
VI. Comparaciones y cronología20
No es nuestro propósito hacer aquí un apurado estudio comparativo de los espléndidos materiales que acabamos de presentar. Las posibilidades que ofrecen son incalculables y su aprovechamiento requiere tiempo y medios que no están a nuestro alcance. Pero no por ello debemos dejar de contribuir al esclarecimiento de su más exacta situación dentro del marco arqueológico de una comarca que venimos estudiando desde hace muchos años.
Una primera relación se impone con evidencia, y es la de los dos tesoros villenenses. Los anillos del Cabezo Redondo son, en efecto, una réplica en miniatura de los brazaletes de la rambla y el fragmento con púas bastaría, sin más, para denunciar un estrecho parentesco. Pero los paralelos entre las piezas del tesoro y los materiales de los nacimientos comarcales van mucho más allá. Nos limitaremos a exponer los que consideramos más claros y significativos.
En primer lugar, la vasija utilizada para la ocultación (Lám. XI y Fig. 9), que es el clásico cuenco de boca entrante y perfil ovoide que figura en todas las sistematizaciones de la vajilla considerada como argárica: forma 2 de SIRET21; tipo 2, subtipo III, de CUADRADO22; forma II c del SEMINARIO DE HISTORIA PRIMITIVA DEL HOMBRE dirigido por MARTÍNEZ SANTA-OLALLA23, etc. Y no sólo en el perfil, sino en la pasta, la cocción, el color y el espatulado de las superficies es similar dicha vasija a muchos de los cuencos procedentes del Cabezo Redondo, como es también semejante a una de las vasijas procedentes de Las Peñicas24 (Lám. XI, 2), yacimiento que proporcionó el brazalete de oro, hoy fundido, que se menciona en su lugar.
Los cuencos áureos, carenados u ovoides, totalmente nuevos en la orfebrería peninsular, son también formas de tipología argárica y encuentran abundantes semejanzas tanto en las cerámicas del Cabezo Redondo como en las de varios otros yacimientos de la comarca, especialmente en el de la Escoba (Lám. LVI), uno de cuyos enterramientos dio un pendiente de oro y plata (Lám. LV, 3 y 4) cuya forma, tan especializada, se repite en el Cabezo Redondo (Lám. LV, 2) y sólo encontramos, fuera de la comarca villenense, en el propio Argar y en un poblado tan típicamente argárico como La Bastida, de Totana25.
Forma tan singular como la de los frascos del tesoro, que no tiene parangón en la orfebrería prehistórica, puede ser equiparada a la de las vasijas excisas del Cabezo Redondo (Figs. 10 y 11) y a la de la jarra con asa del mismo yacimiento que representamos en nuestra Lám. LVIII, 1, gemela, a su vez, de otro ejemplar hallado por FURGÚS en San Antón, de Orihuela26, estación asimismo argárica y en estrecha relación con el yacimiento villenense, como luego se verá. La forma de estas vasijas —44→ de cerámica tampoco es corriente. La de Orihuela era, según FURGÚS, ejemplar único en el yacimiento, y también lo es hasta el momento la nuestra del Cabezo Redondo. La decoración en relieve de los frascos es, por otra parte, muy semejante a la de un fragmento con cordones en relieve hallado en el Departamento X del citado Cabezo. (Lámina LVIII, 2).
FIG. 15.- Cerámicas del Cabezo Redondo.- 1. Fragmento
de vasija amarillenta con decoración incrustada
de yeso oscuro.- 2. Fragmento de borde
con decoración incrustada de pasta blanca.- 3. Fragmentos
de vasija globular con zig-zag inciso y líneas
radiales de puntos en los que se han incrustado
piedrecillas blancas. (Dibujos SOLER.)
En el campo ornamental, es de señalar la extraordinaria afición al plástico adorno de picos y botones que encontramos en casi todos los yacimientos villenenses (Lám. LVII). Compárense a este respecto los cuencos áureos Núms. 30 y 31 con las vasijas de nuestra Lám. LVII, 2 y 5, sembradas de picos y puntos en relieve. Incluso los brazaletes con fila central de púas podrían relacionarse con un cuenco carenado de Las Peñicas (Lám. LVII, 1) en el que, a una forma peculiar de la comarca, abundantísima en el Cabezo Redondo, se une la singular fila de botones en la arista de carenación.
—45→Nótese asimismo la repetición del motivo de puntos agrupados tanto en una de las filas del cuenco de oro Núm. 30 como en una de las vasijas globulares del Cabezo Redondo (Lám. LVII, 8), en un cuenco carenado del Cabezo de la Escoba (Lám. LVI, 9) y en varios otros yacimientos de la comarca (Lám. LVII, 3, 4, 6 y 7).
Otro indudable paralelo hallamos entre la decoración en guirnalda de los cuencos áureos y la que ofrece la vasija del Cabezo Redondo de nuestra Lám. LX, 6, que es también, como el vaso que contenía el tesoro, un cuenco de boca entrante, muy similar en factura y coloración (Fig. 9, 2).
Por su elementalidad y gran amplitud espacial y cronológica, los temas angulares de los cuencos áureos no serían elementos aprovechables, pero es interesante hallarlos en el Cabezo Redondo y en vasijas carenadas que ofrecen una doble analogía de forma y decoración (Figura 11, 4). Notable es también la semejanza temática entre el cuenco de oro Núm. 37 y otro cuenco de cerámica, de estilo campaniforme, aparecido en el estrato más profundo de El Puntal de los Carniceros (Figura 7, 1), junto a muchos otros fragmentos del mismo estilo, algunos de los cuales permiten adivinar la presencia de vasos campaniformes propiamente dichos. En la Fig. 7 ofrecemos una colección de tiestos decorados de este yacimiento de El Puntal, el más occidental de los emplazados en la vertiente sur de la sierra del Morrón, a menos de 3 km. del lugar en que surgió el tesoro. Fácil sería aducir otros paralelos con el cuenco de El Puntal en vasos campaniformes, especialmente del llamado estilo continental o de la Meseta.
Aparece también el tema angular en un fragmento de botón o disco de hueso o marfil del Cabezo Redondo, con decoración estrellada obtenida por medio de ángulos (Lám. LIX, 2 y Fig. 11, 2), y se repite en un interesantísimo fragmento de molde de fundición del mismo yacimiento, ornado con incisiones para obtener en positivo relieves en zig-zag (Lámina LIX, 1 y Fig. 11, 3). Tema análogo se observa en fragmentos cerámicos del Cabezo Redondo o de Las Peñicas, obtenido por medio de cordones en relieve (Lám. LVIII, 3 y 4) o por líneas incisas (Figs. 12, 13 y 14).
Aún podemos aducir algunos otros paralelos menos aparentes, pero quizá no menos significativos. En el Departamento VII del Cabezo Redondo se recogió una cuenta de ámbar, material que aparece en el tesoro en forma de disco. Este tipo de grandes discos se repite con cierta abundancia en el Cabezo, tanto en hueso como en placas de yeso cristalizado (Lám. LIX, 3 al 7), que pudieran interpretarse como la versión modesta y popular de aquella primorosa joya. Aventuramos también la hipótesis de que la decoración angular incrustada en yeso oscuro que lleva un fragmento de vaso amarillento recogido en el Departamento XVIII del tantas veces mencionado Cabezo Redondo (Fig. 15, 1), no sea sino la imitación en cerámica de la policromía que se obtiene con la técnica del doble metal, hierro y oro, utilizada en el broche del tesoro Número 46/47. La incrustación se da también en el fragmento de la Fig. 15, 2, aquí con pasta blanca, así como en la curiosa vasija globular de la misma Fig. 15, 3, ornada con cenefa de zig-zag inciso y con líneas radiales —46→ de puntos en los que se han incrustado piedrecillas blancas. Tanto este fragmento como los de la Fig. 13 y el cuenco carenado de la figura 11, 4, proceden de la vertiente oriental y de un punto muy cercano al lugar en que apareció el tesorillo, y salieron acompañados de una punta de flecha de bronce de aletas triangulares y pedúnculo rectangular.
Fuera de la comarca villenense, las relaciones más estrechas con sus yacimientos de la Edad del Bronce las encontramos en la desembocadura del Vinalopó -río en gran parte villenense- y en la propia costa alicantina, de la que Villena sólo dista unos 40 km. en línea recta. En las excavaciones del Cabezo Redondo, aparte de abundantísima cantidad de conchas marinas de muy diversas especies, aparecieron unos fragmentos de jibión y hasta un pequeño trozo de erizo de mar (Lám. LXII), que atestiguan una intensa relación con el litoral alicantino. Hay gran afinidad además entre las vasijas villenenses y las que se guardan en el Museo de Alicante procedentes de la sierra Gorda, estación costera emplazada junto a la capital. Cabe recordar aquí que en el islote del Campello se dio la misma conjunción de cerámicas excisas y de tipología argárica que hemos encontrado nosotros en el Cabezo Redondo27, y que esta asociación se produce también, aunque de ordinario se soslaye el hecho, en el Tosal del Castellet, de Borriol28.
Ya hemos mencionado en otro lugar la jarra con asa, idéntica a la de nuestra Lám. LVIII, hallada por FURGÚS en una sepultura de San Antón que contenía dos de los aretes de oro que reproducimos en la Lám. XLVI, 2. Siete joyas más de oro aparecieron en distintas sepulturas del mismo yacimiento, y otros dos anillos en uno de los enterramientos de Callosa de Segura, que proporcionó, además, un brazalete, dos grandes espirales y dos anillos de plata29.
Lo más interesante, para nuestro objeto actual, es el hallazgo en una de las sepulturas femeninas de San Antón de un extraordinario ajuar consistente en dos grandes espirales de plata, un cuchillo de cobre envuelto en un lienzo, un punzón de hueso, otro de cobre con mango de hueso de ave, dos conchas perforadas, dos cuentas circulares de marfil y un collar formado por 73 cuentas de oro que FURGÚS describe como conos diminutos hábilmente trabajados y provistos de dos orificios casi microscópicos. Sinceramente confiesa que debieron escapársele no pocos a causa de su pequeñez y de que, cuando se dio cuenta de su presencia, se habían esparcido ya gran cantidad de las tierras que rodeaban la parte superior del esqueleto30.
Así pues, los yacimientos de la desembocadura del Segura proporcionaron al malogrado jesuita once espirales y anillos de oro y los setenta y tres conos mencionados, aparte de abundantes brazaletes y espirales de plata cuyo número no es fácil de precisar, dada la vaguedad de sus descripciones. Todo ello estuvo depositado en el Museo del Colegio de Santo Domingo, en Orihuela, cuyos materiales se dispersaron durante la contienda española, y ha sido una vez más la afortunada gestión de D. Alfonso Arenas la que nos ha deparado la oportunidad de contemplar de cerca estos materiales al descubrir su presencia en el Colegio de la Inmaculada, recientemente edificado por la Compañía de Jesús en las inmediaciones de Alicante. Agradecemos cordialmente al ilustre villenense —47→ D. José María de Selva, que ejerce el cargo de Padre Ministro en aquella Comunidad, la gentileza de permitirnos fotografiar aquellas piezas para ofrecerlas de nuevo a la curiosidad de los estudiosos, en la seguridad de que han de suplir con ventaja a las deficientes reproducciones que figuran en las publicaciones de FURGÚS, de difícil consulta en la actualidad. Vemos en ellas (Láms. XLVI, 2; XLVII, 2 y 3, y LI) el estrecho parentesco que las une con los hallazgos villenenses, corroborado por el resto de los materiales descritos o publicados por FURGÚS. El pequeño collar del Colegio de Alicante (Lám. LI) consta actualmente de 44 pequeños conos de 2,5 mm. de altura por 3 mm. de base, entre los cuales se han intercalado de reciente algunas menudas cuentas globulares blancas que FURGÚS no menciona en ninguno de sus escritos.
Aun diferentes de forma y de tamaño, los conos de Orihuela son en esencia los mismos del Cabezo Redondo y el más cercano paralelo que hemos podido hallarles en la bibliografía consultada. Cierta semejanza hallamos igualmente entre la forma de nuestros conos y la de las flores de loto que adornan los pendientes de La Aliseda31, así como con los apéndices caliciformes del collar articulado de Estela, que LÓPEZ CUEVILLAS considera indígenas32.
Los espirales oriolanos de varias vueltas (Lám. XLVII, 2 y 3) son idénticos a los de Villena, si bien de mayor tamaño, mientras que los que FURGÚS denomina anillos (Lám. XLVI, 2) no son sino los aretes de cabos sueltos que nosotros hemos considerado como espirales de una sola vuelta. Más escasos son en Villena, hasta el momento, los ejemplares de plata, de los que sólo podemos mencionar el que sustenta el colgante de oro del Cabezo de la Escoba (Lám. LV, 3 y 4) y los tres aparecidos en los enterramientos del Bronce I del Peñón de la Zorra y del Puntal de los Carniceros (Lám. LV, 5 a 7).
Fuera de los que acabamos de mencionar, los paralelos con las joyas villenenses son muy escasos y se localizan en las zonas atlánticas de la Península, en donde los hallazgos áureos han sido abundantes en todos los tiempos33.
Destaca en primer término el conocido brazalete de Estremoz (Lámina XXIII) que no dudamos en considerar hoy como una importación desde el foco villenense. Parece ser que apareció en unión de una «coraza» que se fundió y que nos imaginamos de una técnica similar a la de nuestros cuencos de oro34. En Portalegre surgió otro brazalete con púas (Lám. XXIII), procedente, sin duda, del mismo taller que el anterior35, y de Santa María de Toen (Orense) es otro ejemplar con dos hileras de esferitas a los lados de una zona de calados rectangulares36. Más elaborado es otro brazalete de la Costa (Guimaraes), formado por aros plano-convexos con decoración incisa unidos por una franja central con dos filas de conos salientes entre tres filetes en diedro37. De Chaves procede otro ejemplar formado por una lámina decorada con diez filetes horizontales, seis de los cuales imitan un funículo por medio de leves incisiones oblicuas, mientras que los otros cuatro se presentan recortados en una serie de dientes obtenidos por percusión con un cincel38; es ésta una pieza de interés, por cuanto en ella se aúnan los funículos que vemos en los anillos del Cabezo Redondo con las puntas —48→ cónicas que presentan varios brazaletes del tesoro. A esta serie podemos agregar todavía el brazalete de la colección BLANCO CICERÓN, cuya decoración consiste en cuatro filas de hoyos con una esferita en el centro separada entre sí por un doble filete39.
En el Museo Arqueológico Nacional existe la mitad aproximadamente de un brazalete adquirido de doña Aurora Lazcano en 1962 y que había formado parte de la colección OLIVARES. Consta de dos elementos de a tres molduras, unidos por una franja central sin calados, por la que corren dos filas paralelas de puntas cónicas. Los surcos de la cara interna son muy profundos y de sección semicircular (Lám. XXIV). Es un interesante ejemplar de indudable parentesco con las joyas villenenses y que confirma plenamente el procedimiento que hemos supuesto para la obtención de las molduras sobre la superficie convexa de un brazalete liso40. Existe también en el citado Museo, con el número 16853 del Inventario, otro brazalete de oro con moldura central aguda flanqueada por los acanalados que resultan al doblar los bordes hacia el exterior. Es muy similar en su aspecto a los anillos moldurados del «Tesorillo», Núms. 9 y 34, y en la flexión de los bordes se parece también al anillo repujado Núm. 11. Su procedencia es desconocida41.
Debemos mencionar por último, en razón a su ornamentación de puntas cónicas y filetes en relieve, el conocido cinturón de bronce de Lloseta (Mallorca), de cronología dudosa, pues mientras ALMAGRO lo fecha no lejos del 500 a. de J. C.42, CAMÓN AZNAR lo sitúa hacia el 800 y lo relaciona con el brazalete de Estremoz43.
También la «bráctea» de oro de NINHO DO AÇOR (Castelo Branco), que mide 11 cm. de diámetro, está sembrada de protuberancias tánicas y ornada en el borde con tres filas de pequeños puntos en relieve. BECATTI la adscribe vagamente al «arte celtibérico», fechándola en los siglos III-I a. de J. C. y la relaciona con los botones o protuberancias que adornan los tímpanos y la diadema de la Dama de Elche, con los pendientes de Santiago de la Espada y con el casco de Caudete de las Fuentes44.
En Mira-de-Aire, cerca de Peniche, apareció una diadema sencilla, en posible conexión tipológica con nuestro ejemplar del Cabezo Redondo45. Las diademas de este tipo carecen en su forma general de cualquier paralelo hallstáttico46 y aparecen en un momento antiguo de la Edad del Bronce, tanto en el S. y W. de la Península (Cueva de los Murciélagos, Montilla, Don Benito) como en Portugal y Galicia (Estremoz, Mira-de-Aire, Vilavella, Cícere)47. Las posteriores de la cultura argárica, con un ejemplar tan cercano a nuestra comarca como el de Cehegín, proceden de estos tipos sencillos con el aditamento de un disco que tanto MAC WHITE48 como BOSCH GIMPERA49 consideran de procedencia irlandesa, aunque R. SOBRINO cree que obedecen a un prototipo directamente oriental50.
Junto a estas diademas del Bronce I, aparecen con frecuencia en la zona atlántica las jarreteras o gargantillas tipo Golada que no dejan de tener cierta semejanza con la pieza del tesoro Núms. 56/57 (Lámina XXXIX). Incluso en sus terminales ensanchados, la pieza villenense recuerda las gargantillas de tiras de Sao Bento de Balugaes (Braga) o la de la Mámoa de Cícere, de Santa Comba (Coruña)51.
—49→También los brazaletes lisos del tesoro, con sus extremos remachados, presentan semejanza con los que MAC WHITE denomina «pulseras con terminaciones expandidas»52, muy abundantes en Galicia, Portugal y Bretaña.
Para el resto de las piezas no hemos logrado encontrar paralelos ni dentro ni fuera de la Península, por lo que no es temerario afirmar la fabricación local de las joyas villenenses, máxime cuando es indudable la presencia de un orfebre en el Cabezo Redondo. Si esto es así, y si se admite la correlación entre los dos tesoros villenenses, la cronología de ambos estará en función de la que se asigne a este importante poblado, incluido en el círculo argárico por el profesor TARRADELL, buen conocedor de sus características y de sus materiales53 - 54.
Ahora bien, hasta hace muy poco, uno de los problemas más oscuros de la Prehistoria española era el del tránsito de la Edad del Bronce a la del Hierro, especialmente en la zona levantina y en la Andalucía oriental. Se suponía que la iberización era el resultado de las influencias orientales de los pueblos colonizadores sobre un substrato argárico, que habría tenido una larguísima perduración. A todo ello habrían de añadirse las influencias «célticas», sobre cuya intensidad en el Levante español no están de acuerdo todos los autores.
Hoy es posible profundizar más en la cuestión gracias a las estratigrafías obtenidas por PELLICER y SCHÜLE en Galera y Orce, situadas ambas en el extremo norte-oriental de la provincia de Granada, ya en el límite con la de Murcia y en una de las vías naturales de comunicación con Villena, por cuyo término discurre un antiguo carril que todavía se sigue denominando «Camino de Granada».
Las estratigrafías de Galera y Orce55, la última de las cuales, todavía inédita, conocemos gracias a la amabilidad del Dr. SCHÜLE, han puesto de manifiesto que, entre los niveles propiamente argáricos y los ibéricos existen potentes estratos de un Bronce tardío postargárico, que los excavadores denominan Bronce III, infrapuestos a los niveles de otra etapa preibérica, ya con cerámicas a torno, que comienza, lo más tarde, a principios del siglo VII a. de J. C. De ello se deduce que los estratos del Bronce III puro han de ser bastante más antiguos, y no es aventurado suponer para ellos una fecha absoluta alrededor del año 1000 a. de J. C. Algo de esto se había vislumbrado ya en algunas estaciones ibéricas de la región valenciana56.
Esta del año 1000 a. de J. C. es la fecha que gustosamente aceptaríamos para la etapa final del Cabezo Redondo, en el que no existen los estratos ibéricos y cuyas cerámicas se corresponden en su mayor parte con las de los niveles argáricos y postargáricos del Cerro del Real. Lamentamos no disponer en estos momentos de los análisis del radiocarbono que se están llevando a cabo en Alemania por gentileza del doctor SCHUBARD, del Instituto Arqueológico Alemán, de Madrid. Algunas de las muestras corresponden a maderas de los postes que sustentaban las techumbres de las viviendas, y habrán de sernos en su día utilísimos elementos de datación.
Hay, empero, en el Cabezo Redondo formas nuevas que no existen hasta ahora en las estaciones granadinas y no encajan en ninguna de las —50→ sistematizaciones conocidas de la Edad del Bronce, aunque tampoco en las posteriores de los campos de urnas, cuya influencia apenas se percibe en la comarca villenense. Son formas que parecen responder a una evolución puramente local que habrá de ser estudiada con más detalle y que dan al yacimiento una fisonomía muy especial dentro de las estaciones del Bronce levantino. No en vano vio EVANS en este yacimiento la más definida fusión de sus dos grupos de tradiciones culturales procedentes del Mediterráneo oriental57.
Y es en este ambiente de un Bronce tardío, con fuertes raíces argáricas y anterior a la etapa preibérica entrevista en los yacimientos de Granada, en donde han aparecido unas cerámicas excisas que en nada se parecen a las del Bajo Aragón y tienen en cambio evidentes semejanzas con algunas variantes del vaso campaniforme, estilo que debió tener fuerte arraigo en la comarca, a juzgar por los yacimientos del Peñón de la Zorra, del Puntal y aun del propio Cabezo Redondo. No es ésta la ocasión de extendernos sobre el problema que plantean estas cerámicas excisas, no todas uniformes ni coetáneas como al principio de su estudio se pensaba58.
La fecha absoluta alrededor del año 1000 a. de J. C. que proponemos, de indirecta validez para el escondrijo y que no está en desacuerdo con la tipología de la vasija utilizada para la ocultación, parece poder ser remontada si nos atenemos al testimonio directo de una de las piezas del propio tesoro. Nos referimos al disco de ámbar montado en oro inventariado con los Núms. 48/50 (Lám. XXXVI). Ya es sabido que en una sepultura de Zafer Papura (Knossos, Creta), del Minoico Ultimo II y fechable por tanto hacia 1450 a. de J. C., se encontró un disco de ámbar que GORDON CHILDE comparó con otro similar, montado en oro, aparecido en una sepultura de Manton (Wiltshire, Inglaterra), de la cultura de Wessex, que es, más o menos, coetánea de El Argar59. Apuntamos este paralelismo sin hacer en él excesivo hincapié, ya que no conocemos «de visu» ninguno de aquellos discos, que no son los únicos que podrían aducirse60. Este tipo de joya es, por otra parte, de larga perduración, puesto que aparece también en la tumba etrusca de Regolino Galasi, fechada en el siglo VII a. de J. C., como pieza principal de unos colgantes ensartados en las cadenillas de un collar. El estuche áureo de estos medallones etruscos se decora con meandros y espinas de pez por la técnica del granulado61.
Además de las apuntadas, hay varias otras razones para defender la fecha que proponemos. En primer lugar, no vemos clara la derivación céltica de nuestras joyas que ha sido ya aducida, especialmente por la forma de los cuencos y por su decoración de puntos en relieve, que recuerdan los del famoso casco de Caudete de las Fuentes62. Es muy difícil relacionar, por ejemplo, los vasos áureos de Vimore (Dinamarca)63, con los cuencos villenenses, no obstante su adorno angular de puntos en relieve. Tampoco hay razones suficientes para poner en relación con nuestros cuencos las tazas de bronce del depósito de Somotor, en Eslovaquia del Este64, o las similares de una sepultura cercana a Dresde65, a pesar de una ligera semejanza formal en ambos casos y de su adorno geométrico con líneas de puntos. No está demostrado que esta técnica ornamental proceda forzosamente del mundo hallstáttico, —51→ y aun pudiera postularse la dirección contraria66. Adorno de puntos en relieve llevan, en efecto, una diadema de plata de El Oficio y la de oro de Cehegín, ambas argáricas, y la misma decoración se observa en nuestros conos del Cabezo Redondo. Por otra parte, el casco de Caudete de las Fuentes ha sido datado por MARTÍNEZ SANTA-OLALLA en el siglo VI67 y coetáneas o más avanzadas aún son las tumbas de príncipes centroeuropeas que han suministrado cuencos de oro o bronce, en los que, si bien su decoración es en parte de puntos, difiere notablemente en el resto de su temática ornamental. Recientemente apareció en Wehringen (Baviera), alojado en el interior de una vasija típicamente hallstáttica, un pequeño cuenco de oro con adorno de puntos en la zona del borde y franjas paralelas de círculos estampados68, técnica que nunca se da en los hallazgos villenenses69. El cuenco de Zurich ya citado, tan similar en muchos aspectos al Núm. 31 del tesoro, se adorna con estilizaciones faunísticas que faltan por completo en el repertorio del orfebre villenense. BECATTI ve en este cuenco suizo una imitación del granulado y de los motivos figurativos de la orfebrería etrusca del siglo VII a. de J. C.70, pero esto no parece válido para los hallazgos villenenses. El adorno de botones y picos en relieve, de tan remota tradición, lo hemos visto bien documentado en cerámicas de la comarca para que tengamos que pensar en la imitación de una técnica como la del granulado, que es bastante tardía en la orfebrería hispánica. A nuestro modo de ver, tanto el cuenco de Zurich como el casco de Caudete de las Fuentes no son en modo alguno un precedente, sino una clara derivación de los cuencos villenenses, cuya mayor antigüedad parece evidente.
A título de curiosidad, señalamos la semejanza que puede observarse entre la decoración de estos cuencos, incluso en su disposición radial, con la que ofrecería el caparazón completo del erizo de mar hallado por nosotros en las excavaciones del Cabezo Redondo (Lám. LXII).
Que los brazaletes de Estremoz y de Portalegre son importaciones desde el foco villenense no creemos pueda ponerse hoy en duda, y en cuanto a la relación señalada por BLANCO FREIJEIRO, entre la joya extremeña y el brazalete de Kappel71, podría explicarse fácilmente como tardía imitación del tipo Villena-Estremoz, fabricada en chapa de oro y no con los macizos elementos de los brazaletes villenenses72. Ya hizo notar DÉCHELETTE la notable diferencia entre el peso relativamente elevado de la mayoría de objetos de oro de la Edad del Bronce, especialmente en sus primeras fases, y el de las joyas de épocas más recientes. Las mismas tumbas de Micenas, tan suntuosas en apariencia, delatan ya cierta moderación en el uso del precioso metal, mientras que, en Occidente, los depósitos de la Edad del Bronce no encierran más que joyas pesadas73. En el mismo criterio abunda LÓPEZ CUEVILLAS al señalar la pureza del oro y la prodigalidad de su empleo como signos ciertos de antigüedad para los conjuntos en que tales circunstancias se producen74. BLANCO FREIJEIRO reconoce, por otra parte, que los calados no son hallstátticos, sino más bien andaluces y, en este sentido, no encuentra para los brazaletes de Estremoz y de Santa María de Toen más paralelos que los de La Aliseda, muy posteriores indudablemente y de filiación oriental75. Andaluzas son, en efecto, las tres cuentas —52→ bicónicas que forman parte del tesoro del Cortijo de Evora (Sanlúcar de Barrameda), formadas por bandas radiales que recuerdan las de la pieza villenense Núms. 46/47, y han sido comparadas, pese a su diferente técnica, con las jaulillas que sustentan las flores de loto de los pendientes de La Aliseda76, muy parecidas, en su forma, a los conos del Cabezo Redondo.
En el tesoro de Villena, dentro de su aspecto «bárbaro», hay piezas sorprendentes de factura y belleza, como elaboradas por un artista de excepción, pero en ninguna se ha rebasado el estadio de la decoración puramente geométrica, sin el menor asomo de estilización, ni siquiera vegetal. Están ausentes, además, la filigrana, el granulado, el repujado verdadero, todas las técnicas, en fin, que caracterizan la orfebrería hispánica de las etapas más recientes. Recordemos que para cerrar las finas láminas anulares de algunas piezas menudas, el orfebre villenense ha utilizado, no la soldadura, sino el primitivo procedimiento de los clavillos remachados, tan corriente en la metalurgia argárica.
Para la aceptación de la fecha propuesta, no constituiría tampoco una dificultad insuperable la presencia de las dos piezas de hierro señaladas con los Núms. 46/47 y 67, si es que en realidad se trata de este metal. Ello significaría que, mucho antes de su utilización en gran escala para armas y utensilios, el hierro fue considerado como metal precioso y atesorable en unión del oro y de la plata, hecho no documentado en la Península hasta el momento, pero que tiene precedentes comprobados en el Mediterráneo oriental77. Por otra parte, la fecha exacta de la introducción del hierro en la Península no ha podido fijarse todavía, y hay fundamentos para suponer que su llegada se realizó por las costas mediterráneas y no por los pasos de los Pirineos. Aun sin documentación arqueológica que aducir, el profesor MALUQUER admite el uso del hierro como algo normal en el sur de la Península desde el siglo IX antes de J. C.78. Hasta hoy, el hallazgo más antiguo parecía ser el de la necrópolis «Laurita», de Almuñécar (Granada), en cuya tumba 19 apareció una punta de hierro perfectamente datada a principios del siglo VII por la presencia junto a ella de dos «kotyloi» protocorintios79.
Pero si esto es importante, puesto que, de ser ciertas nuestras apreciaciones, se habría adelantado en tres siglos la evidencia del uso del hierro en la Península, no lo es menos vislumbrar un posible precedente del nielado «ibérico» en la técnica del doble metal utilizada para construir la interesantísima pieza 46/47.
No entramos en los problemas que plantea el descubrimiento de esta masiva cantidad de oro en una comarca jamás citada como productora del precioso metal. Los hallazgos de Villena superan posiblemente en volumen al de todos los del mundo hallstáttico centroeuropeo, y solamente el tesorillo del Cabezo Redondo, al de todos los realizados en yacimientos argáricos del SE. español. Serán necesarios minuciosos análisis y estudios para de terminar la procedencia de tan extraordinaria cantidad de materia prima, cuya súbita aparición ha venido a confirmar la existencia de un riquísimo foco cultural en la comarca villenense capaz de irradiar su influencia hasta regiones muy alejadas. Es aquí donde parece comprobarse ahora la existencia de ese substrato indígena patente en la orfebrería tartésica que, al estímulo de las colonizaciones orientales, ha dado al mundo las maravillas de La Aliseda, el Carambolo80 o el Cortijo de Evora81.
—53-56→ —57→
—58→ —59-65→
Dimensiones en milímetros | ||||||
Núm. | Lámina | Descripción | Altura | Diámetro | Espesor | Peso en gramos82 |
1 | XI | Vasija en forma de cuenco ovoide de boca entrante. Pasta rojiza y gris con desgrasante de cuarzo y yeso. Superficie interior pardogrisácea. Superficie exterior predominantemente siena claro, con manchas parduscas, rojizas y negras, alisada y espatulada. Espesor que aumenta desde 6 mm. en el borde hasta 15 mm. en el fondo | 322 | Boca: 290 Máximo: 422 | ||
2 | XIV | Brazalete de oro liso, de sección plano-convexa | 11 | 57 | 138,3694 | |
3 | XIV | Íd. íd. íd. | 13 | 58 | 226,0796 | |
4 | XIV | Brazalete de oro liso, de sección en creciente | 17,5 | 73 | 262,0000 | |
5 | XIV | Brazalete de oro liso, de sección plano-convexa, con los bordes unidos, pero sin soldar | 17,5 | 59 | 359,1000 | |
6 | XIV | Brazalete de oro formado por dos aros plano-convexos unidos por una franja central con calados elipsoidales | 15,5 | 56 | 129,7252 | |
7 | XIII y XIV | Brazalete de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central lisa, sin calados. Apareció al pie de la vasija, ensartado con los núms. 16 y 23 | 18,5 | 59 | 110,2588 | |
8 | XV | Brazalete de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central con calados rectangulares | 18,5 | 60 | 112,1298 | |
9 | XV | Íd. íd. con calados cuadrangulares. Recogido al transportista Juan Calatayud | 19 | 60 | 114,6546 | |
10 | XV | Íd. íd. con calados rectangulares. Apareció en el interior del frasco mayor de plata y conserva adherido un fragmento de metal oscuro | 19 | 55 | 102,5024 | |
11 | XIII y XV | Íd. íd. con calados cuadrangulares. Apareció en la capa superior de la vasija, ensartado con el número 18 | 19 | 55 | 161,9898 | |
12 | XV | Íd. íd. con calados cuadrangulares. Apareció, aguas abajo de la rambla, el 22-XII-63 | 21 | 50 | 175,6798 | |
13 | XV |
Brazalete de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central con calados cuadrangulares, recogido aguas abajo de la rambla el 22-XII-63 | 18 | 55 | 123,2742 | |
14 | XVI | Íd. íd. con calados rectangulares | 19 | 58 | 100,5706 | |
15 | XVI | Íd. íd. íd. | 20 | 59 | 147,5104 | |
16 | XVI | Íd. íd. íd. Apareció al pie de la vasija, ensartado con los núms. 7 y 23 | 19 | 58 | 157,3070 | |
17 | XVI | Brazalete de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central con calados rectangulares | 21 | 56 | 168,7624 | |
18 | XVI | Íd. íd. Apareció en la capa superior de la vasija, ensartado con el núm. 11 | 26,5 | 65 | 384,5000 | |
19 | XVI | Íd. íd. de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central con calados circulares | 16 | 52 | 69,5016 | |
20 | XVII | Íd. íd. con calados rectangulares. Recogido, aguas abajo de la rambla, el 22-XII-63 | 18,5 | 47 | 56,4730 | |
21 | XVII | Íd. íd. íd. Recogido también, aguas abajo de la rambla, el 22-XII-63. | 24,5 | 55 | 253,3000 | |
22 | XVII | Íd. íd. con calados elipsoidales. Conserva las huellas del instrumento con que se perforó. Entregado por Pedro Lorente el 27- XII-63 | 18,5 | 60 | 122,9966 | |
23 | XVII | Brazalete de oro de tres elementos unidos por dos franjas de calados cuadrangulares. Apareció al pie de la vasija, ensartado con los núms. 7 y 16 | 30,5 | 60 | 270,6000 | |
24 | XVII | Íd. íd. con calados elipsoidales | 27 | 60 | 269,7000 | |
25 | XVIII | Brazalete de oro sin calar, de cinco molduras; las dos interiores transformadas en dos filas de 168 y 178 protuberancias romas. Recogido, aguas abajo de la rambla, el 22-XII-63 | 12,5 | 60 | 94,4940 | |
26 | XIX | Íd. íd., con dos filas de a 107 pequeñas puntas cónicas | 16 | 60 | 203,6050 | |
27 | XX | Brazalete de oro de dos elementos moldurados unidos por una franja central con calados elipsoidales. Las dos molduras internas de cada elemento han sido transformadas en cuatro filas de a 125 pequeñas puntas, flanqueadas por acanalados verticales que ondulan las paredes de las molduras. | 20,5 | 55 | 133,9176 | |
28 | XXI | Brazalete de oro moldurado, con una fila central de 47 puntas cónicas entre dos franjas con calados cuadrangulares. | 24 | 57 | 261,4000 | |
29 | XXII | Brazalete de oro moldurado, con una fila central de 77 puntas cónicas entre dos franjas con calados cuadrangulares, y otras cuatro filas de 110, 114, 110 y 111 puntas más pequeñas. 522 puntas en total. Recogido al gitano Contreras el 22-X-63. | 130 | 70 | 459,9500 | |
30 | XXV | Cuenco de oro ovoide, ornado con once filas de gruesos puntos semiesféricos levantados desde el interior, entre verdugones concéntricos. Corto reborde acanalado En la cuarta fila, el adorno se reduce a ocho grupos: siete de a cuatro y uno de cinco puntos. Color amarillo limón. Presenta algunos desperfectos en la región de la base. | 116 | Boca: 210 Máximo: 213 | 0,5 | 390,9000 |
31 | XXV | Cuenco de oro carenado, con borde en escocia lisa. Base algo aplanada con un punto grueso. Sembrada la superficie de puntos más pequeños. Color amarillo claro | 60 | Boca: 105 | 1 | 134,0130 |
32 | XXVI | Íd. íd. Ornado con cuatro franjas paralelas de cuatro, tres, tres y dos filas de puntos. Color amarillo anaranjado | 83 | Boca: 171 | 0,5 | 190,5000 |
33 | XXVI | Íd. íd. Adorno de cinco franjas concéntricas de tres filas de puntos; de mayor tamaño los de la fila más alta, y guirnalda curvilínea entre las dos franjas superiores. | 121 | Boca: 247 | 1,5 | 458,6000 |
34 | XXVII | Íd. íd. íd. | 118 | Boca: 250 | 1,5 | 494,3000 |
35 | XXVII | Íd. íd. Difiere de los anteriores en la franja inferior, que es sólo de dos filas. El tamaño de los puntos es mayor únicamente en las dos filas superiores | 87 | Boca: 219 | 1,5 | 329,7000 |
36 | XXVIII | Cuenco de oro carenado, con borde en escocia lisa. Adorno de cuatro franjas de tres, dos, dos y una filas de puntos, todos de igual tamaño. Punto más grueso en la base. Guirnalda curvilínea pendiente de la franja superior | 55 | Boca: 119 | 1 | 87,1780 |
37 | XXVIII | Íd. íd. Ornado con cruz radial de ocho brazos, que dejan en la base un círculo liso. En los sectores resultantes, ángulo de una fila de puntos inscrito en otro de dos filas paralelas. Alrededor de la carena, fila de puntos gruesos sobre otra fila de puntos más pequeños | 66 | Boca: 168 | 1,5 | 175,4000 |
38 | XXIX | Íd. íd. Difiere del anterior en la decoración de los sectores, que es de un ángulo de dos filas paralelas, unido con la base desde el vértice por una línea de puntos. | 60 | Boca: 166 | 1,2 | 182,5000 |
39 | XXIX | Íd. íd. Adorno similar al anterior, pero con dieciséis brazos radiales en lugar de ocho. En la carena, franja de dos líneas de puntos gruesos sobre otra línea de puntos más pequeños | 113 | Boca: 253 | 1,5 | 531,9000 |
40 | XXX | Íd. íd. íd., con el aditamento de una circunferencia de puntos gruesos alrededor del círculo basal. | 105 | Boca: 253 | 1 | 533,1500 |
41 | XXXI | Frasco de oro de cuerpo globular, aplanamiento basal y cuello cóncavo con borde liso. Adorno de dos molduras horizontales paralelas, levantadas desde el interior, y unidas por otras seis molduras verticales que agallonan levemente la superficie. Desde la moldura superior, parten otras dos en posición diametral hasta cerca del borde | 121 | Boca: 50 Cuerpo: 97 | 0,5 a 1 | 187,9604 |
42 | XXXII | Frasco de oro igual al anterior | 121 | Boca: 49 Cuerpo: 95 | 0,5 a 1 | 193,0142 |
43 | XXXIII | Frasco de plata similar a los anteriores | 103 | Boca: 36 Cuerpo: 77 | 131,8370 | |
44 | XXXIV | Frasco de plata similar a los anteriores, con cuello más ancho y exvasado. Reconstruido | 137 | Boca: 55 Cuerpo: 113 | 425,0000 (aprox.) | |
45 | XXXV | Frasco de plata similar a los anteriores, pero de mayor tamaño. Reconstruido | 225 | Boca: 82 Cuerpo: 160 | ||
46/47 | XXXVI | Broche o remate consistente en una semiesfera hueca, de metal fundido y oxidado, color oscuro, probablemente hierro, recubierta de una lámina calada de oro con el borde rebatido sobre la capa interna (núm. 46). La decoración es de ocho radios, surcados en toda su longitud por tres líneas incisas paralelas y unidos dos a dos por tiras paralelas oblicuas en cada sector. Junto al borde, franja de tres líneas incisas. La pieza de sujeción es un pasador (número 47) formado por una lámina de oro partida longitudinalmente y rematada en apéndice cónico. | 20 | 45 | 2,5 | 50,4958 |
48 50 | XXXVI | Botón formado por un disco de oro (núm. 48) con reborde levantado y orificio central. Lleva un recuadro alrededor del agujero y un ancho reticulado de líneas suavemente incisas desde el exterior. Este disco es la montura o estuche de otro disco de ámbar (número 49) recogido en fragmentos que conservan los negativos del reticulado. Ambos quedaban unidos por un pasador cilíndrico (núm. 50) que se abre en dos ramas por el envés. La longitud del pasador es de 10 mm., y su peso, de 0,7812 gramos | 2 | Disco: 28 Pasador: 2 | 2,8476 (Sin el ámbar) | |
51 | XXX |
Pieza de oro en forma de diminuto cuenco semiesférico, con reborde estrecho descuidadamente recortado. Adorno inciso desde el exterior con franja de cinco líneas paralelas alrededor del borde, círculo con reticulado menudo en la base del casquete, cruz radial formada por doble banda de seis líneas paralelas, y líneas en zig-zag por todo el resto de la superficie, que dejan coronas de triángulos lisos alrededor del borde y del círculo basal | 20 | Boca: 50 | 6,0000 | |
52/54 | XXXVII y XXXVIII | Pieza de oro con perfil de carrete (núm. 52), rematada por una especie de soporte o contera, en la que encaja (núm. 53). Es una lámina cóncava, cerrada sobre sí misma por medio de tres clavillos, uno de ellos «in situ» (número 54). Se halla decorada con tres franjas de a seis líneas incisas, que alternan con cuatro franjas caladas, de cuadrados las intermedias y de triángulos apuntados hacia los bordes las exteriores. La contera o soporte es troncocónica y construida con lámina de oro rebatida sobre sí misma | 33 | Pieza 52 Base may.: 42 Base men.: 37 Cuello: 31 | 7,9544 | |
7,5 | Pieza 53 Base may.: 50 Base men.: 42 | 9,0000 | ||||
Clavillo | 0,2296 | |||||
55 | XXXVIII | Contera de oro similar a la anterior | 8 | Base may.: 38 Base men.: 29 | 5,4238 | |
56/57 | XXXIX | Pieza de oro similar a la núm. 52 (núm. 56), también en forma de carrete y cerrada por medio de dos clavillos, uno de ellos «in situ» (núm. 57). Está constituida por tres tiras paralelas surcadas por cinco líneas incisas y separadas por espacios vacíos rectangulares. En la zona de cierre, la lámina se prolonga en dos apéndices triangulares que sobresalen de los bordes de la pieza, en uno de los cuales se alojaba un remache | 1,7400 | |||
0,3356 | ||||||
16 | Base may.: 26 Base men.: 25 Cuello: 23,5 | |||||
58 | XXXIX | Pieza anular de oro, ligeramente troncocónica, formada por ancha cinta con tres filas de triángulos calados a cincel | 21 | Base may.: 35 Base men.: 32 | 0,5 | 5,8944 |
59 | XL | Pieza anular de oro, troncocónica, con ligera concavidad de las paredes. La base menor termina en borde liso y afinado; la base mayor se dobla en estrecho reborde descuidadamente recortado. Va ornada con nueve líneas incisas paralelas | 9 | Base may.: 32 x 25 Base men.: 28 x 22 | 1 | 4,7900 |
60 | XLI | Pieza de oro similar a la anterior, de cinta más fina y con la concavidad de las paredes apenas acusada. | 10 | Base may.: 33 Base men.: 31 | 0,5 | 2,2646 |
61 | XLI | Pieza de oro similar a las dos anteriores | 11,5 | Base may.: 35 Base men.: 33 | 0,5 | 3,1932 |
62/64 | XLII | Tres piezas casi idénticas, formadas por laminillas de oro alargadas, con los extremos curvados y aguzados. Recuerdan el perfil de una nave. Uno de los bordes se ha pulido y aplanado en toda su extensión. Del borde opuesto emergen cinco pequeños apéndices remachados. La longitud de todas ellas es de 73 mm.; la anchura, de 1,5 mm., y su espesor, de 0,5 mm. | 0,8156 0,7746 0,9780 | |||
65 | XLII | Pieza de oro similar
a las anteriores, pero casi dos tercios menor y con sólo tres apéndices o remaches. Carece también de la acusada curvatura que presentan aquéllas en uno de los extremos. | Long.: 27 Anch.: 1 | 0,25 | 0,2120 | |
66 | XLIII | Clavillo perteneciente, sin duda, a una de las piezas señaladas con los números 52 ó 56. Apareció suelto. | 0,2044 | |||
67 | XLIII | Brazalete o anilla abierta, de sección plano-convexa y extremos redondeados o aplanados. Metal color plomizo oscuro, brillante en algunas zonas y cubierto de un óxido de aspecto ferroso. | 10 | Máximo: 85 | 31,8574 |