Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Sancho Panza y el carnaval salomónico (Batucada Barataria)1

Melvin Campos Ocampo

Tatiana Herrera Ávila



«Mi genio es festivo, el asunto trágico».


(Fray Servando Teresa de Mier)                


«Si estoy en contra del estado del mundo no es
porque sea un moralista, sino porque quiero reírme más».


(Henry Miller)                







1. Prae ludus (antes del carnaval...)

El Quijote es un libro sorprendente. Tal vez sea innecesario decirlo, pero siempre hay elogios que merecen reafirmarse. Las impresionantes complejidad, profundidad y variedad de sus filosofías e historias lo hacen un texto virtualmente inagotable. Nosotros pensamos que lo es.

En las páginas siguientes nos centraremos en uno de los episodios que más extrañeza causa en el lector del texto cervantino: Sancho Panza, gobernador de la Ínsula Barataria2. La sorpresa puede venir de la impresión al ver cómo se cumple la promesa hecha por don Quijote al escudero -de convertirse en la flor y nata de los insulanos gobernadores-, hasta la maravilla de ver cómo el rústico e ignorante labrador se transforma en el más sabio y compasivo líder de una ciudad. Sin duda, el episodio más llamativo es cuando Sancho demuestra su discreción al solucionar varios dificultosos casos. La lucidez que evidencia, ineludiblemente, remite a la más famosa sabiduría que líder alguno tuviera: la de Salomón. El propio texto apoya esta idea cuando afirma que sus súbditos vieron en Sancho a «un nuevo Salomón». De modo que el famoso legislador hebreo parece ser el modelo que sigue el texto para erigir al rústico escudero en el gran gobernador Sancho Panza.

Ahora bien, sabemos que el Quijote es una novela fundamentalmente carnavalesca3. Aparte de su gran complejidad filosófica, además funciona como una irreverente parodia a los más sagrados estamentos políticos, religiosos y culturales que la humanidad ha tenido desde unos dos milenios para acá. Con eso en mente, una pregunta acicatea. ¿Será Sancho cómplice en esta desarticulación sistemática del orden? ¿Qué papel juega la Ínsula Barataria en este complot? ¿Será Salomón, el sabio, algo más que un modelo para la sabiduría del gobernador? Ése es nuestro móvil4.

Partiendo de la teoría de Bajtín sobre el carnaval, primero, estableceremos las coincidencias entre Sancho Panza y Salomón5 en un nivel diegético y, luego, revisaremos la parodia del refranero bíblico realizada por don Quijote. Así las cosas, vamos al carnaval...




Sanchomón y el Señor del Carnaval (Los invertidos)

En primera instancia, enfocaremos nuestro estudio hacia las coincidencias diegéticas que hemos encontrado entre Sancho y Salomón, en busca de una parodia que invierta la historia bíblica y la rearme para formar la historia de la sanchesca gobernanza. Por este motivo, parece necesario detenernos un momento para explicar cómo funciona el mecanismo de la parodia y su relevancia en el carnaval.

Como es sabido, el carnaval -como categoría cultural y discursiva- proviene de una serie de festejos medievales que representaban una inversión del mundo oficial, noble y religioso.

«... era el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes».


(Bajtín 1990: 15)                


En estas festividades, los oprimidos se burlaban de las autoridades de la iglesia y la nobleza, se liberaban de su represión, el desenfreno corría desnudo por las calles, no había castigos, no había ley. Era un sabotaje a la cultura oficial realizado por la cultura popular. Desvirtuar. Desenmascarar. Desarticular. Irreverencia. Anarquía. Inversión. El signo era la risa. El nombre: carnaval. Y para llevar a cabo esta desestructuración social, se echa mano de una forma discursiva particular: la parodia.

La parodia funciona mediante la construcción de un doble burlesco del objeto parodiado, hecho que se puede llevar a cabo a través de dos caminos: reunir el objeto con elementos ajenos a él por definición o, a modo de caricatura6, resaltar mucho sus defectos. Se trata, pues, de un discurso contestatario ante el poder, que lo parodia, se burla de él para criticarlo. Por ejemplo, cuando el carnaval parodiaba los vicios ocultos de algún eclesiástico, lo ponía en escena oficiando misa mientras sodomizaba a un monaguillo. Así, se montaban dobles paródicos de los arquetipos más respetables de aquella sociedad.

«[En la literatura cómica latina de la Edad Media] surgen dobles paródicos de los elementos del culto y el dogma religioso. Es la denominada parodia sacra, uno de los fenómenos más originales y menos comprendidos de la literatura medieval. [Mientras que en la literatura cómica en lengua vulgar] lo predominante eran sobre todo las parodias e imitaciones laicas que escarnecen al régimen feudal».


(Bajtín 1990: 19-20. El resaltado es del original)                


De esta manera, como veremos, cada uno de los rasgos de Sancho en su insulana gobernanza, establecen una relación paródica con el regente hebreo. Ahora, puntualicemos en las características para, luego, ir analizándolas, anotando las divergencias y mostrando los procesos de parodia y carnavalización que hacen que, partiendo de Salomón, se pueda llegar a Sancho. En orden de aparición:

SANCHO, EL GOBERNADORSALOMÓN, EL REY
1. Obtiene el gobierno por un factor externo: Voluntad del duque.1. Obtiene el gobierno por un factor externo: Voluntad del dios hebreo.
2. Corre peligro de perder el gobierno: Ataque del Eclesiástico.2. Corre peligro de perder el gobierno: Ataque de Adonías.
3. Recibe instrucciones para gobernar: Consejos de don Quijote.3. Recibe instrucciones para gobernar: Consejos de David.
4. Gobernador de la Ínsula Barataria, mundo carnavalizado4. Gobernador de Israel, «pueblo de Dios», mundo sacralizado.
5. Inicio de gobierno. Desfile de bienvenida.5. Inicio de gobierno. Desfile de bienvenida.
6. Muestra de sabiduría: solución de tres casos.6. Muestra de sabiduría: solución de un caso.
7. El poder externo que lo ha investido gobernador -duque- advierte sobre el peligro de perder el gobierno por espías que envidian su ingenio.7. El poder externo que lo ha investido gobernador -su dios- advierte sobre el peligro de perder el gobierno por su falta de fe y de rectitud.
8. Se hace justicia: Sancho «limpia» la Ínsula Barataria de criminales.8. Se hace justicia: Salomón «limpia» Israel de otras etnias.
9. Nuevas muestras de sabiduría: casos nocturnos de la ínsula y caso del río.9. Nueva muestra de sabiduría: caso de la reina de Saba (sólo mencionado).
10. Sabiduría se recuerda en libro perdido.10. Sabiduría se recuerda en libro perdido.
11. Pese a sus virtudes, pierde el gobierno.11. Por sus errores, pierde el gobierno.
12. Se va honrosa y limpiamente.12. Se va indecorosamente.

Solo echar un vistazo al listado de características podría bastar para formarnos una idea de las convergencias entre la ruta que sigue Sancho en su gobernación y el reinado salomónico. Pero detengámonos un poco más en cada una. Seguiremos el orden de las fábulas por ser el que los textos plantean por sí mismos.


2.1. Quien otorga el poder

Lo primero que salta a la vista es que ambos gobiernos son entregados a los respectivos gobernantes por una voluntad externa, un poder ajeno a ellos, distinto del mundo que conocen. En el caso de Sancho, se lo entrega el duque:

«... Sancho amigo -dijo a esta sazón el duque-; que yo, en nombre del señor don Quijote, os mando el gobierno de una [ínsula] que tengo de nones, de no pequeña calidad».


(Cervantes 1988: 267-8)                


La obtención de este gobierno es el fin último de la búsqueda de Sancho a través de toda la novela. Sancho ha logrado lo que salió a buscar con don Quijote, desde el principio. Ha cumplido su destino. En el caso de Salomón, Yahvé es quien le otorga el reino por medio de una promesa que David le ha debido hacer al dios hebreo:

«-Juro por el Señor, que me ha librado de toda angustia, que lo que le juré al Señor, el Dios de Israel, te lo cumpliré hoy mismo: tu hijo Salomón subirá al trono en mi lugar y reinará después de mí».


(Reyes I: 1, 29-30)                


Contrario a lo que se podría pensar, Salomón no tiene derecho legítimo al reinado de Israel, pues es el hijo menor y, por derecho de sangre y primogenitura, le habría tocado a Adonías. Pero Yahvé intercede ante David para que le otorgue la corona a Salomón, predestinado a gobernar. Así, cuando Salomón es ungido gobernador, ha cumplido su destino. De manera que no sólo ambos gobernantes obtienen sus países por injerencia de voluntades poderosas y externas a sus circunstancias, sino que de antemano estaba decidido que los obtuvieran.

Nótese que, así como Yahvé le otorga el gobierno de Israel a Salomón, así el duque le da la ínsula a Sancho. Se establece con ello una atrevida y carnavalesca equivalencia entre el dios hebreo y el duque: ese dios todopoderoso, paradigma de la seriedad y ser exento en su totalidad de rasgo cómico alguno, se reconstruye como un personaje burlón que ha montado una magna broma para caballero y escudero, un irreverente duque que es en sí mismo una burla de la nobleza. Además, la ínsula le es entregada a Sancho falsamente y en medio de una escena burlesca (Cervantes 1988: 267); de ello, cabe esperar que ahí se vaya a representar una farsa para burlarse del tonto gobernador. Inclusive, tal vez hasta podríamos vislumbrar una carnavalización del texto sacro -casi rayana en la herejía-: un planteamiento filosófico que considerase el mundo como una broma divina. Así como el duque ha creado esta broma para Sancho, el dios judeocristiano tiene al ser humano viviendo una broma, un mundo falso, un teatro ridículo que el hombre ilusamente cree gobernar, pero donde es sólo un payaso que provoca la divina risa.




2.2. Al filo del abismo (Parte I)

Una vez obtenido el gobierno, ambos regentes corren peligro de perder sus respectivos poderes: Salomón ve amenazado su dominio por la intervención de Adonías, el anterior y legítimo aspirante al trono de David.

«Adonías, hijo de David y de Haguit, se levantó en armas y dijo que él sería rey. Se hizo de carros de combate, y de caballería, y de una guardia personal de cincuenta hombres».


(Reyes I: 1, 5)                


El gobierno de Salomón es salvado por intervención del profeta Natán, quien avisa a su madre del complot de Adonías y la lleva ante David para recordarle la promesa del dios hebreo -que Salomón sería rey de Israel-. Ante esto, David accede y nombra rey a su hijo menor (Reyes I: 1, 29-30). Por su parte, el gobierno de Sancho también corre peligro, cuando el eclesiástico decide enfrentarse a los duques, con ánimo de desenmascarar la celada que se está representando en la ducal residencia.

«-Por el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio Vuestra Excelencia como estos pecadores. ¡Mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras...!».


(Cervantes 1988: 268)                


Con esta imprecación, el eclesiástico regaña al duque por haber concedido a Sancho el gobierno de la ínsula. Sancho sale en su defensa argumentando que él es tan bueno como cualquiera para gobernar y más aún que ha aprendido discreción de tanto andar con don Quijote (Cervantes 1988: 268). El asunto no pasa a más y Sancho se dispone a gobernar.

Como vemos, el carnaval quijotesco toma el texto original sobre Salomón y lo invierte. En primer lugar, el atacante de Salomón es un traidor al dios hebreo y a la corona israelí, mientras que el detractor de Sancho es un eclesiástico, un representante de la Iglesia. Esta inversión es tremendamente radical, pues se burla de la institución más intocable del Renacimiento: coloca a un miembro de la institución que se proclama protectora de esa tradición judaica, a representar el papel del villano de la leyenda hebrea; un representante del dios es igualado al traidor de la incontrariable voluntad divina.

Por otra parte, el reinado de Salomón lo defiende Natán (representante de su dios), mientras Sancho debe defenderse solo. Esto coloca a Sancho en una posición más respetable que a Salomón: el hijo de David es un pusilánime, incapaz de defenderse, mientras que el escudero es valeroso y autosuficiente.




2.3. La ley del padre

La siguiente convergencia se da en los consejos para gobernar que cada uno de los designados regentes recibe de sus respectivos mentores. Salomón es llamado por el moribundo David para darle varios consejos:

«Voy a emprender el último viaje [...] Cumple las ordenanzas del Señor tu Dios, haciendo su voluntad y cumpliendo sus mandamientos, decretos y mandatos, según están escritos en la Ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas. También para que el Señor confirme la promesa que me hizo, de que si mis hijos cuidaban su conducta y se conducían con verdad delante de él, con todo su corazón y toda su alma, nunca faltaría en mi familia quien ocupara el trono de Israel».


(Reyes I: 2, 2-4)                


Como vemos, David le propone a Salomón un código de vida que, si cumple fielmente, asegurará su reinado por mucho tiempo. Fundamentalmente, le recomienda cumplir las leyes mosaicas, condición única para mantener el favor divino. Más adelante veremos la incapacidad de Salomón para seguir los consejos de David y sus consecuencias. De esta misma manera, antes de ir a gobernar la Ínsula Barataria, don Quijote le hace varias recomendaciones a Sancho:

«Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada».


(Cervantes 1988: 340)                


Hemos dedicado un apartado a la influencia de la sabiduría salomónica en estos consejos que don Quijote da a su escudero, por lo que ahora sólo nos centraremos en la burla de la escena de David aconsejando a Salomón. En principio, el caballero se refiere a Sancho utilizando el apelativo «hijo», lo cual establece una relación entre el pasaje bíblico y el quijotesco: se trata de dos padres aconsejando a sus hijos cómo gobernar. Debemos señalar que el primer consejo de ambos es igual: tener presente a su dios.

David da a Salomón otros consejos referentes a venganzas fallidas que, una vez muerto el padre, el hijo deberá cumplir cabal y violentamente. Por ser muy puntuales en la historia bíblica -con nombres, pelos y señales- no aportan nada a nuestro estudio y no los tomaremos en cuenta (Reyes I: 2, 5-9). Por su parte, a diferencia de los viscerales consejos de David, don Quijote da una serie de consejos mucho más valiosos: tener a Dios siempre presente, buscar el autoconocimiento, no dejarse guiar por mujeres hermosas, no castigar con palabras al que ya lo fue con hechos, ser compasivo, humilde y virtuoso, justo y equitativo, piadoso y clemente. Luego don Quijote da otros consejos de comportamiento: cortarse las uñas, andar bien presentado, no comer ajo ni cebolla, hablar con reposo, comer y beber poco, no decir tantos refranes, montar bien y no comparar los linajes de dos personas. Recordemos estos consejos, pues es el cumplimiento de ellos lo que dará al traste con el gobierno de Sancho Panza.

De hecho, toda la escena en que don Quijote aconseja a Sancho es una inmisericorde carnavalización del momento solemne en que David aconseja a Salomón. Por un lado, está la ceremoniosa y respetable escena del rey y héroe hebreo que en sus postreros momentos aconseja a su respetuoso hijo, predestinado a ser el más sabio gobernante, sobre cómo ha de vivir su vida y regir a su gente para que la bendición divina perdure. Este gravísimo pasaje se parodia en una divertida y no muy solemne farsa en que el caballero loco aconseja a su escudero sobre cómo conducirse en su gobierno y en la que, mientras el señor sentencia sus consejos, el bufón escudero está charlataneando diciendo que no sabe leer, que no los puede anotar y que los olvidará. De hecho, la escena finaliza cuando Sancho dice que no recuerda ni el primero de los consejos que don Quijote le dio (Cervantes 1988: 345-346). Así que, mientras Salomón escucha respetuoso, Sancho anda revoloteando por la habitación en gran alharaca.

Por otro lado, llama la atención la equivalencia establecida entre David y don Quijote. David es el gran héroe hebreo -por encima de Sansón y Josué- que logró consolidar el reino, defenderlo del invasor filisteo siendo sólo un niño, y convertirse en un ejemplo de rectitud para el pueblo judío. Pero don Quijote es todo lo contrario: es el alfeñique que desea ser héroe, el vejete caballero burlesco que ataca rebaños de cabras, que no es ejemplo más que para el escudero todavía más bufón que su amo. De modo que, al tomar como modelo al gran David para semejante consejero, se da la producción de una parodia carnavalesca que toma al rey y lo convierte en un burdo remedo de caballero.

Parte del proceso de carnavalización y de inversión de órdenes -la reversibilidad-, se da en los consejos de ambos. Mientras David aconseja a Salomón que mantenga a su dios frente a todo y que mate a todos los enemigos que él no pudo matar en vida, don Quijote le otorga a Sancho una serie de consejos valiosísimos, que muestran gran entendimiento y que son de mucha utilidad para la vida, tanto de gobernador como de cualquier persona. Así don Quijote da consejos útiles, inteligentes y prácticos, mientras David se deja llevar por la sed de venganza. En pocas palabras y por duro que suene, el texto deja al rey David como un déspota inescrupuloso, a la par del sabio don Quijote.




2.4. La otra cara del mundo

Continuando la historia, es necesario detenerse un momento a estudiar qué clase de reino le toca a cada gobernante. Salomón, por su parte, heredará el trono del pueblo elegido, el único digno de su dios, el mundo sacro de los hebreos, los que tienen derecho por venia divina a destruir cuanto se les antoje, a conquistar por la fuerza la tierra prometida, porque ellos -y solo ellos- son el pueblo que su dios (el Único Dios) bendice, protege y permite llevar a cabo esos desmanes7.

Por otro lado, el lugar que le toca gobernar a Sancho es un mundo de burla, es un gran montaje burlesco del mundo «real», un universo de farsa, de representación falseada, un mundo carnavalesco, un mundo al revés, donde todo estará trastrocado y retorcido, donde nada es verdad. Es la llamada Ínsula Barataria. Sin embargo, la ínsula no es tal, sino una villa bajo el mandato del duque. El sólo nombre del lugar sugiere una burla:

«Diéronle a entender que se llamaba la ínsula Barataria, o ya porque el lugar se llamaba Baratario, o ya por el barato con que se le había dado el gobierno».


(Cervantes 1988: 359)                


El narrador sugiere únicamente dos posibles interpretaciones para el nombre «Barataria». La primera es porque en efecto era su nombre. Bastante clara. Pero además plantea que puede existir una interpretación menos inocente, que puede haber una doble intención en el nombre de la ínsula. Y de acuerdo con él, el nombre es una burla a la facilidad con que Sancho obtuvo el gobierno (así como hoy muchos políticos obtienen sus puestos). Pero es factible encontrar otras interpretaciones.

Por un lado, una ínsula, una isla, es un lugar apartado del mundanal ruido de las ciudades, alejado de las tentaciones, ideal para la iniciación, es un lugar -en buena medida- mágico, místico, donde todo puede ocurrir (Chevalier 1999: 595). Por otra parte, el nombre «Barataria» muestra que se trata de un lugar de poco valor, de baja ralea, y puede hasta sugerir que fue mal habido. De modo que estamos en un espacio de acceso al pueblo, popular. Por último, ninguna isla es barata y, peor aún, no existe isla alguna que esté rodeada por tierra: esto es por definición imposible. Es un lugar donde lo imposible es posible, donde se cambia el orden, donde todo está al revés. Es el escenario del carnaval.

Esta inversión del orden establecido es fundamental en el mundo carnavalesco, pues éste se construye como una versión burlona del mundo que las sociedades medievales debían vivir diariamente.

«Se caracteriza principalmente por la lógica original de las cosas "al revés" y "contradictorias", de las permutaciones constantes de lo alto y lo bajo, del frente y el revés, y por las diversas formas de parodias, inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos bufonescos. La segunda vida, el segundo mundo de la cultura popular se construye en cierto modo como una parodia de la vida ordinaria, como un "mundo al revés"».


(Bajtín 1990: 16)                


En el «mundo real», el rey reina, el papa es ley divina, el sacerdote es puro, la reina es casta, el noble es noble, el caballero es héroe valiente y el siervo vive marginado. Pero en el carnaval, ese «mundo real» se invierte: el rey y el papa son tontos bufones, el sacerdote es sodomita, la reina es una prostituta, el noble es un patán, el caballero está loco y el siervo sale de su marginación para convertirse en rey.

Un mundo donde se profana lo más sagrado, lo más noble se degrada, lo más rígido se retuerce, lo normal se invierte. Mundo que es otra versión del mundo (subversión, inversión, perversión). Mundo alterno cuya ley es la risa, la burla, la parodia. País de las Maravillas lleno de nobles ridículos. Instrumento de liberación de tensiones, lugar donde se reinterpretan los papeles, se invierten los estratos, se revalora lo popular, se le da poder al desposeído. El mundo al revés.

Así, de acuerdo con la lógica invertida del carnaval, el universo sacro de judíos y cristianos se invierte: ahí nada es real, no existe certeza alguna. Los héroes y santos hebreos se trastruecan en bufones disfrazados de guardas, soldados y maestresalas. Los reverendos sacerdotes que aconsejan el comedimiento alimenticio (porque la mesura los acerca a su dios), se transforman en médicos burlones que aconsejan no comer sólo para reírse del hambriento. Los hermosos, sabios, respetables y heroicos gobernantes terminan deshechos en un gordo, barbudo, analfabeto, sucio, ignorante y burdo labrador hecho gobernador. Es un mundo retorcido. El mundo burlón del carnaval.




2.5. El señor del carnaval

La figura más importante de este universo retorcido es el Señor del Carnaval, en tanto él es el signo que metonímicamente representa mejor la intención carnavalesca: la burla del feudalismo y de sus instituciones. Aunque era conocido con muchos nombres, siempre mantenía la misma significación crítica del sistema oficial. Dos denominaciones particulares son muy representativas de ello: el «Rey de los Tontos» -escarnio a la nobleza- y «Papa de los Locos»8 -parodia de la Iglesia- (Bajtín 1990: 19).

Tan grande es la burla que el Señor era elegido «democráticamente» por la asamblea del carnaval, gracias a sus cualidades de fealdad o comicidad. Este acto resulta una abierta crítica a la forma inquebrantable de gobierno feudal. Luego se procedía a la ceremonia paródica imitando una coronación o una ordenación religiosa. Posteriormente, el Señor del Carnaval era tratado como un rey: alabado por todos, tomaba parte en las parodias de las ceremonias y tenía un lugar privilegiado para presenciar las fiestas. De modo que este personaje es símbolo fundamental de la fiesta, él encarna la risa trágica de la fiesta carnavalesca, la crítica ácida, la burla escarnecedora (Bajtín 1990: 19).

Y, justamente, a partir de este aspecto se puede establecer otro de los vínculos entre Sancho y Salomón: ambos reciben un desfile inaugural festivo como recepción a su gobierno. Cuando Salomón es nombrado rey de Israel, toda la ciudad de Jerusalén vibra en una fiesta:

«... montaron a Salomón en la mula del rey David, y lo llevaron a Gibón. Allí el sacerdote Sadoc tomó del santuario el cuerno con el aceite y consagró como rey a Salomón. A continuación tocaron el cuerno de carnero, y todo el pueblo gritó: "¡Viva el rey Salomón!". Luego todos siguieron tocando flautas. Era tal su alegría que parecía que la tierra se partía en dos».


(Reyes I: 1, 38-40)                


Así la llegada de Salomón al trono es festejada con gran alborozo por todo el pueblo de Jerusalén. De igual forma se festeja la llegada de Sancho a su gobierno. Con la importante diferencia de que en el caso de la sanchesca llegada se presenta una clara situación carnavalesca, la cual inicia con el gran desfile para recibir a este nuevo «gobernador».

«Al llegar a las puertas de la villa, que era cercada, salió el regimiento del pueblo a recibirle; tocaron las campanas, y todos los vecinos dieron muestra de general alegría, y con mucha pompa le llevaron a la iglesia mayor a dar gracias a Dios, y luego con algunas ridículas ceremonias le entregaron las llaves del pueblo y le admitieron por perpetuo gobernador».


(Cervantes 1988: 359-360)                


Cargada de pompa, de alegría, de risa y diversión, seguida de ridiculeces, ceremonias falsas, burlas y mentiras, la entrada de Sancho en la ínsula coincide perfectamente con el esquema que propuso Bajtín para el desfile carnavalesco. Parte de los actos del carnaval eran las parodias de los actos oficiales (coronación del Rey de los Tontos en la festa stultorum) y de los sagrados (liturgias falsas con la risus paschalis), y eso es precisamente lo que presencia el lector en esta escena: una burla de las ceremonias oficiales y eclesiásticas, un desfile cómico realizado para honrar al Señor del Carnaval.

La presencia de Sancho Panza como gobernador de una ínsula representa por sí sola una subversión de los órdenes establecidos en la sociedad. Esto, pues el labrador, el representante de la casta más baja de la sociedad de su momento, es electo como gobernador, responsable por vidas y haciendas, es elevado a un rango nobiliario (Sancho es llamado «don»), es el Amo y Señor de un mundo al revés9.

De esta manera, la triunfal entrada de Sancho en la Ínsula Barataria no es sólo la entrada del Rey de los Locos, sino la parodia de la entrada en Jerusalén del Rey de los Judíos. Los ceremoniales de la unción del rey de los hebreos se convierten en una «ridícula» ceremonia de entrega de las llaves de la ciudad. Y el desfile de alegría por un nuevo rey se trastrueca en una fiesta carnavalesca donde cantan bufones y el principal motivo es la consumación de una gran broma, la llegada del rey falso, señor de los burladores, el bufón máximo: Salomón. Perdón: Sancho Panza.




2.6. El discreto gobernador y el rey sabio (¿?)

El episodio siguiente en los anales bíblicos es, tal vez, el más famoso de Salomón: cuando demuestra su enorme sabiduría, al emitir su famoso juicio en el caso de las prostitutas y el bebé. Recordémoslo. Dos prostitutas llegan ante el rey sabio y explican el caso. Viven juntas y recientemente ambas tuvieron sendos hijos. Una noche, una se recostó sobre su bebé y lo asfixió; astutamente, lo cambió por el de la que dormía dejándole el muerto. Al día siguiente, la madre del niño vivo encara a la otra, quien lo niega todo. Así llegan ante el rey: ambas reclaman la potestad sobre el niño vivo. Salomón las escucha porfiar, ordena cortar al niño en dos y dar una mitad a cada una. Una está de acuerdo y la otra ruega por la vida del niño pidiéndole al rey que lo entregue a la otra. Salomón sentencia y lo devuelve a la que trató de salvarlo, la única que sentía un verdadero amor por él: su verdadera madre (Reyes I: 1, 38- 40).

Ahora toca al recién llegado gobernador de este mundo trastrocado e invertido, el turno para demostrar que es digno de su puesto. Sancho va a mostrar su sabiduría. ¿Sabiduría? ¿Sancho? Conociéndolo y sabiendo que, además, es el Rey de los Tontos, cabría esperar todo lo contrario. Y, sin embargo, cuando se le presentan tres casos falsos10, evidentes bromas, él los resuelve de discreta forma.

  1. El caso del sastre y el porfiado. Un hombre va donde un sastre y le pide hacer una caperuza con una medida de tela. El hombre duda de la honestidad del sastre y comienza a porfiar con él para ver cuántas caperuzas puede sacar de una medida que evidentemente alcanza sólo para una. Acuerdan que se harán cinco caperuzas. El día de la entrega, el sastre hace cinco caperuzas diminutas. La sentencia es que, por tramposos, ambos pierdan dinero y trabajo.
  2. El caso del pago en falso. Un anciano ha prestado diez escudos a otro. Al cabo del tiempo, el prestamista reclama el dinero y el deudor dice haber pagado ya. Llevan el caso ante el gobernador. El deudor lleva un báculo. El prestamista exige un juramento. El deudor entrega el báculo al prestamista y jura haber pagado. El gobernador deduce que el dinero está escondido en el báculo y lo da al prestamista.
  3. El caso de la abusada y el estafado. Una mujer acusa a un hombre de haberla afrentado, siendo ella virgen. El hombre dice haber pagado por sus servicios corporales. El gobernador ordena al hombre pagar nuevamente, pero luego le manda quitar el dinero a la mujer. Ella lo defiende ferozmente y se demuestra que, de haberlo querido, fácilmente habría podido defender su honra contra el hombre.

Al resolver estas tres risibles querellas, Sancho demuestra sus capacidades para gobernar el Mundo del Carnaval. Pero lo más representativo de estos carnavalescos casos, no es la broma en sí, sino la discreción e ingenio de los que echa mano Sancho para resolverlos. Esto demuestra que el gobernador de los bromistas, el Rey de los Tontos, del cual se esperaría una gran simpleza, es más bien un hombre de gran sabiduría. De hecho, es acá cuando el texto sugiere la comparación clave:

«Quedaron todos admirados y tuvieron a su gobernador por un nuevo Salomón. [...] y el que escribía las palabras, hechos y movimientos de Sancho no acababa de determinarse si le tendría y pondría por tonto o por discreto».


(Cervantes 1988: 363)                


Así, Sancho se presenta como un nuevo Salomón: grandioso en su sabiduría e ingenio. No obstante, si revisamos los casos sanchescos y salomónico, hay algo que sorprende: mientras Salomón resuelve sólo un caso, Sancho resuelve tres. De manera que solo tenemos una simple prueba de la famosa sabiduría del rey hebreo, mientras tenemos tres del carnavalesco e insulano gobernador. El método de carnavalización llega en esto a uno de sus puntos superiores: Sancho Panza ha sido capaz de derrotar a Salomón en su propio terreno, la sabiduría. En otras palabras, así como don Quijote dejó tremendamente mal parado a David, Sancho Panza hace quedar a Salomón como un novato en cuanto a sabias decisiones judiciales se refiere. El Rey de los Locos ha derrotado al rey sabio.

En esto radica el extremo de las inversiones que se hacen en el carnaval baratario. Como es de esperar, un campesino, tonto y pobre, es erigido como gobernante del mundo al revés. Pero el orden se retuerce aún más y el que cabría esperar que sea un tonto se presenta como un nuevo Salomón, un hombre tan lleno de sabiduría que es capaz de detenerse a observar la naturaleza humana. Así, el insulano carnaval revalora la sabiduría popular, ese valioso conocimiento que se oculta entre las simplezas del pueblo.

Por si fuera poco, justo antes de perder su gobierno, Sancho resuelve otro enigma (que comentaremos más adelante) echando mano de los consejos de su maestro, el burlador de David, don Quijote de la Mancha. Y queda, entonces, el marcador en cuatro a uno. Tremenda goleada.




2.7. Al filo del abismo (Parte II)

Como la perfección no existe en el mundo, los dos gobernantes descubren que la bonanza puede no durar para siempre y, cuando todo va de maravilla en ambos gobiernos, los regentes reciben una peligrosa amenaza. A Salomón lo amenaza su dios:

«Pero si ustedes y sus hijos se apartan de mí, y no cumplen los mandamientos y leyes que les he dado, sino que sirven y adoran a otros dioses, yo arrancaré a Israel de la tierra que le he dado, arrojaré de mi presencia el templo que he consagrado e Israel será motivo de burla constante».


(Reyes I: 9, 6-7)                


De esta forma, el dios que le ha otorgado su reino, amenaza a Salomón con que, si incumple sus leyes, perderá el gobierno que tanto aprecia y por el que tanto rogó su padre. Algo similar le ocurre a Sancho, cuando recibe noticias del duque que le auguran una traición que busca quitarle la tan esperada ínsula:

«A mi noticia ha llegado, señor don Sancho Panza, que unos enemigos míos y desa ínsula la han de dar un asalto furioso, no sé qué noche; conviene velar y estar alerta, porque no le tomen desapercibido. Sé también por espías verdaderas que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio; abrid el ojo [...] Yo tendré cuidado socorreros si os viéredes en trabajo».


(Cervantes 1988: 375)                


Así, el duque -que es quien ha otorgado a Sancho el gobierno- advierte del peligro en que podría encontrarse a causa de su ingenio. No por haber faltado en algo a sus deberes, no por haber cometido errores en su función, sino por todo lo contrario: por su discreción. Esta es la más peculiar de las inversiones paródicas carnavalescas que el texto quijotesco realiza del bíblico: Sancho corre peligro de perder la ínsula por su sabiduría; el gobierno de Salomón peligra por su incapacidad de cumplir como gobernante y como súbdito de su dios. Sancho peligra por su virtud y Salomón por su error.

Por otro lado, notemos la aparición -de nuevo- de la equivalencia entre el serio dios hebreo y el burlón duque. Pero, por si fuera poco, el dios hebreo advierte a Salomón amenazándolo con quitarle el gobierno si le falla en su respeto y fe. Por su parte, el duque ofrece a Sancho su incondicional apoyo ante un eventual peligro. El dios hebreo se muestra como enemigo, mientras el duque lo hace como aliado: el duque es mucho más misericordioso y bueno que el dios hebreo. Dios es carnavalizado.




2.8. Justicia miope y compasión ciega

Seguidamente, para cuidar su regencia, los gobernantes continúan realizando sus labores de bondad, sabiduría y justicia. Salomón busca «hacer justicia» a la hebrea y limpia Israel de otras etnias.

«En cuanto a los habitantes amorreos, hititas, ferezeos, heveos y jebuseos que quedaron, los cuales no eran israelitas, es decir a sus descendientes, que quedaron después de ellos en el país y que los israelitas no pudieron aniquilar, Salomón los sometió a trabajos forzados, y así siguen hasta hoy. Pero no obligó a ningún israelita a servir como esclavo, sino como soldados, oficiales, jefes, capitanes».


(Reyes I: 9, 20-22)                


Así, el «justo» rey Salomón demuestra que los famosos proverbios sobre la piedad y la misericordia funcionan sólo si se trata de hebreos. Y recorre los caminos del país donde habitaron varios pueblos antes de que llegaran los judíos a saquear, captura a los supervivientes y los condena a la esclavitud. A los hebreos los nombra con cargos oficiales. Esta limpieza social del rey sabio es de tipo étnico.

Como contraparte quijotesca de este acto, Sancho decide limpiar las calles de la Ínsula Barataria, y emprende una ronda nocturna para ver qué se puede mejorar. En el recorrido, echa a una vendedora por embustera. Luego encuentra a un jugador y a un mirón del juego que debaten por una limosna, ante lo cual condena a ambos: a uno lo obliga a dar dineros para beneficencia y al otro lo exilia por vagabundo. Inclusive piensa en desterrar el juego de la Ínsula Barataria. Después suceden dos casos de poco interés para nosotros (Cervantes 1988: 391-399) y, por último, resuelve otro caso (que veremos en el apartado siguiente).

Así que mientras Salomón decide erradicar a antiquísimos enemigos, Sancho se dedica a mejorar su ciudad. El proceso de parodia, en este caso, se evidencia en el trastrocamiento de ambos papeles: el que se supone justo y sabio, en realidad es un despiadado etnocentrista; mientras que el iletrado gobernador bufonesco resulta ser clemente, justo e interesado por ayudar a su gente. A modo de burlona crítica de las sagradas escrituras, el Rey de los Locos ostenta las atribuciones que debería tener el santo rey sabio.




2.9. Nuevas andanzas del discreto gobernador y del rey sabio (¿?)

Según decíamos, en este episodio Sancho da nuevas muestras de gran sabiduría y rectitud (para el caso del jugador y el mirón, propone erradicar el juego y expulsar a los vagabundos) pero, por si fuera poco, al día siguiente de su ronda por la ínsula, se le presenta un nuevo y difícil caso. Hay un puente; quien desee cruzarlo debe exponer ante un tribunal las razones que lo llevan al otro lado. Si el solicitante dice la verdad puede pasar, pero si miente debe morir ahorcado. Un hombre llega y, al ser interpelado, afirma que va a morir colgado en la horca. El dilema estriba en que, si se lo deja pasar, habrá mentido y debería morir ahorcado; pero si se lo ahorca, habrá dicho verdad y se le hubiera debido perdonar la vida. Sancho da muestra de su discreción y recuerda uno de los consejos de don Quijote: siempre ser piadoso y clemente. Por esto, resuelve dejarlo vivir: para él, la vida humana es siempre el bien más preciado y, en la medida de lo posible, hay que cuidarla (Cervantes 1988: 409- 411). Una nueva prueba del gran entendimiento del que fuera flor y espejo de los insulanos gobernadores.

Por su parte, a Salomón también se le ofrece una nueva oportunidad para dar muestras de su legendaria y mítica sabiduría, cuando llega a buscarlo la famosa Reina de Saba para poner a prueba su intelecto y justicia:

«La reina de Saba oyó hablar de la fama que Salomón había alcanzado para honra del Señor, y fue a Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. [...] Cuando llegó ante Salomón le preguntó todo lo que tenía pensado, y Salomón respondió a todas sus preguntas. No hubo una sola pregunta de la cual no supiera la respuesta».


(Reyes I: 10, 1-3)                


Y eso es todo. Salomón sale airoso de las preguntas formuladas por la reina de Saba, pero no tenemos prueba alguna de que las preguntas fueran realmente difíciles, ya que no se enuncia ni una de ellas. Así que, por pura fe, deberíamos creer que fueron dudas de gran complejidad y que Salomón las respondió con tino. Desgraciadamente, estos tiempos postmodernos ya nos han carcomido la fe en demasía y no nos queda nada para prestarle a Salomón. Lo único que tenemos para establecer comparaciones son los textos. Y, para tragedia del rey, el texto bíblico no da muestra de que, en efecto, probara su sabiduría.

Así las cosas, tenemos que confrontar las discretas e ingeniosas respuestas que da Sancho a muy difíciles casos, contra las imaginarias respuestas de Salomón a preguntas supuestamente difíciles. No queda más remedio que darle nuevamente la corona de laurel al gran Sancho Panza.

El proceso de carnavalización de la figura salomónica logra con esto asestarle una nueva estocada a la inmaculada y firme imagen del rey hebreo. El que se supone gran sabio no es capaz de demostrar su inteligencia, mientras el Rey de los Tontos da a cada paso nuevas muestras de su gran ingenio y sabiduría. El carnaval es tan contundente y tan agresivo que nuevamente hace quedar al sabio hebreo como un jovenzuelo ignorante a la par del gran Rey de los Locos, al Sabio Burlón.




2.10. El dador de las leyes

Otro punto de convergencia entre los dos gobernantes es que la sabiduría de ambos es tan memorable e impresionante que sus pueblos deciden registrar ambas en sendos textos escritos, para utilizarlas como códigos legales por futuros regentes.

«El resto de la historia de Salomón y de su sabiduría, y de todo lo que hizo, está escrito en el libro de las crónicas de Salomón».


(Reyes I: 11, 41)                


De este modo, la maravillosa legislación expresada por la sabiduría salomónica se recuerda en un fantástico libro perdido. La sabiduría sanchesca, por su parte, también ha sido tan importante que fue registrada en otro libro, desgraciadamente, también perdido.

«En resolución, él [Sancho] ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza».


(Cervantes 1988: 416)                


Así, existen recopilaciones, registros escritos de la sabiduría de ambos gobernantes. Esto coloca a Sancho en el mismo nivel de Salomón, pues su sabiduría es tan valiosa como la del rey sabio. Más aún, pues el texto salomónico son meras crónicas -simples historias y anécdotas-, mientras el texto sanchesco es una constitución, un texto legislativo, un código de leyes y preceptos válido aún para las venideras generaciones. Además, las crónicas son solamente «de Salomón», mientras que las constituciones son «del gran gobernador Sancho Panza». Como se puede notar, su pueblo valora más al insulano gobernador que el suyo al rey hebreo: este no merece ni siquiera un título, pero el Rey de los Locos es tan respetado que se lo recuerda como un «gran gobernador», «flor y espejo de los insulanos gobernadores», una de las grandes figuras de la historia del derecho baratario.

Y, nuevamente, el carnaval quijotesco logra retorcer la imagen del rey Salomón: al colocarlo junto a Sancho Panza y compararlos en cuanto a la importancia de sus legados, el rey «sabio» se encuentra muy por debajo del gobernador de la Ínsula Barataria.




2.11. Lo que se da y se quita

Otra de las diferencias más ilustrativas de este proceso de degradación del rey sabio y de reivindicación del pobre labrador ignorante Sancho Panza, es la forma en que ambos gobernantes pierden su reino. Salomón lo hace de la forma más indecorosa imaginable para un judío:

«El Señor, Dios de Israel, se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado de él, que se le había aparecido dos veces y que le había ordenado no rendir culto a otros dioses. Sin embargo, él no hizo caso de lo que el Señor le había ordenado. Por lo tanto, el Señor le dijo a Salomón: "Ya que te has comportado así, y no has cumplido el pacto y las leyes que te ordené, voy a quitarte el reino y a dárselo a uno de los que te sirven"».


(Reyes I: 10, 1-3)                


De esta trágica manera tiene fin el gobierno de Salomón. Ha traicionado los consejos de su padre, la confianza de su pueblo y la legislación de su dios; por ello, el juicio divino lo encuentra culpable. Y la sentencia es perder su gobierno del «pueblo sacro». El profano debe ser castigado. Salomón es una burla en sí mismo de los preceptos morales hebreos y, por eso, debe pagar el más alto precio.

En cambio, el gran gobernador Sancho Panza deja su gobierno honrosamente. Y esto lo demuestra cuando, honesto, con la conciencia limpia y sin haberse enriquecido ilícitamente como tantos políticos, dice a sus consejeros:

«Vuestras mercedes queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo; ni pierdo ni gano; quiero decir que, sin blanca entré en este gobierno, y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. [...] no es menester otra señal para dar a entender que he gobernado como un ángel».


(Cervantes 1988: 429-430)                


Al igual que Salomón, Sancho parte. Pero, a diferencia del rey hebreo, lo hace con la frente en alto. Él sí ha cumplido con todos los preceptos de su dios, con todos los consejos de su padre/amo, el sí ha dejado un pueblo orgulloso de su gobernador. Tanto es así que su pueblo lo despide con dolor y llanto, «y los dejó admirados, así de sus razones como de su determinación tan resoluta y tan discreta» (Cervantes 1988: 430).

De nuevo, el texto quijotesco deja a Sancho mejor parado que a Salomón, pues el insulano gobernador no sólo es más sabio que el rey hebreo sino que, además, es más recto, puro y noble. Otra prueba más del proceso de reivindicación que hace el texto del pobre y simple labrador, contrapuesto con la degradación de que es objeto el «más sabio de todos los reyes».




2.12. El virtuoso y el pecador

El fin que tienen ambos gobiernos nos lleva al último punto de convergencia entre los gobernadores. Este caso es un poco más general que los anteriores, pero es, tal vez por ello, mucho más interesante para nuestro estudio. Se trata de las razones por las cuales cada regente pierde su respectivo poder.

Mientras Salomón pierde su reino por sus errores, Sancho Panza pierde el suyo a pesar de sus virtudes. En efecto, al que fuera gran sabio y temeroso de su dios, gobernante hebreo, le es arrebatado su gobierno por haber cometido gravísimos yerros y por haber desatendido los consejos de su dios y de su padre. Por otro lado, el sapientísimo gobernador de la Ínsula Barataria lo pierde a pesar de haber demostrado ser grandemente merecedor de tan alta distinción.

La parodia se realiza en tanto las virtudes de las que carece Salomón -cuya ausencia da al traste con su reino-, se encuentran presentes en Sancho Panza. Pero en este caso, es justamente su presencia lo que da al traste con el sanchesco gobierno. Uno pierde el reino por ser malo y el otro por ser bueno. Nuevamente Salomón resulta horriblemente denigrado.

Sin embargo, hay que considerar otro punto: ¿cómo argumenta el carnaval la destitución de Sancho? ¿Por qué el Rey de los Tontos es destituido si ha mostrado grandes condiciones para regir? Tal vez sea mejor replantear la pregunta: ¿Pierde su gobierno a pesar de ser sabio o precisamente por causa de ello?

El razonamiento siguiente podría ser una interesante explicación a este problema. Recuérdese que estamos ubicados en un universo carnavalesco, burlón, que se rige por la lógica de la inversión y la ley de lo trastrocado. Es el imperio de la estupidez y la locura. Y Sancho Panza subvierte esa lógica. En efecto, la discreción del insulano gobernante no va de acuerdo con el alocado universo del Carnaval Baratario; él no responde al papel que debe cumplir -Rey de los Locos- y se convierte en el Rey de los Sabios, dejando pálido al mismísimo Salomón.

De manera que Sancho llegó a la Ínsula Barataria, a ese mundo invertido de bufones y bromistas, a esa parodia de lo más sagrado, para representar el papel del Rey de los Tontos. Pero se instituye como el más grande sabio entre los recordados, haciéndose admirar de todos, reivindicando el papel del simple, desestructurando el estereotipo del pobre. El problema es que realiza esta reivindicación desde la lógica del mundo «real». Por eso no está en su lugar. Ser inteligente según las ordenanzas de lo establecido, contraviene el principio básico del carnaval. La inversión del mundo real debe hacerse totalmente, y no revalorar a un tonto desde la óptica del sistema. Sancho no es apto para el gobierno de la Ínsula Barataria. Y así encuentra su desdichado fin el discreto gobierno del gran sabio Sancho Panza.

Así, según hemos demostrado, en todo el episodio de la Ínsula Barataria, desde los consejos de don Quijote hasta el rematado fin del gobierno de Sancho, el texto produce una comparación burlona entre el sabio rey hebreo y el simple gobernador bromista, una parodia carnavalesca del mayor modelo de sabiduría para la tradición judeocristiana. Y esta deconstrucción sistemática del sabio, conlleva no solo el proceso de enaltecimiento del pobre, sino también el proceso de degradación del sabio hebreo. Al comparar al grandioso rey con el bufonesco gobernador se enaltece al primero y se degrada al segundo. El doble paródico aparece más duro si recordamos que el Rey de los Locos supera con creces al Rey de los Judíos en su propio terreno: la sabiduría, la nobleza, la pureza y el respeto por las leyes paternas y divinas. Es una burla al decadente, patético, irresponsable, innoble, infiel y tonto reyezuelo hebreo, y una reivindicación del pobre e ignorante labrador Sancho Panza. ¡Larga vida al que fuera flor y espejo de los insulanos gobernadores, el gran Sancho Panza! ¡El rey ha muerto! ¡Que viva el rey!






3. Vox Populi: Proverbial refranero desacralizante

Como vimos, existe una relación paródica entre nuestro gran gobernador Sancho Panza y el rey Salomón. Pero el vínculo del texto cervantino con el hebreo resulta aún más amplio y no se limita a las coincidencias de anécdota.

Aunque el libro de los Proverbios es atribuido a Salomón sólo en parte, es importante tomarlo en cuenta, pues Sancho elabora una sistemática carnavalización del texto bíblico mediante su habla en refranes. La analogía del refranero sanchesco con los proverbios de Salomón es tan grande que permite interpretar una inversión de los papeles en tanto, por un lado, el gobernante labrador se vuelve tan sabio como el rey hebreo -o más, según vimos anteriormente- y, por otro, establece una relación paródica entre la sabiduría sagrada y la sabiduría popular de los refranes11, lo cual desemboca en una carnavalización.

Se cree que Salomón compuso tres mil proverbios y más de mil canciones. Salvo el Cantar de los Cantares, las canciones se perdieron y solo unos ochocientos proverbios se recogen en la Biblia. De estos, para la Iglesia, únicamente los comprendidos entre los capítulos diez y veintinueve pertenecen al rey, aunque a él se atribuye la recopilación y organización del libro. Además, para la tradición católica, los proverbios pertenecen a un género sacro llamado Sabiduría, de función principalmente didáctica:

«El proverbio o dicho sabio es una sentencia, generalmente concisa y breve, para poderse recordar fácilmente, en la que se da alguna enseñanza o consejo de carácter moral o religioso».


(Proverbios. «Introducción», 1987: 578)12                


Por su parte, la Real Academia da cuatro definiciones para el vocablo 'proverbio': la más conocida, «Sentencia, adagio o refrán»; luego, «Obra dramática cuyo objeto es poner en acción un proverbio o refrán»; y la última se refiere al libro de Salomón (RAE 2001: 1851). Pero nos interesa particularmente la siguiente:

«Agüero o superstición que consiste en creer que ciertas palabras, oídas casualmente en determinadas noches del año, y con especialidad en la de San Juan, son oráculos que anuncian la dicha o desdicha de quien las oye».


(RAE 2001: 1851)                


Esta referencia nos ubica directamente en la lógica del carnaval, pues remite a una tradición pagana europea, mantenida desde antes de la llegada del cristianismo a Occidente y que perdura, inclusive, hasta nuestros días. Como es sabido, la noche de San Juan corresponde al solsticio de verano, fecha de divinidades telúricas para celebrar la fertilidad y pedir bonanza en los cultivos, vinculada con el desenfreno erótico y la risa purificadora. Es noche de inversiones, idónea para retorcer el mundo13.

«... es precisamente la noche del solsticio de verano, la más corta del año, del 23 al 24 de junio, la noche de San Juan, donde puede ocurrir cualquier cosa sobrenatural, y en que ya se sabe que el nombre del santo está meramente superpuesto a toda una tradición inmemorial de celebración naturalista de esa cumbre en el rodar de las estaciones».


(Valverde 1994: XV)                


En efecto, Bajtín (1990: 17) apunta que los antecedentes del carnaval se encuentran en estas fiestas paganas. Por otra parte, el propio maestro ruso expone que uno de los tres tipos discursivos en que se centra el carnaval es, justamente, la voz popular y grosera (Bajtín 1990: 10). Pero, aún más, los refranes de Sancho son una carnavalización de los salomónicos, pues toman la Palabra Sagrada y la llevan al campo de lo pagano, o sea, desde una perspectiva cristiana, la rebajan. Y esa es la búsqueda del carnaval: rebajar, eliminar jerarquías, traer al plano terrenal, eliminar santidad y divinidad, desacralizar. Una vez hecha esta ubicación, podemos proceder al paralelismo entre los proverbios de ambos textos.


3.1. El saber del otro

En primera instancia, hay que apuntar la relación general entre algunos proverbios de Salomón y los refranes que Sancho menciona a lo largo del Quijote. Podemos citar, por ejemplo, el siguiente caso en donde, aunque no hay una coincidencia exacta, la influencia es notable. Salomón dice: «Júntate con sabios y obtendrás sabiduría; júntate con necios y te echarás a perder» (Proverbios: 13, 20). Y, por su parte, Sancho sentencia: «Júntate a los buenos y serás uno de ellos» (Cervantes 1988: 267).

El paralelismo es evidente; sobre todo si se recuerda que los «buenos» son equiparados -y especialmente en Proverbios- con los justos, inteligentes, humildes, rectos, veraces, prudentes y sabios. La parodia radica en que Sancho utiliza este refrán para justificar que merece el gobierno de la Ínsula Barataria; es decir con un interés por el premio y no con un afán ejemplarizante de bondad. Así, se produce la subversión, la desacralización de las Sagradas Escrituras y de la sabiduría salomónica, la carnavalesca risa irreverente.

Esta parodia ocurre en todo el Quijote; sin embargo, no nos interesa profundizar más en ella, pues sería materia de otro trabajo y nuestro análisis está centrado en el pasaje baratario. Queremos ver cómo se trastrueca el discurso, cómo se abaratan los proverbios y, tal vez, demostrar que Sancho es más sabio que el propio Salomón. ¡Oh, divina herejía!




3.2. La importancia de llamarse Sabio

Recordemos que, cuando don Quijote prepara a Sancho para su gobierno, los consejos del «padre» al «hijo» son muy útiles y están llenos de sabiduría; mientras que las recomendaciones davidianas a Salomón se centran únicamente en el temor que debe a Dios, el respeto a los mandamientos de Moisés y su sed de venganza.

En los quijotescos consejos se vislumbra la sabiduría de Salomón -hasta el punto de que algunos corresponden exactamente a proverbios del rey sabio-, la cual es puesta en práctica por Sancho durante su gobierno. De aquí extraemos que la analogía entre Salomón y Sancho va más allá de la diégesis o de su sabiduría ante los problemas que se les ofrecen. El primer consejo que da don Quijote a Sancho coincide con varios proverbios, así como con la recomendación que inicialmente da David a Salomón. Dice don Quijote:

«Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada».


(Cervantes 1988: 340)                


Para don Quijote, si se teme a este dios, se alcanza la sabiduría y, si se es sabio, no se cometen errores; en otras palabras: si se teme a dios, no se cometen errores. De modo que el objetivo fundamental del temor a Dios es obtener sabiduría. Por su parte, el rey David le recomienda algo similar a Salomón:

«Cumple las ordenanzas del señor tu Dios, haciendo su voluntad y cumpliendo sus leyes, mandamientos, decretos y mandatos, según están escritos en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y donde quiera que vayas».


(Reyes I: 2, 3)                


En el caso davidiano, se establece que, si se cumplen las leyes de su dios, se prospera. Sin embargo, aunque ambos consejeros parecen decir lo mismo, no es así. El consejo de David se da para obtener prosperidad (riqueza, abundancia, una buena vida); mientras la recomendación quijotesca -haciendo honor a este adjetivo- no se preocupa por la bonanza de ningún tipo, sino por la sabiduría: para el Caballero de la Triste Figura, la sapiencia es el bien máximo. Podemos deducir, entonces, que la parodia se da porque este decadente e ingenioso hidalgo que se cree caballero andante, es más prudente que el patriarca y rey elegido por su dios. Además, el simple hecho de poner tal sentencia en boca de un loco, es una burla al texto bíblico.

Sin embargo, en Proverbios, Salomón sí comenta en varias ocasiones esta idea: «El honrar al Señor instruye en la sabiduría» (Proverbios: 15, 33). De modo que también en el texto sagrado se puede observar la sentencia quijotesca de que, al temer a dios, se obtiene la sabiduría. Recordemos, ahora, que la parodia puede tener dos caminos para lograr su desarticulación de un elemento: uno es transformar el elemento en su doble (el Rey de los Locos) y el otro consiste en extraer el elemento de su contexto original e insertarlo en uno distinto. Nuestro caso es justamente el segundo: el texto bíblico es sacado de su contexto sagrado y ubicado en un lugar carnavalesco, de burla y subversión, con lo cual se produce la parodia, la lógica del carnaval.




3.3. Bienaventurados los humildes

El siguiente consejo que don Quijote da a Sancho es con respecto a la humildad: «Préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio» (Cervantes 1988: 341). En esta sentencia llama la atención el hecho de que, al posponer los adjetivos «virtuoso» y «soberbio» a sus correlatos sustantivados, «pecador» y «humilde», el texto asume que la humildad automáticamente otorga la virtud y que el pecado lleva inexorablemente atada la soberbia. Pero lo más llamativo es que esta organización puede intercambiarse, ya que los cuatro adjetivos pueden funcionar como sustantivos -en tanto no hay artículos que indiquen cuál es el sustantivo- y, en esa medida, también puede interpretarse que el soberbio siempre será un pecador y el virtuoso ineludiblemente será humilde. Nótese que, si bien dentro de la lógica cristiana, la soberbia es uno de los siete pecados capitales (lo cual implica que el soberbio siempre será pecador y que el humilde siempre será virtuoso), el razonamiento inverso no se sigue: no todo virtuoso es humilde, ni todo pecador es soberbio. Así, este extraño silogismo muestra la (i)lógica del carnaval.

Ahora bien, para esta sentencia de don Quijote, existe una versión salomónica que reza: «El orgullo acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes» (Proverbios: 11, 2). Como se puede notar, en este segundo consejo existe también el paralelismo que hemos venido señalando entre ambos consejeros. Pero acá la parodia no está en juego sólo por insertar el proverbio en un nuevo contexto sino que, además, la confusión que provoca el estilo quijotesco es una burla del proverbio salomónico: se aplica al texto sagrado la lógica falsa del carnaval, la razón de la sinrazón que a su razón se face.

Sin embargo, aún hay otro aspecto por considerar: la humildad de la que habla don Quijote puede tener también otro sentido. Poco antes del consejo anterior, dice el discreto caballero loco: «Haz gala, Sancho de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores» (Cervantes 1988: 341). Así, con el término «humildad», don Quijote se refiere más bien al origen pobre de Sancho, a sus raíces de labrador y no a la humildad salomónica, opuesta al orgullo. Con solo trastrocar el concepto de humildad del proverbio sagrado, ya pasamos al universo del carnaval. Pero, por si fuera poco, aún hay más: si aceptamos la asociación entre humildad y virtud, habrá que asumir que quien sea de origen humilde, será siempre virtuoso; lo cual nos permitiría suponer que quien sea pecador deberá, necesariamente, tener una procedencia noble -soberbia-. Con esto, don Quijote emite una sentencia totalmente carnavalesca: el pobre es virtuoso (y por ello merecería gobernar), el rico es pecador (y por ende debe ser exiliado del gobierno), por consiguiente, quien debe reinar es el pueblo, hecho que sucede sólo en el carnaval. El razonamiento, por supuesto, no es lógico en sentido estricto (es falso que todo humilde sea virtuoso); sin embargo, la lógica carnavalesca no es estricta y, por el contrario, se burla de la lógica convencional. Por ende, el razonamiento es válido en el carnaval.

No podemos seguir adelante sin establecer la intertextualidad del razonamiento quijotesco con el discurso del célibe y célebre profeta fundador del cristianismo, Jesús, llamado el Mesías, el Cristo, cuando este personaje bíblico afirma que:

«Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de Dios. Les repito que es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios».


(Mateo: 19, 23-24)                


Resulta evidente que, para el cristianismo, existe una sobrevaloración de la pobreza por encima de los bienes económicos. En esa medida, el discurso de don Quijote coincide totalmente con el de Cristo. Sin embargo, ambos planteamientos políticos (más que religiosos) conllevan una fuerte subversión al Antiguo Régimen. En este modelo social, el poder económico y la nobleza de cuna eran fundamentales para obtener la salvación del alma (comprando perdones papales o vinculándose con la Iglesia). Por consiguiente, al valorar en su virtud al humilde de cuna, al labrador, al pobre, hasta el punto de considerarlo idóneo para el gobierno, Cristo y don Quijote exponen un repudio a la inmovilidad social impuesta por el Medioevo: el pobre es mejor que el rico, por ello él debería tener el poder (véase la nota 9). Es claro que se plantea la necesidad de un nuevo mundo, un lugar donde gobierne el marginado, donde mande el pueblo: ese es el mundo del carnaval.




3.4. Mi casa, tu casa

El tercer consejo que el Caballero de la Triste Figura ofrece a su discreto escudero se refiere a la hospitalidad y a la manera en que es recomendable recibir y cuidar a parientes y amigos que llegaren de visita:

«Siendo esto así, como lo es, que si acaso viniere a verte cuando estés en tu ínsula alguno de tus parientes, no le deseches ni le afrentes; antes le has de acoger, agasajar y regalar; que con esto satisfarás al cielo que gusta que nadie se desprecie de lo que él hizo, y corresponderás a lo que debes a la naturaleza bien concertada».


(Cervantes 1988: 341)                


Por su parte, aunque Salomón no es tan específico sobre este punto, pues nunca menciona la forma en que se debe tratar a los parientes, sí recomienda la generosidad, cuando expone: «El que es generoso, prospera; el que da también recibe» (Proverbios: 11, 25).

De esta manera, dejando a un lado la especificación de los parientes que hace don Quijote, la diferencia fundamental entre ambos consejos es que el viejo hidalgo loco recomienda la generosidad para cumplir con la voluntad del cielo (o sea, de su dios); mientras que el prudente Salomón aconseja lo mismo pero con el objetivo de obtener una retribución futura, mero interés económico. Así, mientras don Quijote antepone a su dios por encima de cualquier bien material, el joven rey hebreo sigue el ejemplo de su padre, cuyo consejo tenía como finalidad última la prosperidad y no la sabiduría. El loco es más religioso que el propio Salomón: con esas prioridades, no es de extrañar que el rey «sabio» acabara por perder el trono de Israel.




3.5. La mujer: ¿ornato o intelecto?

La siguiente recomendación que el discreto caballero loco da al futuro sabio Sancho tiene fuertes resonancias en las actuales perspectivas de género, en la medida en que se refiere a la forma en que debe cuidar a su mujer y en que esta debe comportarse:

«Si trujeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala, y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta».


(Cervantes 1988: 341)                


Al respecto, los Proverbios salomónicos dicen: «La mujer virtuosa es la corona de su marido, la desvergonzada es carcoma de sus huesos» (Proverbios: 12, 4). En su posición acerca de la mujer, los dos textos parecen coincidir. Por un lado, don Quijote aconseja quitar la rudeza a la esposa pues, por una mujer tonta, el gobernador puede perderlo todo. De igual forma, Salomón indica que la desvergonzada destruye a su marido. Ambos concuerdan en que la mujer, si no es virtuosa o instruida, es la perdición de su compañero. Con ello, volvemos a presenciar el mecanismo paródico que saca de contexto la sabiduría bíblica y la coloca en un ámbito profano.

Sin embargo, obsérvese que la analogía es sólo aparencial, pues los términos de cada consejo marcan gran diferencia. Don Quijote indica que la mujer debe ser inteligente y delicada, en oposición a la tonta y ruda. Salomón, por su parte, habla de la mujer virtuosa como un adorno y rechaza a la desvergonzada, refiriéndola a connotaciones impúdicas.

Como se puede notar, Salomón está bien ubicado en la tradición judeocristiana, de reconocido corte patriarcal, donde la mujer es portadora de pecado, generadora de tentaciones e impura por definición y, por esto, él considera que la única mujer buena es la que representa un adorno para su esposo, «la corona», algo que él puede lucir en público, un símbolo de su poder como el cetro o la capa real. Por su parte, don Quijote rechaza en la mujer las mismas características que ha repudiado en el hombre: ignorancia y simplicidad. Consecuentemente, el loco anciano tiene en igual valía a ambos sexos y sabe que se debe instruirlos por igual, pues cualquiera de los dos puede ayudar o destruir el gobierno. Para el caballero, la mujer puede ser inteligente; para Salomón, sólo un adorno. No parece un equívoco afirmar que don Quijote es más justo que el rey hebreo: nuevamente se subvierte la universal sabiduría salomónica.




3.6. A luchar por la justicia

Otro de los aspectos sobre los cuales don Quijote da varias recomendaciones a Sancho es la justicia. Una de ellas dice: «Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico» (Cervantes 1988: 342). Esto indica que, para el loco hidalgo, las lágrimas del pobre no deben interferir en la justicia, pero sí mover a misericordia.

Sin embargo, a continuación expone una única regla bajo la cual podría ser válido torcer la justicia: «Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia» (Cervantes 1988: 342). De modo que la misericordia priva sobre cualquier otro criterio, es la consideración última para la justicia. De hecho, este es el consejo que Sancho recuerda cuando resuelve tan discreta y lúcidamente el caso del puente, la verdad y la mentira.

Por su parte, Salomón apunta en los Proverbios: «El que es compasivo se hace bien a sí mismo, pero el que es cruel se provoca su propio mal» (Proverbios: 11, 27). Así, la sabiduría salomónica aconseja ser compasivo -de nuevo- con la intención de obtener un bien a cambio. De hecho, en otro proverbio se establece que: «El que no atiende a los ruegos del pobre tampoco obtendrá respuesta cuando pida ayuda» (Proverbios: 21, 13). Y entonces, para Salomón la búsqueda es el interés personal, no así en don Quijote, para quien, por el contrario, la misericordia es más valiosa que la misma justicia.

Así, para el sabio rey hebreo, la única razón para escuchar al pobre y tenerle compasión es -para variar- un bienestar personal: quien sea compasivo obtendrá ayuda. No se es justo por el bien social, ni para acercarse a su dios, ni porque se deba buscar la justicia; se sigue la moral del Talión: «yo cosecho lo que siembro», la máxima cristiana «con la misma vara que midiereis, seréis medidos», o el famoso y drástico «ojo por ojo, diente por diente».

Es claro que don Quijote privilegia la compasión sobre la justicia por idealismo y por bondad genuina; en tanto que Salomón se inclina por la compasión sólo en términos de interés personal. Otra vez don Quijote es más justo -y por mejores razones- que Salomón.




3.7. De (la) Panza: orden y concierto

Seguidamente, don Quijote dice a Sancho que ya le dio consejos para adornar el alma y que, en adelante, le expondrá los que han de servir para adorno del cuerpo (Cervantes 1988: 342). Y ofrece recomendaciones sobre la limpieza, la comida, la bebida y el habla. Nos centraremos en los tres últimos. Con respecto a la comida, dice el ingenioso hidalgo: «Come poco y cena poco; que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago» (Cervantes 1988: 344). Sobre este tema, Salomón expone en los treinta consejos de los Sabios:

«Cuando un gran señor te invite a comer, piensa bien delante de quién te encuentras. Aunque tengas mucha hambre, controla tu apetito, no codicies sus deliciosos manjares, porque te puede estar engañando».


(Proverbios: 21, 13)                


De modo que, para el rey «sabio», el consejo de mesura alimenticia se fundamenta en dos factores: el respeto (¿temor?) y la desconfianza; en tanto que la recomendación de don Quijote está orientada a conservar la salud. La sugerencia quijotesca tiene un fundamento más noble que la salomónica: el rey sabio teme la traición. Y si sabemos -emulando al gran sabio Panza- que «cada ladrón juzga por su opinión», el gobernador hebreo teme aquello de lo que sabe capaz a todo rey (incluido él). De nuevo surge, entonces, la parodia pues -aparte de la recontextualización- Salomón no es tan noble como cabría esperar.

En relación con la bebida, don Quijote aconseja a Sancho de la siguiente manera: «Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto, ni cumple palabra» (Cervantes 1988: 344). Mientras tanto, Salomón recomienda sobre este mismo asunto: «El vino hace insolente al hombre; las bebidas fuertes lo alborotan bajo sus efectos nadie actúa sabiamente» (Proverbios: 20, 1). Notablemente, con respecto a esta materia, ambos están de acuerdo. Para Salomón, el vino elimina la sabiduría en el hombre, lo hace insolente; para don Quijote, la bebida elimina la discreción y el honor, atributos sólo posibles si se es sabio. Podríamos decir que los juicios de ambos coinciden en este tema.




3.8. La voz del pueblo

En las opiniones de ambos respecto de la forma de hablar, se encuentra una coincidencia semejante a la que vimos sobre la alimentación y la bebida. El discreto loco indica a su simple escudero:

«... no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; [pues] muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias».


(Cervantes 1988: 344)                


Acerca de este tema, se dice en los Proverbios: «Las palabras en el momento oportuno son como manzanas de oro incrustadas en plata» (Proverbios: 25, 11). En este caso también podemos establecer un paralelismo, en tanto don Quijote sugiere no abusar de los refranes pues, si se recurre a ellos sin ningún concierto y en cualquier momento -como hace Sancho con regularidad-, terminan por parecer disparates. De igual manera, Salomón da gran valor a lo dicho con pertinencia, en el instante adecuado, pues lo compara con una joya, un objeto precioso (una manzana de oro incrustada de plata). Y, así como sucedió en relación con el vino, de nuevo en este asunto están de acuerdo don Quijote y Salomón, el caballero loco es tan sabio como el gran rey hebreo. Dicha coincidencia demuestra el mecanismo paródico que carnavaliza un objeto -las sentencias proverbiales- al insertarlo en un contexto carnavalesco.

Por otra parte, valga apuntar que vemos la continuación del proceso donde se carnavaliza la santa figura del monarca hebreo, pues se establece una relación de dobles paródicos entre don Quijote y Salomón: el caballero loco es más sabio que el supuesto rey sabio.

Merece la pena señalar acá, a manera de corolario sobre proverbios y refranes, el carácter desacralizante que tiene, por sí solo, el refranero sanchesco, en relación con el matiz sacro de los sermones y proverbios. Apunta Monique Joly en un concienzudo estudio sobre el habla popular en el Quijote:

«... sermons et proverbes relèvent en effet d'une fonction sacralisée du discours; ils sont, en principe au moins, les instruments de transmission d'une sagesse plus o moins immémoriale. Barbarismes et lapsus sont au contraire essentiellement désacralisants, grotesques au premier degré et sans la médiation obligée d'aucune autre ressource parodique».


(Joly 1975: 6)                


De manera que el proverbio es un género sacro y muy serio, una grave sentencia de sabiduría antigua, merecedora de respeto y atención. En oposición a este rasgo del proverbio, el refrán -tan usado por Sancho- es parte del habla popular, un simple dicho que muestra el saber del pueblo. De ello podríamos colegir que los refranes en el Quijote cumplen una función paródica del proverbio. Por supuesto, la incursión de elementos populares en el texto remite inexorablemente a pensar en carnaval y cabe especular que los refranes de Sancho serían una carnavalización de los proverbios de Salomón14, ya que los de Sancho son aparentes disparates y vienen a deshora, como él mismo dice con regularidad.




3.9. Padre, hijo y espíritu carnavalesco

Como cierre del episodio de los consejos, Sancho, el «hijo» receptor de los consejos, tras andar correteando por la habitación en gran alharaca, confiesa no haber prestado mucha atención a las sabias sentencias didácticas de su «padre».

«-Señor -respondió Sancho-, bien veo que cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas; pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo?».


(Cervantes 1988: 345)                


Aclaramos ya con anterioridad (apartado 2.3., «La ley del padre») la relación paródica que existe entre esta escena y la que sucede en la Biblia, cuando David da a Salomón sus consejos para gobernar (Reyes I: 2, 2-4): el gran rey hebreo es convertido en un caballero loco; el heredero al trono del «Pueblo de Dios» es transfigurado en un simple labrador.

De este modo, se lleva a cabo una carnavalización de las Sagradas Escrituras, mediante su rebajamiento. Pero, además, es importante notar el adjetivo «santas», puesto que ello fundamenta nuestra idea de que el episodio baratario es parodia de un discurso religioso: lo santo es objeto de burlón escarnecimiento. La sabiduría proverbial bíblica es dicha por el loco remedo de caballero andante y, luego, el venidero gobernador -que debería aprender de ellas- las olvida pese a ser «cosas buenas, santas y provechosas».

Ahora, si bien Sancho dice no recordar estas cosas, según mostramos en la primera parte de nuestro análisis, las recuerda y pone en práctica durante su gobierno, convirtiéndose el rústico gobernador en un ejemplo de sabiduría y discreción, como burla a quien actúa como paradigma del vivir sabiamente: Salomón. En resumen, el pasaje de los quijotescos consejos evidencia una fuerte intertextualidad con los escritos bíblicos, hecho que interpretamos como parodia carnavalesca pues -según hemos comentado- este mecanismo busca rebajar la nobleza de un elemento mediante la elaboración de dobles burlones y la extracción de su contexto sacro para insertarlo en un universo cómico.

En el caso de los proverbios, la parodia funciona por medio de la crítica abierta, de la corrección que realiza don Quijote a los consejos del rey «sabio» y de evidenciar el interés personal y egoísta que se esconde en la salomónica sapiencia. Además, si, por un lado, los Proverbios bíblicos son paradigma de sabiduría en la tradición judeocristiana (y, por ende, en casi todo Occidente) y si, por otra parte, el Quijote realiza una carnavalización de estos proverbios, podríamos hacer extensivo este carnaval a todo el saber occidental. Denunciar y criticar, cuestionar y evidenciar el error del sistema, de la oficialidad, de lo más sagrado e intocable. He ahí el signo del carnaval.






4. ¿Fin del carnaval? (401 d. Q.)

El episodio de la Ínsula Barataria es sumamente representativo de la influencia de la concepción carnavalesca del mundo, pues se presenta como un universo trastrocado, invertido, donde las jerarquías se retuercen, donde la risa abunda (y «la risa abunda en la boca de los tontos»), las cosas no son lo que parecen y lo que el lector creía tener como certeza, es subvertido para convertirlo en cosas que estaba muy lejos de esperar. La Ínsula Barataria es un universo carnavalizado.

En este episodio se construye una parodia del rey «sabio» de Israel, al establecer una clara comparación entre el regente hebreo y el gran sabio Sancho Panza, gobernador de la Ínsula Barataria. Esperamos haber despejado cualquier duda que pudiera haber existido en torno al modelo que es el gobernante hebreo, ejemplo de sabiduría, para la construcción de quien fuera flor y espejo de los insulanos gobernadores, el gran Sancho Panza.

Para realizar la parodia de Salomón, el texto trabaja fundamentalmente en dos estadios. En un primer nivel se establece una relación diegética, construyendo la historia de Sancho a partir de la de Salomón. A los dos les suceden las mismas cosas, pero los acontecimientos de la historia de Sancho lo colocan en un punto más alto que a Salomón, de acuerdo con la ética judeocristiana, pues el labrador respeta los consejos y sale airoso de su ínsula, mientras que el regente olvida a su dios y es expulsado deshonrosamente de su gobierno. De modo que la comparación degrada a Salomón hasta reducirlo a un Rey Estúpido, paradigma de lo innoble e incorrecto; mientras que enaltece a Sancho quien, por su parte, queda establecido como el mejor y más sabio gobernador existente. Este es el proceso, en dos direcciones, de sanchificación de Salomón y de salomonización de Sancho.

El otro punto de parodia es el uso de los proverbios, concentrado de la sabiduría salomónica. La burla se establece repartiendo el saber de Salomón en los dos personajes más locos del texto: don Quijote y Sancho, lo que provoca el retorcimiento carnavalesco. Don Quijote se presenta como portador de la sabiduría salomónica en el momento en que le da los consejos a Sancho, adoptando el papel de David, pero utilizando las enseñanzas de los Proverbios, escritos por Salomón. Y de este aprendizaje, sale Sancho convertido en Sanchomón, quien aplica la sabiduría salomónica mejor que Salomón. Ésta es la inversión, la lógica del carnaval.

Y así, Cervantes otorga el cetro de la sabiduría y de la nobleza al que concentra en sí todo el concepto del Mundo al revés, al simple sabio, al bufón burlado. Él es el Gobernador de los Bromistas, de los Bufones, el Rey de los Tontos, el Papa de los Locos. Sancho Panza. El Señor del Carnaval.






Bibliografía

  • BAJTÍN, Mijail. 1990. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Traducción de Julio Forcat y César Conroy. Madrid: Alianza.
  • CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de. 2004. Don Quijote de la Mancha. Edición del IV Centenario, preparada por Francisco Rico. México: Alfaguara.
    • 2000. Don Quijote de la Mancha (Primera parte). [Edición de John Jay Allen]. 20.ª ed. Madrid: Cátedra.
    • 1988. Don Quijote de la Mancha (Segunda parte). [Edición de John Jay Allen]. 10.ª ed. Madrid: Cátedra.
    • 1994. Don Quijote de la Mancha. Edición de Martín de Riquer. Barcelona: Planeta.
  • CHEVALIER, Jean & GHEERBRANT, Alain. 1999. Diccionario de los símbolos. 6.ª ed. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez (trads.). Barcelona: Herder.
  • CROS, Edmond. 1983. De l'engendrement des formes. Montpellier: Centre d'Études et Recherches Sociocritiques, Université Paul Valéry.
  • HUGO, Víctor. 1980. Nuestra Señora de París. Traducción de Carlos Dampierre. Madrid: Alianza.
  • JOLY, Monique. 1975. «Ainsi parlait Sancho Pança». Les langues néo-latines. 69 (215): 4-37.
  • MAESO, David Gonzalo. 1960. Manual de historia de la literatura hebrea. Madrid: Gredos.
  • MALDONADO DE GUEVARA, Francisco. 1947. «Ociosidad y Sanchiquijotismo». Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. 23 (2-3): 119-149.
  • MÁRQUEZ VILLANUEVA, Francisco. 1995. Trabajos y días cervantinos. Madrid: Ediciones del Centro de Estudios Cervantinos.
  • MONTERO REGUERA, José. 1997. El Quijote y la crítica contemporánea. Madrid: Ediciones del Centro de Estudios Cervantinos.
  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 2001. Diccionario de la lengua española. 22.ª ed. Madrid: Espasa Calpe.
  • REDONDO, Agustín. 1978. «Tradición carnavalesca y creación literaria del personaje de Sancho Panza al episodio de la Ínsula Barataria en el Quijote». Bulletin Hispanique. 80: 39-70.
  • SHAKESPEARE, William. 1994. Comedias. Introducción, traducción y notas de José María Valverde. Barcelona: Planeta.
  • VALVERDE, José María. 1994. «Introducción». En Shakespeare, 15-38.
  • VARIOS ESCRITORES. 1987. La Biblia (Dios habla hoy). Versión popular. 2.ª ed. México: Sociedades Bíblicas Unidas.


 
Indice