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ArribaAbajo Beatriz Paternain Miranda: El futuro del libro. ¿Esto matará eso?

Geoffrey Nunberg (compilador)


(Barcelona: Paidós Multimedia, 1998, 314 páginas)

El auge y la implantación de las nuevas tecnologías y los importantes cambios que están produciendo en nuestros modos de lectura y de escritura, así como en el modo de concebir los textos, han dado lugar al nacimiento de voces de alarma que llegan incluso, las más catastrofistas, a proclamar la muerte de aspectos tan arraigados en nuestra sociedad como el libro impreso, augurando que serán sustituidos por los sistemas hipertextuales, en los cuales el lector-autor sustituye al autor y la pantalla electrónica, al libro impreso.

Estos presagios de estudiosos como G. P. Landow o Negroponte han causado tal preocupación que, ante el temor de ver quebrados algunos de los cimientos sobre los que se sustenta nuestra cultura, como, por ejemplo, el libro impreso, han llevado a hacer una revisión y balance del estado actual del libro. Para ello se reunieron los principales investigadores sobre el tema, en 1995, en un congreso promovido por Umberto Eco y Patrizia Violi, en la Universidad de San Marino.

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De ahí surgió esta colección que recoge once ensayos de las figuras más importantes que participaron en el congreso. En él se tratan diversos aspectos de la cultura del libro, siendo uno de los principales el análisis de cómo ésta puede verse transformada por las nuevas tecnologías.

Carla Hesse, en el primer capítulo, titulado «Los libros en el tiempo», establece un paralelismo entre la situación que se vivió con respecto al libro durante la Ilustración y la que se vive en la época actual. Critica esta autora el modo en que se está planteando, en la actualidad, la investigación en torno al tema del libro y concluye analizando los cambios que los sistemas hipertextuales en el ciberespacio están produciendo sobre el sistema literario.

James J. O’Donnell, en su artículo «La pragmática de lo nuevo: Tritemio, McLuhan, Casiodoro», medita sobre el pasado para obtener algunas conclusiones. Así, analiza las figuras medievales de Casiodoro y Tritemio, por considerar que adoptan posturas semejantes a las que hoy se toman frente a las nuevas tecnologías; y, al mismo tiempo, critica fuertemente la figura de McLuhan. Considera que nuestra relación con los libros ha sido poco natural, pues éstos son sólo portadores secundarios de cultura.

Paul Duguid, en su artículo «Pasado y futurología del libro», opina que éste todavía es un instrumento útil y que gozará de larga vida; así mismo, realiza una crítica al modo en que se ha planteado la investigación sobre las nuevas tecnologías, centrándose sobre todo en el análisis de los conceptos de sustitución y liberación que se les atribuye. Reflexiona, además, sobre los sistemas hipertextuales y realiza una importante advertencia: «Para entender el hipertexto deberíamos mirar hacia atrás y no sólo hacia adelante». En la misma línea crítica dedica también un espacio considerable al examen del concepto de información.

En el siguiente artículo titulado «Adiós a la era de la información», Geoffrey Nunberg defiende que durante un futuro indeterminado habrá libros impresos, pero habrá que adaptarse a las consecuencias conceptuales de estas tecnologías, hasta tal punto que tengamos que redefinir ciertas categorías, y entre ellas una que se debe revisar con urgencia es la noción de contenido. Nunberg dedica parte de su artículo a esta noción, a la que prefiere denominar con la palabra «información».

Régis Debray analiza en «El libro como objeto simbólico» el carácter sagrado y masculino que durante siglos se dio al libro y a la impresión. Dedica, después, varias páginas al hipertexto en las que no se   —499→   produce ninguna aportación importante al tema, salvo la atención que presta a la desmaterialización inherente a los medios electrónicos y sus efectos.

Por el contrario, Patrick Bazin, en «Hacia la metalectura», dedica un amplio espacio a los cambios que están produciendo los sistemas hipertextuales generados por las nuevas tecnologías, tanto en lo relativo a los textos como a los modos de lectura, e insiste en el nuevo papel que a partir de ahora corresponderá a las bibliotecas.

Por otro lado, Luca Toschi centra su atención en las diferentes presiones que reciben los escritores a la hora de editar y publicar, tomando como ejemplo las diferentes ediciones de Los novios de Manzoni, en las que no siempre se ha respetado la estrecha vinculación entre imagen y texto deseada por el autor. Todo ello lleva a reflexionar sobre los medios electrónicos, centrándose en el deseo del autor de salvaguardar su obra, en la estructuración del texto en la página impresa, así como en el hipertexto y en los procesos de lectura y escritura.

A continuación, George P. Landow, en su artículo «¿Cómo nos trasladamos más allá del libro?», va desgranando las ideas ya conocidas por sus seguidores sobre ventajas e incovenientes del hipertexto, haciendo, en realidad, un auténtico canto de esta tecnología frente al libro impreso. Afirma Landow que sólo podremos hacer previsiones sobre el futuro del libro si nos encontramos más allá de la era del libro. Si bien, en opinión del autor, ya nos encontramos, de hecho, inmersos en ella.

Frente a los anteriores investigadores que, en su mayoría, al hacer prospecciones de futuro, se referían al libro como objeto, Raffaele Simone, en su artículo «El cuerpo del texto», se pregunta si se seguirá manteniendo el concepto de texto que rige actualmente y en el que se concibe a éste como algo cerrado y perteneciente a un autor, o si, por el contrario, volveremos a una situación semejante a la de la Edad Media, en la que cualquiera podía apropiarse de su contenido.

Por su parte, Jay David Bolter, en el artículo titulado «Ekphrasis, realidad virtual y el futuro de la escritura», tras reflexionar acerca de los medios electrónicos y del libro impreso, se pregunta si el libro escrito sobrevivirá como ideal cultural, ya que considera que no vamos hacia una cultura oral, como muchos estudiosos pronostican, sino hacia una cultura visual. Así defiende que el texto verbal debe luchar por mantener su legitimidad en un espacio cada vez más dominado por los modos de representación visuales.

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Por otro lado, Michael Joyce, en «Sustituyendo al autor: ‘un libro en ruinas’», aborda el tema de los textos electrónicos, hipertextuales, en los términos de Landow y Toschi, y reflexiona también sobre la realidad virtual, a la que considera como un modo de hipertexto, en el que hay varias perspectivas pero menos grados de libertad porque hay un deseo de unificarlas.

El libro lo cierra Umberto Eco con un «epílogo» en el que reflexiona sobre los diferentes puntos del simposio: «imágenes frente a cultura alfabética», «libros frente a soportes», «publicar frente a comunicar», «tres tipos de hipertexto» y «cambio frente a fusión».

En el libro se pueden apreciar claramente dos líneas: una, que defiende que el libro impreso seguirá siendo durante muchos años el garante de la cultura y que, como tal, permanecerá, y otra, que defiende que está abocado a desaparecer. Pero quizá tan interesantes o más que esta polémica sean las sugerencias que hacen los diferentes autores sobre cómo nos debemos enfrentar al estudio y análisis de las nuevas tecnologías. De nuevo, los investigadores se encuentran divididos en este aspecto. Hallamos, por un lado, los que defienden que será imposible llegar a la comprensión y a un análisis lúcido de lo que está sucediendo si olvidamos el pasado, y, por otro, los que abogan por el estudio del presente sin tener en cuenta el bagaje anterior.

Como conclusión, se puede afirmar que el principal valor del libro radica en que en un solo volumen se recogen importantes reflexiones de los especialistas más destacados sobre el tema, los cuales, desde sus diferentes puntos de vista, en muchos casos contrapuestos, otorgan importantes aportaciones a una polémica tan candente como la del futuro del libro impreso.

Beatriz Paternain Miranda

(ISLTYNT-UNED)