La campana
Vivos voco, mortuos plango, fulgura frango.
Afianzado en el suelo fuertemente | |
Ya el molde está de recocida greda; | |
Hoy fabricada la campana queda: | |
Obreros, acudid a la labor. | |
Sudor que brote ardiente | |
Inunde nuestra frente; | |
Que si el cielo nos presta su favor, | |
La obra será renombre del autor. | |
A la grave tarea que emprendemos | |
Razonamiento sólido conviene: | |
Gustoso y fácil el trabajo corre | |
Cuando sesuda plática se tiene. | |
Los efectos aquí consideremos | |
De un leve impulso a la materia dado: | |
De racional el título se borre | |
Al que nunca en sus obras ha pensado. | |
Joya es la reflexión ilustre y rica, | |
Y diose al hombre la razón a cuenta | |
De que su pecho con ahínco sienta | |
Cuanto su mano crea y vivifica. | |
Para que el horno actividad recobre, | |
Trozos echad en él de seco pino, | |
Y oprimida la llama, su camino | |
Búsquese por la cóncava canal. | |
Luego que hierva el cobre, | |
Con él se junte y obre | |
Estaño que desate el material | |
En rápida corriente de metal. | |
Esa honda taza que la humana diestra | |
Forma en el hoyo manejando el fuego, | |
En alta torre suspendida luego | |
Pregón será de la memoria nuestra. | |
Vencedora del tiempo más remoto | |
Y hablando a raza y raza sucesiva, | |
Plañirá con el triste compasiva, | |
Pía rogando con el fiel devoto. | |
El bien y el mal que en variedad fecundo | |
Lance sobre el mortal destino sabio, | |
Herido el bronce del redondo labio | |
Lo anunciará con majestad al mundo. | |
Blancas ampollas elevarse he visto; | |
En buen hora: la masa se derrite. | |
La sal de la ceniza precipite | |
Ahora la completa solución. | |
Fuerza es dejar el misto | |
De espuma desprovisto: | |
Purificada así la fundición, | |
Claro el vaso ha de dar y lleno el son. | |
Él con el toque de festivo estruendo | |
Solemniza del niño la venida, | |
Que a ciegas entra en la vital carrera, | |
Quieto en la cuna plácida durmiendo. | |
En el seno del tiempo confundida | |
Su suerte venidera, | |
Mísera o placentera, | |
Yace para el infante; | |
Pero el amor y maternal cuidado | |
Colman de dicha su dorada aurora. | |
En tanto, como flecha voladora, | |
Van huyendo los años adelante. | |
Ya esquivo y arrogante | |
El imberbe doncel huye del lado | |
De la niña gentil cuando él nacida | |
Y al borrascoso golfo de la vida | |
Lanzándose impaciente, | |
Con el báculo se arma del viajero, | |
Vaga de tierra en tierra diferente, | |
Y al techo paternal vuelve extranjero. | |
En juventud allí resplandeciente, | |
Y a un ángel igualándose de bella, | |
Luego a sus ojos brilla | |
La cándida doncella, | |
Púrpura rebosando su mejilla. | |
Insólito deseo | |
El pecho entonces del mancebo asalta: | |
Ya entre la soledad busca el paseo, | |
Ya de los ojos llanto se le salta, | |
Ya fugitivo del coloquio rudo | |
De antiguos compañeros, que le enoja, | |
Desde lejos le sigue con vergüenza | |
El paso a la beldad: sólo un saludo | |
Mil placeres le inspira; | |
Y de sus galas el vergel despoja | |
Para adornar la recogida trenza | |
Del caro bien por cuyo amor suspira. | |
En aquel anhelar tierno, incesante, | |
Con aquella esperanza dulce y pura, | |
Ve los cielos abiertos el amante, | |
Y anégase en abismos de ventura. | |
�Ay! �Por que han de pasar tan de ligero | |
Los bellos días del amor primero? | |
Esos cañones negrear miramos: | |
Pértiga larga hasta la masa cale; | |
Que si de vidrio revestida sale, | |
No habrá para fundir dificultad. | |
Sus, compañeros, vamos, | |
Y pruebas obtengamos | |
De que hicieron pacífica hermandad | |
Los metales de opuesta calidad. | |
Sí, que del justo enlace | |
De rigidez al par y de ternura, | |
De fuerza y de blandura, | |
La harmonía cabal se engendra y nace. | |
Mire quien votos perdurables hace | |
Si con su corazón cuadra el que elige; | |
Que la grata ilusión momentos dura, | |
Y el pesar del error eterno aflige. | |
Asienta bien sobre el cabello hermoso | |
De la virgen modesta | |
La corona nupcial que la engalana, | |
Cuando con golpe y son estrepitoso | |
Convoca la campana | |
De alegre boda a la brillante fiesta: | |
Mas día tan feliz y placentero | |
Del abril de la vida es el postrero; | |
Que al devolver los cónyuges al ara | |
Velo y venda sutiles, | |
Con ellos de su frente se separa | |
La ilusión de los goces juveniles. | |
Rinde al cariño la pasión tributo; | |
Marchítase la flor, madura el fruto. | |
Desde allí entra el varón en lid constante: | |
Verásele afanado y anhelante | |
Pretender, conseguir; veréis que osado | |
Con cien y cien obstáculos embiste | |
Para que su tesón el bien conquiste. | |
Entonces de abundancia rodeado | |
Se encontrará, que por do quier le llega: | |
Su troj rebosa de preciosos dones; | |
Crecen sus posesiones, | |
Y la morada que heredó se agranda, | |
En cuyo íntimo círculo despliega | |
Su celo cuidadosa | |
La vigilante madre, casta esposa. | |
Ella en el reino aquel prudente manda; | |
Reprime al hijo y a la niña instruye: | |
Nunca para su mano laboriosa, | |
Cuyo ordenado tino | |
En rico aumento del caudal refluye. | |
De esa mano, que lo hace en remolino | |
Al torno girador zumbar sonoro, | |
Brota el hilo y al huso se devana: | |
Ella el arca olorosa llena de oro, | |
Ella los paños de escogida lana, | |
Ella la tela de nevado lino | |
Custodia en el armario, que luciente | |
Mantiene la limpieza; | |
Ella une el esplendor a la riqueza, | |
Y al ocio junto a sí jamás consiente. | |
El padre en esto, sonriendo ufano | |
Desde alto mirador sobre la casa, | |
Que deja registrar tendido llano, | |
De sus bienes el número repasa. | |
El árbol corpulento | |
Ve de crecidas pomas agobiado; | |
Su granero contempla apuntalado, | |
Y en densas olas al batir del viento | |
Moviendo las espigas el sembrado. | |
Y atrévese a exclamar con vanagloria: | |
�Tan firme como el mismo fundamento | |
Que sostiene la mole de la tierra, | |
Fuerte contra el poder de la desgracia | |
Me hace el tesoro que mi techo encierra. | |
�Oh esperanza ilusoria! | |
�Cuál poder eficacia | |
Contra el destino tiene? | |
No hay lazo que sus vuelos encadene, | |
Y antes de prevenir con el amago, | |
Se nos presenta el mal con el estrago. | |
Bien se parte la escoria recogida: | |
Ya principiar la fundición se puede; | |
Mas antes que la masa libre ruede, | |
Récese una plegaria con fervor. | |
Dad al metal salida. | |
�Dios un estrago impida!- | |
Río humeante, negro de color, | |
Se abisma en el canal abrasador. | |
Es el fuego potencia bienhechora | |
Mientras la guía el hombre y bien la emplea, | |
Que a su fuerza divina auxiliadora | |
Deudor entonces es de cuanto crea; | |
Pero plaga se vuelve destructora | |
Cuando una vez de sus cadenas franca, | |
Por la senda que elige libre arranca, | |
Y avanza con fiereza, | |
Salvaje de cruel naturaleza. | |
�Ay si sacude el freno, y ya no hallando | |
Quien resista sus ímpetus violentos, | |
En apiñada población derrama | |
Incendio asolador inmensa llama! | |
Guardan los elementos | |
Rencor a los humanos monumentos. | |
La misma nube cuyo riego blando | |
Los perdidos verdores | |
Devuelve a la pradera que fecunda, | |
Rayos también arroja furibunda.- | |
�Escucháis en la torre los clamores | |
Lentos y graves que a temor provocan? | |
No hay duda: a fuego tocan. | |
Sangriento el horizonte resplandece, | |
Y ese rojo fulgor no es que amanece. | |
Tumultüoso ruido | |
La calle arriba cunde, | |
Y de humo coronada | |
Se alza con estallido, | |
Y de una casa en otra se difunde, | |
Como el viento veloz, la llamarada, | |
Que en el aire encendiendo | |
Sofocador bochorno, | |
Tuesta la faz cual bocanada de horno. | |
Las largas vigas crujen, | |
Los postes van cayendo, | |
Saltan postigos, quiébranse cristales, | |
Llora el niño, la madre anda aturdida, | |
Y entre las ruinas azorados mugen | |
Mansas reses, perdidos animales. | |
Todo es buscar, probar, hallar huída, | |
Y a todos presta luz en su carrera | |
La noche convertida | |
En día claro por la ardiente hoguera. | |
Corre a porfía en tanto larga hilera | |
De mano en mano el cubo, y recio chorro | |
En empinada comba | |
Lanza agitando el émbolo, la bomba. | |
Mas viene el huracán embravecido: | |
El incendio recibe su socorro | |
Con bárbaro bramido, | |
Y ya más inhumano | |
Cae sobre el depósito indefenso | |
Donde en gavilla aún se guarda el grano, | |
Donde se hacina resecado pienso; | |
Y cebado en aristas y maderas, | |
Gigante se encarama a las esferas, | |
Como en altivo alarde | |
De querer mientras arde | |
No dejar en el globo en que hace riza | |
Sino montes de escombros y ceniza. | |
El hombre en esto, ya sin esperanza, | |
Se rinde al golpe que a parar no alcanza, | |
Y atónito cruzándose de brazos, | |
Ve sus obras yacer hechas pedazos. | |
Desiertos y abrasados paredones | |
Quedan allí, desolador vacío, | |
Juguete ya del aquilón bravío. | |
Sin puertas y sin marco los balcones, | |
Bocas de cueva son de aspecto extraño, | |
Y el horror en su hueco señorea, | |
Mientras allá en la altura se recrea | |
Tropel de nubes en mirar el daño. | |
Vuelve el hombre los ojos | |
Por la postrera vez a los despojos | |
Del esplendor pasado, | |
Y el bastón coge luego de viandante | |
Sonriendo tranquilo y resignado. | |
Consuelo dulce su valor inflama. | |
El fuego devorante | |
Le privó de su próspera fortuna; | |
Mas cuenta, y ve que de las vidas que ama | |
No le faltó ninguna. | |
El líquido en la tierra se ha sumido; | |
El molde se llenó dichosamente: | |
�Ojalá a nuestra vista se presente | |
Obra que premie el arte y el afán! | |
�Si el bronce se ha perdido? | |
�Si el molde ha perecido? | |
Nuestras fatigas esperanza dan; | |
Mas �ay! �si desatraídas estarán! | |
Al seno tenebroso | |
De la próvida tierra confiamos | |
La labor cuyo logro deseamos. | |
Así con fe sencilla | |
Confía el campesino laborioso | |
Al surco la semilla, | |
Y humilde espera en la bondad celeste | |
Que germen copiosísimo le preste. | |
Semilla más preciosa todavía | |
Entre luto y lamentos se le fía | |
A la madre común de lo viviente; | |
Pero también el sembrador espera | |
Que del sepulcro salga floreciente | |
A vida más feliz y duradera. | |
Son pausado | |
Funeral | |
Se ha escuchado | |
En la torre parroquial. | |
Y nos dice el son severo, | |
Que un mortal | |
Hace el viaje lastimero | |
Que es el último y final. | |
�Ay que es la esposa de memoria grata! | |
�Ay que es la tierna madre, a quien celoso | |
El rey de los sepulcros arrebata | |
Del lado del esposo, | |
Del cerco de los hijos amoroso, | |
Frutos lozanos de su casto seno, | |
Que miraba crecer en su regazo, | |
Su amante corazón de gozo lleno! | |
Roto ya queda el delicioso lazo | |
Que las dichas domésticas unía. | |
La esposa habita la región sombría; | |
Falta al hogar su diligente brazo | |
Siempre al trabajo presto, | |
Su cuidado, su aliño; | |
Falta la madre, y huérfano su puesto, | |
Lo usurpará una extraña sin cariño. | |
En tanto que se cuaja en sus prisiones | |
El vertido metal, no se trabaje, | |
Y libre como el ave en el ramaje, | |
Satisfaga su gusto cada cual. | |
Si al toque de oraciones, | |
Libre de obligaciones | |
Ve los astros lucir el oficial, | |
Sigue el maestro con tarea igual. | |
Cruza con ágil pie la selva espesa | |
Gozoso ya el peón, bien cual ausente | |
Que al patrio techo próximo se siente. | |
Abandona el ganado la dehesa, | |
Y en son discorde juntan | |
El cordero su tímido balido, | |
Y el áspero mugido | |
La lucia vaca de espaciosa frente, | |
Caminando al establo que barruntan. | |
A duras penas llega | |
Atestado de mies a la alquería | |
Bamboleando el carro; y en los haces | |
Una corona empínase y despliega | |
Colores diferentes y vivaces, | |
Fausta señal de que empezó la siega. | |
El pueblo agricultor con alegría | |
Se agolpa al baile y al placer se entrega. | |
La ciudad mientras tanto se sosiega, | |
Según desembaraza | |
El gentío las calles y la plaza, | |
Formando en amigable compañía | |
Las familias el corro de costumbre, | |
Ya en torno de la luz, ya de la lumbre, | |
Cierra la puerta de la villa el guarda, | |
Y ella cruje al partir del recio muro. | |
La tierra se encapota en negro manto; | |
Pero el hombre de bien duerme seguro. | |
No la sombra nocturna lo acobarda | |
Como al vil criminal, ni con espanto | |
Pesadilla horrorosa le desvela; | |
No: de reposo regalado y puro | |
Disfruta la virtud: un centinela, | |
La previsora LEY, su sueño vela. | |
� Preciosa emanación del Ser Divino, | |
Salud de los mortales, orden santo! | |
Mi labio te bendiga. | |
La estirpe humana que a la tierra vino | |
En completa igualdad, por ti se liga | |
Con vínculo feliz, que sin quebranto | |
Guarda a todos su bien. Tú solo fuiste | |
Quien allá en la niñez de las edades | |
Los cimientos echó de las ciudades; | |
Tú al salvaje le hiciste | |
Dejar la vida montaraz y triste; | |
Tú en la grosera prístina cabaña | |
Penetraste a verter el dulce encanto | |
Que a las costumbres cultas acompaña; | |
Tú creaste ese ardor de precio tanto, | |
Ese AMOR DE LA PATRIA sacrosanto. | |
Por ti mil brazos en alegre alianza | |
Reconcentran su fuerza y ardimiento, | |
Y a un punto dirigida su pujanza, | |
Cobra la industria raudo movimiento. | |
Maestro y oficial en confianza | |
De que les da la libertad su escudo, | |
Redoblan el ardor de sus afanes; | |
Y cada cual contento | |
Con el lugar que conquistarse pudo, | |
Fieros desprecian con desdén sañudo | |
La mofa de los ricos haraganes. | |
Es la fuente del bien del ciudadano. | |
Es su honor el trabajo y su ornamento. | |
�Gloria a la majestad del soberano! | |
�Gloria al útil sudor del artesano! | |
Paz y quietud benigna, | |
Unión consoladora, | |
Sed de estos muros siempre | |
Benéfica custodia. | |
Nunca amanezca el día | |
En que enemigas hordas | |
Perturben el reposo | |
De que este valle goza. | |
Nunca ese cielo puro | |
Que plácida colora | |
La tarde con matices | |
De leve tinta roja, | |
Refleje con la hoguera | |
Terrible y espantosa | |
De un pueblo que devasta | |
La guerra matadora. | |
Esa fábrica endeble y pasajera, | |
Fuerza es, pues ya sirvió, que se destroce; | |
Y ojos y corazón nos alboroce | |
Obra que salga limpia de lunar. | |
Recio el martillo hiera: | |
Salte la chapa entera. | |
La campana veréis resucitar, | |
Cayendo su cubierta circular. | |
Sabe con segura mano, | |
Sabe en momento oportuno | |
Romper el maestro el molde | |
Cuya estructura dispuso; | |
Mas �ay si el líquido ardiente | |
Quebranta indómito el yugo, | |
Y en vivo raudal de llama | |
Discurre al antojo suyo! | |
Con el bramido del trueno, | |
Con ciego y bárbaro impulso, | |
Estalla, y la angosta cárcel | |
Quiebra en pedazos menudos; | |
Y cual si fuese una boca | |
De los abismos profundos, | |
Estragos tan sólo deja | |
En el lugar donde estuvo. | |
Que fuerza a quien no dirige | |
La inteligencia su rumbo, | |
No en creaciones, en ruinas | |
Emplea su empuje rudo, | |
Cual pueblo que se subleva, | |
En cuyo feroz tumulto | |
Desgracias hay para todos | |
Y bienes para ninguno (7). | |
Horrible es en las ciudades | |
Donde, hacinado y oculto, | |
Sedicioso combustible | |
Largamente se mantuvo, | |
Verlo de repente arder, | |
Y alzarse un pueblo iracundo, | |
Rompiendo en propia defensa | |
Hierros de dominio injusto. | |
Entonces la rebelión, | |
Dando feroces aullos, | |
Del tiro de la campana | |
Se suspende por los puños, | |
Y el pacífico instrumento, | |
Órgano grave del culto, | |
Da profanado la seña | |
Del atropello y disturbio. | |
La LIBERTAD, la IGUALDAD | |
Se proclama en grito agudo; | |
Y el tranquilo ciudadano | |
Cierra el taller y el estudio, | |
Y échase encima las armas, | |
Zozobroso y mal seguro. | |
Los pórticos y las calles | |
Se llenan de inmenso vulgo, | |
Libres vagando por ellas | |
Los asesinos en grupos. | |
Revístense las mujeres | |
De la fiereza del bruto, | |
Y al terror de la matanza | |
Unen la befa, el insulto, | |
Y con dientes de pantera | |
Despedazan sin escrúpulo | |
El corazón palpitante. | |
Del contrario aún no difunto. | |
Desaparece el respeto; | |
Nada es ya sacro ni augusto: | |
El bueno cede el lugar | |
Al malvado inverecundo; | |
Y los vicios y los males, | |
Entronizándose juntos, | |
Envanecidos pasean | |
La carroza de su triunfo. | |
Peligroso es inquietar | |
El sueño al león sañudo; | |
Terrible es el corvo diente | |
Del tigre ágil y robusto: | |
Mas no hay peligro más grande | |
Ni de terror más profundo, | |
Que el frenesí de los hombres | |
Poblador de los sepulcros. | |
�Mal haya quien en las manos | |
Al ciego la luz le puso! | |
A él no le alumbra, y con ella | |
Se puede abrasar el mundo. | |
�Ah! nos oyó la celestial grandeza. | |
Ved salir de la rústica envoltura, | |
Como dorada estrella que fulgura, | |
Terso y luciente el vaso atronador. | |
Del borde a la cabeza | |
Relumbra con viveza, | |
Y el escudo estampado con primor | |
Deja contento al hábil escultor. | |
Acudid en tropel, compañeros, | |
Y según la costumbre cristiana, | |
Bauticemos aquí la campana, | |
Que CONCORDIA por nombre tendrá. | |
Para amarnos al mundo vinimos, | |
Y es la unión la ventura del hombre: | |
Con su voz la campana y su nombre | |
De esa unión pregonera será. | |
Que ese es el futuro empleo, | |
Ese es el fin para el cual | |
El artífice su autor | |
La ha querido fabricar. | |
Levantada sobre el valle | |
De la vida terrenal, | |
En medio del éter puro | |
Suspensa debe quedar; | |
Y vecina de las nubes | |
Que engendran la tempestad, | |
Y rayando en los confines | |
De la región sideral, | |
Habrá de ser desde allí | |
Una voz divina más | |
Que alterne con las estrellas, | |
Que en su giro regular | |
La gloria de Dios pregonan | |
Y leyes al año dan. | |
Sólo pensamientos graves | |
Inspire a la humanidad, | |
Cuando con sonoro acento | |
Mueva el labio de metal. | |
Sirva al tiempo y al destino | |
De lengua para contar | |
La rapidez de las horas | |
Y el curso del bien y el mal, | |
Siguiendo siempre, aunque ajena | |
De sentir gozo y piedad, | |
Las mudanzas que en la vida | |
Se suceden sin cesar. | |
El propio sonido suyo, | |
Cuyo harmónico raudal | |
Pujante el espacio llena | |
Y se oye y pasa fugaz, | |
Imagen es que nos dice | |
Que así presuroso va | |
Todo en la tierra a perderse | |
En la inmensa eternidad. | |
Ahora, con el cable retorcido, | |
Salga del foso ya, | |
Y ascienda a las regiones del sonido, | |
Al aire celestial. | |
Tirad, alzad, subid. Ya se ha movido: | |
Ya suspendida está.- | |
�Resuene, oh patria, su primer tañido | |
Con la gozosa nueva de la PAZ! |
La infanticida
Qué escucho? Sordamente clamorea | |
Una y otra campana, y su camino | |
Corrió la flecha del reló. Pues, ea, | |
Cúmplase mi destino; | |
Vamos con el favor del Juez divino: | |
Llevadme, precursores de la muerte, | |
Donde el vil criminal su sangre vierte. | |
Mundo cruel, que con fatal encanto | |
Las almas envenenas, | |
Y horas me diste de ventura llenas, | |
Recibe mis cariños y mi llanto | |
Cuando fuera de ti la planta llevo. | |
Ya, mundo corruptor, nada te debo. | |
Adiós quedad, contentos de la vida, | |
Cambiados hoy en podredumbre negra; | |
Adiós, gozosa edad, edad florida, | |
Cuya embriaguez el corazón alegra. | |
Sueños tejidos de oro, | |
Ilusiones de bien, hijas del cielo, | |
Quedad en este suelo | |
Donde perdidas al nacer os lloro. | |
�Ay! vuestro verde vástago se trunca | |
Para que no dé flor ni brote nunca. | |
En otro tiempo fue la gala mía | |
De la inocencia el cándido vestido | |
Que a la pluma del cisne afrentaría: | |
Realzaba la túnica preciosa | |
Cinta gentil de colorada rosa, | |
Y mi rubio cabello entretejido | |
Con rosas a la par, luengo pendía. | |
Víctima del infierno en este día, | |
De blanquecino traje se me viste; | |
Pero en lugar �ay, triste! | |
De flores en mi sien, sobre ella veo | |
Negra banda y capuz, señal de reo. | |
Lloradme las que libres de flaqueza | |
No habéis vuestro decoro mancillado, | |
Y a quienes da su aroma regalado | |
El lirio celestial de la pureza. | |
Si os cupo en suerte el brío que domina | |
La blanda agitación del pecho hirviente, | |
Luisa nació mujer, y no heroína. | |
Yo sentí, cual mujer, humanamente, | |
Y el sentimiento ni martirio empieza. | |
Por el brazo de un pérfido cercada, | |
Quedose mi virtud aletargada. | |
Tal vez de otra beldad gira ya en torno | |
El corazón de sierpe que me olvida, | |
Y al lado de la mesa de su adorno | |
En platica de amor su ingenio apura | |
Cuando abren para mí la sepultura. | |
Con los rizos quizá de su querida | |
Liviano juguetea, | |
Y el ósculo recoge y saborea | |
Con que ella le convida, | |
Cuando en el tajo mi garganta rota, | |
La sangre en alto desde el tronco brota. | |
�Permita Dios, Hermán, (8) que donde quiera | |
Te persiga mi coro funerario, | |
Y en tus oídos temerosa hiera | |
La rebramante voz del campanario! | |
Cuando del labio de la dama tuya | |
Entre susurro misterioso y tierno | |
Torrente para ti de gozo fluya, | |
Una saeta parta del infierno, | |
Que de improviso deje atravesada | |
La imagen del deleite sonrosada. | |
Tanto dolor de quien por ti vivía, | |
�No fue para ti nada, �oh fementido! | |
Nada el oprobio que por ti sufría? | |
�Nada para tu pecho empedernido | |
Lo que al león y al tigre ablandaría, | |
El ser en mis entrañas escondido? | |
Huyes �ah! Tu bajel rápido boga; | |
Y en tanto que le miro, y que la pena | |
Mis ojos nubla, mi gemir ahoga, | |
Tú en la margen del Sena | |
Contra víctima nueva, en torpe amaño, | |
Diriges el suspiro del engaño. | |
En el regazo maternal yacía | |
Reposando feliz el tierno infante, | |
Y al capullo entreabierto semejante, | |
Su labio encantador se sonreía. | |
Con placer congojoso descubría | |
En cada rasgo yo de aquel semblante | |
La faz que un tiempo mis delicias era; | |
Y a la vez me asaltaban a porfía, | |
Ya del cariño la piedad primera, | |
Ya desesperación bárbara y fiera. | |
�Mujer, �qué es de mi padre?� me gritaba | |
Muda su tierna voz, muda y de trueno. | |
�Mujer, �qué es de tu esposo?� retumbaba | |
Cada rincón de mi angustiado seno. | |
�Ay, huérfano inocente! | |
Será en vano buscar al inclemente | |
que tal vez otros hijos acaricia: | |
Tú con harta justicia | |
Maldecirás la dicha delincuente | |
De la mujer y el hombre | |
Que te legaron de bastardo el nombre. | |
En el inmenso mundo | |
Solitaria tu madre se veía | |
Con su dolor profundo, | |
Y abrasadora sed la consumía | |
Cada vez que, abrazándote, gustaba | |
Goces que el deshonor acibaraba. | |
Del ya pasado tiempo de alegría | |
Cada vagido tuyo despertaba | |
El recuerdo cruel y despechado, | |
Y puñal aguzado | |
Para la triste Luisa | |
Era, hijo mío, tu infantil sonrisa. | |
Suplicio si evitaba tu presencia, | |
Suplicio igual teniéndote presente | |
Los abrazos que daba tu inocencia, | |
Fatal recuerdo del perdido ausente, | |
Me ligaban el cuello cual dogales | |
De furias infernales. | |
Tronando me aturdía | |
Voz como si se alzara de la huesa, | |
Que siempre del aleve la promesa, | |
Que siempre su perjurio repetía; | |
Y en la red de Satán así sin tino, | |
Se convirtió la madre en asesino. | |
Permita Dios, Hermán, que donde huyeres, | |
Te acose infatigable sombra airada, | |
Que te despierte con su mano helada | |
En el dulce soñar de los placeres. | |
De las estrellas en la luz radiante | |
Mires centelleando la mirada | |
Del hijo agonizante; | |
Y cuando rindas el postrer aliento, | |
Salga a encontrarte pálido y sangriento, | |
Y azote que en su diestra te amenace, | |
Lejos del paraíso te rechace. | |
Contémplale a mis pies inanimado, | |
Y a mí que, inmóvil, yerta | |
Y el juicio conturbado, | |
Correr miraba por la herida abierta | |
De su sangre el torrente, | |
Que se llevó mi vida juntamente. | |
Mas �ay! de la justicia el enviado | |
Ya pulsa con estrépito mi puerta. | |
Golpe más duro aún mi pecho siente | |
Que el golpe que ha sonado. | |
Corro: la fría muerte apague luego | |
Este afán que me abrasa como fuego. | |
Es un Dios de piedad el de los fieles; | |
Yo, Hermán, soy pecadora y te perdono: | |
Quiero al morir sacrificar mi encono, | |
Y en holocausto ofrezco tus papeles. | |
Brotad de los tizones, | |
Llamas, brotad. �Albricias! | |
Arde la oferta de su fe traidora, | |
Y �oh! �cómo de los pérfidos renglones, | |
Henchidos de lisonjas y caricias, | |
El fuego se apodera y los devora! | |
Prendas de gozo ayer, hoy de quebranto, | |
�Qué hubo que para mí valiera tanto? | |
Tiembla de tu belleza seductora; | |
Tiembla, mujer, del que adorarte jura: | |
Lazo de mi virtud fue mi hermosura, | |
Y en el cadalso la maldigo ahora. | |
�Qué miro? �Cielos! �El verdugo llora! | |
Ceñidme ya, y acabe mi martirio; | |
Ceñidme con presteza | |
Un lienzo alrededor de la cabeza. | |
Para tronchar un lirio, | |
�Te ha de faltar denuedo? | |
No mudes de color: hiere sin miedo. |
El cinco de mayo
Oda traducida de la que escribió en italiano Alejandro Manzoni a la muerte de Napoleón.
La flor �no me olvides�
Recuerdos del dos de mayo
En 1839.
Allí, donde tiene asiento | |
Sobre estériles arenas | |
El tardío monumento, | |
Viejo ya por el cimiento (9), | |
Por la cima juvenil, | |
Allí fue donde inhumanos | |
Los que dieron a la Europa | |
Nuevas leyes y tiranos, | |
Contra inermes ciudadanos | |
Asestaron el fusil. | |
Sangre allí por mano aleve | |
Derramada, formó arroyos, | |
Y encerraron anchos hoyos | |
Sacerdotes con la plebe | |
Confundidos a la par. | |
�No escucháis esa campana | |
Que se mece en lento giro? | |
Cada son recuerda un tiro | |
Que una vida castellana | |
Dejó al mundo que llorar. | |
Fementidos extranjeros | |
Que aguzaban solapados | |
Contra España los aceros, | |
Falsamente encaminados | |
A talar otra región, | |
Desnudáronse aquel día, | |
Que enlutó su verde a mayo, | |
Del disfraz que los cubría, | |
Y del trono de Pelayo | |
Profanaron el blasón. | |
Generoso y no prudente, | |
Tuvo el hijo de los Cides | |
A sus plantas la serpiente, | |
Y por no temer su diente, | |
Cariñoso la halagó: | |
Y a su salvo la traidora | |
Derramó en el seno amigo | |
La ponzoña matadora. | |
�Cruda herida que aún se llora, | |
Porque el tiempo la enconó! | |
Sin defensa abandonado | |
Viose entonces el Ibero: | |
Su monarca deslumbrado, | |
Por escrúpulos de aliado | |
Se olvidó de que era rey. | |
Nos mandaron las legiones | |
Del isleño codicioso, | |
Con la voz de sus cañones, | |
Abatir nuestros pendones, | |
Renegar de patria y ley. | |
Y al insulto ardiendo en saña, | |
Fulminó su rayo España | |
Y en refriegas pertinaces | |
Disipáronse las haces | |
Que juntó el gran adalid: | |
Y a las puertas de Vitoria | |
Completose al fin la gloria | |
Que los cielos prometieron | |
A los tristes que murieron | |
En el Prado de Madrid. | |
Nobles mártires, que ahora | |
Nueva guerra por Castilla | |
Veis cundir asoladora, | |
Que os conturba en vuestra silla | |
Levantada sobre el sol: | |
Vuestro fin labró la fama | |
Del guerrero esclarecido | |
Que por grande el mundo aclama; | |
Grande, sí, porque vencido | |
Tarde fue del español. | |
Su grandeza, donde a una | |
Con empeño trabajaron | |
La ambición y la fortuna, | |
Fue un altar que consagraron | |
Brazos mil a su interés. | |
Si del corso estremecieron | |
Las miradas fulminantes | |
A los pueblos que le vieron, | |
Fue porque hombros de gigantes | |
Sustentábanle los pies. | |
Esa audacia desmedida | |
Que te alzaba hasta el imperio | |
Devastando un hemisferio, | |
Preparaba tu caída, | |
Destructor Napoleón: | |
Que a cometas refulgentes, | |
Como tú, pero fatales, | |
Los decretos celestiales, | |
Protectores de inocentes, | |
Dan fugaz aparición. | |
Tú en el último destierro | |
Solitario te subías | |
A la cúspide de un cerro; | |
Tú mil veces dirigías | |
Las miradas hacia el mar: | |
Y con hórrida congoja | |
Convertirse acaso viste | |
De azulada el agua en roja, | |
Y la sangre conociste | |
Que mandaste derramar. | |
Asentaron en las olas | |
Mil cadáveres las plantas, | |
Y con voces españolas | |
Resonaron sus gargantas | |
Que el cuchillo atravesó. | |
Y envidaste aquel instante, | |
Precursor de horrible fallo, | |
Al peón que, palpitante, | |
Bajo el pie de tu caballo | |
El espíritu rindió. | |
Tu memoria maldijeron: | |
Que entre todas las naciones | |
Donde huellas imprimieron | |
Tus aciagos batallones | |
Por su mal y mal común, | |
Fue la España en quien semilla | |
Prodigaste más copiosa | |
De discordia y de rencilla, | |
Y tu sombra rencorosa | |
De sus creces cuida aún. | |
Codiciosos tus paisanos, | |
Como tú de nuestra ruína, | |
Fomentaron entre hermanos | |
Lucha bárbara intestina | |
Que enflaquezca su valor: | |
Que aprendieron con vergüenza, | |
Combatiendo contra España, | |
Que como ella no se venza, | |
No le es dado a gente extraña | |
Producir su vencedor. |