Este tramo -no por infrecuente menos cierto, en tierra
paraguaya- se inscribe, con sus trazos temporales internos,
dentro de la mejor tradición hispanoamericana, heredera
de voces lejanas convertidas en propias con el andar de los
siglos. Y es que Hugo Rodríguez-Alcalá, desde
sus libros iniciales, ha sabido darle a su concepción
lírica -dicho esto en un tono genérico- la
amplitud que le permitiría sumar la experiencia del
ayer cumplido a las instancias de lo porvenir.
Aunque a
simple vista, no lo parezca, el aire reminiscente que informa
un amplio sector de su obra, está implícito
en la mayoría de sus poemas, asediados muchos de ellos
por el recuerdo inmaterial de la patria -hogar paterno, gentes,
cosas, sucesos cotidianos recuperada a la distancia tras
un largo vivir y desvivir en tierra extraña.
Su primera
propuesta -que ha informado con posterioridad su retorno
al solar nativo- ha consistido en ajustar la expresión
a una temática local iluminada por reflejos universales.
Y esto señalado sin hipérbole, porque la justicia
literaria también debe existir, pertenece a la silenciosa
y no siempre comprendida andanza de la poesía de todas
las épocas en este perdido ángulo sur de nuestra
América.
Busca el poeta su camino más claro
en el romancero, vuelto hacia lo que le es propio en una
tarea de recreación que en verdad es creadora, para
acercarlo a un lenguaje, que, para mayor paradoja, se valga
de lo cotidiano, trascendiéndolo. Demás está
agregar que su acierto más evidente ha consistido
en la denominación de tierra adentro para representar
a este haz de
—6→
destrezas poéticas en las cuales el
rigor de la memoria, sin excluir la fresca y necesaria espontaneidad,
asoma a un panorama de profundos registros espirituales que
tocará al lector o al crítico situarlos en
su auténtica dimensión.
Habrá que recomendar
esta nueva aportación de Hugo Rodríguez-Alcalá
que lo aproxima a las vertientes -en su caso cristalinas
y a la vez raigales- de la Nación paraguaya en su
pueblo. Y ponderar el advenimiento de este libro será
como poner alas al Paraguay de siempre.
Raúl Amaral
(Isla Valle de Areguá, marzo de 1999)
—7→
Elección de Irala
(1544)
I
Reinaba en el mundo Carlos
-que era el primero en España
y que, como emperador,
era el quinto en Alemania.
En Asunción, una
aldea
5
no mucho antes fundada,
-toda una revolución,
la primera en serie larga
depuso a aquel Alvar Núñez
que era... Cabeza de Vaca.
10
(De haber sido ésta
de Toro
nunca aquello le pasara).
Fue entonces
cuando eligieron
al habilísimo Irala
gobernador
en el vasto
15
confín: Río de la Plata.
Y es que el año treinta y siete,
el emperador
firmara
la Cédula celebérrima
que mandaba:
las vacancias
20
en el mando de esas tierras,
habrán
de ser subsanadas
por el voto popular:
¡Tan lejos la
Corte estaba
—8→
de la aldea de ultramar!
25
Los
fieros conquistadores
bien claro la recordaban:
y mientras
que, prisionero,
Alvar Núñez iba a España
en una nave rebelde
30
-la Comuneros llamada,
asumía
un legal mando
aquel Martínez de Irala.
II
Este histórico romance
debe apoyarse
en lo cierto.
35
Aquí no lucen metáforas
que abundan en otros versos:
a fuegos artificiales
preferiremos los hechos.
A principios del
reinado
40
del dicho Carlos primero,
hubo una sublevación,
un popular movimiento
contra duras exacciones
del Rey y los extranjeros
45
en altos cargos. Odiosos
resultaban los flamencos.
La Corte extraña exigía
intolerables impuestos.
—9→
Llamáronse
los alzados
50
contra su Rey, Comuneros.
Mil quinientos
Veintiuno
fue el año en que el movimiento
terminó
en una batalla
ganada por el ejército
55
de Carlos,
y los rebeldes.
Padilla y otros murieron
en el cadalso.
El
Común
fue
sinónimo de pueblo.
60
Movimiento «democrático»
en España, tuvo ecos
en la remota Asunción,
con los rebeldes arrestos
de los secuaces de Irala,
65
aquellos que depusieron
al de Cabeza de Vaca.
Llamáronse «Comuneros»
los sediciosos, y «Leales»
los que el gobierno perdieron.
70
El derecho de elegir
gobernadores el pueblo
fue en el Común de Asunción
excepcional privilegio
durante casi dos siglos
75
en todo el hispano imperio.
—10→
Tocante a las consecuencias
más abajo las veremos.
Octubre
1998
—11→
Entre el yugo y la horca...
La última hora
de los condenados
no había llegado, sin embargo.
Las maquinaciones de Irala les tenía
reservado
un suceso
verdaderamente extraordinario.
5
Preparados
a bien morir, Ortiz
de Vergara y Alonso Riquelme
recibieron
la última noche, de labios
de su confesor Francisco
de la Rada,
la singular oferta de morir en el
10
patíbulo
o ganar la libertad para él
y sus amigos casándose
con dos de
las hijas del gobernador.
Marco Antonio
Laconich
Caudillos de la conquista
—13→
Entre el yugo y la horca
Alonso Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara
(Siglo XVI)
¡Qué sonoros apellidos
tienen los dos condenados!
El uno, Ortiz de Vergara,
el otro, no menos rancio,
es Riquelme de Guzmán.
5
Mas estos dos hijosdalgo
no son parciales de Irala,
el caudillo vascongado.
Irala, el gobernador,
no absuelve a sus adversarios.
10
Mañana por
el verdugo
de la horca serán colgados.
El de Vergara y Riquelme
han ido al confesionario,
y el sacerdote a los dos
15
absolución les ha
dado.
Muy responsable el verdugo
ya ha preparado
el cadalso:
las sogas son excelentes
y está
muy limpio el tablado.
20
Fervorosamente rezan
—14→
los hidalgos entretanto.
E Irala concibe un plan
de político taimado.
Tiene él dos hijas
hermosas
25
de muy atractivo encanto,
que en dos indias
principales
promiscuamente ha engendrado:
Ursula y
María son
de trece o catorce años.
30
Sus cuerpos, esculturales.
Sus ojos grandes, rasgados.
Don Alonso y don Francisco,
ardientes mozos hispánicos,
más de una vez las han visto,
35
y, claro está,
deseado.
Dos huríes guaraníes
de aquel Edén Mahometano
que regía el
lujurioso,
duro y despótico vasco.
40
(Paraíso de Mahoma
a la colonia han llamado,
por sus huríes morenas
en los tiempos que evocamos).
Irala concibe un plan:
45
¡como ya hemos anunciado!
ofrecer en matrimonio
—15→
sus hijas a los contrarios
los cuales deben optar
entre el altar o el cadalso.
50
Consideraron los reos
el yugo mucho más
grato
que la horca, y sin vacilar
por las huríes
optaron.
El yugo matrimonial,
55
tan gratamente
aceptado,
convirtiose en más de un
genealógico
árbol:
de las huríes descienden
guerreros,
próceres, magos.
60
Septiembre,
1998
—16→
Addendum no indispensable
A presencia de los presos
traen las
mozas morenas,
de bustos esculturales
y bien torneadas
piernas.
Otros detalles se omiten
5
respetando la decencia,
y eso que, en las circunstancias
más que diosas,
eran bellas,
con sus negras cabelleras,
y otros encantos
no dichos
10
de voluptuosas promesas.
Ortiz
de Vergara elige
a María, dulce, esbelta,
de
cintura modelada
en curvatura perfecta.
15
Ursula, ha tiempo fascina
a Alonso Riquelme y ésta
lo sabe a fuer de mujer.
La boda no fue problema.
Así, ya en vez de adversarios
20
tendrá
Irala parentela:
muy oportuna alianza
al crecer su
descendencia.
—17→
Paz hoy reina en la Provincia,
paz mas o menos incierta,
25
siempre hay brotes de anarquía
entre esa gente guerrera,
naturalmente insumisa.
¡Qué historia la historia nuestra
desde
el siglo dieciséis
30
-¡hasta nuestra misma época,
en que el poder, el poder
corrompe, enfurece y ciega?
Octubre
1998
—18→
Irala y la yernocracia
Se puede afirmar... que Irala no tuvo ya necesidad de
llevar a los capitanes Gonzalo de Mendoza y Pedro Segura
al pie de la horca para concertar los casamientos...
Marco
Antonio Laconich
¿Quién era Alcalde
Mayor
bajo el gobierno de Irala?
Un yerno suyo,
un Mendoza
hidalgo de ilustre casa.
¿Y Alguacil
Mayor? Alonso
5
Riquelme, que se salvara
de la horca,
por sus bodas
con hija niña de Irala.
Otro Alcalde era otro yerno:
Francisco Ortiz de Vergara,
10
según queda antes escrito
en estas semibaladas.
Un poblador de Asunción
envía
al Rey una carta:
«Esta tierra» -el Paraguay
15
«Es
sólo para el que manda,
para sus hijos y yernos,
—19→
sus compadres de Vizcaya,
y algunos de Extremadura,
todos parientes de Irala».
20
La población
era ínfima,
mas la justicia abundaba:
rige
el Alcalde Mayor
cinco Alguaciles con varas:
todos
parientes, que ejercen
25
su poder en la comarca.
Yernos, yernos y los deudos
de estos yernos, con Irala
al frente de todos, forman
poderosa yernocracia.
30
Capitán era Mendoza
de conocida prosapia;
capitán Pedro Segura,
Hombre de muchas agallas.
Pues bien, ¿Por qué no casarlos
35
con otras hijas,
con una
habida en la india Águeda,
y otra
más joven, Ginebra,
muy bellamente llamada?
con nombre tal adornada?
40
Hermosa haría este nombre
a quienquiera lo
llevara.
—20→
La conquista de los dos
capitanes
no fue ardua.
La amenaza de la horca
45
era superflua
amenaza.
Con ellas los capitanes
se casan de buena
gana.
Cuatro oficiales Reales
eran contrarios
de Irala;
50
Irala con cuatro yernos
hábilmente
los reemplaza.
Seguro está en su gobierno
el caudillo de Vergara:
firme se ha hecho, invencible,
55
la potente yernocracia.
Noviembre
1998
—21→
«La guerra de las comunidades»
Y es, entonces, cuando estalla el general alzamiento, la
lucha cruenta que en la Historia de España se denomina
Guerra de las Comunidades. Los partidarios, héroes
y mártires de este movimiento, denominados Comuneros, serán los esforzados defensores beneméritos
de los derechos populares, que las Comunidades fueran gestando
siglo tras siglo.
Sin embargo poseía cualidades esencialmente viriles,
que lo hacían simpático, chispeante causer
que dicen los franceses, consumado bailarín, valiente
hasta la temeridad, gimnasta con articulaciones de caucho
-pateaba con los dos pies, a un mismo tiempo, eximio jinete
y esgrimista de primer orden, atraía a los hombres
y seducía a las madres, con las cuales solía
mostrarse zalamero, cuando así convenía a sus
planes... De buena planta, bien parecido, con la espalda
recta como la cuerda de un arco, vestía con prestancia
y donaire el uniforme militar: impecables sus botas de charol,
ceñida la levita de corte prusiano, centelleante la
vaina niquelada del sable que portaba invariablemente en
la mano izquierda...