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Segobriga en la antigüedad tardía

Juan Manuel Abascal Palazón

Martín Almagro Gorbea


Departamento de Prehistoria, Universidad Complutense, Madrid y Área de Historia Antigua, Universidad de Alicante.


Publicado originalmente en Complutum y las ciudades hispanas en la antigüedad tardía. Actas del I Encuentro Hispania en la antigüedad tardía. Alcalá de Henares 16 de octubre de 1996. Acta Antiqua Complutensia I, Alcalá de Henares 1999, 143-159.



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Segobriga, la caput Celtiberiae de Plinio (N. h. 3, 25), fue en la Hispania romana un importante nudo de comunicaciones en la parte oriental de la Submeseta meridional y, como municipium, debió constituir el centro administrativo de un extenso territorium al que alude dicho autor (N. h. 36, 160). Estos hechos y su monumentalidad reflejan su relativa importancia económica y política, que debió conservar en buena medida hasta la antigüedad tardía.

En tiempos de Augusto pasó de ciudad estipendiaria a municipium1, acuñó moneda2 e inició un auge económico que explica una reorganización urbanística que debió finalizar en época flavia, como evidencia la construcción del teatro y anfiteatro y, posiblemente, de las termas monumentales actualmente en excavación. En fecha tardoantoniniana aún evidencia actividad constructiva, pues se reestructuró la escena del teatro, la última actividad edilicia documentada en el edificio, con la construcción del scaenae frons3, realizada con una arquitectura de gusto muy «barroco»4, característica del final de los Antoninos y especialmente de los Severos.

Sin embargo, aunque parece observarse que en el siglo III aún existían importantes élites en la ciudad, para fechas posteriores los hallazgos son más escasos, siendo difícil precisar las vicisitudes de la ciudad, a cuyo análisis vamos a dedicar este trabajo. Sí se evidencia que en el siglo IV ya se abandonan algunos de los edificios más significativos, como el teatro y el anfiteatro5, lo que marca una inexorable decadencia, aunque otros, como las termas recientemente excavadas o la basílica romana, parecen haber seguido en funciones. En época visigoda aún sería una ciudad importante, pues, al margen de citas tópicas como la de San Isidoro de Sevilla relacionada con el specularis lapis (Etim. 16, 4) o la inclusión en el Ravenate (4, 42, 44) entre Caraca y Puteis, hay indicios de al menos una basílica y de una extensa necrópolis, existiendo documentación sobre la presencia de sus obispos en casi todos   —144→   los concilios toledanos entre el III (589 d. C.) y el XVI (693 d. C.)6, alguno de ellos confirmados por testimonios epigráficos7.

Como núcleo episcopal debió continuar hasta el siglo IX, lo que hace suponer que también la ciudad, aunque decadente, continuara hasta esa época, quizás conservando teóricamente la capitalidad de su territorio. Esta condición debió perderse al formarse en Uclés el dominio bereber de al-Fath ben Musa ben Din-Num, que se sublevó contra el emirato de Córdoba el 775 de la era. En el año 866 está documentada la expulsión del obispo Sebastián de Ercavica, quién se refugió en León siendo nombrado obispo de Orense, lo que indica la fuerte presión existente en esa época sobre el mundo cristiano de esta zona de la antigua Celtiberia. Dicha crisis puede considerarse el final del proceso que supuso la antigüedad tardía en estas tierras, pues tras este acontecimiento ya no aparece Segobriga nunca como ciudad, sino tan sólo como una torre, circundada de su foso, dependiente a partir de entonces del castillo de Uclés, situado a sólo 10 km.

La información existente sobre la tardía antigüedad en Segobriga se reduce, en primer lugar, a las evidencias de reutilización de algunos monumentos, como el teatro, el anfiteatro y la basílica del foro y a la aparente pervivencia en uso de otros, como las termas monumentales de la ermita. En segundo lugar, cabe analizar las nuevas construcciones de época tardoantigua y visigoda, entre las que destaca la llamada «basílica visigoda» y la necrópolis aneja, así como otros restos de posible basílica en la zona del arx. Finalmente, también se deben valorar otros documentos muebles, en su mayoría descontextualizados, como la circulación monetaria, los testimonios epigráficos, las cerámicas y algún objeto exótico como la muñeca de marfil hallada en la basílica romana.


ArribaAbajoLa reutilización de los espacios públicos

Uno de los testimonios sobre Segobriga en esta etapa tardía es la reutilización de monumentos de la ciudad, como el teatro y el anfiteatro, un hecho que se constata también en la basílica del foro.

En el anfiteatro, durante el proceso de limpieza de su arena se descubrieron los restos de muros directamente asentados sobre el suelo, cuya técnica constructiva, a base de sillares reutilizados, ladrillos y piedras de pequeño tamaño, todos ellos materiales evidentemente reaprovechados de otros edificios, indican su cronología tardía, seguramente bajo imperial o del momento visigodo; estas construcciones fueron realizadas cuando el anfiteatro había dejado de utilizarse para sus fines propios y se reaprovechó su recinto para actividades rurales.

Las excavaciones de Almagro documentaron que el uso del anfiteatro se mantuvo hasta finales del siglo III de la Era, cuando se produjo un fuerte incendio evidenciado por muros   —145→   calcinados y estratos con restos de fuego. Durante el Bajo Imperio y la época visigoda se constata que el lugar se utilizó para viviendas rústicas sin organización especial, que aprovecharon los sillares del graderío para construir sus simples muros, trabados con tierra, atestiguándose una intensa ocupación. Ésta, según Almagro Basch, proseguiría bajo la invasión árabe, en que parecen documentarse nuevos incendios y destrucciones, aunque Sánchez-Lafuente deduce que los materiales del Museo de Segobriga no permiten acreditar con claridad la ocupación medieval posterior del área.

En todo caso, estas pobres habitaciones, en cuyo interior aparecieron tégulas e imbrices romanos reutilizadas para la techumbre, seguramente procedentes de las construcciones de la antigua ciudad, se utilizaron hasta que la ciudad ya estaba convertida en un simple núcleo en ruinas. Estas construcciones se han interpretado como viviendas rústicas, de tipo semiurbano por su ubicación y por los restos aparecidos en su interior, entre los que destacan algunos útiles agrícolas, un típico cencerro de hierro, y otros objetos que denuncian una vida agrícola y ganadera en esta parte de la población, cuando ésta había ya perdido su carácter urbano.

Sánchez-Lafuente, en su estudio sobre el abandono del anfiteatro de Segobriga8, señala que estos restos aparecieron, durante las excavaciones practicadas en los años setenta, junto a las puertas de acceso Este y Oeste; otros muretes de las mismas características, pertenecientes a estructuras pobres de habitación, se encontraron en la campaña de 1982 (Sector 1), en el exterior del anfiteatro, de lo que el autor citado dedujo que estas viviendas se extendían por toda la arena del anfiteatro como se evidencia en la fotografía aérea tomada durante las excavaciones del mismo9.

Dicho autor señala que si sólo se contabilizaron 57 piezas del Bajo Imperio, es porque los vertederos no se encontraban en las mismas casas, pero, en todo caso, en esta zona, los productos del Bajo Imperio ascendían al 9,17%, que supone el mayor porcentaje de productos tardíos conocido en toda Segobriga. Entre estos materiales tardíos destacan cuencos de terra sigillata hispánica 37 Tardía y la fuente hispánica Tardía Palol 4, que, en el conjunto de las cerámicas bajoimperiales de Segobriga suponen un 61,53% del total, procediendo de allí la práctica totalidad de los cuencos de hispánica tardía 3710.

La fecha de estos productos se sitúa a partir de la segunda mitad del siglo IV junto a otras producciones estampilladas, consideradas igualmente tardías, ya de fines del mismo siglo o del siguiente. A estos materiales cabe añadir producciones pintadas, como la botella de cuello anillado, forma Abascal 2111, la mayoría de cuyas variantes segobricenses proceden del anfiteatro, en general asociadas a los citados cuencos hispánicos de forma 37, que se datan a partir del año 350 de la Era. Los restos de producciones pintadas de la forma citada tienen el interés añadido de presentar en algunos casos defectos de cocción y evidencias que permiten   —146→   considerarlos desechos de alfar, lo que permitiría considerar seriamente la existencia en la ciudad de un horno dedicado a la producción de estas variantes cerámicas tan populares en el mundo de la Meseta en el Bajo Imperio, fijadas cronológicamente por su asociación a una moneda de Honorio en el yacimiento soriano de los Tolmos de Caracena12.

En conclusión, parece evidente que el anfiteatro se mantuvo hasta finales del siglo III de la Era, pero que ya en el Bajo Imperio y época visigoda era una zona de hábitat de tipo semirrural, lógica a las afueras de una ciudad en evidente decadencia. Sánchez Lafuente relaciona este hecho en su contexto hispano con el abandono de anfiteatros en otras pequeñas ciudades, como Carmona, Bobadela o Conimbriga, así como la falta de referencia a los luchadores de circo en el concilio de Elvira, que sí cita a aurigas y a gentes del teatro. Estos «cierres de edificios de espectáculos» parecen producirse a fines del siglo III como consecuencia de la ausencia de actividad evergética o administrativa y describe el grado de ruralización de actividades, al menos en las pequeñas ciudades del interior de Hispania, lo que supuso la desaparición de los juegos y el consiguiente abandono de estos grandes edificios, que pasaron a ser usados como viviendas, al menos ya durante la segunda mitad del siglo IV y principios del siglo V de la Era.

También en el teatro se documentaron estructuras tardías, que ocupaban toda la parte oriental del proscaenium, así como el parascaenium oriental. Toda esta zona aparecía compartimentada reutilizando para ello fragmentos de la gran inscripción monumental del teatro, en concreto, los que hacen referencia a la Legio XXI Rapax, así como alguna de las esculturas de musas y togados del scaenae frons. Entre los materiales aparecidos entre estas estructuras, cabe señalar un gran plato gris estampillado, cerámicas sigillatas hispánicas tardías, sigillatas hispánicas brillantes y cerámicas de tradición celtibérica, especialmente de la forma Abascal 21, así como de un cuerno de vidrio, lo que indica un contexto fechable a partir del siglo IV avanzado y en el V de la era. El mismo panorama constatado en el anfiteatro13 confirma el paralelismo en la vida de ambos edificios, aunque resulta sorprendente la aparición de piezas de relativa calidad en ámbitos arquitectónicamente tan modestos.

También en algún punto de lo poco excavado en otras áreas, como junto a la muralla augustea, se han documentado estos productos tardíos14, lo que confirma la continuidad de la vida en la ciudad, al menos en todas las áreas hasta ahora conocidas.

Un proceso semejante parece advertirse en la basílica situada junto al foro. Esta importante construcción ocupaba la esquina que daba al decumanus que parte intramuros de la Puerta Principal hacia el Este enmarcando hasta la Muralla la ínsula que corresponde a las termas del teatro, el gymnasium y el criptopórtico. Su fachada daba a la posible plaza de la que   —147→   arranca hacia el Sur el cardo maximus a intramuros de la Puerta Principal15 en la que apareció un fragmento de la gran inscripción monumental que hace referencia a un FORUM16.

El interior del edificio evidenció un alto grado de destrucción y revuelto de los niveles originales que indican la sistemática búsqueda y extracción de los materiales constructivos reutilizables. Sin embargo, en el ángulo suroriental apareció un rudimentario suelo a base de grandes tégulas invertidas sobre un nivel de preparación dispuesto para regularizar la roca natural sobre la que se asienta toda la construcción. La disposición de dichas tégulas excluye que fuera un derrumbe y aún más que se trate del suelo originario del edificio, por lo que es lógico suponer una reutilización tardía del edificio en tiempos no precisados, quizás cuando su cubierta comenzaba a derrumbarse, lo que permitiría reutilizar sus tégulas o las de algún otro edificio próximo, lo que evidencia un fenómeno de reempleo del edificio en fecha tardía comparable al observado en el teatro y anfiteatro.

El proceso de abandono y reutilización de espacios públicos, bien conocido en gran parte de la Península17, con retraimiento en ocasiones del hábitat hacia zonas altas de cada enclave18, es notorio también en otros centros conquenses de las proximidades; en Valeria el foro se abandona en la segunda mitad del siglo III d. C. y en el siglo IV la basílica ha sido reocupada con viviendas muy toscas; igualmente, la exedra se ha convertido en esta época en un redil y los pórticos han sido tabicados para convertirlos en viviendas19.

Más interesantes son las evidencias conservadas en las termas monumentales aparecidas en torno a la actual ermita sobre su uso en fecha tardía. Especialmente el frigidarium, de planta aproximadamente cuadrada con una natatio en su lado nororiental, evidencia dos fases de época imperial. La primera es la de construcción, quizá en fecha flavia, a la que parece corresponder un suelo original de opus testaceum. Éste, en algunas zonas, aparece recubierto por un segundo suelo que pudiera corresponder a una reparación del mismo, pero que más bien debe relacionarse con una reestructuración general, pues sobre él aparece un mosaico con decoración geométrica polícroma de aspecto muy tardío; de él se conservan sólo una o dos filas de teselas pegadas a los muros así como algunos fragmentos junto a la esquina meridional y el muro nororiental; es visible una banda de teselas amarillas que discurre paralela a los muros con una anchura que oscila entre 0,20 y los 0,35 m; a continuación, enmarcadas por estrechas líneas de teselas negras, aparecen dos cenefas de bandas oblicuas amarillas y blancas la primera, y de teselas blancas la segunda, cuyas anchuras son,   —148→   respectivamente, 0,10 y 0,15 m. Finalmente, el fragmento de mosaico localizado junto al muro nororiental conserva un cuarto campo en el que alternan cuadros rojos y amarillos de unos 0,25 m. de lado. Aunque los motivos prácticamente no se conservan, el aspecto tosco del mosaico, el empleo de policromía (blanco, negro, amarillo, rojo) y el tamaño de algunas teselas, que superan los 2 e incluso los 3 cm en alguna ocasión, sugieren una fecha tardía, aunque aún no se pueda datar por testimonios arqueológicos. Pero si este hecho se relaciona con la tradición «clásica» de los canceles más antiguos de la basílica visigoda, una fecha hacia el siglo V de la era pudiera no ser descartable.

Además, directamente sobre el suelo del frigidarium se documenta una tercera fase de utilización a la que corresponden diversos muros de piedra trabadas con barro, que compartimentan la sala y que, en ocasiones, se adosan a los muros de opus caementicium de la construcción original. El acceso más septentrional, entre la natatio y el muro norte del frigidarium, se compartimentó como una habitación cerrada en tres de sus lados con un tosco suelo a base de ladrillos cuadrangulares e incluso octogonales reutilizados de otros puntos de las termas. En este espacio, la abundancia de escoria y otras evidencias de fuego, que afectaron incluso al muro que cierra el pasillo, sugiere actividades metalúrgicas.

Aún posterior sería otra fase, quizás ya plenamente medieval, constatada por la presencia en el ángulo Oeste de la sala de un tosco murete de piedra que, a diferencia de los restantes, no se asienta ya directamente sobre el suelo original, siendo además el único de que pasa directamente sobre el muro de opus caementicium.




ArribaAbajoLos materiales muebles

Aunque falta un estudio pormenorizado de los materiales muebles hallados en las excavaciones de Segobriga, alguno de ellos, como las cerámicas de tipo terra sigillata hispánica tardía y brillante, los grandes platos de cerámica gris estampillada o las cerámicas pintadas de tradición celtibérica confirman la continuidad de la vida en Segobriga. Pero tal vez entre estos materiales el hecho más significativo sea las diferencias que se observan en la distribución de dichos productos, pues frente a los yacimientos costeros, las producciones africanas como las sigillatas de tipo africano resultan mucho menos frecuentes que los productos hispánicos. Entre estos materiales cabe incluir algunos raros vidrios tardíos, como un cuerno para beber, y muy escasas lucernas20.


Muñeca de marfil

Entre los objetos más notables recientemente hallados en Segobriga está un figura femenina en marfil de una muñeca articulada, de gran calidad técnica y notable nivel artístico, que procede de niveles revueltos de la basílica situada frente a la Puerta Principal de la ciudad. Ofrece un característico peinado, denominado «Scheitelzopf» o «ad elmo», representado con precisión y elegancia, de cronología bastante precisa por seguir una moda caracterizada por cubrir gran parte de la frente y las sienes, enlazando prácticamente con el final de la linea de los ojos, mientras que, por detrás, se recoge hacia la nuca subiendo hacia arriba en forma de trenza o recogido en malla, tapando completamente la zona correspondiente a las orejas. Este   —149→   peinado fue introducido en época de los Severos21, perdurando hasta el final de la Tetrarquía22, pero la ancha trenza de este ejemplar, que llega casi hasta la frente formando una especie de bucle, se debe fechar en época galieno-aureliana23 o tetrárquica24.

Esta muñeca de Segobriga debe considerarse entre los mejores ejemplares conocidos25, fechado con seguridad hacia el 280 d. C., debiéndose considerar un producto de Roma o de la zona oriental de Imperio, mejor Siria que Egipto a juzgar por sus rasgos estilísticos, pues sigue corrientes retratísticas postseverianas que reflejan la moda impuesta por la domus diuina a partir del siglo II avanzado, en época antonina26, hasta el periodo constantiniano, alcanzando la segunda mitad del siglo IV d. C.27 Por ello, es probablemente el mejor de los hallados en Hispania28, como la muñeca de Tarragona, fechada al inicio del siglo IV d. C.29 o los 4 ejemplares de marfil y uno de ámbar procedentes de Ontur (Albacete), fechados a fines del siglo III o en el IV d. C.30   —150→   Estas muñecas romanas31, aunque a menudo aparecen en tumbas de niñas o mujeres jóvenes32, según las referencias escritas tenían, además de función como juguetes33, significado religioso34, lo que explica que representen personas adultas a escala reducida, hecho que se puede relacionar con su uso como ofrendas en santuarios y templos donde se consagraban a la divinidad protectora en el paso de la infancia a la adolescencia, cuando las jóvenes esposas consagraban sus muñecas a Venus35. Por lo tanto, este objeto parece indicar la continuidad de esta tradición romana en Segobriga.

Pero, además, conviene señalar que estos ejemplares, normalmente elaborados en materias nobles, como marfil y ámbar, deben interpretarse como auténticos productos suntuarios, evidentemente dirigidos a las élites como confirma su aparición en sepulturas de jóvenes del mayor rango social, como la de Crepereia Tryphaena, lo que explica su valor artístico. Por lo tanto, esta muñeca de Segobriga es evidencia de élites sociales con gran capacidad adquisitiva de estos refinados bienes exóticos de lujo en el convulso periodo que va de la Anarquía Militar a la Tetrarquía, en un momento que corresponde a una conocida crisis en la Historia de Roma que no parece haber afectado a estas tierras de forma particular, lo que explicaría la continuidad de dichas élites hasta la tardía antigüedad.




Bronces

Uno de los conjuntos más interesantes de objetos tardorromanos hallados en Segobriga lo constituye la colección de bronces que albergan los museos de Cuenca y de la propia excavación36. La mayor parte de las piezas son fragmentos de recipientes de uso cotidiano entre las que destacan las asas y apliques para asas de calderos metálicos hallados en las   —151→   excavaciones del teatro37, un cencerro hallado en las viviendas rústicas que reocupan el anfiteatro38 y una vaina de cuchillo de tipo «Simancas» hallada en el teatro39; de este mismo edificio proceden también algunos pequeños recipientes metálicos y algunos fragmentos de otros de los que desconocemos el contexto, pero que prueban sobradamente la reutilización con otros fines del edificio teatral hasta el final de la vida en la ciudad.




Hallazgos monetarios

En el registro monetario de Segobriga se observa una relativa falta de correspondencia entre los hallazgos y lo que sabemos sobre la historia de la ciudad en la antigüedad tardía; en efecto, sorprende en el enclave el reducido volumen de hallazgos del siglo II d. C., pero aún más llamativa es la ausencia de radiados de Galieno o Claudio II; las fracciones de bronce del siglo IV, con las que están sembrados todos los yacimientos peninsulares que mantienen su actividad en este período, han hecho su aparición en Segobriga en las campañas arqueológicas de los últimos años, coincidiendo con la excavación de las fases de reocupación de las termas monumentales ya citadas40. Merece citarse a este respecto el hallazgo de la primera moneda islámica en Segobriga; se trata de un dirham del Emirato independiente, acuñado en Córdoba entre los años 812 y 813 d. C., que fue hallado en los niveles superficiales de las termas.




Evidencias epigráficas

Tampoco disponemos de soporte epigráfico para documentar la actividad urbana durante los siglos III d. C. y siguientes, circunstancia común a otros muchos núcleos hispanos, pero que en Segobriga se agrava por la ausencia casi absoluta de grafitos cerámicos de esta época o de restos de epígrafes funerarios de contenido netamente cristiano para estos años. Disponemos sólo de un grafito sobre el labio de un cuenco de terra sigillata hispánica Drag. 27, fechable entre los siglos III y IV d. C.; el texto dice Lorentis y parece un característico genitivo de una forma antigua como Laurens41.





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ArribaAbajoVías de comunicación

El gran eje viario que unía Complutum con Carthago Noua a través de Segobriga y Saltigi debió seguir en uso en época tardorromana, jalonado por establecimientos y núcleos habitados cuya vitalidad para esta etapa está probada, y documentado con miliarios aparecidos en diversos puntos del recorrido. La vía es un recorrido formado por la superposición de dos tramos, el que el Anónimo de Rávena describe entre Complutum y Saltigi42, y el que los miliarios y restos arqueológicos prueban entre Carthago Noua y Saltigi. La ruta comunicaba la Meseta con la costa y con uno de los más importantes puertos peninsulares y es uno de los recorridos mejor documentados por la investigación reciente43. Miliarios tardíos del centro y sur de este recorrido son el de Torre Uchea (Albacete)44, hallado cerca de la nueva ciudad romana de El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) y fechado en el año 238 d. C. por la titulatura de Maximino, y el de Uclés (Cuenca), junto a Segobriga, probablemente del mismo año y a nombre del mismo monarca45; sin embargo, tales testimonios tienen sólo un valor relativo debido al elevado número de miliarios de Maximino y Máximo conocidos fundamentalmente en las provincias occidentales del Imperio46; en Hispania estos miliarios son resultado de la eficaz política de restauración y mantenimiento viario llevada a cabo por C. Messius Decius Valerianus, el futuro emperador Trajano Decio47, que en estos años ostentaba el gobierno de la Tarraconense.

La más tardía de las evidencias viarias en este recorrido es el miliario de Constantino II, descubierto en las excavaciones de 1952 en el anfiteatro de Segobriga y hallado en algún   —153→   lugar no precisado de los alrededores de la ciudad; se conserva hoy en su Museo48 y sólo puede asignársele una amplia cronología entre los años 317 y 337 d. C.; evidentemente, el monumento había sido trasladado a la ciudad desde algún punto de la comarca, lo que implica su pertenencia al eje viario que comentamos.

Con el miliario de Constantino II cesan las evidencias epigráficas del recorrido entre Complutum y Carthago Noua, aunque la vitalidad de ambos centros en época tardorromana, y la existencia de núcleos activos como la propia Segobriga en este recorrido, permiten suponer que el eje se mantuvo en uso durante toda la baja romanidad, como siguió haciéndolo en centurias posteriores.




ArribaAbajoLa basílica «visigoda» y el inicio del cristianismo en la ciudad

Un interés especial en Segobriga ofrece el problema de su cristianización inicial, ya que el primer monumento excavado en este yacimiento, entre los años 1760 y 1768, fue la llamada basílica «hispano-visigoda», cuyos importantes hallazgos dieron lugar en 1789 a una campaña de excavaciones que duró hasta comienzos de 1790 bajo los auspicios de la Real Academia de la Historia49 y que desde entonces no ha dejado de llamar la atención de los especialistas50.

Esta basílica exterior de Segóbriga está situada a unos 750 metros de la Puerta Principal y es una de las mayores que se conocen de esta época en Hispania pues mide 48 m de longitud y 26 m de anchura. Su estructura, regular y de buena traza, es de tres naves paralelas longitudinales divididas por diez columnas o pilares cuadrados. Esta construcción ofrece dos características peculiares: una, es la existencia delante del ábside y a ambos lados de salas en disposición transversal, a modo de crucero; otra, es la existencia bajo el ábside de planta de herradura muy cerrada de una cripta abovedada, a la que se accedería por dos escaleras, la septentrional perfectamente conservada, por lo que el ábside verdadero quedaría sobreelevado respecto a la estrecha nave transversal y las naves longitudinales. La iglesia, hoy en buena parte reenterrada, debió ser de obra de sillería buena y su planta recuerda algunas basílicas de África del Norte, probando las relaciones del primer cristianismo hispano con el   —154→   norteafricano. Pero el empleo del arco de herradura en el arco triunfal y la planta del ábside deben considerarse elementos hispanos, como evidencia su comparación con la basílica de Marialba (León).

De gran interés son los restos asociados a esta basílica. En primer lugar hay que citar las sepulturas de varios obispos, destacando la del obispo Sefronio con una interesante inscripción métrica, hoy desaparecida, que con bastante seguridad señala su muerte en el 16 de las kalendas de julio del año 588 de la Era, o sea el 16 de junio del año 550 d. C.51 También se conoce otro epitafio que cita a los obispos Nigrino, Sefronio y Caonio52 y aún es posible que hubiera enterrado otro obispo de nombre Honorato, a juzgar por los indicios de otra inscripción, también perdida53. Igualmente, debe citarse un sarcófago rectangular sobre dos pedestales cuadrados hallado en el ábside, con una inscripción que, por desgracia, ha perdido el nombre del difunto y que cabe atribuir a otro obispo a juzgar por su ubicación54. Más oscuro es el sentido de un quinto texto descubierto como todos los anteriores en las excavaciones de la basílica55.

No menos conocidos por su importancia son los restos de ornamentación aparecidos. Aunque hoy perdido, cabe destacar un fragmento de la silla episcopal y numerosas pilastras, algunas decoradas y una de ella de mármol jaspeado, así como varias columnitas de sustentación que se atribuyeron a la mesa del altar. Pero, tal vez, destaquen los fragmentos de cancel y de relieves decorativos de tipo geométrico con alguna roseta que cabe relacionar con el final de la tradición decorativa clásica y que supone un elemento antiguo dentro del arte hispano-cristiano.

Todos estos elementos evidencian que esta iglesia estaba construida antes de la mitad del siglo VI, pudiéndose atribuir a comienzos del siglo V, lo que explicaría el clasicismo de su decoración, aunque sea incierto precisar estos datos sin una excavación del monumento.

Sí es importante valorar que esta basílica ocupaba la zona central de una amplia área funeraria y religiosa en parte estructurada en torno a ella. En efecto, a su occidente, al otro lado del actual camino, parecen ubicarse los restos de una posible estructura octogonal, lo que llevaría a interpretarla como el baptisterio. Más al norte, al otro lado de la carretera Saelices-Quintanar de la Orden, se conserva un amplio recinto rectangular de casi 50 m. de largo que, por su situación, cabe considerar de finalidad funeraria.

Pero, seguramente, el elemento topográfico más característico es una extensa necrópolis, que se extiende desde la salida de la ciudad, bajo el actual Museo, hasta la propia   —155→   basílica, seguramente de época visigoda, a juzgar por los ajuares mejor datados, ubicada sobre una necrópolis pagana anterior cuyos restos aparecen reutilizados con frecuencia y que seguiría paralela a la vía romana que llegaba a Segobriga desde el nordeste56. El interés de esta extensa necrópolis es que confirmaría el carácter funerario de tan interesante templo, permitiendo conjeturar su origen martirial en relación con la sepultura de algún cristiano singular allí enterrado, tal vez en alguna de las persecuciones del Imperio, lo que habría atraído la construcción de la basílica y los sepulcros de los obispos y de todos los fieles. Aunque la cronología de los materiales exhumados confirma plenamente su denominación, no han llegado hasta nosotros laudas e inscripciones que permitan identificar a los difuntos.

Además de estos restos, en la zona más alta del Cerro, en lo que sería la antigua arx aparecieron en las excavaciones antiguas restos de canceles con motivos decorativos característicos del arte hispano-visigodo del siglo VII, del círculo áulico toledano57. A los fragmentos conocidos de antiguo, sin procedencia segura, hay que añadir otro hallado en una prospección realizada en 1965 en la zona suroriental del área, entre materiales revueltos en una casa parcialmente excavada en la roca. Por el contrario, las recientes excavaciones en torno a la ermita no permiten ubicar una basílica en esta zona originariamente de termas, a pesar de que sería lógico que hubiera existido una tradición de culto y de la extraña forma de herradura de la planta de la ermita, que, sin embargo, parece corresponder a un posible laconicum infraexistente.

Con esos datos cabría especular sobre la posibilidad de que la ciudad hubiese dispuesto de una basílica intramuros, contemporánea quizá a la exhumada en las afueras de la ciudad; ésta última pudo haber sido un recinto de uso principalmente funerario mientras que aquélla habría constituido la verdadera sede del episcopado segobricense. Sin embargo, las excavaciones en el recinto termal situado en lo alto del Cerro de Cabeza de Griego nos han enseñado que en la ciudad se reutilizan de forma general los materiales arquitectónicos más antiguos para «parcelar» las áreas monumentales y convertirlas en viviendas hasta bien entrada la Edad Media58, por lo que los hallazgos de objetos de arte mueble hispano-visigodo en las zonas elevadas de la ciudad deben ser tomados con cautela a la espera de que futuras excavaciones permitan confirmar la existencia de esa basílica intramuros que se ajustaría más a los patrones de ubicación que conocemos para otras ciudades hispanas59.

Finalmente, para comprender el desarrollo del proceso de cristianización en Segobriga, conviene valorar los restos de cristianización del lucus Dianae60. En efecto, un interesante   —156→   documento para comprender la perduración de las creencias ancestrales de la población en la antigüedad tardía es una cruz en color rojo vinoso de 40 cm de alto pintada en la cantera situada frente al lucus de origen prerromano dedicado a Diana, junto a la vía romana que cruza el Cigüela al suroeste de la ciudad. La actividad de este santuario se documenta en los siglos II y III d. C., pero la cruz roja pintada evidencia su cristianización, lo que supone un uso prolongado, que se podría llevar hasta el paso de la Alta a la Baja Edad Media si se tiene en cuenta que en el santuario céltico de Peñalba de Villastar61 también existen cruces de pintura roja (observación personal), seguramente para cristianizar el santuario de origen pagano que debió seguirse utilizando en época árabe, según evidencian algunos grafitos, lo que hace suponer que su cristianización fuera ya posterior a la Reconquista.








ArribaValoración final

En el momento actual de las excavaciones, todo lo que sabemos sobre el urbanismo de la ciudad de Segobriga en época tardoantigua se refiere al abandono y reocupación de áreas públicas y a la implantación del conjunto basilical extramuros. El primero de los fenómenos está sobradamente documentado en todo Occidente y ha sido objeto de multitud de estudios en los últimos años, dirigidos unos a emplear las evidencias como señal de «decadencia» del funcionamiento urbano y otros a diseñar una transformación de los modelos de vida en las ciudades62. Como en otros lugares de Hispania63, en Segobriga se convierte en un fenómeno corriente el uso privado de los antiguos recintos de espectáculos a partir de fines del siglo III d. C. y sobre todo en el siglo IV d. C.; esta amortización de uso se explica a partir del progresivo abandono que tales edificios vienen sufriendo como consecuencia de la insuficiencia económica de las ciudades para acometer su mantenimiento y explotación; ya desde el siglo II d. C. tenemos noticia del lastre financiero que los juegos de anfiteatro suponían para la hacienda municipal, una carga que se paliaba en gran medida merced a las donaciones privadas y que se convirtió en un problema grave cuando aquéllas dejaron de llegar.

Segobriga dispuso en el Alto Imperio de una élite consolidada cuya huella aparece por doquier en las inscripciones monumentales de los edificios públicos y en los programas epigráficos; tal élite mantuvo vida la ciudad durante más de dos siglos y, sin duda, siguió habitando el núcleo en siglos posteriores pero, como ocurre en todo occidente, su huella epigráfica se pierde al reorientarse sus inversiones hacia fines privados o hacia programas   —157→   edilicios relacionados con el cristianismo64. Sin embargo, modificados los hábitos urbanos de centurias anteriores y limitadas las áreas de uso colectivo, la ciudad se mantuvo en pleno funcionamiento. Con tales limitaciones, no obstante, puede llamar la atención la posterior designación como sede metropolitana a partir del siglo VI; la explicación debe buscarse en el protagonismo territorial que Segobriga venía ejerciendo desde hacía siglos en las áreas interiores de la provincia de Cuenca y que seguía haciendo de ella una pieza básica en el ordenamiento territorial de la Meseta.

Más concretamente, cabe plantearse si detrás de este hecho no debe verse la continuidad de la aparente relación de esta ciudad con posibles movimientos de trashumancia ganadera, que cada día parecen documentarse mejor desde época romana65 y, probablemente, prerromana66. Si la trashumancia romana y medieval del valle del Duero se debió extender hacia las zonas cántabra y astur y el alto valle del Ebro, la de la Celtiberia, entendiendo por tal las altas tierras del Sistema Ibérico, lo haría por una parte hacia la Rioja y las tierras del occidente del valle del Ebro y, sobre todo, hacia la Vettonia y la Lusitania, así como hacia la zona carpetana y el Levante en sus áreas más meridionales. Por ello, Segobriga debió constituir, como uno de los más importantes cruces y puntos de control de la red viaria del Este de la Meseta meridional, un centro de ganadería trashumante, según cabe deducir del similar papel que ocupará Uclés en siglos posteriores y del que deriva su importancia a partir de época medieval. En efecto, el principal destino de los ganados de las Sierras de Albarracín67 y Cuenca68 era Sierra Morena, el Valle de Alcudia y el Campo de Calatrava, zonas para las que Segobriga primero, y después Uclés, constituían un punto de paso casi obligado, así como hacia Levante y Sureste, pues los rebaños de la Celtiberia meridional también invernaban en Castellón, Valencia, Alicante (Crevillente) y Murcia69.

En las altas tierras de la Celtiberia debió perdurar desde época romana una estructura agraria que explica la gran importancia económica y social de la ganadería, en la que destacaba el pastoreo trashumante de ovejas, perfectamente adecuado a la estructura comunal del terreno, básicamente de ovejas merinas para la trashumancia y entrefinas las restantes desde época medieval, aunque se desconocen las razas celtibéricas. La dura climatología de dichas sierras, especialmente la falta de pastos de invierno, se compensaba con los de verano, cuando faltaba en las llanuras circundantes a causa de la aridez estival, por ser las zonas serranas un «islote de pluviosidad entre zonas de lluvias escasas»70, que producía pastos especialmente adecuados por   —158→   su calidad71. Al menos un tercio de las ovejas de la Sierra de Albarracín era trashumante en el siglo XVIII72 para huir de los fríos inviernos de la Sierra y aprovechar, en cambio, los ricos pastos estivales, siguiendo una tradición secular consecuencia de un triple esfuerzo humano: selección de los animales más adaptables, rígida organización del pastoreo y defensa de los pastos73.

Incluso la Sierra de Albarracín, a pesar de ser Aragón, desde época medieval formaba parte de la Mesta, siendo cabecera de la Real Cañada de Cuenca, a la que confluían los ganados de Molina, Cuenca y Albarracín, cuya pertenencia a la antigua Celtiberia meridional y a diferentes entidades políticas medievales parece evidenciar que la trashumancia de estas tierras es un hecho al menos anterior a la cristianización de los reinos cristianos tras la Reconquista. Esta hipótesis quedaría además avalada por referencias indirectas, como la legislación visigoda de Sisenando (Ley 5, tit. 4, lib. 8) que dispone no se prohíba el paso a los ganados en campos abiertos, legislación recogida en el Fuero Juzgo (Ley 26, tit. 4, lib. 8) y en las ordinaciones de la Mesta74. Además, recientemente parecen identificarse cada vez mejor en la epigrafía romana indicios de estas prácticas trashumantes75, que pudieran corroborar también en parte la dispersión de las tesseras de hospitalidad prerromanas76.

Esta hipótesis permite explicar la continuidad de Segobriga como centro de control de su amplio territorio hasta bien entrado el siglo VIII, cuando dicho papel pasó a ser ocupado definitivamente por Uclés como centro de la dinastía bereber de los ben Din-Num, lo que parece confirmar la importancia que la ganadería debió seguir teniendo en estas tierras. Y quizás en relación con este cambio se pueda considerar la construcción de una torre-atalaya en lo alto del cerro que ocupaba la ciudad, en lo que debió ser una acrópolis, cuya forma circular con un profundo foso que la rodea hace sospechar un posible origen árabe, como otras torres califales de la Marca Superior situadas en puntos de control de poblados ganaderos como Embid, Riba de Saelices (Guadalajara), Tramacastilla (Teruel) o la misma Albarracín. Sin embargo, falta todavía una documentación arqueológica de esta interesante construcción que, en todo caso, ya supone una subordinación a Uclés como centro principal. Pero, en todo caso, el cerro de Cabeza de Griego, seguramente siguiendo una paulatina despoblación, aún constituía un Concejo en 1228, aunque aparentemente dependiera de Uclés como poseedora de los molinos77.

En cualquier caso, el reducido cúmulo de evidencias de que disponemos sobre la ciudad en estos siglos de transición a la Edad Media deben ser tenidos como provisionales a la espera de que en años próximos podamos acometer la excavación de las áreas de viviendas   —159→   -hasta ahora no estudiadas- y valorar así la transformación de los modelos de hábitat en los espacios privados de la ciudad.



 
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