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Principios de economia politica: considerados por las relaciones que tienen con la voluntad humana1

TOMO PRIMERO

Destutt de Tracy



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  —V→  

AL EXCELENTISIMO SEÑOR
CONDE DESTUTT DE TRACY,
PAR DE FRANCIA
EXCMO SEÑOR.

La traduccion de los principios fundamentales de la economía política, ó mas bien de su tratado científico de la voluntad y sus efectos, no puede llevar á su frente nombre mas respetable que el de V. E. Este tributo es una deuda   —VI→   que a mucho tiempo tengo contraida con V. E. asi como la tienen de gratitud todos aquellos que saben apreciar sus trabajos y el inmortal edificio de filosofia racional que ha elevado adonde es preciso subir, segun la espresion de un sábio crítico2 para conocer los progresos que ha hecho la, ciencia de las ideas bajo su filosófica pluma.

En efecto V E. ha, demostrado que todos los conocimientos humanos se enlazan y sostienen unos á otros, y que parten de un centro único y comun, y en él, se resuelven.   —VII→   Estudiando al hombre desde que comienza á esperimentar sensaciones, de las cuales nacen sus ideas, ha hecho del pensamiento un arte: ha descubierto una lengua universal que tiene su origen en la naturaleza misma de las facultades intelectuales: ha fijado con mano maestra las reglas seguras é invariables del raciocinio, fundado en el examen de la formacion y espresion de las ideas el arte de combinarlas y deducirlas; y nos ha enseñado a conocer la marcha natural y necesaria de la inteligencia humana, cuando no se interponen y la contrarían los vicios de la educacion ó las frecuentes preocupaciones   —VIII→   de la ignorancia: conocimiento que segun V. E. demuestra, es la base fundamental de todas las ciencias morales, económicas y políticas.

Despues de manifestar cómo las ideas y de donde nos vienen: cómo una idea compuesta se resuelve en sus elementos, y cómo se reunen muchas ideas simples para formar una compuesta: como de la reunion de muchas ideas simples pero individuales, nacen las ideas ya de clases ó de especies, ya de substancias, ya de modos y ya de seres reales, é intelectuales: cuales son sus elementos, y la accion de nuestras facultades sobre estos mismos elementos, y   —IX→   finalmente el analisis ó la descomposicion y distribucion de las ideas, no ya por la relacion que tienen con los obgetos que las causan, sino consideradas en cuanto á su combinacion y composicion, ha deducido V. E. los principios del arte indispensable para guiar nuestro espíritu por el camino de la indagación de la verdad, y dado de este modo un sólido cimiento á todos nuestros raciocinios.

No es mas que una la operacion intelectual que los constituye, aunque tiene diferentes nombres llamándose, sensibilidad, cuando esperimentamos sensaciones, memoria cuando nos acordamos de ellas,   —X→   juicio cuando percibimos las relaciones que hay entre las mismas percepciones ó sensaciones, y voluntad cuando formamos deseos; y esta operacion única de sentir es el manantial de todas las verdades que podemos conocer por medio de la deduccion: de modo que todas ellas consisten en hechos ó en impresiones recibidas ó en resultados deducidos de estos hechos, y asi cuanto hace nuestra, mente se reduce a sentir y deducir; sobre cuyo fundamento ha establecido V. E. el fecundo principio de que las ideas no son los modelos de las que el origen de ellas adonde, debemos ir á buscarlas para conocer,   —XI→   los elementos de su formacion, son las cosas mismas y las impresiones que nos causan.

Presentando despues V. E. esta teoría de la existencia bajo otro aspecto, nos hace ver como el hombre se mueve por su voluntad: cómo obran sus facultades intelectuales, y cómo representa sus ideas por medio de signos vocales ó escritos, que es la gramática general. Establece los principios comunes á todas las lenguas: descompone los elementos de la proposicion: recorre las divisiones de la sintaxis, y concluye examinando lo que seria una lengua perfecta en el sentido lógico.

Indaga V. E. cual es la   —XII→   causa de toda certeza, y la encuentra en la certeza misma de nuestras sensaciones actuales, cual es la causa de todo error, y la descubre en la imperfeccion de nuestros recuerdos; porque todos nuestros falsos raciocinios provienen de ver en nuestras ideas lo que no hay ó lo que no vimos, De aquí deduce cual es la verdadera lógica y en qué consiste, haciendo ver lo poco que contribuye el estudio de las formas de raciocinar que tanto ocuparon a la escuela para discurrir bien.

Este es el grande edificio que V. E. ha elevado, creando casi todos los materiales de él, recogiendo, rectificando y   —XIII→   colocando en su órden natural los encontró dignos de aprecio, desunidos y dispersos en los escritos de algunos filósofos que le precedieron; y por el método que ha seguido enteramente nuevo, obra del genio y de un espíritu vasto, ha abierto y despejado el camino que conduce á la verdad en todos los ramos de los conocimientos humanos.

Asi cuándo pasa V. E. del analisis, del pensamiento ó de la espresion deduccion y combinacion de las ideas, al estudio de la voluntad y sus efectos, como que camina por el mismo terreno, vuela por él y con igual seguridad. Presenta todas las ideas concernientes   —XIV→   á la formacion, distribucion y consumo de las riquezas, derivándolas de dos únicos principios que estan dentro de nosotros mismos y formando una cadena de verdades, cuyos eslabones estan estrechamente unidos entre sí; y no puede desconocerse la certerza del mas complicado y compuesto de ellos, una vez conocida la conexion que tiene con aquellos dos principios fundamentales. Descubre de paso y casi sin quererlo los errores capitales, que se han cometido en este vasto ramo de nuestros conocimientos: señala las causas é indica los escollos para preservarnos de ellos. Este es el único tratado científico   —XV→   que se conoce de la voluntad y sus efectos, y comprende en un órden admirable los principios mas sanos de la economía política, subiendo hasta el nacimiento de nuestras necesidades y poder, y de consiguiente al orígen de los derechos que aquellas nos dan, y de los deberes que el egercicio de este nos impone; porque la economía política, si se ha de hablar con precision, no es el estudio de los efectos de la propiedad, de la industria y de las causas que favorecen la creacion, aumento y acumulacion de las riquezas, sino mas bien la historia del uso de nuestras fuerzas para la satisfaccion de nuestras necesidades.   —XVI→   No era posible que el que había dado al hombre el conocimiento de sí mismo ó el de sus facultades intelectuales, y desembrollado el tenebroso caos de la antigua metafisica, dejase de caminar á paso firme por la ciencia de la economía.

Estos son los verdaderos títulos de la gloria de V. E. y en los que se funda la dedicatoria que le hago de la traduccion de esta obra. Hágosela con la pureza y desinteres, que son prendas de mi corazon, y no es mas que la espresion fiel de mis sentimientos de gratitud y aprecio. No soy de los que hacen de este oficio una especulacion, prostituyéndose   —XVII→   ante el ídolo de la grandeza y del poder, y dándole inciensos de que no es digno: toda mi ambicion es difundir sus escelentes principios y hacer su doctrina universal, si es posible. V. E. mismo me ha dado el egemplo habiendo dedicado su tratado de lógica a su escelente amigo Cabanis, entre otras muchas razones, «por lo muy útil, dice V. E. que le había sido su obra presentada al publico bajo el modesto título de Relaciones entre lo fisico y moral del hombre»; y los que creen que es alguna cosa saber pensar no ignoran que deben tanto a V. E. por los adelantamientos de la ciencia ideológica   —XVIII→   como a Cabanis por los de la ciencia fisiológica. Yo espero hacerlo ver algun dia á los que aun no lo saben, por medio de la traduccion de todos sus escritos.

Soy entretanto Señor Conde, su mas atento y reconocido servidor Q. S. M. B.

EXC.MO SEÑOR:

MANUEL MARIA GUTIERREZ.



  —XIX→  

ArribaAbajoPROLOGO DEL TRADUCTOR

Despues de haber tratado Destutt Tracy de la ciencia logica, ó de la ciencia de la formacion, espresion y combinacion de las ideas, y trazado el plan de los elementos de idéologia necesarios para darnos un conocimiento cabal de nuestras facultades intelectuales y poder fijar los primeros principios de todos los ramos de los conocimientos humanos que no tienen otra base sólida que esta, divide sus elementos en tres secciones: 1.ª la historia de nuestros medios de conocer, ó lo que comunmente se llama entendimiento: 2.ª la aplicacion de este estudio al de nuestra voluntad y sus efectos, la cual completa la historia de nuestras facultades: 3.ª la aplicacion del conocimiento de estas facultades al estudio de los seres que nos rodean. La segunda seccion ó el estudio de la voluntad y sus efectos, debe contener tres partes: la I.ª ó la economia política, que es la que por ahora presento al público, trata de nuestras   —XX→   acciones: la 2.ª ó la moral de nuestros sentimientos; y la 3.ª ó la legislacion, del modo de dirigir nuestras acciones.

Debiendo dar una idea de esta obra, y de los motivos que me han determinado á su traduccion, despues de la del escelente tratado de economia política de Juan Bautista Say, que se acaba de publicar con las demas obras suyas, confieso francamente que no sé por donde deba comenzar; porque si hubiese de seguir la construccion de los prologos comunes repetiria mil cosas inútiles, esto es, comenzaria esplicando lo que es economia política, su importancia y necesidad, y los tardos progresos que ha hecho hasta nuestros dias: citaria los escritores ingleses, alemanes, italianos, franceses y aun españoles; y haciendo alarde de erudicion y de critica, compararia y apreciaria hasta los últimos quilates del mérito respectivo de cada uno, y concluiria con un largo y pesado elogio de la presente obra. Y al fin ¿qué habria hecho? Citar lo que acaso no hubiese leido, juzgar de lo que no entendiese, y aun quizás comunicar á otros mis errores y preocupaciones.

Hay ciertas verdades tan comunes, que aunque se deban esponer, debe hacerse   —XXI→   siempre rápidamente, por egemplo, ¿quien ignora lo que es economia política, su importancia y necesidad, siendo como es el estudio de los medios de nuestra existencia? ¿y quien podrá ignorar que es entre todas las ciencias de aplicacion la que ha hecho menos progresos?

¿Pero por qué una ciencia tan, necesaria como esta ha adelantado tan poco? ¿cuales habrán sido las causas de los antiguos errores? ¿cómo los podremos conocer y evitar? ¿cual es el verdadero camino que conduce al conocimiento de los hechos, ó cual el método de observarlos y estudiarlos? Estas son las cosas que merecen nuestra atencion y las que deben llenar un prólogo, que es una introduccion raciocinada para entender la obra.

«La gran dificultad que ha habido para adelantar en esta ciencia, dice Tracy, ha provenido ciertamente de no haberse seguido en su estudio el mismo método que en todos los demas ramos de los conocimientos humanos, y que es el único que nos indica la naturaleza, esto es, asegurarse antes de todo del verdadero valor, ó de la verdadera comprension y estension de las ideas,   —XXII→   y de la exactitud de su espresion, y cuando se dude de una ó de otra hacer una descripcion exacta de todos los elementos de la idea de que se trata, ó, por lo menos de todos los que importan al juicio que queramos formar; porque no tenemos otro medio mas eficaz que este para juzgar y precavernos del terror, y él abraza todos los necesarios para su entera egecucion.» Fuera toda prevencion: no mas que una observacion escrupulosa de los hechos, y sobre todo claridad y precision en esponerlos. Si los antiguos economistas hubieran comenzado por aqui, observando lo que quiere decir riqueza, lo que realmente aumenta las conveniencias y regalos del individuo, y los medios de fuerza de las naciones; cuales son los valores mas útiles, de donde salen y como se producen: si hubieran distinguido los estímulos que promueven pasageramente la produccion, y los que directamente la favorecen; no hay duda que si libres de toda prevencion hubiesen reunido sus observaciones, y partido de un principio cierto, hubieran evitado mil errores á que necesariamente los ha conducido una compilacion indigesta de máximas que no se fundaban en una teoría cierta y completa   —XXIII→   ni tenian mas apoyo que algunas observaciones aisladas mas ó menos imperfectas; esa hidra, como la llama Tracy, de combinaciones complicadas, que se parece tanto á la verdadera ciencia como la astrología á la astronomía, y la alquimia á la química.»

De aqui nació forzosamente el lenguage obscuro y misterioso que ha sido una de las causas mas poderosas de los antiguos errores en esta ciencia. La ciencia de las ideas está íntimamente unida á la de las palabras, porque nuestras ideas compuestas no tienen otro vínculo que reuna sus elementos que las palabras que las espresan y fijan en nuestra memoria; pero no es por este camino por donde han entrado en nuestras cabezas las ideas de la ciencia económica: hemos aprendido sus signos porque los hemos oido, y asi hemos aprendido las ideas por palabras, y en fuerza de las palabras; y de aqui los errores y las combinaciones falsas que hemos bebido de los economistas, y nuestra completa ignorancia sobre el encadenamiento de ciertos resultados.

Asi es que luego que algunos economistas conocieron que la ciencia consistia únicamente en el estudio y combinacion   —XXIV→   de los hechos, y aplicaron á él el método comun á todos los ramos de nuestros conocimientos, luego comenzó á disiparse la obscuridad, y descubrieron algunas pocas verdades que destruyeron parte de los antiguos errores. Despues la meditacion sobre estos mismos hechos les dieron conocimientos reales. Las observaciones se estendieron y multiplicaron hasta el punto de confirmarse recíprocamente y encadenarse de modo que forman hoy un cuerpo sólido de doctrina; y si todavía nos queda mucho por conocer es á causa de la misma ciencia y sobre todo de la limitacion del espíritu humano, el cual comienza en todas las cosas por las opiniones mas erróneas, y solo á fuerza de reformas sucesivas puede acercarse á la verdad; porque no hay mas que un camino que conduzca á esta, al paso que hay mil que lleven al error. Por lo tanto no es posible juzgar de las cosas sino á medida que se van conociendo todos sus pormenores y observándose por todos sus lados, y esto no puede ser sino obra del tiempo.

Hemos visto ligeramente la causa de los progresos lentos de la ciencia económica y de los antiguos errores; nos falta ver como se podrán evitar, ó como   —XXV→   se deberá estudiar la ciencia. Oigamos lo que dice Tracy en su escelente obra de ideologia: «Una ciencia es una série de juicios fundados en motivos sólidos é incontestables; pero los objetos aislados que son la materia de nuestros juicios, no son por lo regular simples impresiones, porque todas ó casi todas se componen de infinitos elementos que reunimos por medio de diferentes operaciones intelectuales. Por lo tanto es necesario subir hasta los primeros elementos de estas ideas: ver si tienen algo de cierto, y que es lo que tienen: llegar á un primer hecho de cuya certeza podamos estar seguros, de modo que sea la causa y la base de toda certeza, y que este primer juicio sea el fundamento de todos los demás; porque solo él puede ser absoluto, y todos los otros son por necesidad condicionales y relativos á este.»

«Pero cuando su ha establecido este principio con exactitud, entonces se puede facilmente demostrar la generacion sucesiva de nuestras ideas, la recíproca derivacion de ellas, la causa de su certeza, esto es, que son ciertas porque están encadenadas con aquel primer principio evidente por medio   —XXVI→   de una serie de juicios enteramente verdaderos. Se podrá demostrar que todos nuestros juicios subsiguientes no son sino consecuencias de un primer juicio cierto, y que todos nuestros conocimientos consisten en un largo y continuado raciocinio que tiene una base solida.» Entonces es cuando se realiza el hermoso principio de Condillac, que todas las verdades son unas y se contienen en la primera. ¿Como será posible entonces el error?

Este es el camino que ha seguido inmortal Say para elevar la economía á una verdadera ciencia, el que sigue tambien Tracy en la presente obra, y el que nosotros deberemos seguir para aprenderla.

Sin embargo, la obra de Tracy no es un tratado de economia tan minucioso como el de Say, aunque sigue fielmente en toda ella el precepto de Condillac, esto es, anuncia sus pensamientos, dice lo que es necesario para probarlos desentendiéndose de las preocupaciones dominantes, seguro de que el tiempo acabará con ellas; y limpia de paso el terreno, porque no es posible edificar sobre un mal suelo. Asi es una analisis exacta de la ciencia, un hermosísimo   —XXVII→   bosquejo que no puede perfeccionarse, un cuadro que atinque se pueda estender, reducir, y aun llenar mil veces, basta él solo para representarnos claramente los obgetos. No consiste la ciencia en la abundancia de las ideas, sino en el severo encadenamiento de ellas; y sobre todo podemos aplicar á la economia con mas razon que a otra ciencia las palabras de Bacon: «Non plume addendae hominum intellectui, sed potius plumbum et pondera: no son alas las que necesita la inteligencia humana, sino suelas de plomo;» Porque todos nuestros errores han provenido de la ligereza de nuestros juicios, y del espíritu de sistema.

Este funesto espíritu de sistema es el que ha procurado evitar con sumo cuidado el autor de esta obra, persuadido, como él misino dice, «á que todo sistema es un romance, fruto del furor de dogmatizar, que estravia la razon haciéndola tomar fantasmas por realidades y cosas supuestas por cosas probada. Asi si se notare, añade, que mi obra es una esposicion clara de principios fundados en hechos, encadenados tan rigurosamente que su conjunto pueda llamarse un sistema, será el sistema   —XXVIII→   de la naturaleza; pero si hubiese observado mal algunos hechos, y roto la cadena que enlaza las ideas con su primer principio fundamental, entonces no habré escrito nada, ni habrá sistema bueno ni malo.» De esto juzgará el lector por el estracto raciocinado que voy á hacer de toda ella. Es el mejor elogio que puede hacerse de un escritor.

El autor comienza haciendo ver que la facultad de querer, ó la propiedad de estar dotados de voluntad, dándonos el conocimiento distinto de nuestro individuo, nos da necesariamente la idea de propiedad, y que asimismo es el manantial de todas nuestras necesidades y miserias, porque el ser indiferente seria forzosamente impasible. Tambien es la causa de todos nuestros medios y recursos, mediante el prodigioso poder que tiene para poner en accion nuestros órganos é imprimir movimientos a nuestros miembros, porque todo nuestro poder consiste en el uso de nuestras fuerzas físicas é intelectuales.

De aqui se sigue que todo ser animado tiene en virtud de las leyes de su naturaleza el derecho de satisfacer todos sus deseos que son sus necesidades, y el único deber de emplear sus medios   —XXIX→   del mejor modo posible para lograr este fin; porque como dotado de pasion no puede ser condenado sino á sufrir lo menos que pueda, y como dotado de accion debe usar de su poder para disminuir sus dolores.

Manifiesta que el empleo de nuestras fuerzas, ó el trabajo, es nuestra única riqueza primitiva, el origen de todas las demas, la primera causa de todo su valor, y que aun el mismo trabajo tiene dos valores: el uno natural y necesario, que consiste en todo lo que es indispensable para la satisfaccion de las necesidades del ser animado que egecuta este trabajo mientras que está empleado en él; y el otro eventual y las mas veces convencional, el cual consiste en la mayor ó menor utilidad que resulta de este mismo trabajo. Finalmente hace ver que no hay otro medio de desempeñar nuestro único deber que emplear bien nuestros medios, y prueba que varía segun las circunstancias en que nos encontramos, ya cuando estamos en contacto con seres que no nos manifiestan el fenómeno de la sensibilidad; ya con otros que aunque animados, no podemos comunicar con ellos porque no los entendemos ni nos entienden;   —XXX→   ya finalmente cuando estamos en relacion con otros seres que aunque sean sensibles como nosotros, no podemos correspondernos completamente con ellos, ni de consiguiente hacer convenciones. En este punto comienza la verdadera sociedad, cuyo fin y motivo es aumentar el poder de cada uno.

Todo esto, que es sumamente precioso, me ha parecido conveniente estractarlo en las nociones preliminares, que van al principio de esta obra con unas advertencias muy necesarias para su inteligencia; porque en un tratado de principios económicos mirados por la relacion que tienen con la voluntad, no debia prescindir de estas primeras ideas.

Pasa el autor á hablar de los prodigiosos resultados del uso de nuestras fuerzas, de nuestro trabajo, de nuestras acciones, en una palabra, de las infinitas combinaciones que producen nuestros respectivos intereses, lo que tienen de útil ó de perjudicial para la felicidad de todos y de cada uno, y finalmente del mejor modo de dirigir nuestras acciones, lo cual acaba de completar la historia de la voluntad y sus efectos.

Prescinde de las diferentes especies de seres que componen el universo, ciñéndose   —XXXI→   a hablar de la especie humana; y examinando por una parte la organizacion del hombre, la propension natural é innata que tiene á simpatizar, y por otra la necesidad de la reproduccion y la dependencia del ser reproducido, y de consiguiente las relaciones sociales y morales que de aquí resultan; hace ver que somos naturalmente conducidos al estado de sociedad, que es nuestro estado necesario, dejando refutado completamente el error de Hobbes que sostenia que nuestro estado natural era el de aislamiento y guerra continua; aunque es probable que no lo pensase asi una cabeza tan escelente como la suya, y que fuese efecto de la fuerte impresion que le habian hecho las calamidades que sufrió su patria por la larga y porfiada resistencia que hizo á la tirania de sus opresores.

Considerada la sociedad por el lado de las relaciones económicas es una serie incesante de cambios, ora se considere en sus principios bárbaros, ora en el colmo de la perfeccion; pero como estos cambios son voluntarios y libres, son siempre útiles á los dos contratantes; y esta multitud de ganancias individuales que se repiten cada día y cada   —XXXII→   instante, es la que compone el bien general, y la que poco á poco va creando las grandes maravillas de las naciones civilizadas y poniendo entre ellas y las tribus bárbaras de los salvages las barreras que las separan. Para hacerlo ver nos presenta el hermosísimo cuadro de una nacion perfeccionada de algunos años atras, donde vemos la acumulacion inmensa de bienes que posee; los resultados prodigiosos de la industria y de la aplicacion de aquella parte de los trabajos de nuestros mayores que no necesitaron para vivir y que por fortuna no se enterró con ellos. Hace ver que la sola reciprocidad de servicios y el gran número de cambios son las únicas causas de estos admirables efectos, estudiando y distinguiendo las ventajas que deben naturalmente producir.

1.ª La reciprocidad de servicios, ó el trabajo de muchos hombres reunidos, es mucho mas útil que el de estos mismos trabajando separadamente.

2.ª Este trabajo comun facilita la estension de los descubrimientos importantes, aumenta las luces, y sirve para difundirlas: las observaciones de unos vienen á ser observaciones de todos: se conservan, acumulan y trasmiten de generacion   —XXXIII→   en generacion, aun prescindiendo de los medios de combinacion y de accion que suministra el uso del lenguage y de sus signos.

3.ª La reciprocidad de servicios permite que cada cual pueda aplicarse á la clase de trabajo que conoce, y en que está egercitado; pone a cada uno en el lugar que le corresponde, y de consiguiente se egecutan las obras con mas perfeccion, y establece por último la division de trabajo que ha llegado en las naciones civilizadas á ser una de las causas de su opulencia.

Los tres grandes beneficios de la sociedad ó de los cambios, que son imposibles de concebir en el estado de aislamiento, son pues concurso de fuerzas, acumulacion y conservacion de luces y division de trabajo. Dificil seria marcar la mayor ó menor importancia de cada uno de ellos; pero el autor parece inclinado á dar la preferencia á los dos primeros, fundado en que lo mas dificil en todos los ramos es dar a las cosas su verdadero valor, para lo cual es preciso conocerlas bien.

Si la sociedad es la causa de estos prodigiosos efectos, lo es asimismo del aumento y perfeccion que reciben cada dia   —XXXIV→   de la mano del hombre a lo menos cuando este no se obstina, en luchar contra el órden regular é inevitable de las cosas. En efecto, todo su poder no alcanza a crear ni a aniquilar una cosa, ni aun á concebir lo que significan estas palabras. Todo cuanto puede hacer mediante la accion que egerce sobre los seres que le rodean, ó mediante el egercicio de sus facultades, es mudarlos de forma ó de lugar; y asi todas las operaciones de la naturaleza y del arte se reducen á estas trasmutaciones, que dan ó aumentan el valor á las cosas, creando ó aumentando en ellas su utilidad con respecto á nosotros. Esto es todo lo que hace el hombre, y lo que no podria hacer con tan buen suceso fuera del estado social.

Toda operacion que contribuye á dar utilidad á las cosas, ó hacerlas propias para nuestros usos, es lo que llamamos produccion; y de consiguiente hay dos especies de operaciones ó de trabajos: productivos é improductivos. Este es el verdadero fundamento de la economia politica, y por donde debiera haberse comenzado su estudio para evitar mil preocupaciones y errores.

De este principio general deduce dos   —XXXV→   consecuencias muy importantes, que no siempre han sido conocidas: 1.ª son verdaderos productores: los que estudian las leyes de la naturaleza, y aprenden el uso que debe hacerse de ellas para dar utilidad á las cosas ó para aumentar la que tienen, acercándolas á los que las necesitan: los que auxilian estas leyes, cooperan con ellas y las dirigen para nuestro propio bien. Asi tan productor es el labrador que siembra su grano como el pescador que echa la red, el minero que estrae el metal de la mina, y el que le transforma y trabaja; y de consiguiente no hay mas clase ociosa que la que vive del producto de trabajos anteriores que alquila: 2.ª no interviniendo la naturaleza de un modo particular en la agricultura ni dándonos esta todo lo que necesitamos no es el único manantial de nuestros bienes, ni tampoco es mas productiva que las demas industrias, como comunmente se ha creido. El autor se detiene á refutar esta desastrosa opinion, y entre las muchas, observaciones curiosas que hace nota que es imposible á sus partidarios el poder tirar la linea divisoria entre la agricultura y la industria fabril, en las infinitas, trasmutaciones que, puede recibir un producto desde   —XXXVI→   que se estrae de las entrañas de la tierra, hasta el instante en que puede sernos de alguna utilidad; y por lo tanto les es imposible, decirnos á punto fijo quienes son los verdaderos productores, ó donde acaba la produccion y comienza la transformacion. Concluye que esta es una de las causas del lenguage misterioso de los antiguos economistas, y aun de errores muy graves, porque cuando se parte de un principio falso las dificultades son inevitables, y cuando las ideas no son exactas es imposible que las espresiones sean claras.

Si todas nuestras operaciones, aun las de la agricultura, se reducen á trasmutaciones, ó mudanzas de forma y lugar, la industria rural es un ramo de la fabril; y á la verdad una tierra ó un campo no es sino una grande máquina ó una grande fábrica, ya para producir trigo, ya para blanquear lienzos, ó para otras infinitas cosas útiles, del mismo modo que lo es un hornillo, un martillo, ó un barco.

Apura esta materia, y no deja lugar á los sofismas de sus partidarios; porque aun entendiéndose por industria rural la que nos procura las primeras materias, no es tampoco la única productiva, aunque   —XXXVII→   sea la principal de todas; porque ¿de cuantas operaciones no necesitan estas materias hasta llegar á ser útiles al hombre? Ademas que comprenderia entonces las del salvage mas bruto, y la de las mismas bestias que viven de los productos espontáneos de la tierra, y todos estos serían productores.

En suma, sienta el principio que no hay mas que dos industrias, y dos clases laboriosas en la sociedad: 1.ª la de fabricantes, que comprende los labradores, y unos y otros se ocupan en fabricar y transformar las primeras materias: 2.ª la de comerciantes que las trasportan.

Establecido ya que la utilidad es el fin de toda produccion, naturalmente ocurre: ¿pero cómo se aprecia esta utilidad ó cómo constituye ella sola el valor de lo que llamamos nuestra riqueza? Es imposible apreciar el valor de una cosa abstracta que depende de los infinitos caprichos del hombre.

En general el sentimiento del placer es un bien, y todos los bienes posibles no son sino este mismo, bien modificado; y de consiguiente todo lo que nos procura un bien es útil, sea lo que quiera. La medida de la utilidad real ó   —XXXVIII→   facticia, es la intensidad de nuestros deseos, ó la importancia y estension de los sacrificios que estamos dispuestos á hacer para adquirir la cosa que deseamos, y no hay otro modo que este de fijar el valor á los productos de nuestra industria. Verdad es que somos por lo comun apreciadores muy injustos del mérito de las cosas; pero, sin embargo consideradas por el lado de la riqueza, siempre tienen el valor que les da la opinion general de donde infiere el autor estas dos consecuencias: 1.ª que el mayor productor es el que egecuta el trabajo mas caro: 2.ª que la nacion mas rica es la que tiene obreros mas instruidos y laboriosos, ó que producen mas valores en un mismo tiempo.

Los dos valores que tienen las, cosas, los tiene asímismo el trabajo, ó el uso de nuestras fuerzas fisicas é intelectuales, como ya se ha dicho; pero el valor de que acabamos de hablar, el artificial ó convencional que es el que da á las cosas la opinion general con razon ó sin ella, es el único de que debe hablarse en esta obra, porque es el verdadero valor, considerado con respecto á la riqueza, ó la verdadera medida de la utilidad de la produccion, puesto que fija el precio de ella.   —XXXIX→  

Este valor convencional, que se llama precio venal, no siempre puede ser la sola espresion de la estimacion general, de una cosa, dependiendo necesariamente como el autor demuestra, de mil circunstancias variables y del balance de recíproca resistencia entre los vendedores y compradores.

Establecidos los principios generales acerca de la produccion, é indicada la única medida que tenemos de la utilidad real ó facticia de las cosas, pasa el autor á examinar los dos grandes brazos de la industria en general, ó de la produccion, mudanza de forma ó industria fabril; mudanza de lugar ó industria mercantil.

Si la sociedad es una serie de cambios, todos somos comerciantes, y si el fin de todo trabajo es la produccion de utilidad, todos somos productores ó fabricantes. La industria que transforma las cosas, se llama fabril, comprendida en ella la agricultura; pero tanto esta como todas las demas serían impracticables sino se conociesen de antemano las propiedades de los seres que podemos emplear y las leyes á que estan sugetos, el uso atinado de estos conocimientos para producir efectos útiles, y finalmente el   —XL→   modo de egecutar este trabajo, ó lo que es lo mismo la teoría, aplicacion y egecucion; y de aqui nacen tres clases diferentes de productores, el sábio que estudia las leyes de la naturaleza, el empresario que las aplica, y el obrero, que las egecuta.

Pero naciendo el hombre falto de todo, y con necesidades que debe satisfacer, es muy justo que el que trabaja reciba una retribucion por su trabajo; y de consiguiente corresponde á todos estos productores una recompensa que llamamos salario la cual debe salir de las ganancias de la fabricacion á que cooperan. Ademas, ni el sábio, ni el empresario, ni el obrero, serian capaces de poder ofrecer servicios útiles si antes no hubiesen anticipado alguna cosa, porque el hombre nace ignorante, y necesita aprender para poder servir de algo: asi el sábio ha tenido que estudiar y observar, comprar libros y pagar maestros; el empresario que costear una enseñanza preparatoria, máquinas, herramientas y primeras materias, y el obrero que mantenerse, vestirse, pagar su vivienda y su pequeño ajuar.

Mas ¿de donde han salido todas estas anticipaciones? De las economias   —XLI→   ó ahorros que hicieron nuestros padres: son el escedente de su produccion sobre su consumo, el cual se ha ido acumulando lentamente en una larga serie de siglos, hasta formar los grandes capitales que han enriquecido las naciones, y que los economistas llaman comunmente capitales acumulados.

El autor prescinde de las infinitas especies de capitales que distinguen los economistas, según su naturaleza y empleo, porque mira esta division cómo sumamente arbitraria, ilusoria é inutil, bastando saber en general que los ahorros anteriores son necesarios para comenzar toda empresa industrial, y de consiguiente que deben ser siempre muy tardos los primeros progresos de la industria, porque los ahorros son dificiles de hacer en los principios.

Pero como la formacion de capitales depende de mil circunstancias, y algunas de ellas independientes de la voluntad humana, no todos los trabajadores tendran igual facilidad para acumular, y de aquí nace la diferencia que se va estableciendo entre ellos, arruinándose los unos al paso que los otros se enriquecen.

La misma diferencia se nota en los   —XLII→   salarios, sugetos á mil variaciones; porque el sábio que dirige los trabajos necesarios para la produccion será bien pagado mientras que se le necesite, en proporcion el obrero; pero, uno y otro, aunque especialmente este último dependerán siempre de mil circunstancias variables, porque ello es que el empresario es el que los asalaría, porque es el que anticipa los fondos y el que de consiguiente debe tener la eleccion: asi las mas veces debe depender la cuota del salario del interes de estos.

Pero ¿cual es la recompensa del trabajo de los empresarios? No puede ser otra que la cantidad de utilidad que produzcan ó hayan hecho producir, la cual depende forzosamente de la necesidad mayor ó menor que haya de sus productos, y de los medios de los compradores. Esta cantidad debe cubrir los gastos que hubiere hecho, y dejarle una ganancia. El autor no llama salario á esta ganancia, porque nadie se la promete y con nadie la estipula, aunque es muy puesta en razon y sumamente útil para que no desmaye, se disguste de su profesión, y la abandone.

Si seguimos el mecanismo y el juego de los resortes secretos de esta parte   —XLIII→   de la produccion, que consiste en la fabricacion, veremos que esta misma diferencia que hay entre los asalariados, es la que divide los intereses de los unos y de los otros, y nos esplicará la oposicion comun que notamos entre los de los empresarios respectivamente; entre los de los asalariados y empresarios, y finalmente entre los de los consumidores, empresarios y asalariados. No estrañaremos ni los funestos privilegios esclusivos, ni los reglamentos prohibitivos que solicitan los empresarios en daño de los consumidores, ni los clamores de estos. Este mismo principio hace ver por qué los consumidores no solicitan por lo comun estos privilegios, a no ser que entiendan mal sus verdaderos intereses ó sean tan injustos que reusen respetar el interes de todos; porque como todos somos consumidores, nuestro interes es el comun que no necesita de salvaguardia teniéndola en la ley general ó mas bien en la libertad; pero en todos estos casos son funestísimos los privilegios, sobre todo si son ricos ó temibles los individuos que los solicitan, porque forman cuerpos, deslumbran ó compran á los gobiernos, ó se prevalen de su poder, sobre todo cuando   —XLIV→   se les revela el secreto de su fuerza.

El autor desciende ahora á hablar de los salarios, para hacer ver la diferencia natural que hay entre ellos y asimismo entre las ganancias de los empresarios, debiendo conducirle este examen á mil observaciones curiosas y á resaltados sumamente importantes.

Observa que los salarios mas mezquinos son los que se pagan en recompensa de los trabajos mas demandados y necesarios: demuestra el porqué debe ser asi, y hace ver que aunque es un mal inevitable, es sin embargo una dicha para la clase pobre, que falta de medios, necesita comprar barato lo que tiene que consumir.

Observa asimismo que esta circunstancia se verifica particularmente en la industria rural, donde son menores las ganancias de sus empresarios respecto á los fondos que emplean, á los riesgos que corren, y á los trabajos que generalmente tienen que hacer: asi debe haber siempre pocos capitales empleados en este ramo comparativamente á los que tiene una nacion, que es lo que cabalmente nos confirman los hechos. Esto esplica tambien las diferentes formas que toma el cultivo, el cual no tiene ó   —XLV→   parece, que no tiene analogía alguna con el trabajo de las demas industrias. Esta materia de suyo interesante y casi nueva, la trata el autor profundamente, y es indispensable consultar la obra.

Sin embargo espero que el lector me permitirá una pequeña digresion para sentar los principios generales que establece.

Rara vez el hombre emplea sus capitales en comprar tierras para aplicarse a su cultivo y hacer de él su ocupacion esclusiva, porque las ganancias, como hemos dicho, no corresponden al capital. Las compran los ricos por razones particulares y con intencion de prestarlas ó darlas á alquiler, y asegurarse de este modo una renta fija; de donde deduce de paso que el respeto con que se suele mirar á esta clase de propietarios territoriales es realmente supersticioso, porque en nada se diferencian de los prestamistas de dinero.

Asimismo deduce que es una felicidad que los ricos empleen sus capitales en tierras, háganlo por lo que quieran, porque asi hay muchas que tomar en alquiler, y se facilitan las grandes empresas agricolas sin necesidad de fondos, las cuales se van arreglando con el tiempo   —XLVI→   á los intereses de los labradores, y de aqui nacen, no por acaso, sino por la misma naturaleza de las cosas, las diferentes especies de cultivo que se notan en las grandes labores.

El autor distingue cuatro especies generales: 1.ª grande cultivo; 2.ª pequeño cultivo con respecto á éste; 3.ª cultivo á parceria ó á mitad; 4.ª cultivo á brazo.

La primera se establece en las tierras feraces; porque las mayores ganancias de la tierra convidan y atraen ácia ellas todos los empresarios que tienen algunos fondos que anticipar, y una habilidad mediana. Nunca es este cultivo muy estenso, porque las tierras naturalmente se van dividiendo en porciones á lo mas de 300 á 500 fanegas, no pudiendo acomodar á ningun empresario ni una labor demasiado grande, que no pueda cultivar, ni tan pequeña que inutilice parte de sus fondos y de su actividad personal; y asi la mas grande de todas equivale siempre á una fábrica muy reducida, y aunque sea el maximum de la industria rural, siempre es, el minimun de la fabril.

La segunda se establece en los paises menos fértiles, donde los que tienen   —XLVII→   algunos fondos propios y algun talento que poder emplear mas útilmente, se desvian de una profesion tan ingrata, para que la tomen los que no tienen mas recursos que este para vivir; y asi las tierras se dividen en suertes de cuatro ó seis fanegas, cuyos productos no bastan para las necesidades del cultivador, y por lo mismo se ve éste en la necesidad de aplicarse al mismo tiempo á otra cosa, mirando con descuido un trabajo que á lo mas puede ayudarle á vivir. Sin embargo, esta especie de cultivo es la que paga el alquiler mas alto en razon de ser mas numerosa la clase de los pobres, y de aqui proviene la miseria y desnudez de los miserables colonos.

La tercera se encuentra en las tierras de mala calidad, que no teniendo licitadores las dan sus propietarios á parceria, agregándoles algunas otras, y si pueden baldías, y proveyéndolas de animales de labor, aperos, herramientas y cuanto requiere el cultivo, adonde convidan á las familias pobres, y de aqui ha venido el nombre de quinteros ó parceros, los cuales se arruinan por lo comun, si las tierras son demasiado malas, cuando no se reunen en su favor mil circunstancias felices.

  —XLVIII→  

La cuarta ó el cultivo á brazo puede hacerse de dos modos, ó con animales de tiro mas ó menos buenos en una gran estension de terreno, ó en un pedazo de tierra, sembrándole de legumbres y semillas ó plantándole de viñas; en cuyo caso tiene el trabajador que ir á ganar un jornal la mayor parte del año, que es lo que nosotros llamamos pegujaleros.

Si la agricultura es una profesion penosa y poco lucrativa en todos sus casos, con proporcion á los fondos y trabajos que exige, no es de estrañar que no ocupe en la sociedad el lugar distinguido que merece. No le ocupará nunca por mas que declamemos, porque los capitales, no acudirán á fomentarla, á no ser que procuremos que haya sobrantes en otros distintos ramos de produccion. No hay otro medio que este de promoverla.

Concluye el autor este capítulo con una deduccion sumamente preciosa para acabar de disipar la equivocacion comun de los economistas. La agricultura, si se atiende á su necesidad, es la industria mas preciosa de todas; porque no hay duda que para vivir es menester comer; pero no es la única absolutamente necesaria, pues tenemos otras muchas necesidades fuera de esta. Tampoco es   —XLIX→   la mas preciosa, considerada con respecto á la riqueza, porque cabalmente los empresarios de ella son los que menos ganan, y no puede ser cierto respecto de las naciones lo que no lo es respecto de los individuos. Descubre la verdadera causa de este error, y nos preserva de distinguiendo medios de subsistencia y medios de existencia: aquellos son las materias alimenticias, y estas la suma de las ganancias de nuestro trabajo: los primeros fijan el límite de la poblacion total, y los segundos el número de nuestras comodidades y goces.

Despues de haber hablado de la industria fabril y de la rural comprendida en ella, pasa á hablar de la mercantil ó mudanza de lugar: hace ver que el riguroso comercio existe antes que haya comerciantes, porque sin la intervencion de ellos hay sociedad, y de consiguiente cambios; pero que el comerciante interponiéndose entre el fabricante ó productor y el consumidor, facilita las relaciones, el comercio y la sociedad; y así que no es un parásito importuno y molesto, sino un agente de la utilidad comun, y tan realmente productor como el labrador y fabricante, puesto   —L→   que como ellos da valor á las cosas ó aumenta el que tienen.

Para demostrar esta verdad considera una nacion aislada ó sola en el mundo, y cuyas comarcas no esten tampoco en correspondencia recíproca, y hace ver desde luego que todas ellas privadas de comercio tendrian que desperdiciar los productos sobrantes de la tierra, desprenderse de mucha parte de ella y carecen de mil cosas necesarias ó útiles á la vida; que las comarcas mas pobres ó poseedoras de malas tierras perecerian de miseria, y que su poblacion seria siempre muy corta; que aquellas á quienes hubiesen tocado en suerte tierras pantanosas, se harian por necesidad pastoras, y acabarian por bandidas, como lo han sido todos los pueblos pastores...

Pero luego que se abre la comunicacion de unas á otras, este triste cuadro muda de color, porque comienza á obrar el interes personal: cada una se aplica al trabajo que permite su suelo; aumenta y perfecciona sus productos, sabiendo que los puede cambiar por otros que necesita: todo es ya actividad, circulacion, riqueza, y por donde quiera se ven nacer á porfia nuevas industrias y aprovecharse hasta las menores ventajas locales,   —LI→   asi por efecto de los cambios como por el de la comunicacion recíproca de las luces; porque el pais que no produce no inventa.

Véase aqui pues como una nacion que hace un buen uso de sus ventajas peculiares y de las facultades de cada individuo, puede enriquecerse y poblarse, sin necesidad de empobrecer á otras, y de consiguiente cuan quiméricas son esas ventajas que los gobiernos modernos pretenden hacer á costa de las naciones vecinas.

Existe de hecho el comercio antes que haya comerciantes, porque las comarcas de esta nacion han cambiado sin ellos sus productos; pero el comerciante le facilita y estiende infinito, porque es el agente que cambia el sobrante de diferentes paises, compra cuando se le quiere vender, vende á todos los consumidores cuando y como ellos apetecen, y de consiguiente es un verdadero productor.

Pero ¿cual es la retribucion que corresponde al comerciante? El aumento de valor que ha dado á las cosas ó el que sus ventas escedan á sus compras; en lo cual es parecido al director de una empresa fabril, aunque con la diferencia   —LII→   de que puede indemnizarse de la pequeñez de sus ganancias aumentando indefinidamente sus especulaciones.

Esto hace ver que han sido necesarios todos los esfuerzos de la preocupacion y charlatanismo para oscurecer estas verdades tan obvias: que la agricultura no es el único manantial de las riquezas; que el comercio lo es tambien trayendo una cosa de un pais donde vale poco á otro donde vale mucho; que la verdadera felicidad de una nacion está dentro de sí misma; que no hay mas que constituirla en un estado de sociedad recíproca con las demas, fomentar la produccion interior, dilatar la estension del mercado universal, y aumentar por este medio las ventajas del comercio interior de cada una, y finalmente que nuestros vecinos pueden ser ricos y nosotros tambien, y que son infundados y pueriles los zelos que han promovido el funestísimo sistema mercantil esclusivo.

Si el comercio consiste como la sociedad en una série continua de cambios, ha podido existir y ha existido de hecho antes que los comerciantes que son sus agentes, y antes que la moneda que es su instrumento; porque teniendo todas las cobas un valor convencional, han podido   —LIII→   cambiarse unas por otras; pero como este modo de cambiar es embarazoso y á veces impracticable, era necesaria una mercaderia que teniendo los mismos dos valores que las demas, fuese divisible, inalterable, fácil de conservarse y trasportarse, para que fuese la medida comun de todas, y tipo universal de todos los cambios.

Esta mercaderia es el metal precioso, el cual todavia no es moneda, siendo necesario pesarle y ensayarle para conocer su verdadero valor: es puramente un tejo ó una barra de metal.

Pero el gobierno dividiendo este tejo ó barra en partes iguales, grandes y pequeñas, y revistiéndolas de su estampa para justificar su calidad y cantidad, que es lo que se llama su peso y ley, la hace moneda. En esta parte ha sido necesaria su intervencion; y ¡ojalá que no hubiese abusado de ella!

Mas como en todo cálculo no puede haber mas que una unidad que sirva de base, tampoco puede haber mas que un solo metal moneda, que debió ser la plata por ser el mas susceptible de cómoda division. El oro es demasiado escaso, y los demas metales demasiado comunes, aunque el oro acude al servicio de la plata,   —LIV→   como lo harian tambien las piedras preciosas si fuesen cómodamente divisibles.

El gobierno puede acuñar moneda de oro y fijar su proporcion con la de plata; pero asi como no debe fijar la tasa del interes que exige un prestamista tampoco debe coartar la libertad de las estipulaciones en oro ó plata, ni menos autorizar el pago de sumas considerables en moneda de vellon, no pudiendo haber mas que un metal que sirva de término comun de comparacion.

Si la utilidad de la estampa consiste en transformar un pedazo de metal en moneda, dedúcese que esta no ha debido tener otra denominacion que la que le corresponde por la cantidad de metal puro que contiene; pero una vez admitidas las denominaciones que se le han dado, es menester mucha circunspeccion para aumentar ó disminuir su valor nominal, si no se quiere dar un egemplo de inmoralidad y justificar la violacion de la buena fe. El autor prescinde de los efectos morales que justifican esta violacion, y se limita á los económicos.

Nota particularmente cuatro efectos que son los mas funestos de todos, que vienen á producir al cabo la falta de recursos en él gobierno, y la creacion del   —LV→   papel moneda, al cual se ha querido mirar como un signo de valores reales, como es la plata, sin reparar que no tiene mas valor necesario que el costo de su fabricacion, ni otro valor venal que el precio que tiene como papel en la tienda, al paso que la plata tiene un valor natural y necesario, independiente de la efigie del Soberano. Mas para sostener una injusticia es necesario siempre apoyarla en un error.

El papel-moneda aumenta necesariamente los gastos del gobierno: falta la confianza en él: los asentistas piden mas por menos cosas: se establece en lo general una proporcion entre el papel y dinero ventajosísima á este: aumenta los asalariados, acreedores del estado, censualistas y propietarios territoriales: sufre hasta el gobierno en sus impuestos, como el propietario en sus rentas.

En este apuro crea nuevo papel, se aumenta la desproporcion de este con el dinero, nadie fia ni presta, desfallece el comercio, se imposibilita el cambio de aquellas cosas cuyo valor es menor que el del papel, y no hay mas remedio que crear cédulas pequeñas.

Entonces no se ve un peso en circulacion: toman las cosas un precio igual   —LVI→   a todo su descrédito: el gobierno acude á las requisiciones, el pueblo al pillage y la sociedad se disuelve, porque cesan los cambios.

No se hace caso de cédulas grandes ni pequeñas, porque no bastan seiscientos duros para comprar un par de zapatos, como sucedió en Francia, ni sirve de riada que el gobierno de un gran valor á la hoja de papel, como hizo el de esta nacion con sus mandatos, porque no valdrá ni siquiera el precio de su fabricacion; de donde infiere el autor: 1.º que no debe alterarse el órden natural de las cosas: 2.º que es tan imposible dar valor á la cosa que no le tiene, como quitárselo á la que le tiene.

Estos son los efectos del papel-moneda, inseparables de su creacion y uso, y que producen al cabo una bancarrota culpable y funesta, que lleva consigo la alteracion de las monedas metálicas. Ahora pasa el autor á hablar del interes del dinero.

Asi como se alquilan casas, coches &c, se alquila tambien el dinero; pues este alquiler es el interes que si le fija la ley para aquellos casos en que no se hubiese estipulado entre los contratantes, se llama legal. Para que sea justo es   —LVII→   menester que no sea ni demasiado grande, ni demasiado pequeño, sino el que presuma que hubieran estipulado las partes contratantes.

El autor se hace cargo de los motivos que puede tener el gobierno para fijar la tasa del interes, pero prueba que ni aun por esto le debe fijar á la fuerza, y que seria inutil el intentarlo, porque no haria mas que convidar al disimulo y á mil supercherias clandestinas. Propone el medio de establecer una ley que anulase los contratos en que se hubiese estipulado un interes sumamente crecido, aunque en esta materia seria embarazosa, siendo dificil apreciar todas las circunstancias y sobre todo el riesgo del prestamista.

Pasa á hablar del cambio y del banco; de los diferentes servicios del banquero y cambista; cuándo y cómo se combinan los servicios del uno con los del otro; de las letras de cambio, uso del cambio y curso del banco; de donde infiere dos verdades preciosas: 1.ª que el comercio es realmente productivo, aumentando el valor de las cosas por el trasporte: 2.ª que son quiméricas las balanzas del comercio, no siendo posible que una nacion esporte siempre mas que   —LVIII→   importa, debiendo salirle el encuentro, y cortar sus vuelos el curso del cambio.

Pero estos servicios de los banqueros y cambistas se convierten en mal cuando se reunen en grandes compañias, y obtienen privilegios de los gobiernos; porque de aquí nacen las cédulas, que son la tentacion del gobierno; se aumentan sus gastos, se sobrecarga la circulacion, acuden sus tenedores á reducirlas, invocan las compañias el apoyo de la fuerza, les dan un curso forzado, y queda la sociedad inundada de papel-moneda; lo cual hace ver con los egemplos de la caja de descuentos de Francia y el banco de Inglaterra; ademas de que tales compañias fundadas en el dolo, son radicalmente viciosas, y no prometen sino bienes ilusorios. Aquí concluye el autor su primer libro, ó la formacion de las riquezas, y pasa á hablar de la distribucion de ellas.

La propiedad está en la naturaleza, y no siendo posible que todos los individuos tengan un mismo grado de inteligencia y de fuerza, tampoco lo es la igualdad; asi es inutil cuanto se haga para establecerla, porque el arte no puede destruir las obras de la naturaleza: cuanto podemos hacer es proteger al debil contra el poderoso.

  —LIX→  

Somos desiguales en medios y estamos en oposicion de intereses; pero la sociedad debe tener por base la libre disposicion de las facultades del individuo y la garantia de lo que pueda adquirir mediante el uso de ellas; porque todos somos propietarios en mas ó menos y asi es quimérica la distincion de los economistas, de propietarios y no propietarios. Pero ¿cuales son nuestros intereses? Los asalariados quieren aumentar su salario, y los empresarios disminuirle; pero como todos somos consumidores se infiere que el interes de los asalariados es el del mayor número, pero el de los consumidores el de todos; de donde deduce el autor: 1.º que son injustísimas las maestrias, gremios, cofradias y demas trabas del sistema reglamentario: 2.º que son injustísimos los privilegios y monopolios: 3.º que el interes coman es que se respete el derecho de propiedad y se perfeccione la industria.

Despues de esta pequeña digresion, no necesaria para comprender el mecanismo y juego de la sociedad y de sus ventajas, vuelve á tomar el hilo de la historia de la distribucion de las riquezas, haciendola ver en la nacion que supuso antes cercada de desiertos impracticables y sin comunicacion con otra alguna.

  —LX→  

Ocupado todo su territorio, los que no tienen tierras se aplican á otras profesiones, ofrecen su trabajo, y debiendo ser la oferta mayor que la demanda, es natural que bajen los salarios; pero como la industria promete una ganancia segura en razon de las grandes ventajas que el fabricante tiene estando el consumidor á su lado y ahorrándose gastos de trasporte seguros y otros, deben establecerse fábricas que surtan al interior y despues al estrangero. Los nuevos productos aumentan la poblacion, disminuyen la esportacion de materias alimenticias, y mientras que la industria va en aumento se adquieren riquezas, se distribuyen entre todos y todos gozan de un bienestar.

Pero este estado de prosperidad es transitorio, aunque el autor manifiesta que el hombre no carece absolutamente de medios á lo menos para retardar el momento de la miseria, el cual es efecto de la fecundidad de la especie humana. Con este motivo pasa á hablar de la poblacion.

La naturaleza se ocupa esclusivamente en la conservacion de las especies, y descuida al parecer de la de los individuos, pues una sola familia que tuviese   —LXI→   á la mano medios de subsistencia, se multiplicaria estraordinariamente como se ya en los Estados Unidos de la América septentrional.

Pero ademas de estos medios ha distinguido el autor los de existencia, quo son los que nos preservan de las incomodidades y molestias de la vida, y establece esta proposicion general con la cual esplica todos los hechos con todas sus circunstancias: la poblacion debe ser siempre proporcionada á los medios de existencia.

La poblacion de los salvages ignorante y bárbara, debe ser estacionaria y reducida, faltándola los medios de existencia: debe aumentarse la de los pueblos civilizados mientras se aumenten estos medios: es algo progresiva en las naciones civilizadas, en cuanto las ciencias y artes perfeccionan estos medios.

La Rusia alimenta su poblacion porque tiene todavia tierras por ocupar; la Lombardia y la Bélgica florecen porque su suelo es muy feraz, y lo mismo sucederia á la Polonia sino tuviese señorios feudales; de donde se deduce que lo que favorece la produccion aumenta la poblacion y al reves, y que son impotentes y aun perjudiciales los estimulos directos   —LXII→   de las ordenanzas de Augusto, y de Luis XIV, relativas á los matrimonios.

Añade con Malthus, que la poblacion es siempre demasiado crecida en los paises civilizados» con respecto á los medios de existencia; y así que es una barbarie empeñarse en aumentar esta poblacion, y que el interes del hombre, mirese como quiera, consiste en disminuir los efectos de su fecundidad.

Vuelve á tomar el hilo de la distribucion de las riquezas, y divide la sociedad en dos clases generales, asalariados y capitalistas, los cuales ó viven de sus rentas ó de ganancias, esto es, ó son capitalistas ociosos, ó industriosos los primeros á no ser que quieran arruinarse no pueden gastar sino su renta, y de consiguiente la cantidad que dan á los asalariados es por lo general constante. Los segundos no todos los que prosperan suelen retirarse de su profesion, y van á llenar los huecos que dejaron los ociosos, ademas de que toda industria tiene límites que no puede traspasar; y asi el consumo de estos es tambien casi siempre una cantidad fija.

Este es el fondo que mantiene á los asalariados, que es casi siempre una cantidad constante, con cuyo principio esplica   —LXIII→   el porqué no se aumenta el número de asalariados desde que deja de aumentarse este fondo, debiendo perecer el escedente sobre el número que puede mantener, por falta de medios de subsistencia.

Si los que viven de sus rentas se multiplican demasiado con respecto á los medios de subsistencia, el escedente refluye á la clase de los empresarios, y el de esta en igual caso á la de los asalariados, de donde se deduce que ésta recibe la demasiada plenitud de las otras, y de consiguiente que los límites que no puede traspasar son los de la poblacion total: asi esplica porqué ésta es retrograda en un pais, estacionaria en otro, y progresiva en un tercero; porqué se detiene mas temprano ó mas tarde, y porqué se restablece despues de algunas calamidades, con tal que se conserven los medios de subsistencia.

Por lo tanto la humanidad, la justicia, y la política estan de acuerdo en qué el interes que debe respetarse mas, es el del pobre y asalariado, siendo esta clase la que fija los límites de la poblacion total, ademas de que es el mas conforme al interes general, porque tan interesado está en que se respete su propiedad personal como la de los demas   —LXIV→   de cuyos fondos vive; pero cuando se hable del pobre debe entenderse por propiedad tanto la personal como la moviliaria.

Respétenla pues los ricos si quieren que él respete las suyas: déjesele libre el uso de su trabajo, y páguesele bien.

Esto es lo que no se hace, porque hasta el miserable zapatero de viejo desea que el salario del que le sirve sea bajo, y véase aqui el origen de la esclavitud de los negros.

Es un mal sin duda que la mano de obra sea demasiado cara por las razones de que se hace cargo el autor; pero prueba que cuando es demasiado miserable la última clase, su misma indigencia y languidez acaba con la industria, y es la causa de infinitas calamidades, aun para sus opresores Lo confirma con egemplos sacados de la historia, y sobre todo con el estado que tienen hoy los paises del Sur de los Estados Unidos; con los efectos de la esclavitud de los negros y siervos de la tierra; con la impotencia y debilidad de la Polonia, &c.

En la libre disposicion de sus medios se comprende tambien la eleccion de morada, porque no hay cosa mas injusta que tener al hombre atado á la cadena   —LXV→   para que no pueda salir de su pais. La emigracion debe llorarse cuando los que emigran lo hacen solamente ó por no sufrir, ó por no ver sufrir.

La inmigracion es inútil y perjudicial á no ser la de aquellos hombres eminentes que llevan consigo un caudal de conocimientos nuevos, ó que abandonan su patria por esceso de virtud.

El salario del pobre debe ser no solo suficiente sino constante; porque todo lo que es pasagero no puede aprovechar á un hombre que no tiene prevision, y que ó lo disipa luego que lo recibe ó se multiplica imprudentemente; de donde se deduce que el precio de las cosas de primera necesidad deberia ser poco variable, pues lo que interesa al pobre no es el salario considerado aisladamente, sino comparado con el valor de las cosas necesarias á la vida. Propone pues el medio mas eficaz y justo de impedir las frecuentes variaciones, cual es dejar al comercio una libertad absoluta, y con este motivo examina los funestísimos, efectos del aumento de precio de los géneros, y los de las variaciones súbitas en ciertos ramos de industria, á las cuales estan mas espuestas que otras las naciones dominadoras del comercio.

  —LXVI→  

Se detiene á hacer ver cuales son las ventajas y desventajas de las naciones mercantiles y agricolas; y prueba que si estas no estan tan espuestas como aquellas á las frecuentes variaciones de precio, lo estan á otra calamidad cual es el subido precio de granos. Este hermoso trozo debe leerse en la obra muy detenidamente.

Despues de haber considerado los intereses del pobre como propietario, que consisten en que se respete su trabajo; en que éste le produzca un salario suficiente para vivir, y en que este salario lea poco variable, considera sus intereses como consumidor, que estrivan como para los demas en que sea barato el precio de las cosas; en que sean fáciles las comunicaciones, y económicos los gastos, de fabricacion; de consiguiente está como todos interesado en las ventajas que producen la perfeccion de los métodos, y la invencion de las máquinas. Manifiesta cuales son estas ventajas; se hace cargo de la opinion contraria de los economistas, la desvanece, y prueba que el mal que resulta es momentáneo, debiendo refluir la parte de gastos que ahorran á otros ramos de produccion, que al mismo tiempo que podran asalariar á los obreros desocupados, aumentaran los manantiales de la riqueza.

Todo esto conduce al autor á estas dos verdades, que contribuyen á poner de manifiesto los efectos de la distribucion de las riquezas, y las ventajas de ella por efecto de la sociedad: 1.ª que aunque los intereses personales nos dividan, el interes comun nos reune: 2.ª que somos desiguales en medios. La desigualdad por consiguiente es un mal en cuanto da armas al poderoso para oprimir al débil, pero inevitable.

Hay desigualdad de poder, y desigualdad de riqueza; aquella que es la mas terrible, como que es la que subyuga la persona misma, es la que debe combatir la sociedad; pero como ésta establece y afianza la seguridad no puede menos de aumentar las riquezas, crea la desigual distribucion que lleva tras sí la de instruccion, capacidad ó poder; de donde se deduce que debe procurar disminuirla aunque siempre por medios suaves.

Examinando las causas que producen la desigualdad mas ó menos sensible de las riquezas, concluye que la seguridad social y el desarrollo de nuestras facultades aumentan por necesidad las riquezas; que la desigualdad de estas trae la   —LXVIII→   del poder, la cual acaba produciendo el desfallecimiento y aniquilacion total de la industria, círculo vicioso é inevitable, al que se ha llamado juventud y vejez de las naciones; virtud primitiva, degeneracion, delicadeza, &c. Las naciones pobres no son virtuosas sino porque no tienen medios de ser viciosas, y tan codiciosos eran los cartagineses como los romanos, y estos en los dias de su libertad como bajo los Emperadores. Los pueblos se degradan cuando una parte se acostumbra á la opresion, y la otra á oprimir; pero no se ha viciado con esto la estirpe del linage humano, que es lo que se quiere decir con estas espresiones vagas, porque si el regalo y la molicie afemina una nacion, lo mas que hace es enervar una centésima parte de ella, corrompida por el habito de gozar y mandar, pero las noventa y nueve restantes mueren mas bien que viven abatidas bajo la vara de hierro y estenuadas de miseria. En suma la variedad y el aumento de nuestros medios es un bien sumamente precioso, asi como es un mal funestísimo su distribucion cuando es muy desigual. Aqui concluye el autor su 2.º libro y pasa á hablar del uso que hacemos de nuestras riquezas.

  —LXIX→  

El hombre destruye la utilidad de las cosas que aplica á sus usos, y este destruir es consumir. El consumo pues aspira á la produccion; ésta aumenta nuestras riquezas, y el consumo las disminuye; pero hay muchas clases de consumo que varían segun son los consumidores y la naturaleza de las cosas que consumen. El pobre que no tiene mas tesoro que el salario de su trabajo que sale de los fondos del que le asalaria, consume lo que recibe de éste; de consiguiente asi lo que gasta como lo que gana se puede considerar como parte integrante del consumo del que le asalaria, y por lo tanto es conveniente examinar el uso que hacen los capitalistas del trabajo que compran.

El capitalista ocioso que ocupa una poblacion numerosa en un trabajo absolutamente estéril disminuye las riquezas adquiridas y la reproduccion, al paso que el industrioso la aumenta y puede aumentar indefinidamente.

El consumo de éstos tiene dos partes, el de las cosas que destruyen para vivir, y el que alimenta la industria; aquella es una destruccion difinitiva, y ésta aparece en los nuevos productos con las ganancias de la reproduccion, vendiéndolos por más   —LXX→   de lo que costó su creacion, parte á los de su misma clase en pago de lo que consumieron para vivir, parte á los asalariados, y parte á los capitalistas ociosos; de modo que las rentas y los salarios que pagan, y aun lo que ellos comen vuelve á sus manos: son el corazon del cuerpo político, y sus capitales la sangre que mantiene la vida. Pues este movimiento perpétuo de las riquezas que lleva las cosas al punto de donde parten es lo que se llama muy propiamente circulacion.

El consumo varía tambien segun la naturaleza de las cosas que se consumen, porque aunque todas representen un trabajo, el valor de las unas es mas permanente que el de las otras: todas estan situadas entre dos estremos, ó la duracion mas larga ó la mas corta; de donde deduce que el consumo mas rápido es el mas ruinoso, porque destruye mas cantidad de trabajo en el mismo tiempo, ó una cantidad igual de trabajo en menos tiempo, y que el mas lento, comparativamente al mas rápido, es como un tesoro que se va acumulando. Asi queda demostrado que el lujo que consume disparatada mente no puede ser causa de riqueza y produccion.

El autor hace ver que no puede enriquecer   —LXXI→   á un estado grande ni pequeño; que los salarios que paga por un trabajo estéril salen de la industria y produccion; que no puede animar la circulacion; lo que solo hacen los fondos de los industriosos; que ni aun arruinándose los ricos pueden aumentar la masa de les salarios; que para nada es bueno, y finalmente que el gusto de los dispendios superfluos cuyo origen es la vanidad, se pega como un contagio, y pasando de la clase superior á las inferiores absorve los fondos, substituye un trabajo inutil á otro útil, y agota el verdadero manantial de la riqueza.

El autor pasa á refutar la desastrosa opinion de que el consumo es la causa y medida de la produccion, y hace ver que aunque es cierto que producimos para consumir, y que el único medio de fomentar la industria es dilatar la estension ¿el mercado y aumentar las salidas, no por eso gastar es enriquecerse ni el lujo aumenta los gastos, no haciendo mas que sustituir unos por otros. Siempre es indispensable volver á la produccion; y no produciédose sino con riquezas acumuladas, cuanto mas se gaste en cosas inutiles menos quedará para la reproduccion y consumo provechoso.

  —LXXII→  

Hace ver por la esperiencia que luego qué la industria ó las luces ó ambas cosas juntas libran á un pais de este cruel azote, inmediatamente acuden á él las riquezas, y adquiere un aumento maravilloso de fuerzas; de aquí los grandes adelantamientos de la Holanda, los progresos de la agricultura en Inglaterra, y sobre todo los de los Estados Unidos de la América septentrional.

Finalmente prueba esta verdad con el egemplo de la Francia, y por cierto que es digno de leerse con mucho respeto este hermosisimo trozo de la obra, escrito con tanta belleza como juicio é imparcialidad; porque Tracy no conoce otro partido que el de la verdad. Pinta su pais con colores fuertes, pero le pinta cual fue en una época demasiado exagerada, si se quiere, mas este juicio, pertenece á la posteridad. El autor concluye este capitulo, examinando los efectos lujo con respecto á la moral, que es lo mas importante, cuando se trata de los intereses del hombre y deduce el principio general de que destruir no es producir, ni gastar enriquecerse.

Pasa ahora á hacer ver los efectos de las rentas y gastos del gobierno en la prosperidad pública.

  —LXXIII→  

Toda sociedad política necesita absolutamente de un gobierno, y este de rentas que no pueden dejar de salir ó de bienes raices ó de impuestos: si lo primero es como un propietario territorial ocioso que no beneficia por sí mismo sus fondos, y si lo segundo equivale á un capitalista negligente, porque aunque no tenga fondos se los puede procurar y destruye como él los efectos del trabajo que asalaria.

Hace ver que seria útil que el gobierno fuese propietario, sobre todo de montes y vastas labores; porque hay ciertas producciones que él solo puede tener en mucha cantidad, como son maderas de construccion; porque poseyendo tierras de cultivo podrá conocer los recursos é intereses de las diferentes localidades, y aprovecharse de estos conocimientos para difundir las luces; porque siendo menor la cantidad de bienes raices en circulacion, será tambien menor la oferta y bajará la tasa del interes del dinero, y finalmente porque tanta menos necesidad tendrá de impuestos, y en un apuro podrá vender sin recurrir á empréstitos. Pero advierte que nunca debe ser propietario á costa de la clase industriosa, impidiendo que los bienes raices entren en sus manos.

  —LXXIV→  

Mas como los gobiernos modernos se mantengan únicamente de impuestos pasa el autor á hablar de ellos, y sienta por principios generales: 1.º que todo impuesto es un sacrificio: 2.º que si recae sobre los capitalistas ociosos no altera la produccion, el consumo ni la circulacion general: 3.º que si recae sobre las ganancias del industrioso las disminuye é impide la estension de la fabricacion, y si sobre el capital ataca la industria: 4.º que si recae sobre los asalariados se suprime una parte de su consumo que es reemplazado por el aumento del consumo de los particulares á quienes el gobierno paga con el dinero de aquellos.

Consistiendo toda la dificultad en saber quien paga difinitivamente la pérdida que ocasionan los impuestos, y siendo estos infinitamente varios, el autor los clasifica en seis especies principales: 1.ª sobre rentas de tierra: 2.ª sobre alquileres de casas: 3.ª sobre intereses pasivos del estado: 4.ª sobre las personas: 5.ª sobre actos civiles y transacciones sociales: 6.ª sobre mercaderias ya por monopolio ó venta esclusiva y á veces forzada, ó al momento de su primera produccion ó al tiempo de pasar del primer productor al consumidor difinitivo.

  —LXXV→  

Aunque todos ellos son gravosos en lo general, el autor examina sus efectos y prueba: 1.º que los impuestos sobre los intereses pasivos del estado y rentas de tierras los pagan anualmente aquellos sobre quienes recaen, sin indemnizacion alguna perdiendo tambien parte de su capital, de modo que despues de ellos nadie los paga: 2.º que lo mismo sucede con respecto á los de alquileres de casas, ademas de otros efectos que tienen: 3.º que el impuesto personal que tiene por motivo las riquezas ya adquiridas, perjudica á las personas de quienes se exige, sin eximir de él á las que les suceden, pues todas le pagan: 4.º que la pérdida que ocasiona todo impuesto sobre instrumentos de transacciones civiles, la sufren realmente aquellos de quienes se percibe cuando la ocasion se presenta, pero que su sola existencia perjudica á otros muchos, deteriorando el precio de muchas cosas y gravando otros muchos ramos de industria: 5.º que el personal que le motiva un ramo determinado de industria y todos los impuestos sobre las mercaderias, comienzan gravando á aquellos de quienes se demanda su importe, y acaban recayendo sobre todos los consumidores en mas ó menos.

  —LXXVI→  

Despues de este curioso examen presenta el autor su opinion particular sobre esta materia, reducida á estos pocos principios: 1.º que debe mirarse con mucho respeto el capital del industrioso, siendo su consumo el único productivo: 2.º que el mejor impuesto seria el que cargase sobre los intereses y deudas del estado, pero no debe pensarse en él por ser una bancarrota. 3.º que á falta de este, los mejores son los que mas se le asemejan, como el impuesto sobre rentas de tierras, alquileres de casas y aun el personal que tiene por motivo las riquezas adquiridas, con tal que sea juicioso y moderado: 4.º el impuesto sobre actos y transacciones civiles, con tal que no sea muy oneroso: 5.º tampoco le parecen malos los impuestos sobre las mercaderias y el personal, con tal que se eviten sus escesos, que son venta esclusiva ó forzada, y cuanto tire á coartar la libertad del trabajo y á hollar la propiedad individual, ó el libre uso de las facultades: 6.º ni tampoco los establecidos sobre mercaderias de lujo, ó los recaudados en las fronteras ó puertas de ciudades. Pero en todos ellos debe tenerse presente que el mejor es inícuo, cuando es ó muy crecido ó desproporcionado á los demas. De consiguiente los   —LXXVII→   mejores impuestos en general son: 1.º los mas moderados: 2.º los mas variados: 3.º los mas antiguos; porque con el trascurso del tiempo han ido ajustando los precios de las cosas y estableciendo un órden universal.

Despues de haber hablado de las rentas del gobierno, pasa á hablar de sus gastos, y hace ver que todos ellos son absolutamente improductivos, ya sean los que exige la milicia, marina, tribunales y administraciones públicas; ya los necesarios ó útiles para la construccion ó reparacion de puentes, caminos, calzadas y obras públicas; ya finalmente para los premios de estímulo y recompensa de las artes y ciencias.

Todos tenemos una estrecha obligacion de separar de nuestras riquezas una parte para auxiliar al gobierno asi como separamos la que podemos necesitar para reparar nuestras viviendas cuando amenazan ruina; pero sea que la demos al gobierno á titulo de impuesto ó á título de préstamo, como que es un efecto de trabajos productivos anteriores que no se reproduce con ganancia en sus manos, debe mirarse como perdida irrevocablemente desde que entra en el tesoro nacional; de donde se sigue que la opinion   —LXXVIII→   de aquellos economistas que creen que los gastos del gobierno aumentan la riqueza pública, es un verdadero delirio.

Esto le conduce naturalmente á hablar de los empréstitos ó de los gastos estraordinarios de los gobiernos, y sienta estos dos principios: 1.º que los gastos estraordinarios no menos que los ordinarios, lejos de aumentar la masa total de la circulacion no hacen mas que torcer violentamente su curso: 2.º que tampoco aumentan la suma de las riquezas anteriormente producidas, porque cabalmente salen de ellas.

Examina con este motivo si en la suposicion de que los gastos del gobierno exijan sumas considerables, será un mal menor el que haga frente á ellos por medio de impuestos ó por medio de empréstitos, ó si será útil que los gobiernos tengan crédito, y hace ver que no; porque toda deuda pública absorve una parte de la renta pública, y todo empréstito lleva consigo la necesidad de pedir otro en seguida para llenar el deficit, y el pago de intereses; y así se gasta en cortísimo tiempo una porcion considerable de las riquezas anualmente introducidas para mantener unos censualistas inútiles que suelen ser no solamente holgazanes   —LXXIX→   y egoistas, sino viciosos y enemigos implacables de los principios de la sana moral.

Que es casi imposible no abusar del crédito, lo cual lo prueba con la historia de todos los tiempos. Luego que los gobiernos han tenido la facilidad de tomar prestado se hicieron ambiciosos y comenzaron los gravísimos males que el mundo ha llorado por tan largo tiempo. Se aumentaron sus egércitos y sus intrigas, y nació esa política inquieta y quisquillosa, con la cual no se puede evitar la guerra ni disfrutar de los beneficios de la paz, aun prescindiendo de otras mil calamidades funestísimas al pais cuyo gobierno tiene la facilidad de procurarse recursos considerables.

Se hace cargo de las principales obgeciones de los que sostienen la opinion contraria: las desvanece enteramente, y concluye que lo mejor que puede hacerse en esta parte es proclamar este principio de eterna verdad: que todos los decretos de nuestros legisladores de hoy se pueden modificar, variar y abolir mañana por sus sucesores, haciendo entender que será aplicable á todos los empeños que el gobierno contraiga, con sus prestamistas; y aqui concluye su tercero y último libro.

  —LXXX→  

Me parece que esta descomposicion que he hecho de todo su tratado con el fin de que supla á una breve cartilla de que habia pensado acompañarle, no deberá fatigar al lector, porque aunque sea demasiado prolija y no corresponda á una obra de tan poco tamaño le pone en estado de entenderle perfectamente, de notar el severo encadenamiento de sus principios, la evidencia de ellos, y sobre todo la propiedad de su lenguage y el significado riguroso y constante que da á las palabras, al mismo tiempo que justificará el juicio que aventuré de ella al principio de esta, introduccion.

En efecto hemos visto que la ciencia de la riqueza de las naciones no es mas, que la buena y juiciosa economia, de un particular; que su obgeto es hacer el mayor trabajo util que se pueda y el mas demandado, y no consumir sino lo que pueda procurar este trabajo; que una nacion que nada hace para nada tiene, y la aniquila su misma miseria; que sino hace mas que un trabajo comun mal combinado y poco estimado se sostendrá miserablemente, y su multiplicacion no pasará de los límites que la fijen sus medios de subsistencia; y por el contrario, si hace mucho trabajo precioso y bien dirigido,   —LXXXI→   gozará, prosperará y se poblará, aunque si consume mucho en superfluidades volverá á caer en la miseria: que todo el mundo es propietario; que no hay mas propiedades primitivas que las facultades fisicas é intelectuales de cada uno; y el trabajo ó el uso de ellas, y que sus resultados, son la acumulacion de productos, y que aun el hombre que no tiene mas propiedad que sus brazos, y de consiguiente que no puede hacer anticipacion alguna, la aumenta maravillosamente en el estado social por detestable que sea, suministrándole infinitos medios de que careceria en el estado de anarquia y de guerra con sus semejantes, y aun en el de aislamiento. Hemos visto que el dinero que se da no es el que mas produce, sino el que se presta; que no es el pródigo el que mantiene, sino el económico; que las invenciones de las máquinas y métodos perfeccionados no disminuyen la poblacion, sino que la aumentan; que empeñarse en hacerlo todo dentro de su casa y enriquecerse á costa de los vecinos, es lo mismo que si un labrador se empeñase en que sus tierras propias para una sola clase de produccion lo fuesen para todas, ó como un fabricante que quisiese hacerse él mismo sus herramientas,   —LXXXII→   maquinas y materias primeras por no comprarlas; y finalmente, que los reglamentos no favorecen ni dirigen la industria, sino que la entorpecen, la sofocan y la aniquilan. Véase pues aqui la ciencia de la economia politica reducida á un cortisimo número de verdades ó de juicios que se derivan de una sola verdad, ó de un solo juicio primordial, como dije al principio. Es imposible no reconocer en este escrito la preciosa mano del autor de la ideológia y de la lógica, tan respetado aun por los mismos enemigos de sus principios, ó por los idólatras de los misteriosos metafísicos alemanes.

Con esta obra y la de Juan Bautista Say se forma un tratado completo y escelente de economia politica para que puedan instruirse los españoles en una ciencia tan importante y apreciada en todas las naciones cultas de Europa, ahorrandose con ellas muchos libros de esta clase, indigestos los mas de ellos por falta de solidez y método, que solo sirven para confundir y embrollar la juventud estudiosa.



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ArribaAbajoNOCIONES PRELIMINARES

Podemos considerar al hombre como un ser sensible que recibe impresiones, que las recuerda que las compara y combina; pero siempre con una perfecta indiferencia. En esta hipótesis, seria un ser sin pasion con respecto á él, y sin accion, con respecto á los demas, porque no tendria motivo para querer, ni razon ni medio para obrar, y cualesquiera que fuesen sus facultades para juzgar y conocer, jamás se desenvolverian, ó estarian siempre en una perfecta inaccion por falta de estímulo y agente que las hiciese obrar. Mas este ser es puramente quimérico: el hombre no es este ser, pues quiere en consecuencia de sus impresiones y conocimientos, y obra en consecuencia de sus voluntades: esto es lo que le constituye por una parte susceptible de placer y   —2→   de dolor de felicidad y de desgracia, que son ideas correlativas é inseparables; y por otra capaz de influencia y de poder. Por esta, razon tiene tambien necesidades y medios, y de consiguiente: derechos y deberes, ya cuando se pone en relacion con seres inanimados, ya cuando está en contacto con otros seres susceptibles, como él de gozar y de sufrir; porque todos los derechos de un ser sensible estan en sus necesidades, como sus deberes en sus medios; y es de notar, que la debilidad es siempre y esencialmente el principio de los derechos, así como el poder, entiéndase como quiera, es, y no puede dejar de ser, el origen de los deberes, esto es, de las reglas que deben dirigir el uso de este poder.

Las necesidades y los medios, los derechos y deberes, se derivan pues, de la facultad de querer; porque si el hombre no quisiese, nada de esto tendria; pero   —3→   tener necesidades y medios, derechos y deberes, es ya tener ó poseer alguna cosa, pues son como otras tantas especies de propiedad, tomando esta voz en su sentido mas lato, siendo cosas que nos pertenecen: asi, las ideas, necesidades y medios, suponen la idea propiedad; y las ideas riqueza y pobreza, no pueden existir sin esta idea propiedad.

La idea propiedad no la puede tener sino un ser dotado de voluntad, en el cual nace necesaria é inevitablemente en toda su plenitud; porque luego que este individuo conoce precisamente su yo, ó su persona moral, y su capacidad de gozar, ó de sufrir y de obrar, conoce que este yo es propietario esclusivo del cuerpo que anima, de los órganos que mueve, de todas sus facultades, de todas sus fuerzas, de todos los efectos que producen, y de todas sus pasiones y acciones   —4→   porque todo esto comienza y acaba con este yo.

Y á la verdad era preciso que hubiese una propiedad natural y necesaria, habiendo propiedades artificiales y convencionales; porque no es posible que haya una cosa en el arte, que no tenga su principio radical en la naturaleza. Si nuestros gestos y gritos no tuviesen el efecto natural de denotar las ideas que nos afectan, nunca hubieran venido á ser los signos artificiales y convencionales que son: si no estuviese en la naturaleza que todo cuerpo sólido sostenido encima de nosotros debe abrigarnos, nunca hubiéramos hecho casas para guarecernos; pues del mismo modo, si no hubiese propiedad natural é inevitable, tampoco la habria artificial y convencional. Lo mismo es de todas las demas cosas; porque el hombre nada crea, nada hace absolutamente nuevo y estranatural, si me es permitido   —5→   esplicarme asi: todo lo que hace es deducir consecuencias y hacer combinaciones de lo que ya es: así, le es tan imposible el crear una idea, ó una relacion que no tenga su causa primera en la naturaleza, como el darse un sentido que no tenga relacion con sus sentidos naturales, de donde se sigue que en toda investigacion concerniente al hombre, es indispensable llegar hasta este primer tipo, porque mientras no se vea el modelo natural de una institucion artificial que se quiere examinar, podemos estar ciertos de que no hemos conocido todavia su generacion, y de consiguiente que no se conoce bien.

Pero ¿cómo la facultad de querer, de la cual se deriva la idea de propiedad, podrá producir todas nuestras necesidades y medios?

Si no tuviésemos la idea de propiedad, ni la de nuestro yo, no tendriamos necesidades ni medios; porque ¿á quien   —6→   perteneceria el dolor y el poder? Mas luego que conocemos que somos poseedores de nuestra existencia y de sus modos, ya somos necesariamente por solo esto, un compuesto de debilidad y de fuerza, de necesidades y medios, de dolor y poder, de pasion y accion, y de consiguiente de derechos y deberes.

Llamo deseo y voluntad todos los actos de esta facultad, desde la propension mas instintiva hasta la determinacion mas reflexionada. Todo deseo es una necesidad, y todas nuestras necesidades consisten en algun deseo.

Que todo deseo es una necesidad es evidente; porque el ser sensible que desea una cosa, tiene por esto solo una necesidad de poseer la cosa deseada, ó mas bien, y mas generalmente todavia, tiene la necesidad de la cesacion de este deseo, puesto que todo deseo es un dolor mientras dura, y no es placer en tanto que   —7→   no le satisfacemos, esto es, hasta que cesa.

Todas nuestras necesidades desde la mas maquinal hasta la mas espiritualizada, no son sino la necesidad de satisfacer, un deseo. El hambre, por egemplo, es el deseo de comer, ó á lo menos de salir del estado de languidez en que estamos, asi como la necesidad, la sed de riquezas ó de gloria no son mas que el deseo de poseer estos bienes, y de evitar la indigencia ó la oscuridad; así, puede decirse en general que nuestros deseos son el origen de todas nuestras necesidades, y que ninguna existiria sin ellos, porque si no tuviésemos deseos seriámos impasibles, y si fuésemos impasibles no tendríamos necesidades.

Nuestros deseos son pues, los qué dirigen nuestras acciones, las cuales pueden mirarse como otros tantos medios de proveer á nuestras necesidades. Para convencernos de que los actos de nuestra voluntad   —8→   son el origen de todos nuestros medios sin escepcion, nos bastará probar que las acciones sugetas á nuestra voluntad son absolutamente los únicos medios que tenemos para la satisfaccion de nuestras necesidades, ó de otro modo, de nuestros deseos, esto es, que nuestras fuerzas fisicas y morales, y el uso que hacemos de ellas componen exactamente toda nuestra riqueza.

Pero para conocer esta verdad, es indispensable seguir todos y cada uno de los efectos que pueden producir los infinitos usos que hacemos de nuestras facultades: discernir aquellos que cooperan á la formacion de nuestras riquezas, y finalmente, aprender el modo de dirigirlos bien. Entramos ya pues en el campo de la economía política.

Por de pronto vemos que la naturaleza arrojando al hombre á un punto de este vasto universo, donde no parece sino   —9→   un insecto imperceptible y efímero, solo le concedió sus facultades individuales y personales; tanto fisicas, como intelectuales, que son su único patrimonio, su sola riqueza primitiva y el manantial de donde salen todas las demas que se procura despues.

En efecto, nosotros no podemos apropiarnos un ser, ni aun la menor parte de él, sino mediante la accion que egercemos, y el uso de nuestras facultades. Tomemos egemplos en el órden fisico. Un campo no es medio de subsistencia sino en tanto que se cultiva: los rios nada nos dan sino en cuanto nos tomamos el trabajo de ir á pescar á ellos, y la madera ó cualquier otro producto espontáneo de la naturaleza de nada nos serviria sino la fuésemos á buscar al monte y la aplicásemos á nuestros usos, transformándola en nuestros talleres; y si todavia queremos llevar las cosas mas lejos, suponiendo   —10→   que cayese en nuestra boca el alimento ya preparado, seria necesario paz á asimilarle á nuestra substancia que le mascásemos, tragásemos y digiriésemos pues todas estas operaciones son otros tantos empleos de nuestras fuerzas individuales. Asi, puede decirse con el admirable Fontaine, que el trabajo es un tesoro, y aun añadir todavia, nuestro único tesoro, aunque muy grande, puesto que, escede á todas nuestras necesidades; y la prueba de ello es que semejante á la fortuna de un hombre rico, cuya renta es mayor que sus gastos, el fondo de donde salen las comodidades, los regalos, la fuerza y el poder de la especie humana en general, se aumenta cada dia á pesar de nuestra mala conducta, y sobre todo de nuestra prodigalidad.

Mas adelante veremos, que la aplicacion de nuestras fuerzas á los diferentes seres, es la única causa del valor que tienen   —11→   con respecto á nosotros, y de consiguiente el origen de todo valor, así como la propiedad de estas mismas fuerzas que pertenecen necesariamente al individuo dotado de ellas, que las dirige segun quiere, es el origen de toda propiedad. De aquí nacen las ideas de riqueza y de pobreza, porque ser rico es poseer medios de proveer á las necesidades, y ser pobre es carecer de estos medios; pero una cosa útil ó agradable, esto es, una cosa cuya posesion es una riqueza, nunca es mas que un medio próximo ó lejano de satisfacer una necesidad ó un deseo, y si no tuviésemos necesidades ni deseos, que es lo mismo, tampoco tendríamos la posesion ni la privacion de los medios de satisfacerlas.

Consideradas las cosas de este modo tan general, es claro que nuestras riquezas no se componen solamente de una piedra preciosa ni de un pedazo de metal,   —12→   ni de una tierra; ni de una máquina &c. El conocimiento de una ley de la naturaleza, el hábito de una operación técnica, el uso de un idioma para comunicar con nuestros semejantes y aumentar nuestras fuerzas con las suyas, o á lo menos para que no nos impidan el egercicio de las nuestras, el goce de las convenciones é instituciones creadas con este fin, son tambien riquezas del individuo y de la especie, porque son cosas útiles que aumentan nuestros medios, y que tienen un valor real, pues todas ellas dependen del uso legítimo que hacemos de nuestras facultades conforme á las leyes de la naturaleza. Encontramos un brillante, porque le hemos buscado con inteligencia; adquirimos un pedazo de metal, porque hemos estudiado de antemano los medios de estraerle de la mina; poseemos una tierra, ó una buena máquina, porque hemos reconocido las propiedades   —13→   de las primeras materias, y facilitado el modo de hacerlas útiles. Hacemos provision de granos en nuestras troges, y construimos nuestras viviendas, porque hemos simplificado las operaciones necesarias para acopiar aquellos, y para fabricar una casa: de donde se sigue, que todos los bienes que poseemos, y podemos poseer, provienen del uso de nuestras facultades.

Pues estos bienes tienen entre nosotros un valor determinado y fijo hasta cierto punto, ó por mejor decir, tienen dos: el uno es el de los sacrificios que nos cuesta su adquisicion, y el otro el de las utilidades que nos procura su posesion: asi quando fabrico una herramienta para mi uso, no solo tiene el valor del trabajo que me cuesta, sino tambien el que me ahorra despues; y si su construccion me cuesta mas de lo que me ahorra su posesion, es prueba   —14→   de que construyéndola he hecho un mal uso de mis fuerzas. Lo mismo sucede si en vez de hacerla la compro. Si las cosas que yo doy en cambio me han costado mas trabajo que el que me hubiera costado el hacerla, ó si me hubieran ahorrado mas cantidad de trabajo que la que ella me puede ahorrar, hago un mal cambio, pierde mas que gano, ó doy mas que adquiero. Si es cierto pues, que nuestras facultades, fisicas y morales son nuestra sola riqueza primitiva; que el uso de estas facultades, ó nuestro trabajo es nuestro solo tesoro original, y que de él nacen todas las cosas que llamamos, bienes, desde la mas necesaria hasta la que es meramente agradable, será asimismo cierto que todos los bienes que puede disfrutar el hombre representan el trabajo que los ha creado, y que todos ellos tienen un valor, ó mejor diré, dos valores   —15→   distintos que emanan de el del trabajo; y aun éste tiene tambien dos valores diferentes, porque ningun ser puede comunicar la propiedad que no tiene: el primer valor es natural y necesario, y el segundo mas ó menos convencional y eventual, como ahora lo vamos á ver.

Todo ser animado, esto es, sensible y dotado de voluntad, tiene necesidades que se renuevan á cada instante, y de cuya satisfaccion depende la continuacion de su existencia. No puede satisfacer sus necesidades sino mediante el uso de sus facultades ó de sus medios, y de consiguiente si llegase á cesar por algun tiempo este uso, ó el trabajo, cesaria tambien su existencia. Luego el número de estas necesidades, es la medida natural y necesaria de la cantidad de trabajo que puede hacer mientras las siente; porque si emplea esta cantidad   —16→   de trabajo para su utilidad directa ó indirecta, es menester que sea suficiente para hacerle el servicio que necesita; y si la emplea para utilidad de otro, es menester que éste otro haga, á lo menos por él, durante el tiempo que lo ha tenido ocupado, lo que hubiera podido hacer en beneficio buyo. Si le emplea en obgetos de una utilidad menos inmediata y mas distante, es menester que cuando se realice esta utilidad, reemplace á lo menos los obgetos de utilidad urgente qué hubiese consumido, mientras que se ha ocupado en la produccion de estos menos necesarios. De consiguiente esta suma de necesidades indispensables, ó mas bien, la suma del valor de los obgetos necesarios para satisfacerlas, es la medida natural y necesaria del valor del trabajo que se hace en el mismo tiempo, el cual es la medida de lo que este trabajo cuesta inevitablemente;   —17→   y he aquí el primer valor que tiene, que es puramente natural y necesario.

El segundo valor de nuestro trabajo, o el valor de lo que produce, es esencialmente eventual, por lo comun convencional, y siempre mas variable que el primero. Es eventual, porque ningun hombre al comenzar un trabajo, aunque sea por su propia cuenta, puede estar seguro de su producto, pudiendo aumentarle ó disminuirle mil circunstancias que no dependen de él, y que las mas veces no puede tampoco preveer. Es por lo comun convencional, porque aun cuando este hombre emprenda un trabajo por cuenta de otro, la cantidad de producto que resulte, dependerá de lo que el principal le diese en cambio de su trabajo, ora se estipule esta recompensa antes de egecutarse el trabajo, como se hace con los obreros y asalariados,   —18→   ora despues de concluido como con los mercaderes y fabricantes. Finalmente, este segundo valor del trabajo es mas variable que su valor natural y necesario, porque no le determinan las necesidades del que trabaja, sino mas bien las necesidades y medios del que se aprovecha de él, en lo cual influyen infinitas causas que desenvolveremos en el discurso de la obra.

El valor natural del trabajo no puede ser absolutamente fijo por muchas razones: 1.ª las necesidades de un hombre en cierto tiempo determinado, aun las que podemos mirar como mas urgentes, son susceptibles de una cierta latitud, y es tal la flexibilidad de nuestra naturaleza, que estas necesidades se reducen ó estienden considerablemente ya por el imperio de la voluntad, ya por los efectos del hábito: 2.ª estas necesidades pueden satisfacerse   —19→   abundantemente, y acaso con muy poco trabajo, cuando son favorables las circunstancias; por egemplo, benigno el clima y el suelo fértil, al paso que seria necesario mucho mayor esfuerzo para satisfacerlas en un clima ingrato y en un suelo estéril. Así, segun fueren los casos, variará la cantidad de trabajo que el hombre deberá hacer para poder continuar su existencia.

Estas reflexiones generales corroboran la verdad que establecimos mas arriba, á saber, que las ideas de riqueza y de pobreza nacen de nuestras necesidades, esto es, de nuestros deseos; porque la riqueza consiste en poseer medios de satisfacer los deseos, y la pobreza en carecer de ellos. Llamamos bienes á estos medios, porque nos hacen un bien. Todos ellos son el producto y representacion de una cierta cantidad de trabajo, y ellos son los que nos dan la   —20→   idea de valor, teniendo realmente dos valores, el de los bienes que cuestan, y el de los bienes que producen; y puesto que estos bienes no son sino la representacion del trabajo que los produce, de él solo reciben estos dos valores, que por consiguiente tiene tambien el mismo trabajo.

Convendrá resumir en pocas palabras estas ideas generales y mostrar el encadenamiento de todas ellas. Hemos visto que nunca creamos una cosa absolutamente nueva y estranatural; y puesto que tenemos idea de valor, y hay entre nosotros valores artificiales y convencionales, era indispensable que hubiese en alguna parte un valor natural, y necesario que fuese el tipo de todos. Este valor es el que tiene el trabajo, del cual emanan todos nuestros bienes, y es el valor de los objetos necesarios para la satisfaccion de las necesidades   —21→   que nacen inevitablemente en el ser animado mientras que hace su trabajo.

Medir una cantidad, es siempre compararla á otra cantidad determinada de la misma especie que ella; y es preciso absolutamente, que sea de la misma especie, pues de otro modo no podria servir de unidad y de término de comparacion. Así, cuando decimos que el valor natural y necesario del trabajo que hace un ser animado en cierto tiempo se mide por las necesidades indispensables que nacen en este ser durante el mismo tiempo, damos realmente por medida á este valor el valor de una cierta cantidad de trabajo; porque los bienes necesarios para la satisfaccion de estas necesidades, reciben su valor necesario y natural del trabajo que costó su adquisicion; de donde se deduce, que el trabajo, nuestro único bien primitivo, se valúa por si mismo; y de consiguiente   —22→   que la unidad es de la misma especie que las cantidades calculadas.

Mas para que un cálculo sea justo y cierto, es menester que la unidad se determine de un modo riguroso y absolutamente invariable; pero por desgracia es preciso confesar que nuestra unidad de valor en esta materia está sujeta á variacion aunque contenida dentro de ciertos limites; y este es un mal que no podemos remediar, dependiendo de la naturaleza misma del ser animado. La he dado á conocer porque es muy conveniente tenerla presente para aprender cuan delicado y sábio debe ser el cálculo de todas las cantidades morales y económicas; con cuanto pulso deben tratarse, y cuan imprudente será el empeñarse en aplicar á ellas indiscretamente la rigurosa escala de los números.

  —23→  

Pero en el discurso de esta obra no hablaremos sino del valor que resulta de las transacciones libres de la sociedad, á saber, del valor convencional y venal, del que la opinion general fija á las cosas con razon ó sin ella, aunque varíe segun las necesidades y medios del productor y consumidor, del comprador y vendedor, como se verá mas adelante.

Finalmente, el único manantial de todas nuestras comodidades, valores, ó riquezas, es el uso de nuestras fuerzas, ó nuestro trabajo y nuestra industria: la verdadera produccion de nuestra industria es la utilidad: la medida de esta es nuestra necesidad ó deseo, y la cantidad de esta utilidad producida es lo que compone la suma de nuestros medios de existencia y de bien estar.



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ArribaAbajoADVERTENCIAS NECESARIAS para entender algunas proposiciones contenidas en el cuerpo de esta obra

I. Dícese comunmente que las ideas de derechos y de deberes, son correspondientes y correlativas. Esto puede ser verdad con respecto á nuestras relaciones sociales, pero no absolutamente. Me esplicaré, examinando diversos casos.

Primera suposicion méramente ideal. Supongamos un ser dotado de sentimiento y de voluntad, pero incapaz de toda accion, ó una simple mónada dotada de la facultad de querer, pero sin cuerpo ni órganos que puedan resistir á la accion de su voluntad, y por medio de los cuales pueda producir algun efecto y tener influencia sobre otro ser. No hay   —25→   duda que este ser no tiene derecho alguno en el sentido que comunmente se dá á esta palabra; esto es, ningun derecho tiene de aquellos que comprende la idea de un deber correspondiente en otro ser sensible, porque no está en contacto ni relacion con otro ser; pero esta mónada examinada á las luces de la razon y de la justicia universal, así como puede concebirla el espíritu humano (porque no podemos hablar de otra cosa) tiene el derecho de satisfacer sus deseos y acallar sus necesidades, porque en esto no viola ninguna ley natural ni artificial, antes por el contrario, obedece las leyes de su naturaleza, y se somete á las condiciones de su existencia.

Esta mónada no teniendo poder de accion, y careciendo de los medios propios para la satisfaccion de sus necesidades, no puede tener deberes, porque   —26→   no puede tener el deber de emplear los medios de que carece, de un modo mas bien que de otro, ó de hacer una accion mas bien que otra, porque hemos supuesto que no puede obrar.

De aquí se deducen dos verdades: 1.ª que todos los derechos nacen de las necesidades, y los deberes de los medios. 2.ª que puede haber derechos sin que haya deberes correspondientes de parte de otros seres, ni aun del mismo poseedor de estos derechos; así que estas dos ideas no son tan esencial y necesariamente correspondientes y correlativas como se cree, puesto que no lo son en su origen.

Segunda suposicion. Supongamos un ser dotado de sentimiento y de voluntad constituido como nosotros, esto es, dotado de órganos y facultades que su voluntad pone en accion, pero absolutamente separado de todos los demas seres sensibles,   —27→   y en contacto con seres inanimados, ó á lo menos con seres que no le manifiesten el fenómeno del sentimiento. En esta suposicion tampoco tiene este ser derechos, tomada esta voz en su significado riguroso, que comprende la idea de un deber correspondiente en otro ser sensible, porque no está en relacion con ninguno de estos seres; pero tiene como la mónada el derecho general de procurarse cuanto necesite para la satisfaccion de sus deseos ó necesidades, porque obedece como ella á las leyes de su naturaleza, y se somete á las condiciones de su existencia, no pudiendo ser movido por ningun impulso estraño, ni tener principio alguno de accion: así este ser dotado de voluntad tiene todos los derechos posibles, los cuales son infinitos, porque no hay cosa que los limite, ó mejor diré, no tienen mas límites que los   —28→   de sus mismos deseos de, que emanan, como de su propia fuente.

Pero en esta segunda suposicion hay algo mas que en la primera, porque este ser dotado como nosotros de órganos y de facultades que su voluntad pone en accion, no es como la simple mónada de que hemos hablado. Tiene medios; luego tiene deberes, porque tiene el de usar bien de estos medios; pero todo deber supone una pena que sigue á su inobservancia, una ley que pronuncia esta pena, y un tribunal que aplica la ley: así, en el caso presente, la pena correspondiente al ser que ha usado mal de sus medios, es la de que produzca efectos menos favorables á la satisfaccion de sus necesidades, ó destructivos de su existencia: las leyes que pronuncian esta pena son las de la organizacion de este ser dotado de voluntad y de accion, las cuales son las condiciones con que existe; y el tribunal que aplica   —29→   estas leyes es el de la necesidad. Por lo tanto, este ser tiene incontestablemente el deber de usar bien de sus medios, puesto que los tiene; pero este deber general comprende otros muchos que le son correlativos, como son, apreciar los deseos ó necesidades que sus medios deben satisfacer, estudiar después estos mismos medios, su estension y limites, y finalmente trabajar en disminuir el número de sus deseos, y aumentar el de sus medios; porque todos sus males han de provenir necesariamente de la inferioridad de sus medios con respecto á sus deseos; pues si para satisfacer estos tuviese siempre los medios suficientes, ni aun seria posible en él la miseria y el dolor.

Así, este ser que suponemos aislado, tiene derechos, y todos los que tiene nacen de sus necesidades y deberes, como estos de sus medios, y en cualquiera situacion que le pongamos no tendra otros   —30→   derechos ni otros deberes, porque todos los posibles deben nacer de aquellos, y no pueden ser mas que consecuencias; de donde se deduce, que todo proviene de sus necesidades, porque si no las tuviese no tendria la necesidad de medios para satisfacerlas, ni aun seria posible que tuviese medios; ni de consiguiente podria concebirse la idea de deber, y si queremos convencernos de esto, experimentémoslo castigando á un ser impasible. Es pues una verdad irrefragable, que las ideas de derechos y de deberes nacen de la facultad de querer; que no son tan exactamente correspondientes y correlativas como se cree; que las de deberes estan subordinadas á las de derechos, como las de medios lo estan á las de necesidades puesto que podemos concebir derechos sin deberes, como en la primera suposicion, y si concebimos deberes en esta segunda, es porque hay necesidades, y   —31→   finalmente, que estos deberes consisten en el deber general de satisfacer sus necesidades, Para acabarnos de convencer de estas verdades, hagamos otra hipótesis.

Tercera suposicion. Supongamos que este ser es organizado como nosotros, que está en relacion con otros dotados como él de sentimiento y de voluntad, y que obran del mismo modo en virtud de esta última facultad, pero que no pueda entenderse con estos seres, ni comprender perfectamente sus ideas y sus motivos de obrar. Estos seres animados tienen tambien sus derechos, que nacen de sus necesidades; mas estos derechos no mudan la situacion de nuestro ser, ni influyen particularmente en ella y porque teniendo las mismas necesidades que antes, tiene los mismos derechos.

Tiene ademas el mismo deber general de emplear bien sus medios para satisfacer sus necesidades; pero la situacion en que le hemos puesto, o las nuevas relaciones   —32→   que tiene, le imponen el deber de conducirse con respecto á estos seres que se le manifiestan dotados de sentimiento y voluntad de distinto modo que con los que le parecian inanimados; porque como obran en virtud de su voluntad, tiene el deber de cautivar ó de subyugar esta voluntad para que contribuya á la satisfaccion de sus propios deseos; pero como hemos supuesto que no puede comunicar completamente con ellos, ni de consiguiente hacer convenciones, no tiene otros medios para dirigir su voluntad al fin que debe, que ó la persuasion inmediata ó la violencia directa; por lo tanto emplea y debe emplear el uno u el otro medio, segun fueren las circunstancias, sin mas consideracion que la de producir los efectos que desea.

A la verdad, este ser organizado como nosotros, debe ser tal, que la presencia del ser que sufra, deba inspirarle la   —33→   compasion, que participe de sus placeres y de sus dolores; y ved aqui una nueva necesidad que debe satisfacer como las demas, y de consiguiente tiene el deber de evitar la pena que le causa el dolor de los seres sensibles, á lo menos mientras que sus demas necesidades no le obliguen á sufrir esta pena. Mas este nuevo deber es una consecuencia del deber general que tiene de satisfacer todas sus necesidades.

Estas son las relaciones que tenemos con todos los animales.

Cuarta suposicion. Supongamos á nuestro ser animado en contacto con otros seres semejantes, ó en nuestra misma situacion: estos tienen sus necesidades, y de consiguiente sus derechos; pero estos no mudan los de nuestro ser, que tiene tantos derechos como necesidades, y el deber general de satisfacerlas. Si no pudiese comunicar completamente con estos seres   —34→   semejantes á él, estaria con respecto á ellos en el mismo caso en que estamos nosotros con respecto á los demas animales.

Mas en este estado que suponemos, teniendo todos tantos derechos como necesidades, y ademas el deber general de satisfacerlas, los derechos de los unos ofenderian á los derechos de los otros, y nacerían de aqui disputas y guerras continuas, porque no podrian tener idea de lo justo y de lo injusto. Es indispensable restringir estos derechos y este deber general; pero esta restriccion no comienza ni puede comenzar, sino desde que se establecen los medios de comunicacion y de correspondencia, y de consiguiente convenciones tácitas ó espresas. De aqui solamente puede nacer la idea de la justicia y de la injusticia, ó lo que es lo mismo, la balanza que pesa fielmente los derechos del uno y los derechos del otro,   —35→   que hasta ahora habian sido iguales por necesidad.

En suma, las ideas de derechos y deberes nacen de nuestra facultad de querer; todos nuestros derechos nacen de nuestras necesidades, y nuestros deberes de nuestros medios: tenemos siempre tantos derechos como necesidades, y ademas el deber único y general de satisfacerlas: las necesidades y derechos de los demas seres sensibles, bien sean de nuestra especie ó de otra, no alteran ni mudan nuestras necesidades, derechos ni deberes; y finalmente nuestros derechos no comienzan á sufrir restricciones sino cuando comenzamos á comunicar con los demas seres, y á establecer pactos y convenciones recíprocas, esto es, cuando se establece la sociedad, que es por donde debe comenzar esta obra.





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ArribaAbajoPRINCIPIOS ECONOMIA POLITICA, CONSIDERADOS POR LAS RELACIONES QUE TIENEN CON LA VOLUNTAD HUMANA


ArribaAbajoCAPITULO I

De la sociedad


Cuatro son las especies generales de seres que componen el universo: 1.ª los inanimados ó insensibles, como son á nuestro entender muchos de los que vemos, los cuales, aunque no existan para sí mismos, puesto que no sienten, pueden muy bien existir con respecto á los seres sensibles á quienes afectan: 2ª. los seres sensibles que aunque tienen el sentimiento de   —38→   su propia existencia, es este tan debil ó tan indiferente que no produce ni puede producir eleccion, preferencia, deseo, ni voluntad alguna: 3.ª los seres sensibles dotados tambien de voluntad, como somos nosotros, y todos los demás animales que conocemos, pero con la diferencia de que estos viven aislados: 4ª. los seres dotados de sensibilidad y voluntad, que estan en contacto y relacion con otros de su especie semejantes á ellos, y con quienes pueden comunicar, como somos nosotros esclusivamente.

Tratándose pues en esta obra de sola la especie humana, seria fuera de propósito el detenerse á examinar, así los seres que carecen de facultades intelectuales, como los que viven aislados sin comunicacion recíproca.

La observacion y la razon concurren de concierto á demostrar que el hombre no puede vivir en un estado de aislamiento,   —39→   porque todavia no se ha descubierto en toda la tierra un solo animal de figura humano, por bruto que sea, que no haya tenido alguna especie de relacion con otro animal de su especie. Podra quizás encontrarse un individuo, que en todo rigor subsista solo sin auxilio de nadie, si bien sumamente escaso de lo preciso para la satisfaccion de sus necesidades naturales; ¿pero cómo se reproducirá este individuo? Esto es lo que no se puede concebir, porque para que la especie humana se perpetúe, no solo es indispensablemente necesaria la reunion de los dos sexos, sino la dependencia por mucho tiempo del producto de esta union, ó del hijo, de la diligencia y cuidado de sus padres, ó á lo menos de su madre. Además hay en todos nosotros, mas ó menos, una propension natural é innata á simpatizar, esto es, tenemos un placer en comunicar á nuestros semejantes nuestras impresiones, afecciones   —40→   y sentimientos, y le tenemos tambien en participar de las suyas. Quizás existirá esta propension mas ó menos fuerte en todos los seres animados, y aun quizás haya en nosotros desde el principio de las cosas una parte considerable de aquella irresistible fuerza que atrae y une los sexos, pero sea de esto lo que quiera, lo cierto es, que despues el hombre aumenta prodigiosamente esta fuerza; y así es imposible que esta reunion, que es el efecto inevitable de nuestra organizacion física, no vaya desenvolviendo en nosotros aquella disposicion natural á simpatizar, fortificándola por el egercicio, y finalmente estableciendo las relaciones sociales y morales. Por lo tanto, podemos asegurar que la necesidad de la reproduccion por una parte, y por otra la inclinacion innata á simpatizar nos conducen necesariamente al estado de sociedad, cuyas ventajas conocemos mediante nuestros juicios; pues   —41→   formando estos de todo cuanto esperimentamos, sentimos y vemos; en suma, de todo cuanto nos afecta, distinguiendo partes, circunstancias, causas y consecuencias, que es lo que propiamente se llama juzgar, es imposible que no echemos de ver las utilidades que podemos sacar del auxilio de nuestros semejantes, de su asistencia en nuestras cuitas y necesidades, y finalmente del concurso de sus voluntades y fuerzas con las nuestras, y de consiguiente es igualmente imposible, que aquella reunion, si se quiere fortuita, no se afiance y perpetúe mediante el interés recíproco. Esto es lo que cabalmente ha sucedido siempre, y deberá suceder, y lo que ha producido en todas las partes de la tierra esa maravillosa y sábia invencion de un idioma mas ó menos perfeccionado, pero siempre á lo que parece, mas circunstanciado y minucioso que el de otro cualquier animal. Asi no cabe duda en que   —42→   el estado social es el estado natural del hombre, y el que de consiguiente debe ocupar nuestra atencion.

Sin embargo, no consideraré en este lugar la sociedad por el lado de sus relaciones morales, ni tampoco examinaré como estas relaciones desarrollan, robustecen, aumentan y complican nuestras pasiones y afecciones, ni marcaré los infinitos deberes que nos imponen, ni de donde se deriva la obligacion fundamental de respetar las convenciones en que se funda, y sin las cuales no podria subsistir. Me ceñiré por ahora á considerar el estado social por el lado de sus relaciones económicas, esto es, con respecto á nuestras necesidades mas directas, y á los medios de que podemos disponer para satisfacerlas, puesto que solo estos conocimientos nos pueden conducir para saber apreciar el valor y la utilidad de todas nuestras acciones, para juzgar del mérito de ellas por   —43→   sus consecuencias, y de consiguiente del mérito de aquellos sentimientos que nos inclinan á una accion mas bien que á otra.

Ahora bien: ¿qué es la sociedad considerada bajo este aspecto? No recelo asegurar que la sociedad es pura y meramente una série incesante de cambios, po puede ser otra cosa, ora se mire en sus principios mas informes y bárbaros, ora en el colmo de su prosperidad y opulencia, y ciertamente no puede hacerse mayor elogio de ella; porque en efecto, siendo el cambio una admirable transaccion en la cual ganan siempre ambos contratantes, la sociedad será una série continua de ganancias para todos sus miembros; proposicion que aunque evidente de suyo merece todavia alguna esplicacion.

Para convencernos de que la sociedad es en rigor una serie incesante de cambios, comencemos por las primeras convenciones en que esencialmente se funda.   —44→   Todo hombre antes de entrar en sociedad tiene todos los derechos, y ningun deber3 ni aun el de no ofender á sus semejantes, los cuales estan con respecto á él en el mismo caso: así no podrian absolutamente vivir reunidos en cuerpo, si antes no se prometiesen recíprocamente seguridad, mediante una convencion espresa ó tácita; pues ¿qué otra cosa es esta convencion que un verdadero cambio en fuerza del cual renuncia cada uno de un cierto modo de emplear sus fuerzas, y recibe igual sacrificio de parte de los demas? Establecida una vez la seguridad, se van entablando entre los hombres infinitas relaciones que consisten, ya en hacer ciertos servicios en recompensa de un salario, ya en trocar una mercaderia por otra, ya finalmente en egecutar una obra en comun. En los dos primeros casos, el cambio,   —45→   es manifiesto, pero no lo es menos en el último, aunque no se nos presente con tanta claridad, porque cuando muchos hombres se reunen para trabajar en comun, no hacen mas que sacrificar en beneficio de otro lo que hubieran podido producir para sí mismos en el mismo tiempo, y con igual trabajo, por recibir una parte de la utilidad comun que resulta del concurso de fuerzas de todos ellos, lo qual equivale á cambiar un modo de ocuparse por otro que han juzgado mas ventajoso. De aqui se deduce, que la sociedad consiste en una série continua de cambios.

No quiero decir con esto que los hombres no se favorezcan alguna vez graciosamente, sin exigir recompensa alguna en cambio de sus servicios. Lejos de mi la idea de negar la beneficencia, ó desterrarla del corazon del hombre. Digo si, que la sociedad no se funda únicamente en esta amable virtud, y   —46→   que sus hermosos resultados, que son escitar y desenvolver el sentimiento de la simpatia, son mas importantes considerados por el lado de las relaciones morales, de que por ahora no hablamos, que de las económicas, que son la materia de nuestro discurso. Aun digo mas: si apuramos el riguroso significado de esta palabra cambio, ó si queremos darla, como lo debemos hacer, toda la estension que tiene, podremos decir exactamente, que todo beneficio es tambien un cambio, en el cual sacrifica el que le hace una porcion de su propiedad ó de su tiempo para procurarse un placer moral muy vivo y delicioso, cual es el de favorecer á un semejante suyo, ya lo haga por eximirse de un dolor, cual es el verle sufrir, así como se gastan cien pesos, por egemplo, en un árbol artificial de fuego que divierte; ó ya por desviar de sí un objeto ingrato que le molesta.

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Así mismo es cierto, que todo cambio es una transaccion en la cual ganan ambos contratantes; porque siempre que yo hago libremente y sin coaccion un cambio, es porque deseo mas la cosa que recibo, que la que doy; y por el contrario, el otro contratante desea mas la que yo le ofrezco que la que él me dá. Cuando yo doy mi trabajo por un salario, en tanto le doy en cuanto estimo mas este salario que la cosa que hubiera podido hacer trabajando por mi cuenta; y el que recibe mi trabajo, en tanto le recibe en cuanto aprecia mas el resultado de él, que el salario que me paga. Cuando doy, por egemplo, una fanega de trigo por una arroba de vino, es porque tengo trigo sobreabundante, y estoy falto de vino; y porque el que me le toma se encuentra cabalmente en circunstancias opuestas. Pues del mismo modo cuando   —48→   se reunen muchos hombres para trabajar en comun, ya sea para defenderse de un enemigo, ya para libertarse de animales dañinos, ya para precaverse de las inundaciones de los rios, de los estragos del mar, ó de la peste, ya finalmente para levantar un puente ó abrir un camino: en tanto lo hacen en cuanto prefiere cada uno de ellos la utilidad individual que le resulta del concurso de estas fuerzas, á la que podria tener en el caso de emplear por su cuenta el mismo trabajo y tiempo: así todos y cada uno quedan en todos estos cambios satisfechos y pagados de su trabajo; porque todos ganan, y ninguno pierde.

Convengo en que es posible que en un cambio se equivoque uno de los contratantes, y acaso los dos, donde cada uno una cosa que habrán de echar de menos muy pronto por otra de que   —49→   no haran caso, ó que para nada les servirá «también es posible que uno de los dos reciba en cambio de su sacrificio un valor menor que el que le correspondia, y de consiguiente que sufra una pérdida relativa al paso que el otro tenga una ganancia escesiva; pero todos estos casos son parciales que depende de muchas causas estrañas á la naturaleza de las transacciones, y que no pueden destruir la regla general; á saber, que, todo cambio libre es esencialmente ventajoso á las dos partes contratantes, y, de consiguiente que la verdadera utilidad social consiste en facilitar entre sus miembros todos los cambios posibles.

Pues esta multitud incesante de ganancias individuales que se repiten cada dia y cada momento, es la que compone el bien general, y la que poco á poco va creando las grandes maravillas de las sociedades perfeccionadas, y poniendo entre ellas y las bárbaras, ó casi nulas de los salvages, la inmensa barrera que las separa. Pero no será fuera de propósito el detenernos aquí un momento para examinar con atencion el hermoso cuadro que nos presentan las naciones civilizadas, porque acostumbrados á verle nunca le examinamos con el detenimiento que merece.

Qué es en efecto lo que ofrece á nuestra vista un pais mucho tiempo ha civilizado? Vemos en él descuajados los eriales, desembarazados de los grandes vegetales que los cubrian desde tu origen, limpios ya de plantas y animales dañinos, y preparados á recibir en todas partes los cuidados periódicos del aplicado labrador. Notamos con delicioso placer, que la industriosa mano del hombre, poniendo en seco las lagunas y pantanos, ó dando salida á sus aguas estadizas y corrompidas, que antes exhalaban   —51→   miasmas contagiosos, ha convertido estos tristes parages en abundantes prados ó en arcas provistas de agua para el comun provecho. Notamos asímismo desembrollado el pavoroso cáos de las montañas, sus laderas aplicadas á las necesidades del cultivo, y hasta las cimas inacesibles que antes eran region de eternas nieves, destinadas ya al pasto de numerosos rebaños. Aun los bosques que subsisten, no son como eran, el asilo seguro de las bestias fieras, pues el hombre puede fácilmente penetrar por ellos para perseguirlas y esterminarlas, estraer y conservar la madera que producen, y aun ha sugetado su disfrute á los períodos mas favorables para que se reproduzca este precioso presente de la naturaleza; y así es, que el desvelo conque se ha mirado en todas partes esta produccion, equivale á una especie particular de   —52→   cultivo, que no pocas veces ha sido el mas esmerado de todos. Las aguas corrientes que atraviesan por sus cultivados campos no permanecen tampoco en su estado primitivo; porque los rios caudalosos corren, mansamente por dentro de sus cauces, á no ser que las abundantes lluvias los saquen de madre, ni sus aguas se estancan porque no encuentran obstáculos que las detengan; así no pueden hacer estragos contenidos como estan por medio de diques y malecones hechos á propósito cuando la necesidad, ó la utilidad lo ha dictado. Pero no bastaba precaver el mal, y era ademas necesario hacer el bien, y en todo ha pensado el hombre. Su industria, ha fundado en las márgenes de varios rios algunos puertos cómodos para el transporte de sus productos, sugetado la corriente de otros á su voluntad, y hechola servir, ya para el uso de sus molinos   —53→   ú otras máquinas, ya por medio de sangrías para regar las tierras de secano, o las que no pudiendo por su situacion local recoger las llovedizas, necesitaban de aquellas para ser productivas. Poco á poco ha ido construyendo de distancia en distancia sobre toda la estension del pais, y en los sitios mas adecuados, casas de labor para uso de los que cultivan la tierra, y benefician sus productos; ha resguardado con cercas estas viviendas, y plantado en derredor de ellas algunos hermosos árboles que pudiesen hacerlas mas útiles y deliciosas, y finalmente ha abierto sendas y caminos para ir cómodamente á su trabajo, y conducir los granos á las troges. En aquellos puntos en que el interes comun de muchos hombres los ha obligado á reunirse, donde el jornalero es necesario al labrador, ó éste necesita del jornalero, y puedo asegurarle su subsistencia,   —54→   mediante el salario de sus servicios las haciendas se han ido sensiblemente poblando aumentando, y aglomerando hasta llegar á formar todas juntas aldeas, villas y ciudades. A las márgenes de los grandes rios ó á las orillas del mar, en aquellos puntos adonde venian á coincidir sus relaciones se han formado ciudades estensas y populosas, de que ha nacido otra todavia mayor, la cual ha venido á ser con el tiempo la capital y el centro comun de todas ellas, porque su situacion local le dió la ventaja de poderlas reunir á todas, y de ser surtida y defendida por ellas. Finalmente todas estas ciudades comunican entre sí con los mares vecinos y con los paises estrangeros, por medio de puertos, puentes, calzadas y canales, en cuyas maravillosas obras es donde mas se ha desplegado la industria del hombre. Ved aquí pues los obgetos que llaman nuestra atencion al registrar un pais donde los hombres han hecho uso de todo su poder, y aplicádolo á la creacion de cosas útiles.

Si ahora entramos en sus viviendas, y descendemos á considerar lo que contienen hallaremos en ellas una multitud inmensa de animales útiles criados, mantenidos, amansados y multiplicados prodigiosamente por el hombre; un abundante surtido de comestibles, granos, semillas, muebles, herramientas, instrumentos, máquinas, vestidos, materias primeras, ó ya manufacturadas, metales necesarios ó preciosos, y en fin todo lo que puede servir próxima ó remotamente para satisfacer nuestras necesidades. Pero lo que mas nos asombra es el ver una poblacion sin término, cuyos individuos hablan un idioma perfeccionado, egercitan una razon cultivada hasta cierto   —56→   punto, tienen costumbres blandas y una industria bastante ilustrada para vivir en paz y en union unos con otros, socorriendo el rico al pobre, y protegiendo al débil el poderoso. Nos causa todavia mas admiracion ver que muchos de sus individuos poseen algunos conocimientos dificilisimos de adquirir, como son los de infinitas artes agradables ó útiles; que conocen muchas leyes de la naturaleza, cuyos complicados efectos saben calcular y aplicar á sus necesidades y conveniencias; que aun han vislumbrado la ciencia mas vasta y profunda de todas, habiendo llegado hasta el punto de discernir y poner en claro los verdaderos intereses de la especie humana en general y los peculiares á su sociedad y miembros; que guiados por estos principios han concebido y realizado muchas leyes ordinariamente justas, y alguna s instituciones medianamente   —57→   juiciosas y creado muchos establecimientos adecuados para fomentar la instruccion y difundir las luces, y finalmente que no satisfechos todavia con haber asegurado de este modo la prosperidad interior, han recorrido y visitado toda la tierra, entablado relaciones amistosas con las naciones estrangeras y hecho cuanto podia sugerir la prudencia y la razon para precaver ú ponerse al abrigo de toda agresion esterna.

¡Qué acumulacion tan inmensa de medios de bienestar! ¡qué resultados tan maravillosos producidos por aquella parte de los trabajos de nuestros mayores que no necesitaron para vivir, y que por fortuna no se enterró con éllos! La imaginacion se asombra al contemplar este hermosísimo cuadro, y cuanto mas le desmenuza y medita tanto mas debe arredarse; porque á la verdad ¿cual es la naturaleza, de todas esas grandes obras que acabamos   —58→   de registrar? Las unas son de suyo instables y poco duraderas; las otras aunque permanentes y de mayor solidez, se han tenido que renovar muchas veces durante la larga série de siglos que han transcurrido hasta nosotros; y acaso no encontraremos siquiera una, cuya conservacion no exija mucha atencion, y un desembolso contínuo. Pero entre todas estas maravillas, no son las mayores por cierto las que mas llaman nuestra atencion, porque al cabo todas ellas constituyen únicamente la parte material; ¿pero cuánto mas prodigiosa es la parte intelectual, si me es permitido esplicarme con esta voz? Siempre ha sido mucho mas difícil aprender y descubrir que hacer aplicaciones de lo que ya se sabe; asi los primeros pasos son sumamente difíciles, sobre todo en la carrera te la invencion: el trabajo, por egemplo que ha empleado el hombre estudiando sus propias facultades intelectuales,   —59→   las inmensas investigaciones que ha tenido por necesidad que hacer, las observaciones que ha buscado y recogido con tanto afan, todo esto le ha debido costar mucha mayor fatiga y tiempo que todas las demas obras que ha egecutado á consecuencia de los progresos de su espiritu por estraordinarios y maravillosos que quieran suponerse, y al fin, si hubiese encontrado libre y espedito el camino que conduce á la verdad y dirigido con juicio sus esfuerzos, y si estos no hubiesen encontrado barreras insuperables, y no los hubiesen contrariado mil accidentes funestos, los frutos hubieran sido todavia mas abundantes y mucho mas ligero su trabajo; pero por desgracia rara vez ha dirigido bien el hombre los esfuerzos que ha hecho para mejorar su suerte: parece que una gran parte de su poder se ha convertido contra la otra para impedirla sus adelantamientos, y aun estos han tenido   —60→   que sufrir la reaccion de todas las calamidades de la naturaleza y de la sociedad, las cuales no pocas veces han disipado absolutamente las luces, y aniquilado hasta la capacidad de volver atras para comenzar el mismo camino. ¡Triste reflexion, es esta por cierto, capaz de producir el abandono y desaliento! pero por fortuna estamos ya seguros, como veremos en otro lugar, de que no se volverán á renovar semejantes calamidades. Debemos consolarnos tambien con saber, que los progresos de la especie humana aumentan estraordinariamente la felicidad de sus individuos, de cuya lisongera verdad nos convenceremos en otra parte: bástenos por ahora conocer la poderosa fuerza que adquieren los hombres reunidos en sociedad, al paso que aislados apenas pueden arrastrar su miserable existencia.

Si no estoy engañado, Smith es el   —61→   primero que noto, que solo el hombre es el que hace verdaderos cambios; pero echo de menos en el admirable capitúlo II del libro I de su tratado de las riquezas, la esplicacion de este efecto, y es sensible á la verdad, que el autor de la teoría de los sentimientos morales no se haya detenido á examinar atentamente el egercicio de las operaciones de nuestra inteligencia; puesto que las importantes verdades que se le deben, y las faltas en que ha incurrido debian persuadirle la utilidad de esta investigacion. No obstante esto, la proposicion de Smith es cierta, porque aunque vemos á cada paso que ciertos animales egecutan algunos trabajos que concurren á un fin comun, y para los cuales parece que se han concertado de antemano, que se disputan con encarnizamiento la posesion de la cosa que desean, ó ruegan para obtenerla, con todo eso nada nos dice positivamente   —62→   que ellos hagan cambios recíprocos. La razon de esto, es á mi entender, porque no tienen un lenguage bastante perfeccionado para poder hacer convenciones espresas, lo cual me parece que proviene de que son incapaces de descomponer sus ideas para generalizarlas, abstraerlas y espresarlas separadamente con sus circunstancias mas menudas y bajo la forma da una proposicion, por lo tanto vemos que todas las ideas de que son capaces son particulares, confusas con sus atributos, y que las manifiestan en general por medio de interjecciones que nada nos pueden decir esplícitamente; pero el hombre que posee por el contrario todos los medios, intelectuales que á ellos les faltan, se sirve naturalmente de ellos para hacer convenciones con sus semejantes: así aquellos no hacen cambios, y este los hace; y de consiguiente él solo tiene una verdadera sociedad; porque el comercio es toda la sociedad,   —63→   así como el trabajo es toda la riqueza.

Parece increíble que la sola reciprocidad de servicios, y el gran número de cambios puedan ser la única causa de los prodigiosos efectos que hemos descrito; pero nos acabaremos de convencer de esta verdad, si estudiamos atentamente las tres ventajas mas notables que produce una série continua de cambios.

I.ª El trabajo de muchos hombres reunidos es mucho mas útil que el de estos mismos hombres cuando trabajan separadamente. ¿Necesitan defenderse? pues diez hombres resisten fácilmente á un enemigo, que los hubiera destruido á ellos atacándolos sucesivamente. ¿Se necesita mover una gran masa? pues la que hubiera opuesto una resistencia invencible á los esfuerzos de un solo individuo, cede luego á los de muchos que obran juntos. ¿Se ha de emprender un trabajo conplicado?   —64→   pues haciendole muchos se pueden egecutar mil cosas á la vez; porque el uno hace una cosa mientras que el otro hace otra, y todos contribuyen al efecto que un solo hombre, no hubiera podido producir: el uno rema mientras que el otro gobierna el timon y, esotro lanza el arpon ó cocle, facilitando de este modo la pesca, la cual no ser por este concurso de trabajos individuales.

II.ª Nuestra adquisicion mas preciosa es el caudal de nuestros conocimientos, puesto que ellos son los que dirigen el empleo de nuestras fuerzas y le hacen productivo, segun son mas o menos sanos, mas ó menos estensos. Pero un hombre solo no puede conocer todas las cosas: ademas que es mucho mas fácil aprender que inventar; pues cuando muchos hombres se comunican y entienden, las observaciones del uno vienen á ser observaciones de todos,   —65→   y con tal que haya entre ellos uno solo de ingenio creador, él basta para que sus preciosos descubrimientos vengan á ser muy luego la propiedad universal. Así es natural que las luces se difundan mas rápidamente que en el estado de aislamiento, aun prescindiendo de las muchas que pueden conservarse, acumularse y trasmitirse de una generacion á otra, y aun contando por nada los infinitos medios de combinacion y de accion que suministra la invencion y empleo del lenguage y de sus signos, cuyo, beneficios debido á la sociedad.

III.ª Y esta merece mucha atencion. Cuando muchos hombres trabajan recíprocamente unos para otros, cada uno de ellos puede aplicarse á aquella ocupacion que le parezca mas útil, ya atendidas sus disposiciones naturales, ya la combinacion de circunstancias y de este modo es natural que adquieran mayor habilidad para   —66→   aquel ramo: el cazador, por egemplo, el pescador, el labrador y el artesano, finalmente todos los que no hacen mas que una sola cosa, la haran mucho mejor que los que no esten acostumbrados á hacerla, y desperdiciaran menos tiempo. Esto es lo que se llama division de trabajo, la cual ha llegado algunas veces en las naciones civilizadas á un punto inconcebible, y siempre con fruto. Por esta razon sin duda han hablado tanto de ella y de su importancia los escritores de economia politica, habiendo quizás contribuido tambien á ello el espiritu de novedad, porque realmente tienen razon cuando dicen que no es antigua. No obstante esto, dudo mucho que esta tercera ventaja de la sociedad ó de los cambios, sea de un interes tan eminente como, las otras dos, concurso de fuerzas, y participacion de luces; y me fundo, en que lo mas dificil en todos ramos es dar á las cosas su   —67→   verdadero valor, para lo cual es indispensable conocerlas bien.

Concurso de fuerzas, acumulacion y conservacion de luces y division del trabajo son los tres grandes beneficios que nos procura la sociedad; de los cuales aunque participan á su modo los pueblos groseros y bárbaros, pero infinitamente menos que los cultos; porque en estos se van aumentando en una proporcion incalculable, á medida que se van puliendo. Cada paso que di ácia su perfeccion el órden social, hace mas fácil el aumento de estos medios y mejora el uso que debe hacerse de ellos; pero cuando veremos palpablemente la energia y poderosa influencia de estas tres causas de la prosperidad, será cuando háyamos estudiado con detencion el modo con que se forman nuestras riquezas.



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ArribaAbajoCAPITULO II

De la produccion ó formacion de las riquezas


No hay cosa mas importante en las ciencias que el fijar con precision el verdadero significado de las palabras, pues sin esto es imposible, raciocinar bien; y asi es preciso que antes de todo determinemos el significado propio de esta palabra produccion que es como el fundamento de la economia política. El espíritu de sistema y las prevenciones han confundido y embrollado esta cuestion que ofrece por si misma bastante dificultad. Muchos son los sugetos de instruccion y de luces que han escrito sobre ella, pero, los principales entre ellos son Turgot y Smith aunque en mi concepto les ha aventajado Juan Bautista Say, autor del   —69→   libro mas exacto de que tengo noticia4 acerca de estas materias.

Todas las operaciones de la naturaleza y del arte, se reducen á transmutaciones ó mudanzas de forma y de lugar.

El hombre no es capaz de crear, ni aun de concebir lo que es crear y aniquilar; porque no hemos visto, jamas salir un ser de la nada, ni reducirse á la nada. De aqui el axioma consagra do por los antiguos: de la nada nada se hace, ni cosa alguna puede reducirse á la nada ¿Qué es pues lo que hacemos mediante nuestro trabajo y accion sobre todos los seres que nos rodean? no mas que cambiarlos de forma ó de lugar, á fin de   —70→   apropiarlos á nuestros usos, y hacérnoslos útiles para la satisfaccion de nuestras necesidades. Ved pues aqui lo que debemos entender por esta palabra producir, esto es, dar á las cosas una utilidad que no tenian; y así, todo trabajo del cual no resulte una utilidad es improductivo, y por el contrario es productivo si resulta de él alguna utilidad.

Se ha creido comunmente, y aun lo creen muchos, que el trabajo que se encamina á procurarnos las primeras materias, es realmente mas productivo que el que se emplea en transformarlas ó transportarlas, pero es una ilusion; porque cuando yo pongo algunas simientes en contacto con el aire, con el agua, con la tierra y con los abonos de esta, para que del concurso y combinaciones de estos elementos resulte trigo, cáñamo, ó tabaco, no soy realmente mas creador que cuando recojo el grano de trigo, le muelo,   —71→   amaso y convierto en pan, ó tomo los filamentos del cáñamo y los transformo sucesivamente en hilo, lienzo y camisas; ó cuando finalmente preparo y beneficio las hojas del tabaco para fumarle, mascarla tomarle en polvo; pero en todos estos casos hay una verdadera produccion de utilidad, puesto que todos esos trabajos son igualmente necesarios para el fin que me he propuesto, cual es la satisfaccion de algunas necesidades nuestras.

No es mas creador el pescador que echa sus redes al mar, que el que seca ó sala los peces, y el que estrae de ellos el aceyte, los huevos, &c. y me acercan estos productos para que pueda aplicarlos á mis usos; y lo mismo puede decirse del que beneficia una mina, con respecto á los que transforman el mineral en metal, y este en herramientas ó muebles, y me allegan estos productos para la satisfaccion de mis necesidades, porque cada   —72→   uno de estos añade una nueva utilidad á la ya producida, y de consiguiente todos y cada uno son igualmente productores.

Todos ellos estudian las leyes á que estan sugetos los diferentes seres, con el fin de aprovecharse de ellos; y para conseguirlo, todos emplean igualmente las fuerzas químicas y mecánicas de la naturaleza, porque lo que llamamos su fuerza vegetativa, no es por cierto una fuerza peculiar y distinta de aquellas, sino una série de atracciones electivas, de verdaderas afinidades quimicas, que aunque no conozcamos con todas sus circunstancias y combinaciones posibles, no obstante esto, sabemos auxiliarlas, cooperar con ellas y dirigirlas para que nos sean útiles, mediante nuestro trabajo.

No hay pues razon alguna para mirar la industria rural como esencialmente distinta de todas las demas, no interviniendo   —73→   en ella la naturaleza de un modo particular. Asi los que han sostenido esta quimera, se han visto perdidos para decirnos á punto fijo lo que debia entenderse por industria rural, tomada en este sentido. Han comprendido en ella la caza y pesca; pero ¿por qué no la industria de los pastores errantes? ¿tan grande es la diferencia que hay entre criar y cebar animales caseros para sustentarse de ellos, y salir al monte para matarlos ya criados con el mismo fin? Si es realmente productor el que estrae la sal del agua del mar, esponiéndola á la accion de los rayos del sol, ¿por qué no lo ha de ser tambien el que la saca del agua de la fuente pon el auxilio de la accion del fuego ó del viento en fábricas de graduacion? ¿y que diferencia específica hay entre estas fábricas y las destinadas para dar otros infinitos productos químicos? Si pertenece á la misma clase productiva el que estrae   —74→   el mineral de la tierra ¿por qué no habrá tambien de comprenderse en ella, el que estrae del mineral el metal? Si el uno es productor del mineral, tambien el otro es productor del metal; y si continuamos siguiendo la cadena de las transmutaciones que puede sufrir este producto, hasta llegar á ser un mueble, ó una alhaja, ¿en donde nos detendremos? ¿ó cual será la línea divisoria entre la produccion y la industria fabril en los infinitos trabajos que puede recibir este metal? ¿ó cuando cesará la produccion y comenzará la transformacion? Lo mismo podemos decir de los que van á buscar leña al monte, turba al prado, ó á recoger en las orillas del mar, ó en las márgenes de los rios las cosas útiles que depositan las aguas. ¿Son estos labradores, fabricantes, ó tragineros? Si son las tres cosas á un mismo tiempo ¿por qué habran de ser productores bajo una de estas denominaciones   —75→   y no bajo todas? Limitémonos por último al cultivo de la tierra, y determínese con precision quien es el verdadero productor, ó el labrador por escelencia: ¿el que siembra ó el que alza los frutos? ¿el que labra las tierras, ó el que las cierra? ¿el que lleva el estiercol al campo, ó el que conduce á él los ganados, los aprisca ó recoge en las majadas? Por lo que hace á mi, confieso francamente, que aqui no veo mas que muchos obreros que concurren cada uno por su parte á una misma fabricacion. Pudiera hacer todavia á los partidarios de la opinion que refuto otras muchas observaciones tan fundadas é indisolubles como estas; porque cuando se parte de un principio falso, preciso es que á cada momento se tropiece con nuevas dificultades; y ved aqui una de las mayores causas en mi dictamen del lenguage oscuro, confuso y casi misterioso que se echa de   —76→   ver en los escritos de los antiguos economistas; porque no nos cansemos, cuando las ideas no son exactas, es imposible que las espresiones sean claras.

Asi, no hay duda, que todos nuestros trabajos útiles son productivos del mismo modo y por la misma razon que lo son los concernientes á la agricultura, los cuales no se diferencian en esta parte de todos los demas; porque en efecto, una tierra es una verdadera fábrica donde se trabaja segun los mismos principios, y con el mismo fin que en cualquier otra. Un campo es una verdadera máquina, ó si se quiere, un conjunto de materias primeras que podemos tomar, si no tiene dueño conocido, ó comprarle, alquilarle, ó recibirle á préstamo si le tiene. Cualquiera que sea el uso que hagamos de él, no mudará de naturaleza, ora le sembremos de trigo ó semillas, ora le empleemos para secar y blanquear nuestras   —77→   telas, &c. puesto que en todos estos casos es un instrumento indispensable para producir, el efecto que se desea, del mismo modo que lo es un hornillo, un martillo ó un barco, sin mas diferencia que el no poderse remover del lugar que ocupa y tener que ir á buscarle cuando le necesitemos.

Repito que la industria rural es un ramo de la fabril, y que no tiene un caracter particular que la distinga de las otras; pero si generalizamos esta voz, comprendiendo en ella todos los trabajos que se dirigen á procurarnos las materias primeras, entonces no hay duda en que esta industria es anterior á todas, porque, es imposible apropiar una cosa á nuestros usos sin poseerla de antemano mas ni aun, asi se crea, que solo es productiva la industria rural; porque casi todos sus productos necesitan del trabajo del hombre para que nos puedan ser útiles:   —78→   fuera de que seria necesario comprender en ella, no solamente la industria de los cazadores, pescadores, pastores, mineros &c. sino tambien la del salvage mas bruto, y aun la de las bestias que viven de las producciones espontáneas de la tierra, puesto que los únicos productos que les procura su grosera industria, son las materias primeras; y si bien es verdad que las consumen inmediatamente que las reciben, con todo eso, no cambia esta circunstancia meramente accesoria la verdad de la proposicion que sentamos; pero seria cosa muy estraña calificar á todos estos de productores y labradores.

Mas si entendemos por industria rural la agricultura en el significado riguroso de esta voz, entonces ya no es la primera en el órden cronologico; porque los hombres antes de llegar á ser labradores han debido ser por mucho tiempo pescadores, cazadores, pastores y vagabundos   —79→   como los brutos; ni aun tampoco es la única industria productiva de las materias primeras, porque muchas de las cosas que aplicamos á nuestros usos, no las debemos á ella. No quiero decir que deje de ser una industria sumamente importante y preciosa, porque no hay duda en que lo es, siendo el primer manantial de nuestra subsistencia, aunque no lo sea de nuestras riquezas, sino que no puede ni debe mirarse como esclusivamente productiva.

Dedúcese de aquí, que todo trabajo útil es realmente productivo, y que toda la clase laboriosa de la sociedad merece justamente el nombre de productiva. La verdadera clase esteril es la de aquellos ociosos que no hacen mas que vivir, como ellos dicen, noblemente ó del producto de trabajos anteriores, ora esten realizados en bienes raices que arriendan, esto es, alquilan á un colono, ora en dinero   —80→   ó efectos que prestan, mediante una retribucion que tambien es un alquiler. Estos son los zánganos de la colmena, fruges consumere nati, á no ser que trabajen en beneficio comun, ya desempeñando cargos útiles, ya estudiando y difundiendo las luces; porque en estos casos son tambien productores, puesto que sus ocupaciones son, útiles y productivas, si bien no sean de una utilidad tan inmediata como la de otros, miradas por el lado de la riqueza, como haremos ver mas adelante.

Tocante á la clase laboriosa y directamente productiva de las riquezas, toda la accion que egerce sobre los seres de la naturaleza se reduce ó á mudarlos de forma, ó á mudarlos de lugar; y así se subdivide naturalmente en dos clases: I.ª la de fabricantes, que comprende tambien los labradores, y todos ellos se ocupan, en fabricar y transformar las materias: 2.ª la de comerciantes, que son los que   —81→   las transportan; porque en esto consiste la verdadera utilidad que esta clase produce. Si la ocupacion de estos se limitase á comprar y vender las mercaderias, pero sin allegarlas al consumidor, sin dividirlas y subdividirlas para su mayor comodidad, serian en este caso mas bien que comerciantes, unos parásitos molestos, truanes y agiotadores. Mas adelante tendremos ocasion de hablar de unos y de otros, y entonces notaremos que este modo de considerar las cosas ayuda infinito para conocer los progresos sucesivos de la sociedad; pero por ahora no podemos abandonar la materia que tenemos entre manos, porque todavia es necesario esplicar algo mas en que consiste esta utilidad que es nuestra única produccion, la cual resulta de todo trabajo bien dirigido, y finalmente ver como se aprecia, y como ella sola constituye el valor de todo lo que llamamos riqueza.



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ArribaAbajoCAPITULO III

De la medida de la utilidad, ó de los valores


Esta palabra utilidad tiene una significacion muy lata, porque es muy abstracta, ó mas bien es muy abstracta porque es susceptible de mil significaciones diferentes. En efecto hay varias especies de utilidades: unas son reales, otras son ilusorias, y si hay algunas sólidas, tambien hay otras muy fútiles; y asi solemos engañarnos groseramente. Pudiera hacer ver esta verdad por medio de muchos egemplos, pero quizas no serian del gusto de todos mis lectores y por lo tanto vale mas que cada uno elija los que quiera. En general, todo cuanto puede procurarnos un bien, aunque sea un placer frivolo y pueril, es util. Este es en mi sentir el verdadero valor de esta palabra, porque en último analisis, todos   —83→   nuestros deseos se encaminan á multiplicar nuestros placeres y disminuir nuestros dolores: el sentimiento del placer y la satisfaccion de él es un bien, y todos los bienes posibles no son sino este mismo modificado de infinitos modos; y asi todo lo que nos procura este bien es útil.

Si no es fácil esplicar bien lo que es esta utilidad, mucho menos se podran determinar sus diferentes grados; porque la medida de la utilidad real ó facticia de una cosa, es la intensidad del deseo que generalmente se tiene de ella; pues ¿cómo será posible fijar los grados de una cosa tan inapreciable, como es la intensidad de nuestros deseos? No obstante tenemos en nuestra mano una medida segura para adquirir este conocimiento, cual es la importancia y estension de los sacrificios que estamos dispuestos á hacer para procurarnos la cosa que deseamos. Si yo, por egemplo, estoy dispuesto a dar tres fanegas de   —84→   trigo por una capa, y doce por un vestido, es claro que deseo el vestido cuatro veces mas que la capa: del mismo modo, si pago á un obrero un salario tres veces mayor del que ofrezco á otro, es prueba que aprecio los servicios de aquel tres veces mas que los de este, ó que si yo no los estimo tanto, por lo menos es el valor que generalmente se les da; de manera que si yo tuviese necesidad de ellos no los podria tener mas baratos; y finalmente, pues que yo hago este sacrificio espontáneamente, claro es que su obgeto lo merece aun para mi mismo.

Asi es como se determinan los valores de todos los productos de nuestra industria en el estado social, el cual no es mas que una série incesante de cámbios. Verdad es que esta fijacion no siempre se funda en sólidos motivos, porque las mas veces somos injustísimos apreciadores del verdadero mérito de las cosas; pero   —85→   sin embargo siempre tienen el valor que les da la opinion general consideradas por el lado de las riquezas; de donde se infiere: 1.º que el mayor productor es el que egecuta el trabajo mas caro, ya sea concerniente á la industria rural, ya á la fabril, ya finalmente á la mercantil, pues esta circunstancia es meramente accidental: 2.º que entre dos naciones, la mas rica y la que mas goces viene, es la que posee obreros mas instruidos y laboriosos en todos los ramos, ó empleados en la produccion mas útil l en suma, trabajadores que producen mas valores en un mismo tiempo.

Nuestras fuerzas fisicas é intelectuales son pues nuestra única propiedad primordial; y de consiguiente nuestra única riqueza primitiva es el empleo de nuestras fuerzas y nuestro trabajo; porque en efecto ninguno de los seres existentes en la naturaleza que pueden sernos útiles, lo son actualmente. Comienzan á serlo   —86→   mediante la accion que egercemos sobre ellos por el trabajo mas ó menos sencillo, menos ó mas complicado que egecutamos para mudar sus formas ó su lugar, y apropiarlos á nuestros diferentes usos, y no tienen otro valor para nosotros y entre nosotros que el que les da este trabajo. No quiero decir en esto que no necesitemos de un sacrificio real para obtenerlos, en el caso de ser ya una propiedad de otro, sino que para ser una propiedad particular de este otro es absolutamente necesario que haya empleado anteriormente un trabajo para obtenerla, cuya recompensa le aseguran las convenciones sociales: asi este mismo sacrificio que hacemos es el precio de un trabajo, puesto que antes de este trabajo no tenian aquellos seres valor alguno actual, y aun el que ahora tienen le han recibido de un empleo, cualquiera que sea, de las fuerzas del hombre.

Acabamos de ver que este empleo de   —87→   nuestras fuerzas, ó este trabajo, tienen un valor natural y necesario, sin el cual nunca tendrian las cosas el artificial, y convencional. Este valor necesario, es la suma de las necesidades indispensables, á cuya satisfaccion aspira el que egecuta el trabajo durante todo el tiempo que emplea en él; pero como, en este lugar no hablemos sino del valor qué proviene de las transacciones libres: de la sociedad, nos debemos ceñir al valor convencional y venal, ó lo que es lo mismo, al que da á las cosas la opinion general con razon ó sin ella. Si este valor es inferior á las necesidades del trabajador, es preciso que, ó se aplique á otra industria ó que perezca: si es exactamente igual arrastrará su existencia con muchas privaciones; y si finalmente es superior se enriquecerá, con tal que sea frugal y económico; pero en todos estos casos, el valor convencional y venal es el verdadero   —88→   valor considerado con respecto á la riqueza ó es la verdadera medida de la utilidad de la produccion, puesto que fija al precio de ella.

Sin embargo, este valor convencional, ó este precio venal, no es la sola espresion de la estimacion general de una cosa, puesto que varía incesantemente en razon de los medios que tienen el productor y consumidor, el comprador y vendedor y, porque en efecto, aunque el producto de mi trabajo me haya costado mucho afan y mucho tiempo, con todo si yo tengo una necesidad urgente de venderle, ó si concurren, muchos á vender el mismo producto, ó finalmente si los compradores estan escasos de medios para comprarle, claro es, que en todos estos casos deberé bajar su precio, y darle mas barato; pero por el contrario, un producto que me hubiese costado poco trabajo y tiempo, lo podré vender muy   —89→   caro si los compradores son muchos, ricos y tienen necesidad urgente de él5.

El precio venal pues depende de diferentes circunstancias, y del balance de recíproca resistencia entre los vendedores y compradores; pero no por esto es menos cierto que este precio es la medida del valor de las cosas, y de la utilidad del trabajo que las produce.

Hay, no obstante, otro modo de considerar la utilidad del trabajo, que mas es bien relativo á la especie humana en general, que al individuo. Me haré entender por medio de un egemplo. Supongamos   —90→   que antes de la invencion de los telares de medias, hiciese á la aguja una muger ó un hombre un par en cierto tiempo determinado, y que le vendiese por un salario de tres pesos fuertes ú otro cualquiera, que siempre supongo proporcionado á la necesidad mayor ó menor que hubiese de este producto, y á la dificultad del trabajo que requiere con respecto á los demas; pero que despues de inventada la máquina, del telar hiciese la misma persona en el mismo tiempo, sin aumentar su trabajo ni sus conocimientos tres pares de medias de la misma calidad, claro es que su salario se habrá triplicado, porque el que necesita llevar medias, y tiene medios para comprarlas, lo hace sin examinar el modo mas ó menos abreviado con que se han hecho; pero como hemos supuesto que este último método de hacer medias no es mas penoso   —91→   ni mas dificil que la industria de la muger que las hace á la aguja, bien pronto se estenderá el uso del telar y se aumentará este producto, y entonces sin que suban los salarios, se venderán las medias por precision mas baratas, aunque se haya triplicado el producto6. Asi, aunque el trabajo no sea, mas productivo que antes para el obrero, es sumamente mas productivo, para la sociedad considerada en general, porque habrá tres veces mas personas calzadas por la misma suma de los tres pesos; ó limitándonos al modo de hacer las medias, cada individuo de la sociedad podrá tener las mismas medias que antes por la tercera parte de lo que le costaban, y ahorrar las dos para satisfacer otras necesidades. Lo mismo podremos decir del que quebrantaba el trigo entre   —92→   dos piedras antes de la invencion de los molinos, con respecto al tahonero que acaso no ganará mas que aquel, pero que muele cien veces mas y mucho mejor. Ved aquí pues las incalculables ventajas que tienen las naciones cultas é ilustradas, sobre las naciones ignorantes y bárbaras, que cada cual puede proveerse de lo que necesita á poca costa, porque los trabajadores producen mucha mas utilidad con el mismo trabajo y tiempo.

Esto manifiesta de paso el error de aquellos economistas que para juzgar de la mayor ó menor miseria de las clases pobres de la sociedad en diversas épocas no hacen mas que comparar el precio de los jornales con el de los granos; y cuando encuentran, que éste ha subido mas que aquel, deducen que son mas pobres que antes, lo cual no es cierto ni aun verosimil, porque primeramente,   —93→   el grano no se come en especie, y puede muy bien suceder que se aumente su precio sin que aumente en proporcion el del pan con solo molerse ó cocerse con mas economia. Ademas, aunque el pan sea el principal gasto del pobre no es la comida la única necesidad que tiene, pues si las artes hubiesen hecho progresos podrá comer y beber mejor por el mismo precio y tener una vivienda mas aseada, y cómoda. Si la sociedad fuese bien gobernada tendrá mayor seguridad de que no le falte trabajo en que emplearse, y no temerá que se le despoje violentamente del fruto de su sudor: finalmente podrá con la misma suma que antes gozar mas ó sufrir menos. Son tan varios los elementos de este cálculo, que seria muy dificil, y quizás imposible, indicarlos todos; pero mas adelante tocarémos otros muchos medios   —94→   muy propios para resolver esta cuestion. Por ahora nos desviaria de la materia principal que nos ocupa, y asi volvamos á ella.

Acabamos de ver que el solo y único manantial de todas nuestras comodidades y riquezas, es el empleo de nuestras fuerzas, nuestro trabajo y nuestra industria: que la verdadera produccion de nuestra industria es la utilidad: que la medida de esta utilidad es el salario con que se paga; y ademas que la cantidad de esta utilidad producida es la que compone la suma de nuestros medios de existencia y regalo. Pasemos pues ahora á estudiar los dos grandes brazos de esta misma industria, á saber, la mudanza de forma y la mudanza de lugar, la fabricacion y el transporte, ó como comunmente se llama, la industria fabril y la industria mercantil.



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