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ArribaAbajoCapítulo XX

Trata cómo por diferentes vías nunca falta consolación en el camino de la oración, y aconseja a las hermanas desto sean sus pláticas siempre


1. Parece que me contradigo en este capítulo pasado de lo que había dicho; porque cuando consolaba a las que no llegaban aquí, dije, que tenía el Señor diferentes caminos por donde iban a él, ansí como había muchas moradas. Ansí lo torno ahora a decir, porque como entendió su Majestad nuestra flaqueza, proveyó como quien es; mas no dijo, por este camino vengan unos, y por éste otros, antes fue tan grande su misericordia, que a nadie quitó que procurarse venir a esta fuente de vida a beber. ¡Bendito sea por siempre, y con cuánta razón me lo hubiera quitado a mí! Y pues no me mandó lo dejase cuando lo comencé, y hizo que me echasen en el profundo, a buen seguro que no lo quite a nadie, antes públicamente nos llama a voces: mas como es tan bueno no nos fuerza, antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado, ni muera de sed: porque desta fuente caudalosa salen arroyos, unos grandes, y otros pequeños, y algunas veces charquitos, para niños, que aquellos les basta, y más, sería espantarlos ver mucha agua; éstos son los que están en los principios. Ansí que hermanas, no hayáis miedo que muráis de sed. En este camino nunca falta agua de consolación, tan faltada que: no se puede sufrir: y pues esto es ansí, tomad mi consejo, y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes, hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí a otra cosa, sino a pelear. Y con ir siempre con esta determinación de antes morir, que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, en la que es para siempre os dará con toda abundancia de beber, y sin temor que os ha de faltar. Plega al Señor no le faltemos nosotras. Amén. Ahora para comenzar este camino, que queda dicho, de manera que no se yerre desde el principio, tratemos un poco de cómo se ha de principiar esta jornada, porque es lo que más importa. Digo, que importa el todo para todo. No digo que quien no tuviere la determinación que aquí diré, deje de comenzar, porque el Señor le irá perfeccionando; y cuando no hiciese más de dar un paso, tiene en sí tanta virtud, que no haya miedo lo pierda, ni le deje de ser muy bien pagado. Es, digamos, como quien tiene una cuenta de perdones, que si la reza una vez, gana, y mientras más veces, más: mas si nunca llega a ella, sino que se la tiene en el arca, mejor fuera no tenerla. Ansí que aunque no vaya después por el mesmo camino, lo poco que hubiere andado dél, le dará luz para que vaya bien por los otros; y si más anduviere, más. En fin, tenga por cierto no le hará daño el haberle comenzado para cosa ninguna, aunque le deje, porque el bien nunca hace mal. Por eso a todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición, y alguna amistad, procurad quitarles el miedo de comenzar tan gran bien. Y por amor de Dios os pido, que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de aquel con quien habláredes, pues vuestra oración ha de ser para provecho de las almas: y esto habéis siempre de pedir al Señor. Mal parecería, hermanas, no lo procurar de todas maneras. Si queréis ser buen deudo, ésta es la verdadera amistad; si buena amiga, entended que no lo podéis ser sino por este camino. Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligados a tener a los prójimos. No es ya tiempo, hermanas, de juego de niños (que no parece otra cosa estas amistades del mundo, aunque sean buenas) ni haya en vosotras tal plática, que si me queréis, o no me queréis, ni con deudos, ni con nadie, si no fuere yendo fundadas en un gran fin, y provecho de aquel ánima: que puede acaecer, que para que os escuche vuestro deudo, o hermano, o persona semejante una verdad, y la admita, sea menester de disponerle con estas pláticas, y muestras de amor, que a la sensualidad siempre contentan, y acaecerá tener en más una buena palabra (que ansí la llaman) y disponer más que muchas de Dios, para que después éstas sepan bien; y ansí yendo con advertencia de aprovechar, no las quito, mas si no es para esto, ningún provecho pueden traer, y podrán hacer daño sin entenderlo vosotras. Ya saben que sois religiosas, y que vuestro trato es de oración, no se os ponga delante, no quiero que me tengan por buena, porque es provecho, o daño común el que en vos vieren, y es gran mal, que a las que tanta obligación tienen de no hablar, sino en Dios, como las monjas, les parezca bien la disimulación en este caso, si no fuese alguna vez para más bien. Éste es vuestro trato, y lenguaje: quien os quisiere tratar, depréndale, o si no guardaos de29 deprender vosotras el suyo, que será infierno. Si os tuvieren por groseras, poco va en ello; si por hipócritas, menos. Ganaréis de aquí, que no os verá sino quien se entendiere por esta lengua, porque no lleva camino uno que no sabe algarabía, gustar de hablar mucho con quien no sabe otro lenguaje: y ansí, ni os cansarán, ni dañarán, que no sería poco daño comenzar a hablar nueva lengua, y todo el tiempo se os iría en eso. Y no podéis saber, como yo que lo he experimentado, el gran mal que es para el alma, que por saber la una, se olvide la otra, y es un perpetuo desasosiego, del que en todas maneras habéis de huir; porque lo que mucho conviene para este camino, que comenzamos a tratar, es paz, y sosiego en el alma. Si los que os trataren quisieren deprender vuestra lengua (ya que no es vuestro de enseñar) podéis decir las riquezas que se ganan en deprenderla, y desto no os canséis, sino con piedad, y amor, y oración, porque le aproveche, para que entendiendo la gran ganancia, vaya a buscar maestro que le enseñe; que no sería poca merced, que os hiciese el Señor despertar a alguna alma para este bien. Mas ¿qué de cosas se ofrecen en comenzando a tratar deste camino, aun a quien tan mal ha andado por él como yo? Plega al Señor os lo sepa, hermanas, decir mejor que lo he hecho. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XXI

Que dice lo mucho que importa comenzar con gran determinación a tener oración, y no hacer caso de los inconvenientes que el demonio pone


1. No os espantéis, hijas, de las muchas cosas que es menester mirar para comenzar este viaje divino, que es camino real para el cielo. Gánase yendo por el gran tesoro, no es mucho que cueste mucho a nuestro parecer; tiempo verná que se entienda cuán nonada es todo para tan gran precio. Ahora tornando a los que quieren ir por él, y no parar hasta el fin, que es llegar a beber desta agua viva, como han de comenzar, digo, que importa mucho, y el todo, una grande, y determinada determinación, de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, si quiera llegue allá, si quiere se muera en el camino, o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, si quiera se hunda el mundo: como muchas veces acaece con decirnos, hay peligros, fulana por aquí se perdió, el otro se engañó, el otro que rezaba mucho cayó, hacen daño a la virtud, no es para mujeres, que les podrán venir ilusiones, mejor será que hilen, no han menester esas delicadezas, basta el Pater noster, y Ave María. Esto es ansí lo digo hermanas, y como si basta: siempre es gran bien fundar vuestra oración sobre oraciones dichas de tal boca como la del Señor. En esto tienen razón, que si no estuviese ya nuestra flaqueza tan flaca, y nuestra devoción tan tibia, no eran menester otros conciertos de oraciones, ni eran menester otros libros. Y ansí me ha parecido ahora (pues, como digo, hablo con almas que no pueden recogerse en otros misterios, que les parece son artificios, y hay algunos ingenios tan ingeniosos, que nada les contenta) ir fundando por aquí unos principios, y medios, y fines de oración; aunque en cosas subidas no me deterné. Y no os podrán quitar libros, que si sois estudiosas, y teniendo humildad, no habéis menester otra cosa. Siempre yo he sido aficionada, y me han recogido más las palabras de los Evangelios, que libros muy concertados, en especial si no era el autor muy aprobado, no los había gana de leer. Allegada, pues, a este maestro de la sabiduría, quizá me enseñará alguna consideración que os contente. No digo que diré declaración destas oraciones divinas, que no me atrevería, y hartas hay escritas; y que no las hubiera, fuera disbarate, sino consideración sobre las palabras del Pater noster; porque algunas veces con muchos libros, parece se nos pierde la devoción, en lo que tanto nos va tenerla. Que está claro, que el mesmo maestro cuando enseña una cosa, toma amor con el discípulo, y gusta de que le contente lo que le enseña, y le ayuda mucho a que lo deprenda, y ansí hará el Maestro celestial con nosotras; y por eso ningún caso hagáis de los miedos que os pusieren, ni de los peligros que os pintaren. Donosa cosa es, que quiera yo ir por un camino a donde hay tantos ladrones, sin peligros, y ganar un gran tesoro. Pues bueno anda el mundo, para que os lo dejen tomar en paz, sino que por un maravedí de interese se pornán a no dormir muchas noches, y a desasosegaros cuerpo, y alma. Pues cuando yéndole a ganar, o a robar (como dice el Señor que le ganan los esforzados) por camino real (y por camino seguro, por el que fue nuestro Rey, por el que fueron todos sus escogidos, y santos) os dicen hay tantos peligros, y os ponen tantos temores: los que van a su parecer a ganar este bien sin camino, ¿qué son los peligros que llevarán? ¡Oh hijas mías, qué muchos más sin comparación, sino que no los entienden hasta dar de ojos en el verdadero peligro, cuando no hay quien les dé la mano, y pierden del todo el agua, sin beber poca, ni mucha, ni de charco, ni de arroyo! Pues ya veis, sin gota desta agua, ¿cómo se pasará camino donde hay tantos con quien pelear? Está claro, que al mejor tiempo morirán de sed, porque queramos, que no, hijas mías, todos caminamos para este fuente, aunque de diferentes maneras; pues creedme vosotras, y no os engañe nadie en mostraros otro camino sino el de la oración. Y no hablo ahora en que sea mental, o vocal para todos, para vosotras digo, que lo uno, y lo otro habéis menester. Éste es el oficio de los religiosos: quien os dijere, que esto es peligro, tenedle a él por el mesmo peligro, y huid dél, y no se os olvide, que por ventura habréis menester este consejo. Peligro será no tener humildad, y las otras virtudes: ¿mas camino de oración, camino de peligro? Nunca Dios tal quiera, que el demonio parece ha inventado poner estos miedos, y ansí ha sido mañoso a hacer caer a algunos que tenían oración. Y miren tan gran ceguedad, que no miran el mundo de millares, como dicen, que han caído en herejía, y en grandes males sin tener oración, ni saber qué cosa era, y entre muchos destos, si el demonio por hacer mejor su negocio ha hecho caer a algunos bien contados que tenían oración, ha hecho poner tanto temor en las cosas de virtud a algunos. Estos que toman este amparo para librarse, se guarden, porque huyen del bien, por librarse del mal. Nunca tan mala invención he visto, parece del demonio. ¡Oh Señor mío, tornad por vos! Mirad que entienden al revés vuestras palabras: no permitáis semejantes flaquezas en vuestros siervos. Hay un gran bien, que siempre veréis algunos que os ayuden, porque esto tiene el verdadero siervo de Dios, a quien su Majestad ha dado luz del verdadero camino, que por estos temores le crece más el deseo de no parar. Entiende claro por dónde va a dar el golpe el demonio, y húrtale el cuerpo, y quiébrale la cabeza; más siente él esto, que cuantos placeres otros le hacen, le contentan. Cuando en un tiempo de alboroto, en una cizaña que ha puesto, que parece lleva a todos tras sí medio ciegos, porque es debajo de buen celo, levanta Dios uno que les abra los ojos, y diga, que miren les ha puesto niebla en ellos el demonio para no ver el camino: ¡qué grandeza de Dios, que puede más a las veces un hombre solo, o dos, que digan verdad, que muchos juntos! Torna poco a poco a descubrir el camino, dales Dios ánimo. Si dicen que hay peligro en la oración, procura se entienda cuán buena es la oración, si no por palabras, por obras. Si dicen, que no es bien a menudo las comuniones, entonces las frecuenta más: ansí que como haya uno, o dos que sin temor sigan lo mejor, luego torna el Señor poco a poco a ganar lo perdido. Ansí que hermanas, dejaos destos miedos, nunca hagáis caso de cosas semejantes de la opinión del vulgo; mirad que no son tiempos de creer a todos, sino a los que viéredes van conforme a la vida de Cristo. Procurad tener limpia conciencia, y menosprecio de todas las cosas del mundo, y creer firmemente lo que tiene la santa madre Iglesia, y a buen seguro que vais buen camino. Dejaos, como he dicho, de temores a donde no hay que temer. Si alguno os los pusiere, declaradle con humildad el camino, decid que tenéis regla, que os manda orar sin cesar, que ansí nos lo manda, y que la habéis de guardar. Si os dijeren que sea vocalmente, preguntad ¿qué si ha de estar el entendimiento, y corazón en lo que decís? Si os dijeren que sí (que no podrán decir otra cosa) veis a donde confiesan, que forzado habéis de tener oración mental, y aun contemplación, si os la diere Dios allí. Sea bendito para siempre.




ArribaAbajoCapítulo XXII

En que declara, qué es oración mental


1. Sabed, hijas, que no está la falta para ser, o no ser oración mental, en tener cerrada la boca: si hablando estoy enteramente entendiendo, y viendo que hablo con Dios, con más advertencia que en las palabras que digo, junto está oración mental, y vocal. Salvo si no os dicen que estéis hablando con Dios rezando, el Pater noster, y pensando en el mundo, aquí callo; mas si habéis de estar, como es razón se esté hablando con tan gran Señor, es bien estéis mirando con quién habláis, y quién sois vos, si quiera para hablar con crianza. Porque, ¿cómo podéis hablar, y llamar al rey Alteza, ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande, si no entendéis bien qué estado tiene, y qué estado tenéis vos? Porque conforme a esto se ha de hacer acatamiento, y conforme al uso; porque aun esto es menester también que sepáis, si no enviaros han para simple, y no negociaréis cosa. Pues ¿qué es esto Señor mío? ¿Qué es esto mi Emperador? ¿Cómo se puede sufrir? Rey sois Dios mío sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice, «vuestro reino no tiene fin», casi siempre me es particular regalo. Aláboos Señor, y bendígoos para siempre; en fin vuestro reino durará para siempre. Pues nunca vos Señor permitáis se tenga por bueno, que quien fuere a hablar con vos sea sólo con la boca. ¿Qué es esto, cristianos? ¿Los que decís no es menester oración mental, entendéis os? Cierto que pienso que no os entendéis, y ansí queréis desatinemos todos, ni sabéis cuál es oración mental, ni cómo se ha de rezar la vocal, ni qué es contemplación, porque si lo supiésedes, no condenaríades por un cabo, lo que alabáis por otro. Yo he de poner siempre junta oración mental, con la vocal, cuando se me acordare, porque no os espanten hijas, que yo sé en qué caen estas cosas, que he pasado algún trabajo en este caso; y ansí no querría que nadie os trajese desasosegadas, que es cosa dañosa ir con miedo este camino. Importa mucho entender que vais bien, porque en diciendo a algún caminante, que va errado, y que ha perdido el camino, le acaece andar de un cabo a otro, y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir, se cansa, y gasta el tiempo, y llega más tarde. ¿Quién puede decir que es mal, si comienza uno a rezar las Horas, o el rosario, que comience a pensar con quién va a hablar, y quién es el que habla, para ver cómo le ha de tratar? Pues yo os digo hermanas, que si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos, se hiciese bien, que primero que comencéis la oración vocal, que vais a rezar, ocupéis harto tiempo en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como a un pobre, como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien. Razón es, que ya que por la humildad deste Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas (porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su Rey, que gusta más desta grosería de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera, más dijera, que de los muy sabios letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad) ansí, que no porque él sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Si quiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza, y quién es. Es verdad, que se entiende luego en llegando como con los señores de acá; con que nos digan quién fue su padre, y los cuentos que tiene de renta, y el dictado, no hay más que saber, porque acá no se hace cuenta de las personas, para hacerlas honra, por mucho que merezcan, sino de las haciendas. ¡Oh miserable mundo! Alabad mucho a Dios, hijas mías, que habéis dejado cosa tan ruin, a donde no hacen caso de lo que ellos en sí tienen, sino de lo que tienen sus renteros, y vasallos; y si ellos faltan, luego falta el mundo de hacerle honra. Cosa donosa es ésta, para que os holguéis, cuando hayáis todas de tomar alguna recreación, que éste es buen pasatiempo, entender cuán ciegamente pasan su tiempo los del mundo. ¡Oh Emperador nuestro, sumo poder, suma bondad, la mesma sabiduría sin principio, sin fin, sin haber término en vuestras perfecciones, son infinitas sin poderse comprehender, un piélago sin suelo de maravillas, una hermosura, que tiene en sí todas las hermosuras, la mesma fortaleza! ¡Oh válame Dios, quién tuviera aquí junta toda la elocuencia de los mortales, y sabiduría para saber bien (como acá se puede saber, que todo es no saber nada) para este caso dar a entender alguna de las muchas cosas, que podemos considerar para conocer algo de quién es este Señor, y bien nuestro! Sí, llegaos a pensar, y entender en llegando con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante dél, todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas mías, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro Esposo, y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener. ¡Oh válame Dios! Pues acá cuando uno se casa, primero sabe con quién, y quién es, y qué tiene: nosotras ya desposadas, antes de las bodas, que nos ha de llevar a su casa, ¿no pensáramos en nuestro Esposo? Pues acá no quitan estos pensamientos a las que están desposadas, ¿por qué nos han de quitar que procuremos entender quién es este hombre, y quién es su padre, y qué tierra es ésta a donde me ha de llevar, y qué bienes con los que promete darnos, qué condición tiene, cómo podré contentarle mejor, en qué le haré placer, y estudiar cómo haré mi condición que conforme con la suya? Pues si una mujer, ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa, sino que procure esto, aunque sea hombre muy bajo su marido. Pues Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de vos, que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejenos vuestras esposas, que han de hacer vida con vos. Es verdad, que es buena vida, si un esposo es tan celoso, que quiere no trate con nadie su esposa, linda cosa es, que no piense cómo le harán este placer, la razón que tiene de sufrirle no querer que trate con otro, pues en él tiene todo lo que puede querer. Ésta es oración mental, hijas mías, entender estas verdades. Si queréis ir entendiendo esto, y rezando vocalmente, muy enhorabuena, no me estéis hablando con Dios, y pensando en otras cosas, que esto hace no entender qué cosa es oración mental: creo va dado a entender, plega al Señor, lo sepamos obrar. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XXIII

Trata de lo que importa no tornar atrás quien ha comenzado camino de oración, y torna a hablar de lo mucho que va en que sea con gran determinación


1. Pues digo que va muy mucho en comenzar con gran determinación, por tantas causas, que sería alargarme mucho si las dijese, solas dos, o tres os quiero, hermanas, decir. La una es, que no es razón que a quien tanto nos ha dado, y contino da, que una cosa que queremos determinar a darle, que es este cuidadito (no cierto sin interese, sino con tan grandes ganancias) no se le dar con toda determinación, sino como quien presta una cosa para tornarla a tomar. Esto no me parece a mí dar, antes siempre queda con algún disgusto, a quien han emprestado una cosa, cuando se la tornan a tomar; en especial si la ha menester, y la tenía ya como por suya. O que si son amigos, y a quien la prestó debe muchas dadas sin ningún interese, con razón le parecerá poquedad, y muy poco amor, que aun una cosa suya no quiere dejar en su poder, si quiera por señal de amor. ¿Qué esposa hay, que recibiendo muchas joyas de valor de su esposo, no le dé si quiera una sortija, no por lo que vale, que ya todo es suyo, sino por prenda que será suya hasta que muera? Pues ¿qué menos merece este Señor, para que burlemos dél, dando, y tomando una nonada que le damos? Sino que este poquito de tiempo que nos determinamos de darle, de cuanto gastamos con otros, y con quien no nos lo agradecerá, ya que aquel rato le queremos dar, démosle libre el pensamiento, y desocupado de otras cosas, y con toda determinación de nunca jamás se lo tornar a tomar, por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradicciones, ni por sequedades; sino que ya como cosa no mía tenga aquel tiempo, y piense me le pueden pedir por justicia, cuando del todo no se le quisiere dar. Llamo del todo, porque no se entiende, que dejarlo algún día, o algunos, por ocupaciones justas, o por cualquier indisposición, es tomársele ya. La intención esté firme, que no es nada delicado mi Dios, no mira en menudencias, ansí terná qué os agradecer, es dar algo. Lo demás, bueno es a quien no es franco, sino tan apretado, que no tiene corazón para dar, harto es que preste. En fin haga algo, que todo lo toma en cuenta este Señor nuestro; a todo hace como le queremos; para tomarnos cuenta, no es nada menudo, sino generoso; por grande que sea el alcance, tiene él en poco perdonarle, para pagarnos. Es tan mirado, que no hayáis miedo, que un alzar de ojos, con acordarnos dél, deje sin premio. Otra causa, es porque el demonio no tiene tanta mano para atentar; ha gran miedo a ánimas determinadas, que tiene ya él experiencia que le hacen gran daño, y cuanto él ordena para dañarlas, viene en provecho dellas, y de otras, y que sale él con pérdida. Y ya que no hemos nosotros de estar descuidados, ni confiar en esto, porque lo habemos con gente traidora, y a los apercebidos no osa tanto acometer, porque es muy cobarde, y si viese descuido, haría gran daño; mas si conoce a uno por mudable, y que no está firme en el bien, y con gran determinación de perseverar, no le dejará a sol, ni a sombra, miedos le porná, e inconvenientes, que nunca acabe. Yo lo sé esto muy bien por experiencia, y ansí lo he sabido decir, y digo, que no sabe nadie lo mucho que importa. La otra cosa que hace mucho al caso es, que pelea con más ánimo; ya sabe, que venga lo que viniere, no ha de tornar atrás. Es como uno que está en una batalla, que sabe que si le vencen, no le perdonarán la vida, y que ya que no muere en la batalla, ha de morir después; pelea con más determinación, y quiere vender bien su vida, como dicen, y no teme tanto los golpes, porque lleva delante lo que le importa la vitoria, y que le va la vida en vencer. Es también necesario comenzar con seguridad, de que si no nos dejamos vencer, saldremos con la empresa: esto sin ninguna duda, que por poca ganancia que saquen, saldrán muy ricos. No hayáis miedo que os deje morir de sed el Señor, que nos llama a que bebamos desta fuente. Esto queda ya dicho, y querríalo decir muchas veces, porque acobarda mucho a personas que aún no conocen del todo la bondad del Señor por experiencia, aunque le conocen por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con el amistad, y regalo que trata a los que van por este camino, y cómo casi les hace toda la costa. Y los que esto no han probado, no me maravillo que quieran seguridad de algún interese. Pues ya sabéis que es ciento por uno, aun en esta vida; y que dice el Señor: «Pedí, y daros han»: si no creéis a su Majestad en las partes de su Evangelio, que asegura esto, poco aprovecha, hermanas, que me quiebre yo la cabeza a decirlo. Todavía digo, a quien tuviere alguna duda, que poco se pierde en probarlo, que eso tiene bueno este viaje, que se da más de lo que se pide, ni acertaremos a desear. Esto es sin falta, yo lo sé, y a las de vosotras que lo sabéis por experiencia, por la bondad de Dios, puedo presentar por testigos.




ArribaAbajoCapítulo XXIV

Trata cómo se ha de rezar oración vocal con perfección, y cuán junta anda con ella la mental


1. Ahora, pues, tornemos a hablar con las almas que he dicho, que no se pueden recoger, ni atar los entendimientos en oración mental, ni tener consideración. No nombremos aquí estas dos cosas, pues no sois para ellas, que hay muchas personas en hecho de verdad, que sólo el nombre de oración mental, o contemplación, parece que las atemoriza; y por si alguna viene a esta casa, que también, como he dicho, no van todos por un camino. Pues lo que quiero ahora aconsejaros (y aun puedo decir enseñaros, porque como madre en el oficio de priora que tengo es lícito) es cómo habéis de rezar vocalmente, porque es razón entendáis lo que decís. Y porque quien no puede pensar en Dios, puede ser que oraciones largas también la cansen, tampoco me quiero entremeter en ellas, sino en las que forzado habemos a rezar (pues somos cristianos) que es el Pater noster, y Ave María; porque no puedan decir por nosotras, que hablamos, y no nos entendemos. Salvo si nos parece basta irnos por la costumbre con sólo pronunciar las palabras, y que esto basta. Si basta, o no, en eso no me entremeto, los letrados lo dirán; lo que yo querría que hiciésemos nosotras, hijas, es, que no nos contentemos con sólo eso, porque cuando digo Credo, razón me parece será que entienda, y sepa lo que creo, y cuando Padre nuestro, amor será entender quién es este Padre nuestro, y quién es el maestro que nos enseñó esta oración. Si queréis decir que ya os lo sabéis, y que no hay para qué se os acuerde, no tenéis razón, que mucho va de maestro a maestro; pues aun de los que acá nos enseñan, es gran desgracia no nos acordar, en especial si son santos, y son maestros del alma, es imposible si somos buenos discípulos. Pues de tal Maestro, como quien nos enseñó esta oración, y con tanto amor, y deseo que nos aprovechase, nunca Dios quiera, que no nos acordemos dél muchas veces, cuando decimos la oración, aunque por ser flacos no sean todos. Pues cuanto a lo primero, ya sabéis que enseña su Majestad, que sea a solas, que ansí lo hacía él siempre que oraba, y no por su necesidad, sino por nuestro enseñamiento. Ya esto dicho se está, que no se sufre hablar con Dios, y con el mundo, que no es otra cosa estar rezando, y escuchando por otra parte lo que están hablando, o pensar en lo que se le ofrece, sin más irse a la mano. Salvo si no es algunos tiempos, que o de malos humores (en especial si es persona que tiene melancolía) o flaqueza de cabeza, que aunque más lo procura, no puede, o permite Dios días de grandes tempestades en sus siervos, para más bien suyo; y aunque se afligen, y procuran quietarse, no pueden, ni están en lo que dicen, aunque más hagan, ni asienta en nada el entendimiento, sino que parece tiene frenesí, según anda desbaratado; y en la pena que da a quien lo tiene, verá que no es la culpa suya. Y no se fatigue, que es peor, ni se canse en poner seso a quien por entonces no le tiene, que es su entendimiento, sino rece como pudiere, y aun no rece, sino como enferma procure dar alivio a su alma, y entienda en otra obra de virtud. Esto es ya para personas que traen cuidado de sí, y tienen entendido no han de hablar a Dios, y al mundo junto. Lo que podemos hacer nosotras es, procurar estar a solas, y plega a Dios que baste, como digo, para que entendamos con quién estamos, y lo que nos responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que se está callando, aunque no le oímos? Bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón, y bien es que consideremos, qué somos cada una de nosotras, a quien enseñó esta oración, y que nos la está mostrando. Pues nunca el maestro está tan lejos del discípulo30, que sea menester dar voces, sino muy junto. Esto quiero yo que entendáis vosotras os conviene, para rezar bien el Pater noster; no os apartar de cabe el Maestro, que os lo mostró. Diréis, que ya esto es consideración, que no podéis, ni aun queréis sino rezar vocalmente; porque también hay personas mal sufridas, y amigas de no se dar pena, que como no lo tienen de costumbre, es la recoger el pensamiento al principio, y por no cansarse un poco, dicen que no pueden más, ni lo saben, sino rezar vocalmente. Tenéis razón en decir, que es oración mental, mas yo os digo cierto, que no sé cómo lo aparte, si ha de ser bien rezado lo vocal, y entendiendo con quién hablamos; y aun es obligación que procuremos rezar con advertencia, y aun plega a Dios que con estos remedios vaya bien rezado el Pater noster, y no acabemos en otra cosa impertinente. Yo lo he probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es, procurar tener el pensamiento en quien enderezo las palabras. Por esto tened paciencia, y procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria.




ArribaAbajoCapítulo XXV

En que dice lo mucho que gana un alma que reza con perfección vocalmente, y cómo acaece levantarla Dios de allí a cosas sobrenaturales


1. Y porque no penséis que se saca poca ganancia de rezar vocalmente con perfección, os digo, que es muy posible, que estando rezando el Pater noster, os ponga el Señor en contemplación perfecta, o rezando otra oración vocal, que por estas vías muestra su Majestad, que oye al que le habla, y le habla su grandeza, suspendiendo el entendimiento, y atajándole el pensamiento, y tomándole, como dicen, la palabra de la boca, que aunque quiere no puede habla, si no es con mucha pena. Entiende, que sin ruido de palabras le está enseñando este Maestro divino, suspendiendo las potencias; porque entonces antes dañarían, que aprovecharían, si obrasen. Gozan sin entender cómo gozan: está el alma abrasándose en amor, y no entiende cómo ama: conoce que goza de lo que ama, y no sabe cómo lo goza: bien entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle, abrázale la voluntad sin entender cómo; mas en pudiendo entender algo, ve que no es éste bien que se puede merecer con todos los trabajos que se pasasen juntos, por ganarle en la tierra: es don del Señor della, y del cielo, que en fin, da como quien es. Ésta, hijas, es contemplación perfecta, ahora entenderéis la diferencia que hay della a la oración mental, que es lo que queda dicho, pensar, y entender lo que hablamos, y con quién hablamos, y quién somos los que osamos hablar con tan gran Señor. Pensar esto, y otras cosas semejantes de lo poco que le hemos servido, y lo mucho que estamos obligados a servir, es oración mental. No penséis es otra algarabía, ni os espante el nombre, rezar el Pater noster, y Ave María, o lo que quisiéredes, es oración vocal; pues mirad qué mala música hará sin lo primero, aun las palabras no irán con concierto todas veces. En estas dos cosas podemos algo nosotros con el favor de Dios: en la contemplación que ahora dije, ninguna cosa; su Majestad es el que todo lo hace, que es obra suya, sobre nuestro natural. Como está dado a entender esto de contemplación muy largamente, y lo mejor que yo lo supe declarar en la relación de mi vida, que tengo dicho escribí, para que viesen mis confesores, que me lo mandaron, no lo digo aquí, ni hago más de tocar en ello. Las que hubiéredes sido tan dichosas, que el Señor os llegue a estado de contemplación, si le pudiésedes haber, puntos tiene, y avisos que el Señor quiso que acertase a decir, que os consolarían mucho, y aprovecharían, a mi parecer, y al de algunos que le han visto, que le tienen para hacer caso dél (que vergüenza es deciros yo que hagáis caso del mío) y el Señor sabe la confusión con que escribo mucho de lo que escribo. Bendito sea, que ansí me sufre. Las que, como digo, tuvieren oración sobrenatural, procúrenle después de yo muerta; las que no, no hay para qué, sino esforzarse a hacer lo que en éste va dicho, ganando por cuantas vías pudieren, y haciendo diligencia, para que el Señor se la dé, suplicándoselo a él, y ayudándose ellas, y dejen al Señor, que es quien la ha de dar, y no os la negará, si no os quedáis en el camino, sino que os esforcéis hasta llegar a la fin.




ArribaAbajoCapítulo XXVI

En que va declarando el modo para recoger el pensamiento: pone medios para ello. Es capítulo muy provechoso para los que comienzan oración


1. Ahora, pues, tornemos a nuestra oración vocal, para que se rece de manera, que sin entendernos, nos lo dé Dios todo junto, y para, como he dicho, rezar como es razón, la examinación de la conciencia, y decir la confesión, y santiguaros, ya se sabe ha de ser lo primero: luego, hija, procurad, pues estáis sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mesmo maestro que enseñó la oración que vais a rezar? Representad al mesmo Señor junto con vos, y mirad con qué amor, y humildad os está enseñando, y creedme, mientras pudiéredes no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbráis a traerle cabe vos, y él ve que lo hacéis con amor, y que andáis procurando contentarle, no le podréis, como dicen, echar de vos: no os faltará para siempre: ayudaros ha en todos vuestros trabajos: tenerle heis en todas partes. ¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado? ¡Oh hermanas! Las que no podéis tener mucho discurso del entendimiento, ni podéis tener el pensamiento sin divertiros, acostumbraos: mirad que sé yo que podéis hacer esto, porque pasé muchos años por este trabajo, de no poder sosegar el pensamiento en una cosa, y eslo muy grande, mas sí, que no nos deja el Señor tan desiertos, que si llegamos con humildad a pedírselo, no nos acompañe. Y si en un año no pudiéremos salir con ello, sea en más; no nos duela el tiempo en cosa que también se gasta: ¿quién va tras nosotras? Digo que esto puede acostumbrarse a ello, y trabajar, y andar cabe este verdadero Maestro. No os pido ahora que penséis en él, ni que hagáis grandes, y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento, no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os quita volver los ojos del alma, aunque sea de presto, si no podéis más, a este Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podéis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar? Si no os pareciere bien, yo os doy licencia que no le miréis, pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos de vosotras. Haos sufrido mil cosas feas, y abominaciones contra él, y no ha bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho, que quitados los ojos destas cosas exteriores, le miréis algunas veces a él? Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice a la Esposa, sino que le miremos. Como le quisiéredes le hallaréis: tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya. Ansí como dicen ha de hacer la mujer para ser bien casada con su marido, que si está triste, se ha de mostrar ella triste, y si está alegre (aunque nunca lo esté) alegre: mirad de qué sujeción os habéis librado, hermanas. Esto con verdad, sin fingimiento, hace el Señor con nosotras: que él se hace sujeto, y quiere que seáis vos la señora, y andar él a vuestra voluntad. Si estáis alegre, miradle resucitado, que sólo imaginar cómo salió del sepulcro os alegrará; mas con qué claridad, y con qué hermosura, con qué majestad, qué vitorioso, qué alegre, como quien tan bien salió de la batalla a donde ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos. Pues ¿es mucho, que a quien tanto os da, volváis una vez los ojos a mirarle? Si estáis con trabajos, o triste, miradle camino del huerto, qué aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mesmo sufrimiento, la dice, y se queja della; y miradle atado a la columna lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos, por lo mucho que os ama; perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado dellos, sin nadie que vuelva por él, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar; o miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban huelgo. Miraros ha él con unos ojos tan hermosos, y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores, por consolar los vuestros, sólo porque os vais vos con él a consolar, y volváis la cabeza a mirarle. ¡Oh Señor del mundo, verdadero Esposo mío! (le podéis vos decir, si os ha enternecido el corazón de verle tal, que no sólo queráis mirarle, sino que os holguéis de hablar con él, no oraciones compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene él en muy mucho) ¿tan necesitado estáis, Señor mío, y bien mío, que queréis admitir una pobre compañía como la mía, y veo en vuestro semblante, que os habéis consolado conmigo? Pues ¿cómo, Señor es posible que os dejan sólo los ángeles, y que aún no os consuela vuestro Padre? Si es ansí, Señor, que todo lo queréis pasar por mí, ¿qué es esto que yo paso por vos? ¿De qué me quejo? Que ya he vergüenza de que os he visto tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren, y tenerlos por gran bien, e imitaros en algo: juntos andemos, Señor; por donde fuéredes tengo de ir; por donde pasáredes, tengo de pasar. Tomad, hijas de aquella cruz, no se os dé nada de que os atropellen los judíos, porque él no vaya con tanto trabajo, no hagáis caso de lo que os dijeren, haceos sordas a las murmuraciones, tropezando, y cayendo con vuestro Esposo, no os apartéis de la cruz, ni la dejéis. Mirad mucho el cansancio con que va, y las ventajas que hace su trabajo a los que vos padecéis, por grandes que los queráis pintar, y por mucho que los queráis sentir, saldréis consolada dellos, porque veréis son cosa de burla, comparados a los del Señor. Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto; que si le viérades con los ojos del cuerpo, en el tiempo que su Majestad andaba en el mundo, que lo hiciérades de buena gana, y le mirárades siempre. No lo creáis, que quien ahora no se quiere hacer un poquito de fuerza a recoger siquiera la vista para mirar dentro de sí a este Señor (que lo puede hacer sin peligro, sino con tantico cuidado) muy menos se pusiera al pie de la cruz con la Madalena, que veía31 la muerte al ojo. Mas ¿qué32 debía pasar la gloriosa Virgen, y esta bendita Santa? ¿Qué de amenazas? ¿Qué de malas palabras? ¿Y qué de encontrones? ¿Y qué descomedimientos? Pues con qué gente lo habían tan cortesana, si lo era del infierno, que eran ministros del demonio. Por cierto que debía de ser terrible cosa lo que pasaron, sino que con otro dolor mayor, no sentían el suyo. Ansí que, hermanas, no creáis fuérades para tan grandes trabajos, si no sois ahora para cosas tan pocas: ejercitándoos en ellas podéis venir a otros mayores. Lo que podéis hacer para ayuda desto, procurar traer una imagen, y retrato deste Señor, que sea a vuestro gusto, no para traerle en el seno, y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con él, que él os dará qué le decir. Como habláis con otras personas, ¿por qué os han más de faltar palabras para hablar con Dios? No lo creáis, al menos yo no os creeré si lo usáis, porque si no, si faltaran, que el no tratar con una persona causa extrañeza, y no saber cómo nos hablar con ella, que parece no la conocemos, y aunque sea deudo; porque deudo, y amistad se pierde con la falta de la comunicación. También es remedio tomar un libro de romance bueno, aun para recoger el pensamiento, para venir a rezar bien vocalmente, y poquito a poquito ir acostumbrando el alma con halagos, y artificio para no la amedrentar. Haced cuenta, que ha muchos años que se ha ido de con su esposo, y que hasta que quiera tornar a su casa, es menester saberlo mucho negociar, que ansí somos los pecadores. Tenemos tan acostumbrada nuestra alma, y pensamiento a andar a su placer, o pesar, por mejor decir, que la triste alma no se entiende, que para que torne a tomar amor a estar en su casa, es menester mucho artificio, y si no es ansí, y poco a poco, nunca haremos nada. Y tórnoos a certificar, que si con cuidado os acostumbráis a lo que he dicho, que sacaréis tan gran ganancia, que aunque yo os la quisiera decir, no sabré. Pues juntaos cabe este buen Maestro, y muy determinadas a deprender lo que os enseñare, y su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará, si no le dejáis. Mirad las palabras que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis luego el amor que os tiene, que no es pequeño bien, y regalo del discípulo, ver que su maestro le ama.




ArribaAbajoCapítulo XXVII

En que trata el gran amor que nos mostró el Señor en las primeras palabras del Pater noster, y lo mucho que importa no hacer caso ninguno del linaje, las que de veras quieren ser hijas de Dios


1. «Padre nuestro, que estás en los cielos». ¡Oh, Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo, y cómo parece vuestro Hijo, Hijo de tal Padre! Bendito seáis vos por siempre jamás. ¿No fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande? En comenzando nos henchís las manos, y hacéis tan gran merced, que sería harto bien henchirse el entendimiento, para ocupar la voluntad, de manera que no os pudiese hablar palabra. ¡Oh qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh con cuánta razón se entraría el alma en sí, para poder mejor subir sobre sí mesma a que le diese este santo Hijo a entender, qué cosa es el lugar a donde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que entendamos cuán grande es, nos quedemos en la tierra. ¡Oh Hijo de Dios, y Señor mío! ¿Cómo dais tanto junto a la primera palabra? Ya que os humilláis a vos con extremo tan grande en juntaros con nosotros al pedir, y haceros hermano de cosa tan baja, y miserable, cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues que queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar; oblígasle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de sufrir, por graves que sean las ofensas, si nos tornamos a él, como al hijo pródigo. Hanos de perdonar, hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar, como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo; porque en él no puede haber sino todo bien cumplido, y después de todo esto, hacernos participantes, y herederos con vos. Mirad, Señor mío, que ya que vos con el amor que nos tenéis, y con vuestra humildad no se os ponga nada delante (en fin, Señor, estáis en la tierra, y vestido della, pues tenéis nuestra naturaleza, parece tenéis alguna causa para mirar nuestro provecho) mas mirad que vuestro Padre está en el cielo, vos lo decís, es razón que miréis por su honra; ya que estáis vos ofrecido a ser deshonra por nosotros, dejad a vuestro Padre libre, no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que le ha de dar tan malas gracias. ¡Oh buen Jesús, qué claro habéis mostrado ser una cosa con él, y que vuestra voluntad es la suya, y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan clara, Señor mío, qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado rodeando, y encubriendo al demonio, que sois Hijo de Dios, y con el gran deseo que tenéis de nuestro bien, no se os pone cosa delante, por hacernos tan grandísima merced. ¿Quién la podía hacer, sino vos, Señor? Al menos bien veo, mi Jesús, que habéis hablado como Hijo regalado, por vos, y por nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo, lo que vos decís en la tierra. Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante. Pues ¿paréceos, hijas, que es buen maestro éste? ¿Para aficionamos a que deprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos tan gran merced? Pues ¿paréceos ahora que será razón, que aunque digamos vocalmente esta palabra, dejemos de entenderla con el entendimiento, para que se haga pedazos nuestro corazón con ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el mundo, que no procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno, y de tanta majestad, y señorío? Aun si no lo fuera, no me espantara; no nos quisiéramos conocer por sus hijos, porque anda el mundo tal, que si el padre es más bajo del estado en que está su hijo, no se tiene por honrado en conocerle por padre. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca, plega a Dios, haya acuerdo de cosa destas, sería infierno, sino que la que fuere más, tome menos a su padre en la boca, todas han de ser iguales. ¡Oh colegio de Cristo, que tenía más mando san Pedro, con ser un pescador, y lo quiso ansí el Señor, que san Bartolomé, que era hijo de rey! Sabía su Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era de mejor tierra, que no es otra cosa, sino debatir si será buena para adobes, o para tapias. ¡Válame Dios, qué gran trabajo! Dios os libre, hermanas, de semejantes contiendas, aunque sea en burlas. Yo espero en su Majestad, que sí hará. Cuando algo desto en alguna hubiere, póngase luego remedio, y ella tema no estar Judas entre apóstoles: denla penitencias hasta que entienda, que aun tierra muy ruin no mereció ser. Buen padre os tenéis, que os da el buen Jesús; no se conozca aquí otro padre, para tratar dél. Y procurad, hijas mías, ser tales, que merezcáis regalaros con él, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas; pues ¿quién no procurará no perder tal Padre? ¡Oh válame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo quiero dejar a vuestros entendimientos, que por desbaratado que ande el pensamiento, entre tal Hijo, y tal Padre, de fuerza ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad, y os la ate con grandísimo amor, ya que no baste para esto tan grande interese.




ArribaAbajoCapítulo XXVIII

En que declara qué es oración de recogimiento, y pónense algunos medios para acostumbrarse a ella


1. Ahora mirad que dice vuestro Maestro: «Que estás en los cielos». ¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo, y a dónde se ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo, que para entendimientos derramados, que importa mucho, no sólo creer esto, sino procurarlo entender por experiencia, porque es una de las cosas que ata mucho el entendimiento, y hace recoger el alma. Ya sabéis que Dios está en todas partes, pues claro está, que a donde está el rey, está la corte; en fin, que a donde está Dios, es el cielo: sin duda lo podéis creer, que a donde está su Majestad, está toda la gloria. Pues mirad que dice san Agustín, que le buscaba en muchas partes, y que le vino a hallar dentro de sí mesmo. Pensáis, ¿qué importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha menester para hablar con su Padre eterno ir al cielo, ni para regalarse con él, ni ha menester hablar a voces? Por paso que hable, está tan cerca que nos oirá, ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad, y mirarle dentro de sí, y no extrañarse de tan buen huésped, sino con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre; contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija. Déjese de unos encogimientos que tienen algunas personas, y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad, en que si el rey os hace una merced, no la toméis, sino tomarla, y entender cuán sobrada os viene, y holgaros con ella. Donosa humildad, ¿qué me tenga yo al Emperador del cielo, y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced, y por holgarse conmigo, y que por humildad, ni le quiera responder, ni estarme con él, ni tomar lo que me da, sino que le deje solo? ¿Y que estándome diciendo, y rogando le pida, por humildad me quede pobre, y aun le deje ir, de que ve que no acabo de determinarme?

2. No os curéis, hijas, destas humildades, sino tratad con él como padre, y como con hermano, y como con señor, y como con esposo, a veces de una manera, a veces de otra, que él os enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas, pedidle la palabra, que vuestro esposo es, que os trate como tal. Mirad que os va mucho en tener entendida esta verdad, que está el Señor dentro de vosotras, y que allí nos estemos con él. Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha más brevedad recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo muchos bienes. Llámase recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias, y se entra dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad a enseñarla su divino Maestro, y a darla oración de quietud, que de ninguna otra manera; porque allí metida consigo mesma puede pensar en la Pasión, y representar allí al Hijo, y ofrecerle al Padre, y no cansar el entendimiento andándole buscando en el monte Calvario, y al huerto, y a la columna.

3. Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma, a donde está el que le hizo a él, y a la tierra, y se acostumbraren a no mirar, ni estar a donde se distrayan estos sentidos exteriores, crean que llevan excelente camino, y que no dejarán de llegar a beber el agua de la fuente, porque camina mucho en poco tiempo. Es como el que va en una nao, que con un poco de buen tiempo se pone en el fin de la jornada en pocos días, y los que van por tierra tárdanse más. Éstos están ya, como dicen, puestos en la mar; aunque del todo no han dejado la tierra, aquel rato hacen lo que pueden por librarse della, recogiendo sus sentidos.

4. Ansimesmo, si es verdadero el recogimiento, siéntese muy claro, porque acaece alguna operación (no sé cómo lo dé a entender, quien lo tuviere si entenderá) en que parece que se levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo. Álzase al mejor tiempo, y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los contrarios, retira los sentidos destas cosas exteriores, y dales de tal manera de mano, que sin entenderse se les cierran los ojos por no las ver, porque más se despierte la vista a los del alma. Ansí, quien va por este camino, casi siempre que reza, tiene cerrados los ojos, y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un hacerse fuerza a no mirar las de acá; esto al principio, que después no es menester, mayor se la hace, cuando en aquel tiempo los abre. Parece que se entiende un fortalecerse, y esforzarse el alma a costa del cuerpo, y que le deja solo, y desflaquecido, y ella toma allí bastimento para contra él.

5. Y aunque al principio no se entienda esto, por no ser tanto, que hay más, y menos en este recogimiento, si se acostumbra (aunque al principio da trabajo, porque el cuerpo torna por su derecho, sin entender que él mesmo se corta la cabeza en no darse por vencido) mas si se usa algunos días, y nos hacemos esta fuerza, verse ha claro la ganancia, y entenderán en comenzando a rezar, que se vienen las abejas a la colmena, y se entran en ella para labrar la miel. Y esto sin cuidado nuestro, porque ha querido el Señor, que por el tiempo que le han tenido, se haya merecido estar el alma, y voluntad con este señorío, que en haciendo una seña no más, de que se quiere recoger, la obedezcan los sentidos, y se recojan a ella. Y aunque después tornen a salir, es gran cosa haberse ya rendido; porque salen como cautivos, y sujetos, y no hacen el mal que antes pudieran hacer, y en tornando a llamar la voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas destas, quiere el Señor se queden ya del todo en contemplación perfecta.

6. Entiéndase mucho esto que queda dicho, porque aunque parece escuro, lo entenderá quien quisiere obrarlo. Ansí que caminan por mar, y pues tanto nos va no ir tan despacio, hablemos un poco de cómo nos acostumbremos a tan buen modo de proceder. Están más seguros de muchas ocasiones: pégase más presto el fuego del amor divino, porque con poquito que sople con el entendimiento, están cerca del mesmo fuego, con una centellita que les toque se abrasará todo: como no hay embarazo de lo exterior, estase sola el alma con su Dios; hay gran aparejo para encenderse. Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro, y piedras preciosas, en fin, como para tal Señor, y que sois vos parte para que este edificio sea tal (como a la verdad lo es, que es ansí, que no hay edificio de tanta hermosura como una alma limpia, y llena de virtudes; y mientras mayores, más resplandecen las piedras) y que en este palacio está este gran Rey, y que ha tenido por bien ser vuestro huésped, y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón.

7. Parecerá esto al principio cosa impertinente (digo hacer esta ficción para darlo a entender) y podrá ser aproveche mucho, a vosotras en especial; porque como no tenemos letras las mujeres, todo esto es menester para que entendamos con verdad, que hay otra cosa más preciosa, sin ninguna comparación, dentro de nosotras, que lo que vemos por de fuera. No nos imaginemos vacía en lo interior; y plega a Dios sean solas mujeres las que andan con este descuido, que tengo por imposible, si trajésemos cuidado de acordarnos que tenemos tal huésped dentro de nosotros, que nos diésemos tanto a las cosas del mundo; porque veríamos cuán bajas son para las que dentro poseemos. Pues ¿qué más hace una alimaña, que en viendo lo que le contenta a la vista, harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia ha de haber dellas a nosotras.

8. Reiranse de mí, por ventura, y dirán, que bien claro se está esto: y ternán razón, porque para mí fue escuro algún tiempo. Bien entendía que tenía alma, mas lo que merecía esta alma, y quién estaba dentro della (porque yo me ataba los ojos con las vanidades de la vida, para verlo) no lo entendía. Que a mi parecer, si como ahora entiendo, que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, entonces lo entendiera, no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con él, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, que quien hinchiera mil mundos con su grandeza, encerrase en cosa tan pequeña! Ansí quiso caber en el vientre de su sacratísima Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad; y como nos ama, hácese de nuestra medida. Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña, para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer, hasta que va ensanchando esta alma poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que pone en ella. Por esto digo, que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer grande este palacio. El punto está en que se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos, para que pueda poner, y quitar como en cosa propia. Ésta es su condición, y tiene razón su Majestad, no se lo neguemos. Y como él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a sí del todo, hasta que nos damos del todo a él (esto es cosa cierta, y porque importa tanto, os lo acuerdo tantas veces) ni obra en el alma, como cuando del todo sin embarazo es suya, ni sé cómo ha de obrar: es amigo de todo concierto. Pues si el palacio henchimos de gente baja, y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto embarazo. ¿Pensáis, hijas, que viene solo? ¿No veis que dice su Hijo: «Que estás en los cielos»? Pues un tal Rey a osadas que no le dejen solo los cortesanos, sino que están con él rogándole por nosotros, para nuestro provecho, porque están llenos de caridad. No penséis que es como acá, que si un señor, o prelado favorece a alguno, por algunos fines, o porque quiere, luego hay las envidias, y el ser malquisto aquel pobre, sin hacerles nada, que le cuestan caros los favores.




ArribaAbajoCapítulo XXIX

Prosigue en dar medios para procurar esta oración de recogimiento: dice lo poco que se nos ha de dar de ser favorecidas de los prelados


1. Por amor de Dios, hijas, no curéis de daros nada por estos favores, procure cada una hacer lo que debe, que si el prelado no se lo agradeciere, segura puede estar lo pagará, y agradecerá el Señor. Sí, que no venimos aquí a buscar premio en esta vida: siempre el pensamiento en lo que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo que se vive no es durable; que hoy está bien con la una, mañana si ve una virtud más en vos, estará mejor con vos, y si no, poco va en ello. No deis lugar a estos pensamientos, que a las veces comienzan por poco, y os pueden desasosegar mucho, sino atajadlos, con que no es acá vuestro reino, y cuán presto tiene todo fin. Mas aun esto es bajo remedio, y no mucha perfección; lo mejor es, que dure, y vos desfavorecida, y abatida, y lo queráis estar por el Señor que está con vos. Poned los ojos en vos, y miraos interiormente, como queda dicho, hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará: mientras menos consolación exterior tuviéredes, mucho más regalo os hará. Es muy piadoso, y a personas afligidas, y desfavorecidas, jamás falta, si confían en él sólo. Ansí lo dice David, que está el Señor con los afligidos. O creéis esto, o no; si lo creéis, ¿de qué os matáis?

2. ¡Oh Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de vos! Creed amigas, que es gran cosa entender, que es verdad esto, para ver que los favores de acá todos son mentira, cuando desvían algo el alma de andar dentro de sí. ¡Oh válame Dios, quién os hiciese entender esto! No yo por cierto, que sé que con deber yo más que ninguno, no acabo de entenderlo como se ha de entender.

3. Pues tornando a lo que decía, quisiera yo saber declarar cómo está esta compañía santa con nuestro acompañador santo de los santos, sin impedir a la soledad, que él, y su esposa tienen, cuando esta alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo que quiere; porque entended, que esto no es cosa sobrenatural del todo, sino que está en nuestro querer, y que podemos nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin esto no se puede nada, ni podemos de nosotros tener un buen pensamiento. Porque esto no es silencio de las potencias, sino encerramiento dellas en sí mesmas. Vase ganando esto de muchas maneras, como está escrito en algunos libros, que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos interiormente a Dios; y aun en las mesmas ocupaciones retirarnos a nosotros mesmos, aunque sea por un momento solo. Aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí, es gran provecho.

4. Lo que pretendo, solo es que veamos, y estemos con quien hablamos, sin tenerle vueltas a las espaldas, que no me parece otra cosa estar hablando con Dios, y pensando mil vanidades. Viene todo el daño de no entender con verdad que está cerca, sino lejos, y cuán lejos si le vamos a buscar el cielo. ¡Pues rostro es el vuestro, Señor, para no mirarle, estando tan cerca de nosotros! No parece nos oyen los hombres, si cuando hablamos no vemos que nos miran, ¿y cerramos los ojos para no mirar, que nos miréis vos? ¿Cómo habemos de entender, si habéis oído lo que os decimos? Solo esto es lo que querría dar a entender, que para irnos acostumbrando con facilidad a ir sosegando el entendimiento para entender lo que habla, y con quien habla, es menester recoger estos sentidos exteriores a nosotros mesmos, y que les demos en qué se ocupar; pues ansí, que tenemos el cielo dentro de nosotros, pues el Señor dél lo está. En fin, irnos acostumbrando a gustar, de que no es menester dar voces para hablarle, porque su Majestad se dará a sentir cómo está allí. Desta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente, y es quitarnos de trabajo, porque a poco tiempo que forcemos a nosotras mesmas para estarnos cerca deste Señor, nos entenderá, por señas; de manera, que si habíamos de decir muchas veces el Pater noster, se nos dará por entendido de una. Es muy amigo de quitarnos de trabajo, aunque en una hora no le digamos más de una vez, como entendamos que estamos con él, y lo que le pedimos, y la gana que tiene de darnos, y cuán de buena gana está con nosotros; no es amigo de que nos quebremos las cabezas, hablándole mucho. El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, y de mí os confieso, que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción, hasta que el Señor me enseñó este modo, y siempre he hallado tantos provechos desta costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto. Concluyo con que quien lo quisiere adquirir (pues como digo está en nuestra mano) que no se canse de acostumbrarse a lo que queda dicho, que es señorearse poco a poco de sí mesmo, no se perdiendo en balde, sino ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para lo interior. Si hablare, procurará acordarse que hay con quien hable dentro de sí mesmo: si oyere, acordarse ha que ha de oír a quien más cerca le habla. En fin, traer cuenta, que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre, que está necesitada dél. Si pudiere muchas veces en el día, si no sea pocas, como lo acostumbrare saldrá con ganancia, o presto, o más tarde. Después que se lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún tesoro; pues nada se deprende sin un poco de trabajo. Por amor de Dios, hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastáredes; y yo sé que si lo tenéis un año, y quizá en medio saldréis con ello, con el favor de Dios. Mirad qué poco tiempo, para tan gran ganancia, como es hacer buen fundamento, para si quisiere el Señor levantaros a grandes cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de sí. Plega a su Majestad no consienta nos apartemos de su presencia. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XXX

Dice lo que importa entender lo que se pide en la oración. Trata destas palabras del Pater noster: Santificetur nomen tuum. Aplícalas a oración de quietud, y comiénzala a declarar


1. Ahora vengamos a entender cómo va delante nuestro buen Maestro, y comienza a pedir a su Padre santo para nosotros: y ¿qué le pide, qué es bien lo entendamos? ¿Quién hay, por desbaratado que sea, que cuando pide a una persona grave, no lleva pensado cómo le ha de pedir para contentarle, y no serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudiérades, Señor mío, concluir con una palabra, y decir: «Dadnos Padre lo que nos conviene», pues a quien tan bien lo entiende todo, parece que no era menester más? ¡Oh Sabiduría eterna! Para entre vos, y vuestro Padre esto bastaba, que ansí lo pedistes en el huerto: mostrastes vuestra voluntad, y temor mas dejastes os en la suya; mas a nosotros conoceisnos, Señor mío, que no estamos tan rendidos, como lo estábades vos a la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas, para que nos detuviésemos en mirar si nos estaba bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque según somos, si no nos dan lo que queremos, con este libre albedrío que tenemos, no admitiremos lo que el Señor nos diere, porque aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.

2. ¡Oh válame Dios!, qué hace tener tan dormida la fe, para lo uno, y lo otro, que ni acabamos de entender cuán cierto ternemos el castigo, ni cuán cierto el premio. Por eso es bien, hijas, que entendáis lo que pedís en el Pater noster, porque si el Padre Eterno os lo diere, no se lo tornéis a los ojos, y que penséis muy bien siempre qué pedís, si os está bien lo que pedís, y si no, no lo pidáis, sino pedí, que os dé su Majestad luz, porque estamos ciegos, y con hastío, para no poder comer los manjares que os han de dar vida, sino los que os han de llevar a la muerte; ¡y qué muerte tan peligrosa, y tan para siempre! Pues dice el buen Jesús, que digamos estas palabras, en que pedimos, que venga a nosotros un tal reino: «Santificado sea tu nombre, venga en nosotros tu reino».

3. Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro: considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Como vio su Majestad, que no podíamos santificar, ni alabar, ni engrandecer, ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno, conforme a lo poquito que podemos nosotros: de manera, que se hiciese como es razón, si no nos proveía su Majestad con darnos acá su reino: ansí lo puso el buen Jesús, lo uno cabe lo otro. Porque entendamos esto, hijas, que pedimos, y lo que nos importa importunar por ello, y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo ha de dar, os quiero decir aquí lo que yo entiendo: si no os contentare, pensad vosotras otras consideraciones, que licencia nos dará nuestro Maestro, como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, como lo hago yo siempre: y aun esto no os daré a leer, hasta que lo vean personas que lo entiendan.

4. Ahora pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego, y gloria en sí mesmos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mesmos, que les viene de ver que todos santifican, y alaban al Señor, y bendicen su nombre, y no le ofende nadie. Todos le aman, y la mesma alma no entiende en otra cosa, sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce; y ansí le amaríamos acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser, mas muy de otra manera le amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos.

5. Parece que voy a decir, que hemos de ser ángeles, para pedir esta petición, y rezar bien vocalmente; bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos dice que pidamos cosas imposibles; ¿y qué posible sería, con el favor de Dios, venir a esto un alma puesta en este destierro, aunque no en la perfección, que están salidas de esta cárcel, porque andamos en mar, y vamos este camino? Mas hay ratos, que de cansados de andar, los pone el Señor en un sosiego de las potencias, y quietud del alma, que como por señas les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que el Señor lleva a su reino; y a los que se le da acá, como le pedimos, les da prendas, para que por ellas tengan gran esperanza de ir a gozar perpetuamente lo que acá les da a sorbos.

6. Si no dijésedes que trato de contemplación, venía aquí bien en esta petición, hablar un poco de principio de pura contemplación, que los que la tienen la llaman oración de quietud: mas como digo que trato de oración vocal, parecerá que no viene lo uno con lo otro aquí. No lo sufriré, yo sé que viene: perdonadme que lo quiero decir, porque sé que muchas personas que rezan vocalmente, como ya queda dicho, los levanta Dios (sin entender ellas cómo) a subida contemplación, por eso pongo tanto, hijas, en que recéis bien las oraciones vocales.

7. Conozco una persona que nunca pudo tener sino oración vocal, y asida a ésta lo tenía todo; y si no rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido, que no lo podía sufrir; mas tal tengamos todas la mental. En ciertos Pater noster que rezaba, a las veces que el Señor derramó sangre, se estaba, y en poco más, rezando dos, o tres horas. Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental, ni podía contemplar, sino rezar vocalmente. Preguntele qué rezaba: y vi, que asida al Pater noster, tenía pura contemplación, y la levantaba el Señor a juntarla consigo en unión. Y bien se parecía en sus obras, porque gastaba muy bien su vida; y ansí alabé al Señor, y hube envidia a su oración vocal. Si esto es verdad, como lo es, no penséis los que sois enemigos de contemplativos, que estáis libres de serlo, si las oraciones vocales rezáis como se han de rezar, teniendo limpia conciencia.




ArribaAbajoCapítulo XXXI

Que prosigue en la mesma materia: declara qué es oración de quietud, y algunos avisos para los que la tienen. Es mucho de notar


1. Pues todavía, quiero, hijas, declarar cómo lo he oído platicar (o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura, para que os lo diga) esta oración de quietud, a donde a mí me parece comienza el Señor a dar a entender que oyó la petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos, y santifiquemos, y procuremos lo hagan todos, que es ya cosa sobrenatural, y que no la podemos adquirir nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo al justo Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma por una manera muy fuera de entender los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una cosa con él por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo, ni del alma: tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso Niño pobrecito, que en lo que llevaba envuelto, y la poca gente con él que iba en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre, que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mesmo Niño a entender, y ansí lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad, porque aun ella no entiende cómo lo entiende, más de que se ve en el reino (al menos cabe el Rey que se le ha de dar) y parece que la mesma alma está con acatamiento, aun para no osar pedir.

2. Es como un amortecimiento interior, y exteriormente, que no querría el hombre exterior (digo el cuerpo, porque mejor me entendáis) digo que no se querría bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino, descansa para poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo, y grande satisfacción en el alma. Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta, no le parece hay más que desear; las potencias sosegadas, que no querrían bullirse, todo parece le estorba a amar. Aunque no están perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres, la voluntad es aquí la cautiva; y si alguna pena puede tener estando ansí, es de ver, que ha de tornar a tener libertad. El entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más; aquí ven que esta sola es necesaria, y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de perder aquella paz, y ansí no se osan bullir. Dales pena el hablar; en decir «Padre nuestro» una vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio cabe su Rey, y ven que les comienza ya a dar aquí su reino.

3. Aquí vienen unas lágrimas sin pesadumbre algunas veces, y con mucha suavidad. Parece no están en el mundo, ni le querrían ver, ni oír, sino a su Dios. No les da pena nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción, y deleite, que en sí tiene, están tan embebidas, y absortas, que no se acuerdan, que hay más que desear, sino que de buena gana dirían con san Pedro: «Señor, hagamos aquí tres moradas».

4. Algunas veces en esta oración de quietud, hace Dios otra merced bien dificultosa de entender, si no hay gran experiencia; mas si hay alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha consolación saber qué es; y creo muchas veces hace Dios esta merced junto con estotra. Cuando es grande, y por mucho tiempo, esta quietud, paréceme a mí, que si la voluntad no estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en aquella paz, porque acaece andar un día, o dos, que nos vemos con esta satisfacción, y no nos entendemos: digo los que la tienen. Y verdaderamente ven que no están enteros en lo que hacen, sino que les falta lo mejor, que es la voluntad, que a mi parecer está unida con Dios, y deja las otras potencias libres, para que entiendan en cosas de su servicio: y para esto tienen entonces mucha más habilidad; mas para tratar cosas del mundo, están torpes, y como embobados a veces. Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa, y contemplativa es junta. De todo se sirve entonces el Señor; porque la voluntad estase en su obra, sin saber cómo obra, y en su contemplación, las otras dos potencias sirven en lo que Marta; ansí que ella, y María andan juntas.

5. Yo sé de una persona, que la ponía el Señor aquí muchas veces, y no se sabía entender, y preguntolo a un gran contemplativo, y dijo: que era muy posible, que a él le acaecía. Ansí que pienso, que pues el alma está tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más contino debe estar unida la potencia de la voluntad, con el que sólo puede satisfacerla. Paréceme que será bien dar aquí algunos avisos, para las que de vosotras, hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que sé que son algunas.

6. El primero es, que como se ven en aquel contento, y no saben cómo les vino (al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar) dales esta tentación, que les parece podrán detenerle, y aun resollar no querrían. Es bobería, que ansí como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de anochecer. No es ya obra nuestra, que es sobrenatural, y cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más deternemos esta merced, es con entender claro, que no podemos quitar, ni poner en ella, sino recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias; y éstas no con muchas palabras, sino con un no alzar los ojos como el Publicano.

7. Bien es procurar más soledad, para dar lugar al Señor, y dejar a su Majestad que obre como en cosa suya, y cuanto más una palabra, de rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela cuando ve que se ha muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve más de matarla. A mi parecer digo, que sea suave el soplo, porque por concertar muchas palabras con el entendimiento, no ocupe la voluntad. Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero decir, porque os veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos potencias. Que acaece estar el alma con grandísima quietud, y andar el entendimiento tan remontado, que no parece es en su casa aquello que pasa; y ansí lo parece entonces, que no está sino como en casa ajena por huésped, y buscando otras posadas a donde estar, que aquélla no le contenta, porque sabe poco, que cosa es estar en su ser. Por ventura es sólo el mío, y no deben ser ansí otros. Conmigo hablo, que algunas veces me deseo morir, de que no puedo remediar esta variedad del pensamiento; otras parece hace asiento en su casa, y acompaña a la voluntad, que cuando todas tres potencias se conciertan, es una gloria, como dos casados que se aman, y que el uno quiere lo que el otro; mas si uno es mal casado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer.

8. Ansí que la voluntad cuando se ve en esta quietud, no haga caso del entendimiento, o pensamiento, o imaginación (que no sé lo que es) más que de un loco, por si le quiere traer consigo forzado, ha de ocupar, e inquietar algo; y en este punto de oración todo será trabajar, y no ganar más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún trabajo suyo. Y advertid mucho a esta comparación que me puso el Señor estando en esta oración, y cuádrame mucho, y me parece lo da a entender. Está el alma como un niño, que aún mama, cuando está a los pechos de su madre, y ella sin que él paladee échale la leche en la boca para regalarle: ansí es acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la voluntad, y quiere el Señor, que sin pensar lo entienda que está con él, y que sólo trague la leche que su Majestad le pone en la boca, y goce de aquella suavidad, que conozca le está el Señor haciendo aquella merced, y se goce de gozarla. Mas no quiera entender cómo la goza, y qué es lo que goza, sino descuídese entonces de sí, que sé quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el entendimiento, para darle parte, trayéndole consigo, no puede a todo, forzado dejará caer la leche de la boca, y pierde aquel mantenimiento divino.

9. En esto se diferencia esta oración de cuando está toda el alma unida con Dios, porque entonces a un sólo este tragar el mantenimiento no hace, dentro de sí lo halla sin entender cómo le pone el Señor. Aquí parece que quiere trabaje un poquito el alma, aunque es con tanto descanso, que casi no se siente. Quien la atormenta es el entendimiento, o imaginación, lo que no hace cuando es unión de todas tres potencias, porque las suspende el que las crió; porque con el gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo, ni poderlo entender. Ansí, que como digo, en sintiendo en sí esta oración, que es un contento quieto, y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es señaladamente, aunque bien se determina, que es diferentísimo de los contentos de acá, que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos dél, para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es lo interior de la voluntad. Que otros contentos de la vida, paréceme a mí que los goza lo exterior de la voluntad, como la corteza della, digamos. Pues cuando se viere en este tan subido grado de oración (que es como he dicho, ya muy conocidamente sobrenatural) si el entendimiento, o pensamiento, por más me declarar, a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase dél, y déjele para necio, y estese en su quietud, que él irá, y verná, que aquí es señora, y poderosa la voluntad, ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra él, que le viene de comer, y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno, ni el otro ganarán nada, sino perderán entrambos.

10. Dicen, que quien mucho quiere apretar junto, lo pierde todo; ansí me parece será aquí. La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere, no me espanto le parezca muy escuro esto, y cosa no necesaria. Mas ya he dicho, que con poca que haya lo entenderá, y se podrá aprovechar dello, y alabarán al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí. Ahora pues concluyamos, con que puesta el alma en esta oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición, de darle acá su reino.

11. ¡Oh dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin entenderlo! Dichosa manera de pedir. Por eso quiero, hermanas, que miremos cómo rezamos esta oración del Pater noster, y todas las demás vocales; porque hecha por Dios esta merced, descuidarnos hemos de las cosas del mundo, porque llegando el Señor dél todo lo echa fuera. No digo que todos los que la tuvieren, por fuerza estén desasidos del todo del mundo, al menos querría que entiendan lo que les falta, y se humillen, y procuren irse desasiendo del todo, porque si no, quedarse han aquí.

12. El alma a quien Dios le da tales prendas, es señal que la quiere para mucho, si no por su culpa irá muy adelante. Mas si ve que poniéndola el reino del cielo en su casa, se torna a la tierra, no sólo no la mostrará los secretos que hay en su reino, mas serán pocas veces las que le haga este favor, y breve espacio. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas véolo, y sé que pasa ansí, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales, porque como no responden en los servicios conforme a tan gran merced, ni tornan a aparejarse a recibirla, sino antes a sacar al Señor de las manos la voluntad, que ya tiene por suya, y ponerla en cosas bajas, vase a buscar a donde le quieran para dar más, aunque no del todo quita lo dado, cuando se vive con limpia conciencia.

13. Mas hay personas, y yo he sido una dellas, que está el Señor enterneciéndolas, y dándolas inspiraciones santas, y luz de lo que es todo, y en fin dándoles este reino, y poniéndolas en esta oración de quietud, y ellos haciéndose sordas; porque son tan amigas de hablar, y de decir muchas oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere acabar su tarea, como tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque como digo, les ponga el Señor su reino en las manos, no le admiten, sino que ellas con su rezar piensan que hacen mejor, y se divierten. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso, cuando el Señor os hiciere esta merced, mirad que perdéis un gran tesoro, y que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Pater noster, que con decirle muchas veces apriesa. Está muy junto a quien pedís, no os dejará de oír, y creed que aquí es el verdadero33 alabar, y santificar de su nombre, porque ya como cosa de su casa glorificáis al Señor, y alabaisle con más afición, y deseo, y parece no podéis dejarle de conocer mejor, porque habéis gustado cuán grave es el Señor. Ansí, que en esto os aviso, que tengáis mucho aviso, porque importa muy mucho.




ArribaAbajoCapítulo XXXII

Que trata destas palabras del Pater noster: Fiat voluntas tua sicut in coelo et in terra, y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda determinación, y cuán bien se lo pagará el Señor


1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido, y enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced, como hacernos hermanos suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre, y qué le ofrece por nosotros, y qué es lo que nos pide, que razón es le sirvamos con algo tan grandes mercedes. ¡Oh buen Jesús! Que tan poco dais (poco de nuestra parte) ¿cómo pedís mucho para nosotros? Dejado que ello en sí es nonada, para donde tanto se debe, y para tan gran Señor; mas cierto, Señor mío, que no nos dejéis con nada, y que damos todo lo que podemos, si lo damos como lo decimos: digo sea hecha tu voluntad, como es hecha en el cielo, ansí se haga en la tierra.

2. Bien hicistes, nuestro buen Maestro, de pedir la petición pasada, para que podamos cumplir lo que dais por nosotros. Porque cierto, Señor, si ansí no fuera, imposible me parece: mas haciendo vuestro Padre lo que vos le pedís, de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos verdadero en dar lo que dais por nosotros. Porque hecha la tierra cielo, será posible hacer en mí vuestra voluntad; mas sin esto, y en tierra tan ruin como la mía, y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis. Cuando yo pienso esto, gusto de las personas, que no osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego: no hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos, aunque tengo para mí, que quien les da amor para pedir este medio tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los que por temor de que luego se los han de dar no los piden, ¿lo que dicen cuando suplican al Señor, cumpla su voluntad en ellos? O es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien; mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador, y que ha querido entrevenir entre nosotros, y su Padre, y no a poca costa suya, y no sería razón, que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos. Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas, ello se ha de cumplir, que queramos, que no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo, y en la tierra, tomad mi parecer, y creedme, y haced de la necesidad virtud.

3. ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí, que no dejásedes en querer tan ruin como el mío, el cumplirse vuestra voluntad, o no! Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mi mano el cumplirse vuestra voluntad en el cielo, y en la tierra. Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de interese; porque ya tengo probado, y gran experiencia dello, la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí! ¡Oh qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Pater noster en esto que le ofrecemos!

4. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño, y digáis que no lo entendistes: no sea como algunas religiosas, que34 no hacemos sino prometer, y como no lo cumplimos, hay este reparo de decir, que no se entendió lo que se prometía. Ya puede ser, porque decir que dejaremos nuestra voluntad en otra, parece muy fácil, hasta que probando se entiende, que es la cosa más recia que se puede hacer; si se cumple, como se ha de cumplir, es fácil de hablar, y dificultoso de obrar; y si pensaron que no era más lo uno, que lo otro, no lo entendieron. Hacedlo entender a las que acá hicieren profesión, por larga prueba, no piensen que ha de haber solas palabras, sino obras también. Mas no todas veces nos llevan con rigor los prelados, de que nos ven flacos; y a las veces flacos, y fuertes llevan de una suerte: acá no es ansí, que sabe el Señor lo que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza, no se detiene en cumplir en él su voluntad.

5. Pues quiero os avisar, y acordar, qué es su voluntad; no hayáis miedo que sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que dais, y quiere os lo pagar bien, pues os da su reino, aun viviendo. ¿Queréis ver cómo se ha con los que de veras le dicen esto? Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del huerto: como fue dicho con determinación, y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en él, en lo que le dio de trabajos, dolores, injurias, y persecuciones: en fin hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio, por dónde se entiende cuál es su voluntad. Ansí que éstos son sus dones en este mundo. Va conforme al amor que nos tiene. A los que ama más da estos dones; mas a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno, y el amor que tiene a su Majestad. Quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por él; al que amare poco, dará poco. Tengo yo para mí, que la medida de poder llevar gran cruz, o pequeña, es la del amor.

6. Ansí que hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que su Majestad quisiere. Porque si de otra manera dais voluntad, es mostrar la joya, e irla a dar, y rogar que la tomen; y cuando extienden la mano para tomarla, tornáosla vos a guardar muy bien. No son estas burlas para con quien le hicieron tantas por nosotros; aunque no hubiera otra cosa, no es razón que burlemos ya tantas veces, que no son pocas las que se lo decimos en el Pater noster. Démosle ya una vez la joya del todo, de cuantas acometemos a dársela. Es verdad, que no nos da primero para que se la demos. Los del mundo harto harán si tienen de verdad determinación de cumplirlo: vosotras, hijas, diciendo, y haciendo, palabras, y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos. Sino que a las veces, no sólo acometemos a dar la joya, sino ponémosla en la mano, y tornámosela a tomar. Somos tan francos de presto, y después tan escasos, que valiera en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar. Porque todo lo que os he avisado en este libro, va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador, y poner nuestra voluntad en la suya, y desasirnos de las criaturas, y ternéis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno Padre, porque nos disponemos cumpliéndolas, para que con mucha brevedad nos veamos acabado de andar el camino, y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha.

7. Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor, para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja de beber desta agua. Esto es contemplación perfecta, lo que dijistes os escribiese; y en esto, como ya tengo escrito, ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más, porque todo lo demás estorba, e impide, sino decir: Fiat voluntas tua; cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad, de todos los modos, y maneras que vos Señor mío quisiéredes: si queréis con trabajos, dadme esfuerzo, y vengan: si con persecuciones, y enfermedades, y deshonras, y necesidades, aquí estoy; no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte, sino que me hagáis vos merced de darme vuestro reino, para que yo lo pueda hacer, pues él me le pidió: disponed en mí como en cosa vuestra conforme a vuestra voluntad.

8. ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza, y transformarnos en sí, y hacer una unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas, y si tenéis buen Maestro, que como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su Padre, enséñanos cómo, y con qué le hemos de servir. Y mientras más determinación tiene el alma, y más se va entendiendo por las obras, que no son palabras de cumplimiento, más nos llega el Señor a sí, y nos levanta de todas las cosas de acá, y de nosotros mesmos, para habilitarnos a recibir grandes mercedes. Que no acaba de pagar en esta vida este servicio, en tanto le tiene, que ya nosotros no sabemos qué pedirnos, y su Majestad nunca se cansa de dar, porque no contento con tener hecha esta tal alma una cosa consigo, por haberla ya unido a sí mesmo, comienza a regalarse con ella, y a descubrirle secretos, y a holgarse de que entienda lo que ha ganado, y que conozca algo de lo que la tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos exteriores, porque no se la ocupe nada (esto es arrobamiento) y comienza a tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que manden a veces, como dicen, y cumplir él lo que ella le pide, como ella hace lo que él manda, y mucho mejor; porque es poderoso, y puede cuanto quiere, y no deja de querer. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den; y ésta es su mayor riqueza, quedar mientras más sirve, más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes, y embarazos, y ataduras, como trae el estar en la cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe. Y es harto boba en fatigarse, porque aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que, como digo, no tenemos qué dar, si no lo recibimos? Sino conocernos, y esto que podemos con su favor, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente. Todo lo demás para el alma que el Señor ha llegado aquí, la embaraza, y hace daño, y no provecho.

9. Miren qué digo, para el alma que ha querido el Señor juntarla consigo por unión, y contemplación perfecta; que aquí sola humildad es la que puede algo, y ésta no adquirida por el entendimiento, sino con una clara verdad, que comprende en un momento, lo que en mucho tiempo no pudiera alcanzar trabajando la imaginación, de lo muy nada que somos, y lo muy mucho que es Dios. Doy os un aviso, que no penséis por fuerza vuestra, ni diligencia allegar aquí, que es por demás, antes si teníades devoción, quedaréis frías, sino con simplicidad, y humildad, que es la que lo acaba todo, decir: Fiat voluntas tua.




ArribaAbajoCapítulo XXXIII

En que trata la gran necesidad que tenemos, de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas palabras del Pater noster: Panem nostrum quotidianum da nobis hodie


1. Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra flaqueza, que muchas veces nos hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor, como somos flacos, y él tan piadoso, vio que era menester remedio, y ansí pídenos al Padre Eterno este pan soberano. Porque dejar de dar lo dado, vio que en ninguna manera nos convenía, porque está en ello toda nuestra ganancia; pues cumplirlo sin este favor, vio ser dificultoso. Porque decir a un regalado, y rico, que es la voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato, para que coman otros siquiera pan, que mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto, sino a su propósito. Pues decir a un murmurador, que es la voluntad de Dios, querer tanto para su prójimo como para sí, no le puede poner a paciencia, ni bastar razón para que lo entienda. Pues decir a un religioso, que está mostrado a libertad, y regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo, y que mire que ya no son solas palabras, con las que ha de cumplir cuando dice esta palabra, sino que lo ha jurado, y prometido, y que es voluntad de Dios que cumpla sus votos, y mire que si da escándalo, que va muy contra ellos, aunque no del todo los quebrante; y que ha prometido pobreza, y que la guarde sin rodeos, que esto es lo que el Señor quiere, no hay remedio aun ahora de quererlo algunos, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio que usó? No hubiera sino muy poquitos, que cumplieran esta palabra, que por nosotros dijo al Padre: Fiat voluntas tua.

2. Pues viendo el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable a donde nos mostró el extremo de amor que nos tiene; y en su nombre, y en el de sus hermanos dio esta petición: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor. Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello; y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir. Paréceme ahora a mí (debajo de otro mejor parecer) que visto el buen Jesús lo que había dado por nosotros, y cómo nos importa tanto darlo, y la gran dificultad que había, como está dicho, por ser nosotros tales, y tan inclinados a cosas bajas, y de tan poco amor, y ánimo, que era menester ver el suyo para despertarnos, y no una vez sino cada día, que aquí se debió determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave, y de tanta importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre; porque aunque son una mesma cosa, y sabía que lo que él hiciese en la tierra, lo haría Dios en el cielo, y lo ternía por bueno, pues su voluntad, y la de su Padre era una, todavía era tanta la humildad del buen Jesús, en cuanto hombre, que quiso como pedir licencia, aunque ya sabía era amado del Padre, y que se deleitaba en él. Bien entendió que pedíamos en esto, que pidió en lo demás; porque ya sabía la muerte que le habían de dar, y las deshonras, y afrentas que había de padecer.

3. Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su hijo, y tal hijo, y parándole tal, quisiera consentir que se quedara entre nosotros a padecer nuevas injurias? Por cierto ninguno, Señor, sino el vuestro: bien sabéis a quién pedís. ¡Oh válame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque como había ya dicho, Fiat voluntas tua, habíalo de cumplir como quien es. Sé que no es como nosotros, pues como sabe la cumplía con amarnos como a sí mesmo, ansí andaba a buscar a cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa este mandamiento. Mas vos Padre Eterno, ¿cómo lo consentistes? ¿Por qué queréis cada día ver en tan ruines manos a vuestro Hijo, ya que una vez quisistes lo estuviese, y lo consentistes? Ya veis cómo le pararon, ¿cómo puede vuestra piedad cada día verle hacer injurias? ¡Y cuántas le deben hoy hacer a este santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le debe de ver el Padre! ¡Qué desacato destos herejes!

4. ¡Oh Señor eterno! ¿Cómo aceptáis tal petición? ¿Cómo la consentís? No miréis su amor, que a trueco de hacer cumplidamente vuestra voluntad, y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Vuestro es mirar, Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa delante, ¿por qué ha de ser todo nuestro bien a su costa? ¿Por qué calla a todo, y no sabe hablar por sí, sino por nosotros? Pues, ¿no ha de haber quien hable por este amantísimo Cordero? He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice primero, y pide que nos deis este pan cada día, y torna a decir: Dánoslo hoy, Señor. Es como decirle, que ya una vez nos le dio, que no nos le torne a quitar, hasta que se acabe el mundo, que le deje servir cada día. Esto os enternezca el corazón, hijas mías, hijas mías, para amar a vuestro Esposo, que no hay esclavo que de buena gana diga lo que es, y que el buen Jesús parece se honra dello.

5. ¡Oh Padre eterno!, ¿qué mucho merece esta humildad, con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderlo, ya sabemos que por treinta dineros; mas para comprarle no hay precio que baste. Y como se hace aquí una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza. Y como Señor de su voluntad lo acuerda a su Padre, que pues es suya, que nos la puede dar; y ansí dice: Pan nuestro, no hace diferencia de sí a nosotros, mas hácenos a nosotros unos consigo, para que juntando cada día su Majestad nuestra oración con la suya, alcance la nuestra delante de Dios lo que pidiéremos.




ArribaAbajoCapítulo XXXIV

Prosigue en la mesma materia: es muy bueno para después de haber recibido el santísimo Sacramento


1. Pues en esta petición de cada día, parece que es para siempre. He estado yo pensando, porqué después de haber dicho el Señor cada día, tornó a decir: Dádnoslo hoy. Quiero os decir mi bobería; si lo fuere quédese por tal, que harto lo es meterme yo en esto. Cada día me parece a mí, porque acá le poseemos en la tierra, y le poseeremos también en el cielo, si nos aprovechamos bien de su compañía. Pues no se quedó para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos, y animarnos, y sustentarnos a hacer esta voluntad, que hemos dicho se cumpla en nosotros.

2. El decir hoy, me parece es para un día, que es mientras durare el mundo, y no más; y bien un día para los desventurados que se condenan, que no lo gozarán en la otra. No es a culpa del Señor, si se dejan vencer, que él no los deja de animar hasta el fin de la batalla: no ternán con qué disculparse, ni de qué quejarse del Padre Eterno, porque se le tomó al mejor tiempo. Y ansí le dice su Hijo; que pues no es más de un día, se le deje ya pasar entre los suyos, y puesto a los desacatos de algunos malos, que pues su Majestad ya nos le dio, y envió al mundo por sola su voluntad, y bondad, que él quiere ahora por la suya no desampararnos, sino estarse aquí con nosotros para más gloria de sus amigos, y pena de sus enemigos; que no pide más de hoy ahora nuevamente, que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre cierto lo tenemos. Su Majestad nos le dio, como he dicho, este mantenimiento, y maná de la humanidad, que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre, que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el santísimo Sacramento sabor, y consolación. No hay necesidad, ni trabajo, ni persecución, que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar de los suyos.

3. Pedid vosotras hijas con este Señor al Padre, que os deje hoy a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin él, que baste para templar tan gran contento, que quede tan disfrazado en estos accidentes de pan, y vino, que es harto tormento, para quien no tiene otra cosa que amar, ni otro consuelo; mas suplicadle, que no os falte, y os dé aparejo para recibirle dignamente. De otro pan no tengáis cuidado las que de muy de veras os habéis dejado en la voluntad de Dios: digo que en estos tiempos de oración, que tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros, para que trabajéis, y ganéis de comer, mas no con el cuidado. No curéis gastar en eso el pensamiento en ningún tiempo, sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros, y descanse el alma: dejad ese cuidado, como largamente queda dicho, a vuestro Esposo, que él le terná siempre. No hayáis miedo que os falte, si no faltáis vosotras en lo que habéis dicho, de dejaros en la voluntad de Dios. Y por cierto, hijas, de mí os digo, que si deso faltase ahora con malicia, como otras veces lo he hecho muchas, que yo no le suplicase me diese pan, ni otra cosa de comer, déjeme morir de hambre. ¿Para qué quiero vida, si con ella voy ganando cada día más muerte eternal? Ansí, que si de veras os dais a Dios, como lo decía, él terná cuidado de vos.

4. Es como cuando entra un criado a servir, que él tiene cuenta con contentar a su señor en todo, mas el señor está obligado a dar de comer al siervo, mientras está en su casa, y le sirve; salvo si no es tan pobre, que no tiene para sí, ni para él. Acá cesa esto, siempre es, y será rico, y poderoso. Pues ¿sería bien andar el criado pidiendo de comer cada día, pues sabe que tiene cuidado su amo de dárselo, y le ha de tener? Con razón le dirá, que se ocupe él en servirle, y en cómo le contentar, que por andar ocupado el cuidado en lo que no le ha de tener, no hace cosa a derechas. Ansí que hermanas tenga quien quisiere cuidado de pedir ese pan, nosotras pidamos al Padre Eterno, merezcamos pedir el nuestro pan celestial. De manera, que ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle, por estar tan encubierto, se descubra a los del alma, y se le dé a conocer; que es otro mantenimiento de contentos, y regalos, y que sustenta la vida.

5. ¿Pensáis que no es mantenimiento, aun para estos cuerpos, este santísimo manjar, y gran medicina, aun para los males corporales? Yo sé que lo es, y conozco una persona de grandes enfermedades, que estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le quitaban, y quedaba buena del todo. Esto muy ordinario, y de males muy conocidos, que no se podían fingir, a mi parecer. Y porque las maravillas que hace este santísimo pan, en los que dignamente le reciben, son muy notorias, no digo muchas, que pudiera decir desta persona que he dicho, que lo podía yo saber, y sé que no es mentira. Mas a ésta habíala el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir, que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?

6. Mas sé desta persona, que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más, ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para (como creía verdaderamente que entraba este Señor en su pobre posada) desocuparse de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrarse con él. Procuraba recoger los sentidos, para que todos entendiesen tan gran bien: digo no embarazasen al alma para conocerle. Considerábase a sus pies, y lloraba con la Madalena, ni más, ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo; y aunque no sintiese devoción, la fe la decía que estaba bien allí, y estábase allí hablando con él. Porque si no nos queremos hacer bobas, y cegar el entendimiento, no hay que dudar, que esto no es representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz, o en otros pasos de la Pasión que le representamos como pasó. Esto pasa ahora, y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte más lejos, sino que pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, está con nosotros el buen Jesús, que nos perdamos tan buena sazón, y que nos lleguemos a él.

7. Pues si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe viva, y nos dará lo que pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje. Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad que no nos conviene, que es otra cosa verle glorificado, o cuando andaba por el mundo. No habría sujeto que lo sufriese de nuestro flaco natural, ni habría mundo, ni quien quisiese parar en él, porque en ver esta verdad eterna, se vería ser mentira, y burlas todas las cosas de que acá hacemos caso. Y viendo tan gran Majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla como yo, que tanto le ha ofendido, estar tan cerca dél? Debajo de aquellos accidentes de pan está tratable, porque si el rey se disfraza, no parece que se nos da nada de conversar sin tantos miramientos, y respetos; parece está obligado a sufrirlo, pues se disfrazó. ¿Quién osaría llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con tantas imperfecciones? Como no sabemos lo que pedimos, y como lo miró mejor su sabiduría: porque a los que ve que se han de aprovechar, él se les descubre, que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma, por grandes sentimientos interiores, y por diferentes vías.

8. Estaos vos de buena gana con él, no perdáis tan buena sazón de negociar, como es la hora después de haber comulgado. Mirad, que este es gran provecho para el alma, y en que se sirve mucho el buen Jesús, que le tengáis compañía. Tened gran cuenta, hijas, de no la perder, si la obediencia no os mandare, hermanas, otra cosa: procurad dejar el alma con el Señor, que si luego lleváis el pensamiento a otra parte, y no hacéis caso, ni tenéis cuenta con quien está dentro de vos, no os quejéis sino de vos. Este pues es buen tiempo, para que os enseñe nuestro Maestro, para que le oyamos, y besemos los pies, porque nos quiso enseñar, y le supliquemos no se vaya de con nosotros. Si esto habéis de pedir, mirando una imagen de Cristo, bobería me parece dejar en aquel tiempo la mesma persona, por mirar el dibujo. ¿No lo sería, si tuviésemos mucho un retrato de una persona que quisiésemos mucho, y la mesma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella, y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy bueno, y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la mesma persona, y quiere darnos a entender que lo está, con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos; a cada cabo que volviese los ojos la querría ver. ¿En qué mejor cosa, ni más gustosa a la vista la podemos emplear, que en quien tanto nos ama, y en quien tiene en sí todos los bienes? ¡Desventurados destos herejes, que han perdido por su culpa esta consolación con otros!

9. Mas acabado de recibir al Señor, pues tenéis la mesma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo, y abrir los del alma, y miraros el corazón, que yo os digo (y otra vez lo digo, y muchas lo querría decir) que si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgáredes, procurando tener tal conciencia, que os sea lícito gozar a menudo deste bien, que no viene tan disfrazado, que como he dicho, de muchas maneras no se dé a conocer, conforme al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear, que se os descubra del todo: mas si no hacemos caso dél, sino que en recibiéndole nos vamos de con él, a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Hanos de traer por fuerza a que le veamos, que se nos quiere dar a conocer? No, que no le trataron tan bien, cuando se dejó ver a todos al descubierto, y les decía claro quién era, que muy pocos fueron los que le creyeron. Y ansí, harta misericordia nos hace a todos, que quiere su Majestad entendamos, que es él el que está en el santísimo Sacramento; mas que le vean descubiertamente, y comunicar sus grandezas, y dar de sus tesoros no quiere, sino a los que entiende, que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo, que quien no lo fuere, y no llegare a recibirle como tal, habiendo hecho lo que es en sí, que nunca le importune, porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa, y procura echarle de sí. Ansí que este tal con otros negocios, y ocupaciones, y embarazos del mundo, parece que lo más presto que puede se da priesa a que no le ocupe la casa el Señor.




ArribaAbajoCapítulo XXXV

Acaba la materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno


1. Heme alargado tanto en esto, aunque había hablado en la oración del recogimiento de lo mucho que importa este entrarnos a solas con Dios, por ser cosa importante; y cuando no comulgáredes hijas, y oyéredes misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho, y hacer lo mesmo de recogeros después en vos, que es mucho lo que se imprime ansí el amor deste Señor: porque aparejándonos a recibir, jamás deja de dar por muchas maneras que no entendemos, es como llegarnos al fuego, que aunque le haya muy grande, si estáis desviadas, y escondéis las manos, mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor, que no estar a donde no haya fuego. Mas otra cosa es querer llegar a él, que si el alma está dispuesta (digo que esté con deseo de perder el frío) y se está allí un rato, para muchas horas queda con calor, y una centellica que falte la abrasa toda. Y vanos tanto, hijas, en disponernos para esto, que no os espantéis lo diga muchas veces.

2. Pues mirad, hermanas, que si a los principios no os halláredes bien, no se os dé nada, que podrá ser que os ponga el demonio apretamiento de corazón, y congoja, porque sabe el daño grande que le viene de aquí. Haraos entender que hay más devoción en otras cosas que aquí. Creedme, no dejéis este modo, aquí probará el Señor lo que queréis. Acordaos que hay pocas almas que le acompañen, y le sigan en los trabajos, pasemos por él algo, que su Majestad os lo pagará. Y acordaos también, qué de personas habrá, que no sólo quieren no estar con él, sino que con descomedimiento le echan de sí. Pues algo hemos de pasar, para que entienda que le tenemos deseo de ver. Y pues todo lo sufre, y sufrirá por hallar sola un alma que le reciba, y tenga en sí con amor, sea ésta la vuestra; porque a no haber ninguna, con razón no le consintiera quedar el Padre Eterno con nosotros, sino que es tan amigo de amigos, y tan señor de sus siervos, que como ve la voluntad de su buen Hijo, no le quiere estorbar obra tan excelente, y a donde tan cumplidamente muestra el amor.

3. Pues Padre santo, que estás en los cielos, ya que lo queréis, y aceptáis (y claro está no habíades de negar cosa que tan bien nos está a nosotros) alguien ha de haber, como dije al principio, que hable por vuestro Hijo. Seamos nosotras, hijas, aunque es atrevimiento siendo las que somos, mas confiadas en que nos manda el Señor que pidamos, llegadas a esta obediencia en nombre del buen Jesús, supliquemos a su Majestad, que pues no le ha quedado por hacer ninguna cosa, haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, quiera su piedad, y se sirva de poner remedio, para que no sea tan mal tratado; y que pues su santo Hijo puso tan buen medio, para que en sacrificio le podamos ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don, para que no vayan adelante tan grandísimo mal, y desacatos como se hacen en los lugares a donde estaba este santísimo Sacramento, entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, los Sacramentos quitados. Pues ¿qué es esto mi Señor, y mi Dios? O dad fin al mundo, o poned remedio en tan gravísimos males, que no hay corazón que lo sufra, aun de los que somos ruines. Suplícoos Padre Eterno, que no lo sufráis ya vos: atajad este fuego, Señor, que si queréis, podéis.

4. Mirad, que aún está en el mundo vuestro Hijo, por su acatamiento cesen cosas tan feas, y abominables, y sucias, y por su hermosura, y limpieza, que no merece estar en casa a donde hay cosas semejantes. No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro Hijo, pues suplicaros que no esté con nosotros, no os lo osamos pedir. Pues él alcanzó de vos, que por este día de hoy; que es lo que durare el mundo le dejásedes acá, y porque se acabaría todo, ¿qué sería de nosotros? Que si algo os aplaca, es tener acá tal prenda: pues algún medio ha de haber, Señor mío, póngale vuestra Majestad.

5. ¡Oh mi Dios, quién pudiera importunaros mucho, y haberos servido mucho, para poderos pedir tan gran merced, en pago de mis servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor, antes por ventura soy la que os he enojado de manera, que por mis pecados vengan tantos males. Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este pan sacratísimo, y aunque nos le distes, tornárosle a dar, y suplicaros por los méritos de vuestro Hijo me hagáis esta merced; pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya Señor, ya. Haced que sosiegue este mar; no ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos.




ArribaAbajoCapítulo XXXVI

Trata destas palabras: Dimitte nobis debita nostra


1. Pues viendo nuestro buen Maestro, que con este manjar celestial todo nos es fácil, si no es por nuestra culpa, y que podemos cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre, de que se cumpla en nosotros su voluntad, dícele ahora, que nos perdone nuestras deudas, pues perdonamos nosotros; y ansí prosiguiendo en la oración, dice estas palabras: Y perdonadnos Señor nuestras deudas, ansí como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Miremos hermanas, que no dice como perdonaremos, porque entendamos, que quien pide un don tan grande como el pasado, y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho. Y ansí dice: Como nosotros las perdonamos. Ansí, que quien de veras hubiere dicho esta palabra al Señor, Fiat voluntas tua, todo lo ha de tener hecho, con la determinación al menos. Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias, y persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían. ¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar, y tanto hay que se me perdone? Señor mío, ¿habrá algunas personas que me tengan compañía, y no hayan entendido este punto? Si las hay, en vuestro nombre les pido yo, que se les acuerde desto, y que no hagan caso de unas cositas que llaman agravios, que parece que hacemos casas de pajitas, como niños, con estos puntos de honra.

2. ¡Oh válame Dios, hermanas, si entendiésemos qué cosa es honra, y en qué está perder la honra! Ahora no hablo con nosotras (que harto mal sería no tener ya entendido esto) sino conmigo, el tiempo que me precié de honra, sin entender cómo era, íbame al hilo de la gente. ¡Oh de qué cosas me agraviaba, que yo tengo vergüenza ahora! Y no era pues de las que mucho miraban en estos puntos, mas no estaba en el punto principal; porque no miraba yo, ni hacía caso de la honra que tiene algún provecho, porque ésta es la que hace provecho al alma. Y qué bien dijo quien dijo, que honra, y provecho no podían estar juntos, aunque no sé si lo dijo a este propósito; y es al pie de la letra, que el provecho del alma, y esto que llama el mundo honra, nunca pueden estar juntos. Cosa espantosa es ver, que al revés anda el mundo. Bendito sea el Señor, que nos sacó dél. Plega a su Majestad, que esté siempre tan fuera desta casa, como está ahora, porque Dios nos libre de monasterios a donde hay puntos de honra, nunca en ellos se dará mucho a Dios.

3. Mas mirad hermanas, que no nos tiene olvidadas el demonio, también inventa las honras en los monasterios, y pone sus leyes que suben, y bajan en dignidades, como los del mundo, y ponen su honra en unas cositas que yo me espanto. Los letrados deben de ir por sus letras, que esto no lo sé; el que ha llegado a leer teología, no ha de bajar a leer filosofía, que es un punto de honra, que está en que ha de subir, y no bajar: y aun en su seso, si se lo mandase la obediencia, lo ternía por agravio, y habría quien tornase dél, y diría que es afrenta, y luego el demonio descubre razones, que aun en la ley de Dios parece lleva razón. Pues entre monjas la que ha sido priora, ha de quedar inhabilitada para otro oficio más bajo, un mirar en la que es más antigua; que esto no se nos olvida, y aun a las veces parece merecemos en ello, porque lo manda la Orden. Cosa es para reír, o para llorar, que lleva más razón: sé que no manda la Orden, que no tengamos humildad. Mándalo, porque haya concierto; mas yo no he de estar tan concertada en cosas de mi estima, que tenga tanto cuidado en este punto de Orden, como de otras cosas della, que por ventura guardaremos imperfectamente: no esté toda nuestra perfección de guardarla en esto, otras lo mirarán por mí, si yo me descuido. Es el caso, que como somos inclinados a subir (aunque no subiremos por aquí al cielo) no ha de haber bajar.

4. ¡Oh Señor! ¿Sois vos nuestro dechado, y maestro? Sí por cierto: ¿pues en qué estuvo vuestra honra, honrado nuestro? No la perdisteis por cierto en ser humillado hasta la muerte. No, Señor, sino que la ganastes para todos. ¡Oh! Por amor de Dios, hermanas, que llevamos perdido el camino, porque va errado desde el principio. Y plega a Dios, que no se pierda algún alma, por guardar estos negros puntos de honra, sin entender en qué está la honra; y vernemos después a pensar que hemos hecho mucho, si perdonamos una cosita destas, que ni era agravio, ni injuria, ni nada: y muy como quien ha hecho algo, vernemos a que nos perdone el Señor, pues hemos perdonado. Dadnos mi Dios a entender, que no nos entendemos, y que venimos vacías las manos, y perdonadnos vos por vuestra misericordia.

5. Mas qué estimado debe ser este amarnos unos a otros; pues pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir: Perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho, y ayunamos, y lo hemos dejado todo por vos, y os amamos mucho; y porque perderíamos la vida por vos, y como digo otras cosas que pudiera decir, sino sólo porque perdonamos. Por ventura, como nos conoce por tan amigos desta negra honra, y como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros, la dijo, y se la ofrece de nuestra parte.

6. Pues tened mucha cuenta, hermanas mías, con que dice: Como perdonamos, ya como cosa hecha, como he dicho. Y advertid mucho en esto, que cuando destas cosas acaecen a un alma, y en la oración que he dicho de contemplación perfecta, no sale muy determinada, y si se le ofrece lo pone por obra de perdonar cualquier injuria, por grave que sea, no estas naderías, que llaman injurias, no fíe mucho de su oración; que al alma a quien Dios llega a sí en oración tan subida, no llegan, ni se les da más ser estimada, que no. No dije bien, que sí da, que mucha más pena le da la honra, que la deshonra, y el mucho holgar con descanso, que los trabajos. Porque cuando de veras les ha dado el Señor aquí su reino, ya no le quiere en este mundo; y para más subidamente reinar, entiende es éste el verdadero camino, y ha visto por experiencia el bien que le viene, y lo que se adelanta un alma en padecer por Dios. Porque por maravilla llega su Majestad a hacer tan grandes regalos, sino a personas que han pasado de buena gana muchos trabajos por él. Porque como dije en otra parte deste libro, son grandes los trabajos de los contemplativos, que ansí los busca el Señor gente experimentada.

7. Pues entended, hermanas, que como éstos tienen ya entendido lo que es todo, en cosa que pasa no se detienen mucho. Si de primer movimiento da pena una gran injuria, y trabajo, aún no lo ha bien sentido, cuando acude la razón por otra parte, que parece que levanta la bandera por sí, y deja casi aniquilada aquella pena, con el gozo que le da ver que le ha puesto el Señor en cosa en que en un día podrá ganar más delante de su Majestad de mercedes, y favores perpetuos, que pudiera ser que ganara él en diez años, con trabajos que quisiera tomar por sí. Esto es muy ordinario, a lo que yo entiendo, que he tratado muchos contemplativos, que como otros precian oro, y joyas, precian ellos los trabajos, porque tienen entendido, que esto los ha de hacer ricos. Destas personas está muy lejos estima suya de nada, gustan que entiendan sus pecados, y de decirlos cuando ven que tienen estima dellos. Ansí les acaece de su linaje, que ya saben, que en el reino que no se acaba, no han de ganar por aquí; si gustasen ser de buena casta, es cuando para más servir a Dios fuera menester; cuando no pésales que los tengan por más de lo que son, y sin ninguna pena desengañan, sino con gusto. Y el caso debe ser, que a quien Dios hace merced de tener esta humildad, y amor grande a Dios, en cosa que sea servirle más, ya se tiene a sí tan olvidado, que aun no puede creer que otros sienten algunas cosas, ni lo tiene por injuria.

8. Estos efectos que he dicho a la postre, son de personas, y almas llegadas a más perfección, y a quien el Señor muy ordinario hace mercedes de llegarlos a sí por contemplación perfecta. Mas lo primero, que es estar determinado a sufrir injurias, y sufrirlas, aunque sea recibiendo pena, digo, que muy en breve lo tiene, quien tiene ya esta merced del Señor de llegar a unión, y que si no tiene estos efectos, ni sale muy fuerte en ellos de la oración, crea que no era la merced de Dios, sino alguna ilusión del demonio, porque nos tengamos por más honrados. Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza, mas digo que si las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar sí.

9. No puedo yo creer, que alma que tan junto llega de la mesma misericordia, a donde conoce lo que es, y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad, y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo, y merced que le ha hecho, a donde vio señales de grande amor, y alégrase que se le ofrezca en qué le mostrar alguno.

10. Torno a decir, que conozco muchas personas, que las ha hecho el Señor merced de levantarlas a cosas sobrenaturales, dándoles esta oración, o contemplación que queda dicha, y aunque las veo con otras faltas, e imperfecciones, como ésta no he visto ninguna, ni creo la habrá, si las mercedes son de Dios, como he dicho. El que las recibiere mayores, mire en sí cómo van creciendo estos efectos, y si no viere en sí ninguno, témase mucho, y no crea que esos regalos son de Dios, que siempre enriquece el alma a donde llega. Esto es cierto, que aunque la merced, y regalo pase presto, que se entiende de espacio en las ganancias con que queda el alma. Y como el buen Jesús sabe muy bien esto, determinadamente dice a su Padre Santo que perdonamos nuestros deudores.




ArribaAbajoCapítulo XXXVII

Dice la excelencia desta oración del Pater noster, y cómo hallaremos de muchas maneras consolación en ella


1. Es cosa para alabar mucho al Señor, cuán subida perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen Maestro, y ansí podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación, y perfección encerrada, que parece no hemos menester otro libro, sino estudiar en éste. Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración, y de alta contemplación, desde los principiantes, a la oración mental, y de quietud, y unión, que a ser yo para saberlo decir, se podía hacer un gran libro de oración sobre tan verdadero fundamento. Ahora ya comienza el Señor a darnos a entender los efectos que deja, cuando son mercedes suyas, como habéis visto.

2. Pensado he yo, cómo no se había su Majestad declarado más en cosas tan subidas, y escuras, para que todos las entendiésemos: y hame parecido, que como había de ser general para todos esta oración, que porque pudiese pedir cada uno a su propósito, y se consolase, pareciéndonos le damos buen entendimiento, lo dejó ansí en confuso, para que los contemplativos, que ya no quieren cosas de la tierra, y personas ya muy dadas a Dios, pidan las mercedes del cielo, que se pueden, por la gran bondad de Dios, dar en la tierra: y los que aún viven en ella (y es bien que vivan conforme a sus estados) pidan también su pan, que se han de sustentar sus casas, y es muy justo, y santo, y ansí las demás cosas conforme a sus necesidades. Mas miren, que estas dos cosas, que es darle nuestra voluntad, y perdonar, que es para todos. Verdad es, que hay más, y menos en ello, como queda dicho: los perfectos darán la voluntad como perfectos, y perdonarán con la perfección que queda dicha: nosotras, hermanas, haremos lo que pudiéremos, que todo lo recibe el Señor. Porque parece una manera de concierto, que de nuestra parte hace con su Eterno Padre, como quien dice: «Haced vos esto, Señor, y harán mis hermanos estotro».

3. Pues a buen seguro, que no falte por su parte; ¡oh que es muy buen pagador, y paga muy sin tasa! De tal manera podemos decir una vez esta oración, que como entienda no nos queda doblez, sino que haremos lo que decimos, nos deje ricas. Es muy amigo tratemos verdad con él tratando con llaneza, y claridad, que no digamos una cosa, y nos quede otra; siempre da más de lo que le pedimos. Sabiendo esto nuestro buen Maestro, y que los que de veras llegasen a perfección en el pedir, habían de quedar tan en alto grado con las mercedes que les había de hacer el Padre Eterno, y entendiendo que los ya perfectos, o que van camino dello (que no temen, ni deben, como dicen, tienen el mundo debajo de los pies, contento el Señor dél) como por los efectos que hace en sus almas, pueden tener grandísima esperanza que su Majestad lo está, y que embebidos en aquellos regalos, no querrían acordarse que hay otro mundo, ni que tienen contrarios. ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh buen Enseñador, y qué gran cosa es, hijas, un buen maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros! Es todo el bien que un alma espiritual puede acá desear, porque es gran seguridad.

4. No podría encarecer con palabras lo que importa esto. Ansí, que viendo el Señor, que era menester despertarlos, y acordarlos, que tienen enemigos, y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más ayuda han menester del Padre Eterno, porque caerán de más alto, y para no andar engañados sin entenderse, pide estas peticiones tan necesarias a todos, mientras vivimos en este destierro, que son: «Y no nos traigas, Señor, en tentación, mas líbranos de mal».




ArribaAbajoCapítulo XXXVIII

Que trata de la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre Eterno nos conceda lo que pedimos en estas palabras: Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo, y declara algunas tentaciones. Es de notar


1. Grandes cosas tenemos aquí que pensar, y que entender, pues lo pedimos. Ahora mirad, hermanas, que tengo muy por cierto los que llegan a la perfección, que no piden al Señor los libre de los trabajos, y de las tentaciones, y peleas, que éste es otro efeto muy cierto, y grande de espíritu, del Señor, y no ilusión en la contemplación, y mercedes que su Majestad les diere; porque como poco ha dije, antes los desean, y los piden, y los aman. Son como los soldados, que están más contentos, cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia: si no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contemplación, no ven la hora que pelear. Nunca temen mucho enemigos públicos, ya los conocen, y saben, que con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencidos, y ellos con gran ganancia: nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman siempre, y pidan los libre el Señor dellos, son unos enemigos traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz, vienen disfrazados: hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre, y acabando las virtudes, y andamos en la mesma tentación, y no lo entendemos.

2. Destos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Pater noster, que nos libre el Señor, y que no consienta andemos en tentación; que nos traiga engañadas, que se descubra la ponzoña, que no nos escondan la luz. Y a la verdad, ¡oh con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto, y lo pide por nosotros! Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en hacernos entender, que los gustos que pueden fingir en nosotros, y regalos son de Dios. Éste me parece el menos daño en parte que ellos pueden hacer, antes podrá ser que con esto hagan caminar más apriesa, porque cebados de aquel gusto, están más horas en la oración; y como ellos están ignorantes que es el demonio, y como se ven indignos de aquellos regalos, no acabarán de dar gracias a Dios, quedarán más obligados a servirle: esforzarse han a disponerse, para que les haga más mercedes el Señor, pensando que son de su mano.

3. Procurad, hermanas, siempre humildad, y ver que no sois dignas destas mercedes, y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí, que muchas almas pierde el demonio por aquí, pensando hacer que se pierdan, y que saca el Señor del mal que pretende hacer nuestro bien. Porque mira su Majestad nuestra intención, que es contentarle, y servirle, estándonos con él en la oración, y fiel es el Señor. Bien es andar con aviso, no haga quiebra en la humildad, con alguna vanagloria, suplicando al Señor os libre en esto. No hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de nadie, sino de sí. A donde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes, no las teniendo, que esto es pestilencia. Porque en los gustos, y regalos, parece sólo que recibimos, y que quedamos más obligados a servir, acá parece que damos, y servimos, y que está el Señor obligado a pagar, y ansí poco a poco hace mucho daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de adquirir aquella virtud, que nos parece la tenemos ya ganada. Y sin sentir pareciéndonos vamos seguros, damos con nosotros en un hoyo, que no podemos salir dél, que aunque no sea de conocido pecado mortal, para llevarnos al infierno todas veces, es que nos desjarreta las piernas para no andar este camino, de que comencé a tratar, que no se me ha olvidado.

4. Yo os digo, que es bien peligrosa esta tentación, yo sé mucho desto por experiencia, y ansí os lo sabré decir, aunque no tan bien como quisiera. Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor, es lo que nos enseña nuestro Maestro, oración, y suplicar al Padre Eterno, que no permita que andemos en tentación. También os quiero decir otro alguno, que si nos parece, que el Señor ya nos ha dado alguna virtud, que entendamos que es bien recibido, y que nos la puede tornar a quitar, como a la verdad acaece muchas veces, y no sin gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas? Pues yo sí, unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad venido a la prueba lo estoy. Otras veces me hallo tan asida, y de cosas que por ventura el día antes burlara yo dello, que casi no me conozco. Otras veces me parece tengo mucho ánimo, y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el rostro, y probado es ansí, que le tengo para algunas: otro día viene, que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios, si en ello hallase contradicción. Ansí unas veces me parece que de ninguna cosa que dijesen de mí, o me murmurasen, no se me daría nada, y he probado algunas veces ser ansí, que antes me da contento: vienen días que sola una palabra me aflige, y querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo, y sé que pasa ansí.

5. Pues si esto es ansí, ¿quién podrá decir de sí, que tiene virtud, ni que está rico, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud, se halla della pobre? Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin tener de qué pagar, porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada. Y si teniéndonos por buenas, nos hace merced, y honra, que es el emprestar, que digo, quedaranse burlados ellos y nosotras. Verdad es, que sirviendo con humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay de veras esta virtud, a cada paso, como dicen, os dejará el Señor; y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis, y entendáis con verdad, que no tenemos nada, que no lo recibamos.

6. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el demonio, que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos, y hacemos muy continos actos de pasar mucho por Dios, y parécenos en hecho de verdad, que lo sufriríamos; y ansí estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso destas virtudes, ni pensemos las conocemos, sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba. Porque acaecerá, que a una palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriéredes, alabad a Dios, que os comienza a enseñar esta virtud, y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis, sino como en depósito, como ya queda dicho.

7. Trae otra tentación, y háceos el demonio entender que sois pobre, y tiene alguna razón, porque habéis prometido pobreza con la boca, como el religioso, o porque en el corazón lo queréis ser, como acaece a personas que tienen oración. Ahora bien, prometida la pobreza, o diciendo el que piensa que es pobre, yo no quiero nada, esto tengo, porque no puedo pasar sin ello, en fin, he de vivir para servir a Dios, él quiere que sustentemos estos cuerpos, y otras mil diferencias de cosas que el demonio enseña aquí, como ángel de luz, porque todo es bueno. Y ansí hácele entender, que ya es pobre, y tiene esta virtud, y que todo está hecho.

8. Ahora vengamos a la prueba, que esto no se conocerá de otra manera, sino andándole siempre mirando a las manos: y si hay cuidado, muy presto da señal, tiene demasiada renta, entiéndese respeto de lo necesario, y no que si puede pasar con un mozo, traiga tres; pónenle un pleito por algo dello, o déjale de pagar el pobre labrador, tanto desasosiego le da, y tanta pena en ello, como sin ello no pudiera vivir. Dirá, que porque no se pierda por mal recaudo, que luego hay una disculpa. No digo yo que lo deje, sino que lo procura, jamás le inquietan, porque nunca piensa le ha de faltar, y que le falte no se le da mucho: tiénelo por cosa accesoria, y no principal: como tiene pensamientos más altos, a fuerza de brazos se ocupa estotro.

9. Pues un religioso, o religiosa, que ya está averiguado lo que es, al menos que lo ha de ser, no posee nada, porque no lo tiene a las veces, mas si hay quien se lo dé, por maravilla le parece le sobra: siempre gusta de tener algo guardado, y si puede tener un hábito de fino paño, no le pide de ruin, alguna cosilla que pueda empeñar, o vender, aunque sean libros, porque si viene una enfermedad, ha menester más regalo del ordinario. Pecadora de mí, que eso es lo que prometistes, descuidar de vos, y dejarlo a Dios, venga lo que viniere; porque si andáis proveyéndoos para lo porvenir, mas sin distraeros tuviérades renta cierta. Aunque esto se puede hacer sin pecado, es bien nos vamos entendiendo estas imperfecciones, para ver que nos falta mucho para tener esta virtud, y la pidamos a Dios, y la procuremos, porque con pensar que la tenemos, estamos descuidados, y engañados, que es lo peor.

10. Ansí nos acaece en la humildad, que nos parece no queremos honra, ni se nos da nada; viene la ocasión de tocaros en un punto, luego en lo que sentís, y hacéis, se entenderá que sois humildes; porque si algo os viene para más honra, no lo deshecháis, ni aun los pobres que hemos dicho para más provecho, y plega Dios no lo procuren ellos. Y traen ya tan en la boca, que no quieren nada ni se les da nada de nada (como en hecho de verdad lo piensan ansí) que aun la costumbre de decirlo les hace más que lo crean. Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para entender esta tentación, ansí en las cosas que he dicho, como en otras muchas. Porque cuando de veras da el Señor una sola virtud destas, todas parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar, que aunque os parezca la tenéis, temáis que os engaña, porque el verdadero humilde, siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le parecen más ciertas, y de más valor las que ve en sus prójimos.




ArribaAbajoCapítulo XXXIX

Prosigue la mesma materia, y da avisos de algunas tentaciones de diferentes maneras, y pone dos remedios, para que se puedan librar dellas. Este capítulo es mucho de notar, ansí para los tentados de humildades falsas, como para los confesores


1. Pues guardaos también, hijas de unas humildades que pone el demonio con grande inquietud, de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones, y de tener oración particular (por no lo merecer, les pone el demonio) y cuando llegan al santísimo Sacramento, en si se aparejan bien, o no, se les va el tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer parecer a un alma, que por ser tal, la tiene Dios tan dejada, que casi pone duda en su misericordia. Todo le parece peligro lo que trata, y sin fruto lo que sirve, por bueno que sea; dale una desconfianza que se le caen los brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que lo es en los otros, en ella es mal.

2. Mirad mucho, hijas, mirad mucho en este punto que os diré, porque alguna vez podrá ser humildad, y virtud teneros por tan ruin, y otras, grandísima tentación; porque yo he pasado por ella la conozco. La humildad, no inquieta, ni desasosiega, ni alborota el alma, por grande que sea, sino viene con paz, y regalo, y sosiego. Aunque uno de verse ruin entienda claramente merece estar en el infierno, y se aflige, y le parece con justicia todos le habían de aborrecer, y que casi no osa pedir misericordia, si es buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí, y contento, que no querríamos vernos sin ella: no alborota, ni aprieta el alma, antes la dilata, y hace hábil para servir más a Dios. Estotra pena, todo lo turba, todo lo alborota, toda el alma revuelve; es muy penosa. Creo pretende el demonio, que pensemos tenemos humildad, y si pudiese a vueltas, que desconfiásemos de Dios. Cuando ansí os halláredes, atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más que pudiéredes; y ponedlo en la misericordia de Dios, y en lo que nos ama, y padeció por nosotros. Y si es tentación, aun esto no podréis hacer, que no os dejará sosegar el pensamiento, ni ponerle en cosa, sino para fatigaros más; harto será si conocéis es tentación. Ansí es en penitencias desconcertadas, para hacernos entender, que somos más penitentes que las otras, y que hacéis algo. Si os andáis escondiendo del confesor, o prelado, o si diciéndoos que lo dejéis, no lo hacéis, es clara tentación; procurad, aunque más pena os dé, obedecer, pues en esto está la mayor perfección.

3. Pone otra bien peligrosa tentación, que es una seguridad de parecernos, que en ninguna manera tornaríamos a las culpas pasadas, y contentos del mundo; que ya le tengo entendido, y sé que se acaba todo, y que más gusto me dan las cosas de Dios. Ésta si es a los principios, es muy mala, porque con esta seguridad no se les da nada de tornarse a poner en las ocasiones, y hacernos dar de ojos, y plega a Dios que no sea muy peor la recaída: porque como el demonio ve, que es el alma que le puede dañar, y aprovechar a otras, hace todo su poder, para que no se levante. Ansí, que aunque más gustos, y prendas de amor el Señor os dé, nunca andéis tan seguras, que dejéis de temer que podéis tornar a caer, y guardaos de las ocasiones.

4. Procurad mucho tratar esas mercedes, y regalos con quien os dé luz sin tener cosa secreta, y tened este cuidado, que en principio, y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio conocimiento: y si es de Dios, aunque no queráis, ni tengáis este aviso, lo haréis aun más veces, porque trae consigo humildad, y siempre deja con más luz, para que entendamos lo poco que somos. No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis destos avisos: lo que he dicho es, porque he pasado por ello, y vístome en trabajo algunas veces, y todo cuanto se puede decir, no puede dar entera seguridad.

5. Pues Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer, sino acudir a vos, y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Cosas públicas vengan, que con vuestro favor mejor nos libraremos, mas esas traiciones, ¿quién las entenderá? Dios mío, siempre hemos menester pediros remedio, decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos, y aseguremos. Ya sabéis que por este camino no van los muchos, y si han de ir con tantos miedos, irán muy menos.

6. Cosa extraña es ésta, como si a los que no van por camino de oración, no tentase el demonio, y que se espanten más todos de uno que engaña más llegado a perfección, que de cien mil que ven en engaños, y pecados públicos, que no hay que andar a mirar si es bueno o malo, porque de mil leguas se entiende. Mas a la verdad tienen razón, porque son tan poquísimos a los que engaña el demonio, de los que rezaren el Pater noster, como queda dicho, que como cosa nueva, y no usada da admiración. Que es cosa muy de los mortales, pasar fácilmente por lo contino que ven, y espantarse mucho de lo que es muy pocas veces, o casi ninguna: y los mesmos demonios los hacen espantar, porque les está a ellos bien, que pierden muchos por uno que se llega a la perfección. Digo, que es tan de espantar, que no me maravillo se espanten; porque si no es muy por su culpa, van tanto más seguros, que los que van por otro camino, como los que están en el cadahalso35 mirando el toro, o los que andan poniéndosele en los cuernos. Esta comparación he oído, y paréceme al pie de la letra. No hayáis miedo, hermanas, de ir por estos caminos, que muchos hay en la oración, porque unas aprovechan en uno, y otras en otro. Camino seguro es; más aína os librareis de las tentaciones estando cerca del Señor, que estando lejos. Suplícaselo, y pedíselo, como hacéis tantas veces cada día en el Pater noster.