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  —47→  

ArribaAbajoMito guaraní



Tras dentellearle el perfil
huyó la jauría parda:
los siete perros tenían
cocuyos en la garganta.

Unos indios comentaron  5
el largo aullar que escuchaban.
Otros miraban al cielo
sin decir una palabra.

Las indias, yendo hacia el río
cantaron, quedo, en la playa:  10
-¡Oh luna, cuando te muerden
los siete perros la cara,
el río quiere llevarse
los peces grandes del agua
y en remolinos oscuros  15
zozobran nuestras piraguas!

Oh luna, cuando te muerden
los siete perros la cara,
de las frutas de las víboras
las pesadillas se escapan  20
y se posan en las telas
que urden las malas arañas.
—48→

¿Por qué no espantas los perros
con siete piedras de plata
o levantas una tienda  25
con siete nubes en llamas?

La luna, que estaba tan
exangüe, en concha de nácar,
ni aun pudo mover los labios
en una sonrisa blanca:  30
después que fulgió la aurora
y bostezó la mañana,
fue absorbida por la luz
como un gajo de naranja.



  —49→  

ArribaAbajoInfancia de Juan Lobo



Al padre de Juan, Tenorio
de amorosas serenatas,
andaluz de cantos hondos
que cavaba en la guitarra;

Lobo auténtico que siempre  5
hacia honor a su raza,
quebráronle el canto un día
tres balas en la garganta.

Con fuego de amores rojos
celos negros provocaba;  10
por eso, una noche negra
lo mataron por venganza.

Criolla que era su esposa
le lloró desconsolada
y puso junto a la cruz  15
la ensangrentada guitarra.

Pero Juan, hijo del canto
en cuya sangre vibraban
las cuerdas enmudecidas,
cogió un día la guitarra  20
—50→
y en el silencio del bosque
despertó la caja mágica.
Copias del huérfano alzaron
en la noche alucinada,
un clamor de redención  25
por sus lágrimas heladas...
Mucho tiempo persiguieron
al huérfano, sueños malos:

una noche de puñales
de gritos y fogonazos;  30
el cuerpo del padre en tierra;
en el aire, muerto el canto
y la guitarra ya muda
junto al cadáver, sangrando...

Una cruz en el silencio  35
con la guitarra en los brazos:
y fuga del asesino
al galope sobre el campo...



  —51→  

ArribaAbajoEl toro



Por el valle de esmeralda
camina Juan Lobo niño.
Pasto y árboles muy verdes,
cielo azul, rojo camino.

Juan Lobo va meditando.  5
De vez en cuando, mugidos
se escuchan en el sedante
silencio del día tibio.

¿En qué va pensando Juan?
¿Con qué va soñando el niño?  10
Tiene la infancia sus sueños
como el valle tiene lirios.

De pronto se oye muy cerca
un pavoroso bramido
y un toro negro, muy negro,  15
viene derecho hacia el niño.

Ya ha bajado la cerviz.
Ya viene por el camino
haciendo temblar la tierra
con su mole y sus bufidos.  20

Acaso la tierra roja
su cólera ha enardecido.
—52→

Espuma tiene en los belfos
y sus cuernos, retorcidos,
van ya a clavarse en las carnes  25
estremecidas del niño.

¡Ay la furia de la bestia!
¡Ay Juan Lobo estás perdido!
¿No puedes subir a un árbol?
¿No puedes huir del peligro?  30
El aire tiembla con pájaros
que revuelan afligidos.

Césped y árboles muy verdes,
cielo azul, rojo camino
y el toro negro, muy negro,  35
y el niño, niño, muy niño...

¡Nada ayudaran a un hombre
el revólver ni el cuchillo!...
Entonces Juan Lobo coge
roja tierra del camino  40
y se la arroja a los ojos
y esquiva al toro de un brinco.

La bestia se queda ciega
y yerra el cuerpo del niño.
Juan Lobo sigue su marcha,  45
ya seguro, ya tranquilo.
Pasto y árboles muy verdes,
cielo azul, rojo camino.

  —53→  

16-Junio-1947




ArribaAbajoEl niño lobo



En su niñez fuera Juan
querido del pueblo todo
por la gracia de sus dichos
y la audacia, que en su rostro
anunciaba lo que el niño  5
sería al llegar a mozo.

Pupilas de lobo-niño,
colmillos de niño lobo,
y en la boca hozante ya
la risa, aullido de gozo.  10

-Morenitas de los valles
que vais por agua hacia el pozo
¿cómo andáis solas tan tarde
sabiendo que ronda el lobo?

-Caperucitas morenas  15
que ha tostado el sol del trópico,
¿es que no teméis el hambre
y los colmillos del lobo?

-Tenemos miedo, tenemos
pero vamos hacia el pozo...  20

¿No sabéis que Juan ya tiene
cumplidos los diez y ocho?
Lo sabemos; pero vamos
curiosas de todos modos...



  —55→  

ArribaAbajoRapto de la desposada


«...eres langosta de las mujeres.»


Tirso de Molina                




Polcas alegres resuenan
bajo la noche estrellada.
Polcas que dicen de amores
templados en la guitarra.

Farolitos policromos  5
decoran la gran estancia,
y luz y música y risas
se escapan por las ventanas.
En las puertas, gente pobre
está mirando embobada.  10

Afuera, la luna piensa
que se enferma de nostalgia.
Unos gallos soñolientos
creen que es de madrugada.
Sin fuerza, levantan gritos  15
que caen a la distancia.
Para ahuyentar su modorra
baten en vano las alas.
Mil estrellitas irónicas
se ríen de su arrogancia  20
y cuando gritan más fuerte
su risa se cuaja en lágrimas.
—56→

Pero el aroma del campo
y la canción de las ranas
adormecen ya la noche  25
y la vuelven más diáfana.

En la estancia, cuchichean,
cuando cesa la algazara,
y en un súbito silencio
quedan vibrando las arpas,  30
y ya entre murmullos viene
entrando la desposada.

En esta noche de fiesta
Francisca Aguirre se casa
con un teniente Martínez  35
de quien todo el mundo habla
porque persigue sin miedo
a Juan Lobo y a su banda.

Tres veces con el bandido
Martínez cambió sus balas.  40
Cinco heridos resultaron
en la reciente emboscada
Juan Lobo escapó en su yegua
llevando la muerte en ancas.
—57→

Dos horas lo persiguieron  45
por los montes y picadas
en una loca carrera
bajo una lluvia de balas.

Juan Lobo juró a Martínez
tomarse pronta venganza  50
y castigar al cobarde
ardid de sus emboscadas.

Después de la bendición
el cura inicia una plática.
Martínez está nervioso,  55
Francisca Aguirre, muy pálida.
Respiran presentimientos
oscuros de una desgracia.

Tiembla la novia; las manos
se lleva hasta la garganta.  60
(¿Qué teme, si no hay peligro?,
gendarmes guardan la estancia.)

La gente la abraza y besa.
Su madre enjuga una lágrima.
Los parientes hacen bromas;  65
algunas de ellas pesadas.
—58→

Sus cuatro primas le piden
azahares.
!Ay Dios mío!,
¿por qué callan las guitarras?,
¿quién corre en los corredores  70
y violenta las ventanas?

¿Y quién, el sombrero blanco,
y el poncho, como una capa,
irrumpe, pistola en mano,
entre el terror de la sala?  75
Un estampido retumba
y cae al suelo una lámpara:
Los hombres alzan las manos,
las mujeres se desmayan.

Los duros brazos del Lobo  80
cogen a la desposada:
se cierra luego la puerta
y diez jinetes se marchan
haciendo fuego a los vientos
en la noche consternada.  85

En vano suenan los rifles,
en vano los perros ladran.
Los fugitivos ya toman
la más obscura picada
y a la guarida del Lobo  90
llegarán antes del alba.



  —59→  

ArribaAbajoRosario duerme esperando



Juan Lobo, sombrero blanco
y amplio poncho de tinieblas,
llega al rancho donde duerme
Rosario, sueños de espera.
El Lobo mira en su torno  5
y llama, quedo a la puerta.
(Plata de luna en la plata
de doma de sus espuelas
brilla en las puntas que hieren
ijares de locas bestias.)  10
Los negros ojos de Juan
avizores centellean.
Sobre el cabo del revolver
tiene crispada la diestra.
(El cielo reza un rosario  15
de soñolientas estrellas.
La brisa trae profundas
fragancias de la arboleda.)
-Abre la puerta, mi vida,
que ya la sangre me quema.  20
Tengo azahares que arden
en el fuego de la espera.
—60→

«Hay en mi pecho una furia
de verano y de tormenta.
(Quiero esta noche, mi vida,  25
crucificarte en ternezas.)
Rosario duerme soñando
sueños de sueños en vela.
Sobre sus hombros descienden
ondulando, negras trenzas  30
como serpientes de sombra
que aniden en su cabeza.
-Abre la puerta, mi vida,
que ya la sangre me quema:
tengo un rosal de caricias  35
deshojándose en tu ausencia».

Rosario salta del lecho,
y abre en silencio, la puerta.

(Antes del alba, Juan Lobo
se fue, montado en su yegua.  40
Galopó en la noche blanca
hasta el fin de la pradera

La luz de la madrugada
entró, dorada, en la pieza.
Rosario duerme con besos  45
enroscados en sus trenzas.

  —61→  

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ArribaAbajoRomance de Juan Salazar


(... fue Dios Nuestro Señor servido de que se
descubriese la tramoya por medio de una
india que tenía en su servicio el capitán
Salazar, hija de un cacique principal la que
habiendo entendido lo que los indios
determinaban, dio de ello aviso a
Salazar...


Ruy Díaz de Guzmán, cap. XVIII)                




Indios acechan la aldea,
la aldea, futura madre;
madre con nombre de Virgen.
Virgen que engendra ciudades.

Los indios, en los hispanos,  5
de agravios quieren vengarse.
Nada importan a su saña
pactos o lazos de sangre.

Sueños tuvo Salazar,
flor de nobles capitanes,  10
fundador del nuevo fuerte
con nombre de Virgen Madre.
—62→

Salazar dice a la indígena
que es su esclava y es su amante:
-Anoche soñaba sueños  15
de traiciones y crueldades.
Soñé con bosques de flechas
mojadas en roja sangre...
-Era sangre de cristianos  20
la sangre que tú soñaste.

-Volaba un bosque de flechas
haciendo noche en el aire.
-Flechas que tú viste en sueños
eran flechas de mi padre.  25

-En mis sueños las serpientes
pululaban a millares.
-Las serpientes de tus sueños
eran indios desleales.

-Murciélagos en mi sueño  30
presagiaban negros males.
-Guerrero de piel de luna,
ciñe tu yelmo brillante,
arma tu brazo de hierro
antes que sea muy tarde  35
y antes que vuelen las flechas
pártelas en dos mitades.

Asunción, 18 de Agosto, 1947




ArribaAbajoPerú-Rimá



Perú-rimá es Lazarillo
Guzmán y Pablos criollo.
Hazañas suyas, Quevedo
Alemán, o el gran anónimo
las relatara mejor  5
en un volumen famoso.

Yo, con poco ingenio y arte
romancearé un episodio
de Perú, que de unas páginas
de mi propia madre copio.  10
Siendo yo buen hijo, creo
que así ni plagio ni robo.

En su mula el señor cura
cabalga con onzas de oro,
Lleva el producto del diezmo  15
al obispo.
Viaja incómodo.
Que va en ayunas.
No pudo
gustar de su mate un sorbo.
(Culpa de ello tiene el ama
que al cura tiene furioso.)  20
—64→

Perú-rimá, que le aguarda
del camino en un recodo,
quiere adquirir esas onzas
sino por fuerza, por dolo.
Conoce al cura y no ignora  25
que es comilón y goloso.

En su ollita de tres patas
sucias de restos de locro,
hierve ya, desde hace rato
Perú, un puchero sabroso.  30
Un fuego de ramas secas
aviva con vivos soplos.

De lejos husmea el cura
el perfume apetitoso
del puchero, e hincha el pecho  35
con hambre y gula en los ojos.

Cascos de mula ya suenan
cercanos, alzando el polvo
del camino que serpea
sobre el valle verde, rojo.  40
—65→

-Perú dispersa los leños,
apaga el fuego, y tan sólo
deja que hierva la ollita
sobre una mata de abrojos.

-Perú, el puchero está hirviendo.  45
Habrás de decirme cómo.
Fuego no veo y no obstante
si no me engañan los ojos...

-Padre, es olla «de virtud»,
y trabaja, no sé cómo...  50

Apenas me aprieta el hambre
y la hago hervir de este modo.

-¿Por cuánto me das tu olla?,
he aquí tres onzas de oro...
Perú se asombra, y sonríe:  55
-¿Tres onzas, Padre? Es muy poco.

-Mira, como yo madrugo...
-Padre, más de ella yo como...
-Seis onzas te ofrezco, chico.
-No me conviene tampoco.  60
—66→

-Por ser usté, se lo daba
por sólo su peso en oro...
El cura, regateando,
cada vez más codicioso.
El saco de onzas del diezmo  65
al fin se lo ofrece todo. 5

Y Perú, a regañadientes
ebrio de dicha en el fondo,
acepta el ofrecimiento
y huye, feliz, con su robo.  70

15 de agosto, de 1947



  —67→  

ArribaAbajoLa fuente de los plátanos



Diamante líquido, el agua
relumbra en el claro pozo,
en que una rubia arenilla
remolinea en el fondo.

Agua purísima y fresca  5
brota removiendo el oro.
Plátanos de húmedas hojas
su verdor yerguen en torno.

El sol, que brilla en lo azul,
siempre indiscreto y curioso,  10
en el agua de diamante
pone sus móviles ojos.

Y los plátanos protegen
contra el sol, aquel tesoro.
Y el sol lucha por llegar  15
del agua pura hasta el fondo.

Y por eso en pago de
su intromisión en el pozo,
tras las hojas relucientes
echa monedas de oro.  20
—68→

Desde esta fuente hasta el pueblo
hay un camino tan sólo:
Un caminito ondulante
trazado con lápiz rojo.

Sobre la alfombra del valle  25
serpentea sinuoso,
e imita las dulces curvas
de las muchachas que todos
los días van a la fuente
temblando de risa y gozo.  30

El cántaro en la cabeza,
llenos de lumbre los ojos,
ríen las mozas morenas
camino del claro pozo...

Horas tranquilas pasara  35
aquí, en su niñez, Juan Lobo.
Aquí pescó pececillos
transparentes, luminosos,
que entre los dedos se escurren,
ágiles, veloces, como  40
sirenillas del deseo
con que nos tienta el demonio...

Y aquí, precoces amores
fama le dieron muy pronto...

23-VII-47



  —69→  

ArribaAbajoEclipse



Cuando el eclipse ha enlutado
el disco de oro brillante,
una noche opaca y gris
sobre el bosque mudo cae
el sol, escudo redondo,  5
se ha convertido en alfanje
y el alfanje se hunde en el
pecho negro de un gigante.
Los indios, despavoridos,
creen ya que el astro padre  10
para siempre en la tinieblas
de los cielos va a apagarse.
Y corre un escalofrío
por el bronce de sus carnes;
cunde el pánico en la selva  15
con alaridos salvajes:
el hechicero esquelético
todo arrugas el semblante,
el pecho hundido, cubierto
de amuletos y collares,  20
hacia el cielo, que es ya negro
alza un dedo vacilante.
—70→

-«Guerreros dice» «Guerreros»;
falta fuego a nuestro padre,
flechas con fuego en las puntas  25
en la frente hay que clavarle;
sean plumas encendidas
en su frente venerable»...

La selva es un gran sepulcro
en el que hombres y animales  30
tendrán sudario de sombras
bajo el negror de los árboles.

El hechicero repite:
«Guerreros»... con voz en que arden
la esperanza y el terror  35
sombrío de la barbarie...
Y los guerreros sacuden
del pecho el hielo cobarde
y disparan flechas como
plegarias de oro y de sangre  40
que se elevan de sus almas
para dar lumbre a su padre...

12 de Agosto, de 1947



  —71→  

ArribaAbajoMarte indígena



¡Qué perfecto paladín
era el mayor Caballero!
No tenía pluma heráldica
soleada sobre un yelmo,
mas era un Don Juan de Austria  5
en espejismos del yermo.

Su sonrisa era su pluma
-más refrescante que el viento-
y su lanza era el coraje
vibrante en sus ojos negros.  10

En mapas llenos de cactos
veía bosques de acero,
y él apretaba los dientes
y caminaba hacia el fuego.

Y él arrollaba los bosques  15
rojos de llamas y estruendo,
a la muerte haciendo, irónico,
mesuras de caballero.

¡Qué gran jefe era aquel mozo
al frente de sus labriegos  20
—72→
cuyos machetes segaban
los ígneos campos del miedo!
Verlo de noche en batalla,
entre amarillos y negros,
trazar rutas de victoria  25
sobre la sed del desierto,
era ver un Marte indígena
vestido de guerrillero.

¡Qué gran jefe era aquel mozo
que supo, duro y sereno,  30
hacer de cactos, laureles,
en los asombros del yermo!



  —73→  

ArribaAbajoThe listeners

(de Walter de la Mare)




«¿Hay alguien dentro?», preguntó el viajero,
y a la puerta llamó, blanca de luna;
su caballo pacía en el silencio
el césped de la próxima espesura:
un pájaro voló desde la torre  5
por sobre la cabeza del viajero.

Él, por segunda vez, llamó a la puerta.
«¿Hay alguien allí dentro?»
Pero nadie acudía a su llamada;
nadie asomó bajo el dintel cubierto  10
de hiedra, para ver los ojos grises
y ansiosos del viajero.

Sólo la multitud de los fantasmas
que habitaba la casa solitaria,
permaneció escuchando en honda calma  15
aquella voz del mundo de los hombres:

Apiñada en los rayos de la luna,
flotando sobre la escalera
que al vasto hall desciende oscura,
escuchaba, en el aire estremecido  20
por los aldabonazos del Viajero.
—74→

Y él percibió en su alma la mudez y reserva
con que a sus voces contestaron ellos,
mientras que su caballo movíase en la sombra,
paciendo obscuro césped  25
bajo un cielo de estrellas y de hojas.

De súbito, otra vez llamó a la puerta
y aún más recio, alzando la cabeza:
«Decid que vine y nadie ha respondido;
que cumplí mi promesa...»  30

Ni el más ligero ruido hicieron los oyentes,
aunque cada palabra que él dijera
repercutió en las sombras de la mansión callada.

Sonó después la bota en la estribera
y todos ellos escucharon  35
el choque de metal contra la piedra,
y el silencio volver, suavemente,
cuando los cascos, lejos, se hundieron en la
arena.

1956

Traducción de H. R. A.

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  —75→  

ArribaAbajoLamentación del aparcero



Pedro Martín Ovelar,
entre todos el primero,
como jinete y cantor,
como amigo y aparcero6:

En el palenque del alba  5
ataste tu pingo negro,
y en un tordillo de luz
galopaste a los luceros.

Las guitarras de estos valles
lloran tu ausencia, nostálgicas.  10
Y algunas con cintas negras
han enlutado sus cajas.

Junto al fuego tus amigos
reunidos no dicen nada.
Buscan sí, en el cielo, rastros  15
de tus espuelas de plata.

En la noche, centinelas
te gritan que vuelvas pronto,
creyendo ver en las sombras
un alto jinete solo  20
que ronda por las picadas
y vadea los arroyos.
—76→

Ellos no saben, Matín,
que ataste el caballo negro
en el palenque del alba  25
y subiste a los luceros.

(Así Juan Lobo lamenta
la ausencia de su aparcero.)

Junio, 1947.



  —77→  

ArribaAbajoCaráu

¡«Hay tiempo para llorar»!




Su madre, de tanta pena,
muy enferma cayó un día:
-«Hija, no vayas al baile,
me siento morir, querida.
Esta noche, no, esta noche  5
no me dejes, hija mía...

Y Caráu, frente al espejo
ensayando una sonrisa,
un clavel entre los dientes,
callaba y no respondía.  10

Aquella noche ella estuvo
más que nunca alegre y linda:
y bailó, bailó y las polcas
la embriagaban de delicias.

Jadeante y triunfadora  15
sus ojos lanzaban chispas.
Tres claveles en su seno
en aroma y sangre ardían.

A media noche una vieja
temblorosa y afligida  20
—78→
llegó a la fiesta y llorando
estas palabras decía:

-«Caráu, Caráu, ven conmigo,
tu madre se esta muriendo».
Y respondía Caráu:  25
-«Estoy bailando, no puedo».

La moribunda, entretanto
se retorcía en el lecho.
-«¡Ay!, hija de mis entrañas,
no ves que me estoy muriendo?»  30

Cuando perdió la esperanza
de darle el último beso,
-«¡Caráu!» gritó sollozando
y se murió maldiciendo.

Al mismo tiempo en la fiesta  35
fría ráfaga de viento
apagó todas las luces
con un gran soplo de hielo.
—79→

Caráu, con largo gemido
dio un salto atrás, extendiendo  40
los brazos, que en alas negras
de pronto se convirtieron.
Su cuerpo moreno y rítmico
volviose lustroso y negro:
negras plumas le cubrían  45
el pecho, la espalda, el cuello,

y del clavel de su boca
surgió, brillante y siniestro
un pico de ave agorera
que abriose negro, gimiendo.  50

Desde entonces, en la selva,
habita un pájaro negro.
Siempre guarda triste luto
y llora con desconsuelo.

13 14 de Agosto, 1947



  —81→  

ArribaDel Cancionero de Juan Lobo

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Coplas





I


Tu corazón, -¡tan profundo!-
cuando te estrecho en mis brazos
late en la noche en silencio
como el misterio del campo.

Tu corazón es un nido  5
de besos aprisionados
que van a huir por tu boca
para llegar a mis labios.

Tu corazón misterioso
es más tímido que un pájaro:  10
a veces quiere fugarse
cuando te estrecho en mis brazos.

  —84→  


II


Tu corazón es tu vida,
tu vida, -la más secreta-
agua que lleva suspiros
corriendo bajo la tierra.

Tu corazón apacible  5
reló oculto, sólo cuenta
para el amor tuyo y mío
minutos de dicha plena.

  —85→  


III


Tu corazón es un hoyo
de donde brota en silencio
un arroyito de amor
que viene desde el ensueño.

Tu corazón es un fruto  5
maduro, pero muy tierno
que para que no se parta
hay que cubrirlo de besos.

  —86→  


IV


Tiene tu boca fragante
la carne de las guayabas,
que al morderla deja el labio
ardiente de mieles agrias.

Dulzura tibia del bosque  5
que ofrece la siesta cálida,
la fruta y tus labios brindan
igual sabor y fragancia.

Morena, tus ojos dulces
se encienden en luces lánguidas,  10
como el brillo de luceros
al reflejarse en el agua.