P. -¿Qué poesía se llama lírica?
R. -La que se destina o se supone destinarse al canto y cuyo objeto es expresar afectos, no referir sucesos o acciones.
P. -¿A qué debe su origen la poesía lírica?
R. -A las pasiones vehementes y extraordinarias que pusieron en los labios del poeta un habla maravillosa y abundante y le transportaron a regiones desconocidas por el común de los hombres y que él propio no concibiera en sus instantes de calma. Podía aquella pasión ser individual o privativa del cantor; pero nunca más poderosa la lírica, que, cuando a la vista de todo un pueblo, en alguna circunstancia extraordinaria y en un momento solemne se presentaba el poeta como intérprete de los afectos universales y convertía en cantos bellos y armónicos las sensaciones que informemente embargaban a la multitud.
P. -¿Cuál es el actual estado de este género de poesía?
R. -Perdido el primitivo y grandioso carácter de la poesía lírica, casi olvidada su hermandad con el canto y la música, ha pasado en las naciones cultas de apasionada a contemplativa y ha venido a ser por lo general una forma animada y bella de la meditación poética.
Sigue empero, más que otro género de poesía, esquivando las frases triviales, los giros prosaicos, las ideas comunes, y más que otro alguno demanda fuego y animación y una no interrumpida serie de vivas imágenes y de conceptos sorprendentes.
El nacimiento de la poesía que descubre los afectos de un individuo o los de un número de hombres reunidos para celebrar un festín, solemnizar una ceremonia o llevar a cabo una empresa cualquiera, debe referirse al origen de las sociedades y considerarse como contemporánea sino anterior a la que tiene el oficio de referir acaecimientos. Los libros sagrados ofrecen innumerables modelos de poesía lírica, ya grave, ya risueña, ya espléndida y magnífica; tales son el canto que entonaron los Israelitas al haber el Mar Rojo tragado a sus perseguidores, los que resonaban en los majestuosos ámbitos del Templo de Jerusalén, el que en la fiesta de su inauguración mandó abrir sus puertas sagradas y aquellos en que el Rey Profeta envolvía su profundo arrepentimiento. Componíanse estos divinos cantos de versículos: los coros los alternaban o más bien se dividían las dos partes, simétricas del versículo o período poético, semejantes a las dos alas laterales de un edificio o a las dos sartas de perlas que adornan el cabello de una princesa. Como en los restantes géneros descollaron en el lírico los Griegos: los cantos de Tirteo impelieron al combate los fuertes corazones13; Antíloco halló en el verso jámbico una arma adecuada a su furor14; Anacreonte ya anciano celebró el amor y el vino. El poeta del rey Hierón, Píndaro, ora derramaba palabras desusadas en sus audaces ditirambos, ora ensalzaba los Reyes y a la progenie de los Dioses que acabó justamente con la raza de los Centauros y extinguió las llamas de la Quimera, ora encomiaba al vencedor en los juegos de Elide, al atleta y al jinete, o al gallardo mancebo arrebatado a su llorosa amante15 Alceo, feroz ciudadano de Lesbos, entre el sonar de las armas o ya amarrada a la húmeda playa la combatida nao, cantaba a Baco, a Venus y al niño que sin cesar la acompaña,16 o recordaba con plectro de oro las penalidades de la guerra, de la fuga y de la navegación17; al propio tiempo que Safo comunicaba a la citara los ardores de su alma18, y se lamentaba de la ingratitud de las doncellas Lesbianas19. De los efectos de la lírica griega, unida aún al canto e inspirada directamente por el entusiasmo, podemos juzgar por las odas de Horacio, especialmente por las que nos recuerdan a la Grecia su maestra. No es esto decir que sean de menor precio aquellas en que se vale de la versificación y del estilo de los Helenos para celebrar las glorias del nombre latino, cantar a los Dioses del Capitolio y ensalzar las austeras virtudes de los primitivos siglos de la república y la opulencia y la gloria de los primeros días del imperio; pero su genio y su carácter resaltan mayormente cuando renueva las placenteras fábulas del Ida y del Olimpo, cuando se muestra discípulo apasionado de las blandas máximas de la filosofía griega y cuando al solo compás de los metros lesbianos se siente arrastrado de una dulce locura (amabilis insania.) Desde los primeros siglos conoció la Iglesia una poesía lírica que participó sin igualarlas, de la energía de los hebreos y de la elegancia de los latinos y que a trechos descubre inspiración y originalidad, como convenía a la expresión poética del sentimiento cristiano, el más puro y eficaz que haya dominado a los hombres. Aun cuando la lengua latina hubo ya caído en el estado de barbarie, adoptado la rima y rechazado los antiguos metros, no perdió la poesía eclesiástica su carácter sublime: dígalo el Dies iræ que parece escrito por un Ángel amenazador en el idioma de unos siglos bárbaros y corrompidos. Influyó esta poesía en la moderna vulgar y en tal influencia tuvo una nueva y singular compañera: la árabe. La cual no era ya como entre los pastores del desierto la expresión de la vida patriarcal, ni el acalorado grito del fanatismo como en los versículos del libro de Mahoma, sino que cultivada por hombres doctos y protegida por opulentos príncipes había degenerado en ejercicio de las aulas y en ornato de los alcázares. El consiguiente deseo de pulir y ostentar el ingenio, y el contacto con los estudios escolásticos, conjurados con una imaginación brillante y descarriada la hicieron esclava de los enigmas, equívocos y juegos del vocablo enemigos natos de toda buena poesía, que han contaminado desde su cuna a las modernas literaturas. En los siglos medios apareció una nueva poesía lírica, común a la mayor parte de naciones europeas. Apenas se percibe diferencia notable entre mil y mil cantos de diferentes países e idiomas: como millares de flores nacidas sin esfuerzo ni cultivo, todos se contentaban con ver la luz del sol, ostentar sus matices, esparcir sus perfumes, marchitarse y espirar. La lírica provenzal, la más célebre y hasta cierto punto madre de las demás, apareció antes del siglo XII en los países meridionales de Francia; y es de creer que por la unión de parte de ellos con el condado de Barcelona y por la semejanza o igualdad de dialectos hablados em ambas faldas de los Pirineos pasó muy luego a los de aquende y dio lugar a imitaciones castellanas, que poco después tomaron nuevas formas. Las varias de versificación de la poesía moderna fueron entonces inventadas o reconocidas y es de ver el ahínco y buena fe con que se esforzaban los trovadores en restablecer la dignidad del arte y en propagar su estudio. Mas los sentimientos de heroísmo, devoción y amor a qué se consagró la citara provenzal, no tenían en el alma de los que la pulsaban aquel grado de calor, pureza y energía que para formar una grande época literaria se requieren. Así es que si a sus nombres ha concedido singular estima la posteridad, débese no tanto al mérito de las composiciones que nos han transmitido, como a lo romancesco de su vida aventurera, a su ingenua afición al canto y a la poesía, al aparato de sus fiestas y original carácter de sus Cortes de amor. Petrarca llevó a un inesperado punto de perfección el estilo de los trovadores y a pesar de la notoria ventaja que a las de estos llevan, tampoco deben las composiciones del lírico toscano considerarse como verdaderas poesías llenas de ideas y de afectos, sino más bien como mágicos cantos que halagan el oído y el alma por medio de la inefable dulzura de sus sonidos. |
P. -¿Cómo dividirá V. la poesía lírica española?
R. -En cuatro clases: I. Poesía lírica nacional. II. Poesía lírica tomada de los Italianos. III. Poesía lírica imitada de los antiguos especialmente de Horacio. IV. Poesía lírica moderna.
Comúnmente se comprenden los géneros o más bien los asuntos de la poesía lírica en cuatro diferentes denominaciones: I. Odas sagradas o himnos dirigidos a Dios o que versan sobre asuntos religiosos, II. Odas heroicas que se emplean en alabanzas de los héroes, de las hazañas marciales y grandes acciones, III. Odas filosóficas y morales inspiradas por la virtud, la amistad y el estudio, IV. Odas festivas y amorosas cuyo carácter es la blandura, la elegancia y la jovialidad.
P. -¿Qué poemas comprende la lírica nacional?
R. -Las letrillas, letras para cantar, canciones de arte menor, cantinelas, coplas, villancicos, romances amorosos, &c.
Su objeto es la sátira o el amor y a veces la devoción; sus caracteres la sencillez, la facilidad, un aire ingenuo y pueril que no deja de compadecerse con la sencilla conceptuosidad de que hacían gala nuestros últimos caballeros.
La siguiente letra escrita en un metro poco común20 aunque no por esto menos armonioso, obra de un poeta portugués contemporáneo y amigo de Quevedo presenta un graciosos cuadro de costumbres de aldea, afeado a trechos, especialmente en las estancias 3.ª y 5.ª por el mal gusto y afectación de la época. |
(Francisco Manuel Melo) |
P. -¿Cuáles son las composiciones líricas que los españoles tomaron de los italianos?
R. -El Soneto y la Canción. El primero que en el siglo XV imitó ya el Marqués de Santillana exige para ser perfecto una singular graduación en las ideas, plenitud y majestad en imágenes y palabras, y un final sentencioso o capaz de herir vivamente el ánimo. No falta quien atribuya parte del origen de la conceptuosidad italiana a la tiránica forma del Soneto.
Cultivábase ya anteriormente a la composición de la Vida nueva del Dante, cuyo principal esmalte son varios bellísimos sonetos llenos de idealismo y de ternura. Por segundo ejemplo del soneto considerado como metro, hemos puesto uno de nuestro mejor lírico, que bien merecería ser dedicado a Beatriz. |
La Canción que los Sicilianos y después a imitación de ellos los Toscanos tomaron de los Provenzales, entre los últimos no venía a ser otro que una especie de epístola amatoria, que desde el primer verso hasta los últimos que formaban la endreça o lo que llamamos vuelta, despido o ritornelo, no tenía más objeto que el encarecer y exagerar las prendas de la amada. Esta falta de plan y de forma, este entero desembarazo ha vaciado a no pocos autores, dándoles lugar a verbosear, a hacinar pensamientos insignificantes y sin conexión poética, y aun a disertar y discutir.
A pesar de que algunos de nuestros mejores poemas líricos llevan el nombre de canciones, por su tono y disposición son verdaderas odas. Como verdaderas y como buenas canciones españolas, solo contaremos alguna de Francisco de la Torre, las Silvas de Rioja, aunque por su nombre y metro no son canciones, y la excelente de Mira de Mescua que a la dulzura de las italianas añadió un brío y lozanía de que tal vez es capaz el lenguaje castellano. De la última son las siguientes estancias. |
Ufano, alegre, altivo, enamorado, | |||
Rompiendo el aire el pardo jilguerillo, | |||
Se sentó en los pimpollos de una haya; | |||
Y con sus picos de marfil nevado | |||
De su pechuelo blanco y amarillo | |||
La pluma concertó pajiza y baya; | |||
Y celoso se ensaya | |||
A discantar el alto contrapunto | |||
Sus celos y amor junto, | |||
Y al ramillo y al prado y a las flores, | |||
Libre y ufano canta sus amores. | |||
¡Mas ay! que en este estado | |||
El cazador cruël de astucia armado, | |||
Escondido le acecha, | |||
Y al tierno corazón aguda flecha | |||
Tira con mano esquiva, | |||
Y envuelto en sangre en tierra lo derriba. | |||
¡Ay, vida mal lograda, | |||
Retrato de mi suerte desdichada! | |||
De la custodia del amor materno | |||
El corderillo juguetón se aleja, | |||
Enamorado de la yerba y flores; | |||
Y por la libertad del pasto tierno | |||
El cándido licor olvida y deja, | |||
Por quien hizo a su madre mil amores: | |||
Sin conocer temores, | |||
De la florida primavera bella | |||
El vario manto huella | |||
Con retozos y brincos licenciosos, | |||
Y pace tallos tiernos y sabrosos. | |||
¡Mas ay! que en un otero | |||
Dio en la boca de un lobo carnicero, | |||
Que en partes diferentes | |||
Lo dividió con sus voraces dientes | |||
Y a convertirse vino | |||
En purpúreo el dorado vellocino. | |||
¡Oh inocencia ofendida, | |||
Breve bien, caro pasto, corta vida! | |||
Rica con sus penachos y copetes, | |||
Ufana y loca con altivo vuelo | |||
Se remonta la garza a las estrellas; | |||
Y puliendo sus negros martinetes, | |||
Procura ser allá cerca del cielo | |||
La reina sola de las aves bellas: | |||
Y por ser ella de ellas | |||
La que más altanera se remonta, | |||
Ya se encubre y trasmonta | |||
A los ojos del lince más atentos | |||
Y se contempla reina de los vientos. | |||
¡Mas ay! que en alta nube | |||
El águila la vio y al cielo sube, | |||
Donde con pico y garra | |||
Del bello airón, que quiso | |||
Volar tan alto con tan corto aviso. | |||
¡Ay pájaro altanero | |||
Retrato de mi suerte verdadero! | |||
.............. | |||
.............. | |||
Sobre frágiles leños, que con alas | |||
De lienzo débil de la mar son carros, | |||
El mercader sulcó sus claras olas: | |||
Llegó a la India y rico de bengalas | |||
Perlas, aromas, nácares bizarros | |||
Volvió a ver las riberas españolas: | |||
Tremoló banderolas, | |||
Flámulas, estandartes, gallardetes: | |||
Dio premio a los grumetes | |||
Por haber descubierto | |||
De la querida patria el dulce puerto. | |||
¡Mas ay! que estaba ignoto | |||
A la experiencia y ciencia del piloto | |||
En la barra un peñasco, | |||
Donde tocando de la nave el casco, | |||
Dio a fondo hecho mil piezas | |||
Mercader, esperanzas y riquezas. | |||
¡Pobre bajel, figura | |||
Del que anego mi próspera ventura! | |||
............... |
P. -¿Cuál es la tercera clase de Poesía lírica española?
R. -La imitada de los antiguos, especialmente de Horacio. Se la ha destinado principalmente a expresar pensamientos religiosos, asuntos morales, conceptos filosóficos e históricos, y en ella se han depositado los mejores estudios de la antigüedad. Es un género que peca por imitado de una literatura muerta y que en consecuencia no se dirige inmediatamente al ánimo y a la imaginación, y requiere erudición y estudio para ser debidamente saboreado; pero que indudablemente es bellísimo, apto para varios asuntos y susceptible de contener mucha y verdadera Poesía.
Horacio que transplantó al Lacio los metros líricos de los Griegos, tomaría de los mismos el espíritu y la disposición de sus inmortales odas. Sus caracteres distintivos son la economía de pensamientos, la elegante expresión, la multitud de halagüeñas imágenes, aquel lírico divagar y aparente desorden que la distinguen de la canción, y aquel singular encanto de sus cortas estrofas de las cuales muy luego enamorado el oído recuerda con gusto las pasadas y apetece con ansia las porvenir y en que ya enojada, ya triste, ya placentera va apareciendo el alma del Poeta siempre revestida de los mismos apacibles acentos. Cuadros magníficos suceden en la Oda a los sentimientos por medio de giros graciosos y elevados; sus formas sencillas se prestan a una rica variedad, a los fuegos a la vez de la fantasía y del corazón. Con la dedicada a la flor de Gnido la introdujo en España Garcilaso: no mucho después Francisco de la Torre compuso algunas llenas de buen sabor. Anterior al último fue el príncipe de nuestra lira, Fray Luis de León, que alimentando en su seno desde sus más tiernos años purísimos sentimientos religiosos, llevaba con ellos el germen de la más alta y acendrada poesía, de aquella que, según él dice «es una comunicación del aliento celestial y divino que fue inspirada por Dios en los ánimos de los hombres para con el movimiento y espíritu della levantarlos al cielo» y a la cual «se aplicó más por inclinación de su estrella que por juicio y voluntad». Formó su gusto con la lectura de Horacio, pero apacentó su espíritu con la de los libros sagrados. Sus pensamientos predilectos, las ideas que alimentaban y halagaban su ánimo y en cuyo cumplimiento cifraba él su consuelo y fundaba sus esperanzas; sus ilusiones, el encanto de su vida y el adorno de su alma, aunque esparcidos y abundantemente sembrados en el resto de sus obras aparecen con esplendor y evidencia en el corto número de sus poesías originales. Huye en ellas del peligroso laberinto del mundo y busca un asilo en el desierto de la soledad, donde ninguna de las pasiones que agitan a los mortales interrumpa su sueño y su quietud. Luchando por curar los daños del veneno que bebió desapercibido, por apurar el mancillado pecho, por desnudarse del corporal velo y desasir el nudo de la rota costumbre, se desvía de las sendas holladas por los hombres, no con el incierto paso del ambicioso mal satisfecho, sino con el seguro de quien conoce la vanidad y ruido de aquellas y espera hallar dentro del apartamiento bienes mayores y más ciertos en los estudios nobles, en el espectáculo de la naturaleza y en el denuedo de un alma encerrada en sí misma y apoyada en sus propias fuerzas. La dignidad de la suya, la confianza en la virtud y en el testimonio de su conciencia están expresadas en varias de sus odas con una energía y entereza estoica; pero la sequedad de la virtud filosófica desaparece acá y allá y abre paso a las dulces esperanzas cristianas: las esperanzas de la patria perdía, de la esclarecida origen primera, cuya memoria recobra al escuchar la música de su amigo Salinas, y cuyo deseo le aviva el aspecto de una noche serena, que él llama también la música de los Cielos. Su imaginación se complace en revestir las celestes moradas de las imágenes campestres que tanto le embelesaban, sino es que ya en ellas hubiese contemplado el espejo o figura de la vida suprema; y después de haberse turbado por la Ascensión del Pastor Santo, le contempla en los prados de bienandanza, coronado de púrpura y de nieve y seguido de sus inmortales y dichosas ovejas. En la imposibilidad de presentar tantas muestras de la poesía de León como fuera de desear, se ha escogido la siguiente Oda. |
A Felipe Riuz. |
¿Cuando será que pueda | |||
Libre de esta prisión volar al Cielo, | |||
Felipe, y en la rueda, | |||
Que huye más del suelo, | |||
Contemplar la verdad, pura, sin duelo? | |||
Allí a mi vida junto | |||
En luz resplandeciente convertido, | |||
Veré distinto y junto | |||
Lo que es, y lo que ha sido, | |||
Y su principio propio y ascondido. | |||
Entonces veré como | |||
La soberana mano echó el cimiento | |||
Tan a nivel y a plomo, | |||
Do estable y firme asiento | |||
Posee el pesadísimo elemento. | |||
Veré las inmortales | |||
Colunas, do la tierra está fundada, | |||
Las lindes y señales | |||
Con que a la mar hinchada | |||
La Providencia tiene aprisionada. | |||
Porque tiembla la tierra: | |||
Porque las hondas mares se embravecen: | |||
Do sale a mover guerra | |||
El Cierzo: y porque crecen | |||
Las aguas del Océano y descrecen: | |||
De do manan las fuentes; | |||
Quien ceba y quien bastece de los ríos, | |||
Las perpetuas corrientes: | |||
De los helados fríos | |||
Veré las causas y de los estíos. | |||
Las soberanas aguas | |||
Del aire en la región quien las sostiene: | |||
De los rayos las fraguas, | |||
Do los tesoros tiene | |||
De nieve Dios y el trueno donde viene. | |||
¿No ves cuando acontece | |||
Turbarse el aire todo en el verano? | |||
El día se ennegrece | |||
Sopla el gallego insano, | |||
Y sube hasta el Cielo el polvo vano. | |||
Y entre las nubes mueve | |||
Su carro, Dios, ligero y reluciente: | |||
Horrible son conmueve, | |||
Relumbra fuego ardiente | |||
Treme la tierra, humíllase la gente. | |||
La lluvia baña el techo, | |||
Envían largos ríos los collados, | |||
Su trabajo desecho, | |||
Los campos anegados, | |||
Miran los labradores espantados. | |||
Y de allí levantado | |||
Veré los movimientos celestiales, | |||
Ansí el arrebatado | |||
Como los naturales, | |||
Las causas de los hados, las señales. | |||
Quien rige las estrellas | |||
Veré y quien las enciende con hermosas | |||
Y eficaces centellas: | |||
Porque están las dos osas | |||
De bañarse en el mar siempre medrosas. | |||
Veré este fuego eterno | |||
Fuente de vida y luz do se mantiene: | |||
Y porque en el invierno | |||
Tan presuroso viene; | |||
Quien en las noches largas le detiene. | |||
Veré sin movimiento | |||
En la más alta esfera las moradas | |||
Del gozo y del contento, | |||
De oro y luz labradas, | |||
De espíritus dichosos habitadas. |
El plan de esta magnífica composición es sencillísimo; un deseo grande embarga al autor, la sed de verdad le abrasa: no hace más que enumerar los fenómenos de la naturaleza, cuyas causas conocerá cuando hay roto las cadenas que le atan a la carne. Mas la idea del trueno le da ocasión para una brillante digresión de tres estrofas; concluido el soberbio cuadro de la tempestad, vuelve al asunto sin preparativo ni transición. Así el río precipita rápidamente sus serenas olas: párase de repente y forma un recodo como para complacerse en reflejar las rocas y las selvas, la morada de los hombres, el estéril collado y la móvil bóveda de las nubes; vuelve luego a seguir su majestuoso curso, no interrumpido hasta que va a dar en el Océano o se hunde en el seno de la tierra. Nuestro único lírico antiguo que merezca ser comparado con León es D. Fernando de Herrera. Dotado de un carácter elevado y caballeroso, enteramente consagrado al retiro y al estudio, respiran todos sus poemas la más alta dignidad, la más noble delicadeza y una especie de perfume platónico común a nuestros mejores poetas del siglo de oro. La canción u oda de Herrera a D. Juan de Austria, aunque peca por la base y es su plan artificioso y falso, atesora tanta belleza de dicción, tanto color poético que suspende y hace olvidar su defecto intrínseco. Los grandes sucesos, especialmente los que influían en la suerte de su patria inflamaban la imaginación de Herrera, y la movían a expresarse en cantos dignos de los mejores tiempos de la poesía lírica. El poder Otomano hace su último esfuerzo en las aguas de Lepanto, la Europa cristiana venga antiguas injurias: Herrera pulsa la cítara hebrea y entona cantares no oídos en España.21 El cielo enojado se sirve de los abatidos africanos para castigar a su pueblo, y la misma cítara que despidió acentos de gloria y de ventura, adopta una entonación lastimera para llorar la pérdida del rey D. Sebastián: |
Voz de dolor y canto de gemido | |||
Y espíritu de miedo, envuelto en ira, | |||
Hagan principio acerbo a la memoria | |||
De aquel día fatal aborrecido, | |||
Que Lusitania mísera suspira | |||
Desnuda de valor, falta de gloria: | |||
Y la llorosa historia | |||
Asombre con horror funesto y triste, | |||
Dende el áfrico Atlante y seno ardiente, | |||
Hasta do el mar de otro color se viste; | |||
Y do el límite rojo de Orïente | |||
Y todas sus vencidas gentes fieras | |||
Ven tremolar de Cristo las banderas. | |||
¡Ay de los que pasaron confiados | |||
En sus caballos y en la muchedumbre | |||
De sus carros y en ti, Libia desierta! | |||
Y en su vigor y fuerzas engañados | |||
No alzaron su esperanza a aquella cumbre | |||
De eterna luz; mas con soberbia cierta | |||
Se ofrecieron la incierta | |||
Victoria; y sin volver a Dios sus ojos, | |||
Con yerto cuello y corazón erguido | |||
Solo atendieron siempre a los despojos; | |||
Y el Santo de Israel abrió su mano, | |||
Y los dejó y cayó en despeñadero | |||
El carro, y el caballo y caballero. | |||
Vino el día cruel, el día lleno | |||
De indinación, de ira y furor, que puso | |||
De gente y de placer el reino ajeno. | |||
El Cielo no alumbró; quedó confuso | |||
El nuevo Sol, presago de mal tanto; | |||
Y con terrible espanto | |||
El Señor visitó sobre sus males, | |||
Para humillar los fuertes arrogantes; | |||
Y levantó los bárbaros no iguales, | |||
Que con osados pechos y constantes | |||
No busquen oro; mas con hierro airado | |||
La ofensa venguen y el error culpado. | |||
Los impíos y robustos indinados | |||
Las ardientes espadas desnudaron | |||
Sobre la claridad y hermosura | |||
De tu gloria y valor; y no cansados | |||
En tu muerte, tu honor todo afearon. | |||
Mezquina Lusitania sin ventura. | |||
Y con frente segura | |||
Rompieron sin temor con fiero estrago | |||
Tus armadas escuadras y braveza. | |||
La arena se tornó sangriento lago, | |||
La llanura con muertos aspereza: | |||
Cayó en unos vigor, cayó denuedo; | |||
Mas en otros desmayo y torpe miedo. | |||
¿Son estos por ventura los famosos, | |||
Los fuertes, los belígeros varones | |||
Que conturbaron con furor la tierra? | |||
¿Que sacudieron reinos poderosos? | |||
¿Que domaron las hórridas naciones? | |||
¿Que pusieron desierto en cruda guerra | |||
Cuanto el mar Indo encierra, | |||
Y soberbias ciudades destruyeron? | |||
¿Do el corazón seguro y la osadía? | |||
¿Cómo así se acabaron y perdieron | |||
Tanto heroico valor en solo un día; | |||
Y lejos de su patria derribados | |||
No fueron justamente sepultados? | |||
Tales ya fueron estos, cual hermoso | |||
Cedro del alto Líbano, vestido | |||
De ramos, hojas con excelsa alteza; | |||
Las aguas lo criaron poderoso, | |||
Sobre empinados árboles crecido | |||
Y se multiplicaron en grandeza | |||
Sus ramos con belleza; | |||
Y extendiendo sus hojas, se anidaron | |||
Las aves que sustenta el grande cielo; | |||
Y en su tronco las fieras engendraron, | |||
Y hizo a mucha gente umbroso velo: | |||
No igualó en celsitud y hermosura | |||
Jamás árbol alguno su figura. | |||
Pero elevose con su verde cima, | |||
Y sublimó la presunción su pecho, | |||
Desvanecido todo y confiado, | |||
Haciendo de su alteza solo estima: | |||
Por eso Dios lo derribó deshecho, | |||
A los impíos y ajenos entregado, | |||
Por la raíz cortado: | |||
Que opreso de los montes arrojados, | |||
Sin ramos y sin hojas y desnudo, | |||
Huyeron de él los hombres espantados, | |||
Que su sombra tuvieron por escudo: | |||
En su ruïna y ramos, cuantas fueron, | |||
Las aves y las fieras se pusieron. | |||
Tú, infanda Libia, en cuya seca arena | |||
Murió el vencido reino lusitano, | |||
Y se acabó su generosa gloria; | |||
No estés alegre y de ufanía llena, | |||
Porque tu temerosa y flaca mano | |||
Hubo sin esperanza tal victoria, | |||
Indina de memoria: | |||
Que si el justo dolor mueve a venganza | |||
Alguna vez el español coraje, | |||
Despedazada con aguda lanza | |||
Compensarás muriendo el hecho ultraje; | |||
Y Luco amedrentado al mar inmenso | |||
Pagará de africana sangre el censo. |
La célebre canción a las ruinas de Itálica cuya originalidad se ha negado últimamente a Rioja, composición animada, elocuente y a trechos verdaderamente poética, tal vez descubre un plan en demasía oratorio. El de las santas ceremonias pías de Lupercio de Argensola y algunas de sus estancias serían bellos de todo punto si no los manchase un vil y casi sacrílego espíritu de lisonja. D. Leandro Fernández de Moratín con su fiesta a Lendirana, Elegía a las Musas &c. resucitó en su tiempo la oda de los Horacios y Leones, heredó su lira y añadiola nuevas cuerdas el malogrado joven D. Manuel Cabanyes22. |
P. -¿Qué llama V. poesía lírica moderna?
R. -La cultivada por algunos jóvenes de nuestros días en que se ha unido con los metros y con el aire candoroso y agraciado de nuestra lírica nacional, el espíritu sentimental e idealista del presente siglo. El género es en sí muy bueno y ha producido no pocas composiciones de mérito, pero pecan otras muchas por una monotonía insufrible y por un eterno lloriqueo.
P. -¿Quedan algunos poemas líricos que mencionar?
R. -La Elegía destinada a lamentar acontecimientos dolorosos y cuya marcha es más pausada y más lánguida que la de la oda23; el Himno, nombre que antiguamente solía aplicarse a las odas religiosas y que hoy día se da a los cantos vulgares patrióticos y guerreros; el Madrigal, composición de pocas líneas que no tiene otro objeto que expresar un pensamiento delicado e ingenioso24, &c.
P. -¿Qué se entiende por poesía bucólica?
R. -La exclusivamente destinada a pintar la vida campestre, en especial las ocupaciones y afectos de los pastores.
P. -¿Habiendo los hombres vivido al principio en el campo, será probable que la poesía bucólica sea anterior a las demás?
R. -No es así: este género de composición debe su invención y cultivo a poetas cortesanos, muy ajenos al género de vida que han descrito.
P. -¿Se pueden señalar algunos defectos inherentes a la Poesía bucólica?
R. -La vida de los campos y las inocentes ocupaciones de pastores y agrícolas, son en sí sumamente poéticas; más declina desde luego en convencional el considerarlas aisladamente, como si formasen un mundo aparte. Cuando la rústica inocencia y la calma de los campesinos se retratan con colores tomados de la naturaleza, se relacionan, del modo que es en realidad, con las costumbres de los habitantes de las ciudades y se ponen en contacto y en contraposición con la existencia aventurera y las feroces virtudes de los héroes, contribuyen a formar un cuadro bello y natural: hacer de ellas un género particular de Poesía que presenta un pueblo imaginario sin tradiciones históricas, sin costumbres heredadas, sin peligros ni catástrofes; que consagra y da valor a las más insignificantes tareas de rústicos enamorados, toca en lo anti-natural y afectado. A este defecto esencial de la bucólica han añadido los modernos que por cierto y desgraciadamente no han trascordado este género, una mezcla repugnante de costumbres y expresiones antiguas y modernas y una eterna monotonía nacida en parte de la estrechez del asunto, en parte del prurito de imitar y reproducir las ideas de los que tomaban por modelos.
Una imperfecta imitación de Teócrito y de Virgilio, un empeño en transformar en pastores de la Arcadia a nuestros labradores cristianos, laboriosos, que no conocen ni tradicionalmente al Dios Pan, a los lascivos sátiros ni a tanta frase erudita como se ha puesto en su boca, fueron la ocupación de escritores sin número del siglo décimo sexto, séptimo, octavo y de muchos que en este se han honrado con el título de clásicos. En breve se vieron el gabán con caperuza y el sombrero de paja de nuestros campesinos unidos a las pieles de oso que cubrían a Acis; se vio al resplandor de los fuegos de San Juan al dios ceguezuelo con venda y arpones. Transformados los poetas en pastores sabían a duras penas en tan violenta situación qué juicios, qué afectos fingir; y así es que, a pesar de la dulzura de su avena y de las lecciones de Apolo y del sabio Elpino, no tardaron, después de acudir a farsas mitológicas, en valerse de discusiones metafísicas sobre sus imaginados amores. Y esa galantería ingeniosa y afectada que nació en las cátedras de amor de la edad media, que seduce al italiano en los poemas del Tasso, y es encantadora a veces y a veces insípida para el español en los guerreros del Emperador Carlos, o en los cortesanos de los Felipes; esta galantería puesta en boca de unos seres procedentes de la Arcadia y del Olimpo, vino a ser la jerga más ridícula y dislocada. Lo común de las pinturas de la naturaleza que se leen en los poemas pastorales nos sirvió para calificar la mala descripción;25 no hay que buscar por ahí ásperas sierras, impetuosas cascadas, bosques incultos; se evitan los colores que pudiesen ofender a los ojos delicados, como se hiciera en la decoración del más elegante aposento: parece que la naturaleza consiente en revestirse de un tapiz artificial, con el fin de que no se lastimen los blancos pies de los labradores, o más bien de los cortesanos disfrazados de campesinos, cuya ocupación es amar y cantar tercetos, octavas &c., desde que empieza Aurora a derramar rosas hasta que Apolo desata los bridones de su dorado carro. Solo el amor es bastante a interrumpir su colmada felicidad, más les inspira en cambio los divinos versos con que cada pastor lleva la ventaja sobre sus rivales en el canto. ¿Y qué amor es este? Un amor vago, monótono, sin carácter; una pasión cuya naturaleza sensual o platónica se ignora: un culto extremo a la persona amada, pero culto en que solo se tributan suspiros y palabras, no puros afectos, ni denodados actos; reflexiones escolásticas a vueltas de las ponderadas tormentas de su corazón. Solo Gesner, bien distinto de sus modernos predecesores ha invocado en este género a la naturaleza; la naturaleza que rara vez deja de contestar a cuantos la aman y la interrogan. |
P. -¿Qué poemas pertenecen a la poesía bucólica?
R. -La Égloga que es su forma primitiva y consiste generalmente en un cuadro pastoril, entre descriptivo y dialogado; el Idilio, nombre que significa simplemente lo que el de égloga, pero que se acostumbra dar a los pastorales que ofrecen mayor novedad y más lujo de imaginación; el drama pastoral, como el Pastor fido del Guarino y el Aminta del Tasso, que serán lo mejor que en el género se ha escrito, (del último dio Jáuregui una excelente versión castellana); la novela pastoral inventada por Jorge Montemayor en su Diana que Gil Polo continuó e imitó el buen Cervantes. Sobran las canciones, las silvas, las canciones eróticas o amorosas que caen bajo la jurisdicción de la Poesía bucólica, no menos que muchas letrillas y romances, algunos de bastante interés.
Atento a darle la posible variedad, compuso Sannazaro églogas piscatorias, donde son pescadores en vez de campesinos los que salen a plaza; otros las han compuesto venatorias o tomadas de la vida del cazador. Tal es una de Herrera, que como ofrezca un calor y animación de que suelen estar desprovistas las demás, y como no le falte la prenda de originalidad, no vacilamos en ofrecerla por modelo, a pesar de alguna estancia de menos valer. Entre las que suprimimos, hemos debido contar una muy bella, pero que no estaría bien en un compendio de la naturaleza del presente.
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P. -¿Cuál es la Poesía didáctica?
R. -La que tiene por objeto enseñar o presentar verdades útiles o aplicables.
P. -¿Qué forma tuvo originariamente la Poesía doctrinal?
R. -La de colección de máximas morales que la experiencia dictó al poeta, o cuyo conocimiento debió a su buen corazón o a inspiración del Cielo. Esta forma admite sin esfuerzo descripciones de costumbres, apasionados elogios de la virtud e imprecaciones al vicio; los pueblos a quienes el poeta se dirigía acogían con un poético respeto y fervor lo que hallaban muy superior a sus conocimientos y les podía guiar en la senda de la vida; a nosotros nos agradan principalmente por su sencillez, por pintarnos el estado moral de aquellos pueblos y presentarnos cuadros naturales de sus costumbres y maneras.
A este género pertenecen algunos cantos de Odín y los poemas de los antiguos Vates, que según Horacio,26 apartaron los hombres salvajes de sus matanzas y su grosera comida, prohibieron la Venus vaga, edificaron ciudades, esculpieron en tablas sus leyes. Al mismo pertenece entre varios de los libros sagrados el de los Proverbios, cuyo último capítulo, que contiene el hermoso retrato de la mujer fuerte, ha traducido nuestro León en los siguientes tercetos con alguna incorrección, pero con un candor verdaderamente antiguo.
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El sublime libro de Job que hasta cierto punto puede considerarse como un tratado didáctico o moral, tiene aún la forma más libre y bella que las antiguas colecciones de máximas. La meditación, por lo que implica de vago e indeciso, tiene un carácter más poético que las verdades prescritas y positivas. Un tono semejante tiene Young en sus Noches, y tal vez no es otro el que deberían adoptar los modernos poetas que se proponen por objeto directo asuntos abstractos y doctrinales.
P. -¿Cuál es la forma principal y la considerada como distintiva de la Poesía didáctica?
R. -El Poema didascálico que consiste en un tratado sobre un arte, una ciencia, &c. revestido de formas poéticas. Requiere exactitud en los pensamientos, preceptos de útil aplicación, método y orden no tan analíticos como el de una obra prosaica, pero sí susceptibles de recorrerse con una sola ojeada; al mismo tiempo que la más esmerada elegancia y corrección de estilo, amenas descripciones, y oportunos e interesantes episodios.
Entre los Griegos, que enlazaban sus investigaciones naturales con sus mitos religiosos y tradiciones heroicas, era el Poema didascálico más susceptible de verdadera poesía; mas no cabe duda que esta y la enseñanza directa no se componen bien por lo general. El mismo Virgilio, el más elegante de los poetas, en la que los críticos consideran como la más acabada de sus obras, las Geórgicas o poema didascálico sobre la agricultura, debe sus mejores trozos a las descripciones desinteresadas de la naturaleza y a los episodios históricos y fabulosos. Posteriormente se han compuesto Poemas sobre los inventores de las cosas, la gramática, la cría de gusanos de seda, &c.: júzguese cuan poéticos serán. Más acertados anduvieron en elegir asuntos, Akenside en sus Placeres de la imaginación, Pope en su Ensayo sobre el hombre, Nicolás Moratín en su Poema sobre la caza y nuestro antiguo Céspedes en el suyo no concluido sobre la pintura, del cual se citan buenos fragmentos. |
P. -¿Qué es epístola?
R. -Una carta en verso que sirve generalmente para explanar un pensamiento moral.
Las cualidades que exige este género de composición se desprenden del elogio que D. Manuel Quintana hace de una de las primeras en orden a antigüedad de nuestro Parnaso y de la indudablemente primera en mérito. «La mejor obra de Rioja es esta epístola... Por más que se encarezca su mérito, todo parece poco cuando una vez leída se consideran las bellezas que en sí tiene. El intento es noble y elevado, los pensamientos con que le desempeña son igualmente nobles, selectos y oportunos; las máximas y las sentencias sobremanera puras y virtuosas; las imágenes, en fin, las alusiones, todo el ornato, aplicados con la mayor sobriedad y con la más sabia inteligencia. Póngase atención después en el modo con que todo está ejecutado, y admirará más todavía el valiente desembarazo y la singular destreza con que el poeta, a pesar de la sujeción a que le obliga el difícil metro que ha elegido, anda, vuela, sube, desciende, según su argumento y sus ideas lo requieren, sin divagar nunca, sin decaer jamás, sin entregarse a una lozanía importuna por buscar la amenidad, sin dar en sequedad por buscar la sencillez. La pesada cadena del terceto, que ordinariamente es tan ardua para los poetas, como penosa para los lectores, parece aquí un juguete y un adorno que sirve a la grandeza y al movimiento. Ni un ripio de palabra, ni un ripio de idea, ni una voz que no esté en su lugar. Nada hay aquí que escoger: todo es igualmente bello, todo igualmente nervioso: si un terceto sorprende por la idea, el otro agrada por la imagen; este se hace valer por la expresión, aquel por la una limpieza y resolución que le constituyen proverbial. Perfección sublime que eleva y enajena el ánimo y que igualmente le desespera». Siendo la Epístola de Rioja de sobrada extensión para insertarla integra, y no marcando la superior belleza de tal o cual retazo el que deba escogerse, procuraremos que los que vamos a copiar presenten en cierto modo el plan general o conjunto de la composición.
Al mismo género moral pertenecen las cultas epístolas de los Argensolas, la enérgica de Quevedo al Conde Duque de Olivares, algunas de D. Leandro Moratín y de Jovellanos. En la de este a sus amigos de Salamanca hay mucha parte descriptiva y fantástica. Se han compuesto epístolas amorosas, como las heroidas de Ovidio, y las de Abelardo y Eloísa por Pope que no deben confundirse con su infiel traducción francesa ni con la versión castellana de la última. Pueden ser también elegíacas, como la dirigida por un poeta moderno a un noble español con motivo de la muerte de su esposa, que tal vez debe contarse como la mejor de sus poesías de menor extensión. |
P. -¿Qué especie de poema es la sátira?
R. -El destinado a censurar y ridiculizar los vicios y las debilidades de los hombres. Alternan en la sátira las descripciones de costumbres con las pinturas de caracteres, las reflexiones morales con los trozos burlescos y festivos; una regla muy esencial a su decoro es que acuse al vicio, pero no al vicioso.
Es este el género que deba su nacimiento a los Romanos, y como cultivaron poco la comedia nacional, es también el único que nos da a conocer sus costumbres privadas y domésticas. Debe su origen a una especie de farsas que se usaban en Roma antes de la introducción de la comedia griega; Emilio y Lucilio las corrigieron y Horacio les dio su forma actual. El último poeta que puede considerarse como el inventor de la sátira, las compuso con una vivacidad y gracejo que nadie después de él ha alcanzado: sus compatriotas Persio y Juvenal más que por la delicadeza se distinguen por el nervio y vigor. Al último se propuso imitar nuestro Jovellanos en sus dos sátiras a Arnesta, a nuestro parecer las mejores entre las muchas morales y literarias, buenas y medianas que poseemos; continuamos la segunda, tan solo suprimiendo un fragmento en que el virtuoso autor pensó cubrir con lo moral del objeto la tal vez excesiva desnudez de la expresión.
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P. -¿Qué es fábula o apólogo?
R. -Una narración de un hecho que generalmente se supone haber estado entre irracionales, y del cual se deduce una reflexión o una verdad útil. La fábula deber ser muy sencilla, su dicción familiar e ingenua, el pensamiento final muy congruente con la relación o historieta. Aunque, supuesta en los irracionales la facultad de hablar (raras veces también en las cosas inanimadas), hace mucha gracia el que sus modismos imiten a los de los hombres, debe procurarse que no sea así con respecto a las acciones y que solo se les atribuyan tareas propias de su naturaleza: por este lado peca la bien ejecutada fábula de Iriarte que empieza, Ello es que hay animales muy científicos, &c. donde se supone que hay animales farmacéuticos y retóricos.
El Apólogo tiene un encanto singular para la infancia de las naciones y la de los individuos, y es sobre todo muy propio al genio simbólico de los orientales, de quienes se cree que tomó Esopo el argumento de algunas suyas. Fedro las tradujo al latín, La Fontaine las acomodó al gusto e idioma de los Franceses, y Samaniego al de los Españoles. Algunos prefieren las del último a las literarias de Iriarte, pero la originalidad de estas, la dificultad que entraña el sacar una observación literaria de un cuento de brutos, la oportunidad y belleza de sus argumentos, y aun por lo general el desempeño dan un mérito poco común a las de Iriarte. De Samaniego es la fábula que en la Métrica pusimos como ejemplo de décima; de Iriarte la siguiente:
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En la Parábola se introducen personas en vez de animales: parábolas son las bellísimas del Hijo pródigo, de las Doncellas fatuas, &c. con que el divino Preceptor no se desdeñó de revestir las verdades que revelaba.
P. -¿Hay algunos otros poemas que pueden ponerse en la clase de didácticos?
R. -Hay el epigrama que es la relación de un hecho gracioso o de un dicho agudo y viene a ser como una muy corta satirilla27; la inscripción que es la leyenda que se pone al pie de una estatua, en el frontis de un edificio, &c.28 A la inscripción se asemeja el epitafio que es la que se graba en los sepulcros29; solo falta mencionar los romances y letrillas burlescos que son unas verdaderas sátiras, con aspecto más ligero y popular30.