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ArribaAbajoCapítulo XXVII

Arcaísmos en la conjugación


608 (a). Es del todo anticuada la terminación ades, por áis, edes por éis, ides por ís, en las segundas personas de plural: amades, veredes, partides; excepto en las del co-pretérito y pos-pretérito de indicativo, estábades, veríades, y en la del pretérito y futuro de subjuntivo, estuviésedes, estuviérades, viéredes; formas de mucho uso en los escritores del tiempo de Granada y Cervantes, y no del todo desechadas todavía en el lenguaje poético90.

609 (b). La terminación de la segunda persona de plural del pretérito de indicativo no fue jamás en tedes sino en tes: amastes, vistes, partistes. Las terminaciones amástedes, temístedes, son imaginarias, sugeridas sin duda por la aparente analogía de los otros tiempos. Erró, pues, el que pensando imitar el lenguaje antiguo, dijo en cierto romance:


«En los dos primeros años
Me dístedes por respuesta
Que érades niña en cabello»90.


610 (c). Esta terminación tes del pretérito (segunda persona de plural) es todavía un arcaísmo admisible en verso, y así la han empleado Meléndez y otros. El hacer a contastes, subistes, segunda persona del singular, es un provincialismo que no debe imitarse, porque confunde los dos números del pretérito contra la costumbre antigua y genuina, sin que de ello resulte otra conveniencia que la de facilitar en algunos casos la rima, o llenar la medida del verso.

611 (d). Las irregularidades en la primera, tercera y quinta familia de formas afines, son tanto más numerosas, y más parecidas a los orígenes latinos, cuanto más remota es la edad de los escritores. Decíase, por ejemplo, en la conjugación de tañer, yo tango, yo tanga, yo tanje, escrito con x; en la de escribir, yo escripse, tú escripsiste, él escripso; en la de ceñir, yo cinje, tú cinjiste, él cinjo, escritos con x; en veer o ver, yo vide, tú vidiste, él vido. Decíase además, nasqui por nasque o nací; nasquieste por naquieste o naciste; dissi por disse o dije, etc.

612 (e). En el co-pretérito y pos-pretérito era frecuente íe por ía: sedíe o seíe, por ejemplo, en lugar de sedía, seía o era; seeríe por seería, sería.

613 (f). En la sexta familia desaparecía a veces la e característica del infinitivo de la segunda conjugación; yazré por yaceré. Debré por deberé no es enteramente inadmisible. Doldré por doleré (a semejanza de valdré por valeré) es provincialismo de Chile91.

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614 (g). Ocurre en nuestros clásicos la apócope de la d en el plural del imperativo: «Mirá, señora, que agradecéis muy poco a Dios las grandes mercedes que os ha hecho» (Espejo de príncipes y caballeros, citado por Clemencín).

«Andá, señor, que estáis muy mal criado» (Cervantes).


«Azarque dio una gran voz,
Diciendo abrí esas ventanas;
Los que me lloráis, oídme;
Abrieron, y así les habla».


(Romance citado por Clemencín)                


Hoy subsiste y aun es necesaria esta apócope antes del enclítico os: guardaos, teneos; pero el verbo ir requiere idos.

615 (h). Usábase antiguamente y subsistía en el lenguaje de nuestros clásicos, la anteposición de la l del enclítico a la d final del imperativo, diciendo, verbigracia, miralde por miradle, tenelde por tenedle.


«Pues no soy yo tan feo,
Que ayer me vi, mas no como me veo,
En un caldero de agua, que de un pozo
Sacó para regar mi casa un mozo,
Y dije: «¿Esto desprecia Zapaquilda?
Oh celos, oh impiedad, oh amor, reñilda».


(Lope)                


616 (i). Solían también convertirse en ll la r final del infinitivo y la l del enclítico, diciendo, verbigracia, sentillo por sentirlo.


«Es un crudo linaje de tormento
Para matar a aquel que está sediento,
Mostralle el agua por que está muriendo,
De la cual el cuitado juntamente
La claridad contempla, el ruido siente;
Mas cuando llega ya para bebella,
Gran espacio se halla lejos della».


(Garcilaso)                


En el día es sólo permitida a los poetas esta práctica92.




ArribaAbajoCapítulo XXVIII

Significado de los tiempos


617 (283). El verbo castellano tiene formas simples y formas compuestas, significativas de tiempo. Las simples son meras inflexiones del verbo, como leo, lea, leyera. Las compuestas son frases en que está construido el participio   —179→   sustantivado del verbo con cada una de las formas simples de haber, como he leído, habías leído, hubieras leído; el infinitivo del verbo con cada una de las formas simples de haber, mediando entre ambos elementos la preposición de, como he de leer, habías de leer, hubieran de leer; o el gerundio del verbo con una de las formas simples de estar, verbigracia estoy leyendo, estaría leyendo, estuviésemos leyendo. Haber y estar se llaman, por el uso que se hace de ellos en estas frases, verbos auxiliares.

618. En las formas compuestas no se pueden juntar dos participios; no sería pues buen castellano, «Él ha habido salido»; «Ella había habido escrito». Pero se pueden juntar dos gerundios: «Estando yo vistiéndome, oí que tocaban a fuego».

619 (a). Las formas compuestas en que entra el gerundio no presentan ninguna dificultad, porque expresan el mismo tiempo que la forma simple del auxiliar: yo estoy temiendo, significa el mismo tiempo que yo temo. Hay a la verdad diferencia entre estoy temiendo y temo; la primera expresión significa un estado habitual o una duración algo larga (está siempre escribiendo, estuvo toda la noche escribiendo); pero ésta no es una diferencia de tiempo, en el sentido que dan a esta palabra lo s gramáticos, porque la época del temor, verbigracia, es siempre un puro pretérito respecto del momento en que se habla, sea que se diga temí o estuve temiendo.

620 (b). Antes de todo se debe advertir que cada forma del verbo suele tener, además de su valor propio y fundamental, otros diferentes en que se convierte el primero según ciertas reglas generales. Distinguimos, pues, en las formas del verbo un significado fundamental de que se derivan otros dos, el secundario y el metafórico.

621 (c). Vamos a tratar primeramente de los tiempos simples; en seguida hablaremos de los compuestos en que entra el participio sustantivado, que son los más usuales, y puede decirse que pertenecen a la conjugación lógica del verbo y la completan; y daremos al fin una breve idea de los tiempos compuestos en que entra el infinitivo. Los designaremos todos por medio de los del verbo cantar.

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Significado fundamental de los tiempos simples del indicativo

622 (284). Canto, presente. Significa la coexistencia del atributo con el momento en que proferimos el verbo.

623 (a). Esta relación de coexistencia no consiste en que las dos duraciones principien y acaben a un tiempo; basta que el acto de la palabra, el momento en que se pronuncia el verbo, coincida con un momento cualquiera de la duración del atributo, la cual, por consiguiente, puede haber comenzado largo tiempo antes, y continuar largo tiempo después. Por eso el presente es la forma que se emplea para expresar las verdades eternas o de una duración indefinida: «Madrid está a las orillas del Manzanares»; «La tierra gira al rededor del sol»; «El cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos».

624 (285). Canté, pretérito. Significa la anterioridad del atributo al acto de la palabra.

625 (a). Nótese que en unos verbos el atributo, por el hecho de haber llegado a su perfección, expira, y en otros, sin embargo, subsiste durando: a los primeros llamo desinentes, y a los segundos permanentes. Nacer, morir, son verbos desinentes, porque luego que uno nace o muere, deja de nacer o de morir; pero ser, ver, oír, son verbos permanentes, porque sin embargo de que la existencia, la visión o la audición sea desde el principio perfecta, puede seguir durando gran tiempo.

626 (b). El pretérito de los verbos desinentes significa siempre la anterioridad de toda la duración del atributo al acto de la palabra, como se ve por estos ejemplos: «Se edificó una casa»; «La nave fondeó a las tres de la tarde». Mas en los verbos permanentes sucede a veces que el pretérito denota la anterioridad de aquel solo instante en que el atributo ha llegado a su perfección: «Dijo Dios, sea la luz, y la luz fue»; fue vale lo mismo que principió a tener una existencia perfecta. Es frecuente en castellano este significado del pretérito de los verbos permanentes, precediéndoles las expresiones luego que, apenas, y otras de valor semejante. «Luego que se edificó la casa me mudé a ella»: el último instante de la edificación precedió al primero de la mudanza, porque el verbo edificar es desinente. «Luego que vimos la costa nos dirigimos a ella»: no todo el tiempo en que estuvimos viendo la costa, sino sólo el primer momento de verla, se supone haber precedido a la acción de dirigirnos a ella; porque la acción de ver es de aquellas que, perfectas, continúan durando.

627 (286). Cantaré, futuro. Significa la posterioridad del atributo al acto de la palabra.

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628 (287). Cantaba, co-pretérito. Significa la coexistencia del atributo con una cosa pasada.

629 (a). En esta forma el atributo es, respecto de la cosa pasada con la cual coexiste, lo mismo que el presente respecto del momento en que se habla, es decir, que la duración de la cosa pasada con que se le compara puede no ser más que una parte de la suya. «Cuando llegaste llovía»; la lluvia coexistió en una parte de su duración con tu llegada, que es una cosa pretérita; pero puede haber durado largo tiempo antes de ella, y haber seguido durante largo tiempo después, y durar todavía cuando hablo.

630 (b). Poniendo al co-pretérito en relación con el pretérito, ¿se pueden expresar con él, no sólo las cosas que todavía subsisten, sino las verdades de duración indefinida o eterna? ¿Y no será impropio decir: «Copérnico probó que la tierra giraba alrededor del sol?». Si es exacta la idea que acabo de dar del co-pretérito, la expresión es perfectamente correcta. Podría tolerarse gira, mas entonces no veríamos por entre la mente de Copérnico el giro eterno de la tierra, como el sentido lo pide.

631 (c). Compáranse a veces dos co-pretéritos, y entonces es incierto cuál de los dos abrace al otro: «Cuando tú recorrías la Francia, estaba yo en Italia».

632 (d). En las narraciones el co-pretérito pone a la vista los adjuntos y circunstancias, y presenta, por decirlo así, la decoración del drama: «Llegaron en estas pláticas al pie de una alta montaña, que casi como peñón tajado estaba sola entre otras muchas que la rodeaban; corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que daba contento a los ojos que le miraban; había por allí muchos árboles silvestres, y algunas plantas y flores que hacían el lugar apacible. Este sitio escogió el caballero de la Triste Figura, y en viéndole comenzó a decir en voz alta», etc. (Cervantes),

633 (e). Análogo es a este uso del co-pretérito el de aplicarse a significar acciones repetidas o habituales, que se refieren a una época pretérita que se supone conocida. «Pelé ricas alfombras; ajé sábanas de Holanda; alumbreme con candeleros de plata; almorzaba en la cama; levantábame a las once; comía a las doce; a las dos sesteaba en el estrado», etc. (Cervantes).

634 (288). Cantaría, pos-pretérito. Significa que el atributo es posterior a una cosa pretérita: «Los profetas anunciaron que el Salvador del mundo nacería de una virgen»: el nacer es posterior al anuncio, que es cosa pasada (§§ 214, 215).



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Significado fundamental de los tiempos compuestos del indicativo

635 (289). El indicativo tiene cinco formas compuestas, en que el participio sustantivado se combina con las cinco formas simples del indicativo de haber: he cantado, hube cantado, habré cantado, había cantado, habría cantado. En ellas, como en todas las que se componen con el participio sustantivado, el tiempo significado por la forma compuesta es anterior al tiempo del auxiliar. Por consiguiente, he cantado es un ante-presente, hube cantado un ante-pretérito, habré cantado un ante-futuro, había cantado un ante-co-pretérito, y habría cantado un ante-pos-pretérito.

636 (290). El ante-presente se ha llamado pretérito perfecto, añadiéndosele varias calificaciones para distinguirle del pretérito simple (canté). Al ante-pretérito unos le llaman pretérito perfecto y otros pretérito pluscuamperfecto, agregándole también varios títulos para distinguir a hube cantado de canté o de había cantado. El ante-pos-pretérito ha sido apellidado de varios modos, como el pos-pretérito.

637 (a). La nomenclatura de que yo me sirvo tiene dos ventajas. En primer lugar, las palabras de que se compone el tiempo del verbo indican el nombre que debe dársele: en habría cantado, por ejemplo, el participio denota que el nombre del tiempo debe principiar por la partícula ante, y siendo el tiempo del auxiliar un pos-pretérito, debemos añadir a dicha partícula estos dos elementos: habría cantado será pues un ante-pos-pretérito. Y en segundo lugar, cada denominación así formada es una breve fórmula, que, como veremos, determina con toda exactitud el significado de la forma compuesta.

638 (291). He cantado, ante-presente.

639 (a). Comparando estas dos proposiciones: «Roma se hizo señora del mundo», y «La Inglaterra se ha hecho señora del mar», se percibe con claridad lo que distingue al pretérito del ante-presente. En la segunda se indica que aún dura el señorío del mar; en la primera el señorío del mundo se representa como una cosa que ya pasó. La forma compuesta tiene pues relación con algo que todavía existe.

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Se dirá propiamente «Él estuvo ayer en la ciudad, pero se ha vuelto hoy al campo». Se dice que una persona ha muerto cuando aún tenemos delante vestigios recientes de la existencia difunta; cuando aquellos a quienes hablamos están creyendo que esa persona vive; en una palabra, siempre que va envuelta en el verbo alguna relación a lo presente. En circunstancias diversas se dice murió212. «Cervantes estuvo cautivo en Argel»; se trata de la persona física que es cosa totalmente pasada. «Cervantes ha sido universalmente admirado»; se trata del escritor, que vive y vivirá eternamente en sus obras. «He vivido muchos años en Inglaterra», dirá propiamente el que todavía vive allí, o el que alude a este hecho como una circunstancia notable en su vida. «Grecia produjo grandes oradores y poetas»; se habla de la Grecia antigua. «La España ha producido grandes hombres»; se habla de la España considerada como una en todas las épocas de su existencia. Si se determinase una época ya pasada no sería propio el ante-presente: «La España produjo grandes hombres en los reinados de Carlos I y Felipe II».

Véase lo dicho en el número 222, c.

640 (292). Hube cantado, ante-pretérito. Significa que el atributo es inmediatamente anterior a otra cosa que tiene relación de anterioridad con el momento en que hablo. «Cuando hubo amanecido, salí»: el amanecer se representa como inmediatamente anterior al salir, que es cosa pasada respecto del momento en que se habla.

641 (a). Pero ¿por qué como inmediatamente anterior? ¿De dónde proviene que empleando esta forma, hubo amanecido, damos a entender que fue ninguno o brevísimo el intervalo entre los dos atributos?

Proviene, a mi juicio, de que el verbo auxiliar haber es de la clase de los permanentes. Cuando hubo amanecido denota el primer momento de la existencia perfecta de haber amanecido, como lo hace el pretérito de los verbos permanentes, precedido de cuando, luego que, apenas, etc., según lo dicho arriba (§ 285).

642 (b). Luego que amaneció salí y cuando hubo amanecido salí, son expresiones equivalentes; la sucesión inmediata que en la primera se significa por luego que, en la segunda se indica por el ante-pretérito. Cuando se dice, Luego que hubo amanecido salí, se emplean dos signos para la declaración de una misma idea, y por tanto se comete un pleonasmo, pero autorizado, como muchísimos otros, por el uso.

643 (c). Es muy raro el uso del ante-pretérito no precedido de apenas, cuando, luego que, no bien, u otra expresión semejante: «En aquel momento de salir a luz el Lazarillo de Tormes hubo nacido una   —184→   clase de composiciones, que prontamente debía hacerse muy popular: la novela llamada picaresca» (Aribau). Hubo nacido está usado en lugar de nació; pero con cierta diferencia más fácil de sentir que de explicar. Yo diría que hubo nacido hace ver el nacimiento como inmediatamente anterior al momento que se designa; nació, como coexistente con él; de que se sigue que la primera forma representa la acción como más acabada y perfecta, y tiene algo de más expresivo.

644. Hay circunstancias varias en que el ante-pretérito, usado sin el requisito que se expresa en la regla, daría una fuerza particular al verbo. «Casi hube creído que su conducta era franca y leal; pero al fin se quitó la máscara». «Encontró muchas y graves dificultades en su empresa, pero a fuerza de constancia las hubo superado todas». Creí y superó dirían sustancialmente lo mismo; pero tal vez con menos encarecimiento93.

645 (293). Habré cantado, ante-futuro. Significa que el atributo es anterior a una cosa que respecto del momento en que se habla es futura. «Procura verme pasados algunos días; quizá te habré buscado acomodo» (Isla); el buscar (que significa hallar) es anterior al procurar, que se presenta como cosa futura. «Apenas habréis comido tres o cuatro moyos de sal, cuando ya os veréis músico corriente y moliente en todo género de guitarra» (Cervantes); aquí es el comer anterior al ver, que es cosa futura respecto del momento en que se profiere el verbo. No es esencial para la propiedad de este tiempo el que los dos atributos que se comparan se consideren ambos como futuros respecto del acto de la palabra. Lo más común es que así sea, pero hay circunstancias en que sucede lo contrario. Una persona que ha salido de su patria largo tiempo ha, y que no espera volver a ella en algunos años, podrá decir muy bien: «Cuando vuelva a mi país, habrá cambiado sin duda el orden de cosas que allí dejé»; y podría decirlo ignorando completamente si al tiempo que lo dice está todavía por verificarse el cambio. Su pronóstico recae sobre el número total de los años que han corrido desde su salida o desde las últimas noticias, y el de los que presume que tardará su vuelta. Se envía por un facultativo que asista a una persona moribunda; el que va en su busca, podrá muy bien decirse a sí mismo en el   —185→   camino: «Antes que llegue el facultativo habrá fallecido el paciente»; sin que para decirlo deba suponer que no ha sobrevenido aún el fallecimiento. Como estas hipótesis pueden imaginarse no pocas. De los dos términos que se comparan por la forma habré cantado, el uno es siempre un futuro; el otro puede serlo o no en el pensamiento del que habla. Lo que no puede faltar nunca es la idea de anterioridad a un futuro.

646 (294). Había cantado, ante-co-pretérito. Significa que el atributo es anterior a otra cosa que tiene la relación de anterioridad respecto del momento en que se habla, pero mediando entre las dos cosas un intervalo indefinido. «Los israelitas desobedecieron al Señor, que los había sacado de la tierra de Egipto»; el sacar es anterior al desobedecer, pretérito; pero nada indica que la sucesión entre las dos cosas fuese tan rápida que no mediase un intervalo más o menos largo.

647 (a). La causa de esta diferencia entre hube cantado y había cantado está en el elemento de coexistencia de la segunda forma. Para comprenderlo, podemos concebir en el anterior ejemplo tres cosas: sacar, haber sacado y desobedecer. El fin del sacar es necesariamente el principio del haber sacado. Y como había sacado es un co-pretérito de la frase verbal haber sacado, que podemos considerar como un verbo simple (§ 53, 1.ª), el desobedecer se representa como coexistente con una parte cualquiera de la duración de haber sacado287), y por consiguiente es indeterminado el intervalo entre el sacar y el desobedecer.

«Cuando llegué a la playa, no se veía ya la escuadra»; el no verse coexiste en una parte de su duración con la llegada, de manera que pudo haber principiado más o menos tiempo antes de ella, pues tal es la fuerza del co-pretérito no se veía287). No verse ya y haber desaparecido es una misma cosa. Si pongo, pues, había desaparecido en lugar de no se veía ya, el haber desaparecido coexistiría con la llegada, pero de tal manera, que pueda haber durado más o menos tiempo antes de ésta.

648 (295). Habría cantado, ante-pos-pretérito. Significa la anterioridad del atributo a una cosa que se presenta como futura respecto de otra cosa que es anterior al momento en que se habla. «Díjome que procurase verle pasados algunos días; que quizá me habría hallado acomodo»;   —186→   hallar, anterior a procurar; procurar, posterior a decir, pretérito.

649 (a). Se ve por lo que precede que ciertas formas del verbo representan relaciones de tiempo simples; otras dobles; otras, triples.

650. Se ve también por lo dicho que cada una de las denominaciones de los tiempos es una fórmula analítica que descompone el significado del tiempo en una, dos o más de las relaciones elementales de coexistencia, anterioridad y posterioridad, presentándolas en el mismo orden en que se conciben, que de ningún modo es arbitrario. Habré cantado y cantaría significan ambos un tiempo compuesto de las dos relaciones de anterioridad y posterioridad; pero habré cantado significa anterioridad a una cosa que se mira como posterior al acto de la palabra; cantaría, posterioridad a una cosa que se mira como anterior a ese acto. La última de las relaciones elementales tiene siempre por término el acto de la palabra, el momento de proferirse el verbo.




Significado de los tiempos simples y compuestos del subjuntivo común

651 (a). El subjuntivo común tiene la particularidad de representar con una misma forma el presente y el futuro213; de lo cual resulta que expresa también con una misma forma, aunque materialmente doble, el co-pretérito y el pos-pretérito.

652 (b). Además, la forma que sirve para el co-pretérito y el pos-pretérito, sirve asimismo para el mero pretérito.

653 (296). En el subjuntivo común no hay más que dos formas simples correspondientes a las cinco del indicativo: cante, presente y futuro; cantase o cantara, pretérito, co-pretérito y pos-pretérito.

Y si tal es el plan de las formas simples, parece que, según lo arriba dicho (§ 289), el de las formas compuestas debería ser éste: haya cantado, ante-presente y ante-futuro; hubiese o hubiera cantado, ante-pretérito, ante-co-pretérito y ante-pos-pretérito. Pero el subjuntivo castellano no admite ante-pretérito.

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654 (a). La razón es obvia. En el indicativo se hace diferencia entre el ante-pretérito y el ante-co-pretérito, porque hay una forma peculiar para el primero; si no la hubiese, sucedería lo que en el indicativo latino: una misma forma se aplicaría a todos los casos en que se comparan dos hechos pasados sucesivos, y dejando indefinido el intervalo entre ellos, sería en rigor un ante-co-pretérito (§ 294).

Todo aparecerá claramente en el paralelo que sigue entre el indicativo y el subjuntivo común.

Hable, presente. «Paréceme que alguien habla en el cuarto vecino». - «No percibo que hable nadie en el cuarto vecino».

Llegue, futuro. «Es seguro que llegará mañana el correo». - «Es dudoso que llegue mañana el correo».

Fundase o fundara, pretérito. «Muchos historiadores afirman que Rómulo fundó a Roma». - «Hoy no se tiene por un hecho auténtico que Rómulo fundase o fundara a Roma».

Hablase o hablara, co-pretérito. «Pareciome que hablaban en el cuarto vecino». - «No percibí que nadie hablase o hablara en el cuarto vecino».

Llegase o llegara, pos-pretérito. «Se anunciaba que al día siguiente llegaría la tropa». - «Por improbable se tenía que al día siguiente llegase o llegara la tropa».

Haya pasado, ante-presente. «Bien se echa de ver que ha pasado por aquí un ejército». - «No se echa de ver que haya pasado por aquí un ejército».

Haya ejecutado, ante-futuro. «Puedes estar cierto de que para cuando vuelvas se habrá ejecutado tu encargo». - «Puede ser que para cuando vuelvas se haya ejecutado tu encargo».

Hubiese o hubiera pasado, ante-co-pretérito. «Bien se echaba de ver que había pasado por allí un ejército». - «No se echaba de ver que hubiese o hubiera pasado por allí un ejército».

Hubiese o hubiera ejecutado, ante-pos-pretérito. «Te prometieron que para cuando volvieses se habría ejecutado tu encargo». - «Procurábamos que para cuando volvieras se hubiese o hubiera ejecutado tu encargo».

«A sólo un hombre dejaron libre para que desatase a los demás, después que ellos hubiesen traspuesto la montaña» (Cervantes); el trasponer es anterior al desatar, que es cosa futura respecto del dejar, que relativamente al momento en que se habla es cosa pasada.

«Prefirió permanecer en Guadix, con ánimo resuelto de acometer a la hueste enemiga, cuando los rigores y fatigas del asedio hubiesen quebrantado sus fuerzas» (Martínez de la Rosa); el quebrantar es aquí anterior al acometer, que es futuro respecto de preferir, pretérito.

655 (297). Los ejemplos anteriores manifiestan que el co-pretérito o pos-pretérito del subjuntivo común, y por   —188→   consiguiente, el ante-co-pretérito o ante-pos-pretérito, tienen dos formas cuya elección parece arbitraria. Creo, sin embargo, que, en general, es de mucho más frecuente uso la primera, cantase, hubiese cantado94.

656 (298). Sucede también a menudo que empleamos el mero futuro cuando por las relaciones de tiempo pudiera tener cabida el ante-futuro, y preferimos también el pos-pretérito, cuando el ante-pos-pretérito pudiera parecer oportuno. «Estamos aguardando a que se levante (se haya levantado) el bloqueo para poner nuestros equipajes a bordo». - «Estamos aguardando a que se levantase (se hubiese levantado) el bloqueo», etc. Omitimos en ambos casos una relación de anterioridad (la de levantarse al poner).

657 (a). ¿Podría emplearse el ante-presente haya cantado como mero pretérito? ¿Podría decirse, verbigracia, «Es dudoso que Marco Antonio haya sido un hombre tan disoluto y abandonado como Cicerón le pinta»? Creo que el uso tolera esta práctica, por opuesta que parezca a la correspondencia que he manifestado entre el subjuntivo común y el indicativo, según la cual, diciéndose en el segundo de estos modos: Es indudable que Marco Antonio fue o era, no ha sido, en el primero214 debería decirse Es dudoso que Marco Antonio fuese o fuera, no haya sido.




Significado de los tiempos simples y compuestos del subjuntivo hipotético

658 (299). El subjuntivo hipotético no tiene más que una forma simple, cantare, ni, por lo tanto, más que una forma compuesta, hubiere cantado, exclusivamente suya; las otras las toma del subjuntivo común y del indicativo215.

659 (300). Cantare es presente y futuro, y hubiere cantado, ante-presente y ante-futuro.

Fuere, presente. «No sabemos quien sea esa buena señora que decís: mostrádnosla; que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad» (Cervantes). Sea y fuere designan un mismo tiempo en diversos modos, y el segundo presenta como una hipótesis la hermosura presente de la señora: ni a sea se puede sustituir fuere, ni a fuere, sea.

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Diere, futuro.


«Si el cielo diere fuerzas para tanto,
Cantaré aquí, y escribiré entre flores
De Tirsis y Damón el dulce canto».


(Valbuena)                


no se puede sustituir a diere, como no se podría sustituir diere a variando así el ejemplo:


«Pido al cielo que fuerzas para tanto
Me , y escribiré sobre estas flores
De Tirsis y Damón el dulce canto».

La acción de dar se refiere en ambos giros al futuro, y por tanto lo que diferencia las dos formas es únicamente el modo.

660 (301). Cuando la hipótesis no es anunciada por el condicional si, es siempre posible la sustitución del subjuntivo común al hipotético (§ 222): «Mostrádnosla; que con tal que ella sea de tanta hermosura como significáis...».


«Como el cielo fuerzas para tanto,
Cantaré aquí...».

«En lo que tocare a defender mi persona, no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle» (Cervantes). Pudo decirse toque y quiera en lugar de tocare y quisiere.



   «Fabio, las esperanzas cortesanas
Prisiones son do el ambicioso muere,
Y donde al más astuto nacen canas.

   Y el que no las limare o las rompiere,
Ni el nombre de varón ha merecido,
Ni subir al honor que pretendiere».


(Rioja)                


Se pudiera, permitiéndolo el metro, haber empleado, en lugar de estas formas en are, iere, las del subjuntivo común, lime, rompa, pretenda.

661 (302). Hace, pues, una diferencia importante y esencial (§ 222) la circunstancia de expresarse la hipótesis por el condicional si o por otro medio; en el primer caso el modo hipotético excluye el subjuntivo común, en el segundo son admisibles ambas formas.

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662 (303). Lo dicho de cantare y cante se aplica en todo a hubiere cantado y haya cantado: «Si hubiere llegado ya el correo», ante-presente; «Si para fines de la semana hubiere llegado el correo», ante-futuro. Y no es posible sustituir haya llegado, porque la hipótesis es anunciada por el condicional si. Anunciándola de otro modo, tendría cabida la sustitución: «Dado caso que haya llegado ya, o que para fines de la semana haya llegado...».

663 (304). Hemos visto que después del condicional si no pueden usarse en presente o futuro, ante-presente o ante-futuro, las formas del subjuntivo común; y precisamente en este caso, no en otro, es cuando el hipotético puede tomar prestadas al indicativo las formas correspondientes, es a saber, el presente canto, y el ante-presente he cantado. Pero lo más digno de notar es que el indicativo en este uso hipotético asume de tal manera el carácter de subjuntivo, que su presente se hace aplicable, con igual propiedad al futuro, y su ante-presente al ante-futuro.

«Mostrádnosla; que si ella es de tanta hermosura, de buena gana confesaremos», etc.; es conserva su significado de presente.


«Si el cielo me da fuerzas para tanto
Cantaré aquí», etc.

Da es evidentemente un futuro. «Ignoro cuál será mi suerte; pero si no te sucede a ti el chasco pesado que me pronosticas, no será ciertamente por no haber hecho de tu parte cuantas diligencias son necesarias» (Moratín). «Allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena, donde se podrá embarcar con la buena ventura, y si hay viento próspero, en poco menos de nueve años se podrá estar a vista de la gran laguna Meótides» (Cervantes). Habrían sido igualmente propios sucediere y hubiere; pero sólo poniendo en lugar de si otra expresión condicional, serían admisibles suceda y haya: «Dado caso que no te suceda a ti...»; «Y como haya viento próspero...». Y verificada esta sustitución, no tendría ya cabida el indicativo.

664 (305). Determinado el uso de canto, lo queda por el mismo hecho el de he cantado, en el modo hipotético: «Si ha venido ya nuestro amigo, convidadle»; «Si para fines de la semana ha venido del campo nuestro amigo, le hospedaremos en casa». Puede decirse en el mismo sentido hubiere,   —191→   pero no haya, a menos de sustituir otra expresión condicional «dado que haya venido, le convidaremos».

665 (306). El hipotético carece de co-pretérito, y consiguientemente de ante-co-pretérito, que exclusivamente le pertenezcan; pero suple estos tiempos por medio del subjuntivo común o del indicativo. Y supuesto que en todo subjuntivo se confunde la relación de co-existencia con la de posterioridad, los co-pretéritos cantase, cantara, cantaba, podrán usarse como pos-pretéritos en el subjuntivo hipotético, y los ante-co-pretéritos hubiese o hubiera o había cantado, como ante-pos-pretéritos. Cuando la hipótesis es anunciada por el condicional si, todas estas formas son igualmente aceptables; pero en el caso contrario no lo son las indicativas.

Bastará para demostrarlo variar los ejemplos precedentes, haciéndolos depender de un verbo en pretérito.

«Dije que si no te sucediese o sucediera o sucedía el chasco pesado que tú me pronosticabas, no sería...».

«Previniéronle que en Cartagena se podría su merced embarcar con la buena ventura, y que si hubiese, hubiera o había viento próspero, se podría estar...».

«Las dos son huérfanas; su padre, amigo nuestro, nos dejó encargada al tiempo de su muerte la educación de entrambas; y previno que si, andando el tiempo, queríamos casarnos con ellas, desde luego aprobaba y bendecía esta unión» (Moratín). Quisiésemos o quisiéramos hubiera expresado lo mismo, y con igual propiedad que queríamos. Elimínese el si poniendo en su lugar dado que, y no será admisible queríamos.

Terminaré lo relativo al modo hipotético haciendo dos o tres observaciones que contribuirán a poner en claro el sistema de la conjugación castellana.

666 (a). El subjuntivo común es un modo que admite gran variedad de usos; pues, como antes se ha dicho, asocia al atributo la idea de incertidumbre o duda, y lo pinta como causa u objeto de las emociones del alma; de que procede el aplicarse a expresar por sí solo el deseo y el convertirse en optativo. Adáptase también frecuentemente a la idea de condición o hipótesis, y entonces es cuando concurre con el modo hipotético, que unas veces excluye la forma común, y otras se usa promiscuamente con ella, según las reglas que dejamos expuestas216.

  —192→  

667 (b). Pero ni el subjuntivo común, ni el hipotético, se prestan a todo género de hipótesis. Lo que se presenta como condición es a menudo una premisa que se supone alegada o concedida, y de que se saca lógicamente una consecuencia; y cuando así sucede, las formas indicativas son las que naturalmente se emplean. «Si la virtud es una de las cosas más excelentes que hay en el cielo y en la tierra, y más dignas de ser amadas y estimadas, gran lástima es ver a los hombres tan ajenos de este conocimiento y tan alejados de este bien» (Granada). «Si un filósofo epicúreo confesó y probó eficacísimamente la existencia de Dios, y la alteza y soberanía de sus perfecciones admirables, ¿qué será razón que confiese la filosofía cristiana?» (el mismo). El modo hipotético no tiene semejante carácter, antes bien se adapta a las condiciones y suposiciones de que depende un anuncio, prevención o precepto; por lo que se contrapone a menudo al futuro de indicativo y al optativo, como se puede ver en los ejemplos con que se ha manifestado su oficio.

668 (c). También es preciso distinguir de las oraciones condicionales en que los tiempos del verbo no salen de su significado natural, aquellas otras en que damos a la forma verbal un sentido implícitamente negativo, y de las cuales se tratará más adelante.




Significados secundarios de los tiempos del indicativo

669 (307). Del significado propio y fundamental de las formas indicativas (§ 284, 285, etc.) se derivan los secundarios, por medio de ciertas trasformaciones sujetas a una ley constante.

670. Uno de ellos es peculiar de las formas que envuelven relación de coexistencia (presente, co-pretérito, ante-presente, ante-co-pretérito), y consiste en prestar sus formas al subjuntivo hipotético, precedido del condicional si. Entonces, además de su valor primitivo, admite otro, en que el presente pasa a futuro, y co a pos: el presente canto se   —193→   hace futuro, el co-pretérito cantaba, pos-pretérito, el ante-presente he cantado, ante-futuro, y el ante-co-pretérito había cantado, ante-pos-pretérito. Queda ya explicado suficientemente este oficio del indicativo en lo que se ha dicho sobre el subjuntivo hipotético.

671. Otro uso secundario del indicativo, a que se prestan las formas que envuelven relación de co-existencia, y no otras, y que tiene mucha semejanza con el anterior, es aquel en que se declara con ellas el objeto de una percepción, creencia o aserción; como lo manifiestan los ejemplos:

«Yo percibo que mi pluma se envejece».

«Yo percibí que mi pluma se envejecía».

«Veo que le han partido por medio del cuerpo».

«Vi que le habían partido por medio del cuerpo».

En estos ejemplos no hay nada notable: envejece es presente, envejecía, co-pretérito, han partido, ante-presente, habían partido, ante-co-pretérito. Introduzcamos ahora una relación de posterioridad.

Canto, futuro. «Cuando percibas que mi pluma se envejece» (dice el arzobispo de Granada a Gil Blas), «cuando notes que se baja mi estilo, no dejes de advertírmelo; de nuevo te lo encargo, no te detengas un momento en avisarme cuando observes que se debilita mi cabeza». Se envejece, se baja, se debilita, no son aquí presentes respecto del momento en que habla el arzobispo, sino respecto del percibir, notar, observar, que en la mente del arzobispo son futuros; estas formas significan por consiguiente tiempo futuro respecto del momento en que se habla.

672 (a). «¡Cuántas veces verás en el discurso de la vida que las personas en quienes has colocado tu confianza, te traicionan!». Traicionan no es aquí presente sino respecto de la acción de ver, futura.

673 (b). Cantaba, pos-pretérito. Traspongamos el primero de los anteriores ejemplos, haciéndolo depender de un verbo en pretérito: «Díjome el arzobispo que cuando percibiese que su pluma se envejecía, cuando notase que se bajaba su estilo, cuando observase que se debilitaba su cabeza, no me detuviese en advertírselo». Es visto que subsiste la misma relación de coexistencia que antes entre el envejecerse y el   —194→   percibir, entre el bajarse y el notar, entre el debilitarse y el observar; pero el percibir, el notar y el observar son ahora pos-pretéritos, porque significan acciones futuras respecto del decir, que con respecto al momento en que se habla es cosa pasada. Luego los co-pretéritos de indicativo tienen aquí el valor de pos-pretéritos.

674 (c). He cantado, ante-futuro. «Con este bálsamo no hay que temer a la muerte; y así cuando vieres que en alguna batalla me han partido por medio del cuerpo», etc. (Cervantes). Han partido no es aquí un ante-presente respecto del momento en que se habla, sino respecto de la visión de Sancho, la cual en la mente del que habla es cosa futura; de que se sigue que el ante-presente de indicativo tiene aquí el valor de ante-futuro.

675 (d). Había cantado, ante-pos-pretérito. Hagamos que el ejemplo anterior dependa de un verbo en pretérito: «Prevínole que cuando viese que en alguna batalla le habían partido por medio del cuerpo», etc. Habían partido conserva la misma relación que antes con la visión de Sancho; y como ésta es un pos-pretérito, pues significa cosa futura respecto del prevenir, es evidente que el ante-co-pretérito de indicativo tiene aquí el valor de ante-pos-pretérito.

Otro ejemplo: «Le mandó que lo aguardase tres días, y que si al cabo de ellos no hubiese vuelto, tuviese por cierto que Dios había sido servido de que en aquella peligrosa aventura se acabase su vida». El servirse Dios es cosa pasada respecto del tener por cierto, que es un pos-pretérito; luego el ante-co-pretérito de indicativo tiene aquí el valor de ante-pos-pretérito217.

676 (e). Los ejemplos precedentes manifiestan la armonía que deben guardar entre sí las formas verbales. Fijémonos en el último.

Mandó, pretérito.

Aguardase supone ese pretérito, porque significa posterioridad a cosa pasada (§ 296).

Hubiese vuelto, ante-pos-pretérito (§ 296), significa una condición que ha de verificarse antes de cierta época (al cabo de los tres días), la cual se presenta como posterior al mandato, que es cosa pasada; supone pues, un pos-pretérito (aguardase), como aguardase supone un pretérito (mandó); precediendo manda y aguarde, sería menester hubiere vuelto, ante-futuro, a que podría sustituirse con la misma fuerza ha vuelto304).

Tuviese por cierto, pos-pretérito, supone a mandó; si precediese mande, sería preciso tenga.

Había sido, ante-co-pretérito, en el significado secundario de ante-pos-pretérito, supone un pos-pretérito (tuviese por cierto), como éste supone un pretérito (mandó); precediendo manda y tenga, sería menester ha sido, ante-presente en el significado secundario de ante-futuro.

  —195→  

Maravillosa es por cierto esta armonía de las formas verbales, sujeta a un sistema regular y constante; y no lo es menos la complicación y sutileza de las relaciones que nos guían, como por una especie de instinto, en el uso que de ellas hacemos.




Uso de los tiempos optativos

677 (308). El optativo no sirve sólo para la expresión de un verdadero deseo; empleámoslo también en el sentido de condición o hipótesis, y de concesión o permisión.

678 (309). Si el verbo, no precedido de negación95, está en segunda persona, y el atributo depende de la voluntad de esa misma persona, empleamos el imperativo.


«Ven y reposa en el materno seno
De la antigua Romúlea».


(Rioja)                



«Cortad, pues, si ha de ser de esa manera
Esta vieja garganta la primera».


(Ercilla)                


El imperativo es necesariamente futuro. Se ha creído que era presente, porque ven es quiero o mando que vengas, y quiero o mando es presente. Pero no se trata aquí del tiempo del verbo envuelto querer o mandar, sino del tiempo en que se considera la acción del verba expreso venir. De otra manera sería preciso decir que ven pertenece al modo indicativo, como quiero y mando.

679 (a). Como el hacerse uno sabedor de lo que se le cuenta es una cosa, en cierto modo, independiente de la voluntad y un efecto necesario, no es extraño que en lugar del imperativo sabe, sabed, pueda emplearse alguna vez el presente (entonces futuro) de subjuntivo: «Sepáis que aunque tengo tan pocos años como los vuestros tengo más experiencia de mundo, que ellos prometen» (Cervantes)96.

680 (b). El imperativo no sólo exprime el mandato, como parece darlo a entender su nombre, sino el ruego, y aun la súplica más postrada y sumisa: «Señor Dios mío, que tuviste por bien criarme a tu imagen y semejanza, hinche este seno que tú criaste, pues lo criaste para ti; mi parte sea, Dios mío, en la tierra de los vivientes; no me des, Señor, en este mundo descanso ni riqueza; todo me lo guarda para allá» (Granada). En este ejemplo se ve, no sólo que el imperativo (hinche, guarda) se presta al ruego, sino que precediendo negación, o estando el verbo en otra persona que la segunda, es necesario suplirlo con otras formas optativas: sea, des.

681 (310). El imperativo tiene dos formas: canta, futuro, habed cantado, ante-futuro. «En amaneciendo id al   —196→   mercado, y para cuando yo vuelva, habedme aderezado la comida».

682 (a). No hay segunda persona de singular en el ante-futuro imperativo; y aun la del plural es de ninguno o poquísimo uso. Súplese esta falta por el imperativo de tener, construido con el participio adjetivo cuando verdaderamente lo hay (§ 208): «Tenme preparado el desayuno»; «Tenedme barrida la alcoba».

683 (311). Tanto en el futuro como en el ante-futuro se puede sustituir el indicativo al imperativo, pero sólo para expresar una orden que se supone será obedecida sin falta: «Iréis al mercado», «Me habréis aderezado la comida».

Este uso del indicativo se extiende a las terceras personas: irá usted, irán ellos, por vaya usted, vayan ellos; y a las oraciones negativas: «No tomarás el nombre de tu Dios en vano; no matarás; no hurtarás».

684 (312). En todos los casos a que no conviene el imperativo, se pueden emplear como optativas las formas del subjuntivo común.

«Vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas que no hay más que ver. -Hacaneas querrás decir, Sancho. -Poca diferencia hay -respondió Sancho- de cananeas a hacaneas; pero vengan sobre lo que vinieren, ellas vienen las más galanas señoras», etc. (Cervantes). Vengan, presente optativo, en el sentido de concesión.


«En el teatro del mundo
Todos son representantes:
Cuál hace un rey soberano,
Cuál un príncipe o un grande
A quien obedecen todos;
Y aquel punto, aquel instante
Que dura el papel, es dueño
De todas las voluntades.
Acábase la comedia,
Y como el papel se acabe,
La muerte en el vestuario
A todos los deja iguales.
Dígalo el mundo, pues tiene
Tantos ejemplos delante;
Dígalo quien era ayer
Hermano de un condestable
De un conde de Guimaráns
Cuñado, y deudo por sangre
De otros muchos caballeros,
Todos nobles y leales,
Y muertos a manos todos
De la envidia, monstruo infame».


Diga, futuro optativo.

«El gobernador de la plaza era de opinión que, viniese o no el socorro, era necesario rendirse». En este ejemplo, el viniese es una suposición, y puede ser co-pretérito o pos-pretérito, según el modo de considerar la venida, esto es, según se figura en la mente del gobernador un socorro que ya viene o que ha de venir.

  —197→  

«Mañana, haya venido o no el socorro, ha de capitular la plaza». Haya venido es ante-presente o ante-futuro, según el modo de considerarse la venida; si se habla de una venida anterior al momento presente, es ante-presente; si de una venida anterior a mañana, es ante-futuro.

Hagamos depender el ejemplo anterior de un verbo en pretérito. «Creíase que al día siguiente, hubiese o no venido el socorro, había de capitular la plaza»: hubiese venido es ante-co-pretérito o ante-pos-pretérito, según se considere la venida, o como anterior a la creencia, que es cosa pasada, o como anterior al día siguiente, que es un futuro con respecto a la creencia, esto es, un pos-pretérito.




Significado metafórico de los tiempos

685 (313). La relación de coexistencia tiene sobre las otras la ventaja de hacer más vivas las representaciones mentales; ella está asociada con las percepciones actuales, mientras que los pretéritos y los futuros lo están con los actos de la memoria, que ve de lejos y como entre sombras lo pasado, o del raciocinio, que vislumbra dudosamente el porvenir.

686. Si sustituimos, pues, la relación de coexistencia a la de anterioridad, expresaremos con más viveza los recuerdos, y daremos más animación y energía a las narraciones, como lo vemos a menudo en el lenguaje de los historiadores, novelistas y poetas. Entonces el pretérito y co-pretérito se traspondrán al presente, el pos-pretérito al futuro, el ante-pretérito y el ante-co-pretérito al ante-presente, y el ante-pos-pretérito al ante-futuro.

«Quitose Robinson la máscara que traía puesta, y miró al salvaje con semblante afable y humano; y entonces éste, deponiendo todo recelo, corrió hacia su bienhechor, humillose, besó la tierra, le tomó un pie, y lo puso sobre su propio cuello, como para prometerle que sería su esclavo». Aquí todo es propio y natural, nada más. Pero el tono lánguido del recuerdo pasará al tono expresivo de la percepción, si se sustituyen a los pretéritos los respectivos presentes quita, mira, corre, humilla, besa, toma, pone; al co-pretérito traía el presente trae; y al pos-pretérito sería el futuro será.

  —198→  

«Al echar de ver que su fementido amante se había hecho a la vela, y la había dejado sola y desamparada en aquella playa desierta, no pudo la infeliz reprimir su dolor». Dígase se ha hecho, la ha dejado, no puede, y la narración tomará otro color.

687 (a). «Echó mano a la espada, y con ella desnuda acudió furioso a donde le llamaba su honor. Siente otra espada desnuda, que hace resistencia a la suya. Ya se avanza, ya se retira. Sigue al que se defiende, y de repente cesa la defensa, y sucede al ruido el más profundo silencio. Busca a tientas al que parecía huir y no le encuentra», etc. (Isla). En este pasaje se ve que unas veces el verbo subordinado experimenta la misma trasformación que el subordinante, como en hace, defiende, y otras veces sucede al contrario, como en parecía. Hay aquí como una disonancia, por decirlo así, entre los dos verbos subordinado y subordinante, pero autorizada por los escritores más elegantes, así castellanos como latinos.

688 (b). La relación de coexistencia puede también emplearse metafóricamente por la de posterioridad, para dar más viveza y color a la concepción de las cosas futuras, y para significar la necesidad de un hecho futuro, y la firmeza de nuestras determinaciones. Dícese por ejemplo, anunciando simplemente una cosa: «El baile dará principio a las ocho»; pero si queremos exprimir la certidumbre del hecho, sustituiremos el presente al futuro: «El baile da principio a las ocho»; «Mañana voy al campo»; «El mes que viene hay un eclipse de sol». Y así como el futuro se significa en estos casos por el presente, el pos-pretérito se transforma en co-pretérito: «Yo iba ayer al campo, pero amanecí indispuesto, y tuve que diferir la partida»; iba significa, no la ida real, sino la determinación fija de ir, como si se dijese: Estaba dispuesto que yo iría.

689 (314). La relación de posterioridad se emplea metafóricamente para significar la consecuencia lógica, la probabilidad, la conjetura. Las formas cantaré, cantaría, habré cantado, habría cantado, pierden así su valor temporal en cuanto a la relación de que hablamos: el futuro pasa a presente y el pos-pretérito a pretérito o co-pretérito; el ante-futuro se convierte en ante-presente, y el ante-pos-pretérito en ante-co-pretérito. Parecerá entonces que hay en el verbo una relación de posterioridad que no cuadra con el sentido de la frase, pero realmente no habrá en ella elemento alguno impropio ni ocioso; habrá sólo una metáfora. El verbo   —199→   se despojará de aquella fuerza de aseveración que caracteriza a las formas del indicativo, y en vez de afirmar una cosa como sabida por nuestra propia experiencia o por testimonios fidedignos, la presentará, mediante la imagen de lo futuro, como una deducción o conjetura nuestra, a que no prestamos entera confianza.

Si alguien nos pregunta qué hora es, podemos responder, son las cuatro o serán las cuatro, expresando son y serán un mismo tiempo, que es el momento en que proferimos la respuesta; pero son denotará certidumbre, y serán cálculo, raciocinio, conjetura.

«Tiene su manía en predicar, y el pueblo le oye con gusto: habrá en esto su poco de vanidad» (Isla). Habrá quiere decir sospecho que hay, es probable que haya.

«Tendría el prelado unos sesenta y nueve años» (Isla). Tendría por tenía da un tono de conjetura a la proposición.

«Cara más hipócrita no la habrás visto en tu vida» (Isla). Habrás visto da a la aserción el carácter de mera probabilidad que le conviene.

«Todavía se descubría en sus facciones que en su mocedad habría hecho puntear a sus rejas bastantes guitarras» (Isla). Habría hecho por había hecho da el punteo de las guitarras como una presunción verosímil.

690 (a). Usamos de esta misma trasposición para significar sorpresa o maravilla: «¿Será posible que Gil Blas, juguete hasta aquí de la fortuna, haya podido inspiraros sentimientos...» (Isla). Encarecemos la admiración, expresándonos como si dudáramos de aquello mismo de que en realidad estamos persuadidos.

691 (b). En las oraciones interrogativas es frecuente esta trasposición del presente al futuro: «¿Quién habrá traído la noticia?»; «¿Si estará ahora nuestro amigo en su casa?». El amartelado caballero de la Mancha dice en cierto soliloquio estas o semejantes razones: «¡Ay, mi señora Dulcinea del Toboso! ¿Qué fará agora la vuestra grandeza?».

692 (315). Es propiedad del pretérito sugerir una idea de negación, relativa al presente. Decir que una cosa fue es   —200→   insinuar que no es218. Y de aquí el sentido de negación indirecta o implícita que las oraciones condicionales y las optativas toman a menudo en castellano y en muchas otras lenguas por medio de una relación de anterioridad, superflua para el tiempo. Cuando decimos: «Si él tiene poderosos valedores, conseguirá sin duda el empleo», el tener poderosos valedores es una hipótesis sobre la cual afirmamos la consecución del empleo, pero sin afirmar ni negar la hipótesis, o más bien, dando a entender que no la consideramos inverosímil. Mas otra cosa sería si en lugar de tiene pusiésemos tuviese o tuviera, y en lugar de conseguirá, conseguiría; pues introduciendo una relación de anterioridad insinuaríamos que la persona de que se trata no tiene o no tendrá valedores poderosos, y por tanto no alcanzará el empleo. Una vez que la sustitución no hace variar la idea de tiempo, pues el tener es como antes un presente o futuro hipotético, y el conseguir un futuro, es visto que la relación de anterioridad que sobra para el tiempo, se hace signo de la negación implícita.

693 (a). Veamos ahora el uso del verbo en las oraciones condicionales que la llevan. Para evitar circunlocuciones, llamaremos hipótesis aquel miembro de la oración que la significa, y que regularmente principia por el si condicional o por otra expresión equivalente, y apódosis el otro miembro, que significa el efecto o consecuencia de la condición. En el ejemplo anterior, si tuviese poderosos valedores es la hipótesis, y conseguiría sin duda el empleo, la apódosis.

694. Regla 1.ª Las oraciones condicionales de negación implícita forman un modo aparte en que el presente y el futuro se identifican como en el subjuntivo; y no hay más que dos tiempos: presente (que comprende el futuro) y pretérito.

695. 2.ª En la hipótesis el presente toma las formas cantase, cantara; el pretérito, las formas hubiese cantado, hubiera cantado. En la apódosis el presente toma las formas cantara, cantaría, y alguna vez cantaba; el pretérito, las formas hubiera cantado, habría cantado, y a veces había cantado.

  —201→  

... La muerte le diera
Con mis manos, si pudiera».


(Calderón)                


El sentido es claramente de negación implícita: no puedo y por eso no le doy la muerte. El tiempo verdadero es en ambos miembros presente. El diera de la apódosis es convertible en daría, y el pudiera de la hipótesis en pudiese.

«Si estos pensamientos caballerescos no me llevasen tras sí todos los sentidos, no habría cosa que yo no hiciese, ni curiosidad que no saliese de mis manos» (Cervantes). Dase a entender claramente que los pensamientos caballerescos me llevan tras sí los sentidos y que por eso hay cosas que no hago y curiosidades que no salen de mis manos. Como los verbos llevan negación, el sentido implícito, que contradice al expreso, es positivo. Ambos verbos hacen relación al presente: habría pudiera convertirse en hubiera y llevasen en llevaran.


«Mucho perdisteis conmigo,
Pues si fuerais noble vos,
No hablárades, vive Dios,
Tan mal de vuestro enemigo».


(Calderón)                


Equivale a decir no sois noble y por eso habláis mal. El sentido es de presente. Fuerais es convertible en fueseis y hablárades en hablaríades.

«Si los hombres no creyesen la eternidad de las penas del infierno, no era mucho que descuidasen de redimirlas con la penitencia» (Granada). Los hombres creen y por eso es mucho. Creyesen es convertible en creyeran y era en fuera o sería. Este uso del co-pretérito de indicativo no ocurre a menudo; pero usado con oportunidad es enfático y elegante.

«¡Señor don Quijote! ¡Ah señor don Quijote! -¿Qué quieres, Sancho hermano? -respondió don Quijote, con el mismo tono afeminado y doliente que Sancho. -Querría, si fuese posible -respondió Sancho-, que vuestra merced me diese dos tragos de aquella bebida del Feo Blas. Pues a tenerla yo aquí, desgraciado yo, ¿qué nos faltaba?» (Cervantes). Obsérvese que el sentido de la proposición interrogativa es negativo; ¿qué nos falta? es una manera de decir que nada nos falta. Hay pues, en el qué nos faltaba dos negaciones implícitas, la de la estructura interrogativa, y la de la anterioridad metafórica, que es una negación de negación, y hace positivo el sentido. La oración por consiguiente insinúa que, como no la tengo aquí, nos falta algo, nos falta lo necesario. Obsérvese también que la hipótesis es declarada en este ejemplo por un complemento de mucho uso en las oraciones condicionales, sobre todo las de negación implícita: a tenerla yo es lo mismo que si yo la tuviese o tuviera. El sentido es de presente, y en lugar de faltaba hubiera podido decirse (aunque, a mi juicio, con menos vigor y elegancia) faltaría o faltara.

  —202→  

«Si llevado no hubiera en ese día
La encantada loriga el caballero,
Vida y combate allí acabado había;
Pero valiole el bien templado acero».


(Anónimo)                


El sentido es de pretérito; pudo decirse hubiese en lugar de hubiera, hubiera o habría en lugar de había; y pudo también expresarse la hipótesis por medio del complemento a no haber llevado.

696. 3.ª Es muy común en nuestros buenos autores emplear por las formas compuestas las simples, cuando se habla de cosa pasada en el sentido de negación implícita: «Esta noticia me desazonó tanto, como si estuviera enamorado de veras» (Isla). Rigorosamente debió ser hubiera o hubiese estado. Obsérvese que se calla, después de como, la apódosis me habría o me hubiera desazonado, porque el contexto la suple.

«Si no fuera socorrido en aquella cuita de un sabio, grande amigo suyo, lo pasara muy mal el pobre caballero» (Cervantes). Fuera y pasara en lugar de hubiera sido y hubiera pasado.

697. 4.ª En los verbos dependientes de la apódosis o de la hipótesis es preciso ver si el significado de ellos forma parte del concepto condicional o no; en el primer caso toman la anterioridad metafórica; en el segundo no la toman, y se ponen en los modos y tiempos que el sentido demanda.

Así en aquel ejemplo de Cervantes: «Si estos pensamientos caballerescos», etc., se emplean hiciesen y saliesen en el sentido de presente, porque a estos verbos los afecta el sentido condicional, como que contribuye a manifestar los efectos de la hipótesis. Al contrario de lo que sucede en este pasaje de Jovellanos: «Sería muy árida y enojosa la descripción de este castillo, si detenido yo en las formas de sus piedras, desechase las reflexiones que despiertan». El verbo despiertan no sufre trasposición alguna, porque su significado es independiente de la hipótesis.

698. 5.ª En los verbos dependientes de la apódosis o de la hipótesis y afectados por el sentido condicional, se debe atender a las consideraciones que influirían en la elección de las formas modales, si no hubiese negación implícita. Los ejemplos que siguen manifestarán la importancia de esta regla:


«¿Quién creyera que en esta humana forma
Y así en estos despojos pastoriles
Estaba oculto un Dios?».


(Jáuregui)                


Quién creyera es nadie creyera, por el valor de la estructura interrogativa. Cállase además después de quien la hipótesis que me viese, indicada por el contexto. Despejada la anterioridad metafórica tendríamos: «Nadie (que me vea) creerá que en esta forma está oculto un Dios»; donde está tiene el valor de futuro, como subordinado a creer307, a). Pero como en proposiciones subordinadas a no creer, no pensar, no decir,   —203→   y otros actos negativos del entendimiento o de la palabra, se emplean el indicativo o el subjuntivo indistintamente, se pueden ahora emplear con igual propiedad está o esté. Restablecida, pues, la negación implícita, diríamos sin interrogación: «Nadie (que me viese) creyera o creería que estaba, estuviese o estuviera». El verbo subordinado está o esté experimenta la misma trasformación que el subordinante creerá, porque el estar oculto se mira, según la intención del poeta, por entre la creencia del espectador y por consiguiente lo afecta la hipótesis. No es a la verdad necesaria esta última trasformación, pero es graciosa y elegante. La interrogación no hace más que sustituir quién a nadie.

«Es verdad que no todos los señores de esta aldea, si se hallasen en el mismo caso de usted, procederían con tanta honradez y cristiandad; antes bien sólo pensarían en Antonia por medios tan nobles y legítimos cuando la experiencia les hubiese enseñado que no la podían conseguir por otros más viles y bastardos» (Isla). Quiere decir que no se hallan, ni proceden, ni piensan, ni la experiencia les ha enseñado, ni pueden. Dícese podían en indicativo, porque despejada la negación implícita resultaría: «Sólo entonces pensarán honradamente, cuando la experiencia les haya enseñado que de otro modo no pueden».

699. 6.ª Si el verbo de la apódosis depende de una proposición que rija forzosamente subjuntivo, admite tanto la forma en se como la forma en ra del subjuntivo, y desecha las formas indicativas: «Dudo que los otros señores de esta aldea, si se hallasen en el caso de usted, procediesen o procedieran tan honradamente»; es inadmisible procederían.

Pero si la apódosis depende de un verbo que rija indicativo o subjuntivo, admite la forma en se, junto con las otras que son propias de ella: «A fe que si me conociese, que219 me ayunase» (Cervantes). Ya hemos visto que las frases aseverativas como a fe, rigen a menudo el subjuntivo por un idiotismo de la lengua (§ 218, a).

Pero no por eso desechan el indicativo, que es, por el contrario, su régimen natural, aunque no el más elegante. El ayunase del ejemplo es, por consiguiente, muy castizo; bien que pudiera sustituirse correctamente ayunaría.

700 (b). Empleamos también la anterioridad metafórica, no ya para insinuar negación, sino para expresar modestamente lo que de otra manera parecería tal vez aventurado o presuntuoso, como dando a entender que no tenemos por cierto aquello mismo de que en realidad estamos persuadidos.

«Si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos. Y no lo tengas a mucho; que cosas y casos acontecen, por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo» (Cervantes). Si se dijese bien puede ser, y gane y tenga, y venga y podré darte, el sentido   —204→   sería sustancialmente el mismo, pero la negación implícita da a la sentencia un tono de moderación y de buena crianza. En casos como éste, puede no haber trasposición de tiempos en la hipótesis, y así es efectivamente en el ejemplo anterior (vives, vivo); al revés de lo que sucede por lo común en las oraciones condicionales, en las que, o se trasponen ambos miembros o ninguno.

701 (c). Pasemos al uso de la anterioridad metafórica en las oraciones optativas. El pretérito que sobra para el tiempo indica en ellas que tenemos por imposible o por inverosímil aquello mismo que parecemos desear o conceder.

Cualquiera percibirá la diferencia entre plega y pluguiera. «Plega a Dios que sus fatigas sean recompensadas», sólo puede decirse cuando se abriga alguna esperanza de que se logrará la recompensa. Pero «Pluguiera a Dios que aún viviese», no puede decirse sino de una persona que se supone ha muerto.

En este sentido optativo de negación implícita el co-pretérito refiere los deseos a tiempo presente o futuro, y el ante-co-pretérito a tiempo pasado.

«¡Fuese ya mañana, y estuviésemos en la batalla, porque todos vieran cómo vuestra locura castigada sería» (Amadís).

«Vosotros, invernales meses, que agora estáis escondidos, ¡viniésedes a trocar vuestras noches por estos prolijos días!» (Tragicomedia de Celestina). Venid significaría que era posible la venida. Y si en lugar de viniésedes se dijera hubiésedes venido, y en lugar de estáis, estábades, y en vez de estos, aquellos, se haría considerar la venida, no sólo como imposible, sino como relativa a tiempo pasado.

«¡Quién me diese ahora que me creyeseis, y que con oídos atentos me escuchaseis; y que como buen juez, según lo alegado y probado, sentenciaseis!» (Granada). Ojalá me sea dado que me creáis y me escuchéis y sentenciéis expresaría meramente el deseo; la trasposición al pretérito presenta su consecución como difícil e inverosímil. Refiriendo el mismo pensamiento a una época pasada se diría: «Quién me hubiese o hubiera dado...».

702 (d). Pero es también cosa frecuente en el optativo usar la forma simple por la compuesta, cuando la segunda por referirse a tiempo pasado hubiera sido la más propia.

«¡Oh engañosa mujer Celestina! Dejárasme acabar de morir, y no tornaras a vivificar mi esperanza!», se dice en la misma Tragicomedia en un pasaje donde el sentido pedía hubiérasme dejado y no hubieras tornado.

703 (e). Damos a veces a la oración optativa una estructura condicional valiéndonos de los verbos querer, desear, etc.; y empleamos entonces la negación implícita para expresar nuestros deseos con urbanidad y modestia.

«Señor caballero -me dijo en voz baja luego que acabamos de comer-, quisiera hablar con usted a solas» (Isla). Este quisiera es condicional   —205→   de negación implícita; pero se calla la hipótesis, que se expresa en el ejemplo siguiente: «Señor don Quijote, querría, si fuese posible, que vuestra merced me diese dos tragos», etc. Quiero que vuestra merced me dé hubiera expresado, no un ruego, sino casi un absoluto mandato.




Formas compuestas con el auxiliar haber, la preposición de y el infinitivo

704 (316). Haber de significa necesidad, deber: «El buen ciudadano ha de obedecer a las leyes». Pero solemos emplear esta frase con el solo objeto de significar un futuro: «Mañana han de principiar las elecciones». Y entonces significamos siempre con ella una época posterior a la del auxiliar; de manera que si haber está en presente, la frase significa simplemente futuro; si haber está en pretérito o co-pretérito, la frase significa pos-pretérito; si en futuro, pos-futuro, etc. Así en «Se esperaba que las elecciones habían de principiar al día siguiente», habían de principiar equivale a principiarían. Y en «Reuniéndose el día primero de marzo los electores, habrán de verificarse las elecciones el domingo siguiente», habrán de verificarse representará las elecciones como posteriores a la reunión, que es un futuro.

705 (a). Como todas estas formas he de cantar, había de cantar, etc., envuelven una relación de posterioridad, son susceptibles del sentido metafórico en que con ella se da sólo un tono raciocinativo o conjetural a la sentencia. «Él hubo de estar entonces ausente», representa la ausencia en pretérito, pero insinuando que no lo afirmamos con seguridad, sino que tenemos alguna razón para pensar así.

706 (b). Damos también a estas formas el sentido de negación implícita, según las reglas que dejamos expuestas para la anterioridad metafórica: «La sociedad sería un nombre vano, si los infractores de las leyes no hubiesen de ser castigados».

707 (c). Empléase a menudo el verbo deber como auxiliar en formas compuestas equivalentes a las anteriores. «Poco menos de un cuarto de legua debíamos de haber andado», dice Cervantes: esto es, habíamos de haber andado, discurro que habíamos andado. La ausencia o presencia de la preposición hace variar mucho el sentido: «Él debe de pensar que le engañan», significa es probable que piensa; «Debéis pensar en lo que os importa, y no perder el tiempo en frivolidades», quiere decir que vuestra obligación es hacerlo así.



  —206→  
Formas compuestas en que entra el auxiliar tener

708 (317). En lugar del auxiliar haber combinado con el participio sustantivado, se usan también, aunque mucho menos frecuentemente, formas compuestas en que el verbo tener hace el oficio de auxiliar, y se combina con el participio adjetivo97: Tengo, tuve, tendré, tenía, tendría escrita la carta. El significado temporal de estas frases se ajusta a las mismas reglas que las que se componen con haber. El verbo tener lleva comúnmente en ellas un complemento acusativo a cuyo término sirve de predicado el participio. Pero este acusativo es a veces tácito e indeterminado (§ 211, b).

709 (318). Úsase la misma sustitución de tener a haber en formas compuestas del auxiliar, la preposición de, y un infinitivo: Tengo de salir; frase en que se indica una determinación decidida de la voluntad, una resolución.

710 (a). Cuando se antepone el infinitivo al auxiliar, se puede omitir la preposición, especialmente en verso: tengo de salir, de salir tengo, o simplemente salir tengo.




Infinitivos y gerundios compuestos

711 (319). Los infinitivos compuestos se forman con el infinitivo de haber y el participio sustantivado de los otros verbos: haber amado, haber tenido.

Y supuesto que el infinitivo simple denota presente o futuro respecto de la época designada por el verbo a que en la oración lo referimos, el infinitivo compuesto deberá tener el valor de pretérito o de ante-futuro respecto de la misma época.

«Tenemos, tuvimos, tendremos noticias de haberse ganado la victoria». Aquí el ganar la victoria es anterior al tener. «En vano espera, esperaba, esperará haber dado fin a tan larga obra antes de la muerte». El dar fin se representa como anterior a la muerte, que es un futuro respecto de la esperanza.

712 (a). Solemos, sin embargo, en casos semejantes contentarnos con el infinitivo simple. Así en el ejemplo anterior se diría muy bien dar fin, refiriendo esta acción a la esperanza directamente, sin el intermedio de la muerte.

  —207→  

713 (320). Los gerundios compuestos se forman con el gerundio del auxiliar haber y el participio sustantivado: habiendo cantado, habiendo escrito.

Y supuesto que el gerundio simple significa coexistencia o por lo menos inmediata anterioridad a la época designada por el verbo a que lo referimos, es preciso que el gerundio compuesto signifique anterioridad más o menos remota respecto de la misma época. «Habiendo quedado desierta la ciudad, se tomaron providencias para repoblarla».

714 (321). Tener se sustituye también a haber en los infinitivos y gerundios compuestos: «Es necesario tenerlo todo apercibido para resistir la invasión»; «Teniendo ya preparado mi viaje, hube de diferirlo por el mal estado de los caminos».

715 (a). Hay otros gerundios compuestos que se forman combinando el gerundio estando y otro gerundio: «Estando yo durmiendo, asaltó la casa una partida de ladrones».




Apéndice

Observaciones sobre el uso de los tiempos


Vamos a notar algunos usos excepcionales de los tiempos.

716 (a). Canté parece emplearse a veces no como simple pretérito sino como un ante-presente.


«Presa en estrecho lazo
La codorniz sencilla,
Daba quejas al aire
Ya tarde arrepentida.
¡Ay de mí, miserable,
Infeliz avecilla,
Que antes cantaba libre,
Y ya lloro cautiva!
Perdí mi nido amado,
Perdí en él mis delicias;
Al fin perdilo todo,
Pues que perdí la vida».


(Samaniego)                


Este uso del pretérito es metafórico. La pérdida que acaba de suceder se pinta así consumada, absoluta, irreparable; y la prueba evidente de este sentido traslaticio es el último verso, en que el pretérito se extiende a significar, no ya una pérdida que ha sucedido, sino una que va a suceder, pero inminente, inevitable.

  —208→  

717 (b). Hay una especie particular de oraciones condicionales de negación implícita, que es bastante enérgica, aunque de poco uso fuera del estilo familiar, «Si da un paso más, se precipita», es una fórmula narrativa en que insinuamos que no ha sucedido lo uno ni lo otro; pero, trasportándonos en la imaginación al lugar y al tiempo del hecho, nos expresamos como si actualmente estuviésemos viendo la persona que camina hacia el precipicio98.

Estos ejemplos manifiestan que además de las trasposiciones metafóricas de que hemos hablado antes, y que se pueden considerar como pertenecientes a la conjugación general, hay otras accidentales, aunque fundadas no menos que las primeras en el valor natural y primitivo de los tiempos. Sería prolijo, o por mejor decir, imposible, enumerarlas todas.

718 (c). Algunas veces también, sin que haya metáfora alguna, se usa el pretérito por el ante-presente, sobre todo en poesía. En estos versos, por ejemplo:


«Más triunfos, más coronas dio al prudente
Que supo retirarse, la fortuna,
Que al que esperó obstinado y locamente».


(Rioja)                


parecería más propio da o ha dado. Da presentaría esta máxima como una verdad moral de todos tiempos; ha dado nos la haría ver como confirmada por una experiencia constante hasta ahora; dio es un elegante arcaísmo, en que la lengua castellana restablece el valor de la forma latina original (dedit) que abrazaba los dos significados de pretérito y de ante-presente. Es particularmente apropiado al estilo poético.


«¿Cuándo no fue inconstante la fortuna?».


Sería más conforme a la propiedad de los tiempos el presente es o el ante-presente ha sido. Pero es más poético el latinismo fue.

719. En otra parte (§ 292, c) se ha notado la énfasis de que es susceptible en ciertas ocasiones el ante-pretérito de indicativo, usado como pretérito.

720 (d). No se ha contado entre los usos de la forma en ra (cantara, temiera), el de ante-co-pretérito de indicativo, tan frecuente en Mariana y otros escritores clásicos castellanos, y tan de moda en el día, aunque desde fines del siglo XVII había desaparecido de la lengua. Yo miro este empleo de la forma en ra como un arcaísmo que debe evitarse, porque tiende a producir confusión. Cantara tiene ya en el lenguaje moderno demasiadas acepciones para que se le añada otra más. Lo peor es el abuso que se hace de este arcaísmo, empleando la forma cantara, no sólo en el sentido de había cantado, sino en el de canté, cantaba y he cantado220.

  —209→  

721 (e). En varias provincias de Hispano-América se hace un uso impropio de la forma en se (cantase, hubiese cantado) en la apódosis de las oraciones condicionales que llevan negación implícita. Dícese, por ejemplo, «Yo te hubiese escrito, si hubiera tenido ocasión», en lugar de yo te hubiera o te habría escrito. Esta corrupción es comunísima en las Repúblicas australes, y debe cuidadosamente evitarse221.

722 (f). Hay otra que consiste en dar a la forma en se (cantase, hubiese cantado) el valor de la forma en re (cantare, hubiere cantado). Ésta es mucho peor que la precedente, y va cundiendo bastante aun en el lenguaje de escritores generalmente castizos y correctos. No puede usarse el pretérito de subjuntivo, sino cuando envuelve una relación verdadera o metafórica de anterioridad; sería pues un solecismo: «Si hubiese comedia esta noche, iré a verla»; expresándose un mero futuro, el tiempo propio es si hubiere o (adoptando el uso secundario del indicativo) si hay. Ni puede usarse el ante-co-pretérito de subjuntivo sino cuando con él se significan dos relaciones de anterioridad, ambas verdaderas o una de ellas metafórica; no sería pues tolerable: «Mañana, si hubiese llegado el gobernador, iremos a saludarle»; porque el tiempo de la llegada es un ante-futuro, que sólo se expresaría correctamente con hubiere o ha llegado222.





  —210→  

ArribaAbajoCapítulo XXIX

Clasificación de las proposiciones


723 (322). La proposición es regular o anómala.

724 (323). Regular es la que consta de sujeto y atributo expresos o que pueden fácilmente suplirse.

725. Los sujetos tácitos que pueden fácilmente suplirse son, o los pronombres personales, o los demostrativos él, ello, que reproducen, y a veces anuncian, un sustantivo cercano, de su número y género.

Serán, pues, proposiciones regulares: «Yo existo», o simplemente: «Existo»; «Ella vino» (indicando, por ejemplo, una mujer de que acaba de hablarse), o simplemente «Vino». «Habiendo encontrado una resistencia que no esperaban, se replegaron los enemigos a un monte vecino»; la proposición subordinada que no esperaban es perfectamente regular, y su sujeto tácito ellos anuncia al sustantivo los enemigos de la proposición subordinante. «Preferiría yo que viviésemos en el campo; pero no es posible»; en la última proposición el sujeto subentendido es ello, que reproduce la idea de vivir nosotros en el campo. «No se sabe qué resolución ha acordado el gobierno»; proposición perfectamente regular a que sirve de sujeto la proposición interrogativa indirecta qué resolución, etc. Si añadiésemos, pero presto se sabrá, sería también perfectamente regular esta proposición, subentendiéndose el sujeto ello, que reproduciría la misma interrogación indirecta.

726 (a). Sucede a menudo que se calla el verbo porque se subentiende el de una proposición cercana: «Venció al pudor la liviandad, a la prudencia la locura»: venció la locura. Fuera de este caso el verbo que más ordinariamente se subentiende es ser u otro de los que se emplean para significar la existencia:


«Hilaba la mujer para su esposo...
Acompañaba el lado del marido
Más veces en la hueste que en la cama;
Sano le aventuró; vengole herido;
Todas, matronas, y ninguna dama».


(Quevedo)                


Todas eran y ninguna era.

  —211→  

727 (b). La elipsis del verbo es frecuentísima en las exclamaciones: «¡Qué insensatez confiar nuestra seguridad a la protección de una potencia extranjera!»; qué insensatez era o es o sería, según lo que pida el contexto.

728 (324). Proposición anómala o irregular es la que carece de sujeto, no sólo porque no lo lleva expreso, sino porque, según el uso de la lengua, o no puede tenerlo o regularmente no lo tiene: «Hubo fiestas»; «Llueve a cántaros»; «Por el lado del norte relampaguea».

729 (a). La proposición puede carecer de sujeto; de atributo nunca; si no lo tiene expreso, hay siempre alguno que puede fácilmente suplirse.

730 (325). La proposición regular es transitiva o intransitiva.

731 (326). Transitiva, llamada también activa, es aquella en que el verbo está modificado por un acusativo. Cuando decimos que «el viento agita las olas», nos figuramos una acción que el viento ejecuta sobre las olas, y que pasa a ellas y las modifica: las olas es entonces un complemento acusativo, y la proposición se llama transitiva o activa; denominaciones enteramente idénticas.

732 (327). Los caracteres de esta especie de complemento, o las señales por las cuales podemos reconocerlo, son las que vamos a exponer:

1.º Es propio del verbo y de los tres derivados verbales, y se presenta a menudo bajo la forma de un caso complementario, que en el género masculino del singular es comúnmente le o lo, en el masculino de plural los, en el femenino de singular la, en el plural las, en el género neutro lo. «Fui al puerto, a los arsenales, a la playa, a las huertas, y le o lo, los, la, las encontré lleno, llenos, llena, llenas de gente». «Dijéronme que acababan de fusilar a unos cuantos, y que el pueblo había querido impedirlo».

2.º Otras veces se presenta bajo la forma de un complemento sin preposición o con la preposición a: «A ti te buscaban, no a ellos»; «El Congreso da leyes»; «César venció   —212→   a Pompeyo»; «Los Romanos conquistaron la Galia»; «Es preciso remunerar el trabajo».

3.º El acusativo de la construcción activa se convierte en sujeto de la construcción pasiva: «El viento agitaba las olas»; «las olas eran agitadas por el viento».

733. El acusativo es muchas veces un infinitivo o el anunciativo que, o una oración interrogativa indirecta; y en ninguno de estos casos lleva preposición: «Apetezco descansar» (descansar es cosa apetecida por mí); «La Gaceta Oficial anuncia que el ejército se retira a cuarteles de invierno» (que el ejército se retira a cuarteles de invierno es anunciado por la Gaceta Oficial); «No sabemos qué novedad ha ocurrido» (qué novedad ha ocurrido es cosa no sabida por nosotros).

734 (a). Hay ciertos verbos que rigen acusativo y no se prestan, sin embargo, a la inversión pasiva, porque carecen de participio adjetivo. Tal es el verbo poder, cuyos acusativos son generalmente infinitivos, y a veces algún sustantivo de significado general; y así se dice «El avestruz no puede volar»; «No lo podemos todos todo»; sin que por eso se diga que volar no es cosa podida por el avestruz, o que no todo es podido por todos. Pero éste es un puro accidente de la lengua223.

735 (b). Hay también verbos que no construyéndose regularmente con acusativos, se prestan, sin embargo, a la inversión pasiva por medio de un participio adjetivo; así, aunque no puede decirse que el reo apeló la sentencia, sino de la sentencia, se llama sentencia apelada aquella contra la cual se interpuso la apelación (Véase § 350, h).

736 (328). La proposición regular que carece de complemento acusativo, se llama intransitiva, como «yo existo».

Verbos que no suelen llevar acusativo sino en locuciones excepcionales, no admiten, por supuesto, en su uso ordinario, sino construcciones intransitivas; tales son existir, estar, permanecer, nacer, morir, y muchísimos otros. Dáseles el   —213→   nombre de intransitivos o neutros224. Los que regularmente lo tienen, se llaman transitivos o activos.

737 (a). Son frecuentes las construcciones activas de acusativo y dativo: «El preceptor enseñaba la gramática a los niños»; «Los trabajos dan a los hombres fortaleza»; «Una bella campiña inspira ideas alegres al poeta»; «Los sitiadores interceptaron las provisiones a la ciudad»; «Le quitaron la vida»; «Les atribuyeron el delito», etc.

738 (b). El dativo, como se ve en estos ejemplos, se presenta bajo dos formas: la de un complementario dativo, y la de un complemento con la preposición a.

739 (c). Hay construcciones intransitivas de dativo: «Les lisonjea la popularidad de que gozan». No sería bien dicho los lisonjea. Y sin embargo, sería perfectamente aceptable la inversión pasiva: «Lisonjeados por la popularidad de» etc. Esta inversión no es una señal inequívoca de acusativo (§ 327, b).

740 (329). Los verbos activos pueden usarse y se usan a menudo como intransitivos, considerándose entonces la acción como un mero estado; por ejemplo: «El que ama, desea y teme, y por consiguiente padece»; cuatro verbos activos, usados como intransitivos.

741 (a). Extraño parecerá que se considere a padecer como verbo activo, siendo la idea que con él significamos tan opuesta a lo que se llama vulgarmente acción. Pero es necesario tener entendido que la acción y pasión gramaticales no tienen que ver con el significado sino con la construcción de los verbos. Los hay, pues, que significan verdaderas acciones, y que, sin embargo, son neutros, como pelear; y los hay que denotan verdadera pasión, y que, sin embargo, son activos, como padecer; consistiendo todo en que a los primeros no podemos darles regularmente complementos acusativos como lo hacemos de ordinario con los otros: padeces trabajos, dolores, calamidades225.

742 (b). Hay también muchos neutros que accidentalmente dejan de serlo formando construcciones activas. Así respirar, primariamente intransitivo, porque ejercitándose la acción del verbo sobre un solo objeto, el aire, era superfluo expresarlo, desenvuelve su acusativo tácito cuando se modifica ese objeto: respirar un aire puro, respirar el aire del campo; o cuando real o metafóricamente se ejerce la acción sobre otro diverso: respirar el gas carbónico, respirar venganza.

  —214→  

743. Suspirar, en su sentido primitivo, es neutro; y con todo eso Lope de Vega lo ha empleado como activo en estos dulcísimos versos:


«Pasaron ya los tiempos
En que, lamiendo rosas,
El zéfiro bullía,
Y suspiraban aromas»226.


744 (c). Un mismo verbo puede regir unas veces acusativo de persona, y otras acusativo de cosa «Aristóteles enseñaba la filosofía» (la filosofía era enseñada). «Las madres enseñaban a sus hijos» (los hijos eran enseñados). «La naturaleza inspira al poeta» (el poeta es inspirado). «La noche inspira ideas tristes» (ideas tristes son inspiradas).

745. Dícese con el complemento acusativo vestir a una persona, vestir una cosa (cubrirla con algo que le sirva como de vestido). Tal es el uso natural de vestir, y en él le acompaña a menudo otro complemento, formado con de, para demostrar el vestido o lo que hace sus veces:


«Dos meses ha que pasó
La Pascua, que por Abril
Viste bizarra los campos
De felpas y de tabís».


(Tirso de Molina)                


  —215→  

Pero trasfórmase de todo punto la construcción cuando se dice: «Le vistieron una túnica de púrpura»; el vestido es complemento acusativo, y la persona a quien se le pone, dativo.


«Viste los prados matizada alfombra».


Ahora el vestido es sujeto, y la cosa que lo lleva acusativo. «Por el hábito de San Pedro que visto, que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros» (Cervantes); ahora, al contrario, el vestido (representado por que) es acusativo, y la persona que lo lleva, sujeto.

746. Desnudar en su construcción natural era y es despojar a uno de sus ropas. Pero también solía construirse con dativo de persona y acusativo de cosa:


«Los vestidos se desnuden
Antes que de ahí se muden,
O disparo...».


(Un bandolero de Lope de Vega)                


El sujeto de desnuden es ellos (los caminantes); los vestidos es acusativo de cosa, y se dativo reflejo de persona.


«Estremécense las aguas,
Y los delfines por ellas
Comienzan a dar indicios
De la futura tormenta;
Desnudose el sol sus rayos,
Vistiose de nubes negras».


(Lope de Vega)                


747. Dícese ceñir a uno de o con algo, y ceñirle a uno la espada, haciendo a la espada acusativo y a le dativo; y ceñir espada por llevarla a la cinta, haciendo a la espada otra vez acusativo, y a la persona que la lleva, sujeto.

748. Cubrir a uno con una capa, cubrirle de ignominia, es la natural construcción activa de este verbo; pero en tiempo de Cervantes era todavía usado y elegante cubrirse una capa, ponérsela, echársela uno encima a sí mismo: la capa, acusativo, la persona sujeto, y dativo reflejo. «Se cubrió don Quijote un herreruelo de paño pardo» (Cervantes).


«No dio lugar para ello
Mi señora doña Lucía,
Que ya el manto se cubría».


(Tirso)                



«Señora, cúbrete un manto
Y vente a palacio luego».


(Comedia antigua, citada por Clemencín)                


En obras de mayor antigüedad es más frecuente esta construcción, como puede verse en el Amadís de Gaula, donde ocurren muchos ejemplos como éstos: «Diéronle (a Amadís) una capa de escarlata que se cubriese», esto es, que se echase encima; «El rey (Lisuarte) le tomó por la mano (a Amadís), e hízole dar un manto que cubriese»; se   —216→   calla el dativo reflejo (se); «Diéronles (a Florestán y a don Galaor) sendos mantos, que cubrieron» (la misma elipsis); «Entrad -dijo ella (una doncella desconocida a don Galaor), y en entrando, hiciéronle desarmar y cubriéronle un manto» (dativo de persona oblicuo)227.

749. Dícese que un objeto nos admira, poniendo en acusativo la persona que siente la admiración, y que admiramos un objeto, haciendo acusativo la cosa que produce este efecto, y que nos admiramos de un objeto, haciéndonos en cierto modo agentes y pacientes de la admiración, y despojando al objeto de ella del carácter de sujeto y de acusativo.

750. Por estas muestras puede conocerse la variedad que en orden a las construcciones activas ha presentado y aún presenta la lengua, y la necesidad de estudiarlas en los diccionarios y en el uso de los autores correctos.

Pero en esta materia no debe considerarse la lengua como tan encadenada por el uso actual, que no sea lícito aventurar de cuando en cuando, con pulso y oportunidad, relaciones nuevas en el complemento acusativo. No hay motivo para que se prohíba a los escritores de nuestros días lo que permitido a sus predecesores ha hermoseado el castellano, enriqueciéndolo de construcciones elegantemente variadas.

751 (330). La proposición regular transitiva se subdivide en oblicua, refleja y recíproca, según lo sea el complemento acusativo.

752. El complemento acusativo es oblicuo cuando el sujeto del verbo no se identifica con el término del complemento, como en «Dios manda que amemos a nuestros enemigos»;   —217→   «Dios ha criado y conserva todas las cosas»: el sujeto Dios es distinto de la cosa mandada, y de las cosas criadas y conservadas.

753. El complemento acusativo es reflejo cuando el sujeto del verbo y el término del complemento son una misma persona o cosa; como «Yo me visto»: la persona que viste y la persona vestida son idénticas.

754. En fin, el complemento acusativo es recíproco cuando el verbo tiene por sujeto dos o más personas o cosas, cada una de las cuales ejerce una acción sobre la otra o las otras y la recibe de éstas, significándose esta complexidad de acciones por un solo verbo, como en Pedro y Juan se aborrecen; ellos se miraban unos a otros.

755 (a). Como las formas pronominales recíprocas no se diferencian de las reflejas, ni las reflejas en la primera y segunda persona difieren de las oblicuas, suele ser conveniente, para evitar ambigüedad, duplicar el complemento bajo otra forma, añadiendo en el sentido reflejo la frase a mí mismo, a sí mismo, etc., y en el recíproco la frase uno a otro, en el género y número correspondientes; y otro tanto puede hacerse, aun cuando no hay peligro de ambigüedad, para dar más fuerza a la expresión. «Ellos se aborrecen a sí mismos», preséntase un mismo acusativo bajo dos formas, se, a sí mismos; «Ellos se aborrecen unos a otros» o «los unos a los otros», ofrece dos proposiciones, en la segunda de las cuales se calla el verbo: ellos se aborrecen; los unos (aborrecen) a los otros; se y a los otros son dos formas diferentes de un acusativo repetido. Determínase también el sentido recíproco por medio de adverbios: «Nosotros nos atormentamos mutuamente, recíprocamente».

756 (b). En el sentido reflejo se suele también poner el adjetivo mismo con el nominativo: «Se educó él mismo»; «Horacio da admirables preceptos para conducirse uno mismo» (Burgos).

757 (c). El dativo, como cualquier otro complemento, puede ser, no sólo oblicuo, sino reflejo o recíproco: «Me bebí media azumbre de vino»; «Se dieron de bofetadas unos a otros»; «Se avergonzaba de sí mismo»; «Me irrité contra mí mismo»; «Disputaban unos con otros», o «los unos con los otros». Pero lo oblicuo, reflejo o recíproco de la proposición se determina por el acusativo.

758 (d). Pudiera alguna vez confundirse el dativo reflejo que suelen tomar muchos verbos, sin que aparezca necesitarlo el sentido, con el acusativo reflejo. Reconócese entonces el dativo por la presencia de un acusativo que no puede identificarse con él. Así en «Me temo que os engañéis», no puede dudarse que la cosa temida, que os engañéis, es   —218→   el acusativo del verbo temer; el me, por consiguiente, es un dativo, y al parecer superfluo, porque, quitándolo, se diría sustancialmente lo mismo. Pero en realidad no lo es, porque con él se indica el interés de la persona que habla en el hecho de que se trata. De la misma manera, en «Se bebió dos azumbres de vino», sirve el se para dar a entender la buena disposición, el apetito, la decidida voluntad del bebedor; por lo demás pudiera faltar. «Tú te lo sabes todo», pinta la presunción de saberlo todo, y de saberlo mejor que nadie; la ironía se percibiría menos omitiendo el te. «Aviso a mi señor, que si me ha de llevar consigo, ha de ser con condición que él se lo ha de batallar todo» (Cervantes): sin el se no sería tan privativo de mi señor el batallar. Este dativo superfluo es muy digno de notarse por las expresivas modificaciones que suele dar al verbo.

759 (331). En la proposición refleja, según lo dicho, una misma persona es agente y paciente; pero hay varias especies de construcciones en que la reflexividad no pasa de lo material de la forma, ni ofrece al espíritu más que una sombra débil y oscura. Las llamaremos construcciones cuasi-reflejas; y entre ellas señalaremos en primer lugar aquellas con que solemos expresar diferentes emociones o estados del alma, y en que el verbo es de suyo activo, y admite acusativos oblicuos, y el sujeto significa seres animados o que nos representamos como tales, en singular o plural, y en primera, segunda o tercera persona. Cuando se dice: «La muerte nos espanta», «el peligro los acobarda», «el viento embraveció las olas», hay acción y pasión. Consideramos la muerte, el peligro, el viento como seres activos que afectan al objeto designado por el acusativo oblicuo. Mas otra cosa es cuando se dice que «nos espantamos de la muerte», que «se acobardan a vista del peligro», que «las olas azotadas por el viento se embravecieron»; gramaticalmente parece decirse que el sujeto obra en sí mismo produciendo el espanto, la cobardía, el embravecimiento; pero ésta es una imagen fugaz que desaparece al instante, un símbolo con el cual enunciamos meramente la existencia de cierta emoción o estado espiritual, verdadero o metafórico, cuya causa real se indica por alguna expresión accesoria (de la muerte, a vista del peligro, azotadas por el viento).

  —219→  

760 (332). Son muchos los verbos activos que se prestan a esta especie de construcciones cuasi-reflejas de toda persona: «Yo me alegro», «Tú te irritas», «Ella se enfada», «Nosotros nos avergonzamos», «Vosotros os maravilláis», «Ellos se horrorizan», «se amedrentan», «se regocijan», «se asombran», «se pasman».

761 (333). Pero verbos hay que sólo admiten acusativos reflejos, formando con ellos construcciones cuasi-reflejas de toda persona: «Me jacto», «Te desvergüenzas», «Se atreve», «Nos arrepentimos», «Os dignáis», «Se quejan». Estos verbos se llaman reflejos o pronominales, para distinguirlos de los verdaderos activos, que admiten acusativos de todas clases. El título que suele dárseles de recíprocos es impropio, porque jamás significan reciprocidad, y lo que figuran oscuramente en fuerza de sus elementos materiales, es una sombra de acción que el sujeto ejerce en sí mismo.

762 (a). Es de creer que los verbos reflejos han sido originalmente activos, que se usaban con todo género de acusativos, y pasando a la construcción cuasi-refleja, se limitaron poco a poco a ella. Sabemos, por ejemplo, que jactar (jactare) se construía con acusativos oblicuos en latín228. En Ruiz de Alarcón se encuentra:


«... Padres honrados,
Si no de sangre, tuve, generosa,
Que no jacto valor de mis pasados».


De jactar el linaje se pasó a jactarse del linaje, como de admirar los edificios a admirarse de ellos, con la sola diferencia de que admirar conserva hoy las dos construcciones, y en jactar sólo es ya admisible la segunda. Así atreverse, que en el día no se emplea sino como verbo reflejo, se usó hasta el siglo XVII como verdaderamente activo, significando alzar, levantar, y por una fácil transición, animar, alentar, dar valor u osadía101.


«Tú, al fin, que en la tierra,
Que apenas te sufre,
No hay paz que no alteres,
Ni honor que no enturbies,
Hoy verás que Dios
Soberbias confunde,
Que al cielo atrevían
Locas pesadumbres»,


(Tirso)                


  —220→  

esto es, levantaban locamente pesadas moles, aludiendo a la fábula de los Titanes, que poniendo montes sobre montes pretendieron escalar el Olimpo.


«No atreví demostraciones
Entonces, porque temía»,


(El mismo)                


esto es, no animé, no esforcé.


«En resolución, sabed,
Que si vos, como Faetón,
El pensamiento atrevéis
Al sol que adoro, esta espada», etc.


(Alarcón)                


763 (334). Hay asimismo muchos verbos intransitivos o neutros que son susceptibles de la construcción cuasi-refleja, verbigracia, reírse, estarse, quedarse, morirse, etc. La construcción es entonces de toda persona, y refleja en la forma, porque el pronombre reflejo está en acusativo102; pero la reflexividad no pasa de los elementos gramaticales y no se presenta al espíritu sino de un modo sumamente fugaz y oscuro.

764 (a). Bien es verdad que si fijamos la consideración en la variedad de significados que suele dar a los verbos neutros el caso complementario reflejo, percibiremos cierto color de acción que el sujeto parece ejercer en sí mismo. Estarse es permanecer voluntariamente en cierta situación o estado, como lo percibirá cualquiera comparando estas expresiones: «Estuvo escondido», y «Se estuvo escondido», «Estaba en el campo», y «Se estaba en el campo». La misma diferencia aparece entre quedar y quedarse, ir e irse: «Más parecía que le llevaban que no que él se iba» (Rivadeneira). Entrarse añade a entrar la idea de cierto conato o fuerza con que se vence algún estorbo: «A pesar de las guardias apostadas a la puerta, la gente se entraba». Lo mismo salirse: «Los presos salieron» enuncia sencillamente la salida; se salieron denotaría que lo habían hecho burlando la vigilancia de las guardias o atropellándolas: «Se sale el agua de la vasija» en virtud de una fuerza inherente, que obra contra la materia destinada a contenerla; lo que por una de las mil transiciones a que se acomoda el lenguaje, se aplicó después a la vasija misma, cuando deja escapar el líquido contenido, y en este sentido se dice que una pipa se sale. «Mi amo se sale, sálese sin duda. -¿Y por dónde se sale, señora? ¿Hásele roto alguna parte de su cuerpo? -No se sale sino por la puerta de su locura; quiere decir, señor bachiller de mi ánima, que quiere salir otra vez a buscar aventuras» (Cervantes). Morirse no es morir, sino acercarse a la muerte103. Nacerse es nacer espontáneamente, y se dice con propiedad de las plantas que brotan en la tierra sin preparación ni cultivo:

  —221→  

«Poco a poco nació en el pecho mío,
No sé de qué raíz, como la yerba
Que suele por sí misma ella nacerse,
Un incógnito afecto».


(Jáuregui)                


765. Reír y reírse parecen diferenciarse muy poco; y sin embargo, ningún poeta diría que la naturaleza se ríe, para dar a entender que se muestra placentera y risueña, al paso que, cuando se quiere expresar la idea de mofa o desprecio, parece más propia la construcción cuasi-refleja:


«La codicia en las manos de la suerte
Se arroja al mar, la ira a las espadas,
Y la ambición se ríe de la muerte».


(Rioja)                


766. El verbo ser, regularmente intransitivo, es de los que alguna vez se prestan a la construcción cuasi-refleja de que estamos tratando. Con Érase solían principiar los cuentos y consejas, fórmula parodiada por Góngora en su romancillo:


«Érase una vieja
De gloriosa fama»,


y por Quevedo en el soneto


«Érase un hombre a una nariz pegado».


Me soy parece significar soy de mío, soy por naturaleza, por condición. «Mochachas, digo, que, viejas, harto me so81 yo» (La Celestina); esto es, harto vieja me soy.


«Asno se es de la cuna a la mortaja»229,


dice Rocinante, hablando de su amo en un soneto de Cervantes. Todavía es frase común sea o séase lo que se fuere.

Tenemos pues construcciones regulares cuasi-reflejas de toda persona, formadas ya por verbos ordinariamente activos, ya por verbos reflejos, ya por verbos neutros.

767 (335). Otras construcciones regulares cuasi-reflejas son las de tercera persona, formadas con verbos ordinariamente activos; y por su uso frecuente puede decirse que pertenecen al proceder ordinario de la conjugación. Ellas   —222→   invierten el significado del verbo, y lo hacen meramente pasivo: «Se admira la elocuencia», «Se apetecen las distinciones», «Se promulgaron sabias leyes», equivale a «la elocuencia es admirada», «las distinciones son apetecidas», «fueron promulgadas sabias leyes». De la reflexividad significada por los elementos gramaticales, la idea de acción se desvanece, y queda solamente la idea de pasión, o de modificación recibida.

768 (a). He aquí, pues, un nuevo medio de comprobar el complemento acusativo, porque si verse la casa es la pasiva de ver la casa convirtiéndose el complemento en sujeto, poderse volar será de la misma manera la pasiva de poder volar.

769 (b). Esta construcción cuasi-refleja de tercera persona no debe usarse cuando hay peligro de que se confunda el sentido puramente pasivo con el reflejo: «Se cultiva el campo», no adolece de esta ambigüedad, porque el campo no puede cultivarse a sí mismo; pero si el sujeto fuese un ser capaz de la acción significada por el verbo, la construcción ofrecería dos sentidos diversos, o tal vez ofrecería naturalmente el reflejo. «Se miraban los reyes como superiores a la ley», pudiera significar o que se miraban a sí mismos o que eran mirados; pero quizá más naturalmente lo primero. «¡A cuántos trabajos y penalidades se sujetan los hombres por ese ruido vano que se llama gloria!», el sentido es exclusivamente reflejo. «La casa se estremecía con el sacudimiento de la tierra»: sentido pasivo.

«Los espectadores de aquella escena sangrienta se estremecían de horror»: la construcción es aquí cuasi-refleja de toda persona, y se expresa con ella una emoción del alma, a que acompaña tal vez algún movimiento corpóreo, pero cuya verdadera causa o agente está en el complemento que modifica al verbo (§ 331).

770 (c). La precedente análisis nos conduce a la clasificación de los verbos. En rigor, es construcción activa toda la que consta de complemento acusativo, y verbo activo o transitivo todo el que lleva un complemento de esta especie. Pero en este sentido serían muy contados los verbos a que no se pudiese dar este título. Clasificaremos, pues, los verbos bajo otro punto de vista más conveniente para señalar los diferentes modos de usarlos.

771 (336). Verbo activo o transitivo es el que en su uso ordinario admite acusativos oblicuos, como ver, oír, amar; reflejo es el que lleva constantemente los acusativos complementarios reflejos me, nos, te, os, se, como jactarse,   —223→   atreverse, arrepentirse; intransitivo o neutro el que de ordinario no lleva acusativo alguno, o sólo ciertos acusativos en circunstancias particulares, como ser, estar, vivir.

772 (337). Pasemos a las proposiciones irregulares o anómalas.

En ellas no se expresa ni se subentiende sujeto.

Puede a la verdad en muchos casos suplírseles alguno; pero no es porque en el uso común se piense en él.

Las unas son intransitivas, o si tienen acusativo, es regularmente oblicuo; las otras son cuasi-reflejas.

773 (338). A las primeras pertenecen las proposiciones en que figuran los verbos amanecer, anochecer, llover, lloviznar, nevar, granizar, tronar y otros, que en su significado natural no llevan ordinariamente sujeto, y que se suelen llamar impersonales, aunque tal vez les convendría mejor la denominación de unipersonales, porque parecen referirse siempre a una tercera persona de singular, bien que indeterminada. Hay en ellos a la verdad un sujeto envuelto, siempre uno mismo, es a saber, el tiempo, la atmósfera, Dios, u otro semejante, y de aquí es que se dice alguna vez «Amaneció Dios», «Amaneció el día»; pero ésta es más bien una locución excepcional, que no se emplea sino en muy limitados casos; el uso corriente es no poner a estos verbos sujeto alguno.

774 (a). Sin embargo, sacados de su significado natural, pueden llevar sujeto: «Tronaba la artillería», «Sus ojos relampagueaban», «Sus palabras me helaron», «Amanecimos a vista de tierra».

775 (b). Díjose, «Llovió piedras», conservando la impersonalidad del verbo y dándole acusativo. Pero es más común convertir este complemento en sujeto: «Sancho se puso tras su asno; y con él se defendía del pedrisco que sobre ellos llovía» (Cervantes). «Acudieron los mejicanos a Cortés, clamando sobre que no llovían sus dioses» (Solís). Dánsele otras veces sujeto y acusativo juntamente: «Comenzaron los galeotes a llover tantas y tantas piedras sobre don Quijote, que no se daba manos a cubrirse con la rodela» (Cervantes). «La casa se llovía», es una locución usual cuasi-refleja. Y del uso activo de llover procedió naturalmente el participio pasivo, llovido, llovida.

  —224→  

776 (339). Hay otros verbos que siendo de suyo activos o neutros y conjugándose por todas las personas y números, pasan al uso impersonal. Así el temblor de tierra se expresa por el verbo temblar usado impersonalmente: «¿No sentís que tiembla?». Empléanse del mismo modo ser y estar: «Es temprano», «Es tarde», «Es de día», «Está nublado», «Está todavía oscuro».

777 (340). El verbo dar aplicado a las horas llevaba al principio sujeto y acusativo oblicuo: «Antes que el reloj diese las cuatro, ya yo tenía otras tantas libras de pan ensiladas en el cuerpo» (don Diego Hurtado de Mendoza). Callose el sujeto, que era siempre uno mismo, y el verbo se hizo impersonal con acusativo oblicuo: «De esta manera anduvimos hasta que dio las once» (el mismo). De aquí la pasiva: «Aún no eran dadas las ocho, cuando con vuestra merced encontré» (el mismo). Decíase pues «ha dado las cuatro», no «han dado», como decimos hoy, convirtiendo el acusativo en sujeto230-104.

778 (341). Con el verbo hacer, usado impersonalmente, se significaban las variaciones atmosféricas: «hace frío», «hizo grandes calores en el mes de Enero»104. Hoy es común convertir este acusativo en sujeto: «hicieron grandes calores». Aplicado al trascurso del tiempo, rige que anunciativo, que lleva envuelta la preposición de o desde: «Hace algunos días que le vi», o callando el que: «Le vi algunos días hace».

779 (a). Encuéntrase en nuestros clásicos tal cual pasaje en que hacer, aplicado al trascurso del tiempo, deja de ser impersonal, tomando el tiempo mismo por sujeto: «Hoy hacen, señor, según mi cuenta, quince años, un mes y cuatro días, que llegó a esta posada una señora en hábito de peregrina» (Cervantes)104.

780 (342). El verbo pesar, significando una afección del ánimo, rige dativo de persona y complemento de cosa con de: «Así me pese de mis culpas como de haberle conocido»;   —225→   «Harto les pesa de haber tratado con tanta confianza a un hombre tan falso». Pero si la causa del pesar se expresa con un infinitivo, se puede omitir la preposición: «Me pesa haberte enojado»: pesar deja entonces de ser impersonal, y tiene por sujeto el infinitivo.

781 (343). El de más uso entre los verbos impersonales es haber, aplicado a significar indirectamente la existencia de una cosa, que se pone en acusativo: «Hubo fiestas»; «Hay animales de maravillosos instintos»; frases que no se refieren jamás a un sujeto expreso. Decimos que por este medio se significa indirectamente la existencia, porque haber conserva su significado natural de tener; y si sugiere la existencia del objeto que se pone en acusativo, es porque nos lo figuramos contenido en un sujeto vago, indeterminado, cuya idea se ofrece de un modo oscuro y fugaz al entendimiento, pero no tanto que no produzca efectos gramaticales, concordando con el verbo en tercera persona de singular, y rigiendo acusativo; como si se dijese la ciudad tuvo fiestas; el mundo, la naturaleza, tiene animales, etc.231 Que la cosa cuya existencia se significa está en acusativo, lo prueba la necesidad del caso complementario de acusativo, cuando la representamos con el pronombre él: «Estaba anunciado un banquete, pero no fue posible que lo hubiese»; «Se creyó que habría frutas en abundancia, y en efectos las hubo»; «Hay magníficas perspectivas en la cordillera, y no las hay menos hermosas y variadas en los valles». Si el impersonal haber significara de suyo existir, sería la mayor de todas las anomalías poner las cosas existentes en acusativo232.

  —226→  

782 (a). El impersonal haber se aplica frecuentemente al trascurso del tiempo: «No mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero» (Cervantes); o callando el que anunciativo: «Vivía no há mucho». se acentúa en este sentido, como en el precedente se dice hay por ha233-104.

783 (b). El impersonal haber se sirve de auxiliar a sí mismo para la formación de los tiempos compuestos, y así se dice: «Hubiera habido graves desórdenes, si no hubiese habido tropas que los contuviesen».

784 (c). Los infinitivos y gerundios de los verbos impersonales comunican su impersonalidad a los verbos de que dependen: «Comienza a llover»; «Debió de haber graves causas para tan severas providencias»; no podría decirse debieron.

785 (344). En las precedentes construcciones irregulares el verbo se halla siempre en la tercera persona de singular; hay otras aplicables a los verbos que significan actos propios de personas o seres racionales: «Dicen que ha llegado una mala noticia»; «Temen que se declare la guerra»; «Anuncian la caída del ministerio»; «Cantan en la casa vecina»; construcciones, como se ve, ya intransitivas, ya transitivas y oblicuas.

786 (a). No vaya a creerse que se subentiende en ellas un sujeto plural como algunos, porque se hace uso de estas construcciones aun cuando manifiestamente es uno el agente; así, cantan en la casa vecina es una expresión muy castellana, aunque se perciba que es una sola persona la que canta.


«¡Que me matan! ¡Favor! Así clamaba
Una liebre infeliz que se miraba
En las garras de una águila sangrienta».


(Samaniego)                


«Pareciole a don Quijote que oía la voz de Sancho Panza, y levantando la suya todo lo que pudo, dijo: -¿Quién se queja? -¿Quién se ha de quejar -respondieron-, sino el asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala andanza, de la Ínsula Barataria?».


787 (345). Pasemos a las construcciones irregulares cuasi-reflejas, que son las que tienen el acusativo reflejo se, y pertenecen todas a la tercera persona de singular: se   —227→   duerme, se canta, se baila; «Aquí se pelea por el caballo, allí por la espada» (Cervantes). «Se escribe y compone en la actualidad bajo el yugo de un culteranismo de pésimo gusto, que ni siquiera es ingenioso y erudito como el de Góngora» (Mora). «¿Y cómo se imita? Copiando» (el mismo). El único sujeto que se ofrece a la mente es la acción misma del verbo; como si dijéramos se ejecuta el dormir, el cantar, el bailar, el pelear, el escribir, el componer, el imitar234. Estas construcciones anómalas cuasi-reflejas de tercera persona se puede decir que entran en el proceder ordinario de la conjugación; porque son contados los verbos que no se construyen alguna vez de esta manera. Son reflejas en la forma, pasivas en su significado.

788 (a). Si el verbo es reflejo, no tiene cabida la construcción impersonal de que hablamos: se arrepiente, v. gr., se refiere siempre a un sujeto.

789 (b). Si el verbo es de los activos o neutros que llevan a menudo acusativo reflejo, como acercar, morir, reír, sólo en circunstancias particulares que remuevan todo peligro de ambigüedad, podrá construirse de ese modo: se acerca, por ejemplo, requiere sujeto: «Cuanto más uno se acerca a la cumbre de un alto monte, menor es la densidad del aire y más difícil la respiración». Pero se muere, se ríe, pueden usarse impersonalmente, cuando un contraste determina el sentido: «Como se vive, se muere»; «Aquí se llora y allá se ríe».

790 (c). En el infinitivo todo verbo puede hacerse impersonal: «De nada sirve arrepentirse tarde».

791 (d). El verbo de construcción impersonal puede llevar su acostumbrado régimen: «Se pelea por el caballo»; «Se vive con zozobra»; «Se trata de un asunto importante». Pero aquí se ofrece una duda: ¿el complemento acusativo subsiste tal en la construcción impersonal cuasi-refleja, o varía de naturaleza? Cuando decimos, «Se admira a los grandes hombres»; «Se colocó a las damas en un magnífico estrado», ¿debemos mirar estos complementos a los grandes hombres, a las damas como verdaderos acusativos? Yo me inclino a creer que no; lo primero, por la modificación de significado que esta construcción produce en el verbo: se admira es se siente admiración; se coloca es se da colocación; se alaba es se dan alabanzas; sentido que parece pedir más bien un dativo. Lo segundo, porque si el complemento tiene por término el demostrativo él, no le damos otras formas que las del dativo:   —228→   «Se les admira» (a los grandes hombres), no se los admira235. Lo tercero, porque si el complemento lleva por término un nombre indeclinable, es de toda necesidad ponerle la preposición a, que en el dativo de estos nombres no puede nunca omitirse, como puede en el acusativo; así, o decimos: «Se desobedece a los preceptos de la ley divina», en construcción impersonal, o «Se desobedecen los preceptos», en construcción regular, haciendo a los preceptos sujeto; pero no podemos decir: «Se desobedece los preceptos». Contra esto puede alegarse que el verbo en la construcción impersonal pide las formas femeninas la, las: «Se la trata con distinción», «Se las colocó en los mejores asientos». Pero esta razón no es decisiva, porque la y las son formas que se emplean frecuentemente como dativos. De manera que la regla es emplear en la construcción impersonal como dativo el que en la construcción regular es acusativo; pero con la especialidad de preferirse la y las a le y les en el género femenino236-106.

792 (e). Si el término del complemento es de persona, se prefiere la construcción anómala cuasi-refleja, convirtiendo el acusativo en dativo «Se invoca a los santos»; «Se honra a los valientes»; «Se nos calumnia»; «Se les lisonjea». Pero si el término es de cosa, la construcción que ordinariamente se emplea es de regular cuasi-refleja: «Se olvidan los beneficios», «Se fertilizan los campos con el riego». «Se olvida a los beneficios y se fertiliza a los campos», serían personificaciones durísimas; pero lo más intolerable sería, «Se olvida los beneficios», «Se fertiliza los campos»237. Sin embargo, cuando el complemento de cosa tiene por término el reproductivo él, es admisible en ciertos casos la construcción anómala: «Si en la fábula cómica se amontonan muchos episodios, o no se la reduce a una acción única, la atención se distrae» (Moratín); mejor que o no se reduce; porque no se nos presentaría espontáneamente el sujeto tácito de reduce, y sería menester cierto esfuerzo de atención para encontrarle en el término de un complemento de la proposición anterior; cosa que debe en cuanto es posible evitarse, porque perjudica a la claridad. «Unas veces se ama la esclavitud, y otras se la aborrece como insoportable» (Olive); aquí no hay la misma razón, y hubiera sido mejor se aborrece.

  —229→  

793 (f). Resulta de lo dicho que la proposición irregular es unas veces intransitiva (llueve, relampaguea, pésame de su desgracia, cantan en la casa vecina), o transitiva con acusativo oblicuo (tres siglos hace que fue fundada la ciudad de Santiago, llueve piedras, hubo fiestas); y otras veces cuasi-refleja (se canta, se les recibió con distinción, se les admira)238.

794 (g). Se admiran, aplicado a personas, no querría decir que éstas son admiradas, sino que se admiran a sí mismas, o se admiran unas a otras, o que se produce en ellas el sentimiento de admiración. Este tercer sentido es el más obvio, y para que tuviese cabida el primero o segundo sería menester, casi siempre, añadir alguna modificación a la frase: a sí mismas, unas a otras, mutuamente.

795 (h). En las construcciones cuasi-reflejas lleva el verbo las mismas modificaciones que en las correspondientes activas o neutras; salvo las diferencias necesarias para la conversión de la frase. «Nos consolaba en aquella triste situación una sola débil esperanza»; «Nos consolábamos en aquella triste situación con una sola», etc. «Notamos gran diversidad entre las literaturas de los diversos tiempos y países»; «Se nota gran diversidad», etc. «Entramos fácil y holgadamente por la puerta del vicio, pero no salimos por ella sino con mucho trabajo, y después de duros combates»; «Se entra fácil y holgadamente», etc, «pero se sale por ella», etc. Sólo hay que advertir que en estas conversiones no cabe modificativo alguno de los que miran directamente a un sujeto que se suprime, como lo hacen los predicados y los pronombres reproductivos. Así, no porque se diga «Vivimos felices», «Con dificultad deja el hombre las preocupaciones que en los primeros años se le han infundido», se dirá en construcción diferente: «Se vive feliz», puesto que falta a feliz el sustantivo tácito de que era predicado; ni «Con dificultad se dejan las preocupaciones que en sus primeros años se le han infundido», una vez que se suprime hombre a que se referían los pronombres sus y le. Sería preciso decir se vive felizmente; en los primeros años, o en nuestros primeros años, y se han o se nos han. Parecería superfluo advertir una cosa tan obvia, si no la viésemos algunas veces desatendida. En un escritor merecidamente estimado se lee: «No se está muy acorde acerca del origen del asonante»; donde acorde es un predicado sin sujeto239-106.

  —230→  
Apéndice I

Construcciones en que el acusativo repite el significado del verbo


796 (346). Verbos que se usan como intransitivos toman a veces un acusativo que presenta el significado del verbo en abstracto, como en vivir una vida miserable, morir la muerte de los justos, pelear un reñido combate.

«Y como la hambre creciese, moría (yo) mala muerte» (don Diego Hurtado de Mendoza). «Arrúllase dentro de sí el alma, y comienza a dormir aquel sueño velador» (Granada). «¿Qué nos aprovechará haber navegando una muy larga y próspera navegación, si al cabo nos perdemos en el puerto?» (el mismo).

797 (a). Este acusativo, como manifiestan los ejemplos, debe llevar alguna modificación que lo especifique, porque sin eso sería del todo redundante.

798 (b). Si se dice, vivir una vida miserable, dormir el sueño de la muerte, también podrá decirse, reproduciendo por medio de un relativo la expresión que pudiera servir de acusativo: «Es vida miserable la que vivimos»; «El sueño que todos al fin dormiremos es el de la muerte»; «Es vida graciosa la que viven» (Lazarillo de Tormes, por incierto autor). De aquí aquellas construcciones el vivir que vivimos, el comer que comemos, el velar que velamos, empleadas a veces por Cervantes y por otros escritores de la misma edad.

799 (c). Podemos también convertir este acusativo, por medio de un relativo, en sujeto de una construcción cuasi-refleja: «Esta misma vida que con tantos afanes y tribulaciones se vive, ¿qué otra cosa es, sino un recuerdo continuo, y como un preludio de la muerte?» (Granada). Y no variará de carácter la construcción si paliamos el antecedente bajo la forma de un sustantivo neutro de significación general: «Esto mismo que se vive con tantos afanes y tribulaciones, ¿qué otra cosa es», etc.


«Vivió la vida de contento y gloria
En que es placer lo mismo que se pena».


(Maury)                


  —231→  

En el primer verso la vida es acusativo de vivió, y en el segundo lo mismo que se pena (como si dijéramos el mismo penar que se pena) sirve de sujeto a es.

800 (d). Los gerundios precedidos de la preposición en (única que se construye con ellos) se prestan a una locución de la misma especie: en saliendo que salgamos, en llegando que llegue. «Dijo Sancho cómo su señor, en trayendo que él le trajese, buen despacho de la señora Dulcinea del Toboso, había de ponerse en camino» (Cervantes). El que representa a traer, envuelto en el gerundio, y lo hace acusativo de trajese por una construcción análoga al vivir que vivimos, pelear que peleamos. Parece haber algo de redundante en estas construcciones de gerundio; pero el pleonasmo no es enteramente ocioso: en rayando el día partiremos, significa inmediata sucesión de la partida al rayar; en rayando que raye el día asevera la inmediación107.

801 (e). Hay otro modismo mucho más usual, que puede también explicarse sin violencia por medio de un acusativo que repite el significado del verbo: «Así pienso llover, como pensar ahorcarme» (Cervantes); «Así lo creeré yo, como creer que ahora es de día» (el mismo). Locuciones que, desenvueltos todos los elementos intelectuales, se convertirían en así pienso el pensar llover, como el pensar ahorcarme; así creeré yo el creer lo que me dicen, como el creer que ahora es de día. Como, conjunción comparativa, debe enlazar dos elementos análogos, y no lo son pienso y pensar, creeré y creer108.




Apéndice II

Construcciones anómalas del verbo ser


802 (a). El verbo ser se encuentra a menudo entre dos frases sustantivas, una de las cuales se compone de un artículo sustantivo o sustantivado que una proposición subordinada modifica: «Eso era lo que apetecías»; «Esta vieja casa es la que abrigó nuestra infancia»; construcción normal, que en nada se desvía de las reglas comunes.

803. Si el relativo que fuese precedido de preposición, diríamos según las mismas reglas: «Eso era lo a que con tanta ansia aspirabas»; «Esta vieja casa es la en que se abrigó nuestra infancia»; «Fue pequeño espacio el en que estuvo Transila desmayada» (Cervantes); «No son días de fe los en que vivimos» (Alcalá Galiano).

804. Pero esta construcción regular no es la que prefiere ordinariamente la lengua. El giro genial del castellano es anteponer la preposición al artículo: «Infinitamente más es a lo que se extiende este infinito poder» (Granada): por lo a que. «Si al pueblo», dice Lope de Vega,


«En las comedias ha de darse gusto,
Con lo que se consigue es lo más justo»:



  —232→  

por lo con que. «El estilo en que se expusiese la muerte del rey Agis en un asunto sacado de la historia de Lacedemonia, debe ser más conciso y enérgico que en el que se presentase un argumento persa, como el de Artajerjes» (Martínez de la Rosa): por el en que.

805 (b). A la preposición, el artículo y el relativo que puede sustituirse un adverbio cuando el sentido lo permite: «Esta vieja casa es donde se abrigó nuestra infancia»; «La hora de la adversidad es cuando se conocen los verdaderos amigos»; por la en que. Pero lo más usual es contraponer de este modo dos adverbios o dos complementos, o un complemento a un adverbio: «Allí fue donde se edificó la ciudad de Cartago»; «Así es como decaen y se aniquilan los imperios»; «A la libertad de la industria es a lo que debe atribuirse el prodigioso adelantamiento de las artes»; «A la hora de la adversidad es cuando se conocen los amigos»; trasformación notable en que adverbios y complementos hacen veces de sujetos y de predicados del verbo ser.

806 (c). A las anomalías que hemos notado (a, b), acompaña a veces otra, y es que donde propiamente correspondía el neutro lo se pone un artículo sustantivado: «¿Es el raciocinio al que debemos el título glorioso de imágenes del Criador?» (Lista): al que es a el que, por a lo que. En efecto, preguntar si el raciocinio es al que... es lo mismo que preguntar si el raciocinio es el raciocinio a que; absurdo a que sólo la incontestable autorización del uso ha podido dar pasaporte, obligándonos a entender el que en el sentido de lo que, la cosa a que.

807 (d). Pero hay casos en que esta sustitución del artículo sustantivado al artículo sustantivo adolecería de ambigüedad. Por ejemplo: «La ambición desordenada es la que tantas revoluciones produce», significa propiamente que no toda ambición las produce, sino sólo la desordenada; poniendo lo en lugar de la, sería muy diverso el sentido, porque de este modo se enunciaría que las revoluciones eran debidas a la ambición desordenada, excluyendo no sólo toda otra ambición, sino toda otra cosa. Si queriendo pues expresar esto último hubiese peligro de ambigüedad, sería preciso emplear la palabra propia, que es el artículo sustantivo. Jovellanos dice: «Supuesta la igualdad de derechos, la desigualdad de condiciones tiene muy saludables efectos: ella es la que pone las diferentes clases del Estado en una dependencia necesaria y recíproca; ella es la que las une con los fuertes vínculos del interés; ella es la que llama las menos al lugar de las más ricas y consideradas; ella, en fin, la que despierta e incita el interés personal». Si el autor quiso decir que la desigualdad de condiciones es la sola desigualdad que acarrea esos efectos, es propio el la; pero si se hubiese propuesto enunciar que la desigualdad de condiciones era lo único que los acarreaba, lo hubiera sido la palabra propia. Y sin embargo, como este segundo concepto, que es el de Jovellanos, se manifiesta claramente de suyo, se acomoda más al genio de la lengua y suena mejor el la que el lo.

En el ejemplo anterior de Lista se emplea el artículo sustantivado   —233→   por el artículo sustantivo con la misma claridad y elegancia que en el anterior de Jovellanos.

808. Cuando en lugar de el que, la que, los que, las que, referidos a seres personales o personificados, se pone quien o quienes, como ordinariamente se practica, no hay peligro de ambigüedad: «A quien corresponde repeler esta invasión corruptora es a la opinión» (Mora); el sentido excluye manifiestamente todo lo que no sea la opinión.

809 (e). La precedencia de la preposición al artículo es particularmente notable, cuando el artículo no precede inmediatamente al relativo: «A la mayor cantidad de dinero que pueden alcanzar los costos de la obra, es a la suma de dos mil pesos».

810 (f). De lo que hasta aquí hemos dicho se sigue que podemos construir de cuatro modos:

1.º Según el orden gramatical común, que consiste en contraponer dos frases sustantivas: «No son días de fe los en que vivimos».

2.º Contraponiendo a una expresión sustantiva un adverbio: «La zona tórrida es donde ostenta la vegetación toda su pompa y lozanía».

3.º Contraponiendo a una expresión sustantiva un complemento: «Lo más a que puede aspirar un escritor es a que una obra suya tenga pocas faltas, mas no a que deje de tener algunas» (Puigblanch). «Lo primero en que se conoce que un autor escribe sin plan es en el título de la obra» (el padre Alvarado); «A la (paz) que esta composición de Juan de la Encina alude es la que se celebró con Luis XII» (Martínez de la Rosa).

4.º Contraponiendo dos complementos o dos adverbios o un adverbio a un complemento: «A la libertad de industria es a la que...»; «Así es como decaen...»; «A la hora de la adversidad es cuando...»; «De la mayor riqueza que ellos se preciaban era de tenerme a mí por hija» (Cervantes).

811 (g). Estas variedades de construcción no son en todos casos igualmente aceptables; ni es posible dar reglas para su elección sin entrar en pormenores prolijos, que la atenta lectura de nuestros escritores haría innecesarios.

812 (h). De lo que sí debe cuidarse mucho es de no imitar el giro que en la lengua francesa equivale al de las construcciones anómalas precedentes. Lo que caracteriza al primero es que en una de las expresiones contrapuestas se emplea el relativo que por sí solo. Imitándole diríamos, por ejemplo, «No es en días de fe que vivimos», «Allí fue que se edificó la ciudad», «A la libertad de la industria es que debe atribuirse», «A la hora de la adversidad es que se conocen...»; crudos galicismos, con que se saborean algunos escritores suramericanos.

813 (i). Si se contraponen dos adverbios o dos complementos o un complemento a un adverbio, el verbo ser toma siempre el número singular; «A las ambiciones personales es a las que se deben tantas revoluciones desastrosas». Si, por el contrario, se contrapone un adverbio o   —234→   un complemento a una frase sustantiva, puede el verbo ser concordar con ella; pero el artículo sustantivo o sustantivado del complemento ejercerá cierta atracción sobre el verbo: «Las producciones agrícolas son a las que», o «es a lo que importa conceder mayores franquezas».






ArribaAbajoCapítulo XXX

Concordancia


814 (347). La concordancia es la armonía que deben guardar entre sí el adjetivo con el sustantivo, y el verbo con el sujeto.

815 (348). Cuando el verbo se refiere a un solo sujeto, concuerda con él en número y persona, y cuando el adjetivo se refiere a un solo sustantivo, concuerda con él en género y en número: «Tú estás achacoso»; «La ciudad está desolada»; «Los campos están cultivados».

816 (a). En virtud de la figura llamada silepsis toma a veces el adjetivo el género que corresponde al sexo de la persona, cuando ésta es designada por un sustantivo de género diferente.


«Veis esa repugnante criatura,
Chato, pelón, sin dientes, estevado?».


(Moratín)                


Chato, pelón, estevado, conciertan con hombre, idea envuelta en criatura.

817. Por silepsis concertamos siempre los títulos de merced, señoría, excelencia, majestad, etc., con la terminación adjetiva que es propia del sexo, excepto la que forma parte del mismo título, la cual concuerda con él: «Su Alteza Serenísima ha sido presentado a su Majestad Católica, que estaba muy deseoso de verle».

818 (b). Otra aplicación de la misma figura es a los colectivos de número singular, los cuales pueden concertar con un adjetivo o verbo en plural, concurriendo dos requisitos: que el colectivo signifique colección de personas o cosas de especie indeterminada, como número, multitud, infinidad, gente, pueblo, y que el adjetivo o verbo no forme una misma proposición con el colectivo. Faltaría, por ejemplo, el primer requisito, si se dijera: «Habiendo llegado el regimiento a deshora, no se les pudo proporcionar alojamiento»; porque regimiento significa colección de personas de especie determinada, es a saber, de soldados; y por falta del segundo no sería permitido decir: «El pueblo amotinados», «La gente huyeron». Al contrario, reunidas ambas circunstancias se diría   —235→   bien: «Amotinose la gente, pero a la primera descarga de la tropa huyeron despavoridos»240.

819 (c). Sin embargo, cuando el colectivo es modificado por un complemento con de, que tiene por término las personas o cosas de que consta el conjunto, designadas en plural, puede hacerse la concordancia en este número, aunque el adjetivo o verbo forme una misma proposición con el singular colectivo: «Cubrían la ciudad por aquel lado una especie de fortificaciones construidas a la ligera»; «Ricla se admiró de que no hubiesen vuelto a la isla de la prisión parte de aquellos que a las balsas se habían acogido» (Cervantes). Concordancia que se extrañará todavía menos si el complemento está inmediato al verbo: «Considerable número de los indios murieron», o como dice Solís: «De los indios murieron considerable número».

820. Parte, resto, mitad, tercio, y otros sustantivos semejantes, pueden concertar con el verbo y con el adjetivo en plural: «Agolpose el populacho; parte venían sin armas; parte armados de puñales». «Iban en el buque sesenta personas; la mitad perecieron». Parte, usado adverbialmente241, se construye con adjetivos de cualquier género: «El terreno es, parte sólido, parte arenisco» (Miñano).

821 (d). El sustantivo que, tan usado como colectivo en las exclamaciones, y frecuentemente modificado por un complemento con de, se considera, para sus concordancias, como del mismo número en que se halla el término de su complemento: «¡Qué de pasiones nos arrastran impetuosas a míseros precipicios!».

822 (e). En virtud de la silepsis reproducimos en plural una idea que ha sido antes expresada en singular: «El portugués había tenido razón de alabar el epitafio; en el escribir los cuales tiene gran primor la nación portuguesa» (Cervantes). «Andaba el asturiano comprando el asno donde los vendían» (el mismo). «Aconséjole que no compre bestia de gitanos, porque aunque parezcan sanas y buenas, todas son falsas y llenas de dolamas» (el mismo). «Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue de ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece cuando se me hacen» (el mismo). «Fue preso, y confesó, y no negó y padeció persecución por la justicia; espero en Dios que está en el cielo, pues el Evangelio les llama bienaventurados», (don Diego Hurtado de Mendoza): les es los que padecen persecución por la justicia. «Nunca dejó de porfiar para pasar adelante perseverando en su honesto propósito, por haberlo puesto en manos de Dios, que siempre los favorece» (Mateo Alemán): favorece los honestos propósitos. Este género de silepsis ocurre a cada paso en nuestros clásicos242.

  —236→  

823 (f). Si el verbo ser se construye con dos nombres, de los cuales el uno es sujeto, y predicado el otro, se sigue por lo común la regla general concertándolo con el sujeto: «Aquellos desertores eran una gente desalmada»; «Trabajos y penalidades son la herencia del hombre». Pero el predicado que sigue al verbo ejerce a veces una especie de atracción sobre él, comunicándole su número; así en los dos ejemplos anteriores pudieran ponerse era y es: «Figurósele a don Quijote que la litera que veía eran andas» (Cervantes). «Los encamisados era gente medrosa y sin armas» (el mismo). Concordancia que debe evitarse cuando el verbo es modificado por el adjetivo todo: «La vida del hombre es toda trabajos y penalidades»; «La visita fue toda cumplimientos y ceremonias» (Solís). Las frases demostrativas y colectivas lo que, todo esto, aquello todo, empleadas como sujetos, se avienen con cualquier número, cuando el del predicado es plural: «Todo esto fuera flores de cantueso, si no tuviéramos que entender con yangüeses y moros encantados» (Cervantes). «Pudiera ser que lo que a ellos les parece mal, fuesen lunares, que a veces aumentan la hermosura del rostro» (el mismo).

824 (g). Hay ciertos casos en que una misma frase contiene dos sustantivos diferentes, cada uno de los cuales puede considerarse como sujeto, y determinar por consiguiente la forma del verbo; sucede así en construcciones cuasi-reflejas, como se debe, se puede, combinadas con un infinitivo. Cervantes dice: «Una de las más fermosas doncellas que se puede hallar», haciendo al infinitivo hallar sujeto de se puede y al relativo que acusativo de hallar. Esta concordancia, sin embargo, aunque estrictamente gramatical, se usa poco; pueden hallarse sería más conforme a la práctica general, haciendo al que nominativo de pueden, y al se acusativo de hallar.

«Se deben promulgar las leyes para que sean generalmente conocidas», es admisible se debe en concordancia con el infinitivo, pero no tan usual como se deben en concordancia con las leyes. El singular del verbo presenta la promulgación como la cosa debida; el plural presenta las leyes como cosas que deben, que tienen necesidad de ser promulgadas.

«Se quiere invertir los caudales públicos en proyectos quiméricos»; aquí, por el contrario, es más correcto y usual el singular. La razón es obvia: la inversión es la cosa que se quiere, que se desea; y diciendo se quieren parecería haber algo de impropio y chocante en atribuir a los caudales públicos la voluntad, el deseo de ser invertidos.

En general, la elección de sujeto, y por consiguiente la concordancia, se determina por el sentido y ofrece poca dificultad. «Se piensa abrir caminos carreteros para todas las principales ciudades»: el plural es inadmisible; los caminos no piensan ser abiertos; abrirlos es la cosa pensada, el sujeto natural de la construcción cuasi-refleja de sentido pasivo se piensa.

825 (349). Cuando el verbo se refiere a varios sujetos o el adjetivo a varios sustantivos, dominan las reglas generales siguientes:

  —237→  

1.ª Dos o más sujetos equivalen a un sujeto en plural.

2.ª Dos o más sustantivos de diferente género equivalen a un sustantivo plural masculino.

3.ª En concurrencia de varias personas, la segunda es preferida a la tercera, y la primera a todas.

Ejemplos: «La naturaleza y la fortuna le habían favorecido a competencia; pero tantos dones y prendas le fueron funestos».

«Vosotros, ellas y yo nos vimos expuestos a un gran peligro»; vosotros, ellas y yo concuerdan con vimos, primera persona de plural, y consiguientemente son reproducidos por nos; expuestos, masculino, se refiere al masculino vosotros, al femenino ellas y al masculino o femenino yo. Lo mismo sucedería si los sujetos fuesen sólo vosotros y yo, siendo yo masculino; pero si los sujetos fuesen sólo vosotros y ellas, sería preciso decir os visteis.

(a). Estas reglas generales están sujetas a gran número de excepciones.

826. 1.ª Los nombres, en número singular, de dos o más ideas que forman colectivamente una sola, equivalen a un solo nombre en el mismo número: «La legislación, lejos de detener, debe animar este flujo y reflujo de interés, sin el cual no puede crecer ni subsistir la agricultura» (Jovellanos); suelen en este caso los tales nombres llevar un solo demostrativo. «El flujo y el reflujo del mar son producidos por la atracción de la luna y del sol»; aquí parece necesario el plural, porque llevando cada una de las dos ideas su artículo, no pueden ya considerarse como una sola.

827. 2.ª Dos o más demostrativos neutros se consideran como equivalentes a uno solo en número singular: «Esto y lo que se temía de la tropa, precipitó la resolución del gobierno»; no sonaría bien precipitaron. Si con el neutro o neutros está mezclado un sustantivo masculino o femenino, es admisible la concordancia en plural: «Lo escaso de la población y la general desidia produce» o «producen la miseria del pueblo». «Me entregué a la lectura de los autores que forman el principal depósito del habla castellana, sin que me retrajesen de mi empeño ni lo voluminoso de algunos, ni lo abstracto de su ascetismo, ni la nimia profusión con que suelen engalanar una misma idea» (Salvá).

828. 3.ª Dos o más infinitivos, como neutros que son, concuerdan con un singular «Madrugar, hacer ejercicio, y comer moderadamente, es provechosísimo para la salud». Sería, con todo, más aceptable esta concordancia si se pusiese al primer infinitivo y no a los otros el artículo, haciendo de todos ellos como una sola idea colectiva: «El madrugar, hacer ejercicio», etc. «Todo lo que dices, Cipión, entiendo; y el decirlo tú y entenderlo yo me causa nueva admiración y maravilla» (Cervantes). Si se pusiese a cada infinitivo su artículo, me parecería preferible el plural: «El madrugar, el hacer ejercicio, y el comer moderadamente,   —238→   son provechosísimos para la salud». Diríamos así, no que el conjunto de las tres cosas es provechoso, sino que cada una lo es.

829. 4.ª Dos o más proposiciones acarreadas por el anunciativo que, concuerdan en singular: «No es posible que se cometan crímenes impunemente, y que la sociedad prospere». Tanto menos se toleraría son posibles, que las dos proposiciones subordinadas deben entenderse copulativamente. Pero aun sin esta circunstancia y sin embargo de que lleve cada proposición su artículo es de necesidad en singular: «El que los enemigos estuviesen a dos días de marcha, y el que se les hubiese entregado sin resistencia la fortaleza, ha sido desmentido por avisos auténticos». Sujétanse a la misma regla las interrogaciones indirectas: «Quién haya sido el conductor de los pliegos y con qué objeto haya venido, se ignora».

830. 5.ª Ninguna de las dos excepciones precedentes halla cabida cuando el atributo de la proposición significa reciprocidad: «Esto y lo que refiere la gaceta, se contradicen»; «Holgazanear y aprender son incompatibles»; «Que el hombre sea libre y que haya de obedecer ciegamente a lo que se le manda, repugnan».

831. 6.ª Las excepciones anteriores están sujetas a otra limitación, y es que si al verbo le sirve de predicado un sustantivo plural, no puede hacerse la concordancia sino en este número: «Sentir y moverse son cualidades características del animal»; «Quién haya sido... y con qué objeto... son cosas que todavía se ignoran».

832. 7.ª Si el verbo precede a varios sujetos singulares ligados por la conjunción y, puede ponerse en plural o concertar con el primero: «Causaron o causó a todos admiración la hora, la soledad, la voz y la destreza del que cantaba». «Le vendrá el señorío y la gravedad como de molde» (Cervantes). «Crecía el número de los enemigos y la fatiga de los españoles» (Solís). «Crecieron al mismo tiempo el cultivo, el ganado errante y la población rústica» (Jovellanos). «Lamenta ahora estos males la piedad y la lealtad española» (Villanueva). Tal es la doctrina de Salvá, contraria a la de Clemencín, que reprueba como viciosa esta concordancia de Cervantes: «Lo mismo confirmó Cardenio, don Fernando y sus camaradas». Pero observando con atención el uso, se encontrará tal vez que estas dos autoridades son conciliables, aplicadas a diferentes casos; que si se habla de cosas rige la regla de Salvá, y si de personas la de Clemencín. «Acaudillaba la conjuración Bruto y Casio», «Llegó el gobernador y el alcalde», son frases que incurrirían cuando menos en la nota de inelegantes y desaliñadas. Lo cual se entiende si modificaciones peculiares no indican un verbo tácito, pues entonces el verbo expreso concierta con su respectivo sujeto, ya se hable de personas o de cosas: «Dejose ver el gobernador, y a poco rato el alcalde»; «En llegando la ocasión mandaba la ira, y a veces el miedo» (Solís). Se subentiende con a poco rato, se dejó ver y con a veces, mandaba. Hay pues en tales casos dos o más proposiciones distintas,   —239→   en cada una de las cuales el verbo está o se subentiende en el número que por las reglas generales corresponde. Bien que aun entonces es admisible el plural, que lo reduce todo a una sola proposición: «Ufanos» (los habitantes de la isla Gaditana) «de que en su suelo hubiesen tenido la independencia española un asilo, la libertad su cuna», etc. (Alcalá Galiano).

833. 8.ª Concertar el verbo en singular con el último de varios sujetos que le preceden, unidos por una conjunción copulativa expresa, me parece una falta, aunque el culto y correcto Solís haya dicho: «La obligación de redargüir a los primeros, y el deseo de conciliar a los segundos, nos ha detenido en buscar papeles». Semejante licencia debe reservarse a los poetas.

Don Joaquín Lorenzo de Villanueva dice: «La evidencia de la razón y la justicia de la causa fue para aquellos ciegos voluntarios un nuevo estímulo que redobló su encono contra la luz»; fue es aquí perfectamente admisible por la atracción que en ciertos casos ejerce el predicado sobre el verbo (§ 348, f).

834. 9.ª Aun cuando los sujetos no estén ligados sino con una conjunción copulativa tácita, es incontestablemente preferible el plural, siempre que precedan al verbo: «El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu, son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas» (Cervantes). A menos que el último sujeto sea como una recapitulación de los otros. «Las flores, los árboles, las aguas, las aves, la naturaleza toda parecía regocijarse, saludando al nuevo día»; «La soledad, el sitio, la oscuridad, el ruido del agua con el susurro de las hojas, todo causaba horror y espanto» (Cervantes).

835. 10.ª La conjunción copulativa ni sigue reglas particulares. Si todos los sujetos son expresamente ligados por ella, el verbo (sea que preceda o siga) concierta con el sujeto que lo lleva, o se pone en plural: «Ni la indigencia en que vivía, ni los insultos de sus enemigos, ni la injusticia de sus conciudadanos le abatieron» o «le abatió»; «No le abatieron» o «le abatió ni la indigencia en que vivía, ni», etc.; bien que, sin disputa, es preferible el plural cuando preceden los sujetos al verbo. Pero si con el primero de ellos se pone no, y con los otros ni, el verbo (que en este caso sigue al no) concierta con el primer sujeto, y con los otros se subentiende: «No le abatió la indigencia en que vivía, ni», etc.

836. 11.ª Colocado el verbo entre varios sujetos, determina su forma singular o plural el sujeto con el cual está expreso: «La causa de Dios nos lleva, y la de nuestro rey, a conquistar regiones no conocidas» (Solís).

837. 12.ª Sujetos singulares, enlazados por la conjunción disyuntiva o, parecen pedir el singular del verbo, sea que le precedan o sigan:   —240→   «Moviole la ambición o la ira», «La ambición o la ira le movió». Esto sería rigorosamente lógico, porque movieron indicaría dos acciones distintas, y el sentido supone una sola. Pero el uso permite el plural, aun precediendo el verbo: «Moviéronle la ambición o la ira»; y si los sustantivos preceden, no sólo permite, sino casi exige este número: «La ambición o la ira le movieron». Cuando no todos los sujetos son singulares, lo mejor será siempre poner el verbo en plural, junto con el sujeto del mismo número: «La fragata o los dos bergantines hicieron la presa»; «¿Hicieron la presa los dos bergantines o la fragata?». No siendo así, quedará de todos modos descontento el oído, salvo que se anuncie la disyuntiva desde el principio: «Ora le hubiese valido en aquel lance la destreza o las fuerzas».

838. 13.ª Si un sustantivo singular está ligado inmediatamente a otro por medio de con, como, tanto como, así como, deben considerarse todos ellos como sujetos, y regir el plural del verbo: «La madre con el hijo», o «tanto la madre como el hijo, fueron arrojados a las llamas». Mas para el recto uso del plural es menester que los sustantivos estén inmediatamente enlazados: «El reo fue sentenciado a cuatro años de presidio con todos sus cómplices»: no fueron.

839. 14.ª El adjetivo que especifica a varios sustantivos precediéndoles, concuerda con el que inmediatamente le sigue: «Su magnanimidad y valor», «La conservación y aumento de la república», «Su distinguido mérito y servicios», «Su extremada hermosura y talento», «Su grande elocuencia y conocimientos». Si la intención fuese modificar con el adjetivo al primer sustantivo solo, sería menester decir, repitiendo el pronombre: «Su extremada hermosura y su talento»; «Su grande elocuencia y sus conocimientos»109.

840. Está recibido que los mismos, los dichos, los referidos, y otros adjetivos de significación semejante, precedidos de un artículo definido, puedan concertar en plural con una serie subsiguiente de sustantivos, aunque el primero de ellos esté en singular: «Los mismos Antonio Pérez y hermanos»; «Las referidas hija y madre»; «Los susodichos auto interlocutorio y sentencia definitiva». Con dichos puede siempre callarse el artículo: «Dichos príncipe y princesa».

841. La regla anterior se extiende a todo adjetivo precedido del artículo o de un pronombre demostrativo o posesivo, con tal que los sustantivos siguientes sean nombres propios de persona o cosa, o apelativos de persona: «Las oprimidas Palestina y Siria»; «Estas desventuradas hija y madre»; «Sus venerables padre y abuelos». Mas para que no disuene esta práctica, es menester que si los sustantivos son de diferente género, preceda el masculino y se ponga en el mismo género el adjetivo: «Los oprimidos Egipto y Palestina»; a menos que los sustantivos sean nombres propios de persona: «Los susodichos Juana y Pedro»; «Los magnánimos Isabel y Fernando».

  —241→  

842. 15.ª Es conveniente la repetición de los adjetivos siempre que los varios sustantivos expresan ideas que no tienen afinidad entre sí, como «El tiempo y el cuidado», «El consejo y las armas», «El entendimiento y el valor de los hombres», «Gran saber y grande elocuencia». Así lo hace a menudo Solís, que incurrió a veces en el extremo contrario, repitiendo los pronombres y los otros modificativos con el solo objeto de hacer más numeroso el período.

843. 16.ª Si ocurre un mismo sustantivo, expreso y tácito, bajo diferentes modificaciones, es indispensable que se ponga en plural o que se repita el artículo: «El ejército de Venezuela y de Nueva Granada» significaría un solo ejército formado por Venezuela y por Nueva Granada. Para dar a entender que son dos, sería necesario decir: «Los ejércitos de Venezuela y de Nueva Granada», o «El ejército de Venezuela y el de Nueva Granada». Y aun no es exactamente idéntico el significado de estas dos expresiones, porque en rigor podrían designarse con la primera varios ejércitos, a cada uno de los cuales hubiesen contribuido ambas repúblicas, al paso que con la segunda se significaría precisamente que las dos repúblicas habían levantado cada una el suyo. La sinonimia sería completa entre «Los embajadores inglés y francés», y «El embajador inglés y el francés».

844. 17.ª El adjetivo que especifica a varios sustantivos singulares precedentes, todos de un mismo género, debe ponerse en plural: «Presunción y osadía inexcusables». Si son de diverso género los sustantivos singulares precedentes, concierta el adjetivo con el más inmediato, o se pone en plural masculino. «Talento y habilidad extremada» o «extremados»; la segunda construcción, aunque menos usual, es indisputablemente más lógica, y por tanto más clara. Si el adjetivo especifica varios sustantivos plurales precedentes, se le suele concertar en género con el inmediato: «Talentos y habilidades raras»; yo, sin embargo, preferiría raros. En fin, si el adjetivo especifica sustantivos precedentes de diverso número y género, y el último es plural, se acostumbra concordarle con éste. «Ejército y milicias desorganizadas»; pero si el último es singular, se pone el adjetivo en la terminación plural y masculina: «Milicias y ejército desorganizados»; «Almacenes y maestranza desprovistos». En todos estos casos sería yo de opinión que se observasen las reglas generales, como lo hacen los escritores franceses en su lengua, que debe a este rigor lógico la precisión y claridad que la caracterizan.

845. 18.ª Siendo en parte diferentes los atributos, debe el verbo concertar con el sujeto que lo lleva expreso: «Era solemne y numeroso el acompañamiento, y pacífico el color de los adornos y las plumas» (Solís). Hay aquí dos sujetos: el acompañamiento y el color; pero a cada uno de ellos corresponde un atributo diferente en parte: era solemne y numeroso; era pacífico. Era concierta con acompañamiento, que lo lleva expreso; y no diríamos eran, aunque en el segundo miembro se dijese y pacíficos los colores. Este segundo miembro es una proposición   —242→   distinta, en que se calla el verbo, porque la proposición anterior lo sugiere.

Puede notarse como innecesaria la repetición del artículo en los adornos y las plumas, que tienen aquí una afinidad evidente. Pero la verdad es que aun suprimiendo el las no sería del todo correcta la frase, porque adornos comprende a plumas. Debió decirse las plumas y demás adornos, aunque sonase menos armoniosa la cláusula.

846. 19.ª Si precede el verbo a un adjetivo singular que modifica varios sustantivos siguientes, se pone en singular o plural: «Se alababa» o «se alababan su magnanimidad y constancia». «Se requería» o «Se requerían mucha firmeza y valor». «¿Qué se ha hecho?» o «¿Qué se han hecho aquella encantadora afabilidad y agrado?». Pero si el verbo viene después o si le acompaña un predicado, debe preferirse el plural: «Su firmeza y valor le granjearon la admiración de todos»; «Parecían como vinculados en su familia el valor y virtud de sus antepasados». Yo, sin embargo, me inclinaría a preferir el plural en ambos casos, según las reglas generales.

847. 20.ª Se sienta como regla que los pronombres reproductivos y los predicados que se refieren a dos o más sustantivos se pongan en el plural femenino, si el sustantivo más próximo es de los mismos género y número; pero a pesar del respeto que merecen los escritores que así lo prescriben y practican, yo miraría como construcciones no sólo legítimas sino preferibles las de Jovellanos: «El pudor, la caridad, la buena fe, la decencia, y todas las virtudes y todos los principios de sana moral, y todas las máximas de noble y buena educación, son abiertamente conculcados», no conculcadas; «Cerrados para ellos sus casas y pueblos», no cerradas; y me sonaría mal, «Dos pendones y cuarenta banderas que habían sido tomadas al enemigo», en vez de tomados; «Había perdido los empleos y haciendas, y se le intimó que se abstuviese de reclamarlas», en vez de reclamarlos.

848. 21.ª El que adjetivo que (sustantivándose) reproduce varios sustantivos, sigue las reglas generales: «Su circunspección, su juicio, su incorruptible probidad, que tan señalados habían sido en la vida privada, brillaron con nuevo lustre», etc. Circunspección, juicio, probidad, son simultáneamente reproducidos por el que, el cual debe por tanto considerarse como plural y masculino, conforme a las reglas primera y segunda, y por eso concuerda con habían y señalados. «Había hecho servicios, había manifestado una integridad, que le recomendaban para los más altos empleos»; si se pusiera recomendaba, parecería que la recomendación recaía sobre la integridad, y no sobre los servicios.

849. Hay con todo en el uso de los relativos un caso que pudiera dar lugar a duda. ¿Se debe decir, «yo soy el que lo afirma», o «el que lo afirmo»? ¿«Tú eres quien me ha vendido» o «quien me has vendido»? La primera concordancia me parece la más conforme a la razón, porque el que o quien es el hombre que o la persona que, y sustituyendo   —243→   estas últimas frases, sería sin duda menos propio afirmo, has. Pero es preciso confesar que ambos están autorizados por el uso: «Yo soy el que, como el gusano de seda, me fabriqué la casa en que muriese» (Cervantes). «Yo soy el que me hallé presente a las sinrazones de don Fernando, y el que aguardó a oír el sí, que de ser su esposa pronunció Lucinda» (el mismo). Yo, sin embargo, preferiría decididamente la tercera persona se fabricó, se halló; en la variedad de usos debe preferirse el más lógico. No milita la misma razón en «aquí estoy yo que lo sostengo»; donde, aunque algunos digan sostiene, debe preferirse sin disputa la primera persona, porque el relativo no hace más que reproducir al yo243-110.

850. 22.ª Uno de los caprichos más inexplicables de la lengua es el empleo del indefinido un y del adjetivo medio (en estas terminaciones masculinas) con nombres propios femeninos de ciudades: «¿Quién diría que en un Segovia no se encuentra una buena posada?»; «Lo ha visto medio Sevilla». Esta anomalía (como observa don Vicente Salvá) se halla de tal modo canonizada por el uso, que no se sufriría la terminación regular una o media.

Se podría dudar si el sustantivo modificado de esta manera por un o medio pide la terminación masculina o la femenina en los predicados que se refieren a él. ¿Deberá decirse: «Medio Granada fue consumido por las llamas», o «fue consumida»? A mí me parece que el sustantivo en estos modismos pierde su género natural y pasa al masculino, y que por tanto hubiera una especie de inconsecuencia en la terminación femenina del predicado.

851. 23.ª El adjetivo mismo puede usarse de un modo semejante, como observó don Juan Antonio Puigblanch; pues tanto en la Península como en América se dice corrientemente, el mismo Barcelona o Barcelona mismo; sin que por eso deje de usarse también la terminación regular en este caso.

Cuando la preposición en tiene por término un nombre propio de lugar, es permitido construir el complemento con la terminación masculina mismo: «En Zaragoza mismo»; «En España mismo», salvo que el término lleve artículo, porque entonces el adjetivo mismo debe concertar con el artículo: «En el mismo Perú»; «En la España misma». La terminación masculina que le damos con los complementos de lugar en que el término carece de artículo proviene de que los equiparamos a los adverbios demostrativos, con los cuales es sabido que la construimos   —244→   a menudo. Allí mismo, entonces mismo, ahora mismo, mañana mismo, hoy mismo, así mismo. Mismo en estas construcciones se adverbializa, modificando complementos o adverbios, y se hace por consiguiente indeclinable.

852. 24.ª Otra particularidad notable, que también está en contradicción con las leyes de la concordancia, es el convertirla en régimen, haciendo del sustantivo un complemento con la preposición de; como cuando decimos el bribón de fulano, ¡infelices de nosotros!, ¡pobre de ti!, lo que sólo suele hacerse con adjetivos que significan compasión, desprecio, vituperio, y particularmente en las exclamaciones y vocativos:


«Muda, muda de intento,
Simplecilla de ti, que no te entiendes».


(Jáuregui)                


853. El adjetivo poco solía usarse de la misma manera: «Una poca de sal»; «Unas pocos de soldados». Y quizá no debe mirarse como enteramente anticuado este modismo111.

854. 25.ª En fin, hay ciertas frases autorizadas por el uso, en que es permitido, aunque no necesario, contravenir a las reglas generales de la concordancia: «Le hago saber a vuestra merced que con la santa hermandad no hay usar de caballerías; que no se le da a ella, por cuantos caballeros andantes hay, dos maravedís» (Cervantes): da por dan. Es preciso seguir en esta parte el uso de los buenos escritores y hablistas.

855 (b). Esta materia de concordancia es de las más difíciles para el que se proponga reducir el uso a cánones precisos, que se limiten a representarlo fielmente. En caso de duda debe estarse a las reglas generales. Propender a ellas es contribuir a la mejora de la lengua en las cualidades esenciales de conexión lógica, exactitud y claridad. Algunas de sus libertades merecen más bien el título de licencias, originadas del notorio descuido de los escritores castellanos en una época que ha dejado producciones admirables por la fecundidad y la elevación del ingenio, pero pocos modelos de corrección gramatical. Es necesario también hacer diferencia entre las concesiones que exige el poeta, y las leyes severas a que debe sujetarse la prosa.




ArribaAbajoCapítulo XXXI

Uso de los artículos


856 (a). El artículo indefinido da a veces una fuerza particular al nombre con que se junta. Decir que alguien es holgazán no es más que atribuirle este vicio; pero decir que es un holgazán es atribuírselo como cualidad principal y característica: «Serían ellos unos necios, si otra cosa pensasen»; unos hombres principal y característicamente necios.

  —245→  

857. Alguno suele usarse de la misma manera: «Ahora digo que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador» (Cervantes)112.

858 (b). Otras veces por medio del artículo indefinido aludimos enfáticamente a cualidades conocidas de la cosa o persona de que se trata: «Todo un Amazonas era necesario para llevar al Océano las vertientes de tan vastas y tan elevadas cordilleras». «Echaron de ver la borrasca que se les aparejaba, habiendo de haberlas con un rey de Francia» (Coloma). «A pesar de haber confiado el gobierno de la ciudad a un conde de Tendilla, espejo de caballeros, tan generoso y clemente en la paz, como bizarro en los combates; a un fray Hernando de Talavera, cuyo nombre recuerda la caridad y mansedumbre de los primitivos apóstoles», etc. (Martínez de la Rosa).

859 (c). Se usa el indefinido uno significando alguna persona o persona alguna, es decir, sustantivado: «Es difícil que uno se acostumbre a tantas incomodidades». Y se suele entonces aludir a la primera persona de singular: «No puede uno degradarse hasta ese punto», es un modo enfático de decir no puedo. Si la que habla es mujer, lo más corriente es decir una: «Tiene una que acomodarse a sus circunstancias», «Y entonces ¿qué ha de hacer una?» (Moratín).

860 (d). Antiguamente solía decirse hombre en el sentido de uno por una persona: «El comienzo de la salud es conocer hombre la dolencia del enfermo» (La Celestina); «Peor extremo es dejarse hombre caer de su merecimiento, que ponerse en más alto lugar que debe» (la misma).


«El no maravillarse hombre244 de nada
Me parece, Boscán, ser una cosa
Que basta a darnos vida descansada».


(Diego Hurtado de Mendoza)                


861. Usose, y todavía se usa, de la misma manera persona; pero sólo en oraciones negativas: «Quitose la venda, reconoció el lugar donde la dejaron, miró a todas partes, no vio a persona» (Cervantes). «Una noche se salieron del lugar sin que persona los viese» (el mismo); «No quedó persona a vida».

862 (e). Cuando se sustantiva uno, reproduciendo un sustantivo precedente, no debe usarse la forma apocopada un. «Hay en la ciudad muchos templos, y entre ellos uno suntuosísimo de mármol»; «Entre los vestidos que se le presentaron, eligió uno muy rico». Un rico es siempre un hombre rico; un campesino, un hombre del campo. Tengo pues por incorrecta la expresión de don J. de Burgos, que hablando de dos ratones dice:


«A un ratón de ciudad un campesino,
Su amigo y camarada,
Recibió un día».


  —246→  

Era preciso decir como Samaniego:


«Un ratón cortesano
Convidó con un modo muy urbano
A un ratón campesino»245-113.


863 (f). Unos, unas da un sentido de pura aproximación al número cardinal con que se junta: «Componían la flota unos cuarenta bajeles»; esto es, poco más o menos cuarenta.

864 (g). Empléase a veces el singular uno, una por el artículo definido, y entonces comunica cierta énfasis al sustantivo: «Esta conducta es muy propia de un hombre de honor»; «Una mujer prudente se porta con más recato y circunspección».

865 (h). Los nombres propios de personas, y en general de seres animados, como Alejandro, César, Rocinante, Mizifuf, no admiten de ordinario el artículo definido; y esto aunque les precedan títulos, como San, Santo, Santa, don, doña, fray, frey, sor, monsieur, monseñor, mister, madama, sir, milord, miladi; pero lo llevan señor y señora y todo calificativo antepuesto: San Pedro, Santo Tomás, fray Bartolomé de las Casas, sor Juana Inés de la Cruz, el señor Martínez de la Rosa, la señora Avellaneda, el Emperador Alejandro, el Rey Luis Felipe, el atrevido Carlos XII, el traidor Judas, la poetisa Corina, el bachiller Sansón Carrasco, la fabulosa doña Jimena Gómez. Los epítetos y apodos, que se usan como distintivos y característicos de ciertas personas, a cuyo nombre propio se posponen, requieren el artículo: Carlos el Temerario, don Fernando el Emplazado, Juan Palomeque el Zurdo; bien que el uso tiene establecido lo contrario en Magno y Pío: Alberto Magno, Ludovico Pío. En los sobrenombres que de las provincias conquistadas se daban a los generales romanos, es más usual, aunque no necesario, suprimir el artículo: Escipión Africano o el Africano.

866. Santo, Santa, como título de los canonizados que celebra la Iglesia, rechaza el artículo: Santo Domingo, Santa Teresa; pero es costumbre darlo a los del antiguo testamento, que no tienen rezo eclesiástico: el Santo Job, el Santo Tobías. Dícese lord o ladi tal, y el lord o la ladi cual, aunque mejor sin artículo. Pero si el título pertenece al empleo, es necesario el artículo: el lord Canciller, los lores del Almirantazgo.

867 (i). Siguen la regla de los nombres propios los apellidos y patronímicos empleados como propios, verbigracia Virgilio, Cicerón, Cervantes, Mariana, Lucrecia, Virginia; bien que, como en castellano, el apellido o patronímico no varía de terminación para el sexo femenino, es preciso suplir esta falta por medio del artículo: «la González», «la Pérez», «la Osorio». Imitando a los italianos, decimos: el Petrarca, el Ariosto, el Tasso; pero estos tres célebres poetas y el Dante son los   —247→   únicos a que solemos poner el artículo, pues no carecería de afectación el Maquiavelo, el Alfieri (tratándose de los autores y no de una colección de sus obras); y aun en el Dante imitamos mal a los italianos, que no juntan el artículo con este nombre propio, sino con el apellido Alighieri.

868 (j). Fuera de éstos, hay casos en que, así como empleamos el indefinido para dar a entender que se trata de individuos desconocidos, empleamos el definido para designar repetida y alternativamente dos o tres individuos de que ya se ha hecho mención:


«Vuesa merced me parece,
Señor juez, que aquí ha venido
Contra ciertos delincuentes.
-Sí, señor, un don Alonso
De Tordoya y un Luis Pérez.
Contra el don Alonso es
Por haber dado la muerte», etc.


(Calderón)                


«En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales; el Anselmo era más inclinado a los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras sí los de la caza».


(Cervantes)                


Mas, aun fuera de este caso, suele agregarse el artículo definido a nombres propios de hombres y mujeres, y la demostración que entonces lleva es del estilo familiar y festivo:


«Con don Gil he de casarme,
Que es un brinquillo el don Gil».


(Tirso de Molina)                



«Es, señor, como una plata
La Hipólita»246.


(Calderón)                


869 (k). En general, los nombres propios de naciones o países de alguna extensión pueden usarse con artículo o sin él, al paso que los de ciudades, villas, aldeas lo rehúsan. Pero las excepciones son numerosas. Algunos como Venezuela, Chile, no lo admiten; y en este caso se hallan los de naciones o países que tienen capitales homónimas, como México, Quito, Murcia. Al contrario, hay ciertos nombres de naciones, países, ciudades y aldeas, que ordinariamente lo llevan: el Japón, el Brasil, el Perú, el Cairo, la Meca, el Ferrol, la Habana, el Callao, la Guaira, el Toboso247.

El orden a aquellos que pueden usarse con o sin artículo, lo más corriente es que cuando hacen el oficio de sujeto lo lleven o no, y en   —248→   los demás casos no lo lleven; pero hagan o no de sujetos, es elegante el artículo cuando se alude a la extensión, poder u otras circunstancias de las que pertenecen al todo. Dirase, pues, con propiedad que «España o la España es abundante de todo lo necesario a la vida»; que uno «Viene de Rusia», o «Ha estado en Alemania» o «Ha corrido la Francia». El artículo redundaría si se dijera: «El embajador de la Francia presentó sus credenciales al Emperador», porque se trata aquí de una ocurrencia ordinaria, y no hay para qué aludir al poder y dignidad de la nación francesa; pero sería muy propio y llevaría énfasis si se dijera: «El embajador se quejó de no haber sido tratado con las distinciones debidas a un representante de la Francia».

870 (l). Los nombres propios de mares, ríos y lagos, llevan de ordinario el artículo; el Océano, el Támesis, el Ladoga. Los que son de suyo adjetivos no le dejan nunca, como el Mediterráneo, el Pacífico; los otros sí, particularmente en poesía:



   «Mas yo sé bien el sueño con que Horacio,
Antes el mismo Rómulo, me enseña
Que llevar versos al antiguo Lacio

   Fuera lo mismo que a los bosques leña,
Y trastornar en Betis o en Ibero
Una vasija de agua muy pequeña».


(Bartolomé de Argensola)                


871 (m). Los nombres propios de montes llevan ordinariamente el artículo; pero pueden también omitirlo en verso114.


«Moncayo, como suele, ya descubre
Coronada de nieve la alta frente»;


(Lupercio de Argensola)                


excepto los que son de suyo apelativos: el Pan de Azúcar, la Silla; y los nombres plurales de cordillera, verbigracia los Alpes, los Andes, que nunca lo dejan.

872 (n). Ciertos nombres abstractos (como naturaleza, fortuna, amor) que, tomándose en un sentido general, deberían llevar el artículo definido, lo deponen a veces por una especie de personificación poética:


«Muchos hay en el mundo, que han llegado
A la engañosa alteza de esta vida,
Que Fortuna los ha siempre ayudado,
Y dádoles la mano a la subida», etc.


(Ercilla)                


873 (ñ). A esta misma licencia poética se prestan los nombres de las estaciones.


«Sale del polo frío
Invierno yerto», etc.;


(Francisco de la Torre)                


y los nombres de vientos, como Bóreas, Noto, Ábrego, Aquilón, Cierzo, Favonio, Zéfiro, Solano, etc., bien que la mayor parte de éstos tienen el   —249→   valor de propios, por haberlo sido de los dioses o genios a quienes se atribuían los fenómenos de la naturaleza.

874 (o). Los de los meses se usan en prosa sin artículo, a menos que se empleen metafóricamente o que se contraigan a determinadas épocas o lugares, como en «el abril de la vida», «el octubre de aquel año», «el diciembre de Chile»; pero en verso, aun sin salir de su significado primario, pueden construirse con el artículo:


«Dulce vecino de la verde selva,
Huésped eterno del abril florido».


(Villegas)                


875 (p). Por regla general, todo sustantivo a que precede un modificativo toma el artículo, aunque sea de los que en otras circunstancias lo excluyen: «El todopoderoso Dios», «La guerrera Esparta», «La ambiciosa Roma», «El alegre mayo». Pero no deben confundirse con los epítetos aquellos adjetivos (generalmente participios) con los cuales se puede subentender el gerundio siendo o estando, como en «Demasiado corrompida Cartago para resistir a las armas romanas, pidió al fin la paz». Así es que no se colocan estos adjetivos entre el artículo (cuando lo hay) y el sustantivo: «Sojuzgada la China por los Tártaros, conservó sus costumbres y leyes», «Llena de riquezas y de vicios la poderosa Roma, dobló su cuello al despotismo».

876 (q). Lo que se ha dicho de los nombres propios en cuanto a llevar o no artículo, se entiende mientras conservan el carácter de tales, porque sucede a veces que los hacemos apelativos, ya trasladándolos de un individuo a otro para significar semejanza, como cuando decimos que «Racine es el Eurípides de la Francia», o que «París es la Atenas moderna»; ya imaginando multiplicados los individuos, y dando por consiguiente plural a sus nombres, como en «Atenas fue madre de los Temístocles, los Pericles, los Demóstenes»; ya alterando totalmente su significado, como cuando un Virgilio significa un ejemplar de las obras del poeta mantuano, o cuando se habla de una Venus designando una estatua de esta diosa. Convertido así el nombre propio en apelativo, o se toma en un sentido determinado o no, y en consecuencia lleva o no el artículo definido, y si es de aquellos que en su significado primario lo tienen, en el traslaticio indeterminado lo pierde, o lo cambia por el indefinido. Así de un país abundante en metales preciosos se dice que es un Perú; y traduciendo un dicho célebre de Luis XIV, diríamos: «Ya no hay Pirineos», que es como si valiéndonos de un nombre apelativo ordinario dijésemos: «Ya no hay fronteras entre la España y la Francia».

877 (r). Respecto de los apelativos la regla general es que en el sentido determinado lleven el artículo definido; pero no siempre es así: «Ha estado en palacio», «No ha vuelto a casa»248, son frases corrientes,   —250→   en que palacio y casa designan cosas determinadas. A veces el ponerse o no el artículo depende de la preposición anterior: «Traducir en castellano», «Traducir al castellano». Sería nunca acabar si hubiésemos de exponer todas las locuciones especiales en que con una leve variación de significado o de construcción toma o no un sustantivo el artículo definido, cuando las circunstancias por otra parte parecerían pedirlo.

878 (s). Los pronombres posesivos y demostrativos se suponen envolver el artículo, cuando preceden al sustantivo: «Mi libro», y «El libro mío», «Aquel templo», y «El templo aquel».


«El pajarillo aquel que dulcemente
Canta y lascivo vuela», etc.


(Quintana)                


Por eso cuando el sustantivo es indeterminado, no suele el posesivo precederle: Su libro quiere decir «el, no un, libro suyo». Pero antiguamente solía construirse el posesivo con el artículo, precediendo ambos al sustantivo, en sentido determinado:


«Vosotros los de Tajo en su ribera
Cantaréis la mi muerte cada día».


(Garcilaso)                


Caso que subsiste en las expresiones el tu nombre, el tu reino, de la oración dominical; en el mi consejo, la mi cámara, y otras de las provisiones reales115.

879 (t). Los nombres que están en vocativo no se construyen ordinariamente con artículo:


«Corrientes aguas, puras, cristalinas,
Árboles que os estáis mirando en ellas,
Verde prado de fresca sombra lleno,
Aves que aquí sembráis vuestras querellas.
Yedra que por los árboles caminas;
Yo me vi tan ajeno
Del grave mal que siento,
Que de puro contento
Con vuestra soledad me recreaba», etc.


(Garcilaso)                


880 (u). Poner artículo al vocativo es práctica frecuentísima en los antiguos romances y letrillas:


«Madre, la mi madre,
Guardas me ponéis».


(Cervantes)                



«Pésame de vos, el conde,
Porque así os quieren matar;
Porque el yerro que ficistes
Non fue mucho de culpar».


(Romance del conde Claros)                


  —251→  

881 (v). Omítese el artículo, no sólo en los vocativos, sino en las exclamaciones, aunque recaigan sobre la primera o tercera persona: «¡Desgraciado! ¿Quién había de pensar que sus trabajos tuvieran tan triste recompensa?».

882. Hacen excepción las frases exclamatorias el que, lo que: «¡El aburrimiento en que han caído los ánimos!», «¡Los extravíos a que arrastra la ambición!», «¡Lo que vale un empleo!».


«Opinan luego al instante
Y nemine discrepante,
Que a la nueva compañera
La dirección se confiera
De cierta gran correría
Con que buscar se debía
En aquel país tan vasto
La provisión para el gasto
De toda la mona tropa.
¡Lo que es tener buena ropa!».


(Iriarte)                


883 (x). En las enumeraciones se calla elegantemente el artículo: «Hombres y mujeres tomaron las armas para defender la ciudad»; «Viejos y niños escuchaban con atención sus palabras»; «Pobres y ricos acudían a él en sus necesidades y embarazos»; «Padre e hijo fueron a cual más temeroso de Dios» (Rivadeneira); «Divididos estaban caballeros y escuderos» (Cervantes).

884 (y). En las aposiciones no suele ponerse artículo definido ni indefinido. Redunda pues en «Madrid, la capital de España»; y en «El Himalaya, una cordillera del Asia», es un anglicismo intolerable. Con todo, puede la aposición llevar un artículo: 1.º cuando nos servimos de ella para determinar un objeto entre varios del mismo nombre: «Valencia, la capital del reino así llamado»; 2.º cuando el artículo es enfático: «Roma, la señora del mundo, era ya el ludibrio de los bárbaros»; «Argamasilla, una pobre aldea de la Mancha, ha sido inmortalizada por la pluma del incomparable Cervantes». Y no sólo puede, sino debe llevarlo, cuando es necesario para el sentido superlativo de la frase: «Londres, la más populosa ciudad de Europa»; «San Pedro, el mayor templo del mundo». Los adjetivos que sin llevar artículo tienen un sentido superlativo, no lo necesitan en las aposiciones: «La justicia, primera de las virtudes»; «Rodrigo, último rey de los godos».

885 (z). Entre el artículo y el sustantivo median a veces adjetivos o frases adjetivas, y por consiguiente complementos que tengan la fuerza de adjetivos: «El nunca medroso Brandabarbarán de Boliche»; «El sin ventura amante»; «La sin par Dulcinea»; «La nunca como se debe admirada empresa de Colón». Lo mismo se extiende a los demostrativos y posesivos, por el artículo definido que envuelven: «Su para ellos mal andante caballería».


«Aquella que allí ves luciente estrella».


(Quintana)                


  —252→  

«Estos que levantó de mármol duro
Sacros altares la ciudad famosa
A quien del Ebro»249, etc.


(Moratín)                


Es de regla que las modificaciones precedan a la palabra modificada, quedando todo encerrado, por decirlo así, entre el artículo (expreso o envuelto) y el sustantivo modificado por él, según lo manifiestan los anteriores ejemplos (menos el último, en que el orden de las palabras es artificiosamente poético). En general, las que contienen proposiciones subordinadas (como la del ejemplo de Quintana) son peculiares de la poesía, y aun en éstas el usarlas con frecuencia rayaría en amaneramiento y afectación.

886 (aa). No deben confundirse, como en el día hacen algunos, imitando al francés, dos locuciones que se han distinguido siempre en castellano, el mismo, la misma, uno mismo, una misma. La primera supone un término de comparación expreso o tácito; y en esto se diferencia de la segunda: «Esta casa es del mismo dueño que la vecina»; «Maritornes despertó a las mismas voces» (que habían hecho salir al ventero despavorido, como acababa de referir el autor); «Eran solteros, mozos de una misma edad y de unas mismas costumbres» (Cervantes); «Lanzadas y más lanzadas, cuchilladas y más cuchilladas, descripciones repetidas hasta el fastidio, de unos mismos torneos, justas, batallas y aventuras», etc. (Clemencín).

887 (bb). Tampoco deben confundirse él mismo, ella misma, con el mismo, la misma. El artículo sincopado significa mera identidad o semejanza; íntegro, es enfático. «Este hombre no es ya el mismo» (que antes era): semejanza; «Esta mujer no es la misma» (que antes vimos): identidad. «Salió él mismo acompañándonos hasta la puerta»: se nota la circunstancia de salir él mismo como importante y significativa. «Quiso él mismo hacer luego la experiencia de la virtud de aquel precioso bálsamo» (Cervantes): esto es, él en sí mismo; dase a entender cuán grande era su confianza en el resultado de la experiencia250.

888 (cc). Cuando el mismo lleva sustantivo expreso, es a veces enfático. «Todas esas tonadas son aire -dijo Loaisa- para las que yo te podría enseñar, que hacen pasmar a los mismos portugueses» (Cervantes): esto es, aun a los portugueses, que son tan afamados cantores. En este sentido se pospone frecuentemente mismo: a los portugueses mismos.