La paloma de Filis
Odas anacreónticas dedicadas a la
Exma. Sra. Condesa de Montijo
«[...]
plaudentibus alis insequitur,
tangi patiens, cavoque foveri laeta sinu, et blandas iterans
gemebunda querelas ».
(Jacques
Vanière , Vanierius , Praedium rusticum ,
lib. XIII,
«Columbae ».)
Filis tiene una palomita, y con ella se goza y recrea. Ve
aquí el motivo de estos juguetes, en que me he dilatado
más que pensé. Pero la inocencia de Filis y las
gracias de su palomita no pueden pintarse brevemente. Acaso
ésta será para algunos demasiado festiva y
bulliciosa. Yo, que la he visto, les aseguro que ni aun se dicen la
mitad de sus cariños y donaires. Muchos de ellos se escapan
al pincel de la poesía, y a otros no puede darse la viveza
ni el delicado colorido del natural. Quien no lo creyere, ni conoce
a Filis, ni sabe lo que son las palomas, ni lo que puede en estas
avecillas el amor y el agradecimiento.
- I
-
Otros cantan de Marte
las lides y zozobras,
o del alegre Baco
los festines y copas;
la sien otros ceñida
5
de jazmines y rosa,
del Amor los ardores,
y de Venus las glorias.
Pero yo sólo canto
con cítara sonora
10
de mi querida Filis
la nevada paloma:
su paloma, que bebe
mil gracias de su boca,
y en el hombro le arrulla,
15
y en su falda reposa.
- II
-
Donosa palomita,
así tu pichón bello
cada amoroso arrullo
te pague con un beso,
que me digas, pues moras
5
de Filis en el seno,
si entre su nieve sientes
de Amor el dulce fuego.
Dime, dime si gusta
del néctar de Lïeo
10
o si sus labios tocan
la copa con recelo.
Tú a sus gratos
convites
asistes y a sus juegos,
en su seno te duermes
15
y respiras su aliento.
¿Se querella
turbada?,
¿suspira?, ¿en el silencio
del valle con frecuencia
los ojos vuelve al cielo?
20
Cuando con blandas alas
te enlazas a su cuello,
ave feliz, di, ¿sientes
su corazón inquieto?
¡Ay!, dímelo,
paloma,
25
así tu pichón bello
cada amoroso arrullo
te pague con un beso.
- III
-
Filis, ingrata Filis,
tu paloma te enseña;
ejemplo en ella toma
de amor y de inocencia.
Mira cómo a tu gusto
5
responde, cómo deja
gozosa, si la llamas,
por ti sus compañeras.
¿Tu seno y tus
halagos
olvida, aunque severa
10
la arrojes de la falda,
negándote a sus quejas?
No, Fili; que aun entonces,
si intento detenerla,
mi mano fiel esquiva
15
y a ti amorosa vuela.
¡Con cuánto suave
arrullo
te ablanda! ¡Cómo emplea
solícita sus ruegos
y en giros mil te cerca!
20
¡Ah, crédula
avecilla!,
en vano, en vano anhelas;
que son para tu dueño
agravio las finezas.
¿Pues qué, cuando
en la palma
25
el trigo le presentas
y al punto de picarlo
burlándote la cierras?
¡Cuán poco del
engaño
incauta se recela,
30
y pica, aunque vacía,
la mano que le muestras!
¡Qué fácil
se entretiene!
Un beso le consuela;
siempre festiva arrulla;
35
siempre amorosa juega.
Su ejemplo, Filis, toma;
pero conmigo empieza,
y repitamos juntos
lo que a su lado aprendas.
40
- IV
-
No, no por inocente
te me disculpes, Fili,
que en los sencillos pechos
más bien amor se imprime.
Él con los años
viene;
5
tal algún tiempo viste
huir del pichón bello
tu palomita simple.
Pues mira ya cuál
oye
sus ansias apacible,
10
y en el ardiente arrullo
cómo con él compite.
Ya le llama si tarda;
ya si vuela le sigue;
ni sus tiernos halagos
15
desdeñosa resiste.
Mira cómo se besan,
cuál se dan y reciben
mil lascivas picadas
en cariñosas lides.
20
El placer sus plumajes
encrespa, el suelo miden
con la cola, su cuello
mil cambiantes despide.
Ya con rápido vuelo
25
burlando se dividen,
ya vuelven, ya imperioso
su ardor los manda unirse.
¡Gozad, gozad mil
veces
en lazada felice
30
las delicias que guarda
Amor a quien le sirve!
Y tú, pues las
palomas
con su candor se rinden,
no, no por inocente
35
te me disculpes, Fili.
- V
-
Teniendo su paloma
mi Fili sobre el halda,
miré a ver si sus pechos
en el candor la igualan;
y como están las
rosas
5
con su nieve mezcladas,
el lampo de las plumas
al del seno aventaja.
Empero yo, con todo,
cuantas palomas vagan
10
por los vientos sutiles,
por sus pomas dejara.
- VI
-
¡Oh, con qué
gracia, Filis,
tu bella palomita,
sensible a los halagos,
te arrulla y acaricia!
¡Qué dócil
si la llamas!,
5
¡qué suelta!, ¡qué
festiva
volando y revolando
tu beso solicita!
Tú cantas, y a los
trinos
está como embebida;
10
si cesas, con su arrullo
parece que te imita.
Luego a la falda vuela,
do te contempla y mira,
bullendo de contento
15
sus amorosas niñas.
¿Pues si tus bellos
labios
con el manjar la brindan...?
Entonces, ¡ay!, entonces
sí que el placer la anima.
20
Ya llega, ya se aparta,
ya vuelve, ya lo pica,
con sus trémulas alas
mostrando su alegría.
Parece en aquel punto
25
decir: «¡Oh, qué delicia
no acostumbrada goza,
señora, el alma mía!
¿Qué es esto?
¿Tocar puede
tu boca peregrina
30
mi pico? ¡Oh bien lograda
cadena!, ¡oh dulce vida!»
Su arrullo, su plumaje,
sus vueltas, todo indica
de su inocente pecho
35
la gratitud sencilla.
¡Ah!, si así una
paloma
te es, Fili, agradecida,
mi corazón amante,
dime, mi bien, ¿qué
haría?
40
- VII
-
Simplecilla paloma,
si la dicha inefable
de que tú feliz gozas
con Fili yo gozase,
no, no tan bullicioso
5
vagara por los aires
o necio dejaría
su lado un solo instante.
¡Tú, incauta, otras
palomas
escuchas y el amable
10
seno do moras huyes!
¡Oh simplecilla!, ¿qué
haces?
¿Es más un falso
arrullo
que Filis? ¿Alejarte
no temes? ¿Sus caricias
15
olvidas ya mudable?
¡Oh!, vuelve al punto,
vuelve,
que en llanto se deshace;
vuela a tu dueño, vuela,
y el ala aprisa bate.
20
Verás cómo sus
ojos
se enjugan con mirarte,
te halaga, y dan mil besos
sus labios celestiales.
- VIII
-
¿Para qué, insana,
picas
el ramito de flores
con que gusta mi Filis
que su seno se adorne?
¿No ves, necia
paloma,
5
que en tus impios furores
herir pueden su nieve
de tu pico los golpes?;
¿que sus frescos
pimpollos
derramados sin orden
10
ambas turgentes pomas
con sus hojas esconden,
porque el gusto y los ojos,
cuando felices logren
descubrirlas, más ciegos
15
en su lampo se engolfen;
y en un tronco ya unidos
el val les cierran, donde
de Amor a guarecerse
tímido el pudor corre?
20
¿Y picándolo
sigues,
sin que ruegos ni voces
ni tus iras moderen,
ni el ramito te estorbe?
Mira que en tu delirio
25
lograrás que se enoje,
y las gracias de Filis
jamás a gozar tornes.
Si la envidia te punza
porque artera lo pone
30
do tú anidar anhelas,
¡ah, simplecilla!, entonces
ya te hubiera lanzado
mi amor en sus hervores
del halda que ora ocupas,
35
de un bien que no conoces.
- IX
-
Con su paloma estaba
Fili en alegre juego,
y para que picase
le presentaba el dedo.
Picábalo, y en pago
5
le daba un dulce beso;
y tras él más gozosa
la incitaba de nuevo.
Una vez la avecilla,
creyendo ser lo mesmo,
10
con picada inocente
hiriole el labio bello.
Enojose mi Filis
de tal atrevimiento,
y echola de su falda
15
con ademán severo.
La palomita entonces
en mil ansias y extremos
demandaba rendida
el perdón de su yerro.
20
Con ala temerosa
las manos de su dueño
abraza, y gime, y vuela
de las manos al cuello.
Esquivábala Filis,
25
y ella, humilde, entre el seno
y el cendal que lo cubre
escondiose de miedo.
¡Oh simplecilla!,
¿qué haces?
Guárdate de ese fuego,
30
que entre pellas de nieve
tiene el Amor cubierto.
Guárdate, y con
arrullos
y cariños más tiernos
halagándola, cuida
35
de desarmar su ceño.
¡Ah Fili!, si al
mirarte
enojada un momento
tal queda tu paloma,
¿cuál estará mi pecho?
40
Y si ella perdón
halla,
¿mis encendidos ruegos
no han de lograr un día
tu rostro ver sereno?
- X
-
Suelta mi palomita,
más no me la detengas;
suéltamela, tirano,
verás cuál a mí vuela.
Dos noches ha que falta,
5
dos noches ha que queda
solo y desamparado
mi palomar sin ella.
En tanto, ni mis ojos
en lloro amargo cesan,
10
ni el pecho en ansias tristes
y lastimadas quejas.
Cien veces la he llamado,
pensando que viniera;
y he salido a buscarla
15
veces mil a la selva.
¿Mas cómo venir
puede,
traidor, si tus cautelas
allá para acabarme
la guardan prisionera?
20
Pues, ¡ah!,
suéltala al punto;
y a compasión te muevan
mis lágrimas, mis ruegos,
mis lastimadas penas.
Verás cuál
revolando
25
se posa en mi cabeza
y luego al hombro baja,
y arrulla y me consuela.
- XI
-
Pues que de mi paloma
las señas solicitas,
bien puedes conocerla
por éstas que te diga.
Es mansa y amorosa,
5
es pequeñuela y viva,
lleno y redondo el pecho,
como la nieve misma.
Las alas dilatadas,
la cola bien tendida;
10
y al cuello mil cambiantes
de oro y nácar matizan.
Los bellos pies de rosa
en su inquietud indican
y en las donosas vueltas
15
que ya el Amor la agita.
Los ojos son de fuego,
de llama las pupilas,
que halagan amorosas,
que bullen encendidas.
20
Parece cuando arrulla
que dice mil caricias,
y luego cuando vuela
que ruega que la sigan.
El pico gruesezuelo,
25
y en la nariz unidas
la púrpura y la nieve
con mezcla la más fina.
¿Qué
más...? Pero, ¡ay!, al punto
suéltamela, y festiva
30
verás cuál en mi mano
el dulce grano pica.
- XII
-
Entre tantos halagos
y amorosos cariños
como a tu palomita
prodigarle te miro,
¿no hallarás ni
uno solo
5
para quien tan rendido
obedece tus leyes,
te idolatra tan fino?
Tú en el halda la
pones,
y con ruego benigno
10
quejumbrosa la llamas
de tu seno al abrigo.
Con tus labios de rosa
solicitas su pico,
repasando su pluma
15
con tu rostro divino;
y con besos tan llenos
cual dar nunca te he visto,
sus arrullos provocas
y su muerdo lascivo.
20
No hay favor ni requiebro
que en tu loco delirio
no le digas amante,
no me inflame al oírlos.
¡Y yo, cruda, no
alcanzo
25
que a mis tiernos suspiros
desarmados acaben
tus celosos desvíos!
Pues pierde en tu paloma
por un ciego capricho
30
las gracias que no entiende,
los besos que yo envidio;
que Amor me hará
justicia...
Pero no, dueño mío;
yo venganza no busco,
35
sino juegos y mimos.
- XIII
-
No culpes, palomita,
que, de Filis ausente,
como loco delire,
desfallecido pene.
Si las rápidas alas
5
yo lograra que tienes,
no hayas miedo que triste
ni azorado me vieses;
pues con vuelo anheloso
cortando el aura leve,
10
en su busca partiera
más fugaz que la mente,
y a su lado gozara,
venturoso y alegre,
de su boca y sus ojos
15
las delicias y mieles,
cual tú, feliz
paloma,
bulliciosa mil veces
vas y tornas al nido,
que a tus hijos previenes.
20
Rendido le dijera
los peligros que teme
mi amor y los cuidados
que punzantes me hieren;
y ella, amable y sencilla,
25
con la gracia celeste
que la anima, mis penas
convirtiera en placeres.
Esto fuera, ¡oh
paloma!,
si tus alas yo hubiese;
30
pero ausente y sin ellas,
mi vivir es la muerte.
- XIV
-
Ve, donosa paloma,
vuela a tu amable dueño;
vuela, y dale el billete
que a tu fineza entrego.
Con un listón de
rosa
5
le suspendo a tu cuello;
guarte no se desprenda
con tu rápido vuelo.
En el fausto camino,
del gavilán artero
10
no ya el grito te azore,
ni amedrente el encuentro;
que en tu vida y mi suerte
vela el Amor y Venus,
y tan altos patronos
15
te aseguran de riesgo.
Parte, pues, palomita;
tiende el ala al momento.
¡Quién, ave afortunada,
cual tú pudiese hacerlo!
20
Vuela, y lleva a mi Filis
esa prenda que el fuego
débilmente retrata
que arde en mí, de ella lejos,
mas que sincera y fina
25
como mi noble pecho
merece que en el suyo
le dé feliz asiento.
Dile en blandos arrullos
el dolor en que quedo,
30
lo nada que confío,
lo mucho que recelo;
y si fiel te asegura
ser injusto este miedo,
vuelve al punto, que loco
35
te aguardo con un beso.
- XV
-
Palomita querida
que gimiendo halagüeña,
de tu fausto mensaje
me das la enhorabuena,
cesa en vuelos y arrullos,
5
y oficiosa me entrega
de mi Fili adorada
la graciosa respuesta.
Que no injusto recele
su inmutable firmeza,
10
y sencillo la adore
sin zozobras, ni quejas,
cariñosa me escribe;
y en fe de sus promesas,
de sus cadejos de oro
15
me remite unas hebras.
¡Oh!, mi boca las
bese
veces mil, débil muestra
de la inmensa delicia
que mi pecho enajena;
20
y en él luego
guardadas,
en tan bárbara ausencia
confortadle, y alivio
sed benigno en mis penas,
¡riquísimos
cabellos!,
25
que ni el sol ni la seda
en lo rubio os exceden,
en lo fino os semejan.
Del amor de mi Filis,
si alguna duda necia
30
mi espíritu aquejare,
me seréis firme prueba;
seréis de mi
albedrío
deliciosa cadena
que por siempre lo estreche
35
con mi amable hechicera,
más y más
confundiendo
mi feliz existencia
con la suya y haciendo
de las dos una mesma.
40
Y tú ven, palomita,
y a mi boca te allega,
que ya ciento, no un beso,
darte en premio desea.
- XVI
-
No estés, simple
paloma,
con tu blancura ufana,
ni con tus ojos bellos,
si a Fili te comparas.
Con esa tez süave,
5
cual rosa no tocada,
del seno donde arrullas,
¿tu albor acaso iguala?
Lo muelle de tu pluma
con su blandura grata,
10
¿qué vale, o tus olores,
a par de su fragancia?
Sus ojos... ¡Ay!, tal
lumbre
cuando en oriente raya
no arroja el sol, cual si ellos
15
sus párpados levantan.
Las bulliciosas
niñas,
en su amable inconstancia,
a mí me vuelven loco
y al mismo Amor abrasan.
20
¿Y qué?,
¿tienen los tuyos
tal lumbre ni tal gracia?
¿Mayores son, más vivos?,
¿más luengas sus
pestañas?
¡Oh!, de competir
deja
25
con Fili, temeraria;
no acaso sus halagos
acaben en venganzas.
- XVII
-
Después que hubo
gustado
de Filis la paloma
el regalado néctar
de sus labios de rosa,
la deja, y de un vuelito
5
al hombro se me posa
y de allí lo destila
con su pico en mi boca.
Yo apurelo inocente;
pero, ¡ay!, ella, traidora,
10
me dio del Amor ciego
mezclada tal ponzoña
que el pecho se me abrasa
en ansias y zozobras,
después que hubo gustado
15
de Filis la paloma.
- XVIII
-
Graciosa palomita,
ya licenciosa puedes
empezar con tus juegos
y picar libremente.
Ya te provoca Fili,
5
ya en los brazos te mece,
ya en su falda te pone
y el dedo te previene.
Pues pica lo primero
su seno reverente,
10
bien como el ara donde
los cultos se le ofrecen.
Allí dispón tu
nido,
¡venturosa mil veces!,
que abrigo feliz hallas
15
do yo tantos desdenes.
Luego amorosa bate,
bate en él blandamente
las alas, y a picarlo
de nuevo por mí vuelve.
20
Después el cuello
airoso
con un hoyuelo viene
cual es tu comedero,
para que en él te cebes.
Los delicados labios
25
guárdate no indecente
profanes al herirlos,
pensando son claveles.
Mas blando, palomita,
que Fili ya lo siente.
30
¡Ah simplecilla!, ¿qué
haces?,
que su carmín ofendes.
Pica ya las mejillas
con golpes muy más leves;
su bello sonrosado
35
no incauta les alteres.
Los ojos no los toques.
¡Oh cuitadilla!, tente,
que dos ardientes fraguas
en ellos Amor tiene.
40
¿Qué anhelas,
temeraria?
¿Mis voces no te mueven?
¿Tu daño no te asusta?
¿Su ardor no te detiene?
¡Oh felice paloma!,
45
pues Fili lo consiente,
pica cuanto yo envidio
bulliciosa y alegre.
- XIX
-
Parece, palomita,
según te miro atenta
de mi labio a los trinos,
de mi lira a las cuerdas,
que sus sones envidias,
5
y que fácil quisieras
trocar tu alegre arrullo
por mis blandas querellas.
¡Oh, si el Amor te
oyese,
y yo en cambio tuviera
10
tu garganta y tu pico
de mi lira y mis letras!
¡Si cual tú, de mi
Filis
amable confidenta,
inocente gozase
15
sus sencillas finezas!
¡Qué feliz, cual te
miro
dar bullendo mil vueltas
por su seno turgente,
yo arrullando las diera!
20
Y cual tú
cariñosa
tu piquito a su lengua
juntar sabes, si gustas
beber su dulce néctar,
yo la mía rendido,
25
sin temor de ofenderla,
con la suya, y mis labios
con sus labios uniera,
susurrándole tierno:
«No me mires severa,
30
que tu cara avecilla,
no mi amor, te lo ruega.
Y de tantos halagos
como pierdes con ella,
uno solo en alivio
35
de mis ansias emplea:
uno solo que temple
de mi pecho la hoguera,
que burlándome atizan
tus falaces promesas».
40
Pero Amor ve ilusiones;
y tú, oh paloma bella,
jamás trocarás simple
por tus dichas mis penas.
- XX
-
Al baile de la aldea
salió Filis un día,
dejándose en la choza
su bella palomita.
Ella entonces, ¡oh
extraña
5
ternura!, ¡oh peregrina
fineza!, echando menos
sus juegos y caricias,
con amoroso arrullo
la llamaba afligida,
10
y de ver que no viene
más y más se lastima.
Ya se escuchaba turbada,
ya de nuevo gemía,
ya en sus blandas querellas
15
se quedaba embebida.
Para el valle volaba
con inquieta fatiga,
y desde allí a la choza
sin consuelo volvía.
20
Dio por fin con su
dueño;
y de todos con risa
bate el ala y al hombro
se le posa festiva,
do con voces süaves
25
celebraba su dicha
hasta que de cansada
se quedó adormecida.
- XXI
-
Mira, Fili adorada,
cuál tu linda paloma
con su rico plumaje
resplandece y se goza,
en sus ojos arteros
5
la llama abrasadora
del Amor, y al deleite
que en sus niñas retoza;
cuál en su blando
arrullo
ya suspira amorosa,
10
ya a su pichón, cesando,
más penada provoca;
la gracia y
señorío
con que marcha pomposa,
y ufanándose barre
15
la tierra con la cola;
cuál refleja su
cuello,
cuando Febo lo dora,
mil cambiantes vistosos
que de nuevo lo adornan;
20
los vuelitos fugaces
con que ora parte, y ora
en tu falda o tu seno
arrullando se posa;
cuán donosa se
bulle,
25
y agitándose loca,
en sus vueltas y giros
sin cesar huye y torna.
Hoy es joven, y brilla
con las gracias hermosas
30
de la niñez, que pasan
en un punto cual sombra.
Vendrá un día en
que sólo,
muda, helada, llorosa,
de bien tanto le queden
35
las punzantes memorias.
De tu paloma, oh Filis,
lección en tiempo toma,
antes que al triste ocaso
tu claro sol trasponga.
40
- XXII
-
Pensando en tu paloma
me dio el Amor un sueño.
Dormíme. Atiende, Fili,
lo que fingió el deseo.
En su pichón
trocado,
5
por mis ardientes ruegos,
en ella, no sé cómo,
también te mudó el cielo.
Yo al verte así,
perdido,
con mil donosos juegos
10
y sentidos arrullos
te rodeaba inquieto.
Ya la cola tendía;
ya con un blando vuelo
me alejaba, y con otro
15
luego torné más tierno.
Tú me esquivabas
cruda;
pero de amor el fuego
te hirió al fin, y sentiste
el dulce afán que siento.
20
Oficiosos entonces,
para los albos huevos
fabricamos un nido
del más mullido heno.
Los cobijaste blanda;
25
salieron los polluelos;
y al mirarnos, mi Fili,
renacidos en ellos,
el alma se llagara
de otro más dulce afecto,
30
y en celestial ternura
trasportados sin seso
de nuestros tiernos hijos
con solícito anhelo
ni un instante apartamos
35
nuestros unidos pechos.
A la par los cubrimos,
a la par el sustento
les diéramos lanzado
de nuestro mismo seno.
40
Por sus débiles
vidas
leve un soplo de viento
nos turbara, furiosos
volando a defenderlos,
hasta que al fin del nido
45
mayorcillos huyeron
y nosotros tornamos
a labrar nido nuevo.
- XXIII
-
Inquieta palomita
que vuelas y revuelas
desde el hombro de Filis
a su halda de azucenas,
si yo la inmensa dicha
5
que tú gozas tuviera,
no de lugar mudara
ni fuera tan inquieta;
mas desde el halda al seno
sólo un vuelito diera,
10
y allí hallara descanso,
y allí mi nido hiciera.
- XXIV
-
¿Sabes, oh palomita,
sabes, di, lo que envidio?
Ea, pues, si lo aciertas
tienes un beso mío.
¿Las ciencias? ¡Oh
inocente!
5
Las ciencias son delirios
de necios orgullosos,
mal hallados consigo;
prometen grandes cosas,
y al cabo en tantos siglos
10
a ningún triste dieran
en su dolor alivio.
¿Y puestos? No los
quiero,
que son un precipicio;
y aunque en cadena de oro,
15
siempre estaré cautivo.
El nombre no me importa;
por cierto que un sonido,
que a veces no se alcanza
después de mil peligros,
20
merece estos afanes.
Inocente y tranquilo
viva yo, y más que ignoren
mi nombre mis vecinos.
Dirás que las
riquezas...
25
¿Qué me presta su brillo
si gozo yo sin ellas
de cantares y vino?
El oro a quien lo tiene
da sustos infinitos.
30
¿No valen más sin ellos
pobreza y regocijo?
¿Pues qué
será? De Fili
disfrutar los cariños,
y como tú quedarme
35
en su falda dormido.
- XXV
-
¿Para qué,
atrevidilla,
me has robado esa rosa,
y entre blandos arrullos
en el pico la tomas?
¿Embebece tus ojos
5
el carmín de sus hojas,
o tu nariz regala
su delicado aroma?
¿Qué tienes
tú, avecilla,
con esa flor, la gloria
10
del alegre verano,
las delicias de Flora?
¿Esa flor que Amor
quiere
que sus Gracias la pongan
o en el seno nevado
15
donde él bulle y retoza,
o en un cabello de oro
y en galana corona
que a par orne y releve
de sus rizos la pompa?
20
Cesa, pues, en tu juego;
cesa, dulce paloma;
y el don dame que aguardo
para mi Fili hermosa.
¡Pero oyendo su
nombre,
25
con amable zozobra
te conmueves y gimes
y más hueca te entonas,
y en su busca tendiendo
las alas voladoras,
30
vas ufana a ofrecerle
la rosa que me robas!
Ponla, ponla en su seno;
y subiendo a la boca,
con tu lindo piquito
35
de sus néctares goza.
Luego artera y festiva,
sobre sus albas pomas
tus alitas batiendo
sus delicias provoca.
40
Si anhelante la vieres,
cariñosa me nombra;
quizá que en su embeleso
mi nombre mejor oiga,
y mejor disfrazados
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de tu arrullo a la sombra
mis finezas le suenen,
mis suspiros acoja.
¡Cuál, palomita,
envidio
la fortuna que logras,
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y seguirte en tus vuelos
mi pasión ansia loca!
¡Ay!, el alma me
llevas
con mi flor venturosa;
si en un beso te pagan,
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presta a dármelo torna.
- XXVI
-
Si yo trocar pudiera
con mágicos hechizos
mi ser, o transformarme
según el gusto mío,
yo me mudara, oh Filis,
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en tu paloma, y nido
hiciera donde mora
cautivo el albedrío.
El candor inocente
de mi pecho sencillo
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en el tuyo ablandara
los desdenes altivos.
Entonces, ¡oh ventura
inefable!, ¡oh destino
de tu paloma!, ¡oh suerte
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que mil veces envidio!,
yo me viera en tu falda,
y al punto de un vuelito
a posar en tu seno
me subiera atrevido.
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En él, ¡ay!, me
durmiera,
las alas por cubrirlo
tendiendo, cual si fuesen
mis tiernos pichoncillos.
De allí las dos
mejillas
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que Amor de rosas hizo,
con el pico mil veces
las hiriera atrevido.
Luego en el hombro puesto,
con ardientes suspiros
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el perdón o la muerte
te pidiera rendido;
y al punto a los ojuelos
volando, con mil giros
alegres divirtiera
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mi ciego desvarío.
De tu purpúrea boca
tomara con el pico
la ambrosía más pura,
de tus manos el trigo.
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Tal vez tú me
halagaras,
o al seno en mis deliquios
me aplicaras y oyeras
mi arrullo y mis quejidos.
¡Oh dicha
imponderable!,
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¡oh paloma!, ¡oh cariño
mal gastado!, ¡quién fuera
lo que necio imagino!