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ArribaAbajo

Letrillas




- I -


A unos ojos


ArribaAbajo       Tus ojuelos, niña,
       me matan de amor.

   Ora vagos giren,
o fíjense atentos,
o miren exentos,  5
o lánguidos miren,
   o injustos se aíren
contra mi dolor,
       tus ojuelos, niña,
       me matan de amor.  10

   Si se alzan al cielo
llenos de temores,
si alegran las flores
tornados al suelo,
   o abaten el vuelo  15
de mi ciego error,
       siempre, niña hermosa,
       me matan de amor.

   Tórnalos, te ruego,
niña, hacia otro lado,  20
que casi he cegado
de mirar su fuego.
   ¡Ay!, tórnalos luego,
no con más rigor
       tus lindos ojuelos  25
       me maten de amor.




- II -


ArribaAbajo   Niña, tus ojuelos
no sé cómo son,
que siendo mi vida
       me matan de amor.

   Ora vagos giren,  5
o fíjense atentos,
o miren contentos,
o amorosos miren,
   o airados retiren
todo su esplendor,  10
tus ojuelos, niña,
       me matan de amor.

   Si se alzan al cielo
llenos de temores,
o colman de flores,  15
con mirarlo, al suelo,
   o abaten el vuelo
a mi ciego error,
siempre, niña hermosa,
       me matan de amor.  20

   Niña de mis ojos,
¿cómo son, me di,
los tuyos que así
glorias dan y enojos?
   Y si sus despojos  25
mis potencias son,
¿para qué, mi vida,
       me matan de amor?

   Si me sois piadosos,
¿cómo me matáis?  30
Si no, ¿a qué me dais
la vida amorosos?
   ¡Ay, ojos hermosos!,
¿a qué tal rigor,
que siendo mi vida,  35
       me matáis de amor?




- III -


La flor del Zurguén


ArribaAbajo   Sueltas avecillas
que al amanecer
mil alegres salvas
canoras me hacéis:
   si dulces trináis  5
por ver a mi bien,
callad, que ya sale
       la flor del Zurguén.

   ¿Si cuál es pedís?
¿Si señas queréis?  10
Callad, parlerillas,
que yo os lo diré,
   que impresa en mi pecho
la tengo muy bien,
así a mí me tenga  15
       la flor del Zurguén:

   su rostro, la gloria;
la nieve, su tez,
de alhelís sembrada;
su boca, la miel,  20
   y el turgente seno,
de Amor el vergel,
donde con él juega
       la flor del Zurguén.

   Sobre él, la donosa  25
prendiera un joyel,
do heridas dos almas
yo mismo pinté;
   Amor que las hiere
las une también,  30
en torno esta letra:
       La flor del Zurguén.

   Sin que yo la llame
me sale aquí a ver
cual suelta corcilla,  35
ya blando el desdén;
   y cual fiel paloma
que a su pichón ve,
así a mi voz corre
       la flor del Zurguén.  40

   Conmigo a este valle
la saco a aprender,
de amor en el arte,
lición de querer;
   y ya a todas pasa  45
en menos de un mes:
tanto ingenio tiene
       la flor del Zurguén.

   Cuidado, avecitas,
que a nadie contéis  50
los dulces secretos
que yo la enseñé;
   ni vos, fuentecillas,
me lo murmuréis,
que esto y más merece  55
       la flor del Zurguén.

   Ni me envidiéis necias
el vivo placer
con que, ¡ay!, en sus labios
cien besos le dé,  60
   y ella me dé fina
en pago otros cien,
así tierna os ame
       la flor del Zurguén.




- IV -


ArribaAbajo       Graciosos ojuelos
       de dulce mirar,
       dejadme sentir,
       dejadme llorar.

   Si en vos, ojos bellos,  5
el Amor está
tirando mil flechas
con acierto tal
   que a mí todas vienen,
todas, a parar,  10
       dejadme sentir,
       dejadme llorar.

   Si el mísero pecho
se siente abrasar
en ciegos cuidados,  15
sin poder hallar
   aun por breve alivio
una vez piedad,
       dejadme sentir,
       dejadme llorar.  20

   Si aun soy castigado
por querer mirar
las niñas divinas
que causan mi mal,
   ni basta a excusarme  25
mi fino adorar,
       dejadme sentir,
       dejadme llorar.

   Ay, lindos ojuelos,
si en tanto penar  30
me tenéis, usando
de injusta piedad
   con aquel dichoso
que os ha de gozar,
       dejadme sentir,  35
       dejadme llorar.




- V -


ArribaAbajo       ¡Ay, zagala mía,
       que en tus lindos ojos
       perdiéndome un día
       gané mil enojos!

   Gané el adorarte  5
cuando logré verte,
sintiendo ofenderte
por ser fuerza amarte;
   mas para ablandarte
te di por despojos  10
la felice suerte
en que antes vivía.
       ¡Ay, zagala mía,
       que en tus lindos ojos
       perdiéndome un día  15
       gané mil enojos!

   Ofrecite luego,
cual siervo rendido,
mi pecho encendido
de tu dulce fuego;  20
   mas mi humilde ruego
nada más abrojos
de desdén y olvido
en ti producía.
       ¡Ay, zagala mía,  25
       que en tus lindos ojos
       perdiéndome un día
       gané mil enojos!

   Ay, mi zagaleja,
deja los rigores  30
y da a mis amores
más piadosa oreja,
   y halle en ti mi queja
dulces desenojos
y aquellos favores  35
que yo hallar solía.
       ¡Ay, zagala mía,
       que en tus lindos ojos
       perdiéndome un día
       gané mil enojos!  40




- VI -


ArribaAbajo   Zagaleja mía,
la risa dejad,
que tanto reír
parece ya mal,
   y si alguien os ve  5
podrá recelar
que le hacéis placer
y os queréis burlar.
   Componed el rostro,
que es hecho vulgar  10
indigno de vos
en tan tierna edad;
   componedle, niña,
y tenga de hoy más
modesta alegría,  15
blanda majestad;
   y en vuestros ojuelos
(si decirlo se ha)
guardad el herir,
dejad el brindar,  20
   y harán más esclavos
con sólo un mirar
que han hecho hasta aquí
con su libertad




- VII -


ArribaAbajo       A dar vida a los valles
       sale Florela,
       que lo que es gloria a todos,
       para mí es pena.

   Ya por la llanura,  5
dándole a las flores
púrpura y colores,
viene su hermosura;
   el aura más pura
sopla y más süave;  10
mas mi pecho sabe,
y experiencia tiene,
   que a matarme viene,
de piedad ajena,
       que lo que es gloria a todos,  15
       para mí es pena.

   Ya los pajarillos,
llenos de alegría,
con dulce armonía
sueltan sus piquillos  20
   desde los ramillos
do están reposando,
y yo estoy temblando
al verla venir
   por me sólo herir  25
de mil gracias llena,
       que lo que es gloria a todos,
       para mí es pena.

   Con susurro blando
de mansa corriente  30
la halaga una fuente,
su bien murmurando;
   y el agua saltando,
porque ella las vea,
las guijas menea;  35
y a mí sin provecho
   me bulle en el pecho
cual bulle la arena,
       que lo que es gozo a todos,
       para mí es pena.  40

   Ella, con sus ojos
y beldad florida,
al campo da vida
y al alma da enojos;
   dulces desenojos,  45
a las tiernas flores,
pero a mis amores,
muerte venturosa
   con la vista hermosa
da su faz serena,  50
       que lo que es gozo a todos,
       para mí es pena.




- VIII -


ArribaAbajo       Tráeme, Batilo, anda,
       tráeme de Aranda flores
       y un ramito de amar amores.

   Oye, pastor regalado,
si a Zurguén acaso fueres,  5
de las flores que allí vieres
ten con tu Filis cuidado;
   trae las mejores del prado
y de más finos olores.
Pastor, Filis te lo manda:  10
       anda,
       tráeme de Aranda flores
       y un ramito de amar amores.

   Yo no puedo hoy de cuidosa
salir, ni mis corderillos  15
verán el fresco sotillo
ni el de la hierba abundosa;
   tú no me dejes quejosa
ni me escojas las peores,
pues Filis te lo demanda:  20
       anda,
       tráeme de Aranda flores
      y un ramito de amar amores.

   Hoy estoy con la quesera
y entre la leche ocupada;  25
ve aquí esta blanca cuajada
que hice yo la primera.
   Cómela, que por ti fuera
negada a otros dos pastores,
y está delicada y blanda;  30
       anda,
       tráeme de Aranda flores
       y un ramito de amar amores.

   ¡Ay, si yo salir pudiera
contigo, pastor amado!  35
Flor no quedara en el prado
que mi mano no cogiera,
   y a tu alegre sien tejiera
guirnalda de las mejores;
mas si hallarme quieres blanda,  40
       anda,
       tráeme de Aranda flores
       y un ramito de amar amores.




- IX -


ArribaAbajo       Si suspiro y lloro
       y morir deseo,
       es porque no veo
       el ángel que adoro.

   La niña donosa  5
que de amor me mata,
de mí, ¡ay!, se recata,
sin causa celosa;
   yo, cual mariposa,
ciego la enamoro,  10
mas en vano sigo
       la lumbre que adoro.

   Quien su dulce vida
tuvo en sólo vella,
ora lejos de ella  15
hala por perdida,
   y aunque en tal caída
su piedad imploro,
más cada vez huye
       la niña que adoro.  20

   Si ella me escuchara,
quizá que volviera
y vida me diera
con que me mirara.
   ¡Ay, Dios, cuál quedara  25
si en tan triste lloro
me viera bañado
       el ángel que adoro!




- X -


En una ausencia


ArribaAbajo       De mi bien ausente,
       ¿podrá de mi llanto
       parar la corriente?

   Del cándido día
la aurora es señal;  5
la angustia, del mal,
del bien, la alegría;
   yo la que tenía
perdí en una oscura
noche sin ventura;  10
y así en dolor tanto,
       de mi bien ausente,
       ¿podrá de mi llanto
       parar la corriente?

   A veces procuro  15
con bienes pasados
engañar mis hados
Y vivir seguro.
   ¡En vano me apuro!,
que en tan dulce gloria  20
la misma memoria
me es mayor quebranto;
       y yo la corriente
       aumento a mi llanto,
       de mi bien ausente.  25

   Tal vez imagino
ver llegar el día
por que el alma mía
suspira contino;
   y en tal desatino  30
pierdo el sufrimiento,
como este contento
se suspende tanto;
       y viéndome ausente,
       al punto a mi llanto  35
       doy larga corriente.

   No hay pena mayor
a un enamorado
que estar apartado
de su dulce amor.  40
   Todo otro dolor,
aun los crudos celos,
son breves desvelos
para este quebranto.
       Pues si muero ausente,  45
       ¿podrá de mi llanto
       parar la corriente?




- XI -


Cantata en la solemne entrada del Rey, Nuestro Señor, don Fernando VII en Madrid, disuelto y abolido el Gobierno de las Cortes


ArribaAbajo       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   Entronose ufana  5
la facción aleve
que el nombre se atreve
de España a usurpar;
   y gritando insana
falaz patriotismo,  10
hasta el hondo abismo
nos quiso arrastrar.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:  15
       que viva, decid.

   Sus bárbaras voces
guerra infiel resuenan;
sus ministros llenan
los pechos de horror.  20
   Sus diestras feroces
vibran los puñales;
tiemblan los leales
y gime el honor.
       Cayó el loco bando;  25
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   Contra el suspirado
de su noble España,  30
su impotente saña
osó contender.
   «Yo el cetro le he dado;
que yo hago los reyes.
O jure mis leyes,  35
o rey no ha de ser».
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.  40

   Así en su locura
rebelde clamaba,
y el monstruo ostentaba
que insana abortó.
   Mostrose, ¡oh ventura!,  45
mostrose Fernando,
y el pérfido bando
por tierra cayó.
       Cayó el loco bando;
       ya, fausto en Madrid  50
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   Cual si el dios del día
por el claro oriente
despliega fulgente  55
su pompa real,
   la noche sombría
recoge su velo,
y huye en presto vuelo
la sombra fatal  60
      -cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid-;

   tal, y más brillante,  65
Fernando aparece,
y España enloquece,
que en salvo lo ve.
   Su augusto semblante
del sol fue la llama;  70
la orgullosa trama,
la vil sombra fue.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:  75
       que viva, decid.

   Con tan feliz hado
llega, almo lucero;
vuelve al trono ibero
su antiguo esplendor.  80
   Ve un pueblo exhalado
que en triunfo te lleva,
que al cielo te eleva
con gritos de amor.
       Cayó el loco bando;  85
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   La virgen hermosa,
jóvenes y ancianos,  90
levantan sus manos
clamando por ti:
   la vista amorosa
de un padre perdido,
al hijo querido  95
le saca de sí.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.  100

   Tú, próvido, en tanto
sus dichas procura,
y el bien asegura
con firme poder.
   Abrigue tu manto  105
la hollada justicia;
tiemble la malicia,
dejándote ver.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid  110
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   La edad celebrada
de Saturno y Rea
tu reinado sea,  115
reinado de paz.
   Gócese hermanada
la España a tu trono,
y esconda el encono
su lívida faz.  120
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   ¿Me engaño...? ¿Del cielo  125
las sillas dejando,
al santo Fernando
bajar no se ve...?
   Sigue al real abuelo,
que con grata diestra  130
la senda te muestra
do tan grande fue.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:  135
       que viva, decid.

   Entre glorias tantas,
no olvides, clemente,
de un pueblo inocente
el justo dolor.  140
   Cual hijos, tus plantas
abrazar desean;
en tus ojos vean
de un padre el amor.
       Cayó el loco bando;  145
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.

   Mientras que el destino
nos vuelve este día,  150
tan fausta alegría
felices gozad.
   Del néctar divino
las copas llenemos;
por el rey brindemos,  155
su triunfo cantad.
       Cayó el loco bando;
       ya fausto en Madrid
       gobierna Fernando:
       que viva, decid.  160



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