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TOMO SEGUNDO


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ArribaAbajoCAPITULO X

Esplicacion y consecuencias de los principios establecidos en los dos capítulos precedentes.


Volvamos ahora al punto de donde partimos. El ser animado, y especialmente el hombre, está dotado de sensibilidad y actividad de pasion y accion,ó lo que es lo mismo de necesidades y medios. Mientras que nos hemos ocupado en estudiar   —6→   el modo con que se forman nuestras riquezas, habremos estado quizá muy complacidos al ver nuestro poder y la estension de nuestros medios, porque en efecto son suficientes para la prosperidad de la especie y para el aumento de su número y de sus fuerzas. Un solo hombre, y una sola muger ineptos y apenas formados pueden acabar sus dias despues de haber cubierto toda la tierra de una poblacion crecida é industriosa; pero este cuadro tan alhagüeño cambia inmediatamente de valor cuando del exámen de la formacion de nuestras riquezas pasamos al de su distribucion entre los miembros de la sociedad, pues notamos la superioridad de las necesidades sobre los medios, la debilidad e impotencia del individuo y sus pesares y tormentos inevitables; mas no siendo otra que esta la mísera condicion humana, no hay razon para que nos irrite, ni tampoco para   —7→   que nos desaliente, antes bien sometiéndonos á la ley de la naturaleza debemos procurar de todos modos aprovecharnos de ella, usando discretamente de nuestros recursos, y precaviendo aquellos descuidos y faltas que pudieran agravar nuestros males.

Los dos capítulos anteriores, aunque son muy sucintos, contienen hechos importantes, y si no olvidamos las observaciones que hicimos en ellos habremos acumulado un caudal de nociones claras, seguras y suficientes sobre nuestros verdaderos intereses. Toda la dificultad está en saberse aprovechar de ellas.

Vimos que era inevitable someterse á la oposicion de intereses y desigualdad de medios que hay en la sociedad, porque ello es que ha de subsistir á despecho nuestro, y que lo único que dependia de nosotros y debiamos hacer era dejar á   —8→   cada uno el uso de sus facultades y favorecer el libre egercicio de ellas.

Que aunque el uso y egercicio de las facultades eran provechosos á unos mas que á otros, con todo eso tiraba siempre á mejorar el bien de todos con tal que no faltase el espacio que es el mayor recurso; y que una vez ocupado éste, otros varios recursos auxiliares eran suficientes para mantener por mucho tiempo en una nacion la prosperidad general.

Que cuando una nacion llegaba á un estado de estagnacion ó escasez y tortura era indispensable que sus individuos mas faltos de medios no pudiesen ganar sino lo preciso para satisfacer sus necesidades mas urgentes.

Vimos finalmente, que progresando cada dia la multiplicacion de individuos en todas las clases de la sociedad era indispensable que el sobrante de cada clase superior refluyese sucesivamente á las   —9→   mas inferiores hasta llegar á la última, y que no habiendo otra que reciba el escedente de esta, inevitablemente habia de perecer de miseria; y esta es la verdadera causa del estado estacionario y aun retrógrado de la poblacion en muchas naciones, no obstante la gran fecundidad de la especie humana.

Ha sido tan ignorado este hecho, ó este estado de la poblacion casi estacionaria en todas las naciones cuando llegan á un cierto punto de desarrollo y perfeccion, que apenas se ha echado de ver hasta que la economia social ha sido de poco tiempo á esta parte el obgeto del estudio y la observacion, y no sin fruto. Han contribuido á oscurecerle, entre otras muchas causas, las conmociones políticas que produjeron diferentes perturbaciones, y la infidelidad é insuficiencia de los monumentos históricos; y aun despues de haberle observado   —10→   y probado, apenas pudo señalarse su verdadera causa, no conociéndose todavia completamente los progresos lentos y sucesivos de la sociedad ni el modo con que se forman su riqueza y su poder; pero en el dia se tienen nociones mas justas de todo esto, y de consiguiente se puede raciocinar con mas acierto.

Traigamos ahora á la memoria que la sociedad se divide en dos grandes clases. La primera comprende á los que no hacen anticipaciones, y trabajan mediante un salario; y la segunda á los que emplean á los de la primera: los de esta se mantienen en general, diaria y anualmente, de lo que les distribuyen diaria y anualmente los de la segunda, los cuales son de dos especies: I.ª los que viven de sus rentas y no trabajan, como los prestamistas de dinero, los alquiladores de tierras y casas, en una palabra, toda clase de censualistas; quienes á la larga   —11→   no pueden dar á los que emplean sino la suma de sus rentas, pues de otro modo tendrian que cercenar sus capitales. Algunos de estos los van consumiendo y gastando, y al cabo se arruinan: se disminuye entonces ó cesa su consumo; pero como los reemplazan otros que se enriquecen, la totalidad de aquel permanece la misma: solo hay una mudanza de mano de algunos fondos cuya cantidad puede valuarse aproximadamente en los diversos paises. Como esta primera clase no hace mas que consumir sus rentas entre los asalariados, se mantendrá pero no ganará, será siempre su consumo una cantidad constante, y si alguna vez se aumenta será porque podrán arrendar sus tierras por mas renta en razon de haberse cultivado bien y héchose mas productivas; pero tocante á la renta del dinero es invariable á no ser que suba el interes, en cuyo desgraciado caso se perjudicaria   —12→   notablemente á muchas empresas, y se disminuirian por necesidad en mayor proporcion las facultades ó medios de la segunda especie de personas que mantienen á los asalariados.

Esta segunda especie de personas se compone de las que agregan al producto de sus capitales el de su actividad personal, esto es, los empresarios de cualquier ramo de industria. Acaso se me dirá que estos ganan, y de consiguiente aumentan anualmente sus medios, sobre lo cual observaré: 1º que no todos ganan, porque no todos meditan bien sus empresas ni saben dirigirlas con conocimiento, y asi son muchos los que pierden en vez de ganar: 2.º los que prosperan dejan el trabajo al cabo de cierto tiempo, se retiran de su profesion y van á llenar los huecos continuos que dejan los holgazanes y pródigos que se han arruinado por no haber usado con juicio de sus   —13→   medios: 3.º y es la observacion mas poderosa de todas: esta clase de empresarios de industria tiene sus limites necesarios mas allá de los cuales no puede pasar, porque para formar una empresa no basta reunir al deseo la posesion de los medios si no se procura al mismo tiempo que sus productos indemnicen los gastos que ocasiona y dejen una ganancia. Una vez ocupados todos los empleos lucrativos, esto es, todos los ramos de industria y de produccion, no es posible crear otros, á no ser que estos se destruyan ó se abran algunas nuevas salidas; de donde se infiere que este segundo fondo destinado para el mantenimiento de los asalariados es tambien en nuestras antiguas sociedades una cantidad casi tan fija como la primera.

Véase aqui por qué no se aumenta el número de asalariados desde el momento en que deja de aumentarse el   —14→   fondo que puede proveer á la satisfaccion de sus necesidades, pues el escedente sobre el número que este puede mantener, debe por necesidad perecer faltando los medios de existencia; y á la verdad es imposible concebir que suceda otra cosa, porque si cuatro personas no tuviesen mas que un plan diario que apenas pudiese mantener á dos, es claro que indispensablemente han de perecer las mas débiles, y las mas fuertes subsistirán heredando la parte de las otras.

Cuando las personas que viven de sus rentas se multiplican tanto que estas no alcanzan ya á su subsistencia, entonces el escedente refluye á la clase de los que agregan su trabajo al producto de sus fondos, esto es, á la de los empresarios de industria, del mismo modo que cuando estos se multiplican y se arruinan muchos de ellos, pasan á la clase de los asalariados; de donde se deduce que   —15→   esta última clase recibe por decirlo asi la demasiada plenitud de las otras, y de consiguiente los límites que no puede traspasar son los de la poblacion total.

Esta sola verdad nos esplica completamente todos los fenómenos relativos á la poblacion, manifestándonos: 1.º por qué es retrógrada en un pais y estacionaria en otro, al paso que es rápidamente progresiva en un tercero: 2.º por qué se detiene ora mas temprano, ora mas tarde, segun es mayor ó menor la inteligencia y actividad de los diferentes pueblos, y la naturaleza de sus gobiernos: 3.º por qué se restablece prontamente despues de algunas grandes calamidades pasageras, con tal que no se hayan destruido los medios de existencia; y por qué algunas veces sin que haya estas agitaciones violentas va desfalleciendo y disminuyendo insensiblemente por un efecto de causas dificiles de advertir, y tal vez por   —16→   la simple variacion de una sola circunstancia apenas notable. Finalmente ella nos da la resolucion de todos los problemas que ocurren sobre esta materia, y nos procura medios propios de deducir infinitas consecuencias importantes. Unicamente me embaraza su número y la eleccion de las que deben fijar nuestra atencion; pero procuraré ordenar mis ideas.

Creo que debo comenzar por esta verdad que me es sumamente agradable: la humanidad, la justicia y la política estan de acuerdo en que el interes mas sagrado de todos y el que se debe siempre consultar y respetar mas es el del pobre, entendiendo por pobre el simple asalariado, y particularmente el que gana un salario mezquino.

Primeramente la humanidad; porque es muy conveniente saber que cuando hablamos del pobre no tiene esta palabra   —17→   interes una significacion menos diversa que cuando la aplicamos á las personas cuyas necesidades son menos urgentes que las suyas, y aun á veces imaginarias. Oimos decir todos los dias que los intereses de un ministro son contrarios á los de otro; que esta corporacion tiene intereses opuestos á los de aquella; que el interes de ciertos empresarios consiste en que se vendan caras las primeras materias, y el de otros en comprarlas baratas, y comunmente nos apasionamos por estos motivos como si valiesen la pena; mas en la realidad ¿qué quieren decir todas estas espresiones? Que ciertos hombres creen, con razon ó sin ella, que tienen algunos goces mas ó menos en unas circunstancias que en otras, y nada mas; pero el pobre tiene tambien dentro de la estrecha esfera de sus necesidades intereses de la misma especie, sí bien se obscurecen á la vista de otros mayores. Creemos   —18→   que forman una especie distinta de la nuestra; no vemos ó no queremos ver, que tambien quisieran gozar como nosotros; no percibimos siquiera sus intereses, y asi cuando hablamos de ellos nos limitamos á la posibilidad de su existencia ó á la necesidad de su destruccion, esto es, solo hablamos de su vida ó de su muerte. La humanidad se resiste á que pongamos semejante interes en balanza con las conveniencias para el regalo de la vida.

A esto se opone igualmente la justicia, pues nos ordena que tengamos en consideracion el bien del mayor número; y de consiguiente siendo la última clase de la sociedad la mas numerosa de todas, debe siempre preferirse su utilidad, cuando sus intereses estan en oposicion con los de las otras.

La politica nos conduce tambien al mismo resultado, porque es un principio   —19→   fundamental de ella, que una nacion es tanto mas respetable cuanto mayor es su poblacion y su poder; y acabamos de probar que la estension de la última clase de la sociedad es la que fija los límites de la poblacion total: la esperiencia concurre á demostrar lo mismo, pues si registramos la historia de todos los tiempos y paises encontraremos que siempre que esta clase ha sido demasiado miserable, han faltado la actividad, la industria, las luces y la verdadera fuerza nacional; y aun puede añadirse que en tal caso no ha estado bien asegurada la tranquilidad interior.

En este supuesto si examinamos cuáles son los verdaderos intereses del pobre, veremos que todos ellos son conformes á la razon y al interes general. Si la preocupacion y la vanidad nos hubiesen permitido estudiarlos siempre en este sentido, no cabe duda en que las   —20→   ideas acerca del órden social hubieran sido mas sanas, y no se hubiera eternizado la guerra ya sorda y ya abierta que ha habido casi siempre entre los pobres y ricos, porque las preocupaciones son las que acarrean las dificultades, y solo la razon las desata.

Ya hemos visto que el pobre está tan interesado en que se respete inviolablemente el derecho de propiedad, como el ciudadano mas opulento, porque lo poco que tiene y necesita para vivir le es sumamente precioso, y no puede estar cierto de poderlo conservar si no lo está del respeto de la propiedad. Ademas tiene otra razon para desearlo asi, porque el pobre se mantiene de los fondos del que le emplea, esto es, de sus capitales, los cuales disminuyen considerablemente cuando no está asegurado el derecho de propiedad; y asi tiene tanto interes en conservar lo que tiene como en que los demas   —21→   conserven lo que les pertenece. Acaso será cierto que en ninguna clase se cometen mas delitos27 que en esta, por un efecto funesto de la miseria, de la mala educacion, de la falta de delicadeza y del resentimiento de la injusticia y opresion; pero notamos al mismo tiempo que en ninguna otra clase se tiene una idea mas alta del derecho de propiedad, ni se mira con mas horror el nombre de ladron que en esta. Adviértase que cuando hablemos del derecho de propiedad debemos comprender, como lo hace el pobre, asi la propiedad personal como la moviliaria é inmoviliaria, puesto que aquella es la mas sagrada de todas, porque es la primordial y como la fuente de donde emanan las otras; pues respetadla   —22→   en el pobre, diré yo á los ricos, asi como quereis que él respete en vosotros las que nacen de ella: dejadle enteramente libre la disposicion y uso de sus facultades, asi como vosotros exigis que él os deje la de vuestras fincas y vuestros fondos. Esta es una regla tan política y justa como mal observada.

Despues de la libre disposicion y uso de su trabajo, el mayor interes del pobre consiste en que se le pague á buen precio. Pero ya escucho las violentas reclamaciones y anatemas de los que viven y se enriquecen de su sangre; porque ¿cómo podrán oir estos tiranos la voz de la razon y justicia que defiende al miserable á quien ellos esquilman, y de cuya debilidad forman todo su poder? En efecto todas las clases superiores de la sociedad, comprendiendo en ellas hasta los maestros de cualesquier oficios; desean que el precio de los salarios sea sumamente bajo,   —23→   á fin de poder comprar mas trabajo con menos dinero, y lo desean con tanto furor que siempre que pueden y las leyes lo permiten se valen para lograrlo hasta de la violencia, y prefieren el trabajo de los esclavos ó siervos porque es el mas barato; y entonces dicen, y aun se lo quieren persuadir á sí mismos, que su interes personal es el general, y que el bajo precio de los salarios es absolutamente necesario al egercicio de la industria, á la estension de la fabricacion y comercio, en una palabra, á la prosperidad del estado; pero veamos lo que hay de cierto en estas aserciones.

Convengo en que seria un mal bastante sensible el que la mano de obra se encareciese tanto que fuese una economía traer del estrangero todas las cosas trasportables; porque entonces los fabricantes nacionales no podrian menos de sufrir atrasándose y perdiéndose, y los   —24→   consumidores en vez de mantener la poblacion nacional mantendrian otra estrangera. Pero en primer lugar esta carestia no conviene al pobre, porque lejos de ver bien pagado su trabajo no tendria en que emplearle: ademas de esto no es posible que tal estado de cosas pudiese subsistir mucho tiempo, porque los asalariados ociosos por falta de obra ofrecerian sus manos por menos dinero; y si aun se mantuviese tan alto el precio de los jornales que pudiesen procurar mucha comodidad, se multiplicarian los asalariados muy pronto, y la concurrencia los obligaria á bajar el salario. Si á pesar de todo esto la mano de obra se sostuviese demasiado cara nunca seria por efecto de la falta de obreros, sino de su poca habilidad y torpeza, en cuyo caso lo que únicamente se deberia combatir es la ignorancia y la pereza de los hombres; y con efecto estas y no otras son las verdaderas causas del desfallecimiento   —25→   de la industria donde quiera que la advertimos.

¿Pero dónde encontramos estas funestas causas? ¿no es por ventura donde es mas miserable la última clase del pueblo? ¿no se observa esto siempre y en todas partes? Pues esto me da nuevas armas contra los que creen que es muy útil que el precio del trabajo sea demasiado bajo. La codicia los ciega, y asi no es posible que vean la verdad. ¿Quieren una prueba decisiva de ello? pues compáren los dos estremos Santo Domingo y los Estados Unidos de la América septentrional, ó si quisiesen mas reunidos los términos de comparacion, tomen dentro de los Estados Unidos los paises situados al Norte y al Sur, y verán que aunque aquellos no producen sino géneros muy comunes, y se mantiene tan subido el precio de la mano de obra que puede llamarse escesivo, con todo eso sus habitantes   —26→   son fuertes y vigorosos, y el pais rico y floreciente; al paso que los otros son miserables y débiles, y su pais subsiste en la miseria y estagnacion, no obstante que es muy propio para los ramos mas precios de produccion, y que emplea en ellos la clase de trabajadores peor pagada, cual es la de los esclavos.

Lo que nos enseña este egemplo particular lo observamos tambien en todos los tiempos y paises, esto es, que cuando es demasiado miserable la última clase de la sociedad, su misma languidez estremada, y la humillacion y abatimiento que lleva en pos de sí, es la muerte de la industria y el principio de infinitas calamidades aun para sus mismos opresores y tiranos. El verdadero orígen de los principales errores de los pueblos antiguos tanto en economía como en moral y política, es indudablemente la existencia de la esclavitud, y aun es la verdadera   —27→   causa que los hizo fluctuar siempre entre una anarquía turbulenta, y las mas veces feroz, ó una desapiadada tiranía. La esclavitud de los negros ó de los indígenas en las colonias francesas, que tantos medios tenian de riqueza y prosperidad, es asimismo la causa de su languidez, de su flaqueza y de los torpes vicios de sus habitantes. La esclavitud de los siervos de la tierra donde los ha habido impidió igualmente el egercicio y desarrollo de toda industria, de toda sociabilidad y fuerza política; y en nuestros mismos dias á nuestros mismos ojos hemos visto esa infeliz Polonia reducida á tal estado de impotencia, que á pesar de ser una nacion inmensa, ha debido por mucho tiempo su existencia á los zelos de sus vecinas, y por último ha visto dividido y repartido su territorio con la misma facilidad que se divide el patrimonio de un particular luego que los aspirantes   —28→   á él se pusieron de acuerdo. Si de estos casos estremados descendemos, prescindiendo de los furores de los cabochianos en Francia, y de los escesos de Juan de Leyde y sus paisanos en Alemania, á las calamidades ocasionadas por el populacho de Holanda, atizado por la casa de Orange, y á las inquietudes que causan todos los dias los lazarones de Nápoles y los transtiverinos de Roma, y finalmente al embarazo que produce en Inglaterra el enorme número de sus pobres, la inmensidad de esa poblacion miserable que tiene que mantener, y á cuyos individuos no contiene sino el cadalso, todo el mundo me parece que convendrá en que cuando una porcion considerable de la sociedad llega á un estado de suma pobreza y embrutecimiento, no puede haber en ella reposo, libertad, ni seguridad alguna, ni aun para los ricos y poderosos; y que por el contrario estos primeros ciudadanos   —29→   del estado son realmente mucho mas grandes y felices cuando estan al frente de un pueblo cuyos individuos gozan de un bienestar razonable, y de consiguiente pueden egercer la industria y desarrollar sus facultades morales é intelectuales.

No quiero decir en esto que el pobre es el que debe fijar violentamente el precio de su trabajo: no por cierto; porque ya hemos visto que su mayor interes es el respeto de la propiedad; pero sí digo que tampoco es el rico quien debe fijarle valiéndose de la fuerza, sino al contrario, dejarle absolutamente libre la disposicion y uso de sus cortísimos medios, porque asi lo exigen imperiosamente las leyes de la justicia; y aun añado que el hombre de bien que ama verdaderamente á su patria debe tener mucha complacencia en que el uso de los escasos medios que tiene el pobre le procure las cosas   —30→   que necesita para vivir con algun desahogo; porque la política demuestra que su interes personal es el mismo interes general.

Si es justo y útil el dejar al hombre la libre disposicion de sus medios ó de su trabajo, no lo es menos y por las mismas razones el dejarle tambien libre la eleccion de su morada. No hay á mi entender cosa mas injusta y odiosa que el atar al hombre á una cadena para que no salga de su pais, y sobre todo al que vive tan descontento en él que no pueden detenerle los fuertes vínculos de la sangre, ni los tiernos sentimientos de la naturaleza, ni los dulces hábitos contraidos desde que nació. Fuera de que semejante pretensión es absurda, porque está demostrado que en todo pais hay siempre tantos individuos cuantos puede mantener en circunstancias dadas; y asi el que emigra no hace mas que dejar su lugar á   —31→   otro que hubiera muerto en caso de que él no hubiese emigrado: de consiguiente querer sugetarle para que no se vaya, es lo mismo que si nos empeñásemos en que dos hombres encerrados en una estrecha arca donde no pudiesen respirar libremente, hubiesen de estar en ella y sofocarse antes de permitir que saliese el uno para que el otro quedase mas desahogado. Lejos pues de ser un mal la emigracion, es un alivio que nunca es suficiente: solo es algo considerable en los paises sugetos á la horrorosas vejaciones de un gobierno arbitrario, y aun en estos casos el vacio que deja la parte de poblacion que emigra le ocupa inmediatamente otra parte, como sucede despues de las grandes epidemias; pero cuando los hombres huyen de su pais por no sufrir ó no ver sufrir, aunque no nos deba ser sensible la diminucion de la poblacion, debemos llorar la desgracia   —32→   y tormento de nuestros semejantes.

En cuanto á la inmigracion nada tengo que decir sino que siempre es inútil y aun perjudicial á no ser la de aquellos hombres eminentes que llevan consigo un precioso caudal de conocimientos nuevos; pero entonces no son precisamente sus personas las que una nacion apetece y estima, sino sus luces, y el número de estos siempre es corto: asi me parece que sin faltar á las leyes de la justicia puede prohibirse la inmigracion, y sin embargo jamas han pensado los gobiernos en hacerlo; bien que tampoco se han esmerado mucho para hacerla apetecible.

Pero no basta que el pobre asegure un salario suficiente para vivir, si este no es constante; porque un aumento momentáneo ó una subida accidental de sus ganancias no pueden mejorar su suerte. La imprevision es quizás la mayor de sus desgracias, pues un consumo desreglado   —33→   disipa inmediatamente este escedente estrordinario de medios, ó bien una multiplicacion indiscreta le distribuye entre muchos individuos, y luego que falta este escedente es indispensable que ó los que vivian de él perezcan de hambre, ó los que disfrutaban de algunas conveniencias se priven de ellas y arreglen juiciosamente sus consumos; pero por des gracia sucede en este último caso que no son los consumos menos útiles los que primero cesan, porque el hombre se pega á estos con mas aficion, siendo los mas seductivos y alagüeños de todos; y de aqui es que vuelve la miseria, y se renuevan con mas fuerza que antes sus horrorosos efectos: asi puede asegurarse en general que lo que es pasagero nunca puede ser realmente útil al pobre, y esto demuestra que tambien en esta parte son sus intereses los mismos que los del cuerpo social.

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Si á esta verdad añadimos el principio importantísimo, é igualmente evidente que ella, que todo lo violento es por necesidad poco estable, nos convenceremos de que son absolutamente infundadas muchas de las combinaciones políticas, y asimismo de esta otra verdad interesantísima en economia y en política: que es absolutamente indispensable para la felicidad de una nacion en general, que el precio de los generos de primera necesidad sea poco variable, porque lo importante en esta materia no es el precio del salario considerado aisladamente, sino comparado con el de las cosas necesarias á la vida. Si con doce cuartos de pan, por egemplo, puedo mantenerme un dia, me mantendré mucho mejor con ellos que si ganase veinte y cuatro, y necesitase veinte y seis para comprar la misma porcion de pan, pues hemos hecho ver en el capítulo 4.ºy en otras partes, que el   —35→   precio de los salarios mas mezquinos se fija y debe fijarse siempre á la larga por el de las cosas indispensables á la existencia: así aunque el precio de las necesarias disminuya de golpe, y los asalariados puedan aprovecharse momentáneamente de esta baja, como es fugaz es tambien cortísimo el tiempo en que podrán disfrutar de este beneficio, y de consiguiente no hay gran motivo para desearle; pero son gravísimos los males que resultan del aumento de precio, porque el pobre no puede perder sus ahorros no teniendo mas de lo necesario, y como estan mas caros los géneros que necesita para vivir, cae necesariamente en la miseria, le falta el pan diario, hace esfuerzos estraordinarios para ganarle, todos piden ocupacion y ofrecen su trabajo, y asi se aumenta la oferta de éste sin aumentarse en proporcion la demanda: otras personas que vivian sin aplicarse   —36→   al mismo egercicio acuden tambien á este recurso como que es el único que puede salvarlas de la miseria general, y ofrecen tambien su trabajo; no hay bastante para aquellos y para estos, la concurrencia baja su precio, y los unos se perjudican á los otros, de modo que se les paga menos precisamente cuando necesitan mas. Estos efectos inevitables que la razon nos demuestra, nos los confirma la esperiencia constante de todos los tiempos y paises, pues vemos en todos ellos que en las épocas de carestia y de hambre bajan los salarios porque hay mas obreros de los que se necesitan y se pueden emplear, cuya calamidad dura hasta que ó perece una parte de la poblacion ó renace la abundancia.

Seria pues una felicidad que el precio de los géneros, y sobre todo el de los de primera necesidad, fuese siempre invariable; pero esto no es posible. Lo único   —37→   que me parece puede hacerse para impedir á lo menos la frecuente variacion, es el dejar al comercio una libertad indefinida, porque la actividad de los especuladores y su misma concurrencia obligándoles á darse prisa para aprovecharse de la menor baja para comprar barato y de la menor subida para vender caro, sucede por necesidad que la una tira á destruir el efecto de la otra, y de este modo ni la subida ni la baja pueden llegar á ser escesivas. Además que este medio, el mas eficaz que yo conozco, es el mas conforme, ó mejor diré el únicamente conforme al respeto debido á la propiedad; porque regularmente van juntos lo útil y lo justo; pero ciñámonos por ahora á la consecuencia que dedugimos, y estendámosla á otros obgetos.

Las variaciones súbitas en ciertos ramos de industria ó de comercio producen el mismo efecto, aunque de un modo menos   —38→   general, que las variaciones en el precio de los géneros; porque cuando un cierto ramo de industria toma de golpe un vuelo rápido, se aumenta la demanda del trabajo que requiere, y aunque esta mayor demanda es un beneficio para los obreros, como por lo regular abusan de él como de todos los beneficios momentáneos, sucede que cuando este ramo de industria comienza á desfallecer y á acabarse, vienen la angustia, el hambre y la miseria, y cada cual busca nuevos recursos para salir de ella. Verdad es que en este caso los pueden encontrar mas fácilmente que en el de una carestia, que es una calamidad universal; pero como los hombres no son seres abstractos ni insensibles, son siempre muy dolorosas estas mudanzas repentinas de una á otra industria, porque tienen que abandonar sus profesiones favoritas, mudar enteramente de género de vida, renunciar de sus hábitos   —39→   y costumbres: todo lo cual exige esfuerzos muy penosos. Ademas de esto un obrero egercitado en un ramo particular de industria desempeña su trabajo con mas comodidad y holgura, porque la práctica facilita todas las operaciones; pero luego que pasa á otra necesita aprender y vencer su natural torpeza: la afluencia de trabajadores á un ramo para particular hace que bajen los salarios, todos ganan menos y de consiguiente todos padecen. Esta es la gran calamidad á que estan sugetas todas las naciones dominadoras del comercio y el grande inconveniente del desarrollo estremado de la industria, que por lo mismo que es estremado está espuesto á mil vicisitudes. Esto, deben estudiar y tener siempre á la vista todos los gobiernos, y asi no se empeñarán imprudentemente en aspirar por medios violentos á una prosperidad factícia, prosperidad siempre frágil, la cual se disfruta sin   —40→   placer y se pierde con mucho dolor, porque son sumamente sensibles las calamidades que acarrea.

Se advierte que las naciones menos espuestas á estas revoluciones súbitas de la industria y del comercio son las esencialmente rurales, por cuya razon se ha ponderado su estable prosperidad, y no hay duda que hasta cierto punto se ha tenido razon para ello. Digo hasta cierto punto, porque no se ha reflexionado al mismo tiempo que estan mas sugetas que las naciones mercantiles á la mayor calamidad de todas, cual es la del subido precio de los granos. Parece que no deberia suceder asi, pero realmente sucede y es muy fácil esplicar la causa. Los pueblos rurales estan diseminados en una inmensa estension de territorio, el cual es ó todo mediterráneo ó confina por algunos lados con el mar, quedando mucha parte de él tierra adentro: asi en los   —41→   años escasos no se les puede socorrer sino por tierra ó rio arriba; y esta especie de navegacion es de suyo muy costosa y ordinariamente imposible. Cualquiera de estos dos medios que se adopte es muy caro, porque como los granos y demas géneros alimenticios son muy voluminosos, y de consiguiente embarazosos para el trasporte, ocasiona este gastos tan crecidos que cuando llegan á los puntos donde se necesitan son muy pocos los que los pueden comprar, y por esto notamos que todas las importaciones hechas en los años de escasez y de hambre, aunque han servido para consolar y aquietar la imaginacion, no han procurado en realidad recursos á los pobres. No hay remedio, el único arbitrio que hay para evitar que todos perezcan en tiempo de gran calamidad es que los pobres acorten su racion, y los mas necesitados de ellos se mueran de hambre. En este mismo   —42→   principio se funda la práctica comun de desembarazar una plaza sitiada de todas las bocas inútiles; y todavia pudiera prolongarse su defensa si se hiciese salir de ella á todas las que no fuesen absolutamente precisas; pero el consumo de las acciones de guerra suple por esta providencia destruyendo á los que no salvó la reflexion, y tal vez sea ésta cruel aunque prudente combinacion la que dicta á algunos gobernadores las salidas por otra parte inútiles á que obligan en los últimos apuros, las cuales son muy diferentes de las que se hacen al principio solo por jactancia.

Los hombres asegurarian mucho mas su existencia y adquiririan nuevos medios de ocupar ciertos paises si pudiesen encontrar el secreto de hacer menos voluminosas, y de consiguiente mas trasportables sus materias alimentícias, bien que muy pronto abusarian de este bien   —43→   en daño de sus semejantes, asi como los pueblos pastores se aprovechan de la facilidad que les da para el trasporte la agilidad y ligereza de sus bestias de carga para hacerse salteadores; porque en efecto no hay cosa tan funesta como un hombre trasportable, y sino estímese si es posible la enorme ventaja que da á un egército invasor la sobriedad de sus soldados. Verdad es que este es el poder de la especie humana mal empleado, pero al cabo es su poder, y de él carecerian las naciones rurales y pacíficas, esparcidas por toda la estension de un vasto territorio en todos los casos de hambre y de escaseces.

Pero las naciones mercantiles por el contrario, tanto las insulares como las situadas á las costas del mar son accesibles por todos lados, y se las puede socorrer fácilmente; asi para que en ellas pueda ser escesiva la carestia de los géneros alimenticios,   —44→   seria necesario que faltasen las cosechas en toda la tierra habitable, y aun en este apuradísimo caso no llegaria sino á la tasa media de la carestia general, y nunca á la estrema de la local de los paises mediterráneos de menores cosechas. Por lo tanto estan libres de la mayor de todas las calamidades, y aun rara vez estan espuestas á las desgracias menos generales que provienen de las vicisitudes que sobrevienen á algunos ramos de industria ó de comercio, con tal que no hayan torcido su curso natural, y coartado su libertad por medios violentos, á fin de darles una estension exagerada: de donde se deduce no solamente que su condicion es mejor que la de todas las demas, sino tambien que todas sus calamidades son efecto de su culpa, al paso que los de las otras lo son irremediablemente de su posicion, y de consiguiente tienen aquellas mas medios de evitarlas. A   —45→   este resultado debíamos venir á parar, y desde que comenzamos á hablar sobre esta materia lo hemos debido preveer; porque, si la sociedad es un comercio contínuo, él es la causa de todo nuestro poder y de todos nuestros medios, y asi cuanto mas perfecto y activo sea menos espuestos estaremos á la desgracia.

Aunque fuese un hecho constante que la prosperidad de las naciones mercantiles fuese menos sólida y duradera, lo que no me parece cierto á lo menos entre las modernas28, seria preciso distinguir desde luego estas dos cosas, felicidad y poder, y no olvidarse que en una nacion   —46→   agrícola la felicidad particular de los individuos está comprometida en todas las calamidades de que acabamos de hablar, mas no por eso pierde su poder, porque no disminuyéndose los medios habituales de existencia, la poblacion que arrebata el hambre la repara inmediatamente la multiplicacion que comienza luego que aquella cesa; mas cuando desaparece un ramo de industria en una nacion mercantil es á veces para no volver jamas, y acaso sin que pueda reemplazarle otro alguno, de modo que arrastra y aniquila para siempre aquella parte de poblacion que estaba empleada en él; pero ya hemos dicho y repetimos que este último caso es muy raro cuando nosotros mismos no le aceleramos, violentando el órden natural y libre de las cosas. Si fuera de esto se quisiese todavia sostener que la prosperidad de las naciones mercantiles es esencialmente frágil estando necesariamente   —47→   espuesta á mil vicios interiores, nos seria muy fácil probar que no es el comercio la causa de estos vicios, sino que dependen de muchas causas accidentales, especialmente del modo con que ordinariamente se introducen las riquezas en estos estados, el cual no puede dejar de favorecer infinito su desigual distribucion, que es la mayor de todas las calamidades posibles, y tambien la mas comun y general. Si nos detenemos á examinar el género humano como poseedor de sus medios, encontraremos como siempre que su desarrollo y aumento constituyen su felicidad, pero que son en sus manos como otras tantas armas de que puede muy fácilmente abusar en daño suyo, como lo haré ver detenidamente en su debido lugar.

Pero sea lo que quiera de esto hemos demostrado que el pobre es tan propietario como el rico, y que como propietario de su   —48→   persona, de sus facultades y del producto de ellas, está interesado en que se le respete y deje absolutamente libre la aplicacion de su trabajo, en que éste le procure un salario suficiente para mantenerse, y en que su precio sea el mas constante posible, esto es, que tiene sumo interes en que se le respete su capital, en que éste le produzca la renta necesaria para su existencia, y en que esta renta sea siempre una misma, ó á lo menos poco variable, y asi tenemos que su interes en todos estos puntos es exactamente conforme al interes general.

Mas el pobre es consumidor al mismo tiempo que propietario, porque todos los hombres son lo uno y lo otro; de consiguiente tiene como consumidor el mismo interes que todos los consumidores, esto es, el de surtirse por poco precio de géneros de buena calidad; y asi debe desear que la fabricacion se haga   —49→   con conocimiento, que las comunicaciones sean fáciles y. las relaciones muy variadas; porque ninguno tiene mas necesidad de comprar barato que el que tiene pocos medios.

¿Qué juicio haremos ahora de aquellos economistas que sostienen que la perfeccion de los métodos y la invencion de las máquinas que tan maravillosamente simplifican y abrevian las operaciones de las artes son una verdadera calamidad para el pobre? Por lo que hace á mi estan ya juzgados. Afirmo sin duda alguna que ninguno de ellos conoce los verdaderos intereses de los pobres ni los de la sociedad; porque es menester ser ciego para no ver que cuando se hace en un dia una cosa que antes se hacia en cuatro, podré comprar cuatro veces aquella cosa por la suma que me costaba una vez, ó en el caso de consumir la misma porcion, ahorrar tres cuartas partes de mi   —50→   dinero para comprar otras que pueda necesitar; y ciertamente que esta ventaja es mucho mas preciosa para el pobre que para el rico. Pero se me dirá: el pobre ganaba antes cuatro jornales, y hoy no gana ya mas que uno. La respuesta es sumamente óbvia trayendo á la memoria los principios que dejamos establecidos, á saber: que los fondos de que viven todos los asalariados son la suma de los medios que tienen los que los asalarian: que esta suma es casi siempre constante y que se emplea la misma cada año; por tanto es claro que si un obgeto particular absorviese una parte menor que la que antes absorvia, la diferencia, que es propiamente un ahorro, refluirá á otros ramos de produccion; y con tal que no se disminuya la suma total, siempre habrá de asalariar un número igual de obreros; y á la verdad que si hay algun medio de aumentar esta suma no   —51→   es otro que el de hacer mas económica la fabricacion, porque es el mas adecuado para abrir nuevas salidas y facilitar nuevas empresas industriales, que como hemos visto, son los únicos manantiales del aumento de nuestras riquezas. Me parece que son tan poderosas estas razones que no admiten réplica. En efecto, si las que fundan la opinion contraria tuviesen alguna fuerza probarian que es una gran felicidad el emplear á los hombres en hacer un trabajo inútil, por cuanto ocupándose siempre las personas que le hacen no es menos indispensable egecutar todo el trabajo necesario. Convengo desde luego en esto último, pero yo pregunto ¿quien es el que paga el trabajo inútil? Los mismos fondos que hubieran pagado otro útil que ya no podrán pagar, y de consiguiente nada se ha adelantado por este lado. Ademas nada queda de este trabajo infructuoso, y si hubiera   —52→   sido fructuoso, todavia quedarian algunas cosas útiles que pudieran servirnos ó para aumentar las comodidades y delicias de la vida, ó para esportarlas y cambiarlas y aumentar de este modo el caudal de las riquezas adquiridas. No me parece que puede decirse nada que satisfaga á unas razones tan decisivas como éstas, quedando ya establecido el principio evidente de que los salarios salen de la suma de medios que tienen los que asalarían. Volveremos á encontrar esta série de combinaciones cuando tengamos que hablar del uso de nuestras riquezas, porque estan tan íntimamente unidas una ideas con otras, que es imposible prescindir de las que sirven de fundamento á las demas; y por lo mismo me he apresurado á desenvolverlas ahora que se ha ofrecido la ocasion, y asi cuando las hubiésemos menester estaremos ya prevenidos; pero ciertamente no son necesarios   —53→   muchos razonamientos para probar que luego que un trabajo es supérfluo debe dejarse por supérfluo, y que es mucho mas útil hacer un trabajo útil. A esta verdad tan sencilla está reducida toda la apología de las máquinas y demas métodos perfeccionados.

Las mismas obgeciones que acabo de refutar suelen tambien hacerse contra la construccion de caminos y canales, y generalmente contra todos los medios que facilitan las comunicaciones y favorecen y estienden las relaciones mercantiles, y asi es escusado rebatirlas de nuevo, porque tienen igual respuesta. Pero se opone comunmente una nueva dificultad que consiste en que todo esto perjudica de un modo particular al pobre, contribuyendo á subir el precio de los géneros. Es verdad que cuando estarian demasiado baratos, hace subir su precio á causa de que proporciona la facilidad de la   —54→   esportacion, pero tambien lo es que cuando estarian demasiado caros los hace bajar facilitando la importacion, y de consiguiente contribuyendo esta circunstancia á mantener la igualdad de los precios, es muy benéfica para el pobre y para la sociedad en general segun lo que hemos dicho mas arriba.

No obstante convengo en que todas estas innovaciones, aunque ventajosas en sí mismas, pueden á veces producir una calamidad momentánea y parcial como la acarrean siempre todas las variaciones repentinas; pero siendo su utilidad general y permanente, y no estando espuesta sino á estas raras escepciones, no nos deben estas retraer de adoptarlas. Lo que si conviene mucho en estos casos es que la sociedad acuda al alivio de los individuos que padezcan pasageramente, lo cual le será tanto mas fácil cuanto mas rica fuere en lo general.

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Véase pues aqui demostrado el principio que antes establecimos, á saber: que aunque los intereses individuales nos separen á unos de otros, nos vuelven despues á reunir los intereses comunes que todos tenemos como propietarios y consumidores, y de consiguiente que no hay motivo alguno para mirar á los pobres y los ricos, ó á los asalariados y los que asalarían como dos clases esencialmente enemigas. Asimismo queda tambien demostrado que los verdaderos intereses del pobre son siempre los mismos que los de la sociedad en general. No quiero decir en esto que el pobre conozca siempre sus verdaderos intereses, porque ¿quien es el que tiene ideas justas sobre estas materias aun entre las personas mas ilustradas? Pero al fin, bueno es saber que estas y no otras son las verdades y que todo cuanto se diga contra ellas es un error; de modo que toda la dificultad que   —56→   hay para persuadir que lo son es poner de manifiesto las causas por qué es asi, y me parece que es lo que acabamos de hacer. Caminando para llegar á este último resultado hemos examinado de paso muchas cuestiones importantes, que aunque no nos han desviado de nuestra direccion, con todo eso han detenido nuestra marcha, pero al pasar junto á ellas me ha parecido muy conveniente hacer alto, porque en esta materia estan de tal manera unidas unas verdades con otras que es imposible que la claridad de una no se comunique á todas.

No solamente son opuestos nuestros intereses personales sino que tambien son desiguales nuestros medios, y esta segunda condicion de nuestra naturaleza merece estudiarse como la primera, abrazando todas y cada una de sus consecuencias, á fin de poder conocer completamente los efectos de la distribucion de   —57→   las riquezas entre los diferentes individuos, y juzgar de las ventajas é inconvenientes del incremento de estas mismas riquezas por un efecto de la sociedad. Establezcamos antes de todo algunas verdades generales.

No han faltado declamadores que se han empeñado en sostener que la desigualdad en general es útil, y un beneficio señalado de la Providencia, al cual debemos todos estar muy reconocidos; pero yo me contentaré con responderles una sola palabra. La justicia es el bien mas precioso para unos seres sensibles cuyos intereses estan frecuentemente en oposicion, porque solo la justicia los puede conciliar sin que ninguno de ellos tenga motivo de queja; luego la desigualdad es un mal, no porque sea en sí misma una injusticia sino porque da armas al poderoso para que pueda ser injusto en todos los casos en que   —58→   la justicia está en favor del débil.

Toda desigualdad de medios y de facultades es esencialmente una desigualdad de poder; pero cuando se quiere descender á algunos pormenores puede y debe distinguirse la desigualdad de poder propiamente dicho y la desigualdad de riquezas.

La desigualdad de poder es la mas terrible, porque subyuga á la misma persona. Tan horrorosa como esencialmente es, existe entre los hombres brutos y salvages, poniendo al mas débil á la merced del mas fuerte; y ella es la que impide que se formen entre ellos muchas relaciones recíprocas, porque en tal caso seria insoportable. Sin embargo, no siempre la advertimos, porque regularmente no va acompañada de la desigualdad de riquezas, que es la mas perceptible, como que siempre se la tiene á la vista.

El fin de toda sociedad es combatir   —59→   la desigualdad de poder, y comunmente la disipa ó por lo menos la disminuye. Disgustados algunos al ver los escandalosos abusos que todavia hierven en ella, han sostenido por el contrario que aumentaba esta desigualdad; y ciertamente que cuando se desvia de su natural destino justifica las reconvenciones de sus severos detractores; por egemplo, cuando mantiene la esclavitud no cabe duda en que es mucho mejor el estado salvage aun con todas las privaciones y peligros que le son inherentes; pero con todo eso, es preciso convenir en que no es aquel el fin á que se dirige, sino por el contrario, en que tira, y ordinariamente con buen suceso, á disminuir la desigualdad de poder.

Disminuyendo la sociedad la desigualdad de poder, y de consiguiente estableciendo la seguridad, produce el desarrollo de todas nuestras facultades y aumenta   —60→   nuestras riquezas, esto es, nuestros medios de existencia y de comodidad; pero cuanto mas se desenvuelvan nuestras facultades, tanto mas se manifiesta y aumenta su desigualdad, la cual acarreará muy luego la desigualdad de riquezas que lleva siempre en pos de sí la de instruccion, capacidad é influencia. Ved pues aqui en dos palabras las ventajas é inconvenientes de la sociedad, que mirada por este lado nos enseña lo que debemos esperar de ella y lo que debemos hacer para perfeccionarla.

Supuesto que el fin de la sociedad es disminuir la desigualdad de poder, debe siempre aspirar á él; y siendo el inconveniente de ella favorecer la desigualdad de riqueza, debe esforzarse cuanto pueda para disminuirla aunque por medios suaves y nunca violentos, porque no debemos olvidarnos de que la base fundamental de toda sociedad es el respeto de   —61→   la propiedad y su garantia contra toda violencia.

Pero se me preguntará: cuando toda la desigualdad esté reducida á la desigualdad de riqueza ¿será asimismo un grave mal? No hay duda que lo será, porque acarreando la de instruccion, capacidad é influencia, tira á producir la de poder, y de consiguiente á trastornar la sociedad lo mismo es aunque no la consideremos sino por el lado de las relaciones económicas; porque ya hemos visto que los fondos de que se mantienen los asalariados son la renta de los capitalistas, de los cuales solamente los empresarios de industria son los que aumentan sus riquezas y de consiguiente las de la nacion. Sabido es que los ricos propietarios son cabalmente los ociosos que asalarían el trabajo para la sola satisfaccion de sus caprichos, de donde se sigue que cuantos mas fuesen los ricos capitalistas tanto   —62→   mas tirará á alterarse la riqueza nacional y á disminuirse la poblacion. El egemplo de todos los tiempos y paises confirma esta teoría, pues donde quiera que vemos caudales enormes29 vemos tambien la mayor miseria y estagnacion de la industria.

La perfeccion da la sociedad consistiria en aumentar mucho nuestras riquezas evitando al mismo tiempo su estrema desigualdad, lo cual es mucho mas dificil en ciertos tiempos y circunstancias que en otras. Un pueblo mediterráneo, agricultor, que tuviese pocas relaciones, cuyo suelo fuese poco fértil, podrá retardar   —63→   mucho tiempo una gran desigualdad entre los ciudadanos, no siéndole posible aumentar sus medios de comodidad sino mediante los tardos adelantamientos de su cultivo y los progresos todavia mas lentos de sus fábricas; pero si su suelo fuese mas feráz, y sobre todo si produgese en algunos parages géneros muy estimados podrá acumular mas fácilmente grandes caudales. Si tuviese minas de metales preciosos, aunque la codicia de beneficiarlas arruinase á muchos particulares procuraria á otros riquezas inmensas, y si el gobierno se reservase el derecho esclusivo de laborearlas aumentaria sus medios, y podria derramar á manos llenas las mercedes sobre sus favorecidos y elevarlos á la opulencia; y es muy verosímil que no desperdiciaria esta ocasion de hacerlo, porque son muchas las causas que cooperan á producir este efecto. Finalmente, si un pueblo pobre se hiciese   —64→   conquistador, se apoderase de un pais rico, y se estableciese como vencedor en él, se introduciria inmediatamente la mayor desigualdad entre la nacion victoriosa y la subyugada, y despues entre los mismos vencedores; porque donde la fuerza manda es muy dificil que las particiones sean iguales; y los lotes de los diferentes individuos deben ser tan varios como sus grados de autoridad ó de privanza con los primeros gefes, y aun asi estan espuestos á frecuentes usurpaciones.

Todavia es mas rápida que esta en general la fortuna de las naciones marítimas, aunque igualmente se notan en ellas las mismas variedades. Los navegantes pueden verse forzados á contentarse con una ganancia mediana ó á hacer el comercio de cabotage, ó á ocuparse esclusivamente en la pesca, ó finalmente á un despreciable comercio con aquellas naciones que no les puedan procurar ganancias   —65→   considerables; y en todos estos casos les es muy fácil conservar por mucho tiempo, sino una igualdad perfecta, á lo menos razonable; pero pueden por el contrario surcar mares desconocidos, llegar á regiones vírgenes, hacerse poderosos, tener con abundancia géneros esquisitos y muy estimados, entablar relaciones con otros pueblos que puedan facilitarles inmensas salidas, aprovecharse ellos solos de las incalculables ventajas de un grande y repetido monopolio, fundar ricas colonias, sugetarlas á sus leyes, y aun meterse á conquistadores, y traer de vuelta á su patria los productos de los paises mas vastos sometidos á sus armas, como los ingleses hicieron en la India y los españoles en la América meridional. En todos estos casos hay mas ó menos suertes, pero en todos ellos hay las suficientes para que estas enormes riquezas se distribuyan con mucha desigualdad.

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Hay otras muchas circunstancias que uniéndose y cooperando con estas modifican sus efectos, como por egemplo los diferentes genios y caracteres de los pueblos, la naturaleza de sus gobiernos, la mayor ó menor estension de sus luces, y sobre todo del conocimiento del arte social en aquellos momentos críticos en que se va á decidir de su suerte, las cuales hacen que unos mismos sucesos tengan resultados muy distintos. Si Vasco de Gama y sus contemporáneos hubiesen tenido las mismas miras y costumbres que Coock ó Lapeyrouse, nuestras relaciones, con las Indias serian muy diferentes de lo que son; pero lo que particularmente debe notarse es el influjo que tiene en la duracion de la existencia politica de las naciones la época en que se forman, porque ciertamente los imperios fundados por Clodoveo ó por Cortés, y las sociedades que recibiesen sus   —67→   leyes fundamentales de Lock ó de Franklin, serian pueblos muy distintos y tomarian muy diferentes direcciones, como se observa en todos los períodos de su historia.30

Todas estas causas y especialmente la última, son las que producen la infinita variedad que advertimos en la suerte de las naciones; pero en el fondo siempre tenemos lo mismo, porque procurando la sociedad á cada uno la seguridad de su persona y propiedades, causa el desarrollo de nuestras facultades, el cual produce el aumento de nuestras riquezas. Este aumento trae mas temprano   —68→   ó mas tarde una distribucion muy desigual de ellas: esta acarrea la desigualdad de poder que la sociedad habia comenzado á reprimir y debia destruir enteramente, y por último esta misma desigualdad produce su desfallecimiento, su estenuacion y á veces su disolucion total.

Sin duda es este el círculo vicioso que los historiadores nos han querido representar con las palabras de juventud y vejez de las naciones y con lo que ellos llaman virtud antigua, pureza primitiva, y despues cuando van en decadencia degeneracion, corrupcion, delicadeza y molicie; pero todas estas espresiones vagas, contra las cuales he hablado algunas veces, representan muy mal los hechos, y por lo regular descaminan á los que tienen la costumbre de usarlas. Se nos habla eternamente de la virtud de las naciones pobres. No hay duda que donde la igualdad hace mas dificil la injusticia y la opresion, hay siempre   —69→   mas virtud, porque de hecho se cometen menos faltas; pero no es la pobreza sino la igualdad la que preserva de los vicios; por lo demas hay en ellas las mismas pasiones que en otra cualquier parte. ¿Por qué se nos habran de pintar las naciones mercantiles como codiciosas, y las agricultoras por el contrario, como modelos de desprendimiento y de moderacion? El hombre ama donde quiera su interes, que es el móvil de todas sus acciones y lo que le ocupa esclusivamente. Los cartagineses no eran por cierto mas codiciosos que los romanos, y estos aun en aquellos tiempos que se llaman los dias hermosos de Roma, en los cuales abrigaba en su seno la república los logreros mas crueles y tenia fuera de ella los usurpadores mas insaciables, eran tan codiciosos como en tiempo de los Emperadores: solo era diferente el estado de la sociedad. Lo mismo digo de esta palabra degeneracion. No hay duda que   —70→   cuando una parte de los hombres se ha acostumbrado á resignarse á la opresion, y la otra á abusar de su poder, puede decirse propiamente que unos y otros estan degenerados; pero no es este el significado comun que tiene esta espresion en boca de los que la usan; antes bien parece que nos quieren dar á entender con ella que los hombres del dia no son como los de los siglos pasados; que su naturaleza se ha mudado, que se ha viciado la estirpe del linage humano, y finalmente, que ya no tienen la misma fuerza y valor; y todo esto es absolutamente falso. Aun se ha abusado mas de las palabras molicie y afeminacion. El mismo Montesquieu nos dice en tono de maestro, que la fertilidad de la tierra afemina á los hombres31. No hay tal: lo único   —71→   que hace es mantenerlos. Si damos oidos á algunos escritores, tal vez nos podran persuadir que llegará tiempo en que todos los individuos de una nacion vivan en las delicias, como aquellos fabulosos sibaritas de quienes tanto se nos ha hablado. A la verdad que si se hubiesen de verificar sus vaticinios debiera complacerse de antemano la especie humana; pero lo malo es que son consejas, porque es imposible que sean otra cosa. Cuando oigamos decir que el regalo y la molicie han enervado una nacion, debemos entender que á lo mas una centésima parte de ella puede estar corrompida por el hábito de mandar y la facilidad de aumentar sus goces, pero las noventa y nueve restantes vivirán abatidas bajo la vara de hierro del despotismo, y estenuadas de miseria.32 No se engañan menos sobre   —72→   el significado de estas espresiones: las naciones pobres; en ellas es donde el pueblo disfruta de un bienestar: las naciones ricas; en ellas es donde ordinariamente está el pueblo pobre. De aqui procede que las unas sean fuertes y las otras regularmente débiles. Pudiéramos aumentar estas reflexiones al infinito, pero todas ellas se reducirian como las que acabamos de hacer á esta sola verdad, que nunca ha sido bastante conocida: la variedad y   —73→   el aumento de los medios que nos procuran las conveniencias y regalos de la vida, es un bien sumamente precioso; pero la demasiada desigualdad en su distribucion es un mal sumamente funesto y la causa de todas nuestras calamidades. Esto hace ver que el interes del pobre sobre este punto es tambien el mismo que el de toda la sociedad. Creo haber dicho lo suficiente acerca de la distribucion de nuestras riquezas, y por lo tanto pasaré á hablar del uso que hacemos de ellas.



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ArribaAbajoCAPITULO XI

Del uso de nuestras riquezas ó del consumo.


Conocido el modo con que se forman y distribuyen las riquezas, solo nos resta examinar los diferentes usos que hacemos de ellas y las consecuencias ó efectos que resultan de cada uno, para acabarnos de formar una idea completa de los progresos sucesivos de la sociedad y discernir las cosas que son realmente útiles ó perjudiciales tanto para el público como para los individuos. Si en las dos partes que preceden hubiésemos espuesto y percibido la verdad, no nos estraviaremos en esta, porque todo se nos presentará distintamente, y hasta las mayores dificultades se desvanecerán por sí mismas; mas si por el contrario no la hubiésemos   —75→   conocido completamante por no haberla estudiado en sus primeras causas, ó si nuestras investigaciones hubiesen sido superficiales ó las hubiese descaminado el espíritu de sistema, entonces á cada paso daremos nuevos tropiezos, y no siempre podremos evitar la oscuridad y confusion, que es lo que en efecto ha sucedido á otros muchos aun de los mas capaces y sábios. El lector juzgará de esto.

El hombre no puede crear ni aniquilar, pero sí puede producir ó destruir la utilidad de las cosas. Desea, porque tiene necesidades naturales y factícias; busca los medios propios de satisfacerlas, y usando de ellos los disminuye ó destruye, tege, por egemplo, su lino y se hace de él sus camisas para abrigarse, pero usándolas se deterioran. Siembra el grano ó las semillas, y mediante la accion combinada de la tierra y sus abonos, del ayre   —76→   y del agua produce materias alimentícias, pero manteniéndose con ellas es indispensable que se destruyan ó que se conviertan en gas y en estiercol, que después servirá para producir otras materias. Este destruir es lo que llamamos consumir, y asi el consumo es el fin á que aspira la produccion, pero esta le es contraria: de donde se sigue que toda produccion aumenta nuestra riqueza, y todo consumo la disminuye: tal es la ley general.

Pero no todos los consumos son de una misma especie; hay unos que son aparentes, otros muy reales y aun muy destructivos, y finalmente otros provechosos. Estas variaciones dependen de las diferentes clases de consumidores y de la naturaleza de las cosas que consumen; por lo tanto es menester estudiarlas y distinguirlas bien para comprender los efectos generales que produce el consumo en general sobre la masa total de las   —77→   riquezas. Comencemos pues por la discusion de todos y cada uno de los consumidores: aventuro esta espresion discutir, porque me parece que es la que espresa mejor el obgeto que me propongo.

Es una verdad unánimemente reconocida, que todos nosotros somos consumidores, porque todos tenemos necesidades que no podemos satisfacer sin consumir alguna cosa, y que asimismo somos propietarios porque todos poseemos algunos de los medios indispensables para satisfacer aquellas, aunque no sean mas que nuestras fuerzas y capacidad individuales; pero vimos mas arriba que las riquezas se distribuyen con tanta desigualdad entre los hombres á medida que se van acumulando, que son muchos los que no perciben parte alguna de estas riquezas acumuladas, y de consiguiente que no poseen mas que sus fuerzas individuales. El único tesoro de estos infelices es el trabajo   —78→   diario de sus manos, con el cual ganan un salario y hacen frente á sus consumos, y por esta razon los llamamos entonces especialmente asalariados.

¿Mas de donde salen estos salarios? Claro es que salen de las propiedades que tienen los que compran su trabajo, ó lo que es lo mismo de los fondos que tienen de antemano y pueden anticipar, los cuales son realmente los productos acumulados de trabajos anteriores; de donde se deduce que estos productos ó estas riquezas son las que pagan el consumo de los asalariados, ó las que los mantienen. Verdad es que ellos gastan sus salarios, pero el dinero que gastan, que es su consumo, es una parte de los fondos acumulados de los que los emplean, y de consiguiente estos y no aquellos son los que pagan el consumo. En efecto los obreros dan con la una mano lo que reciben con la otra, y aun cuando no gasten el total   —79→   de sus salarios y vayan haciendo sus pequeños ahorros para incorporarse en la clase de capitalistas, y hagan despues gastos con sus propios fondos, como que estos originariamente proceden de los fondos de las personas que los asalariaron deben considerarse como parte integrante de los gastos de estas. Conviene mucho simplificar las cosas y reducir las clases á las menos posibles en todos los cálculos económicos; porque si fuésemos á distinguir tantas cuantas pueden ser las pequeñas diferencias posibles, llegariamos á hacer una lista infinita de ellas, y las complicariamos hasta el punto de no podernos entender: asi debemos prescindir y contar por nada el consumo inmediato de los asalariados como asalariados; considerando no solamente lo que gastan sino todo lo que ganan como, el gasto real y consumo propio de los que compran su trabajo. Y no se crea que esto es una mera   —80→   abstraccion, pues por el contrario, es un principio tan cierto que todo el que quiere saber si este consumo es mas ó menos destructivo de la riqueza adquirida, ó si naturalmente tira á aumentarla como sucede frecuentemente, comienza examinando el uso que los capitalistas hacen del trabajo que compran: por lo tanto debemos estudiar antes de todo el consumo de estos capitalistas.

Dejamos ya dicho que hay dos especies de capitalistas, los unos ociosos y los otros activos: aquellos disfrutan de una renta fija independiente de su trabajo en el hecho de suponerlos ociosos, la cual consiste en el alquiler de sus capitales, ora muebles ó dinero, ora bienes raices que alquilan á los que los emplean por sí mismos mediante su industria; y de consiguiente esta renta es una parte de los productos que crea la aplicacion y la actividad de los industriosos: pero no es   —81→   esta la consecuencia que debe llamar por ahora nuestra atencion. ¿Cual es el empleo ó el uso que se hace de esta renta? Esto es lo que nos interesa saber, y la respuesta es muy sencilla. Esta renta pertenece á los holgazanes, y asi es claro que no servirá para dirigir ningun trabajo productivo: lo que hacen es asalariar con ella una porción de obreros que se ocupan esclusivamente en procurarles las cosas de que han menester para los regalos y delicias de la vida; pero estas cosas pueden ser infinitamente varias segun son las necesidades, antojos y aun los medios de los consumidores; porque los que tienen pocos medios se ciñen á las absolutamente precisas para la satisfaccion de sus necesidades mas urgentes, al paso que los mas ricos las estienden segun sus fuerzas á las cosas mas delicadas y esquisitas para contentar los caprichos de un lujo desmedido y desenfrenado. Mas cualesquiera   —82→   que sean los gastos de estos ociosos, todos ellos se asemejan en que se encaminan á la satisfaccion de sus necesidades personales, y de consiguiente en que todos mantienen una poblacion numerosa que para merecer esta retribucion pone de suyo un trabajo absolutamente estéril. Puede suceder muy bien que no siempre sea estéril este trabajo ni de consiguiente infructuosos todos los gastos de aquellos, porque en efecto alguna vez les ocurre el pensamiento de edificar una casa ó mejorar una tierra, &c. y en todos estos casos particulares salen estos consumidores de la clase de ociosos, entran aunque momentáneamente en la de los directores de empresas útiles, y asalarían como estos un trabajo productivo; pero fuera de estos casos bastante raros, todo el consumo de esta clase de capitalistas es absolutamente una diminucion de las riquezas adquiridas y de consiguiente   —83→   una pérdida real para la reproduccion: no obstante, ellos podran regalarse cuanto quieran mientras no gasten mas que sus rentas, pero si llegan á cercenar sus capitales para sostener su consumo, como que no tienen con que reemplazar la parte que cercenan y desperdician es inevitable que su consumo, exagerado momentáneamente, venga á cesar del todo.

La segunda clase de capitalistas que emplea ó compra el trabajo de los asalariados, se compone de todos aquellos que antes llamamos activos: asi comprende todos y cada uno de los empresarios de industria, es decir, las personas que poseedoras de algunos capitales mas ó menos grandes, los emplean por sí mismos mediante su habilidad y trabajo, en vez de alquilarlos á otros; de donde se sigue que todas ellas viven de ganancias y no de salarios ni de rentas. Estos hombres no solo hacen producir á sus propios   —84→   capitales sino tambien á los de los ociosos, tomando en alquiler sus tierras, casas y dinero, sirviéndose de estas cosas para producir alquiler que estipulan, y ademas las ganancias correspondientes á su industria33; y así puede decirse que esta clase activa y laboriosa tiene en sus manos casi todas las riquezas de la sociedad. Consume anualmente no solo la renta de estas riquezas sino las mismas riquezas, y   —85→   cuando son rápidos los progresos del comercio, porque se le abandona á toda su libertad y se estimulan y fomentan las grandes especulaciones útiles, las suelen tambien consumir muchas veces al año, pues como son industriosos no hacen gasto alguno sino para recobrarle con mayor provecho, y cuantos mas capitales consuman ó empleen con esta condicion tanto mayores serán sus ganancias: así el consumo de esta clase es inmenso, y prodigiosamente grande el número de asalariados que mantiene.

Mas este enorme consumo tiene dos partes que deben distinguirse. La una es la que consumen estos industriosos para mantenerse y mantener á sus familias, la qual se destruye y pierde absolutamente como la de los capitalistas ociosos, aunque siempre es mas moderada que la de estos, siendo por lo regular mucho mas modestos y sóbrios, y no tan ricos. La   —86→   otra es la que consumen para sostener su industria y hacer frente á los servicios que exige, la cual aunque realmente se destruye no es difinitiva su destruccion: lejos de eso la recobran con los aumentos que han adquirido; mas para que pueda sostenerse su industria con el valor de estos provechos ó con estas ganancias, es indispensable que sean á lo menos equivalentes, no solo á las cosas que destruye el consumo personal y difinitivo de los industriosos, sino tambien al valor del alquiler de las tierras y dinero que tuviesen que pagar á los capitalistas ociosos, el cual es el que constituye la única renta de éstos y el único fondo que tienen para hacer frente á sus gastos anuales; porque en efecto, si las ganancias de los capitalistas activos no alcanzasen á cubrir todos aquellos gastos, tendrian que gastar de sus capitales, y de consiguiente reducir sus empresas, asalariar   —87→   menor cantidad de trabajo, y al cabo se disgustarian de asalariar y dirigir un trabajo inútil; pero si por el contrario fuesen mayores que sus gastos, aumentarán sus fondos, podrán dar mas estension á sus especulaciones, y asalariar mayor cantidad de trabajo en el caso de poderle emplear útilmente.

Se me preguntará acaso, ¿pues como es que estos empresarios de industria pueden tener ganancias tan crecidas?, y en caso de tenerlas ¿de donde podrán salir? La respuesta es sencillísima. Ganan vendiendo sus productos por un valor mayor que el que costó su produccion. Venden los nuevos productos: 1.º una parte de ellos á sí mismos para cubrir la que consumieron en la satisfaccion de sus necesidades, y la pagan con una porcion de sus ganancias: 2.º otra parte á los asalariados, asi á los que ellos asalarían como á los que asalarían los capitalistas   —88→   ociosos, y de todos estos asalariados recobran por este medio la totalidad de sus salarios, esceptuados los cortos ahorros que hubiesen podido hacer de ellos: 3.º otra parte á los capitalistas ociosos, quienes les pagan con aquella parte de su renta que les sobró despues de pagar á los asalariados que emplearon directamente: de modo que toda la renta que los empresarios pagan á estos capitalistas vuelve á sus manos de una de estas dos maneras.

Así se completa este movimiento perpetuo de las riquezas, que bien ó mal conocido, se ha acertado con su nombre propio, llamándole circulacion, porque realmente es un movimiento circular34   —89→   que lleva las cosas al punto de donde partieron, el cual está situado en donde se verifica la produccion. Los empresarios de industria son propiamente el corazon del cuerpo político y sus capitales la sangre que mantiene la vida, pues con ellos pagan los salarios á la mayor parte de los asalariados, sus rentas á todos los capitalistas ociosos poseedores ya de tierras ya de dinero, y por medio de estos los salarios á todos los demas asalariados; pero todas estas cantidades vuelven á sus manos mediante los gastos que hacen todos esos individuos, los cuales les pagan los productos que han obtenido por medio de sus inmediatos asalariados, á un precio que escede el importe de estos salarios y de la renta de las tierras y del dinero que tienen tomado en alquiler.

Pero se me opondrá: si esto fuese así y los empresarios de industria recogiesen efectivamente cada año mas de lo que   —90→   han gastado, hubiera venido a parar en su poder al cabo de cierto número de años toda la riqueza pública y no habria mas que dos solas clases en la sociedad, la de los asalariados que no pueden hacer anticipacion alguna, y la de capitalistas empresarios. No hay duda en que este seria el curso regular de las cosas si no viniesen á torcerle algunas circunstancias particulares. Los empresarios y sus herederos no siempre trabajan con igual aplicacion; las riquezas traen comunmente consigo el aborrecimiento al trabajo; asegurada una vida cómoda y regalada se mira con tédio todo lo que no es gozar; el hábito del placer acarrea mil necesidades factícias; los hijos abandonan la profesion de sus padres, y al cabo vienen á engrosar la clase de los capitalistas ociosos. No obstante esta frecuente emigracion de una clase á otra observamos que en aquellos paises donde la industria abandonada á sí   —91→   misma y libre de trabas y perturbaciones ha podido prosperar, se han aumentado sus capitales no solamente en razon de la riqueza sino en una proporcion todavia mayor. Véase sino cuan pequeños eran los capitales de la industria en toda la Europa hace tres ó cuatro siglos en comparacion de las inmensas riquezas de esos hombres opulentos que son los capitalistas ociosos, y cuanto se han multiplicado y aumentado en nuestros dias aquellos al paso que las riquezas de estos se han disminuido; y aun seria mucho mas sensible este efecto de la industria si los gobiernos no cercenasen contínuamente los capitales que la alimentan por medio de infinitos impuestos que gravitan particularmente sobre la clase industriosa; pero no anticipemos las materias: hablaremos de esta en su debido lugar.

No me parece necesario advertir que   —92→   en la infancia de las sociedades cuando las riquezas no se habian aun distribuido con la desigualdad que vemos, apenas debia haber simples asalariados ni menos capitalistas ociosos; porque trabajando cada uno para sí mismo y trocando sus productos por los de sus vecinos, todos serian realmente empresarios ó momentáneamente asalariados cuando con cualquier ocasion trabajasen en beneficio de otros mediante una recompensa. Aun cuando empezaron á distribuirse las riquezas con desigualdad y naturalmente debieron irse separando los estados y condiciones segun los mas ó menos medios de cada uno, pudo un mismo hombre pertenecer y realmente perteneció al mismo tiempo á muchas clases: asi un simple asalariado que ha hecho sus pequeños ahorros y dádolos á interes, es un capitalista ocioso considerado por este respecto como lo es el empresario que   —93→   tiene una parte de sus fondos realizados en tierras que ha arrendado; y este mismo propietario de estas tierras ó el censualista, si tienen al mismo tiempo empleos públicos, son propiamente unos simples asalariados. Pero siempre será cierto que los que se mantienen de salarios, de rentas y de ganancias, forman tres clases esencialmente distintas, y que estos últimos son los que sostienen á todos los demas, aumentan la riqueza pública y crean todos nuestros medios de subsistir y nuestros goces: lo cual no puede menos de ser asi puesto que el trabajo es el manantial de la riqueza, y ellos únicamente son los que dan una direccion útil al trabajo actual haciendo un uso productivo del trabajo acumulado.

Véase pues cuan enlazado está el consumo de las riquezas segun le acabamos de considerar, con lo que digimos   —94→   sobre su produccion y distribucion35, y al mismo tiempo con cuanta claridad hace comprender el órden con que marcha la sociedad. ¿De dónde puede venir, este cúmulo de luces y esta reciprocidad entre las diferentes partes de la economía política? Viene de que hemos encontrado la vedad. Esto recuerda el efecto que hacen aquellos espejos que colocados en su verdadero punto de vista nos representan los obgetos como son en sí con todas sus proporciones y lineamentos, pero que puestos demasiado cerca ó demasiado lejos de nosotros nos los pintan desunidos y confusos. Del mismo modo sucede aqui, porque despues de haber conocido que nuestras facultades son   —95→   nuestra única riqueza primitiva; que nuestro trabajo es el que produce las demas, y que todo trabajo bien dirigido es productivo, todo se esplica por sí mismo con admirable facilidad; pero si nos hubiésemos empeñado, á egemplo de muchos escritores políticos, en no mirar como productivo sino el trabajo de la industria rural, ó en no reconocer otro manantial de las riquezas que el consumo, entonces hubiéramos encontrado á cada paso oscuridad y confusion, y al fin nos hubiéramos perdido en un intrincado laberinto. La primera opinion de estas dos, á saber, que solo es productivo el trabajo de la industria rural la tengo ya refutada, y muy luego examinaré la segunda, esto es, si el consumo es ó no el único manantial de las riquezas. Por ahora deberemos contentarnos con deducir estas importantísimas consecuencias: 1.ª que son tres las clases de los consumidores,   —96→   á saber, asalariados, propietarios ociosos y empresarios de industria: 2.ª que el consumo de los asalariados es real y difinitivo; pero que no debemos contar con él siendo una parte integrante del consumo de los que los asalarian: 3.ª que es difinitivo y destructivo el de los propietarios ociosos,: 4.ª que el de los empresarios es productivo por cuanto le reemplaza una produccion mayor.

Si el consumo varía segun son las clases de los consumidores tambien varía segun la naturaleza de las cosas que consumen; porque aunque es verdad que todas ellas representan un trabajo, tambien lo es que el valor de este se encuentra fijado mas sólidamente en unas que en otras. Tanto trabajo, por egemplo, puede costar el hacer un árbol de fuego como el hallar, pulir y cortar un brillante, y de consiguiente tanto valor puede tener aquel como este; pero á la media   —97→   hora de haber comprado, pagado y usado estas cosas, nada me queda del árbol de fuego, al paso que conservo todo el valor del brillante; y aun puede ser un recurso para mis viznietos cuando se encuentren en alguna necesidad, aunque yo, mis hijos y nietos le háyamos usado diariamente para nuestro adorno durante un siglo. Lo mismo podemos decir de todos los productos que se llaman inmateriales; porque un descubrimiento es de una utilidad eterna, y una obra de ingenio ó una bella pintura son de una utilidad mas ó menos duradera, al paso que la de un sarao, un concierto ó un espectáculo son instantáneas y fugaces: otro tanto puede decirse de los servicios personales de los médicos, abogados, militares, criados y generalmente de todos los que llamamos empleados, porque todos ellos son útiles solo en el momento que se los necesita.

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Asi son dos los estremos entre los cuales estan situadas todas las cosas consumibles, el de la duracion mas larga y el de la duracion mas corta. Segun estos principios no puede haber ya dificultad en comprender que el consumo mas rápido es el mas ruinoso, porque es el que destruye mas trabajo en el mismo tiempo, ó una cantidad igual de trabajo en menos tiempo; que el mas lento comparativamente al rápido es como un tesoro que se va acumulando para disfrutar en el tiempo venidero los goces de una parte de nuestros actuales sacrificios. Es tan claro esto que no necesita probarse, porque no hay quien ignore que es mucho mas económico comprarse por el mismo precio un vestido que dure tres años que otro igual que dure tres meses: asi esta es una verdad generalmente conocida; pero lo estraño es que la conozcan y confiesen aun aquellos mismos que miran   —99→   el lujo como una causa de la riqueza, porque si tan buena cosa es destruir, parece que nunca podríamos escedernos en esto y deberíamos imitar á aquel que hacia pedazos sus muebles con el fin, segun decia, de promover la industria.

Ahora que ya tocamos esta materia no se cómo acercarme á esa que quieren llamar gran cuestion del lujo, sobre que tanto y tan frecuentemente se ha disputado por muchos filósofos célebres y famosos politicos, ó mas bien no se por donde deba comenzar para hacer ver que acerca de ella puede haber materia de duda, y presentar siquiera como algo plausibles las razones de aquellos que sostienen que el lujo es útil, los cuales á pesar de esto son en gran número; porque cuando se llega á una materia despues de haber aclarado suficientemente las que preceden, y que estan necesariamente enlazadas con ella, no es posible que ocurra   —100→   dificultad, y los problemas mas complicados se resuelven por sí mismos inmediatamente que se los propone, como sucede en el caso presente.

Con efecto, quien dice lujo, dice consumo supérfluo y aun estremado: todo consumo es destruccion de utilidad; luego es imposible que una destruccion estremada sea causa de riqueza ó sea una produccion. Esto repugna al entendimiento.

Pero se nos dice como cosa de mucha importancia que aunque el lujo empobrece á los estados pequeños, enriquece á los grandes; ¿mas qué influencia puede tener en esto la mayor ó menor estension? ¿ó cómo es posible concebir que lo que arruina á cien hombres, los pudiese enriquecer si fuesen doscientos?

Dicese tambien que el lujo mantiene una grande poblacion. No hay duda   —101→   en que tanto el lujo de los ricos como el simple consumo de los ociosos que viven de sus rentas, sostienen un número muy considerable de asalariados; ¿pero qué es del trabajo de estos asalariados? Los que los asalarían consumen el resultado de él y nada queda; ¿y con qué pagan este trabajo? con sus rentas, esto es, con riquezas adquiridas, de las cuales muy pronto no quedará tampoco nada, y de consiguiente en vez de aumento hay realmente en este caso una destruccion de riquezas; pero pasemos mas adelante: ¿de donde les vienen á estos ociosos sus rentas? ¿no son las que les pagan los que hacen uso de sus capitales, tornándolas de las ganancias que hacen? ¿y estos no son los que con fondos que tomaron alquilados asalarían un trabajo que produce mas de lo que costó, en una palabra los industriosos? Asi para que encontremos el verdadero manantial   —102→   de las riquezas, es indispensable que subamos siempre hasta estos industriosos, que son los únicos que realmente mantienen aun á los asalariados de quienes los otros se sirven.

Pero el lujo, dicen, anima la circulacion; y yo digo que estas palabras nada significan sino que se olvida lo que es circulacion. Aunque ya hemos hablado de esto, no obstante será conveniente traerlo á la memoria, y si es posible ponerlo al alcance de todos. Con el auxilio del tiempo, de la sobriedad y parsimonia, se han ido acumulando riquezas en mayor ó menor cantidad; porque no consumiéndose todo lo que se produjo se conservó siempre una parte de los trabajos anteriores. Los que entran á poseer estas riquezas, ó se contentan con comerse las rentas que les pueden producir, como hacen los capitalistas ociosos, ó las emplean por sí mismos, y aun   —103→   toman otras alquiladas, empleando unas y otras en asalariar el trabajo que las reproduce con ganancia, como hacen los capitalistas activos. Con estas ganancias que tienen, pagan sus propios consumos, y costean los de los demas; y mediante estos consumos se reembolsan de sus fondos empleados en la produccion anterior con alguna ganancia, y vuelven á comenzar sus operaciones. Pues esto es cabalmente lo que constituye la circulacion, la cual no tiene mas fondos que los de los industriosos: se aumenta cuando se aumentan estos, y se acelera., lo que es tambien aumentarse, cuando los reembolsos son mas frecuentes; porque es claro que si se reembolsasen de sus fondos al cabo de medio año, en vez de reembolsarse al año, podrian emplearlos dos veces en este tiempo, y las ganancias serian proporcionadas á un capital doble; pero los capitalistas ociosos no   —104→   pueden hacer lo mismo, porque en suposicion de ser ociosos, han de comerse sus rentas de una manera ó de otra, y si comen en un año mas de lo que permiten sus rentas, ó han de comer menos en el siguiente ó han de tener que gastar de su capital. No hay remedio, es menester que vendan una parte de sus fondos; pero estos no se pueden comprar sino, ó con los capitales propios de los industriosos, ó con los agenos que hubiesen tomado á alquiler, y que pagaban un trabajo que ya no podrán pagar, y un trabajo mucho mas útil que el que pueden asalariar los pródigos: de consiguiente esta operacion no es un aumento de la masa total del gasto, sino una mudanza ó traslacion de fondos de una mano á otra, y ciertamente perjudicial. Esto prueba que ni aun arruinándose los ricos ociosos pueden aumentar la masa de los salarios y de la circulacion:   —105→   nunca podrán hacerlo si no mudan de conducta, arreglando sus consumos con cordura, no gastando todas sus rentas y destinando á lo menos una parte de ellas á gastos reproductivos. Pero de esta manera estarian muy lejos de abandonarse al consumo estremado y supérfluo que le lláma lujo; emplearian por el contrario sus fondos en algunas especulaciones ventajosas, y pasarian á colocarse en la clase de los hombres industriosos y de provecho para su pais.

Montesquieu, que fuera de esto entendia muy mal las materias de economia política36, creía que las profusiones de los ricos eran sumamente útiles; porque como dice en el libro 6.º capítulo 4.º, «si los ricos no gastasen mucho,   —106→   los pobres moririan de hambre». Estas palabras y otras muchas suyas, prueban que no sabia absolutamente ni de donde provienen las rentas de los ricos, ni el término adonde van á parar. Repitámoslo otra vez: las rentas de los ociosos no son sino rentas que se sacan de la industria, porque solamente ella las puede crear: sus poseedores nada pueden hacer para aumentarlas; no hacen mas que distribuirlas y no pueden hacer otra cosa; porque sino las gastan por entero para procurarse las comodidades y regalos de su vida, á no ser que las arrojen al rio ó entierren el escedente de ellas, lo que seria un capricho muy raro, tendrán que darle en alquiler á un industrioso para que le emplee con fruto, procurando de este modo á la industria nuevos capitales. De aqui se deduce que aun economizando, asalarian siempre la misma cantidad de   —107→   trabajo; pero con la diferencia de que asalarian un trabajo útil en vez de otro inútil, y que mediante las ganancias mas crecidas que se facilitan se crean una nueva renta con que podrán aumentar sus consumos en lo venidero.

El lujo ó el consumo escesivo y supérfluo para nada es bueno, hablando económicamente. La única utilidad que puede traer es sacar de las manos de los holgazanes unos capitales mal empleados y ponerlos en las de los capitalistas activos, para que aplicados á la industria puedan rendir algunas ganancias, facilitar ahorros y crear con el tiempo otros nuevos capitales igualmente productivos; pero esta utilidad es indirecta. No es esta tampoco la razon que movió á Montesquieu á sostener las ventajas del lujo, pues cabalmente destruye su opinion; porque despues de decirnos que el lujo es ventajoso especialmente en una monarquía,   —108→   añade que la perpétua conservacion de unas mismas familias con todo su lustre y esplendor es una circunstancia esencialmente indispensable á esta clase de gobierno; ¿y cómo podrá verificarse esto si sus capitales pasan á manos de los industriosos para alimentar la industria? A mi me parecen incontestables las razones en que se funda Say para destruir la opinion que comunmente se tiene del lujo. El gusto, dice, de los dispendios supérfluos nace de la vanidad, y no es posible que le tenga la clase superior sin que se pegue como si fuese un contagio á todas las demas en que es todavia mas funesto, porque no teniendo tantos medios como aquella, absorve los fondos que se empleaban con mas juicio, sustituye gastos inútiles á gastos útiles, y de este modo deja en seco el verdadero manantial de las riquezas.

Pero no se han contentado nuestros   —109→   políticos con habernos dicho vagamente que el lujo hace prosperar los estados, que anima la circulacion y que mantiene al pobre, sino que también se han formado allá su teoría, sentando como principio general de ella que el consuno es la causa y aun la medida de la produccion, y de consiguiente que conviene aumentarle mucho, y aun añaden que él solo constituye la enorme diferencia que notamos entre la economia pública y privada. No se atreven á decirnos positivamente que cuanto mas gasta una nacion, tanto mas se enriquece; pero sí creen y quieren que los demas crean que no debe discurrirse del mismo modo acerca de la riqueza pública y privada, decidiendo por último que son unos pobres hombres, unos espíritus muy limitados los que se persuaden sencillamente que la buena economia consiste en todos los ramos y en todos los casos en ser realmente económico, esto   —110→   es, en hacer un buen uso de sus medios37. Pero en todo esto hay un trastorno   —111→   de ideas, como lo veremos si nos tomamos el trabajo de separarlas y estudiarlas una por una.

No hay duda en que el consumo es causa de la produccion en cuanto no producimos sino para consumir, porque si no tuviésemos necesidades no nos tomariamos el trabajo de producir, ni tampoco las cosas serian útiles ni inútiles. Es tambien causa de la produccion en cuanto los industriosos se dan prisa á producir cuando saben que podrán vender sus productos: asi decimos con razon que el único medio de fomentar la industria es dilatar la estension del mercado y aumentar por este medio la facilidad de las salidas, y es claro que mirado asi el consumo es igualmente la medida de   —112→   la produccion, porque esta cesa en el mismo punto en que cesa la venta. Por la misma razon decimos que los establecimientos industriales nunca pueden pasar de cierto término fijo, que es aquel donde cesan las ganancias; porque fuera de este el valor de lo que se produce no equivale al de lo que se consume; pero de aqui no se deduce ni con respecto á las naciones ni á los individuos, que gastar sea enriquecerse, que se pueda aumentar los gastos como se quiera, ni tampoco que el lujo los aumente, porque realmente no hace mas que sustituir unos por otros. Siempre es indispensable volver á la produccion como al punto de donde se parte. Para gozar es preciso producir, este es el primer paso; pero como no se produce sino por medio de riquezas adquiridas y acumuladas, cuantas mas hubiese, mas medios habrá de producir, y aunque se consuman en gastos productivos   —113→   no por eso se destruyen, puesto que vuelven á reproducirse con ganancia; y asi no se puede gastar anualmente mas que esta ganancia anual, porque cuanto mas se gaste en cosas inútiles, tanto menos quedará para las útiles, y en el caso de gastar mas de lo que se gana, es indispensable tocar al capital, y esto disminuirá forzosamente la reproduccion y los consumos sucesivos; pero si por el contrario se gasta menos y se ahorra mas, podrán aumentarse los capitales y la reproduccion y el consumo. En una palabra, el consumo no es riqueza ni causa de la riqueza: no hay otro consumo útil considerado con respecto á la economia, que el que se reproduce con ganancia.

Nunca podrán los sofismas, por especiosos que sean, conmover unas verdades tan sólidamente establecidas como estas, y si hasta ahora no se han conocido bien, es porque se ha tomado equivocadamente   —114→   el efecto por la causa, y lo que todavia es peor un efecto desastroso por una causa benéfica. Se observó que al paso que una nacion se iba enriqueciendo se iban tambien distribuyendo las riquezas entre sus miembros con mucha desigualdad, y que los mas ricos de ellos se entregaban á un lujo escandaloso, y se juzgó equivocadamente que la desigualdad por una parte y el lujo por otra eran las verdaderas causas de lo que se creia prosperidad, sin reparar en que asi aquella como este son unas verdaderas calamidades inherentes á la prosperidad38; que las riquezas que los acarrearon se habian adquirido   —115→   y acumulado mucho antes que comenzasen á existir, y que si todavia siguen aumentándose los fondos es á despecho de esos vicios de la sociedad, y en fuerza de los preciosos hábitos de actividad y economía que no pudieron destruir enteramente; pero los intereses personales de los hombres poderosos contribuyen siempre á acreditar el error. No quieren convenir en que su existencia es un verdadero mal y en que sus descabelladas disipaciones son tan inútiles como sus personas; muy por el contrario, se creen hombres de provecho, y se esfuerzan á deslumbrar é imponer con el estruendo y boato de su desatinado lujo; y si se les escucha les oireis decir que devorando una porcion inmensa de medios de existencia hacen un servicio señalado al estado, y que ellos solos son los hombres verdaderamente útiles, y aun consideran en sí mismos como un   —116→   gran mérito el saber disipar grandes riquezas39. Por otra parte los que dependen de ellos y á quienes imponen con   —117→   su grandeza, no se paran á examinar si el dinero que disipan pudiera ó no emplearse en cosas mas útiles ó en mantener infinitas familias que quizas estarán sumidas en la miseria, porque nada de esto les tiene cuenta : desean por el contrario que desperdicien cada dia mas para que asi se aumenten sus ganancias; porque temen que faltándoles esta mina quedarán sin recursos, no alcanzando á ver el que pudiera substituirlos. Asi es como se alucina al pueblo y se estravía la opinion general hasta el punto de que   —118→   las mismas víctimas del error y del fáusto de estos hombres poderosos sufran el mal sin poder atinar con la causa. Sin embargo, es muy cierto que el consumo vicioso llamado lujo, y en general todo el consumo de los capitalistas ociosos, lejos de ser útil destruye la mayor parte de los medios de prosperidad que tiene una nacion, lo cual es tan cierto como que la esperiencia de todos los dias nos enseña que luego que la industria ó las luces ó ambas cosas juntas libran á un pais de este cruel azote, inmediatamente acuden á él las riquezas y adquiere un aumento de fuerzas maravilloso.

Lo que la razon nos demuestra la historia lo confirma con hechos; porque ¿cuándo hizo la Holanda aquellos esfuerzos tan estraordinarios que todavia nos parecen increibles? Cuando sus almirantes vivian como los simples marineros: cuando todos los brazos de sus ciudadanos   —119→   estaban empleados en enriquecer ó en defender el estado, y ningunos en criar tulipanes y en espender el dinero en pinturas inútiles. Los azarosos sucesos políticos y comerciales que han seguido á esta época de prosperidad y de gloria, aunque estraordinariamente grandes, no han podido cambiar aquel espíritu de sobriedad y economía que fué el manantial de sus riquezas, y por eso una nacion que apenas podria vivir de los productos de su territorio, si sus hábitos y costumbres fuesen semejantes á las de muchas naciones europeas, conserva todavia el poder que dan las riquezas; pero haced de Amsterdan una corte galante y magnífica, cambiad sus buques en vestidos ricamente bordados, convertid sus almacenes en salones de bayle, y vereis si dentro de pocos años tiene medios ni aun para oponer diques á las irrupciones del mar.

¿Cuando comenzó á desplegarse tan   —120→   maravillosamente la industria de la Inglaterra, aun á pesar de los graves descuidos de su gobierno y de las calamidades que acarrearon? ¿Fué acaso bajo Cromwel ó bajo Cárlos II.? Sé muy bien que las causas morales son todavia mas poderosas que los cálculos económicos; pero sé tambien que estas causas morales en tanto aumentan prodigiosamente los recursos en cuanto encaminan todos los esfuerzos individuales ácia obgetos útiles y sólidos, y esta es la razon por qué nunca faltan medios al estado ni á los particulares para las grandes empresas, porque no los han disipado en fruslerías.

¿Por qué los ciudadanos de los Estados Unidos de la América septentrional doblan cada veinte y cinco años su cultivo, su industria, su comercio, su riqueza y poblacion? Porque no hay alli holgazanes, y porque los ricos hacen muy   —121→   pocos gastos supérfluos. No hay duda en que los favorece tambien mucho su posicion: tienen tierras en abundancia que se ofrecen gustosamente á recibir y recompensar los trabajos del labrador; pero con todo eso si trabajasen poco y gastasen mucho, todas estas tierras quedarian baldías, y de consiguiente se empobrecerian, desfallecerian y vendrian á ser al cabo tan pobres y miserables como lo son los individuos de otras muchas naciones aunque sean particularmente favorecidas por la naturaleza.

Pero valgámonos de un egemplo mas moderno y mucho mas sensible que todos estos. La Francia no era por cierto tan pobre bajo su antiguo gobierno como lo han intentado persuadir muchos escritores franceses, aunque no puede negarse que su estado no era floreciente. Su poblacion40   —122→   y agricultura no eran retrógradas, sino estacionárias, esto es, no hacian progresos algunos, ó si los hacian eran tan imperceptibles que no podian balancear con los que hacían al mismo tiempo muchas naciones vecinas, y de consiguiente poco proporcionados á las luces del siglo. Ademas estaba empeñada; no tenía el crédito, ni los fondos necesarios para hacer frente á los gastos útiles; no podia sostener las obligaciones ordinarias de su gobierno, y mucho menos hacer gastos estraordinarios y grandes esfuerzos con respecto á las demas naciones: en una palabra, á pesar del talento, número y actividad   —123→   de sus habitantes, de la riqueza y estension de su suelo, y de los beneficios de una larga paz muy poco turbada, apenas ocupaba el puesto que la correspondia entre las naciones rivales, de las cuales era poco respetada y nada temida.

Pero vino la época de la revolucion, durante la cual sufrió todos los males posibles, porque la devastaron guerras atrocísimas, tanto civiles como estrangeras; muchas de sus provincias fueron aniquiladas y sus ciudades reducidas á cenizas, y todas sin escepcion saqueadas por la codicia de los salteadores regimentados, y sus proveedores; se aniquiló enteramente su comercio esterior, y su marina, aunque frecuentemente repuesta, fue destruida; perdió sus colonias que se creian tan necesarias á su prosperidad, y lo que es aun mucho peor, perdió tambien todos los hombres y los tesoros que habia   —124→   prodigado para subyugarlas, y finalmente fué esportado casi todo su numerario, tanto por efecto de la emigracion como del papel-moneda. Sin embargo mantuvo catorce egércitos en tiempos de hambre; y á pesar de todas estas calamidades, sabe todo el mundo que su poblacion y agricultura se aumentaron considerablemente en muy pocos años. En la época misma en que se creó el imperio ¿qué de sacrificios no hizo, á pesar de que su posicion era la misma con respecto á la marina y al comercio estrangero, á que se da tanta importancia, y de no haber disfrutado siquiera de un instante de paz para descansar? Sufrió contribuciones enormes, hizo frente á los gastos inmensos que exigieron las obras públicas, á todo atendió y para nada faltó, sin necesidad de acudir á los empréstitos, y vino su poder á ser tan colosal que dictaba leyes á todo el continente   —125→   de Europa, que infaliblemente hubiera sojuzgado á no haber sido por la marina inglesa. ¿Pues que ha sucedido á este pais que tan pronto ha mudado de semblante? ¿de donde los inconcebibles efectos que hoy vemos? Una sola circunstancia mudó, y esto ha bastado.

Bajo el antiguo gobierno de Francia era muy distinto el órden de las cosas, pues casi todos los trabajos útiles de los ciudadanos se dirigian á producir las riquezas con que se pagaban las grandes rentas de la corte y de la clase poderosa del estado, las cuales se consumian casi por entero en gastos de lujo, esto es, en asalariar una enorme poblacion, cuyo trabajo consistia en crear para estos hombres opulentos las superfluidades del lujo. En un momento pasaron todas estas rentas, parte á las manos del nuevo gobierno y parte á las de la clase laboriosa: mantuvieron como antes á los que   —126→   habian dependido de ellas, pero con la diferencia de que su trabajo se aplicó á la creacion de colas necesarias ó útiles, y asi fueron suficientes para defender el estado de los enemigos esteriores y aumentar sus producciones en el interior41.

Nos asombramos y no sin razon, cuando traemos á la memoria aquella época bastante larga de la revolucion en que por efecto de la conmocion y angustia universal apenas podia hallarse en toda la nacion un solo ciudadano ocioso ni ocupado en trabajos inútiles. Los que antes   —127→   hacian carrozas, hicieron cureñas; los que bordados y punta de encage, paños y lienzos comunes; los que tapizaban magníficamente las antesalas y cámaras de los grandes, hicieron graneros y desmontaron baldíos, y aun los mismos que vivian aletargados en medio de tantas superfluidades tuvieron que dispertar y ocuparse en cosas útiles para vivir: el opulento que mantenia una comitiva de cuarenta sirvientes holgazanes, tuvo que emplearse en una oficina dejando que estos se dedicasen á ganar el pan bajo la direccion de la clase industriosa. Ved aqui el verdadero talisman de los maravillosos recursos que desplega una nacion en estas crisis estraordinarias: ella los tiene siempre; pero no sabe aprovecharse de ellos ni aun los advierte en circunstancias ordinarias, y asi se pasma luego al ver la inmensidad de fuerzas que tenia sin uso.

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Esto es lo único que hay de cierto en todas esas declamaciones de colegio sobre la frugalidad, la sobriedad, la parsimonia, el horror al fáusto y á la opulencia, y todas las demas virtudes democráticas de las naciones pobres y bárbaras que tan ridículamente nos ponderan sin comprender ni sus causas ni sus efectos. No son fuertes porque son pobres é ignorantes, sino porque aprovechan todas sus fuerzas, aunque tienen pocas; asi como el particular que tiene mil pesos y sabe emplearlos tiene mas medios que el que posee cien mil y los pierde á un albur; pero imítelas una nacion rica é ilustrada, y vereis como desarrolla la misma enorme masa de fuerzas que la nacion francesa, la cual produjo efectos muy superiores á los de la república romana, porque tuvo que vencer y echar por tierra obstáculos mucho mas poderosos. Deje la Alemania, por egemplo,   —129→   durante algun tiempo en manos de la clase laboriosa, las rentas que desperdicia en mantener el fáusto de sus pequeñas cortes y de sus ricas dignidades, y se verá si es ó no una nacion fuerte y formidable. Pero supóngase por el contrario que en una nacion regenerada se introdujese el antiguo y vicioso órden de cosas: que una gran parte de sus riquezas volviese á manos de los ociosos: que el gobierno comenzase otra vez á elevar sus privados á la opulencia, y á derrochar inmensas sumas en cosas inútiles, vereis entonces renacer inmediatamente á pesar de cuantas ventajas hubiese logrado, la estenuacion en medio de los recursos, la miseria entre las riquezas, y la debilidad entre todos los medios de fuerza y de poder.

Acaso se me dirá que yo atribuyo á la sola distribucion del las riquezas, y al empleo del trabajo que asalarian los efectos   —130→   de infinitas causas morales que tienen una influencia poderosa. No niego yo la existencia de semejantes causas, porque las veo como todo el mundo, pero esplico sus efectos: asi convengo desde luego en que el entusiasmo de la libertad interior y de la independencia esterior; la indignacion contra una opresion injusta y contra una agresion aun mas ofensiva que ella pudieron únicamente causar en Francia el gran trastorno que se vió entonces; pero sostengo al mismo tiempo, que en tanto procuró este trastorno mil medios útiles á las pasiones, á pesar de los errores y crímenes á que las arrastró su misma impetuosidad, en cuanto produjo un uso mejor de todas las fuerzas; porque todo el bien de las sociedades humanas consiste en la buena aplicacion del trabajo, asi como todo el mal en el desperdicio de él: lo cual no quiere decir otra cosa sino   —131→   que cuando los miembros de una sociedad se ocupan en producir las cosas necesarias para la satisfaccion de las necesidades, hay medios para satisfacerlas; pero cuando se pierde inútilmente el tiempo es preciso que se padezca. Vergüenza es tener que probar una verdad tan palpable como esta; mas no olvidemos que es fecundísima é importantes las consecuencias que se derivan de ella.

Se pudiera escribir muy bien una obra entera sobre el lujo, que no dejaria de ser útil, siendo esta una materia que nunca se ha tratado con juicio. Se probaria que el lujo, esto es, la aficion ó el gusto de dispendios supérfluos es hasta cierto punto un efecto necesario de la propension natural que tiene el hombre á aumentar los regalos y delicias de la vida cuando tiene medios para ello, y del irresistible poder del hábito, que le hace necesarias las cosas de que ha gozado,   —132→   y le arrastra á ellas aun en las ocasiones en que no se las puede procurar sin sacrificios sensibles: asi vemos que el hombre opulento acostumbrado á la grandeza dificilmente pierde la aficion á cosas supérfluas aun quando se vea en la mendicidad. Por consiguiente el lujo es una consecuencia inevitable de la industria cuyos vuelos corta, y de la riqueza á cuya destruccion se dirige. Asi se ve que cuando una nacion ha decaido de su antigua grandeza, haya sido por un efecto lento del lujo ó por otra causa, siempre sobrevive aquel á la prosperidad que lo produjo, y es un estorbo invencible para que la nacion pueda volverse á levantar, á no ser que algun sacudimiento violento y encaminado á este fin produzca repentinamente una regeneracion completa.

Sentados estos datos deberia considerarse á una nacion en situacion opuesta,   —133→   esto es, cuando va saliendo de la barbarie, puliéndose y ocupando un lugar entre las demas civilizadas, y se haria ver que para que pudiesen ser atinados y completos sus esfuerzos, seria indispensable que los progresos de su industria y de sus luces fuesen mucho mas rápidos que los de su lujo. Acaso sea esta la principal circunstancia á que debió la monarquia prusiana el rápido vuelo que tomó bajo el reinado de su segundo y tercer Rey: egemplo que debe embarazar á los que sostienen que el lujo es necesario á la prosperidad de las monarquias42; y esta misma circunstancia es la que afianza en mi concepto la felicidad de los Estados Unidos; y es muy de temer que no pudiendo la Rusia disfrutar completamente   —134→   de ella, sean dificiles é imperfectas la verdadera prosperidad y civilizacion de esta potencia.

Se deberia despues hablar de las especies mas perjudiciales de lujo, y se podria considerar la poca habilidad y la torpeza en los fabricantes y obreros como un grande lujo en cuanto desperdicia el tiempo y el trabajo, y convendria esplicar con particularidad cómo las grandes fortunas son la causa especial y casi única del lujo; pues es claro que si no las hubiese seria casi imposible concebir su existencia: aun la ociosidad no podria entonces hallar cabida, y esta es una especie de verdadero lujo, porque aunque no sea un empleo estéril del trabajo, es la supresion de él43. Los ramos de industria   —135→   que pueden producir en poco tiempo inmensas riquezas, llevan pues consigo un inconveniente que contrapesa mucho sus ventajas, y por lo tanto no son los primeros que deben fomentarse y estenderse en una nacion que comienza á formarse: tal es, por egemplo, un comercio esterior muy vasto; pero sucede lo contrario en la agricultura, y por lo mismo debe preferirse, porque sus productos son siempre lentos y limitados. La industria rigurosamente tal, como es la fabril, tambien es muy útil, y no está espuesta á riesgo alguno, porque no son escesivas sus ganancias: sus felices sucesos son dificiles de obtener y perpetuar, exigen muchos conocimientos y cualidades estimables, y tienen consecuencias muy importantes para los consumidores procurándoles   —136→   su bienestar. Lo que sobre todo debe apetecerse es la buena fabricacion de cosas de primera necesidad. No escluyo por esto las manufacturas de lujo, pues creo que pueden ser tambien muy ventajosas á una nacion con tal que sus productos sean mercaderias de esportacion y no de consumo, aunque siempre es de temer que la nacion que las produce se embriague con el mismo licor que prepara á las demas. Todas estas observaciones y otras muchas las deberia hacer y desenvolver la obra que se escribiese sobre el lujo, las cuales serian inoportunas en esta, si bien estan ya tocadas aunque por encima en las reflexiones que hicimos en el capítulo X acerca del modo con que se distribuyen las riquezas á medida que se acumulan; pero no es mi obgeto escribir la historia del lujo, sino indicar los efectos que produce sobre el consumo general y la circulacion.

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Por lo tanto me ceñiré á decir por último, que si el lujo es un grave mal considerado con respecto á las relaciones económicas, lo es todavia mucho mas con respecto á las relaciones morales, que son siempre las mas importantes de todas cuando se trata de los intereses del hombre. La aficion á los gastos supérfluos, cuya principal causa es la vanidad, la alimenta y la exaspera; hace los espíritus frívolos é inexactos; corrompe las costumbres, y engendra los vicios que llevan en pos de sí los desórdenes y las dimensiones domésticas; es el escollo donde se estrella la delicadeza y el pudor del bello sexo; hace á los hombres codiciosos y avaros; todo lo deprava, y destierra la probidad, la virtud, y los sentimientos generosos y tiernos del corazon: en una palabra, enerva las almas haciendo pusilánimes los espíritus; y produce estos tristes efectos, no solo en los que se entregan   —138→   á él, sino tambien en los que les sirven y los admiran, en los que los imitan y los envidian, como lo espero hacer ver cuando trate de nuestros intereses morales44: aqui no podia hacer otra cosa que indicarlo, porque no se han de confundir las materias que son diferentes entre sí aunque tengan mucha conexion.

Por lo mismo no examinaré ahora si en la suposicion de que el lujo es perjudicial le deben combatir las leyes ó las costumbres, ni por qué medios puede favorecerse á la produccion y dar una direccion útil al consumo. Esto seria usurpar   —139→   lo que pertenece á la legislacion, de la cual acaso trataré en adelante. En la actualidad debo únicamente limitarme á verificar los hechos.

Me parece que he demostrado sólidamente que no siendo posible gastar mas de lo que se tiene, la produccion será el único fondo del consumo, y de consiguiente que no puede aumentarse este, ni tampoco la circulacion sino aumentando la produccion, y finalmente que destruir no es producir ni gastar enriquecerse. Este corto número de verdades tan sencillas bastará para poner en claro los efectos que producen sobre la prosperidad de las naciones las rentas y gastos de sus gobiernos.



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ArribaAbajoCAPITULO XII

De las rentas y gastos del gobierno y de sus deudas.


Aunque esta materia no es mas que una parte de la que acabamos de tratar, es de suyo tan vasta que para hablar de ella la dividirian muchos escritores en tres libros y subdividirian cada uno en muchos capítulos; mas yo no la separaré de la que precede, porque dependiendo necesariamente de ella se podrá observar mas bien esta dependencia que recíprocamente tienen entre sí, y fuera de eso no puedo menos de considerarlas reunidas formando un conjunto y bajo un aspecto general y comun; pero esto no impedirá que entremos en algunos pormenores   —141→   y distingamos los casos particulares que son realmente distintos, y aun puede ser que lo hagamos con mayor exactitud que se ha hecho hasta ahora.

El gobierno es en toda nacion el mayor consumidor, y asi merece un artículo aparte en la historia de los consumos, sin cuya circunstancia no podria dejar de ser incompleta, pero por la misma razon es indispensable para poder comprender los efectos económicos del gobierno y los de sus recaudaciones y gastos, formarse antes de todo una idea exacta y completa de lo que es el consumo en general, de su base fundamental, y de su curso progresivo.

Aqui vienen á reproducirse por necesidad los mismos errores económicos que dejamos ya refutados; porque los que creen que la agricultura es la sola industria productiva, nos dirán que todos los impuestos recaen por último sobre los   —142→   propietarios territoriales; que sus rentas son la única materia imponible, y de consiguiente que el impuesto justo y útil es únicamente el territorial, y que no deberia haber otros; al paso que los que sostienen que el consumo puede ser una causa directa de la produccion de las riquezas nos dirán que las exacciones que hace el gobierno de los bienes de los particulares, fomentan la industria de estos: que sus gastos son muy útiles en cuanto aumentan el consumo y animan la circulacion; todo lo cual contribuye mucho á la prosperidad pública. Mas para descubrir clarimente el vicio que encubren estos sofismas, nos bastará seguir el mismo camino que elegimos al principio de esta obra, y comenzar estableciendo los hechos.

Toda sociedad política necesita absolutamente de un gobierno, sea de la naturaleza que quiera; porque sus miembros   —143→   deben ser juzgados, administrados, protegidos, defendidos y asegurados de toda violencia, pues para este fin se reunieron en sociedad; luego todo gobierno necesita gastar, y de consiguiente tener rentas; pero no es este punto propio de este lugar, tratándose únicamente de saber qué efectos son los que producen estas rentas y estos gastos en la riqueza pública y prosperidad nacional.

Para juzgar bien de estos efectos es preciso considerarle como á todos los demas consumidores, porque realmente no es sino el mayor consumidor de todos, esto es, que debemos indagar de donde le vienen los fondos de que dispone, y cual es el uso que hace de ellos.

El gobierno considerado como consumidor, no corresponde á la clase de los consumidores industriosos, porque lo que gasta no se reproduce en sus manos con aumento de valor, ni se sostiene de lo   —144→   que gana como el industrioso. Consiguientemente, todo su consumo es muy real y difinitivo, esto es, nada queda del trabajo que asalaria, y destruye las riquezas de que dispone y que realmente existian en la sociedad cuando pasaron á sus manos. Fáltanos pues ver de donde le vienen.

Puesto que la persona moral llamada gobierno no se mantiene de ganancias, se sigue que ha de vivir de rentas. Estas no pueden provenir sino de sus bienes raices, ó de los impuestos.

Si provienen de sus bienes raices, entonces el gobierno es como cualquier capitalista de los que hemos llamado ociosos, porque los arrienda, y percibe un alquiler si son tierras, y si son montes vende anualmente sus cortas. El cuidado que regularmente se tiene de los bosques y que principalmente se dirige á conservar los árboles, no merece el nombre de trabajo industrial; el trabajo verdadero que   —145→   les da valor es el que se emplea en beneficiarlos, cortar la leña, y trasportarla. Si los montes pertenecen á los que los benefician, en este caso toda la ganancia es de ellos: el precio de las ventas que se hacen anualmente debe considerarse como una renta tomada de la industria de este beneficiador, la cual es absolutamente semejante á la que produce la pesca de un rio que se da anualmente en arriendo al que egerce la industria de sacar los peces. Asi pues las ventas procedentes de bienes raices pertenecientes al gobierno son creadas del mismo modo que las de todos los demas bienes rurales por los hombres industriosos que los benefician, y pagadas con sus ganancias.

Es opinion de muchos políticos que el gobierno no debe poseer bienes raices, porque no pudiendo ser generalmente un propietario tan diligente y activo como un particular, tiene que depositar toda   —146→   su confianza en administradores que por buenos que sean son siempre muy caros y poco fieles, y aun lo que haga por sí mismo no lo podrá hacer con tanta inteligencia como cualquier otro propietario. Convengo en que por lo general sucede asi, pero no ne parece que sea este mal de tanto tamaño y trascendencia como se pondera; porque la torpeza y aun ninguna habilidad del gobierno, poco ó nada disminuye la cantidad total de la produccion de sus bienes, puesto que esta no depende de los que los administran sino casi esclusivamente de los que los benefician; y asi puede suceder muy bien que los administradores sean perversos y que las tierras se cultiven y los montes se beneficien con tanto conocimiento y solicitud como los de los particulares, reduciéndose todo el inconveniente que se atribuye á las administraciones á emplear mas brazos de los que se necesitan ó á   —147→   pagarlos mas caros, el cual no es realmente un mal tan grande como se pondera.

Yo opino por el contrario que el gobierno gana mucho en poseer esta clase de propiedades. Ved aqui las ventajas principales que le resultan de esto.

1.ª Hay ciertas producciones que él solo puede conservar en mucha cantidad, como son, por egemplo, las maderas de construccion cuyo producto es muy tardío, y los particulares prefieren siempre en cantidad igual y aun menor aquellos productos que se repiten con mas frecuencia y facilitan nuevos empleos de un mismo capital.

2.ª Puede tambien ser muy útil que posea algunas tierras de cultivo, porque asi podrá conocer mejor los recursos é intereses de las diferentes localidades, y si fuese juicioso y benéfico podrá aprovecharse de estos conocimientos para difundir las luces.

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3.ª Cuando el gobierno posee una porcion grande de bienes raices es menor la cantidad que hay de ellos en circulacion, y siendo siempre muy deseado este ramo de produccion es claro que en igualdad de circunstancias valdrán mas los que se vendan, en razon de ser menor la cantidad ofrecida, esto es, que el particular que emplea una suma de cienmil pesos en estos bienes, se contentará con tres ó cuatro mil pesos de renta en vez de cinco ó seismil, lo cual hará bajar la tasa del interes del dinero en todos los demas ramos de imposicion, y este es un bien sumamente apreciable.

4.ª Y la mas preciosa de todas. Estos bienes producen anualmente al gobierno una renta independiente que no se la quita á nadie, porque es el producto de sus posesiones del mismo modo que lo es la renta de cualquier propietario, y de consiguiente una diminucion de los   —149→   impuestos, pues cuanto mas tenga el gobierno para hacer frente á sus gastos tanto menos tendrá que pedir á los gobernados; y finalmente puede en cualquier apuro enagenarlos y venderlos sin necesidad de recurrir á los empréstitos, que siempre son una calamidad como veremos mas adelante.

Por todas estas razones me parece que es sumamente provechoso que todo gobierno sea un grande propietario, sobre todo de montes y de vastas labores. Lo que hay únicamente de sensible en cuanto á esto es que asi se impediria el que semejantes bienes entrasen en las manos de la clase industriosa; pero ya vimos cuando se trató de la industria rural que la naturaleza de las cosas no permitia que las propiedades de esta clase recayesen en manos de los que las benefician inmediatamente, pues su inmensa estension absorve por necesidad fondos muy considerables   —150→   repecto de la fortuna de un particular; por lo tanto no pudiendo pertenecer estos bienes sino á un capitalista que vive de sus rentas, prefiero que este sea el gobierno.

Por lo demas son muy pocos los bienes raices que poseen nuestros gobiernos modernos; porque aunque todos han tenido sus tierras y bienes de la corona, llamados de patrimonio Real, y han declarado solemnemente que serian siempre sagrados é inagenables, con todo eso, los han enagenado, unas veces para agraciar á sus privados, y otras malvendiéndolos; y asi podemos asegurar que las únicas rentas con que cuentan hoy son los impuestos, de los cuales vamos ahora á hablar.

El efecto inmediato de los impuestos es arrebatar á los particulares una parte de las riquezas que tienen para ponerlas en manos del gobierno; luego todo impuesto   —151→   acarrea precisamente un sacrificio.

Si estos sacrificios recaen sobre los particulares que viven de sus rentas y las gastan en sus regalos personales, en este caso no alteran la cantidad total de la produccion, del consumo ni de la circulacion general: no hay mas diferencia sino que el gobierno paga con el dinero de estos particulares á los asalariados á quienes ellos pagaban antes. Este es el caso mas favorable de los impuestos.

Cuando el impuesto recae sobre los industriosos que viven de sus ganancias, puede suceder que se limite su efecto á disminuir estas ganancias, en cuyo caso el impuesto no ataca sino aquella parte de las ganancias que antes gastaban en sus comodidades personales; de consiguiente el impuesto no hace mas que disminuir el número de estas como en el caso anterior; pero si por el contrario les arrebata todas sus ganancias, y llega hasta   —152→   tocar á sus capitales ó fondos de la industria, entonces ataca directamente á esta, la destruye ó la aniquila, comienza á disminuir la produccion y el consumo general, y todo el cuerpo de la sociedad padece.

Finalmente, si el impuesto recae sobre los asalariados no hay duda en que comenzarán estos á sufrir privaciones, y si tuviesen que pagar la pérdida por entero, se suprimirá una parte de su consumo, que será reemplazado por el aumento del que harán los particulares á quienes el gobierno paga con el dinero que les quita. Si pueden cargar su pérdida á los que tienen necesidad de ellos y los emplean, alzando la tasa de sus salarios, entonces es indispensable saber qué personas son las que los asalárian; y segun que fuesen, capitalistas ociosos ó capitalistas industriosos, producirá esta pérdida uno de los dos efectos que acabamos de   —153→   indicar con respecto á estos capitalistas.

Cuanto hemos dicho acerca del consumo demuestra la incontestable verdad de estas nociones preliminares. La gran dificultad consiste ahora en saber sobre quien recae difinitivamente la pérdida que ocasionan los impuestos; porque no todos producen los mismos efectos, y son en tan gran número que nos seria absolutamente imposible examinarlos separadamente: por lo tanto creo que el único medio de simplificar esta materia es clasificar bajo una misma denominacion, todos los que fuesen de una misma naturaleza.

Todos los impuestos imaginables, y me parece que todos los posibles se han imaginado ya, pueden dividirse en seis especies principales45, á saber: 1.ª impuesto sobre la venta de tierras, como la   —154→   talla real, el veinteno, la contribucion territorial en Francia, y la tasa de tierras en Inglaterra: 2.ª sobre alquileres de casas: 3.ª sobre los intereses ó réditos pasivos del estado: 4.ª sobre las personas, como capitacion y talla personal; contribucion suntuaria y moviliaria; derecho de patentes, gremios, maestrias, &c.: 5.ª sobre los actos civiles y algunas transacciones sociales, como derechos de sello y registro, laudemios y ventas, uno por ciento, amortizacion y otros, á los cuales debe tambien añadirse el impuesto anual que se estableciese sobre las rentas tomadas á interes por un particular de otro; porque no hay otro medio de conocer estas imposiciones, donaciones ó transmisiones que los protocolos ó archivos de las actas, contratos ó escrituras donde se formalizan: 6.ª sobre las mercaderías, ya por monopolio y venta esclusiva ó tambien forzada, como eran antiguamente   —155→   en Francia la sal y el tabaco, ya sobre las mercaderías al momento de la primera produccion, como son los derechos sobre las salinas y sobre las minas, y una parte de los impuestos sobre los vinos en Francia y sobre las fábricas de cerveza en Inglaterra, ya en el momento de su consumo ó ya finalmente al tiempo de pasar del primer productor al consumidor difinitivo, como son los derechos que se cobran en las aduanas asi esteriores como interiores, en los caminos, canales, puertos, puertas de villas y ciudades, &c. &c. Cada uno de estos impuestos es gravoso de una ó muchas maneras que le son peculiares.

A primera vista se percibe que el impuesto sobre la venta de tierras tiene estos inconvenientes: 1.º es muy dificil repartirle con equidad y justicia: 2.º anula el valor de todas las tierras, cuyo arrendamiento no escede á la tasa de él ó   —156→   la escede en poca cantidad para aventurarse á correr los riesgos inevitables, y anticipar los gastos precisos para poner estas tierras en cultivo.

El impuesto sobre las rentas de casas alquiladas disminuye el producto de las especulaciones de construccion, esto es, quita la gana á los capitalistas de edificar para alquilar, de modo que cada particular tiene que contentarse con viviendas menos sanas y cómodas que las que en otro caso se hubiera podido procurar por el mismo alquiler46.

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El impuesto sobre los réditos pasivos del estado es una verdadera bancarota; porque si se carga á los ya creados,   —158→   truirla, precisando á los industriosos á alzar por de pronto el precio de sus productos y despues á abandonar enteramente la empresa.

El impuesto sobre los actos civiles y en general sobre las transacciones sociales entorpece la circulacion de bienes raices, y disminuye su valor venal, haciendo muy costosa su traslacion; aumenta los gastos judiciales tan considerablemente, que el pobre no se atreve á defender sus derechos; es causa de que todos los negocios se hagan escabrosos y difíciles; ocasiona tambien registros y pesquisas inquisitoriales, tropelias y vejaciones de parte de los agentes del fisco, y finalmente precisa á hacer en los actos algunas reticencias, y aun á añadir cláusulas y valuaciones ilusorias que abren la puerta á muchas iniquidades, dando motivo con ellas á infinitos pleitos y desgracias.

Todavia son mucho mayores y mas   —159→   disminuye el que estipuló el gobierno al recibir el capital, y si se establece sobre los intereses en el instante de su creacion es absolutamente ilusorio; porque ¿cuánto mas sencillo y natural seria que el gobierno estipulase un interes menor en lo que vale la cuota del impuesto? Y sin necesidad de este se conseguia el mismo efecto.

El impuesto sobre las personas da márgen á muchas pesquisas odiosas aunque indispensables para conocer los bienes de cada uno y repartirle con la equidad posible; mas como es muy dificil que el gobierno pueda adquirir este conocimiento, de aqui es que sus bases son siempre arbitrarias y funestos sus efectos, ora recaiga sobre riquezas ya adquiridas, ora sobre medios de adquirirlas, porque en este último caso, esto es, cuando es motivado por la suposicion de una industria cualquiera, no puede dejar de destruirla   —160→   complicados los inconvenientes que tiene todo impuesto sobre las mercaderias, y no menos ciertos y funestos que los de los demas impuestos de que ya hemos hablado.

Todas las ventas esclusivas ó monopolios que hacen los gobiernos son odiosas, tiránicas, contrarias al derecho natural que cada uno tiene de comprar y vender donde y como le acomode, y exigen necesariamente infinitas medidas injustas y violentas. El mal es mucho mayor cuando las ventas son forzadas, esto es, cuando el gobierno obliga á los particulares á que le compren lo que realmente no necesitan, como ha sucedido algunas veces, bajo el pretesto de que es de uso indispensable, y que el no comprarlo es una prueba de que se han surtido del mismo género por via de contrabando.

El impuesto cargado á una mercaderia   —161→   en el momento de su produccion, obliga al productor á anticipar fondos para cubrirle, y no pudiendo reembolsarse de ellos hasta despues de haber pasado mucho tiempo, disminuye forzosamente sus medios de produccion.

Asímismo, todo impuesto establecido sobre una mercaderia, ya en el instante de su consumo, ya cuando pasa de las manos, de su productor á las del consumidor, es una traba que ó desalienta ó aniquila enteramente algun ramo de industria ó de comercio; hace raros y costosos los géneros necesarios ó útiles; disminuye los medios de bienestar; altera el curso natural de las cosas, y establece entre las diferentes necesidades y los medios de satisfacerlas algunas proporciones y relaciones que no habria á no ser por estas perturbaciones que siendo por necesidad variables hacen incesantemente   —162→   precarias las especulaciones y recursos de los ciudadanos.

Finalmente, todos los impuestos sobre las mercaderias, sean los que quieran, exigen infinitas precauciones y formalidades molestas; motivan á cada paso mil dificultades ruinosas; son necesariamente arbitrarios, y obligan á que las leyes designen como criminales algunas acciones indiferentes por si mismas, y las castiguen con penas acerbísimas; su recaudacion es muy dispendiosa, y supone siempre la existencia de un egército de empleados y otro de defraudadores que se acechan, acometen y destrozan, siendo unos y otros hombres perdidos ó mas bien perjudiciales para la sociedad, puesto que solo sirven de atizar y mantener contínuamente en ella una verdadera guerra civil y promover las funestísimas desgracias que acarrea, así económicas como morales.

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Si examinamos con atencion la crítica que acabamos de hacer de estos diferentes impuestos, nos convenceremos sin duda de la solidez de sus fundamentos. Asi pues hemos hecho ver que todo impuesto exige un sacrificio, y que cada uno de ellos perjudica á los contribuyentes de un modo que le es peculiar. Con esto hemos dado un gran paso; pero no podremos todavia resolver el problema mas importante y necesario de todos para juzgar de los efectos del impuesto sobre la prosperidad nacional, á saber, sobre quien recae precisamente la pérdida que ocasiona todo impuesto, y quién es el que la sufre real y difinitivamente. Examinémosle pues con atencion sin adoptar ningun sistema y estando escrupulosamente á la observacion, de los hechos como hasta aqui.

Tocante al impuesto territorial no hay duda en que le paga realmente el   —164→   que posee la tierra al tiempo en que se establece sin poder cargar su pérdida á otro; porque este impuesto no hace mayor la demanda de sus géneros ni la fertilidad de la tierra, ni disminuye tampoco los gastos de cultivo, ni le proporciona medio alguno de aumentar sus productos. Todo el mundo conviene en esta verdad; pero no se ha reparado en otro inconveniente mucho mas notable que lleva consigo este impuesto. No solamente arrebata al propietario territorial una porcion de su renta anual, sino tambien una parte de su capital que produciria aquella porcion de renta á la tasa corriente del interes del dia, como lo haré ver por medio de un egemplo. Supongamos que yo tengo una tierra que me rinde una renta anual de cinco mil pesos, y que vale cien mil, y que el gobierno me carga hoy un impuesto perpetuo de un quinto de mi renta: mañana en igualdad   —165→   de circunstancias no habrá quien me dé por mi posesion mas que ochenta mil pesos, por cuyo valor se contará en el capital activo de una herencia, al paso que se contarán por todo su valor otras cosas que no habrán variado como esta; porque en efecto cuando el gobierno me dice que en adelante habrá de percibir el quinto de mi renta no hace otra cosa que declarase propietario de la quinta parte de valor de mi posesion, puesto que el valor de toda propiedad está siempre en razon directa de la utilidad que puede producir. Asi, si el gobierno se vé obligado en seguida á abrir un empréstito, é hipoteca para pago de intereses las rentas que acaba de adjudicarse, ha consumado la operacion; porque real y positivamente se ha apoderado del capital que se apropió, con la circunstancia de que le ha consumido de un golpe en vez de gastar anualmente la renta. Esto es cabalmente   —166→   lo que hizo Pitt cuando madó que los propietarios territoriales le diesen de una vez el capital del impuesto territorial que pagaban ellos quedaron libres de esta carga, y él se comió el capital.

Dedúcese de aqui, que cuando todas las tierras cargadas con este impuesto han mudado de manos despues que se estableció, ninguno de sus poseedores sucesivos le paga realmente; porque los que las han comprado no dieron por ellas sino su valor, deducido el del impuesto, y de consiguiente nada perdieron:, los que no las compraron, sino que las heredaron, recibieron lo que hallaron, y la diferencia del valor que hoy tienen al que tenian antes de establecerse el impuesto, es lo mismo para ellos que si sus padres la hubiesen gastado ó perdido, como efectivamente la perdieron; y en las herencias no aceptadas sino á beneficio de inventario ó renunciadas por   —167→   malas, los acreedores del difunto son los que realmente pierden este capital, tomado por el estado de los bienes que hipotecaban ó afianzaban sus créditos.

Tambien se deduce que cuando el estado renuncia el todo ó parte de un impuesto territorial perpétuo que ya habia, hace realmente una merced á los propietarios actuales de tierras que equivale al capital de la renta que deja de percibir: es para ellos un don puramente gracioso, y al cual no tienen por cierto mas derecho que los demas ciudadanos, porque ninguno de ellos contó con este capital cuando contrató y firmó la escritura de compra de estas tierras.

Mas no sucede exactamente lo mismo cuando el impuesto no es sino por un cierto número de años; porque entónces el estado no quita realmente al propietario sino la parte de capital correspondiente á un número determinado   —168→   de anualidades; y asi no puede hipotecar ni dar en pago á sus prestamistas sino este valor, y las tierras no pierden del suyo mas que esta parte. En este caso, cuando cesa el impuesto acaba la deuda de ambas partes, de manera que se estinguen al mismo tiempo47 las acciones de los prestamistas: ni deben al gobierno, ni el gobierno les debe: recibieron lo que les debia, y quedó saldada la deuda. Fuera de esto, el principio es uno mismo en este caso que en el del impuesto y renta perpétua.

  —169→  

En suma, siempre que se establece un impuesto sobre las rentas de tierras se les quita á los que entonces las poseen un valor igual al del capital del impuesto; y cuando todas han cambiado de mano desde que se estableció, nadie le paga ya en la realidad. Esta observacion es singular y de suma importancia.

Lo mismo puede decirse exactamente del impuesto sobre alquileres de casas, que le pagan los que las poseen cuando se establece, porque no pueden indemnizarse de él; pero los que despues las compran tienen buen cuidado de deducir de su valor total las cargas con que estan gravadas y las pagan por el que les queda. Los que las heredan les dan el mismo valor, y los que edifican despues hacen sus cuentas: si ven que puede serles ventajoso el empleo de sus capitales en casas, aunque esten gravadas   —170→   con el impuesto, las construirán hasta que la afluencia dé capitales á este ramo de industria disminuya sus ganancias y los desvien de él; pero si conocen por el contrario que no les son útiles estas especulaciones, no las harán hasta que la escasez de casas suba el alquiler de ellas y esta nueva circunstancia convide y atraiga los capitales. En suma, el capital del impuesto le paga por entero el que posee la finca cuando se establece; pero una vez enagenada, el propietario que continúa pagándole, nada pierde de su capital, y no tiene motivo justo para quejarse de él.

Lo mismo y por igual razon puede decirse del impuesto que el gobierno establece alguna vez sobre los intereses que debe por capitales que tomó á préstamo, pues el desgraciado acreedor sufre no solamente todo el daño de la retencion que no puede cargar á otro, sino que tambien   —171→   pierde la parte del capital correspondiente á los intereses retenidos. La prueba es que cuando va á vender su crédito no le dan por él sino su valor, menos el de la carga que tiene, á no ser que haya variado la tasa del interes del dinero; de donde se deduce que los poseedores subsiguientes de esta misma renta nada pagan de ella, porque la recibieron en este estado ó por el valor que le queda en virtud de estipulaciones libres ó de herencias aceptadas voluntariamente.

Pero no es el mismo el efecto del impuesto sobre las personas; porque ó es el que se reputa cargado á las riquezas ya adquiridas, ó el que tiene por causa los medios de adquirirlas, esto es, cualquier ramo de industria. En el primer caso sufre toda su pérdida la persona sobre quien se impone, no estando en su mano el cargarla á otro; pero como la tasa del impuesto es de por vida, y todos sucesivamente   —172→   estan sugetos á él á proporcion del caudal que se les atribuye, de aqui es que la primera persona gravada pierde las anualidades que paga y no el capital, y asímismo, que no liberta de pagarlas tambien á los que viniesen tras él: asi cuando cesa este impuesto, sea la época la que quiera, nada ganan los que le pagaban, aunque sí dejan de perder; porque propiamente hablando es una verdadera carga que cesa de prolongarse.

En el segundo caso, esto es, cuando el impuesto personal tiene por motivo un ramo particular de industria, es igualmente cierto que el primero que le paga ni pierde el capital, ni exime de pagarle á los que egerzan tras él aquel mismo ramo de industria; pero da lugar á otras consideraciones que merecen examinarse con algun detenimiento. El hombre que egerce una industria; cuando viene á gravarla un impuesto personal,   —173→   como por egemplo el establecimiento ó aumento de los derechos de patentes, maestrías, gremios y otros semejantes, tiene que tomar por precision uno de estos dos partidos, ó abandonar su profesion ó pagar el impuesto si conoce que todavia puede tenerle cuenta el continuar en ella. En el primer caso, no hay duda que sufre un mal, pero al cabo no paga el impuesto y por lo tanto es escusado hablar por ahora de él; mas en el segundo le paga realmente, porque no aumentando la demanda ni disminuyendo los gastos; ningun medio le procura inmediatamente de aumentar sus productos, ó minorar sus espensas. Mas nunca se establece de una vez un impuesto tan pesado que obligue inevitablemente á todos los que egercen un ramo de industria á abandonarle, porque como todas las profesiones industriales son necesarias á la sociedad, la estincion de una   —174→   sola produciria un general trastorno: asi es que cuando se establece uno de estos impuestos sobre cierta industria no todos los que la egercian renuncian inmediatamente de ella, sino solo aquellos hombres ricos que desprecian las mezquinas ganancias que ya puede rendir, ó los que no pueden procurarse por su poca habilidad ó fortuna una ganancia mediana; pero todos los demas continúan egerciéndola, y son los que pagan realmente el impuesto, á lo menos hasta que disminuido su número y libres de la concurrencia de otros industriosos de su clase, se puedan aprovechar de esta circunstancia favorable para aumentar el precio de sus productos é indemnizarse de sus pérdidas ó mas bien de las menores ganancias que han tenido.

Este efecto que produce el impuesto sobre los que ya egercian el ramo de industria que grava, no alcanza á los que   —175→   comienzan á egercerle despues; porque encuentran hecha la ley, y puede decirse que se obligan á emplearse en él con esta condicion; asi el impuesto respecto de estas personas aumenta los gastos que requiere su profesion, como por egemplo, el alquiler de taller ó el valor de herramientas y máquinas. Abrazan este arte porque calculan que á pesar de los gastos que ocasiona es el que puede ofrecerles el mejor empleo de la industria que entienden y del capital que poseen; y aunque es verdad que anticipan el impuesto, tambien lo es que este no les quita realmente nada. Los que efectivamente le pagan son los consumidores que hubieran podido procurar las mismas ganancias á estos productores y comprarles al mismo tiempo mas baratos los productos de que ellos necesitan; de donde se deduce que si se quita el impuesto, estos productores tendran una ganancia real   —176→   con la cual no contaban, y podrán gozar de ella á lo menos hasta que se aumente el número de rivales atraidos del cebo de las mayores ganancias que ofrece este ramo de industria: asi se encuentran trasportados gratuita y casualmente á una clase mas favorecida de la sociedad, al paso que aquellos compañeros suyos que egercian la misma industria antes de haberse establecido el impuesto, no hacen mas que volver á su antiguo estado. Tenemos pues que el impuesto personal establecido sobre la industria tiene efectos muy distintos; pero el mas general es disminuir las conveniencias y goces de los consumidores, puesto que los productores les cercenan ó no les dan aquella porcion de productos que equivalen á la porcion de dinero que pasa á manos del gobierno.

No me detengo á esplicar otros pormenores; pero importa muchísimo habituarse   —177→   á juzgar estos diferentes rodeos y rechazos de la carga de los impuestos y seguirlos mentalmente en todas sus modificaciones. Pasemos á hablar de los impuestos sobre escrituras, actas, registros y demas instrumentos de transacciones sociales.

Para entender bien esta materia es menester comenzar distinguiendo la porcion del impuesto que sirve para aumentar los gastos judiciales de los cuales hace parte, de la otra porcion relativa á las compras y ventas. La primera la pagan los litigantes condenados á ello en juicio, pero es dificil designar la clase de la sociedad á quien perjudica mas, aunque es claro que debe gravar particularísimamente aquellas propiedades mas sugetas á contencion, que son los bienes raices; de donde se deduce que semejante impuesto disminuye ciertamente su valor venal, y que los compradores de ellos despues de establecido   —178→   el impuesto, se han indemnizado de antemano de la pérdida que ocasiona, comprándolos por su valor total menos el que les quita el impuesto, al paso que sus antiguos poseedores sufren toda la pérdida si litigan, y si no una parte de él, puesto que se ha disminuido realmente el valor de sus propiedades. Consiguientemente si cesa el impuesto, recobran estos lo que perdieron y aquellos ganan graciosamente lo que dejaron de pagar cuando las compraron, poniéndolos en una situacion mucho mas ventajosa que la que tenian, y con la cual no contaban cuando hicieron sus especulaciones de compra.

Lo mismo sucede y sin restriccion alguna respecto de la otra parte de este impuesto sobre las transacciones relativa á las compras y ventas, como son laudemios y ventas, uno por ciento, amortizacion y otros, que la pagan por entero   —179→   los que poseen los bienes, cuando se establece el impuesto; pues el que los compra despues tiene buen cuidado de deducir esta carga de su valor total, y asi nada paga realmente. Mas si al tiempo de establecerse el impuesto sobre estos bienes se estableciesen otros sobre diferentes actos de venta que alcanzasen á otras propiedades ó á otros empleos de capitales, sucederá que unos y otros bienes se deteriorarán, y de consiguiente conservarán entre si, á lo menos en parte, la proporcion de su valor; y la pérdida de los unos equilibrará la de los otros; porque ello es evidente que el precio venal de toda especie de renta es relativo al de todas las demas, de modo que si se pudiesen contrapesar exactamente todas estas pérdidas respectivas, podriámos asegurar que la pérdida total que ocasiona el impuesto se habia distribuido exactisima y proporcionalmente, que es cuanto se puede   —180→   desear; porque esta pérdida es inevitable, siendo el impuesto esencialmente una suma de medios arrebatada á los gobernados para ponerla á disposicion del gobierno.

Todavia son mas complicados y variados que estos los efectos de todo impuesto sobre las mercaderias. Para discernirlos y ponerlos de manifiesto será conveniente que traigamos á la memoria que toda mercaderia tiene un precio natural y necesario cuando pasa á manos de su consumidor, el cual consiste en el valor de todas las cosas que consumieron para subsistir los que la fabricaron y acarrearon, durante todo el tiempo que emplearon en sus respectivas funciones. Llámole natural porque se funda en la misma naturaleza de las cosas y es independiente de toda convencion, y le llamo tambien necesario porque si los que trabajan no recibiesen lo bastante para su subsistencia,   —181→   ó perecerian ó se aplicarian á otra especie de trabajo menos ingrato, asi cesaria aquel enteramente; pero este precio natural y necesario nada tiene de comun con el venal ó convencional que adquieren las mercaderias por efecto de las ventas libres; porque una cosa puede haber costado poco trabajo, ó por preciosa que sea, ponerse en venta por uno que la ha robado, y en ambos casos ofrecerse á un vil precio sin que el vendedor pierda nada; pero tambien puede apreciarla mucho y no querer desprenderse de ella sino por un precio exorbitante, y en caso de encontrar muchos que la apetezcan dar la ley y venderla por el dinero que quiera. Puede suceder por el contrario que una cosa haya costado infinito trabajo al que la ofrece, y que no solo no tenga necesidad de ella, sino que la tenga muy urgente de venderla y no halle quien se la quiera comprar;   —182→   en cuyo caso se verá forzado á venderla por lo que le quieran dar sufriendo una pérdida enorme. Por consiguiente, el precio natural se compone de la suma de los sacrificios que anteriormente ha hecho el vendedor, al paso que la oferta del comprador es la que fija el precio convencional; y asi son dos cosas estrañas é independientes una de otra: lo que sí sucede es, que cuando el precio convencional de cualquier trabajo se mantiene constantemente inferior á la tasa de su precio natural y necesario, es indispensable que cese este trabajo, pues nadie se afana por lo que no le produce utilidad. En estos casos acude la natural condicion de las cosas al remedio del mal; porque cesando el trabajo, dejan de aumentarse sus productos; escasean cada dia mas, y por poco útiles que sean, la misma escasez los hace mas apetecibles; se hacen mas sacrificios para obtenerlos, y   —183→   asi va subiendo insensiblemente su precio convencional ó venal hasta ponerse al nivel del precio que la misma naturaleza fija á esta clase de trabajo, y que es necesario para que continúe ó comience á hacerse de nuevo; y véase aqui como se forman todos los precios en la sociedad.

Dedúcese de aqui que los que no saben egecutar mas que una especie de trabajo cuyo precio convencional es inferior al valor natural, ó perecen ó se dispersan; que los que egecutan un trabajo ó en otros términos egercen un ramo de industria cuyo precio convencional es rigurosamente igual á su valor natural, esto es, cuyas ganancias apenas pueden contrapesar con sus necesidades mas urgentes, vegetan y arrastran una vida miserable; y finalmente, que los que tienen talento y habilidad para egercer una industria cuyos productos tienen un precio convencional que escede al necesario   —184→   absoluto, gozan, prosperan, y de consiguiente se multiplican; porque es tan maravillosa la fecundidad de toda especie viviente, aun entre los mismos vegetales, que el solo dique se opone al aumento del número de sus individuos es la falta de alimento para todos los gérmenes que nacen. Esta sola circunstancia es la verdadera causa del estado retrógrado, estacionario ó progresivo de la poblacion en la especie humana; y las calamidades pasageras como el hambre ó la peste influyen poco en esta parte. El veneno que corrompe en su nacimiento las fuentes de la vida es un trabajo absolutamente improductivo ó insuficientemente productivo. Asi lo hicimos vez cuando hablamos de la naturaleza de nuestras riquezas, de los valores y de la poblacion, y no me ha parecido fuera de propósito repetirlo aqui.

Bastan estas nociones para conocer   —185→   que todo impuesto sobre las mercaderias influye diferentemente en sus precios, y mas ó menos segun el modo con que se establece, y la naturaleza de los géneros sobre que recae. Por egemplo, no hay duda en que cuando el gobierno egerce un monopolio, ó se reserva la venta esclusiva de ciertos géneros, pagan los consumidores directa é inmediatamente la suma total del impuesto sin poder dejar de pagarla, y el impuesto tiene en estos casos toda la estension posible; pero tambien es verdad que esta venta esclusiva aunque la supongamos forzada, no puede ser tan arbitraria como se quiera, porque no puede pasar ni en cuanto al precio ni en cuanto á la cantidad de un cierto límite, cual es la posibilidad de pagarla: cesa indispensablemente en este caso cuando ya seria inútil exigirla, ó traeria mas gastos que productos. Esto es lo que sucedió en Francia con la gabela, y   —186→   este es el caso en que llega al maximum de la exaccion posible.

Si la venta esclusiva no es forzada varia segun es la naturaleza de la mercaderia; si por egemplo, el género no es necesario, disminuye su consumo á medida que sube su precio, porque nunca hay en la sociedad mas que una cierta suma de medios que poder destinar para cada especie determinada de goces. Tambien puede suceder que sin que suba mucho su precio disminuyan considerablemente las ganancias, ya porque muchos de los consumidores se abstengan enteramente del uso de él, ya porque le sustituyan con otro; pero en todos estos casos pagan efectivamente el impuesto los que se obstinan en consumirle.

Si por el contrario no siendo forzada la venta esclusiva del gobierno recayese sobre una mercaderia de primera necesidad, entonces será equivalente á una venta   —187→   forzada; porque es cierto que el consumo se disminuye á proporcion que sube su precio, es decir, es cierto que todos en general deberán sufrir, y que los que no tuviesen medios para comprarla habrán de perecer; mas como al fin es una cosa necesaria subirá indefinidamente el consumo segun que suban los medios de pagarla, y pagarán aquel los consumidores de la mercadería.

Si de estos medios violentos descendemos á examinar otros mas suaves notaremos que son semejantes sus efectos, y que solo difieren en el mayor ó menor grado de energía, siendo el mas eficaz de todos el impuesto que se establece sobre una mercaderia en el instante de su produccion, porque inevitablemente alcanza á toda la cantidad de ella, sin que pueda eximirse la parte que consume el mismo productor, ni la que puede averiarse ó perderse en almacenes antes de darle salida.

  —188→  

Del número de estos impuestos son los que se cargan á la sal cuajada en los esteros; al vino en el momento de la vendimia ó antes de la primera venta, y á las cervezas en la fábrica. Pertenecen asimismo á esta clase todos los impuestos sobre el azúcar, café y otros muchos géneros que se recaudan luego que llegan á nuestros puertos; porque no produciéndolos nuestro pais, puede mirarse el instante en que llegan á él como el de su primera produccion.

Si el impuesto cargado á una mercaderia en el instante de su produccion, recae sobre un género poco necesario, entonces el gusto ó la aficion que se tiene á él es la verdadera medida de la estension del impuesto; y de consiguiente cuanto mas se aumente el deseo ó mas urgente se haga la necesidad de ella tanto mas productivo será el impuesto: por esta razon para sacar mucho partido del   —189→   tabaco ha sido preciso que se introduzca el gusto de él en el pueblo y que su uso se haya hecho una necesidad. Asi es que habiéndose instituido la sociedad para que los hombres puedan satisfacer mas fácilmente las necesidades que les dió la naturaleza, el fisco parece que está destinado á crear en los hombres necesidades artificiales ó factícias para privarlos de satisfacer una parte de ellas y hacerles pagar la otra á caro precio.

Cuando este mismo impuesto que se hace en el momento de la produccion recae sobre un género mas necesario, entonces es susceptible de mayor estension; pero con todo eso si la produccion de este género costase mucho trabajo y anticipaciones, luego encontrará el impuesto un límite que no podrá traspasar, no porque deje de desearse como antes, sino porque no hay medios para pagarle, mediante que es preciso que el productor   —190→   perciba una gran parte de su precio para no morirse de hambre, y de consiguiente queda menos para el fisco.

Mas donde el impuesto desplega toda su fuerza es en los géneros mas necesarios y cuya produccion cuesta poco, como por egemplo en la sal; porque aqui toda la ganancia es para el fisco, y sin duda por esta razon le han mirado con tanta predileccion los empleados del gobierno. Las minas muy ricas producen el mismo efecto hasta cierto punto; pero como los gobiernos se han apropiado esclusivamente la propiedad de ellas, no ha sido menester cargarlas de impuestos, equivaliendo lo que hacen á las operaciones de una venta esclusiva. Si fuera posible vincular el dominio del ayre y del agua hubieran sido obgetos de imposiciones, de que el fisco sacaria una renta muy considerable y productiva; pero la naturaleza ha diseminado demasiadamente   —191→   esas materias. En Arabia no es dudable que los exactores de tributos sacarian gran partido del agua, y tal que nadie la beberia sin su permiso. Por lo que hace al ayre los impuestos sobre ventanas han hecho ya cuanto era posible hacer.

El vino no es como el agua un presente gracioso de la naturaleza, sino una produccion del hombre que le cuesta mucho afan y desvelo, y que exige forzosamente muchas anticipaciones. Sin embargo, está en Francia tan gravado este género de impuestos recaudados en el instante de su produccion, que á pesar de ser hoy dia un género de necesidad tan forzosa y cuyo uso es tan apetecido, nos pareceria imposible que pudiese sobrellevar estas enormes cargas, si no supiésemos que una parte de ellas gravita directamente sobre las tierras de viñas, y que de consiguiente solo acarrea una gran diminucion en el precio del arrendamiento   —192→   que pudieran percibir los dueños si no fuese por esta circunstancia. Por tanto el efecto que produce este impuesto igual al que hemos visto que tienen todos los que son territoriales, es arrebatar al propietario del suelo una parte de su capital, pero sin influir en el precio del género ni disminuir las ganancias del productor; de modo que la economia social queda intacta aunque el capitalista queda mas pobre. Verdad es que este podrá si quiere aplicar sus tierras á otra especie de cultivo, pero si el que elige no le produce mas de lo que le producian las viñas despues de deducida la suma del impuesto, su suerte será una misma, pues sufre igual pérdida.

Si se estableciese un impuesto sobre el trigo en el instante de su produccion, como sucede con el vino, fuera del diezmo que pagan ambos generos casi en todas partes, claro es que podria ser tan   —193→   pesado como éste y produciria los mismos efectos; es decir que una parte recaeria sobre las tierras de pan llevar y disminuiria su renta, pero sin tocar al salario de la produccion, y de consiguiente sin aumentar el precio del género. Si. los gobiernos en general no han echado mano de este impuesto, no creo yo que lo hayan dejado de hacer por un respeto supersticioso á una materia que es el alimento principal del pobre, pues vemos por otra parte que le han gravado de infinitos modos que aumentan considerablemente su precio; sino mas bien porque es mucho mas dificil poner centinelas á la entrada de todas las troges, que registrar las bodegas: por lo demas la semejanza es completa.

Observemos para concluir este artículo, que todo impuesto cargado á un género de uso indispensable, en el instante de su produccion, equivale á una verdadera   —194→   capitacion, y que entre todas las capitaciones ninguna es mas cruel para los pobres que esta, asi porque son los que consumen mayor cantidad de géneros de primera necesidad, como porque estos son su único alimento, y porque ellos absorven casi todos sus gastos no pudiendo subvenir con cuanto tienen sino á las necesidades mas urgentes. Vemos pues que esta capitacion se reparte, no en proporción de la riqueza, sino de la miseria, ó en razon directa de la necesidad é inversa de los medios; por cuyo solo principio podremos apreciar justamente semejantes impuestos. Son muy productivos porque la clase de los pobres es la mas numerosa, y en este gran número producen grandes sumas: por otra parte molestan poco á los ricos y poderosos que tendrian medios de hacer valer sus quejas; y no debemos disimular que estas dos causas son las únicas que realmente determinan   —195→   la preferencia que en los todas partes se da á este género de impuestos.

Tocante á los impuestos establecidos sobre diferentes mercaderias, ya en el instante de su consumo, ya en las varias detenciones que sufren en los caminos, mercados, puertos, puertas de ciudades, tiendas &c., no tenemos que hablar particularmente, siendo sus efectos los mismos que los que produce la venta esclusiva ó la tasa en el momento de la produccion, los cuales acabamos de indicar. Se diferencian únicamente en que son por lo regular menos generales y absolutos, porque son muchos, muy distintos, y rara vez pueden alcanzar á tan gran estension de pais: por lo comun estas tasas son medidas locales: un peage, por egemplo, no alcanza sino á los géneros que pasan por el camino real ó por el canal en donde está establecido. Los derechos de entrada de puertas no influyen   —196→   directamente mas que en los consumos que cada pueblo hace, suponiendo que nada se pague por los pasaportes. Un impuesto establecido sobre los géneros que vienen á un mercado ó á una tienda no grava á los que se venden en el campo, ni en ferias estraordinarias: asi que, no trastornan tan generalmente los precios de las cosas ni las industrias que los producen, sino con mas irregularidad limitándose á los puntos en que se pagan; pero en ellos es inevitable que alteren el precio de los generos, porque luego que se recarga una mercaderia es preciso que sufra su productor ó su consumidor.

Aqui vuelven á encontrarse con respecto á los productos y efectos del impuesto, las consecuencias que acarrean las dos importantes circunstancias peculiares á toda mercadería, á saber: 1.ª ser de primera necesidad ó de placer y de lujo: 2.ª que su precio convencional y venal sea   —197→   mayor ó solamente igual á su precio natural y necesario, porque inferior no lo puede ser por mucho tiempo, como ya hemos dicho.

Si la mercaderia gravada con el impuesto fuese de primera necesidad, es claro que se consumirá mientras que hubiese medios de comprarla; pero en el caso de ser su precio convencional igual á su precio natural nada podrá ceder el productor, y de consiguiente toda la pérdida recaerá sobre el consumidor; y si disminuye la venta, y por lo mismo el producto del impuesto, es señal de que los consumidores sufren y perecen.

Esto es cabalmente lo que sucede en nuestras envejecidas naciones que ocupan un territorio ceñido mucho tiempo ha por ciertos límites sin poder conquistar otro alguno que no esté ocupado y cubierto de habitantes, con respecto á todas las mercaderias de primera necesidad.   —198→   La larga y repetida lucha de intereses contrarios entre el productor y consumidor ha puesto necesariamente á cada uno en el lugar que le corresponde en la escala de la sociedad segun su mayor ó menor talento; porque aquel, por egemplo, que tiene una habilidad particular para fabricar cosas preciosas y apetecidas, abrazará estos ramos de industria, alzará la tasa de sus productos, satisfará con las ganancias que tuviese sus necesidades y las de su familia, y todavia podrá quedarle alguna cosa; al paso que el que no tuviese semejante habilidad, se aplicará á las producciones mas indipensables, porque son cabalmente donde es mayor la demanda; pero como son muchos los que pueden acudir á ellas, no podran rendirles por su trabajo sino un salario que apenas les bastará para mantenerse. Por otra parte es inevitable que suceda asi, porque nadie puede carecer de estos géneros   —199→   de primera necesidad, sobre todo los mas pobres de las demas clases que ocupados en otras distintas producciones tienen que consumirlos sin producirlos, y estos pobres solo pueden subsistir en proporcion de la facilidad de procurarse estos géneros: de donde se deduce que cuanto mas indispensable es una profesion, tanto menor debe ser la ganancia de los que se apliquen á ella por falta de capacidad para otras. El único medio directo de mejorar la suerte de estos hombres, que son los últimos de la sociedad por su poca habilidad y talento, es hacerles entender que su bienestar depende de no multiplicarse mucho, y dejarles una absoluta libertad de elegir la patria que quieran y establecerse donde puedan egercer con mas fruto la poca habilidad que tienen; y véase aqui la razon por qué los gobiernos deben permitir siempre la espatriacion. Hay algunas otras medidas políticas que   —200→   pudieran contribuir indirectamente a defender la estrema debilidad de estos hombres de padecer la estrema miseria, y hablaremos de ellas en otro lugar. Por lo demas, aunque estos individuos son muy dignos de nuestra conmiseracion, no son por cierto tan desgraciados como lo serian en el estado salvage, y la prueba de ello es que vegetan en la sociedad en mayor número; porque el hombre nunca perece sino por sufrir mas de lo que alcanzan sus fuerzas.

Todo esto lo hemos ya dicho en diferentes lugares de esta obra segun se nos ha presentado la ocasion; pero no me ha parecido fuera de propósito repetirlo aqui con motivo del impuesto; porque la historia de las rentas y gastos del gobierno es el compendio de la historia de la produccion y consumo de toda la sociedad, siendo el gobierno considerado por este lado, un censualista poderoso que   —201→   aunque no tiene capitales propios, tiene una autoridad que suple por ellos. Pudiéramos decir sin forzar demasiado la semejanza de que se habló mas arriba entre la circulacion de las riquezas y la de la sangre, que la circulacion causada por el gobierno en la sociedad se asemeja completamente á la circulacion pulmonar en el individuo: se surte de la masa total, y vuelve á refundirse en ella despues de haberse hecho separadamente, pero de un modo absolutamente semejante.

Cuando la mercaderia cargada con el impuesto, no es de primera necesidad, y no obstante esto, su precio convencional es solamente igual á su precio necesario, es prueba de que el consumidor aprecia poco los goces que le procura. Si en este estado se recarga á la mercaderia con un impuesto, sus productores se verán en la precision de abandonar su industria: buscarán un salario en alguna otra profesion,   —202→   aumentarán en esta la miseria con su concurrencia sin que les resulte utilidad sino mas bien desventaja, porque al fin no es la que mejor conocen, y asi es preciso que sufran y perezcan en gran número. Por lo que hace al consumidor, solo pierde una cosa con que satisfaria algunas necesidades factícias, siéndole poco sensible esta pérdida, porque probablemente la sustituye con otra cuya produccion da márgen á otros salarios, mas el producto del impuesto se aniquila.

Pero si el impuesto grava una mercaderia poco necesaria cuyo precio convencional sea mucho mayor que su precio necesario, como sucede en todas las cosas de lujo, en este caso puede el fisco exigir un impuesto sin necesidad de reducir á nadie á un estado de absoluta miseria, porque á no ser que cámbie la moda de ella ó venga otro nuevo capricho, siempre gastarán los consumidores   —203→   la misma suma total para procurarsela; y de consiguiente el productor habrá de ceder casi por entero la parte de esta suma total que se lleva el impuesto; pero como antes ganaba mucho mas de lo que necesitaba para cubrir sus anticipaciones y mantenerse, no perderá en postrer analisis sino una parte de sus ganancias y no tendrá motivo justo para abandonar su profesion. Sin embargo, aunque esto es cierto en general, tiene sus escepciones; porque tambien suelen encontrarse en todas estas artes miradas como muy lucrativas, algunas personas que por falta de destreza ó de fortuna no ganan sino una subsistencia módica, y es claro que si viene á recargarlas un nuevo impuesto, no les queda otro recurso que dejar su profesion, en lo cual necesariamente padecen mucho.

Asi es como podremos formarnos una idea completa de los efectos que producen   —204→   directamente los diferentes impuestos que se cargan á las mercaderias en el acto de pasar del productor al consumidor; pero ademas de estos efectos directos acarrean tambien otros indirectos independientes de ellos, ó que se mezclan con ellos y los complican. Póngase por egemplo un impuesto gravoso al vino al entrar por las puertas de la ciudad; es inevitable que disminuya por una parte los alquileres de las casas haciéndolas menos apetecibles, y por otra el alquiler de los viñedos haciendo menos considerable y ventajosa la salida del vino, y véase aqui como este impuesto que á primera vista parece que recae todo entero sobre el productor ó consumidor, alcanza tambien á los dueños ociosos de las viñas como si fuese un impuesto territorial; y prueba de ello es que estos propietarios harian sacrificios si se les propusiese, por reembolsar una   —205→   parte de los fondos del impuesto ó desprenderse de una parte del producto anual de sus viñas; como ya ha sucedido mil veces.

Aun hay mas: acostumbramos á mirar en todas nuestras consideraciones económicas como los únicos consumidores de un género á los que efectivamente le consumen para su satisfaccion personal, pero estos no son sus únicos compradores. La mayor parte de estos le busca muchas veces y se le procura para emplearle en nuevas producciones como una materia primera, ó para servirse de él como de un medio indispensable de su industria: en estos casos el efecto de todo impuesto que se ponga á este género va á parar de rechazo á todas estas producciones é industrias; lo cual sucede particularmente respecto de todos los géneros de una utilidad muy general ó de una necesidad indispensable, y asi viene á ser una   —206→   parte mayor ó menor de los gastos de la industria de sus productores.

Finalmente, es preciso saber que estos impuestos nunca gravan únicamente á una sola mercaderia; se exigen á un mismo tiempo de muchas especies de géneros, ó lo que es lo mismo de muchas especies de producciones y de consumos, en cada cual producen alguno de los efectos que hemos esplicado segun es su diversa naturaleza, y todos estos efectos diferentes se encuentran, se chocan, se contrapesan y resisten recíprocamente. Los nuevos y mas crecidos gastos que con motivo de estos impuestos ocasiona una clase de industria, desvia de ella á los empresarios, prefieren estos alguna otra y empieza á sufrir el mismo recargo. El impuesto que gravita sobre una especie particular de consumo, impide que pueda reemplazar á otro que quizás se dejaria por esta misma causa. Dedúcese   —207→   de aqui que si fuese dable preveer completamente y con toda distincion estas reflexiones ó rechazos de los impuestos para poner en fiel todos los pesos, de modo que cargándolos á un tiempo causasen una presion igual sobre todas las industrias y consumos, no alterarian en manera alguna la proporcion de estos entre sí, esto es, no harian todos juntos sino el efecto general inherente á todo impuesto, á saber, que el productor tuviese menos dinero por su trabajo, y el consumidor menos goces por su dinero. Los impuestos deben mirarse como buenos, cuando á este mal irremediable no se agregan otros particulares que son los mas funestos de todos.

No me parece necesario decir mas acerca de las diferentes especies de impuestos, porque lo dicho hasta aqui basta para juzgar de ellos, y sobre todo para conocer y discernir cuanto es posible   —208→   las personas sobre quienes recae difinitivamente la pérdida que ocasionan.

En efecto hemos visto: 1.º que todo impuesto sobre los intereses que debe el estado y sobre las rentas de tierras, no solo le pagan anualmente aquellos sobre quienes recae sin que puedan indemnizarse de la mas pequeña parte de él cargándola á otros, sino que tambien pierden el capital, de modo que nadie mas que ellos paga realmente cosa alguna: 2.º que lo mismo sucede cuando recae sobre los alquileres de casas, fuera de otros dos efectos que produce, que son desviar á los capitalistas de toda empresa de construccion y disminuir las comodidades de los inquilinos: 3.º que el impuesto personal que tiene por motivo las riquezas ya adquiridas, no perjudica sino á las personas de quienes se exige, sin que estas eximan de él á los que le han de pagar en lo sucesivo: 4.º que la   —209→   pérdida que acarrea todo impuesto sobre instrumentos de transacciones sociales, la pagan realmente aquellos de quienes se percibe cuando la ocasion se presenta; pero que su sola existencia perjudica á otros muchos, deteriorando el precio de muchas mas cosas y gravando otros muchos ramos de industria: 5.º que el impuesto personal que es motivado por un ramo determinado de industria y todos los impuestos sobre las mercaderias comienzan gravando á aquellos de quienes se demanda su importe, pero que ademas de esto trastornan todos los precios y los demas ramos de la industria, y acaban por un efecto de sus diferentes choques y rechazos, recayendo sobre todos los consumidores sin que sea posible determinar á punto fijo la proporcion en que sucede con respecto á cada uno de ellos.

Conozco muy bien que estos resultados   —210→   separados, distinguidos y modificados, no parecerán tan satisfactorios como si despues de haber considerado la série de los intereses de los hombres como si fuese una hilera de bolas de marfil, decidiera terminantemente que solo viene á sufrir el último, al modo que la última bola es la que únicamente se pone en movimiento, cualquiera que haya sido la que recibió el impulso; pero yo he debido representar las cosas como las veo, no como me las puedo figurar; y si es cierto que en tanto agrada á nuestra razon la claridad y sencillez en todas las cosas en cuanto la alivia, y si solo con este fin creamos las abstracciones, no debemos olvidarnos de que solamente en ellas es donde se encuentra esta estrema sencillez; y que aun en la mecánica sucede que cuando se trata de cuerpos reales, es preciso atender á muchas consideraciones que no tienen lugar cuando   —211→   se raciocina únicamente acerca de líneas y puntos matemáticos. Podrá ser sin embargo que impaciente el lector por llegar á un resultado positivo me pregunte, como se me ha preguntado ya en igual caso, qué es lo que yo deduzco de todo esto y cual es en mi opinion el impuesto preferible. Yo á la verdad podria dejar que él dedujese las consecuencias que se derivan necesariamente de los hechos que acabo de esponer, pero no obstante esto, voy á manifestar mi sentir y las razones en que le fundo, previniendo de antemano que nunca será absoluto sino relativo, porque no hay impuesto que sea bueno si es demasiado grande y aun si no guarda proporcion con los demas.

Primeramente debe tenerse presente que siendo el consumo de los hombres industriosos, ó el que hemos llamado consumo productivo, el único que reproduce lo que destruye y de consiguiente   —212→   el único manantial de las riquezas, debe mirársele con sumo respeto para no perturbarle jamas.

Partiendo de esta verdad, digo que el impuesto sobre los intereses ó deudas del estado me pareceria el mejor de todos, si no fuese imposible pensar asi, habiendo visto que equivale á una verdadera bancarrota. No se crea por esto, que yo considero útil sostener el crédito público, antes par el contrario estoy persuadido de que la facilidad que procura el crédito para abrir empréstitos es un mal muy funesto para las naciones, como lo haré ver cuando hable de las deudas del gobierno: lo que me determina invenciblemente á pensar que debe renunciarse á echar mano de semejantes impuestos son las consideraciones morales. Toda sociedad se funda esencialmente en convenciones, cuyo cimiento estable es la buena fe; por consiguiente seria perniciosísimo   —213→   que el gobierno fuese el primero en dar el egemplo de la inmoralidad ó de la violacion de la fe jurada. Ningun cálculo de intereses pecuniarios por ventajoso que sea, puede contrapesar con un inconveniente de tanta magnitud y de unas consecuencias tan importantes y funestas. El verdadero modo de imponer contribuciones á los prestamistas es la buena administracion pública, porque esta hace que sea bajo el interes del dinero.

Despues de este impuesto en que ni siquiera debemos pensar, los mejores en mi dictamen son los que mas se le asemejan, esto es, el impuesto sobre las rentas de tierras y sobre los alquileres de casas, á los cuales puede tambien agregarse el personal que tiene por causa y obgeto las riquezas adquiridas; pero no olvidando los principios que dejamos establecidos se conocerá que si doy la preferencia   —214→   al impuesto sobre las rentas de tierras, no es por las mismas razones que se la daban los antiguos economistas, sino porque miro los propietarios territoriales como unos hombres muy estraños á la reproduccion. Por otra parte, considero estos tres impuestos que recaen principalmente sobre, los ricos como una compensacion de los impuestos sobre las mercaderías, los cuales por necesidad gravitan casi esclusivamente sobre la clase, pobre. Me parece inútil advertir que para que el impuesto territorial sea bueno es una circunstancia indispensable que no sea tan crecido que precise á muchos propietarios á abandonar sus tierras.

Tambien me parece admisible el impuesto sobre los actos y transacciones sociales, á pesar de los inconvenientes que tiene, con tal que no sea muy oneroso; porque estendiéndose naturalmente á muchas cosas alcanza á muchos puntos, lo   —215→   cual es siempre ventajoso, y no gravita inmediatamente sobre las primeras necesidades del pobre, que es otra ventaja de la mayor consideracion.

Tocante á los impuestos sobre las mercaderías á que debe agregarse el personal que tiene por motivo la industria presunta, debo decir que no veo razon que impida recurrir á ellos, con tal que se eviten absolutamente las ventas esclusivas y aun mas las ventas forzadas, asi como toda disposicion que tire á coartar la libertad del trabajo, y á hollar la propiedad individual, esto es, el libre uso de las facultades personales. En primer lugar los impuestos sobre las mercaderías de mero lujo son todos ellos escelentes y sin inconveniente alguno ofrecen muchas ventajas, porque disminuyen los efectos de la escesiva desigualdad de fortunas, alzando el precio de los goces muy apetecidos y esquisitos; y asi estas son las   —216→   únicas leyes suntuarias que pueden aprobarse. Mas estos impuestos son precisamente los que disgustan y hacen levantar el grito á los poderosos que viven con lujo, y por otra parte rinden muy poco al fisco, porque en todos los géneros es el gran número, aunque demasiado abatido y vilipendiado, el que constituye la riqueza y el poder de las naciones. Por lo tanto siempre es preciso venir á parar en los impuestos sobre las mercaderias mas útiles, y aun sobre las de primera necesidad porque al fin los gobiernos necesitan de rentas públicas, y aunque es cierto que estos gravitan principalmente sobre el pobre, tambien lo es que les sirven de contrapeso y son justificados por ellos los que recaen sobre los propietarios territoriales. Por otra parte, si se recaudan á las puertas de las ciudades, contribuyen á diseminar la poblacion por todo el pais, y si en las fronteras   —217→   pueden ser útiles para algunas combinaciones diplomáticas, mientras que la sana política no sea la única guia que las dirija. Asi pues no me parece que deben reprobarse semejantes imposiciones. Me limito á recomendar que no sean tan pesadas que puedan arruinar ramo alguno de industria, y que sean muy variadas para que todos ellos sobrelleven parte de la carga general, y este es el modo de que todos se conserven. En esta materia no debemos olvidarnos de que solo se puede tratar de hacer el menor mal posible; y si se ha hecho una buena distribucion del mal necesario se ha obtenido ya el maximum de la perfeccion en este género.

El coste de la recaudacion y la necesidad de imponer penas y causar vejaciones son dos males accesorios de los impuestos, aunque es verdad que unos estan mas espuestos á ellos que otros. Nada tengo que decir en cuanto á esto sino   —218→   que nunca llegan á ser estremados cuando son moderados los impuestos y no se apoyan en formas tiránicas: asi yo no los miro sino como unas consideraciones secundarias.

Esta es mi opinion acerca de los impuestos; pero si se quisiese todavia una decision mas terminante, diré que los mejores impuestos en mi concepto son: 1.º los mas moderados, porque son los que obligan á menores sacrificios y no precisan á tomar medidas violentas, 2.º los mas variados, porque asi se equilibran unos con otros: 3.º los mas antiguos, porque con el transcurso del tiempo han ido influyendo en los precios de todas las cosas, y por consiguiente todo se ha arreglado á ellos.

Vuelvo á decir que temo mucho que esta decision no satisfaga á mis lectores. No es bastante difinitiva para calificarla de sobresaliente; pero sin embargo me   —219→   parece que salvo la moderacion (á la cual se falta muchas veces por necesidad) podré asegurar que es bastante conforme á lo que se practica generalmente; y si fuese exacta como lo creo, seria un nuevo egemplo de un fenómeno intelectual que aunque muy ordinario, no siempre se ha observado con la atencion que merece, á saber, que en las materias algo dificiles, la práctica es provisionalmente bastante razonable mucho tiempo antes que lo sea la teoría, y puede suplir muy bien por ella; asi se advierte despues de haberse estudiado y profundizado una materia que la sana razon pública, ó mejor diré, el instinto general, no se ha desviado tanto del buen camino, como las primeras especulaciones científicas; y la razon es muy sencilla. En la práctica estamos siempre cerca de los hechos, los tenemos constantemente á la vista, nos guian, nos detienen y nos llevan como   —220→   por la mano adonde debemos ir, esto es, á la verdad; al paso que en las combinaciones especulativas que consisten todas en meras deducciones, sucede que basta hacer un primer supuesto falso para perdernos y caer inevitablemente en errores muy graves, sin poder encontrar en el camino que seguimos señal alguna que nos avise el precipicio adonde corremos á despeñarnos. En esto se funda la ciega adhesion que generalmente se tiene hácia todo lo que está en práctica, y la suma desconfianza que inspira cualquier verdad nueva que es contraria á los usos recibidos. Vemos pues que esta disposicion de nuestras inclinaciones, aunque tiene el vicio de ser estremada, no deja de tener razones en que fundarse. Mas sea lo que quiera de esto, me parece que he dicho lo bastante acerca de las rentas del gobierno, y que ya es tiempo de que pasemos á hablar de sus gastos.

  —221→  

Pocas cosas tendré que decir sobre esta materia habiendo ya indicado los principios fundamentales. Vimos con efecto que el gobierno es en todas partes un gran consumidor; que pertenece á la clase de aquellos capitalistas que se mantienen de rentas y no de ganancias, y que aunque no tenga fondos efectivos, tiene no obstante en sus manos un poder que equivale á ellos: así, cuanto hemos dicho de esta clase de consumidores puede tambien aplicarse á él, á saber, que sus gastos ó su consumo es una destruccion real y difinitiva ó que no queda nada del trabajo que asalaria, no reproduciéndose en sus manos con aumento de valor como en las de los industriosos. Las riquezas que emplea y que existian realmente en la sociedad antes de pasar al fisco, desaparecen para siempre desde que las consume; y sino ¿de qué sirven y en qué vienen á parar casi todos   —222→   sus gastos? Sirven para pagar la milicia, la marina, los tribunales de justicia, las administraciones públicas y finalmente todos los desembolsos que exigen estos diferentes servicios. Verdad es que estos objetos son útiles y aun necesarios siempre que se atienda á ellos con economia, y no se desperdicie nada, pero tambien lo es que ninguno de ellos es productivo. Los gastos que el gobierno pueda hacer para elevar á la opulencia sus privados, son ya de otra clase muy distinta, pues no solo son absolutamente estériles sino que son ingratisimos para el pueblo á quien se ofende y ultraja en vez de servirle, sin que en ningun caso puedan cohonestarse con el pretesto de la necesidad ó utilidad pública. No sucede lo mismo con respecto á aquella parte de fondos que destina el gobierno á trabajos públicos de una utilidad conocida y general, como son puentes, caminos, calzadas,   —223→   canales, puertos, establecimientos y monumentos útiles; porque todos ellos contribuyen á la prosperidad pública, y como son agradables para todos y todos tambien participan de ellos, ninguno puede ni debe desaprobarlos, á no ser que sean demasiado fastuosos; pero aun en este caso no puede decirse que estos desembolsos sean directamente productivos, no reembolsándose el gobierno de ellos con ganancia, ni creándole una renta que represente el interes de los fondos que absorvieron, y aun dado caso que sucediese asi valdria mucho mas que los particulares á quienes el gobierno arrebata para este fin las sumas que invierte, las empleasen por sí mismos en iguales obgetos, porque es muy probable que pudiesen hacerlo con mucha mas inteligencia y economia. Finalmente, puede decirse lo mismo de todo lo que espende el gobierno para estímulo de las ciencias   —224→   y de las artes; porque la utilidad de estas sumas, aunque siempre muy ténues, es bastante problemática, puesto que el estímulo mas poderoso que puede darse á la industria consiste en abandonarla á toda su libertad, y no intervenir poco ni mucho en ella. El espíritu humano no necesita para volar de alas postizas, sino de que no se le corten las que tiene: déjesele ir por donde quiera, que él caminará á paso largo, y la irresistible fuerza de las mismas cosas le conducirá siempre á hacer lo que mas convenga en cada una de las circunstancias posibles. LLevarle por el freno á un lado mas bien que á otro, es dominarle antes que conducirle. Pero aun suponiendo graciosamente que semejantes gastos poco considerables con respecto á la riqueza pública, fuesen siempre y sin escepcion alguna muy útiles, siempre será cierto que el gobierno no se reembolsa nunca de   —225→   ellos, y de consiguiente estan comprendidos en la clase de los improductivos de que ya hemos hablado.

De estas consideraciones infiero que todos los gastos públicos deben comprenderse en la clase general de los que llamamos con mucha exactitud estériles é improductivos, y de consiguiente que todo lo que se paga al estado á título de impuesto, ó aunque sea á título de préstamo, es un efecto de trabajos productivos anteriores, y debe mirarse como perdido irrevocablemente desde el dia en que entra en el tesoro nacional. Repito, que no es mi ánimo decir que no sea necesario y aun indispensable que cada ciudadano haga este sacrificio, porque sé muy bien que el estado se ha de mantener, es decir, ha de hacer frente á todos sus empeños y cumplir sus obligaciones, y que no tiene otro capital que el de sus miembros; de consiguiente sé tambien   —226→   que cada uno de ellos está obligado á separar una parte de lo que tiene para auxiliarle, ya sea del producto de su trabajo actual, ya de la renta de sus capitales, que son asimismo el producto de un trabajo anterior, asi como separa la porcion que necesita para reparar su vivienda cuando está ruinosa y sabe que no puede habitarla con seguridad; pero debe tener entendido, y es lo que quiero decir, que lo que hace es un verdadero sacrificio; que lo que dá lo pierde la riqueza pública no menos que la suya; en una palabra, que es un gasto y no una imposicion; finalmente, quiero decir que el creer que los gastos, sean los que quieran, pueden ser una causa directa del aumento de la riqueza es un verdadero delirio; que tanto en las sociedades políticas como en las comerciales toda administracion costosa es por necesidad ruinosa, y que la mejor de todas ellas es la   —227→   mas económica. Por lo demas creo que esta es una de aquellas verdades que la sana razon del pueblo ha percibido mucho antes que la hubiesen puesto en claro los grandes politicos. Si del examen de los gastos ordinarios del gobierno descendemos al de los estraordinarios y al de las deudas que acarrean, nos será muy facil juzgarlos y apreciarlos bien con el auxilio de los mismos principios; porque tambien es esta una materia tan de suyo que para comprenderla bien no ha necesitado el pueblo sino de su sana razon, y aun puedo añadir que guiado por ella sola ha aventajado á muchos de los que presumen estar por lo menos iniciados en los misterios de la ciencia económica; y sino pregúntese á las gentes mas sencillas cómo se arruina una familia opulenta, y os dirán que gastando mas de lo que tiene, comiendo mas de lo que dan de sí sus   —228→   rentas, y cargándose te trampas al paso que nos dicen gravemente algunos escritores recomendables por su talento y saber que los empréstitos del gobierno son una causa de la prosperidad y que la deuda pública es una mina inagotable de riqueza que por fortuna se ha descubierto dentro de la sociedad. Mas nosotros que debemos estar ya convencidos 1.º de que los gastos ordinarios del gobierno lejos de aumentar la masa total de la circulacion no hacen mas que torcer violentamente su curso y por lo regular con desventaja: 2.º de que tampoco aumentan la suma de las riquezas anteriormente producidas, de las cuales se saca lo necesario para hacerlos; debemos concluir que siendo los gastos estraordinarios del gobierno de la misma naturaleza que los gastos ordinarios son tan incapaces como ellos de producir ninguno de esos dos buenos efectos. En cuanto á la idea verdaderamente   —229→   ridícula de que creando contratos de intereses activos contra el estado se crea realmente un nuevo valor, nada tengo que decir, porque semejantes desatinos no merecen una séria refutacion. Sin embargo dos solas palabras bastarán para hacer ver la razon que tengo para darle este nombre. Supongamos que yo tengo un crédito contra el estado de diez mil pesos por igual suma que le anticipé, dándome en pago un papel por el cual se obliga á devolverme esta suma dentro de un año: si por haber hecho este contrato viniese yo á tener alguna cantidad mas, es claro que el gobierno que dió el papel la tendria de menos: de otro modo habriamos de decir que el comerciante que firma un contrato ó un pagaré de diez mil pesos, aumenta la masa total de las riquezas en los mismos diez mil pesos ó en alguna cantidad, y esto es un absurdo. Asi nunca puede haber un motivo   —230→   justo de satisfaccion en que un gobierno aumente su consumo ó en que haga grandes gastos públicos.

Mas en la hipótesis de que los gastos del gobierno deban ser muy considerables, ¿será un mal menor que haga frente á ellos por medio de empréstitos qué por medio de impuestos? En otros términos: ¿será un bien para los gobernados que el gobierno haga uso de su crédito, o será útil que tenga crédito? Esto és el último problema que debo resolver, antes de concluir este capítulo. Sé muy bien que le han resuelto por la afirmativa muchos políticos y muchos escritores especulativos creyendo firmemente que el crédito publico constituye la fuerza y seguridad del estado, y que es una causa poderosa de la prosperidad en los casos comunes y el único recurso eficaz en las necesidades estraordinarias y urgentísimas; en suma que es el verdadero   —231→   paladion de la sociedad. Mas por respetable que parezca esta opinion, espero hacer ver y con muy buenas razones, que son debilísimos sus fundamentos. No me detendré á examinar los funestos males que causan los empréstitos á la organizacion social; el enorme poder que dan á los gobiernos; los medios que les facilitan para hacer libremente cuanto quieran sin temor de encontrar resistencia; para ganarse prosélitos; para atraerlo todo ácia sí; para enriquecer á sus favoritos, y para dispensarse de la obligacion de congregar, consultar y escuchar á los ciudadanos, lo cual acarrea rápidamente el trastorno de las leyes fundamentales, porque todas estas cosas no pertenecen al asunto de que trato. Yo no considero en este momento sino los efectos meramente económicos que producen los empréstitos; y bajo este punto de vista únicamente voy á examinar sus ventajas é inconvenientes.

  —232→  

Dícese en favor de los empréstitos; 1.º que el gobierno á nadie quita con violencia los fondos que le procuran; mas esto en mi concepto es quererse engañar, porque aunque es cierto que cuando el gobierno abre un empéstito no fuerza á nadie en particular á que le preste (pues no considero como empréstitos los forzados sino como verdaderas contribuciones) y que el prestamista que lleva su dinero al tesoro público lo hace libre y espontáneamente, pero tambien lo es que esta operacion no finaliza aqui; porque el capitalista presta pero no regala: hace sus cuentas y ve si le puede ser útil anticipar su dinero: calcula los riesgos que va á correr y ni aun imagina posible la pérdida de sus intereses y capital; y de consiguiente pone desde aquel instante al gobierno en la necesidad de establecer hoy ó mañana un impuesto cuya suma total sea igual por lo menos al capital que tomó   —233→   y á los intereses que devengue; y véase aqui como su oficiosidad y condescendencia ha gravado, aun sin quererlo él, no solo á la generacion presente sino tambien á las generaciones, futuras. Tan cierto es esto que aun la especie de alivio que produce momentáneamente su servicio, en tanto es alivio en cuanto se trasporta á la generacion venidera una parte del peso del empréstito.

Esta circunstancia da margen en mi concepto á un gran problema que he estrañado mucho no haber visto examinado en ninguna parte, á saber: un gobierno cualquiera que sea, ora monárquico, ora poliarquico, en suma de hombres actualmente existentes, ¿tendrá derecho para gravar á otros que estan todavia por nacer, obligándolos á pagar algun dia sus gastos actuales? No puede resolverse este problema como se ha hecho con el de los testamentos contra los cuales se   —234→   ha dicho y con razon que ningun hombre tiene derecho de ser obedecido despues de muerto; porque si la sociedad tiene indudablemente derecho para limitar y aun quitar del todo á cada uno de sus miembros el uso de las facultades que puedan no ser útiles, le tendrá por la misma razon para concederles y afianzarles el de ese derecho si lo considera útil; ademas de que los herederos naturales de los testadores son siempre dueños de aceptar ó renunciar la herencia que no les pertenece realmente sino porque las leyes se las adjudican bajo estas ó aquellas condiciones que ha querido el legislador; mas no sucede lo mismo con respecto á los intereses públicos; porque una generacion no recibe de otra como una herencia el derecho de vivir en sociedad bajo las leyes que le acomode, y asi la primera no le tiene para decir á la segunda: «si quereis sucederme debeis de existir de este ó de   —235→   aquel modo, sugetaros á estas ó aquellas formalidades; abrazar estos ó aquellos pactos;» porque de aqui se seguiria que establecida una ley, no podria ya modificarse ni abolirse. De consiguiente el poder legislativo sea el que quiera, que debe siempre mirarse como el órgano de la voluntad general actual, no puede obligar ni ligar al poder legislativo futuro que será el órgano de la voluntad general de una nueva generacion. En este principio tan razonable se funda la ley de Inglaterra que ordena que un parlamento no pueda votar impuestos sino hasta la apertura de otro ó hasta una nueva sesion del mismo parlamento. Sé muy bien que el querer aplicar rigurosamente este principio á las deudas de un pais donde no existe semejante ley y donde se ha estipulado de buena fe con el gobierno, seria querer autorizar la supercheria y la perfidia y burlarse de la confianza pública, y   —236→   antes de ahora he manifestado lo persuadido que estoy de que semejantes actos nunca pueden ser justos ni útiles, dos voces que son en mi concepto absolutamente sinónimas lo mismo que razon y virtud. Pero no es menos cierto, volviendo al egemplo de la Inglaterra, que es una contradiccion manifiesta y de consiguiente un absurdo el que un parlamento crea no tener facultades para votar impuestos sino por un año, y crea al mismo tiempo tenerlas para votar un empréstito á intereses perpétuos ó redimible á largos plazos; porque esto es lo mismo que votar la necesidad de exigir impuestos suficientes para pagar estos intereses y reembolsar el capital declarando al mismo tiempo que no tiene derecho para responder de ellos. A mi me parece mucho mas franco, juicioso y leal el principio adoptado antiguamente en España de que los empeños de un Rey no ligan á su   —237→   sucesor; porque á lo menos el que contrata con él sabe que contrata con él solo: conoce el riesgo á que se espone y no tiene que quejarse de nadie, sucédale despues lo que quiera. Veremos muy pronto que este principio es en la práctica tan benéfico como razonable.

Por ahora debo ceñirme á esta verdad, que es una consecuencia forzosa de lo que hemos dicho. No hay otro medio de pagar el capital y los intereses de un empréstito que los impuestos, y de consiguiente los fondos que procuran á los gobiernos los vienen á pagar por último violentamente los miembros del estado, y lo que todavia es peor, aquellos miembros que no se obligaron á pagarlos, puesto que no se pudieron obligar ni por sí mimos por que aun no existian, ni por sus representantes legítimos ó legales. Llamo legales aquellos á quienes autoriza la ley existente y cuyos actos son   —238→   válidos aun cuando esta ley no sea justa.

Dicese tambien en favor de los empréstitos, y es lo segundo, que las sumas que facilitan al gobierno no se sacan del consumo productivo, porque no las anticipan los empresarios de industria que emplean por sí mismos sus fondos, sino los ociosos que viven solamente de sus rentas y que se proponen por este medio crearse cómodamente una que no les cueste mucho trabajo; pero esta segunda ventaja no es menos ilusoria que la primera; porque aunque sea por lo géneral cierto que el industrioso que junta á su aplicacion y habilidad el capital que tiene para emplearle productivamente no sea el prestamista del gobierno, sin embargo suele suceder que la misma facilidad que ofrece una renta segura para entregarse á las delicias de una vida regalada y esenta de riesgos y fatigas, disgusta á muchos de ellos del trabajo,   —239→   abandonan su profesion y vienen al cabo á ser unos verdaderos ociosos. Por otra parte, aun suponiendo que solo presten al gobierno aquellos que habian de vivir en el ocio, resultará que si el gobierno no hubiese admitido el empréstito hubieran puesto su dinero en poder de los industriosos: estos tendrian entónces mas capitales que emplear en trabajos productivos, y la misma concurrencia de prestamistas bajaría la tasa del interes y les proporcionaria los capitales á menos costa; dos ventajas sumamente preciosas de que los privan los empréstitos públicos. En suma, todo gobierno que toma á préstamo, á no ser que haga una bancarrota, está en la precision de devolver las sumas que recibió, para lo cual no tiene otro medio que pedírselas á los ciudadanos, y de consiguiente tarde ó temprano ataca la industria, no menos que si directamente la hubiese despojado   —240→   de esos fondos al comenzar su operacion; y si agregamos á esto los intereses pagados hasta el reembolso del capital, veremos que en muy pocos años se ha doblado la suma total de este y agravádose el mal en la misma proporcion.

Pero los gobiernos modernos de Europa estan ya tan acostumbrados á la existencia de una deuda pública, que cuando encuentran arbitrio para hacerse con una suma á pagar sus intereses perpétuos, y dan con el medio de asegurar el pago puntual de ellos, creen que han hecho una gran especulacion y pagado todo lo que deben, sin advertir que absorviendo estos intereses una parte de la renta pública, que ya era tan pequeña con respecto á las obligaciones que no alcanzaba á cubrirlas puesto que el gobierno necesitó tomar á préstamo, deben disminuirla necesariamente, de modo que aun será mas imposible hacer frente con ella   —241→   á las cargas subsiguientes. Nace de aqui la inevitable necesidad de volver mañana á otro empréstito para llenar este deficit y cargarse con la obligacion de pagar nuevos intereses; y de este modo se halla al cabo de cortísimo tiempo en el caso de que se gasta una porcion considerable de todas las riquezas anualmente producidas, no ya para el servicio del estado, sino para mantener un número infinito de censualistas inútiles; y para mayor desgacia todavia, ¿quienes son estos censualistas? Unos hombres no solamente holgazanes como lo son todos los de su clase, sino tambien insensibles y egoistas que miran á sangre fria la felicidad y la desgracia de los industriosos á quienes nada han prestado; que no tienen mas interes que el que subsista el gobierno que les paga, sea el que quiera y obre como quiera, ni otro deseo que verle embarrancado en peligros y dificultades   —242→   que le obliguen á sostenerlos, contemplarlos y pagarles mas caros sus servicios; y por consiguiente enemigos naturales y enconados de los verdaderos intereses de la sociedad en general, ó por lo menos frios espectadores de todas sus calamidades. No quiero decir con esto que todos los censualistas del estado sean sin escepcion malos ciudadanos, sino que su posicion es tal que los arrastra á serlo; y aun digo mas, que las rentas vitalicias contribuyen esencialmente á disolver los vínculos de la sangre, y que la abundancia escesiva de efectos públicos no puede dejar de producir una multitud de truanes y tahures desenfrenados; y sino examínense por dedentro todas esas grandes ciudades que no tienen industria ni comercio y sobre todo las capitales, tocaremos las pruebas odiosísimas y funestas de esta verdad, viendo hormiguear en ellas esta clase de hombres numerosa   —243→   y pudiente con muchos medios de hacer prevalecer sus pasiones y de pervertir la opinion pública.

Asi pues, tan falso es que los empréstitos del gobierno no son perjudiciales á la industria nacional, como el que los fondos que procuran no son violentamente arrebatados de manos de algunos particulares. Mas no son estas las verdaderas razones en que se fundan los partidarios de los empréstitos para dar tanta importancia al crédito público ó á la posibilidad de hallar quienes presten al gobierno. Lo que realmente les hace mirar este recurso como muy ventajoso, es que por su medio adquiere prontamente el estado unas sumas enormes que no se las podrian facilitar los impuestos por gravosos que fuesen; pero yo no dudo asegurar que miro esta ventaja quimérica como el mas funesto de todos los males; porque no es sino un medio inhumano   —244→   y violento de precisar á los hombres á hacer tan grandes esfuerzos que los aniquilen, agotando en ellos los manantiales de la vida. Montesquieu conoció profundamente esta verdad, puesto que despues de haber pintado con los colores mas fuertes el miserable estado de angustia y de tortura á que habian venido á parar en su tiempo las naciones de Europa que hubieran debido ser las mas florecientes por su aplicacion, habilidad é industria, y sin otra causa que el aumento escesivo de los gastos públicos, añade: «y lo que hace imposible el remedio en adelante es que ya no se cuenta con las rentas, sino que se hace la guerra con sus capitales. No es cosa inaudita48 ver á algunos estados hipotecar sus fondos en medio de la paz, y echar mano para arruinarse de mil   —245→   medios que llaman estraordinarios, y que por cierto lo son en tanto grado, que apenas podria imaginarlos el hijo de familia mas desordenado y disipador»49.

Sin duda se me dirá que esto es abusar de su crédito y no servirse de él, que el abuso no prueba que sea malo. Respondo primeramente que el abuso es inseparable del uso, y asi lo confirma la esperiencia. Con efecto, apenas habrá dos siglos, que los progresos de la civilizacion, de la industria y comercio, los del orden social y acaso tambien aumento de numerario, facilitaron á los gobiernos los medios de abrir empréstitos; y en tan corto tiempo los han conducido estos peligrosos arbitrios á hacer frecuentes bancarrotas totales ó parciales; á recurrir al medio vergonzoso y   —246→   aun mas funesto del papel-moneda, ó finalmente á quedar sepultados bajo el enorme peso de una carga que cada dia se va haciendo mas insoportable.

Pero yo voy todavia mas lejos: sostengo que el mal no está en el abuso sino en el uso mismo de los empréstitos, esto es, que el uso y el abuso son dos cosas inseparables, y que cada vez que el gobierno abre un empréstito da un paso mas ácia su ruina. La razon es sencillísima. El tomar un empréstito puede ser una buena operacion en las manos de un hombre industrioso cuyo consumo se reproduce con ganancia; porque con las sumas disponibles que le proporciona, podrá dar mas estension á su industria y aumentar su consumo productivo y de consiguiente sus ganancias; pero el gobierno que es un consumidor de la clase de los que gastan estéril é improductivamente, se come lo que le dan, lo pierde   —247→   para siempre, y queda gravado con una deuda que equivale á una verdadera diminucion de los medios de que hubiera podido usar en adelante; y es inevitable que sea siempre asi. Es verdad que en algunos paises se han conocido mucho mas tarde los funestos efectos de estas operaciones, porque no se han podido percibir fácilmente en todos tiempos. En aquellas épocas en que los progresos de la industria y de las artes eran mucho mas rápidos que los de la deuda pública, como que se aumentaban cada dia los medios del gobierno, era dificil conocer el mal aunque realmente existia. Como el gobierno gastaba y pagaba, creyeron muchos que toda deuda pública era un manantial de riqueza y prosperidad, sin echar de ver que esta provenia de que el bien que hacian los particulares era mucho mayor que el mal que hacia el gobierno; pero no por eso este mal era menos   —248→   efectivo, y en el dia nadie hay que se atreva á negarlo.

Se responde á estas poderosísimas razones con la única escusa que resta á falta de aquellas, esto es, la necesidad; pero yo insisto á pesar de eso en lo dicho, y afirmo que ni aun la necesidad es una escusa sensata en el caso de que hablamos, porque el mismo remedio es el que crea la obligacion de recurrir á él. Me esplicaré. Cuando una nacion se encuentra en una situacion crítica y arriesgada, no hay duda que necesita hacer cuantos esfuerzos pueda para salir de ella; pero ningun cuerpo político puede venir naturalmente á este estado: siempre hay alguna causa anterior que le ha traido á él. A veces proviene de haber conducido muy mal el gobierno interior; y de este modo ha alentado á algun vecino inquieto á invadir sus provincias, aprovechándose de su languidez y descontento;   —249→   otras veces habiendo manejado acertadamente sus propios negocios, se ha querido prevaler de esto para entrometerse intempestivamente en los agenos; y ha abusado de su misma prosperidad para turbar el sosiego de otras naciones, para acometer grandes empresas, para obligar á que se escuchen con respeto ó con miedo sus escesivas pretensiones, ó finalmente, para tomar una actitud imponente y amenazadora, que provoca siempre medidas hóstiles y se acarrea el ódio universal. Estos son los estravios y los errores que ordinariamente traen consigo la necesidad de hacer esfuerzos escesivos, y de consiguiente la de recurrir á los empréstitos; y si es cierto que la insensata confianza que inspira este pernicioso recurso es la que induce á cometer semejantes, yerros, no puede caber duda en que el crédito que se mira como un remedio á estos males, es por el contrario   —250→   su causa verdadera. Pero en efecto la historia nos enseña que desde que los gobiernos comenzaron á tener lo que se llama crédito, esto es, la posibilidad de gastar en un instante los fondos de muchos años, comenzaron tambien á viciarse, hasta el punto de no poner términos á su prodigalidad, á su ambicion y á sus proyectos; aumentaron sus egércitos, multiplicaron sus intrigas, y adoptaron esa política inquieta y quisquillosa con la cual ni se puede evitar la guerra ni disfrutar de los beneficios de la paz. Estos pues y no otros son los hermosísimos efectos de ese crédito público que se nos quiere pintar como un bien tan precioso. ¿Pero será por lo menos útil para salvar una nacion de peligros inminentes? No. Ningun otro peligro inminente hay para una nacion mas que la invasion súbita de su territorio, en cuyo estremado caso no es el oro el que salva sino el concurso   —251→   de fuerzas y la reunion de voluntades: las requisiciones dan las cosas, las levas en masa los hombres, y los empréstitos en este caso para nada sirven. El crédito para lo que sirve es para sostener guerras lejanas, esto es, para prolongarlas, y vienen á faltar cabalmente sus recursos cuando se hacen azarosas, esto es, cuando mas se le necesitaria. Entonces se hace la paz; pero antes se hubiera hecho, ó mas bien no se hubiera hecho la guerra si no hubiese habido crédito. Despues de firmada esta paz forzada y tardia es cuando se advierten las inmensas pérdidas que se han sufrido, sobre todo la sangre de tantos hombres inútilmente derramada, y las enormes sumas que se han desperdiciado, que hubieran fomentado la industria y aumentado los manantiales de las riquezas á no haber sido por la funestísima facilidad de tomar prestado. El mismo vencedor llora los laureles de que   —252→   se ha ceñido y la gloria de que se ha cubierto en el campo de batalla, porque nada de esto puede indemnizarle ni de los sacrificios que le han costado, ni de las deudas que ha contraido. Asi pues concluyo afirmando de nuevo que lo que se llama crédito público es el veneno que mata, y muy rápidamente, á los gobiernos modernos.

Sin embargo no aconsejaria yo que se hiciese una ley prohibiendo á los gobernantes tomar prestado y á los gobernados prestar, porque semejante ley seria absurda é inútil: absurda, porque se fundaria como el mal que la provoca y que debiera destruir, en el falso principio de que el poder legislativo actual puede ligar al poder legislativo en lo futuro; inútil, porque lo primero que harian los que quisiesen abrir en adelante un empréstito seria abolir esta ley, y tendrian derecho para hacerlo. Yo quisiera   —253→   mas bien que se reconociese y proclamase este principio de eterna verdad, que todo cuanto decretan cualesquiera legisladores, lo pueden modificar, variar y abolir enteramente sus sucesores; y que se hiciese entender solemnemente que este hermoso y saludable principio se habria de aplicar en adelante, como es justo, á todos los empeños que el gobierno contragese con sus prestamistas. Asi se curaria el mal en su raiz, porque no teniendo los capitalistas una garantia, no prestarian, se evitarian mil desgracias, veríamos menos familias arruinadas, y tendríamos una prueba práctica sobre las muchas que ya tenemos de que los males que parece el hombre provienen siempre de sus errores, y que el único remedio de ellos es la verdad. Con este voto concluyo cuanto tenia que decir acerca de las rentas y gastos de los gobiernos. Ahora solo me resta resumir todos los principios   —254→   establecidos, y hacer sobre ellos algunas ligeras reflexiones.