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Epístola VI

A Don Joan de Saavedra, Chantre de la Santa Iglesia de Cartagena


Sobre un lugar de Cicerón, en que se trata de las ceremonias del casamiento gentílico


Dijo Cicerón, en el IV libro de su Retórica, a Herennio, estas palabras: Non illae te nuptiales tibiae ejus matrimonii commonebant? «¿No eran claro testimonio de su casamiento las chirimías nupciales que le acompañaban tañendo?» Trayendo yo esta autoridad, señor don Joan, a cierto propósito, quiso v. m. saber de mí si era esta ceremonia de las chirimías ritual en el casamiento gentílico, y, por consecuencia, forzosa o voluntaria, a beneplácito del desposado. Respondí que ritual. Replicó vuestra merced: «¿Qué más ceremonias guardaban los gentiles en sus matrimonios?» Y aun con buenas palabras me obligó a estudiar este punto y recoger, en breve suma, lo que pudiese de fidedignos y clásicos autores. Algo he trabajado sobre esto; si le pareciere bien a v. m., lo tendré por mucho, y quedaré con mi trabajo, tal cual es, contento y honrado. Comienzo, pues, de la pregunta hecha por v. m., que, aunque preceden en el casamiento otras ceremonias a ésta, la que me obliga a hablar dél es ésta, y así quedo también necesitado a comenzar por ella.

Las tibias, o chirimías, tuvieron varios inventores, se hicieron de varias materias, y hubo varios géneros de ellos. Acerca de estos tres puntos se derrama y extiende tanto César Bulengero, en el libro II De theatro, que escribe de ello diez capítulos, desde veintiuno hasta treinta y uno. Dígolo porque es razón que se le dé a cada uno la gloria de su trabajo, y porque el curioso tenga donde darse un buen pasto. Yo no diré más de lo que me pareciere necesario a mi intento, contentándome con haberlo visto todo divinamente digerido. Eustathio dice que la diosa Palas fué inventora de la tibia, y que viéndose en un río el rostro tan feo, tañendo, la arrojó enojada. Tocólo Propercio, libro II:


   Hic locus est, in quo tibia docta sones,
Quae non jure vado Maeandri53 jacta notasti, 54
Turpia cum faceret Palladis ora tumor.


Ateneo dice, libro XIV, que el dios Pan inventó la tibia curva, que es la corneta. Pólux dice, libro IV, que Marsias y Olimpo Troyano la inventaron, y que Sirites la perficionó. Apuleyo, en los Floridos, dice que Hyagnis fué el primero que tocó dos tibias juntas con un espíritu. Juvenal da la invención de las chirimías a los Siros, Aristófanes a los Dárdanos, Marciano Capela a los Mariandenos, y otros a otros. La materia de que se hacían era, ya de huesos de ciervos, ya de jumentos, ya de boj, ya de loto, ya de cuerno, como dice el rey Juba, ya de alatón, como dice Horacio en su Arte poética:


   Tibia non ut nunc orichalco vincta, tuboeque,
Aemula55, sed tenuis simplexque foramine pauco
Aspirare; etc.


Hacíanse de muchas maneras, y servían a muchas cosas; unas cortas, otras largas, otras derechas, otras corvas. Había chirimías diestras y siniestras: llamábanse diestras, porque tenían los agujeros a la mano derecha, y siniestras las que los tenían a la izquierda. Las diestras servían a cosas sublimes y severas; las siniestras a cosas leves, ridículas y de pasatiempo; y cuando se trataban cosas, ya graves, ya alegres, usaban las diestras y siniestras. Véase Donato, sobre el Andria de Terencio, cuyas palabras son éstas: Dextrae sua gravitate seriam comoediae dictionem pronuntiabant, sinistrae et serranae acuminis levitate jocum in comoedia ostendebant: si dextris56 et sinistris uterentur mixtum genus fuit. Y Cicerón, en las Académicas cuestiones, libro VI: Qui primo inflatu tibicinis Antiopam esse ajunt, etc. Dice, en fin, que encomenzando los ministriles a tañer, conocían los oyentes qué comedia se había de representar, si triste, si alegre, si templada, si motoria, o si stataria. Eran también las chirimías pares o impares: pares eran las que tenían igualdad de agujeros, impares las que los tenían desiguales; y no sólo servían para las comedias y bodas y triunfos, pero para los entierros y sacrificios de los dioses, y hoy sirven entre nosotros de lo mismo. Ovidio, en el VI de los Fastos, lo testifica:


Temporibus veterum tibicinis usus avorum
    Magnus et in magno semper honore fuit.
Cantabat lanis, cantabat tibia ludis,
    Cantabat maestis57tibia funeribus.


Varios nombres de tibias había: gingrias o gingrinas, lidias, spondiales, serranas, corintias, egipcias, y últimamente zigias, y éstas eran las tibias nupciales, de que hace mención M. Tulio, en el lugar alegado: Non te nuptiales tibice eius matrimonii commonebant? Llamábanse zigias porque servían en las fiestas de las bodas. La razón era, de esto, que Juno fué, en la gentilidad, tenida por prónuba o padrina en los casamientos y velaciones, y los desposados la invocaban y sacrificaban, y ella fué llamada Juno Zigia, o Juga, o Jugal, porque echaba el yugo del matrimonio a los casados. Apuleyo, en el libro IV de su Metamorfosis, asienta esto: Sonus tibiae zigiae mutatur in querulum Ludii58 modum; cantusque laetus himenaei lugubri finitur ululatu, etc. «El son de la tibia zigia se trueca en el triste son lidio; y la doncella que se había de casar enjuga sus lágrimas con el flámmeo o velo nupcial.» Aquí Beroaldo, doctamente, como suele, dice: «Llama Apuleyo a la tibia nupcial, que solemos usar en la solemnidad de las bodas, zigia, docta y elegantemente, como si dijera conyugal; así como Juno se llama zigia, y de latinos juga y jugal, porque estaba a su cargo el conyugio o casamiento: Cui vincla jugalia curce; testigo Marón, en el IV de su Eneida

En el casamiento había día de esponsales y día de bodas. Diré primero cómo se celebraban los esponsales, y luego vendré a las bodas, de que haremos, forzosamente, más largo y copioso discurso, no excediendo de la ley de carta filóloga, que, como tal, es más dilatada que las comunes. Agelio, en el libro IV de las Noches Áticas, cap. IV, dice que en el antiguo Lacio, parte de Italia (y sacólo de Servio Sulpicio, en el libro de las Dotes, y de Neracio Prisco, en el libro que escribió de las bodas), se usaba que el que se había de casar se obligaba y prometía al padre, o persona de donde sacaba su mujer, que se casaría con ella, y el padre, o persona que la daba, prometía que se la daría en casamiento. Y este contracto de estipulaciones y esponsiones se decía sponsalia, que nosotros decimos agora otorgo o asiento, y la prometida y otorgada se llamaba esposa, y el que prometía casarse con ella esposo; pero si alguno de los estipulantes se apartaba del dicho contracto, poníase pleito ex sponsu, y el juez que conocía de la causa preguntaba por qué la mujer no hubiese sido dada o recibida, y al que había faltado a la dicha estipulación se condenaba en pena pecuniaria. Con esto consuenan Ulpiano y Florentino, jurisconsultos, en la l. 2 y l. 3. D. de sponsalibus, y la l. Sponsio, D. de verb. sing.; y pruébase también por lo que dice Plauto, en el Trinummo, en las personas de Lisíteles y Carmides: Lisit. Sponden' ergo tuam gnatam uxorem mihi? Char. Spondeo. Y no solamente se hacía esta esponsión del padre de ella, sino también del padre de él. Terencio, en el Andria, es buen testigo:


   Hac fama impulsus Chremes
Ultro ad me venit, unicam gnatam suam
Cum dote summa filio uxorem ut daret
Placuit, despondi: hic nuptiis dictus est dies.


«Con esta buena fama movido Cremes, vino a mí contento, y me dijo que daría a mi hijo por mujer a su hija única. Agradóme, prometílo, y quedó señalado este día para las bodas.» Y aunque es verdad que para los esponsales bastaba un consentimiento llano, y que el contracto esponsalicio se podía hacer entre ausentes, por cartas o por terceras personas, pero también se hacían escrituras, para que constasen las condiciones del contracto, y sellaban con las sortijas de los testigos que se hallaron presentes. Y así Juvenal, hablando de los esponsales, dijo: Veniet cum signatoribus auspex. Y en fe del asiento esponsalicio, el desposado daba a la novia arras, y daba también una sortija; l. si quis officium, D. de ritu nupt. y l. arrhis, y l. ultra, C. de sponsalibus.

De qué edad habían de ser el novio y la novia para el contracto esponsalicio, resuélvelo el doctísimo Brissonio, diciendo: «Que aunque la ley in sponsalibus D. de ritu nuptiarum no determina la edad de estos contrayentes, como en los matrimonios, en que la mujer ha de ser de doce años y el varón de catorce; que Augusto César admitió y aprobó los esponsales, en que se cumplía el tiempo de las bodas justas y legítimas, biennio post, dos años después.» De manera que la novia había de ser ya de diez años, y el novio de doce; y pruébalo con testimonio de Dión histórico, libro LIV: Ea sponsalia vires nullas habere Augustus constituit, post quae duobus transactis annis sponsa duci minime posset.

Agora, si le parece a v. m., vistamos a la novia; que es justo que en día tan solene y tan deseado salga de venticinco, y aun es poco. Los cabellos de la desposada (cosa particular) se los aderezaban de seis en seis. Senis crinibus eam adornari reperio, dice Brissonio, de quien traeré aquí algunas observaciones, por ser uno de los más doctos humanistas y de la primera clase de nuestro siglo, y que por el mismo caso serán más bien admitidas. De seis en seis le componían los cabellos, o porque era uso antiquísimo que en esta ocasión fuese así aderezada, o porque las vírgines vestales o monjas de aquellos tiempos los llevaban así; y siendo las tales vivos ejemplos de la castidad, se acordase la novia que ella también la había de guardar a su marido, como las vestales a los dioses. Luego le encrespaban el cabello con una lancilla llamada celibar, fuera de otras causas, porque a la diosa Juno, propicia a los desposados, la decían Curitis, y en lengua sabina curis es lanza; y a su imitación y remembranza usaban aquí de ella. Ovidio, en el libro II de los Fastos:


Nec tibi, quae cupidae matura videbere matri,
Comat virgineas hasta recurva comas.


Advierte aquí Ovidio que la doncella no pula su cabello con la dicha lancilla en el mes de Hebrero, en que se hacían sacrificios a los dioses infernales, y por tanto, tienen por mal agüero el casarse en este mes. Y también eran días prohibidos para las bodas (vaya esto de camino) todos los días postriduanos, es a saber, postridie Calendas, Nonas et Idus, un día después de las Calendas, Nonas y Idus. Y Macrobio da la razón, diciendo que estos segundos días eran feriados, y que en día de feria, no se debía hacer injuria ni fuerza a nadie, y que por eso aquellos días no era licito celebrar bodas, por la fuerza que se les hacía a las doncellas; y el mes de Mayo era también día aciago, y así se abstenían en tal mes las bodas. Ovidio, lib. V, Fast.:


Hac quoque de causa, si te proverbia tangunt,
    Meme malas Majo nubere vulgus ait.


Advertido esto, acabemos de vestir a la desposada, que estará deseosa de ir al tálamo. Los desposados, así él como ella, iban coronados de flores. Catulo, en las bodas de Julia y Manlio:



   Collis o Heliconei
Cultor Uraniae genus,
Qui rapis teneram ad virum
Virginem, o Hymenaee, Hymen,
O Hymen Hymenaee,
Cinge tempora floribus
Suave olentis amaraci.

    ¡Oh Dios Himen, Himeneo,
Hijo de la bella Urania,
Habitador de Helicona,
Que de su umbral arrebatas
A la vergonzosa virgen,
Y la pones en la casa
Del nuevo esposo y marido!
Tente, hazle una guirnalda,
Cíñele las tiernas sienes
De la suave mayorana.


Y Tertuliano, en el libro de la Corona del soldado, dice que las bodas también coronan a los desposados: Coronant et nuptiae sponsos. Y Claudiano advierte a Stilicón que adorne la cabeza para el aparato nupcial:


Solitas galeae fulgere camas,
Stilico, molli cinge corona.


Ciñe el cabello, Stilicón valiente,
Que llevó sobre sí celada de oro,
De corona florida bien oliente.


Vestían las novias una túnica recta, como la tejió para sí la famosa y honestísima romana Caya Cecilia, de que hace mención Plinio, en el lib. VIII de su Natural historia; llamada recta, porque era tiesa como pergamino o bocací; y porque esta señora fué castísima, por la buena opinión que de ella había, tenían por buen agüero que la llevasen así las novias. Demás de esto, cubrían a las desposadas con una toca o velo, llamado flámmeo. Suetonio dice de Nerón, cap. XXVIII, que llegó a tanto la desvergüenza y torpeza de este emperador, que se desposó con un muchacho hermoso, llamado Sporo, y le castró y vistió de mujer, y veló con su flámmeo nupcial, y lo trató como a mujer propria. Y Tácito, en el lib. XV, tratando de este mismo emperador o portento de la naturaleza, dice que con uno de su infame cuadrilla, llamado Pitágoras, se veló a manera de mujer casada, y se puso el flámmeo: Et inditum est imperatori flammeum. Caper, en el libro De ortografía, dice: Vir ducit, mulier nubit, quia pallio obnubit caput suum genasque. Y este flámmeo, o toca de la novia, era de color lúteo, digo algo rojo, como rovillo de huevo. Lucano, lib. 11: De bello [civili]:


Lutea demissos velarunt flammea vultus.


Ya habemos vestido a la novia; sepamos también qué dioses eran propicios a las bodas, qué sacrificios se hacían, qué auspicios se tomaban, qué palabras se decían para casar los novios, qué ceremonias se guardaban para llevar la novia a casa del novio, con qué aparato la llevaba, y si algo más hubiere que decir, lo diremos todo, pero sumariamente, como quien gusta, no como quien bebe.

Los dioses que presidían a las bodas, dichos conyugales, porque eran favorables al conyugio o matrimonio, son estos que yo amontonaré: quien los quisiere en gavilla lea a San Agustín, De civitate Dei; a San Isidoro, en sus Etimologías, y a Brissonio y a Martín Antonio del Río, que allí los hallará distintos, cada uno con su glosa al lado. Fueron, pues, los dioses conyugales Júpiter Gamelio, Juno Gamelia, Venus, Himeneo, Pitho, Diana Euclia, Genio, Lucina, Juno Zigia, Unxia, Cinxia, Interduca, Domiduca, y otros muchos, que nos da Marciano Capela. Pero quien alza cabeza en este ministerio es la diosa Juno, de quien dijo Virgilio:


Junoni ante omnes, cui vincla jugalia curae.


Y Ovidio:


Junonemque thoris, quae praesidet alma maritis.


Las gentiles ninguna empresa pública ni particular emprendían que fuese de importancia, en que primero no hiciesen sus auspicios, obligando con sacrificios a los dioses para ver si podían esperar buen suceso en sus cosas, y principalmente observaban esto en las bodas, como cosa de tanto momento. Esto se ve ejemplificado en el casamiento que intentó la reina Dido con Eneas. Virgilio, libro IV de la Eneida:


Principio delubra adeunt, pacemque per aras
Exquirunt, mactant lectas de more bidentes
Legiferae Cereri, Phoeboque patrique Lyaeo;
Junoni ante omnes, cui vincla jugalia cura.
Ipsa tenens dextra pateram pulcherrima Dido
Candentis vacca media inter cornua fundit:
Aut ante ora deum pingues spatiatur ad aras,
Instauratque diem donis, pecudumque reclusis
Pectoribus inhians spirantia consulit exta.

Traducido suena:


   Primeramente van Elisa y Ana
Al templo, y con licencia de los dioses
Las mejores ovejas del aprisco
Sacrifican a Ceres, Febo y Baco,
Y especialmente a Juno, a quien le toca
El cuidado nupcial especialmente.
La Reina misma toma con su diestra
La taza, y diestramente la derrama
Entre los cuernos de una blanca vaca,
Y ante los conyugales dioses vuelve
Y revuelve en contorno de las aras;
Gasta el día en espléndidos manjares,
Y de las bestias inmoladas mira
Rotos los pechos, las entrañas vivas,
Deseosa, de ver un buen agüero.


Aquí el doctísimo Juan Luis de la Cerda anda gallardamente; ¿y dónde no? Acuda a él el curioso, y hallará mucha doctrina de los gentiles, escogida y ahechada.

Hechos estos sacrificios y auspicios, y no antes, luego se trataba de efectuar el casamiento. Éste se hizo antiguament farre, coemptione et usu. De tres maneras, por confarreación, por coemción y por uso. Dice Ulpiano, en los fragmentos de los Títulos, que la mujer se casa con su marido, et convenit in manum, con ciertas palabras y diez testigos presentes, haciendo un solemne sacrificio, en que se pone un pan fárreo. Farro era un género de trigo escogido, y dél se hacía una torta con sal, que se llamaba mola: Mola nihil aliud erat, dice Sexto Pompeyo, quam far tostum, et sale aspersum, et quod eo molito hostiae aspergerentur, inde molae nomen invenit. Horacio, en el lib. III Carminum:


Mollivit adversos penates
Farre pio et saliente mica.


La coemción se hacía, según dice Boecio, de esta manera. Preguntaba el varón a la mujer si quería ser su mujer, madre de familia; ella respondía que sí. Y luego la mujer preguntaba al marido si quería ser su marido, padre de familia, y él respondía que sí; y entonces la mujer tomaba de la mano a su marido; lo cual es convenire in manum. Y a esto aluda Virgilio:


Teque sibi generum Tethys emat omnibus undis.


Y por estos dos géneros de casamientos la mujer se llamaba justamente madre de familia. El otro casamiento era por uso, y se hacía cuando la mujer, llevada a casa del marido en matrimonio, sin las solemnidades de la confarreación o coemción, pasado el año adquiría el derecho y posesión de casada; y por esto se dice en las Doce Tablas: Annuus ussus esto.

Ya es menester sacar a la novia de su casa, y llevarla a la del marido; para esto venga un bracero que haga el oficio. Éste se llamaba domiduco, porque asistía a la deducción de la desposada. San Agustín, lib. VI, De civitate Dei: Sed domum ducenda est, quae nubit, adhibendus est domiducus, sic enim eum deum, qui ei solemni deductioni praerat, appellabant . Y de aquí, dice Nonio Marcelo, se dice innubere por pasar; porque las que se casaban pasaban a las casas de sus maridos: Quodquae nuberent, ad maritorum domos transirent. Y según esto, por la misma causa se llaman en castellano casadas. Pero es de considerar que la casada no salía de casa de su padre por sus pies, sino que la arrebataban, y en volandas, sin tocar en los umbrales, la sacaban a la calle. Firmo esto con dos autoridades, la primera de Catulo y la segunda de Lucano:


Transfer omine cum bono
Limen aureolos pedes,
Rasilenque subi forem.


(Catulo.)                



Turritaque premens frontem matrona corona
Translata vitat contingere limina planta.


(Lucano.)                


Observa Brissonio, en el lib. I de sus Antigüedades del derecho civil, que estando el esposo ausente, por carta o por un tercero se puede traer la esposa a casa del marido, porque aquella deducción a la caza del marido era necesaria para que fuese matrimonio; pero que la mujer ausente no se traía a la del marido ni por carta ni por tercero. Pruébalo con la l. mullierem, D. de ritu nupt. y con la l. cum post, § in domum, D. de jure dot. Vir absens, dice Paulo, lib. II, sent., tít. XX, uxorem, ducere potest, femina absens ducere non potest. Agora pregunto: ¿cuándo se hacía esta deducción?, ¿de noche o de día? De noche, dice Sexto Pompeyo, lib. XIV. Y verifícase con lo que dice Catulo en el epitalamio de Julia y Manlio:


Vesper adest, juvenes, consurgite, vesper Olympo.
Exspectata diu vix tandem lumina tollit.


Salía la novia ceñida con un cíngulo, o zona, que después se la quitaba el marido en su casa, o las doncellas que se hallaban presentes, y salía también velada con el flámmeo; iban delante las chirimías, como dijimos arriba. Terencio, en los Adelphos: Verum hoc mihi mora est tibicina, et Hymenaeum qui cantent. Y Plauto, en la Casina: Age tibicen, dum illam educunt huc novam nuptam foras.

Iban ante la novia hachas, ya de pino, ya de espino. Virgilio:


Pronuba nec castos accendet pinus odores.59


Y Catulo en el lugar citado:


Pelle humum pedibus, manu pineam quate60 taedam.


Virgilio, égloga VIII                



Mopse, novas incide faces.


Y es de saber que a estas hachas nupciales, de pino o de espino, para que diesen mucha luz, se les hacían unas puntas a manera de espigas, levantando unas rajillas hacia fuera, como se levantan las raspas de la espiga; y aguzar estas hachas así, se dice en latín inspicare. Como dijo Virgilio en el II de su Geórgica:


Ferroque faces inspicat acuto.


Salida la novia de casa, la entraban en un coche, donde el desposado la llevaba a su casa, y puestos en el tálamo, pasaban alegremente la noche, y en tanto la casa estaba llena de gente haciendo fiestas y diciendo palabras, que llamaban fesceninas, torpes y deshonestas, cuales suelen decirse unos a otros los segadores de la Mancha en su Agosto, y cuales se suelen decir en la temporada de Murcia entre los cogedores de hoja y pasajeros. Al dios Himeneo le llamaban también Talassión, y en honor suyo se hacían estos júbilos, aunque desvergonzados. Y así dijo Marcial, lib. XII:


Nec tua defuerant verba, Talasse, tibi.


Y en el epigrama CIV:


Quid si me jubeas Talassionem
Verbis dicere non Talassionis?


Y para que el ruido del tálamo no se sintiese, mandaba el novio esparcir nueces por la antecámara. Virgilio:


Sparge, marite, nuces.


Con esto, dejemos dormir a los desposados, o por mejor decir, velar; que no es la fiesta para menos. No me alargo más, ni la ley de carta lo permite, ni la regla de discreción, que manda tener moderación en las cosas.

Nuestro Señor a v. m. guarde y aumente en estado. Murcia, etc.




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Epístola VII

Al Padre Fray Joan Ortiz, Maestro en Teología y Ministro del Convento de la Santísima Trinidad, en la Ciudad de Córdoba


Acerca del uso antiguo y moderno de los coches


A persona tan grave como V. P. escribir cuentos, si no ridículos, humildes, paréceme cosa desproporcionada. Esto confieso; pero no niego que a veces no indiscretamente se admiten burlas entro las veras, y que entre las burlas también se suelen decir verdades. Horacio:


Ridentem dicere verum, Quid61 vetat?


Digo, pues, señor, que entrando yo, pocos días ha en el Arenal de esta ciudad, plaza de su mayor recreo, encontró con un coche galán y curioso descubierto y sin gente, y alzando la voz, dije: «Para, cochero; dime cúyo es el coche.» -Respondióme luego de contado: -«Este coche, señor, es de la vanidad.» Y diciéndolo dió dos estallidos al azote, con que animados, arrancaron tan aprisa los caballos, que en un momento se pusieron a esotra parte de la puente.

Quedé muerto de risa con la aguda respuesta del pícaro. Consideré que pudo llamarle coche de la vanidad, o porque era bizarro, o porque era vacío, o porque el coche se puede con razón decir símbolo de la vanidad. Y a este pensamiento me atengo más que a los otros, aunque fuera de la capacidad de un cochero.

Ocasión me ha dado este cuento a discurrir un rato de los coches, si bien con no poco miedo de dárselo malo a V. P. Trayendo, pues, esto de su principio, digo, con Virgilio, que el primero que inventó el uso de ellos fué el rey de Atenas, Erichtonio. Georg., III:


Primus Erichtonius62 currus, et quatuor ausus
Jungere equos, rapidisque rolis insistere victor.


Lo mismo dicen Pausanias, Eliano y Plinio, libro VII, cap. LVI, aunque da invención del coche de dos caballos a los Frigios, y la de cuatro a Erichthonio: Bigas primum junxit Phrygum natio, quadrigas Erichthonius. Y no esté tan glorioso Erichtonio con lo que Virgilio y los demás autores, conformándose con él, dicen; que de otra parte da voces Esquilo, diciendo que el primero inventor de los coches fué Prometeo. Herodoto, en su Melpómene, da la gloria de esta invención a los Africanos: Quadrigas jungere ab Afris Graeci acceperunt. Y Cicerón, en el III De natura deorum, se la da a la cuarta Minerva; Adón, en su Chronico, en la edad III, se la da a Procido; Teón, intérprete de Arato, se la atribuye a Troxilo; Tertuliano a Acrofilo, Higino a Orsíloco, Eusebio a Próclito. Entro opiniones tantas, siga cada uno lo que quisiere. Lo que yo me persuado y creo es, que en diversas provincias cualquiera de éstos pudo ser el primero inventor de los coches, y que en la región Ática lo fué Erichtonio, al cual la necesidad, que es inventora de todas las artes, le obligó a inventar el coche para poder andar, por haber nacido cojo de ambos pies. De aquí podemos sacar que es permitido, lícito y loable el uso de los coches en los cojos, en los viejos, en los enfermos, en los consejeros de los reyes, en los jueces, en las personas eclesiásticas, en los caballeros pleiteantes, cuando la necesidad lo pide, porque éstos tienen oficios públicos, a que han de acudir y asistir forzosamente; y así, cuando nieva o llueve, o el tiempo en otra manera corre tempestuoso, es justo tengan este reparo, para que no falten a sus obligaciones.

Antilo, Aecio y Avicena dicen, conformes, que andar en coche es ejercicio acomodado para enfermos y convalecientes, aunque los enfermos sean de enfermedades largas y pesadas y que tienen reliquias lentas, y en males agudos, como son letárgicos y nefríticos. Y Celso dice que Asclepiades experimentó haberle sido provechoso el coche en calentura reciente de grande vehemencia y ardor; si bien dice Jerónimo Mercurial que le parece este remedio peligroso, y que cosa más segura es para el febricitante estar con quietud: Quod profecto periculose efficitur: meliusque quiete ejusmodi impetus sustinetur. Pero dice que es bueno para sanos y valetudinarios; porque no engendran lasitud a los cuerpos, antes aumenta el calor natural, disipa la multitud de la materia, alienta la habitud del cuerpo, despierta las acciones lánguidas, desata la flojedad, sosiega la turbación del cuerpo, causa sueño a los desvelados, vuelve en sí a los fatigados de la modorra y hace otros muchos y saludables efectos.

Dice Antilo que la ejercitación del coche tiene virtud de arrancar y mover las enfermedades estables y permanecientes. Y Séneca escribe que a él le fué importantísima cosa para despedir la cólera detenida en la garganta, y para extenuar la densidad del espíritu y dificultad del anhélito, que lo solía dar tan apretada que se veía con peligro de espirar. Aecio dice que esta ejercitación es en dos maneras, una blanda y otra vehemente; el coche que se va lento y sosegado es bueno para las afecciones de la cabeza y para los que son fatigados de la fluxión intestina. Y así advirtió doctamente Celio Aureliano que los que padecen dolor de cabeza sean llevados vía larga, porque la frecuente versión del coche le puede causar vaguedos y turbación. El poeta Ausonio aconseja a un amigo suyo, viejo y convaleciente, que suba en coche que camine poco a poco, y que evite mulas y caballos acelerados:


Pelle soporiferi senium nubemque veterni,
Atque alacri mediam carpe vigore viam.
Sed cisium aut pigrum cautus conscende veredum,
Non tibi sit rhedae, non amor acris equi,
Canterii moneo male nota petorita vites,
Nec celeres mukw ipse Meliscus agas.


    Convaleciente ya del soñoliento
Mal que a la Parca te mostró vecina,
A pasearte sal en coche lento;
Sulca la vega, sulca la marina.
Ni en portante caballo igual al viento,
Ni en mula subas que feroz camina;
Y para libre estar de todo arrisco,
Tú proprio de ti proprio seas Metisco.


Metisco fué el cochero de Turno. Otras muchas advertencias hallo en los médicos acerca de los coches; pero no todo lo habemos de correr en un día, siquiera por variar de concepto.

El uso de los coches, que fué inventado para reparo de los cojos, ciegos, viejos y enfermos, vino a ser, dentro de poco tiempo, importante para las guerras. De esto tenemos copiosísimo testigo en Homero, que por toda su Ilíada no hay cosa más ordinaria que escaramuzas desde los coches, lo que ya es muy desusado y fuera del militar estilo. Libro VIII de la Iliada:


   Teucro otra vez despide la saeta
Contra el gran Héctor, y otra vez burlado,
Porque se la torció el divino Apolo,
No a Héctor, sino al diestro Archiptolemo,
Su cochero, hirió en medio del pecho.
Caído que fué en tierra, los caballos,
Arbolándose bravos, trastornaron
El coche: visto el daño, al punto puso
Otro cochero el animoso Héctor.


Homero, lib. XI:


   Agamenmón, instando al enemigo,
Y siguiendo el alcance bravamente,
Aquel estrago hacía que en la selva
De vientos combatida inmenso fuego.
Viérasle derribar a un lado y otro
Cocheros por el suelo, y los caballos
Correr la vega, libres de sus dueños.


De éstos hay mil lugares, y por tanto verdad tan clara no tiene necesidad de larga prueba. Considerando el gran aventurero Hércules que para la guerra convenía tanto la destreza y gobierno de los coches, instituyó el arte gimnástica, y principalmente el certamen de los coches, para que, ensayados en este ejercicio, hubiese grandes caballeros que con excelencia peleasen en los coches en el juego, verdadera palestra de Marte; y eran tantas las honras y los premios que en estos juegos olímpicos se daban a los palestritas, que las tenían por las mayores del mundo, y había infinitos aficionados a esta arte. Así lo dice Horacio en este y otros muchos lugares. I oda:


   Sunt quos curriculo pulverem Olympicum.
Collegisse juvat, metaque fervidis
Evitata rotis, palmaque nobilis
Terrarum dominos evehit, ad deos.


    Hay muchos que en el espacioso circo,
Gustan beber el polvo, boquiabiertos,
De los juegos olímpicos, y el coche
Volver, pegado al canto de la meta,
Y por premio esperar la noble palma,
Que los levanta al soberano cielo.


En estas circenses fiestas, tan celebradas así entre los griegos como entre los romanos, la gala del corredor era dar la vuelta tan cercano a la meta, que casi corriese peligro de topar en ella, y romper el coche, y con esto no daba lugar a que otro se le entrara, y ganaba la primacía. Habíanse de dar siete vueltas a la meta, cada una desde el arrancadero, o carceres, que llaman los Latinos, y el que antes las daba con la destreza que he dicho, era dado por vencedor, nombrado por voz y preconio del trompeta, y aclamado de todos, paseado por el circo, dados palma, corona y dones, y llevado a su patria, derribando los muros para entrar en ella. Vamos esto probando brevemente.

Homero, en su Ilíada, en la letra Lambda, introduce a Néstor, que a su hijo Antíloco le dice lo que ha de hacer en el certamen ecuestre en que entraba:


   Allégate a la meta grandemente;
Coche y caballos hacia ella impele;
Y tú te carga sobre el fuerte coche
Hacia la mano izquierda, y al caballo
De la derecha hiere y dale voces,
Soltándole la rienda; pero mira
Que al izquierdo caballo arrimes tanto
A la meta, que casi te parezca
Haber tocado con el cubo el mármol,
Y des la vuelta sin tocarle; porque,
Si le tocas, habrás coche y caballos
Perdido, y juntamente la victoria.


Y Sófocles, en la tragedia Electra, describe el mismo peligro y daño:


Suelta la izquierda rienda, el un caballo
Torció mucho su curso y dió en la meta;
Eje y ruedas quebró, y de la carroza
Sacudido el cochero Pseudorestes,
Y enredado en las cuerdas, los caballos
Corriendo locos por la roja arena,
Al fin hecho pedazos le arrojaron;
Pero tal, que acudiendo mil cocheros
A verlo, conocerle no pudieron.


Meta es una coluna, última parte del estadio o Carrera.


Qui studet63 optatam cursu contingere metam,
Multa tulit, fecitque puer, sudavit et alsit,
Abstinuit Venere et vino.


(Horac.)                


Aquí dice Jerónimo Mercurial que puer no se ha de entender mochacho, sino mancebo fuerte; que para este certamen son menester hombres ya formados y robustos. Con la buena paz de tan docto varón, digo que Horacio quiere decir aquí que el hombre que ha de correr a la meta, desde mochacho se ha de ejercitar en esta arte, y gastar muchos inviernos y veranos, y abstenerse de vicios, para que se haga práctico y robusto. Porque fecit puer es lo mismo que fecit a puero, vel se puero, para venir a tratar de la meta, muchas cosas y muchos ejercicios hizo primero desde mochacho. De lo tocante a la meta lo mismo dice Propercio:


Pulverulentaque ad extremas stat femina metas.


Los premios que daban y honras que hacían a estos hierónicas, que así llamaban, y olimpiónicas a los vencedores, eran muchos y de muchas maneras. Virgilio, libro V [de]:


Munera principio ante oculos, circoque locantur
In medio sacri tripodes, viridesque corona,
Et palmae pretium victoribus.


«Poníanse los premios a vista de todos, en medio del circo, como eran sacros trípodes, verdes coronas y palmas, premio de los vencedores». Y palmas de dos maneras: ya ramas, que llevaban en las manos, ya coronas hechas de palma. Probemos cada cosa de éstas con su auctoridad. Horacio, oda VIII, libro IV.


Donarem tripodas praemia fortium.


Pollux dice: Victor pro proemio auferebat coronam, tum etiam ramum palmae. Y Pausanias: in Arcadicis: Plura certamina coronam palmae habent. «Los más certámines tienen por premio corona de palma.» Dábanseles también armas, vestiduras de púrpura dibapha, que es dos veces teñida en grana, talentos de plata y de oro:


      Armaque et rostro
Perfusae vestes, argenti aurique talenta.


También se les daban laureles:


Viridique advelat tempora lauro.


Clámides, o casacas con fajas de brocado, teñidas de púrpura:


Victori chlamydem auratam, quam plurima circum
Purpura Meandro duplici Meliboea cucurrit.


Dábanseles lorigas. Virgilio:


Auroque64 trilicem Loricam.


También bernegales de bronce y barquillas grabadas de plata. Virgilio:


Tertia dona facit geminos ex cere lebetes,
Cymbiaque argento perfecta atque aspera signis.


También se les daban en premio esclavos y esclavas. Virgilio:


Olli serva datur operum haud ignara Minervae
Cressa Genus Pholoe, geminique sub ubere nati.


Dábanseles caballos enjaezados, aljabas con flechas, y su cinto tachonado, y argólicos morriones. Virgilio:


Primus equum phaleris insignem victor habeto:
Alter Amazoniam pharetram, plenanque sagitis
Threiciis, lato quam circumplectitur auro
Baltheus, et tereti subnectit fibula gemma.
Tertius Argolica hac galea contentus abito.


También se les daban pieles de león, para vestirse, aderezadas, y con prendederos de oro y escudos. Virgilio:


      Tergum Getuli immane leonis
Dat Salio villis onerosum, atque unguibus aureis.


Virgilio:


Et clypeum efferri jussit, Didymaonis artes.


Becerros, adornada la cabeza con tocas de oro, espadas y yelmos. Virgilio:


Victori velatum auro65, vittisque juvencum,
Ensem atque insignem galeam.


Éstos y otros eran los dones de los atletas. Las honras eran también grandes, pues se les hacían estatuas ecuestres, en aquella edad y estatura que tenían, para que en los retratos durase su memoria. Plinio, libro XXXIV, cap. IV: In Olympia statuae fuere equestres.66 Strabón, libro VIII: Statua cum ponerentur aequales statura et proceritate aurigis, non majores. Pausanias, en el libro II de los Eliacos, escribe que Cleostenes fué el primero que puso su estatua en Olimpia. Eran a voz de pregonero (y advierte que el pregonero de estos juegos olímpicos era caballero. Mira a Pedro Fabro Sanjoriano, De re athletica) publicados, convocado todo el pueblo, por vencedores. Y el pregonero los publicaba desde las metas murcias, que eran las primeras desde donde arrancaban los coches, y las últimas eran donde daban las siete vueltas. Y últimamente la suprema honra que se les hacía era llevar los vencedores en sus coches, con grandísimo acompañamiento, a sus patrias, y para entrarlos en la ciudad derribar las murallas, y por ellas, y no por las puertas, por singular privilegio, los entraban, dando a entender en esto que la ciudad que tenía tan valientes y fuertes ciudadanos no había menester murallas. Plutarco dice que en la olimpíada XCII, siendo declarado por vencedor Exeneto, agrigentino, fué llevado en su coche a Agrigento, acompañándole trescientos coches, todos agrigentinos, de caballos blancos; y lo mismo dicen Eliano y Diororo Sículo.

Todos estos premios, todas estas honras fueron para ensayarlos y habituarlos para las guerras que entonces se usaban entre los griegos. Pero esto en los romanos más fué género de recreo y entretenimiento que otra cosa; porque ellos no usaron el pelear desde los coches en las batallas. El fin que tuvieron fué, en el uso de ellos, señalarse en la autoridad y pompa y grandeza, a diferencia de los otros ciudadanos, que no podían hacer otra tanta ostentación. Y llegó esta viciosa vanidad a tanto, que usaban de coches abiertos, sin bóveda, con una silla de plata, en que se asentaban a la vista de todo el pueblo, y otros, cubiertos con sus cortinas, con unas camas pensiles, donde se iban meciendo o columpiando. Y estos coches eran tirados, ya de dos, ya de cuatro, ya de seis caballos, ya de mulas, ya de bueyes, ya de leones, y otras bestias. Marco Antonio, después de su victoria, entró en Roma en un coche tirado de leones, según dice Plinio, libro VIII, y lo que peor es, traía en él consigo una representanta, llamada Citeris, sin vergüenza ni empacho. Pero todo vicio cese con lo que hacía Eliogábalo, el cual vino a tanto extremo de vicioso, que iba públicamente en coche tirado de mujeres desnudas. Escríbelo Lampridio, en la mala vida de este emperador.

Llegó a tanto la vanidad (de que me advirtió el cochero de mi cuento que es símbolo el coche), que no sólo los rayos y ruedas, pero todo el coche, le fabricaban, ya de plata, ya de oro, ya de marfil. Éste era el summo vicio y regalo de las señoras romanas; éste era su último bien y gloria, hasta que el Senado hizo un decreto y pragmática en que les prohibió el andar en coche; las cuales lo sintieron tanto, y se enojaron de manera, según dice Mercurial (cap. X, De vectatione curruli, libro De re gymnastica), que, conjuradas todas entre sí, determinaron de no admitir a los maridos ni a otros, para ni concebir ni parir; resolución endemoniada, al fin de mujeres. Visto esto, el Senado revocó el decreto, y ellas se volvieron a la vida bona de sus coches, a quien estiman y aman mucho más que a maridos y padres.

¿De dónde les viene este afecto tan vehemente? Y pienso que casi todas se sujetarán a ayuno perpetuo y a beber agua turbia, como no les falte el coche. Este afecto les viene de ser ellas altivas naturalmente; y así el demonio, la mayor y más fuerte persuasión con que acometió a Eva fué con decirle: Eritis sicut dii. «Seréis como dioses.» Entonces alargó la mano, y a trueque de endiosarse, quiso el envite y perdió la mano, y después, juntamente con Adán, todo el resto. Fuera de que las mujeres hoy son muy leídas y versadas en escritura humana, y saben que el sol tiene un coche dorado, de cuatro caballos; y saben de Tomás Radino que el caballo Pirois era bayo, y el Eoo blanco, y el Etón dorado, y el Flegón morcillo; y saben de Policiano que los caballos del coche de Aquiles fueron Balio y Xanto, hijos del viento Céfiro y de Podarge; y saben de Estacio que los caballos del coche de Marte fueron Pavor y Terror; y saben de Propercio que el coche de Baco le tiraban linces y tigres; y saben de Virgilio que la diosa marina, Leucotoe, era llevada en su coche de delfines; y saben de Horacio que el coche de Venus es llevado de cisnes, y el de Diana de ciervos, y el de Juno de pavones, la Luna de tardos bueyes, Nemesis, diosa de la venganza, de grifos, y el coche de Citerea, de palomas. Y así, queriendo asimilarse a esos dioses y diosas, quieren seguir las pisadas que ellos dejaron estampadas. ¡Brava altivez, brava vanidad! No puedo dejar de exclamar, con Persio: O curas hominum, quamtum est in rebus inane! Grandemente son imperiosas las mujeres. Y el colegio de los agoreros conviene en que el coche es símbolo de la mandona vanidad.

Oiga V. P. lo que escribe Pierio: dice que reinando aún en Roma el superbo Tarquinio, y habiendo casi acabado el templo de Júpiter Capitolino, mandó a unos alfahareros toscanos que le hiciesen un coche de barro; hiciéronle artificiosamente, y metido en el horno, en vez de consumírsele el humor, con que entró fresco, se dilató y hinchó a manera de pan alleudado, de tal suerte que, aunque deshicieron la copa del horno, con gran dificultad le pudieron sacar dél. Consultados los arúspices sobre este caso, respondieron que la casa donde aquel coche se guardase duraría en ella la grandeza y el imperio. Pues adviértoles una cosa a las señoras: que fueron muchos punidos con acerbas penas por haber aspirado a las cosas divinas, y haber querido remedar al mismo Dios. ¡Qué bien y qué doctamente nos toca y representa este pensamiento Virgilio, en el sexto libro! Oigámosle:


   Vidi [et] crudeles dantem Salmonea, poenas,
Dum flammas Jovis el sonitus imitatur Olympi.
Quatuor hic invectus equis el lampada quassans,
Per Grajum populos, mediaeque67 per Elidis urbem
Ibat ovans, divumque sibi poscebat honorem;
Demens! qui nimbos et non imitabile fulmen.
Aere et cornipedum cursu simularat equorum.
Al pater omnipotens densa inter nubila telum
Contorsit (non ille faces, nec68 fumea taedis
Lumina) praecipitemque immani turbine adegit.


   Vi en el Tártaro al loco Salmoneo
Su soberbia pagar con duras penas
Por haber remedado al sumo Jove
En los ardientes rayos y en los truenos.
Éste en su coche espléndido, tirado
De cuatro fogosísimos caballos,
Iba por medio de Elis arrogante,
Aplicándose a sí el honor divino:
Loco, que quiso remedar los rayos
De Júpiter tonante, y roncas nubes
Una bomba de bronce revolviendo,
Que derramaba centellosas llamas,
Y fingiendo de Júpiter los truenos
Con el tropel del coche y los caballos.
Pero enojado el Padre omnipotente
(No ya humosas teas, fuegos nuestros),
Por entre espeso nublo un triste rayo
Le despidió de su flamante diestra,
Que dió con él en el profundo abismo.


¡Oh coches, coches!, ¡cuánto daño hacéis en nuestro reino!, ¡cuántas casas habéis de destruir, cuántos casados habéis de descasar, cuántos ricos habéis de empobrecer, cuántos celos y recelos habéis de engendrar, cuántas honras habéis de poner en disputa, cuántas familias habéis de discomponer! ¡Dios lo remedie! Pesarme ha que el tiempo me haga verdadero adivino.

Dice Festo que uxor en latín, que en castellano es la mujer casada, se deriva y tiene su origen del verbo ungir. Porque cuando se casaba la mujer la llevaban a casa de su marido, y llegada al lumbral de la puerta, le decían que alzase los ojos a mirar una vedija de lana, que estaba untada y pegada en el lumbral; dándole a entender que ya no había calles para ella, sino casa, donde había de vivir encerrada, hilando y tejiendo.

Que los reyes y príncipes se diferencien de nosotros con la ostentación de coches, para que sea respetada su grandeza, y la severidad los obligue a dar buen ejemplo y componer su vida, no bajándose a hacer picardías viles y soeces, es justísimo; que a los enfermos y convalecientes se les conceda andar en coche, para reparar con aquel ejercicio su salud, es justísimo; que las personas graves eclesiásticas usen coches, así por la calidad de su estado como por la obligación de la asistencia continua a su coro, donde han de ir lloviendo y venteando y en medio de la canícula, digo que es justísimo. Los demás caballeros, por muy nobles y principales que sean, pierden para mí de su reputación en el uso de los coches, que por ellos olvidan y dejan el manejo de los caballos, aquella gallardía, aquella honra de la milicia y gloria de España, que, más que las otras naciones, se ha preciado de mantener armas y caballos, y habituarse en ellos. ¿Qué mayor gala, qué mayor despejo que un hombre a caballo? Un hombre a caballo es el más glorioso espectáculo del mundo.

Aquí acabo, padre nuestro, por no acabar con V. P. Perdone mi prolijidad; que el deseo de ver mi patria mejorada y libre de ocasiones de su ruina, me ha hecho tirar la barra tan largamente, y el verme desocupado estos días; que pasarlos en ocio ni es bien, ni yo lo acostumbro.

Nuestro Señor a V. P. guarde muchos años. Murcia y Junio 24.




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Epístola VIII

Al Licenciado Bartolomé Ferrer Muñoz, [Beneficiado de las Villas de Illar y Instinción]


Sobre la cría y trato de la seda


Ninguna cosa de las que v. m. me manda puede causarme molestia, sino es el recelo que tiene de dármela. A lo menos yo (otros vivan con otro humor, que no los invidio) soy tan sencillo y fácil en mi trato, que ni pienso que enfado con mis cosas a mis amigos, ni con las suyas recibo disgusto; antes me hallo contento cuando me dan ocasiones para dar muestras certificatorias de mi voluntad.

Díceme v. m. que un curioso de saber específicamente el origen y trato de la seda de Murcia le ha pedido una instrucción de ella, y v. m. se descarga conmigo en esa parte, Por hallarse ya, con sus ausencias, medio olvidado de su debida noticia. Diré, Pues, obedeciendo, lo que de su origen he podido hallar, y lo que sé de la cría de la seda.

Seda se dice de seta, vocablo toscano, y no de sérica, como piensan los que en latín llaman vestido serico al bombycino. La sérica fué lana, y no seda. Esta diferencia desmenuza bien Justo Lipsio en los escolios que hace sobre Cornelio Tácito, su gran aficionado, en aquellas palabras del libro II: Proximo Senatus die, etc. «El segundo día de senado dijeron muchas cosas contra las galas suntuosas de la ciudad, Quinto Haterio, consular, y Octavio Frontón, pretorio; y se acordó que de allí adelante no se labrasen vajillas de oro para el servicio de la mesa, ni usasen ropas séricas los hombres, por ser cosa fea en ellos.» Aquí dice Lipsio que la sérica no es la seda que hoy tenemos y usamos, sino cierta lana delgadísima, que se crió en los árboles de los Seres, pueblos de Asia, y en su lugar corre la seda, con mayor excelencia y ventaja. Julio Solino, en el capítulo LVII de los Seres y vellón sérico, dice estas palabras: «En este paraje, que mira hacia el Oriente, pasados unos grandes páramos y soledades, la gente que conocemos son los Seres, los cuales, rociando con agua los árboles, cogen el vello que en ellos nace, de que hacen subtilísimas telas. Ésta, pues, es aquella tela sérica, en daño de la severidad admitida y usada, que la regalada y viciosa vanidad introdujo, más para manifestar los cuerpos que para vestirlos. Lo que primero persuadió a las mujeres y después a los hombres.» Hasta aquí es de Solino.

Era esta tela sérica tan subtil, que se clareaba el cuerpo de quien la vestía, tanto como si fuera desnudo. Lo mismo toca Séneca, en el libro VII de los Beneficios: «Veo, dice, unas vestiduras séricas (si deben llamarse vestiduras aquellas en que no hay cosa que pueda defender al cuerpo, o a lo menos a la honestidad), y que con ellas la mujer no podrá jurar que no va desnuda.» De esta lana sérica nos hace memoria también Plinio, Ammiano, Virgilio y Ausonio. Virgilio dice:


Velleraque ut loliis depectant tenuia69 Seres.



Ammiano: Apud seres abunde silvae sublucidae, a quibus arborum foetus70 aquarum asperginibus crebris velut quaedam vellera mollientes ex lanugine et liquore admistam subtilitatem tenerrimam pectunt, nentesque subtegmina, conficiunt sericum. Lo mismo dice Plinio, Tertuliano, Claudiano, Strabón, Oriencio, y Ausonio así:


Vellera depectit nemoralia vestifluus Ser.



Y aunque en Ausonio se halla este verso algo diferente, así le emendaron Ludovico Russardo y Adriano Turnebo, doctísimos humanistas.

No ignoro que Cardano, Pausanias, Suidas, Servio y otros sienten que la sérica de los antiguos fué nuestra seda, de gusanos; pero lo contrario sustenta y defiende Julio Scalígero, valentísimo varón, en la ejercitación CLVIII, cap. IX, que esto que Cardano dice es falso, y que en la Taprobana, en la Tartaria y en la China se coge hoy de los árboles la sérica de los antiguos, en la manera que lo dijeron Plinio, Strabón, Arriano y los demás autores que habemos referido. Y la diferencia que habemos dado de la sérica y bombycina, fuera de Justo Lipsio, la hace también Beroaldo sobre Apuleyo, Martín Antonio del Río sobre Séneca, Tiraquelo en las Leyes connubiales, Brodeo en las Misceláneas, Volaterrano en los Comentarios urbanos, Pedro Fabro en el libro I de los Semestres, y, fuera de otros muchos, Brissonio, In Lexico juris.

La seda, que en latín propriamente se llama bombycina, del gusano bombyx, sin duda tiene este nombre de bombo, palabra griega, que significa el murmurio y zumbido de las abejas, que hacen también estos gusanos cuando están sobre la hoja comiendo. Y aun Aristóteles llama bombyx un género de flauta, según dice Adriano Junio, que remeda a nuestra gaita zamorana. La hebra, pues, que rebosa el gusano bombyx, llama el italiano seta, y nosotros seda, trocando la t en d, cosa muy ordinaria en la traducción de aquella lengua en la nuestra; como amato amado, Toleto Toledo, etc.

El origen de la seda le tuvo Sicilia de Grecia, y principalmente de la isla Coa, como consta de Ovidio y de Tibulo y otros. Ovidio:


Si estuvieres en Tiro, el tirio traje
Aprobarás, y si en la isla Coa,
La vestidura coa ten por buena.



Tibulo:


Lleve telas delgadas con recames
De oro, como las suele labrar Coa.



De esta isla Coa, o Cea, según Baptista Pío, que fué una de las Cícladas, salió por toda Grecia copia de telas bombicinas. Y dice Otón Frisingense, en la Historia de Friderico, que Roderico Sículo, habiendo en la Grecia ganado las ilustres ciudades de Atenas, Corinto y Tebas, se trajo muchos captivos, y especialmente tejedores de seda, y que les dió habitación y asiento en Palermo, mandándoles que enseñasen a los naturales el arte de criar y labrar la seda. Y, según Riccio, libro I, De los reyes de Sicilia, lo que cuenta Otón pasó por los años 1050.

En Sicilia se continuó el trato de la seda, de donde fué muy fácil pasar a España. También escribe Zonaras, libro III de los Anales, sacado de Eusebio Cesariense, que en tiempo del emperador Justiniano, que tenía su asiento en Bizancio o Constantinopla, venían con seda, a venderla, mercaderes de Persia, y que el dicho emperador sobornó con dádivas y promesas a unos monjes para que trajesen de allí la simiente; y traída, les enseñaron el arte, y que desde allí la hizo comunicar y extender por Italia. De manera que de Italia o de Sicilia necesariamente pasaría, como pasó, a España.

Ya por lo dicho nos consta de dónde vino, pero no sabemos cuándo. Yo para mí tengo por cierto que no ha docientos años cabales que hay cría de seda en España; porque en Murcia, donde más se practica, no hay rastro por donde entendamos que la hubo antes de ese tiempo; que yo he pasado todos los libros antiguos anales del archivo de esta ciudad, y no he visto que se haga mención de moreras ni seda, como se hace, a cada paso, de ganados, de sembrados, de viñas y de olivos. Y si hubiera habido moreras, por ser regida entonces de alcaldes ordinarios, hijos de ella, ante quien pasaban los pleitos, necesariamente habían de haber sucedido quejas y pleitos en razón de moreras y seda, como hoy los hay muy cotidianamente, y como entonces los había sobra hatos y cabañas, y sobre trigo y cebada y otros frutos.

Pero no es de espantar que hubiese tardado tanto de entrar el uso de la seda en España, que la sencillez de nuestros antepasados era tanta, y los trajes tan poco curiosos, y los ánimos tan ajenos de gustos y superfluidades, que no admitieron, ni les pasó por el pensamiento admitir, tan vicioso traje y tan indigno de su honesta severidad. En testimonio de esto, diré lo que en esta tierra sabemos. Que habiendo venido a visitar a España el gran poeta Petrarca, agora, en tiempo de nuestros padres, y llegado al puerto de Cartagena, para embarcarse y volverse a Italia, fué preguntado de un genovés qué le había parecido España. Respondió que la tierra era de las mejores del mundo, pero que la gente estaba como nuestro padre Adán la dejó.

Llegada, pues, la planta de las moreras a Murcia, halló un terreno tan proprio y tan acomodado a su naturaleza, que produce más y mejor que en parte ninguna de España. Vese claro, pues Murcia da y reparte liberalmente seda a los más codiciosos y más opulentos mercaderes de Toledo, Córdoba, Sevilla, Pastrana, y de otros lugares que tratan de esta materia.

El riego de las huertas de Murcia tiene de largo cuatro leguas y media, y dos de través, desde la azuda, que da el agua del río Segura a dos acequias principales, Aljufia y Alquibla, y otra pequeña, llamada Churra la Nueva. Las cuales acequias corren por medio la vega, ciñendo ambos costados al río, dando hijuelas a una y otra parte, por donde se gobierna todo el riego. Este riego de cuatro leguas y media, que le toca a Murcia hasta el término de Origüela, comprende setenta y tres mil y ochocientas y noventa y siete tahullas, sin otras muchas tierras, que están empantanadas, unas y otras llenas de monte y saladares, que se podían regar con poco trabajo, pues les sobra agua.

Una tahulla de tierra (que llamaron un tiempo los moros, y se quedó el vocablo arábigo hasta hoy) es un cuadrado de cuarenta varas por cada lado, que, multiplicadas en sí, son mil y seiscientas varas. Toda la huerta de Murcia tiene de riego trecientas y cincuenta y cinco mil y quinientas moreras. Lo cual consta por los libros del diezmo. Con la hoja de estas moreras se crían, poco más o menos, en la huerta de Murcia, cada año, cuarenta mil onzas de simiente. Será la cosecha de estas onzas, considerado un año con otro, docientas y diez mil libras de seda joyante y redonda. Las ciento y setenta y cinco mil se sabe por los libros del contraste donde se vende la seda; las demás sacan particulares, y llevan a Sevilla, Toledo y otras partes, con que viene a ser la dicha cantidad. Hay algunos caballeros que crían, por terceros, quinientas onzas de simiente, y muchos de trecientas, y muchos más de docientas. Y no parezca esto increíble; que los mercaderes, que van, y vienen, tienen de ello larga noticia. Para la compra de la seda que en Murcia se cría, entra cada año en ella más de un millón, que es el esquimo mayor que en el mundo se sabe.

La simiente de la seda es poco mayor que granos de mostaza, su color entre morado y azul; consérvase en ollas nuevas y talegas, o colgadas al aire, o guardadas en arcas sin abrigo, hasta que por el mes de Marzo, que es cuando la morera brota, se pone la simiente a calentar en cauzas o cedazos forrados de papel, y esto, ya debajo de frezadas, caldeadas al sol, ya entre los colchones de la cama, hasta que se ova y pone blanquiza y comienzan a salir gusanitos. Entonces en las cauzas o cedazos, sobre la simiente, se les echa un avivador, que es un pliego de papel agujereado, y se ceba de hoja. Cuando esta hoja está llena de gusano, que ha subido arriba por los agujeros, se saca y pone en paneras, muy extendido; y de esta manera se van haciendo sacadas, hasta que la simiente queda vacía. Y para que el gusano que se sacó primero se empareje con las últimas sacadas, dásele a lo postrero dos cebos al día, y a lo primero uno, con que viene a igualarse el gusano en grandeza y a dormir todo a un tiempo. Pasados ocho o nueve días es la primera dormida; entonces no se les da de comer, y duran dos o tres días en su ayuno. Después despiertan alegres, y al tercero día los mudan de su primer lecho, cebándolos primero; y estando todo el gusano sobre la hoja, lo extienden, o en otras andanas o en las mismas. Hay primera, segunda, tercera y cuarta dormida, y en cada cual mudan el pellejo; cosa admirable. Después de la cuarta, dentro de nueve o diez días, pinta el gusano y sube, y a punto crudo embojan las andanas, y en ellas hacen su capullo, cuál almendra, cuál ocal, y al cabo de ocho días queda tan duro como un canto.

Llegado a este punto, se hacen hornos y preparan tornos para hilar la seda. De la almendra, que es donde labró un gusano, se hila la joyante; del ocal, donde se encerraron dos y a veces tres, se hila la seda redonda; aquélla vale a cinco y a seis ducados, y ésta a la mitad. El modo de hilar la seda es otro primor; ése lo dejo, por no entrar en cosas tan menudas.

A ese caballero, deseoso de saber esto, le parecerán algunos vocablos obscuros; no se puede menos, porque todas las artes tienen sus proprios términos, y ésta los suyos, que no los podemos excusar, ni yo el servir a v. m. en todo lo que me mandare.

Nuestro Señor a v. m. guarde. Murcia y Julio 1.º




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Epístola IX

Al Doctor Francisco Yáñez y Tomás


Acerca de las viñas y bodegas



Nullam, Vare, sacra, vite prius severis arborem
Circa mite solum Tiburis et moenia Catili.



¡Oh buen Horacio, qué bien lo dice y cuán a mi gusto! Si bien no se le debe a él toda la gloria; pártala con Alceo, lírico griego, de quien lo tomó. Dirá V. m., señor doctor, que como viejo me agrado tanto de estos versos que tocan la materia de las viñas; por eso y por esotro. V. m. y todos los otros médicos saben que el vino es más conveniente para los viejos que para otras edades, y sabe también mi templanza en eso; con que no puedo ser calumniado del más desenvuelto Zoilo. Supuesto lo dicho, lo que me aficiona es ver aquí originado el proverbio castellano, a lo menos en la parte de que tratamos: Casa en barrio y viña en pago; y ver tocadas otras particularidades principales de esta materia. ¿Qué dice, pues?


   No plantarás, oh Varo, árbol ninguno
Antes que la sagrada vid, y sea
Cerca del blando y amoroso suelo
De la ciudad de Tíboli ó de Cátilo.



Estos versos horacianos me han movido a comprar una viña, y he procurado que fuese con las condiciones aquí tocadas; y para ella he de hacer una bodega al propósito de nuestra tierra, cuyas calidades v. m. bien sabe. Lo primero que dice es, que lo primero que un hombre ha de plantar es viña. ¿Pues por qué? Por más provechoso y por más necesario fruto. Conrado Heresbachio, en su libro De re rustica, dice que entre todas las estirpes y árboles, la vid tiene el primer lugar con mucha razón, por ser el género de agricultura de más provecho y mayor cosecha. Cosa asentada es ser la más útil cosecha de todas cuantas la tierra lleva, la seda. Pues si yo probare que la cosecha del vino es mayor que la de la seda, quedará bien probada mi intención.

Digo así: la tahulla de moreral, que tiene hoja para una onza de seda, vale ochenta ducados; una onza de hoja (hablo con el uso de nuestra tierra, donde esto más se pratica) se vende en rigor en diez ducados; tiene un ducado de costa; vale nueve. Una tahulla de viña se vende en cuarenta ducados; da, cuando menos, ocho cargas de uva, que hacen treinta y dos arrobas de vino. Las cuales, a ocho reales el arroba, hacen docientos y cincuenta, y seis reales, que son ventitrés ducados y tres reales. Démosle de costa a esta tahulla treinta y ocho reales; quedan justos diez y ocho ducados. Agora pues. con lo que se compra una tahulla de moreral compramos dos de viña; quedan de cosecha treinta, y seis ducados, sacadas las expensas. Pues si con ochenta ducados en moreral se sacan nueve de renta, y con los mismos en viña, treinta y seis ducados, ¿qué fruto hay que se compare con éste? Sin duda ninguna es el mayor de cuantos produce la tierra.

Que sea necesario, es cosa evidente. Baltasar Pisanello, médico excelente boloñés, dice en un tratado que hace del Vino: «II vino e necesario per due cause: l'una perche bagni dentro il corpo, e riempia i luoghi di quelle sostance humide, che si resolvono e si consumano; l'altra accioche porti il cibo à tuti i membri, e lo faccia penetrativo quanto basta.» El mismo dice, sacándolo de los padres de la medicina, que con el moderado uso del vino el ingenio se ilustra, el ánimo se hace más fiel y manso, el alma se dilata, los espíritus se confortan, las alegrías se multiplican, las congojas se olvidan. Y así lo dice nuestro Horacio en esta oda misma:


Mordaces aliter diffugiunt sollicitudines.
Quis post vina gravem militiam aut pauperiem crepat?



De los provechos y medicinas del vino rojo, blanco y aloque, es largo cuento. Los libros están llenos; acuda a ellos el curioso.

Llamar Horacio a la viña sagrada, es por ser este fruto excelente y divino, y así lo primero que hizo el patriarca Noé después del diluvio, fué plantar viña, a que alude nuestro autor; pues nos encomienda que lo primero que plantemos sea viña. Y aunque se diga que entonces primeramente se plantó, lo que es haberlo criado Dios antes, con las demás plantas, téngolo por cierto. Y así dice Goropio Becano, en los Indoscíticos, que antes del diluvio habría parrizas, cuando menos; y en otro lugar dice que Virgilio tomó de una de las sibilas la sentencia de este verso, que habla del siglo de oro que fué en los primeros hombres:


Non rastros patietur humus, non vinea falcem:



«No se cavará la tierra ni se podará la viña.»

También se dice la vid sagrada, por haber sido consagrada al dios Baco, a quien los gentiles hacen primer inventor de las viñas, pero falsamente. Virgilio, égloga VIL


Populus Alcidae gratissima, vitis Iaccho,
Formosae myrtus Veneri, sua laurea Phoebo.



Faerno, en el libro de las Fábulas, pone los dioses que tomaron en su tutela árboles, que quisieron que fuesen dedicados a sí:


   Legere proprias dii sibi quondam arbores,
Quam quisque vellet esse in tutela sua.
Quercum supremus Juppiter, myrtum Venus,
Pinum humidi tridentifer rector sali,
Vites Lyaeus71 jucundas Bacchus pater:
Apollo laurum, populum proceram Hercules.


   Escogieron los dioses cada uno
Su árbol para sí, y en su tutela
La carrasca eligió el supremo Júpiter,
Venus hermosa el arrayán, el pino
El rector tridentífero del piélago.
El padre Baco las alegres vides,
Laurel Apolo, y Hércules el álamo.



Paso adelante, considerando aquel tan importante requisito que sea la viña en pago. Y con justa razón, por lo que dice Marón, en su Geórgica, libro II:


   Nec vero terrae ferre omnes omnia possunt.
Fluminibus salices, crassisque paludibus alni
Nascuntur: steriles saxosis montibus orni:
Littora myrtetis laetissima: denique apertos
Bacchus amat colles.



«No todas las tierras lo llevan todo; los sauces se crían en las riberas de los ríos; los alisos en las gruesas lagunas; los estériles fresnos en los peñascosos montes. Las marinas son aptísimas para los mirtos; y en fin, el dios Baco ama los despejados cerros.» De manera que es menester considerar la tierra más acomodada para las viñas, como en Virgilio hemos visto, con quien concuerda Filón: Pars montana plena vitium; «aquella parte de monte llena de viñas.» Y Manilio: Quod colles Bachus amaret; «porque Baco amaba los collados»; y Sófocles: Collis viridis et vitifier; «collado verde, feraz de vides.» Teofrasto dice que unas uvas quieren tierras altas, como son los collados; otras quieren la vega llana. El autor Geapónico dice que unas vides se han de traer del monte al campo, y otras se han de trasplantar del campo al monte. Teofrasto dice en otro lugar que las uvas sólidas y espesas se pongan en las alturas, y las blandas y húmidas en lo Rano. Columela y Paladio convienen en que las viñas en el campo o vega dan más vino, y en los collados mejor. Campi largius vinum, colles nobilius ferunt. Todo lo miró Virgilio, pues dice más abajo del lugar citado:


Collibus, an plano, melius sit ponere vites
Quaere prius.


    Mira, primero que la viña plantes,
El género de uva; y si conviene
En collado plantarla o en la vega.



Conrado Heresbachio dice que la tierra buena para viñas ha de ser templada, ni muy caliente ni muy fría, ni muy seca ni muy húmida, ni muy pingue m muy flaca, ni muy suelta ni muy apretada. Densa magis Cereri, rarissima quaeque Lyaeo72. En fin, ha de ser más suelta que apretada; que la tierra robusta es buena para pan; la amorosa, pero no débil, para vino; que es lo que enseña aquí Horacio:


Circa mite solum Tiburis et maenia Catili.


    Cerca del blando y amoroso suelo
De la ciudad de Tíboli y de Cátilo.



Ya tenemos viña en pago. Qué género de uvas pide Murcia para sus tierras, y principalmente para los pagos de Casillas, Aljada, Churra y Albadel, tierras sueltas y húmedas, donde por experiencia sabemos ser ubérrima la cosecha; y que se crían las viñas fértiles y abundantes de uva, no hay labrador que no lo sepa. El defecto que yo hallo en Murcia generalmente es que las bodegas donde encierran su vino, las tienen los más muy ajenas de como han de ser. Este vicio quisiera enmendar, dando el modo de conservar el vino.

De varios modos los antiguos aderezaron los vinos en diversas provincias; y no me espanto; pues según las cualidades de la tierra, así es menester la preparación del vino; y hoy en España diferentemente se aderezan y diferentes bodegas hacen. Dejando, pues, las de otras partes, que no es de mi intento, en Murcia las hay, no como han de ser, sino derechamente al contrario de como conviene que sean; pues las tienen casi todos en lugares hondos, y metidas las tinajas debajo tierra, ya hacia el oriente, ya hacia el ocaso, sin consideración ninguna y sin guardar las circunstancias debidas.

Cosa es asentada en buena filosofía que la corrupción de los frutos procede y emana del mucho calor y mucha humidad. Siendo, pues, Murcia tan infestada de estos dos enemigos, y con tanto extremo, es menester remediar este daño con lo contrario, que contraria contrariis curantur. Esta tierra conocidamente es húmida; pues a un estado, a dos y a tres cuando mucho, comúnmente tienen los pozos agua muy abundante. Demás de esto, pasa el río de Segura por medio de su vega, y con infinitas acequias se riega todo el año; y así la uva es muy húmida. Pues si la uva lo es, y la tierra, ¿qué mucho que se pierda y corrompa el vino en breve tiempo, especialmente combatiéndola el sol por otra parte tan fuertemente? Obviemos, pues, estos dos inconvenientes de esta manera: Elige en el campo lugar alto, o hazle a manos con buenas paredes de ladrillo o de argamasa, a lo menos hasta la altura de la bodega, y el suelo de ella le pisarás bien con pisones, y luego échale una capa de carbón medio molido, cúbrelo de tierra, y dale otra vuelta de pisón; haz luego esto mismo otra vez, o con carbón o con ceniza, que ambas cosas impiden excelentísimamente la humidad, que es lo que pretendemos, y en fin, ladrillarás el suelo y pondrás encima, sin ahondar nada, las tinajas por ambos costados, arrimándoles sus pretiles de ladrillo chapado, con que estarán firmes y seguras, y quedará, una crujía capaz entre las dos órdenes de tinajas, por donde entrar y salir.

Esta bodega mire al mediodía, adonde tenga el zaguán; luego se siga ella, y a las espaldas tenga su ventana no grande al cierzo, que es frío y seco, competente para la conservación. A los lados de esta bodega haz dos cuartos de casa para tu servicio y habitación, y encima de ella cuarto alto, para que esté de todas partes guardada del sol. En contorno de la bodega no haya establo de bestias, ni horno cerca, ni estercoleros, que engendran calor, ni acequias, por la humidad. Esto es cuanto a la bodega, que hecha de esta manera ayudará mucho a la conservación del vino, que es lo que importa para ser bueno y rentoso. Pero no basta esto solo; conviene también que sea curioso en la vendimia el dueño, que coja la uva madura y curada lo que basta, sin consentir mistura de algunas mal sazonadas; que se haga con limpieza y primor, a uso de buen labrador, según leyes proprias de esta arte.

Padece el vino tres daños, por donde viene a menos valer: aspereza, blandura y corrupción. La aspereza, dice Plinio, y Plutarco en sus Cuestiones naturales, que la quitaban los Griegos y los Africanos, ya con yeso, ya con arcila, ya con sal, ya con agua marina; y de este modo aderezan hoy (dice Jerónimo Mercurial) los de Candía su vino celebrado malvasía; y con estos remedios, juntamente con perder la aspereza, toma vigor y fuerzas el vino. Plutarco dice, y lo mismo Plinio, que tendrá buen olor el vino estando las tinajas bañadas de pez o de resina; pero advierte Columela que para que la pez y resina desechen su mal olor y graveolencia, que se han de lavar muy bien. Et propterea picata et resinata vina apud aliquos in pretio extitisse. Para hacer el vino con mucha brevedad los de Narbona y Marsella le daban humo aprisa, y con esto se hacía antes de tiempo. De él hace mención Horacio, Carm., oda VIII:


   Hic dies, anno redeunte, festus,
Corticem astrictum pice dimovebit
Amphorae, fumum bibere institutae
Consule Tullo.



Y Marcial toca lo mismo en muchos lugares, libro III:


Vel cocta fumis musta Massilitanis73.



Para que no se corrompa el vino, dice Ateneo que los Espartanos le cocían primero, y otras naciones. Otros le(s) echan arrope en moderada cuantidad, otros con agua salada o con la misma sal, de quien dice Goropio que tiene principalísima virtud contra la corrupción. Y Columela que con agua del mar se conserva bravamente el vino incorrupto; y yo digo que esto se ha de usar en vinos robustos, donde tiene materia que desbastar la fuerza del agua marina; y a estos tales vinos, dice Celio Aureliano que los llamaban los Griegos tethalasomena. Últimamente digo que los vinos gruesos y bastos los solían colar en sacos, en que echaban anís y nueces amargas, con que quedaba delgado y de buen olor; aunque dice Horacio que también se adelgaza al sereno de la noche:


Massicasi caelo suppones74 vina sereno,
Nocturna, si quid crassi est, tenuabitur aura.



Con Horacio comencé y con él acabo, si no manda v. m. otra cosa, a quien nuestro Señor, etc.

Murcia y Junio 29.




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Epístola X

Al Maestro Jiménez Patón, Catedrático de Letras Humanas en Villanueva de los Infantes


Donde se le escriben muchos epigramas de varios argumentos


No me dé Dios salud, si no se la deseo a v. m muy entera. Ea, señor, anímese más y haga mala cara a los achaques; que si les hace regalado hospedaje, ¿qué maravilla los tenga cada día en su casa, y se le vengan a la mano como los barbos a Hortensio y las murenas a Antonia de Druso? Busque v. m. ocasiones de desenfado y divierta el pensamiento de cosas graves; dése a las más menudas y aun nugatorias, que tienen a veces no sé qué de ruibarbo bastante a purgar de melancolías al más saturnino.

Con este fin, envío a v. m. esos epigramas, cuya materia es por la mayor parte jocosa, si bien tal vez se levanta a mayores. En ellos he procurado marcializar, si no con su agudeza, con menos lascivia; que aunque ésta es propria de los epigramatarios, no se nos concede tanto a los que profesamos musas cristianas. V. m. se digne de ver este cuadernillo; que si agradare, imprimiremos otro, y tercero y cuarto; y si mal lograre su pretensión, Qui primus est, ultimum putato. Vale.




I


IN POLLIONEM

Pollio iam moriens legavit millia centum
    Andraeo, Niciae millia mille suo.
Mox Argellinae scripsit Polymestora villae
    Haeredem. ¡O quantum Fors inimica potest!
Conclamatus erat; pullati ad limina serui:
   Cum surgit diuo sanus ab Hippocrate.
Ex templo Androeus laqueum sibi texuit amens:
    Transfixit gladio pectora post Nicias:
Denique praecipitem Polymestor se dedit undis.
   Mors fera, quae vitis constitit una tribus.




1

LA HERENCIA DE POLIÓN


El rico Polión, hallándose enfermo de extrema gravedad, hizo testamento: legó cien mil sextercios su amigo Andrés, un millón a su pariente Nicias e instituyó a Poliméstor heredero de una magnífica granja. ¡Oh cuánto puede la suerte veleidosa! Como desesperaban de salvarle, le lloraron por muerto y vistieron de luto a la servidumbre. Mas la divina ciencia de Hipócrates hizo un milagro y el moribundo recobró la salud. Entonces Andrés, enloquecido, se ahorcó; Nicias se atravesó el pecho con una espada, y finalmente Poliméstor se precipitó al fondo del mar. ¡Muerte cruel y avara, que devuelve una vida a cambio de tres!






II


IN ANTIGENEM GRAMMATICUM

Edidit Antigenes ludum, gratisque Maronem
   Explicat; est ne adeo prodigus Antigenes?
Prodigus? ad nummos nusquam, est attentior alter.
   Uvidium audisti? parcior Uvidio.
Ingenium, mores sat novi: quique laborat
    Hoc vitio semel, is semper avarus erit.
Sed quae causa virum mutavit? Non bene calles
    Antigenen, constans tempus in omne manet.
Gratis illud eget nasuto interprete: Ludum
    Ille aperit gratis, munificisque suum.




2

CONTRA EL GRAMÁTICO ANTÍGENES


Puso Antígenes escuela, y explica gratis a Virgilio. ¿No es, pues, desinteresado Antígenes? ¿Desinteresado? No hay en ninguna parte otro más atento que él al dinero ¿Oíste [hablar de] Uvidio? Más tacaño que Uvidio. Conozco bastante su índole y sus costumbres; cualquiera incurre alguna vez en este vicio, mas él será avaro siempre. -Pero, ¿por qué causa ha cambiado? -No conoces bien a Antígenes; será siempre el mismo. Este gratis necesita aguda interpretación: él abre su escuela para los agradecidos (gratis) y generosos.






III


AD XIMENNIUM, DE FLORO

De te Ximenni, Florus tot tantaque jactat,
    Ut, me si excipas, credere nemo queat.
Si de Grammaticis est sermo, Palaemona vincis:
    Si de Rhetoribus, vincis et Albutium.
Si Sophiae memoro proceres, laudaris ab illo,
    Et tibi Aristippus cedit, et ipse Plato.
Si Historicos dixi Romanos, haud tibi certat
    Clarus Romana Livius historia.
Si quisquam tantos complecti posset honores
    Solus, tu solus dignus in orbe fores.
Miror et invideo tot laudes; tot quoque laudum
    Praeconem, mirum miror et invideo.




3

A JIMÉNEZ, [HABLÁNDOLE] DE FLORO


De ti, Jiménez, hace Floro tales y tantas alabanzas, que, si me lo permites, nadie puede creerlas. Si se trata de Gramáticos, vences a Palemón; si de Retóricos, vences a Albucio. Si menciono a los más sabios filósofos, eres alabado por él, y Aristipo, es inferior a ti, y el mismo Platón. Si hablo de historiadores romanos, no puede competir contigo en historia romana el insigne Livio. Si en una sola persona pudieran reunirse tantas excelencias, sólo tú serías digno de ello en todo el orbe. Admiro y envidio tantas alabanzas; pero también admiro y envidio a tan admirable panegirista.






IV


IN ALDINUM, QUI MEDICO VICTORIAE ADHUC VIVENTI EPITAPHIUM FECERAT.

-Da mihi, Phoebe pater; medicus Victoria vivit?
    -Vivit. -Quidnam igitur conditur hoc tumulo?
-Scrobis75 licet ac feretrum medico vivente paratur.
    Ne tamen Aldini carmen inane putes.
Omnes hic medicos vivos bene censet humandos,
    Quod genus humanum tam male perdiderint.
-Non ipse est medicus?, quo nam se jure tuetur?
    Talia, se medico, censet? Ineptit homo.
-Ille negat dici medicum se, quod medeatur:
    A Medis mavult Medicus esse suis.




4

CONTRA ALDINO, QUE HABÍA HECHO UN EPITAFIO A UN MÉDICO QUE VIVE AÚN EN VITORIA


-Dime, padre Febo: ¿el médico no vive aún en Vitoria? -Vive-. ¿A qué, pues, erigirle este túmulo? -Es lícito preparar en vida un hoyo y un ataúd a un médico. No juzgues por tanto impertinente el epitafio que le dedica Aldino. Hace bien en pensar que debieran ser enterrados vivos todos los médicos, pues tantos estragos causan al linaje humano. -¿No es él médico también? ¿Cómo no defiendo su profesión? ¿Siendo médico, piensa de tal modo? Pues es un necio-. Él niega que los médicos se llamen así porque curen; sino porque proceden de los Medos.






V


IN COSMUM BALBUTIENTEM

Si vacat, immotis lege carmina nostra labellis,
   Vis recitare? precor, ne tibi, Cosme, vacet.




5

AL TARTAMUDO COSME


Si tienes lugar, lee nuestros versos en silencio ¿Quieres recitarlos? Ruego a Dios, Cosme, que no tengas lugar.






VI


IN POLYCARPUM

Defendis miseros passim, Polycarpe, clientes:
    Omnibus at causis non cecidisse pudet?
Est tibi nobilitas ingenti parta labore.
    Natali in villa. Ah quantula nobilitas!
Iugera vasta tibi cecidere in valle reducia,
    Vepribus et rusco diripiente pecus.
In numerum quoque te bule Camerina cooptat:
    Non habet illa tamen te nisi pro numero.
Mille facis versus cruciantes nos pede in uno:
    Pendere at tecum de cruce debuerant.
Omnia habere cupis caeca ambitione, sed hercle
    Solum quae mala sunt, omia solus habes.




6

CONTRA POLICARPO


Defiendes, Policarpo, a menudo a desdichados clientes; pero ¿no te avergüenza haber perdido todos los pleitos? Te hiciste noble con gran trabajo en tu pueblo. ¡Ah cuán mezquina nobleza! Extensas yugadas te cayeron en valle angosto, y ganado en espinos y desgarradores zarzales. En su número te elige el Concejo de la villa; mas no te tiene sino por número. Haces mil versos que nos crucifican en un solo pie, y por ellos debieran colocarte de una cruz. Deseas poseer todas las cosas con ciega ambición; pero sólo tienes todas las que son malas.






VII


AD MENEDEMUM

Si, Menedeme, tibi foret uxor moeccha, smaragdi
    Curarent casti; si imperiosa, preces.
Si iracunda, minae; fictus, si garrula, somnus;
    Aut si peccaret tetricitate, joci.
Si formosa minus, tetradrachmo Phyllida haberes,
   Pastilli obstarent, si foret hircus ei.
Morosa ar dura est? genus insanabile morbi
    Te premit, auxilii nil Avicena feret.
En restim, Menedeme, tibi, ne perde diemque,
    Divino, humano jure perire potes.




7

A MENEDEMO


Si tuvieses, Menedemo, mujer adúltera, podrían curarla castas esmeraldas; si dominante, súplicas; si iracunda, amenazas; si habladora, fingido sueño; si adoleciese de melancolía, chanzas. Si fuese hermosa, a lo menos tendrías una Filis por cuatro cuartos; si oliese mal, lo remediarían pastillas perfumadas. ¿Y si es áspera y descontentadiza? Entonces te aflige un género de dolencia incurable, de la que no te sanará el mismo Avicena. Toma un dogal, Menedemo, y sin tardanza ahórcate; puedes suicidarte por derecho divino y humano.






VIII


IN THELESINAM

Versat amatores sursum Thelesina deorsum,
    Nescio quo fuco: casta sed usque manet.
Basia dat noctu Lycidae, dat luce diurna
    Basia Pierio; casta sed usque manet.
Crissat cum Placido, tremulum cum Castore prurit,
    Flectat ut Hyppolitum; casta sed usque manet.
Ludit in obscuro, satyris ridentibus, antro,
    Risus ultrinque crepat; casta sed usque manet.
Dat clam, datque palam: antica et postica petenti
    Concedit facilis; casta sed usque manet.
Faelicem genium Thelesinae, vincere noctes
    Laydis illa solet, casta sed usque manet.




8

CONTRA TELESINA


Telesina vuelve a sus amantes de arriba abajo, no sé con qué engaño; pero siempre permanece casta. Da besos por la noche a Lícidas, y por el día a Pierio; pero siempre permanece casta. Retoza con Plácido, arde en lascivia con Castor, muéstrase blanda e insinuante con Hipólito; pero siempre permanece casta. Juega en obscuro antro, mientras los sátiros ríen, y la risa por uno y otro lado resuena; pero siempre permanece casta. Da a escondidas y en público; por la puerta y por el postigo concede fácilmente al que pide; pero siempre permanece casta. ¡Feliz condición la de Telesina! Ella suele superar las noches de Lais; pero siempre permanece casta.






IX


LUSUS SUPER THERMO, ARETA ET PHILONE

Hispani fuerant triplici sub sydere nati,
    Pisce, capro, geminis, Thermus, Areta, Philo.
Aenotriam petiere boni Philo, Thermus, Areta,
    Thermus equo, arce Philo navis, Areta pedes.
Pastor Areta fuit, Philo miles, Thermus arator:
    Coere Philo, Thermus Tybure, Areta Locris.
Morte cadunt varia Thermusque, et Areta, Philoque:
    Ex fame Areta, Philo fulmine, Thermus aqua.




9

PASATIEMPO (O JUEGO DE INGENIO) SOBRE TERMO, ARETA Y FILÓN


Los españoles Termo, Areta y Filón habían nacido respectivamente bajo los tres signos de Piscis, Capricornio y Géminis. Los buenos de Filón, Termo y Areta fueron a Italia: Termo a caballo, Filón embarcado, Areta a pie. Areta fué pastor; Filón, soldado; Termo, labrador: Filón en Cervetere, Termo en Tíboli, Areta en Lócride. De diversa muerte perecieron Termo, Areta y Filón: Areta de hambre, Filón por un rayo, Termo por agua.






X


IN TITUM

Cum, Tite, pauper eras, donabas semper amicis:
   Credebas nummos immemor exigere.
Postquam dives aras Carthagine iugera centum,
    Nil das: restituat Fors tibi pauperiem.




10

CONTRA TITO


Cuando eras pobre, Tito, prestabas siempre a los amigos y no te acordabas de reclamar la deuda. Desde que te has hecho rico y labras cien yugadas en Cartago, no das nada. ¡Vuélvate la Suerte a la pobreza!






XI


IN SABARELLAM

Dicitur esse bonus Sabarella, quod omnibus usus76
    Obsequiosus adest, plenus et officii.
Vult Titius latro dotem spoliare Perillum:
    Tum Sabarella subit tecta aliena comes.
Latronem Titium vocat in jus jure Perillus;
    In Titium primus prodere furta venit.
Irrumpit pater in natos, Sabarella resistit;
    Nati injusta volunt arma movere, juvat.
Haec Sabarella facit bonus. Heu, heu, qui bana prave
    Aut bene prava facit, hic homo pravus homo est.




11

CONTRA SABARELA


Sabarela tiene fama de bueno, porque a todos se presenta obsequioso, cumplido y cortés. El ladrón de Ticio quiere despojar de la dote a Perilo. Entonces Sabarela, amparador, se entremete en los ajenos lares. Perilo lleva a los tribunales al ladrón de Ticio, y él es el primero en ir a acusar a éste de sus hartos. Atropella el padre a los hijos. Sabarela se opone; los hijos intentan alzarse injustamente en armas, ayuda. El bueno de Sabarela hace estas cosas. Ay, ay; quien hace mal las obras buenas y bien las malas, tal hombre es un mal hombre.






XII


IN MANETONEM

   Mille cados Maneto, sexcentas amplius urnas,
Est mercatus heri: nec desunt amphora, choenix,
Culeus, heminae, cyathi, ligulaeque minutae.
Quodque magis dices mirandum, vinea nulla.
Agnoscit dominum Maratonem; quid parat ergo
Hinc, illinc77, studio vinaria vascula tanto?
Sollicitat Marsam superantem aetate sibyllam
Cumarum, mulcet, donat, veneratur, amatque:
Quod si Marsa nihil jam jam moritura relinquat,
Quid laciet Maneto? Quid? Vendet vasa minoris.




12

CONTRA MANETÓN


Manetón compró ayer mil barriles y seiscientas vasijas para vino; no faltan el ánfora, el queniz, el cúleo, las heminas, alosciatos, las lígulas diminutas. -¡Qué cosa más extraña! -dirás, sabiendo que Manetón no posee viña ni bodega. -¿Qué se propone, pues, reuniendo con tanto afán aquí y allí vasijas para vino? -Pretende, halaga, regala, venera y ama a Marsa, que es más vieja que la Sibila de Cumas. -Con lo que deje a su fallecimiento, puesto que Marsa ha de morir tan pronto, ¿qué hará Manetón? -¿Qué? Malvenderá las vasijas.






XIII


AD NUMMATIUM

Desine causidicos, Nummati, mitte tribunal,
    Non dirimit lites, quin Iabolenus amat.
Quidquid jura volunt, ratio dictabit aperte
    Clarior electro, Sidonioque vitro.
Lesbia (siquid opus) Polycleti aut regula tollet;
    Amens, qui litem lite resolvet, erit.




13

A NUMACIO


Déjate de abogados, Numacio; desiste de la Justicia. No se acaban los pleitos más que cuando a Jaboleno le place. Cuanto el Derecho preceptúa, la razón nos lo dicta, más claro que el ámbar y que el vidrio sidonio, y aún más que la regla lesbia de Policleto. Loco será quien resuelva sus diferencias con pleitos.






XIV


IN FABULLAM

Carmelitanum toties ne tende sacellum
    Dixi, praedixi saepe, Fabulla, tibi:
Lena viam terit hanc, meretrix et multa, procique:
    Virginibus non est haec via tuta satis.
Tu nihil id curans petis hanc, repetisque frequenter.
    Solvisti zonam virginitatis, habes.




14

CONTRA LA JOVEN FABIA


Que no vayas tantas veces hacia el convento del Carmen te he dicho y predicado a menudo, Fabiola. La alcahueta, la meretriz y muchas damas y galanes frecuentan este paseo. No es su tránsito bastante seguro para las doncellas. Tú, no haciendo ningún caso de mi consejo, lo pasas y repasas frecuentemente. Ten en cuenta que te vas desciñendo la faja de la virginidad.






XV


DE CAESARIS AMPHITHEATRO CUM IMITATIONE MARTIALIS

Pyramides, AEgipte, tuas jam parcius effer,
    Tuque operi, Babilon, parce Semiramio.
Aurea jam, sileant Ephesaee tecta Dianae;
    Corneaque Orthigii sordeat ara Dei.
Inclyta Mausoli Cariis monumenta columnis
    Fulta Halicarnassus jam, reboare sinat.
Omnia postponit sibi Caesaris amphitheatrum;
    O fama, hic solus sit tua cura, labor.




15

DEL ANFITEATRO DE CÉSAR. A IMITACIÓN DE MARCIAL


Eleva ya, Egipto, más sumisamente tus pirámides; y tú, Babilonia, ostenta con menos orgullo la obra de Semíramis. Callen ya los dorados artesones de la Diana Efesia, y téngase en poco el ara córnea del dios Ortigio. Halicarnaso deje ya de decantar los ínclitos monumentos sostenidos en columnas del cario Mausolo. El anfiteatro de César todo lo supera. ¡Oh, Fama! Sea este trabajo tu único cuidado.






XVI


AD FAELICIUM

Candide Faelici, Pyladem non fecit Orestes,
    Thesea Pirithous, Nisus et Eurialum,
Quanti te lacio, quidni? si sunt tibi mores,
    Pectora sunt Getica candidiora nive.
Illa fides priscis adeo celebrata Camillis,
    In te vivit adhuc, sanctius illa fides
Vivit: quippe fores venisti fessus, anhelans,
    A te jam nostrae concrepuere fores.
Cretica prome, puer, media sed prome diota.
    I citus, atque nota de meliore cape.
Noster adest vates, quid vates? noster amicus.
    Id malo: vates noster amicus adest.
Hoc age; faecundos calices voluere poetae,
    Inspice tu quales archipoeta bibet.




16

A FELICIO


¡Oh, candoroso Felicio! Orestes no hizo por Pílades, Peritoo por Teseo y Niso por Eurialo, cuanto hago por ti. ¿Y por qué no, si tienes las costumbres y el alma más puras que la nieve gética? Aquella fe tan celebrada en los antiguos Camilos, en ti vive ahora, más santamente vive aquella fe. Llegaste cansado, jadeante, a mis umbrales, y las puertas se te abrieron. Escande, muchacho, los versos créticos; mas no dejes de escanciar también el vino de la cántara. Ve pronto, y trae de lo mejor. Aquí está nuestro vate. ¿Qué vate? ¡Nuestro amigo! Prefiero decir: aquí está nuestro vate amigo. Hazlo así. Los poetas quieren las copas rebosantes. Mira tú cómo las bebe el gran poeta.






XVII


IN ALBUM

   Laudo, quid geris, Albe, chirothecas,
Quas dat Murcia fida laevigatas;
Laudo, quod colis, Albe, prominentem
Barbam; sed meminisse te monemus
Haec proverbia vera et usitata:
«Non lacer monachum facit cucullus.»
Non promissior, ampliorque barba
Doctum Pythagoram aut Platona reddit.
Non linostoliae, sed alma virtus
Dignis Isiacos beat coronis.
Non item Cathedra approbat magistrum.
Iam videmus, o Albe, chirothecas:
Pallium quoque cum fluente barba,
Attamen philomuson haud videmus.




17

CONTRA ALBO


Alabo que lleves, Albo, los pulidos guantes que da la leal ciudad de Murcia; alabo que te cuides, Albo, la abundosa barba; pero ten presentes estos refranes tan usuales y verdaderos: el hábito no hace al monje; barbas luengas no hacen sabios. No las vestiduras, sino las virtudes acrisoladas hacen dignos de la corona a los sacerdotes; ni la cátedra autoriza al maestro. Ya vemos, oh Albo, tus guantes lindos, y también tu capa y tu barba rozagantes; pero no vemos al poeta [ni al filósofo].






XVIII


AD FLORUM

Flore, die Lunae musas libasse videris
    Discendi cupidus, Pythius esse potes.
Mars oritur, mediis interlucere, tenebris
    Vera tibi incipiunt, ergo Phanaeus eris.
Vix tibi Mercurius splendat, cum magna supellex
    Doctrinae ac lingute te facit Ismenium.
Iuppiter effulget, jam dogmata promis in actum
    Socratis, unde Horii nomen habere datur.
Quid jam restat? Erit cum dignus vindice gryphus,
    Solus, qui possit solvere, Florus erit.




18

A FLORO


El lunes, Floro, con deseo de aprender, te parece haber gustado las Musas: puedes ser Apolo Pitio. Al amanecer el martes, comienzas a vislumbrar la verdad entre las tinieblas: serás, pues, Faneo. Apenas para ti brilla el miércoles, cuando con gran caudal de doctrina y de palabra te hace Ismenio. Llega el jueves, y ya explicas los dogmas sobre el acto de Sócrates, por lo que puede llamársete Horio. ¿Qué resta ya? Sólo será Floro quien pueda resolver si debe defenderse la existencia del grifo.






XIX


IN GRAMMATICUM MALE CONCINNANTEM SUOS VERSUS

Vix Epigramma tuum vidi, cum crimina centum
    Vidi, Torrella judice grammatico.
Non omnes arbusta juvant, humilesque myricae,
   Dixit Vergilius; serpere, -Flaccus-, humi.
Tu tamen hoc sacros vates, duo lumina Pindi,
    A[d]versans, primus protrahis humulter.
Aut prodesse volunt, aut delectare poetae»
    Idem Flaceus ait; tu, prosit esse tuus.
Sed liceat breviare prosit; permittimus istud
    Tam, tibi quam, pueris. Quis ferat, esse tuus?
Esse tuum Latiae cogunt te dicere leges,
    Aut hoc dicendi, dic, genus esse tuum.




19

CONTRA UN GRAMÁTICO QUE COMPONÍA MAL SUS VERSOS


En cuanto ví tu epigrama, hallé en él cien faltas. Sea de ello juez el gramático Torrella. -«Non omnes arbusta juvant, humilesque myricae» -dijo Virgilio; y Horacio: «serpere humi». Tú, sin embargo de esto, oponiéndote a los sagrados vates, a las dos lumbreras del Pindo, alargas la primera sílaba de humiliter. El mismo Horacio dijo: «Aut prdsse volunt, aut delectare poetae»; y tú: «prsit esse tuus». Bien; sea lícito abreviar prosit; te permitimos esto, tanto a ti como a los niños: Mas ¿quién tolera «esse tuus»? Esse tuum te obligan a decir las leyes de la lengua latina, o dí al menos que este modo de hablar esse tuum (es tuyo).






XX


IN COSMUM

Omnia congeries facit haec tua, Cosme: precatur
    Congeries, purgat crimina congeries;
Congeries clamat, tumido delitigat ore;
    Defendit miseros fervida congeries;
Congeries tollit Curios ad sydera sanctos;
    Tarquiniosque movet munere congeries;
Omnia congeries agit amens: illa precatur.
    Expurgat, clamat, litigat, ore tumet,
Defendit, tollit, pellit. Da, Cosme, quid haec. sit?
    Exulet in Gyaron aut tua congeries.




20

CONTRA COSME


La congerie, Cosme, hace todas estas rosas tuyas: la congerie ruega, la congerie purga los crímenes; la congerie clama, disputa con voz airada; la fogosa congerie defiende a los míseros; la congerie levanta a los santos Curios hasta las estrellas, y la congerie mueve con dádivas a los Tarquinios; la loca congerie lo hace todo: ella ruega, expurga, clama, disputa, se enfurece, defiende, levanta, conmueve. Pero, dime, Cosme, qué quisicosa viene a ser esa, o destierra a la isla Giarea tu endiablada congerie.






XXI


AD DOMINUM SANCTIUM DAVILAM, EPISCOPUM CARTHAGINENSEM, ABSENTEM

Absentem, pater alme, dolens te Murcia luget,
    Iam lachrymis longo tempore fusa genas.
Displicet (heu quisquam credat?) Pataroeus Apollo
    Gratior est nobis filia nox Erebi.
Eloquar an taceam? divus Fulgentius ille,
    Me tuus, minime fulget ut ante suis.
Florentina soror, qua non florentior ulla
    Divarum, minime floret ut ante suis.
Huc ades, o Sancti, Murcem, pater alme, revise,
    Aureus, ut redeat te redeunte dies.




21

A DON SANCHO DÁVILA, OBISPO DE CARTAGENA, AUSENTE


Ausente, almo padre, Murcia dolorida te llora, ya largo tiempo bañadas las mejillas en lágrimas. Nos disgusta (¡ay, quién lo creyera!) el Patareo Apolo y nos es más grata la Noche, hija del Erebo. ¿Hablaré o callaré? Aquel San Fulgencio, el tuyo, no fulge, como antes, entre sus compatricios. Su hermana Florentina, la santa más floreciente, no florece, como antes, en su patria. Ven aquí, oh piadoso y almo padre; visita de nuevo a Murcia, para que, volviendo tú, nos vuelva el dorado día.






XXII


AD DOMINUM ALPHONSUM COLOMAM, EPIS. CARTHAG.

Vere novo rigidi madefiunt culmina montis,
    Gramineumque premit nulla pruina solum.
Vere novo atrito solvuntur vomere glebae:
    Incipit et calyces Flora aperire suos.
Vere novo mediis in rubis cantat aedon,
    Dum, violas tellus suggerit atque rosas.
Tu quoque vere novo redimitus tempora mitra
    Ingrederis nostros, alme Coloma, lares.
Lilia cana tibi, tibi fundit Murcia calthas,
    Et regina Paphi myrtea serta parat.
Te veniente, simul sedes abiere sub imas
    Nubila, nimbus, hyems, bruma, pruina, nives.
Vera loqui liceat, te praesule, docte Coloma,
    Gaudebit semper Murcia vere novo.




22

A DON ALFONSO COLOMA, OBISPO DE CARTAGENA


Al llegar la primavera deshiélanse las nevadas cumbres del enhiesto monte y ninguna escarcha cubre el verde suelo. Al llegar la primavera, desmenuza las glebas la desgastada reja del arado y Flora empieza a abrir sus cálices. Al llegar la primavera, el ruiseñor canta entre los zarzales, mientras la tierra brinda violetas y rosas. Tú también al llegar la primavera, ceñidas tus sienes con la mitra, entras, ilustre Coloma, en nuestros lares. Murcia derrama para ti blancos lirios y cárdenas violetas, y la reina de Pafos prepara guirnaldas de mirto. Al llegar tú, se retiraron a sus profundas mansiones las nubes, las lluvias, el invierno, la niebla, la escarcha, las nieves. Permítase decir la verdad: mientras seas tú su obispo, docto Coloma, Murcia estará siempre alegre como al llegar la primavera.






XXIII


IN OBITUM EJUSDEM EPISCOPI

Parcite jam lachrymis, largos qui funditis imbres,
    Mors etenim nullis mitior est lachrymis.
Si figit duros mea vis adamantina clavos,
    Certe non medio Tibure tutus eris.
Hoc tibi concedo, mors pallida, praesule foelix
    Alfonso ne sis, pone supercilium.
Inde tibi nullus debetur, dira, triumphus,
    Non periit, campos Elysios petiit.
Caelum cum terra, vitam cum morte beatam
    Mutavit, caecis sydera cum tenebris.




23

EN LA MUERTE DEL MISMO OBISPO


-Dejad ya las lágrimas que derramáis en copioso raudal, pues la Muerte no se ablanda con las lágrimas. Si mi fuerza diamantina fija duros clavos, ciertamente no estarás seguro en medio de Tíboli. -Te lo concedo, Muerte pálida. No te vanaglories con el obispo Alfonso. Depón tu orgullo; pues ningún triunfo, cruel, alcanzaste. No pereció; se fué a los campos Elisios. Trocó el cielo por la tierra, la vida eterna por la muerte, las estrellas por las ciegas tinieblas.






XXIV


AD CAMILLUM AGRICOLAM

Verbis crede meis, hyberno pulvere farra,
    Atque luto verno magna, Camille, metes.




24

AL LABRADOR CAMILO


Cree en mis palabras, Camilo: con el polvo invernal recogerás escandas, y con el lodo primaveral grandes cosechas.






XXV


IN CARPIONEM

Se dominum dici debere ferociter audax
    Carpio contendit, pernegat id Nerius.
Disputat hoc pacto: nullas hic possidet aedes,
    Praedia nulla, rei cujus erit dominus?
Carpio convictus verbum non amplius unum
    Addit; emit denis assibus aediculas.
Ridetis pretium? contractum scindere laesus
    Ille potest. Sorex vix habitabit eas.
Grex formicarum servandis frugibus aptas
    Esse negat; nequit hic nidificare pulex,
Sint, haec vera licet, proprias dominatur in aedes.
    Iam dominus dici Carpio jure potest.




25

CONTRA CARPIÓN


Carpión, ferozmente audaz, sostiene que se lo debe llamar señor. Niégalo Neris; arguye de este modo. -«No posee ni casas ni haciendas, ¿de qué es señor?» Carpión, convencido, no añado una sola palabra; compra en diez ases unas casillas. ¿Os reís del precio? Él puede, perjudicado, rescindir la escritura. Apenas un topo las habitaría. No podría servir de granero a unas hormigas, ni a una pulga para hacer su nido. Pero, en rigor de verdad, es dueño de sus propias casas. Carpión puede ya en derecho ser llamado señor.






XXVI


IN OTUM

   Litteras docet Otus Albaceti,
Otus notus in orbe Bergulano,
Nam prurigine oboestuat docendi.
-Otus ludimagister est? o amens!
-Quis non ludimagister esse possit?
-Otus tum docet, esse cum docendus
Musas debuerat politiores,
Cirratis pueris et alligari.
Hic Graecanica nescit alphabeta,
Hic (mirabere) nescit et Latina:
Num nostratia norit, haesitatur.
Ergo quid facit Otus Albaceti?
-Doctos imbuit arte nesciendi,
Indoctos facit imperitiores.




26

CONTRA OTO


Oto, conocido en todo el país bergulano, enseña gramática en Albacete, pues arde con el prurito de enseñar. -¿Oto se ha hecho maestro? ¡Qué insensato! -Cualquiera puede serlo. -Pero es que Oto se pone a enseñar cuando debiera estar aprendiendo los rudimentos y ser aleccionado por los mismos niños. No sabe el alfabeto griego, ni (¡admírate!) el latino, y hasta se duda de que conozca el nuestro. Pues ¿qué hace Oto en Albacete? -Inculca a los doctos el arte de ignorar, y hace a los indoctos más ignorantes.






XXVII


MITTITUR LIBELLUS AD COMITEM MIRANDAE

I, liber, ad Comitem, dudum quo tendis anhelus;
    Quid faciam? Nequeo te retinere domi.
Credo, quem petis ignorare: doceberis: ille est
    In tota praeses maximus Hesperia.
Clarus Mirandae comes est, mirandus et alti
    Dotibus ingenii, moribus ingenuis.
Illum Barcino78 proregem novit, et illum
    Parthenope novit: notus in orbe sat est.
Gentes inde petunt sua jura; etiam ultima Thule:
    Haud juerit soli janua clausa tibi.
Dic (si non possit fieri tibi copia fandi)
    Te mitti a musis, aula patebit. Abi.




27

ENVIANDO EL LIBRILLO AL CONDE DE MIRANDA


Ve, libro, al Conde, a quien desde hace tiempo tiendes anhelante. ¿Qué haré? No puedo retenerte en casa. Creo que no conoces a quien te diriges. Te lo explicaré: Es el mayor prócer y Mecenas de España; es el preclaro Conde de Miranda, a quien se debe admirar por las dotes de su alto ingenio y por sus ingenuas costumbres. Barcelona y Nápoles le conocieron de virrey; bien conocido es en el mundo entero. Desde allí y aun desde la última Thule las gentes le demandan protección y justicia. No va a estar cerrada la puerta para ti sólo. Basta con que digas, si no tienes don de palabra o gran facundia, que te envían las Musas, y al punto te abrirá su palacio. Parte.






XXVIII


IN SANNIONEM. AD IMITATIONEM MARTIALIS

   Emit Sannio rus heri sub urbem:
Comparasse obolis ferunt ducentis;
At non judico constitisse tanti.
Hoc rus Sannio singulis diebus
Centies crepidatus it, reditque
Quantulum petis? Audias docebo.
Bini sat facile trahunt aratrum
Mures, atque die exarant sub uno
Rus totum: rigat urceus profuse,
Et submergitur haustibus duobus,
Betae quattuor hic virent supinae,
Brassicae male quinque, tres lupini,
Mentha, petroselina, et inde et inde.
Siquid adderet ipse, transiliret
Cancellos sibi jure constitutos.
Noli me rogitare plura, dixi
Suinma cum brevitate quale, quantum,
Emit Sannio rus heri sub urbem.




28

CONTRA SANNIÓN. A IMITACIÓN DE MARCIAL


Sannión ha comprado recientemente una hacienda próxima a la ciudad. Dice que la ha adquirido en doscientos óbolos; pero no creo que le haya costado tanto. Sannión, calzado a lo rústico, va y vuelve cien veces a esta hacienda todos los días. -¿Tan diminuta es?- Escucha y te haré su descripción: Dos ratones bastan para tirar con facilidad del arado, y en un solo día aran todo el campo; con el agua que cabe en un puchero se riega profusamente, y con la de dos se anega por completo; cuatro acelgas lacias verdeguean aquí, y escasamente cinco berzas, tres matas de altramuz, hierbabuena, perejil por una y otra parte. Si alguna otra cosa más plantase, tendría que salirse de su propia cerca. No me preguntes más; en pocas palabras te he dicho cuál y cuánta es la hacienda, próxima a la ciudad, que Sannión ha comprado recientemente.






XXIX


AD CIRNUM

Effugere procul nubes: cineraceus alto
    Nimbus abest caelo; tu tamen ante focum.
Eja age fumosos (ne sit mora) linque Penates;
    En tibi Apollinea lampade clara dies.
Splendet uterque polus sudo manifestus Olimpo;
    El prasino ridet laeta colore seges.
Quid tibi vis? hilari cum fronte lacessit amicus,
    Ne sine tam faustum, Cirne, perire diem.
Caseus est mollis nobis, quem Belga remittit:
    Plena dyota dabit Massica vina libi.
Exi, Cirne, foras: nam cur non exeat ille,
    Quem caelum, tellus, caseus, uva vocal?




29

A CIRNO


Los temporales huyeron lejos; ya no ocultan el alto cielo las nubes cenicientas. Tú, sin embargo, no te apartas de la lumbre. Ea, ea; abandona el humoso hogar. El claro día te brinda su esplendorosa lámpara. El firmamento aparece límpido y radiante, y la alegre mies ríe con el color de la esperanza. ¿Qué más quieres? El amigo te invita con semblante risueño. No dejes malograrse, Cirno, tan delicioso día. Tenemos tierno queso, que nos envía el belga; la bota rebosante te dará vinos de Campania. Sal fuera, Cirno; pues ¿cómo no ha de salir aquel a quien invitan el ciclo, la tierra, el queso, el vino?






XXX


AD EUPHROSYNEM

Nil facis, auctori rerum si imponere credis,
    Cum lacis occulte, quod facis, Euphrosyne.
Testis adest Deus ipse tibi bene gnarus ubique.
    Quomodo rem celes inspiciente Deo?
Cum duce Dardanio Didus commissa sub antro,
    Distulit alatus prodere furta puer?
Annulus ex auro tamen est tibi Gygius ille,
    Quo potuit pastor rex fieri Lydius.
Falleris, Euphrosyne, nihil est virtutis in illo.
    Si vis celari rem tibi, ne facias.




30

A EUFROSINE


Nada logras, si crees engañar al Creador, cuando haces ocultamente lo que haces, Eufrosine. El mismo Dios, que está en todas partes, y lo sabe todo, te será testigo. ¿Cómo, viéndolo Dios todo, podrás ocultar nada? Cuando Dido fué llevada por el general troyano dentro de la cueva, ¿tardó el niño alado en descubrir y propalar el pecado secreto? Aunque aquel Giges te diere su anillo de oro, con el que de pastor pudo llegar a ser rey de Lidia. Te engañarías, Eufrosine: no tiene virtud alguna. Si quieres ocultarte de algo, no lo hagas.






XXXI


IN ATTALUM VALDE ANTIQUARIUM

Casco verba Numae vix eructata tyranno
    Exsudas nostris, Attale, temporibus.
Aetas nostra tamen Sarrano murice tinctos,
    Attale, dicendi quoerit habere modos.
Exerces, credo, furatrinam, undique priscas
    Aulas verborum despoliare catus.
Posses jam putribus verbis affigere gammam,
    Rava nisi forsan te furiat Lamia.
Hic te exoletus gannitus vocis adulat?
    Exue gaunacum, vel dabo te in gabalum.




31

CONTRA ATALO, ESCRITOR ARCAIZANTE


Las palabras de Numa, que apenas masculló el vejarrón monarca, tú, Atalo, las expeles ahora en nuestros tiempos. Nuestra edad, sin embargo, procura tener, Atalo, modos de decir teñidos en púrpura de Tiro. Creo que ejerces el latrocinio, pues te dedicas a rapiñar como gato, por todas partes, las antiguas ollas de las palabras. Podrías ya con podridos vocablos fijar la gamma. Si no es que quizá la ronca Lamia te enfurezca, ¿cómo puede agradarte este desusado gañido? Desnúdate el viejo zamarro, o te entregaré a la horca.






XXXII


AD PETIREJUM

Quando reducat lucis horas crastinae
    Almus, Petrei, bosphorus,
Expecto lassus membra, lassus spiritum,
    Quem duco valde morbidum.
Demum excito mentem ad suprema sydera
    Somno solutus languido.
De hinc salutans claram Phoebi lampada
    Me me sub aedem Virginis
Sacram Mariae, et sacrae integerrimae
    Mitto lubenter anxius,
Quo convenire nos inter convenerat,
    Utrimque juncta dextera.
Per angiportus, perque publicas vias
    Te quaero, nec repertus es.
Poenos adi promissis stare nescios,
    Si fallis amplius fidem.
Nam qui fidem non servat pactam, quomodo
    Se servet ipse postea?




32

A PETREYO


Cuando la nítida estrella de Venus anuncia, Petreyo, la llegada del nuevo día, contemplo la laxitud de mis miembros y de mi ánimo débil y abatido. Por fin, libre del lánguido sueño, elevo mi pensamiento al empíreo. Después con gustosa solicitud me dirijo al templo de Santa María, adonde nos habíamos dado palabra de reunirnos. Por pasadizos y calles te busco y no te encuentro. Ve a cumplir tus promesas a los pérfidos cartagineses, si así sueles faltar a la palabra. Pues quien no guarda la fe convenida, ¿cómo después se guardará a sí mismo?






XXXIII


DE FAECUNDITATE URBIS MURCIAE

Tybris arundinibus jactat se plurimus altis:
    Intumet auloeis Pergamus Attalicis:
Niliacum melius vino laudatur acetum:
    Laudatur molli Massica terra mero:
Nobilis est oleo Campani bacca Venafri:
    Es quoque cereolis clara, Damasce, tuis:
Syria dactilicos ramos profundit Idume:
    Insula cornutos dat Celadusa boves:
Ducit Orontoea sua fila sub arbore bombyx:
    In media cephalos pascit Epyrus aqua.
Citria mala gerit fragrantia Punicus Atlas:
    Fundit Hymetus apes, fundit et Hybla favos:
Flare sonant Cilices, Arabesque et flore Sabai:
    Thessalus a ficus arbore nomen habet:
Circelensis ager lactucas gignit opacas,
    Et Pelusiacum candida lina solum:
Quid multis? quantas complectitur orbis uterque
    Delicias79, tantas Murcia sola dabit.




33

SOBRE LA FECUNDIDAD DE LA CIUDAD DE MURCIA


El Tíber se jacta mucho de sus altas cañas; Pérgamo se enorgullece de los tapices de su rey Atalo; el vinagre del Nilo se precia de ser mejor que el vino; la tierra de Campania se alaba por su dulce mosto; Venafro es famoso por el fruto del olivo; eres también ilustre, Damasco, por tus candelas; la siria Idumea derrocha sus palmas de dátiles; la isla Celadusa alimenta astados bueyes; el gusano de seda teje su capullo bajo el árbol de Siria; Epiro cría en sus aguas sabrosos mújoles; el argelino Atlas produce las fragantes cidras; el Himeto y el Hibla abundan en abejas y panales; Cilicia, Arabia y Saba son famosas por sus flores; Tesalia tiene renombre por sus higueras; en el campo de Circelo nacen oscuras lechugas y en el suelo de Pelusio blancos linos. ¿Qué más? Murcia sola produce tantas delicias cuantas abarca uno y otro mundo.






XXXIV


IN LAUDEM CIMICIS

Multa Dioscoridi debes, Phrigioque Galeno,
    Parve cimex, laudes qui cecinere tuas.
Eflugit, ut perhibent, aegris quartana vorandos
    Qui septem cimices inseruere fabae.
Frigidus in pratis coluber, si forte momordit,
    Absque faba poterit te medicare cimex.
Praefocata fero premitur si vulva dolore,
    Cimicis olfactu spiritus ille redit.
Si vino cimex, vel si sumatur aceto
    Lubrica de medio gutture hirudo venit.
Mejes, si tritum veretri supponis ocello
    Sat facile, solitus mejere difficile.
Paedor at ille gravis disperdit commoda tanta:
    re tam parva quantulus esse potest?




34

EN ALABANZA DE LA CHINCHE


Mucho debes, diminuta chinche, a Dioscórides y a Galeno Frigio, que cantaron tus alabanzas. Según estos célebres médicos aseguran, queda libre de la cuartana el enfermo que se come siete habas en que se han metido chinches. Para la mordedura de la víbora es remedio eficacísimo una chinche sin haba. Contra el dolor genital de la mujer es el mejor calmante el olor de una chinche. Extráese de la garganta una sanguijuela, tomando una chinche en vino o en vinagre. Es medicamento diurético introducir una chinche machacada en el orificio de la uretra. Pero por no sufrir su asquerosidad y fetidez son de renunciar tantas ventajas. ¿Qué más puede esperarse de cosa tan diminuta?






XXXV


DE INAUGURATIONE CAROLT QUINTI

Carolus Austriades Hispanica regna potitus
    Romani fasces accipit imperii.
Augustum proclamat eum Germania laeta
    Per septem clara nobilitate viros.
Tres numero sacri, quos praesulis infula cingit
    Est Maguntinus primus et inde Trevir:
Mox et Agripinus, quo non generosior alter,
    A quo et Aquisgrani prima corona datur.
Sunt quoque tres proceres Augustis rite creandis,
    Cum Romanorum rege pereximio.
Palatine Comes, tibi facta est ista potestas,
    Brandemburgensi, Saxoniaeque duci.
Carolus Italiam petit hinc comitante cohorte.
    Nobilium gelida de regione virûm.
Excipit hunc varios commenta Bononia ludos,
    Arcubus et celso paegmate fulta vias.
Cingitur Augustus tandem diademate et auro,
    Cernuus accipiens imperiale decus.
Tum Papae ingressus venerabile Pallantoeum,
    Purpureo impertit basia blanda pedi.
Amplexatur eum Pater almus pectore ab imo,
    Atque suas lachrymis tingit uterque genas.
Narras vera? decent lachrimae haec duo lumina mundi?
    Quidni? nescit amans imperitare sibi.




35

SOBRE LA INAUGURACIÓN DEL IMPERIO DE CARLOS V


Una vez posesionado del trono de las Españas, Carlos de Austria recibe las fasces del Imperio Romano. Alegre Alemania, por boca de siete varones de ilustre nobleza, le proclama Augusto. Tres insignes mitrados, el de Maguncia, el de Tréveris y el de Colonia, el más eximio de todos, le coronan en Aquisgrán. A la vez que el preclarísimo rey de Romanos, tres próceres son elegidos Augustos, según la costumbre. ¡Oh Conde Palatino, a ti y a los Duques de Brandemburgo y de Sajonia esta dignidad se os concede! Carlos parte desde allí a Italia, acompañado de numeroso séquito de nobles de la helada Germania. Le hace Bolonia un solemne recibimiento, adornadas sus calles con arcos y atuendo suntuoso, y celebrando en su honor fiestas y mascaradas. Por último el augusto soberano se ciñe la diadema de oro, recibiendo con la cabeza inclinada la imperial insignia. Marcha luego a la eterna ciudad donde tiene su solio el Romano Pontífice, y le besa amorosamente los purpúreos pies. El Santo Padre le abraza con entrañable afecto, humedeciendo con lágrimas sus mejillas. -¿Es verdad lo que cuentas? ¿Está bien que las lágrimas empañen los ojos que iluminan el mundo? -¿Por qué no? El que ama no sabe dominarse.






XXXVI


AD PORCELLUM

Cymbia prome, puer, vino saturata meraco,
    Crateres quales Herculis esse solent.
Non quales Ammone satum miserabilis Orci
    Damnarunt tenebras, proh dolor, ad Syggias.
Sed quales Hymenoeus amant et pulcher Apollo;
    Sed quales Charytes et Venus alma petunt.
Cur sic? quod Porcellus init nova faedera mecum,
    Faedera amicitice tempus in omne suum:
Quis Porcellus, ais? Qui candida sustinet astra
    Alter Atlas, cedit cui Plato, cui Socrates:
Cui debet statuam celeberrimus Areopagus:
    Quem modo praesentem Murcia nostra colit.
Eia age, prome merum, florem depromere Bacchi
    Te jubeo, et jubeo de meliore nota.




36

A PORCEL


Muchacho, saca los vasos rebosantes de vino generoso; pero que sean copas grandes como las que usa Hércules. No como las que a la descendencia de Amón condenaron, ay dolor, a las tinieblas estigias del miserable Oreo; sino como las que gustan a Himeneo y al hermoso Apolo, o como las que desean las Gracias y la alma Venus. ¿Que por qué así? Porque Porcel hace nuevos pactos conmigo, pactos de amistad eterna. ¿Quién es Porcel, preguntas? Otro Atlante que sostiene los resplandecientes astros, a quien ceden Platón y Sócrates, a quien el célebre Areópago debe una estatua; a quien, al visitarnos ahora, nuestra Murcia rinde homenaje. Ea, pues; saca vino, te mando que saques la flor de Baco, y te lo mando encarecidamente.






XXXVII


AD CISNERUM

   O quanto satius domi morari est.
Quo, quo pergitis ire, sera proles,
Inventum tamen inclytum Phaleuci?
Vultis scrinia grandiora? Nugae.
Versat vos furor, autumo; manete
Intra pelliculam, Laresque vestros.
Iam nasos juvenum, senumque nostis:
Sannae ocurrite, Persio monente;
Antiquum reor; ipsius Maronis
Famae parcere livor abnegabit.
Quid dixi? o ego laevus! Ite jussi;
Vobis fas iturire; pello, cogo.
Id quod vultis, amo atque concupisco.
Verum quid jubeam, audiatis, oro.
Cisnerum petitis virum, probatum,
Et prudentibus et viris probatis;
Nam quae gloria ab improbis probari?
Olli nomine de meo salutem
Laeti dicite: laetor advenire
Ad nos incolumem, pieque laetor.
Quid non laeter? Ah quantus ille doctor
Vincit Libanium, Diona vincit:
Et post terga relinquit Empedoclem,
Et quos Photius undequaque texit.
Romanos Fabiumque Iuliumque
Et te, Cynthia, qui lyra canora,
Et qui carmine passerem recantat,
Cunctos is superat, valete cuncti.
Quid Cisnerus habet pretii videtis:
Cignoeum canere et melos putate,
Ad sese rapere, et putate caelos.
Si mens hoc nequit aestimare vestra,
O quantum satius domi morari est.




37

A CISNEROS


¡Oh, cuánto mejor es quedarse en casa! ¿Adónde, adónde pretendéis encaminaros, faleucos, engendro tardío, aunque invento insigne? ¿Aspiráis a escritorios más encumbrados? ¡Simplezas! Tengo para mí que os revuelve la locura! Permaneced dentro de la pelleja y de vuestros lares. Ya conocéis las narices de los jóvenes y de los viejos. Evitad la burla, como advierte Persio; creo que es lo primero: ni a la fama del mismo Marón perdonará la envidia. ¿Qué he dicho? ¡Oh, necio de mí! Os mandé que fueseis; os conviene visitarle. Os incito, os obligo. Lo que vosotros deseáis, lo quiero y apetezco yo también. Pero os ruego que oigáis lo que os mando. Vais a Cisneros, hombre estimado por los hombres prudentes y estimados. ¿Pues qué honra puede ser estimada por los malos? Saludadle alegremente en mi nombre y decidle: que me alegro de que vuelva a nosotros sano y salvo, que me alegro de todo corazón. ¿Cómo no he de alegrarme? ¡Ah, cuánto aventaja nuestro doctor a Libanio y a Dión, y deja atrás a Empédocles y a los muchos que salvó Focio! Y a los romanos Fabio y Julio y aun a ti, Cintia, que con lira canora y en verso respondes cantando al gorrión; él os supera a todos juntos. Saludadle todos. Veis lo que Cisneros tiene de mérito. Pensad que escucháis el canto melodioso del cisne, y pensad que hacia sí arrebata los cielos, Si esto no lo puede apreciar vuestro entendimiento, ¡oh, cuánto mejor será que os quedéis en casa!






XXXVIII


AD LUDIMAGISTRUM PERALTAM

Natura carmen sola constaret an arte,
    Res apud antiquos litigiosa fuit.
Hanc dirimit litem numerosus Horatius omnem,
    Uno dum, stabili claudit utrumque jugo.
Quis credat? Nec sum, pangendis versibus aptus,
    Quis credat? nec sum conscius artis ego.
Invitis tamen et Musis et Apolline sacris;
    En, tua me vatem perna suilla facit.




38

AL MAESTRO DE ESCUELA PERALTA


Si basta para componer versos sólo la naturaleza o el arte, fué cosa muy discutida entre los antiguos. El dulce Horacio dirime definitivamente este pleito, sometiendo bajo un solo y firme yugo una y otra condición. ¿Quién lo creyera? Me faltan aptitudes naturales para componer versos; y ¿quién lo creyera?, tampoco conozco las reglas poéticas. Pero sin embargo, forzando a las Musas y al sagrado Apolo, he aquí que tu jamón me hace poeta.






XXXIX


AD MYOTAM, LUDIMAGISTRUM CAECUM

En, limam formido tuam, peracute Myota,
    Ex quo te cassum luminis esse scio.
Corporeis orbati oculis divina penetrant
    Numina, nostrates res procul abiiciunt.
Tyresias divinus erat, divinus Homerus;
    Tyresias caecus, caecus Homerus erat.
Quare Tyresias lippit? Vidisse Minervam
    Narratur nudam: discute mysterium.
Pallada qui recolit doctam, lippire necesse est,
    Rebus in humanis, cernere ut alta queat.
Quod de Thebano, cense de vate Pelasgo,
   Divorum interpres clarus uterque fuit.
Ergo quid in nostris non spernat mens tua chartis
    Peclus oliviferae lambere docta Deae?




39

A MIOTA, MAESTRO DE ESCUELA CIEGO


He aquí que temo mucho tu crítica, agudísimo Miota, por lo mismo que sé que estás falto de vista. Los privados de ojos corpóreos penetran los divinos númenes, que se ocultan a los que vemos las cosas terrenas. Tiresias y Homero eran divinos, y uno y otro eran ciegos. ¿Por qué cegó Tiresias? Se cuenta que por haber visto a Minerva desnuda: descifra el enigma, desentraña el misterio. Quien a la docta Palas rinde culto, ha de cegar en las cosas humanas para alcanzar a ver las altas. Porque juzga del vate tebano y del pelasgo: ambos fueron clarividentes intérpretes de los dioses. Así es que ¿cómo no ha de despreciar tu docto entendimiento que en mis escritos apenas roce la sabiduría de la olivífera diosa?






XL


AD DOMINUM IOANNEM BAPTISTAM DE LA RHEA

Communi de jure locos interprete dignos
    Thymbraeo, plures arripuere viri.
Excutere et gryphos legum, et glossemata caeca
    Contigit et multis, atque Budaee tibi.
Exedram docti Tarpae, putealque Libonis
    Causidicos scimus jam subiisse graves.
Quid leges, quid jura velint, consulta senatus
    Quid valeant, multis est aperire datum,
Et Messala tibi; verum decidere causas
    Haec Rhodos, hi saltus, hoc opus hic labor est.
Hanc Rhodon, hos saltus, opus hoc, tantumque laborem
    Vincere, virtutis est, Rhea magne, luce.




40

A DON JUAN BAUTISTA DE LA REA


Muchos hombres tomaron por materia de su estudio temas de Derecho civil dignos de ser interpretados por Timbreo. Muchos, y tú, Minerva, lograron descifrar los enigmas de las leyes y las voces obscuras. Ya sabemos que graves letrados subieron a la cátedra del docto Tarpa y al tribunal de Libón. A muchos y a ti, Messala, es dado averiguar lo que las leyes y los códigos prescriben, lo que significan los decretos del Senado. Pero lo intrincado, lo abstruso, lo ímprobo, lo verdaderamente trabajoso es sentenciar las causas. Vencer todas estas enormes dificultades, peligros y trabajos sólo es posible, gran Rea, a tu virtud.






XLI


IN DIE PRAESENTATIONIS MARIAE

Chara deo proles superas vix nata sub auras
    Vix et humi teneros figere docta pedes:
Doctaque vix patrias imitari et reddere voces,
    Ubera matris eras nunc positura tuae.
Pergere quo pergis? praestat remeare Penates
    Ad solitos, Annae sedula quaere sinus.
Est via sublimis templi: est arx alta Sionis:
    An fractus, salebras haud superare potes.
Ista recens aetas ignorat spicula amoris:
    Unde tibi tantus de integritate timor?
At quid ago demens? quo deferor? o ego loevus,
    Talia qui monui. Scande, Maria, gradus;
Scande, Maria, gradus sacros; fac quod facis, aude,
    Ne revoces gressus, scande, Maria, gradus.
Annos illa Deo totos se credat, oportet,
    Quae mater simul et Virgo futura Dei est.




41

EN EL DÍA DE LA PRESENTACIÓN DE MARÍA


¡Hija muy amada de Dios! ¡Si acabas de nacer bajo el celeste aliento! ¡Si apenas sabes fijar los tiernos pies en tierra! ¡Si apenas sabes remedar y traducir las paternales palabras! ¡Si debieras estar ahora puesta a los pechos de tu madre! ¿Adónde caminas? Vuelve a tus acostumbrados Penates, busca solícita el regazo de Ana. Es el encumbrado camino del templo; es el alto alcázar de Sión. ¿Por ventura puedes vencer sus estrecheces y asperezas? Tu tierna edad ignora las flechas del amor. ¿Por qué temes tanto por tu pureza? Mas ¿qué hago, loco? ¿Adónde voy a parar? ¡Oh, necio de mí, que hice tales advertencias! Sube, María, las gradas. Sube, María, las santas gradas. Haz lo que haces, atrévete; no retrocedas: sube, María, las gradas. Conviene que se crea con tantos años como el Eterno, la que ha de ser Virgen a la vez que madre de Dios.






XLII


DE FESTO EODEM

Venisti cupide celsas Salomonis ad arces:
    Claudere te gaudes interiore domo.
Non abiere dies multi, cum vesceris aura
   Vitae, sub vulva condita nuper eras.
Lucem experta novam mutas cum luce latebras?
    Ah quid agis, virgo? commiserere tui.
Nunc hilares sectare choros sociata puellis:
    Dulces quaere jocos, undique sistra crepent.
Tu melius: templum mavis habitare Tonantis.
    Ut templam fias ipsius ipsa Dei.




42

EN LA MISMA FIESTA


Llegaste ansiosamente hasta los excelsos alcázares de Salomón; gozas con encerrarte en la interior morada. No han transcurrido muchos días desde que comenzaste a respirar el vital aliento; ha poco en el claustro materno estabas oculta. ¿Conocedora de la nueva luz, cambias la luz por las sombras? ¡Ay! ¿qué haces, doncella? Apiádate de ti: Sigue ahora los alegres coros unida a las niñas, repiquen por todas partes las sonajas. Tú prefieres lo mejor: habitar el templo del Altísimo; para tú misma ser hecha templo del mismo Dios.






XLIII


DE SANCTO XAVERIO

Vates non pauci res praedixere futuras:
    Hoc quoque Xaverius praestitit officium.
Discipulis vario Christus dedit ore profari:
    Hoc quoque Xaverius praestitit officium;
Pars bona Sanctorum miracula prodidit alta:
    Hoc quoque Xaverius praestitit officium;
Veridici vates, sectator Apostole, Sancti,
    Cedite Xaverio, nam, potiora facit.
Responso oranti diversa satisfacit uno.
    Hoc quis, eo dempto, praestitit officium?




43

SOBRE SAN JAVIER


No pocos adivinos predijeron las cosas futuras: también Javier desempeñó este oficio. Cristo concedió a sus discípulos que hablasen en varias lenguas: también Javier desempeñó este oficio. Buena parte de los Santos hicieron grandes milagros: también Javier desempeñó este oficio. Verídicos adivinos, Apóstol propagador, Santos, someteos a Javier, pues hace las cosas más excelentes. Al que le ruega satisface a varias cosas con una sola respuesta. Fuera de él, ¿quién hace este oficio?






XLIV


DE DUBIO QUATTUOR AMANTIUM PROELIO80

Cloris amat Lycidam; Lycidas sibi Phyllida anhellat:
    Ingratam ingralus quaerit. Amor, quid agis?
A ut Lycidas Clorin redamet proclivis amantem,
    Aut caleat Lycidae Phyllis amore pari.
Hoc fuerat potius; tu deteriora sequutus,
    Saeve puer, mavis, haec amet, haec fugiat.
Nec contentus eo decumanas tollis in undas
    Clorida cum Lycida, Phyllida cum Lycida.
Cogis et ut Lycidas lembo considat in uno,
    Quemque velit, servet: quamque velit, jaciat.
Hoc erat in satis: fuso sic volvere Parcae
    Decrevere; ratis non capit una duas.
Haesitat hic Lycidas, utrum succurrat amanti, an
   Consulat ingratae ductus amore suo?
Nec dubitare licet, jactatur lembus in astra,
    Lembus et in baratrum jam superante salo.
Quid faciat tandem inflammatus amore resolvit.
    Ne mireris. Amor nescit habere modum.
Si posset Lycidas, facile servaret utramque;
    Non licet hoc, reparat, quod reparare licet.
Phyllida complecti, servareque Phyllida ab undis
    Imperat insanis intemerata fides.
Debuit illius misereri, aut nullus amator
    Phyllida si Lycidas praecipitare, erat.




44

SOBRE LA DUDOSA CONTIENDA DE CUATRO AMANTES


Cloris ama a Lícidas; Lícidas adora a Filis: el ingrato busca a la ingrata. ¿Qué haces, Amor? O que Lícidas corresponda a quien le ama, o que Filis sienta igual pasión amorosa por Lícidas. Lo mejor sería esto; pero siguiendo lo peor, niño cruel, prefieres que la una quiera a quien la otra desprecia. Y no contento con esto, pones sobre las pérfidas ondas a Cloris y a Filis con Lícidas; y obligas a que Lícidas navegue con ellas en una misma barca, y que pueda salvar o dejar perecer a la que se le antoje. Lo habían dispuesto los hados; así las Parcas acordaron hilar su huso. En la barquichuela sólo cabía una de las dos. Lícidas vacila entre socorrer a la que le ama, o guiado por el amor, salvar a la que le desdeña. Mas no hay tregua para la duda; la barca ya es lanzada a las estrellas o ya sepultada en el abismo por el mar tempestuoso. Por último, inflamado por el amor, resuelve lo que ha de hacer. No te admires; el Amor no conoce la moderación. Si Lícidas pudiese fácilmente, salvaría a la una y a la otra; pero como no está a su alcance, toma el remedio que puede. La leal nobleza le manda que ampare a Filis y la salve de las olas. Debía compadecerse de ella, o Lícidas no era buen amante si dejaba perecer a Filis.







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