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ArribaAbajoEl exilio gallego de 1939

Xosé Riveiro Espasandin


GEXEL-UAB



Para Cristina,
que no sabe de exilios
todavía.

«Compañeiros da miña xeneración
mortos ou asesiñados».
¡Tan doce era a xuntanza miña e vosa
de todos nós co mundo!
Facíamos un feixe de campos e de estrelas,
e ó pisar ise chao que latexaba
sentíamos subir pola sangue o misterio.
O noso corpo era o camiño da maxia
a escada pola que viña a lúa
o zume de todo-los segredos
a canzón da herba que resucitóu.
E o mismo verme era unha folla leda,
un mensaxeiro do sagrado alën.
(...)


Lorenzo Varela                


La cultura gallega se hallaba al comienzo de la sublevación militar del 36 en un proceso de recuperación de vitalidad extraordinaria: la expresión política de esa vitalidad se manifiesta en el apoyo al Estatuto, última en producirse por las dificultades inherentes a la especial configuración del tejido social de un mundo que vive en plena medievalidad, ignora la revolución industrial y entra en la modernidad lastrado por un caciquismo demoledor; las consecuencias de la ruptura de este proceso se hacen sentir allí con especial virulencia, sobre todo porque Galicia pierde rápidamente las instituciones democráticas en los primeros días de la sublevación y, con ellas, desaparecen editoriales, revistas, periódicos, bibliotecas, Universidad, al mismo tiempo que toda una generación de intelectuales, líderes políticos y sindicales.

Desde el comienzo de la guerra civil se abren dos vías de salida para los intelectuales gallegos que sobreviven al asesinato y a la barbarie de los sublevados contra la República: la España Leal y las comunidades de emigrantes que habían creado desde finales del siglo XIX importantes centros que van evolucionando de lo puramente folklórico a la defensa del idioma, de la propia identidad cultural y de la decidida acción política nacionalista a lo largo de la geografía americana, con una aportación especialmente relevante en los años treinta a la lucha política en las instituciones españolas. Entre estas comunidades cabe destacar las de Cuba (donde Xosé Neira Vilas tendrá un papel esencial en la defensa de la cultura gallega), México (articulado en torno a los grupos Saudade y la Irmandade Galeguista, que editan la revista Saudade; el cineasta Carlos Velo, los poetas Ramón Cabanillas y Luis Soto Fernández y el periodista Ramiro Illa Couto y la revista Vieiros)62, Montevideo (cuyo «Patronato» realiza una importante labor editorial), la Caracas denostada por Celso Emilio en Viaxe ao país dos ananos y, sobre todo, la capital argentina que, desde 1936 a 1955, se convierte en la capital de la cultura gallega, como señala Basilio Losada63.

BUENOS AIRES

La colonia gallega constituía en 1936 la segunda en importancia dentro de la sociedad argentina, tanto por el número de sus miembros (cerca del medio millón de emigrantes) como por el peso económico, sindical y cultural que había logrado, especialmente en la ciudad de Buenos Aires. Algunos de los más significativos líderes políticos de la II República proceden de la emigración: tal es el caso de Castelao, Suárez Picallo y Alonso Ríos. Durante la guerra civil los emigrantes se funden con los primeros exiliados en   —44→   la lucha por buscar apoyo material y defensa intelectual de la República, surgiendo un sin número de asociaciones de apoyo a la heroica lucha del pueblo español que culmina con el intento, de celebrar un multitudinario Congreso de Ayuda de todas las asociaciones existentes en Argentina los días 7, 8 y 9 de agosto de 193764, apoyado por las organizaciones obreras argentinas e importantes sectores de la intelectualidad65.

Dentro de las organizaciones que apoyan a la España democrática destaca la Federación de Sociedades Gallegas, cuyos estatutos recogían su republicanismo progresista y cuyo órgano de prensa -Galicia- constituye el más comprometido ejemplo de dignidad civil66; Blanco-Amor, su director, desarrolla desde las páginas del periódico una intensísima labor de apoyo a la República, apoyo que le lleva a aceptar el cargo de cónsul de España en Mar de Plata y Mendoza, sirviendo de ayuda a los primeros refugiados de la «España Peregrina»:

Blanco-Amor dirigió e intervino en alguna organización de ayuda a los refugiados en Francia. Yo misma, que no le conocía personalmente, me he dirigido a él por carta desde el hospital de la Pitié de París investigando sobre el viaje a América67.


Durante, al final de la guerra o en momentos posteriores van recalando en Buenos Aires: Luis Seoane, Arturo Cuadrado, Rafael Dieste y Carmen Muñoz, Ramón Rey Baltar, Lorenzo Varela, J. Otero Espasandín, José Núñez Búa, Elpidio Villaverde, A. Alonso Ríos, Basilio Álvarez, Álvaro Mª Casas, Suárez Picallo (sólo momentáneamente entre 1954 y 1956, desde Chile, donde estaba exiliado) y A. Rodríguez Castelao.

La oligarquía argentina se preparaba ya para la experiencia justicialista y su prensa se pone decidida -el periódico La Razón a la cabeza y las simpatías de La Nación del último Lugones, convertido al fascismo antes de su suicidio- del lado de los sublevados; las diatribas contra la comunidad gallega y española traspasan, a menudo, las páginas de la prensa para convertirse en manifestaciones, no siempre pacíficas, por los alrededores de las redacciones o las tertulias68. En el centro la defensa de la España Republicana, donde Blanco-Amor une su condición de exiliado a la de emigrante, convirtiéndose en uno de los autores que mayor proyección tendrá en la literatura gallega contemporánea69.

La llegada de los exiliados durante y al final de la guerra aumenta el peso intelectual y político de la comunidad gallega de Buenos Aires y es, en líneas generales, bien recibida por la comunidad de emigrantes, especialmente por las capas sociales más desfavorecidas, vistas con cierta desconfianza, cuando no con abierta hostilidad, por la burguesía porteña; la llegada de las nuevas figuras intelectuales se convierte en motivo de orgullo y afianzamiento, de la comunidad frente al manifiesto desprecio con que es tratada.

La labor intelectual de los exiliados va evolucionando en función de la propia evolución de los acontecimientos internos argentinos y mundiales, como puede observarse a través de las páginas de la prensa:

1.-Denuncia de las atrocidades de los sublevados tanto en Galicia como en el resto de España, durante y después de la guerra, destacando la funesta actitud de la Iglesia jerárquica, que se corresponsabiliza de la represión.

2.-Defiende la legalidad democrática, procurando mantener las relaciones de las instituciones de la República gobierno en el exilio, parlamento, en espera de la victoria de los aliados70.

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3.-Reivindica la lengua y la cultura, «galleguizando» más profundamente la comunidad de emigrantes:

a) mediante las actividades de las organizaciones.

) impulsando el desarrollo de todos los medios de creación cultural: exposiciones artísticas, actividades folklóricas, mantenimiento y creación de revistas y periódicos71; instituciones como el Hogar Gallego de Ancianos, etc. Mención especial merece la fundación de editoriales que posibilitan la pervivencia de la cultura gallega en estos terribles años.

4.-Intenta restablecer los difíciles contactos con la intelectualidad gallega del interior, tratando de impulsar la oposición al franquismo, lo que no siempre era compartido por los intelectuales que vivían bajo la dictadura72.

REVISTAS Y EDITORIALES

Las revistas73 constituyeron un eficaz medio de comunicación entre los autores exiliados y emigrantes y los lectores, al compartir un mismo idioma; el hecho reviste especial significación en una ciudad como Buenos Aires, que se había convertido -desde los años veinte y treinta- en la capital cultural de América y centro de recepción de todas las posibles manifestaciones artísticas. La primera revista de los exiliados fue De mar a mar, creada por A. Serrano Plaja y Lorenzo Varela en 1942, con las firmas de Arturo Cuadrado, Otero Espasandín y R. Dieste.

A los pocos meses de la desaparición de la anterior noviembre de 1943- nace Correo Literario, dirigida por Seoane, Lorenzo Varela y Arturo Cuadrado, que formarán un trío decisivo en las empresas culturales de los gallegos en Buenos Aires desde los años cuarenta hasta la década de los ochenta. De una calidad gráfica exquisita para la época, es foro habitual de autores como Alberti, F. Ayala, Octavio Paz, R. Molinari, Sánchez Barbudo y Sábato entre otros.

Seoane y Lorenzo Varela colaboran igualmente en Cabalgata, publicada entre 1946 y 1948, que recoge las firmas más significativas del momento: Alberti, Mª Teresa León, Corpus Barga, Américo Castro, Ramón Gómez de la Sema, Sábato, Alfonso Reyes, Nicolás Guillén, y un largo etcétera. Pero, sin duda alguna, la más importante de las revistas culturales del exilio gallego es GALICIA EMIGRANTE, creada por Luis Seoane, autor de las soberbias ilustraciones, por cuyas páginas desfilan la práctica totalidad de los autores gallegos de la época de uno y otro lado del Atlántico.

En Galeuzea -la revista de catalanes gallegos y vascos, nacida en 1945- colaboran Castelao, Portela Valladares, José Núñez Búa y Alonso Ríos. Creación del exilio bonaerense fue el semanario El Republicano Gallego, fundado y dirigido por el coruñés Manuel García Gerpe, fiscal en las Brigadas Internacionales durante la guerra.

Otra de las actividades vitales en la continuidad de la cultura gallega y su misma subsistencia en los años de posguerra es la editorial: alimentar el consumo espiritual de un pueblo roto mediante la reedición de los clásicos y, al mismo tiempo, dar salida a las nuevas creaciones es la tarea que se imponen las sociedades gallegas y los exiliados. La Federación de Sociedades Gallegas edita en plena guerra (1938) A gaita a falare, poemas de R. Rey Baltar y una antología de Rosalía, prologada por Blanco-Amor.

En esta esencial tarea cumplen un papel decisivo las editoriales de las sociedades de emigrantes que ya venían funcionando; de los llegados ahora cabe destacar al trío ya citado: Lorenzo Varela, Arturo Cuadrado y Luis Seoane. Ellos son los impulsores de EMECE; en su colección Dorna se publican obras de los travadores, Eduardo Pondal, Rosalía de Castro, Rafael Dieste, el Cancionero Popular Gallego de J. López Ballesteros y Otero Pedrayo, combinando los «clásicos» con los contemporáneos; por su parte la colección Hórreo publica obras de E. Pardo Bazán, Valle Inclán, Concepción Arenal y Manuel Murguía, entre otros.

Cuadrado y Seoane fundan en 1944 la editorial Nova y cuatro años más tarde Ediciones Botella al Mar, que mantiene su labor de manera ininterrumpida hasta la actualidad, publicando predominantemente en castellano pero con significativa presencia de los temas y autores gallegos desde los cancioneiros medievales a los poetas actuales74». La última   —46→   empresa editorial de la «pareja de masones», como irónicamente gustaba definirla Cuadrado, fue «Ediciones Hombre al Agua», cuyo opúsculo Seoane Varela Cuadrado constituye «un testamento lírico emotivo, cuando ya me han dejado solo ante el mar», en confesión de Arturo. El librillo reproduce la dedicatoria de Luis Seoane a Castelao Artista75, todo un poema al desarraigo de los exiliados:



«A Lorenzo Varela e Arturo Cuadrado, pot todo
canto fixemos xuntos en Buenos Aires, perdendo.

Por canto soñamos en Galicia dende Buenos Aires,
escribindo, pintando, loitanto e perdendo. Soios.

Además de su actividad editorial76 Seoane es, sin lugar a dudas, el artista gallego por antonomasia: pintor, grabador, poeta, ensayista, ilustrador, dibujante. Su obra pictórica se encuentra en las principales colecciones de los museos americanos, incluyendo el de Arte Moderno de Nueva York, la Biblioteca del Congreso o la de Filadelfia, y en multitud de edificios -públicos y privados- o en las plazas de Buenos Aires, enraizando con la Galicia mítica77 y, a la vez, con la tradición histórica que sigue divulgando, tras su regreso a la Coruña, en sus colaboraciones semanales en La Voz de Galicia; Seoane estuvo siempre preocupado por impulsar el arte gallego para lo que, con Díaz Pardo, creó el «Laboratorio de Formas de Galicia», ligado a Cerámicas do Castro y el museo de Arte Gallego Carlos Maside. Otro de los grandes artistas gallegos que continúa su obra gráfica en el exilio, primero en EE.UU. y Cuba -de donde procede su álbum Debuxos de negros editados en 1970 -y, más tarde, en Buenos Aires, es Castelao con las series Meus Compañeiros y Faunalia, aplicando su expresionista visión de la realidad concreta gallega a una Galicia mítica de sátiros y faunos.