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ArribaAbajo

Apéndice

Composiciones poéticas no incluidas en la edición de 1820



ArribaAbajo

Odas anacreónticas




- I -


De un Cupido

ArribaAbajo   Al partir y dejarla,
medrosa de mi olvido,
me dio como en memoria
Dorila un Cupidillo.
   Por cierto el ceguezuelo,  5
muy agraciado y lindo,
las alitas doradas
y en la mano sus tiros,
   la aljaba al hombro bello
y el arco vengativo,  10
y así como temblando
por su nudez de frío.
   Yo, lastimado al verle,
burlándome le abrigo;
ya le torno en mis brazos,  15
ya a mis labios le arrimo.
   Inocente le beso;
con él juego y me río;
escóndole en el pecho,
y blando le acaricio.  20
   Pero sentí al instante
mil ardientes latidos.
¿Y qué fue? Que allá dentro
se me entró el fementido.




- II -


Sobre el temor de la vida futura

ArribaAbajo   Si es, Cinaris, forzoso
morir, y nadie puede,
por mucho que la tema,
librarse de la muerte,
   ni conocer tampoco  5
lo que después sucede,
ni dónde nos quedamos
ni quién allá nos tiene,
   agora que vivimos,
gocemos los placeres,  10
los gustos y delicias
que Venus nos ofrece.




- III -


A Dorila

ArribaAbajo   Teje, Dorila, teje;
de pámpanos y flores
téjeme una guirnalda
con que las sienes orne.
   Tráeme de dulce vino  5
la copa que rebose,
y la lira süave
con que te canto amores,
   si quieres que a la sombra
de este parral repose,  10
sin que la siesta tema
ni sienta sus ardores.




- IV -


A las zagalas

ArribaAbajo   Decidme, zagalejas,
si visteis a mi amada
bajar con sus corderas
por esta verde falda.
   Decidme si la visteis,  5
cuando al rayar del alba
la luz los valles dora,
salir de su cabaña.
   ¡Ay!, ¿dónde se me esconde?
Decídmelo, zagalas,  10
miradme cómo vengo
cansado de buscarla.




- V -


Respuesta

ArribaAbajo   Dichoso zagalejo,
por aquel verde valle
bajaron tus amores,
bajaron a buscarte.
   Cogiendo flores iba,  5
y con la voz süave
que envidian los jilgueros
no cesa de llamarte.
   Pues corre, no la aflijas.
¡Ay!, corre, no te tardes.  10
¡Ay!, corre, que te espera
debajo de aquel sauce.




- VI -


A las muchachas

ArribaAbajo   Ofendido me tiene,
muchachas, vuestro trato;
mucho decirlo siento,
mas ya no he de callarlo.
   Yo os quise desde niño,  5
os sirvo y os regalo,
y en burlas inocentes
os digo mil halagos.
   Mi lira os entretiene
con sus acentos blandos;  10
de ella gustáis tañendo,
de ella gozáis bailando.
   En mis süaves versos
vuestras delicias canto,
vuestro desdén lamento,  15
vuestra belleza alabo.
   ¿Y esquivas hoy vosotras
me desdeñáis en pago?
Pues mirad que de amigo
me volveré contrario.  20




- VII -


A Baco

ArribaAbajo   Si sazonando risas
canto, padre Lïeo,
con estilo beodo
tus bailes y tus juegos,
   no me des, no, las gracias;  5
dáselas a Anacreón,
y al Amor y a Dorila,
que me inspiran los versos.




- VIII -


ArribaAbajo   Iba a cantar de Marte
las guerras y las iras,
cuando el Amor airado
me arrebató la lira,
   y así me dice: «Canta,  5
muchacho, mis delicias,
y guarda no te metas
en lides y conquistas»;
   y una cítara diome.
Toquela, y su armonía  10
sólo de Venus canta,
sólo de amor suspira.




- IX -


ArribaAbajo   Vuela, pues, pajarillo;
al punto, luego, ea;
vuela y lleva estos versos
a mi Dorila bella.
   Pónselos en la mano,  5
recibe la respuesta,
y mira que no tardes,
que es mi amor quien te espera.




- X -


ArribaAbajo   Ya, ya con sus rigores
está en casa el invierno;
pues ¡ea, mi Dorila,
lleguémonos al fuego,
   asemos las castañas,  5
bebamos de lo añejo,
y que nos eche escarchas
el insolente enero!




- XI -


ArribaAbajo   Dejadme, compañeros,
no lo estorbéis, amigos,
que he de agotar la copa
y he de apurar el vino,
   aunque después me asome  5
y, viéndome caído,
me digan mil denuestos
las chicas y los chicos.




- XII -


ArribaAbajo   ¡Hola, cuidados míos!,
tornad, tornad en breve
allá donde vinisteis,
y a mí dejadme alegre.
   De no, yo os aseguro  5
de darme al de Semele,
porque su dulce néctar
del corazón os eche.




- XIII -


ArribaAbajo   Yo apostaré, Isabela,
que porque hablé a Dorila
me miras tan airada,
te apartas tan esquiva.
   Tus ojos me lo dicen;  5
mas por ellos, mi vida,
que fue acaso el hablarla
y muy más el seguirla;
   así, deja ya el ceño
y con él tantas iras;  10
pero... No, no le dejes,
que estás con él más linda.




- XIV -


ArribaAbajo   Volando blandamente
con sus alas Cupido,
por coger unas rosas
a mi jardín se vino.
   Yo estaba en él acaso  5
sentado junto a un mirto
y a Dorila esperando,
Dorila, el dueño mío;
   pero viendo el gracejo
de tan hermoso niño,  10
hago como que duermo
y a un lado me retiro.
   Él hacia mí se acerca
y, aplicando el oído,
pisaba blandamente,  15
juzgándome dormido;
   y con esto engañado
(que yo muy bien lo finjo),
vase a coger las rosas
con gusto y regocijo.  20
   Yo, que lo estoy mirando,
«¡Ladrón, ladrón!», repito,
y ofendido me quejo,
y enojado le riño.
   Mas él sigue cogiendo  25
sus rosas sin peligro,
y luego me dispara
de su carcaj un tiro.
   Atravesome el pecho
y, viendo que aún le sigo,  30
huyose con mis rosas
volando el atrevido.




- XV -


ArribaAbajo   Cuando a tu blanco pecho
comparo, mi Climene,
la nieve que en enero
los campos encanece,
   o bien las azucenas  5
en mayo florecientes
que aromas regalados
a la nariz ofrecen,
   encuentro que en blancura
se deja atrás la nieve,  10
y que el olor que espira
las azucenas vence.




- XVI -


ArribaAbajo   ¿Cómo, Cupido, cómo,
siendo dios y tan niño,
tienes traiciones tantas,
tienes tantos delitos?
   Tú siempre nos engañas,  5
y con votos fingidos
nos prometes delicias
para darnos martirios.
   Tú nuestros daños causas
y expones atrevido  10
las almas y los pechos
a muertes y peligros.
   Por ti sienten las madres
la furia de sus hijos,
y hermanas inocentes,  15
de hermanos atrevidos.
   Pases, dime: ¿qué no logran
tus mañas y artificios,
que éstas son de tu aljaba
las flechas y los tiros?  20
   Mas ¡ay!, que te enojaste,
y por lo que te he dicho,
un dardo me has tirado
y el pecho me has herido.




- XVII -


ArribaAbajo   Por más, Belisa rola,
por más que me desdeñes,
tu amor me ha prometido
el niño de Citeres.
   En pago de unos versos,  5
mandome te quisiese,
seguro de gozarte.
Pues, ea, vuelve, vuelve
   y deja los rigores,
si al fin he de vencerte,  10
por más, Belisa mía,
por más que me desdeñes.




- XVIII -


ArribaAbajo   De Baco y de Cupido
cantaste, lira mía,
los bailes y los juegos,
los brindis y las risas;
   su imperio dilataste  5
-también el de la Cipria-
cantando sus loores,
diciendo sus delicias.
   De todo, ¿qué has sacado?
¿Alivio en tus fatigas?  10
¿Descanso en tus dolores?
¿O amor en tu Belisa...?
   ¿Que nada, me respondes?
Pues calla, no prosigas,
y di, si quieren versos,  15
que busquen otra lira.




- XIX -


ArribaAbajo   Un día que en la selva
me topé con Cupido
probando en unas rosas
lo agudo de sus tiros,
   llegándome le dije:  5
«¿Qué debo hacer, mi niño,
para que mis amores
cante con blando estilo?,
   porque maguer que beba
lo dulce a los racimos,  10
cuando a cantar empiezo,
lo dejo de corrido».
   Pero Amor sonriose,
armó el arco y me dijo:
«Para que mejor cantes,  15
toma esta flecha, amigo».




- XX -


ArribaAbajo   Estaba yo durmiendo
debajo de unas parras
que el viento con sonido
las bulle y las halaga;
   llegose a mí el Vendado,  5
de mil dolores causa,
armado con sus viras,
volando con sus alas.
   Batiolas a mi rostro,
y aun porque así tornara,  10
jugándome al oído,
sonábame la aljaba;
   pero yo no hago caso;
y él, viéndolo, se aparta,
y en dulce paz me deja  15
durmiendo como estaba.




- XXI -


ArribaAbajo   Muchos, mi zagaleja,
me mandan que te olvide,
porque tú no me quieres,
porque tú me despides,
   y que me arrime a Flavia  5
porque aborrece a Tirsis,
y perdida de amores
como loca me sigue;
   mas yo, que los entiendo,
respondo a cuanto dicen  10
que nunca he de quererla,
que siempre he de servirte,
   y más que ella picada
me deje y se retire,
y tú con más desdenes  15
mi muerte solicites.




- XXII -


El tocador

ArribaAbajo   Sentada ante el espejo,
ornaba Galatea
de sus blondos cabellos
las delicadas hebras.
   Separada en dos partes,  5
su dorada madeja
cubre en ondosos rizos
el cuello de azucena.
   Con mano artificiosa,
de sus sortijas cerca  10
la frente, porque brille
la nieve contrapuesta.
   Sobre el ara del gusto
en agradable ofrenda,
el lujo para ungirlos  15
le ofrece sus esencias,
   y cien vistosas flores
parece que se acercan
a sus dedos, ufanas
si adornan su cabeza.  20
   Ella en todas escoge
las colores más tiernas,
y entre el alto plumaje
delicada las mezcla.
   Luego al cristal se mira;  25
y al hallarse tan bella,
tierna suspira, y sigue
su felice tarea.
   De transparente gasa
sobre el tocado asienta  30
un lazo, que hasta el talle
baja y al viento ondea.
   Con otro solicita
celar a la modestia
de tus turgentes pechos  35
las dos nevadas pellas.
   Por ellas, al cubrirlas,
acaso, aunque ligera,
la mano pasa; y siente
que el tacto la recrea.  40
   Torna a correrla; y blando
circula por sus venas
de amor el dulce fuego,
que la delicia aumenta.
   Rendida hacia el espejo  45
se vuelve; y en su esfera
las pomas mismas halla,
que loca la enajenan.
   Y al punto más perdida,
con amable licencia  50
para en ellas gozarse,
las gasas desordena.
   Ya ardiente las agita,
ya las palpa suspensa,
ya tierna las comprime;  55
y en la presión violenta
   su palpitar se dobla;
desfallecida anhela;
me nombra, y del deleite
la nube la rodea.  60
   Yo de improviso salgo,
y con dulce sorpresa
pago en ardientes besos
su amor y su fineza.
   Turbose un tanto al verme;  65
mas bien presto halagüeña,
me ofreció entre sus brazos
el perdón de mi ofensa.




ArribaAbajo

La paloma de Filis




- I -



BATILO

ArribaAbajo    Amada palomita,
dime, ¿de dónde vienes?
¿Qué llevas en el pico?
¿Qué carta o qué presente?

PALOMA

    Pues vengo de tu choza,  5
y el dueño que allá tienes
me manda que estos versos
volando te trajese.

BATILO

   ¡Ay! ¡Dorila te manda!
¡Tente, paloma, tente!  10
¡Que vaya a verla dice
la seña con que vienes!
   ¡Oh, aviso venturoso!
Vuelve, paloma, vuelve,
y avísale a mi dueño  15
que al punto voy a verle;
   que de su choza salga
y en el valle me espere
con la zagala Silvia,
que nuestro amor entiende.  20
   Dile más..., pero nada,
pues aunque mucho vueles,
habré yo ya llegado
primero que tú llegues.




- II -


ArribaAbajo   ¡Qué mal, qué mal empleas
con esa palomilla
tus regalados besos,
graciosa Doris mía!
   Si arde en tus venas Venus,  5
¿qué placeres te guisa
que ella tu pecho pique,
donde el amor ya pica?
   Así, ven a mis brazos;
gozarás mil delicias,  10
que aquí hallarás consuelo
si estás de Amor herida.




- III -


ArribaAbajo   Graciosa palomita
que en el pecho y los labios
de mi Cloris gustaste
mil besos y regalos;
   tú que a solas la miras,  5
y contigo jugando
su inocencia se alegra
sin velo ni recato:
   ¡ay!, dime si su pecho
de Amor está tocado,  10
o su boca respira
el dulce olor de Baco;
   que si a cualquiera de ellos
la niña se ha entregado,
no, no será difícil  15
rendirla a mis halagos.




- IV -


ArribaAbajo   Graciosa palomita,
pues que licencia tienes
de picar a mi Filis
festiva y blandamente,
   ¡ay!, pícale en buen hora  5
las perlas de sus dientes,
de su boca la rosa,
de su cuello la nieve,
   y en el seno la pica;
mas al picar advierte  10
que allí donde se queja,
que más la piques quiere.




- V -


ArribaAbajo   ¡Ay, simple palomita,
qué alegre estás y ufana
de que mi bella Fili
te tenga sobre el halda!
   Desde ella te parece  5
que la altanera garza,
señora de los vientos,
no tu ventura iguala.
   Y, ¡oh!, tanto no te ufanes,
que de fortuna varia  10
no estás, si tan valida,
de los reveses salva.
   Vendrá tiempo en que Fili
se canse de tus gracias,
y en mí el cariño ponga  15
que hoy simple en ti malgasta.
   Tú llorarás entonces,
y yo, en ventura tanta,
sabré gozar mil dichas
que tú a gozar no alcanzas.  20




- VI -


Dedicatoria

ArribaAbajo   La paloma de Cloris,
la inocente avecilla
con quien mi Cloris gasta
mil juegos y delicias,
   a vuestras plantas pide  5
con voluntad rendida
que le oigáis sus arrullos
y amorosas caricias.
   Escuchadlos, señora,
que no fue más sencilla  10
la que un tiempo a Anacreón
de nuncio le servía,
   ni menos gracia tiene
que las de Venus mismas,
ni enamora y alegra  15
con voz menos festiva.
   Mi Cloris cariñosa
con su boca la cría,
en su falda la duerme
y en su seno la anida:  20
   ¡avecilla dichosa!,
porque Cloris la estima,
y más si Vuecelencia
de escucharla se digna.




- VII -


ArribaAbajo   «Ven, ven, simple avecilla,
ven al punto a mi falda;
no con alegre vuelo
fatigues más tus alas,
   ni en torno cariñosa  5
tan vagos giros hagas,
sino en plácido sueño
leda en ella descansa;
   que más que no tus fiestas,
arrullos y algazara,  10
me cuesta de cuidados
si acaso el sol te daña».
   Así mi Filis dijo,
y su paloma baja
y arrulla y se adormece  15
cual ella se lo manda.




- VIII -


ArribaAbajo   Con esa misma lumbre
que tus ojuelos miran,
me das a mí la muerte
y a tu paloma vida.
   Tú amorosa la colmas  5
con ellos de alegría,
y el crudo Amor por ellos
saetas mil me tira.
   Ella en cada mirada
ve, Fili, una caricia;  10
yo, los rigores solos
de tu esquivez altiva.
   Así exclamo mil veces:
«¡Quién fuera palomita!
Trocara ante tus ojos  15
mis penas en delicias».




- IX -


ArribaAbajo   «Tranquilo con mi suerte,
no envidio las riquezas,
ni envidio los placeres,
ni el mando, ni las ciencias.
   Sólo a ti, palomita,  5
te envidio, y en la tierra
tu suerte solamente
desvelos mil me cuesta».
   «Pues ¿qué suerte es la mía?».
«Que mi Filis te alienta  10
al fuego de su pecho
y mil veces te besa».




- X -


ArribaAbajo   ¿Qué placer, Filis, hallas
con casa palomita?
¿Por qué con ella pierdes
tus besos y caricias?
   ¿Qué valen sus halagos,  5
qué vale que festiva
te pique y luego vuele,
la llames y te siga?
   ¿Sus ojos son tan vivos
cual los que ardiente anima  10
Amor? ¿Su ronco arrullo
iguala a la voz mía?
   Valiera más que tierna
premiaras mis fatigas
que las vivaces gracias  15
que en ella desperdicias.
   A mí en solo un halago
la gloria me darías,
Filis ingrata; ¡y ella
cien besos necia esquiva!  20
   ¿Mas qué? ¿Sabe el sabroso
néctar, la inmensa dicha,
el suave ardor que al alma
tus labios comunican?
   ¡Oh suerte incomparable,  25
si tú, más cuerda un día,
besos y amor divides
conmigo y tu avecilla!




ArribaAbajo

Galatea o la ilusión del canto




El gabinete


ArribaAbajo   ¡Qué llama por mis venas
discurre! ¡En qué delicias,
en qué fragante aroma
se inunda el alma mía!
   Éste es de Amor el templo.  5
Doquiera que la vista
vuelvo, mil muestras hallo
del numen que lo habita.
   Del tocado las plumas
de un lado... Allí, la cinta  10
que en torno del gracioso
rizado en arco gira.
   Del cuello, allá, las perlas
enhiesto..., la cotilla...,
y en ella, de sus pechos  15
la huella peregrina.
   Besadla, oh venturosos
labios... Mas extendida
la gasa que importuna
los cubre, allí se mira...  20
   ¡Oh, gasa...! ¡Qué de veces...!
El lecho... Ven, querida;
ven, llega, corre, vuela,
y mi impaciencia alivia.
   En todo, en todo te halla  25
mi ardor... Tu voz divina
oigo feliz... Mi boca
tu dulce aliento aspira.
   ¡Oh, cuánto, Galatea,
padezco...! ¡Cuál palpita  30
mi pecho...! ¡En qué zozobras
mi espíritu vacila...!
   Si en sólo imaginarlas
me matan tus caricias,
¿qué será...? No, no puedo  35
bastar a tanta dicha...
   Mas ya sus pasos suenan...
Ya llega..., ya..., y rendida
en mis ardientes brazos
de amor se precipita.  40
   Sostenme, oh blanda Venus,
sosténme, que mi vida
entre placeres tantos
débil sin ti peligra.



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