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Otras alcantarillas secundarias se ubicaban en los conventos de La Concepción y San Jerónimo. La primera de ellas sólo recibía agua dos veces por semana y ésta se conducía a los colegios de Niñas Vírgenes y de San José de Gracia, al temazcal de Morados y a las casas de don Manuel Bergaño88.

Por medio de las alcantarillas, los conventos recibían el agua para su suministro interno. Sin embargo la cesión de la merced real para las monjas no les presuponía el usufructo del vital líquido de manera permanente. En una solicitud de 1712, doña Ana Francisca de Zúñiga y Córdoba, viuda del general don Diego Ortiz de Lagarchi, caballero de la orden de Santiago, patrona y fundadora del convento de Capuchinas señaló que:

[...] por haber sucedido en las casas que fueron del canónigo Alonso Fernández de Santiago que son las mismas en las que se edificó el dicho convento y su Iglesia, se le hizo una merced de agua del repartimiento de la plazuela del Carmen y que con las diferentes mercedes que se hicieron antes del dicho convento a veces llega muy poca agua al convento y es necesario comprarla esperimentando el inconveniente que entren aguadores dentro de dicho monasterio [...]89.



La asociación entre los conventos y el suministro de agua benefició casi de manera directa a los sectores circunvecinos, algunas veces a costa del propio abasto interno. A manera de ejemplo, en el caso de las agustinas de Santa Mónica:

En una vista de ojos hecha en el convento de santa Mónica, reconociendo dos pilas que están en el patio primero y segundo claustro, solo tienen el gose de agua por oras, tres horas desde las seis de la mañana y desde dicha ora hasta las tres de la tarde (mientras) el agua va al hospital y convento del patriarca san Juan de Dios y justamente a un temazcal de la casa que posee en propiedad D. Joseph Manuel Campos y de ai a un obraje viejo i a las casas del Lic. Baquer presbitero y de las tres de la tarde a las cuatro cae al recogimiento de santa María Magdalena y desde dicha ora hasta las seis de la mañana pasa a la alameda y el derrama a las tocinerías de la calle real primeramente y a la que esta en la esquina de dicha alameda, a la que fue vidriería y al obraje que fue de Solano. Es manifiesto que así por las pocas oras que tienen el gose del agua dicho convento como los interesados, que toman de dicha agua le infieren e erogan grave perjuicio y causan la escases que dicho convento esta experimentando90.



El hecho de que las alcantarillas se ubicaran en las inmediaciones de los conventos presupuso el abasto del vecindario que se iba conformando a partir de su fundación, esto a su vez imprimió un sello propio al paisaje urbano poblano. Esta relación estuvo definida por la manera en que las instituciones monásticas distribuyeron el agua.

Salvo aparentes excepciones, una propiedad privada del agua sólo existía en relación con fuentes y pozos en terrenos particulares, hasta el momento en que tales aguas salieran del terreno de su propietario91. El líquido llegaba mercedado a los monasterios procedente de las alcantarillas. Al usufructuarlo la comunidad, éste pasaba a ser privado; una vez aprovechado en su interior, su sobrante era conducido hacia el exterior por medio de pilas o fuentes convirtiéndose en agua de uso común o público. Este fenómeno no ocurría cuando el agua entraba a las casas particulares pues los usos productivos limitaron la salida de los remanentes al exterior.

Los permisos de agua para uso doméstico, otorgados a particulares, nunca pudieron crear derechos definitivamente establecidos. La verdadera propietaria del agua que corría por las cañerías seguía siendo la corona y todo permiso dado por el cabildo siempre fue precario y revocable y el interés particular siempre tenía que ceder ante el beneficio colectivo. Legalmente al ayuntamiento correspondió velar por el abasto público y privado del agua, pero en la práctica los monasterios desempeñaron parte de esa función.




«En lo que toca al agua, la ciudad tiene hecha merced a cada convento que en su vecindad se fundase»92

Un análisis de los diferentes usos del agua durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX indica que fue el uso productivo, en cualquiera de sus formas, el que definió su valor93. Panaderías, casas de ganado de cerda, temazcales, curtidurías, boticas, y otras actividades comerciales la consideraban indispensable.

Cabría preguntarse si el uso del agua para las casas habitación era de importancia secundaria. Posiblemente algo tuvo que ver la influencia de la teoría miasmática, para la cual el agua era un elemento asociado a las emanaciones del centro de la tierra, determinando que su utilización se limitara a la higiene personal y doméstica. La idea de llevar el agua a cada casa habitación no fue durante los siglos XVII y XVIII una preocupación primordial en la sociedad.

Otra explicación puede encontrarse en el tipo de relaciones sociales delimitadas por el derecho público y el derecho privado colonial que de alguna forma definían el valor del agua, resultado de los diversos aprovechamientos de que era susceptible. Grupos de laicos y sobre todo eclesiásticos retenían en su conjunto un altísimo porcentaje del excedente económico gracias a la forma en que estaba estructurada la propiedad de los medios de producción, es decir como apropiadores de los recursos naturales. Así, el agua, al igual que la tierra, estaba sujeta al dominio del Estado y éste delegó su distribución en determinados grupos sociales94.

Se producía así una mezcla, en muy diversos grados, de relaciones públicas con privadas, dando lugar a la fusión de la propiedad con la soberanía. Los conventos de mujeres, como parte de las instituciones eclesiásticas, asumieron parte de las funciones públicas del gobierno colonial al transformar el agua, propiedad real, en agua de uso privado y público. Durante toda la época colonial y hasta mediados del siglo XIX éste fue el modelo que imperó en la distribución y apropiación del agua en la ciudad de Puebla.

Fuente

Figura 1. Fuente del convento de Santa Rosa

Las autoridades, mediante el otorgamiento de mercedes a lo largo de los siglos, delegaron fundamentalmente en las instituciones eclesiásticas la distribución del agua pública. Esto lo muestra una ratificación hecha por el cabildo «... que en lo que toca al agua, la ciudad tiene hecha merced de medio real de ella a cada convento que en su vecindad se fundase»95. Este hecho implicó casi de manera directa que el agua que a los conventos les sobraba fuera distribuida de manera gratuita a través de sus alcantarillas, derrames y fuentes para el público que no podía pagar una merced privada.

En la reglamentación de sus aprovechamientos las aguas fueron siempre, con mayor o menor rigidez, consideradas como bienes patrimoniales. Como pertenencia del poder del Estado fueron objeto de cesión, donación o alienación de dominio, a título derecho, aunque no privado, en beneficio de particulares, monasterios u otras instituciones quienes asumieron, por acciones de traslación parcial de la soberanía, derechos hereditarios sobre ellas. Cabe aclarar que siempre con reserva de uso96.

Debido al alto costo de compra de las mercedes, pocos particulares tuvieron acceso a ellas. En 1604 el precio de una merced o paja de agua97 era de 300 pesos de oro común98. Es importante hacer notar que a fines del siglo XVIII y principios del XIX se intensificó la adquisición de mercedes, no por compra, sino a cambio de financiar la construcción o el mejoramiento de pilas o fuentes para el abastecimiento público. Las autoridades virreinales también aprobaron la construcción de estas edificaciones, que si bien beneficiaban directamente a un usufructuario, no eximían al «obrero mayor» de su obligación de dar mantenimiento a las fuentes públicas a su cargo.

El ayuntamiento se encargó de mercedar el agua procedente de las alcantarillas a muy pocos particulares y a las instituciones eclesiásticas. El siguiente cuadro muestra el resultado de esta desigual distribución. Aquí se presentan las mercedes y derrames en la ciudad otorgados oficialmente por el cabildo y que fueron ratificadas a mediados del siglo XIX. Esta situación era muy semejante a la ya existente en el siglo XVIII.

Cuadro 3

Distribución de las mercedes y derrames de agua dulce en la ciudad de Puebla (siglo XIX)

Beneficiarios de mercedes o derrames Número de mercedes Porcentaje
Particulares 190 43.9
Conventos de mujeres 113 26.1
Conventos de hombres 62 14.4
Clero secular 36 8.3
Colegios 13 3.0
Hospitales 10 2.3
Gobierno 9 2.0
Total 433 100.00

FUENTE: AAP, 1803, libro de expedientes sobre agua.

Si se suman las mercedes pertenecientes al conjunto de las instituciones eclesiásticas, tenemos que éstas concentraron casi 55% de los otorgamientos o derrames de agua dulce, hecho que se deriva, entre otras razones, de su estatuto de gran propietaria inmobiliaria99. Al menos desde fines del siglo XVIII, el abastecimiento de agua de gran parte de la población dependía de los acuerdos a que llegasen los inquilinos con las monjas arrendadoras. (Véase el plano 9.)

Fue en el siglo XVIII cuando los conventos se convirtieron en grandes propietarios urbanos100. Como parte de la política inmobiliaria de la iglesia en este periodo, se dispuso que los mayordomos de los conventos de mujeres entablaran acuerdos que convinieran a las fincas de los monasterios. Ello implicaba considerar el precio y usufructo del agua dentro de las fincas. Por ejemplo, en 1779, don Felipe Paz y Puente y don Francisco Notario, mayordomos de los conventos de San Jerónimo y La Santísima Trinidad respectivamente, llegaron a un acuerdo:

dado que san Jerónimo tiene unas casas en la calle de Herreros contiguas a otras propiedades de la Santísima y poseen las dichas casas propiedad y dominio de agua perenne y siendo bastante para el abastecimiento de los inquilinos de dicha casa, se derrama mucha y se va sin aprovecharse a la atarjea y sucediendo lo propio en otra casa del convento de san Jerónimo en la esquina de la calle de la Aduana vieja en cuya frontera tiene otras el convento de la santísima Trinidad hemos convenido en aprovechar ambos derrames permitiendo que el derrame de la casa de la calle de Herreros sea conducido a las casas de la santísima y el derrame de las casas de la Aduana vieja sea conducido a las casas de san Jerónimo101.



Plano

Plano 9. Mercedes de agua en la ciudad de Puebla, siglos XVIII-XIX

Los números indican las mercedes por manzana

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