A la lumbre amorosa del Crucero, A ti me acojo, soledad querida, A tus pies ha dormido mi pluma, A veces dudo si es placer o pena, Águila real que en el cenit admiro, Al breve viaje que llamamos vida, ¡Amar sin esperanza y con delirio, Ángel que -acaso- del Edén huyendo Apenados, sollozantes, Aquellas blancas flores que regaban Árbol de flores vestido, Ardilla, sube a la rama Arroyuelo que deslizas ¡Ay la vida! ¿Qué es la vida? Bello está el día. El sol resplandeciente Bien haya, niña, el hermoso, Bolívar, tú que en mil gloriosas lides Bosquecillo frondoso, Bullen los negros pensamientos míos, ¿Cómo cantar, cuando llorosa gime, ¿Cómo queda, no ves, querida esposa, Con majestad sublime el sol se aleja, Con tu acompasado son Corazón enfermo ¡Corazón! ¡Corazón! ¿Por qué suspiras? Corred, lágrimas tristes, Cosas son muy ignoradas Cuando la hora del bochorno avanza Cuando yo considero que en la vida Cuatro estaciones hay en nuestra vida De lauros coronadas y de olivas, De suave resplandor con áureo velo Déjame, pensamiento, Del África abrasada en las arenas, Del transparente lago los vapores Descendiente de los Shyris, El blanco de sus ojos es del alba El negro manto, que la noche umbría El tenue resplandor del sol naciente En este día, como la aurora al mundo, En la amena floresta En los constantes pliegos que me llegan, En mi locura quise maldecirte, En mi memoria estás mansión querida, En otro tiempo huías En otros tiempos los sublimes vates, En tempestad sin tregua de bonanza -En ti tan sólo pienso, Era la encarnación de mi deseo Es el postrer desmayo de la tarde, -Escribanillo, di, ¿qué Esposa casta, Virgen sin mancilla, Fiesta en el hogar había, Flota en los aires, de la tarde el velo; Grandioso te alzas en la eterna roca ¿Habéis visto el simoun? Cuando en las pampas Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo Himnos no canta América este día ¡Hirviendo está en mi pecho la alegría! Huye lejos de aquí, virtuoso Fabio, Indica hermosa del Antisana, Infeliz y entregado al torbellino La Aurora. Lanzaron Ella y Él a lo infinito Leve cinta de luz brilla en Oriente, ¡Me asusto de mí mismo! Menos bella que tú, Carmela mía, Mi rostro juvenil sombreando apenas, Mi ventana, que se abre a la campiña Mientras tendido el gladiador, los ojos Ni el áspid con que el trópico abrasado Ni el dulce murmurar del arroyuelo ¡Ninfa del Guayas ¿No conoces a Delia? No es amor el amor que se desata No rinde al proscrito cobarde tristeza No se engañó el alma mía, ¡No te amedrente el ponzoñoso dardo Oh amistad, santa, divina, ¡Oh noche! ¡Oh madre de la luz! Ahora ¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé ¡Oh, cuánto el hombre por brillar se afana!, Ora, niña. Cantó ya entre las ruinas Pálida, triste, en lágrimas bañada Palomita de mi huerto, Para irrisión de andantes caballeros, Parece nueva luz, nueva mañana Pasaste, edad hermosa, ¡Pasó... como un lucero en su carrera, Patria adorada, que el fatal destino Por más que un Rómulo crítico ¿Por qué mi mente con tenaz porfía Prole gentil del céfiro y la aurora, Pulsa el arpa sonora, hermana mía, ¡Qué de ayes, qué de lágrimas me cuesta ¡Qué de cantos se principian ¿Qué dices, Laura, de esta flor? ¡Qué hermosos ¿Qué eres inspiración? ¿Acaso el eco ¿Qué he perdido? ¡Mi lengua se resiste ¿Qué misteriosa magia, dulcísimo poeta, ¿Qué os hice yo, mujer desventurada, ¿Qué rayo viene a destrozar mi frente ¿Quién eres tú, oh muda compañera ¿Quién es aquel que tétrico Quien te conoció te amó, Rugió la tempestad; y yo, entretanto, ¡Salud, oh estrella de la tarde!, rosa «Salve, salve, deidad peregrina, ¡Señor, Dios de mis padres! Señor, por todas partes mi espíritu te encuentra, Si he de seguir en este ingrato suelo Siempre avara conmigo la fortuna Sin conocerte aún te estoy cantando, Son tus ojos dos estrellas Sopla el austro. Las cumbres despejadas Te dio aquilón su ráfaga tonante, Tendido sobre una roca, Tiembla la pluma en mis manos, ¡Todo se ha transformado en los lugares Todos duermen, y en el campo Traspuse el bosque, la llanura, el río, ¡Tregua al dolor, y elévese de la justicia el canto! Triste estoy, Josefina idolatrada, Tus cenizas, Vicente Rocafuerte Un año, un año ¡oh dulce madre mía! Versos de fuego, con mi sangre escritos, ¡Viva, te amé tanto, tanto! Vuelves, oh sol, a señalar el día ¡Y amarle pude!... Al sol de la existencia Yo no quiero ventura ni gloria, Yo soy el hijo que en modesta cuna Yo vi esa triste nube el firmamento
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