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ArribaAbajoImágenes para el fin del milenio (1986)




ArribaAbajoVientos de piedra


Cuando el viento huía por los llanos
el hombre vino y lo hizo piedra
cuando el sol caía por sus rayos
el hombre vino y lo hizo piedra
cuando la serpiente corría por el tiempo
el hombre vino y la hizo piedra
capturó a la muerte con los ojos
apresó a lo invisible con las manos
fijó la impermanencia en una forma
y en todas esas formas metió dioses.

Pero el viento metido en una piedra
se hundió en el polvo y en la hierba
el sol del mediodía bajó a la noche
y la serpiente emprendió el vuelo
la muerte salió de su escultura
se fue a los caminos y a los pueblos
y desde entonces anda con cabeza humana
El hombre fantasma de sí mismo
fue demolido por sus propios dioses
De todo aquello hubo lo que quedó al principio:
unas piedras.






ArribaAbajoMonte Albán


Aquí cayó la luz
Aquí el olvido se hizo piedra,
ceniza y lodo,
hueso y cráneo.
Aquí el aire se hizo ave,
el vuelo árbol,
el hambre hombre,
el valle fuga
y el monte lluvia verde.
Aquí el hombre volvió al barro,
regresó al silencio,
se metió en la noche.






ArribaAbajoDescreación


Hecho el mundo llegó el hombre
con un hacha
con un arco
con un fusil
con un arpón
con una bomba
y armado de pies y manos
de malas intenciones y de dientes
mató al conejo
mató al águila
mató al tigre
mató a la ballena
mató al hombre.






ArribaAbajoUn día un hombre olvida


Un día un hombre olvida
un mar un continente y un planeta

olvida las facciones de su padre
y las huellas de su propia mano

olvida el fulgor de sus ojos en otros ojos
y el sonido del agua en su cabeza

olvida el timbre de su voz y el ruido de su sueño
que despierta a otros pero no a sí mismo

olvida el traje y la casa que habitó
la calle y la ciudad que lo olvidaron

olvida el amor la revelación la muerte
el espejo que no devuelve ya su imagen.

Un día un hombre se olvidará a sí mismo
olvidará que olvida.






ArribaAbajoNueva expulsión del paraíso (1990)




ArribaAbajoAutorretrato a los 16 años


Fuma su primer Tigre
entre los pinos del Altamirano;
a sus pies el pueblo se acuesta
como un cuerpo de barro y teja,
Lampiño, flaco, pelilargo,
él hace el amor con todo:
con la calandria, con la encina,
con la mariposa, con la distancia.
Los días no tienen nombre ni fecha,
ignoran la jaula de las horas,
son iguales a un deseo
que puede figurarse ayer o mañana.
Las calles allá abajo
son una mano abierta,
entre cuyos dedos el sol juega
a clavar sus cuchillos.
En el cerro brama la cierva,
se oye el tauteo de la zorra;
sus ojos entran en la maleza,
ebrios de lluvia verde.
El sol amarillea su cara,
pinta sus manos de poniente,
él deja su sombra entre los pinos,
aplasta el Tigre en el suelo.






ArribaAbajoLímites, jaulas y paredes


Ponemos fecha a la sombra,
alambradas al presente.
Enjaulamos a los cuerpos con horarios
en pajareras de ladrillo.
Ponemos a la imaginación zapatos
y al aire camisa y pantalones.
Cercamos la mirada del hombre
y capturamos sus deseos con redes.
Ponemos cerrojos al ojo,
llaves a la mano,
límites al rayo.
Pero la vida guarda sus distancias,
el amor sus palabras
y la poesía amanece donde quiere.






ArribaAbajoElio Antonio de Nebrija, gramático en guerra


La palabra es el pensamiento pronunciado en la boca.


FR. HORTENSIO FÉLIX PARAVICINO,
Marial y Santoral, f. 159.
               



... que a no ser de Dios palabra, no la obedeciera el tiempo.

D. ANTONIO DE MENDOZA
Vida de Nuestra Señora.
               



Dejó su nacimiento, Guadalquivir abajo;
dejó los años de su niñez en su tierra
para pasar a Italia y restituir los autores latinos desterrados de
   España.
Volvió a Salamanca, abrió tienda de la lengua latina
con la intención de desbaratar la barbaria
tan ancha y luenga mente derramada.
La barbaria imperante en todas las ciencias
tenía que combatirse con el arma de la gramática:
que al borde de la ventana el ver y el verde
deben ir con el verbo y la verdad.

Elio Antonio de Nebrija, en la Universidad de Salamanca,
habló la contienda, verificó el campo de batalla,
confrontó a los vendedores de términos,
a los maestros que tenían profesión de letras
y el hábito de echar por la boca verbos;
provocó y desafió, denunció guerra a sangre y fuego:
que no es el mundo palabras ociosas,
y si hablásemos la lengua original
podríamos recobrar el paraíso.
(Su desconocimiento nos hace extranjeros en la tierra.)

Vencidos los gramáticos, triunfó sobre los juristas,
que no habían digerido los Digestos de Justiniano;
atacó a los teólogos que equivocaban la Escritura;
derrotó a los médicos, confundidos en las obras de Plinio,
y a los historiadores, ignorantes de las Antigüedades de España.
Examinó a los maestros lengua de buey, lengua de perro,
lengua de estropajo y lengua de víbora,
desentendidos en las voces con que el hombre articula sus
      conceptos.
Hasta que lo venció la muerte, verbosa de oscuridad,
que aun el otro mundo tiene su lenguaje propio.






ArribaAbajoCaídas


De las partes bajas del día
los hombres caen al suelo; del suelo
caen hacia sí mismos,
y de momento en momento
no dejan de venirse abajo.
En la casa, en la calle,
se les puede observar
dando con la cabeza en tierra,
muriendo sin enfermedad
y sin heridas de mano armada.
Mueren de ayer, de soledad,
de poca sombra y de mucha nada.




ArribaAbajo



21


La luz se quedó atrás,
baja del aire, se olvidó en el agua,
brilló en tus ojos, que la miran irse.

La luz y su arrastrado río de formas,
oro demorado del día extinto,
la luz pensante, se posó en tu mano.






ArribaAbajoEl poeta en peligro de extinción (1992)




ArribaAbajoUn poema de amor


Cuando hable con el silencio

cuando sólo tenga una cadena
de domingos grises para darte

cuando sólo tenga un lecho vacío
para compartir contigo un deseo
que no se satisface ya con los cuerpos de este mundo

cuando ya no me basten las palabras del castellano
para decirte lo que estoy mirando

cuando esté mudo de voz de ojos y de movimiento

cuando haya arrojado lejos de mí
el miedo a morir de cualquier muerte

cuando ya no tenga tiempo para ser yo
ni ganas de ser aquel que nunca he sido

cuando sólo tenga la eternidad para ofrecerte
una eternidad de nadas y de olvido

una eternidad en la que ya no podré verte
ni tocarte ni encelarte ni matarte

cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo

entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.






ArribaAbajoRetrato de mi padre con tijeras


Llueve en Contepec, mi padre está en la tienda
y las tijeras en su mano se abren como dos cuchillas.

Las tijeras al cerrarse rasgan la manta, tela de pobre,
como si la vida se vendiera por centímetros.

El metro sobre el mostrador ignora lo que mide,
¿o su madera mide en secreto la tristeza de mi padre?

Porque tendero y cliente parecen cortados por la misma tijera,
la de la tristeza sin razón ni límite.

Llueve en Contepec, la tarde empedrada viene por la calle
hacia la casa donde mi madre cuece los duraznos.

Es una tarde verde que anda por los cerros
y abre la puerta del zaguán, puerta de toda maravilla.






ArribaAbajoParaíso negro


A Eva Sofía




Señora de los planetas muertos,
ten piedad de esta Tierra,
que desde el comienzo de los tiempos
cuelga de un rayo de luz.

Señora de los milenios
que se pierden en la oscuridad del momento,
ten piedad de las estrellas animales y vegetales
que se apagan en el aire, en el agua y en el suelo.

Señora de los pequeños mundos y los pequeños olvidos,
haz que nunca lamentemos la ausencia
de la ballena en los mares, del elefante en la tierra
y del águila en los cielos.

Danos la gracia de no despertar un día
en el Paraíso Negro.






ArribaAbajoEl poeta en peligro de extinción



1

-El poeta está en peligro de extinción
-dijo el señor de los bigotes.

-El poeta es alguien de otra época
que va por el día diciendo cosas
que nadie entiende -dijo la señora.

-El poeta habla el lenguaje olvidado
de los hombres, mientras un albañil
se cae de un edificio -dijo el comerciante.

-El poeta escribe libros que nadie
quiere publicar ni vender ni leer
-dijo el profesor.

-Deberíamos formar una sociedad
para proteger a los poetas
en peligro de extinción -dijo la señora.


2

-Baudelaire nunca fue popular
-dijo el señor de los bigotes.

-A Dante, después de setecientos años
poca gente lo lee -dijo la señora.

-Góngora, absuelto y resurrecto,
ha caído de nuevo en el olvido -dijo el profesor.
-¿Qué podríamos hacer para que el público
conozca más a los poetas? -preguntó el comerciante.

-Nada, absolutamente nada -dijo el poeta.

-¿No decían que esta clase de hombre
estaba ya en peligro de extinción?
-preguntó el señor de los bigotes.


3

Dijo el poeta:
Por las calles del neblumo
ensartar lunas;
en el mundo de la comunicación
expresarse en lenguajes olvidados;
en el mercado de las cosas
que se huelen, se comen y se palpan,
o duran mil años guardadas,
tocar el cuerpo de la mujer inexistente.
Frente a la ventana de mi cuarto
ver pasar a mi doble entre los coches
como a un animal en peligro de extinción.






ArribaAbajoRío de ningún nombre


Partió hacia el Nuevo Mundo
con los Caballeros de las Espuelas Doradas
que pasaron a la Hispaniola
con fray Bartolomé de las Casas.
Vagó por las islas y la tierra firme
en busca de fortuna:
un día se ahogó en sí mismo
en el Río de Ningún Nombre.






ArribaAbajoArzobispo haciendo fuego (1994)




ArribaAbajoDescenso a la ciudad poluta


Antes de que desciendas a la ciudad poluta
mira el cielo amarillo que te envuelve
como un vasto sarape desgarrado,
mira allá abajo la amiba que te espera
comiéndose a sí misma.

Antes de que desciendas al lugar donde la luz se olvida,
mira la mañana ebria de ruidos,
la catedral hundida corno un barco gris,
las estatuas Fe, Esperanza y Caridad
volver hacia ti el rostro cacarañado.

Mira a la gente de sombra descolorida,
los cerros pelones que saludan tu arribo,
los perros, los niños y las margaritas
sufrir la muerte amarga de la lluvia y el aire.

El día aquí es un árbol marchito descuajado,
el beso aquí es una boca metálica y viscosa,
el tiempo aquí es una larga procesión de coches
camino al funeral del hombre.






ArribaAbajoTiempo de ángeles




ArribaAbajoTiempo de ángeles


Y Dios dijo: «Hágase el ángel».
Y el ángel fue hecho de palabras.
Y el hombre dijo: «Hágase el ángel
de palabras interiores.
Sea el ángel a semejanza de mi espíritu».
Y Dios dijo: «Que cada hombre
tenga en el cielo un ángel
a su imagen y semejanza
y cuando muera se haga uno con él».
Y el hombre dijo: «Si Dios no creó al ángel,
la imaginación debe crearlo,
porque si hay un vacío entre Dios y yo
no puede haber comunicación entre nosotros.
Es preciso que exista
un espíritu intermediario
entre el cielo y la tierra,
entre lo invisible y lo visible,
entre lo espiritual y lo material».
Dios dijo: «El hombre llegó tarde
para el tiempo de los dioses
y temprano para el ser,
el ángel llegó a tiempo
para los dos tiempos».
El hombre dijo: «Entonces,
el ángel es el cuerpo
que une los dioses y el ser,
es el puente que junta
la mirada con lo mirado».
Dios dijo: «Para que se entiendan
los ángeles y el hombre,
que los ángeles en la tierra hablen
el lenguaje de los hombres
y los hombres cuando sueñen
hablen el lenguaje de los ángeles;
porque hay una lengua original
que comprenden los ángeles
de todas las épocas y todas las razas
y es la que está hecha de poesía».
Dijo el hombre: «Entonces,
un ángel sabe cuando está delante de otro ángel,
no por lo que se dice y se revela,
sino por la luz que sale de sus ojos».
Dijo Dios: «Los ángeles no pueden ser vistos
por los ojos, porque están en nuestros ojos».
Dijo el hombre: «Entonces, el ángel
que buscamos en el mundo
está adentro de nosotros, es nosotros».
Dios dijo: «Cuando el hombre
se encuentre consigo mismo,
sea el ángel que buscaba en el mundo.
Porque el cuerpo de ambos
está hecho de palabras interiores».
El hombre dijo: «El ángel que no veo,
que no me ve, que va conmigo,
es el que seré, cuando yo muera».
Dios dijo: «Que el ángel del hombre
viva más allá del hombre,
se levante sobre su cadáver
y cobre su existencia verdadera.
Que el ángel tenga la forma
que el hombre quiera darle».
Dijo el hombre: «Entonces,
el ángel tiene el cuerpo
que la imaginación le da,
el ángel pintado en mi espalda,
el ángel tatuado en mis brazos,
me cubrirá la espalda
y me protegerá los brazos.
Un día será semejante a mí mismo».
Y Dios dijo: «El ángel, en este tiempo
de negrura que se aproxima,
sea mensajero de la luz.
El ángel sea igual al hombre.
Porque éste es un tiempo de ángeles».






ArribaAbajoSobre ángeles



I

Cada ángel manifiesta su procedencia,
el lugar de su origen,
sea celeste o terrestre.

El ángel, casi invisible entre los arbustos,
viene de los bosques;
el ángel, color de arena, nació entre las dunas.

Su imagen tiene la forma del pintor que lo hizo,
su voz tiene el timbre del lenguaje del poeta
que lo creó. De esta manera, el ángel es humano.


II

Cada ángel tiene el color,
el tamaño y la edad del hombre
(o la mujer) que está guardando.
Así el ángel se adapta a su acompañante.
Así los demás no perciben su presencia.
Sólo se ha sabido del caso de un ángel
que continuó andando después
que su custodiado murió en la calle,
y del caso de otro ángel
que no participó en un crimen,
que mantuvo la mano ajena
cuando el homicida descargó la puñalada;
y de un ángel que al amanecer
se encontró sentado en una silla,
mientras la mujer que protegía
pasaba la noche haciendo el amor.


III

Los ángeles hablan fluidamente
los idiomas dominantes de nuestra época,
y los no tan dominantes,
como el hopi, el zulú y el mazateco,
pero sobre todo hablan el lenguaje de los ángeles,
que está hecho de palabras interiores.
Lenguaje que todo el mundo
presume de comprender innatamente,
sin necesidad de haberlo estudiado,
pero que cada vez menos gente sabe.


IV

Entre las viejas del pueblo de Huautla hay una,
sin nombre, que todos los atardeceres
mete con los ojos
a un ángel detrás del cerro.

No hay nada singular en este acto,
porque las viejas de Huaucla están acostumbradas
a hablar con criaturas espectrales.

Lo único diferente es que ella escucha,
todas las tardes,
al ángel de dedos dorados
tocar la música de la luz.


V

No me extraña, dijo el hombre,
que toda mi vida llevé una vida de muerto.
Nadie puede cuestionar esta realidad.

Mi cuerpo fue un esqueleto revestido
de carne y ropa, porque pocas veces
me atreví a verme desnudo. Esto es una realidad.

La mayor parte del tiempo cubrí mi esqueleto,
mi carne y mi ropa con otras envolturas
no menos espurias. Esto es otra realidad.

Y así, como ganso, ufano y tardo,
anduve por las calles de la ciudad
sin ver al ángel que llevaba dentro.


VI

En el último piso
de un edificio muy alto,
dos ángeles estaban durmiendo.
Uno soñaba que velaba
el sueño del ángel que dormía.
El otro ángel, dormido,
estaba creando mundos sin saberlo.


VII

Cuando las hojas del otoño han caído,
un ángel las recoge en la calle.
No sabe cuál de todas, cuerpos de luz en el suelo,
es más hermosa y refleja mejor el árbol.

Tiene que haber un fin en recogerlas, se dice,
porque nadie puede recoger todas las hojas del otoño.
Así como nadie puede guardar en sí mismo
todos los instantes que la luz propaga.

Tenemos que aprender a dejar las cosas en su sitio
y verlas en sí mismas, allá donde se encuentran.
No ir a buscarlas adonde no se encuentran,
porque corremos el riesgo de encontrarlas.

Entre menos hojas recojamos, más tendremos
en la calle. Tal vez entre ellas
se oculta la hoja de la vida, aquella
que nunca podemos dar vuelta en los libros.


VIII

Los ángeles viajan a la velocidad del silencio.
Tan rápidamente, que apenas lo estamos diciendo
ya se perdieron de vista. Y tan rápido vuelven,
que apenas los hemos visto irse
ya los tenemos de regreso.
Los ángeles no pueden estar sin nosotros.
Nosotros, sólo sabemos que los vimos
cuando ya no los vemos.


IX

Durante la noche, los bosques de mi pueblo
aguardan escarchados las luces del amanecer.
Las mariposas monarcas, como hojas cerradas
cubren el tronco y las ramas de los árboles.
Superpuestas una sobre otra forman un solo organismo.

El cielo azulea de frío. Los primeros rayos de sol
tocan los racimos de las mariposas entumecidas.
Y un racimo cae, abriéndose en alas.
Otro racimo es alumbrado y por efecto de la luz
se deshace en mil cuerpos voladores.

El sol de las ocho de la mañana abre el secreto
que dormía emperchado en el tronco de los árboles,
y hay brisa de alas, hay ríos de mariposas en el aire.
El alma de los muertos es visible entre los arbustos,
puede tocarse con los ojos y las manos.

Es mediodía. En el silencio perfecto se escucha
el ruido de la motosierra que avanza hacia nosotros
tumbando árboles y segando alas. El hombre, con sus mil hijos
desnudos y hambrientos, viene gritando sus necesidades
y se lleva puñados de mariposas a la boca.

El ángel dice nada.


X

El ángel,
parado al borde de mis párpados,

una nube lo borra.






ArribaAbajoNacimiento del ángel


La madre dio a luz a este ángel hirsuto.
A la sombra del nogal, al final de la casa.

Una vieja, desde la ventana,
vio a su hija soltera alumbrar

a esta criatura alada,
de cara marchita y ojos dorados.

El infante, al nacer, acarició la mano
de su madre un momento.

Un pájaro guardó silencio
en las ramas deshojadas.

La vieja, en la ventana,
tejió las sombras con manos descarnadas.

Desde un muro de piedra,
un mendigo acechó el parto.

No se le había visto antes en el pueblo
y no se le vería después.

Cerca se oyó pasar el agua de un río desaparecido.
Pronto cayó la luz de una estrella ya muerta.

En el aire flotó un olor a vegetación descompuesta.
En la ventana negra la abuela ya no estuvo.

La mujer, acostada,
vio por última vez a su hijo.

Él partió descalzo
hacia los campos de la tarde amarilla.






ArribaAbajoHay un ángel de este lado de la calle


Hay un ángel de este lado de la calle.
La luz reverbera en sus ojos. Escucha
atentamente la voz de los pájaros caídos.

Camina sin sombra hacia nosotros.
Lleva las alas plegadas sobre la espalda.
No quiere que la gente sepa que es un ángel.

Pero todo el mundo sabe que es un ángel.
En la oscuridad sus ojos dorados brillan.
Uno puede encontrarlo por sus ojos. Dicen.

Este es el tercer ángel que encuentro hoy en la ciudad.
Tal vez es una ilusión, una alucinación.
Tal vez es una refracción de la luz después de la lluvia.

No había visto uno desde los vientos de febrero.
Como aquel de la madrugada, cuando el cielo azulea de frío.
No sé si está afuera o adentro de mí. Como aquél.

No sé si es la lluvia misma o sólo mira caer la lluvia.
Porque el ángel es una interioridad extrovertida.
Es un hombre que vuela, un espíritu que camina.

El ángel no se da sin lucha. Dicen.
Conocer un ángel es conocer una poca de realidad.
Pero yo conozco nada. Yo sólo estoy mirando a un ángel.






ArribaAbajoEs un ángel


«Es un ángel, pero no es un dios.
Tiene el pelo hirsuto y los pies planos.
Sus alas están dotadas de ojos
para ver en la noche, a distancia
y a través de las paredes.
No tiene nombre, identificación,
pareja ni domicilio fijo.
Guardián, está ojeroso. Sin duda,
sufre de insomnio desde el día que nació.
La enfermedad no le hace daño,
la muerte no fue creada para él,
pertenece a una especie que fue hecha
antes que nosotros existiéramos.
Esta criatura no se deja ver la cara,
es invisible o se oculta
detrás de árboles y muebles.
Pasa por la calle como un soplo,
como un relámpago o como un frío.
Brilla sobre las cosas levemente
o se advierte sombrío en la pared.
Está en todas partes como la luz
o como la mente», dijo el primer hombre.

«La forma de los ángeles ha cambiado, porque
los pensamientos de los hombres han cambiado.
Sus sueños ya no son como solían ser.
Conocemos los nombres de los más viejos,
pero ignoramos los de los nuevos.
Hay unos que anuncian el nacimiento de hijos,
revelan el futuro, dictan libros,
protegen ríos y cuidan montañas,
aparecen en pinturas y esculturas.
Antiguamente podían subir a las pirámides
y desde arriba tocar la luz vivificante.
Pero hubo un tiempo cuando dejaron de volar,
porque el aire estaba sucio.
Hallándose en peligro de extinción,
decidieron irse del mundo.
Ahora han retornado, para devolver
la pureza original a los elementos,
y para salvar el paraíso terrestre
de la muerte», dijo el segundo hombre.

«Los ángeles están entre nosotros»,
dijo el primer hombre.

«Los ángeles están adentro de nosotros»,
dijo el segundo hombre.

«Los ángeles somos nosotros»,
dijo el primer hombre.






ArribaAbajoRafael


Después de su visita,
el circo ambulante
dejaba pistas de nostalgia
en las afueras del pueblo,
y los martes en la mañana
los niños no encontraban a nadie.

En camiones sobrecargados
habían partido de noche,
seguidos en bicicleta
por un muchacho tarahumara,
al que llamaban Rafael.

Este indio de ojos dorados,
montado a pelo en un caballo blanco,
con alas de cartón y espada de madera,
era el primero en llegar a las ferias.
No hacía otra cosa en el circo
que anunciar su llegada y su salida.

Desdeñado por el público,
terminada la función,
se le hallaba dormido
en la jaula de las aves.

Un día de marzo, cuando los circos
ya habían pasado de moda
y los enanos habían sido despedidos,
Rafael se fue volando
en su caballo blanco.






ArribaAbajoTe recuerdo corriendo por la calle


Te recuerdo corriendo por la calle,
envuelca en un impermeable percudido,
yo vestido de verde y de día viernes,
capándote la cabeza con un periódico,
para que no nos viera tu padre.
Era noviembre y lloviznaba,
tu pelo empapado sobre el impermeable
era una mariposa que volaba.
De tu bolso abierto caían monedas,
que recogía un mendigo.
Andábamos de luna de miel de calle en calle,
sin ceremonia civil ni religiosa,
casados por el santo sacramento del amor.
Nuestros pasos pesaban en el piso,
y los zapatos ahogados de agua
hacían ansiosa nuestra fuga.
Mojados nos metimos en el metro,
a empujones abordamos un vagón,
y las puertas sobre tu espalda
plegaron como dos alas tu impermeable.
Mirándonos nos fuimos en el tren,
que nos llevó en su propio mundo,
lejos del día y lejos de la noche.
Yo besé tus labios con sabor a lluvia.






ArribaAbajoOjos de otro mirar (1998)




ArribaAbajoAutorretrato a los seis años


Un vidrio separaba al cerro Altamirano
de mis manos.

Una puerta dejaba afuera del salón de clases
a la escalera, que se precipitaba en el pueblo.

Todos querían entrar a la clase de español:
el gorrión, las piedras, el fresno y el azul del cielo.

Mi lápiz dibujaba a la maestra campesina:
su vestido raído, sus zapatos deslenguados.

Yo aprendía a leer como se aprende a ser:
tú, yo, padre, hermano, la sombra en la pared.






ArribaAbajoAutorretrato a los once años en un tren


Pegado a la ventana,
mi cara reflejaba el vidrio triste.
El tren de la vida iba perdiendo
pasos, precipicios y polvo.

Enfrente mi padre comía una manzana,
aunque su ser se sentaba en otra parte.
Los pocos pasajeros parecían perdidos,
como si ya pertenecieran al olvido.

La luz ponía en las paredes las distancias,
como si el sol pasara en el recuerdo.
Tu vida en el tren se iba al abismo,
con la cara pegada al vidrio triste.






ArribaAbajoAutorretrato a los cincuenta y cuatro años


Soy Homero Aridjis,
nací en Contepec, Michoacán;
tengo cincuenta y cuatro años,
esposa y dos hijas.

En el comedor de mi casa
tuve mis primeros amores:
Dickens, Cervantes, Shakespeare
y el otro Homero.

Un domingo en la tarde,
Frankenstein salió del cine del pueblo
y a la orilla de un arroyo
le dio la mano a un niño, que era yo.

El Prometeo formado con retazos humanos
siguió su camino, pero desde entonces,
por ese encuentro con el monstruo,
el verbo y el horror son míos.






ArribaAbajoLugares y dioses rotos


A Eva Sofía





Delos

Yo, Pisístrato, mando
que a las mujeres encintas
y a los viejos
no se les deje desembarcar aquí,
que en esta isla,
purificada de tiempo,
sólo nazcan y mueran
las hormigas.


La diosa decapitada

De la Koré aquella
que hablaba en el Eleusis
sólo queda un cuerpo sin cabeza.

La palabra la puso el aire.


A Afrodita

No me des de esa fruta
que se come con los labios;
con esa media boca
que te queda,
el amor es la muerte.


Cabeza de diosa

El cabello lo pintaron de rojo,
los ojos los hicieron de piedra negra,
las orejas fueron de bronce,
la nuca la figuraron de ausencia.


Corredor

El hoplita que corre sobre el mármol
corre hacia sí mismo
y nunca llega.


Límites del Ágora

Aquí donde Sócrates y sus discípulos
pasaron hablando de una parte a otra,
solamente el calor bate,
sola mente las hormigas pululan,
sola-mente la piedra habla.


Encuentro en el Hades, año 2008 d. C.

Homero: Han pasado dos mil años
desde la última vez que nos vieron.

Horacio: Es cierto.

Homero: Qué hay de viejo en la tierra.

Horacio: La muerte.

Homero: Y qué hay de nuevo.

Horacio: El hombre.