Acto Tercero
ERASISTRATO | ||
El proscenio representa en este y los siguientes actos la misma decoración que en el primero | ||
Escena I | ||
ERASISTRATO y SELEUCO | ||
SELEUCO | Con que juzgas que es amor | |
quien sus males ocasiona, | ||
y más y más cada día | 650 | |
tu opinión se corrobora? | ||
ERASISTRATO | Imposible es ya la duda: | |
son de amor sus penas todas. | ||
Sólo saber el objeto | ||
de su pasión resta ahora. | 655 | |
SELEUCO | Y ¿cómo saberlo, si él | |
oculta su pasión loca, | ||
y aun a confesar se niega | ||
que es amor lo que le agovía? | ||
ERASISTRATO | Le venderán las señales | 660 |
por más que su amor esconda, | ||
mostrándonos el semblante | ||
lo que recata la boca. | ||
Por eso es bien que el sarao, | ||
como os dije, se disponga | 665 | |
adonde de vuestra corte | ||
asistan las damas todas. | ||
SELEUCO | Ya está dispuesto el sarao: | |
pronto mil damas hermosas | ||
vendrán, y entre ellas acaso | 670 | |
la beldad que le enamora. | ||
Fue la idea como tuya, | ||
Erasistrato, ingeniosa. | ||
ERASISTRATO | Mucho fío de esta prueba. | |
SELEUCO | ¡Dichoso yo, si se logra! | 675 |
Que no tan sólo de un hijo | ||
a quien adoro y me adora | ||
siente el corazón paterno | ||
la dolencia como propia, | ||
sino que también me abraso | 680 | |
en la beldad seductora | ||
de la reina, y cada día | ||
más me enciende y apasiona: | ||
y el alma con tales ansias | ||
ni un breve instante reposa, | 685 | |
anhelando siempre el día | ||
venturoso de sus bodas. | ||
¡Qué bien me dijiste, amigo, | ||
que, si era bella la copia | ||
que tanto ya me encendía, | 690 | |
era más bella mi esposa! | ||
Y así más ufano vivo | ||
siendo dueño de esa joya, | ||
que si de la tierra entera | ||
me ciñeran la corona. | 695 | |
A tu amistad y a tu ciencia | ||
el aliviarme les toca, | ||
a dos enfermos sanando | ||
que igual pasión acongoja. | ||
¡Y ojalá que, hoy descubierta | 700 | |
de mi hijo la misteriosa | ||
pasión, para ambos mañana | ||
luzca la nupcial antorcha! | ||
Escena II | ||
SELEUCO, ERASISTRATO y ANTIOCO | ||
Van entrando músicos | ||
SELEUCO | Caro Antioco, este sarao | |
ordené que se disponga | 705 | |
por si se templa con él | ||
melancolía tan honda: | ||
ven pues, y un instante al menos | ||
tus pesares desahoga, | ||
de la música escuchando | 710 | |
las vivas alegres notas. | ||
Pronto todas las beldades | ||
vendrán, que mi corte adornan | ||
para que el sarao empiece. | ||
ANTIOCO | Y vendrán, ¿oh padre, todas? | 715 |
SELEUCO | Sí, todas, hasta la reina. | |
ANTIOCO | ¿También la reina? | |
SELEUCO | Ella propia. | |
ERASISTRATO | (Siempre es mayor mi sospecha, | |
pues sólo de ella se informa.) | 720 | |
ANTIOCO | Gracias te doy, padre mío, | |
por las muestras amorosas | ||
que, en alivio de mis males, | ||
tus ternuras eslabonan. | ||
(Hoy quiero por vez postrera | 725 | |
beber la dulce ponzoña | ||
que el alma apura en los ojos | ||
de mi bella matadora.) | ||
SELEUCO | Ya van viniendo las damas | |
(A ERASISTRATO) Alejarme de aquí importa | 730 | |
porque el príncipe a mi vista | ||
no se reprima y componga. | ||
(A ANTIOCO) Hijo, por breves instantes | ||
mi cariño te abandona, | ||
pues a otra parte me llaman | 735 | |
cuidados de mi corona. | ||
Escena III | ||
ANTIOCO, ERASISTRATO, y damas que van entrando | ||
ERASISTRATO | (Sobre él mis ojos agoten | |
su atención indagadora.) | ||
Las damas van llegando de dos en dos: al pasar delante del príncipe, le hacen un saludo | ||
DAMA PRIMERA | ¡Qué triste está, qué cambiado! | |
¡Y cómo, en la faz hermosa, | 740 | |
sucedió pálido lirio | ||
de la salud a las rosas! | ||
DAMA SEGUNDA | ¡Quién creyera que es el mismo | |
cuya beldad portentosa | ||
pudo mirar con envidia | 745 | |
el casto hijo de Latona! | ||
Dicen que un amor secreto | ||
es el que así le devora. | ||
DAMA PRIMERA | ¿Y por qué no se declara, | |
si de amor es su congoja? | 750 | |
DAMA SEGUNDA | Temerá quizá desdenes. | |
DAMA PRIMERA | Esa es necedad notoria: | |
¿Quién con el amor del príncipe | ||
no se juzgara dichosa? | ||
DAMA SEGUNDA | Apenas nos ha mirado, | 755 |
y sin embargo, memoria | ||
no guardo de haberte visto | ||
nunca tan bella y donosa. | ||
DAMA PRIMERA | La lisonja te devuelvo, | |
aunque en ti ya no es lisonja. | 760 | |
ANTIOCO (No ha venido todavía: | ||
me asesina su demora.) | ||
ERASISTRATO | (Distraídas sus miradas | |
han visto a las más hermosas, | ||
y parece que impacientes | 765 | |
aguardan y buscan otra: | ||
¿Quién esa otra ser podría | ||
sino Estratonice sola? | ||
Ya la miro que se acerca | ||
mas observémosle ahora.) | 770 | |
Escena IV | ||
Dichos, ESTRATONICE y OLIMPIA | ||
ESTRATONICE | (¡Quién avisarle pudiera! | |
¡Ay!) | ||
OLIMPIA | Disimulad, Señora, | |
que hay muchos ojos que estén | ||
fijos en vuestra persona. | ||
ESTRATONICE | Dices bien: alma, valor. | 775 |
ANTIOCO se ha demudado todo al ver a la reina: ERASISTRATO no aparta ni un punto los ojos de él. Al pasar la reina, todas las damas se inclinan profundamente | ||
ESTRATONICE | Príncipe. (Tiemblo.) | |
ANTIOCO | Señora. | |
(Al verla, al oír su acento | ||
todo mi ser se transforma.) | ||
DAMA SEGUNDA | Bella es sin duda la reina. | |
DAMA PRIMERA | Es bella como una diosa; | 780 |
mas yo no sé que tristeza | ||
en su semblante se nota. | ||
DAMA SEGUNDA | La habrá contagiado el príncipe | |
de su pasión melancólica. | ||
DAMA PRIMERA | No parece que le halagan | 785 |
mucho las cercanas bodas. | ||
DAMA SEGUNDA | Si con el príncipe fueran, | |
estaría más gustosa. | ||
ESTRATONICE | Bien vuestro padre dispuso | |
esta fiesta, pues no hay cosa | 790 | |
que los pesares alivie | ||
cual la música. | ||
ANTIOCO | Señora | |
ERASISTRATO | (¡Cómo la mira!) | |
ANTIOCO | (¡Qué hechizo! | |
Qué beldad deslumbradora! | ||
¡Y que no haya de ser mía! | 795 | |
¡Oh fortuna rigorosa!) | ||
ERASISTRATO | ¿No os halagan y cautivan | |
tantas damas seductoras | ||
que rara belleza ostentan | ||
e ilustre sangre blasonan? | 800 | |
¿No hay alguna que os parezca | ||
más hechicera entre todas? | ||
ANTIOCO | Todas son a la par bellas. | |
(Solamente ella es hermosa) | ||
ERASISTRATO | ¿Y vos no juzgáis también, | 805 |
(A la reina) Como yo juzgo, Señora, | ||
que amantes lazos templaran | ||
el mal que al príncipe agobia? | ||
ESTRATONICE | Lo juzgo así, y ya o oyó | |
El príncipe de mi boca. | 810 | |
ANTIOCO | (¡Oh crüel!) | |
ESTRATONICE | Y oyó también | |
lo que le, repito ahora, | ||
y es que con pecho valiente | ||
a su mal se sobreponga. | ||
(¡Ah! ¡quién valor le infundiera | 815 | |
porque su amor no conozcan!) | ||
ANTIOCO | Lucho, Señora, y confío | |
(Dominándose) Que alcanzaré la victoria. | ||
ERASISTRATO | (Veamos si con tal medio | |
más su pasión le traiciona.) | 820 | |
(A ESTRATONICE) ¡Ya nuestro príncipe amado | ||
logra notable mejora, | ||
de modo que el nuevo día | ||
verá vuestras altas bodas, | ||
que más dilación no sufre | 825 | |
del rey la pasión furiosa. | ||
ANTIOCO | (Fuera de sí) | |
¡Qué oigo! ¡Oh cielos! ¿Y es posible? | ||
¿Mañana os casáis, Señora? | ||
¡Hablad! ¡yo muero! | ||
ERASISTRATO | ¡Qué miro! | |
(Aplica la mano al pulso y corazón) | ||
Ya su accidente le torna: | 830 | |
vuela el pulso, y los latidos | ||
de su corazón le ahogan. | ||
Ya es la sospecha evidencia, | ||
y es la reina la que adora. | ||
El príncipe cae desmayado: ERASISTRATO y los criados se le llevan | ||
ESTRATONICE | ¡Ay de ti, príncipe amado, | 835 |
y ay de mí! | ||
OLIMPIA | Venid, Señora, | |
adonde sólo a mi vista | ||
vuestro ardiente llanto corra | ||
Vanse | ||
Las damas y músicos se van yendo y quedan sólo las dos damas que hablan. | ||
Escena V | ||
DAMA PRIMERA | ¡De qué espantoso secreto | |
hemos sido sabedoras! | 840 | |
En tan juveniles años | ||
¡cómo ya el amor le postra! | ||
DAMA SEGUNDA | También de la reina, dime | |
¿no advertiste la congoja | ||
y mal reprimido llanto? | 845 | |
DAMA PRIMERA | Fueron lágrimas piadosas. | |
DAMA SEGUNDA | ¿La piedad también explica | |
su salida presurosa? | ||
DAMA PRIMERA | Pues ¿qué piensas? | |
DAMA SEGUNDA | Pienso, amiga, | |
que ha tiempo que ambos se adoran. | 850 | |
Vanse y vuelve ERASISTRATO | ||
Escena VI | ||
ERASISTRATO | ||
Al fin mi ardid le arrancó | ||
al príncipe su secreto, | ||
y sé cuál es el objeto | ||
del amor que le venció: | ||
mas poco en saberlo gano, | 855 | |
y aun pienso que era mejor | ||
ignorar siempre el amor | ||
que he sabido tan en vano. | ||
Si el rey, ha un momento, aquí, | ||
comunicaba conmigo | 860 | |
su pasión, ¿cómo le digo | ||
la verdad que descubrí? | ||
Cómo, si a la reina bella | ||
me dijo que amaba loco, | ||
¿cómo le digo que Antíoco | 865 | |
se muere también por ella? | ||
Si su boda apetecida | ||
me confía, ¿de qué suerte | ||
le tengo de dar la muerte | ||
a quien me pidió la vida? | 870 | |
¿Qué haré en tal trance, qué haré? | ||
Si decirlo cierto escojo, | ||
yo de Seleuco el enojo | ||
el primero arrostraré. | ||
Mas, si la verdad recato, | 875 | |
el príncipe morirá: | ||
¡Ah! cese tal duda ya, | ||
y en ti vuelve, Erasistrato. | ||
¿Cómo en tal caso atender | ||
puedes del rey a las iras? | 880 | |
¿Cómo a tu deber no miras, | ||
cuando cumples tu deber? | ||
Mi conciencia vigilante | ||
me habla así, y su voz oyendo, | ||
cómo pude no comprendo | 885 | |
vacilar un sólo instante. | ||
Si pierdo, hablando, el favor | ||
de un rey airado y violento, | ||
sé que a la verdad contento, | ||
que es el monarca mayor. | 890 | |
al ciego temor se doble | ||
el médico vil que ignora | ||
cuánto su arte salvadora | ||
es entre las artes noble: | ||
¡use silencio o falsía | 895 | |
el siervo del interés | ||
para quien la ciencia no es | ||
sino torpe granjería, | ||
no quien, el propio negocio | ||
desdeñando, como yo, | 900 | |
siempre su arte profesó | ||
como un alto sacerdocio! | ||
Mas, para ver si aprovecho | ||
del príncipe al ansia extrema, | ||
una noble estratagema | 905 | |
me inspira el prudente pecho. | ||
Y quién sabe si quizás... | ||
la acción es sin duda estoica, | ||
pero el rey tiene alma heroica | ||
y es padre suyo además. | 910 | |
Medio tan juicioso y lento | ||
menguará también su ira: | ||
sin duda el cielo me inspire | ||
tan piadoso pensamiento. | ||
Escena VII | ||
ERASISTRATO y SELEUCO | ||
SELEUCO | Ya vengo, amigo, impaciente | 915 |
de saber el resultado | ||
de tu experiencia prudente. | ||
ERASISTRATO | Ya el mal está averiguado. | |
SELEUCO | Heme de tu voz pendiente. | |
ERASISTRATO | ¡Ay! que la causa, Señor, | 920 |
de sus congojas es tal, | ||
que ignorar fuera mejor | ||
cuál es el blanco fatal | ||
de su desdichado amor. | ||
SELEUCO | ¿Qué oigo? ¿Es acaso el objeto | 925 |
de su amorosa locura | ||
un imposible sujeto? | ||
ERASISTRATO | Es tal, que a vuestra ternura | |
quise tenerlo secreto; | ||
reputando conveniente | 930 | |
en el silencio y olvido | ||
sepultar eternamente | ||
lo que después de sabido | ||
ningún remedio consiente. | ||
SELEUCO | Si es una humana mujer | 935 |
a la que el príncipe ama, | ||
¿cuál tan esquiva ha de ser | ||
que se resista a su llama, | ||
o se niegue a mi poder? | ||
Juzgo que no habrá ninguna | 940 | |
que enlace tan eminente | ||
no tenga por gran fortuna | ||
aunque en sumo grado ostente | ||
belleza o ilustre cuna. | ||
ERASISTRATO | ¿Quién ha de ser tan insano | 945 |
que esa verdad evidente | ||
ose negar? | ||
SELEUCO | Luego es llano | |
ERASISTRATO | Mas en el caso presente | |
Todo eso, Señor, es vano; | ||
que no siempre... | ||
SELEUCO | Acaba pues: | 950 |
No más de misterios lleno | ||
al ver mis ansias estés, | ||
ni con tan lento veneno | ||
así la muerte me des. | ||
ERASISTRATO | Pues vuestro labio lo ordena, | 955 |
sabed que no admite cura | ||
de Antioco la amante pena, | ||
pues quiso su desventura | ||
que amase a mujer ajena. | ||
SELEUCO | ¡Tan extraño amor le acosa! | 960 |
ERASISTRATO | Por eso a nadie confiesa | |
jamás su llama amorosa. | ||
SELEUCO | Mas di, ¿qué mujer es esa? | |
ERASISTRATO | Es, Señor, mi propia esposa. | |
SELEUCO | ¡Tu esposa, tu esposa! ¡oh hado | 965 |
funesto! ¡oh signo importuno! | ||
¡Oh príncipe desdichado! | ||
ERASISTRATO | Ya veis, Señor, que su estado | |
no tiene remedio alguno. | ||
SELEUCO | No le tiene... uno tuviera, | 970 |
uno solamente. | ||
ERASISTRATO | ¿Cuál? | |
SELEUCO | Bien me entiendes. | |
ERASISTRATO | ¿Y quién fuera | |
capaz de heroísmo tal? | ||
SELEUCO | ¿Dejarás que mi hijo muera? | |
Si a ti mi cariño fía | 975 | |
lo que amo en el mundo más, | ||
si en su vida está la mía, | ||
pudiendo ¿no aliviarás | ||
mi tormento y su agonía? | ||
ERASISTRATO | ¿Qué me proponéis, Señor? | 980 |
¡Que a la que idolatro pierda, | ||
cediéndola a ajeno amor! | ||
SELEUCO | Lo que mereces recuerda | |
a mi amistad y favor: | ||
ve que eres padre también | 985 | |
de ese hijo a quien desde niño | ||
en la verdad y en el bien | ||
aleccionó tu cariño: | ||
de él y de mí piedad ten. | ||
ERASISTRATO | Grande, Señor, es la acción. | 990 |
SELEUCO | No mayor de lo que vales; | |
tienes de héroe el corazón, | ||
y de tu ciencia rivales | ||
tus altas virtudes son. | ||
ERASISTRATO | ¿Habéis el valor medido | 995 |
del sacrificio exigido | ||
por vuestro ruego tenaz? | ||
¿Vos mismo fuerais capaz | ||
de lo que me habéis pedido? | ||
Y si yo os dijese ahora | 1000 | |
que es la reina la que adora, | ||
¿qué os tocaba responder? | ||
SELEUCO | ¡Pero eso no puede ser! | |
(¡Oh sospecha matadora!) | ||
ERASISTRATO | Pues es, Señor, la verdad, | 1005 |
y fue lo primero engaño | ||
que fingió mi lealtad | ||
para hacer menor el daño: | ||
mi artificio perdonad. | ||
y el que aconsejarme pudo | 1010 | |
un sacrificio tan crudo, | ||
viendo que en su mano está | ||
y a menos costa, no dudo | ||
que él mismo lo cumplirá. | ||
SELEUCO | ¡Con qué tu ardid me engañó | 1015 |
hasta aquí! ¡Luego no quiere | ||
Antioco a tu esposa! | ||
ERASISTRATO | No. | |
La reina es quien le prendó, | ||
y por la reina se muere. | ||
SELEUCO | ¿Y cómo lo has descubierto? | 1020 |
ERASISTRATO | Eso bien claro lo vi. | |
SELEUCO | ¿Lo que me dices es cierto? | |
ERASISTRATO | Cierto, Señor. | |
SELEUCO | Sal de aquí, | |
que tus palabras me han muerto. | ||
Sal de aquí, pues considero, | 1025 | |
si al punto no te retiras, | ||
que habrás de ser el primero | ||
en quien mis súbitas iras | ||
descarguen su ímpetu fiero. | ||
Vete, y a ese hijo malvado | 1030 | |
aquí al instante me envía. | ||
ERASISTRATO | Pensad, Señor, en su estado. | |
SELEUCO | Todo lo tengo pensado. | |
ERASISTRATO | Ved que quizá no podría, | |
tan abatido y doliente, | 1035 | |
sufrir la fiera batalla | ||
de vuestra saña furente. | ||
SELEUCO | Basta: obedéceme y calla. | |
Al ver que se va ERASISTRATO | ||
Erasistrato, detente. | ||
Por última vez me di | 1040 | |
si estás seguro de que arda | ||
por Estratonice? | ||
ERASISTRATO | Sí. | |
SELEUCO | Pues anda y dile que aquí | |
su rey y padre le aguarda. | ||
Erasistrato hace ademán de replicar: el rey le impone silencio y le despide | ||
Escena VIII | ||
SELEUCO | ||
¡Qué supe! ¡mi hijo se atreve | 1045 | |
a levantar la esperanza | ||
a quien mi esposa ser debe! | ||
¡Teme mi justa venganza, | ||
hijo desleal y aleve! | ||
¿Cuándo pude imaginar | 1050 | |
que, con audacia sin par, | ||
un hijo que amaba tanto | ||
osase el deber más santo | ||
de sus deberes hollar? | ||
¡Yo por mi esposa le envío, | 1055 | |
yo mi honra y mi amor le fío, | ||
y a mis confianzas infiel | ||
como a mis respetos, él | ||
codicia un amor que es mío! | ||
Y Yo su mal lamentaba, | 1060 | |
y con tormento infinito | ||
sin cesar me desvelaba, | ||
y entonces no sospechaba | ||
que aún su mal era un delito. | ||
Salvado su vida habría | 1065 | |
aun a costa de la mía | ||
mi tierna solicitud: | ||
¡Oh inaudita ingratitud! | ||
¡Espantosa alevosía! | ||
Apenas llego a creer | 1070 | |
ingratitud tan extraña | ||
y tan torpe proceder: | ||
crece a su vista la saña | ||
que inflama todo mi ser. | ||
Escena IX | ||
SELEUCO y ANTIOCO | ||
ANTIOCO | Señor, a tus preceptos obediente, | 1075 |
vengo (mas ¿qué mudanza a mirar llego? | ||
¡Nubes envuelven su ceñuda frente, | ||
sus ojos lanzan centellante fuego!) | ||
SELEUCO | Príncipe, yo a llamar os he enviado | |
ANTIOCO | (¡Cuán severa su voz truena en mi oído! | 1080 |
¡Ah! Sin duda, sin duda ha penetrado | ||
mi culpable pasión: yo soy perdido!) | ||
SELEUCO | ¿Por qué, con turbación anticipada, | |
os miro estar temblando de ese modo? | ||
mas, si mi labio aún no os ha dicho nada, | 1085 | |
vuestra conciencia os lo habrá dicho todo. | ||
Ella os dirá que vuestro padre sabe | ||
vuestro infame secreto vergonzoso: | ||
nunca temí de vos culpa tan grave; | ||
con razón la ocultabais receloso. | 1090 | |
¿Sabéis lo que debisteis haber hecho | ||
antes que dar en vuestro pecho entrada | ||
a tan torpe pasión? El propio pecho | ||
rasgar mil veces con aguda espada. | ||
¿Qué nombre habrá que a la perfidia cuadre | 1095 | |
de una acción tan osada y delincuente? | ||
Como rey, como amigo, como padre, | ||
príncipe, me ofendisteis juntamente. | ||
Para enviar por mi esposa yo os elijo, | ||
digno entre todos de tal honra os hallo: | 1100 | |
¡y a la esposa del padre aspira el hijo! | ||
¡Y a su reina y señora ama el vasallo! | ||
Mas, si amor o deber no os retenía, | ||
¿No os arredró el justísimo castigo | ||
que a vuestro triple crimen guardaría | 1105 | |
vuestro rey, vuestro padre, vuestro amigo? | ||
¿Pues no había en el mundo otras mujeres, | ||
que os atrevisteis a mi real esposa? | ||
Para haceros hollar tantos deberes, | ||
sólo ella era mujer, sólo ella hermosa? | 1110 | |
Ella, entre todas, era la vedada | ||
a vuestra osada llama incestuosa, | ||
y ser debió, de vuestro padre amada, | ||
sagrada para vos, como una diosa. | ||
El solo pensamiento era un agravio, | 1115 | |
un agravio mortal sólo el deseo; | ||
y quien sabe también si con el labio...? | ||
ANTIOCO | Nunca, padre, jamás. | |
SELEUCO | ¡Ah! bien lo creo; | |
y si creyera que la culpa vuestra | ||
llegara hasta tener atrevimiento | 1120 | |
de hacer de amor ante ella alguna muestra | ||
o murmurar de amor un solo acento, | ||
vive Dios que a mis furias homicidas | ||
entonces no bastara el que mis brazos | ||
arrancaros pudieran tantas vidas | 1125 | |
como os hiciera mi furor pedazos. | ||
ANTIOCO | Echándose a los pies del rey | |
Ya estoy, Señor, a vuestras plantas puesto, | ||
y aunque bien veis que por instantes muero | ||
de mi existencia el miserable resto | ||
lo rindo y sacrifico a vuestro acero. | 1130 |
Vos me disteis la vida, y el despecho | ||
tenéis vos de quitarla: no vacilo | ||
en ofreceros el desnudo pecho | ||
de vuestra espada vengadora al filo. | ||
Acabad pues, y os dé fácil despojo, | 1135 | |
oh padre mío, este vivir funesto | ||
que hoy que merezco vuestro fiero enojo | ||
mas que nunca maldigo y lo detesto. | ||
SELEUCO | (Al alma sus acentos me han llegado, | |
y al escucharle demandar la muerte | 1140 | |
y contemplar su doloroso estado, | ||
en compasión mi saña se convierte. | ||
Si sus congojas por instantes crecen, | ||
¿he de abreviarle un fin, ya tan vecino? | ||
Mis entrañas de padre se estremecen: | 1145 | |
más que suya, es la culpa del destino.) | ||
Alza, hijo mío, y d tu estancia vuelve; | ||
allí un instante mi llamada espera. | ||
(Veamos si mi pecho se resuelve | ||
a que viva su amor y el mío muera.) | 1150 |
Acto Cuarto
SELEUCO | ||
Escena I | ||
SELEUCO | ||
¡Ah! ¡cuánto el combate dura | ||
que estoy lidiando conmigo! | ||
¡Y aun renunciar no consigo | ||
a su divina hermosura! | ||
Mis esfuerzos, que hasta aquí | 1155 | |
son tan vanos e infelices, | ||
dicen cuán hondas raíces | ||
ha echado este amor en mí. | ||
Mas, si amor mi pecho hiere, | ||
¿el de mi hijo no traspasa? | 1160 | |
¿Si yo ardo, él no se abrasa? | ||
¿Si yo padezco, él no muere? | ||
Y si, aunque morir se viera, | ||
su amor ocultaba mudo, | ||
¿qué más, qué más hacer pudo | 1165 | |
aun la virtud mas severa? | ||
¿Qué, más puedo exigir de él, | ||
si se mostró tan mi amigo, | ||
que por ser leal conmigo, | ||
consigo ha sido crüel? | 1170 | |
Si su estrella le arrastró | ||
a amar a la reina bella, | ||
culpa será de su estrella, | ||
pero de su pecho no. | ||
¡Quién sabe si ella ha entendido | 1175 | |
del príncipe el amor ya, | ||
y si por ella quizá | ||
es su amor correspondido! | ||
¿Qué mucho que ya le amara, | ||
si aunque yo no me lo diga, | 1180 | |
cuanto al príncipe la liga | ||
tanto de mi la separa? | ||
jóvenes y hermosos ellos, | ||
todo a adorarse los mueve; | ||
y de los años la nieve | 1185 | |
blanquea ya mis cabellos. | ||
Tiempo ha que entender debí, | ||
abandonando ilusiones, | ||
que la edad de las pasiones | ||
ha pasado para mí. | 1190 | |
Mas me dice esta pasión | ||
que en vano apagar anhelo, | ||
que de mis canas hielo | ||
no bajó a mi corazón. | ||
Quizás, hablando con ella, | 1195 | |
su pasión se mostrará. | ||
Viene allí: ¡qué hermosa está! | ||
Nunca la miré más bella. | ||
Escena II | ||
SELEUCO, ESTRATONICE y OLIMPIA | ||
ESTRATONICE | (Por mi suerte y la del príncipe | |
inquieta estoy de continuo: | 1200 | |
el rey aquí: ¡qué semblante | ||
tan agitado y sombrío! | ||
¿Si será ya sabedor | ||
se todo lo sucedido? | ||
Tiemblo.) | ||
SELEUCO | Princesa. | |
ESTRATONICE | Señor. | 1205 |
El rey hace una seña a OLIMPIA |
||
ESTRATONICE | Vete, Olimpia. | |
OLIMPIA | Me retiro. | |
Escena III |
||
SELEUCO y ESTRATONICE |
||
ESTRATONICE | Más cuidadoso y suspenso | |
que nunca, Señor, os miro. | ||
SELEUCO | Sí, princesa; y mi cuidado | |
nace de grave motivo. | 1210 | |
ESTRATONICE | ¿Podrá merecer mi afecto | |
que os dignéis, Señor, decirlo? | ||
SELEUCO | Antes, Señora, os buscaba, | |
pues comunicar ansío | ||
con vuestra amistad tan sólo | 1215 | |
este tormento prolijo. | ||
ESTRATONICE | Decid pues, y ojalá pueda | |
daros mi amistad alivio. | ||
Es el caso más funesto | ||
que sucederme ha podido: | 1220 | |
bien sabéis que a nuestro enlace | ||
el único estorbo ha sido | ||
ver a una ignota dolencia | ||
postrado mi único hijo. | ||
Yo de su salud a un tiempo | 1225 | |
y de mi dicha solícito, | ||
averiguaba constante | ||
la causa de su martirio. | ||
Al fin la supe, Señora; | ||
pero mi desgracia quiso | 1230 | |
que, si el mal era ya grande, | ||
fuese mayor, conocido | ||
su salud y nuestras bodas | ||
se excluyen, y ya es preciso | ||
o que a su vivir renuncie, | 1235 | |
o en vuestras bodas al mío. | ||
ESTRATONICE | (¡Ya todo lo sabe!) En vano | |
por entenderos porfío. | ||
SELEUCO | Sabed que vos sois, Señora, | |
la cansa de sus suspiros. | 1240 | |
ESTRATONICE | ¡Yo la causa! absorta os oigo. | |
SELEUCO | Pues la verdad os he dicho. | |
Cuando lo supe, os confieso | ||
que, en saña fiera encendido, | ||
me pareció hasta la muerte | 1245 | |
corta pena la su delito. | ||
Mas le vi, le hablé; a mis plantas | ||
cayó doliente y sumiso; | ||
y en piedad troqué la ira | ||
y en tierno halago el castigo. | 1250 | |
Mas, si al mirar su congoja | ||
mi enojo se ha suspendido, | ||
un largo y crudo combate | ||
sostengo conmigo mismo. | ||
Soy padre y amante a un tiempo, | 1255 | |
y aun no sé si a vos de mi hijo | ||
o a mi hijo de vos Señora, | ||
haga el duro sacrificio. | ||
Y así en tan dudoso trance | ||
a haceros me determino | 1260 | |
juez a vos misma: elegid | ||
vos entre el padre y el hijo. | ||
ESTRATONICE | (¿Será un ardid para ver | |
si amor al príncipe abrigo?) | ||
Mal podéis, Señor, hacerme | 1265 | |
juez en tan grave litigio, | ||
pues de mí disponer debo | ||
si entre vosotros elijo, | ||
y disponer de mi mano | ||
a mí, Señor, no me es lícito: | 1270 | |
desde que trató con vos | ||
mis bodas el padre mío, | ||
ya yo albedrío no tengo, | ||
que en vos está mi albedrío. | ||
Vos sois mi dueño, vos solo | 1275 | |
sobre mí tenéis dominio: | ||
vos podéis darme o guardarme | ||
a vuestro placer y arbitrio. | ||
No me pidáis pues que elija, | ||
Decidid, Señor, vos mismo, | 1280 | |
que a mí obedecer me toca | ||
lo que hubiereis decidido. | ||
Escena IV |
||
SELEUCO |
||
En vano con tal prudencia | ||
y decoro ha respondido, | ||
que sus palabras desmiente | 1285 | |
la turbación que le he visto. | ||
Sin duda el amor del príncipe | ||
ha tiempo que ella ha entendido, | ||
sin duda le ama: ¡es Antioco | ||
de ser amado tan digno! | 1290 | |
Todo, todo me persuade | ||
Este crüel sacrificio, | ||
y ya la pasión de amante | ||
cede del padre al cariño. | ||
Escena V |
||
SELEUCO y ERASISTRATO |
||
Viendo a ERASISTRATO que vacila en entrar |
||
SELEUCO | Ven sin temor, fiel amigo, | 1295 |
y perdona si, ha un momento, | ||
mi injusto enojo violento | ||
probó su rigor contigo. | ||
De mis acerbas razones | ||
ya pesaroso y corrido, | 1300 | |
que las olvides te pido | ||
y a tu monarca perdones. | ||
ERASISTRATO | Colmarais mi regocijo, | |
si cual, conmigo aplacado, | ||
ya vuestro enojo ha cesado, | 1305 | |
cesara con vuestro hijo. | ||
Y ojalá, si fuera así | ||
posible salvarle a él, | ||
que vuestra saña crüel | ||
recayera toda en mí. | 1310 | |
SELEUCO | No te afanes, noble pecho, | |
amigo leal y firme, | ||
no te afanes en pedirme | ||
lo que está del todo hecho: | ||
vencer mi enojo, al usado | 1315 | |
halago y amor volviendo, | ||
es lo menos que pretendo | ||
hacer por mi hijo adorado. | ||
ERASISTRATO | ¿Qué hazaña no es natural, | |
por más que esfuerzos demande, | 1320 | |
a esa alma elevada y grande, | ||
verdaderamente real? | ||
Pasajera indignación | ||
otro os hizo parecer, | ||
pero no tardó en vencer | 1325 | |
vuestra noble condición. | ||
SELEUCO | Como padre y como amante, | |
harto conmigo he luchado: | ||
mas ya la lucha ha cesado, | ||
y el padre quedó triunfante. | 1330 | |
Si de ti exigió mi error | ||
la hazaña dificultosa | ||
de ceder tu propia esposa | ||
al que moría de amor, | ||
¿Cuánto más justo, pues vi | 1335 | |
que hacerlo a mí me tocó, | ||
que hiciera lo mismo yo | ||
que antes exigí de ti? | ||
¿Qué menos hacer podía | ||
en este trance, y más viendo | 1340 | |
que él es mi hijo, no siendo | ||
mi esposa ella todavía? | ||
Al sacrificio costoso | ||
ya pues decidido estoy, | ||
y sin mas aguardar, hoy | 1345 | |
será de la reina esposo. | ||
Es mi hijo, mi sucesor | ||
en quien nueva vida espero, | ||
de mi corona heredero, | ||
y también de mi valor. | 1350 | |
Si a ambos la reina prendo, | ||
con ambos cumpliendo así, | ||
debo quitármela a mí | ||
para darla a mi otro yo | ||
y su alta felicidad | 1355 | |
mirando como común, | ||
Poseeré a la reina aún | ||
en mi más dulce mitad. | ||
Hazle al instante llamar, | ||
estoy de hablarle impaciente, | 1360 | |
ni quiero mas largamente | ||
su ventura dilatar. | ||
ERASISTRATO | (que va y vuelve) | |
Dejad que exprese, Señor, | ||
la admiración entusiasta | ||
que el pecho a sentir no basta | 1365 | |
al ver tan alto valor. | ||
El sacrificio era tal, | ||
que aun yo que os lo aconsejaba, | ||
aun yo lo dificultaba | ||
de todo esfuerzo mortal. | 1370 | |
¡Cuánto la alta idea gana | ||
que tuve siempre de vos, | ||
pues hoy os iguala a un dios | ||
esta hazaña sobrehumana! | ||
Grandes las victorias son | 1375 | |
que de vos cuenta la historia, | ||
«Pero es más grande victoria | ||
vencer la propia pasión.» | ||
Y de Persia el vencedor, | ||
con extremado heroísmo, | 1380 | |
hoy, vencedor de sí mismo, | ||
logra su triunfo mayor. | ||
Vedle cuál llega doliente, | ||
y abatido: ¡qué contento | ||
a ese triste abatimiento | 1385 | |
va a suceder de repente! | ||
De su dolencia crüel | ||
le va a librar breve rato. | ||
SELEUCO | Noble y fiel Erasistrato, | |
déjame solo con él. | 1390 | |
Escena VI |
||
SELEUCO Y ANTIOCO |
||
SELEUCO | Hijo amado. | |
ANTIOCO | (¿Qué oigo?) Padre. | |
Ven, hijo, más no a mis plantas, | ||
ven a mis brazos amantes | ||
que ya anhelosos te aguardan. | ||
No receles, hijo mío, | 1395 | |
que de mis iras pasadas | ||
en el corazón paterno | ||
ni una reliquia quedara. | ||
Pasó mi saña del todo, | ||
y si alguna el pecho guarda, | 1400 | |
sólo conmigo la tengo | ||
porque la tuve sin causa. | ||
¡Y en tu doloroso estado | ||
te lancé fieras miradas, | ||
y te agravio el labio mío | 1405 | |
con iracundas palabras! | ||
¡Ah! perdona, hijo querido, | ||
esas palabras airadas | ||
las primeras que escuchaste | ||
en mis labios. | ||
ANTIOCO | No así añadas | 1410 |
más extremos amorosos; | ||
basta ya, padre del alma. | ||
Tus acentos me penetran, | ||
me confunde bondad tanta: | ||
si tus iras me abatieron, | 1415 | |
tus piedades me restauran, | ||
y tu perdón me da vida, | ||
si me mató tu amenaza. | ||
Con volverme tu cariño | ||
quedan mis ansias colmadas, | 1420 | |
que al que tu perdón merece | ||
esa ventura le basta. | ||
SELEUCO | Pues a una nueva ventura | |
hoy tu corazón prepara | ||
y se abra ese triste pecho | 1425 | |
finalmente a la esperanza. | ||
Algo por tu vida y mía | ||
es bien que tu padre haga, | ||
que en volverte mi cariño | ||
claro esta, que no hice nada. | 1430 | |
Yo moribundo te miro; | ||
y si al inquirir la causa, | ||
hallo que agonizas presa | ||
de ardiente amorosa llama, | ||
en vez de dejar vencerme | 1435 | |
por la sed de la venganza, | ||
debí dar a la alegría | ||
en mi corazón entrada, | ||
al contemplar que la suerte, | ||
en esto menos contraria, | 1440 | |
quiso poner en mis manos | ||
el alivio de tus ansias. | ||
Digno de castigo fueras, | ||
si con tu amor no lucharas; | ||
mas si con tu amor violento | 1445 | |
eternamente batallas, | ||
si, a mis respetos atento, | ||
miro que aun muriendo callas, | ||
debo premiar tus virtudes | ||
y remediar tu desgracia. | 1450 | |
ANTIOCO | ¿Qué quieres, padre, decirme? | |
SELEUCO | Que de himeneo a las aras | |
hoy conducirá tu, diestra | ||
a la beldad que idolatras. | ||
ANTIOCO | ¿A quién, Señor? | 1455 |
SELEUCO | ¿Lo preguntas? | |
A la reina: yo la amaba | ||
y mucho, pero tu amor | ||
al fin rindió la balanza. | ||
ANTIOCO | (¡Qué escucho! a mi padre debó | 1460 |
cariño y fineza tanta | ||
que por dar a mi amor vida | ||
el suyo sofoca y mata! | ||
¡Y tan crüel sacrificio | ||
de mi padre un hijo aceptara! | 1465 | |
No; la tentación es grande, | ||
mas no excede mi constancia, | ||
responder que no me toca, | ||
aunque la vida me vaya, | ||
que su generoso porte | 1470 | |
el mío a mí me señala.) | ||
De mi silencio, Señor, | ||
ha sido el asombro causa, | ||
al escuchar de tus labios | ||
que con la reina me casas. | 1475 | |
SELEUCO | ¿Pues no es de amor tu dolencia? | |
¿A Estratonice no amas? | ||
ANTIOCO | ¿Yo a la reina? te repito | |
que tus acentos me pasman. | ||
SELEUCO | Pues, ¿cómo aquí mis enojos | 1480 |
te turbaron, y a mis plantas | ||
te derribaste confuso, | ||
si a Estratonice no amabas? | ||
ANTIOCO | Porque tanto te respeto | |
y tanto temo tu saña, | 1485 | |
que, aun sintiéndome inocente, | ||
me es fuerza, Señor, temblarla. | ||
Si siempre con un cariño | ||
casi materno me tratas, | ||
¿cómo resistir podía | 1490 | |
tan repentina mudanza? | ||
SELEUCO | Luego tu mal no es de amor, | |
y Erasistrato se engaña? | ||
ANTIOCO | No se ha engañado al decirte | |
que es amor el que me abrasa, | 1495 | |
mas sí en creer que es la reina | ||
el objeto de mi llama, | ||
SELEUCO | Pues ¿quién es? | |
ANTIOCO | Es Cleonice, | |
De Estratonice la hermana. | ||
SELEUCO | ¿Y cómo no la dijiste | 1500 |
La pasión que te inspiraba? | ||
ANTIOCO | Porque va está prometida | |
al amor a otro monarca, | ||
y el mirarla de otro dueño | ||
al silencio me obligaba. | 1505 | |
SELEUCO | Pero, ¿cómo Erasistrato | |
creyó que a mi esposa amabas? | ||
ANTIOCO | El vería que a su vista | |
más mis ansias se agravaban, | ||
porque a su hermana recuerda | 1510 | |
con perfecta semejanza. | ||
SELEUCO | Mira que no engañes, hijo, | |
al que darte vida trata. | ||
ANTIOCO | Señor, la verdad te digo: | |
recuerda que a mi llegada | 1515 | |
partir de nuevo quería, | ||
porque su amor me llamaba. | ||
Pues, si es verdad lo que dices | ||
pienso que remedio aún haya. | ||
¡Pero deja que de nuevo | 1520 | |
maldiga la injusta rabia | ||
con que te ofendió mi labio | ||
cuando tan sin culpa estabas! | ||
Sólo te culpo en que tanto | ||
decírmelo dilataras. | 1525 | |
Mas aún abriga mi pecho | ||
justa dichosa confianza | ||
de que esas tratadas bodas | ||
por mí Demetrio deshaga. | ||
Mucho Demetrio me debe: | 1530 | |
a mí su interés le enlaza, | ||
y se alegrará de ver | ||
que mas vínculos nos atan. | ||
Como me dio a Estratonice, | ||
así te dará a su hermana, | 1535 | |
ufano si a padre e hijo | ||
ver logra unidas entrambas. | ||
ANTIOCO | ¡Ojalá que aun tiempo sea! | |
Y por que veas que te habla | ||
la verdad el labio mío, | 1540 | |
te pido que su tardanza | ||
hoy con la reina celebres | ||
tus bodas tan dilatadas, | ||
y yo a buscar a mi esposa | ||
ledo partiré mañana. | 1545 | |
SELEUCO | Corro a escribir a Demetrio: | |
después veré a mi adorada | ||
esposa: ¡ah! ¡cuánto me alegra | ||
ver que no es ella quien amas! | ||
Ven a mis brazos de nuevo; | 1550 | |
hijo, me devuelves el alma, | ||
pues, al darte a Estratonice, | ||
el alma misma te daba. | ||
Escena VII | ||
ANTIOCO | ||
¡Ah! ¡que yo mismo me espanto | ||
de lo que acabo de hacer! | 1555 | |
¡Apenas llego a creer | ||
que fuera capaz de tanto! | ||
Y, puesto ya en el dintel, | ||
yo propio a entender no acierto, | ||
¡como viendo el cielo abierto, | 1560 | |
no he querido entrar en él! | ||
¿Mi padre no me ofreció | ||
a la que mi amor provoca? | ||
Pues ¿cómo la falsa boca | ||
pudo responder que no? | 1565 | |
¡Quién desdecirse pudiera | ||
de esa crüel negativa, | ||
que de la dicha me priva | ||
y que mi fin acelera! | ||
Mas, ¿no es tiempo todavía? | 1570 | |
A mi padre ir no podré | ||
y decirle: «Te engañé; | ||
»pues me la cedes, es mía. | ||
»Fuerza es que tu hijo reciba | ||
»de tu mano liberal | 1575 | |
»la hermosura sin la cual | ||
»es imposible que viva.» | ||
Pero ¿qué digo? ¿qué intento? | ||
¡Mi heroica filial hazaña | ||
así deslustra y empaña | 1580 | |
un vil arrepentimiento! | ||
Por ella, cual nunca, debo | ||
estar de mí satisfecho: | ||
no me pese después de hecho | ||
lo que aún haría de nuevo. | 1585 | |
Ya del combate la palma | ||
al padre ha ganado el hijo: | ||
yo doy la vida, si él dijo | ||
que en ella me daba el alma. |
Acto Quinto
ESTRATONICE | ||
Escena I | ||
ESTRATONICE y OLIMPIA | ||
OLIMPIA | Cesad los hondos suspiros, | 1590 |
enjugad el lloro amargo, | ||
que vuestra suerte, Señora, | ||
dichosamente ha cambiado; | ||
el amor que decoroso | ||
ocultó vuestro recato | 1595 | |
aun a su objeto, pues era | ||
vuestro deber contrario, | ||
mostrar podéis sin rebozo | ||
como legítimo y santo, | ||
pues en deber lo convierten | 1600 | |
los castos nupciales lazos. | ||
Ya vuestro nuevo himeneo | ||
no es de ninguno ignorado, | ||
ni ya más plática se oye | ||
en el alegre palacio: | 1605 | |
vengo de oírlo yo propia | ||
de boca de Erasistrato | ||
a quien confiárselo digna | ||
del mismo Seleuco el labio. | ||
Mas a entender no os lo dio, | 1610 | |
en lo que me habéis contado, | ||
a vos el rey? | ||
ESTRATONICE | Cara amiga, | |
De creer aún no acabo | ||
Esta dicha; y es posible | ||
que, después de sufrir tanto, | 1615 | |
hoy me vea al fin unida | ||
a mi príncipe adorado? | ||
Persuadirme apenas puedo | ||
la felicidad que alcanzo, | ||
cuando brillar no veía | 1620 | |
de esperanza un débil rayo. | ||
Y este amante corazón, | ||
tanto tiempo lacerado, | ||
no resiste la alegría | ||
de tan repentino cambio. | 1625 | |
¡Y es cierto! | ||
OLIMPIA | ¿Admitir podéis | |
en Erasistrato engaño? | ||
Os digo que oí yo misma | ||
el fiel relato el sabio. | 1630 | |
Él al príncipe dejaba | ||
con el rey su padre hablando: | ||
¿Quién duda que ya le dijo | ||
que le cede vuestra mano? | ||
Es vuestra dicha segura. | 1635 | |
ESTRATONICE | Ven, dulce amiga, a mis brazos; | |
deja que en tu seno vierta | ||
este placentero llanto. | ||
(Aquí llega ANTIOCO y al oír su nombre, se detiene) | ||
¡Y tú idolatrado Antioco, | ||
las congojas y cuidados | 1640 | |
que te he causado, no dudo | ||
que me los perdones, cuando | ||
sepas que a este triste pecho | ||
igual amor inspirando, | ||
las mismas penas me cuestas | 1645 | |
que a ti mi amor te ha costado! | ||
Escena II | ||
DICHAS y ANTIOCO | ||
ESTRATONICE | ¡Qué miro! ¡el príncipe aquí! | |
Sin duda escuchó. | ||
ANTIOCO | Escuché: | |
Pero más valiera a fe | ||
que no oyera lo que oí, | 1650 | |
señora, pues, si primero | ||
moría desconsolado, | ||
sabiendo que soy amado | ||
ya desesperado muero. | ||
ESTRATONICE | Morir, ¡Señor! ¿Pues diciendo | 1655 |
no os ha estado el rey ahora | ||
que consiente...? | ||
ANTIOCO | Sí, Señora. | |
ESTRATONICE | Pues entonces no os entiendo. | |
ANTIOCO | Ni yo me entiendo tampoco, | |
ni sé lo que he dicho u hecho: | 1660 | |
¡Ah princesa! yo sospecho | ||
que me estoy volviendo loco. | ||
Mas el tiempo finalmente | ||
huye en que hablaros es dable; | ||
y es fuerza que villa vez hable | 1665 | |
y que calle eternamente. | ||
Ya sabéis si os amo; pero | ||
no podéis ni imaginar | ||
cuánto este amor singular | ||
es grande, profundo, fiero. | 1670 | |
Pues bien, amándoos así, | ||
mi padre a m os ofreció, | ||
y dije a mi padre no | ||
y a tal dicha resistí. | ||
ESTRATONICE | ¿Qué escucho? | 1675 |
ANTIOCO | Diréis ¿por qué? | |
Porque os cedió a su pesar, | ||
y yo que le gano a amar, | ||
a ser noble le gané. | ||
Él os ama y os cedía, | 1680 | |
señora, a mi amor ardiente | ||
por remediar solamente | ||
mi tormento y agonía. | ||
Mas yo no pude aceptar | ||
sacrificio tan impío, | 1685 | |
y, aunque era mayor el mío, | ||
el suyo debí estorbar. | ||
Le aseguré que no amaba | ||
vuestra beldad hechicera, | ||
y que vuestra hermana era | 1690 | |
la que mi amor inspiraba. | ||
Él me escuchó como quien | ||
alivio notable siente, | ||
creyéndome fácilmente | ||
lo que le estaba tan bien; | 1695 | |
y el excesivo placer | ||
que al oírme demostró | ||
más y más me persuadió | ||
que cumplía mi deber. | ||
Hoy pues gozará felice | 1700 | |
vuestra beldad soberana, | ||
y yo partiré mañana | ||
en busca de Cleonice. | ||
ESTRATONICE | ¡Atónita me dejáis! | |
¡Y tanto valor tuvisteis! | 1705 | |
Dos vidas a un tiempo heristeis | ||
y también me asesináis. | ||
Tal vez extrañar pudierais | ||
que os hable así; pero ya | ||
sabido el secreto está, | 1710 | |
y aun cuando no lo supierais, | ||
me es fuerza hablar finalmente, | ||
antes que, en tanta aflicción, | ||
comprimido el corazón | ||
dentro del pecho reviente. | ||
Sí, la ciega idolatría | ||
que por mí sentís yo siento, | 1715 | |
padezco el mismo tormento, | ||
lucho con igual porfía. | ||
El silencio que os ataba | ||
ataba más mi decoro, | ||
y mi reprimido lloro | 1720 | |
aquí se trocaba en lava. | ||
Y así imposible os sería, | ||
vuestras penas al decirme, | ||
una sola referirme | ||
que también no sea mía. | 1725 | |
Y hoy que ¡destino crüel! | ||
salgo apenas del abismo | ||
de tantos males, ¡vos mismo | ||
me hundís nuevamente en él! | ||
ANTÍOCO | Princesa, por compasión | 1730 |
calle vuestra amante boca, | ||
pues en lo infinito toca | ||
esta desesperación. | ||
Vuestro afecto me asesina | ||
y acrece mi horrible mal: | 1735 | |
¡yo soy el blanco fatal | ||
de la cólera divina! | ||
¡Celeste venganza fiera, | ||
saña atroz que te diviertes | ||
en matarme con cien muertes, | 1740 | |
mándame al fin la postrera! | ||
Pronto me será forzoso | ||
mi suplicio presenciar | ||
cuando os conduzca al altar | ||
vuestro enamorado esposo; | 1745 | |
y el regocijo paterno | ||
en el semblante copiando, | ||
iré en el pecho ocultando | ||
los tormentos del Infierno, | ||
ESTRATONICE | Y así partiréis mañana | 1750 |
dejándome en tal dolor, | ||
y no teniéndola amor, | ||
¿os casaréis con mi hermana? | ||
¡Y querrán también los cielos, | ||
tras estar tan congojada, | 1755 | |
que, a mis tormentos se añada | ||
el tormento de los celos! | ||
ANTIOCO | No temáis que tal partida | |
pueda efectuarse, Señora, | ||
ni que hasta la nueva aurora | 1760 | |
dure siquiera mi vida; | ||
después de prueba tan fuerte | ||
es imposible que viva, | ||
y hoy cerrará compasiva | ||
mis tristes ojos la muerte, | 1765 | |
ESTRATONICE | Yo a la tumba os seguiré, | |
ANTIOCO | No, vivid, vivid, Señora, | |
de un esposo que os adora | ||
pagad la amorosa fe: | ||
pues yo mismo a él os cedí, | 1770 | |
hacedlo feliz, amadlo, | ||
de mi muerte consoladlo. | ||
ESTRATONICE | ¿Y quién me consuela a mí? | |
Todo lo pierdo, si os pierdo. | ||
ANTIOCO | El tiempo consolador | 1775 |
trocará el fiero dolor | ||
en apacible recuerdo. | ||
Pedir, para hacer cumplido | ||
el sacrificio, os debiera | ||
que al fin del todo me diera | 1780 | |
vuestra memoria al olvido. | ||
ESTRATONICE | ¡Daros al olvido! en vano | |
me lo pidierais. | ||
ANTIOCO | ¡Ah! sí: | |
Pensad sin rubor en mí, | ||
cual se piensa en un hermano. | 1785 | |
Vuestra compasión invoco, | ||
y una lágrima piadosa | ||
verted tal vez en la losa | ||
del desventurado Antioco. | ||
Mas ya de vos me despido, | 1790 | |
para no perder aun esta | ||
poca fuerza que le resta | ||
a mi pecho combatido. | ||
¡Adiós, adiós, que mientras más, princesa, | ||
miro vuestra hermosura, | 1795 | |
más renunciar me pesa | ||
a la vida, al amor, a la ventura! | ||
Escena III | ||
ESTRATONICE y OLIMPIA | ||
ESTRATONICE | ¡Príncipe, oíd!... ¡se aleja | |
y con el corazón despedazado | ||
muriendo aquí me deja! | 1800 | |
¿Quién hubiera pensado | ||
que a tan viva alegría | ||
tan terrible dolor sucedería? | ||
OLIMPIA | ¡Qué nuevo cambio el hado os reservaba! | |
ESTRATONICE | Antes al menos, del deber esclava, | 1805 |
cual víctima al suplicio, | ||
marchaba resignada al sacrificio. | ||
Mas, después que abro el pecho a la esperanza | ||
después que esposa ya me considero | ||
de mi adorado Antioco, | 1810 | |
tras tanta dicha de repente toco | ||
¡el desengaño más terrible y fiero! | ||
OLIMPIA | ¡Cuánto más os valiera | |
que no abrigaseis la esperanza amada | ||
que os había de hacer más desgraciada, | 1815 | |
y no ganarais a tan dulce amante | ||
sólo para perderlo en el instante! | ||
ESTRATONICE | ¡Oh ley de la mujer dura y acerba! | |
¡Siempre del hombre sierva, | ||
nunca manda en su pecho y en su mano, | 1820 | |
y es su destino odioso | ||
el que un padre tirano | ||
la entregue al lecho de un odiado esposo! | ||
OLIMPIA | Callad, Señora: serenad el rostro, | |
lágrimas enjugad, cesad suspiros, | 1825 | |
y reprimid congojas y pesares; | ||
que pronto vuestro esposo a conduciros | ||
vendrá del himeneo a los altares. | ||
ESTRATONICE | ¡Deja que el labio mi tormento diga, | |
que harto tiempo callé; déjame, amiga, | 1830 | |
que al reprimido lloro | ||
suelte por fin la rienda largamente! | ||
Pues este llanto que a los ojos niego | ||
y en silencio devoro, | ||
torna de nuevo a su profunda fuente, | 1835 | |
trocado en mar de devorante fuego. | ||
OLIMPIA | Por aliviar vuestro crüel quebranto, | |
diera la vida la que os ama tanto | ||
ESTRATONICE | ¡Ah! si de veras me amas, en mi seno | |
clava puñal agudo, | 1840 | |
o dame, amiga, un rápido veneno | ||
que me liberte del odiado nudo. | ||
Si, enamorada de otro, | ||
con el rey me casaba a mi despecho, | ||
hoy que a Antioco enlazada me creía, | 1845 | |
ya de Seleuco el lecho | ||
me es más odioso que la tumba fría. | ||
OLIMPIA | Mas recordad, Señora, que el monarca | |
al príncipe os cedía | ||
por libertarle de la fiera parca, | 1850 | |
y que solo del príncipe engañado | ||
hoy vuelve al himeneo abandonado. | ||
ESTRATONICE | Verdad, amiga, dices: | |
sólo quejarme puedo del destino: | ||
Sí, todos somos del furor divino | 1855 | |
las víctimas sin culpa e infelices. | ||
El cielo, el crudo cielo se recrea | ||
en inspirarnos este amor demente, | ||
para que nunca satisfecho sea | ||
y sin cesar tres almas atormente. | 1860 | |
OLIMPIA | Recobraos un tanto, | |
secad, secad el llanto | ||
que nubla ardiente vuestra faz divina | ||
que aquí el rey sus pisadas encamina. | ||
Escena IV | ||
DICHAS y SELEUCO | ||
SELEUCO | ¡Con qué placer, dulce esposa, | 1865 |
a vuestra presencia vuelvo | ||
y vuestros encantos miro | ||
sin el temor de perderlos! | ||
Si antes os dije, Señora, | ||
que batallaba suspenso | 1870 | |
entre guardaros o daros | ||
a un hijo de amor enfermo, | ||
ya por él desengañado, | ||
a mi destino agradezco | ||
que no se oponga mi dicha | 1875 | |
a la del que tanto quiero. | ||
Todo era falso, y él mismo | ||
me desengañó al momento, | ||
diciendo que vuestra hermana | ||
era de su amor el dueño. | 1880 | |
Ya pues de escribir acabo | ||
mis cartas al padre vuestro, | ||
la mano de Cleonice | ||
para mi Antioco pidiendo. | ||
Él quiso que hoy sin tardanza | 1885 | |
nuestras bodas celebremos, | ||
a fin de partir mañana | ||
en busca de otro himeneo. | ||
ESTRATONICE | (A OLIMPIA) | |
¡Quién hablar pudiera, amiga, | 1890 | |
y descubrirle lo cierto! | ||
OLIMPIA | Disimulad vuestras ansias | |
pues ya no tienen remedio. | ||
SELEUCO | No me respondéis siquiera | |
señora: ¿pero qué veo? | 1895 | |
Recientes huellas de llanto | ||
en vuestro rostro contemplo. | ||
¿Qué súbito mal, qué causa | ||
nubla así ese rostro bello? | ||
Romped al fin las prisiones | 1900 | |
de ese obstinado silencio: | ||
Decid, ¿qué tenéis, Señora? | ||
ESTRATONICE | Yo, Señor, yo nada tengo. | |
SELEUCO | Vuestra voz, vuestro semblante | |
todo, os está desmintiendo. | 1905 | |
¿quizá me seguís al ara, | ||
señora, a despecho vuestro? | ||
ESTRATONICE | ¿Qué decís? Señor, vos solo | |
sobre mí tenéis derecho: | ||
del padre que a vos me dio | 1910 | |
en vos acato el imperio, | ||
mandad: que tan solamente | ||
me toca a mí obedeceros. | ||
SELEUCO | ¡Así sólo a la obediencia | |
vuestra esclava mano debo, | 1915 | |
y como víctima triste, | ||
vais al altar de himeneo! | ||
¡Qué es esto, cielos tiranos! | ||
¡Apenas me considero | ||
de una confusión ya libre, | 1920 | |
nueva confusión padezco! | ||
¿Dónde está el príncipe? Importa | ||
que con él hable de nuevo: | ||
Llamadle al punto, que acaso | ||
él aclare este misterio. | 1925 | |
Escena V | ||
DICHOS y ERASISTRATO | ||
ERASISTRATO | Presa del mal tirano, | |
que como nunca le asaltó violento, | ||
al príncipe infeliz dejo cercano | ||
a dar, Señor, el postrimer aliento. | ||
SELEUCO | ¿Qué dices? | |
ESTRATONICE | (¡Ay de mí! su fin me mata.) | 1930 |
SELEUCO | Ha un breve instante que le dejo ufano. | |
ERASISTRATO | Muriendo queda, y es su amor insano | |
el que la tierna vida le arrebata. | ||
SELEUCO | Pues ¿qué amor? | |
ERASISTRATO | El que os dije. | |
SELEUCO | Y por qué, cuando | |
a la reina yo mismo le brindaba, | 1935 | |
¿por qué me respondió que no la amaba, | ||
con otro amor sus penas explicando? | ||
ERASISTRATO | Allí, Señor, se muestra | |
su heroico esfuerzo y su virtud sublime, | ||
pues su pasión reprime | 1940 | |
por dar vida a la vuestra. | ||
Él vio que vos la amabais, | ||
que al suyo vuestro amor sacrificabais, | ||
y mostrándose digno de tal padre, | ||
al devolveros la cedida esposa, | 1945 | |
os compitió la palma generosa. | ||
SELEUCO | ¡Ah! no perdamos tiempo tan precioso, | |
y vos, Señora, suspended el llanto, | ||
porque a traeros voy a vuestro esposo. | ||
Escena VI | ||
ESTRATONICE y OLIMPIA | ||
OLIMPIA | Parece en fin que el hado, | 1950 |
que ya se mostró crudo, ya piadoso, | ||
dar quiere a vuestro duelo dilatado, | ||
tras tantas ansias, el final reposo. | ||
ESTRATONICE | ¡Ay! que en la duración de un solo día | |
tantas mudanzas me previno el cielo, | 1955 | |
que con justo recelo | ||
aún en tal dicha el corazón no fía; | ||
y no sé si este cambio lisonjero | ||
será de tantos cambios el postrero. | ||
¿Mas qué digo? Quién sabe | 1960 | |
si en este instante, el de su muerte toca | ||
mi príncipe adorado? | ||
¡Oh triste objeto de mi llama loca! | ||
¡Volar pudiera de tu lecho al lado, | ||
y a la vida volverte | 1965 | |
con el aliento de mi amante boca | ||
o morir en tus brazos de tu muerte! | ||
OLIMPIA | Venir al rey y a Erasistrato miro, | |
y con ellos al príncipe. | ||
ESTRATONICE | Respiro. | |
Escena VII | ||
DICHAS, SELEUCO, ANTIOCO y ESTRATONICE | ||
SELEUCO | Llega a su dulce presencia | 1970 |
con ella casado estás; | ||
y por que no opongas más | ||
una inútil resistencia, | ||
y aun quieras negar tu llama | ||
por guardar a un padre fe, | 1975 | |
fuerza es que sepas que sé | ||
que la reina también te ama. | ||
Bien comprenderás ahora | ||
cuán imposible ha de ser | ||
casarme yo con mujer | 1980 | |
de quien sé que a otro hombre adora. | ||
Con tus crüeles dolencias, | ||
congojas, silencio y llanto, | ||
harto me probaste cuánto | ||
me amas y me reverencias. | 1985 | |
Hoy en la reina mirando | ||
tu vida, dicha y sosiego, | ||
que me la aceptes te ruego, | ||
y si no basta, lo mando. | ||
ANTIOCO | Venciste, padre del alma: | 1990 |
pudiste al fin más que yo, | ||
y tu mano me arrancó, | ||
de la victoria la palma. | ||
Acepta el alma rendida | ||
la ventura que le ofreces, | 1995 | |
y confieso que dos veces | ||
te debo, oh padre, la vida. | ||
(Cae a los pies del rey) |
||
ESTRATONICE | (Arrodillándose también) | |
A vuestras plantas dejad | ||
que agradezcamos los dos, | ||
como ante el ara de un dios, | 2000 | |
tanta magnanimidad. | ||
SELEUCO | Alzad, alzad, hijos caros; | |
venid, que con nudo estrecho | ||
ansían a mi amante pecho | ||
mis brazos encadenaros. | 2005 | |
mucho me costó vencer, | ||
no os lo niego, tanto amor; | ||
mas se pierde mi dolor | ||
en un celestial placer. | ||
Al mirar vuestra alegría, | 2010 | |
yo también feliz me siento | ||
y me digo: este contento, | ||
esta dicha es obra mía. | ||
Y para hacer más patente | ||
el cariño con que os miro, | 2015 | |
hoy la corona de Tiro | ||
ciño a vuestra noble frente. | ||
ANTIOCO | ¡Padre! | |
ESTRATONICE | ¡Señor! | |
ANTIOCO | ¿Quién pagar | |
podrá? | ||
SELEUCO | No se hable más de esto: | |
vamos hijos, vamos presto, | 2020 | |
pues os espera el altar. | ||
(A ERASISTRATO) | Y a mi buen Erasistrato, | |
cuya ciencia y lealtad | ||
me descubrió la verdad, | ||
¿Qué le dará un pecho grato? | 2025 | |
ERASISTRATO | Por mérito tan pequeño, | |
otra merced no pretendo | ||
que la de seguir sirviendo | ||
a tan generoso dueño. |
1869.
Apéndice
Discurso pronunciado en el entierro de D. José Gálvez
Señores:
Todas las causas justas y santas necesitan para su triunfo de una víctima: la nuestra, que no podía ser más justa ni más santa, necesitaba también de una gran víctima; y el ciudadano D. José Gálvez estaba destinado a serlo. No podía en efecto la celestial justicia haber escogido otra más noble, otra más insigne. ¿Quién podrá enumerar sus virtudes y merecimientos? Varón digno, no temo asegurarlo, de los mejores tiempos de Grecia y Roma, reunía la justicia de Arístides, la inflexibilidad de alma de Catón y Bruto al valor de Milciades y Leonidas, y a la constancia y perseverancia de los héroes en quienes más hayan resplandecido tan raras y admirables virtudes. Agregad un clarísimo entendimiento, un recto y sólido juicio y el don de la elocuencia y persuasión. Agregad aún todas las virtudes del hombre privado; habiendo sido, en todo el rigor de la letra y no con la falsedad o exageración con que de tantos se dice, fiel amigo, excelente esposo y padre inmejorable, como es notorio y como no podrán negarlo ni sus mismos enemigos.
Porque no le faltaron enemigos y aun calumniadores: muchos, como el Ateniense de la Historia, estaban cansados de oír llamar justo a este Arístides peruano. Una virtud como la de Gálvez y unos merecimientos como los suyos no podían carecer de odio y envidia. Hay más: aquella espartana austeridad, aquella inflexibilidad catoniana, era natural que en nuestros muelles tiempos fuesen tenidas por inhumanidad y dureza, como así mismo había de confundirse por los malévolos y aun por los indiferentes con el encono y la venganza aquella hambre y sed de justicia que le poseía.
No es nuestro ánimo, ni el tiempo ni el lugar lo consienten, narrar la vida de este varón singular desde su nacimiento en Cajamarca, ciudad entre todas la más propia para infundir al que en ella nace odio profundo contra la crueldad española, (como que fue teatro de la más horrible maldad que ejecutaron los españoles en América) hasta su gloriosa muerte en el puerto del Callao, peleando en defensa de su patria contra la feroz armada de esa misma inicua nación. Sólo diremos que, considerando la vida entera de Gálvez, la influencia que ejerció en la juventud liberal de nuestro tiempo, de la que era el jefe, y los eminentes servicios que hizo a su patria, parece que tal hombre no debía haber muerto jamás; pero, pues ni los más grandes están exentos de la ley común, pues era fuerza que Gálvez muriese; ¿qué otra muerte podéis vosotros designarme para coronar tal vida, que la de morir en defensa de su patria y peleando como un simple soldado el que era Ministro de la Guerra?
Él mismo no hubiera elegido otra muerte. ¡Muerte digo! ¡Vano modo de hablar! vida, vida inmortal debí decir. Este desfigurado cadáver donde apenas te reconocerían los ojos de tu esposa, no eres tú, José Gálvez: ya, ya miro a lo que verdaderamente te constituía, ya miro a tu glorioso espíritu recibir el premio debido a tus virtudes en la morada de los héroes, de los justos y de los mártires, que merecías habitar por héroe, por justo y por mártir. Y no sólo alcanzas la celeste inmortalidad; alcanzas también la inmortalidad terrena, pues, mientras haya Perú y Peruanos, vivirá tu nombre, objeto de la gratitud más tierna, del amor más ardiente y de la veneración más profunda. Deshágase y consúmase en buen hora tu cuerpo, que tu alma allá en los cielos y tu recuerdo aquí en la tierra te hacen doblemente inmortal. No bañe pues la Patria en lágrimas tu sepulcro: el verdadero modo de honrar tu memoria es imitar tus virtudes y el heroico ejemplo que nos has dado, que hoy más que nunca necesita la patria de hijos que te imiten.
Y tú, amante esposa, a quien los estrechos lazos con la ilustre víctima tienen ausente de esta solemne ceremonia, no tan ciegamente te abandones a la desesperación y al llanto; sosténgante en tan dolorosa prueba las virtudes que te hicieron merecedora de que tal hombre te escogiese por compañera: consuélate con pensar que no hay ninguna mujer peruana cuya gloria pueda compararse con la tuya; tú verás pronto con un legítimo orgullo coronar la cúspide del monumento consagrado a las víctimas de Mayo la estatua de tu esposo, a cuyas plantas bullirá sin cesar todo un pueblo idólatra de su memoria: y siempre que dejes el santo recogimiento de tus hogares, los peruanos te señalarán con el dedo al extranjero y le dirán: «Esa enlutada matrona es la viuda de D. José Gálvez, muerto heroicamente el 2 de Mayo en defensa de su patria». Y vosotros, oh tiernos hijos suyos, pensad desde temprano en los deberes que os impone tan gloriosa ascendencia, procurando ser herederos de sus virtudes, como lo sois de su apellido.
1866.
A Italia
¡Yo te saludo, Italia, región del Destino, patria de la Gloria, antiquísima tierra siempre joven, fecunda engendradora de inmortales, madre de sabios y filósofos, de poetas y artistas, de guerreros y héroes, de mártires y santos! ¡Tú que, sola, has dado más grandes hombres que, juntas, todas las demás naciones de la tierra!
¡Yo te saludo, patria de Cicerón y de Plinio, de Livio y Tácito, de Lucrecio y Virgilio, de Cincinato y Fabricio, de Régulo y Escipión, de Catón y César!
¡Yo te saludo patria del Alighieri y del Petrarca, de Miguel Ángel y Rafael, de Palestrina y Rossini, de Guicciardini y Machiavelo, de Galileo y Vico, de Colón y Buonaparte!
Yo te amé y admiré desde la infancia; desde que, abriendo los ojos de la mente a la luz de la enseñanza y la verdad, comencé a estudiar la historia de Roma, señora del mundo: creció mi afecto, cuando aprendí tus dos idiomas y estudié tus dos literaturas, latina y toscana, que, con la griega, son y serán la fuente de toda belleza, de toda sublimidad; llegando a su colmo mi amor, cuando hollé tus riberas y tu suelo feliz que el sol acaricia con sus más blandos rayos, que la Naturaleza y el Arte hermosearon a porfía y que los recuerdos de la historia han consagrado; cuando visité tus ciudades, rivales en hermosura y grandeza: ¡Nápoles la risueña y dulce, como la llamó Virgilio, cuyas cenizas reposan en su seno, Florencia la artística y elegante, Génova la soberbia y magnífica, Roma la eterna; cuando me paseé con reverente planta por tus majestuosas y venerables ruinas donde me parecía conversar melancólicamente con las sombras de tus héroes!
¿Quién no anhela con ardor conocerte? ¿Quién no te visita con amor y veneración? ¿Quién no te extraña y suspira después por ti con dolor? ¡A cuántos viajeros has hecho olvidar sus patrias y los más dulces lazos de familia y amistad! ¡A cuántos que sólo fueron a tu suelo por días, encadenaste con tu belleza largos años, hasta que al fin murieron en tu seno! ¡Ah! yo nunca te recuerdo, ni oigo siquiera pronunciar o veo escrito tu magnífico nombre sin sentir una profunda pena, semejante a la pena de la ausencia, cual si tú fueras mi segunda patria.
Tú eres en efecto, ¡oh Italia! para todos los hombres, cualquiera que sea su nación y raza, una como segunda patria, y puedes con verdad ser llamada la patria común de las inteligencias humanas. En todas las naciones que se precian de civilizadas, los entendimientos de los niños despiertan con las obras clásicas de Grecia y más aún con las de Roma, en todos los colegios del mundo las almas comienzan a educarse latinamente, esto es, italianamente: y cada nación estudia primero tu historia que su propia historia, conoce primero a tus héroes que a sus propios héroes.
Y esta vida, esta inmortalidad del pensamiento jamás te ha faltado, ¡oh Italia! cualquiera que fuese por otra parte tu condición política; aun esclava de otras gentes que te a sujetaron por las armas, reinaste sobre ellas por la doctrina y el pensamiento. ¡Destinada estás, oh misteriosa tierra, a renovarte eternamente, y a renacer, verdadero Fénix, de tus propias cenizas! Tuvieron las demás naciones una sola época, más o menos larga, de esplendor y poderío, pero sólo una vez fueron grandes y prepotentes, y, si cayeron, cayeron para siempre Cartago, Egipto, los imperios de Asia y aun la misma Grecia, veneranda madre tuya.
Solo tú, oh tierra fatal, como exenta de la ley común de las naciones, has tenido varias épocas de grandeza y preponderancia, cayendo siempre para tornarte a levantar. Si la vez primera fuiste señora del mundo por las armas, lo fuiste la segunda por la Religión que te eligió por asiento, y por las ciencias y artes bellas de que fuiste maestra a los pueblos de Europa; pero ahora que te levantas por la vez tercera, reinarás con la mente y la espada a la par:
Col senno e colla spada, |
como dice Dante. ¡Qué espectáculo vas a ofrecer al mundo! Aunque es tan grande y tan glorioso tu pasado, mayor y más glorioso será tu porvenir, de manera que lo que a cualquiera otra nación sería imposible, sólo para ti será hacedero; que tú sola puedes excederte a ti misma.
Volverás a sostener en tus robustas manos la balanza de los destinos de Europa; y ¡cuánto podrás también influir en la futura suerte de América!
América, esta gran patria nuestra, está llena de tus recuerdos, porque tú, oh Italia, llenas el espacio, como llenas los tiempos, y donde quiera que vaya el pie o la mente del hombre, allí te encuentra. ¿De dónde era sino hijo tuyo el hombre inmenso, superior a toda alabanza, cuyo genio, como no cabiendo en la prisión del continente antiguo, descubrió este nuevo continente que habitamos? Colón es el lazo eterno que contigo nos une; siendo muy de notarse que, si la suerte fue injusta con Colón, al quitar a esta parte del mundo el nombre de Colombia que le pertenecía, no lo fue contigo pues, llamándola América, le dio el nombre de otro hijo tuyo, del florentino Américo Vespucci, para que ese solo nombre bastase a despertar tu recuerdo.
¡Y cuánto tus memorias, oh Roma libre, no influyeron en la gran alma y altos intentos del joven Bolívar, futuro libertador de un mundo! ¡Cuántas veces se paseaba silencioso y pensativo por tus ruinas y melancólicas campiñas! ¡Cuántas horas y días se le huían en tu vasto Coliseo, abismado en profundas meditaciones! ¡Cuánto se inflamaba con los ejemplos de tu historia! Y allí donde viste por dos veces afianzarse los sacrosantos derechos del pueblo, en ese Monte Sacro de inmortal memoria, allí fue donde un día, después de un sublime coloquio con su ayo Rodríguez, poniendo sus manos en las de éste, pronunció el solemne juramento, que pronto vio realizado el mundo de libertar a América del yugo español!
Y el héroe de estos tiempos y digno de los antiguos, el gran Garibaldi, no es también americano en cierto modo? ¿No quiso esgrimir su vencedora espada y derramar su generosa sangre por una República de América? ¿No fue americana su primera esposa, aquella animosa Anita, tan digna compañera suya? También Lima conoce al héroe, vio su noble figura y mereció el honor de hospedarle algún tiempo en su seno.
Jamás hemos dejado, oh Italia, los hijos de esta República de simpatizar con tu causa que es la nuestra porque es la causa de la Justicia y de la Libertad; siempre te hemos amado y admirado, y tú también nos has dado frecuentes muestras de simpatía y amor. En nuestra presente lucha con España, la más feroz y bárbara entre tus bárbaras y feroces opresoras, y por quien hasta el Austria es excedida, un hijo tuyo que ha vestido el uniforme de oficial peruano, levantó en tu parlamento su elocuente y agradecida voz en favor nuestro; y han sido tus hijos; los intrépidos Bomberos Italianos los que más nos ayudaron entre los que antes se llamaban extranjeros, y han dejado de serlo el Dos de Mayo.
Por eso ahora lamentamos como nuestros tus reveses, y acompañamos a nuestros hermanos en sus patrióticas y santas lágrimas. Espera sin embargo y consuélate: que bien ha visto el mundo que, si te ha faltado fortuna, te ha sobrado valor; y sobrándote también justicia, tarde o temprano vencerás.
Sí, vencerás, a despecho de cuantos, sobre no perdonarte tu grandeza pasada, temieron tu grandeza venidera y se empeñaron en mantenerte sierva, entendiendo que para ti no había medio entre las cadenas y el trono, y que de esclava pasarías a reina.
1866.
Al 9 de diciembre
¡No con acentos de regocijo te saluda mi voz, solemne día que recuerdas a mi patria y a América la mayor de sus victorias!
Triste y conforme al duelo presente de mi patria habrá de ser el saludo que te envíe: y tú también, al ver con qué furor están desgarrando su seno sus propios hijos, vístete de luto y de dolor.
Bello y alegre habías de lucir siempre d nuestros ojos, como cuando, en los campos inmortales de Ayacucho, las miradas de Sucre vencedor te saludaron cual aurora de una nueva edad. Sí, tú nos prometiste ser padre fecundo de largos días de ventura, de paz y de progreso; y el universo entero contempló nuestras repúblicas nacientes con esperanza y con amor.
Mas ¡ay! ¡qué suerte tan diversa de tu promesa y su esperanza nos ha cabido! ¡Cuánto hemos desengañado a las gentes! Ser debimos su admiración, somos su lástima. Y adonde quiera que llega nuestro nombre, allí se escucha decir que no éramos merecedores de la libertad, y que nuestra condición debió ser siempre la de colonos, como aquellos infelices faltos de juicio y a quienes, a pesar de la edad, una infancia perpetua condena a una perpetua tutela.
¡Oh sublime independencia! no seré yo, no seré yo ciertamente quien se atreva a blasfemar tu nombre santo, ni a poner jamás en duda tus infinitos o incomparables beneficios. Si pueblos insensatos los desaprovechan y estragan, tuya no es la culpa. Tú eres y serás siempre el primero de los bienes. ¿Qué mente tan ciega no alcanza tus divinos resplandores? ¿Qué pecho tan servil, qué labio tan
abyecto te negarán su gratitud y sus bendiciones?
Pero también, qué corazón no abominará, qué lengua no maldecirá el horrendo mal, el monstruoso vicio que basta para hacer inútil tan alto bien?
Apenas la tierra nos saludó libres, cuando la espada victoriosa enrojecida aún con sangre española se empapó en nuestra propia sangre. ¡Cuántos, para mayor baldón y desventura, cuántos de los que nos conquistaron patria o independencia se valieron del acero con que levantaran el edificio para mïnarlo y destruirlo! Y en casi nueve lustros de vida propia e independiente que contamos, ¿qué espectáculo hemos ofrecido al mundo en vez de las hazañas y virtudes que de nosotros esperaba? ¡Envidias, venganzas, sed insaciable de mando; desenfrenada codicia; las leyes pisoteadas; dilapidada la hacienda pública; paralizados el comercio y la industria; un puñado de vulgarísimos caudillos arrastrando a la muerte a las ilusas muchedumbres; constante desasosiego y universal inseguridad; guerras injustas por ambos lados, y tras batallas sangrientas, triunfos más vergonzosos y lamentables que las mismas derrotas; la autoridad suprema escalada a cada instante por salvajes motines de cuartel; llamados ¡oh vergüenza! los ejércitos extranjeros a nuestro territorio por los que no veían otro medio de recobrar o conservar el poder que se les escapaba; y manchada en fin la banda bicolor tanto como los mantos imperiales, y la silla presidencial no menos que los tronos de los reyes!
España en tanto, nuestra eterna enemiga, se alegraba al escuchar nuestras discordias, y atisbaba ansiosa la ocasión propicia para recuperar su perdido imperio y uncirnos de nuevo a su coyunda. Y alentada por tantos desórdenes, y juzgándonos exhaustos de fuerzas, recursos, vino al fin y con traición micua invadió nuestras islas y holló nuestra bandera.
El Perú entonces sintió profundamente tan cobarde insulto: olvidando sus disensiones y recordando su antigua grandeza, fue otra vez grande; y vencedor de España, hizo que el 2 de Mayo fuera el glorioso e inmortal hermano del 9 de Diciembre.
Tornó el mundo civilizado a esperar en nosotros, formando por el triunfo del Callao los mismos felicísimos presagios que había formado por la victoria de Ayacucho.
Mas ¡ay! ¡cuán pronto habíamos de desmentir los segundos, como desmentimos los primeros! ¿De qué nos ha valido la nueva y espléndida victoria? ¿Quién pudo creer que tan pronto íbamos a vengar en nosotros mismos la derrota y afrenta de España? Volvía a lucir tan glorioso aniversario, y ya se maquinaba y preparaba por todas partes la guerra civil: luce hoy el 9 de Diciembre, y encuentra ya envuelta en ella a la República entera. Tan impía guerra después de tan glorioso triunfo bien bastara a quitar las ilusiones al más obstinado optimismo, y a confirmar en su desesperanza a los que piensan que este desdichado país está condenado a perpetuas discordias en lo político, como en lo físico a continuos terremotos.
Y ¡cómo se presenta esta revolución! ¡Horribles y espantosos asesinatos nos la hacen mirar armada más que de la espada del puñal! ¡Cuántas ilustres víctimas han sido ya inmoladas, cuántas se siguen y seguirán inmolando cada día!
Ya por todas partes con denuedo digno de mejor causa, se derrama por manos peruanas la sangre peruana: ejércitos peruanos sitian a ciudades peruanas: ¡y hermanas, hijas, esposas y madres, lloran unas, temen otras, la muerte de sus hijos, esposos hermanos y padres!
¡Y puede la demencia humana ser causa, de tan horribles males, de tan atroces dolores! Pueden los hombres aumentar así la suma de sus miserias, como si el común destino no les hubiera impuesto bastantes!
Yo he sido testigo del dolor desesperado de una madre que acaba de perder el más amado de sus hijos en el sitio que contra el ejército Constitucional sostiene el funesto valor de Arequipa. No tiene el lenguaje humano palabras que digan lo que decían aquellos profundos sollozos, aquellos agudos alaridos, aquellos ojos enrojecidos por un llanto de fuego, aquellas facciones demudadas en tan breve tiempo, aquellas manos que se contorcían; aquellos gestos, gritos y ademanes que formaban como un nuevo idioma del dolor cien veces más elocuente que el de la palabra; aquel negarse finalmente a todo consuelo. Vox in Rama audita est, ploratus e ululatus multus: Rachel plorans filios suos; et noluit consolari, quia non sunt. Una voz ha sido oída en Rama, y gran llanto alarido; es Raquel que llora a sus hijos y no quiere ser consolada porque ya no son. ¡Ah! ¿cuál de los trastornadores del orden público, cuál de los atizadores de las llamas civiles, no renunciaría a sus criminales intentos en presencia de tamaño dolor?
Y sin embargo, ¡cuánto más desgraciada que esta madre, cuánto más desgraciada que todas las madres peruanas es otra madre de la que nadie se duele! ¡Oh matrona del Sol, oh patria mía, Oh madre desventuradísima que te ves reducida a envidiar el dolor de tus hijas! Tú sola sientes el dolor de todas; cada hijo que ellas pierden, también le pierdes tú, y al dolor de perderlos se añade el mucho más horrible todavía de verlos perecer a manos unos de otros. Tu suerte, oh patria, como la de la antigua Jocasta, ha sido dar la vida a hijos impíos que se aborrezcan y destrocen. Si un tiempo, mísera y encadenada esclava, te atormentaba la tiranía de tus injustos señores, aun más te atormenta ahora ver que tu propia prole es la que causa tus desdichas. Nadie se cuida de tus dolores, nadie escucha tus querellas, nadie enjuga tus venerandas lágrimas.
«Paz, paz,» gritas a tus hijos los fratricidas; pero los impíos, lejos de dar oído a tus voces, se vuelven todos contra ti y te insultan y vilipendian, hiriendo, cual no lo hicieran tus más encarnizados enemigos, el seno que los concibió.
¿De qué te sirven, en tan fiera pesadumbre, tu belleza, tu opulencia y los innumerables presentes que le plugo a Dios hacerte? La hermosura y magnificencia de la morada que habitas, palacio de América, Edén del universo; el esplendor tropical del firmamento, que te cubre, donde duplica su brillo el astro amante cuyo nombre mereciste, y cuyas noches alumbran todas las lámparas celestiales, como la iluminación de una fiesta inmensa; las portentosas riquezas que, como erarios naturales, guardan tus montañas; tanta pompa y sonrisa de la naturaleza que te circunda: todo, todo te parece una amarga ironía del destino. Tú anhelaras que fuera tu mansión desnudísimo desierto, y que te cobijara, un cielo nebuloso y oscuro, donde el sol brillara, apenas cual cirio funerario, y donde un huracán gemidor lamentara eternamente tu incomparable desventura y tus dolores inconsolables.
1867.
A Agustín Zubiaga
muerto de la fiebre amarilla en mayo de 1868
Hace pocos días que algunos de los amigos que formamos como una familia unida por los más lazos del corazón, nos lisonjeábamos con el pensamiento de que ninguno de cuántos la componen había sido víctima de la tremenda plaga que hoy diezma a Lima.
Pero decretado estaba que perdiéramos uno de los más amados, y tú has sido ése, Agustín; tú en quien competían la nobleza del corazón y la altura de la inteligencia; tú a quien nadie podía ver sin sentirsete inclinado, ¡tan retratada estaba en tu simpático rostro la bondad y dulzura de tu alma! Tú a quien nadie podía tratar sin estimarte y quererte!
El dolor general que parecía gastado con tantas muertes se ha avivado para ti. ¡Tenías tantas esperanzas! ¡Dabas tantas! ¡Recién llegado de un largo viaje emprendido para completar tu educación científica y literaria, mueres en vísperas de recoger el laurel debido a tus afanes para colocarlo a los pies de la patria!
¡Oh patria una y mil veces desgraciada! No sé qué estrella enemiga hace perecer en flor a tus mejores hijos y eternizarse a los perversos. Muere el sabio y honrado Pacheco, muere Agustín Zubiaga; mueren, lejos de su patria y familia, tantos industriosos y útiles extranjeros, y viven... ¡cien y cien que no debieran haber nacido!
Adiós, Agustín; ya no te volveremos a ver en este mundo: ya no oiremos tu dulce voz desenvolver hermosos conceptos o expresar nobles y patrióticos sentimientos: -ya, cuando apuremos la copa de la amistad, tú no estarás entre nosotros: cuando el campo nos reúna, cuando celebremos el natalicio o algún fausto suceso de alguno de nosotros, ya no te veremos a nuestro lado: ya no nos acompañarás, cuando sintamos juntos el entusiasmo sublime que infunde la lectura de los grandes poetas, o las profundas y misteriosas emociones que producen la música y el canto; la música y el canto que son ¡ay! como las voces de otros tiempos y de otros mundos y que tanto recuerdan a los ausentes y a los muertos. Ya una memoria de dolor se mezclará a todas nuestras reuniones: de hoy más habrá en ellas un asiento vacío, el primero que ha hecho desocupar la muerte. Mas no temas, oh incomparable amigo, que otro ninguno ocupe jamás ese asiento, como ninguno ocupará el lugar que tuviste y tienes en nuestro corazón.
Y tu madre, tu respetable y excelente madre, que te amaba tanto, a quien tanto amabas; ¡tu madre de quien eras el único consuelo, la sola esperanza! No hace aún un año que, al abrazarte tras tan larga ausencia, se consideraba la más feliz de las mujeres; ¡y hoy que su Agustín no existe, envidia los vientres que nunca concibieron y los pechos que jamás amamantaron! ¡Pobre madre! el dolor la desesperaría, si no fuera tan cristiana.
¡Sí: sólo la religión de Cristo puede librar de la desesperación en tales pérdidas! venga, venga a consolarnos esa sublime maestra: venga a decirnos que la muerte no es una extinción, sino una tras formación, no el fin del viaje sino una partida a otro viaje más largo; que la tumba es la puerta de otro mundo y que los muertos son los viajeros de la eternidad.
«Adiós, Agustín; hasta tu vuelta» te dijimos en la escalera de la nave que te llevaba a Europa. «Adiós, Agustín; hasta nuestra ida» te decimos ahora al borde de tu sepulcro.