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Romancero. Tierra adentro

Hugo Rodríguez Alcalá



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  —5→  

ArribaAbajoPoesía de tierra adentro, Patria de siempre

Este tramo -no por infrecuente menos cierto, en tierra paraguaya- se inscribe, con sus trazos temporales internos, dentro de la mejor tradición hispanoamericana, heredera de voces lejanas convertidas en propias con el andar de los siglos. Y es que Hugo Rodríguez-Alcalá, desde sus libros iniciales, ha sabido darle a su concepción lírica -dicho esto en un tono genérico- la amplitud que le permitiría sumar la experiencia del ayer cumplido a las instancias de lo porvenir.

Aunque a simple vista, no lo parezca, el aire reminiscente que informa un amplio sector de su obra, está implícito en la mayoría de sus poemas, asediados muchos de ellos por el recuerdo inmaterial de la patria -hogar paterno, gentes, cosas, sucesos cotidianos recuperada a la distancia tras un largo vivir y desvivir en tierra extraña.

Su primera propuesta -que ha informado con posterioridad su retorno al solar nativo- ha consistido en ajustar la expresión a una temática local iluminada por reflejos universales. Y esto señalado sin hipérbole, porque la justicia literaria también debe existir, pertenece a la silenciosa y no siempre comprendida andanza de la poesía de todas las épocas en este perdido ángulo sur de nuestra América.

Busca el poeta su camino más claro en el romancero, vuelto hacia lo que le es propio en una tarea de recreación que en verdad es creadora, para acercarlo a un lenguaje, que, para mayor paradoja, se valga de lo cotidiano, trascendiéndolo. Demás está agregar que su acierto más evidente ha consistido en la denominación de tierra adentro para representar a este haz de   —6→   destrezas poéticas en las cuales el rigor de la memoria, sin excluir la fresca y necesaria espontaneidad, asoma a un panorama de profundos registros espirituales que tocará al lector o al crítico situarlos en su auténtica dimensión.

Habrá que recomendar esta nueva aportación de Hugo Rodríguez-Alcalá que lo aproxima a las vertientes -en su caso cristalinas y a la vez raigales- de la Nación paraguaya en su pueblo. Y ponderar el advenimiento de este libro será como poner alas al Paraguay de siempre.

Raúl Amaral

(Isla Valle de Areguá, marzo de 1999)

  —7→  


ArribaAbajoElección de Irala



ArribaAbajo(1544)



I

Reinaba en el mundo Carlos
-que era el primero en España
y que, como emperador,
era el quinto en Alemania.
En Asunción, una aldea  5
no mucho antes fundada,
-toda una revolución,
la primera en serie larga
depuso a aquel Alvar Núñez
que era... Cabeza de Vaca.  10
(De haber sido ésta de Toro
nunca aquello le pasara).

Fue entonces cuando eligieron
al habilísimo Irala
gobernador en el vasto  15
confín: Río de la Plata.

Y es que el año treinta y siete,
el emperador firmara
la Cédula celebérrima
que mandaba: las vacancias  20
en el mando de esas tierras,
habrán de ser subsanadas
por el voto popular:
¡Tan lejos la Corte estaba
—8→

de la aldea de ultramar!  25
Los fieros conquistadores
bien claro la recordaban:
y mientras que, prisionero,
Alvar Núñez iba a España
en una nave rebelde  30
-la Comuneros llamada,
asumía un legal mando
aquel Martínez de Irala.


II

Este histórico romance
debe apoyarse en lo cierto.  35
Aquí no lucen metáforas
que abundan en otros versos:
a fuegos artificiales
preferiremos los hechos.

A principios del reinado  40
del dicho Carlos primero,
hubo una sublevación,
un popular movimiento

contra duras exacciones
del Rey y los extranjeros  45
en altos cargos. Odiosos
resultaban los flamencos.
La Corte extraña exigía
intolerables impuestos.
—9→

Llamáronse los alzados  50
contra su Rey, Comuneros.
Mil quinientos Veintiuno
fue el año en que el movimiento
terminó en una batalla
ganada por el ejército  55
de Carlos, y los rebeldes.
Padilla y otros murieron
en el cadalso.

       El Común
       fue sinónimo de pueblo.  60

Movimiento «democrático»
en España, tuvo ecos
en la remota Asunción,
con los rebeldes arrestos
de los secuaces de Irala,  65
aquellos que depusieron
al de Cabeza de Vaca.

Llamáronse «Comuneros»
los sediciosos, y «Leales»
los que el gobierno perdieron.  70
El derecho de elegir
gobernadores el pueblo
fue en el Común de Asunción
excepcional privilegio
durante casi dos siglos  75
en todo el hispano imperio.
—10→
Tocante a las consecuencias
más abajo las veremos.

Octubre

1998

  —11→  


ArribaAbajoEntre el yugo y la horca...



La última hora de los condenados
no había llegado, sin embargo.
Las maquinaciones de Irala les tenía
reservado un suceso
verdaderamente extraordinario.  5
Preparados a bien morir, Ortiz
de Vergara y Alonso Riquelme
recibieron la última noche, de labios
de su confesor Francisco de la Rada,
la singular oferta de morir en el  10
patíbulo o ganar la libertad para él
y sus amigos casándose con dos de
las hijas del gobernador.

Marco Antonio Laconich

Caudillos de la conquista



  —13→  

ArribaAbajoEntre el yugo y la horca


ArribaAbajoAlonso Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara

(Siglo XVI)




¡Qué sonoros apellidos
tienen los dos condenados!
El uno, Ortiz de Vergara,
el otro, no menos rancio,
es Riquelme de Guzmán.  5
Mas estos dos hijosdalgo
no son parciales de Irala,
el caudillo vascongado.

Irala, el gobernador,
no absuelve a sus adversarios.  10
Mañana por el verdugo
de la horca serán colgados.

El de Vergara y Riquelme
han ido al confesionario,
y el sacerdote a los dos  15
absolución les ha dado.

Muy responsable el verdugo
ya ha preparado el cadalso:
las sogas son excelentes
y está muy limpio el tablado.  20
Fervorosamente rezan
—14→

los hidalgos entretanto.
E Irala concibe un plan
de político taimado.
Tiene él dos hijas hermosas  25
de muy atractivo encanto,
que en dos indias principales
promiscuamente ha engendrado:
Ursula y María son
de trece o catorce años.  30

Sus cuerpos, esculturales.
Sus ojos grandes, rasgados.
Don Alonso y don Francisco,
ardientes mozos hispánicos,
más de una vez las han visto,  35
y, claro está, deseado.

Dos huríes guaraníes
de aquel Edén Mahometano
que regía el lujurioso,
duro y despótico vasco.  40

(Paraíso de Mahoma
a la colonia han llamado,
por sus huríes morenas
en los tiempos que evocamos).

Irala concibe un plan:  45
¡como ya hemos anunciado!
ofrecer en matrimonio
—15→

sus hijas a los contrarios
los cuales deben optar
entre el altar o el cadalso.  50

Consideraron los reos
el yugo mucho más grato
que la horca, y sin vacilar
por las huríes optaron.

El yugo matrimonial,  55
tan gratamente aceptado,
convirtiose en más de un
genealógico árbol:
de las huríes descienden
guerreros, próceres, magos.  60

Septiembre,

1998



  —16→  

ArribaAbajoAddendum no indispensable



A presencia de los presos
traen las mozas morenas,
de bustos esculturales
y bien torneadas piernas.
Otros detalles se omiten  5
respetando la decencia,
y eso que, en las circunstancias
más que diosas, eran bellas,
con sus negras cabelleras,
y otros encantos no dichos  10
de voluptuosas promesas.

Ortiz de Vergara elige
a María, dulce, esbelta,
de cintura modelada
en curvatura perfecta.  15

Ursula, ha tiempo fascina
a Alonso Riquelme y ésta
lo sabe a fuer de mujer.
La boda no fue problema.

Así, ya en vez de adversarios  20
tendrá Irala parentela:
muy oportuna alianza
al crecer su descendencia.
—17→

Paz hoy reina en la Provincia,
paz mas o menos incierta,  25
siempre hay brotes de anarquía
entre esa gente guerrera,
naturalmente insumisa.

¡Qué historia la historia nuestra
desde el siglo dieciséis  30
-¡hasta nuestra misma época,
en que el poder, el poder
corrompe, enfurece y ciega?

Octubre

1998



  —18→  

ArribaAbajoIrala y la yernocracia

Se puede afirmar... que Irala no tuvo ya necesidad de llevar a los capitanes Gonzalo de Mendoza y Pedro Segura al pie de la horca para concertar los casamientos...


Marco Antonio Laconich                




¿Quién era Alcalde Mayor
bajo el gobierno de Irala?
Un yerno suyo, un Mendoza
hidalgo de ilustre casa.

¿Y Alguacil Mayor? Alonso  5
Riquelme, que se salvara
de la horca, por sus bodas
con hija niña de Irala.

Otro Alcalde era otro yerno:
Francisco Ortiz de Vergara,  10
según queda antes escrito
en estas semibaladas.

Un poblador de Asunción
envía al Rey una carta:
«Esta tierra» -el Paraguay  15
«Es sólo para el que manda,
para sus hijos y yernos,
—19→

sus compadres de Vizcaya,
y algunos de Extremadura,
todos parientes de Irala».  20

La población era ínfima,
mas la justicia abundaba:
rige el Alcalde Mayor
cinco Alguaciles con varas:
todos parientes, que ejercen  25
su poder en la comarca.

Yernos, yernos y los deudos
de estos yernos, con Irala
al frente de todos, forman
poderosa yernocracia.  30

Capitán era Mendoza
de conocida prosapia;
capitán Pedro Segura,
Hombre de muchas agallas.
Pues bien, ¿Por qué no casarlos  35
con otras hijas, con una
habida en la india Águeda,
y otra más joven, Ginebra,
muy bellamente llamada?

con nombre tal adornada?  40
Hermosa haría este nombre
a quienquiera lo llevara.
—20→

La conquista de los dos
capitanes no fue ardua.
La amenaza de la horca  45
era superflua amenaza.
Con ellas los capitanes
se casan de buena gana.

Cuatro oficiales Reales
eran contrarios de Irala;  50
Irala con cuatro yernos
hábilmente los reemplaza.

Seguro está en su gobierno
el caudillo de Vergara:
firme se ha hecho, invencible,  55
la potente yernocracia.

Noviembre

1998





  —21→  

ArribaAbajo«La guerra de las comunidades»

Y es, entonces, cuando estalla el general alzamiento, la lucha cruenta que en la Historia de España se denomina Guerra de las Comunidades. Los partidarios, héroes y mártires de este movimiento, denominados Comuneros, serán los esforzados defensores beneméritos de los derechos populares, que las Comunidades fueran gestando siglo tras siglo.

V. Díaz-Pérez

  —23→  

ArribaAbajoRevolución de los comuneros del paraguay

(1717 - 1735)





¿Recuerdan que en mil quinientos
treinta y siete, el Rey don Carlos
suscribió una Real Cédula
por la que este soberano

concedió a nuestra Provincia  5
el poder privilegiado
de libremente elegir
a los que ejercen el mando?

(Elegir gobernadores
con libérrimo sufragio  10
siempre que hubiera vacancias).
Y hubo casos, muchos casos

en que se ejerció el derecho
del libérrimo sufragio.
Fue Carta Magna del pueblo  15
la Cédula del Rey Carlos.

Vigente estuvo la Cédula
por casi doscientos años,
favoreciendo la práctica
del civismo provinciano.  20
—24→

Ya en el siglo dieciocho
-siglo revolucionario
un señor gobernador
Diego de Reyes llamado
-y, Balmaceda, además-  25
dio ocasión para el escándalo.

Tal vez porque se llamara
de Reyes aquel Don Diego
creyó poder gobernar
con poderes casi regios...  30

El gobernador de Reyes,
con mal uso del gobierno,
se amistó con jesuitas
sin respeto de su pueblo.

Y su pueblo, el Paraguay  35
colonial, era severo,
era estricto defensor
de ya antiguos privilegios.
Indígenas destinados
a servir a encomenderos,  40
Don Diego entregó a jesuitas,
en transgresión de un derecho.

Ante la Audiencia de Charcas
fue denunciado Don Diego,
merecedor de castigo  45
por reprobables manejos.
—25→

Énfasis puso el oficio
en trastornos del comercio,
crueles matanzas de indios
y otros varios desafueros.  50

Pero la queja callaba
lo esencial, bien encubierto:
un agravio que debían
callar los encomenderos.

Su sistema de encomienda  55
difiere del de otros reinos
y podría ser juzgado
ilegal de tierra adentro.

Y fuera de la Provincia
hay que guardar el secreto.  60
Envía la Audiencia un juez
pesquisidor, un honesto
magistrado, muy letrado
que es de origen panameño.

El juez, José de Antequera,  65
escucha a los comuneros
-así llamados más tarde
y abraza la causa de estos.

A Reyes de Balmaceda
destituye del gobierno.  70
—26→

Mas los jesuitas protegen
al gobernador depuesto,

y, tras hábiles gestiones
invalidan el proceso.
El Virrey toma el partido  75
del que ya era casi un reo,
y ordena desde el Perú
lo reinstalen en su puesto.

Los vecinos de Asunción,
sordos, en cabildo abierto,  80
resuelven no recibir
a Balmaceda.

Un ejército

de las Misiones, intenta
hacer cumplir el decreto
virreinal.

Los provincianos
 85
en otro cabildo abierto

optan por la resistencia.
Al jurista panameño
nombran jefe de las tropas,
ya abiertamente insurrectos.  90

La batalla que se libra,
triunfo de los comuneros,
—27→
es la gloria de Antequera
en el cenit de su éxito.

Proclamado ahora Padre  95
y Defensor de la Patria,
pugna por abanderar
mayor hueste en la comarca.

Lúcido líder, intuye
que vendrán otras mesnadas,  100
y que por mucho que él luche
será vencida su causa.

Hay un jefe militar
en el Río de la Plata,
contra cuyo poderío  105
deberá cruzar su espada.

Su nombre es Bruno Mauricio
y su apellido Zavala.
Zavala es hombre de guerra,
hombre experto en la batalla:  110

desde muy lejos reluce
el destello de su fama.
Antequera entonces vuela
hacia la Audiencia de Charcas.

Espera apoyo y defensa  115
mas la Audiencia no lo ampara:
—28→
prisionero, encadenado,
al duro Virrey lo manda.

Y el Virrey condena a muerte
al Padre de aquella patria...  120


Cuando supo la Provincia
el suplicio de Antequera
y el de su bravo alguacil,
el patricio Juan de Mena,

Asunción rugió de ira  125
y hubo convulsa violencia
contra el colegio jesuítico
y contra su misma iglesia.

Se expulsó a los sacerdotes,
esta vez por vez tercera.  130
Y se vieron por doquier
conmovedoras escenas.

Toda vestida de blanco
la hija de Juan de Mena
dijo al pueblo: «-No lloréis  135
por estas muertes excelsas;

la libertad de la Patria
ha inspirado su grandeza».
—29→

Muy dolorida, Asunción,
sus tristes lágrimas seca.  140

Mas la rebelde ciudad
sigue firme en su revuelta:
aun persiste en combatir
con altivez comunera.


Allende el mar, la Metrópoli  145
está asombrada y suspensa,
ante insólitos sucesos
en tierras sobre que impera.

A don Manuel de Ruiloba
la Corona en fin envía  150
como pacificador
de la insurgente Provincia.

Esta, al principio obedece
a la autoridad legítima,
pero cuando se descubre  155
que a Ruiloba y jesuitas,
con peligro del Común
amistad secreta liga,

estalla la rebelión
y, en batalla decisiva  160
vuelve a triunfar el Común,
ebrio ya de su vindicta.
—30→

Y entonces, horribles Diosas,
la Discordia y la Anarquía,
rompen, con luchas internas,  165
la Unidad de la Provincia.

Don Bruno Mauricio de
Zavala, que viene al mando
de un ejército de indios
por jesuitas formado,  170

vence al Común en batalla1
aquel catorce de marzo
de mil setecientos treinta
y cinco.
Y ya ha terminado  175
la saga de Comuneros
en luctuoso fracaso.

Zavala, en la punitiva
acción, aplasta los cuadros
de paraguayos, que, en sangre  180
enrojan el verde campo
de Tabapy. Y la Provincia
es ya un mudo camposanto.

Abolida fue la Cédula
por la que en libre sufragio  185
podría el pueblo elegir
a los que ejercen el mando,
toda vez que por vacancia
fuera el voto necesario

1988



  —31→  

ArribaAbajoFulgencio Yegros

(1780-1821)


«En plantar una Esperanza

me pasé todos los años...»


Fulgencio Yegros                




Han sido nombrados cónsules
Yegros y Gaspar de Francia.
Se espera que ambos gobiernen
por turno, la nueva patria.

(En mil ochocientos trece  5
se vivía de esperanzas.
Yegros, ilustre patriota,
caballeresco, sin mácula,

nos lo dijo en un romance
sobre su vida romántica.  10
General de tres estrellas,
ganadas tras sus batallas,

tiene él secreto enemigo
que lleva puesta una máscara.

Hábil, más hábil que nadie,  15
José Gaspar se prepara
para usurpar el poder
sin que nadie lo comparta.

Cónsul él y Cónsul Yegros,
para serlo a la romana,  20
tendrán su silla curul:
las dos, curules se llaman,
—32→

Una César y la otra,
-signo de aleve añagaza-
tiene el nombre de Pompeyo,  25
aquel vencido en Farsalia,

asesinado en Egipto
donde refugio buscaba.
Y es que en el año trece
de trascendentes mudanzas,  30

venenosa tiranía
sus designios amañaba:
la silla llamada César
ocupa Gaspar de Francia...

Y cuando en el año veinte,  35
impera desembozada
la tiranía perpetua,
cae Yegros en desgracia,

y entonces será el Pompeyo
que su curul auguraba.  40
Desde muy joven, Fulgencio
por su valor se destaca.

En mil ochocientos uno,
en defensa de su patria,
él estuvo en el encuentro  45
a orillas del río Apa.

En mil ochocientos siete
ganoso de altas hazañas,
defiende a Montevideo
y otras ciudades del Plata  50

de las huestes invasoras
que aportan naves británicas.
—33→
Años después, capitán
en su tierra paraguaya,

se bate en Paraguarí  55
y en Tacuarí, con espada
triunfante de la invasión
que el porteño comandaba.

En mil ochocientos veinte
la conjura es delatada:  60
preso es Fulgencio Yegros
por José Gaspar de Francia,

el cual lo condena a muerte
en inapelable causa.
La muerte será después  65
de la inconcebible infamia,

de hacer torturar al héroe
por indios de horrible estampa,
que en el patricio engrillado
salvajemente se ensañan.  70

El fusilamiento mismo
concede al héroe una gracia:
él ha de ser el que mande
el piquete de matanza.

«-Preparen, apunten, ¡fuego!-»  75
truena una voz bien timbrada,
y el patricio cae muerto,
muerta con él la Esperanza.



  —34→  

ArribaAbajoDon Carlos Antonio y la Bruja del agua




I



¡Qué marinero es el barco
que envía Estados Unidos!
Su misión, misión científica:
el estudio de los ríos
del Paraguay, un estudio  5
a todas luces pacífico.

El Water Witch es un barco
que hoy sería muy antiguo:2
del tiempo de su venida
más de un siglo ha transcurrido.  10

Don Carlos Antonio López,
Presidente vitalicio,
gobierna nuestra república,
dictador, sí, mas benigno.

¡Compárenlo con Gaspar  15
que rigió un vasto presidio,
carcelero de un país
de tristes huesos con grillos!

¡Compárenlo con su duro
heredero, con su hijo!  20

Tuvo Don Carlos disgustos,
apenas mediado el siglo,
—35→

con un angloamericano
que después fue su enemigo.
A raíz de estos disgustos  25
dictó un decreto:
«Prohibido
navegar por el canal
del Paraná, en que este río

tiene en su margen un fuerte
cerca de los torbellinos  30
que en Paso de Patria forman
al confluir los dos ríos».

Llamábase Itapirú
el fuerte arriba aludido,
fuerte con artillería  35
de cañones bien servidos.

El lenguaje del decreto
era sin rima y sin ritmo,
no como el de este romance
apretado en octosílabos.  40

Pero sí, con otros términos
decía, justo, lo mismo.

El Water Witch, a vapor,
buque de guerra, agresivo,
con dos ruedas propulsoras,  45
y de cañones provisto,
—36→

surca el canal, navegando
por donde estaba prohibido.
En vano de Itapirú
le hacen llegar un aviso:  50

el decreto de Don Carlos
en claro español escrito.
El comandante del buque
no se da por aludido.

El no comprende el decreto:  55
«¡Este idioma no es el mío!»
y en vez de dar marcha atrás
el imprudente marino,

sigue avanzando, confiado
en su naval poderío.  60
El jefe de Itapirú,
hombre enérgico, aguerrido,

ordena romper el fuego
contra el autor del delito.
El timonel, inocente,  65
cae mortalmente herido,

y al mismo, buque, un impacto,
lo deja a merced del río,
rota una de sus ruedas
y su timón destruido:  70
no lejos están girando
espumosos torbellinos...
—37→


II

¿Qué significa en inglés
Water Witch? Bruja del Agua.
Ahora esta Bruja fluvial  75
ha quedado derrengada,
en aguas impetuosas
en que sin miedo flotaba.

Graves serán las resultas
de esta penosa jornada.  80
Gobernaba los Estados
de la Unión,3 Jaime Buchanan.

Sólo un año era más viejo
que Don Carlos, mas las Parcas
seis años más a Don Jaime4  85
le dieron, de vida larga.

El Gabinete de Washington
decide enviar una armada
de veinte buques al mando
de un Comodoro de fama  90
y un hábil Comisionado
con rumbo hacia nuestra Patria.
La flota debía entrar
por el Río de la Plata
y desde allá, aguas arriba  95
llegar hasta nuestras playas.
—38→

Y aquí, a cañonazo limpio
tomarse cruenta venganza
del agravio de Don Carlos
hecho a la Bruja del Agua.  100

El Paraguay, impertérrito,
espera a la gran armada.
La expedición, por fortuna
no demostró ciega saña:

Negociaciones felices  105
aplacaron a la escuadra,
la cual se volvió hacia el Norte
triunfante de marejadas.

¡Imaginaos qué hubiera
sucedido, si la armada,  110
provocando la indomable
heroicidad paraguaya,

hubiese -no era imposible-
sufrido cientos de bajas,
quedando rota, sangrante,  115
en nuestras costas y playas!

¡Si el Paraguay, como luego
contra la Triple Alianza,
combatiera con los buques
en paroxismos a ultranza!  120
—39→

Esa potente nación,
espejo de democracias,
¿Iría a dejar impune
la furia de nuestras armas?

Doy ahora fin al romance  125
sobre la Bruja del Agua.
Quien quiera saber la historia
aquí apenas esbozada,
léase los dos volúmenes  130
de la sin par obra magna
de don Pablo Max Ynsfrán5
que abajo será citada:
amenamente don Pablo
nos reanima todo el drama.  135





  —41→  

ArribaAbajoRomances sobre Albino Jara

Sin embargo poseía cualidades esencialmente viriles, que lo hacían simpático, chispeante causer que dicen los franceses, consumado bailarín, valiente hasta la temeridad, gimnasta con articulaciones de caucho -pateaba con los dos pies, a un mismo tiempo, eximio jinete y esgrimista de primer orden, atraía a los hombres y seducía a las madres, con las cuales solía mostrarse zalamero, cuando así convenía a sus planes... De buena planta, bien parecido, con la espalda recta como la cuerda de un arco, vestía con prestancia y donaire el uniforme militar: impecables sus botas de charol, ceñida la levita de corte prusiano, centelleante la vaina niquelada del sable que portaba invariablemente en la mano izquierda...


Coronel Arturo Bray                


  —43→  

ArribaAbajoAlbino Jara el 2 de julio

(1908)





Están los grises cañones
aun con grasa de la fábrica,
silenciosos aunque ansiosos
de estallar en rojas llamas.

Fundidos para la guerra,  5
la quieta paz los enrabia.
Han venido desde Europa
soñando cruentas matanzas
y hoy, en el Parque de guerra
su epifanía terrible  10
con muda impaciencia aguardan:

esperan un redentor
y éste será Albino Jara.
Albino Jara aquel día
de julio, ya antes del alba  15
sale en busca del poder,
todo él astucia y audacia,
y entra en el Parque de guerra,
tras otras previas hazañas,
desembala los cañones  20
y los emplaza en la plaza
que del cuartel enemigo
está a propicia distancia.
—44→

¡Muy oscuro es todavía.
Nervioso está Albino Jara:  25
es que ya llega el momento
de jugar la carta brava!

Allá se ve el gran cuartel
de guarnición bien armada.
Élite de tiradores  30
de belicosa prestancia:
¡Hay que ver a esos soldados
en su uniforme de gala,
con su casco empenachado
y el resplandor de sus armas!  35

Jara, famoso artillero,
personalmente dispara
el más potente cañón
que ha venido de Alemania.

Temido es ese cuartel  40
erguido en vasta manzana,
y en el que Elías García
con mano firme comanda;
de excelente arquitectura
y de artística fachada;  45

-doce arcos de medio punto,
troneras en las murallas-
es un bastión, formidable
de disciplina espartana.
—45→

Jara calcula con tino  50
sus terrestres andanadas
y en atroz relampagueo
de cárdenas, áureas llamas,
demuele a fuego rasante
defensas de la fachada.  55

Elías García, profeta
de los designios de Jara
los ha anticipado en vano
ante indolentes jerarcas:
traidores, acaso cómplices  60
del golpe que lo amenaza.

Jara eligió sigiloso
esta fría madrugada
de julio, funesto julio
para su golpe de maza.  65


¡Segundo lustro del siglo,
cuán próspero comenzaba!
Un gobierno progresista,
que la justicia arianza,
y el Paraguay, renaciente  70
recobraba la esperanza!
—46→

Tras el atroz genocidio,
sus heridas restañadas,
hacia un destino brillante
el Paraguay avanzaba:  75
nuevas fuentes de riqueza
eran doquiera explotadas.

Un escritor argentino,
testigo de esta bonanza,
en un libro memorable  80
al Paraguay renaciente
llamo El Paraguay en marcha...

Cómo cambiaron las cosas
después del golpe de Jara!
La marcha del Paraguay  85
se detuvo ensangrentada!



  —47→  

ArribaAbajoAlbino Jara y la belleza



Adornan su levitón
de puro corte prusiano
doce botones de oro
y lucientes entorchados.

El sable, que nunca cuelga  5
de sus tiros, en la mano
izquierda, ágil lo lleva
con bizarría, con garbo.

Las guías de su bigote
a lo Káiser, bien cortado,  10
con gallardía marcial
apuntan hacia lo alto.

Marcial es el Coronel,
tan marcial como simpático,
seductor irresistible  15
de cuantos halla a su paso.

Seductor es en política
de hombres con fama de sabios
y de otros con mala fama
fama de astutos y falsos.  20
(En política los buenos
no suelen ser necesarios).
—48→

¡Y qué decir de mujeres
que él honrando, ha deshonrado!
Famosa es una aventura  25
entre muchas de sus fastos:

el Coronel llega al lecho
en que le están esperando
una belleza sin par
y el más lujoso pecado.  30

El Coronel, muy galante,
besa los trémulos labios
y deja el sable y la gorra
sobre un diván perfumado,
testigo de otros amores  35
no precisamente castos.

Y es entonces cuando ella,
al besador grita -¡Alto!;
lo que va a pasar aquí
será secreto sagrado.  40
¡Júreme usted por su honor
que a nadie habrá de contarlo!-

¡Señora! -contesta él,
dolorido, consternado:
si la gozo yo quisiera  45
mi gozo tan propalado
que no quede un envidioso,
enemigo o partidario
—49→

sin saber la inmensa dicha
que a mi suerte le ha tocado!  50

Me voy, señora, me voy,
el corazón destrozado...
Y se abrocha diez botones
de su levitón prusiano.

Y está Jara, junto al lecho,  55
rígidamente cuadrado:
el sable en la mayo izquierda
y la gorra en la otra mano.



  —50→  

ArribaAbajoLa niña espera la boda



Con su levitón prusiano
que hasta las corvas le llega;
su largo sable, muy largo,
cuya vaina centellea;

con sus botas de charol  5
y su alta gorra altanera
y ese bigote imperial
de punzantes guías negras,

el Coronel es un hombre
a quien se admira y respeta.  10
Entre sus amantes, una
es directora de escuela:

le obtuvo tal nombramiento
para no tenerla cerca.
El pueblo en que hoy ella vive  15
es un pueblo casi aldea.

Ella en su escuela rural
ansiosamente lo espera.
Moza joven pero brava
que él sedujo en una fiesta,  20
—51→

cree que él ha de cumplir
su apasionada promesa:
casarse por ley civil
y casarse por la iglesia.

Sí señor, a esta muchacha  25
que no cuenta muchos años,
aunque es de carácter fuerte
y desplantes temerarios;

a esta amante casi niña
él se ha juramentado  30
llevarla al pie del altar
toda vestida de blanco.

Al Coronel no preocupa
el juramento prestado:
él seduce otras mujeres  35
y la niña llora en vano.

Pero sucedió que un día
de viaje, el Coronel,
pasó por el pueblo donde
se detiene todo tren.  40

Y ella, la niña celosa
siempre a la espera, lo ve
sin sospechar él que están
viéndolo desde el andén.
—52→

Lo ve con unos amigos  45
riendo a más no poder.
La niña entró en el vagón,
pistola en mano, furiosa,

y le afeó la conducta
-temible, amenazadora-  50
con lágrimas en los ojos
pero la voz dura y bronca.

«¡No cumple usted la promesa
de convertirme en su esposa!
Usted no es más que un perjuro  55
y un traficante en deshonras!»

El Coronel no se inmuta
y exclama: -¿Cómo preciosa
piensas que te es necesario
esgrimir una pistola?  60

«-Ve, corre en busca del cura
y nos casamos ahora.
El cura es muy buen amigo
y entiende en cosas de honra».

Súbitamente calmada  65
vuela la niña afanosa
en busca del sacerdote
y el champán para su boda.
—53→

El Coronel, divertido,
ordena al tren que regrese  70
hasta Asunción, y esta orden
se cumple inmediatamente.

Cuando la niña regresa
con el cura, muy alegre,
ve que a lo lejos el tren  75
y su humo desaparecen.



  —54→  

ArribaAbajoAlbino Jara en Chile



El cadete Albino Jara
(que nada tiene de albino)
estudia en Chile, Santiago,
y anda siempre en amoríos.

¡Quién pudiera contener  5
los arrebatos, los bríos,
de este futuro oficial
ya veterano padrillo!

Se cuenta que este cadete
«en pleno Parque Cousiño»  10
con un rival temerario
«batiose a sablazo limpio».

El rival era oficial
de policía; el motivo
los favores de una moza,  15
de una moza del partido.

¡Duelo en el parque famoso
sin padrinos ni testigos!
Arturo Bray nos los cuenta
con recio, irónico estilo.  20
Ignoramos si en el duelo
hubo al menos un herido.
—55→

Sabemos que a Albino Jara
le impusieron el castigo
de un calabozo, además  25
de fuerte barra de grillos.

Pero de aquel calabozo
huyó el formidable Albino.
Huyó sí, mas con los hierros
que le herían los tobillos.  30

¿Qué fin tuvo la aventura
del duelo y de su castigo?
Hay en la vida de Jara
lances no bien conocidos.

Toda su vida arriscada  35
fue un sinfín de desafíos.
Prematura muerte trágica
fin le dio a sus desatinos.

Enero

1998



  —56→  

ArribaAbajoEspías en la azotea



Mi hermano y yo hemos subido
a la azotea prohibida.
Prohibida, sí, y peligrosa
por las balas infinitas
que silban allá en lo alto  5
desde hace ya varios días.

A nosotros esas balas
por ser balas nos fascinan.
Su plomo tiene una funda
de acero, que es su camisa.  10

Queremos ver en secreto
lo que pasa, desde arriba,
en la calle y sobre todo
en casa de la vecina.

Una vecina soberbia  15
de nombre hermoso: Virginia.
Yo inocente en aquel tiempo
no sabía todavía
qué es ser virgen o no virgen
y otras cosas de la vida.  20

Mi hermano, en cambio, ladino,
estas cosas ya sabía
y miraba boquiabierto
a nuestra hermosa vecina.
—57→

La cual, en su verde patio  25
quedaba a veces dormida
en ancha hamaca, y entonces
una diosa parecía.

Había revolución
en Asunción, bien recuerdo,  30
y tronaba el horizonte
como erizado de truenos.

Subidos a la azotea
aquella tarde de invierno,
hacía frío y soplaba  35
frígido y rápido viento.
En el patio de Virginia
no había nadie por eso.

Trepamos sobre las tejas
para, desde un parapeto,  40
mirar la calle.

¿Y qué vimos?

Vimos todo un regimiento
con mulas y artillería
venir marchando en silencio
con rumbo a la Recoleta  45
según después nos dijeron.
—58→

Cuando terminó el desfile
con todo aquel armamento,
quedó la calle vacía
pero no por mucho tiempo:  50

frente al balcón de Virginia,
tras un galope violento
vimos llegar a un jinete:
José Gill, el guerrillero.

«-¡Virginia! -gritó- ¡Virginia!  55
¡Por usted de lejos vengo!»
Y Virginia se asomó
misteriosa, sonriendo...



  —59→  

ArribaAbajoJosé Gill y Virginia

I




José Gill sin disfrazarse,
orgulloso en su alazán,
en plena guerra civil
se ha infiltrado en la ciudad.

Ante el ornado balcón  5
de Virginia Corvalán
sofrena el alto caballo
con apostura marcial.

La bella Virginia ha oído
la llegada del galán  10
y abriendo la celosía,
hechicera sin igual,
se deja ver, rubia de oro
y de celeste mirar.

-Virginia, rubia divina,  15
incomparable beldad,
yo desafío diez muertes
sólo por verte asomar
a tu balcón, como aurora
de esplendor primaveral.-  20

Desde el alba los cantones
hacen fuego sin cesar.
Y retumba un largo trueno
de artillería naval.
—60→

Un escuadrón de enemigos  25
a cien metros o algo más,
identifica al jinete
y su famoso alazán.

Virginia apenas sonríe,
Virginia aterrada está:  30
puede ver cien fusileros
y los oye disparar.

Ella los ve. Llega el plomo
en granizada fatal.
Destrozada una mejilla  35
José decide escapar.

Con la diestra en la visera,
mudo gesto militar,
saluda, manando sangre,
a Virginia Corvalán.  40

Ella cierra su balcón
-dorada visión fugaz-
José Gill huye al galope,
el Diablo lo ha de salvar.

¡Tantas veces lo ha salvado!  45
Puede hacerlo una vez más!



  —61→  

ArribaAbajoJosé Gill y Virginia

II




Ante el ornado balcón
de Virginia Corvalán
para el rápido corcel
de un brioso militar.

José Gill sin disfrazarse  5
se ha infiltrado en la ciudad.
Pérfida guerra civil
ruge en nuestra capital.

Virginia sale al balcón.
Él la empieza a requebrar:  10
-«Yo desafío cien muertes
sólo por verte asomar
a tu balcón, como aurora
de esplendor primaveral».

Truenan sombríos cañones  15
y no dejan de tronar;
hacen fuego los cantones,
hacen fuego sin cesar.

Un piquete de enemigos
reconoce el alazán  20
del jinete temerario
que lo está haciendo piafar.
—62→

Virginia los ve a lo lejos
-doscientos metros o más
y oye unos veinte fusiles  25
en súbito disparar.

Y llegan ya los balazos
en granizada fatal.
Rotos los labios, sangrando,
José atina a saludar  30

con la diestra en la visera
mudo gesto militar:
es la sola despedida
de quien ya no puede hablar.

Se ha cerrado la persiana  35
de Virginia Corvalán.
José Gill huye al galope,
el Diablo lo ha de salvar:
Otros mueren, él escapa:
nadie lo habrá de atrapar.  40

Diciembre

1997



  —63→  

ArribaAbajoJosé Gill y Virginia

III




Llega audaz el temerario
José Gill a la ciudad.
Guerra civil estremece
la sufrida capital.

Hombre sin miedo el rebelde  5
monta brioso alazán.
Si lo descubren lo matan.
No lo van a perdonar.

José Gill, enamorado
de Virginia Corvalán,  10
viene a ver a esta Virginia
suspirante en su beldad.

Hacen fuego los cantones
y retiembla la ciudad.
El riesgo no lo amilana.  15
Es valiente de verdad.

José Gill jineteando
un parejero sin par.
ante el balcón de Virginia
hace al caballo piafar.  20
—64→

Virginia sabe quién viene
y no se hace rogar.
Abre la alta celosía
y sonríe a su galán.

Y ante el balcón José Gill  25
se pone así a requebrar:
-Hermosa, la más hermosa
de cuantas mujeres hay,

yo desafío mil muertes
sólo por verte asomar  30
al balcón como una aurora
de esplendor primaveral...

Un piquete de enemigos
identifica al don Juan
a cien metros de distancia,  35
por su apostura marcial.

Virginia, palideciendo,
da dos pasos hacia atrás:
ve en la esquina fusileros
y los oye disparar.  40

Y vienen ya los balazos
en granizada fatal.
La calle se ha vuelto roja.
La tarde incendiada está.
—65→

Súbito un plomo destroza  45
labios que saben laudar.
Un saludo ensangrentado
es la venia militar.

Ya se cierra la persiana
de Virginia Corvalán.  50
José Gill huye al galope:
¡el Diablo lo ha de salvar!

Noviembre,

1997



  —66→  

ArribaAbajoJosé Gill y la hermosa jamona



Una de las cien comadres
que José Gill más admira,
es jamona, sí, jamona,
pero graciosa y muy linda.

Ha tiempo que José Gill  5
fija la tiene en la mira,
y sólo espera ocasión
para empezar la conquista.

José corteja a mujeres
que se le muestran esquivas:  10
estas tientan al halcón,
gran ave de altanería.

¿Quién podría resistir
a José Gill? Sus amigas
siempre caen en sus garras  15
enguantadas de caricias.

Y una noche de alta luna
la jamona se rendía:
en el lecho, ya sin ropas,
baja la guardia, aunque altiva.  20

-«José -suspiró- me rindo
pero antes vas a jurarme
—67→

sobre esta Sagrada Biblia
que habrá entre nosotros boda
en menos de quince días.»  25

José Gill jura, muy serio,
pero todo picardía:
«La jamona dice entre,
entre nosotros, medita.

Pues habrá una boda entre  30
nosotros, en pocos días.
En la próxima semana
se me casa una sobrina.

Yo me he de poner a un lado,
y en el otro a mi querida.  35
Los novios, claro, en el medio;
y los cuatro, la homilía

del cura oiremos devotos.
Y así tendremos cumplida
la promesa de ese entre,  40
preciosa jamona mía...».



  —68→  

ArribaAbajoJosé Gill y dos enemigos

A Ramón Selliti




I

Violencia en todo el paisaje.
Violencia en el manso pueblo.
Guerra civil traicionera
habla su idioma: el del fuego.

En las Plácidas Misiones  5
han instalado el infierno.
Fugitivos de derrotas
en crueles entreveros,
dos caudillos liberales
hallan refugio en el pueblo.  10

No importan sus apellidos
aunque muy bien los sabemos.
Una noche de tormenta
de relámpagos y truenos
duermen los dos fugitivos  15
en un oscuro aposento.

Al filo de medianoche
José Gill con gran estruendo
derriba la puerta y entra
profiriendo juramentos.  20
—69→

Aterrorizados oyen
al despertar de su sueño
las terribles amenazas
del terrible condotiero.

«¡Al fin apreso a estos dos  25
miserables, yo el sin miedo!
Los dos serán torturados,
y con su fusilamiento
a la gentuza maldita
daremos un buen ejemplo».  30


II

Un gran revólver esgrime
José Gill y con siniestros
alaridos continúa
insultando y maldiciendo...

Los dos liberales miran  35
con los visajes del miedo,
cómo, de pronto, el intruso,
se saca el poncho riendo,

enfunda su gran revólver,
y exhibe un frasco repleto  40
de un licor, el más famoso,
por lo puro y por rebueno.
—70→

-¡Brindo por dos liberales
que yo estimo y que respeto,
y juremos esta noche  45
que amigos siempre seremos!


III

La amistad quedó fundada
sobre firme fundamento.
No mucho después la guerra
dio fe de que esto era cierto.  50

Porque un día José Gill
cayó herido y casi muerto
tras una de sus hazañas
de incansable condotiero.

Y fueron los liberales  55
por él helados de miedo,
quienes salvaron su vida
afrontando más de un riesgo.

Pero aquí no he de contar
los incidentes del cuento.  60
Me contento con decir
que el suceso es verdadero.6

Enero 7,

1998



  —71→  

ArribaAbajoJosé Gill, el condotiero



José Gill, hombre sin par
y con todo el mundo amable,
nunca falta si hay reyertas
y líos entre compadres.

Tampoco falta si hay fiestas  5
en cien pueblos y ciudades.
A él lo quieren y respetan
su valor en todas partes:

lo quieren rojos y azules
con simpatías iguales.  10
Y aunque tiene sus defectos
nunca de él se queja nadie.

Le dicen: «-Ataque el pueblo.
-¿Cuál pueblo? -El de González
y Servín, los estancieros,  15
y famosos comerciantes».

Acampa él sin vacilar
en los mismos arrabales.
Sus mercenarios son tropa
de apariencia formidable.  20
—72→

En el pueblo cunde el miedo
aunque el silencio es muy grande:
donde las tropas acampan
sólo hay humos en el aire.

José Gill no ataca: espera  25
reacciones a él favorables.
Llegan vinos y licores,
y como peces y panes
se multiplican los dones
que aportan los habitantes:  30

Lechones muy bien asados,
apetitosos hojaldres,
dulces de leche y guayaba,
que hasta a los muertos dan hambre.

Y banquetean las tropas  35
con las más sabrosas carnes,
golosinas exquisitas
y bebidas a raudales.

Del pueblo sitiado vienen
con música las beldades  40
y las poleas ya electrizan
hasta a ancianos venerables.
—73→

Al final llegan del pueblo
los esperados caudales:

José Gill levanta el sitio  45
sin alardes militares
y abraza a nuevos amigos
y a muchachas de buen talle.





  —75→  
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