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Tarde undécima

Relación de los primeros ministros evangélicos, y Apología hecha a favor del V. P. Fr. Juan de S. Miguel, primer Fundador de la Hospitalidad Michoacana.

     Español. Toda la discreción, madurez, blandura, desvelo, y religiosas prendas que constituyen a los Sujetos virtuosos y prudentes, necesitaba esta nueva República cristiana para fundarse, crecer, y dilatar [295] sus fuerzas, cuyo conducto me has dado a conocer en los generosos Héroes de tu narración, no obstante de haber echado uno u otro paréntesis, en que pudieran haberse desquiciado los ejes sobro que estribaba la máquina del acierto y la seguridad. Ya veo que semejantes acontecimientos se hacen inexcusables en una Comunidad, al modo que el cuerpo humano, por sano que esté, no deja de padecer uno u otro achaque en la cabeza, o en los miembros.

     No obstante el desorden que pretendió introducir Candanles, cuarto Rey de los Lidos entre los miembros del Estado, prevaleció por muchos siglos la prudencia con que fundaron esta República sus Ardifios, Aliafes, y Melcos; porque aunque suele permitir la naturaleza que se entronice el vulgo de los malos humores, próvida deprime o arroja su malicia, poniendo en debido tono, concierto, y equilibrio la salud del hombre. Por todo lo dicho pienso, que mucha parte de esta felicidad americana se debería no sólo a los Caudillos, Jefes y Ministros temporales y políticos, sino también al celo, virtud, y santidad de los Prelados eclesiásticos y espirituales; porque en unos y otros debemos considerar, que uno sería el consentimiento, por ser una la conspiración. Y así, querría que [296] me instruyeses en esta materia, sin confundir los tiempos y estados de las Personas eclesiásticas, haciéndome una breve relación de su carácter y destinos.

     Indio. Ya entiendo a Vm. y le protesto, que deponiendo toda pasión, hablaré con el peso de la justicia y de la verdad en las manos, sin que decline el fiel hacia la parte de los afectos.

     Los primeros Ministros fueron el Presbítero Juan Díaz, el Religioso Mercedario Fr. Bartolomé de Olmedo, y según el P. Betancurt, el P. Franciscano Melgarejo. Los dos primeros se sabe sin controversia, que presenciaron la Conquista: el Religioso se pasó a España, y el Clérigo murió a manos de los Indios bárbaros, con otros Soldados, y se sepultó su cuerpo en Quecholac, Pueblo de los Popolacas: fue el primer Párroco Indiano. Un año poco más posterior a la Conquista, llegaron cinco Religiosos del Orden de San Francisco: llamábanse Fr. Juan Tecto, Flamenco de Nación, y Confesor del Emperador Carlos V: murió de hambre arrimado a un tronco, camino de las Higueras, acompañando a Cortés: Fr. Juan de Aora, que murió en Tetzcuco: Fr. Pedro de Gante, Lego, primer Maestro de la Escuela Indiana, y de las Artes mecánicas según la práctica española: renunció [297] el Arzobispado de Méjico por muerte del Señor Zumárraga, con que le brindaba el Emperador: está enterrado en el Convento de San Francisco de Méjico. Los otros dos parece que fueron los que en las Provincias de Nicaragua y León, acompañando a Cristóbal de Olid, murieron a manos de los enemigos.

     A trece de Mayo de quinientos veinte y cuatro llegaron otros doce del mismo Orden, y se llamaban Fr. Martín de Valencia, que está enterrado en Tlalmanalco; franqueó Dios a la devota curiosidad por treinta años sucesivos a su muerte su dichoso cadáver, y no se ha podido encontrar después. Vino por Prelado de todos los demás.

     Español. Al Cuerpo de este V. Varón le sucedió lo que al de su Santo Patriarca, que habiéndolo Dios manifestado a muchos Pontífices, Cardenales, Príncipes, y Prelados de la tierra, se lo negó a la vista del Santo Papa Pío V. y a todos los que después con religiosas ansias han solicitado el descubrimiento de tan rico tesoro.

     Indio. Fr. Francisco de Soto, que habiendo vuelto a España por los años de 546, y vista por el Emperador la renuncia que hizo del Arzobispado Fr. Pedro de Gante, lo proveyó en éste, hallando la misma repulsa: volviose a Méjico, donde murió. [298] Fr. Martín de la Coruña, o de Jesús, que con otros cinco Religiosos pasó con el Rey Calzolzin a esta Provincia de Michoacán: llamábanse Fr. Ángel de Saucedo, Fr. Gerónimo Alcolacato, Fr. Juan Badillo, Fr. Miguel de Polonia, y Fr. Juan Padilla.

     Español. Según lo que dices, vinieron a Michoacán seis Religiosos; y el Escritor que más se alarga es a dos o tres, como puedes verlo en el erudito P. Torquemada, cap. 12. lib. 19.

     Indio. Yo me fundo, Señor mío, para decir que son seis, no sólo en que lo he leído en el Sabio Historiador Betancurt, sino en el Memorial recopilado del Ilmo. Señor Gonzaga, General de la Religión Franciscana. Estribando en unas autoridades tan recomendables como estas, dije que pasaron seis, sobre lo que Vm. creerá lo que le parezca. Lo que no admite duda es el que el P. Fr. Martín de Jesús fue el primer Apóstol Michoacanense, debiendo a su celestial doctrina toda la prosperidad y gloria con que dichosamente hoy se lisonjea. Mucho debe la América al ardiente celo de los hijos de San Francisco; pero yo soy de dictamen, que ningunos Pueblos se constituyen más deudores a sus gloriosas fatigas, que los de Michoacan. El primero que plantó la Fe en ellos fue Franciscano, y el primero que fundó la importante y utilísima obra de la Hospitalidad. [299]

     Español. �Y quién fue ese Religioso?

     Indio. Ninguno duda que fue el P. Fr. Juan de San Miguel, Religioso tan ejemplar, que:-

     Español. Aguarda, que tú estás equívoco, porque yo he leído en un Autor, que por el año pasado de 66 escribió la Vida del V. Obispo de Michoacan D. Vasco de Quiroga, que la fundación de Hospitales se debió enteramente al celo de S. S. Illma.

     Indio. �Y ese Autor es anónimo, o no conviene que sepamos su nombre?

     Español. Es tan conocido por su juicio y literatura, que se queda corta toda expresión en su alabanza. Es un Sujeto, cuyas notorias prendas, erudición, y estudio lo aclaman en este nuevo Orbe por uno de los Varones cabalmente instruido en todo género de ciencias; por lo que con el acatamiento debido, silenciaré su nombre, venerando como debo el alto concepto que se merece su bien fundada pluma.

     Indio. No he leído esa obra, y así estimaré el que Vm. me haga capaz de lo que produce tan gran talento, contra una verdad que hasta aquí la he tenido por irrefragable, y nada dudosa.

     Español. Pues oye: en el Capítulo 12. donde habla de la fundación de Hospitales, dice así: No [300] adoptamos el sentir del R. P. Torquemada, quien afirma, que esta fundación se debe al V. P. F. Juan de San Miguel::: de Torquemada, Autor que padece la excepción de no ser de esta Provincia, tomó, como lo suele hacer en otras muchas cosas, esta noticia, el Rmo. Fr. Alonso de Larrea, Cronista de esta Provincia.... Cuantos han escrito este punto, excepto los citados, todos atribuyen esta obra de los Hospitales al Sr. Quiroga.... El primero es el V. P. Basalenque, quien se avanzó a esta proposición: A su señoría, dicen todos, se ha de atribuir esta obra de los Hospitales.... del Hospital de Santa Marta de Patzquaro, que es ciertamente obra suya, tuvieron principio todos los Hospitales de esta Provincia.

     El segundo es el P. Mro. Fr. Juan de Grijalva, cuyas palabras son las siguientes: Lo que ayudó mucho a estas fundaciones, y el principal Motor y Patrón de tan santa obra fue aquel Santo Prelado, y singular Varón D. Vasco de Quiroga. Prosigue: Con este ejemplo, y por exhortaciones suyas, se fueron fundando en todos los Pueblos Hospitales del mismo título, y con las mismas Ordenanzas. Estos son los textos, y robustísimas columnas sobre que el Sabio Autor levanta el gigante argumento contra lo escrito acerca del P. San Miguel.

     Indio. Pues Dueño mío, si no alega otras razones [301] a su favor, hasta ahora el derecho está por parte del Padre San Miguel: lo primero, porque ni yo adopto el sentir del P. Grijalva, por ser Autor que padece la excepción de no ser de esta Provincia, de quien tomó, como lo suele hacer (y lo confiesa con su acostumbrada humildad) en otras muchas cosas, esta noticia el V. P. Basalenque, Cronista de esta Provincia del glorioso P. S. Agustín; ni menos me convengo en que porque el P. Torquemada no es hijo de esta Provincia, no tenga valor su dicho, ni autoridad; porque entonces menos lo tendrán en las cosas de Michoacan Gomara, Herrera, Solís, González, Boturini, y otros, que como éstos, se alejaban de esta Provincia algo más de dos mil leguas; y por la misma razón, no deberíamos adoptar el dictamen de cuantos Extranjeros han escrito de las cosas de nuestra América, porque no son hijos de ella.

     Lo segundo, merezcan los PP. Torquemada y Larrea los mismos créditos que esa docta Pluma les da a los PP. Grijalva y Basalenque: a aquel, por escribir en Méjico como éste, y a éste, por escribir en Michoacan como aquel. Pero pues el Sabio Autor no se ha de allanar con nuestro gusto, habrá desde luego de convenir con la razón: y el modo de sensibilizarla ha de ser volviendo al texto: [302] Del Hospital de Santa Marta de Patzquaro, dice el P. Basalenque, que es ciertamente obra suya, tuvieron Principio todos los Hospitales de esta Provincia. Si como el ciertamente recae sobre el Hospital de Santa Marta, recayera sobre el tuvieron principio todos los Hospitales, pecho por tierra depondría mi error, si acaso lo es; pero no recayendo, como consta de las palabras expresadas, debo abundar en mi sentido. El V. P. Basalenque no sabía ciertamente más, que el Hospital de Santa Marta era obra del Señor Quiroga; de los demás no lo asegura, y por eso asienta lo dicen todos: que es como decir: todos dicen, que al Señor Quiroga se debe atribuir esta obra de los Hospitales; pero lo que yo digo es, que el Hospital de Santa Marta de Patzquaro es ciertamente obra suya.

     Lo que ayudó mucho, dice el P. Mro. Grijalva, a estas fundaciones, y el principal Motor y Patrón de tan santa obra, fue aquel santo Prelado etc. y más abajo, hablando del Hospital de Santa Marta, dice: Con este ejemplo, y por exhortaciones suyas, se fueron fundando en todos los Pueblos Hospitales del mismo título, lo que ayudó mucho a estas fundaciones. �Y cuáles eran? Las de los Hospitales de Santa Fe de Méjico, de Michoacan, y Santa Marta de Patzquaro, de quienes de positivo, sin contradicción, [303] y por testimonios auténticos, consta ser el principal Motor y Patrón del de Santa Marta, en memoria de haberse hospedado en casa de esta Heroína el Soberano y Peregrino Hijo de Dios; titulándole igualmente de la Asunción, por la especial ternura con que adoraba este Misterio: y a los de Santa Fe, por el celo que tenía en intimarla, dilatarla, y promoverla en los idólatras corazones de los míseros habitadores de estos Reinos. Estas son en sustancia las voces del V. Señor. �Y las del Mro. Grijalva cuáles son? Con este ejemplo, y por exhortaciones suyas, se fueron formando en todos los Pueblos Hospitales del mismo título. Note Vm. lo primero, que aquí habla del Hospital de Santa Marta. Note lo segundo: y con este ejemplo, y por exhortaciones suyas. El que manda no ruega. Con el ejemplo del Hospital que fundaba de Santa Marta, exhortaba y persuadía a que otros fundaran; al modo que con la limosna que reparte entre los pobres mi vecino, me persuade con su ejemplo a que haga yo otro tanto: por lo que sabiamente el Mro. Grijalva, no escribe que fundó el Señor Quiroga; sino que se fueron fundando. Note lo tercero: se fueron fundando en todos los Pueblos Hospitales del mismo título, esto es, de Santa Marta. �Y Vm. cree, que en todos los Pueblos de la Provincia [304] ha habido algún Hospital con este título, excepto el de Patzquaro? No, Señor mío, no lo crea, porque todos tuvieron y tienen el título de Concepción, y en el día es de Concepción el que era de Santa Marta. Y en esto no ponga duda, porque a más de la tradición constantísima, tenemos a nuestro favor toda la autoridad del V. P. Basalenque, quien en el cap. 20. en la palabra Patzquaro, dice así: Hizo luego un Hospital de Santa Marta dedicado a la Concepción de nuestra Señora.

     Español. Muy equívoco debía de estar el V. P. Basalenque, porque el citado Autor en la primera Nota del Cap. 11. de su Obra, asienta contra el P. Sarmiento ser el principal Misterio de la Imagen, título de la Iglesia y Hospital, la Asunción de María Señora nuestra, cuyo título les dio su Fundador; y el que hoy tiene de la Concepción, es por haberle dedicado la Iglesia que subsiste en el día.

     Indio. Pues de ahí conocerá Vm. las varias opiniones con que se trata la fundación de Hospitales: por el Sr. Quiroga. El Mro. Grijalva afirma, que con el título de Santa Marta se fueron fundando todos los Hospitales; el V. P. Basalenque, que del título de Concepción lo tuvieron todos; y el citado Autor quiere que ni de uno ni de otro, sino del de Asunción: y si yo hubiera de seguir algún [305] partido, sería el suyo, porque por lo visto, ninguno más que él estaba dentro de la mente del Fundador.

     Español. Ya penetro tu intención; pero has de advertir, que el Sabio Escritor les da a todos, como tú, el título de Concepción, asegurando, que hallándose en Madrid el V. Señor, impetró del Legado a Latere de su Santidad las Indulgencias de que hoy gozan, y a todos por titular la Concepción de nuestra Señora.

     Indio. �Y en qué tiempo se hallaba en Madrid el V. Obispo?

     Español. Por los años de 1554, escribe el citado Autor de su Vida.

     Indio. Y desde el año de 36 o 37. en que tomó posesión de este Obispado, al de 54, �qué títulos les da a los Hospitales? Hasta ahora están confundidas la razón y la justicia con las autoridades alegadas; pero pues el ánimo es purificar esta materia, escuche Vm. lo bastante para que deba asentir a mi dictamen. Por el año de 527. cuatro antes que viniera por Oidor de estos Reinos el Señor Quiroga, y diez de que mitrara en esta Iglesia, ya se había fundado la Hospitalidad con título de la Concepción de nuestra Señora en la Provincia de Guatemala. Autoriza esta verdad el testimonio [306] auténtico del Gobernador George de Alvarado, cuyas palabras son las siguientes: Otro si que se señale un sitio para Hospital con título de la Concepción; a donde los Pobres y Peregrinos sean acorridos y curados(64). Esta cláusula exprime y declara todo el carácter e instituto de la Hospitalidad Michoacanense, cuyo origen tuvo en mi Gentilidad desde el gran Nezahualcoyotl, como consta en la Historia, y consta también su institución del Conc. Masticon. II. exhortando en el Can. II. a la Hospitalidad; y en el Can. 13. manda, que de no haber Hospitales para los Pobres, deben serlo las Casas de los Obispos; y antes que todos dio las trazas el gran Padre de las Gentes Abraham. Ahora bien, por lo dicho ya verá Vm. como muchos años antes que viniera a estas partes el Señor Quiroga, estaba ya tan extendida la fundación de Hospitales con el título de Concepción, que aún transcendía a sus términos más remotos y distantes. Y si estas razones las considerare débiles, ocurra al fol. 114. del Libro de Partidas del V. Obispo D. Fr. Juan de Zumárraga, que cita D. Carlos de Sigüenza en la Obra que intitula: Piedad heroica de D. Fernando Cortés, y verá corno el año de 530, tiempo en que aún no desembarcaba el Sr. Quiroga, [307] contribuía su religioso celo con crecidas limosnas al Hospital de nuestra Señora de la Concepción, que hoy se llama de Jesús. Las palabras de la Partida son las de abajo(65); y en la Bula que a diligencia de Juan de Rada expidió el Papa Clemente VII. a favor del gran Cortés, se manifiesta bien claro, que por el año de 29 estaba ya erigida la Hospitalidad con el título de la Concepción. La cláusula de la Bula es la de la Nota(66). No puedo negar, que el Señor Quiroga fuera Fundador de los Hospitales de Santa Fe, y Santa Marta; pero tampoco me podrá Vm. negar hacerse más creíble, que el Señor Quiroga fundara a imitación y ejemplo de los fundados, que no éstos a ejemplo e imitación de los que fundaba. Por el año de 27. no teníamos en el Reino otros Ministros, que los Religiosos de San Francisco y de Santo Domingo, y en esta Provincia sólo los de San Francisco; y corriendo como corría por ese entonces, hasta los últimos [308] confines de nuestras tierras, la fundación de Hospitales con el título de Concepción, debemos inferir, que no serían otros los principales Motores y Patronos, que los Religiosos de San Francisco en esta Provincia, y en los demás los de San Francisco, y Santo Domingo, por más que diga esa docta Pluma, que este es un establecimiento que se halla en todo el Obispado de Michoacan, y en solo él. Note Vm. el en solo él, con lo arriba dicho de Guatemala.

     Español. Ya lo noto, y también noto, que la ultima razón que mueve a creer ser esta fundación de tan ilustre Príncipe, es que esta es obra de Persona que podía disponer en todo el Obispado, y no lo es de quien tal vez pudo ejercitarse fuera de él; y que una fundación de esta naturaleza tan universal por todo un Obispado, parece que se reserva a un Obispo, que en todo él puede mandar.

     Indio. Ahí Señor, puede mandar? Pues si mandaba y disponía en todo el Obispado, �cómo exhorta a que con su ejemplo se fueran fundando Hospitales etc?

     Español. Todo eso está compuesto con lo que dejó mandado en su Testamento en la cláusula 12. donde dice: Item declaro, y es mi voluntad, que se vean las Reglas y Ordenanzas que yo tengo hechas [309] en el Hospital de Santa Fe, así en el de Méjico, como en el de Michoacan.

     Indio. �Y de los de Concepción no habla nada?

     Español. Sí, ya responde el citado Autor por él V. Señor: No quiso, dice, obligasen a los demás Hospitales, aunque también eran obra suya; porque a estos solos miraba con particularidad, como que él mismo había fundado el Hospital y la Iglesia.

     Indio. Calle Vm. �así lo dice?

     Español. Jamás he mentido, y si lo dudas, ocurre al Prólogo del Autor de la Vida en la linea 32.

     Indio. Pues dándole crédito a Vm. como se lo debo dar, me es fuerza inferir, que de las demás Iglesias no sería Fundador; y la razón es, porque aquella Iglesia y Hospital miraba solamente con particularidad que él mismo había fundado. Y si avanzamos a creer que fuera tan Fundador de los demás, como de los que declara en su Testamento, ya se haría preciso el rescindirlo o anularlo porque yo no sé qué Ley pudiera tener para dejar todo su caudal a tres hijos, y desheredar a ciento, siendo todos legítimos, y ninguno comprehendido en aquellas Leyes que favorecen a los padres para desheredar a los hijos. El tierno y amoroso título de Padre de todos los Hospitales, se lo adjudica el Maestro Grijalva, cuando dice que el principal Patrón [310] de tan santa obra fue el Señor Don Vasco de Quiroga, y en el Derecho la voz Patrón, importa lo mismo que oficio y carga de Padre: Patronus quasi Patris onus: luego o no fue Padre de todos, o de serlo, debemos juzgar que por enriquecer a unos, agravió y se olvidó de los otros; que no es creíble en la equidad de un Prelado tan Santo y singular Varón, como lo fue el Señor Don Vasco. Y aunque pretenda persuadirme a que bien pudo ser Patrón de todos, con tal, que a unos construyera, a otros asignara dotes, y en los que ni construyera ni dotara, diera fundos, que es una de las tres cosas, por las que se adquiere el título de Patrón, según aquella regla:

                                  Patronum faciunt dos ædificat o fundus;

ni a la ciencia del Autor, ni al Padre Grijalva, ni a cuantos así pudieran pensar, les he de conceder semejante cosa; porque si el Señor Quiroga hubiera concurrido en todas las fundaciones con algunas o todas de las que prescribe el Derecho, buen cuidado tuviera de expresarlo en su testamentaria, como repetidamente lo hace con el de Santa Fe de Méjico, y de Michoacan, llamándolos Hospitales suyos, por haberlos él mismo fundado; no debiendo contemplar, que renunciara la gloria que le cabía por todos estos, cuando con tanto anhelo solicita [311] y arroga para sí la que le cabía por solos los otros: fuera de que hasta ahora no hay quien diga ni escriba, que el Señor Quiroga, dotó, construyó, y dio fundos a los que fueron de Santa Fe, y de Santa Marta, que es por donde, como queda dicho, pudiera adquirir el derecho de principal Patrón, y Fundador de todos los Hospitales.

     Español. Todo está muy bueno, pero hasta aquí solo pruebas, que no fue el Venerable Señor Don Vasco el Fundador de toda la Hospitalidad; pero no que lo fuese el Padre Fr. Juan de San Miguel, de quien asegura el citado Autor, que substituyendo el lugar del Venerable Fr. Martín de Jesús, da a entender (esto es el Cronista Larrea, de quien toma estas palabras) que no vino a esta Provincia hasta el año de 1557. en que sin disputa ya estaban fundados los Hospitales.

     Indio. Una vez probado que el Señor Quiroga no fue el Fundador de todos los Hospitales, está evidentemente probado que lo fuera el R. Fr. Juan de San Miguel, por ser los dos solos únicos Héroes en quienes se disputa esta gloria; y así, aquí la negación del uno, es afirmación del otro. Y porque esta razón puede no serle a Vm. de mucho peso, podrá serlo la siguiente.

     El Cronista Franciscano Larrea asegura [312] que el P. Fr. Juan de San Miguel vino a estas tierras inmediatamente a los doce primeros Religiosos: no escribe en qué año, es verdad; fue olvido de su pluma, no defecto en su estudio, porque no todo lo han de tener presente los Historiadores. Sabía muy bien que por los años de 27. había arribado a estas partes, en compañía de otros veinte que condujo en Misión el V. P. Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo, y creyendo que todos, por el tiempo que escribía, supieran el año, se contentó con decir, que fue de los primeros (después de los doce) que pasaron a la conversión de los Indios; con que está suplido aquel defecto, casi general, que el Padre Larrea comete en su obra. El que diga que el Padre San Miguel sustituyó el lugar del V. P. Fr. Martín de Jesús por su muerte, que fue en el año de 557. no es asegurar que este año llegase a esta Provincia, antes prueba lo contrario; porque a un Religioso recién llegado, no hablan los Prelados de conferirle los empleos en que se ocupaba el V. P. Fr. Martín, posponiendo el mérito de tantos, que iguales en virtud, le sobreexcedían con mucho en los trabajos y fatigas de la conversión de los Indios, y otros ministerios propios del estado religioso; méritos que siempre atienden los Superiores para conferir las dignidades. �Qué práctica, [313] qué experiencia me dará Vm. en un Sujeto que acababa de venir de los Reinos de España, para manejar los varios asuntos que consigo trae una nueva fundación de Catolicismo y Cristiandad? Los negocios se habilitan con el conocimiento, versación, y trato de las cosas; y el que aún no tocaba el fondo de éstas, mal podía dar fácil expediente a aquellos.

     Español. Bien pensado está; pero el citado Historiador parece se conforma, con que el Padre San Miguel pudo estar detenido en la Provincia de Méjico, hasta que por la muerte del V. P. Fr. Martín fue destinado a ésta.

     Indio. La prueba más positiva que contra esto hallo es, que siendo el Padre Torquemada tan amartelado Panegirista de su Provincia de Méjico, que no omite escribir aun la más leve menudencia que conduzca a la dilatación de su gloria y de su decoro, no hace mención, ni coloca entre sus Alumnos al Padre San Miguel, que por lo menos habría de haber morado 30 años en ella, que son los que corresponden del 27 a 57 que salió para ésta, como lo hace con el V. P. Fr. Jacobo Daciano, que después de presentárnoslo con diversos ejercicios en su Provincia de Méjico, nos lo traslada a ésta donde murió, y descansa en la paz del [314] Señor: y advierta Vm. que aquí se le debe dar al Padre Torquemada todo crédito, porque no padece la excepción de no ser hijo de aquella Provincia; si no es que queramos decir que el Padre Torquemada no estuvo tan despierto cuando recogió las reliquias de un Héroe tan grande; cosa muy difícil de creer, porque jamás con la viveza de su ingenio, desvelo, y prolijidad, se le ha aplicado el aliquando bonus, dormitat Homerus.

     Español. De arrimarme yo a alguna opinión, sería a la de que el Padre San Miguel no pudo venir el año de 57 a esta Provincia, porque en este año y muchos antes, dice el Sabio Autor, que sin disputa ya estaban fundados los Hospitales: y dice más, que es verosímil, que como el Obispo no podía estar Presente en todas partes, un Religioso tan Apostólico como el Padre San Miguel, se dedicase a llevar al cabo designios tan piadosos. Y cooperando a las fundaciones de los Hospitales, debe suponerse en esta Provincia mucho antes del año de 57.

     Indio. En eso conocerá Vm. el peso de la razón, que arrastraba a la erudita pluma, para que conociera la justicia y derecho que le asistía al Padre San Miguel, pues sin violencia confiesa, que ejecutó algunas fundaciones de Hospitales; creyendo en fin, que estas algunas fueran todas aquellas [315] que hasta hoy gozan el título de Concepción, dejando al docto Escritor de la Vida del Señor Quiroga en la buena fe, de que a S. S. Illma. se le debieron las de los Hospitales de Santa Fe de Méjico, Santa Fe de Michoacan, y Santa Marta de Patzquaro.

     Esto es, Señor mío, lo que a mí me parece, salvo el mejor juicio de los Doctos, debiendo Vm. estar en la inteligencia, de que en esta Apología hecha a favor de la inmortal memoria del Padre San Miguel, no me ha llevado otro interés que el de sentirlo yo así, y favorecer mi dicho. Bien conozco que muchos dirán, que qué le va a un Indio en que el Señor Quiroga, o el Padre San Miguel, fueran los Fundadores, o no, de la Hospitalidad de Michoacan; pero a eso responderé, que los Indios somos Gentes, cuyo carácter es mantener y sustentar lo que dicen, y más si el dicho lo apoyan y fundan con razones y testimonios como los que yo he alegado; a que se agrega, que los estudios del Autor, tiraron a esconder enteramente la gloria de un individuo de una Religión a quien yo he debido todo el ser, educación, y crianza, cuyo justo amor y gratitud, me inclina a estimarla y defenderla en todo estrecho, lance, y ocasión.

     Español. Está bien todo eso; pero no me dirás [316] �porqué una Provincia, que la debo suponer docta y sentida, de doce años a esta parte, que son los que ha que esta Pluma sepultó entre las ruinas del olvido la gloria, memoria, fama, y nombre de un hijo suyo, tan grande como el Padre San Miguel, ha vivido tan entregada al silencio, que ni aun la más leve queja se le ha escuchado respirar?

     Indio. Que sea docta no lo dude Vm. porque a mas de que esto es notorio en uno y otro Mundo, nos consta de vista, pública voz, y fama, los muchos Sujetos que ahora y siempre han poseído un supremo magisterio en las ciencias y literatura. Y porque no atribuya Vm. en mí pasión lo que es justicia, infórmese y pregunte quién fue el R. P. Fr. José Picazo, Cura que fue de Querétaro, y Provincial de esta Provincia; y quien hubiere leído el Símbolo y Prefacio de la Fe, manuscrito, que a imitación de San Atanasio hizo, lo graduará por otro tal en su siglo. Infórmese y pregunte Vm. quién fue el R. P. Fr. José Ledesma, que después de admirar a Roma en los Púlpitos, ciego en el último tercio de su edad, cuantos centenares de Libros componían los Estantes de la Librería del Real y Pontificio Colegio de Celaya, tantos señalaba por su orden, y de los más daba una breve razón de lo que contenía cada cual. Pregunte Vm. quiénes fueron los PP. Fr. Pedro, y Fr. Juan de Guevara, hermanos en la carne y en el espíritu, y le dirán a Vm. que el uno fue Ángel en la Cátedra, y el otro Apóstol en el Púlpito. Pregunte Vm. quién fue el P. Fr. Juan Crisóstomo López de Aguado; y cuando la obra que imprimió en Cádiz, su título: Hojas, flores, y frutos del árbol de la vida, no le perpetuara su nombre entre las más remotas Naciones, bastarían los muchos papeles, ya impresos, y ya en borradores, que dejó a nuestra Posteridad, para venerarlo como a otro San Juan Crisóstomo. Pregunte Vm. [317] quienes fueron los RR. PP. Estrada, y Jaramillo; y sin leer sus muchos Sermones, impresos y predicados en varias festividades, sus mismos nombres le han de decir que son el mejor elogio. Pregunte Vm. quién fue el R. P. Fr. Fernando Alonso González; y cuando la elevada cumbre del Provincialato de esta Provincia, y Comisiatura general de todas las de esta nueva España, Islas adyacentes, y Filipinas, lo remonten lejos de nuestra vista; cuando las piedras, que en muchas Iglesias y Conventos, Ornamentos sagrados, y Vasos de mucho valor y preciosidad, no sean lenguas que en mudas voces griten su santa memoria, muchos le dirán que por su profundo juicio, viveza, y penetración, mereció que el Excmo. [318] Señor Virrey Casafuerte arreglara su conducta y resoluciones al prudente consejo de tan gran Religioso. Pregunte quiénes fueron los Padres Valcárcel, Prado, Sanz, Montero, Santos, y Grande, y de aquellos le dirán, que en cada uno se animaron las sutilezas y grande Alma de Escoto, y de estos últimos si hubiera de arreglar con mi obligación los labios, se haría necesario que separáramos las Tardes de un siglo para desahogar en parte mi gratitud y reconocimiento. No descollaron en las ciencias, porque los empleos los apartaron mucho trecho de los umbrales de sus Aulas y Bibliotecas; pero quien logró en el trato y comunicación sus cariños, no podría negar la grandeza de las almas, y claridad de potencias con que Dios los había enriquecido. Pregunte quién fue el R. P. Fr. Andrés Picazo, muerto hace seis años, que sin desperdiciar instante alguno de los días ni las noches, atesoraba las más preciosas, útiles, y peregrinas noticias de todas las artes, aun en medio del tropel de negocios y consultas con que la mayor parte del Reino le embarazaba sus estudios y aplicación. No hubo Teatro en este nuevo Mundo, donde no diera a conocer el superior dominio que tenía en todas ellas. Arrebatolo precipitadamente la muerte, cuando se lisonjeaba su Religión con un [319] Sujeto, que con sus escritos, y doctrina la hubiera engrandecido sobre manera: murió no por los achaques, y cuasi mortales accidentes que suelen contraer los Pelados, que exacta y debidamente anhelan a desempeñar el carácter de celosos, ni por las reliquias que pudieron quedarle (a juicio de algunos Médicos) del inaudito atentado que contra su sagrada Persona cometió la sacrílega mano de un impío asesino: no tuvo, según he percibido de algunos contemplativos, otro verdugo que le quitase la vida en una edad tan floreciente, que aquel sordo fuego que de hora en hora le engendró, y fue alimentando el invariable tesón y embriaguez, con que sin intervalo de tiempo, vivió entregado al estudio de los libros, abrasándole las sustancias y partes jugosas, hasta consumirle y devorarle el húmido radical, como lo pregonaron los últimos síntomas de sus accidentes.

     Pregunte quiénes son los RR. PP. Fr. Santiago Cisneros, y Fr. Antonio Fernández, el primero actual Provincial de esta Provincia, y el segundo Padre más antiguo en ella; y le dirán que habiendo dedicado sus superiores talentos al estudio de aquellas ciencias que constituyen un perfecto Religioso, que son las Teologías Moral y Expositiva, en las que se distinguen y sobresalen a [320] los demás Sabios, no dejan, siempre que la ocasión lo pide, de manifestar la amenidad y riqueza que poseen en todas las demás. Por el R. P. Provincial le podrán informar a Vm. los que por el largo espacio de 20 años admiraron su predicación y celestial magisterio, con que enseñaba, y dulcemente atraía desde los Púlpitos los ánimos de los oyentes: y por el Reverendísimo Fernández las atenciones y respetos que se granjeó de los Príncipes de las Iglesias Americanas, en el próximo Concilio Cuarto Mejicano, celebrado por el año pasado de 70. debiendo a su religiosidad y concepto, el alivio de algunas pensiones con que los Padres de tan respetable Junta intentaban agravar los Claustros Monásticos. Pregunte quiénes son los ejemplares Religiosos Fr. Domingo Villaseñor, y Fr. José Plancarte, y le dirán que aquella alta posesión de Teologías Natural, Positiva, Escolástica, Moral, Ortodoxa, Canónica, Simbólica, Mística, y Demostrativa, que en otros sería laudable y digna de un elogio eterno, en ellos parece que nada deben a la naturaleza, sino al don infuso de la gracia; pudiendo decir de cada uno, lo que la Iglesia del Santo Fr. Diego de Alcalá: In schola orationis divinitus eruditus. Pregunte por el P. Fr. Juan Romero y Bernal, y si el informe se lo dan pesado [321] en las balanzas de la justicia, hallará en este Religioso un complejo de prendas, noticias, y erudición, bastantes a formarlo incomparablemente Sabio y Literato. Ya le vi yo por el año de 67 presidir en Querétaro unas Conclusiones Dogmáticas, en el Capítulo que celebraba su Provincia, con tanto lucimiento y delicadeza de ingenio, como lo pregonaron los aplausos y justas alabanzas. Dijéronme que intentaba dar a luz un acto, en que defendía toda la obra de San Buenaventura, Doctor Sutil, y Concilios celebrados hasta el de Trento: no sé qué efecto habrá tenido; lo que sí podré decirle a Vm. es, que si no lo ha llegado a poner en ejecución, no habrá sido por ineptitud de sus potencias, sino por lo muy castigada que tiene su salud; siguiendo en esta parte la misma suerte que el R. P. Picazo, de quien ya dije. Pregunte quiénes son los Padres Fr. Manuel Abella, y Fr. Fernando Ribera, y cuando los célebres actos literarios que éste ha sustentado por los años de 70 en el Capítulo que celebró su Provincia, en el de 77 dedicado al Ilmo. Señor Obispo de Michoacan, y el del mes de Mayo a su R. P. más antiguo Fr. Antonio Fernández, y aquel funciones de la misma naturaleza, no fueran otros tantos panegiristas de sus fructuosas aplicaciones, decoro, lustre, y magisterio, serían [322] predicadores de sus fecundísimas potencias los brillantes lucimientos que han adquirido en los Púlpitos más graves y circunspectos de esta nueva España. Pregunte:-

     Español. En verdad que en este dicho año que citas, dedicado al Rmo. Fernández, me hallé yo, y te aseguro, que entre las supremas habilidades de los Sujetos que arguyeron, indisputablemente se distinguió el R. P. Fr. Francisco Morales, celoso Pastor y Cura de las almas, así por la agudeza, prontitud y aire en promover la fuerza y nervio de la dificultad, como en la galante y erudita arenga con que peroró el sublime mérito del Rmo. Mecenas.

     Indio. Pregunte:-

     Español. Aún no prosigas, que hago refleja de que entre tantos Sujetos, así muertos, como vivos, de quienes has ponderado sus estudios, talentos, y letras, no has colocado el mérito y notoria aclamación con que corren por toda la América los nombres de los PP. Fr. Vicente y Fr. José Arias, hermanos en los cuerpos, y las almas.

     Indio. Si Vm. me arrebata las palabras, �porqué me acusa de delincuente? Me haría reo de la equidad y la justicia, si sepultara en el silencio la fama de unos Religiosos, que se ha hecho pública no sólo [323] en este Mundo, sino en el antiguo. Uno y otro han dado a conocer en los Púlpitos y las Cátedras la facundia, fertilidad, prontitud, y agudeza de sus ingenios, tan bañados e ínstruidos en todo género de ciencias y mecanismo, y en lo que hoy se gradúa por bellas letras, que los que los manejan, y escuchan sus admirables producciones, elocuencia, y erudición, los juzgan por más que humanos; acompañando a sus estudiosas fatigas aquel dulce atractivo de la humildad, agrado, modestia, y circunspección, virtudes que los hacen supremamente recomendables para con todos. Oí decir a uno de los Eclesiásticos más docto y agudo que en su fecundo vientre engendró la noble y populosa Ciudad de Querétaro(67), que por justicia se le debía obligar al padre de estos Sabios Religiosos, casar segunda vez, por haber enviudado de la primera mujer. Alude este dicho, a que siendo cuatro los varones y tres las hembras, se disputa entre los ingenios y las habilidades.

     El R. P. Fr. Manuel Arias, actual Provincial de la Religiosísima Provincia de Agustinos de Michoacan, hermano de los dichos, es de tan vasta literatura, que no formó paralelo con los Franciscanos, por no agraviar el concepto que entre los [324] doctos tienen de igualdad. El Secular los excede en lo elevado del numen, y las mujeres a éste en las luces infusas y naturales: de modo, que pudo ver el Padre de esta Generación Areopaga en sus días, lo que el Cónsul Flavio con sus tres hijos y dos hijas en Roma, leer todos cinco, con admiración de los Filósofos, la Cátedra de Retórica. Dije a Vm. que esta verdad era notoria a uno y otro Mundo, porque pasando el Franciscano Fr. Vicente por el año de 72. con el grado de Custodio, a votar en el Capítulo general que su Orden entendía celebrar en Roma, el que prolongado, le fue preciso detenerse en Madrid algo más de dos años, en éstos mereció el honor de que sus Rmos. Generales, y cuantos doctos componían la mayor Casa del Orden Seráfico, oyeran sus conceptos y conversaciones con alta admiración, especialmente si se hablaba en lengua Francesa, por serle tan natural como la Castellana. Lo cierto es, que debemos esperar, así de estos Religiosos, a todas luces grandes, como de todos los demás que llevo referidos, y de otros que por no alargarme dejo entre las Cortinas del silencio, que de las ricas minas de sus estudios enriquezcan la América, y el Orbe todo con los preciosos metales de sus doctrinas: debiendo decir por solos estos Héroes lo que Gerson: [325]

                                    Prædicat, atque studet, scriptor largitur, et orat
Afligitur, sal dat, fontem, lucemque futuris,
Ecclesiam ditat, amat, custodit, honorat.

     Esta es, Señor mío, la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacan de Padres Franciscanos, considerada en este siglo, y en una corta porción de individuos, de los que (hablando de los muertos) excepto uno u otro, aún yacen calientes sus cenizas entre las bóvedas; que si hubiéramos de considerarla en los siglos 16 y 17, nos faltaría tiempo para alistar sólo los nombres de aquellos Sujetos, que con su literatura y sabiduría los llenaron de admiración. Pero no siendo de mi cargo patentar al Mundo aquellas noticias, que con más bien cortadas plumas pueden escribirlas, y sacarlas de entre los polvos y ruina tantos Sabios gigantes, me contento sólo con hacerle presente a Vm. los muchos que pudieran haber defendido aquella inmortal, y no disputada gloria del P. San Miguel, hasta que el Sabio escondido Autor tomó las armas, y sin otros auxilios y socorros que los del valor de su ingenio y sutileza, pretendió, como lo hizo, trasladar el derecho de posesión y buena fe, que esta Provincia gozaba de inmemorial tiempo hasta esta parte en uno de sus hijos, y adjudicarlo enteramente a la gloriosa memoria del V. Sr. [326] D. Vasco de Quiroga; como si la grandeza de este Príncipe, sus hechos, y heroicidades, necesitaran mendigar migajas de los remendados sayales de la Franciscana Pobreza. Y aunque Vm. me podrá redarguir con el hecho, esto es, de no haberse defendido, debo decirle, que nunca lo harían; porque creyendo, que las armas de su milicia no son carnales, o vestidas de afectos y pasiones terrenas, se contentan con el mérito del silencio, dejando a la fuerza de la razón y de la justicia que haga toda la costa.

     Español. Estoy bastantemente convencido con tus razones, porque en las cosas que no son de fe, estoy pronto a sujetarme a dictamen y opinión ajena; y así te estimaré que vuelvas a coger el hilo de adonde lo dejaste pendiente, que si mal no me acuerdo, fue en el V. P. Fr. Martín de Jesús.

     Indio. Pues eso será, Señor mío, en la Tarde que sigue. [327]



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Tarde duodécima

Erección de Iglesias y Provincias Regulares, con una breve noticia de sus primeros Prelados.

     Indio. Entre los doce primeros Religiosos Franciscanos que pasaron a estas partes, el cuarto fue el P. Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo, que pasando a España, y hecha la renuncia del Obispado de Jalisco, se restituyó a Méjico, donde murió. Fr. Toribio de Benavente, llamádose Motolinía por ser el primer vocablo que entendió de la lengua Mejicana, que importa lo mismo que Pobre, fue el quinto de los primeros. Catequizó y convirtió a la Fe más de cuatrocientas mil almas, y después de escribir muchos Tratados útiles y doctrinales, murió en Méjico. El P. Fr. García de Cisneros, que ayudado con la protección del Excmo. Señor Virrey D. Antonio de Mendoza, e Ilmo. Señor Zumárraga, erigió el primer Colegio de toda esta Nueva España en Tlatelulco, colocando por Maestros de las facultades mayores a los Sapientísimos PP. Fr. Andrés de Olmos, [328] Fr. Juan de Gaona, y Fr. Bernardino de Sahun. Fundó con el P. Motolinía la Ciudad de los Ángeles, que hoy es Obispado de los más pingües de la Nueva España: murió en Méjico. El P. Fr. Luis de Fuen-salida, fue el primero que aprendió y predicó la lengua Mejicana, y primer Obispo electo de Michoacan por Cédula del Emperador. Renunció la altura de esta dignidad, temiendo no despeñarse entre los peligros de los honores. Pasó a España con el glorioso fin de predicar, y padecer martirio entre el Bárbaro Sarraceno. Estorbóselo San Pedro de Alcántara, por considerar en la gigantez de su espíritu mayores logros en sus designios. Desempeñó el concepto que de su virtud se había formado este penitente Varón, y restituido a estas tierras, murió en la Isla de S. Germán.

     El P. Fr. Juan de Rivas, celosísimo de la santa Pobreza, escribió muchas materias útiles en la lengua Mejicana: murió en Tetzcuco. El P. Fr. Francisco Jiménez, gran Letrado y Canonista, renunció el Obispado de Guatemala, trabajó el primer Arte y Vocabulario del idioma Mejicano, murió en Méjico. Fr. Andrés de Córdoba, y Fr. Juan de Palos, Religiosos Legos: éste murió de hambre acompañando a Pánfilo de Narváez a la Florida, y el otro en Yxtlan en la Nueva Galicia, y aún permanece [329] su cuerpo incorrupto. Al año de estar en estas partes este ejemplarísimo Apostolado Americano, llegaron Fr. Antonio Maldonado, Fr. Antonio Ortiz, Fr. Alonso de Herrera, y Fr. Diego de Almaste, sin otros Operarios que sucesivamente fueron viniendo en busca de la nueva labranza, todos del Orden de San Francisco; distinguiéndose entre tantos los PP. Fr. Juan de S. Francisco, y Fr. Jerónimo de Mendiola, por haberles Dios infundido el Don de Lenguas. A los cinco años de la Conquista, llegaron a la Ciudad de Méjico once Religiosos de la Esclarecida Religión de Santo Domingo: llamábanse Fr. Tomás Ortiz, murió Obispo de Santa Marta, Fr. Vicente de Santa Ana, Fr. Diego de Soto Mayor, Fr. Pedro de Santa María, Fr. Justo de Santo Domingo, Fr. Pedro Sambrano, Fr. Gonzalo Lucero, Fr. Domingo de Betanzos, Fr. Diego Ramírez, Fr. Vicente de las Casas, Novicio, y Fr. Bartolomé de Calzadilla, Lego. De éstos, cinco murieron luego, tres se volvieron a España con el P. Fr. Tomás Ortiz, con que sólo quedaron tres, que fueron Fr. Domingo de Betanzos, Fr. Gonzalo Lucero, y Fr. Vicente de las Casas. Hospedáronse con los Padres de San Francisco, de ahí donde está hoy la Inquisición, hasta que fundaron en la que viven a la presente. A los [330] dos años después de éstos, llegó Fr. Vicente de Santa María con 24 Religiosos de la misma Orden. Repartiéronse por varias Provincias, fijando el pie para la conversión en las de Chiapa y Guatemala. La piedra sobre que se levantó el edificio Dominicano en estas partes, fue el P. Fr. Domingo Betanzos, Varón apostólico, penitente, extático, y ejemplar. Pasó a España, Italia, y Roma: confiriole el Papa muchas gracias, privilegios, y autoridad: se restituyó a Méjico, donde después de haber renunciado el Obispado de Guatemala, murió. Trajo consigo a Fr. Pedro de la Peña, Obispo de Quito, Fr. Pedro de Feria, Obispo de Chiapa, Fr. Bernardo de Alburquerque, Lego, y después Obispo de Oaxaca. A los once años de la Conquista llegaron los PP. Fr. Francisco de la Cruz, Fr. Agustín de la Coruña, Fr. Jerónimo Jiménez, Fr. Juan de S. Román, Fr. Juan de Ozeguera, Fr. George de Ávila, y Fr. Antonio de Soria, Religiosos del gran Padre de la Iglesia S. Agustín. A éstos sucedieron otros seis de la misma Orden, y después once, todos de ejemplar virtud, y celosísimos de la Fe y la Religión. Hospedáronse con los PP. Dominicos en Méjico, hasta que fundaron la Casa en donde hoy viven. El primer Maestro en facultades mayores de dichos Padres, fue el V. P. Fr. Alonso [331] de la Veracruz, que en el siglo se llamaba Alonso Gutiérrez. La primera Casa donde leyó, fue en Tiripitío, y renunció el Obispado de Nicaragua. Los más famosos en Santidad fueron Fr. Juan Bautista, que está enterrado en Valladolid; V. P. Basalenque que habrá 23 años, que su cuerpo fue trasladado desde Charo a la misma Ciudad; P. Fr. Juan de Medina Rincón, que murió Obispo de Michoacán; P. Fr. Pedro Juárez., Obispo de Guadalajara; Fr. Juan Adriano, y otros. Y aunque estas tres Religiones fueron las columnas sobre que se levantó la Casa de Dios en estos Reinos, no tuvieron la menor parte los ejemplarísimos Sacerdotes, y apostólicos Presbíteros, el P. Juan González, que renunciando la Prebenda Canonical, por darle más ensancha a la caridad, murió, y está enterrado en la Catedral de Méjico; los PP. Juan de Mesa, Luís Gómez, y Urbano Aragonés, tan vigilantes en la salvación de las almas, y despreciadores de las cosas terrenas, que fueron el pasmo de la santidad, y admiración de los virtuosos. Todos éstos, sin otros muchos, fueron los primeros Ministros o Apóstoles de quienes tomó exordio, y tuvo principio la iglesia Mejicana; y si Vm. quiere instruirse con más extensión en esta materia, lea los Autores y Cronistas de las respectivas Religiones sobredichas, [332] con las que se llenará de amenidad, y desahogará sus buenos deseos.

     Español. Con lo dicho me basta para adquirir la mediana luz que pretendo.

     Indio. Siendo así, pasaré por no dilatarme a referir los Prelados que con su prudencia, ejemplo, y edificación dilataron la prosperidad en la espiritual Grey que se les había cometido. El primer Prelado Ordinario lo fue el V. P. Fr. Martín de Valencia, y el primer Pastor de nuestro Rebaño apostólico y evangélico fue el P. Fr. Juan de Zumárraga, Religioso Franciscano, Vizcaíno de Nación, que siendo Guardián en el Convento de la Religiosísima Provincia de la Concepción en Castilla la Vieja, lo eligió el Emperador Carlos V. por Obispo de Méjico. Desembarcó en estas Tierras el año de 527: gobernó su Iglesia en calidad de Gobernador diez y ocho años, después de los cuales fue consagrado. Murió, siendo promovido Arzobispo de ella, a los 548, y 80 de su edad, con que fue el primer Obispo y Arzobispo de Méjico. Hacía las Visitas de su Diócesis a pie y descalzo, sirviéndose tal vez de un jumentillo para reparar las fatigas que le ocasionaban los trabajos de su celo, y cansada edad. Premiole Dios la gloria de sus apostólicos afanes, con hacerlo primer cultor, y fiel [333] testigo del sin semejante Simulacro de la Madre de Dios, aparecida al Neófito Juan Diego. A este Santo Varón sucedió el Ilmo. Señor D. Fr. Alonso de Montufar, Dominicano: tomó posesión el año de 51. murió el de 69. Animáronse en las heroicas virtudes de este religioso Príncipe las difuntas memorias de su inmortal Antecesor: murió, y a los cuatro años de su fallecimiento le sucedió el Ilmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras, formando así este V. Prelado, como los antecesores, con su integridad y ejemplo, arancel de perfección y santidad para todos sus Sucesores hasta el Sr. D. Alonso Núñez de Haro y Peralta, que hoy gloriosamente ocupa la Silla Arzobispal, cuyas prendas, sabiduría, y virtudes son notorias a ambos Mundos. En esta vacante se instituyó por el Rey Felipe II. el Tribunal de la Inquisición en estos Reinos, habiéndose antes gobernado por particulares Comisiones. El primer Comisario Inquisidor fue el P. Franciscano Fr. Martín de Valencia; el segundo, el Dominicano Fr. Tomás Ortiz; de ahí, Fr. Domingo Betanzos, Fr. Vicente de Santa María, y otros de la misma Orden de Santo Domingo, hasta el año de 77, que fue electo en calidad de Inquisidor el Lic. D. Juan de Cervantes; y porque murió antes de embarcarse, substituyó el Cardenal [334] de Toledo en el Dr. D. Pedro Moya de Contreras el empleo. A este siguieron D. Alonso Fernández de Bonilla, Lic. Granero de Ávalos etc. continuando hasta los Señores Dr. D. Manuel Ruiz de Vallejo, Lic. D. Nicolás Galante y Saavedra, y Dr. D. Juan de Mier, que hoy autorizan la majestad y decoro de sus respetuosos empleos.

     El año de 27 se erigió el Obispado de Tlaxcalan: fue su primer Obispo D. Fr. Julián Garcés, Dominicano: llamábanle por su elocuente Latinidad el segundo Nebrija, y redivivo Cicerón: sazonó todos los manjares de las virtudes con la sal de la prudencia, dechado que dejó a todos sus Sucesores hasta el Ilmo. Sr. D. Victoriano López González, que actualmente en paz y discreción lo gobierna. El de 36 se erigió el de Michoacan: fue electo en primer Obispo el Religioso Franciscano Fr. Luis de Fuen-salida: renunció, y se consagró el V. Señor D. Vasco de Quiroga, de cuyas heroicas virtudes largamente habla en la Vida que de S. S. Illma. escribió eruditísimamente el Lic. D. Juan José Moreno. Hoy lo rige con edificación de todos los Pueblos, sabia y ejemplarmente, el Ilmo. Sr. Dr. y Mro. D. Juan Ignacio de la Rocha.

     De Jalisco fue electo, en primero el santo [335] Religioso Franciscano Fr. Antonio de Ciudad Rodrigo, y por su renuncia, fue consagrado el Sr. D. Pedro Malaber, tan ejemplar, penitente, y caritativo, que animó con estas excelentes virtudes las de los Sales y Villanuevas, llamándole el Celoso y Limosnero de la Divina Providencia. En este Taller se han ido formando tantos Santos Obispos en Guadalajara, como publica la fama y tradición constante del continuado prodigio de los Sombreros, movidos por Mano superior, no sólo a la primera entrada de los Obispos, sino al tiempo de elevar el Sacerdote el Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, tocando este admirable portento con sus ojos, cuantos devotamente concurren a los Divinos Sacrificios en días solemnes. Así lo deponen los felices habitadores del País, y en las justas Exequias que del Sr. Garavito celebraron, lo gritan y vocean los moldes. �Caso a la verdad, que no se le halla simil más que en Alcalá con el Cuerpo de San Diego! Con estos avisos celestiales han ido dejando de unos en otros el buen olor de la santidad, que alienta y respira el Ilmo. Señor D. Fr. Antonio Alcalde, Religioso Dominico, su actual Obispo. De la de Oaxaca fue su primer Prelado el Ilmo. Señor D. Juan de Zárate, que probó en el yunque de la paciencia y del sufrimiento las inquietudes [336] e insultos que contra su Persona sagrada maquinó el desorden y la malicia. En el Espejo de su humildad se han mirado todos sus Sucesores hasta el Ilmo. Señor D. José de Ortigoza.

     De la Provincia de Yucatán fue el primero el Ilmo Señor Don Fr. Juan de la Puerta, Religioso Franciscano: unió a su Instituto las divinas máximas, y reglas que prescribe San Pablo: fue irreprehensible en su vida, y eternizó en la muerte el dulce acuerdo, que de sus virtudes han hecho cuantos le han ido sucediendo, y han alentado su espíritu para conciliarse los cultos y veneraciones de los Pueblos; teniendo hoy por objeto de sus alegres, religiosos, y obsecuentes votos al Ilmo. Señor Don Antonio Caballero, a quien le viene ajustado el:

                                    Conveniunt rebus nomina sæpe suis.

El Obispado de Guadiana fue instituido el año de 621, siendo su primer Pastor el Señor D. Fr. Gonzalo de Hermosillo, Religioso Agustino, tan ajustado a las máximas de su Santo Doctor y Maestro, que las que escribió en Hipona para todos los Obispos de África, quiso el Señor Hermosillo aprendieran sus Sucesores, como lo han practicado hasta el Señor Don Antonio Macarulla.

     No tuvieron poca parte los Prelados de las [337] sacratísimas Religiones, en la disposición y hermosura de esta admirable obra Americana. Ya dije a Vm. arriba de los muchos Ministros, que con apostólico celo y ejemplar vida, idearon el plan, y cavaron los cimientos de nuestra Iglesia, sujetando sus operaciones y dictámenes a las respectivas cabezas por quien se regían y gobernaban. De la esclarecida Religión de Santo Domingo, que se llamó a Provincia el año de 535. fue primer Provincial el Santo Religioso Fr. Francisco de San Miguel, nombre con que regularmente lo trataba el V. P. Fr. Domingo de Betanzos. En la Cátedra de sus altísimas virtudes han ido aprendiendo todos los Provinciales que le han sucedido, hasta el Reverendísimo P. Fr. Jerónimo Cams.

     Los Religiosos de San Francisco dieron obediencia el año de 531 al P. Fr. Alonso de Rosas, primer Comisario de todos los Súbditos que habitaban esta Nueva España, e Islas adyacentes. Clausuló este Oficio el R. P. Fr. Manuel de Nájera por el año pasado de 69. El primer Provincial que dichos Padres aclamaron en estas partes fue el V. P. Fr. García de Cisneros, de cuya santidad ya dije: fue electo el año de 531. por ser erigida en provincia la que hasta hoy se llama del Santo Evangelio. Dejó este Santo Prelado Franciscano [338] una perfecta imagen de su buen ejemplo en todos los que después de él han ocupado el Provincialato, hasta el R. P. Fr. Juan Bautista Dosal, que al presente desempeña el ministerio, con la madurez y religiosidad que a todos es notoria.

     Por los años de 665. se apartaron los Padres, que moraban en estas partes de Michoacan, de la unión de los Mejicanos, y formaron por sí Provincia, tomando por nombre San Pedro y San Pablo: crearon en primer Provincial al V. P. Fr. Ángel de Valencia, bebiendo en la humildad y pobreza de este verdadero hijo de San Francisco, como en caudalosa fuente, todos los que le han sucedido en el celo y la imitación; siendo argumento de esta verdad, las virtudes y sobresalientes prendas, que como heredadas de sus gloriosos Predecesores, hacen dulcemente amable al R. actual Provincial Fr. Santiago Cisneros, de quien ya también arriba dije a Vm. De estas dos Provincias, que fueron el fecundo vientre donde se engendraron y nacieron las demás, tuvieron principio la de San Francisco de los Zacatecas por el año de 604. y la de Santiago de Jalisco por el de 607. De éstas fue su primer Provincial el V. P. Fr. Juan de la Peña, hoy el M. R. P. Fr. N. y de aquella primero el Pobre (así le llamaban) Fr. Alonso Caro, hoy el [339] Docto Religioso Fr. Pablo Díez Tamayo.

     La Provincia de Descalzos o Dieguinos fue erigida el año de 599. por Bula del Papa Clemente VIII. fue su primer Ministro Apostólico el V. P. Fr. Pedro de Alfaro, por cuyo espíritu han arreglado el suyo los demás Observantes Prelados, hasta el R. P. Fr. Pedro Oronzoro, que actualmente la rige y gobierna.

     La doctísima y nunca bien elogiada Religión Agustiniana se gobernó en los principios por Vicarios Provinciales, siendo el primero el V. P. Fr. Francisco de la Cruz: abrazaba su gobierno a los Religiosos de Michoacan, hasta que por el año de 602. tomó ésta el nombre de Provincia y por su titular San Nicolás Tolentino: eligió por su primer Prelado al V. P. Fr. Pedro de Vera. Puso Dios a este Santo Varón en el candelero de la Prelacía, para que en la bondad de sus obras, glorificara y engrandeciera cada uno de sus Sucesores, al grande Padre Agustino, que vive y reina en los Cielos, como lo acredita el R. P. Fr. Manuel Arias, que en el día gloriosamente desempeña el concepto de sus Mayores con la afabilidad, discreción, y sabiduría que a todos es notoria.

     Después de estas Sacratísimas Religiones, que con justicia se deben llamar Timón de la pequeñuela [340] Nave Americana de San Pedro, fueron llegando como Operarias y Coadjutoras la de San Ignacio de Loyola por el año de 572. otros dicen que por el de 70. siendo su primer Provincial el P. Dr. Pedro Sánchez, y último P. Salvador Gándara.

     La Religión del gran Padre San Elías, o de nuestra Señora del Carmen, arribó a estas partes por el año de 586. no falta quien diga que el de 85. erigieron Provincia con título de San Alberto: el de 588. fue su primer Provincial el V. P. Fr. Eliseo de los Mártires, que desembarcó en estos Reinos por los años de 594. en cuyo tiempo mandó la Provincia, en calidad de Vicario Provincial, el V. P. Fr. Pedro de los Apóstoles: hoy la rige el R. P. Fr. José de San Gabriel.

     El Real y Militar Orden de la Merced, después de habitar las Provincias de Guatemala, pasó a esta Nueva España el año de 582. y se llamaron a Provincia con título de la Visitación de nuestra Señora el de 616: fue su primer Provincial el V. P. Fr. N. hoy con celo discretísimo maneja las riendas del Provincialato el R. P. Mro. Fr. Vicente Garrido.

     La Religión Hospitalaria de San Juan de Dios desembarcó en estas partes, el año de 602: fue su primer Prelado el V. P. Fr. Jerónimo de Sequera: [341] hoy lo es en calidad de Visitador Provincial el R. P. Fr. Pedro Caballero Rendon.

     La Religión de San Benito fundó por el año de 590. una Casa con la advocación de nuestra Señora de Monserrat; permanece hasta el día bajo de la dirección de D. Fr. Ramiro González.

     La Religión Belemítica, cuyo Fundador fue el V. Pedro de San José Betancurt, fundó su primera Casa en la Ciudad de Méjico por el año de 667. el de 87 fue aprobada en Religión por la Silla Apostólica, y confirmada en tal por el Papa Inocencio XI. Fue su primer Prefecto General el V. H. Fr. Rodrigo de la Cruz: hoy lo es el H. Fr. Francisco Javier de Santa Teresa.

     El Instituto es Hospitalario, como lo es el de la Religión de San Hipólito, de quien fue Fundador el V. Bernardino Álvarez: dio principio a la fundación en el año de 566. y vino a aprobarse, erigirse, y confirmarse en Religión por la Santidad de Inocencio XII. el año de 700. Fue su Hermano mayor y General el V. Hernando Carrasco: hoy lo es el R. P. Fr. José de la Peña, quien con la madurez, discreción, prudencia, y sublimidad de espíritu de que el Cielo pródigamente lo ha dotado, animó el cuasi helado Cadáver de un Cuerpo, que míseramente yacía en los umbrales [342] de su última desolación y ruina, comunicándole alientos tan superiores, que hoy es el dulce embeleso del ejemplo y recreación espiritual cada una de las Casas de su ordenación; admirándose en todas tan floreciente el Instituto de Hospitalidad, y socorro de pobres dementes, como en el glorioso tiempo de su Fundador. Note Vm. que estas dos ejemplares y últimas Religiones son engendradas, nacidas, y propagadas en este fecundo vientre Americano, pudiéndosele aplicar aquel merces filii fructus ventris.

     La Religión del gran Padre San Camilo de Lelis, esclarecido Fundador de Padres Clérigos Regulares, Ministros de los enfermos agonizantes, entró en este Reino por el mes de Noviembre de 1755. Ha regido hasta la presente en calidad de Vice-Provincial el R. P. Lector Jubilado Diego Marín de Moya; promete unas gloriosas esperanzas esta nueva fundación, así por el desvelo de sus celosos Ministros, como por el amor y caridad con que todos los Nacionales la miran y distinguen: al fin heredada devoción del ilustre Caballero Criollo Don Felipe Cayetano de Medina, dispensando en consorcio de su carísima hermana Doña María Teresa de Medina munificentísimamente las gruesas cantidades, ésta de treinta mil pesos, y [343] aquel de cincuenta mil, sin los excesivos gastos y costos que erogaron en la conducción de sus primeros cinco Religiosos; sacrificando no sólo los intereses, sino la vida de su amado hijo Don Juan María de Medina, por felicitar sus progresos: no tuvo poca parte la Criolla Heroína Doña María Castaneda, esposa del Teniente General Don Rodrigo de Torres, en las robustas paredes de este nuevo místico Muro de Sión: pues presenciándose al Excmo. Señor Bailío D. Fr. Julián de Arriaga, eficazmente le persuadió del fruto, utilidad, y sobrados fundos que los antedichos tenían consignados a su fundación, moviendo con tan vivas expresiones el cristiano y generoso pecho de su Majestad, para conseguir el feliz éxito de la fundación, que en efecto se consiguió.

     El año de 628. entró la Religión del gran Padre San Antonio Abad: fue su primer Fundador el P. D. Fr. Juan González Gil, y en el día el P. D. Fr. José Dosal.

     Mucho de lo referido hallará Vm. impreso, y de buena letra en los Autores Indianos, como que desde el año de 537 ya se lisonjeaban estos Reinos con el privilegio y gracia de Imprenta, habiendo tenido la primera Juan Pablo Lombardo. Hoy entre las varias que hay en el Reino florece [344] por la abundancia de moldes, hermosura y limpieza de caracteres, la de D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, quien después de haber erogado unos crecidos costos, y algunos años de espera, ha conseguido utilizar al Público con una de las Oficinas más necesarias a las Repúblicas.

     Éstas son las cosas más notables que en el siglo posterior a la Conquista acontecieron. Éstos son los Sacerdotes, Ministros, Prelados, y Jefes sobre cuyos hombros se sustentó el espiritual y temporal edificio Americano, dilatado en tantos ángulos cuantos no puede tocar la vista, y apenas llega a verlos la admiración. Estos fueron el Taller donde se perfeccionaron las virtudes. Éstos fueron el Yunque, que a continuados golpes del sufrimiento, pobreza, paciencia, y humildad, granjearon inmortales premios para sí, y gloriosos méritos para nosotros. Éstos fueron aquellos primeros Labradores, que con las azadas de la caridad, celo, trabajos, fatigas, edificación, ejemplo, doctrina, penitencias, y austeridades, cultivaron la aridez de esta inculta tierra, contribuyendo con sus sudores, lágrimas, y sangre al riego de las nuevas plantas, para que dieran, como han dado, dan, y darán, los óptimos frutos de la gracia, y de la santidad. Y en fin, éstos fueron el ejemplar, dechado, arancel, [345] pauta, y primera oficina de la prudencia, donde se ensayaron y pulieron las seguridades, máximas, y aciertos del Gobierno Político, Civil, Militar, y Eclesiástico de este vasto Orbe Americano.

     Español. Quedo sobradamente instruido con las abundantes luces que me has comunicado; infiriendo de tu plática, que aquella palabra divina que dio estabilidad a la Tierra, y tiene aprisionado el furor de los Mares con el débil reparo de unas arenas, y que es la basa sobre quien se apoya la inmensa máquina de los Cielos, debiendo a su poderosa respiración toda la seguridad, y firmeza; mantuvo y mantendrá constante aun en medio de tantos peligros y tribulaciones como las que me has pintado, a esta su nueva Esposa Americana. Manifiéstase esta verdad, en que aunque desde sus primeros gorjeos y tiernas niñeces pretendieron las bastardas sombras de la malicia obscurecer el brillante esplendor de su hermosura, sobresalió triunfante la valentía de sus luces, y descolló firme su grandeza sobre todas las hostilidades de los Tiranos. Agregose a esta adorable providencia del Altísimo, el que jamás parece se apartó su Sabiduría de la recta y cristiana intención de sus Ministros; porque de no ser así, no podrían conformarse con la razón las reglas de un Gobierno tan implicado en lo temporal y espiritual. [346]

     Indio. Tiene Vm. razón, pues con ese auxilio tan superior, imprime la Prudencia sus leyes, y dirige las operaciones, para hacerlas felices, perpetuas, e inmortales. Conocían estos diestros Artífices de la nueva obra, que para dilatar y conservar lo construido y fundado, necesitaban ajustarse a los sagrados estatutos de aquella virtud que como Reina, extiende su dulce monarquía aun entre las más bárbaras Naciones. Conocieron que aun estando con todo el ornato de las virtudes con que debe vestirse un perfecto Maestro, si les faltaba el arte de la Prudencia, sería como tirar piedras al edificio sin observar el orden y simetría con que se traban. Persuadían con la edificación, predicaban con el ejemplo, atraían con las palabras, confundían con las penitencias, exhortaban con la rigidez, y asombraban con los prodigios, maravillas, y milagros: y con mirarse en cada uno un animado ejemplar de los Anacoretas, Vírgenes, Confesores, Mártires, Apóstoles, Doctores, y Profetas, se hubiera quedado en bosquejo la máquina, si a la heroicidad de estas virtudes no hubieran enlazado las discretas máximas de la Prudencia. Conoció Dios en cada uno el espíritu de Pablo para plantar, el de Apolo para regar; y por eso le dio incremento y fecundidad, que no dio ni dará a otra prole ni generación. [347]

     Español. A no venir la noche, no dejara de proponerte algunos reparos de peso y consideración; pero lo haré con el favor divino en la Tarde siguiente.



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Tarde decimotercera

Virtudes y fama póstuma de muchos Varones Indianos, que florecieron en Santidad.

     Español. En la Tarde pasada me resolví a proponerte las muchas dificultades que de tu contestación se me han ofrecido. Tenga primer lugar la siguiente: �Qué fundamento tienes para darles nombres de Venerables y Santos, a unos Sujetos de quienes la Iglesia no hace mención, y cuyas memorias quedaron sepultadas con sus muertes en el silencio del olvido; sin reflejar que esos epítetos, y otros equivalentes están repetidamente prohibidos por los Sumos Pontífices y Concilios, mandando que a ninguno le sea lícito tributar honor o culto a Persona cuya virtud y santidad no esté declarada por la Silla [348] Apostólica, a cuya suprema autoridad pertenece la concesión de estos, o semejantes distintivos? Porque yo hasta ahora estoy entendido, de que aquellos deben llamarse Santos, a quienes los Vicarios de Cristo, después de una madura consideración, y recibida prueba irrefragable de haber ejercitado en grado heroico, altísimo, y excelente todas las virtudes, y conciencia cierta de que Dios, intuitu de los méritos de su Siervo, obró por su intercesión a lo menos dos milagros en vida, y otros dos en su muerte, lo publica, declara, define, y escribe solemnemente en el Catálogo de los Gloriosos y Bienaventurados, ahora sea por modo pronunciativo o declaratorio, como acontece a los Canonizados, ahora sea por modo indultivo o concesorio, como con los Beatos.

     Indio. No se canse Vm. que ya estoy al cabo de lo que me quiere decir: y si me escucha con paciencia, creo que ha de quedar satisfecho, y borrada en un todo la imagen de sus dudas. Y para que así sea, debo suponer como infalible, que las criaturas, para llegar al feliz estado de la santidad y culto que Vm. dice, han de resplandecer, primeramente, en las virtudes Teologales: con la Fe, creyendo firmemente todo aquello que Dios revela a su Iglesia, y ésta nos propone; asintiendo a [349] que ni puede engañar, ni ser engañado, por ser suma verdad, y quien lo manifiesta columna y firmamento de ella. Con la Esperanza, confiando en la divina Misericordia, que le ha de dar por galardón y premio la Bienaventuranza, con todos los bienes sobrenaturales y temporales, en cuanto éstos conducen a la vida eterna. Con la Caridad, amando a Dios sobre todo lo que se ama y puede amarse, y en Dios al Prójimo por ser imagen suya.

     Deben asimismo resplandecer en estas santas criaturas las virtudes Morales y Cardinales, con todas las que a éstas se allegan, imperadas, formadas, y referidas a Dios por actos de Caridad; porque de no ser así, no serán merecedoras de condigno. Han de sobresalir en todas éstas en grado excelente, para constituirse ilustres, y dignos de honor, gloria, y alabanza, dando indicios de su heroicidad, por el sacrificio que hacen de su voluntad a ajeno imperio, sujeción a la Romana Iglesia, frecuencia de Sacramentos, oración continua, castigo de la carne, con el que se enfrena la concupiscencia, y desordenados apetitos de la sensualidad, se reprimen las pasiones de la ira, y se apagan los incendios de la vanidad; sufrimiento en las persecuciones y adversidades, y anhelo a adornarse de todos los Dones del Espíritu Santo. [350]

     Últimamente para crédito de todas las virtudes, y testimonio de la pública fama de la santidad de sus vidas, han de obrar algunos milagros, que a lo que entiendo, son de tres maneras: o en cuanto a la sustancia del hecho, como convertir la agua en vino, el pan en flores etc. o en cuanto al Sujeto, como resucitar muertos, y dar vista a los ciegos: o en cuanto al modo, como la repentina sanidad de un enfermo que adolece de accidente grave y peligroso, con tal de que todo se juzgue ser sobre las fuerzas de la naturaleza creada, y que sólo pudo obrar la divina virtud.

     Supongo también el que Dios en el Taller de su Omnipotencia, ha formado unos Santos para la admiración, y otros para el ejemplo; unos en quienes los años antecedieron a los méritos, y otros en quienes los méritos se antepusieron a los años: unos en quienes sus cunas fueron los teatros de la admiración y del asombro, y otros en quienes los sepulcros fueron los sagrados altares de la reverencia y de la adoración. Por aquellos hablan los Jeremías, Bautistas, Franciscos, Domingos, Rosas, y Luises de Tolosa, y por éstos los Antonios, Onofres, Hilariones, Macarios, y muchos, cuya santidad se labró según la perfección, bondad, y excelencia de las obras; de suerte, que en unos obró el [351] mérito y la justicia, y en otros la dignación y la liberalidad: y para decirlo a Vm. con más elegancia, oiga lo que escribe el Crisóstomo hablando del Bautista: Lo que en Juan obró el privilegio de la gracia, en otros la gracia esforzando la naturaleza: Nam aliud, est opus gratiæ, aliud opus naturæ.

     Esto supuesto, vamos a lo más precioso. Si Vm. oyera, que un hombre poseía todos los dotes, gracias, prerrogativas, y virtudes en aquel grado de heroicidad que los hace distinguir de las ordinarias y comunes, y que de éstas daba testimonio el Cielo por medio de sus extraordinarios prodigios, como son, resucitar un infante que murió sin recibir la agua del Bautismo, debiéndole a su virtud el reparo de ambas vidas; que hallándose unos Caseros preocupados de un compasivo encogimiento por no poder socorrer su necesidad, y que instado de la fe del Varón Santo, abren la caja, y la encuentran llena de pan, cuando hasta allí jamás depositó ni aun migajas; que las Sementeras cubrían los campos de tristeza, por la sequedad y escasez de las lluvias, y que a sus ruegos inclinaba Dios sus piedades, fertilizando repentinamente las plantas, hasta dar en abundancia los frutos; que muerto, después de revelarle Dios el día y modo de morir, con sólo tocar su Cadáver restituye a [352] uno el sentido del olfato, que enteramente lo tenía perdido, y una mujer desahuciada de los Médicos, en el instante que lo invoca, queda sana y libre de los accidentes; �qué sentiría Vm. de él? �Podría con razón llamarle Santo?

     Español. Sí, habiendo dos o tres testigos fieles y de verdad que me lo aseguraran; porque el dicho de uno ya sabes que es como el de ninguno.

     Indio. Allá voy, Señor mío. Este Hombre, este Varón, este Siervo del Altísimo, fue el P. Fr. Martín de Valencia, de quien ya dije que era Religioso Franciscano, natural de la Villa de D. Juan en Castilla la Vieja; y no uno ni dos, sino miles de testigos, declaran y deponen los milagros que Vm. ha oído; y si quiere satisfacerse de mi verdad, vaya a Tlalmanalco, donde verá por sus ojos el del infante, y el del olfato. Vaya a TIaxcalan, y verá el del frumento, y el de la enferma; y por fin vaya al Obispado de Coria, y en la Villa de Santa Cruz, le referirán el de los panes. Y porque no tome el molesto cansancio de tan lejas tierras, vaya a Puebla, y allí encontrará la gigante virtud del V. P. Fr. Sebastián Aparicio, constando del Proceso remitido al Vaticano, los milagros siguientes: Resurrecciones de muertos 10, uno en vida, y nueve después de muerto: franqueza de las aguas caudalosas [353] de un arroyo, dividiéndose para darle tránsito seguro y seco, 35 ocasiones: milagrosamente socorrido con vino 7: sobrenaturalmente alimentado con viandas 5: milagros hechos en el féretro 21: de dolores, quebraduras, y un ciego a nativitate 51: de calenturas, heridas, males de corazón, apostemas, llagas incurables y tullidos 173: de curaciones de animales, tempestades, y sanidad repentina de todo género de morbos 275: aparecido intelectual y visiblemente 21.

     Si Vm. oyera, que un hombre, atropellando los fueros de la naturaleza con los impulsos de la gracia, despreciaba las dignidades y estimaciones, de que hace tan crecido aprecio la vanidad de los mundanos, eligiendo el abatimiento, que tanto aborrece el amor propio: que despojándose de los bienes de fortuna, los renunciaba en los pobres, consagrando a la mendicidad tantos cultos, como le da baldones la avaricia: que formando escalas de todas las virtudes, subía de una en otra al grado más heroico de perfección; y que con el vencimiento de sí mismo, hacía violencia al Cielo, donde quería descansar victorioso en la visión de paz: que entre todas las virtudes que lo hacían grande en los ojos de Dios, la más sobresaliente era la caridad, de quien decía, que era la alma que [354] a todas las demás vivificaba y daba aliento, y que como a Emperatriz que las regía y gobernaba, debían todas contribuirle obsequios y homenajes, girando su corazón en continuo movimiento, de Dios al Prójimo, y del Prójimo a Dios, como que sólo tiraba las lineas de su circunferencia hacia el centro y punto fijo, que era el perfecto amor; juzgando por alquimia el de los mundanos, que en el crisol del interés, descubre sus falacias, y hace ver que no tiene más preciosidad que la apariencia; y que a consecuencia de estos dotes, en vida y muerte, depositó Dios en él aquella basa en que se apoya el juicio de la prudente credulidad, para hacer más constante la fe de la santidad y del heroísmo, esto es, la virtud y poder para obrar milagros, como los obró. �Qué diría Vm?

     Español. Diría que ese fidelísimo Siervo, después de navegar en el peligroso golfo de esta mortal vida, y vencer las deshechas tempestades de los vicios, en tan larga y prolija navegación, cogería en usuras de gloria el premio de sus trabajos, y llegaría, sin duda, con felicidad al descanso del Puerto, donde lo conducirían sus merecimientos para gozarse en la eterna región de la inmortalidad.

     Indio. Ha bien, Señor mío, pues este fiel Siervo fue el Santo Varón Fr. Domingo de Betanzos, [355] de quien ya también dije a Vm. siendo testigos de sus heroicas virtudes Italia, Francia, España, Guatemala, y Méjico.

     Si Vm. oyera que un hombre ajustado a las sagradas leyes de su Instituto, conservó siempre intacta la virtud de la castidad, con enterezas de Virgen; y que, acrisolando el oro de esta virtud en el fuego de las tentaciones, debía al vencimiento sus mayores créditos y ventajas: que para conservar la preciosidad de este tesoro, doblaba las mortificaciones, austeridades, y penitencias para debilitar los orgullos de la carne, creyendo que ésta era el fuerte adalid del enemigo común, que como áspid encubierto, engaña y mata con el halago y la dulzura: que empañado el cristal de su pureza con el más leve soplo de la imperfección, jamás dejó de hacer buenas obras, por no dejar de ser casto; y que a esta delicada virtud enlazaba la de la humildad, con la que poseía la alta dignidad de tesorero de la divina Sabiduría, conociendo en la grandeza de Dios, la miseria de su nada, porque a esta inaccesible cumbre decía se ha de subir bajando. Despreciábase a sí mismo, y estimaba lo ajeno; miraba en todos lo bueno, juzgaba en sí lo malo; se cautelaba de sí, porque a sí solo se temía, y en su propio desprecio hallaba atajos de adquirir [356] estimación y honores, que por muchos rodeos no encuentra la altivez y la soberbia; no bastando el testimonio de su buena conciencia a callar los gritos de su mismo conocimiento, confesándose delincuente sin acusación y sin testigos, aun en las precisas pensiones de la naturaleza, viviendo siempre inquieto y temeroso de su propia fragilidad; y que aligerado su cuerpo, y abstraído de lo terreno, volaba en continuos éxtasis hasta el abismo de la Divinidad, en cuya cristalina fuente hidrópico bebía aquellos sobrenaturales Dones que conducen la alma a un profundo conocimiento de las perfecciones y ser divino, y a una rara penetración de lo más secreto de los humanos corazones; adquiriendo más grados de ciencia con los continuos fervores de la oración, que los más aplicados y estudiosos con las penosas tareas de los libros. En fin, si Vm. oyera que a tan pública fama de santidad y virtud, apoyada con aquellos sellos de la Omnipotencia, y voces grandes que da Dios para autorizar sus verdades en favor de sus amigos y Siervos (los milagros, dice San Agustín) se le seguía aquella parte principal de accidentales glorias, o fama póstuma, acreditada en su muerte con las continuas voces de los prodigios; �qué diría Vm?

     Español. Diría que siendo para los mundanos [357] el horror de la bóveda una profunda cisterna, donde en sombras de olvido se ocultan sus memorias, es para los Justos una elocuente lengua, que con el idioma de los portentos, grita y vocea sus hechos maravillosos; y diría que tal vez, movido de superior influjo el Oráculo del Vaticano, podría definirle su culto, para común utilidad y consuelo de la Iglesia; y los Fieles, mirando aprobadas con infalible autoridad virtudes tan excelentes, tuvieran dechado a que ajustar sus acciones, para caminar libres por las sendas de la mortificación, hasta llegar al templo de la inmortalidad; pero no me atrevería a llamarle Santo ni Bienaventurado.

     Indio. Ya iremos allá, Señor mío: este Justo amado de Dios y de los hombres, fue el docto y V. P. Fr. Juan Bautista, Religioso Agustiniano, de cuya virtud y santidad, puede Vm. informarse en sus niñeces en Jaén, en su juventud en Salamanca, y en su robusta y madura edad en Méjico, Coyoacan, Zempoala, Cuesta de Acatén, en Tierra caliente, y Valladolid, teatro donde el Cielo, por los méritos e intercesión de su Siervo, ha hecho tantas maravillas, prodigios, y milagros, como lo confiesan Antonio de Elejalde, y Doña María Ana de Cabrera, que con sólo el contacto del Sombrero que en vida había servido al V. Bautista, [358] restituyó instantáneamente la salud de un chicuelo, nieto de los dos, desahuciado de los Médicos, y en lo humano sin esperanza de alivio; sin otros muchos que Vm. puede ver en la vida que de este humilde y penitente Religioso escribieron el Ilmo. Señor Don Fr. Juan de Medina Rincón, y V. Basalenque.

     Y para no molestar la atención de Vm. pregunte, lea, y consulte a las Historias, quiénes fueron los Santos Religiosos Fr. Juan de San Francisco, Motolinía, Ringel, Sahun, Escalona, Daciano, Garrovillas, Veteta, Gilberti, Aparicio, Margil, todos Franciscanos, sin otros: San Román, Veracruz, Morante, Rodríguez, López, Águila, Basalenque, todos Agustinos, sin otros: González, Mesa, Gómez, Loza, Urbano, Díaz, San Cayetano (de éste escribió, hace pocos años, su vida el Docto Misionero Vilaplana) todos Presbíteros Seculares, sin otros: Marina, Oliva, y sin ofender la heroica virtud, y santidad gigante de todos los referidos, Gregorio López, primer Anacoreta de estos Reinos. Y no obstante de que sus venerables memorias viven justamente quejosas de la ingratitud del olvido, admirará en unos aquella humildad y pobreza con que se desarma la malicia de la invidia, y se apaga la ardiente sed de la avaricia; porque en su [359] mismo abatimiento añanzaban los patrimonios de la felicidad: y como vivían exentos de negocios y temporales intereses, no les inquietaban sospechas, ni asustaban ladrones, ni ofendían criados, ni engañaban amigos, deprimiendo animosos el orgullo de la soberbia, que es la que enturbia el aire del amor propio con el pestilente contagio del lujo y mundanas vanidades. En otros admiraría, no sólo aquella dulce obediencia, que con doradas cadenas aprisiona la voluntad propia, adquiriendo en la misma sujeción un libre dominio sobre las pasiones, apetitos, y deleites sensuales; sino también aquella noble ciencia que alienta el espíritu, para emplearlo todo en las estudiosas fatigas que se refieren a las alabanzas de Dios, y reducen su especulación a la práctica de buenas obras, para el ejemplo y edificación de los prójimos. Y aunque esta ciencia se debe llamar temor santo de Dios, porque ninguno sería verdadero Sabio si no conociera que todos los frutos de la Sabiduría no tienen otro principio que las influencias de la gracia y de la humildad; muchos desviándose gran trecho de esta brillante luz, compran sus aplausos, honras, dignidades, y estimaciones al precio de la sabiduría, no aspirando a ilustrar el ánimo de inocentes noticias, sino a adelantar su fortuna con caducos intereses. [360]

     En unos admirará Vm. aquella discreta circunspección que pesa las palabras para darlas en tiempo sazonado, pasándolas primero por el común registro de la discreción, honestidad, y dulzura; en otros admirará la piedad, la conmiseración, y la prudencia, debiendo a la dirección de esta última virtud, no declinar a los extremos, para no viciar la hermosura y perfección de las demás. Y en fin, en todos admirará, que siendo tan estrecho y apretado el nudo de la amistad que entre sí tienen, a porfía se juntaban las fuerzas en cada uno para sacar enteramente formado un Varón perfecto y justo, en quien con el rendimiento de las pasiones, triunfaba el poder de la gracia. Y cuando la heroicidad de estas sobresalientes virtudes, apoyadas con la voz pública, autoridad de los Sabios, testimonio de los milagros, y constante tradición de padres a hijos, no fuera bastante a constituirlos amigos de Dios, justos y dignos de los cultos públicos, votos, y veneración, oigame con un poquito de más cuidado que hasta aquí.

     Vm. sabe, que el martirio es una obra externa, por la cual el paciente es testigo de la fe y de la verdad: sabe que el Martirio se ha de ofrecer intrépido, alegre, libre, y voluntario a los tormentos, no teniendo otro objeto y fin que la confesión [361] de la Fe Católica, imperado este heroico acto por una caridad perfectísima, que es la causa intrínseca y meritoria. Sabe que a más de que la muerte ha de ser inferida por el rigor de las penas, habiendo libertad en el paciente para elegirla, se ha de verificar voluntad e intención de padecer, para que no quede indeterminada la pasión, y se ordene al fin sobrenatural. Y sabe finalmente, que con estas causas, y vista de algunos testigos, sin más prueba de santidad y virtud, se forma un Mártir Glorioso, y digno de los cultos y las veneraciones. �No es así, Señor mío?

     Español. No hay duda en ello, porque según San Agustín en la Epíst. 194. ad Sixtum, por la Fe toma principio toda Justificación; y el Trident. en la Ses. 6. Cap. 8. la Fe a la verdad es raíz y fundamento de toda Justificación.

     Indio. Ahora bien, supuesto que la Fe con la Caridad y buenas obras, es la que justifica, y que con todo lo dicho se conforma Vm. me ha de hacer favor de que demos una miradica a las Historias de nuestra América, las que nos aseguran la muerte de un niño de doce a trece años, llamádose Cristóbal, hijo de Acxotecatl, Señor de muchos Vasallos Tlaxcaltecos.

     Español. Sí, ya lo he leído; y si mal no me [362] acuerdo, su mismo padre, como otro Urbano con su hija Cristina, y Dióscoro con Bárbara, fue el inhumano verdugo de sus inocentes alientos, quitándole la vida a golpes, palos, y estocadas.

     Indio. No tiene duda, y quien sabe eso, también sabrá que le dio muerte porque afeaba la sacrílega adoración de sus Ídolos, escondiéndolos y despedazándolos, para borrar la imagen de las supersticiones y del engaño; predicándole contra el desorden y los vicios, que obstinadamente lo apartaban de la verdadera Fe de Cristo, y lo arrastraban por el despeñadero de su falsa religión e idolatría. Sabía también, que aun avisado del furor y enojo de su padre, y que por éste podría venir a ser cruenta víctima de sus venganzas, insistió constante en la intrepidez de su celo hasta arrojarse libre, voluntario, y con un ánimo igual al de los Pablos a la acerbidad de los tormentos y del martirio; decorándolo Dios con la manifestación de su difunto cadáver, que la impiedad de su padre tenía escondido a los ojos de los extraños y domésticos por más de un año, apareciendo incorrupto y sin otras señales, que las que le imprimieron las contusiones, el fuego, y las heridas, lenguas elocuentes por donde el Cielo persuadía, que ni el horror de los gusanos tuvo dominio en sus delicadas [363] carnes, ni los mudos silencios del sepulcro jurisdicción para borrar los gloriosos despojos de sus triunfos.

     Español. Lo mismo sucedió a un nietecito de Xicotencatl, y a un pajecito suyo, el primero llamado Antonio, y el segundo Juan, en la Provincia de Tepeaca en el Pueblo de Guauhtinchan, quitándoles las vidas los tiranos Idólatras en el instante que ellos se las quitaban a sus falsos Oráculos. Y lo que más me admira, si te he de decir verdad, es aquel valor y animosidad del Antonio, que olvidado de las pompas con que le brindaba el Mundo, por ser heredero de uno de los más poderosos Señoríos de estos Reinos, pretendía y disputaba valerosamente cargar sobre sí los crueles castigos de su fidelísimo compañero, por tener más que ofrecer a Dios en las sangrientas aras del martirio.

     Indio. Ha bien, pues si Vm. conoce esto, también conocerá, el que no con otros méritos están escritos en el Catálogo de los Mártires tantos como venera la Fe en los altares.

     Español. Yo así lo creyera si las Historias no nos los pintaran tan niños, en quienes suele tener primer lugar la travesura que la caridad y la edificación.

     Indio. Pues Señor mío, también sabemos lo que [364] Cristo dice en su Evangelio, hablando de los niños, y por el Profeta tenía ya dicho antes, que de sus bocas se perfeccionó la alabanza, gloria, y magnificencia del Altísimo. Y cuando no supiéramos esto, sabemos que no murieron viejos los Víctores, Celsos, Priscas, Agapitos, Vitos, y otros muchos, que sin otros labios que los de la inocencia, merecieron con solo morir, lo que otros con la predicación. Si como Vm. dice que por niños, me dijera que por Indios, yo lo creyera, porque asintiendo como asentían muchos, no ser capaces de recibir la agua del Bautismo, juzgándolos por brutos, como si no estuviera escrito salvarás a los hombres y los jumentos; y a no ser por la santidad de Paulo III. aún carecieran de los bienes que comunican los Sacramentos de la Penitencia y Comunión, no sería mucho juzgarlos por incapaces de aquellos bienes con que se enriquece el alma, muriendo por la confesión y defensa de la Fe. Pero ya que esta fatal consideración aparte a los de mi especie de tanta gloria, culto, y veneración, suplico a Vm. demos otra miradica a las Historias: y pues las ha leído como yo, estimaré me diga lo que siente acerca del Religioso Franciscano Fr. Juan Calero, martirizado por los Chichimecas Caxcanes en las Sierras de Tequila, con tanta crueldad, que no satisfecha [365] su fiereza con asaetearlo, como a San Sebastián, demolerle los dientes, como a Santa Apolonia, dividirle la cabeza, como al Cantuariense, y apedrearlo, como a San Esteban; y lo más es, que aun dejando los Bárbaros el Cadáver para Pasto de las fieras, al fin de muchos días lo encontraron los Católicos incorrupto, fragrante, flexible, y tan caliente el sangre, como si estuviera vitalizado, al paso que hediondos y comidos de las aves los cuerpos de los muchos que murieron con él: y aunque la incorruptibilidad y fragrancia pueden provenir de causas naturales, con todo, constando de la santidad, virtud, y excelencia de vida del Sujeto, las juzga la Iglesia por uno de los prodigios con que el Cielo inmortaliza y escribe sus memorias. Estos y semejantes asombros habrá leído Vm. en los Venerables Padillas, Cosines, Tapias, Lorenzos, Herreras, Acevedos, Donceles, Burgos, y otros, cuya prolijidad en referirlos se haría molesta. Esto supuesto, quiero que me diga �qué les falta a estos gloriosos defensores de la Fe para que no se les tributen adoraciones que da la Iglesia a tantos como venera en los altares?

     Español. No se les dan, porque aún no están vindicados, concediéndote cuando mucho, por lo que dices, que unos sean de la clase de los designados, [366] y otros de la de los consumados o coronados; porque has de saber que los vindicados, son aquellos que por juicio público, y solemnidad bastante, declara Mártires la Iglesia, y como tales son dignos de los cultos y veneración, y éstos son los que se deben llamar Santos, y lo contrario es tropezar en un sacrílego error contra lo determinado por los supremos Oráculos del Vaticano.

     Indio. Ha Señor mío, que si Vm. hubiera leído al Padre Avendaño en el tomo 6. de su Tesoro Indiano, ya se persuadiría que no se previene el juicio de la Iglesia con llamarles Santos y Venerables a los Varones de que hemos hablado; fuera de que, yo no digo que se les deba dar este título, ni menos el que tengan culto declarado por la Iglesia, lo que digo es, que no sólo debe lamentarse nuestra América Septentrional de carecer de aquella gloria de que se jacta la India Meridional en sus Solanos, y Rosas, siendo así, que tiene y ha tenido Varones que les imitan en el heroísmo y santidad; sino carecer de la declaración de unas virtudes, que animarían a los tibios, ablandarían los protervos, edificarían a los buenos, y confundirían a los malos. Pero venero los profundos juicios de Dios, y soberanas determinaciones de nuestra Madre la Iglesia, ante cuyas sagradas plantas rindo, [367] postro, y sujeto todo cuanto he dicho y dijere a Vm.

     Español. Tú, por lo que yo veo, te quejas sin sustancia, porque para las Rosas de Lima, tienes el Felipe de Méjico.

     Indio. Hay Señor mío, que llega a tanto nuestra desgracia, que por aquel fertur que escribe la Iglesia en su Oficio, quieren robarle a Méjico la gloria y derecho de un hijo, por quien está la fe, tradición, y testimonios hasta ahora; no faltando quien crea y asegure, entre la privación de las paredes, que nació y fue bautizado en la Parroquia de San Miguel de Sevilla, y trasladado desde muy niño a estas partes. Yo lo he oído más de dos veces, y aunque me han sobrado razones para defender mi justicia, me han hecho enmudecer la lengua mis bajezas, por no experimentar con el desprecio algún sonrojo, consolándome el que jamás podrán obscurecernos esta gloria los mal querientes, por más que entre las desmoronadas paredes de la malicia, pretenda esconderla la emulación: Te parietes tui tegent non abscondent.(68) [368]



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Tarde decimocuarta

Gobierno católico justo. Establecimiento de Alcabalas, y otros sucesos recomendables.

     Indio. Aunque las virtudes tan maravillosamente se traban entre sí, que de los eslabones de las unas, se forma la dorada cadena de las otras; las que más estrechamente se hermanan son la Prudencia y la Justicia, porque no puede sostenerse la hermosura de aquella, sin el valeroso arrimo, y constante perseverancia de ésta. Echó los cimientos, y levantó las paredes del grande ángulo Americano la Prudencia; pues no pudiera argüir la duración y firmeza que gloriosamente tocamos todos sus habitadores, si no la afianzaran los robustos puntales, y fuertes pilastras de la Justicia.

     En cuatro partes se divide esta virtud: en Legal, porque ordena las partes al todo, mirando por el bien público y común. En Distributiva, porque ordena con rectitud el todo a las partes con proporción geométrica, distribuyendo los honores, empleos, [369] y dignidades. En Conmutativa, y es cuando se gradúa la parte con la parte, observando igualdad, o proporción aritmética entre lo dado y lo recibido. Y en Vindicativa, porque es la que aplica la pena según la naturaleza del delito, castigando todo lo que es digno de corrección.

     De que puedo inferir, que es la Justicia aquella Deidad, a quien levantan estatuas los mortales cultos, el altar donde se sacrifican reverentes los méritos, y temerosos se depositan los delitos; porque es aquella virtud que pesa y mide las negociaciones, coloca en el Trono a las Majestades, haciéndolas árbitras de las Coronas; da firmeza a las Monarquías, y dominación a los Imperios; da Jueces a las causas, resolución a las dudas, fe y constancia a los reos, verdad a los inocentes, premio a los buenos, y castigo a los malos. A la Justicia deben los Cetros, los Doceles, las Púrpuras, las Togas, las Bengalas, Dignidades, y Prelacías, la estabilidad, permanencia, y duración de sus Provincias, Cortes, Pueblos, Gentes, y Comunidades, réditos, tributos, donativos, homenaje y obediencia.

     Español. Con menos parola, y más elegancia la explica la divina Sabiduría cuando dice: Abominables son, para el Rey los que tratan impíamente, porque la justicia firma el Solio, y el que la sigue [370] es amado por el Príncipe, como que en su abundancia resplandece en grado heroico toda virtud.

     Indio. Señor mío, Vm. habló en poco lo que yo dije en mucho; pero ambos vamos a un fin: porque siendo la justicia la que afianza el Solio, el Poder, la majestad, y la dominación, no le cabrá duda en la firmeza y duración del Trono Americano, si como hasta aquí han seguido sus Príncipes, Jueces, Tribunales, y ministros las preciosas máximas de la equidad y rectitud, las conservan y perpetúan en la Posteridad. Y aunque la estabilidad presente nos hace formar un concepto nada apartado del que debemos tener de aquellos que hasta nuestros tiempos han manejado las riendas y dulces ideas de esta admirable virtud; con todo, para cumplir con lo prometido, y distinguir los tiempos, volveré a coger el hilo en donde lo dejamos, que fue el año de 621. y ciento después de la Conquista: en el que, por haber pasado el Excmo. Señor Marqués de Guadalcázar al Perú, quedando la Audiencia con el ínterin, entró gobernando el Excmo. Sr. D. Diego Carrillo, Mendoza, y Pimentel, Marqués de Gelvez, y por su muerte, que fue a los tres años, gobernó la Audiencia diez meses, llegando en 3 de Noviembre de 624. el Excmo. Sr. D. Rodrigo Pacheco y Osorio, Marqués de Cerralvo. Debió [371] este cristiano Caballero igual concepto a la soberanía que al vasallaje: universalmente fue amado, y generalmente temido: se concilió respetos con la Justicia, y ternuras con la Prudencia; y con todas las recomendaciones de formar un Héroe cabal, no dejó de alterar los ánimos con algunas pensiones mal recibidas por los logreros en sus intereses.

     Español. Esas fueron sin duda las Alcabalas impuestas desde el año de 565. en el siglo 16. ordenadas de nuevo por dicho Señor Virrey, tomando motivo para esta resolución de los muchos que en público y en secreto defendían ser injustas semejantes gabelas en estos Reinos, por gozar los fueros de la excepción y libertinaje, persuadiendo que era lícito, y no desarreglado a la moral cristiana ocultarle, esconderle, y aun negarle enteramente al Rey tales cargas, pechos, y tributos.

     Y lo cierto es, que siempre he tenido para mí, que no incurre en culpa alguna el defraudador de Reales intereses con que los Príncipes gravan las Repúblicas; y me fundo, en que cuantos libros he leído, y hombres Sabios he comunicado, ninguno condena a culpa grave al retenedor de los tales derechos, probando con que la Ley penal, aunque se mezcle con la preceptiva, no obliga más [372] que en el fuero externo, dándole mayor fuerza en el caso de que el que defraude no dé escándalo, ni obre con desprecio de los órdenes de la Majestad, y mucha más regulan tenerla si hay costumbre introducida o no se hace escrúpulo de conciencia en la fracción de estas Leyes; y la razón es, el que las Leyes civiles penales, aunque sean mixtas de las morales, absuelven de la culpa por el odio que en sí embebe la pena: a que se agrega, el que los Príncipes nunca intentan gravar las conciencias de sus súbditos, contentándose sólo el que paguen con el castigo el torpe crimen de su inobediencia.

     Indio. Vm. Señor mío, parece ser de aquellos que el vulgo llama de la hoja, pues tanto se esfuerza a persuadirme con eficacia de razones, lo contrario que todo el Mundo cree con infalibilidad de autoridades. En el capítulo 22 de S. Mateo se lee, que debemos dar al César lo que es del César, siendo intérpretes de estas palabras las de S. Pablo cuando escribe a los Romanos, que se contribuya el tributo y vectigal a quien debe pagársele, y las del Espíritu Santo en el Libro 2. de los Reyes, cap. 8(69). confirmándolo asimismo el cap. 47. del Génesis(70). Sabemos también, que ordenándose [373] dichos tributos y gabelas a mirar a un fin tan necesario como es el del bien de las Repúblicas y Comunidades, y para alimentos y congruos subsidios de los Príncipes y naturales Señores, debe obligar su contribución, no sólo a pena, sino a culpa; y así, por lo visto, el que defrauda, es tirano transgresor de las Leyes Divina y Natural. A que se junta, que la Ley civil mezclada de la moral y penal, contiene en sí precepto: luego el que lo quebranta, pecará en el fuero de la conciencia. Esto se conforma con lo que dice S. Agustín, que toda pena si es justa, es pena de pecado, y se llama suplicio; la pena que se impone a los inobedientes y defraudadores es justísima por las razones dichas: luego es pena de pecado.

     Español. Eso lo que prueba es, que la tal pena sólo infiere culpa civil o política, pero no moral o teológica; porque estas penas sólo pueden imponerlas los Prelados eclesiásticos, como que reciben inmediatamente por Cristo la potestad, esto es, los Papas, y éstos la confieren a los demás; y las de los Príncipes seculares sólo es legislativa, en cuanto es dada por el Pueblo, y en este sentido has de entender a San Agustín.

     Indio. Señor mío, yo entiendo al Santo Doctor, como lo entienden los más doctos y sabios Católicos; [374] y entiendo asimismo, que los Príncipes legos pueden imponer Leyes mixtas de moral y penal, y el que las quebranta peca, como el transgresor de las que impone el Papa; y la prueba es, que la obligación de obedecer al Papa en la Ley que impone, es por dirigirse al fin de ordenar las costumbres, y apartarnos de lo malo, que es lo que debemos entender por moral. Las Leyes impuestas por los Príncipes seculares en el caso que vamos hablando, se dirigen a lo mismo, porque ningunas costumbres pueden ser más loables, ni vestirse de mejor bondad, que aquellas que toman su principio de las Leyes Natural y Divina; la Ley de que se pague el tributo, alcabala, u otra justa pensión, es conforme a una y otra: luego debemos creer que se establece en orden a las costumbres, y lo bueno, y por consiguiente el que la quebranta peca gravemente. Confirma todo lo dicho el Concilio Constanciense en la Ses. 8. en la que manda, que así las Leyes eclesiásticas, como civiles, que se ordenaren a este fin, obliguen bajo de culpa grave y mortal.

     En cuanto a que los Reyes y Soberanos reciban por el Pueblo la potestad, sólo podré decirle a Vm. que Moisés inmediatamente la recibió de Dios, tan independiente del Pueblo, que lo hizo [375] participante de su Deidad, constituyéndolo Dios de Faraón; induciéndonos este ejemplar a un claro conocimiento de que las Soberanías de la tierra cuanto gozan es de Dios, y por lo mismo su poder sólo puede sujetarse a la tiranía o violencia de un Pueblo insolente y atrevido. No eligió el ingrato Pueblo de Israel a su primer Rey Saúl, el Cielo le dio la investidura: no tuvo otra acción el Pueblo, que instar sobre un Príncipe que lo dirigiera; y Dios que siempre había dado autoridad a los Jueces y Capitanes, dio inmediatamente potestad y dominación a los Reyes(71). Y porque en esta materia tan sublime más fuerza tiene la autoridad que la razón, oiga Vm. a San Pablo en el cap. 13. de los Romanos: Toda alma debe estar sujeta a las sublimes Potestades, Príncipes y Señores de la tierra, porque a la verdad no hay potestad que no sea dada por Dios; y así el que resiste a la potestad de los Príncipes, resiste a lo que Dios ordena.

     A lo que Vm. dice, que nunca es la intención de los Príncipes gravar la conciencia de sus súbditos, digo, que será en otras cosas, pero no en [376] las que vamos hablando; porque a más de que en sus Reales órdenes no se leen otras palabras que las de prohibirnos, mandamos bajo de pena de confiscación, destierro, secuestro, y otros equivalentes, sabemos que se indignan y dan por ofendidos contra los que quebrantan y contravienen a sus soberanas determinaciones. De esto tenemos en el día el novísimo testimonio de las repetidas insinuaciones del Ministerio a todos los Prelados eclesiásticos, para que amonesten a sus súbditos de la obligación que les incumbe en instruir por los Confesionarios y Púlpitos a los Fieles sobre la moral de este punto, en que se agradará a Dios, y el Rey quedará justamente servido.

     Yo Señor mío, protesto a Vm. que cuantos de mi esfera, esto es, Indios, me han consultado en la materia, no les digo otra cosa de la que aquí siento, por más que me aleguen los privilegios, gracias, y mercedes que por repetidas Cédulas de S. M. gozan, respecto a que éstas se entienden a favor de los frutos y bienes que por sí crían y trabajan, siéndoles lícito contratarlas entre sí, consumirlas, y venderlas a otros que no sean ellos, con tal de que se verifique ser tributarios. Pero si compran, venden, o comercian en géneros extranjeros, o cosa semejante, no sólo los condeno a pecado mortal; [377] sino que los persuado a la restitución de aquella cantidad que defraudan: y le aseguro a Vm. que a ser Confesor, cuantos llegaran a mis pies con ánimo de no restituir, los levantara sin absolución.

     Español. No digas eso, porque hay Doctores que afirmen lo contrario, y bastaría tener opinión probable, para que tú, y cualquier Confesor, los debiera absolver.

     Indio. Así sería, si la tal opinión no fuera laxa y peligrosísima; y Vm. sabe, que en el caso de que la Ley se ofenda, hemos de favorecer la Ley, y no al antojo ni capricho. Vamos a lo seguro, y dejémonos de probabilidades, y probabilioridades.

     Español. Bien se conoce que tú hablas con la libertad de aquel que no sufre el pesado yugo de tan insufribles pensiones, lisonjeándote así tú, como tu Nación de aquella benigna condescendencia con que los Monarcas inclinan hacia vosotros sus tiernas y soberanas piedades. No hay Ley que se desprenda del Trono, que no os indulte y favorezca. Registra las Leyes 23, 27, 29, 19. 8, 12, y 9 de los Tít 7, 4, y 2. por los Señores Carlos V. y Felipes II. y III. Registra las Leyes 15, y 34 de los Señores Felipes II. y IV. en el Tít. 15. Lib. 2. y verás cómo a los Virreyes y Presidentes de sus Audiencias, mandan que os desagravien, y a [378] los Fiscales, que tengan obligación particular de acudir a vuestra libertad, defendiendo y alegando por vosotros. Esto mismo verás en las Leyes 37, y 12. Tít. 18 de D. Carlos, y D. Felipe II. y por éste en la Ley 13. mandar, que los Visitadores vean si las estancias situadas, están en perjuicio vuestro. En la Ley 18. Tit. 23. hablando del Sello cuarto, dice el Sr. D. Felipe, que su intención y voluntad ha sido aliviaros de cualesquiera cargas y gravámenes. Y en fin, el Señor D. Carlos III. por Cédula del año de 66. os presenta hábiles a todos sin excepción, como no tengáis mezcla que os manche, para toda dignidad y empleo, bien sea lego, bien sea eclesiástico.

     Indio. Hay Señor, que van leyes donde quieren Virreyes; todo estuviera bien, si todo se cumpliera: Vm. es testigo, hablando por las estancias, de las muchas incomodidades y vejaciones que sufrimos, pues con el motivo de fijar los dueños de Haciendas sus mojoneras hasta cuasi los patiecillos de nuestras casas, como lo está mirando en este Pueblo, apenas nos dejan un palmo de tierra para breve desahogo de la humanidad, cercándolos de tal suerte los pasos y caminos, que ni un palo nos es permitido bajar de los Cerros y los Collados, con todo de estar las Leyes de franquía tan expresivas hacia nuestro favor. [379]

     Español. Será porque no representáis vuestro derecho, porque lo que yo he visto, y no con poca admiración, en los más majestuosos Estrados de estos Reinos, es preferir vuestras quejas y memoriales a los negocios de más peso y gravedad, en que manifiestan los Ministros el celo y observancia de las Leyes, y la caridad y compasión con que os tratan y toleran; esto nadie me lo ha contado, porque yo lo he visto. Y he leído en el Concilio Tercero Mejicano, la reserva de las fiestas que no sean Domingos etc. y el ayuno exceptos los Viernes de Cuaresma, Sábado Santo, y Vigilia de Navidad.

     Indio. Y aún éstos debían dispensársenos si se atendieran nuestras continuas necesidades, trabajos, y miserias.

     Español. El Papa Paulo III. os concede el uso de todos manjares, como si tuvierais Bula de Cruzada, no obstante lo mandado por el Conc. Constans. Can. 56.

     Indio. Señor, esos indultos nos favorecen en el posse, pero no en el acto, porque por lo común somos pobres de solemnidad; somos como aquellos enfermos, que por su suma inapetencia, les franquea el Médico la libertad de las frutas y viandas prohibidas: si no tenemos modo ni arbitrio de usar de los lacticinios, ni otras comidas sensuales, necesidad [380] nos indulta de lo que la Iglesia nos dispensa.

     Español. La habilitación para la celebración y uso del matrimonio, dentro de tercero y cuarto grado de consanguinidad y afinidad, por el Señor Paulo III. y hoy excepto el primer grado, por concesión hecha a instancias del R. Metropolitano de Méjico; bien es que para esto último se necesita facultad, y para lo primero no: �no es privilegio de aquellos que no siempre franquea de sus tesoros la Iglesia? �El mismo Papa no os concede que podáis ser absueltos de los casos reservados a la Silla Apostólica y Bula de la Cena, con tal que el Confesor tenga facilidad por el Ordinario? �Por el tercero Concilio de Lima en la Acc. 2. no podéis ser absueltos de censuras y casos reservados a los Señores Obispos; extendiendo el Papa Gregorio XIII. el privilegio hasta los casos de herejía, no obstante la declaración de la Cruzada, con tal que(72) se obtenga la facultad de los Arzobispos? �El Papa Pío IV. no os concede el privilegio de que podáis ganar las Indulgencias y Jubileos con solo el ayuno y la contrición, no habiendo copia de Confesores, abriendoos las puertas de las Iglesias para que oigáis Misa, aun en tiempo de entredicho?

     Indio. No se canse Vm. que nada ignoro de cuanto favorece a mi Nación; y crease que todos [381] esos privilegios, inmunidades, gracias, y mercedes, con que los Vicarios de Jesucristo enriquecen nuestras almas, y las Leyes y Decretos con que los Soberanos favorecen nuestras infelices desdichas y pobrezas, no nos apartan un instante del justo reconocimiento de un tributo que comenzó por cuatro, subió a ocho en tiempo del Excmo. Señor Don Luis de Velasco, y una gallina, que importaba tres reales; hoy ha quedado en el pie de nueve reales el soltero, y diez y siete y medio los casados, con la gallina.

     Español. Hasta en eso resalta la benignidad de los Católicos Monarcas para con vosotros; pues contribuyendo antes, como consta de las Historias, al treinta y tres por ciento a vuestros Príncipes, ahora apenas pagáis en el ciento uno a nuestros Soberanos.

     Indio. Y ese uno que ha crecido hasta nueve por cabeza, con los trabajos, desvelos, afanes, sudares, y molestas fatigas de nuestros diarios jornales, contribuyéramos liberalmente alegres en beneficio de la Corona, si sus Reales clemencias no pesaran en el fiel de su magnanimidad el infeliz abatimiento de nuestra mísera condición. Y porque concluyamos de una vez esta materia, quiero que Vm. me responda; �qué Nación, o bien culta, o [382] bien bárbara, habrá habido en el Universo, que no haya reconocido homenaje, y contribuido al Trono las justas pensiones de las gabelas y tributos?

     Español. Muchas, y sea la primera los Getas, manteniendo, sin embargo la reputación del Estado con más esplendor que ninguna: vuestros Antiguos Mejicanos, y ningunos más soberbios y opulentos: los Chinos (y nadie mantiene con más poder la autoridad y la dominación,) en solos dos reales están pensionados cada año; y los Loytias, que componen una gran parte del Reino, están libres de este corto obsequio.

     Indio. Es muy cierto que los Getas, y cuantas Naciones pueblan la mayor parte de la Escitia están exentas del tributo; porque siendo, como lo son, todos los bienes comunes, todos son pecheros de sí mismos. Mis Antiguos Mejicanos estaban obligados a todas las operaciones de una Ciudad tan populosa y dilatada como Méjico, de adonde les venía la relajación del tributo, continuando este indulto, aún en tiempo del famoso Cortés, por constarle en las molestias que sufrían, la justicia y razón que demandaban; bien es que en el día viven sujetos como todos a la leve exacción del tributo.

     Los Chinos mantienen la majestad del Trono, sin semejanza en la riqueza, porque en las quince [383] Provincias que sujeta a su dominación, son 36 millones de cabezas las que concurren con dos reales al socorro de la Soberanía; a que se agrega entrar cada un año en el Erario o Casa Real 18 millones en oro, y 3 en plata, con más 153219 taes, componiendo cada uno 10 reales y 24 maravedís castellanos: de derechos de Minas y perlas 2 millones seiscientos y treinta mil taes, de pedrerías de todos precios un millón cuatrocientos mil y setenta, en las tierras que se dicen del Real Patrimonio, repartidas entre los Vasallos con el corto reconocimiento de algunos esquilmos, se reconoce cada un año el ingreso siguiente:

     De anegas de arroz limpio 70.171.832: de cebada 29.391.982: de sal 23.341000: de mijo 24 millones: de panizo 14.200000: de otras semillas aborda a 50 millones: piezas de seda de catorce varas cada una 255900: en mazo 540000 libras: de algodón en capullo 300000 libras: de mantas labradas de varios colores un millón: de chimantas de seda cruda del peso de media arroba 368000: mantas de algodón 678870 de catorce varas cada una: de chimantas de la propia especie cerca de 400000, sin otros muchos percances que cuentan las Historias(73), y refieren cuantos vienen de estas partes, sin variar. Ésta es, Señor mío, la corta pensión [384] que Vm. pinta para patrocinar su causa. Ello es, que todas las Naciones pagan el debido feudo a sus Príncipes, sin solicitar opiniones que las relajen y absuelvan. Dos pesos pagaban los Señores de razón en los tiempos, inmediatos a la Conquista, como consta de le Ley 14. Lib. 8. Tít. 13. y en el Aranc. de Cob. cap. 2. por el Señor Felipe II. Esta leve pensión tuvo principio desde el año de 1558. educida del antiguo y justificado derecho de los Reyes de Castilla(74), en consideración a la debilidad de los intereses y tratos de aquella Eva; pero engruesándose el comercio, enriquecidos los tratantes, y recrecidas las urgencias del Real Haber con la Armada marítima y Cuerpos militares, que en defensa de los nuevos Reinos unidos a la Corona se habían levantado y construido, se precisaron los Soberanos por el año de 592. a reparar la desnudez de este miembro de rentas con el crece del seis por ciento(75), dejándoles libres a los Mercaderes y Comerciantes la conciencia para que lucren 25, y si fuere de badana 250.

     Vm. esté entendido, que cuanto poseemos es del Rey: lo que es el Sol en la esfera, y el corazón en el cuerpo, es el Rey en su Reino y Monarquía, dijo un Sabio. �Pues qué mucho haremos [385] en sacrificarle un breve aliento de nuestros sudores, al que incesantemente vivifica, anima, conserva, y defiende nuestras vidas, caudales, comodidades, e intereses? Tribútele al Rey honor, respeto, culto, y reverencia: ámelo como a Padre: adórolo como a imagen de Dios, pues es en la tierra su retrato: páguele lo que es suyo, que el Cielo le multiplicará en bienes de fortuna, mucho más de lo que piensa defraudarle.

     Español. Quedo enteramente satisfecho, y lo haré como me lo dices; y ojalá todos tomaran tu doctrina, que así vivieran libres de los temores, inquietudes, y sobresaltos que traen consigo el contrabando, el fraude, y la codicia. Y por cuanto no se me ofrece otro reparo en la materia, puedes continuar la que llevabas.

     Indio. Serenados los ánimos de los que anhelaban logros, y habiendo hecho un manifiesto de la puridad de sus intenciones el Virrey D. Rodrigo, a los once años de gobernar, llegó el Excmo. Sr. D. López Díaz Armendáriz, Marqués de Cadereyta: hizo su entrada en 16 de Septiembre de 635. Se fundó en su tiempo la Villa de Cadereyta, tomando el nombre de su Título, Pueblos de Toliman, Tolimanejo, Presidio de Peña-miñera, y otras algunas Estancias importantes al resguardo de la [386] Provincia, hostilizada frecuentemente de los Mecos, o Indios bárbaros que se abrigaban, y aun en el día aparecen algunos en la Media-Luna, Platanar, Río de los Panales, y Sierra-gorda. Gobernó hasta el año de 40, que le sucedió el Sr. D. Diego López Pacheco, Cabrera y Bobadilla, Duque de Escalona, y Marqués de Villena. Tomó posesión el 28 de Agosto; y cuando comenzaba a gustar de las dulces ambrosías del Docel, por algunas sospechas, justamente fundadas en el católico pecho del gran Felipe IV. fue mandado llamar, ocupando el ínterin cinco meses el Ilmo. Señor D. Juan de Palafox y Mendoza, Obispo de Puebla, en cuyo tiempo llegó el Señor D. García Sarmiento Sotomayor, Conde de Salvatierra.

     No dejó el generoso espíritu de este Príncipe de atribularse, aun gozando de una tranquilidad inimitable, por hallar mucha parte del Estado eclesiástico trabado con algunas sangrientas alteraciones, nacidas entre la Mitra de Puebla, y los Padres de la Compañía, que fue de Jesús, cundiendo el sordo fuego de estas inquietudes a tal grado que no dejó de prender algunas chispas a las demás Religiones, y éstas por no quemarse, se prepararon a la defensa, bien es que sin faltar al decoro de la dignidad Pontificia. Justificaron sus derechos; [387] pero aquellos irritados con la venganza, maquinaron desprecios contra el reverente sagrado de la Mitra. Pocas plumas de los miembros del Cuerpo jesuítico estuvieron ociosas, porque empeñadas en escribir la fuerza y valor de su justicia, imprimieron papeles y libelos tan vulnerantes y denigrativos, que obscurecieron y mancharon todo su candor y pureza. Pocos o ningunos tiempos se verán en la América tan ruidosos como estos. Cuando Méjico y Puebla tajaban las plumas para escribir dicterios, Roma disponía Congresos, Juntas, y Asambleas para conformar sus ánimos. Muy pocas veces se cuenta que la Metrópoli del Mundo forme un Tribunal nuevo, y separado de los precisos, como lo practicó por entonces, llamándolo el Angelopolitano. Todo fue menester, porque como las partes, esto es los Jesuitas, peleaban con el poder, fuerza, favor, y autoridad que en Roma, América, y todo el Orbe se tenían, a poca costa levantaban(76) Tronos de jaspe de las ruinas de los polvos.

     En fin, sin poder apagar las reliquias que dejaron tan encendidas brasas, este animoso héroe pasó a España, entregando el Gobierno al Ilmo. Señor Don Marcos de Rueda, Obispo de Yucatán, que en calidad de Gobernador mantuvo el concepto de Ministro celoso, desde 13 de Mayo de 48, [388] hasta 22 de Abril de 49. que murió, y quedó la Audiencia por Gobernadora, en tanto que llegó el Excmo. Señor Don Luis Enríquez de Guzmán, Conde de Alvadeleste. Entró en Méjico en 3 de Julio de 650. y a los tres años fue promovido al Perú, sucediéndole el Excmo. Señor Don Francisco Fernández de la Cueva, Duque de Alburquerque. Gobernó desde 15 de Agosto de 53. hasta el de 60. que llegó el Excmo. Señor Don Juan de Leiva y de la Cerda, Marqués de Leiva y de la Drada, Conde de Baños. La integridad, celo, ardor, y ajustados procederes de estos tres Príncipes, pusieron freno a algunos desórdenes, rebeliones, y escándalos, que algunos comuneros habían sembrado en los corazones de la inocencia y fidelidad. A los 4 años pasó el Conde de Baños a España, y quedó ocupando el ínterin el Ilmo. Señor Don Diego Osorio de Escobar y Llamas, Obispo de Puebla, y electo Arzobispo de Méjico, desde el 29 de Junio, hasta 15 de Octubre que llegó el Señor Don Sebastián de Toledo, Marqués de Mancera. Pudo servir este Religioso Príncipe de idea de perfección: unió el valor con la cordura, la circunspección con el agrado, la rectitud con la clemencia, y lo honesto con lo festivo. Cuantas prendas caben en un Héroe para hacerse recomendable [389] a los ojos de los hombres, poseyó en grado eminente: era compasivo con los pobres, amargo con los soberbios, dulce con los encogidos, expresivo con los Religiosos, atento con los Clérigos, con el Soldado amigo, con el Político sociable, y con los Prelados reverente: fue tan sin violencia bueno, que le eran naturaleza lo político, lo militar, lo eclesiástico, y lo cristiano.

     Cuando estos Reinos se lisonjeaban con tan gran Príncipe, ascendió a la Corte y le substituyó el Excmo. Señor Don Pedro Nuño Colón de Portugal y Castro, Duque de Ver-aguas. En su arrebatada muerte dio a conocer cuán efímera es la Diadema, y cuán caduca la mundana felicidad. Entró arrastrando damascos el día 8 de Diciembre de73. y el 13 del mismo mes salió de su Palacio entre las pompas, pisando funerales bayetas para el sepulcro. En cinco días llenó la carrera de sus triunfos, dejándole al Ilmo. Señor D. Fr. Payo de Ribera y Enríquez, Arzobispo de Méjico, un despertador contra las vanas presunciones, y engreimientos de la altura, y de la dignidad. Habíalo ya tenido este venerable Mitrado en los penitentes Claustros Agustinianos, y así le sirvió el aviso para esperarlo, no para aprenderlo: siete años manejó el Báculo y el Cetro, hasta que llegó el Excmo. [390] Señor D. Tomás Antonio Manríquez de la Cerda, Marqués de la Laguna, y Conde de Paredes. Gobernó seis años, y le sucedió el Excmo. Señor D. Melchor Porto-Carrero, Laso de la Vega, Conde de Monclova, que por ser promovido a los dos años al Perú, vino el Excmo. Señor D. Gaspar de la Cerda, Sandoval, Silva, y Mendoza, Conde de Gálvez. Ocho años ocupó el Solio Americano, manteniendo en equidad el Estado y sus miembros: ocupó su vacante por diez meses el Ilmo. Sr. D. Juan de Ortega Montañez, Obispo de Michoacan. Ensayose en este corto tiempo para volver después del Excmo. Sr. D. José Sarmiento Valladarez, Conde de Moctezuma y Tula, por el año de 701. a empuñar el Bastón, desde el 4 de Noviembre hasta el mismo mes de 702. que llegó el Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de la Cueva Enríquez, Duque de Alburquerque, y Marqués de Cuellar. En los nueve años que gobernó este Príncipe, pesó en el fiel de su conocimiento, penetración, y juicio exactísimo de que Dios le había dotado, las inconsecuencias, alteraciones, e inquietudes que ocasionarían en los pacíficos ánimos de los habitadores de estos Reinos las Tropas que el inmortal Felipe V. intentaba mandar, como de auxiliantes y protectoras a ellos. [391]

     Yo he visto un Manifiesto manuscrito dirigido a este fin, en que hace S. Exc. presente al Rey los crecidos gastos del Erario, y la poca o ninguna necesidad del militar auxilio; pues dictando la experiencia la fidelidad y reverente sumisión de los vasallos en estas partes, sería recrecer los empeños del Trono, y engendrar alguna altanería en los mansos y obedientes; haciendo presente, que regulando la humillación con el poder, bastaban las cuatro Compañías arregladas que los Soberanos asignaban para mantener en pie el decoro y autoridad de sus Virreyes, sirviendo a uno u otro motinsillo que pudiera mover la plebe, o vulgo desbocado; y en fin, sobre otras muchas razones expone a la augusta consideración de la Majestad, el escudo y defensa que en cada uno de los individuos de la Provincia tenía para rebatir y hacer frente a cualesquiera insultos, arrojos, y hostilidades de los enemigos. Éstas y otras muchas causales desviaron al gran Felipe, cuyas memorias gloriosas adorarán para siempre los siglos, de la ejecución del proyecto, quedando libre por entonces el País del que concebía yugo no muy liviano ni ligero, debiéndose esta libertad al desvelo y solicitud del sobredicho Virrey; al que, cumplidos nueve años de Virreinato, le sucedió el Excmo. Señor D. [392] Fernando de Alencastre, Noroña y Silva, Duque de Linares, que gobernó con gran tranquilidad desde 711. hasta 716. Pronosticole su muerte cinco días antes un simple de quien su generoso corazón hacía un grande aprecio. Fue magnánimo y munificentísimo, grabando su nombre en la memoria de la Posteridad con aquel célebre Parnaso, que ideado por la sublimidad de su ingenio, dio que admirar al Mundo su suntuosidad y hermosura, y a los pobres un bosque de riquezas para que saciaran sus hambres y necesidades. Sucediole el Excmo. Sr. D. Baltasar de Zúñiga, Guzmán, Sotomayor y Mendoza, Marqués de Valero: gobernó hasta el año de 722. En estos tiempos informaron a S. M. contra las costumbres, conducta, y porte de los hijos y naturales de estos Reinos, impresionando los mal querientes su Real ánimo de tal modo, que llegó a librar Decreto en que inhabilitaba para los honores, ascensos, y dignidades a toda la Nación Española Americana. Quiso Dios que en esta sazón se hallara un Apoderado del Comercio y Minería de la Ciudad de Zacatecas en la Corte, el que peroró con tanta eficacia, solidez, y nervio en un Manifiesto que a favor de su Nación hizo, que conociendo el Rey la justicia, depuso el concepto, y revocó el orden. Me aseguran que no a [393] mucho tiempo se volvió a suscitar con nuestro actual Soberano la misma especie, bien que no con tanto demérito de parte de los nuestros como la pasada, porque aunque me dicen que pretendían inhabilitarlos para los empleos de la Patria, los presentaban y tienen por idóneos para los del Perú, que corren la misma suerte que los de este Reino, pero según los efectos, debemos creer que ha sido un sueño, o si hubo Decreto, puramente fue intentivo. Lo que no tiene duda es, el que por el mes de Febrero del año pasado de 76 se dignó S. M. expedir Cédula franqueándoles las puertas de las Dignidades en la antigua España, y en la nueva un tercio sólo de los empleos. Reclamó por sus derechos el Claustro de la Universidad con un doctísimo Manifiesto a la suprema benignidad del Soberano, y en atención al mérito que produce, explica la Piadosa generosidad del Monarca la recta puridad de sus augustas intenciones. He leído el Manifiesto, y a mi fe que deben mis Compatriotas conservarlo como una de aquellas preciosidades que por su inestimable valor carecen de precio, y tocan la inmortal esfera del asombro, del culto, y la veneración.

     Español. Pues sin que te sirva de enojo, a mi mal entender, no podrían resolver los Soberanos [394] cosa más arreglada al bien de la Corona, e intereses del Estado; porque dejando aparte los temores y sobresaltos que se deben inferir de unas Gentes a quienes tan de lejos bañan los brillantes esplendores del Trono, y que desviados por lo mismo del amor reverencial, pueden agavillarse con los Naturales o Indios, con quienes por tener poca o mucha relación de parentesco, se juzgan Señores de la tierra, y únicos acreedores a sus empleos y comodidades, carecen enteramente de aquellas instrucciones que imprimen para el acierto y la seguridad, la ciencia del gobierno, práctica y disciplina de la arte militar. Y porque veas que yo no hablo al aire, ejemplar tienes en Roma, cuando por la muerte de Viriato, sujetó la España a su dominación; y muy cerca de nosotros a los Bostonenses, desmembrados en el día del Cuerpo Británico, y apellidada República la Provincia, con total separación de obediencia, feudo, y vasallaje. Por semejantes sucesos se gobernó Roma, como más discreta, para temer en la impericia y grosería de los ánimos Españoles la ninguna fidelidad y homenaje al Consistorio, de adonde tomó ocasión para prohibir por universal Edicto, que ninguno de los Romanos casara con Española, y que cuando así fuera, se le borrara el mérito, para que jamás fuera [395] presentado a honor y empleo alguno. Y en buena fe, que con este sagaz y prudente acuerdo, nunca lloró Roma lo que Cartago, Tiro, y otras muchas Provincias, y llora en el día Londres en la más útil porción de su Monarquía.

     Indio. Para responder a un cargo tan formidable y espantoso como el que Vm. hace a mi Nación, ya considerada como Española, ya como India, necesito que separemos una Tarde, que será la de mañana.



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Tarde decimoquinta

Índole, genio, y talentos de los Españoles Americanos, y noticia de varios acontecimientos.

     Indio. Tres son los muelles que mueven la máquina y rueda de los Gobiernos Político, Eclesiástico, y Militar. Tres las fuertes columnas sobre las que el mérito levanta al Sujeto, haciéndolo digno de los honores, y de los empleos: virtud, ciencia, y armas, según el [396] Ángel Maestro Santo Tomás(77), San Bernardo, y otros. La virtud, para arreglar dentro de la esfera de la bondad de lo lícito y de lo honesto las acciones, obras, y costumbres: la ciencia, para conocer como se ha de obrar, y dirigir los medios a unos fines prudentes, justos, y ecuánimes(78); y las armas, para asegurar, conservar, y poner en harmonía y rectitud lo que la virtud ennoblece con sus máximas, dilata, inventa y establece con sus fatigas, estudios, y desvelos la ciencia. Estos dones, que pródigo reparte el Cielo entre la variedad de criaturas racionales, jamás ha negado a las que habitan nuestro Septentrión en calidad de Españoles Indianos, o que el vulgo llama Criollos. Comenzaré por la virtud, de que no hace mucho que hablamos; y cuando los Varones perfectos que entretejí con los Indianos Europeos no dieran bastante prueba de una sublime perfección, la haría visible con los Venerables Pilas, Santanas, Ponces, Chavarrías, Aguados, Hurtados, Mejías, Burgos, Parejas, Mazorras, Tobares, Losas, Montereyes, Bárcenas, Bautistas, Sánchez, Quiñones, López, Perdomos, [397] Flores, Zamoras, Gutiérrez, Pérez, Manzanos, Riberas, Dávilas, Bustos, Escalonas, Pulidos, Murgas, Sirias, Llamas, Matías, Ramírez, Santa María, Altamirano, Granizos, Laureles, Ursuas, Lázaros, Villanuevas, Domínguez, Lazcanos, Bravos, Fuentes, Cepedas, Seguras, Ibarras, López, Herreras; Luisas de Santa Catarina, Josefas de S. Agustín, Anas de S. Bernardo, Marías de la Ssma. Trinidad, Marías Magdalenas, Jerónimas de San Bartolomé, Isabelas de S. Diego, Melchoras de Jesús, Agustinas Josefas, y en nuestros días la V. Religiosa Sor Sebastiana Josefa de la Ssma. Trinidad, cuya vida fue un asombro de la penitencia, y ejemplar dechado de la misma virtud: hermosas plantas que brotaron los Valles de Atrisco, Toluca, Querétaro, Valladolid, Guichapan, Méjico, etc. sin los muchos que citan los Padres Santa María, Torquemada, Betancurt, y Granada, cuya santidad no podrán esconder los mármoles, ni sepultar en la obscuridad de su silencio las bóvedas.

     No ignoro, Señor mío, aquellas insolentes notas de novelería, adulación, flexibilidad, fugacidad, o poca permanencia, ociosidad, facilidad, e inconstancia con que muchos manchan y vulneran el elevado carácter de nuestro Criollismo, queriendo medir con la vara de la pasión, del antojo, y la libertad, [398] las nobles o viles operaciones de cada uno. Fiose el trono de los vicios en nuestro País, y desterrose la bondad; como si la malicia no fuera un contagio que se le pegó al hombre desde el Paraíso, dejando corrompida la masa y con universal sentimiento toda la Naturaleza. Si los ojos que fiscalizan las acciones de mis Compatriotas, las juzgaran con equidad y justicia, ya verían, Señor mío, desordenadas las unas, y moderadas las otras. Verían en unos el deleite, y en otros la mortificación, aquí el escándalo, y allí el ejemplo: aquí el ocio, y allí el trabajo: aquí el embuste, y allí la verdad. Verían en los Claustros penitencias, ayunos, y austeridades, y en los tugurios desenvolturas, ociosidades, y desahogos. Verían en las Iglesias compostura, reverencia, y devoción, y en las calles bullicios y griterías. Verían en las casas el recato de las vírgenes, la honestidad de las viudas, la paz de los casados, y en todos la conformidad con la suerte próspera o adversa, y en los telonios oficinas, y granjerías, el engaño, doblez, ocasión, y peligro. Y para decirlo de una vez, verían lo que en todas partes tocan los ojos, bueno y malo, justos y pecadores, virtud y vicio; y porque nuestra vista no puede enmendar a la de la Sabiduría, verían lo que vio en todo el Mundo, vanidad de vanidades y todo vanidad. [399]

     Y porque de este don (como dije) largamente hemos hablado, pasemos al segundo, que es la Ciencia. Ocioso me parece pintarle a Vm. una imagen que cuasi se halla retratada con los más lúcidos y realzados colores en las almas de todas las gentes de mi País: sólo quien las maneja y trata podrá ingenuamente testificar esta verdad, conociendo que gozan de unos vasos capaces de recibir cuanta nobleza encierra toda clase de facultades; debiendo a Dios, a las bellas influencias de los astros, benignidad y templanza de los climas, la rara penetración, natural viveza, potencias claras, y genial prontitud con que Naturaleza los adorna.

     Español. En cuantas ocasiones (que fueron muchas) oí tratar esta materia entre mis sabios Paisanos, jamás percibí elogio que los decorara, y diera alguna majestad en las ciencias, fundándose en que no hay Nación en el Mundo, excepto la Criolla, que por sus obras no de a conocer la sublimidad de sus ingenios, y brillante fecundidad y hermosura de sus potencias. El que mas avanzó, dicen, a distinguirlos, y darles algún lugar en el dilatado Reino de las letras, fue el Crítico Benedictino(79) Feijoo, y a lo que más se extiende es a ponderar la viveza, universalidad, extensión, elocuencia de [400] estilo, exacta crítica, profundo juicio, y superioridad de talentos de los Señores Peralta y Barbueno, Ordóñez, y Pardo de Figueroa, contentándose, o por mejor decir, clausulando con estos tres Criollos Peruanos toda su alabanza, porque ni en el Perú, ni la Nueva España halló más tela para cortar el vestido que pretendía hacerles de sus glorias y aplausos.

     Indio. No hay duda en lo que Vm. dice y asienta con sus Paisanos; pero sus Paisanos y Vm. pudieran retener en la memoria aquellas palabras del mismo Benedictino: Cosa vergonzosa es para nuestra Nación, que no sean conocidos en ella aquellos hijos suyos, esto es los Criollos, que por sus esclarecidas prendas son celebrados en éstas(80). Y porque en lo venidero España no se avergüence, y Vm. borre la fe que le imprimió la autoridad, y dicho de sus Paisanos, yo le haré visibles treinta Criollos de esta Nueva España, por los tres que el Padre Feijoo solo pudo dar a luz del Perú.

     Quien leyere los elegantes Tratados, y Coloquios de la Pasión de Cristo, que en lengua Mejicana compuso el Franciscano Fr. Juan de Gaona, hallará en cada letra un desengaño, en cada cláusula una sentencia, y en cada concepto un dulce [401] impulso que llevará su alma sin violencia a la profunda meditación de la muerte del Redentor; calificando la sublimidad de su espíritu, por la devota ternura, y mística contemplación del Cartujano. Quien leyere la Cartilla Mejicana y Castellana, Maestro Genuino del elegante Idioma Nahuatl, y Gramática en dicha lengua, de D. José Pérez de la Fuente, no sólo admirará que es esta lengua más elegante y expresiva que la Latina, y dulce que la Toscana; sino que se verá precisado a darle a los estudios de su Autor los mismos elogios que justamente se han granjeado los Nebrijas, y Euforniones. El que no leyere las eruditas Advertencias, miseria, y brevedad de la vida, luz, y guía de Ministros, y Sermonario Mejicano del Franciscano Fr. Juan Bautista, no hallará la amenidad, elocuencia, y erudición, que en Calixtro, Demóstenes, Cicerón, y Quintiliano. Lean el Teatro, y Menologio del Franciscano Fr. Agustín de Betancurt, y les faltarán voces para elogiar la entereza, exactitud, y prolijidad de una pluma que participó al Orbe Americano muchas glorias que el tiempo injustamente le tenía robadas. Lean la Monarquía Indiana que en tres Tomos de a folio imprimió el Franciscano Fr. Juan de Torquemada, y a más de aquella claridad y magisterio con que trata, y da [402] a conocer todas las cosas de la Antigüedad, encontrará un adorno, y veta de erudición tan vasta, exquisita, y abundante, que con cualquiera de sus Capítulos puede despertar aún la más dormida ignorancia: al fin trabajos de un elevado ingenio en la larga carrera de veinte y dos años. Lean las Lecciones que del Derecho Canónico dejó escritas el Doctor D. Juan de Salcedo, Sujeto tan recomendado por su suprema extensión, destreza, juicio, y literatura en este Mundo, que el Concilio Tercero Mejicano fió a la superioridad de sus talentos el orden y disposición de sus Decretos, y Sanciones.

     Lean el Mexicus interior de D. Francisco Cervantes Salazar, primer Catedrático de Retórica de la Universidad de Méjico; y en los Personajes Alfaro, y Zuaso, con quienes forma sus elegantes Diálogos, encontrará un tesoro de Latinidad, y una constante noticia Topográfica de Méjico, y sus rivales.

     Lean al Predicador de las gentes del Prebendado D. Juan Rodríguez de León, y en cada Máxima tropezarán con una luz que los eleve e instruya en la doctrina más sana del Evangelio: el Camino del Cielo del Dominico Fr. Martín de León, y en cada Discurso descubrirán varias sendas para [403] arribar a la eterna felicidad, sin la arduidad, laderas, escollos, y fragosidades que pintan muchos Contemplativos. Lean las noticias de las antiguas idolatrías, Manual de Ministros de Indios del Doctor Serna, y cuanto bueno pueda desear para fundarse, hallará en aquellas, y una pronta discreción para bien administrar en éste. Con el mismo método escribió el Franciscano Serra, y erudito Osorio.

     Lean: pero sin leer �quién no sabe, quién no conoce a la Madre Sor Juana de la Cruz, por la delicadeza y prontitud de sus Poesías, y otros Discursos en varias materias? �A quién se le esconde aquel generoso depósito que la liberal mano del Altísimo hizo en la Señora Doña Ana María del Costado de Cristo, Tercera Franciscana, escribiendo tantos Papeles en letra gótica, que según la deposición de varios testigos del mayor juicio y circunspección, pudieron formarse más de veinte y cinco tomos de folio? �Quién no conoce al Licenciado Busto por la viveza de sus versos, en el Mercurio Encomiástico que compuso en lengua Mejicana; la naturaleza, y dulzura del célebre D. Agustín de Salazar en sus Poesías Cómicas; la elegancia y suavidad de metro con que el Prebendado Reina versificó la Vida de S. Juan Nepomuceno, impresa en Madrid con el título de la [404] Elocuencia del Silencio? �Quién no conoce al Franciscano Aguado, por la vasta comprensión y magisterio con que después de otras obras trabajó e imprimió las hojas, flores, y frutos del árbol de la vida, no habiendo rasgo, línea o período que no sea una perfecta imitación del río de la elocuencia Griega San Juan Crisóstomo? El elevado ingenio del Franciscano Fr. Martín del Castillo, conocido por todos los doctos por el copioso índice, y docta explicación de la letra del gran Padre S. Pedro Crisólogo, manifestando en ella la profunda inteligencia que tenía de las Sagradas Escrituras. El superior dominio que adquirió en los dilatados países de la Historia, y Cronología el célebre Villa Señor, aplaudido en todo el Orbe por su Teatro Americano?

     �Quién no conoce al insigne Teólogo, y grande en todas ciencias, el muy Ilustre Señor D. Juan José de Eguiara, y Eguren, estampando la superioridad de sus talentos en cuarenta y dos Tomos ya en folio, ya en cuarto, y en octavo, bastando la memoria de su nombre para que los más sabios y presumidos le rindan los justos obsequios y homenajes de universal Maestro.

                             Nam satis Auctoris dicere nomen erat.

�A quién no es notoria la elegancia, y estilo del [405] Franciscano Espinosa, que eligiendo en sus Crónicas de Propaganda, y Vida del Venerable Padre Margil, la mediocridad, que es la locución airosa, dulce, y apacible, con que más se enamora el gusto del Lector, abrazó entre los tres modos que pide el Ángel Maestro, el medio, que es con el que se persuade: Secundus persuadenti; y se guarda la debida proporción, y consonancia: Debita proportio, et consonantia(81)? �Quién no admira y siente espiritualmente aquella Luz de Verdades Católicas, que imprimió más que en los libros en los corazones el Padre Parra; imitando a este gran espíritu, aunque con distinto método, el erudito y ejemplar Padre Doctor D. Antonio Guillén de Castro, en los doce Tomos que escribió, de los que dos andan impresos con el título de Despertador Catequístico? �Quién no celebra la elevación de los discursos, claridad, prontitud, y naturaleza en el decir, gracia en persuadir, y eficacia en convencer del Dominicano Villa en sus Obras Panegíricas, aclamado justísimamente por el segundo Vieira?

     �A quién no admira aquel raro artificio y dulzura de verso, con que atrae y embelesa el pueril distraimiento de los niños, y torpeza de los rústicos, en sus Siestas Dogmáticas, el Cura Padre Juan [406] González, instruyéndoles en la Doctrina Cristiana, y principales Misterios de la Fe? �Qué corazón no se mueve a piedad, devoción, y ternura leyendo la Aljáva, Místico Mes Mariano, y Año Josefino de los Franciscanos Ortega, y Torres; no debiendo tener menos lugar entre los Doctos, Sabios, y Escritores el R. P. Fr. Baltasar de Medina? �A quién no admirará la importante aplicación, curiosidad y molesto trabajo del Señor Gamboa en sus Comentarios a las Ordenanzas de Minas, en los que da una constante prueba de la utilidad de sus estudios, no sólo en los difíciles Problemas Matemáticos que con inimitable claridad resuelve; sino en el acopio y colocación que, según los tiempos, hace de los Autos, Provisiones, Ordenanzas, y Decretos de la Audiencia y Real Acuerdo de estos Reinos, Ordenanzas y Leyes de los Soberanos; gozando en una nueva Recopilación, guía y luz que nos instruye sin el menor afán, de todos los Derechos de estos Reinos? �A quién se le esconde aquella claridad de ingenio, y superioridad de numen del P. Doctor Gamarra, en nada desigual a los talentos de la Europa, conocido por las brillantes producciones, exquisitas noticias, lucidos y preciosos sistemas, profunda y sana doctrina que imprimió por el año pasado de setenta y cuatro en su [407] Curso Filosófico, y Academias que sustentó, y puso en los moldes, para provecho y utilidad de la Juventud; debiéndose lisonjear de ser el primero que en este grande Mundo las puso en práctica, y sacó a luz, y que nada dejó que envidiar a los Filósofos: Eo iam auctore factum est ut non Philosophis invideamus. Éstos son los Sujetos que entre miles pongo a la vista de Vm. y de todos sus Paisanos para comprobación de lo que prometí; entendido, que si hubiera con exactitud y estudio aparte, de historiar los muchos que en todos tiempos han sido digno asunto de la admiración por sus raras habilidades, sería necesario un grande volumen para colocar sus nombres. Para tres que el Rmo. Feijoo saca al teatro del Mundo, de las largas Provincias del Perú, en su Discurso de los Españoles Americanos, ya le doy a Vm. treinta en esta Nueva España; y le daré trescientos del modo que el Padre Benedictino da los tres. Nos dice, que los Señores Peralta, Ordóñez, y Figueroa dieron al Mundo universales aclamaciones: el primero, por sus superiores talentos, y erudición, y porque supo a la perfección las Matemáticas, la Filosofía, Química, Botánica, Anatomía, y Medicina, y hablaba bellamente ocho lenguas: el segundo, por el asombro que causó al Claustro de Salamanca [408] la oposición que en el término de una hora dijo de la facultad Civil, o Canónica: el tercero, por que el P. Jacobo Vaniere lo celebra de gran ingenio, y el Padre Feijoo, en la correspondencia epistolar que contrajo con él, conoce que se acorta en los aplausos el P. Vaniere. Advierta Vm. que este Personaje era primo del Marqués de Figueroa, y sobrino del Excmo. Señor Marqués de Casafuerte, que con este vínculo de grandeza, es corta toda alabanza.

     Ésta es la pintura de los tres Peruanos de quienes sobre su palabra manifiesta el P. Feijoo sus supremas habilidades. Y sobre la verdad, fe, experiencia, y notoriedad, le daré yo a Vm. no tres, sino trescientos, como le dije. Hoy es Canónigo de la Santa Iglesia de Valencia el Sr. Dr. y M. D. Antonio López Portillo, que por tres días, conviene a saber, 28 de Mayo, 6 y 11 de Junio del año de 54, defendió públicamente toda la Filosofía de Losada, Teología del P. Marín, y Eucarística Disertación del P. Rábago, con todos los sistemas, doctrinas, pruebas, y soluciones. Las Decretales de Gregorio Nono, conforme a las Notas y Comentarios del Doctor González, manteniendo problemáticamente todo lo que no pudiera conciliarse con la pluma de este célebre Comentador; haciendo [409] lo mismo con todas las Obras de Arnoldo Vinio, y Antonio Fabro, aparejándose a responder de memoria cuanto se le preguntara de la Instituta, y explicar cualquier párrafo de ella, admitiendo por réplicas cuantas Personas quisieran hacer tentativa de su maravillosa comprensión. Ninguna ciencia de las que poseyó el Señor Peralta, se le esconde a la suprema viveza de este Monstruo Americano Guadalajareño, a quien: Honorent eum quai Príncipe suscribientes ingenuo angustias humano fastigio(82). El Dominico Don Fray Francisco Naranjo, que después que en la oposición a la Cátedra de Prima de Teología, habló de repente con admirable erudición por el espacio de dos horas sobre el Art. 5. de la Quæst. 71 de la 1 ma. 2 dæ. de la Suma Teológica de Santo Tomás, refiriéndolo de memoria, comentándolo palabra por palabra, y excitando sobre él ocho cuestiones. Después que en la de Vísperas de Teología sobre el punto que le salió, lo comentó con 14 consideraciones, deduciendo 11 conclusiones, que confirmó con 22 pruebas, satisfizo con 100 conclusiones, y propuso contra ellas 50 argumentos; en la Clase mayor de la Universidad dictó a cuatro Amanuenses a un tiempo diversas materias intrincadas que repentinamente [410] le dieron los sabios Circunstantes, para admirar en público lo que muchas veces practicaba en los silencios de su Celda, gritando todos en su elogio aquel nunquam sic locutus est homo.

     Debe separarse por singular entre tantos asombros Americanos a D. Pedro de Paz Basconcelos. Siendo ciego a nativitate, fue un perfecto Gramático, sabio Retórico, eminente Filósofo, profundo Teólogo, consumado Jurisprudente, y tan satisfecho de su tan rara y nunca vista habilidad, que de edad de 19 años leyó en oposición a la Cátedra de Vísperas de Filosofía con tanta elegancia, aire, libertad, y magisterio, que ganó 75 votos personales. No fue menos el maravilloso ingenio del Dr. D. Pedro de la Barreda, que haciendo oposición a la Cátedra de Instituta, se obligó a decir de memoria cualquier Texto que se le preguntara de todos los Derechos Canónico y Civil, dar razones de decidir y dudar sobre los textos propuestos, y argüir de repente contra cualesquiera conclusiones. En los de esta clase coloca D. Carlos de Sigüenza al Br. Alonso de Carvajal, de quien dice que fue excelente Filósofo natural, y muy experto en la Química.

     En nada tienen que ceder a esta sublime comprensión la de los Señores Doctores D. José [411] Velasco de la Vara, Catedrático de Vísperas de Cánones, y D. Andrés Llanos Valdés, D. Ignacio de Mimiaga, D. José Cárdenas, D. Agustín Tamayo, D. José Peredo, D. Juan Cienfuegos, D. Manuel Regalado, D. Manuel Campillo, Provisor y Vicario general del Obispado de Puebla. Éste defendió sobre las Decretales los cinco Tomos de González, y el sutilísimo, fecundo, y sobreexcelente ingenio del Sr. D. Joaquín Velázquez, cuya maravillosa extensión en todo género de letras, le han granjeado en nuestros tiempos el justo y alto concepto que en los pasados tuvieron D. Fernando de Córdoba, y D. Ginés de Rocamora. No menos créditos se tienen granjeados los altos y vivísimos talentos del Dr. D. José Ignacio Bartolache, dando a conocer unos fondos de claridad e inteligencia tan desahogados y nobles, que a más de haberse consumado en la Filosofía, Teología, Jurisprudencia, Historia, y otras facultades, ha hecho estudio aparte de las Matemáticas y Medicina, con tan maravilloso aprovechamiento, que ya llegó por tres tardes continuas a conferenciar sobre las Pastillas Gibelinas o Marciales, fuera de los dos Experimentos sobre la sangría hechos por la Universidad de París, y las ocho casillas de especiales teoremas, con todas las conclusiones que le habían dictado sus [412] Catedráticos en tan diversas materias como exponen de estas facultades cinco Cátedras. Estos dos raros Ingenios dieron prueba irrefragable de sus superiores, y cuasi inimitables y raras habilidades, en la Observación que hicieron del Paso de la Estrella Venus por el disco del Sol, el Sr. D. Joaquín en la California, que fue donde le cogió, y el Sr. Bartolache en Méjico; debiéndose lisonjear nuestra América con que el Poeta pinte con más elegancia el elevado carácter de cada uno:

                                  Mens tua sublimis raras dotata per artes,
Et decor et linguæ gratia magna tuæ.

     En el claro y profundo conocimiento de las Teologías fueron digno asunto de la admiración el Dr. D. Juan Molina de Muñoz, defendiendo maravillosamente esta conclusión: Quidquid Scotus aserit, verum est in Scholastica Theologia, leyendo por más de hora subitáneamente del punto que le ofreció la suerte; y el Dr. D. Juan de Dios Lozano de Valderas, que para graduarse de Bachiller en Teología, pidió se le asignasen los puntos arbitrarios sobre los cuatro Libros del Maestro de las Sentencias, leyendo de repente por media hora de cada uno, y defendiendo en forma las conclusiones que dedujese.

     El Dr. D. José Joaquín Peredo Gallegos, [413] Dr. D. Ignacio Sandoval, y D. Manuel Dorantes, defendiendo el primero los dos Tomos de Teología Escolástica del P. Marín, los cuatro de Ramírez, y los cuatro de Gutiérrez de la Sal, con obligación de concordar todo lo que se opusiera a la letra de estos célebres Teólogos: el segundo los dos Tomos Escolásticos de Marín, y los dos del Americano Segura; y el tercero doce casillas de conclusiones selectas, con todas las contenidas en el Tomo Escolástico del Señor Eguiara.

     Otros muchos, como los Señores Doctores y hermanos D. Cayetano y D. Luis de Torres, Dr. D. Gregorio Omaña, todos tres Dignidades de la Santa Iglesia de Méjico; Dr. y Mro. D. José Serruto, su Canónigo Magistral, y Dr. D. José Uribe, Cura del Sagrario de la misma, forman un coro tan supremo y separado de los humanos Ingenios, que necesita la pluma encoger sus rasgos, porque no caben en la admiración sus elogios. El Dr. y Catedrático de Escoto Fr. Felix de Castro, Religioso Franciscano, pudo ser uno de aquellos Sujetos, que sin agravio de tantos Héroes milagrosos, llenará de inmortales glorias la Patria por su mucha ciencia, y ejemplares virtudes.

     El Dr. D. Vicente Antonio de los Ríos y Herrera, hoy Canónigo Doctoral en la Santa Iglesia [414] Catedral de Valladolid, tan sin semejante en la sublime inteligencia de los Derechos, como sin igual en la hermosura y dulce adorno del decir, defendió con general aplauso de la Corte de Méjico el mismo acto que ya dije a Vm. sustentó el Señor Portillo:

                                  Vidi ego: nec dignus tanta ad præconia testis.

     En las Matemáticas tenga, sin agravio de tantos, primer lugar el Cosmógrafo de S. M. y Catedrático Jubilado por la Real Universidad, el nunca bien ponderado Ingenio Mejicano D. Carlos de Sigüenza y Góngora, quien después de dar a luz la famosa Ciclografía, que nos ha robado de los ojos la desidia(83) o desgracia, e imprimir la Libra Astronómica y Filosófica, con que deprimió el orgullo del Alemán Eusebio Francisco Kino, y otros muchos Papeles sueltos, empleó toda la gloria de sus estudios en utilizar al Público con las obras siguientes: Imperio Chichimeco fundado en la América Septentrional por su primer Poblador Teochichimecatl.= Fénix del Occidente Sto. Tomás Apóstol hallado con el nombre de Quetzalcoatl.= Año Mejicano.= Teatro de las grandezas de Méjico.= Triunfo Parténico.= Piedad heroica de Cortés.= Trofeo de la Justicia Española.= Mercurio Volante, con la noticia de la recuperación de las Provincias [415] del Nuevo Méjico y otras Poblaciones(84).

     D. Juan Ruiz, que imprimió los dos célebres Discursos acerca del Cometa que se vio desde el mes de Diciembre de 652. y el Arco tenebroso que se formó en el Cielo desde las cuatro y media de la tarde del día 18 de Noviembre del mismo año y siglo: ocupaba desde el Oriente a Poniente de la Ciudad de Méjico. De estos mismos meteoros, y otros aparecidos por los años de 653, 80, y 81. escribieron el R. P. Fr. Diego Rodríguez, Mercedario, D. Gabriel López Bonilla, D. José de Escobar, Salmerón y Castro, y D. Gaspar Evelino. Posteriores a estos han escrito D. Antonio Aguilar Cantu, D. Juan Martel de Villavicencio, Oaxaqueño, D. José de Escobar y Morales, D. Miguel Musientes y Aragón, D. Luis Gómez Solano, el Contador de Azogues D. José de Villaseñor y Sánchez, nacido en Valladolid, Provincia de Michoacan, que a más de los doctos Opúsculos que desde el año de 735 hasta el de 760 franqueó al Público, dio a los moldes por orden de S. M. los dos Tomos del Teatro Americano. El Dr. D. Pedro Alarcón, que a más de construir las Tablas Astronómicas de los movimientos de los siete Planetas, [416] erigió por ellas unas Efemérides de todos los lugares y movimientos diurnos de los Planetas para el periodo de los años de 713 hasta el de 723. Enviolas a la Sorbona, y en premio de sus gloriosos afanes, le contó entre uno de los individuos de su celebérrimo Claustro. Y en fin el actual Filomatemático y Agrimensor D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, que a más de haber publicado 27 Efemérides, dando en cada una un auténtico testimonio del acierto de sus estudios, y continua aplicación, y manifestar en ellas muchas y raras observaciones astronómicas, avisándonos un año antes de los acaecimientos celestes, como se deja ver en el Tránsito de la estrella Venus por el disco del Sol (cuya observación hizo el día 3 de Junio de 69, dando razón con su estampa en el año siguiente de 70) Eclipses magnos, entre los que nos hace visible el cuasi total del 24 de Junio del pasado año de 778. con toda la razón de variedad de fases que el centro de la sombra lunar corrió por el globo de la tierra, individualizando los Reinos, Provincias, Ciudades, y Pueblos del Mundo donde se esconderían más o menos sus luces(85). A más, digo, de estas fatigas tan meritorias, ha dedicado la [417] más brillante porción de sus afanes en utilizar al Público con la noticia de varios instrumentos y máquinas para la Agricultura, e Hidráulica, y en comunicar sus estudios a su hijo D. Mariano José, quien tiene calculados en un Cuaderno todos los Eclipses de Sol y Luna hasta el año de 800, y construidas ya dos Efemérides para los años de 81 y 82.

     D. José Brizuela, que por mañana y tarde sustentó un acto de veinte y cuatro materias, haciendo de seis de ellas demostración Geométrica. D. José Peredo otro de muchas y exquisitas conclusiones matemáticas y médicas, ofreciendo lo mismo; D. Juan José Guerra dos: uno de teoremas lógicos, demostrando geométricamente la existencia de Dios, e inmortalidad de la alma, y otro de doce materias físico-matemáticas.

     D. José Alzate posee una extensión tan vasta y profunda en todo género de ciencias, que cuando los teatros de la Imperial Corte de Méjico no gritaran esta verdad, la publicaría a pesar de la incredulidad, el elegante, útil, y curioso Diario que su estudio nos franqueó en las prensas, dejándonos paladeado el gusto, como el Señor Bartolache con sus Mercurios Volantes.

     No dejan muchos de poseer el don de lenguas, [418] como una de aquellas riquezas que Dios del inmenso tesoro de su infinita Sabiduría generosamente reparte a sus criaturas. De la Hebrea y Griega ya hubo quien formara Artes, que se imprimieron en Méjico: de la Francesa, Italiana, y Portuguesa juegan muchos con tanta facilidad, como de la Latina y Castellana; agregando a la luz de éstas la que tienen de los idiomas nacionales, incomparablemente más difíciles de aprender que los forasteros. Ya hubo, como lo fue D. Antonio Adar de Mosquera, quien a un tiempo predicara en las cuatro lenguas, Mejicana, Condomeca, Angolana, y Española. El que con más claridad y a fondo pretendiere instruirse de los Héroes Americanos, que como Oráculos deben venerarse, lea el doctísimo y erudito Prólogo que la Real y Pontificia Universidad hace en la Última edición de sus Estatutos.

     En esta Provincia de Padres Franciscos de S. Pedro y S. Pablo de Michoacán, dije a Vm. del R. P. Lector Jubilado Fr. Vicente Arias, Religioso tan gloriosamente ilustrado en todas facultades, que a más de ser singular Filósofo, insigne Teólogo, diestro Canonista, hablar con la nativa seis lenguas, y tener una universal comprensión y conocimiento de la Medicina y Física, considerada en todas sus partes, es tan consumado Matemático, [419] que mereció en la Corte de Madrid un alto concepto. Hoy apenas cuenta cuarenta y tres años, y la misma extensión que en esta edad goza, poseía en la de veinte y cinco a treinta; debiéndosele acomodar el Quotidie maior admirabilior, et melior, de Plinio. Estos son los Sujetos, sin otros muchos de iguales luces, que contrapesan a(86) los tres que en su Teatro publica el P. Feijoo.

     Vm. esté cierto, y todos sus Paisanos pueden estarlo, que no hay facultad, ciencia, o arte donde no se hayan distinguido con especial aclamación de todo el Orbe los hijos de los Españoles de esta América Septentrional, depositando en sus vastos entendimientos una enciclopedia o conjunto maravilloso de lo más exquisito de todas las ciencias.

     Éntrese Vm. por el vasto continente, y largas Provincias de la Literatura Indiana; y fuera de 225 Doctores, que como otros tantos Astros iluminan con su doctrina el gran ángulo de la Iglesia, registrará con admiración Expositores de la Escritura Sagrada, con un cabal conocimiento de las lenguas originales, estilos, y costumbres de la Antigüedad; sublimes Oradores, enriquecidos de las más altas Teologías y Escrituras; insignes Teólogos, maravillosamente versados en las Historias sagradas y profanas, y en las divinas letras; grandes [420] Canonistas, ilustrados en la antigua disciplina, Decretos, Concilios, e Historia de toda la Iglesia; Civiles jurisconsultos, adornados de las Historias de su Nación, y de todas las que dicen un noble maridaje con las extranjeras, Leyes y establecimientos de los Pueblos; peritísimos Filósofos, con un completo señorío en todas las Matemáticas, así abstractas y puras, como mixtas: y por no molestar a Vm. con la más ligera excursión sobre este punto, le digo, que han sido y son innumerables los poseedores de los ricos tesoros de la Oratoria, Teología, Jurisprudencia, Medicina, Filosofía, Crítica, Lenguas, Historia, Poesía, y Elocuencia, que es todo el carácter de las facultades mayores, y bellas letras. El mismo gozan en toda clase de mecanismo.

     En la Pintura fueron tan excelentes los dos hermanos Juárez, que las sombras que solían al descuido vaciar en un lienzo, dieron motivo a empeñar los delicados pinceles de los Romanos, con quienes por retrato se conocían, y frecuentemente se comunicaban. Entre las muchas obras que dejaron como por inmortal monumento de sus raras habilidades, son los veinte y cinco Lienzos de marca que ocupan los cuatro ángulos del Claustro bajo de Observantes Franciscanos de Querétaro. Cuantos facultativos fijan los ojos en la Vida que [421] explican del Serafín Llagado, suspenden la consideración entre los asombros, del pintado, y de la pintura. No tuvo que ceder la mano de Ibarra a la destreza de los Juárez: sin ir hasta la Imperial Méjico, tiene Vm. el desengaño en la Imagen de la Purísima, que en un Lienzo grande se deja ver en la entrada del Claustro del Colegio de Celaya de Padres Franciscos; es tan hermosa, y atractiva la Copia, que sólo puede excederle en perfección el Original. No fue menos la valentía de los pinceles de los Maestros Cabrera, Villalpando, Henríquez, y Páez del Castillo.

     En la Escultura, y Arquitectura no ha mucho vimos gloriosamente emularse en solo la Ciudad de Querétaro los tres maravillosos ingenios de Bartolico, Gudiño, y Casas; dejonos el primero una incorruptible memoria de la destreza que poseía en la Sagrada Imagen de bulto, que con el título de las tres Caídas se venera en la Iglesia de Padres Franciscos de dicha Ciudad. El rostro es divino, el cuerpo proporcionado, el impulso y ademán de caer y levantar con la Cruz, es con tanta naturaleza, debida a la ingeniosa, y valiente disposición de los muelles, que cada año se lisonjean los Queretanos ver representado este paso con la propiedad que lo miró ejecutado el [422] ingrato Pueblo en el Supremo Autor de la vida.

     En la Medicina han adquirido tanta libertad, conocimiento, y señorío, que ya llegamos a ver en nuestros días la letra de Hipócrates, y Aforismos de Galeno por el incomparable ingenio del erudito Maestro y Doctor, Presidente, Proto-Médico, primero y sin segundo Médico, vulgo Gonzalitos. Cuantas alabanzas puedan mis labios dirigir hacia este Héroe Americano, creo las recibirán gustosos los facultativos que las escucharen: conociose. en estos Reinos por el segundo Hipócrates, su ingenio por uno de aquellos de quien el Poeta canta:

                                     Ingenium, natura dedit, linguamque, capaxque
Ingenium, voluoremque animum.

     En la Jurisprudencia fue tan sobresaliente el sublime espíritu del Señor Riva de Neira, que haciendo transitables los escollos y sirtes que se encuentran entre los Derechos Regio y Pontificio, con su Concordato supo con delicadeza, sin torcer las Leyes, acordar las dos Supremas Autoridades: no dio menos a conocer la vasta erudición que poseía en todas facultades, travesura, viveza, y amenidad, en el Pasatiempo que imprimió, por quien puede cantarse el Tu decus omne tuis, del Poeta. [423]

     Estos son los ingenios y habilidades de mis Compatriotas los Señores Españoles Americanos: esta es la ciencia ignorada del Mundo, porque faltó mano; (déjemelo Vm. decir así) faltó mano que formara un breve catálogo, un reducido epítome de sus escritos y gloriosas fatigas, medio con que todas las Naciones ponderan la fama, y dan a conocer por toda la redondez del Orbe los nombres de sus Clientes. Obscurécense lastimosamente, dice Jacobo Boisardo, los esclarecidos hechos de los generosos Capitanes; sepúltase entre las bóvedas del silencio el sublime carácter de la ciencia, y arte Militar; en tanto que no lo grita la Historia con las voces de la verdad, y sus escritos no vuelan en alas de la fama por toda la tierra:

                                   Egregiis frustra virtus se bellica gestis
Inflat, et ad laudes nititur ire suas.
Ni scriptis vulgata eius sit fama per orbem,
Et fiat, radiis clarior Historiæ.

Nadie hasta ahora ni de los domésticos ni extraños ha recomendado a la Posteridad la dignidad de vuestro carácter, ni el alto esplendor de vuestras glorias, o nobilísimos Comilitones! Sólo yo, lisonjeando mi gusto, y robándole al papel sus derechos, las escribiré en mis manos: In manibus meis [424] descripsit te. �Pero qué pueden mis manos escribir de vosotros, que vosotros con más elegancia no tengáis escrito en tanta multitud de libros que no caben en el guarismo? Y no le parezca a Vm. hipérbole esta ingenua expresión de la verdad, que hallará contestada en la Biblioteca de Pinelo, en la de Nicolao Antonio, la de D. Antonio de León, la del Señor Eguiara, y en el Teatro del P. Betancurt; asegurando que de más de mil Escritores que han dedicado las fatigas de sus estudios en pintar las glorias Americanas, los más son dulce engendro de nuestro fecundo vientre Septentrional: habiendo Escritor, como ya vimos, que franqueara en cuarenta y dos Tomos los penosos afanes de sus sudores. Y de éstos parece que habló el Poeta cuando dijo(87):

                                     Quid referam libros illos, quibus utitur orbis.
Mille locis plenos nominis esse sui!
Litera qæcumque est hoc me non fingere dicet:
Namque incorrupti pondera testis habet.

Servirán mis manos para que los que no creyeren esta verdad, vengan y la miren esculpida en ellas: Non credebam narrantibus mihi, donec, ipsa veni, et vidi oculis meis. 2. Reg. 10. **. 7. Y cuando la voz, la fama, la Historia, y los Escritos, no convencieran [425] a Vm. de la ciencia y habilidades de mis Españoles Indianos; creo se persuadirá al verlos ocupar las Cátedras con dulce magisterio, los Púlpitos con elocuente facundia, los Confesionarios con celestial prudencia, y las Sillas de los Tribunales con el elevado y distinguido carácter de Letrados y Jurisconsultos. Nada tienen que invidiar los Criollos a las demás Naciones(88): y cuando tuvieran, será en las facultades, pero no en las ciencias. No hacen felices a los hombres (hablo en lo caduco) las grandezas de las almas; sino el acaso, el destino, o la contingencia. Más utilidades y decoros se deben a la suerte, que al mérito; y más dichas a la fortuna, que a la aplicación: sirva aquí la Sátira de Juvenal, como por sentencia de una madre, que interesaba todos sus alivios en los honores de su hijo.

                          Aunque tu ciencia no es corta,
ningún bien en ti colijo:
fortuna, te dé Dios, hijo,
que el saber poco te importa.

Con esta Coplilla, que canoniza el vulgo por evangelio, hagamos punto a las Ciencias, y pasemos a las Armas: voz que le confieso a Vm. ser tan peregrina, [426] como extranjera en nuestros Americanos territorios. Aún ignoramos si sea tétrico el eco de las Cajas, y horrísona la voz de los Clarines; mas con todo, si consultamos los tiempos, ya veremos empeñada la Nación en aquellos lances que la ocasión, la urgencia, o la necesidad lo han demandado. �Qué Gentes auxiliares, qué Tropas disciplinadas, o bisoñas ha mendigado de ajenos Países, para defender los propios de la osadía y atrevimiento de los Draques, Ubernones, Lorencillos, y Avelmontes? �Qué Presidios, Plazas, Poblaciones o Fronteras de nuestros confines ha desalojado por cobardes; o en qué tiempo ha mostrado el más leve indicio de pánico terror, susto, desmayo, fuga, o desaliento contra la violenta flecha, y penetrante dardo, que a millares con animosidad disparan los bárbaros Gentiles de nuestras inmediatas y distantes Colonias? �No han sacrificado, siempre que se ha ofrecido, gustosos y sin violencia sus vidas y caudales, presentándose libres bajo del comando y órdenes de uno u otro Jefe veterano, a la defensa de la Patria, del Rey, y de la Fe?

     Faltoles (es muy cierto) el arte Militar; pero les sobran impertérritos alientos para respirar amor, fidelidad, y cultos en favor de la Fe, del Rey, y de la Patria. Fáltales disciplina; pero les sobra ingenio, [427] viveza, y disposición, para suplir con la habilidad las varias operaciones de la Milicia: de manera, que en lo mismo que notan a mis Compatriotas, encuentro yo la justicia y recomendación de sus méritos. Aquellos Patricios a cuyo cargo está la defensa de los Pueblos de sus Provincias, gozan las inmunidades, fueros, prerrogativas, honor, y distinciones, que aquellos que entre los enemigos se ofrecen sangrientas víctimas a la pólvora, al plomo, y al cuchillo.

     Fuera de que, para desempeñar las arduidades, escollos, empresas, y dificultades que trae consigo el gobierno, conservar y dilatar sus glorias, potencia, y prosperidad, no sé yo que esté escrito ser condición necesaria la disciplina e instrucción en la arte Militar.

     Español. Tan escrito está, que los Perinenses, y Griegos tenían Ley de no gozar privilegio, ni obtener empleo, si primero no ejercitaban las armas diez años; los antiguos Romanos doce; los Húngaros seis; los Británicos, ocho: y aún en el día no pueden tomar estado, si no prueban en el rigor de la guerra el valor y el sufrimiento.

     Indio. Y cuando Vm. halló escrita esa noticia, �no halló también escrito que el que dio a los del Periene la Ley, fue el Filósofo Bias, a quien por [428] su ciencia y habilidad le dieron el Gobierno de sus Repúblicas? �No halló escrito, que entre los Romanos, los Oradores autorizaban como Oráculos el Senado; y que sus Césares y Augustos más trofeos debieron a las plumas, que victorias a sus armas? Escribe el César las guerras Púnicas, escribe Augusto las conquistas de Cantabria; uno y otro conquistan. con el valor, cuanto imprime la mano con el papel: no estamparan triunfos, si no estudiaran máximas. A la sabiduría de los Fetonios, Taleses, Pitacos, y Periandros, debieron los Mitilenos, y Corintos, la suprema felicidad de sus Gobiernos.

     No ignora Vm. que la mayor Corona que venera el Mundo (la de España) en el día(89) descarga todo el peso de sus intereses, confianzas, aciertos, y resoluciones, sobre cuatro de seis que son los Ministros al parecer forasteros en las campañas de Marte, y muy domésticos, en los gimnasios de Minerva(90); pero tan diestros en una y otra escuela, que en la admirable fragua de sus divinos ingenios, o bien labran los aceros para escribir elevados conceptos [429] en el papel, o tajan las plumas para inspirar alientos en la guerra. �Qué Monarquía no debió felicidad de sus progresos más al consejo de los Sabios, que al furor, intrepidez, y arrojo de los Guerreros? �Cuando más feliz y triunfante Roma, que cuando sus Jueces se gobernaban por la doctrina de sus Sabios Maestros, y sus Príncipes por el consejo de sus Sixtos, Sénecas, Plautos, Plinios, Pacatos, y Claudios ? �Cuando más ventajosas las fuerzas de los Macedonios, que cuando sus Monarcas abrazaban los prudentes dictámenes de sus Diógenes, Aristóteles etc.? �Cuando más temida la Persia, que cuando Plotinio regía el ánimo de sus Soberanos? �De qué estorbo le fue al grande Alfonso de Castilla la pluma, para no deprimir con la espada el orgullo del Mahometano, y la atrevida insolencia de algunos Españoles, que desde la muerte del Santo Rey Fernando Tercero se había sembrado y propagado con lamentable ruina de toda la Nación? �Quién más Sabio en España que Alfonso? �Quién en Inglaterra que Enrico? �Quién en Francia que Carlos ? �Carlos dije? Sí, que de aquel Carlos, de aquel Enrico, y de aquel Alfonso, fabricó la divina Providencia el Corazón y sublime Espíritu del actual invicto TERCERO CARLOS de nuestra España. Nada tiene que envidiarles en [430] la nobleza, la generosidad, la dicha, y el poder; porque cuando no fuera florido vástago de más augustos y excelsos Troncos, sus ilustres prendas, y excelentes virtudes, lo mejorarían sobre todos. Sólo anhela la grandeza de su alma a imitarlos en las ciencias; por eso cuando Niño, preguntado que de qué epíteto se agradaba más de cuantos la fama daba a sus gloriosos Ascendientes? respondió: querría merecer que me llamasen Carlos el Sabio. Pues ya, ya llegaron, Señor mío, a la más exquisita perfección aquellos altísimos deseos de saber. �Qué arte o ciencia se le esconde a su dilatada comprensión? Nada ignora de la Historia de Francia y España: nada de la Eclesiástica: nada del viejo y nuevo Testamento: nada de la Geografía, Cronología, Aritmética, y Música; hablando en cada una, a más de la lengua nativa, en la Italiana, Francesa, y Latina; poseyendo aquella Joya de incomparable precio, y a quien ningún valor le iguala la Sabiduría(91); dándole lugar en su generoso Corazón sobre todos los Reinos, Provincias, y tesoros del Mundo(92). Carlos el Sabio le llama el Orbe, cuya incorruptible existencia graba la famosa Academia de Derecho Patrio en las láminas de la inmortalidad con esta dulce inscripción: CARLOS III. Padre [431] de la Patria, y Protector de las Ciencias. No ha escrito lo que el César y Augusto, ni ha impreso lo que Alfonso y Enrico; pero tiene más que aprender el Mundo en sola una sentencia que dicte, que en cuanta doctrina se lee en los vastos volúmenes de aquellos. Quien leyere la docta Colección de Cédulas, que en el tiempo de su felicísimo Reinado ha expedido para arreglar sus Repúblicas, interesar sus Pueblos, beneficiar sus Vasallos, y engrandecer su Monarquía, tocará las sublimes máximas de un Salomón, que inspiraban solo la prudencia, la paz, y la religión; la clemencia, el agrado, y la benignidad. Carlos el Sabio le nombra el Universo desde su tierna edad: �y qué dorados grillos le puso este glorioso renombre, para que en la Guaxtala, Nápoles, y las dos Sicilias, no triunfara con la espada, de los Imperiales, colocando sobre los Borbónicos tafetanes a un tiempo los trofeos de su valor y de su sabiduría! Sí, Señor, así debía ser, porque sólo el Sabio sabe dominar sobre los astros: Sapiens dominabitur astris.

     Privó Roma (que es donde quedó pendiente el hilo) de honor y empleo al Romano que casara con Española, o a la contra: así lo leyó Vm. en los Edictos Romanos. �Y cuando lo leyó no advirtió también que el gran Marco Aurelio era nieto [432] de Española, y los mayores Príncipes que veneró Roma, Trajano, Aureliano, y Teodosio, eran Españoles? Y pues �qué diremos de Roma? Que a los que priva para las Togas, los ciñe con las Bengalas, y a los que inhabilita para las dignidades, les fija las Diademas. �Diremos que Roma era indiscreta, inconstante, necia, y poco cuerda? No por cierto, Señor mío, que nunca con más juicio acordó sus resoluciones. Temió la flexibilidad de una Nación vencida y sujeta a extraño dueño: temió la infidelidad e inconstancia de una plebe, que emparentada con la Romana, podría insultar la sagrada y suprema autoridad del alto Capitolio. Hasta aquí temió Roma justamente; pero como el tiempo es aquel elocuente predicador que con las voces del desengaño persuade las verdades, miró en España Roma trasladada a Roma: miró en la fe y lealtad de los Españoles que vulneraba, la Justicia; y borra discreta los Edictos que tenía fulminados contra España, escribiéndola en las doradas láminas de los honores y las dignidades. No lloró Roma con los Españoles lo que la gran Bretaña llora en el día con los Bostonenses, porque el amor y fidelidad de éstos, son hijos legítimos de sus intereses. No así el de los míos, que son la obediencia, y temor santo de Dios que profesan. No quiero el [433] que Vm. se me avergüence, si hago una poquilla de crítica sobre las operaciones de esta ingrata y sublevada Nación. Basta decirle, que si los hijos de Londres, que bebieron de los raudales del Trono las dulces aguas del rendimiento, homenaje, amor, y fidelidad, no hubieran sido los autores y Jefes de la conspiración, jamás se hubieran turbado los obsecuentes ánimos de los Colonienses. Basta, dije, porque parece nos hemos alargado algo más de lo necesario en este discurso.

     Español. No hay duda, pero lo ha pedido así la materia; y por lo que tengo presente, volviendo al intento, quedaste en el Marqués de Valero.

     Indio. Es mucha verdad, que en los fines de su Gobierno pensaron los mal querientes lograr el tiro de su malicia. Hasta Octubre de 721 tuvo las riendas del Gobierno este ilustre Príncipe, sucediéndole el Excmo. Sr. D. Juan de Acuña, Marqués de Casa-fuerte. Murió el año de 34. habiendo desempeñado las confianzas que de su prudente conducta esperaban, y quedó con el ínterin el Ilmo. Sr. D. Juan Antonio de Bizarron y Eguiarreta, Arzobispo de Méjico. Nunca más bien se vieron hermanados Moisés y Aarón, la Tiara y el Cetro, la Vara y el Báculo: era Pontífice en los Estrados, Virrey en los Palacios, Arzobispo en lo público, [434] Virrey en lo secreto, Arzobispo para corregir, Virrey para castigar: con el Báculo regía, y con la Vara consolaba: Virga tua, et Baculus tuus, ipsa me consolata sunt. En fin rigió esta Nueva España hasta el año de 40. no en Vara de hierro, de severidad, y engreimiento; sino en Vara de Virtud, que le envió desde el Trono de la Soberanía, desde la nueva Sión, el Señor de las Potestades, y Rey de Reyes, el inmortal y glorioso Felipe V. Sucediole el Excmo. Sr. D. Pedro de Castro, Figueroa y Salazar, Duque de la Conquista, y Marqués de Gracia Real: fue arrebatada su muerte, dejando en un año que gobernó, a los habitantes de este Reino, con la marchita esperanza de un Héroe que tantas dichas prometía. Substituyó la Real Audiencia su lugar, hasta que en el año de 42 tomó posesión el Excmo. Sr. D. Pedro Cebrián y Augustín, Conde de Fuenclara. A este Caballero, por todos títulos Grande, sucedió en 9 de Julio de 46. el Excmo. Sr. D. Juan Francisco de Guemes y Horcasitas, Conde de Revilla Gigedo. Tuvo la gloria de que en su tiempo se poblara la Colonia de Santander con más de treinta poblaciones, por el Noble Hidalgo D. José de Escandón, Caballero del Orden de Santiago, y Coronel de las Milicias Urbanas de la Ciudad de Querétaro. Fue esta Conquista cómoda [435] y útil al País, por las repetidas hostilidades y vejaciones que los bárbaros Xanambres y otras Naciones, abrigadas en el Zihui, inferían a la Provincia de San Luis, Monterrey, y otros rivales.

     Puso en ejecución el orden del Rey sobre el despojo de Doctrinas administradas por los Regulares, en los principios no con aquella mensura que se debía a unos Ministros tan recomendados por su carácter, decoro, y religiosidad, pues constándole de la obediencia y sumisión con que siempre habían venerado aun las más leves insinuaciones de los Soberanos, aplicaba todo el temido poder de las armas, para arrojar de sus nidos a unas Tortolillas inocentes, que no presentaban otra defensa que el manto, báculo, y breviario, alas con que indispensablemente vuelan hasta el Cielo de la virtud y la perfección; bien es que así que tocó la realidad con la experiencia, bajó de concepto, templó su furor, y mandó se practicaran los despojos sin desprecio, rigor, ni violencia. Este crudo golpe (si se le debe dar este nombre) que recibieron las Religiones en nuestros tiempos, tuvo sus amagos de muy atrás.

     A los 33 años de la Conquista se empeñaron los Señores Obispos en sujetar a sus Mitras la independencia que gozaban en causas matrimoniales [436] los Religiosos, no obstante la concesión del Papa León X. en su Bula dada el año de 1551. y la omnímoda autoridad que para este fin les confería el Papa Alejandro VI. Intentaron igualmente suprimirles la facultad que tenían de fabricar Iglesias, Capillas, y Oratorios en desahogo de los Fieles. Hicieron su ocurso los Regulares a la Católica Majestad de Felipe II. y condescendiendo a sus súplicas, expidió Cédula fecha en Valladolid el año de 57 a su favor, cuya resulta acabó de desabrir los ánimos de los Obispos, y acordaron de quitarles algunas Doctrinas, y reclamar, como lo hicieron, al General Concilio que por entonces celebraba la Iglesia en Trento. Consiguieron su intención, aprobada por el Papa Paulo IV. pero tan caduca y limitada, que a poco el Santo Pontífice Pío V. en Bula expedida el año de 67. recogió lo mandado por el Concilio, y puso en posesión de sus privilegios a los Religiosos. Mandola pasar el Soberano por su Consejo, y que en toda la América se promulgase con la mayor solemnidad.

     Todos estos triunfos eran nuevos estímulos para que las Mitras empeñaran todo el poder de su autoridad contra los Religiosos, en especial la de Puebla, u Obispo de Tlaxcalan, que lo era por entonces, esto es por el año de 583. el Ilmo. Sr. [437] D. Diego Romano, Persona grave, docta, y de respeto por sus circunstancias en la Corte. Con este Patrón, y firmas de algunos otros Mitrados, recabaron Cédula para que el Clero colase y fuese preferido a los Regulares en el concurso de Doctrinas y Curatos. Fundaron su reclamo sobre el dictamen de administrar los Religiosos por caridad, y los Clérigos, de quienes creían haber ya copia bastante para el ministerio, por obligación. Algunos Curatos colaron en la Puebla; pero no tuvo el proyecto el éxito que deseaban los interesados, por estar a favor de los Religiosos los Virreyes, Audiencia, y el Arzobispo Visitador D. Pedro Moya de Contreras, con cuyo auxilio, sacaron contra Cédula a lo mandado, aunque con la pensión de ser examinados en lengua y suficiencia, y visitados personalmente por los Obispos, o de no, por algún Religioso del respectivo Orden, no obstante los indultos que hasta allí gozaban de los Papas Pío V. y Gregorio XIV.

     Sobre el obedecimiento de estos puntos, disputaron largamente las Religiones, y llenas de tribulación y congojas, cuando se resolvieron a hacer una general renuncia de todas las Doctrinas, se serenaron las discordias con los informes que a boca hicieron a su favor los Señores Villena, Cadereyta, [438] y Serralvo, poniendo perpetuo silencio en la materia, y que los Curatos proveídos hasta allí en Clérigos, continuaran en Clérigos, y los de Religiosos en Religiosos. Estos amagos, como dije a Vm. fueron hasta el año de 640; y no obstante que con la perpetuidad del silencio impuesto, se sufocaron todo el resto del siglo 17; los deseos de los pretendientes en principios de éste alentaron de nuevo sus clamores, y apercibieron los oídos del Sexto Fernando, cuanto los había tenido sordos su Cristianísimo Padre el gran Felipe V. Firmó un Real Decreto para que fuesen despojados los Religiosos de las Doctrinas, estuvieran vacantes u ocupadas. Restringió la severidad de este Orden con que el despojo sólo se verificara en los que fueran vacando por muerte. Y para que no se consumiera con el tiempo la memoria de unos Ministros que con su sangre habían rubricado cuasi todos los escarpados peñascos de la América, y a continuados afanes y fatigas sembrado los primeros granos del Evangelio en ella, colasen dos Curatos, a elección de cada Provincia. Esta Cédula, expedida el año de 55, confirmó el invictísimo Carlos, cuya vida felicite y dilate Dios en largas prosperidades. Esto es, Señor mío, cuanto sé sobre esta materia, y prosigamos nuestra conversación. [439]

     El año de 55. llegó el Excmo. Sr. D. Agustín de Ahumada y Villalón, Marqués de las Amarillas, por haber ascendido el mismo año el Conde de Revilla Gigedo al Supremo de Guerra con grado de Capitán general del Ejército. Gobernó hasta el año de 60, que murió, habiendo recibido antes el amargo trago de la temprana muerte del único heredero de sus honores, fortunas, e intereses. Ocuparon el ínterin por un año la Real Audiencia, y el Excmo. Sr. D. Francisco Cajigal de la Vega, Caballero del Orden de Santiago, entregando éste el bastón al Excmo. Sr. D. Joaquín de Monserrat, Marqués de Cruillas. Hubiera sido éste uno de los Gobiernos más tranquilos que jamás gozáramos los hijos del País, sí en sus fines no lo hubieran alterado las huestes Británicas, apoderadas y hechas señoras de la Habana; y considerándolas tan cerca de los umbrales de nuestras casas, fue preciso para la defensa reclutar gentes, que unidas a un Cuerpo sostuvieran el Puerto de San Juan o Veracruz, y Playas que por indefensas, pudieran ser las combatidas, y franquearse por ellas con ruina nuestra la entrada el enemigo. Veinte y tres mil hombres en Xalapa, Orizava, y otros Pueblos se congregaron, y a haber sido necesaria más gente, se hubieran alistado hasta cincuenta mil; argumento concluyente [440] y persuasivo de la fe, amor, y lealtad de mi Nación, a la Patria, al Rey, y a la Religión. A poco cesaron estas inquietudes, porque capituladas las Cortes, se retiró cada uno a su destino.

     Estas no prevenidas alteraciones, y temerarios arrojos de un enemigo tan astuto como feliz, por entonces, en las empresas, dieron ocasión para que se pensara en la Corte sobre el surtimiento de algunas Tropas veteranas, y arreglamientos de Milicias en las Provincias de nuestro continente, asegurándonos por este medio de las deshechas ruinas que sufrió la Habana, y no menos lamentables estragos Manila. Librósele Comisión para este fin al Excmo. Sr. D. Juan de Villalba, el que pasó a estos Reinos en calidad de Comandante general, acompañado de muchos Mariscales de Campo, y Oficialidad de todas clases. Encomendada ésta de la instrucción, arreglo, ejercicio, y disciplina de los Paisanos, acompañó a la eficacia de los Jefes la disposición de los bisoños, y lograron en breve ver cultivado un número capaz y hábil de celebrar cualquiera función y maniobra de las muchas que prescribe el arte y ciencia Militar. No han sido tan ardientes los progresos como prometieron sus principios, porque desmayados los ánimos, han buscado en sus antiguas quietudes los dulces alientos de [441] la paz y sosiego con que se lisonjeaban; y a mi ver, puede ser este pronóstico una de las raras providencias con que el Cielo quiere hacer notorio al Mundo, que sin otros gastos del Erario, como ya he dicho, sin otras novedades en el País, y turbaciones en los ánimos, se ha defendido y defenderá de la astucia, felicidad, poder, y presunción de cuantas Naciones desprecian las Banderas de la Católica Fe, y no se alistan bajo de los gloriosos Tafetanes de nuestros Católicos Monarcas. Cumplió, como iba diciendo:-

     Español. No, no digas más, que mañana proseguiremos.

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