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Tarde decimosexta

Gobierno católico fiel. Alteración de algunos Pueblos, su pacificación, digno elogio, y conclusión del Gobierno Americano.

     Indio. Al Excmo. Sr. Marqués de Cruillas, sin intermisión, sucedió el Excmo. Sr. D. Carlos Francisco de Croix, Marqués [442] de Croix: entró en Méjico el año de 66. A pocos pasos de su Gobierno se levantó una llama, que estaba escondida entre las tibias cenizas de algunos fanáticos, necios, y alucinados. Fabricó la astucia el telar donde había de tejer las telas de la inhumanidad y crueldades; pero como los hilos de la trama eran desiguales, inconstantes, y débiles, malogró la malicia su trabajo, dejando descubierta la hilaza de la traición y alevosía. Labró las oficinas, para obrar en Apatzingan, Uruapan, Patzquaro, y Pueblos de la Sierra, en Cuanaxuato, Venado, Minas de San Pedro, Potosí, San Luis de la Paz, San Felipe, y otros Lugares; pero como en el corazón de los Operarios se introdujo la codicia, quiso cada uno, aun antes de comenzar la obra, ser el primero en vender sus géneros, por lograr las estimaciones del precio y la reputación, dando causa estos irregulares movimientos para que despertaran los compradores y tratantes del pesado sueño en que los tenía la confianza, la inocencia, y la sencillez, poniéndose a la vista de sus resultas. Los primeros que comenzaron a vender sus tiranos efectos, fueron los de Apatzingan, los de Uruapan, Patzquaro ete.

     Español. Querría que no me hablases con tanta obscuridad, porque aunque no deje de entender [443] el lenguaje, sábete, que semejantes acontecimientos se han de referir en un estilo, que hagan los pasajes claros y perceptibles.

     Indio. Vm. pide razón, y aunque tenía ánimo de continuar en esa especie de metáfora hasta el fin, por no rozarme con alguna palabra ofensiva, o que parezca mal sonante; me esforzaré a tratarla con el decoro que demanda el caso, desviándome, de todo lo que pueda lastimar la Justicia, y estrechándome a referir lo que oí, vi, y discurrí, que todos estos tres puntos vaciaré en un Tomo.

     Mal avenidos los Indios de la Sierra de Michoacan con la libertad que gozaban, piedad, y conmiseración con que los miraba el Rey, y han tratado siempre sus Ministros, creyeron que con quitar las vidas a los Españoles y Gente de razón, se sacudirían el yugo de la obediencia, que lo imaginaban insufrible. Apadrinaban esta cruel maquinación los Gobernadores de Patzquaro, Uruapan, Tantzitaro, Charapan, y otros Pobladores de las Serranías. Convencidos los ánimos por una secreta comunicación, y alentados los Caudillos, primeros papeles de tan sangrienta farsa, emplazaron el día, en que al sordo acento de una voz, fueran todos cruentas víctimas del rigor y de la impiedad. No debieron de tramar negocio de tanto peso tan [444] dentro de las leyes del sigilo y el silencio, que no cundiera a los oídos de los Guanajuateños, Luisianos, y otras gentes, que amigas de la libertad y el libertinaje, se confederaron entre sí, y firmaron una alianza general entre todos, capaz, según a ellos parecía, de derribar las Pirámides de Egipto, y fuertes Muros de Babilonia. Con el valor que les infundió el poder de tantas fuerzas unidas, comenzaron los desórdenes, e insolencia a sacar la cara.

     Los de Apatzingan, atreviéndose a profanar la inmunidad de las Reales Casas, saquear los Intereses, y pretender apresar la Persona del Justicia mayor, para dar con ella en el suplicio: los de Uruapan, no permitiendo Alojamiento a los Militares que se destinaban para el arreglo de las Mílicias, y porque perseveraron en su intento, sin respetar el sagrado de lo que representaba, condenaron a uno de los Oficiales a la pena de azotes, y hubieran todos pagado con la vida, si no intervinieran los oficios, empeño, y eficacia de los Padres de San Francisco, que por entonces administraban la Doctrina y Curato, exponiendo, por libertar aquellas, las suyas a gravísimo peligro. En Patzquaro, San Luis, Guanajuato, y demás partes, suspendiendo la ejecución de la Real Pragmática Sanción de nuestro Soberano, sobre la expatriación [445] de los Jesuitas, promulgada en este tiempo. Y como iban corriendo de uno en otro abismo, no intentaba cosa la malicia, que no ejecutara el furor. Las calles se poblaban de corrillos, las casas de maquinadores, y los campos de escándalos: en unas partes se escuchaban llantos, en otros risas, y en todas el terrible sonido de mueran, mueran. Esta melancólica voz, que lastimosamente sonaba en las orejas de los atribulados e inocentes, hacía que unos se aprestaran a la defensa, otros a la fuga, pocos a los Templos, y muchos atrincherándose en una u otra casa, labraban muros de las paredes para repararse del furor, y defenderse hasta morir.

     De adonde resultaba, que con este inexcusable desamparo de intereses y familias, saqueaban los almacenes, destrozaban las tiendas, violaban las casadas, estupraban las vírgenes, y hasta las Imágenes Soberanas de la Majestad, grabadas en los Lienzos, llegaron a borrar, con el desacato más inaudito, inmundo, y horroroso. Estas violencias y desafueros, fueron el despertador (así lo dispuso el Cielo) de la emplazada crueldad, traición, y tiranía; porque avisado el Excmo. Señor Virrey Marqués de Croix de tan repetidos atentados, y declarado por algunos de los Comuneros los tiranos fines a que miraban, mandó al Ilmo. Señor D. José de [446] Gálvez, que desde el año de sesenta y cinco se hallaba en Méjico entendiendo en la general Visita que de estos Reinos le había confiado el Rey, con todas las facultades, y plenitud de autoridad que en su Excelencia residía, para que juzgara negocio de tanto peso y gravedad. Obedeció gustoso; y haciéndose cargo del empeño, partió para esta Provincia con la presteza que demandaba el caso: Descendam, et videbo utrum clamorem, qui venit ad me opere compleverint, an non ita est(93). Abrió su primer Juicio en Valladolid, Potosí, y Guanajuato, comisionando a las demás partes Sujetos desinteresados, de integridad y justicia, por no poder por sí acudir a todas en tan urgente necesidad. Las sumarias, autos, y procesos que del cuerpo de los delitos formaron, no puedo referírselos, porque no los vi; pero por los efectos debemos inferirlos: lo que sabemos de cierto es, que todas las cabecillas, unas fueron condenadas a la pena ordinaria, otras a acabar la vida en los tormentos, y las de menos consecuencia, a destierro. Con casi noventa cuerpos de los impíos y traidores se llenaron las horcas de miedos, las escarpias de sustos, y los caminos, calles, y plazas de los Pueblos de horrores y de espantos, dejando tan destrozados [447] espectáculos avisos a los presentes, y escarmientos a la Posteridad. Esto es lo más notable de este escandaloso acontecimiento.

     Español. Pues a más de eso, he oído contar a Sujetos dignos de toda fe, que intentaban descargar el golpe, primero en los Gachupines, sacándoles el corazón por las espaldas, y después, como enflaquecidas las fuerzas, y debilitado el poder, tocar a degüello generalmente , no sólo con todos los Españoles Indianos, sino aun con aquellos hijos del País, nada castizos en sus obras, y muy mestizos en la sangre con los tuyos, cómplices, y acaso inhumanos actores de tan detestables homicidios, los que llamamos en estos Reinos, Lobos, Coyotes, Mulatos, etc. apoyando sus razones con los muchos que se hallaron encartados, ya como cabezas, ya como miembros en la conjuración, formándose de entre éstos aquel Reyezuelo Patricio, que con el nombre de gran Potente, arrastraba entre los tuyos tantas pompas y honores, como los Pompeyos, y Honorios entre los Romanos.

     Y lo más chistoso que me cuentan es, que eligiendo una de las desamparadas Minas del Real de S. Pedro, para Corte y habitación de su Real Persona, había colocado en uno de sus obscuros calabozos, [448] y lóbregos puebles, como otro Plutón, el magnífico Trono, desde donde con Corona en la cabeza, y dorado Cetro en las manos repartía honores, creaba Grandes, confería dignidades, firmaba decretos, y libraba órdenes, que con pronta ligereza conducía el Barquero Aqueronte a todos los miembros del Estado. Me han dicho asimismo, que en el Escudo de Armas y Nobleza, que ya soñaba fijar a las puertas, y sobre las almenas de su Real Palacio, tenía escrita esta Letra: Nuevo Rey, y nueva Ley, sin otras ridículas y despreciables locuras, hijas de la bastardía de unas gentes bárbaras, incultas, y desordenadas.

     Y reflejando juiciosamente sobre el caso, he llegado a entender, que si el juicio se ha cometido a otro que no hubiera sido el Ilustre Caballero Gálvez, tantos hubieran sido los suplicios en las Provincias, cuantos innumerables los maquinadores de la tiranía. Libró este Católico Ministro en la caridad, ternura, y compasión de sus benignísimas entrañas, toda la fuerza con que las Leyes, y la Justicia explican en semejantes casos el rigor: vestía su generoso ánimo de un dulce carácter, que sin violencia lo inclinaba más al agrado que a la severidad; y condoliéndose de la miseria, retiraba cuanto podía la mano para el castigo: más redujo [449] al conocimiento de la verdad con la eficacia de sus palabras y consejos, que castigó en justicia por la enormidad de sus delitos. Cuantos arbitrios inventó la misericordia para el indulto y la remisión, tantos les permitía a los reos para su amparo y defensa.

     No firmó sentencia que no la rubricara más con lágrimas que con letras. Bien manifestó la nobleza de su alma, y candidez de sus cristianas intenciones, cuando en la Plaza de San Luis, desde el balcón de su morada, arrebatado de un espíritu apostólico, y cubierto su valeroso ánimo de un dolor vehementísimo, a vista del innumerable concurso, y de los calientes cadáveres que aún pendían de los patíbulos y las horcas, oró con tanta elocuencia, y persuadió con tanta abundancia de textos, razones, leyes, y autoridades, el justo castigo ejecutado en aquellos infelices, y el culto, obediencia, amor, y lealtad que debemos tener al Rey nuestro Señor, y a la verdadera Fe que profesamos, que todos compungidos, y apoderados de un impulso superior, se abrazaban tiernamente, se perdonaban contritos, y alababan a Dios en un Héroe que tanta gracia había derramado en sus labios para persuadirlos y ablandarlos en la obstinación y rebeldía: Nam dolori sublimitatem, et magnificentiam, [450] ingenio vim et amaritudinem dolor addidit(94). Varios pareceres he oído sobre esta Plática doctrinal, y Sermón que al día siguiente dijo el Rmo. P. Escobar, Provincial por entonces de la Provincia de S. Francisco de los Zacatecas, Religioso que debía a todos el alto concepto de docto y erudito. Yo siempre he suspendido, el juicio, creyendo que cada uno aplicaría su sublime habilidad conforme lo pedía el asunto, el teatro, y la ocasión; no pudiendo menos que admirar que un Sujeto que siempre había dedicado la superioridad de sus talentos al estudio de otras facultades distintas y muy distantes de la Oratoria, la manejara con tanta erudición, naturalidad, y elocuencia, como si no hubiera sido otro el empleo de sus gloriosas fatigas. Ninguna ciencia es forastera a un lumbre claro, vivo, y perspicaz. Conocíase, y aún se veneraba en toda la Europa con indecibles aplausos, la vasta literatura, y dilatada extensión del Ilmo. Gálvez. Tenía impresa hasta allí la América, en sola la voz, la fama de un Héroe tan grande: oyó con sus oídos los magníficos conceptos que de la abundancia de su corazón articulaban y proferían sus labios, y juzgó Ángel al que todo el Mundo tenía por Oráculo; confesando la América, de su prodigioso ingenio, [451] lo que Lipsio del supremo Poeta Stacio:

                                   Sublimis, et celsus, magnus, et summus Poeta.

     Indio. De otro modo he visto que América escribe sus elogios:

                                   Maximus ille quidem doctæ dulcedine linguæ:
Ingenio certe maximus ille fuit.
Heu referam mores cælesti pectore dignos,
Ingenium nullum maius habere puto.

Y concluye tocando el lance de San Luis, y otros muchos con Horacio:

                                   Omne tulit punctum; qui miscuit utile dulci.

Mas no obstante este sobresaliente todo de virtudes que gloriosamente adornan la venturosa alma de tan gran Ministro, no ha faltado quien temerariamente lo note de cruel, fácil, y poco cuerdo en la resolución de unos asuntos que había engendrado y parido la ignorancia de una gente rústica, simple, y novelera, abultando la malicia de los delitos por ganar reputación, y afianzar sus honores, créditos, ascensos, y estimaciones con el Soberano.

     Español. Esa es una blasfemia manifiestamente conocida. �Qué Ministro puede ser más cristiano y justo, que aquel que puede quebrantar las Leyes, y no las quebranta; hacer cosas malas, y no las hace(95)? No dudo que con esas bajezas y borrones, [452] algunos enemigos de lo bueno, hayan procurado con la impureza de sus hollines tiznar su honra, nobleza, y conducta. Pero como el oro en el fuego se purifica, en el fuego de las contradicciones se acrisolan las obras de los Varones excelentes. Esos y otros dicterios habrán sido bastardas producciones de aquellos, o que se alegraban de ver al Reino convertido en lamentables y derramadas tragedias, o acaso serían cómplices en la infame maquinación y alevosía. No niego que castigó a muchos; pero a muchos más perdonó, aplicando la gracia hasta donde no perjudicaba la Justicia. Condenó infelices. Es falso. Ellos se condenaron por convictos y confesos de sus execrables crímenes y pecados. Obró justicia, porque se lo mandó Dios, y se lo intimó la Majestad en la Persona de su Virrey; y de no obrarla, hubiera sido de la clase de aquellos Jueces que obran lo injusto por amor a la iniquidad. Bastábale ser Juez, para conciliarse enemigos, y hacer justicia, para que con semejante atrevimiento insultaran su sagrada Persona. El que por caminos ajenos de pechos nobles, anhelara a engrandecerse, y se arrimara a las exaltaciones, es una cavilosidad manifiesta, y partos monstruosos de hombres, de poco o ningún seso. Cuando pasó a estas partes, ya el Rey había premiado sus literarios [453] afanes, trabajos y sudores con los dístinguidos empleos de la Toga, Fiscalía, y plaza de Consejero; honores dignos de sus gigantes méritos, e indispensables pasos que violentamente lo arrimaban a la suprema dignidad de Camarista, cuyas Letras y Real Rescripto recibió en la Congregación de Irapuato.

     Esto supuesto, �cómo podíamos creer, que atropellando(96) los fueros sagrados de la conciencia, corriera tras de la impiedad, injusticia, y villanía un Sujeto que en su carrera no tenía más que desear y apetecer? Con esta mordacidad y desenvoltura han querido vulnerar y ofender las relevantes prendas de un Héroe, a quien tus Naciones deben levantar Estatuas, y eternizar su nombre. No ignoro que tales maledicencias, suelen tener su origen de aquellos, que ignorando su obligación, y escondiéndoseles el obsecuente rendimiento con que se deben venerar los Jueces, y tratar los supremos juicios de la Soberanía, imaginan que cualquiera alteración o novedad en sus comodidades, vidas, intereses, o personas, no son emanadas inmediatamente de la alta cumbre del Dosel, sino nacidas del arbitrio y voluntad de los Ministros, sin considerar que éstos no son más que unos meros ejecutores de las soberanas determinaciones [454] que se desprenden del Trono: de adonde resulta, que si las providencias son gravosas y penales a las Repúblicas, descargan todo el furor de sus injustos agravios contra los promulgadores. Pongo por ejemplo: gozábamos en estas partes el trato y libre comercio de los tabacos; manda el Rey que se estanquen, según los establecimientos de los Reinos de Castilla, y arreglándose a la Ley 23. Tit. 4. y lo mandado por el Señor Felipe III. ley 13 tit. 23. Tom 3 comisiona para este efecto al Ilmo. Señor Don José de Gálvez: obedece al Rey, porque le es buen Vasallo, y los clamores que habían de dirigir a la Majestad, los convierten en temerarias imposturas contra su decoro. �Qué bien dijo aquel Sabio, que a los Canes que muerden debemos temer, no a los que ladran, porque con el estruendo avisan, y nos disponen a la defensa! No sé porqué dije esto.

     Indio. Está bien claro, Señor, y no muy fuera de camino de lo que va persuadiendo.

     Español. Ahora bien, pues si se entiende, proseguiré adelante. El año de 68. pasó este celoso Ministro a la California, no en solicitud de propia gloria, sino de la de Dios, del Rey, y de estos Reinos, procurando dilatar sus tierras, su felicidad, y su fortuna. Probó con la constancia, discreción, y [455] sufrimiento, la infidelidad y villanía de algunos, que afectándole amor, obsequio, y gratitud, se hicieron reos de la malicia en cuanto lo consideraron apartado del poder y del valimiento;

                                  Donec eris felix multos numerabis amicos:
Tempora si fuerint nubila, solus eris.

Restituyose a la Provincia de la Sonora el año de 69. y de ahí a Méjico para partir a España, corriendo la misma suerte en sus afanes, el de 72. flotando consigo los gloriosos desperdicios de los trabajos y desvelos, que en servicio de ambas Majestades por el tiempo de siete años había generosamente expendido en los largos y anchurosos senos del País, dejando a la veneración de la Indiana Posteridad, no la corrompida fama de los Visitadores Sandoval y Valderrama, sino las preciosas virtudes con que inmortalizan sus nombres los Señores Moya de Contreras, Landeras de Velasco, y V. D. Juan de Palafox.

     Indio. No ha faltado quien asegure que embarcó consigo más plata, que tesoros flotaban las famosas Naos del Ofir.

     Español. Sí, la de sus méritos. �Qué Minas le presentaron? �Qué negocio manejó, donde pudiera cebarse la codicia, que recibiera ni aun por leve obsequio la escasa dádiva de una Gallina? Bien pública [456] fue a toda la populosa Ciudad de Guanajuato la generosa dádiva de un doblón de a 16 pesos, con que regració la humilde ofrenda de unas aves con que una infeliz India pretendía mover su genial compasión, y persuadir su miseria, con las incultas, aunque reverentes voces que siguen: Mira, Señor, to probe maridos con tantos criatorita, y to probe mogeres que lloran muncho, no tienes los probecitos hombres culpa, son malos volonta de los gente, toma por vida toya esos Gallinita para que los coma. Bien te consta a ti y a todos los tuyos, que así lo practicó cuando vino a pacificar las amotinadas gentes de esta Provincia. �Qué agasajos para sí, ni qué cohechos para sus familiares y dependientes se supo que admitiera y disimulara? Sirviéndoles a los Criados de arancel la cortesana repulsa que de semejantes dones hacía. Ya hubo pretendiente que quisiera hacer venal la autoridad del Ministerio; pero sin darse por ofendida su integridad y justicia, devolvió el regalo, valiéndose de la dulce entereza de sus palabras para dejar contento al interesado, y seguro de la confusión vergonzosa que podría causarle una demostración tan áspera y severa. Contentose con el pre que el Rey le consignó para alimentos y congrua decencia, anhelando sólo a justificar con sus obras el servicio, [457] y no atesorar vanidades con la riqueza. No sé yo de qué otro Ministro hablara el Profeta con más propiedad cuando dijo: Qui ambulat in iustitiis, et loquitur veritatem, qui proiicit avaritiam, ex calumnia, et excutit manus suas ab omni munere. Y no era mucho que con tan cristiano desinterés se manejara quien jamás apartó de su idea aquellos justos desprendimientos de riquezas que manda Justiniano tengan y observen los jueces(97). Ello es que cuando la flaqueza de mi pluma debilite la gigante robustez de la inmensidad de su mérito, las voces de los desapasionados, y los continuos gritos de las Gacetas autorizan la verdad de sus elogios por todo el Universo. Píntannos con unas raras persuasivas su inimitable viveza y penetración, y nos retratan con colores muy supremos en grado heroico su ingenuidad y puridad de conciencia, poniéndonos a los ojos el lance en que condescendiendo S. M. con sus repetidas instancias, acordó segregar del de Indias el universal despacho de Marina, por considerar este gran Ministro, que sin tropiezo de la sanidad de sus intenciones, tal vez no podría resolver la complicación de negocios que se concatenaban y referían entre una y otra vastísima oficina; [458] y evacuando tan oficiosa maniobra en el corto plazo de quince días, sin dejar fragmento de dependencia, admiró toda la Corte la gallarda generosidad de su ánimo, mandando entregar al fuego algunos tiznados papeles, que contra el terso cristal de su conducta y honor había concebido la malicia; y apartando de su noble corazón la justa venganza, no sólo mejoró de plazas a sus mal querientes, sino que acalló las sordas quejas de sus amigos con el dicho agraciado: Yo siempre soy vuestro; aquellos quiero que sean míos.

     La notoriedad de estos hermosos atributos, han impreso en el Real pecho del Soberano copia tan cabal de sus galantes operaciones, que ya ha habido. ocasión que sensibilice la dignación de su supremo agrado, con las dulces expresiones de que despacha más en una hora con Gálvez, que muchos días con Arriaga; que son muchos los servicios de Gálvez a la Corona etc. Esta augusta insinuación de la piedad del mayor y más justificado Oráculo del Mundo, canoniza y vuelve inmortal su Nombre. Muchos son los Héroes que han manejado las sagradas riendas del Gobierno Americano, dejando en la bondad de sus obras a la Posteridad un continuo despertador de su fama; pero pocos han hecho tan interesantes sus conductas al [459] Estado y a los Pueblos. Sin tocar las discretas y adorables providencias del Gabinete, que al paso que se nos esconden, son más respetadas, miran gloriosamente nuestros ojos la exorbitante y pública utilidad, que debe la Monarquía a sus admirables disposiciones.

     Bien conocieron todos los Clientes de esta América este conjunto de relevantes prendas: cuando aún no bien pisaba las desiertas Playas de la Veracruz, ya unos felicitaban a su Imperial Metrópoli las dichas, asegurándola de los antiguos blasones, que hasta allí le tenían trágicamente desfigurados los insufribles y recios golpes de continuadas desgracias y ruinas, tomando por tema de sus afectuosas alabanzas el canto del Poeta:

                                    Talibus, atque aliis, omnes timuere ruinam.
Ni procul abscedat, surge, age, surge mater etc.

Y otros animando el helado cadáver de sus difuntas esperanzas, despertaban del pesado sueño del olvido sus quejosos méritos y derechos, ante la manifiesta piedad de un Padre, que amoroso los recibiría y llenaría de dones, gracias, y consuelos, valiéndose para significar sus festivos sentimientos, de aquellas expresiones del Profano:

                                    Nunc amor, et pietas tua sit manifesta præcanti,
Sparge præcor donis pectora nostra tuis. [460]

Y considerando pondría términos a su mísera y triste constitución, proseguían:

                                  Sed tua vivificans tunc nostra corpora lingua
Lætificabit nos, mæstaque corda pia.

De mí te puedo asegurar, que luego que supe el que su Exca. había alegrado con su vista nuestros Indianos Horizontes, hice que formara el regocijo tinta de las lágrimas, para escribir sus dignas alabanzas en el cándido papel de un amor tierno y reverencial, para lo que me propuse aquellas palabras de Ovidio hablando con su Príncipe:

                                     Numquid, et tibi placet meritos me fundere laudes,
Et faciam lachrimis, victima digna meis?
Ille ego sum, qui nunc manus, et brachia tendo,
Numen ad Augustum, qui præcor esse tuus.

Y retratando en mi idea el heroísmo de sus envidiables virtudes, reverente consagraba a su agraciada Imagen obsecuentes cultos, y sencillos votos. Entre las muchas, aunque mudas expresiones, con que mentalmente le significaba mi adoración, era una, que si mal no me acuerdo, decía así:

                             Mudos afectos son de un fiel Paisano,
    Que en el estéril Campo nada ameno
Del olvido, y desprecio lloro y peno
No adorar tu grandeza más a mano: [461]
Pero vivo glorioso, vivo ufano
Con saber que te gritan por tan bueno,
Que de asombros al Orbe tienes lleno,
Y de pasmos al suelo Americano.
Festivo y placentero en mi destino,
Músico de Capilla entono tono,
Que hace por su cadencia acento trino;
Y tanto a su compás, Señor, me entono,
Que suele mi placer y desatino,
Ponerme en disonancia y desentono.

     Estos y más gloriosos ecos sonaban en los remotos oídos de los Americanos desde el feliz instante en que arribó su Exca. a estas partes: y si a la inmortalidad del nombre que adquirió (y que jamás borrará el poder de la invidia) le ha puesto algún entredicho la malicia de algunos fanáticos, pretendiendo desordenadamente improbar su justificada conducta, celo, y cristiandad, anhelando con las manchas de las calumnias obscurecer sus méritos y prerrogativas; diles que suban los ojos hasta los sacros Pabellones del mayor Monarca que veneran los siglos, y sentado sobre la majestuosa pompa de los Doseles lo verán católica y animosamente resucitar la generosidad de Julio César en perdonar a sus enemigos, la liberalidad de Alejandro [462] en hacer mercedes a todos, la afabilidad y clemencia de Tito en ser Padre de huérfanos, y la nobleza de Cátulo Régulo en el sufrimiento y discreción.

     Indio. Mucho se ha empeñado Vm. en ponderar la grandeza de un Héroe, de que no hay quien no conozca la hidalguía y particular carácter de su espíritu.

     Español. Cuando el amor de la Patria no fuera tan dulce, que hasta el morir por ella es gloria, y el amoroso vínculo del parentesco, que para humilde confusión de mi nada y abatimiento, nos enlaza, pudiendo lisonjearme con el Poeta:

                                    Utere iam dudum generoso sanguine mecum,
Unum de numero me memor esse tuo.

No fueran bastantes a mover la justicia para su vindicación; bastarían la ley, la razón, y la equidad que arguyó, y sensibiliza en sus irrefragables operaciones, para que aun los mayores enemigos sean perpetuos panegiristas de sus inmortales hechos y virtudes. Y pues yo mismo me condeno al melancólico silencio de no poder continuar sin término los gloriosos aplausos debidos al grande mérito de su Exca. me contentaré con que mi corazón dentro de la modestia, dulcemente se jacte, y no omita instante en referir y leer el cuasi inmenso catálogo [463] de sus Proezas y heroísmo, dejándole a la ternura de los ojos todo el superior cargo con que se expresan los labios:

                                  Interdum lachrimæ pondera vocis habent.

     Indio. Mientras que Vm. enjuga las lágrimas que le han hecho brotar a sus mejillas el regocijo y la ternura de un Héroe, que obscureciendo las glorias de Cayo Greco, animó con su doctrina y observancia, no sólo la L. I. Cod. ad Leg. Jul. Repetumd. sino todas cuantas ha escrito la mano de la justicia, y de la integridad; y su Patria va disponiendo láminas para esculpir y grabar la Imagen de un Hijo, que con su ingenio y sabiduría tanta gloria le da.

                                    Quique fuit sæcli decus admirabile nostri,
Et qua natus erat, gloria summa tui:
Gloria summa Patriæ latiæ facundia linguæ,
Doctrinæ lumen, præsidiumque fori.
O decus, o Patriæ per te florentis imago,
Gloria confectæ Matris.

Mientras que Vm. y su Patria, digo, tejen guirnaldas para coronar las sienes de un Héroe, que le sobreexcede la fama al rumor que de sus virtudes grita el Mundo: Maior est sapientia, et opera tua, quam rumor, quem audivi(98), volveré al Excmo. Señor. [464]

     Español. Aguarda, que queda mucho que notar: Asientas la conspiración y tumulto que contra las vidas de tantos inocentes habían maquinado los tuyos, asegurando, que verificádose el universal degüello, habrían de abrazar nueva Ley, y nuevo Rey, �no es así?

     Indio. Así es.

     Español. Pues también han de quedar asentados por traidores, impíos, crueles, y alevosos; y en este caso, �donde está aquella fidelidad, amor, y culto al Rey y a la Religión? Muy llenas están tus historias de semejantes alteraciones y alborotos. Siendo Presidente de la Audiencia el Ilmo. Señor D. Sebastián Ramírez de Fuenleal, apaciguó un motín el invencible Cortés, nacido entre los tuyos. En tiempo que gobernaba el Excmo. Sr. D. Antonio de Mendoza, amenazaron dos sublevaciones, una por los Indios solos, y otra por éstos mezclados con los Negros, y Esclavos que servían a los Españoles: fue esta conjuración muy parecida a la que acabas de referir: llamábanse las cabecillas de la traición Juan Román, y Juan Vanegas; descubriéronla Sebastián Laso de la Vega, y Gaspar de Tapia. A éstas se siguió la del hijo del Marqués del Valle, queriéndose o queriéndolo levantar por Rey. Y últimamente, aquella en que pudo generalmente [465] todo el Reino perecer, pues intentando envenenar todas las aguas, aun los mismos cómplices hubieran para escarmiento de su temeridad bebido la muerte. Fraguaron esta inaudita crueldad por los años de seiscientos veinte y siete. Éstas, y otras muchas conjuraciones prueban eficazmente, como te dije, la fidelidad, obediencia, y reverente sumisión que han tenido, y tienen los tuyos a la Corona Católica y Española.

     Indio. Quiero condescender en que la plebe ha sido siempre tan plebe, que jamás haya dado muestras de lealtad, por más que me acuerden las Historias que la plebe Española libertó a su Rey Juan II. preso por la Nobleza; que a su hijo D. Enrique le afianzó la Corona; y que después de unas sangrientas disputas, arrojó al Rey de Portugal, tiranamente introducido por los Grandes con manifiesto abandono de los Derechos del legítimo Español. Quiero asimismo creer el que el vulgo, y la plebe suele por la malicia del uno, correr tras su perdición y despeño; mas no porque una u otra vez haya querido prevalecer el desorden, me ha de probar Vm. que sean perpetuamente infieles, alevosos, e inobedientes; al modo que porque el Español Conde Julián entregó la España en manos de los enemigos de nuestra Fe, habremos de inferir, [466] que siempre son traidores los Españoles: porque Fernando de Ávalos, Juan Padilla, D. Pedro Girón, el Doctor Zúñiga y otros, apellidaran la libertad, negándose a la obediencia del gloriosísimo Carlos V. llegando a tanto grado su temeraria osadía, que no satisfechos con la cruel muerte que dieron a Tordecillas, Regidor de la Ciudad de Segovia, por seguir el Partido de su Soberano, y robar caudales, violar mujeres, abrasar edificios, despreciar el ministerio, y en él la sacratísima persona del Cardenal Adriano Obispo de Tortosa, y a poco Papa VI. del mismo nombre: usurpar el Real Sello, con el que advocaron a sí toda la autoridad del Gobierno, y de la justicia: sembrar de tal manera la impiedad, que los Obispos eran tiranos agresores de unos, y otros de los Obispos, como aconteció con D. Santiago de Acuña, Obispo de Zamora, que quitó la vida inhumanamente al Alcaide de la Fortaleza de Simancas, y después a él D. Rodrigo Ronquillo no con menos crueldad, y desacato. �Por semejantes insultos y desafueros, habremos de inferir que siempre los Castellanos sean comuneros, fáciles, y traidores a la Corona, y a la Majestad? Muy a la vista tenemos aún las Naciones más remotas, aquellos negros humos, que levantó Madrid por los años de 64 a 65 [467] de entre los encendidos hornos de la crueldad, contra un Gobierno sabio, justo, y lleno de piedad, y religión, cundiendo la voracidad del fuego hasta el magnífico Templo de los votos, hasta el supremo altar de los cultos, hasta las majestuosas aras de la adoración: cundió hasta la elevación del Trono, la inmunidad del Gabinete, el refugio del Solio, y soberana cumbre del Dosel, pretendiendo con los abrasados etnas del furor, devorar y consumir inhumanamente la reverente imagen de nuestro amparo y protección. No intentaron los Agrigentinos contra su tirano Rey Phalaris, y los Romanos contra sus Emperadores Calígulas, Nerones, y un gran número de ímprobos, tantos desacatos, insultos, y temeridades como maquinó Madrid contra un Rey piadoso, benigno, compasivo, accesible, humano, y amante de sus Vasallos. �Y por esto inferiremos que siempre Madrid será inhumana y rebelde a su natural Señor? De semejantes acontecimientos y alteraciones villanas están llenas las Historias, y en Repúblicas más cultas y civilizadas que las mías.

     �Qué cristiandad, sabiduría, disciplina, y religión no alienta Roma en cada uno de sus miembros? Pues con toda su excelencia y rendimiento, el Cardenal Senense Alonso Petrucio, a puñaladas [468] intentó sacrílego quitar la vida muchas veces al Papa León X. y dificultándosele el nunca oído asesinato, se valió de Vercelio, diestro Quirúrgico, para que le emponzoñara una fístula que amenazaba estrago en la salud del Pontífice. No surtió el éxito que su depravada malicia deseaba, y ocurrió a la devoción de muchos, que amigos de la novedad y del escándalo, libran todo el esfuerzo de su insolencia al deshecho vaivén de los estragos y las ruinas, queriendo ejecutar con el atrevimiento y la fuerza, lo que no pudo con la cautela y la industria. �Qué fidelidad y obediencia no se ha conocido siempre en los Franceses para con sus Príncipes? Pues con todo el amor y carácter con que se distinguen de las demás Naciones, tuvo el villano puño de un Lego osadía para descargar sobre la sagrada Púrpura del Cristianísimo Rey Francisco cuatro estocadas, que a no haber sido regidas por un impulso trémulo y cobarde, hubiera sido Francia el teatro de las sediciones y tragedias, que era el fin a que anhelaban los encubiertos tumultuarios y conspiradores. Recorra Vm. las antiguas Historias, y leerá no con poca admiración aun de la fiereza, que los Bizancios o Romanos nuevos, violentamente despojaron de la diadema a Zenón Isaurico, quitando éste la vida con veneno a León II. y [469] a él enterrándolo vivo su esposa la Emperatriz Ariadna. Que Phocas fue despedazado por Heraclio, después que amotinando las gentes, se apellidó Emperador, haciendo que primero rindieran el filo de la cuchilla sus tiernas gargantas los cuatro hijos de Mauricio Tiberio. Que el Senado cortó la nariz a Heracleonas, y la lengua a su madre Martina, por la cruel muerte que dieron a Constantino II. Que a Constante en Siracusa impíamente lo ahogaron dentro de un baño. Que el General Leonsio cortó las narices a Justiniano, desterrándolo al Chersoneso, y Philipico lo degolló sacándole a éste después los ojos sus mayores confidentes. Que Irene mandó sacar los ojos a su hijo el V. Constantino, desterrándola a ella Nicéforo, cuyo cadáver fue cubierto de afrentas por sus Vasallos, fabricando Crunno vaso de su cráneo para el uso de sus bebidas. Que al Armenio León V. impíamente lo asesinaron en el Templo de Santa Sofía. Que Romano mató a su padre Constantino VI. y deshonró a su madre y hermanas. Que a Juan I. le dan veneno, a Miguel V. le sacan los ojos, haciendo lo mismo Juan Ducas con Romano III. Diógenes, Alejo Angelo con su hermano Isaac II. y con Juan VI. Paleólogo, su propio hijo. Que los Polacos Ladislao II. III. y IV. y Mecislao II. fueron [470] destronados, y Boleslao II. matádose a sí mismo por no probar las iras de un vulgo desordenado. Recorra, vuelvo a decir a Vm. estas y semejantes atrocidades acontecidas en la larga época de mil años en el Oriente, Norte, y otros remotos Países, y después que haga una madura consideración sobre tanta inhumanidad, me dirá si siempre deben ser juzgados los Orientales, Norteños y demás por tumultuarios, propricidas, regicidas, matricidas, patricidas, y sediciosos. Y para que no nos cansemos, ni retiremos a siglos tan decrépitos, �de cuántos horrores y atrevimientos vimos no ha muchos años cubierta cuasi la mayor parte de la Europa, queriendo la deslealtad y desenvoltura lisonjear al Rústico con el Cetro, y deprimir la Majestad con el Cayado, en desprecio de las Leyes divinas, naturales, y canónicas(99)? �Y de aquí podremos inferir, que siempre los Europeos han de ser desleales, desconocidos, y seductores? No, Señor mío, no se debe inferir, porque suele permitir Dios semejantes ejemplares, para probar la virtud, nobleza, y magnanimidad de los augustos pechos de los Soberanos, y dejar correr en los obstinados y protervos la iniquidad y la malicia, para argüirles después con la severidad del castigo la justa pena que [471] merecen por sus abominables delitos. Y en fin concluyo por los míos, confesando la culpa, implorando la venia, y ejercitando la piedad de nuestro Soberano:

                                    Est mea culpa gravis, quæ vulnera pectore fecit:
In scelus ipse pudet: dum loquor, horror habet.
Sed, nisi peccassem, pietas ignota maneret:
Materiam veniæ sors tibi nostra dedit.

Y volviendo adonde quedamos, digo, que después de serenar con el exactísimo juicio, prudencia, y discreción de que supremamente fue dotado el Excmo. Sr. Marqués de Coix., las inquietudes y disturbios que de los lances pasados quedaron escondidos entre las calientes cenizas de la queja y de la pasión, y después de construir el Presidio de San Carlos en el Pueblo de Perote, distante como cincuenta leguas de Méjico, para justo castigo de delincuentes, pasó a España en calidad de Capitán general de Ejército, y le sucedió el Excmo. Sr. D. Antonio María Bucareli y Ursúa por el año pasado de 72.

     Español. Mucho bueno he oído hablar en España y la Habana de este Cristiano Príncipe; y si el glorioso nombre que por sus amables circunstancias adquirió en aquellas partes, lo conserva en éstas, no tendrá que desear más felices fortunas, ni [472] anhelar a mejores felicidades esta Nueva España. Dejó grabadas sus memorias en cada uno de los corazones de aquellas Gentes, dando con tan dulces y animados acuerdos, testimonio de sus virtudes y bondad.

     Indio. No dudo que así sucederá con las nuestras, pues empeñando la amabilidad de su trato la gratitud y reverencial amor al obsequio y homenaje, será cada una un inmortal padrón, que sin corrupción eternice sus glorias, proezas, hechos, y heroicidades. Nunca más se vieron los ánimos de los hijos del País rodeados de tan terribles tribulaciones, por las repetidas novedades que cada día experimentaban, que aquellos primeros instantes en que S. Exca. nos hizo felices con su dulcísima presencia, gobierno, y protección: borró aquellas funestas imágenes que medrosamente los encogían e intimidaban, volviendo la América a la antigua quietud, gozo y alegría que venturosa poseía(100).

     Estoy cierto, que mayores encarecimientos son corta esfera para un Héroe tan grande. Todos afirman la eminencia de sus virtudes, y no hay quien no se admire de aquel maravilloso modo de unir y hermanar una vida contemplativa y espiritual [473] con las indispensables distracciones y bullicios que trae consigo la vastedad de un Gobierno Político y Militar como este. En su Oratorio y los Templos edifica religiosamente con su ejemplo: en el Dosel reparte sin pasión: en el Gabinete se humana sin melindre, y en la campaña se enoja y enfurece sin odio ni rencor. Pretende con el estudio de la modestia y el recato encubrir o desmentir la liberalidad de su generoso ánimo; y cuanto más se empeña su humildad en granjear terreno para el mérito, tanto más las voces de los necesitados gritan su munificencia con las lenguas de la gratitud y del reconocimiento; constando pasar de 1600 ps. los que ya por sí, ya a diligencia suya, se han impendido en los Hospitales y Hospicio de Pobres. Todo es caridad su corazón, abrasándose entre sus ardores, porque no anhela a otro fin, que el de morir amante a lo divino. Los espirituales ejercicios, y místicas contemplaciones, el gobierno doméstico, y vida interior de S. Exca. se nos ha dejado traslucir, más que por el testimonio de sus íntimos familiares, por uno u otro evento que no le ha sido dable dispensar el ardiente celo de su espíritu, de su piedad y su devoción, ya, como se vio, en el acompañamiento de la Majestad de los Cielos Sacramentada, imitando el augusto ejemplo del inmortal [474] Felipe V. y su Serenísima Esposa Doña Isabel Farnesio, y ya en el lance de prenderse fuego al altar de los Dolores, que está en el Sagrario de Catedral, corriendo tan fuera de sí a cortar el fuego, que siendo entre una y dos de la tarde, hora tan pesada como molesta, salió destocado, y sin el adorno de la pompa de su Palacio, con tanta violencia, que desconocido de uno u otro Indio que por lo cerca pudieron ganar la palma de primeros, a éste le arrebataba la(101) vasija para vaciar la agua, y a aquel le sufría tal vez la tropelía y empellón, por no embarazarle los violentos pasos del socorro. Acordose que era Cristiano, y olvidose que era Virrey; porque en puntos de caridad, prefiere el impulso de la compasión a la etiqueta de la grandeza y de la majestad. Estas sublimes prendas de virtud, lo han conducido a tan alto grado de reputación, que no hay habitador en toda esta Nueva España, que no gradúe la particularidad de su carácter por el de Numa Pompilio en honrar los Templos, por el de Marco Marcelo en llorar por los que venció, por el del Troyano Héctor en la animosidad discreta, y por el del Español Trajano en el celo, agrado, y moderación; y para decirlo de una vez, a S. Exca. deben estos Reinos en el día la dulce posesión de la paz que Roma en el tiempo [475] de sus Octavios, e Israel en el de Salomón; y afianzada la paz, ya está probada la Justicia, que los ha mantenido, y conserva en rectitud y equidad, sin que puedan ladearse a la ruina(102); porque es indisoluble el vínculo con que estrechamente se abrazan una y otra virtud: Iustitia, et pax obsculatæ sunt; renovándonos aquel Orietur in diebus eius iustitia, et abundantia pacis, del Profeta: por lo que se le debe pedir a Dios incesantemente ilustre el ánimo de nuestros Soberanos, para que lo ensalce, engrandezca, y perpetúe en el actual Gobierno, como importa, y lo necesita toda esta Nueva España. Lo eternice, quiero decirle a Vm. de modo que ni otras gentes nos los envidien, ni otros Cielos le sirvan de Dosel a su grandeza. Y cuando su grande corazón quisiera buscar aquella dilatada esfera a que lo arrastra la cuasi inmensidad de sus méritos, nuestras manos (permítale la Soberanía de S. Exca. a mis religiosas ansias este reverente atrevimiento, como dulce desahogo del respeto, del culto, y del amor) nuestras manos lo contendrán, para que viva, y siempre reine sobre nosotros:

                                  Quis permisit peregrinum ducere cælum
Ad gentes alias quis tibi fecit iter?
Te ne manus unquam nostræ dimittere velent?
Ante vel a membris dividar ipse meis. [476]

Ya por todo lo dicho vendrá Vm. en un claro conocimiento de que la justicia y equidad de los jueces que la administran, ha conservado y mantenido el Reino en la prosperidad y gloria que se halla.

     Español. Así lo tengo entendido, y conozco que la total destrucción de muchos Reinos ha consistido en el desprecio con que la han tratado. Y porque el fin es hablar todo lo que nos pareciere sin ofensa de nadie, oye una poca de Historia, que confirmará todo tu discurso.

     Aquella dominación de los Hebreos, que por todos títulos debía tener primer lugar entre todas las Potestades, ignominiosamente pasó a los Asirios o Caldeos, y a mi juicio no fue otra la causa, que el haber abandonado la Justicia. No hay República que más me lastime el corazón, porque �qué ánimo no se cubrirá de tristeza al ver desplomada la robustez de sus Muros, sepultada la soberbia de sus Pirámides, deshecha la hermosura de sus edificios, profanados sus Templos, desamparadas sus plazas, y teñidas las peñas de sus calles con la inocente sangre de sus Profetas! �Quién no se ha de doler, de mirar que aquella altiva cumbre de sus chapiteles, que le servían de trofeos para las lisonjas, vinieron solo a quedar en desmoronados padrones que la desengañan! �Que los caracteres con [477] que eternizaban sus triunfos, los borraron las vanidades, y los esplendores de sus Púrpuras y Cetros, fueron delincuente olvido de los propios, y trágica memoria de los ajenos! �Que las extranjeras Naciones que la adoraban con envidia, conmutaron los tributos de la adulación, en deshechos cadáveres de lástimas!

     �Quién no se ha de compadecer, al mirar que aquellas Provincias que más anhelaban a desconocerlas que a conquistarlas, llegaran a ser sus Señoras, poblando éstas con la gloria de sus Banderas los campos que solían despreciar para sus espigas! �Quién no ha de afligirse, al ver que las Sinagogas que imponían leyes a los Pueblos, los Consejos de los Ancianos, la fidelidad de los amigos, la alegría de los mancebos, la fortaleza de los Soldados, la doctrina de sus Maestros, el ejemplo de sus Profetas, el desvelo de sus Pastores, la pureza de sus Sacerdotes, el estudio de sus Prelados, y la potencia de sus Monarcas y Fuertes, todo vino a dar en tierra, sin ocupar sus ojos en otros objetos, que en aquellos polvos que le dejaban las ruinas, las tragedias, y los infortunios! �Quién no ha de cubrirse de pena, al palpar que la Princesa pasó a tributarla, la Señora a criada, la libre a esclava, quedando sin Esposo que la ame, sin Padre [478] que la acaricie, y sin Pastor que cuide sus Rebaños! �O Juicios Divinos! �O altitud de la Sabiduría de nuestro Dios, y cómo castigas las soberbias, las injusticias, y la impiedad! Faltoles a un tiempo la fe de sus Abrahames, el celo de sus Phinés, la verdad de sus Calebs, la integridad de sus Davides, la simplicidad de sus Danieles, los oráculos de sus Geús, las inspiraciones de sus Micheas, los cultos de sus Eccechías, la religión de sus Josias, y la virtud de sus Joas!

     Perdió Israel la Justicia, para la que fueron tantos Justos reputados, e introdujo la impiedad de los Geroboanes, el engaño de los Manasés, y la improbidad de los Acabs y Eliacines. Abominó el juicio, y pervirtió las cosas rectas, por lo que el espíritu de Dios, comunicado a sus Profetas, dejó de inspirar en sus Príncipes y Pastores. Dejaron de inspirar los Samueles a los Saúles, las Natanes a los Davides, los Geús a los Acabs, y los Joyadás a los Atalías. Le faltó la voz de aquellos que hablaban sin rebozo y con libertad los testimonios divinos en presencia de los Reyes; y entrando el Juicio del Señor sobre ella, derramó la indignación, y todo el furor de su ira, dividiendo su Reino, deprimiendo su poder, destruyendo su Monarquía, y poniendo en medio de sus glorias y vanidades [479] el trabajo y las injusticias: permitió que por éstas, se transfiriera su Reino de una en otra Gente: Regnum a gente in gentem tranfertur propter iniustitias. Corrompiose la justicia de los Jueces de Israel y Judá, y pasó su dominación a los Caldeos.

     Tuvo esta su principio en los Asueros y Nabucos, y se consumió en los Baltasares. Los desórdenes de este impío hicieron que pereciera la memoria de Babilonia, dejando sólo, para avisos de la Posteridad, las deshechas ruinas de las Provincias. Mordían los Jueces de los Asirios, dijo un Sabio, como rabiosos Canes, a los que obraban rectitud, y se dividió su Reino entre los Medos y los Persas. Despedazó la ambición las túnicas que vestían las Majestades, y dando paso franco a los escándalos y a la anarquía, se trasladó su poder a los Griegos. Probó la Grecia todo género de suerte de Gobierno, Monárquico, Democrático, Aristocrático Aristodemocrático. Ninguna República del Universo pudo afianzar con más firmeza las columnas del Trono, porque en los Sabios Consejos del Areópago, libraba la superioridad de los aciertos, y sublime dirección de sus leyes, pero entregados sus Antíocos y otros Tiranos al descuido y la desenvoltura, declinó en injusta, y dio con toda [480] su autoridad y poder en mano de los Romanos.

     Cuasi ocho siglos impuso Roma leyes al Universo, depresión a la soberbia, máximas a la Política, invención a las Artes, disciplina a los Soldados, tranquilidad a los Vasallos, y autoridad a sus Jueces. Estudiaba Roma en la gravedad de sus Catones, en la veneración de sus Cursios, en la integridad de sus Manlios o Torcatos, en la constancia de sus Régulos y Ofilios, y en el amor, prudencia, esfuerzo, animosidad y virtudes de sus Camilos. Desde los Zincinatos hasta los Marcelos, época la más extensiva, de los Romanos, no tuvo Roma que envidiar con sus Pompilios las leyes que compusieron para los Egipcios los Prometeos, los Solones a los Griegos, y a los Lacedemonios los Licurgos; pero borró ingrata y delincuente aquellas glorias que la conducían a la inmortalidad y firmeza de su Trono, porque olvidados sus Cilas, Brutos, Tiberios, Nerones, Atilas, Decios, Dioclecianos, y otros monstruos de la humanidad, integridad, y costumbres de sus augustos predecesores; le inspiraron la impiedad, la tiranía y las injusticias, con las que le labraron la deshonra, el desprecio, la ruina, y la desolación, transfiriéndose su Imperio a otras Gentes; a las que dice Dios, les daré mi nombre, para que guarden mis cosas legítimas, justicia, ley, razón, [481] mandamientos, y cuanto conduce a lo recto.

     Indio. No diga Vm. más, que ya con esas últimas palabras, le da un eficaz y constantísimo apoyo a mi argumento. �Y no me dirá quiénes son esas Gentes en quienes se transfirió todo el poder, autoridad, y dominación que Vm. ha referido? No es necesario que se me moleste en responder, que yo, sin violencia pienso, que sean aquellas que gloriosamente militan bajo de las Católicas Armas y Banderas de los invictos Monarcas, Reyes y Príncipes de España; porque �qué Gente hallará en todo el Universo, que observe con más puntualidad la ley, mandamientos, y divina Justicia? A la verdad, podremos decir, que nuestra Nación es aquella Gente santa, Generación electa, su Sacerdocio el Real, y todos sus Pueblos de adquisición: y dilatándose con su poder hasta los más escondidos senos de nuestro Suelo Americano, bajo de cuya Real protección vivimos, y nos animamos todos los felices habitantes de él, es fuerza que nos quepa aquella parte de estabilidad y firmeza con que se felicitan los Reinos, se afirman los Tronos, y se conservan incorruptos los esplendores del Gobierno. De adonde muchas veces, mirando con exquisita reflexión esta gran Casa de la América Septentrional, y admirando su maravilloso artificio por [482] dentro y fuera, como aquella de quien dijo el Poeta:

                                  Magna, capaxque domus nobilitata Dea:

Me han venido deseos de fijarle sobre su anchurosa Portada este letrero:

                                     VERE. NON. EST. HIC. ALIUD.
      
NISI. DOMUS. DEI. ET. PORTA. COELI.

Y por orla este mote:

                                  ASTADO. TUA. ASTADO. IN. ETERNUM.

A la vista de la primera Sala, habitación de los Excmos. Señores Virreyes, esta letra:

                                      DEUS. IUDICIUM. REGI. DA.
      
ET. IUSTITIAM. TUAM. FILIO. REGIS.

En el Salón de los Sagrados Príncipes de las Iglesias este lema:

                                  FECIT. IUDICIUM. ET. IUSTITIAM.

En la del Dormitorio de los venerables Prelados de las Religiones esta inscripción:

                                    NOTUM. FECIT. IUDICIUM. ET. IUSTITIAM.

En el de los Sacerdotes, y respectivos Súbditos, la siguiente:

                                   SACERDOTES. TUI. INDUANT. IUSTITIAM.

En la Cámara general, y vivienda de todas clases de Gentes, hombres, mujeres, ricos, pobres, chicos, y grandes, este dístico. [483]

                                  DILEXISTI. IUSTITIAM. ET. ODISTI. INIQUITATEM.
      
          PROPTEREA. UNXIT. TE. DEUS.
       
DEUS. TUUS. OLEO. LÆTITIÆ. PRÆ. CONSORTIBUS.
       
                                TUIS.

Y por fin sobre los dos Tronos, Temporal y Eclesiástico, una Tarja, y en ella grabadas estas tres letras: I. F. S. que dicen:

                              ASTADO. FIRMAT. SOLIUM.

     De esta manera me he fingido yo muchas veces la hermosa Arquitectura de mi Indiano Edificio, como le dije, a Vm. Y si la Pintura le fuere desapacible, convéngase a que yo lo pinto como lo quiero.

     Español. Ya sé que todo es pintar como querer, y que no hay quien no pinte a la Patria como la ama. Justo es, que son muy dulces sus recuerdos; y no me extiendo a más elogio, porque desde que entraste al Gobierno del Excmo. Señor Bucareli, advertí que pasabas en silencio uno de los sucesos más notables de nuestro siglo, y que según el orden cronográfico, correspondía al Gobierno del Excmo. Señor Marqués de Coix.

     Indio. Ese fue el Concilio Provincial celebrado en Méjico; Vm. tiene razón, y le protesto que el olvido tuvo su origen en la celeridad con que deseaba [484] llegar al presente Virreinato; pero le doy mi palabra que la tarde de mañana la dedicaremos sólo a ese fin.



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Tarde decimoséptima

Concilio cuarto mejicano, y Pronóstico de la duración y felicidad futura Americana.

     Indio. El Concilio Cuarto Mejicano se celebró el año pasado de 771. convocado y presidido por el Ilmo. Sr. Dr D. Francisco Antonio Lorenzana, que desde 14 de Abril de 66. entró gobernando la Silla Arzobispal de esta Nueva España. El fin de juntar tan sagrado Congreso, fue el de establecer las antiguas máximas de la Iglesia, quitar algunos abusos introducidos por la ignorancia, ceñir el Clero a una rigidez cuasi Monacal, y los Monjes a la austeridad penitente de los Padres del Yermo. Esto es lo que apenas se ha percibido por entre las celosías de algunos discretos Conciliarios; porque con la desgracia de no haberse dado a los moldes sus respetables resoluciones, Sesiones, Cánones, y Artículos, [485] carecemos de aquella luz que pudiera conducirnos a una particular instrucción, con que pudiéramos tirar unos breves y claros rasgos de su Historia. Dije que nada fuera de lo dicho se ha traslucido de la mente de los Padres, y con lo dicho, todo se sabe de cuanto pudieron resolver; porque aunque quisiéramos formar alguna idea por aquellos casos, que son regulares en semejantes Congresos, especialmente cuando se mira ofendida la pureza de la Religión, vulnerado el divino asenso de la Fe, y atropellados los sagrados fueros de la inmunidad y dogmas católicos, nos desvían muchas leguas de tan funesta consideración el rendimiento, culto, y firme creencia de todos mis Pueblos, a la Fe, Cristiandad, y Religión; con cuyo hecho se aseguran de cualesquiera recelos y sospechas.

     Español. Lo que hasta aquí he inferido de tus voces es, que el sobredicho Concilio es una Arca tan cerrada, que le debieron de echar más Sellos que a la del Testamento, pues de ésta nos consta que encerró las Tablas, Maná, y Vara de Aarón. Mas con todas las gruesas llaves con que afianza el imperceptible secreto de sus arcanos, asientas por infalible lo uno, y niegas de positivo lo otro. Sábese, dices, que se juntaron los Padres a reformar costumbres, pero no a condenar pravedades; como [486] si no podemos considerar, que tan sepultadas entre las bóvedas del silencio se quedaran aquellas como éstas; y si me vale decir lo que juzgo, más bien me avengo a lo segundo que a lo primero, y me fundo, en que cuantos Concilios Generales y Provinciales he leído en las Historias eclesiásticas haberse celebrado, a más de los fines del Cuarto Mejicano, han llevado los Padres por principal objeto de su ardiente celo y vigilancia, arrancar alguna perniciosa yerba, que en los fértiles campos de la Iglesia ha sembrado la malicia de los Herejes, y obstinación de los Cismáticos: en un breve retazo de Historia te pondré muchos a la vista.

     El Concilio Provincial Ancirano, celebrado por los años de 308. en Ancira, Ciudad situada en la Calacia(103), cuyos Cánones se aprobaron en la Sínodo 6. Constantinopolitana, se juntó a sólo condenar y destruir los sacrificios, cenas, y banquetes que hacían muchos Obispos y Sacerdotes Católicos en los profanos Templos de los Gentiles.

     El Concilio General Niceno, siendo Papa S. Silvestre, Emperadores Constantino, y su Madre Santa Elena, se celebró en Nicea, que está en la Bitinia, con 318. Obispos, a fin de destruir los errores que contra la Fe sembraba el impísimo Arrio; [487] y aunque San Atanasio Alejandrino asegura, que fueron 70. los Capítulos decretados contra este monstruo, San Esteban no dio a luz más que 20. y son los mismos que transcribe Graciano. Por esta misma causa juntó el propio Papa otro Concilio en Roma con 277. Obispos, condenando con Arrio a Calixto, Fotino, Isabelio, que pretendían separar la naturaleza Divina, y substancia del Verbo con la del Padre, creyendo que el Hijo era extrínsecamente creado por el Padre. Asistió a todas sus juntas el Santo y Penitente Panuncio. En el sobredicho Concilio se declaró tener la Iglesia de Roma el Primado sobre todas las del Mundo: la segunda la de Alejandría, consagrada por el Evangelista San Marcos, Discípulo de San Pedro: la tercera la de Antioquía, ocupada primero por San Pedro, y en su lugar San Ignacio: y la cuarta la de Jerusalén, regida por Santiago el Mayor; quitando por este medio las controversias y disputas que cada día se levantaban sobre la preferencia.

     El Concilio Provincial Ilibertino o de Guadix, en el Reino de Granada, Andalucía alta, se celebró con 19. Obispos, concurriendo a él algunos(104) de los que asistieron en el Niceno, como el pasmo de la sabiduría de aquel siglo, Osio, Obispo de Córdoba, el de Sevilla, Toledo, y Málaga: dio [488] a luz 81. Decretos, y entre los muchos errores que condenó, fue el de los estupradores de los Jóvenes.

     El Concilio Provincial Gangrense, celebrado en Paflagonia por los años de 344. y confirmado en la 6. Sínodo de Constantinopla, no tuvo otro fin que el de condenar la improbidad de Eustaquio, enseñando que los casados no podían salvarse, ni podían tener esperanza de gozar parte alguna en Dios, por el uso del matrimonio; lo mismo decía de los Fieles ricos que no renunciaban todos los bienes.

     Indio. Con que según lo que Vm. dice y acaba de asentar, Eustaquio condena a los que se casan, y Lutero, Hereje del siglo 16. gloriosamente predestina sólo a los Casados. Éste se funda en el goce del sumo bien por el Sacramento; y el otro en el desorden de la sensualidad, que atribuía al Matrimonio, y sublime perfección del Celibato. No sé a cual de los dos deberemos creer.

     Español. A ninguno; porque abundando cada uno maliciosamente en los extremos, se apartaban de la licitud y honestidad del medio, que es en el que consiste la virtud.

     El Concilio Sardicense se convocó en tiempo de los Emperadores Constante y Constancio, y de Julio Papa, primero de este Nombre, con [489] 377 Obispos orientales y occidentales: subscribieron sólo en créditos de la Fe 121. porque divididos en bandos los Católicos y Arrianistas, jamás pudieron convenirse. Favorecía por entonces la Iglesia la Causa de San Atanasio, desterrado por el poder de Arrio.

     Indio. Así tuvo él los sucesos, que el día que había de dar prueba de sus abominaciones, la dio de sus costumbres corrompidas, reventando de harto(105) de sacrilegios en una letrina; imitando en la muerte a aquel aleve Discípulo que tanto había amado y seguido en vida.

     Español. El Concilio Constantinopolitano General en tiempo de los Príncipes Graciano y Teodosio, y del Papa Español San Dámaso, con asistencia de San Cirilo Hierosolimitano, y 150 Obispos, se juntó contra Esío, que quiere decir sin Dios, y contra Macedonio, que negaba ser Dios el Espíritu Santo.

     El Concilio Celense, en tiempo de los Emperadores Valentiniano y Valente, y del Papa Siricio, se congregó a fin de confundir la malicia de Joviniano, y otros ímprobos insurgentes contra la verdad de la Fe Católica, ayudando mucho para el crédito y autoridad de este Concilio, los irrefragables escritos de San Cirilo Pictaviense, y San [490] Isidoro Arzobispo de Sevilla.

     Los Concilios Cartaginense, y Millevitano, congregados en tiempo del Papa Inocencio I. no tuvieron otro fin que el de condenar los errores de Pelagio.

     El Efesino, con asistencia de Teodosio Emperador, contra las impiedades y blasfemias inauditas de Nestorio, producidas contra el sagrado decoro de la virginal Pureza de María.

     La quinta Sínodo Constantinopolitana, se congregó en tiempo de los Pontífices Agapito, Silverio, y Vigilio, para deprimir el orgullo de Pedro Antimo, Severo, y Zoara, que creían, haber sido crucificada la Trinidad Santísima, afirmaban que era pasible, y negaban la Encarnación del Verbo Divino, alentando con infernal persuasión los depravados dogmas de Maniqueo, Arrio, Apolinario, y Paulo Zamozateno.

     El Concilio Turonense congregado en tiempo de Pelagio, primero Papa, y del Rey Toritverto contra los muchos que daban culto a las Calendas de un hombre Bárbaro y Gentil, como lo era Jano; y en tiempo de este mismo Papa se juntó el quinto Concilio Provincial Aurelianense, para extirpar las nefarias Sectas de Eutiqueto, y Discípulos de Nestorio. [491]

     El Concilio Sevillano, bajo de Pelagio Segundo, y presidido por San Leandro, se juntó a fin de condenar el desordenado abuso de los que querían que las Iglesias fueran de los herederos de los Obispos difuntos, y no del Papa; bien que hubo tiempo que semejante Derecho se pretendiera establecer entre los mismos Sucesores de S. Pedro.

     El Concilio Toletano Tercero, celebrado bajo del mismo Papa, y Recaredo Rey de España, se congregó para borrar la arriana herejía introducida por los Godos, con ruina universal de la española Fe, mezclándose los abominables sacrificios que hacían a ajenos Dioses.

     El Concilio Provincial Segundo Hispalense, se convocó en tiempo de Honorio Papa, y Sisebuto Rey, contra un Obispo Ciro que negaba la propiedad de dos naturalezas en Cristo, y afirmaba ser pasible la Deidad.

     El Concilio Cuarto de Toledo, en tiempo del mismo Honorio, y del Rey Sisenando, se congregó contra los que predicaban el Apocalipsis de S. Juan, y no recibían como Canónico.

     El Concilio Bracarense, bajo del mismo Papa, y Arriamito Rey, se convocó contra los Priscialinistas, que creían que porque las almas pecaron en la celeste habitación, fueron arrojadas a los [492] cuerpos humanos, y que el Demonio formaba los truenos, relámpagos, tempestades, lluvias, y sequedad, de las Inmundas criaturas, con otras muchas torpezas hijas de su limpieza y aseo.

     El Concilio Lateranense General en tiempo de Martino Papa, y el Emperador Constante, con. asistencia de 105. Obispos, se celebró para condenar a Ciro Alejandrino, Teodoro, Sergio, Pirro, y Paulo, obstinados Herejes contra la Fe adorable de la Trinidad. En tiempo de este mismo Papa, siendo Rey Recesvinto se celebró el Décimo Toletano contra Potamio, Obispo burlador de todas las eclesiásticas Reglas.

     El Concilio Cabilonense, convocado en Francia en tiempo del Papa Eugenio, no tuvo otro fin que la condenación de los deshonestos cantares que se entonaban en las Iglesias, y la corriente estafa de los premios simoníacos entre los Prelados.

     El Concilio Bracarense Tercero, se juntó en tiempo del Papa Vitaliano, contra los que sacrílegamente mezclaban la leche con el vino en el Sacramento Eucarístico.

     La Sexta Sínodo de Constantinopla, en tiempo de los Papas Dono, Agatón, León el mozo, y el Emperador Constantino, se congregó con 150 Obispos contra Ciro, Sergio, Pirro, Pedro Paulo, [493] y Macario, todos Arzobispos de Constantinopla, y contra los Discípulos de este último, que se llamaban Esteban Policronio, y Anastasio: defendían que no había mas que una voluntad, y una sola operación en Cristo.

     El Concilio Niceno Segundo, celebrado en los tiempos del Papa Adriano, y del Emperador Constantino hijo de Irene, se juntó contra Basilio, Obispo Ancirano, Teodoro, Ciro, Obispo de Mirón, Teodosio, Obispo de Amorio, y contra los Iconocianos, que a más de jactarse con los Arrios, Nestorios, Eutiquetos, y Dióscoros, diciendo ser execrable delito sujetarse a la doctrina de la Iglesia, y tradición de los Padres, se burlaban de las Imágenes sagradas, mandándolas arrojar de los Templos y casas de los Católicos. Y para no cansarnos, dime; �qué otros fines tuvieron los Concilios Lateranense y Tridentino para congregarse en el Espíritu Santo, sino el de confundir los errores de los Albigenses, y Cismas de los Emperadores Federico, Enrique, y Otón, y la obstinada malicia de los Luteros, Zuinglios, Calvinos, y otros asquerosos insectos que engendró la pravedad? Y si a más de otras muchas, las principales causas, razones, y motivos que ha tenido la Iglesia para juntarse en tantos Congresos particulares y generales, ha sido [494] la extirpación de las herejías, cismas, y relajaciones contra la Fe; �porqué dudas que con este mismo destino se congregaran los Preladas de las Iglesias Americanas?

     Indio. Yo no dudo que pudieran juntarse para semejantes resoluciones, porque en el mejor trigo suele mezclarse la avena y cizaña; pero sí niego el que juzgaran asunto en que hubieran tropezado contra la Fe los Fieles habitadores de mi País: lo primero, porque en tres Concilios antes del de 71. celebrados en Méjico, no nos consta de sus Cánones y Decretos, que hayan incurrido en el horrible crimen de tan escandalosa nota. Y aunque por éstos no debamos inferir corra la misma felicidad en el Cuarto, que es del que hablamos, se debe Vm. persuadir a que así fuera, porque en puntos en que se despreciaba la Fe, y ofendía la Religión, no se podía desentender el catolicísimo celo de nuestro Rey, callar la indispensable obligación del Papa, ni menos podían dejar de dar gritos los vigilantes Pastores del Rebaño Americano, para que con la fuerza y la autoridad se disipara la malicia que pudiera podrir y corromper el inocente candor de sus ovejas.

     No ignoro yo, Señor mío, que desde el primer Concilio celebrado por los Apóstoles, y presidido [495] por San Pedro en Jerusalén, se aplicó todo el Espíritu de Dios que hablaba por la boca de cada uno, a confundir los Paulianistas y Catafrigios, que bautizaban sin los nombres de las tres Divinas Personas, y contra la ceguedad de Simón Mago, que pretendía poner al trato y comercio la virtud de hacer milagros: ni menos ignoro, el que según las necesidades de los tiempos, y por la abundancia de la malicia que ha dominado en el corazón de los hombres, deban haber hecho otro tanto los Sucesores de aquel Colegio sagrado, castigando, arguyendo, y tal vez lamentándose contra el bárbaro poder de la violencia y del desacato, como leemos en aquella lastimosa Carta que escribió el Santo Papa Silvestre a Pedro Obispo, Cabeza y Maestro de muchas Sectas, que referiré de ella aquella parte que más hace a nuestro intento.

     �Quién le dará agua a mi cabeza, y a mis ojos una fuente de lágrimas? �Cuál a la verdad, y qué digno llanto introduciré en mi alma, para que se conduela del Señor y Salvador nuestro Jesucristo, y de la Santa, Católica, y Apostólica Iglesia? Por cierto ella misma lloró y llora sobre los hijos e hijas, y no hay quien la consuele de todos los que la aman. Todos los Tiranos y Heresiarcas la persiguen y maltratan por ti, o hermano Pedro honradísimo. Toda su [496] hermosura, cuanto es de tu parte, está reducida a nada, y los enemigos que la miran, se alegran por la perdición de sus hijos. A aquellos que abrigó, nutrió y atrajo, a la mensura de la edad, y con la leche de las Profecías, y Apostólicas doctrinas, apacentó; tú en un momento de tiempo impíamente les quitaste la vida, porque has hecho lo que los Pescadores, que cogen los pescados en el anzuelo, que ceban con sus propias carnes.

     Con esta elegancia y atribulada locución prosigue hasta el fin. Estos tiernos gemidos se han solido escuchar en la Iglesia nuestra Madre por la rebeldía, ingratitud, y contumacia de sus ingratos hijos, juntándose por lo mismo los Custodios y Guardas que la velan, para que los ladrones no se arrimen a la divina riqueza de sus tesoros, y la tiña y podres de la relajación y de la herejía, no corrompan su robustez y sanidad. Pero hasta ahora, sea Dios bendito, ningún Maestro que arrastre con su malicia la inocencia, ningún libro se ha escrito, que con la eficacia de su veneno trágicamente turbe el admirable curso y vitales espíritus de la Fe, ni ninguna cátedra de pestilencia se ha erigido, que con su autoridad y magisterio confunda los sólidos cimientos de la Religión, que se echaron desde los principios para levantar el espiritual Edificio [497] Americano. Y si no, pregunte, infórmese Vm. �qué Hereje, qué Sectario, qué Cismático, qué Heresiarca, qué Protestante ha producido ni vomitado el dilatado Suelo de mi América Septentrional, en 258 años que ha que sobre él se plantó la verdadera Fe de Cristo?

     Español. Cómo no, �y los Treviños, Davides, Alemanes, y algo más de seiscientos que la rectitud del Tribunal de la Fe presenta al público en sus respectivas tarjas, en qué tierra procuraron sembrar el pernicioso grano de su doctrina?

     Indio. �O Señor mío! esos fueron unos cuantos bobarrones necios, que alucinados con cuatro fingimientos que adquirieron de Miguel Molinos, corrieron con tanta aceleración al despeño, que en las cunas de sus errores, labraron trágicos sepulcros a sus desengaños. Estos infelices fueron unas llamas tan violentas y fugitivas, que en el oriente de sus luces, pisaron el ocaso de sus sombras. Sólo en sí y para sí estudiaban la iniquidad, y cuando pretendieron logreros coger en otros los réditos de sus fatigas, dando por entre cortinas alguna luz de sus estupideces e ignorancias, les premió sus méritos y afanes el rectísimo Tribunal de la Fe con los distinguidos honores del Sambenito y coroza. En una palabra, estos fueron unas delgadas hojas, que arrimadas [498] al caliente rescoldo del rigor, en breves instantes se resolvieron, quedando sus adustas cenizas esparcidas por el aire; con lo que aún sus memorias se borraron de la presencia de los tiempos, dejando sólo escarmientos a los simples, y mofas de sus alucinaciones a los Sabios. Debió de correr por entonces algún airecillo corrupto, que desde el centro de la Europa soplaba el depravado Molinos: enfermoles las cabezas, y tratáronlos más como a dementes que como a advertidos; y aunque el contagio y la enfermedad se apoderó de uno u otro, los sabios Médicos, y celosos Ministros de la Religión, luego acudieron con las teas y luminarias de las pesquisas y los castigos, y quedó en un todo limpia, sana, y sin la más leve reliquia de achaque alguno la tierra. Con que si no hay quien siembre, quien coja, ni campo en que sembrar la cizaña de las falsas doctrinas, aun siendo cuasi inmensa la latitud del Mundo que habitamos, �a qué fin había de celebrarse un Concilio, removiendo los venerables Prelados de Yucatán, Puebla, Oaxaca, Durango, y por sus respectivas Mitras los Comisionados de Michoacán y Guadalajara, ésta por vacante, y aquella por la avanzada edad de su Obispo, y la de las Sacratísimas Religiones?

     Cuatro con éste son los Concilios que se han [499] celebrado en nuestra Imperial Corte de Méjico: el primero año de 555. presidido por el Ilmo. Sr. D. Fr. Alonso de Montúfar, Religioso Dominico. El segundo el año de 65. presidido por el mismo Señor Montúfar. El tercero año, de 85. presidido por el Ilmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras, que es el que anda impreso, y aprobado por la Silla Apostólica. Este Concilio extendió el culto del divinísimo Esposo de MARÍA Sr. S. JOSÉ, con Rito de primera clase, y Octava, constituyéndolo Patrono de estos Reinos, sin perjuicio del Patronato del Apóstol Santiago; bien que en el Concilio citado de 55. se declaró por día festivo y de precepto(106). El cuarto el que por el año pasado de 71 se celebró, presidiéndolo, como antes dije, el Ilmo. Sr. Dr. D. Francisco Antonio Lorenzana. Mandó que se celebre el día del Angélico Doctor Santo Tomás con toda devoción, y lo tengan los Fieles por de precepto; acordando lo que estaba ya mandado por el Concilio tercero Mejicano(107), y éste imitando al Papa Pío V. en los Reinos de Nápoles.

     Digo que cuatro han sido los Concilios celebrados, no obstante que la Junta que hizo el V. [500] P. Fr. Martín de Valencia por el año de 25. como Legado de Su Santidad por entonces en estas partes, con los Santos Clérigos, Religiosos, y Ministros seculares de loables costumbres, pudiera tener su lugar entre los referidos, por la notoria virtud, ciencia, y santidad de los congregados, y el objeto y fin santo que llevaban en todas las cosas que trataron; las que sirvieron de dechado, y copiaron en su idea los tres primeros Concilios citados arriba, como consta por estas palabras del primero Mejicano: Nos debemos proponer aquellas santas determinaciones que los ejemplares Ministros, y primeros Predicadores de la divina palabra, procuraron establecer en edificación del Pueblo Cristiano, dilatación de la Fe, enmienda de los vicios, y sana doctrina, a la nueva Grey que con tanta felicidad se iba arrimando al glorioso Rebaño de la Iglesia. Y aunque demos de caso que dicho primer Congreso no tenga lugar entre los referidos, se lo podré dar yo con el Profeta Rey en los de los Justos: In concilio Iustorum, et congregatione.

     Español. Con que solo cuatro Concilios se han celebrado en Méjico, según tu narración. �Pues y aquella Ley del Tít. 7. que manda se conformen con el Breve de la Santidad de Paulo V. el que obliga a que por lo menos de doce a doce años se [501] hayan de celebrar, cómo no se ha obedecido? Tú debes de estar errado en el número. Fuera de que cuando la Bula y las Leyes(108) no estuvieran tan expresas, mucho ha que está mandado por las antiguas Constituciones de la Iglesia lo siguiente, que irás oyendo. El Concilio cuarto Toletano, en el Can. 3. ordena, que a lo menos cada un año se celebren Concilios Provinciales. El Cartaginense 3. Can. 2. lo mismo. El Papa Hormisdas decretó que dos veces al año, y el Concilio Aurelianense 2. Can. 2. manda que cada un año. Y cuando por las distancias y crecidos gastos se dispensara, como se dispensó, la celebración de cada un año, �qué motivo me asignarás para que no se congreguen sino de cien a cien años?

     Indio. Jamás me metí a discurrir sobre los adorables juicios de la Iglesia, porque a esta Princesa Serenísima ninguno puede juzgarla, ni investigarle sus ocultos y sagrados resortes. Pero pues hablamos sin daño de nadie, diré: que pues los Príncipes y celosos Pastores de nuestra Iglesia Americana, se desentienden de la obligación a que Vm. los ciñe y estrecha, superiores causas les asistirán, que nosotros sólo debemos venerar. Y pues debe alentarme aquel dulce desahogo, y religiosa vanidad [502] con que en esta parte, y por esta vez, me lisonjean la autoridad, soberanía y grandeza de las sagradas Mitras, oigame Vm. y verá si satisfago. El principal objeto que debe mover a congregarse en el Espíritu Santo los Prelados y Pastores del Rebaño evangélico, es el que prescriben los Padres y antiguos Concilios de la Iglesia, que es alentar el corazón de los Fieles, especialmente al de los Ministros del Santuario, para que propaguen la Fe Católica, aumenten el divino culto, reformación del Clero y Pueblo Cristiano, y común utilidad en las cosas espirituales y temporales, en cuanto éstas conduzcan(109) al honesto fin de arreglar las costumbres, confundir la pravedad, obstinación y malicia, de los enemigos de la Iglesia, y extirpar y deprimir el orgullo de los Herejes, y sus falsas doctrinas(110). Estas son las causas, motivos, y fines que deben obligar a los Padres para que se junten en Concilio. Y si todas estas faltan, porque resplandecen en cada uno de sus distritos y respectivas Diócesis el culto, la Fe, y honestidad en el Clero, virtud en los Claustros, ejemplo y buenas costumbres, en las casas, sin el más leve rumor o sospecha de herejía, inobediencia, y contumacia a la Fe, a la Iglesia, y su Suprema Cabeza, �qué necesidad, o [503] qué obligación habrá para que causen gastos, se infieran molestias, y se agobien y quebranten unas saludes tan importantes a las Iglesias y a los Fieles?

     Vm. sabe, que destruido el principal, cesa el accesorio: luego cesando el principal objeto de los Concilios, deben cesar todos los medios que tan justamente debían empeñar el celo santo de los Prelados. Antiguamente necesitaban las Iglesias del socorro, auxilio, y santas inspiraciones y correcciones de sus Pastores: en poco tiempo leemos, que se juntaron los Padres seis veces a General Concilio en Constantinopla y Trullo, en pocos años quince veces en Toledo todos los Obispos de España, y lo mismo en Sevilla, Cartago, Roma etc. y quiero que Vm. me diga, que hoy �de cuántos a cuántos años se juntan? No años, sino siglos se pasan; y bien acordado, porque en aquellos tiempos prevalecía la libertad, el desorden, la relajación, los cismas, errores, herejías, Judaísmo, e infidelidad; pero pasaron aquellas funestas noches de la insolente desvergüenza de la malicia y de los vicios, y llegaron los alegres días del ejemplo, la edificación, compostura, perfección, y virtud en el Pueblo Cristiano. Llegaron aquellos días, en que los Pastores y Custodios de los Muros de Sión, pudieran descansar y dormir sobre su Rebaño. Llegaron aquellos [504] días, en que desterradas las funerales sombras de la perdición y del despeño, cada uno en la luz de la Fe y de la verdad, se guiara sin tropiezo a la prometida Patria del gozo y felicidad eterna: Umbram fugat veritas, noctem lux eliminat; y si no, vaya Vm. y todos los que quieran tener comprobación de esta verdad, vayan por los Pueblos, sin dejar rincón de nuestra América Septentrional, bautizados hablo, inquieran por el oficio de la predicación, y ejercicio de los Sacramentos: Ite ad prædicationis officium, et Sacramentorum ministerium(111); y verán que no por su palabra, sino la de Dios; no por adquirir fama, sino por el nombre de Cristo, se desvelan los Sacerdotes, Ministros, Pastores, y Prelados de la Iglesia, en dar a conocer la Fe Católica a los Fieles y las Gentes: Ut agnoscas, quod non suo sermone, sed Dei verbo; nec proprio, sed Christi nomine, fidem Populis infudere Gentilibus(112). Inquieran, y verán cómo aun los más tiernos Corderitos conservan y guardan aquel soberano depósito de la Fe, doctrina sana, y de todas las virtudes, que San Pablo encarga a su amado discípulo Timoteo: O Thimotee depesitum custodi(113): porque aquellas sementeras de la idolatría, las viñas [505] del error, y los olivares de la astucia, y diabólico engaño, quedaron abrasados y consumidos desde los primeros pasos de la Conquista, con la encendida llama de la verdadera Fe, y Religión Católica: Fruges concrematæ sunt in tantum ut vincas quoque et oliveta flamma consumeret(114).

     Por todo lo que Vm. podrá vivir desengañado, volviendo a lo primero, que todas mis Gentes abrazaron para de una vez la Religión Cristiana, y no los apartarán de ella ni Molinos con sus astucias, ni cuantos Molineros muelen el trigo de sus engaños y falsedades en las tristes tahonas de la infernal y fiera Proserpina. Digo que nadie los apartará de la Católica Fe que profesan, porque los cimientos sobre que se levantó el edificio de la Religión Americana, se abrieron en los Montes de la virtud y santidad de tantos justos como veneramos en la Tarde XIII(115).

     Español. Por muy débil tengo la causal que pones para fundar la duración de la Fe en los católicos habitadores de estos Reinos; y la razón es, porque siendo tan sólidos los fundamentos de Sión, como labrados de la santidad de los Profetas, Patriarcas, Justos, y amigos de Dios, y lo que más es, con [506] la preciosa Sangre del Cordero, se desplomó su robustez y caducó su firmeza. Extiende la vista a la Judea, Tebaida, Nitria, Palestina, Egipto, Líbano, Siria, y Grecia, y cuasi todo el Oriente, y verás como por sobre los montes de la virtud de los Antonios, Jerónimos, Basilios, Pablos, Macarios, Hilarianos, Hilarios, Atanasios, Agustinos, Crisólogos, Crisóstomos, Ciprianos, y otro sin número, formó la impiedad de los Donastistas, Arrianos, Nestorios, Maniqueos, e innumerable chusma de protervos, las soberbias paredes de la apostasía y la relajación. Extiende la vista por la Bohemia, Moravia, Eslesia, Lusacia, Carintia, Suecia, Dinamarca, Noruega, Prusia, Livonia, Esguizaros, Holanda, Lituania, Samogicia, Rusia, Moscovia, Escocia, Inglaterra, Brandemburgo, Sajonia, y cuantos habitan la fría región del Norte; y verás que sobre la elevada cumbre de la santidad y virtudes de los Patricios, Nepomucenos, Isabeles, Enriques, Tomases, Eduardos, y cuantos con su ejemplo fecundaron estas infelices Provincias, levantaron las almenas de la contumacia y obstinación, Juan Hus, Berengario, Ultico Zuinglio, Ecolompadio, Carlos Tadio, Bucero, Erasmo el Holandés, Juan Estapucio, Martín Lutero, Juan Calvino, Martín Quenizio, y Enrique Bulingero, con toda la inicua gavilla [507] de los Anabaptistas, Ubiquitarios, Oscandros, Picardos, Montanos y otros.

     Y pues �deberé yo dar crédito, y fundar concepto de tus dichos, cuando hallo en contra tan claras y persuasivas demostraciones que me apartan del asenso? Si todos los habitadores de tu País hubieran de vivir hasta la consumación de los siglos en la Fe de Pedro, yo te concediera razón; �pero quién lo asegura? �Quién lo afianza? �Has tenido alguna revelación, o te lo ha asegurado algún oráculo del Cielo?

     Indio. Y como que si, Señor mío: he tenido revelación divina, porque si ésta no es otra cosa (lato modo sumpta) que un velo que se corre al entendimiento para que mire lo escondido(116), y rigorosamente(117) una manifestación sobrenatural de la verdad oculta, que Dios comunica a sus humanas criaturas, como principal Agente(118); a mí, a Vm. a cada uno en particular, y a todos en común, nos la tiene manifestada por la Iglesia en la luz de la Fe que luego le comunicó, como ya veremos. Por todo es fuerza persuadirme a darles un asenso infalible. Y porque asuntos de tanta majestad los debemos manejar con el mayor tiento y delicadeza, hágame Vm. favor de irme respondiendo a cuanto [508] yo le fuere preguntando. �Porqué dice Cristo que las Puertas del Infierno no podrán prevalecer contra su Iglesia?

     Español. Porque confortó con tanto poder sus cerrojos, como potestad le dio para deprimir el orgullo y soberbia de los que temerariamente se atrevieran a romperlos.

     Indio. �Porqué dice Cristo, que ningún otro fundamento, fuera del que estaba puesto, se había de poner en su Iglesia?

     Español. Porque era el mismo Cristo el que estaba puesto.

     Indio. �Porqué dice que primero faltará la firmeza de los Montes, que falte la Fe en ella?

     Español. Porque la fijó y edificó sobre la firme piedra que era el mismo Cristo.

     Indio. �Porqué dice que todos los enemigos de su Iglesia estarán lejos de sus Atrios, y muy distantes de ofenderla?

     Español. Porque la verdad infalible que es Cristo, la ciñe y rodea con el Escudo de la Fe.

     Indio. Pues ahora bien: �cómo podrá faltar la Fe y la Religión en un Edificio que Cristo es el escudo, la piedra, el fundamento, y Herrero divino que le ha echado fuertes cerraduras para defenderlo? [509]

     Español. Eso esté bien que se entienda con la Iglesia en común, no con la Americana.

     Indio. Allá iremos: pues si la Iglesia Asiática, Africana, y Europea, en las partes que Vm. ha referido, quitó aquella piedra sobre que se levantaba la Fe, y puso por cimiento la del escándalo; �qué Iglesia es donde sólo la piedra Cristo es el fundamento, y ningún otro fundamento puede ponerse fuera del que está puesto, que es Cristo Jesús?

     Español. La Iglesia Católica.

     Indio. Ahora respondió Vm. como debía, porque esa es la Congregación de los Fieles, cuya invisible Cabeza es Cristo, y la visible el Papa.

     Español. Pero ni se ciñe a éstas, ni a las otras gentes, sino a todas las que abrazan la Fe, que por eso se llama Católica, porque es universal.

     Indio. Bien está, y esa universalidad, ese epíteto de Católica, �a qué Iglesia se le da como predicado, carácter, y distintivo de las demás? Vese Vm. precisado a decir que a la Española; porque siguiendo los miembros la condición de la Cabeza, si ésta es Católica, ha de ser Católico todo lo que sujeta. �Y qué Cabezas en el Orbe ciñen sus gloriosas sienes con la inmortal diadema de Católicas, sino nuestros invictos Monarcas Soberanos Españoles? [510] Y porque Vm. no carezca de esta preciosa noticia, ha de saber, que el primer Rey Católico que tuvo nuestra España, fue Recaredo, nombre que le dio el Papa San Gregorio, teniéndolo antes granjeado por la defensa de la Fe Ataúlfo, primer Rey Godo, y Riquiario, Rey de Galicia: a Recaredo siguió Sisebuto, que arrojó el Judaísmo de España; a éste Suintila, Flavio, y Eugerio, a quienes confirmó en el mismo título el Papa León, continuando en Alfonso primero(119) sin corrupción alguna, hasta el gloriosísimo Carlos, que hoy dichosamente reina. Quien esto supiere, sabrá que no ha faltado, ni puede faltar la verdadera Religión en nuestra Iglesia; porque de lo contrarío dejaría de ser Católica, que es tan imposible, como el que los Montes se trastornen, y se desquicien los Cielos. El apoyo de esta verdad, lo tiene Vm. en las mismas Historias, diciéndonos, que en más de 1700 años que ha que abrazaron nuestros Españoles el Evangelio, jamás claudicaron en la Fe, no obstante de haber estado poseída la España tantos siglos del bárbaro poder del Mahometano, y de los Godos, que engañados del Emperador Valente, [511] y del Obispo Endoxio, profesaron el Arrianismo; atribuyéndosele esta felicidad, a que fue la tierra donde Santiago, primer Mártir de los Apóstoles, fundó la primera Iglesia de la Cristiandad en Zaragoza, poco después de la venida del Espíritu Santo.

     Español. No hay duda en lo que dices; y agrégale a ese incomparable beneficio, el de haber sido el primer suelo que consagró la Madre de Dios con su presencia, apareciéndosele al Apóstol en carne mortal sobre una Columna, que hasta ahora da testimonio de sus ternuras y finezas; siendo el Pilar un fuerte Muro, que ha defendido y defenderá la España del contagio de la herejía, y de toda la grasa que pueda manchar la pureza de la Católica Fe: y lo más es, que no satisfecho su amor con tanto exceso, ha declarado sus piedades, estando gloriosa e inmortal en la portentosa Imagen de Monserrat en Cataluña, de Aránzazu en Vizcaya, de los Milagros en Galicia, del Socorro, Montes claros y otras en la Cantabria, del Heñar en Castilla, de Guadalupe en Extremadura, de Atocha en Madrid, del Sagrario en Toledo, de las Angustias en Granada, de la Consolación en Utrera, de la Antigua en Sevilla, y de la Bella, Regla, Perdón, y otros muchos celestiales Simulacros, en los [512] que ya por ministerio de Ángeles, y ya constituyéndose Artífice la misma Emperatriz de los Cielos, ha vaciado tantas Copias de su beldad y hermosura, que no hay instante que no nos asegure su dignación por medio de ellas, en la verdadera Fe de su hijo, y nos libre de la rabia de la infidelidad, apostasía, cisma, y otras venenosas pestes y contagios. Puerta de la Iglesia es MARÍA, pues lo es del Cielo(120): y siendo los Españoles los primeros que entraron por ella a profesar el Evangelio, como bautizados primero que ningunos otros por Santiago, �qué malicia se atreverá a corromperla, ni acercarse temerariamente a sus umbrales, cuando el mismo Señor que la fabricó, y entra y sale por ella, la defiende en la potencia de su brazo?

     Indio. Nada tengo que replicar, antes sí debo darle a Vm. muchas gracias por la abundante luz que me ha comunicado en su discurso, para confirmación del mío. Y porque de sus mismas armas he de valerme, quiero apartarme de las inutilidades de la paja, y recoger los intereses del grano. Hágame Vm. favor de dar un paso desde el abreviado Imperio de Aragón al dilatado Imperio(121) de la América, desde Zaragoza a Méjico, y sin hacer [513] alto a que el mismo Apóstol fue el primero que se dejó ver en nuestros gentiles Horizontes, amparando la causa que igualmente protegía la Reina de los Ángeles, conducida en Retrato (y con la advocación de los Remedios) por Juan Rodríguez de Villafuerte, y después a los 19 años de la Conquista, aparecida bajo de un Maguey en el Cerro de Totoltepec al Indio Juan de Águila; y sin hacer alto, digo, en estos misterios, fijemos la consideración en el celestial prodigio de Guadalupe, blanco donde tira sus tiros el amor Indiano, y centro donde van a dar todas las lineas de la piedad, devoción, gratitud, culto, y obsequio de todos los habitadores de esta nueva España. No es mi ánimo disputar glorias, ni hacer paralelo con el de Zaragoza; porque a más de que muchos Doctos lo han formado, no es de nuestro intento reñir, ni pesar las dulces expresiones de sus cariños: lo que hace al caso es, que apareció la gran Reina de los Ángeles en el Cerro de Tepeyac a un venturoso Neófito, que si no era como otro Santiago, juntó misteriosamente en sí toda la prole del Zebedeo, llamándose Juan Diego; dejándole grabada su incomparable belleza en el feliz Ayate(122) o dichosa Tilma que usaba por cobija, cuya grosera [514] y corruptible materia, hasta el día más incorrupta y consistente que la Columna de Zaragoza, es un inmortal padrón que eterniza la felicidad Americana. En ese Ayate quiero hacer revista de mi poder y finezas, le dice MARÍA al Indio, porque en él quiero imprimirme de tal modo, que adorándome como a Madre de Dios, me améis como a Madre vuestra: y por tanto es mi voluntad, que en este sitio me edifiquéis un Templo, en el que me mostraré piadosa Madre contigo, y con todos los que se acogieren a mi Patrocinio: aquí quiero que permanezcan para siempre mis ojos y mi corazón, para que éste aliente vuestra fe, y aquellos no se aparten de vuestras miserias, congojas, y tribulaciones.

     Ahora Vm. discurrirá, �cómo si con una protección tan soberana y manifiesta podrán las Gentes de mi País errar los caminos de la verdad, y despeñarse en los abismos de la obstinación? No, Señor mío, porque si allá en Zaragoza, al aparecerse al Apóstol, les deja en el Pilar a los Españoles Puerta de refugio para que se aseguren de los asaltos de la malicia; acá en el día que habla al Neófito Indio, deja en la Tilma un Muro, para que edifiquemos todos los Americanos sobre él Propugnáculos de Fe y Religión: Quando aloquenda est::: Si Murus est, ædificemus super eum propugnacula [515] argentea. Si ostium, compingamus illud tabulis Cedrinis. Sin que por esta inefable dignación de Misericordias, agote el caudal de sus finezas; porque continuando los gloriosos desvelos de sus benignísimas piedades, nos ha dejado un inexpugnable Castillo en cada uno de los divinos Simulacros que venera Méjico, no sólo en los referidos, sino también en los de la Piedad, Bala, Tránsito, Buen Suceso, y otros; Toluca en el de Texacic; Querétaro en el del Pueblito; Puebla en el de la Conquistadora, Defensa, Ocotlán, y otros; Oaxaca en los de la Piedad y Socorro; Michoacán en los de la Salud, Purísima de Celaya, y Remedios de Citáquaro; Guadalajara en los de Tzapopan, y S. Juan de los Lagos; Guadiana en los del Zape, y Buen Suceso. No hay Ciudad, Pueblo, Aldea, o rincón en nuestro continente, que no se gloríe y devotamente se jacte de la especial protección y favores de MARÍA Señora nuestra, siendo aquella firme Torre de David, de adonde penden tantos miles de auxilios y divinas luces, que son las misteriosas armas con que los Americanos resistimos y hacemos frente a la ceguedad y prevaricación de los malignantes y protervos.

     Vm. no puede negarme, que una y otra Iglesia son legítimas hijas de las dulces entrañas de la [516] Madre de Dios, sin otra diferencia, que haber nacido la Española primero que la Americana: por eso parece, que habló con la nuestra Salomón cuando dijo: Nuestra hermana es pequeñuela. Suelen estar trocados los derechos del Cielo con los del Mundo: en las heredades divinas, llama la Ley al menor para la propiedad, uso, y goce del patrimonio(123). Mírase en Esaú y Jacob, José y el Benjamín, Efraín y Manasés. Jacob se lleva el Mayorazgo, no obstante de ser primero Esaú. Sea mayor, sea primera la Aparición de MARÍA en el Pilar, como la de Guadalupe se lleve el Mayorazgo. Nazca aquella España primero que la nuestra; que ésta por Benjamín menor, se ha de llevar las bendiciones. Eres �O América Septentrional, o Nueva España! (permítame Vm. este apóstrofe con mi Patria) por pequeñuela, el Vínculo o Casa de Jacob, donde la Fe del Hijo de Dios ha de reinar perpetuamente, y la Religión Católica siempre en ella permanecerá, porque no tendrá fin(124). No por esto digo que faltará la Fe en la antigua, porque una y otra vivirán siempre y por siempre en santidad y justicia, delante de la misma que las protege, [517] ampara, y favorece, que es la Madre de la esperanza, de la consolación, y amor santo MARÍA.

     Español. Mucho has esforzado tus razones para elogiar tu Patria.

     Indio. Señor mío, cuando su memoria no fuera tan dulce, que hasta morir por ella es gloria, le bastarían la ley, la razón, y la justicia para hacerse digna de más justas alabanzas. Suspendo las mías por coger las de un insigne Poeta:

                                        Semper honos, nomenque tuum, laudesque manebunt;
Ast tibi me grates solvere voce deest.

     Español. Con superior viveza me has revuelto la punta: nada me ofende, porque vanamente me lisonjeo el que convengamos en uno. Deben dar lugar, y abrir un largo paréntesis las rigorosas leyes del melindre y de la crítica, a las festivas expresiones de la Patria, porque

                                  Nihilque mihi melius, nil dulcius esse videtur
Orare pro Patria.

Y porque temo engolfarme en el grande Océano de estas ternuras, volvamos a coger el hilo. Supongo la piedad de parte de la Madre de misericordia, y la devoción por parte vuestra, porque aquella es gloria de MARÍA, y ésta conveniencia vuestra; �pero qué firmeza podrá tener un Reino en la Fe y Religión, donde la superstición, la magia, [518] agüero, divinación, y otras obscenidades tienen radicado su trono y autoridad?

     Indio. Debo creer que Vm. habla, si es, de la divinación, de aquellos que por arte del Diablo inquieren los secretos y cosas ocultas, pasando de lo oculto a lo futuro, queriendo adivinar por sombras y fingidos lenguajes de los muertos todo lo por venir; que estos en buen romance se llaman Nigrománticos, y a los que se valen de las suertes para asegurar lo oculto, pretérito y futuro, Sortílegos. Creo que la Magia de que habla, será aquella que por virtud del Demonio obra la criatura cosas maravillosas y præter naturales; y el augurio, el que interviniendo pacto diabólico, afirman por el canto y voces de las aves lo que ha de suceder; y por superstición aquel acto de robarle a Dios su culto, y dárselo a la criatura, que se debe llamar idolatría. Y creo asimismo, que Vm. no ignorará, que no hubo Nación antes de la venida del Verbo, que no viviera torpemente entregada a la sacrílega fe de estos fatídicos engaños, creyéndose divinos aquellos a quienes el Demonio malignamente dotaba de tan aparentes ciencias; asegurándolo así Valerio Máximo, y en su tercera Década Tito Livio. Tantos eran los cultos que arrastraban los infelices profesores de esta infernal arte, que Cicerón se [519] jacta y vanamente gloria de que Quinto Ortensio lo coloque entre el número de los adivinos(125).

     Platón llama a Epiménides Varón divino, porque pronosticaba la buena o mala suerte de cada uno por las contingencias del juego. Varrón y Lucano afirman, que los Caldeos, Etruscos, Pisidas, Civilos, Tebanos, y otras innumerables Gentes, adoraban Dioses a los que pronosticaban por el canto y vuelo de las aves, bramido y movimientos de los brutos, los sucesos futuros. De este pestilente contagio no vivió libre el Pueblo de Dios en tiempo del Impío Manasés, y de la desenvuelta Reina Jesabet, que sin perjuicio de los votos que ofrecía sacrílega a la inmunda estatua de Baal, tributaba indecentes cultos a 450 agoreros. Es cierto que no vivieron exentas mis Naciones, ni libres de este achaque, creyendo en el gemido de la Tórtola, y triste canto del Tecolotl, algún suceso trágico y desastrado. La Nigromancia, Magia, y todo género de convenciones diabólicas, era separado estudio de los Sacerdotes, habiendo ocasión que se contaran sólo en Zempoalan 365. aparte de los que profesaban la Astrología Judiciaria, o adivinación de los sucesos futuros, que se sujetan al libre albedrío del hombre, y que para nosotros está condenada [520] por los Papas Sixto V. y Urbano VIII. Tenían Preceptores de estas artes, que llamaban Tonalpouhqui, y libros escritos de suertes y venturas, que los intitulaban Tonalamatl, como en Roma Colegios, según Cicerón; pero hoy, gracias a Dios, está mi América tan ajena de este estudio, como Roma de aquellos Seminarios. Si Vm. me habla de aquellos pronósticos, agüeros, y adivinaciones donde no se mezcla pacto con el Demonio, le confesaré pecho por tierra, que adolecen igualmente los míos del mal que los de Vm. Regularmente en la ausencia o llegada de las aves, tardo o violento paso de los animales, retozos y carreras de los brutos, pronostican los rurales y gente campestre los hielos, las aguas, y sequedad: por los ligamentos y trabazón de las venas de las manos pronostican la buena o mala ventura los Gitanos en los Países de Vm. y los Saludadores, de quienes cuentan muchos de sus Paisanos, ser tanta su virtud, que con sola la saliva apagan una barra ardiendo. Estas especiales gracias no nos han comunicado Vms. hasta ahora, pues enteramente se ignoran entre los míos. Los Santiguadores y Ensalmistas han propagado con tanta fuerza su prole, que dudo haya alguna parte de la Cristiandad en que no se conozca su generación; y pasan con sus oraciones y bebidas puercas [521] en toda ella, como no se les perciba expreso o virtual pacto con el Padre de la mentira.

     Oyen o miran muchos, poco o nada instruidos en las índoles y genios de los míos, que entierran las cruces, voltean los pabilos de las velas para el suelo, matizando los extremos o asientos con varios colores, o bailan en sus Oratorios al son de los instrumentos las aguas que alambican para sus curaciones; y sin otra prueba y calificación del hecho, los condenan a la brujería, el maleficio, agorismo, y superstición, sin saber, como yo lo sé, que el fin de mis infelices Paisanos no es otro, que el de estrechar por medio de aquella extravagancia, el valimiento de las ánimas, que siempre pintan en sus cruces, de quienes sin controversia son especiales devotos(126); festejando igualmente las bebidas en presencia de sus Santos, porque viven en la creencia de que con aquellos festivos cultos, mueven sus piedades para que se interesen en sus alivios. Al modo que para que San Antonio les conceda a los Señores Españoles una u otra cosa que le piden, lo amarran de un brazo o cintura, y sumergiéndolo [522] en la obscura prisión de un pozo, o lóbrega sinosidad de algún agujero, no lo restituyen a la posesión de su altar o repisa en tanto que no experimentan el beneficio con el buen éxito del despacho. �Cuántas veces habrá visto Vm. a los suyos poner aguas medicinales en los altares, y llevarla de los cálices librando toda la curación de los achaques en la fe con que las beben y festejan? Vm. créame, que de ignorantes Indios, y de no muy sabios Españoles, se compone aquel Stultorum infinitus est numerus. No niego totalmente, que vivan mis Gentes desposeídas del augurio, hechicerías, y otras alucinaciones de que la naturaleza débil adolece; pero asimismo me habrá de confesar Vm. que el Canon 26. del Concilio Ilibertino, que mandaba arrojar a los Agoreros y Pantomimos de las Iglesias; y el Canon 28. del Concilio Toletano Cuarto, que prohibía con censura y deposición del honor de la dignidad, al Obispo y Sacerdotes que consultan y creen a los Adivinadores, Agoreros etc. no se escribieron en aquel entonces por los míos, ni menos por los Obispos y Sacerdotes de mi América Septentrional, de quienes tengo la gloria, y puedo llenar la boca de satisfacciones, que hasta ahora no ha caído uno ni ninguno en la engañosa red de semejantes delirios, diabólicos fraudes, y locuras. [523] Y no porque hubiera Obispos y Sacerdotes, y haya (ojalá y no) quien infelizmente esté poseído de estos engaños, deja Vm. de asegurar infaliblemente la firmeza, estabilidad, y duración eterna de la Religión y Fe Católica en su España. Entiendo que persuado; y cuando no, volvamos a los imponderables beneficios que la antigua y nueva España debe a la Soberana Reina de los Ángeles. Hablo por ahora solo con la Nueva. Nos consta infaliblemente, que apoderándose los Demonios de algunas criaturas, por divina permisión, atormentaban sus cuerpos con tanta crueldad, cuanta corresponde a la furia y eterna desesperación en que infelizmente viven. Es Texto evangélico, y la experiencia cada día nos lo enseña.

     Español. Sin que cites lugares de Escrituras, podría contarte hasta por sus nombres muchas mujeres y hombres endemoniados, o poseídos del furor infernal, que he tratado y conocido.

     Indio. Pues yo creo que ninguno habrá sido de mi País, porque en 258 años que ha abrazó la Fe de Cristo, ni se lee en los libros, ni lo cuentan los viejos, ni nuestros ojos han tocado ni visto a alguno que gima y se lamente de tan tirana aflicción; prerrogativa tan excelente y admirable, que puede mi Nación lisonjearse de la más afortunada y venturosa [524] sobre todas; extendiéndose tan sin semejante beneficio no sólo a los que habitamos la América Septentrional, sino a todos cuantos de otras partes del Universo vienen a ella poseídos del Demonio. La fe que de mí pueda dudarse, no se le habrá de negar a la experiencia, y al erudito P. Florencia, quien en su Zodiaco Mariano, en el Cap. 1. �. 4. dice de un cierto Andaluz, que afligido de tan terrible dolencia, y noticioso del privilegio que gozábamos las Gentes de estos Reinos, se embarcó en Cádiz, sin sufragarle hasta allí a su alivio ni los conjuros de la Iglesia, ni las continuas deprecaciones que incesantemente remitía a sus Santos Patronos y Abogados. Navegó, y apenas surgió la embarcación en Veracruz, comenzó a sentirse aliviado, y en Méjico libre de la fiera opresión que impíamente lo atormentaba. Así vivió algunos años, hasta que olvidado del molesto achaque, se regresó a España, y saliéndole al encuentro su poderoso enemigo, le hizo retroceder para estas partes con más presteza de lo que él se había pensado: probó igual fortuna que antes, y avecindándose para siempre en Méjico, se burló del Demonio el que hasta entonces había sido blanco de sus iras.

     Español. Inaudito caso es el que refieres, y en su vista no dudo, que si muchos infelices fueran [525] sabedores, venderían su libertad al remo por venir a redimirse de cautiverio tan tirano: �y tus sabios, doctos, y reflexivos Compatriotas, no le han buscado el origen a un favor tan alto, y portento tan conocido?

     Indio. No hay más ciencia, ni más inquisición de la causa, que el inagotable manantial de misericordias, amparo, y protección que junto al Cerrillo de Tepeyac, como a una legua de Méjico, tenemos en el prodigioso Simulacro, y celestial embeleso de los corazones GUADALUPE, queriendo con esta imparticipable prerrogativa, distinguir entre todas a mi Nación, la que en Nación alguna hay otra tal. Todos admiran la benignidad de los efectos, y remiten a la adoración los escondidos resortes de la causa: yo he tenido siempre para mí, que no es otra, que el de desempeñar el carácter con que se apareció, que fue el de deprimir y hollar la cabeza de la mordedora Serpiente, con cuyo carcelaje y opresión vive inepta, e impotente de ofender y explicar sus furias con las humanas criaturas que habitan este Reino. Esto expresa aquel nombre de Tequantlaxopeuh, que le dio a la Imagen aparecida Juan Bernardino, tío del dichoso Juan Diego, que mal entendido de los Españoles, lo glosaron por el de Guadalupe. Tequani es, animal [526] que muerde, en mejicano: Xopal significa planta del pie: Xopeuh aventar con el pie: y su pretérito tlaxo, haber aventado con los pies. Con que juntando todas estas voces, quiso decir, que se debía llamar: la que avienta y aventó con los pies a la Serpiente mordedora. Y siendo éste el dulce empleo de tan Soberana Princesa, ya está descubierta la causa, sin otra investigación y trabajo. Y porque de una vez sepa Vm. el origen de nuestras dichas, quiero callar, porque hable la dulzura del nuevo Marcial de nuestros tiempos, honor del Carmelo, y gloria de la Galicia, Fr. José de San Benito, dándonos en el Certamen de un Epigrama cabalmente el dibujo de tan celestial Milagro(127).

                                 Floribus en pollent cum sidera mixta sub axe
Astrivagos flores, florivagumque Polum.
Phæbus adest terris redeunt Phaetontida Regna:
Luna, polum linquit: Endimionis erant.
Sidera per Campos, proscripta sede, pererrant,
Sicque novum Cælum, sic nova terra viret.
Cur Dea mexiceis polles sic lumine terris?
Nempe quod et flores iam nova terra tulit.
Terra dedit Cælo, Cælum dat sidera flores.
Vincere quod, dando, cernitur alterutrum?
Mutua Vírginea contendunt munia Veste [527]
Sidera, Sol, Luna, et lumina, cumque Rosis.
Tu Stellas, Cælum, Lunas, Solesque dedisti:
Hispanas (vicit) si indica terra Rosas.

     Todas estas particulares y supremas circunstancias, me han hecho creer como por divina revelación, la duración y firmeza del Reino Temporal y Espiritual; librando no sólo la presente, sino la futura felicidad, a la Prudencia en que se fundó, Justicia que la conserva, y Fe indeleble que la justifica; sobre cuyas tan firmes basas enarbola el imperial carácter de una grandeza que no tendrá fin, y que permanecerá para siempre: porque el Señor, que aparejó su Silla en ella, dispondrá que domine sin término, y que su inmortal gloria transcienda de Generación en Generación, como en todos los que guardaren sus Leyes y Testamento.

     Español. Y ya que tomas las palabras del Profeta para vaticinar la estabilidad Americana, debes llevarlas hasta el fin, diciendo: y aquella otra Generación venida desde los últimos confines de la Tierra (Europa) fue la elegida y recibida en los Atrios Americanos, para que anunciara esa Justicia, y perfeccionara en juicio y equidad cuanto iba plantando por medio de sus Ministros la mano del Altísimo en ella; por más que imaginen los no muy buenos querientes, que los hijos de esa electa [528] Generación se hacen extraños con los hermanos vuestros, y peregrinos con los hijos de vuestra madre la América.

     Indio. Ya entiendo a Vm. y sépase, que el que así no lo conociere tendrá muy poco de Cristiano, y nada de Católico; porque si así no fuera, aún estuviera mi País, como lo estaba, cubierto del negro manto de la Idolatría, y sumergidos todos nosotros en los inmundos pantanos, y asquerosos cenagales del error del Gentilismo. No hay quien ignore, que la Fe Católica no pudo nacer de los magueyes, sino de la divina Palabra que se recibe en el alma por el oído. Si Vm. hablara y tratara con los muchos Sujetos de mi Nación que se adornan de los dotes de discreción, sensatez, cordura, y conocimiento, hallaría en la sinceridad de sus labios lo mismo que les dicta la nobleza de su interior; como que saben muy bien, que aquellas Gentes extrañas, no las del Tiro, ni Pueblo de los Etíopes, sino las del Pueblo Católico, que es el Español, vinieron a la América, para alegrarse con todos los Indianos, y echar sus raíces entre ellos como en propia habitación. Esto es lo que los hombres de juicio y madurez discretamente piensan, acreditando con la verdad de las obras la sanidad de las intenciones. [529]

     Español. Tan pocos deben de ser los que tú pintas, que en los años que tengo de Reino no he encontrado uno de esa opinión; antes sí he presenciado lances en que me he visto precisado a revestirme del carácter del sufrimiento y de la prudencia, por no llegar a un rompimiento sensible y escandaloso. Porque aquí de Dios: �qué ánimo, por pacífico y moderado que sea, justamente no se irritará al oír que (direlo con las voces mismas que lo profieren) los Gachupines son unos Judíos, ambiciosos y llenos de avaricia, que no vienen mas que a robarles sus caudales, desposeerlos de sus tierras, destronarlos de sus empleos y dignidades, y hacerse dueños hasta de sus propias hijas y mujeres? �Qué cordura será bastante, para escuchar: más quisiera ser hijo del Verdugo, que del más alindado Gachupín, y si pudiera separar la sangre que tengo de ellos, sin derramar la de mi madre, con cada gota de mis venas rubricaría el odio y la venganza con que los miro. �Qué corazón podrá sufrir estos y otros muchos dicterios, injurias, y desprecios, dirigidos inmediatamente contra aquellos que les dieron el ser, la crianza, la educación, cultura, alimentos, y lo que es más, Fe y Religión? �Si los Gachupines no hubieran. conquistado estos Reinos, no serían sus habitadores tan Indios y [530] Gentiles como lo son los Apaches, Comanches, y otras bárbaras Naciones del Norte? �Si los Gachupines no hubieran propagado de una en otra generación tanta multitud de gentes que pueblan vuestra América, qué estado, qué existencia tuvieran los que mal avenidos con su propia sangre, pretenden inhumanamente derramarla? A buen concederles, sería el estado de la posibilidad.

     Indio. No se me impaciente Vm. y crea que donde piensa que ha encontrado los desprecios, ha de hallar las alabanzas.

                                  Invenies vestri præconia nominis illic:
Invenies animi, pignora multa mei.

Estos reverentes obsequios que Vm. toca en mi ingenuidad, alienta cada pecho de mis Compatriotas, hacia el honor y culto de todos los Señores Gachupines. Suele acontecer, no lo dudo, que muchos de éstos que se dicen de humor, por buscar la lengua, y celebrar las prontitudes y dichos de algunos Europeos, mueven semejantes jocosidades en que entretienen el tiempo, y desahogan con el chiste los ímpetus de sus genios.

     Ningún Americano deja de conocer, que todos los bienes que gozan y gozaron sus Antepasados, vinieron juntamente con los Gachupines, y que los honores y dignidades no viven estancadas [531] precisamente en ellos; sino que repartidas según la superioridad del mérito, alternan los empleos conforme a la Justicia. No reparten desde la alta cumbre de su grandeza sagrados esplendores las Mitras, Togas, Bengalas, y Prebendas, de que no cojan mucha parte: no verificándose jamás que esté ociosa la equidad, y en lo que cabe, la gracia de la soberana mano que los confiere, para engrandecer al que lo merece.

                                      Nunquam pigra fuit nostris tua gratia rebus.

Nunca faltan en las Repúblicas genios suspicaces y altaneros, que trabajen tercamente en inducir, especialmente la Plebe, a la novedad y el desorden. No niego que muchos se imaginan con la Cuna Americana herederos de las dignidades, como si por nacer el hijo del Traficante en Pretesburgo o Estocolmo, habrá de argüir derecho al Señorío de la Moscovia y la Suecia. Ni menos dejo de percibir aquella loca extravagancia, y preocupación de algunos, que mal avenidos con la nobleza de la sangre y de la reputación, afean los ilustres enlaces de las familias Naturales y Criollas con los Gachupines; queriendo persuadir con el Canon 13. del Noveno Concilio Toletano, la fuerza de sus cavilosidades. Dicen que así como dicho Concilio prohibió, por juicio general, que los Españoles Católicos [532] no pudieran mezclarse, por vía de matrimonio, raptura, u otra cosa, con los Romanos y Godos, no obstante de haber sido éstos los gloriosos Conquistadores de la España, inhabilitando para todo empleo a los que contravinieran a lo mandado; debía decretarse lo mismo con los Patricios Indianos, respecto de los Gachupines, sin embargo de haber sido los felices Conquistadores de la América. Así discurren algunos necios que miran la superficie de la letra, y no los fondos del espíritu. Perseveraban los Romanos en sus gentílicas costumbres, y los Godos en la fe de los Arrianos; y priva el Concilio la unión de los Españoles con éstos, porque no se debía igualar la criada con la Señora, ni la esclava con la libre. Eran unos y otros Señores de la España; pero esclavos del Demonio. Si los Gachupines delinquieran en lo que los Romanos, y abrazaran lo que los Godos, España fuera la Esclava, y América la Señora, siendo crimen læsæ Religionis casarse las Indianas con los Españoles.

     Desengañémonos, que todos somos hijos de la Iglesia, un Pastor nos rige, una Fe nos alienta, un Bautismo nos lava, un Crisma nos unge, y un solo Soberano, que es el Católico, nos manda y gobierna. Muchos son los miembros del cuerpo, [533] distantes y desiguales en su textura y disposición; pero todos se unen amistosamente entre sí para socorrerse y obedecer una cabeza. Miembros son del Cuerpo Católico los Gachupines, Criollos, y Naturales de estos Reinos; �pues porqué no han de vivir unidos, amándose y sujetándose al Papa y Rey como Cabezas? No debemos imitar a los Étnicos y Publicanos, ni vestirnos del carácter de los brutos, a quienes el freno pone en obediencia de sus Señores: in camo, et freno, maxillas eorum constringe. Y si en los que no conocen, hace la naturaleza lo mismo que la razón en los que conocen; �porqué nos hemos de desviar de una ley que sólo a los troncos áridos no comprende?

     Español. Basta, que la noche está obscura, y distamos mucho trecho de nuestras posadas: basta te dije; y será para de una vez, por instarme el crédito de mis dependencias a la celeridad de mi partida, que con el favor de Dios, será mañana. Las estrechas obligaciones con que has ligado y aprisionado mi gratitud, las lleva selladas mi pecho tan vivamente, que no podrá borrarlas la distancia, ni el tiempo tendrá jurisdicción para ofenderlas. Poco he debido a mi aplicación, mucho a tu estudio, muchísimo a tu trabajo, e infinito a tu ingenio, y no menos a tu paciencia, índole, y agrado: [534] ninguna otra recompensa hallo para satisfacer la sublimidad de estos dotes, que la que transcriben mis labios del Cap. 3. del Profeta Sofonias: Gaudebit super te in Lætitia, silebit in dilectione tua, et exultabit super te in laude. Y no porque ya me considere rico con el precioso caudal e inestimable tesoro de tus exquisitas noticias, enmudecerá mi lengua en tu alabanza; porque entonces me condenaría al inocente estado de la puerilidad, por aquello del Cardenal Hugo: Puer quando habet, quod optat, silet. Llevo en mi poder, cuanto con tan repetidos afanes y desvelos jamás pude adquirir. Y si las naturales ansias de saber, segunda vez me arrastraren a tus umbrales, se lisonjeará mi confianza con aquel Aderit enim semper mihi gratia tua.

     Dijísteme en algunas ocasiones, que te habías propuesto trabajar y sacar a luz antes de estas Tardes una AMÉRICA TRIUNFANTE, imitando a Fabio y Lucano, en su Roma del mismo modo titulada: y acuérdome también que te repliqué, diciéndote, que más servicio harías a Dios, al Rey, y al Mundo en desenterrar las olvidadas memorias de tus antiguos ritos, hechos, y heroicidades, colocar en orden los símbolos, caracteres, figuras, y otra infinidad de asterismos, que en separados [535] Mapas, y carcomidos Papeles andan en manos de los ignorantes: poner en método con una genuina declaración lo escrito en las lenguas Nahual, Otomí, y Tarasca en los primeros años de la Conquista, y cuanto en las lenguas Castellana y Latina ha discurrido la aplicación de los estudiosos: gloriosas fatigas que podrían conducir a formar una nueva Historia general Indiana, prometida por muchos, y por ninguno cumplida.

     Indio. Ya tengo presente esa reconvención, y también me acuerdo que le respondí a Vm. que ese carácter era propio de aquellos a quienes el Soberano da la sacra investidura de Cronista Real. �Qué voces no diera el Mundo a la circunspecta majestad del Trono? �Qué clamores no dirigieran los Sabios a la rectitud de los Ministros, si vieran a un miserable Indio colocado en un empleo, que más que con copiosos afanes del rostro, con repetidos sudores del espíritu, gloriosamente desempeñaron los Guevaras, Herreras, Solises, Pelliceres, Gomaras, González, Salazares, Boturinis, y tantos a quienes el mérito los hizo iguales con la fortuna? Vm. aparte de sí, como mal pensamiento semejante especie, y ajustándose al estrecho cauce de mi abatida esfera, disponga de mi lealtad e inviolable fe cuanto fuere servido. [536]

     Español. Aunque en la alta comprensión de nuestros Soberanos, en igual balanza se pesan los estudios de los Indios que los de los Españoles, quiero ahora graduar tu razón como ineludible, y convenirme en lo primero ultroneamente, por darles tan gratulatorio aviso a mis Paisanos; salvo que perciba que queden sus delicados gustos empalagados y desabridos con la mal sazonada vianda que por ahora les ofrecen mis respetuosos y reverentes anhelos, porque entonces no puedo darles pena con el pan por más que tengan hambre.

                                    Palato, non sano, pæna est panis.

De todo me han de avisar los Amigos, y todo fielmente te lo he de participar. Y entre tanto, a ti por la alabanza digna de tu mérito, y al Lector por lo que pueda disimular, si es discreto, diré con el Poeta:

                                         Et veniam pro laude peto: laudatus abunde,
Non fastiditus si tibi, lector, ero.


Nota el Indio

     El año de 678 del siglo pasado, es memorable entre los Indios por el Eclipse total de Sol, enlutando las tinieblas en tanto grado nuestro Continente, que cantaron los Gallos, y se [537] pobló el Cielo de Estrellas. Es este año la fe del Bautismo, con que presencian sus edades los muchos que nacieron en él, y viven en el día. Los años de 14, y 50 del corriente siglo, jamás se apartará de la memoria de nuestros Americanos, por la mucha hambre que padecieron, muriendo muchos lastimosamente. Llegó a valer la carga de maíz, alimento esencial para la conservación de la vida en estos Países, a 12 y 14 pesos, precio desigual e insoportable a las facultades de nuestras extremas desdichas y pobrezas; como si en España valiera el cahiz de trigo 100 ducados. Los años de 36 y 37, son la época con que acuerdan los sustos, miedos, tristezas, y suspiros: llamáronles del Matlazahuatl, por el universal contagio, y mortandad que hubo entre los Indios. Fue esta peste la tercera en el orden de los tiempos, y la primera en el horror de los estragos. En solo este Pueblo y su corto recinto, pasaron de 60 los muertos.

     En este año de 78, día primero de Abril, entre cuatro y cinco de la tarde, se formó una tempestad sobre nuestro Horizonte, entre Sur y Oriente, tan repentina, como espantosa y formidable: desgarrose la nube, no en agua, sino en piedra tan gruesa, que el tamaño y figura era de regular naranja, y el peso de libra; así contestes lo deponen [538] todos los habitadores del Pueblo del Rincón, y entre ellos personas Religiosas y constituidas en dignidad, de quienes tengo carta que me lo aseguran. Dícese, que en un granizo se dejaba ver perfectamente delineada la Divina Imagen de nuestra Madre y Señora de Guadalupe. Muchos refieren este prodigio como testigos de vista, viendo conducir el granizo de casa en casa, envuelto entre algodones. Y aunque necesita más comprobación el caso, no repugna creer que retratara su Imagen en el hielo, quien supo dibujarla en el Ayate. En otras partes aseguran, que cayó con la misma figura de naranja, pero tan hueco y sutil como si fuera pelota de algodón; y aunque mayores monstruos se engendran en la esfera, no deja de atribular el ánimo la particularidad de unos fenómenos que jamás vieron los presentes ni los pasados. En este mismo año se ejecutó generalmente en este Obispado de Michoacán, y en todos los demás, el soberano orden de la Majestad, sobre la abolición de los Notarios, y Juzgados Eclesiásticos en cuanto al conocimiento de las presentaciones, y Causas matrimoniales; trasladando en esta parte toda la autoridad a los Curas de los Territorios, remitiendo todos los costos que indispensablemente sufrían las partes contrayentes en semejantes casos, quedando [539] pensionado el Indio a la corta exhibición de dos reales, y el de razón a la de cuatro. Los Jueces dichos foráneos, solo tienen facultad de conocer en las Causas contenciosas, actuando ante Escribano Público; bien que el Ilmo. Sr. D. Juan Ignacio de la Rocha, Obispo de esta Diócesis, manda que se abstengan de toda figura de Juicio, y que los Curas extrajudicial y paternalmente compongan las Partes, corrijan y castiguen, si necesario fuere, para acallar la queja y excusarles gastos. He visto y leído todo el Decreto e Instrucciones del modo con que se han de gobernar en lo futuro, y no hay cláusula que no respire el celo y la piedad con que en todo este nuevo Mundo es conocido, tan Sabio como amante Pastor. No puedo menos que reflexionar sobre un hecho, cuya determinación deja tanta utilidad en toda esta gran parte de América. El que con curiosidad se dedicare a sacar Copias del número de Notarías de cada Obispado, y haga una prudente regulación de los esquilmos y emolumentos que cada un año percibían, conocerá el imponderable beneficio que la soberana piedad de nuestro Católico Monarca le ha hecho a cada uno de sus Vasallos, contrapesando con esta Real munificencia a cuantas justas exacciones obligan las leyes al Vasallaje. En el año de 73 del siglo pasado fueron [540] instituidos por el Ilmo. y Rmo. Señor D. Fr. Payo de Ribera los dichos Jueces Eclesiásticos, a causa de haber ganado los Párrocos Bula de su Santidad para conocer por sí las presentaciones matrimoniales.

     Y si Vm. quiere instruirse de otras cosas notables y dignas de la admiración, lea la erudita y nunca bien elogiada Historia de Nueva España, que escribió el gran Conquistador Cortés, y aumentó por el año pasado de 70, con especiales documentos y notas el Ilmo. Sr. D. Francisco Antonio Lorenzana, Arzobispo de Toledo, y por entonces de Méjico, etc.

                             Rectum Deo, sinistrum mihi.
O. S. C. S. M. E. C. A. R.


                               Dando fin el Impresor, dijo:
Concluí tus Discursos Sabios,
GRANADOS, y por tributos
Sus bien sazonados frutos
Dejan la miel en los labios:
Mis elogios son agravios
Para obra tan elegante;
Y así, sin perder instante,
Espero que tus desvelos
Den a la AMÉRICA vuelos
Hasta ponerla TRIUNFANTE. [541]


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