad poética.




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Escuelas artísticas.


Y, aunque se oponen decididamente los pueblos entre sí en el genio artístico y poético, siendo cada cual el único en su lugar, caben todavía dentro de un pueblo caracteres opuestos entre familias y amigos, hasta el individuo artista, en una inagotable escala interior, y en cada grado original y libre; y la última chispa en esta escala de genios y de posibles creaciones poéticas sale del individuo. Estas oposiciones contenidas unas en otras presentan aquella forma exterior que se ha expresado, no con propiedad, bajo el nombre de Escuela en las diferentes artes. ¡Cuánto se eleva a nuestros ojos el arte humano cuando lo contemplamos de una vez en esta riqueza de sus fuentes y en una escala ascendente de invención y creación por toda la tierra, hallando en esta plenitud cada genio y cada estilo su opuesto correspondiente y su relativo superior e inferior! ¡Cuando observamos que en todos tiempos los pueblos han sido en sus obras poéticas artistas originales, notamos que han estado entre sí en efectiva correspondencia, de manera que, aun sin saberlo, han producido en cada tiempo y pueblo obras geniales y siempre nuevas, construyendo el poema vivo y continuo de nuestra humanidad en la tierra! ¡Cuando observamos hoy que al paso con la cultura de los pueblos se forma su sentido para el arte, manifestándose con un interés vivo cada vez más delicado y más general! ¡Cuando se nos abre delante la esperanza de que el porvenir del arte humano será cada vez más lleno, más igual en sus géneros particulares y más relativo con la vida del todo! ¡Cuando de esta observación histórica nos elevamos a la idea de la humanidad como el cantor de su propia historia, que habiendo anunciado desde sus primeros años (las epopeyas primitivas en todos los pueblos) la fuerza de su genio, señala cada día de su carrera con la producción de obras más perfectas, más conformes a la verdad, más regulares y acabadas, caminando en gradual crecimiento al cumplimiento de su destino artístico en la tierra; la expresión de la idea del espíritu en la naturaleza!




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Leyes del arte y de la vida artística.


En esta contemplación del todo hallamos lo que la idea de la humanidad exige hoy en el interés del arte humano. Lo primero; que a todo genio original que Dios envía a la tierra, le esté expedito su camino; que la educación popular haga posible que todo poeta original conozca su propio genio; que el artista reciba donde quiera las condiciones exteriores para educarse con bellas esperanzas mediante una aplicación sostenida y exenta de extraños cuidados. Que el Estado por su parte, la Iglesia y las restantes esferas sociales ofrezcan al artista asuntos vivos y actuales de invención y de efecto, para que en esta actividad y al lado de los grandes maestros puedan formarse escuelas artísticas, como se formaron entre los griegos y los italianos en los bellos tiempos del florecimiento. Esto último es condición principal para el cultivo de las artes y de cada una en particular, porque el genio poético sólo se comunica mediante el amor, sólo en la diaria familiaridad, y en la viva participación de la manera del maestro: a medida que el espíritu se asimila libremente el estilo del maestro, se despierta en él su propio estilo, anudándose tan naturalmente al de aquél, que ambos forman una superior persona en su género; una escuela.




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Conservatorios, museos, academias.


Las llamadas academias de artes, necesarias y laudables como son bajo otros respectos, nunca suplen la falta de escuelas libres, que en la inmediata comunicación y como con natural calor animadas, se forman alrededor de maestros hábiles. Porque en las academias se atiende más a aprender de teoría, que a trabajar bajo modelo vivo; el discípulo es atraído o repelido por las diferentes maneras de los profesores y por un mundo de tesoros artísticos que se le ofrecen a la vez: su originalidad se embota o se ahoga al nacer, y suele acabar el discípulo en copista o embrollón, sin que el genio propio se haya dado a luz. Sólo el educado en el trato familiar del maestro que ha elegido y al que ama, porque su estilo congenia con el suyo propio, puede sacar, visitando con él las academias y museos, el fruto esencial y por otros medios inasequible que prestan estos institutos. Hablamos aquí no sólo de los museos de artes de perspectiva, sino igualmente de los conservatorios de poesía, de música y de todas las artes, aun en aquellos géneros que no tienen todavía escuelas y academias.




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Sociedad real para el arte, según las personas.


Así como la idea de la ciencia relativamente al sugeto nos llevó a la idea de una sociedad real científica en la humanidad, por igual ley pide el arte, si ha de crecer como una vida orgánica y progresiva en el hombre, una sociedad semejante. También los artistas deben mirarse desde luego y con el presentimiento del porvenir como miembros de una familia humana, de una sociedad fundamental que camina al cumplimiento de esta parte del destino social, el arte como edificación de la belleza. Los artistas deben para este fin (según la idea de cada arte) franquear los límites que el diferente estado, o pueblo, o escuela opongan a su comunicación libre y fraternal: de todos lados deben entrar en asociación y constitución como artistas, y para ello ha de ser libre al artista elegir y vivir, como en el suyo propio, en el país donde florece el arte su predilecto, y florece según se adapta a su genio; por cuyo medio también los pueblos respectivos enriquezcan y fecunden su peculiar carácter artístico. Los artistas deben poder viajar y comunicar entre sí libremente, según los medios establecidos, para educarse unos con otros y por otros como una familia humana que camina a su constitución definitiva. ¡Cuántas veces no es hoy el artesano más beneficiado bajo este respecto que el poeta y el artista genial! Ni aun el arte más elemental puede hoy progresar en su género, sin conocer lo opuesto y lo semejante en otros pueblos. Los artistas han de tener dentro de su pueblo materia viva de invención y ejecución junto con una consideración social correspondiente a sus funciones, y han de exponer sus obras en períodos regulares ante el público para la reanimación y edificación de la vida común y la artística. Además, así como la ciencia, para fijar en un presente la tradición científica de las edades pasadas, reúne el tesoro histórico bajo clasificaciones sistemáticas, el arte también exige esto mismo, y tanto más, cuanto que el mérito de la obra artística consiste en su individualidad.

No podemos aquí seguir por menor esta idea de la conservación, clasificación y exposición de las obras del arte humano; basta determinar algunas leyes principales. Débese, pues, ordenar el tesoro artístico (conservatorios) según la relación natural de las artes entre sí, bajo sus géneros, según las escuelas, los pueblos, los siglos y según estos capítulos combinados. En segundo lugar, se han de exponer con tal sucesión las obras históricas, que las artes y los artistas sean conocidos en su natural sucesión de una en otra escuela, que despierten gradualmente el interés del observador, y con ello ofrezcan al pueblo una guía para formarse un sentido común artístico, y sobre esta base reconozca el individuo y cultive su genio propio, formando su carácter estético y aplicándolo a su educación y sus obras humanas en general. -Así, por ejemplo, un conservatorio de música debería guardar, no simplemente y sin relación motivada, las obras musicales de diferentes naciones; no sólo exponer de cuando en cuando y sin plan una parte de estas obras al público, sino que todas las obras musicales de alguna importancia deberían mostrarse ordenadas en el conservatorio, según las bases de la clasificación general y la musical, según los tiempos, según los pueblos y las escuelas, según los instrumentos y acompañadas de una apreciación de su mérito relativo, franqueándolas luego al estudio de los profesores. Además, este tesoro del mundo musical debe exponerse en épocas regulares y constantes para que cada cual del pueblo pueda despertar y cultivar su genio musical, y en general se gane este arte un público amador. Semejante ley debería guardarse para las demás artes y sus exposiciones respectivas según la naturaleza de cada una. El sistema de la conservación, clasificación y exposición de las artes no debe quedar hoy en un piadoso deseo; en parte está realizado, y basta observar lo que París, Roma, Londres, Florencia, Nápoles, Madrid, Viena, Dresde ofrecen en sus museos y conservatorios, para convencerse de que la Europa despierta en todos sus pueblos a una más libre y más igual cultura artística.




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Continuación.


Pero lo importante para el arte como fin y sociedad fundamental humana es la constitución gradual de los artistas mismos; constitución, que comenzando desde la sociedad de amigos, se extiende y eleva a círculos compuestos, respectivamente coordenados y subordinados, hasta los Institutos artistas de la ciudad, del pueblo, de una parte mayor de la tierra, hasta la sociedad fundamental de este género en un Instituto artístico humano9. Sobre esto nos remitimos a lo dicho de una unión semejante de los científicos en un Instituto científico humano, puesto que lo allí expuesto vale con igual razón respecto del arte. Las sociedades artistas, como fundamentales para el cumplimiento de su fin real, se aplican a representar la belleza como obra y parte viva del destino humano, a abrazar con sentido y en enlace con el presente el arte histórico y sus obras, a despertar y cultivar el genio poético del individuo, de las escuelas, de los pueblos, a interesar a los artistas hacia los asuntos nuevos y sucesivos que les ofrece la historia. El instituto social para el arte está asimismo llamado a conocer y determinar la idea precisa de los nuevos géneros que en el desarrollo de la civilización nacen de todos lados. Juntamente y entre tanto, de grado en grado, constituye el instituto artístico una autoridad competente, ante la que deba ser presentada toda obra de este género, como ante el legítimo juez, y por el cual sea estimada y conservada a la posteridad en honor y durable memoria10.




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Ciencia con arte en armonía, y las sociedades en su razón.


La ciencia y el arte son entre sí coordenadas y relativas, como partes del destino total humano. Ambas se suponen la una a la otra, y se exigen una por otra; cada paso dado en la una no sólo facilita un progreso en la otra, sino que ambas están llamadas a reunirse en obra compuesta en forma de una ciencia artística y un arte científico; puesto que la ciencia se presta a una exposición individual y bella en forma sensible, y el arte es a su modo una expresión característica y verdadera de una idea racional. El amor a entrambas y la educación en ambas debe llenar todo espíritu que en la ciencia o en el arte mira a lo permanente, y fundamental humano y a la realización histórica de esta ley.

Deben, pues, vivir todas las sociedades activas para la ciencia y el arte, y sus obras, en un comercio superior recíproco. Los Institutos para el arte y la ciencia sólo florecen en sus institutos subordinados, cuando los unos realizan en los otros y por los otros una unión efectiva interior, una sociedad y sociedades compuestas. Entonces la ciencia y el arte, así como son inseparables en la idea, comunicarán históricamente entre sí y con la total historia humana, floreciendo ambas con vida sana, cada vez más íntima y más llena.




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Tercer género de sociedades fundamentales: sociedades formales.


Ciencia y arte, y ciencia con arte, son las obras reales de la humanidad; ambas deben ser y serán un día una obra total y orgánica de su género, una edificación viva humana. Pero no menos inmediata y esencial es la forma con que estas obras deben ser realizadas. Nuestra humanidad no sólo ha de hacer buenos hechos, sino que ha de hacer su hecho con buenos medios y de buen modo, esto es, conforme a su naturaleza, como el autor de sus obras. Conforme a la naturaleza del actor obra la humanidad y el hombre, cuando su conducta se arregla a la forma permanente de nuestra actividad, como ser racional finito, bajo Dios. Esta forma y formas permanentes son: moralidad, derecho, amor y religión; ellas nos llevan al obrar libre y meritorio en justas relaciones individuales y con el mundo, en sentido y aspiración a la intimidad en Dios, y en bella expresión de nuestras ideas y obras. Para conocer, pues, todo el ideal de la humanidad, debemos conocer lo que este ideal exige de nosotros en dichas formas y relaciones fundamentales y qué pide la humanidad de nosotros individual y socialmente, para que ella misma, como el sugeto de su destino, viva un día en la tierra conforme a su naturaleza, como un ser moral condicional, subordinado a Dios, y en su manifestación, bello y libre.11




ArribaAbajo- 105 -

Moralidad.-Mérito moral.


Hemos conocido la moralidad en el individuo como aquel bello hábito que lo lleva a ordenar toda su vida según una voluntad constante y racional, y la hemos estimado como la excelencia fundamental humana; porque la virtud moral abraza en su forma la salud del hombre todo, en el espíritu, en el cuerpo y en ambos juntamente: en el hombre. El hábito moral sostiene el concurso de todas las fuerzas y obras humanas en aspiración constante hacia el bien y por el bien. La voluntad concierta en el virtuoso con los afectos y los movimientos, con el conocimiento y el sentido, con cuerpo y espíritu. Y pues este concierto interior funda dentro del sugeto el medio para su concierto con Dios y con el mundo, la vida moral y sus manifestaciones están siempre en armonía con las relaciones exteriores históricas. ¿Cómo pudiera la virtud, siendo la forma de armonía de todo el hombre, condenar los goces naturales ni derramar una gota de amargura en el cáliz de la vida? Antes bien es ella la madre y animadora de todo contento humano; sin ella todo placer se trueca en disgusto y desabrimiento; ella sola funda en nosotros el ánimo constante en medio de la desgracia y los obstáculos.

La virtud moral no admite aquel tormento voluntario, aquellas apariencias austeras que ahuyentan las musas y las gracias; no aprueba el olvido del cuerpo y de la naturaleza y de la cultura de ambos; no presume fundarse en la desnuda voluntad individual, tan débil en oposición con el mundo; sino que se funda enteramente en Dios, y después de esto en el uso racional, individual y social, de las propias fuerzas. Sólo viviendo conforme a Dios y a la propia naturaleza, alcanza el virtuoso un poder invencible y el más cercano al divino entre los poderes y fuerzas humanas. La virtud moral nos mueve al recto conocimiento del mundo contemporáneo y sus relaciones inmediatas, sobre las que debamos ejercer algún influjo, y nunca es indiferente al resultado de los nobles esfuerzos; ella camina en todo con libertad, con circunspección y ánimo constante.




ArribaAbajo- 106 -

El carácter moral: en el individuo; en el pueblo.


Todo sugeto racional forma inmediatamente como hombre su carácter moral, y expresa en él su virtud individual (su costumbre en el lato sentido); toda su actividad se determina a cada momento de una manera propia y única, como voluntad última, esto es, en forma de moralidad (en mérito moral). No basta que en general sea hecho el bien que exige nuestra naturaleza, sino que según la ley de la vida histórica, el bien pide ser hecho por todos los buenos modos en cada tiempo, por cada hombre, por cada pueblo, por nuestra total humanidad, con entera individualidad, esto es, con carácter; aquel bien, a saber, que en medio de todas las circunstancias y según el sugeto pide ser hecho. Porque toda humana actividad, bien que es eterna según su forma, se ejerce ligada al tiempo y al desarrollo histórico del hombre, de la humanidad y de los seres superiores en el mundo. Por lo tanto, la moral, aunque en su naturaleza es una, y en todo tiempo y lugar es la misma, se determina con infinita variedad de carácter según los tiempos: sin que sea buena en cada caso y dadas todas las circunstancias, no es individualmente meritoria, no tiene carácter virtuoso ninguna acción. Aun Estados históricos anti-humanos pueden dar lugar a hechos virtuosos, los cuales en su individualidad pasan con el tiempo, mientras el espíritu que los engendra queda uno e idéntico a sí mismo.

Estas virtudes superiores históricas, o mejor, estas expresiones libres de la virtud en medio de contrarias circunstancias, merecen grande estima e imitación. Así, el valor heroico en la guerra, la justicia del soberano despótico, el amor del padre para con mujer e hijos allí donde el Estado autoriza el despotismo doméstico, la humanidad con el esclavo, la fortaleza en los padecimientos, la renuncia de goces en sí lícitos, cuando esta abstención es exigida por fines superiores, el ánimo igual en las molestias de la vida, y obras hechas por amor humano en medio de enemigas circunstancias; todas las heroicas virtudes que el hombre ejercita en la lucha contra los poderes de la tierra, revelan la fuerza interior de nuestra naturaleza en su camino a más altos destinos, mejor que las virtudes fáciles, poco probadas, de una vida tranquila.




ArribaAbajo- 107 -

Carácter moral-público; forma interior de las personas sociales.


Así como el individuo, forma también cada sugeto y persona humana superior un carácter moral, como la expresión de sus hábitos de vida; y cuando esta expresión concierta con su naturaleza, es el carácter del pueblo virtuoso y bello. Así, pues, debe formar y expresar la familia un propio y único carácter moral (costumbres domésticas), y cada pueblo igualmente ha de conservar puro, determinar y embellecer cada día, conforme con toda su historia, su carácter moral común (costumbres públicas). La virtud toma como la belleza sin mudar su esencia ni perder su unidad, expresiones infinitas libres, no de otro modo que la naturaleza y el espíritu expresan la vida libremente en infinitos individuos, Llegado un pueblo a formarse un carácter virtuoso (una costumbre digna y buena) como la expresión individual de toda su vida racional, entonces este carácter común es amado y reproducido por cada particular en el pueblo, hasta el individuo, siendo propio de la naturaleza humana, que la persona contenida viva conforme con la persona superior continente, la vida particular conforme con la total hasta donde cabe, salva la libertad moral, que el hombre no puede perder.

Si un pueblo ha de representar una verdadera persona humana (un hombre superior y agente de su destino), debe en primer lugar mantener y desarrollar su carácter nacional, en forma de una moral pública; porque sólo en razón de ella se hace respetable el pueblo dentro y fuera como una potencia moral humana, bajo una voluntad consecuentemente expresada y ejercitada. Pero, donde la moral pública reinante demanda actos contra razón o humanidad, debe el particular dentro del pueblo escuchar la voz de Dios, que prohíbe la enajenación de la libertad, antes que la voz del pueblo; debe mejor dejar la vida, que seguir, contra la voz interior, la voluntad inmoral de otro hombre por superior que sea; porque para el hombre superior como para el inferior, es una la voz de Dios, que declara el libre obrar como la forma de la vida y la condición de todo mérito, y dignidad humana.




ArribaAbajo- 108 -

Así como el individuo no debe dejar su cultura moral (esto es, la formación de su carácter moral) al acaso o a influencias ajenas, tampoco lo debe el pueblo en sus costumbres nacionales. Al contrario, el pueblo debe aplicarse en común y por medios regularmente establecidos a conocer el estado de sus costumbres en todo tiempo y en el presente (historia y estadística moral), debe corregir, purgar, caracterizar más y más las buenas costumbres, y según los tiempos armonizarlas con las costumbres de otros pueblos y del siglo. También la expresión temporal de la moral pública debe ser modificable según los tiempos atentamente estudiados y entendidos; donde no, perderán las costumbres su vitalidad interior y su influencia saludable en el todo, acabando por aislarse y ser estériles para la historia moral del pueblo. Cuando el espíritu que engendró un día determinados hábitos y costumbres ha mudado con el tiempo, la costumbre que lo expresaba se aleja de la vida actual, pierde su sentido y el respeto que gozaba, y aun llega a perjudicar al desarrollo de las otras fuerzas sanas del pueblo. ¡Ved, cómo los pueblos de la India, capaces como el mejor de una cultura moral y humana, aunque hoy conserven mucho del antiguo espíritu que fundó su carácter moral, viven estacionarios bajo una costumbre anticuada, sin relación con la historia del pueblo y la humana, reducidos a transmitir de una generación a otra lo antiguo, incompleto y desvirtuado!




ArribaAbajo- 109 -

Además, si la vida moral del pueblo ha de ser orgánica en sí, esto es, enlazada y armónica, debe el pueblo cultivar igualmente el carácter moral del varón que el de la mujer, o de lo contrario, no representa el pueblo un entero hombre y persona moral, sino sólo la persona y el carácter moral masculino. El injusto descuido en educar y cultivar el carácter moral de la mujer al lado del varón, lleva hoy su pena merecida en enfermedades secretas y en el decaimiento de otras esferas de la vida pública y privada. Los pueblos modernos han dado en esto algunos pasos sobre los antiguos; y, sin embargo, falta mucho que hacer para reanimar, para completar y fortificar moralmente su vida interior y la común.