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Romancero de Juan Lobo

Hugo Rodríguez Alcalá



cubierta



  —5→  

ArribaAbajoAl lector

El verdadero nombre de Juan Lobo era Regino Vigo, oriundo de San Pedro del Paraná, no de Misiones como dice uno de mis romances.

Regino Vigo fue muy temido en la región de Yuty en la década de los cuarenta. ¿Por qué elegí el seudónimo de Juan Lobo para mis romances?

Regino Vigo era mujeriego. Bien, en Inglés Wolf significa lobo y también, libertino, faldero, mujeriego: Wolf is a man who is direct in making amorous advances to many women, o sea, un tenorio. Y Juan. Juan es el nombre del burlador de Sevilla.

Por esta razón Regino Vigo, en mis romances, tiene nombre más sonoro.

Durante los años cuarenta todos los rimadores paraguayos éramos lorquianos: Josefina Plá, Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, José Antonio Bilbao, Óscar Ferreiro, José Luis Appleyard. Yo no fui una excepción; yo fui devoto lorquiano. (El lector curioso puede leer en mi libro Poetas y prosistas paraguayos, y otros ensayos (Asunción, 1988), el titulado «Federico García Lorca y poetas paraguayos. En el cincuentenario de la muerte del poeta, 1936-1986».

Juan Lobo, es decir, Regino Vigo, suscitó toda una leyenda, como aquel Robin Hood inglés del siglo   —6→   XII héroe de muchas baladas, que robaba a los ricos para favorecer a los pobres, jefe de una banda de fieros secuaces, famoso arquero de la selva de Sherwood.

He pedido al gran ensayista y narrador Helio Vera que trace unas páginas sobre Vigo. Helio Vera ha estudiado con su característico afán erudito la historia y la leyenda de Regino Vigo.

Él sabe infinitamente más que yo quién y cómo era el que llamo Juan Lobo en mis romances.

H.R.A.



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ArribaAbajoPrólogo

En el sur del Paraguay es tenido por cierto -¿quién soy yo para dudarlo?- que Regino Vigo se volvía invisible cuando quería y que un «Kurundú», talismán infalible bajo la piel, desviaba las balas dirigidas contra su cuerpo. Se asegura que dominaba el arte del disfraz. Se sabe que sometió al capitán Benítez, su más implacable perseguidor, a una burla cruel: bailar con él una polca atolondrada, durante la fiesta ofrecida por el club social de Yuty, con motivo de la fiesta patronal. Benítez jamás supo quién era, en realidad, la dama de formas prometedoras que le clavaba en el pecho sus erguidos senos de trapo.

De Regino Vigo conservo dos fotografías borrosas. En una de ellas, posa a caballo con su esposa. Era la época en que vivía en San Pedro del Paraná, como una persona honorable. En la segunda, veo a un hombre arrogante, con pantalones de montar, botas de caña alta, sombrero Panamá y una fusta en la mano. Ya era el hombre que encabezaba una de las gavillas más populosas del Paraguay contemporáneo. Se le atribuyen hábitos de Robin Hood: parte del botín era distribuido en el pobrerío. Por eso Vigo deviene en héroe popular, por eso le es tan difícil a sus perseguidores conseguir baqueanos e informantes.

Hubo un momento en que se decidió poner fin a su itinerario. Fue cuando se produjeron los asaltos sucesivos a Oro Verde y Puerto Mineral, en la provincia argentina de   —8→   Misiones. La muerte de un gendarme argentino, diversos daños a la propiedad y un botín que no fue tan cuantioso como quiere la leyenda pusieron fin a la displicencia con que era perseguido hasta entonces. De esa misión se encargó un escuadrón de caballería comandado por el mayor Eliodoro Estigarribia.

Como suele ocurrir, el pueblo se sintió más aterrorizado por los perseguidores que por los bandoleros. Era claro que una visita de la «comisión» traía consigo un sinnúmero de calamidades. El saqueo era el mismo, pero con una diferencia de modales: Cuando Vigo llegaba a una estancia, acostumbraba pedir cortésmente la colaboración de sus habitantes. Y hasta ofrecía pagar, gentileza que siempre era rechazada con entusiasmo. La «comisión», en cambio, arrebataba todo lo que necesitaba. Sin obviar amenazas, indagaciones, y sin mezquinar el empleo del «teyuruguái» sobre las espaldas de los remolones.

La persecución lo fue cercando. Durante ella, perecieron varios de sus compañeros: Brítez Pukú, Corrientes y varios más. Vigo concibió la idea de disolver el grupo y declarar el sálvese quién pueda. Allí comenzaron las discusiones. Le echaron en cara el juramento de permanecer juntos hasta la muerte y las promesas de fraternidad indisoluble. Pero había algo más: el gobierno había infiltrado a un hombre en la banda, quien se encargó de sembrar las semillas de la desconfianza al jefe.

Finalmente, la traición pudo lo que no había conseguido la Caballería. En Potrero Tuna, un sitio inhóspito, a espaldas   —9→   del cerro Alto Verá, Vigo fue asesinado por sus compañeros. Estos se habían complotado con la promesa de una amnistía. Algunos, más astutos, huyeron a la Argentina, luego de cruzar el Paraná a la altura de isla Talavera. Otros fueron perseguidos y muertos en distintos sitios. Los que se presentaron a recibir su «libertad», según se había pactado, fueron todos ejecutados. Si la vemos desde un punto de vista filosófico, podemos aceptar que la promesa fue cumplida.

La noticia de su muerte circuló hacia la Semana Santa de 1942. Bastó que la anunciaran las autoridades para que el pueblo, con larga perspicacia, adivinase la verdad: Fue el propio Vigo quien hizo correr el rumor de que había muerto a manos de sus propios compañeros. En realidad, el cadáver que encontraron sus perseguidores era el de un guayaquí a quien Vigo, después de matar, vistió con sus ropas. Después se marchó al Brasil, donde vivió plácidamente el resto de su vida, disfrutando del botín acumulado en años de correrías. A veces, enviaba postales y cartas a sus parientes, que las escondían de las miradas de los chismosos y delatores. Durante la guerra civil de 1947, se anunciaba su llegada inminente para acaudillar la montonera liberal.

¿De quién estamos hablando? Del único bandolero paraguayo que rozó los límites de la leyenda y que, después de habitar las páginas efímeras de las secciones policiales, se ha convertido en un tema de la bibliografía histórica y literaria. Citaré los libros que lo mencionan: las memorias del general Pampliega, ministro del Interior durante su apogeo delictivo;   —10→   las memorias de León Cadogan, jefe de Investigaciones de la Delegación de Gobierno del Guairá en la misma época, con curiosos detalles sobre la forma en que fue exterminada su gavilla; «El Valle y la Loma», de Ramiro Domínguez, donde se lo presenta como el paradigma del bandido romántico; «Seis relatos de un campesino» de monseñor Saro Vera. Sin olvidar que «Regino Vigo» es el título de uno de los relatos de mi «Angola y otros Cuentos» y el personaje central de un largo manuscrito del padre Di Perna, que nunca fue Publicado.

Nada más justo que Hugo Rodríguez-Alcalá haya abordado la gesta de Vigo desde la óptica del romance. Ningún género mejor que este para perpetuar en el tiempo la epopeya de los héroes del pueblo. Y romancero, como sabemos, es un conjunto de romances, que hasta pueden tener distintos autores, y que tienen un tema o un personaje central. Es el romancero el que no dejó morir a don Rodrigo, a Bernardo del Carpio, a Ruy Díaz de Vivar, a los infantes de Lara y al conde Fernán González, en un ciclo histórico-poético que comienza al romper el primer milenio.

El acento lorquiano de la gesta de Lobo (Regino Vigo) es el mismo que preside buena parte de la poesía de la época en que fue escrito. Era imposible no escribir poesía sin dejarse influenciar por García Lorca. Así como años después fue igualmente imposible sin dejarse presionar por el acento de Neruda. García Lorca retoma el antiguo género del romance, donde laten dos mil años   —11→   de literatura española, y lo emplea como un ariete para remozar la poesía. Sus personajes no son los individuos majestuosos del cantar de gesta, condes, duques, obispos -sino los que conserva, reales o inventados, la memoria popular. Son personajes del pueblo: Antonio Torres Heredia, asesinado por sus cuatro primos Heredia, el amor furtivo de un gitano con una mujer casada, Soledad Montoya y sus penas de amor. Bien puede Regino Vigo, el bandido romántico, codearse con estos sus pares.

El género del romance, digámoslo de paso, no suele ser bien visto por los poetas cultos. Tal vez Hugo Rodríguez-Alcalá y Óscar Ferreiro El gallo de la alquería y otros compuestos sean los únicos que lo hayan abordado.

Haciendo esta salvedad, el romance sigue vivo en la poesía popular iberoamericana: el galerón venezolano, el corrido mexicano, la poesía gauchesca argentina, la literatura de cordel del Nordeste del Brasil y el «compuesto» paraguayo. Celebremos que el «arte menor» del octosílabo haya merecido las atenciones de un poeta de los quilates de Rodríguez-Alcalá. Por eso debe ser recibido como un homenaje a las raíces más íntimas de la poesía castellana, y como una incitación a recuperar la intensa vitalidad de un género al que han honrado los poetas del pueblo. E incluso monstruos sagrados como Francisco de Quevedo y Lope de Vega que también condescendieron, alguna vez y con maestría, a practicar el «arte menor»

Helio Vera

  —12→  

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  —13→  

ArribaAbajoEl pueblo



San Pedro del Paraná
es su pueblo. Mes de enero.
Olor a campo fecundo
que el sol calienta. Y silencio.

El caserío se inclina  5
en la canícula. El pueblo,
cinco o seis cuadras de casas
y ranchos pobres y viejos.

La iglesia, de tan mezquina
apenas parece un templo,  10
aunque por dentro, el altar
es de estilo plateresco.

Algunas cruces y tumbas:
eso es todo el cementerio.
La plaza es sólo un baldío  15
con un mástil en el centro.

El horizonte se extiende
en línea de cocoteros
de copas que se deslíen
al aire de azur y fuego.  20
Lentas carretas de bueyes
cansados y soñolientos
—14→
salen del pueblo dormido,
las altas ruedas, crujiendo.

El arroyo manso y limpio  25
cruza el camino bermejo.

Allí, chicuelos desnudos
bañan sus cuerpos morenos.
Allí se paran los bueyes
y mojan sus tibios belfos.  30

Sobre lo verde del valle
el rojo alegre y violento
del camino, se enardece
y alza un polvo turbio y seco.

¡Camino rojo que trae  35
vagos rumores al pueblo
y lleva rumores vagos
que se pierden a lo lejos!

Pero nunca trae nada
diferente, nada nuevo.  40
Y el pueblo nunca despierta
de la calma de su sueño.
Entreabre a veces los ojos
al repique dulce y lento
de las campanas. Los gallos  45
hieren el hondo silencio:
único reloj que advierte
la tarda fuga del tiempo



  —15→  

ArribaAbajoRomance de Nanawa:

Enero-Julio 19331




Guerra del Chaco: Nanawa.
Batalla de meses largos.
Dos pueblos luchan a muerte
por Nanawa.
Sin descanso
día y noche, la pelea  5
por Nanawa. Y ¡ay qué oscuro
truena el cañón sobre el campo
abierto en cráteres!
Vuelan
aviones artillados
y del ciclo llueven bombas  10
de fulminantes impactos
¡De miedo al cielo llameante
está la tierra temblando!

Paraguay revive días
gloriosos de su pasado.  15
¡Selvas de espinas pedían
como precio del milagro
un vía crucis de sed
entre altas cruces de cactos!
—16→

Tierra seca, tierra yerma,  20
ceniza llena de cardos,
¡quería tu sequedad
la carne de muchos labios
y un ancho río espumoso
de gritos ensangrentados!  25

Tierra de inmensas distancias,
¡qué bien jalonas tus páramos!

Tus filas, tus largas filas
de cruces de tosco palo,
ya han desgajado las selvas  30
y han ensanchado los campos,
y la muerte, agrimensora,
mensura leguas de cráneos.

Dos pueblos luchan a muerte
por Nanawa.
Sin descanso,
 35
día y noche la pelea
por Nanawa.
Meses largos.
Sol y lluvias.
¡Y qué oscuro
truena el cañón sobre el campo!
ceniza llena de cardos.



  —17→  

ArribaAbajoEl veterano



En Nanawa está Juan Lobo
infierno de triste verde.
Sus inauditas hazañas
lo ascendieron a teniente:
sus estrellas ha arrancado  5
de las garras de la muerte.

Siempre al encuentro del fuego
nunca las balas lo hieren:
le rozan el uniforme
mas le rozan solamente.  10

Si le perforan la gorra
no le rasguñan las sienes:
evitan a todo trance
darle en la impávida frente.

Cuando él avanza le esquivan  15
o de pronto se detienen.
O soplan en sus oídos
amenazas de la muerte.

Pero Juan Lobo sonríe
y a golpes de su machete  20
derriba filas de hombres
que a hacerle frente se atreven
—18→

En el vivac es Juan Lobo
el guitarrista más célebre,
cantor de rojas pasiones  25
de hombres duros y mujeres
cuyos amores violentos
en odio atroz se convierten.

Pero también canta coplas
de versos dulces y alegres,  30
coplas que arrancan suspiros
de ceñudos combatientes.

En Nanawa está Juan Lobo,
infierno de triste verde.

1947



  —19→  

ArribaAbajoLa venganza



Hace ya tiempo que Juan
tiene muda la guitarra.
Cartas vinieron del pueblo
y al fuego fueron las cartas,
que le quemaron las manos  5
y ahora le queman el alma.

Comisario amigo suyo,
amigo desde la infancia,
aprovechando su ausencia
traicionó su confianza.  10
Víctima del Comisario
fue de Juan la única hermana.

-Juan Lobo, debes volver,
le decían en las cartas,
que un agravio así no puede  15
jamás quedar sin venganza.

Y Juan Lobo regresó
a su pueblo una mañana.
Oscura llama traía
su rencorosa mirada.  20
Y aquella mañana misma
llegó con él la venganza.
—20→

Acostumbrado a la muerte
venía de las batallas,
y en sus manos tan amigas  25
del temblor de la guitarra,
era el trueno de la pólvora
la violencia aquerenciada.

Juan Lobo huyó. Veteranos
de las gestas de Nanawa  30
en él tuvieron el jefe
legendario de una banda
de terribles forajidos.
Cuando Juan Lobo cabalga
por los valles, con su escolta  35
hasta los dientes armada,
y viste el verde uniforme
de sus días de campaña,
nadie sabe si el bandido
de este modo se disfraza  40
o si quiere, con sus hombres,
conmemorar sus hazañas.



  —21→  

ArribaAbajoEl chajá



El chajá, pájaro gris
amigo de los bandidos,
monta guardia en el estero
en zancos de rojo vidrio.

Invierno. Noche de Julio.  5
El viento se ha detenido,
la luna es corvo puñal
de dos puntas, amarillo.
Cien mil ranas en las ciénagas
con su bajo sostenido  10
mecen la noche que sueña
un sueño lánguido y rítmico.
Reptiles en el estero
zigzagüean con sigilo.
Luciérnagas en la sombra  15
encienden fugaces brillos.

No lejos del agua negra
el Lobo yace dormido:
junto al muslo tiene el rifle,
el revólver en el cinto.  20
Duerme Juan sobre un cansancio
de cuatrero perseguido.
Pero al fin se va aquietando
el panorama sombrío
y duerme al fin el estero  25
y calla el cántico rítmico
—22→
de las ranas. Todo duerme
bajo el dosel infinito
del que gotean los astros
sus resplandores dulcísimos.  30

Todo: el campo, el llano, el pasto
que ha de perlar el rocío
cuando los gallos transmitan
de valle en valle sus gritos.
Sólo el chajá está despierto  35
sobre sus zancos de vidrio
dispuesto a hender el silencio
con el clarín de su pico.

Siente él rumores confusos
en el viento detenido;  40
no lejos viene, de bruces,
arrastrándose el peligro.
Y el pájaro como un arco
de tensión, oye el ruido
de los juncos al quebrarse  45
al paso del enemigo.
Sólo cuando los gendarmes
que no ve, pero ha sentido,
—23→
han llegado hasta el estero,
el chajá lanza su grito.  50

Juan Lobo súbitamente
despierta, ya apercibido,
en las manos tiene el rifle,
en los ojos, torvo brillo.

Y ya en la noche que encienden  55
fogonazos y estampidos,
entre bruscos juramentos
por el estero infinito,
sobre ciénagas y víboras
huye a saltos el bandido...  60



  —25→  

ArribaAbajoEl asalto del pueblo I



Los espías de Juan Lobo
entrando van en el pueblo.
Frente a la comisaría
se detienen un momento.
El pueblo está como siempre  5
sin esperar nada nuevo.
Sus casas de adobe, viejas
de somnolencia y de tedio.
La plaza, desierta y triste;
la iglesia, como durmiendo.  10
A la puerta de su casa
sorba su mate algún viejo
y algún muchacho, en harapos,
pasa seguido de un perro.
Y el pueblo mira hacia el campo  15
para atajar un bostezo:
muy verde está la llanura
en este benigno invierno
en que los valles descansan
del sol que los quema a fuego.  20
Hacia el norte montan guardia
piquetes de cocoteros
cuyos penachos susurran
sacudidos por el viento.
—26→

En el valle, aunque sin flores,  25
crecen pastizales tiernos
donde animales deambulan
en interminable almuerzo.
El sol dorado fulgura
en la pureza del cielo.  30
Bandadas de loros pasan
despertando verdes ecos.

Emponchados, los espías
parecen recios troperos
cansados de una jornada  35
sobre los valles inmensos
en que la hacienda llevaran
hundiéndose en los esteros,
a través de pirizales
cimbreantes sobre el cieno.  40
Los caballos de los hombres
relinchan. Son dos overos
con las patas embarradas
y los ijares sangrientos.
Y los espías prosiguen,  45
taciturnos, por el pueblo.
—27→

El ritmo de sus quijadas
que están al sesgo moviendo
revela que mascan naco
que es duro tabaco negro.  50
Y aunque nadie los conoce
tampoco sospechan de ellos,
cuando desmontan sin prisa,
atan los sucios overos,
se encaminan al boliche  55
con pesados trancos lentos,
y llegan al mostrador
saludando y escupiendo.
Y allí se pasan las horas
bebiendo con tres malevos  60
y hablan de bueyes perdidos
y caballos parejeros
e inquieren informaciones
de sospechosos sujetos
entre risas, cuentos, gritos  65
y algunos chistes obscenos.
Luego salen y recorren
las calles todas del pueblo
fingiendo estar achispados
y a veces del todo ebrios.  70
—28→

Pero sus ojos de tigre
bajo los negros sombreros
miran, cuentan y calculan
con resplandores siniestros.
Al llegar frente a la iglesia  75
se descubren con respeto,
quien sabe si por astucia
o cristiano sentimiento.
Y ahora pueden marcharse
montados en sus overos:  80
ya saben cuanto querían
saber en su merodeo.
Saben ya que diez gendarmes
están, jugando o durmiendo
bajo el mando del teniente  85
que es comisario del pueblo.
Ya saben cuántos fusiles,
cuantas balas y pertrechos
hay en la comisaría
para perseguir cuatreros.  90
Ya han visitado las tiendas
y preguntado los precios
e inquirido mil detalles
con propósito encubierto,
—29→
y saben ya la existencia  95
de la tienda de Don Pedro,
del almacén de Fernández
y del boliche «El Progreso»
y han mirado las mujeres
de más lindo rostro y cuerpo  100
y han sumado mentalmente
mercancías, hembras, pesos,
que serán en el asalto
botín de los bandoleros.
A la mañana siguiente,  105
apenas amaneciendo
marchan en busca del Lobo
con caña, cigarros, géneros
y algunas otras provistas
que disimulan su intento  110
y que a la vez justifican
su breve visita al pueblo.

  —30→  

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  —31→  

ArribaAbajoEl asalto II



Las cigarras enmudecen,
el son de su tibia orquesta
cuando los rifles inician
duros compases de guerra.
Pesadilla en sueño plácido  5
con que el gendarme despierta:
Aquel alud de jinetes
venido desde la selva
Voces, órdenes, disparos,
galopes de locas bestias:  10
(Es un cuadro del Far West
con paisanos en la escena
y casas de adobe en vez
de las casas de madera.)

Liquidados los gendarmes  15
acaba la resistencia.
Algunos triunfales «pii... pus»
y termina la pelea.
La gente pobre del valle
está anhelante y contenta,  20
porque un asalto de pueblo
para ella es día de fiesta.
—32→

Y vienen los bandoleros2
a caer sobre su presa:
un pueblo rico, con turcos  25
que en el comercio progresan;
algún hacendado avaro
de sus pesos y su hacienda
y muchas buenas mujeres
para consolar las penas.  30
Ya llegan al almacén
y ya saquean las tiendas
y en un boliche ya beben
vino tinto o caña vieja
y en diez minutos vacían  35
varios pares de botellas
(Beben con ellos, los cómplices
de la reciente refriega,
porque hay que saber que Juan
tiene amigos por doquiera  40
que en las malas no lo olvidan
y le ayudan en las buenas).

En el botín hay de todo:
dinero, pilchas botellas,
—33→
municiones y pertrechos,  45
mujeres las menos feas:
Cinco doncellas eligen
y cinco semidoncellas;
Algunas están llorosas
y varias están contentas.  50
(En muchas es privilegio
ser robada como Helena).

Y entre todo lo robado
del gran botín, se reserva
de todo un poco a los pobres  55
que Juan protege y sustenta.
Que el quinto del Rey de antaño
de la conquista de la época
el Lobo conquistador
para los pobres lo deja.  60
Los pobres, que son los más
y aunque para menos cuentan,
adoran a Juan por eso
le ayudan y le veneran.
Y por eso a este señor  65
de los valles y las selvas,
unos le tienen por malo,
y los más, por él murieran.

5-Agosto-47



  —34→  


El capitán de gendarmes

Es la hora de la siesta.
En su hamaca, el estanciero
tiene entornados los ojos
y bosteza soñoliento.
El corredor de la estancia  5
es ancho, sombroso y fresco.

El campo, verde y soleado
dilátase hasta muy lejos
llano, y sin más accidentes
que grupos de cocoteros  10
e islas que, en el horizonte
escalan lejanos cerros.

Nubes de blando algodón
surcan el añil del cielo
y proyectan, sobre el campo  15
sombras móviles, que, huyendo
vuelven el pasto más verde
y aun azul, de trecho en trecho.

Bordea las alambradas
largo camino bermejo.  20
En el calor de la siesta
braman los toros en celo,
—35→
y han robado las cigarras
la voz única del eco.

El estanciero, abogado  25
y hombre culto, es asunceno.
Hace unos días que vino
a ver marcar los terneros.

La peonada, que le admira
y le tiene gran respeto  30
de lejos mira al patrón
que está en la hamaca durmiendo.

Por el camino, un jinete
de uniforme verde y nuevo,
sobre un overo brioso  35
viene alzando un polvo seco.

Cuando llega a la tranquera
le ladran furiosos perros.
El capataz los ahuyenta
y recibe al forastero.  40

Estrellas de capitán
fulgen con áureos reflejos
—36→
en las presillas que luce
el jinete del overo.

Tras de saludos corteses  45
y amistosos cumplimientos
el recién llegado expresa
querer ver al estanciero.

-Patrón, aquí el capitán
le quiere ver un momento...  50
-Que pase -dice el patrón,
más dormido que despierto.

-Vengo a pedirle caballos...
sé que usted está dispuesto
a ayudar siempre a los que  55
persiguen a los cuatreros...

-Señor capitán no sabe
con que gusto se los cedo,
lleve todos los que quiera;
elija el andar, el pelo  60
con tal que me deje veinte
yo me doy por satisfecho.
—37→

-Señor: sólo necesito
diez caballos bien ligeros-,
con tal de que atrape al Lobo  65
vivo o muerto, estoy contento.
Llévese usted los mejores
y extermine a esos cuatreros...

Pronto señor, verá usted
así como me está viendo  70
y no muerto sino vivo
a Juan Lobo el bandolero.

-Buena suerte, capitán;
y que vuelva usted ileso.
Ese bandido... usted sabe...  75
-Descuide usted.
-Hasta luego.
-Mil gracias por los caballos.
-Y ¡duro con los cuatreros!

Ya se marchó el capitán.
Queda el patrón sonriendo.  80
Hace cálculos alegres,
cuenta novillos y pesos
y, ya tendido en la hamaca
se cierne sobre él el sueño.
—38→

-Patrón, le dice un peón,  85
quiero contarle... un secreto...
El señor ése que vino
¡es Juan Lobo el bandolero!

El hacendado da un salto
y de pie, pálido y trémulo  90
pide que ensillen, y al rato
huye veloz como el viento.
Sólo al llegar a Asunción
se siente libre del miedo.



  —39→  

ArribaAbajoRomance del mujeriego


«Después que vi este garzón...
Saltos me da el corazón3;
Cosquillas tengo en el pecho.»


Tirso De Molina                




Sin excepción, todas sienten
escozores en los pechos
cuando Juan Lobo las mira
con sus ojos de lobezno.

En leguas a la redonda  5
y en casi todos los pueblos
Juan Lobo ha tenido amores,
raptos, pendencias y duelos.

Juan -dice él- no es un bandido
sino un hombre verdadero.  10
Si desenfunda el revólver
es porque otros tienen celos.

Él va derecho a su presa
como el halcón en su vuelo
de venablo; y en la china  15
que le ha encendido el deseo
clava sus garras de amor
de caricias y tormentos.
—40→

Ninguna se queja de él
que todas saben quererlo.  20
Cuando las deja, les deja
para la vida, el recuerdo.
Y todas le quieren bien
y siempre siguen queriéndolo
y quieren, como Juan Lobo  25
hijos fuertes y sin miedo.

En su guitarra en que vibran
lujurias de sol y ensueño
dice que él tiene nostalgias
de niño perdido y huérfano.  30
Dice que él siente en la noche
en las llanuras del cielo,
llamados de luz que bajan
con la luz de los luceros.
Dice que busca en el mundo  35
errante en valles y pueblos,
dos ojos que sean iguales
a dos que ha visto en el cielo4.

1º de junio de 1946



  —41→  

ArribaAbajoEl duelo I



El comisario del pueblo
nombrado hace pocos días,
hombre enérgico y resuelto
que tiene en poco su vida
y echara el guante a cuatreros  5
con ejemplar bizarría,
ha llamado a los vecinos,
una tarde clara y tibia,
para conocer a todos
y concertar la política  10
que ha de seguir en el pueblo
como autoridad legítima.
Tras unas breves palabras
de saludo y cortesía
en guaraní bien hablado  15
dijo con voz decidida
que acabar con los cuatreros
era su afán y consigna
y que, vivo o muerto, Juan
y los que al Lobo seguían  20
él, con ayuda o sin ella
capturarlos prometía.
La arenga del comisario
con frialdad fue recibida
y un silencio embarazoso  25
heló la comisaría
—42→
cuando, pedido consejo
para tomar las medidas
del caso, entre los vecinos.
tras una plática ambigua  30
nadie apoyó al comisario
ni comentó su osadía.
Sólo dijeron que el Lobo
era fuerte en su guarida;
que aquella estaba en la selva  35
y nadie la conocía;
y que los once fusiles
del Lobo y de su pandilla
dificultaban la empresa,
teniendo en cuenta que había  40
tan expertos tiradores,
de precisión tan mortífera,
que a mil metros, rara vez,
erraban la puntería;
que eran antiguos soldados  45
de la guerra con Bolivia
los que seguían a Juan
con militar disciplina.
Y dichas estas razones
con reticencia expresiva,  50
los vecinos, saludando,
se marcharon en seguida
y volvieron a sus casas
al tiempo que oscurecía.
—43→


II

Y es el caso, que del pueblo  55
los vecinos, -casi todos-
son amigos o compadres
o parientes de Juan Lobo.
Y al oír al comisario
expresarse de aquel modo  60
creyeron que estaba ebrio
o le tomaron por loco.
Era el nuevo comisario
hombre violento aunque probo,
celoso de su prestigio,  65
de su autoridad celoso.
Hábil y audaz en amores,
con desplantes tenoriles
enamoraba a las mozas,
enfurecía a los mozos,  70
disgustaba a los maridos,
exasperaba a los novios
y a los que sin ser casados
lo estaban en cierto modo.
En muchos eran pretexto  75
sus éxitos amorosos
para abrazar el partido
mayoritario del Lobo.
—44→


III

Y ocurrió, que cuando el nuevo
comisario, receloso,  80
de una incursión del bandido,
armó a sus gendarmes todos
con máuseres más modernos;
pidió caballos briosos
y ejercitando a sus hombres,  85
los hizo, fusil al hombro,
salir del pueblo temprano,
tirar al blanco, y en todo
ganar militar prestancia
y disciplina y aplomo;  90
hubo vecinos que fueron
a la guarida del Lobo
y le contaron el caso
con detalles minuciosos.

Diciembre. Mañana límpida.  95
Sin nubes, azul el cielo.
El comisario y el juez
y el intendente del pueblo
van a una junta, vestidos
con sus trajes domingueros.  100
Los gendarmes van delante
a más de cuarenta metros,
Detrás de los tres prohombres
van los vecinos.
—45→
Sombreros
de paja o de paño obscuro  105
protegen rostros morenos.

Y, fuera del comisario
que viste uniforme nuevo,
todos -según su partido-
llevan pañuelos al cuello,  110

visten trajes de montar
con polainas, saco negro,
amplias bombachas de a cuadros
y tiradores de cuero.

El intendente y el juez  115
y el comisario conversan
sobre problemas locales:
El estado de la hacienda,
o los dudosos presagios
de la próxima cosecha.  120

La brisa acariciadora
que viene de la arboleda
a aroma de flores pálidas
perfumes del bosque mezcla.
Y ya se acercan al puente  125
que está a más de media legua
del pueblo, y que del arroyo
—46→
salva la corriente fresca,
cuando, de pronto, Juan Lobo,
de abajo el puente, risueña  130
la cara, aparece y dice
con voz amable y serena:

-Señor comisario: ¿es cierto
lo que por allí se cuenta,
que vivo o muerto, usté quiere  135
capturarme a mí?
La diestra
de Juan, con gesto expresivo
en el aire, lista, espera,
desenfundar el revólver
así que el otro se mueva.  140

Y ya el comisario al suyo
echa mano con presteza,
y ya en la clara mañana
dos estampidos resuenan.

-Sepa el señor comisario,  145
corto tiro, larga lengua,
que Juan Lobo nunca mata
por matar, sino en pelea
frente a frente y hombre a hombre
y siempre en propia defensa...  150



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