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Luis Leal


La leyenda Guadalupana

Al entrar a la ciudad de México por el camino de Laredo y después de pasar «Los Indios Verdes», si se fija, uno a la izquierda, lo que más le llama la atención es el ceno del Tepewac con su basílica. Se encuentra esta Basílica de Guadalupe en la Villa que oficialmente se llama Gustavo A. Madero, antes Villa Dolores Hidalgo, después Guadalupe Hidalgo, y siempre la Villa de Guadalupe o simplemente LA VILLA.

El día 12 de diciembre se celebra en esta villa, como se ha venido celebrando desde el siglo XVI, una de las grandes fiestas religiosas de la República Mexicana, la más popular y más universal, pues todas las clases sociales de la Capital concurren a la Villa en este día, para adorar a la virgen mexicana. Y no sólo de la Capital concurre la gente, sino que de todos los rincones de la República. El deseo de todos los mexicanos creyentes es conocer la Villa, ver a la virgen, adorarla, llevar a sus pueblos reliquias que ahí se compran.

Es la leyenda de la Virgen de Guadalupe la más conocida de todos los mexicanos, y no hay lugar por pequeño que sea que no celebre el 12 de diciembre con grandes fiestas. Es el culto a la virgen de Guadalupe un vínculo que una a todos los mexicanos.

En breves palabras voy a relatar la aparición de la Virgen a Juan Diego. Aunque hay varias versiones de la leyenda, seguiré la de don Luis Becana Tranco, escrita en 1666, por ser la más popular y tener el honor de ser la primera.

[...] se disculpó de no haber podido asistir a la cita y le contó la enfermedad de su tío, y la virgen prometió curarlo. Con esto quedó Juan Diego muy consolado y satisfecho, y pidió «la señal para llevar al señor obispo», a lo cual respondió la Virgen: «Sube a la cumbre del ceno en que me has visto y hablado, y corta las rosas que hallarán ahí, y recógelas en el regazo de tu capa, y tráelas a mi presencia, y te diré lo que has de hacer y decir». A pesar de que Juan Diego sabía perfectamente que no había flores en aquel lugar, pues era un ceno sin ninguna vegetación y además era invierno, obedeció sin réplica. En la cumbre encontró un vergel de frescas y olorosas rosas de castilla, de las cuales llevó en su tilma a la Virgen María, quien le ordenó que llevara las rosas al Obispo y que tuviera cuidado de no enseñarlas a nadie. Los sirvientes del Obispo no sólo no lo dejaban entrar, sino que quisieron quitarle las rosas. Al irlas a tocar, les pareció que no eran verdaderas sino pintadas. Dieron noticia de esto al Señor Obispo, y habiendo entrado Juan Diego a su presencia, al desplegar su manta, cayeron al suelo las rosas y se vio pintada en la tilma la imagen de la Virgen. Se quedó aquel día Juan Diego en palacio y al siguiente llevó al Obispo a enseñarle el sitio donde había visto a la Virgen. De ahí se fueron los dos y otros españoles a ver al do de Juan, a quien encontraron bueno y sano, y les dijo que también a él se le había a parecido la Virgen y le había dicho que se edificase un templo en el lugar en que su sobrino la había visto y que su imagen se llamase Santa María de Guadalupe, pero no dijo por qué razón.

El milagro se difundió inmediatamente y los indígenas comenzaron a acudir al palacio episcopal a adorar la imagen. De ahí se llevó a la Iglesia Mayor, donde estuvo hasta que se le edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Esta es la leyenda tradicional de la Virgen de Guadalupe. En cuanto al origen del nombre, es probable que sea español, y que se le llamó Virgen de Guadalupe porque se parecía a la Virgen de Guadalupe de España; pero también se ha dicho que el nombre puede venir del náhuatl: Tequatlanopeuh, que los españoles, como era su costumbre, simplificaron en Guadalupe. Tequatlanopeuh significa: la que tuvo origen de las cumbres de las peñas.

Otra posibilidad es: Tequantlaxopeuh, que significa: la que ahuyentó o ausentó a los que nos comían. Estos nombres nos indican que puede ser que la tradición de La Virgen de Guadalupe sea la continuación de una fiesta religiosa azteca modificada. Citaré algunos historiadores que creen esto.

Torquemada en su «Monarquía India» (publicada en Madrid en 1613) menciona que los aztecas tenían un templo a la parte norte de la ciudad de México, donde hacían fiestas a una Diosa llamada Tonantzin, que quiera decir: nuestra madre.