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ArribaAbajo

Los besos de amor




[Epígrafe]



Ite, agite ac pariter sudate medullis
omnibus inter vos, non murmura vestra columbae,
brachia non hederae, non vincant oscula conchae.

Fragm. Epithal. Imper. Gallieni.                


ArribaAbajo   Al lecho, al lecho; y en ardiente fuego
los miembros se os derritan;
no los arrullos del palomo ciego
   con los vuestros compitan;
no los amantes brazos  5
la hiedra envidien en sus dulces lazos;
ni las conchas del mar innumerables
excedan vuestros besos incesables.




- I -


ArribaAbajo   Los besos regalados
que en medio de las lides
dulcísimas de Venus
mil veces recibiste,
   los que a tus dulces labios,  5
besándome apacibles
más dulces que las mieles,
robé también felice,
   en números sonoros
mi musa los repite,  10
y mi amor, Galatea,
te los consagra humilde.
   Óyelos, pues, y afable,
porque su ardor alivie,
a dármelos de nuevo,  15
querida, te apercibe,
   que ya de mil millares
mis labios, ¡ay!, se oprimen,
pues con los que te he dado
mi sed no satisfice.  20




- II -


ArribaAbajo   Cuando la vez primera
di a Nise un dulce beso,
florido amomo y casia
respiraba su aliento,
   y de su dulce boca  5
mis labios recogieron
tan dulce miel cual nunca
la dio el collado hibleo;
   así, por apurarla,
con hidrópico anhelo,  10
mil, y mil, y mil veces
cada día la beso;
   y el número acabado,
torno a darla de nuevo
más besos que a su Adonis  15
dar pudo la alma Venus.




- III -


ArribaAbajo   Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa;
   cuando a mi ardiente boca  5
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,
   y yo por alentarla
corro con mano inquieta  10
de su nevado vientre
las partes más secretas,
   y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros  15
con balbuciente lengua,
   ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela;  20
   entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.




- IV -


ArribaAbajo   Juguemos, Nisa mía,
y cuando el sol dorado
forme el rosado día
o lo esconda inclinado
en las hesperias olas,  5
hállenos siempre a solas
en retozos y en juegos.
Yo, enamorado y ciego,
te diré: «¡Ay, palomita!».
Y tú con voz blandita  10
me dirás: «Pichón mío».
Y cuando en el exceso
de mi furor te diga:
«Dame, paloma, un beso»,
tú, a mi cuello enredados  15
los dos brazos, amiga,
mil y mil delicados
y otros mil has de darme,
y vibrando de prisa
la lengüita al besarme,  20
me herirás de un muerdito,
diciéndome: «¡Ay!, ¿no es Nisa
tu palomita, hijito,
tu miel y tu dulzura?
Tuya soy, ¡qué ventura!  25
Más, más bésame, y mira
cuál bullen descubiertos
mis pechos tan cargados
por ti que ya retiran
la holanda en que guardados  30
estaban. ¡Ay!, ¿dó vas? ¿Dónde
tu dedo, ¡ay, ay!, se esconde
lascivo? ¿Qué hacemos...?»
Así, Nisa, juguemos
así, mientras floridos  35
ambos gozar podemos
de Venus la dulzura.
Ni en vano huyan perdidos
nuestros tiempos mejores,
que ya con mil dolores  40
la vejez se apresura;
y en llegando, mi vida,
la fuerza ya perdida,
¡ay me!, la tos oscura
vendrá en desquite luego  45
del retozo y del juego.




- V -


ArribaAbajo   El que con tiernos ojos
rendido una vez miras,
de piedra es si no salta
con súbita alegría;
   y si el mismo en tus labios  5
mil dulces besos liba,
feliz tres y más veces
le digo ya en tal dicha;
   empero si en tu lecho
recibirle te dignas,  10
no ya feliz le llamo;
dios es, dios, blanda Nisa.




- VI -


ArribaAbajo   «Dicen que te doy, Nisa,
mil delicados besos,
cual nuestros viejos tristes
nunca darlos supieron;
   mas yo, si en tiernos lazos  5
ciño tu blando cuello
y al besarte y besarme
cuasi de placer muero,
   ¿he de indagar curioso,
mi vida, nada de esto,  10
cuando dó esté o quién sea
saber apenas puedo?»
   La bella Nisa oyome,
riose, y al momento
con su nevada mano  15
ciñó mi amante cuello,
   Y un beso tan lascivo
con rostro tan risueño
me dio cual nunca a Marte
dar pudo el alma Venus,  20
   diciéndome: «¿Qué temes
la grita de los viejos?
¡Ay!, de tus besos dulces
yo sola juzgar debo».




- VII -


ArribaAbajo   Pedite un dulce beso,
y tú al dármelo, Nisa,
los labios de mi boca
tan de ligero quitas,
   que cual huye asombrado  5
el que en la hierba pisa
la víbora, así lejos
de mí tu faz retiras.
   ¡Ay, ay!, esto no es darme
un beso, sino vivas  10
ansias de que me beses
mil veces, vida mía.




- VIII -


ArribaAbajo   Mil besos te he pedido;
tú, fiel a mis promesas,
mil veces solamente,
blanda Nisa, me besas.
   Mas, ¡ay, ay!, ¿por qué avara  5
así luego escaseas
tus besos regalados,
que me los das por cuenta?
   Si dan Ceres y Baco
sus dones a la tierra,  10
¿las cubas y los trojes
contando, los hinchieran?
   Si llueve el almo Jove,
¿las gotas con que riega
los áridos sembrados,  15
contadas, qué sirvieran?
   Pues, ¡ay!, tú siendo diosa
muy más que Venus bella,
¿a qué contar los besos
y no contar mis penas?  20
   Si es que contarlas puedes,
tus dulces besos cuenta;
si no, jucunda Nisa,
sin número me besa.




- IX -


ArribaAbajo   Cuando en tus dulces labios
descanso, mi señora,
chupando de tu aliento
las flores olorosas,
   por uno de los dioses  5
que en el Olimpo moran
me tengo, y más, si aun cabe
ventura más gloriosa.
   Mas luego que te apartas,
yo, el que por dios ahora  10
me tuve, y más, si aun hubo
mayor alguna cosa,
   del Orco ya me siento,
¡ay!, en las negras sombras,
y más, si aun hubo suerte  15
más baja y más penosa.




- X -


ArribaAbajo   Cuando con tiernos brazos
me enlazas y rodeas,
y el cuello reclinado,
el pecho y faz risueña,
   tus labios a mis labios,  5
oh blanda Nisa, llegas,
y atrevida me muerdes
y mordida te quejas,
   y aquí y allí vibrando
la balbuciente lengua,  10
ya chupas, ya respiras
la dulcísima y tierna
   aura de tu süave
ánima que alimenta
mi vida miserable  15
cuando blanda me besas,
   y agotando esta mía
caduca y con la fuerza
del ardor encendida,
del ardor que alimenta  20
   el impotente pecho,
le burlas y le templas
de un soplo, ¡ay, aura dulce
que mi calor recreas!,
   perdido exclamo entonces  25
que dios de dioses sea
Amor, y que ninguno
ser mayor que Amor pueda.
   Empero si algún otro
aun le excede en alteza,  30
tú sola mayor eres
que el Amor, Nisa bella.




- XI -


ArribaAbajo   ¡Ay!, déjame, luz mía,
deja, donosa mía
y mis dulces amores,
besar esos ojuelos
que el alma y pecho mío  5
tanto alegran; y deja
que el tu pelo dorado,
que al dorado cabello
de Apolo y al de Baco
se aventaja, yo bese.  10
¡Ay, ingrata!, ¡ay, esquiva,
que tan ligero premio
niegas y este descanso
a tu amante y poeta!
¿Qué te burlas donosa?  15
¿O porque así presumas
que te veas forzada,
por pedírtelo huyes
de lo que más deseas?
Pues, ¡ay!, he de cogerte  20
por fuerza, y a tu cuello
he de enredar mis manos
y juntar a mi rostro
el tuyo y a tus labios
los míos; y aunque niegues  25
y reniegues y luches,
que fiera me amenaces,
te daré hasta mil besos.
Tú morderasme todo,
y aquí y allí tus uñas  30
me herirán, pero en vano,
que sus surcos no temo,
ni tus merdos; mas antes,
cuanto más me arañares
y fiera me mordieres,  35
más regalados besos
te daré y con más fuerza
te estrecharé en mis brazos.
¡Oh dulcísimas riñas!
¡Oh muerditos süaves!  40
¿Hacerme, Nisa, quieres
feliz? Pues niega siempre
tus besos a mis ruegos,
para que yo así pueda,
robados de tu boca,  45
gustarlos más süaves.




- XII -


ArribaAbajo   Después de los dolores
de largo enojo y doloroso olvido,
torna a unirnos Cupido
en sabrosos amores,
y ya, Amarilis mía,  5
danos Venus la paz que dar solía.
   Ya me da que ver pueda
tus lascivos ojuelos y tu boca,
que a mil besos provoca,
y gozar no me veda  10
tus pechos y tu seno,
dulce miel, dulce mal, dulce veneno.
   ¡Ay, ay!, si yo gozara
en regalado lecho aquella rosa
tanto a Venus odiosa,  15
y cual olmo abrazara
tu cuello delicado
en un mar de deleites anegado,
   y el amor en su vaso
nos diera el quinto néctar delicioso  20
en el lance glorioso
do jamás anda escaso
en derramar su cebo
y es paso un gusto de otro gusto nuevo,
   ¡por cuán bien empleado  25
diera el antiguo enojo y el olvido!
A la diosa de Gnido,
ante el ara postrado,
tu zona dedicara
y un par de palomitas consagrara.  30
   Entonces tus ojuelos
ardieran en mirándome, alternando
tu labienzuelo blando
entre amantes anhelos,
el muerdo y la saliva  35
y el beso burlador que el alma priva,
   o con voz amorosa,
el «Queridito mío, aprisa, aprisa»,
entre lasciva risa
al andar deliciosa  40
por tu vientre nevado
mi mano, «otro besito regalado».
   Que allí Amor nos moviera,
mezclándose de entrambos el aliento;
y si el mole ardimiento  45
cesara, entonces fuera
cuando en mansos quejidos
en deleites quedáramos dormidos.
   Mas al punto excitando
mil amorosas burlas y caricias,  50
para nuevas delicias
nos fuéramos probando,
y entre lascivos juegos
nos inspira Amor deleites nuevos.
   Con esta dulce vida  55
recompensa, Amarilis, los dolores
que causan tus rigores
y olvido y fe perdida,
y premio de ambos sea
la amiga posesión que Amor desea;  60
   que tú ya premiar sabes
mi cariño, y aun tengo en la memoria
la dulcísima gloria
de los besos süaves
con que diste algún día  65
cebo a mi amor y aliento a mi porfía.




- XIII -


ArribaAbajo   ¡Oh noche deliciosa!,
¡oh afortunado lecho!, ¡oh gloria mía!,
¡oh Amarílida hermosa!,
mi amor en ti confía
la dulcísima gloria de este día.  5
   Pensando en mi amor ciego,
los venideros ratos concertados,
y aquel lascivo juego
con tus pechos nevados
y mil sabrosos besos a hurto dados,  10
   cuando en tiernos abrazos
a tu cándido cuello asido estaba
cual la vid con mil lazos
y tu boca sonaba
con los ardientes besos que me daba,  15
   quedeme ayer dormido.
¡Oh, nunca despertara a más dolores!
¡Ay!, yo soñé el cumplido
premio de mis amores,
gozándote, mi bien, entre las flores.  20
   ¡Cuán dulces cosas vía!
¡Qué brazos y qué pechos! ¡Qué cintura!
Mi vista discurría
con ardiente presura,
ansiosa de gozar tanta hermosura;  25
   y al ceñir a tu cuello
mis amorosos brazos en cadena,
ora tu labio bello
con dulces voces suena,
y ora al quejarse mi furor refrena.  30
   Mas yo, de amor perdido,
ya tus ayes, donosa, me aplacaban;
ya de tu ardor movido,
las ropas te quitaba
y toda de mis besos te anegaba.  35
   ¡Qué de luchas trabamos,
quitada ya la luz, y a cuántos juegos
de nuevo, ay me, tornamos!
Ora humilde a mis ruegos,
ora pugnando entrambos de amor ciegos,  40
   ya las tetas mostrabas
redonduelas y cándidas cual nieve,
y ya las ocultabas
porque de nuevo pruebe
mi mano a hallarlas, y en su ardor se cebe.  45
   Mas cuando amor instiga
al dulce ayuntamiento apetecido,
y en sabrosa fatiga
me falta ya el sentido,
de un éxtasis dulcísimo impedido,  50
   tú, con lasciva mano
tocándome proterva, a nueva vida
del sueño soberano
me tornas atrevida,
y un besito a otro sueño me convida.  55
   Así se dobla el fuego,
y los halagos crecen al sonido
del alternado ruego
respondiendo a un quejido,
el muerdito en el beso confundido;  60
   y entre el murmullo lento,
el ánima parece en suspirando
salirse entre el aliento,
o que nos va faltando,
para tantos deleites no bastando.  65
   Engáñase el que intenta
poner término a Amor y sus furores,
porque él sabe sin cuenta
mil deleites ã ardores
y mil modos de abrazos y favores.  70
   ¿Qué aprovecha a lo oscuro
envolver el amor? A la luz clara
gócelo yo seguro,
sin que me niegue avara
la divina Amarílida su cara.  75
   Vea de sus ojuelos
el lascivo mirar, y oiga el sonido
de sus blandos anhelos
cuando, a compás movido,
mi muslo suene, a su muslo unido;  80
   y la vista derrame
por su nevado vientre y por sus lados,
y tanto Amor me inflame
que en lazos duplicados
mil veces nos gocemos ayuntados,  85
   saciándose mis ojos
en cuanto el hado crudo así lo ordena,
pues los fieros cerrojos
la muerte al lado suena
del Orco, do tan presto nos condena.  90
   Por esto, gloria mía,
la verdad de mi sueño no tardemos,
y en ardiente porfía,
ahora que podemos,
los dulces gustos del amor gocemos.  95




- XIV -


ArribaAbajo   Diera yo, blanda Nisa,
con amoroso anhelo,
a tus frescas mejillas
y a tus ojos parleros
   y a tus purpúreos labios  5
cien regalados besos,
cien mil a tu garganta,
y a tus nevados pechos
   mil veces mil y tantos
millares como el cielo  10
de estrellas y el mar tiene
de arenas en su seno.
   Pero, ¡ay!, que al inclinarme
a besar, de amor ciego,
tus amorosos labios  15
y brillantes ojuelos,
   ni las tiernas mejillas,
ni los ojos traviesos,
ni de tu amable boca
las dulces risas veo  20
   que cual las negras sombras
del cielo ahuyenta luego
que el sol de Oriente nace,
bañando en luz el suelo;
   tal tu amorosa gracia  25
templa mi llanto, y luego
del alma echa las penas,
los ayes de mi pecho.
   Mi bien, ¡qué dulces lides,
cuando besarte quiero,  30
mis labios y mis ojos
reñir ardientes veo!




- XV -


ArribaAbajo   Mi humilde rostro hiere
con uñas atrevidas,
que así amor se alimenta
de regaladas riñas;
   y arráncame y revuelve  5
la cabellera riza,
y estorba mis deseos
en tu ropa ceñida,
   que tanto son sabrosas,
¡ay!, cuanto resistidas,  10
oh blanda Galatea,
de Venus las delicias.




- XVI -


ArribaAbajo   No entre tan blanda risa
me beses, Galatea,
ni asida de mi cuello
más te lasciva prendas.
   Modo hay en los placeres,  5
y aquel que más deleita,
bien presto, repetido,
ya el alma lo desecha;
   y así, si te pidiere
nueve besos, tú deja  10
dos solamente, y quita
los siete de la cuenta;
   y ni húmedos ni luengos
procura bien que sean,
cual darlos suele al padre  15
la cándida doncella;
   mas con lasciva planta
huye luego, y ligera,
guarte a mis blandos ojos
en una oculta pieza.  20
   Yo en pos he de seguirte,
porque al hallarte en ella
pueda enlazar mis manos
de tu garganta bella,
   robándote amoroso,  25
cual en sus uñas fieras
la flaca palomita
el gavilán se lleva.
   Tú las vencidas palmas
tenderás, Galatea,  30
y enredada en mi cuello
cual del olmo la hiedra,
   ya con los siete besos
de regalado néctar
querrás templarme; ¡y cuánto,  35
regalo mío, yerras!
   Pues para perdonarte
me debes dar setenta,
y aun entre tiernos lazos
te he de tener sujeta  40
   hasta que por tus gracias
me jures que deseas
por otro tal delito
llevar la misma pena.




- XVII -


ArribaAbajo   Mis ojos a los labios,
si a te besar me llego,
luego envidian, ni pueden
carecer de tu aspecto;
   y si en tu dulce vista  5
los ojos saciar quiero,
mis labios envidiosos
me lo resisten luego,
   porque el candor nevado
de tu purpúreo pecho  10
los atrae y provoca
como el imán al hierro.
   ¡Ay, soberana fuerza
de hermosísimo objeto,
que obliga a que yo propio  15
disienta de mí mesmo!




- XVIII -


ArribaAbajo   De besos regalados,
de amores, de caricias,
en tu mullido lecho
lléname, Filis mía;
   y enrédate a mi cuello,  5
las bocas tan unidas
que tú mis aires bebas,
yo tu aliento reciba.
   Tus dos ojuelos brillen,
y al entrarse lasciva  10
con blando afán mi mano
por la dorada cima,
   suene un murmullo blando,
y a par de la fatiga
dulcísima de Venus,  15
con débil voz suspira.
   Tus quejidos me alienten,
muérdame tu lengüita,
tus brazos me aprisionen,
tu anhelo me dé prisa;  20
   y venga, ¡ay me!, la muerte,
que entre tanta delicia,
Filis, si llegar osa,
no es muerte sino vida.




- XIX -


ArribaAbajo   Paloma amorosa,
basta, no te quejes,
que ya de tus brazos
colgado me tienes;
   ya mi dulce boca  5
de la tuya bebe
tu aliento, más dulce
que las dulces mieles;
   mi lengua vacila,
mi pecho se enciende:  10
¡ay, que desfallezco!
Bien mío, sostenme;
   sostenme, y tus brazos
más y más me estrechen,
y ni tu ardor pare  15
ni tus besos cesen.
   ¡Qué dulce muerdito
con lascivo diente
me has dado! Repara
que el labio me hieres.  20
   ¿Qué quejas son éstas?,
¿qué es esto? Detente,
que en tantas delicias
mi amor desfallece.
   ¿Suspiras y anhelas,  25
y a par que te mueves
tus ojuelos bullen
y tus ayes crecen?
   ¿Qué es esto, amor mío?
Reposa... ¿Qué tienes?  30
¿Me abrazas y gimes?
¿Qué, Nisa, qué sientes?
   ¡Ay!, ¿que te desmayas?
No temas; advierte
que ya delicioso  35
mi amor te sostiene.
   Reposa en mis brazos
y tu ardor se temple,
mas no de mi cuello
los tuyos descuelgues,  40
   y deja a mis labios
que el alma alimenten
en los albos pechos
y en ellos se ceben;
   ni tú de cansada  45
mil besos me niegues,
que activos de nuevo
mis llamas alienten,
   porque allí, bien mío,
en blandos placeres  50
tan dulces desmayos
gocemos mil veces.




- XX -


ArribaAbajo   Los lascivos besos,
que entre blandas risas
me das amorosa
y Amor los envidia,
   repite mil veces,  5
dulcísima Nisa,
pues así se alienta
el ánima mía;
   y no son más dulces
las mieles de Hiblía  10
que el néctar que en ellos
tus labios destilan;
   ni así las palomas
del Amor heridas
con trémulos picos  15
se besan amigas;
   ni tantos olores
el Arabia cría
cual blandos aromas
tu pecho respira.  20
   ¡Ay, trémula suena
tu dulce lengüita,
y el labio amoroso
se queja y suspira!
   Cesemos, cesemos,  25
y allá te retira,
que el alma fallece
con tanta delicia.




- XXI -


ArribaAbajo   Con blanda boca un beso regalado
me dio la ninfa mía,
y más dulce y preciado
me pareció que el néctar ã ambrosía,
   cual del tomillo y casia deliciosa,  5
al ir Febo rayando,
en verano oficiosa
la abeja liba entre susurro blando;
   y con proterva planta dio ligera
a correr y esconderse,  10
porque lasciva espera
poder en las tinieblas guarecerse;
   empero, ¡cuán en vano!, que escondida
no quiere Amor dejarla,
y, la antorcha encendida,  15
en su busca me alumbra hasta toparla.
   Ya, ya, segunda vez te tengo asida.
¿De qué tiemblas en vano?
¡Ay, mi bien!, ¡ay, mi vida!
Ya te tengo y te así con blanda mano.  20
   Por tan dulce trabajo nueve besos
en pago dame, y todos
con tus labios traviesos
dámelos, Nisa, de diversos modos.
   Di, di, ¿no sientes, si me estás besando,  25
que a los labios concurren
las almas, y buscando
la mitad que les falta, ambas discurren?
   Así, mi vida, así, paloma mía,
las almas ayuntemos,  30
y tal que en ningún día
tan dulcísimo lazo separemos;
   antes, cuando los plazos sean cumplidos
de nuestra frágil vida,
un solo espíritu, unidos  35
los labios, de dos bocas se despida.




- XXII -


ArribaAbajo   ¿Para qué, Galatea,
para qué tus mejillas,
sino para besarlas
después de bien lamidas?,
   pero haciéndolo todo  5
con blanda lengüecita
que goce y no lastime
su púrpura florida,
   que no en vano Citeres
de sus rosas más finas  10
y de sus azucenas
te las sembró benigna.
   Así no más las guardes,
no más, paloma mía,
que labios de un amante  15
besando no lastiman.




- XXIII -


ArribaAbajo   Dulce paloma
del alma mía,
más no te quejes
de Amor herida;
   ni el tierno labio,  5
que ámbar respira,
más triste ayes
fino repita.
   Ya vuelvo al lecho
do tú lasciva  10
con mil besitos
mi ardor atizas;
   ya de mi cuello
puedes asida
pender, que afable  15
ya te convida.
   Llega y volvamos
a las delicias
de Amor; un beso
dame benigna;  20
   dámelo, empieza,
que me lastima,
bien mío, el alma
verte afligida;
   y no tus brazos  25
me cansan, Nisa,
mas por probarte
fingí que huía.
   Ya vi tus ansias;
llega, mi vida,  30
y el ceño trueca
por juego y risa.



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