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ArribaAbajoPoesía lírica

P. -¿Qué poesía se llama lírica?

R. -La que se destina o se supone destinarse al canto y cuyo objeto es expresar afectos, no referir sucesos o acciones.

P. -¿A qué debe su origen la poesía lírica?

R. -A las pasiones vehementes y extraordinarias que pusieron en los labios del poeta un habla maravillosa y abundante y le transportaron a regiones desconocidas por el común de los hombres y que él propio no concibiera en sus instantes de calma. Podía aquella pasión ser individual o privativa del cantor; pero nunca más poderosa la lírica, que, cuando a la vista de todo un pueblo, en alguna circunstancia extraordinaria y en un momento solemne se presentaba el poeta como intérprete de los afectos universales y convertía en cantos bellos y armónicos las sensaciones que informemente embargaban a la multitud.

P. -¿Cuál es el actual estado de este género de poesía?

R. -Perdido el primitivo y grandioso carácter de la poesía lírica, casi olvidada su hermandad con el canto y la música, ha pasado en las naciones cultas de apasionada a contemplativa y ha venido a ser por lo general una forma animada y bella de la meditación poética.

Sigue empero, más que otro género de poesía, esquivando las frases triviales, los giros prosaicos, las ideas comunes, y más que otro alguno demanda fuego y animación y una no interrumpida serie de vivas imágenes y de conceptos sorprendentes.

El nacimiento de la poesía que descubre los afectos de un individuo o los de un número de hombres reunidos para celebrar un festín, solemnizar una ceremonia o llevar a cabo una empresa cualquiera, debe referirse al origen de las sociedades y considerarse como contemporánea sino anterior a la que tiene el oficio de referir acaecimientos. Los libros sagrados ofrecen innumerables modelos de poesía lírica, ya grave, ya risueña, ya espléndida y magnífica; tales son el canto que entonaron los Israelitas al haber el Mar Rojo tragado a sus perseguidores, los que resonaban en los majestuosos ámbitos del Templo de Jerusalén, el que en la fiesta de su inauguración mandó abrir sus puertas sagradas y aquellos en que el Rey Profeta envolvía su profundo arrepentimiento. Componíanse estos divinos cantos de versículos: los coros los alternaban o más bien se dividían las dos partes, simétricas del versículo o período poético, semejantes a las dos alas laterales de un edificio o a las dos sartas de perlas que adornan el cabello de una princesa.

Como en los restantes géneros descollaron en el lírico los Griegos: los cantos de Tirteo impelieron al combate los fuertes corazones13; Antíloco halló en el verso jámbico una arma adecuada a su furor14; Anacreonte ya anciano celebró el amor y el vino. El poeta del rey Hierón, Píndaro, ora derramaba palabras desusadas en sus audaces ditirambos, ora ensalzaba los Reyes y a la progenie de los Dioses que acabó justamente con la raza de los Centauros y extinguió las llamas de la Quimera, ora encomiaba al vencedor en los juegos de Elide, al atleta y al jinete, o al gallardo mancebo arrebatado a su llorosa amante15 Alceo, feroz ciudadano de Lesbos, entre el sonar de las armas o ya amarrada a la húmeda playa la combatida nao, cantaba a Baco, a Venus y al niño que sin cesar la acompaña,16 o recordaba con plectro de oro las penalidades de la guerra, de la fuga y de la navegación17; al propio tiempo que Safo comunicaba a la citara los ardores de su alma18, y se lamentaba de la ingratitud de las doncellas Lesbianas19.

De los efectos de la lírica griega, unida aún al canto e inspirada directamente por el entusiasmo, podemos juzgar por las odas de Horacio, especialmente por las que nos recuerdan a la Grecia su maestra. No es esto decir que sean de menor precio aquellas en que se vale de la versificación y del estilo de los Helenos para celebrar las glorias del nombre latino, cantar a los Dioses del Capitolio y ensalzar las austeras virtudes de los primitivos siglos de la república y la opulencia y la gloria de los primeros días del imperio; pero su genio y su carácter resaltan mayormente cuando renueva las placenteras fábulas del Ida y del Olimpo, cuando se muestra discípulo apasionado de las blandas máximas de la filosofía griega y cuando al solo compás de los metros lesbianos se siente arrastrado de una dulce locura (amabilis insania.)

Desde los primeros siglos conoció la Iglesia una poesía lírica que participó sin igualarlas, de la energía de los hebreos y de la elegancia de los latinos y que a trechos descubre inspiración y originalidad, como convenía a la expresión poética del sentimiento cristiano, el más puro y eficaz que haya dominado a los hombres. Aun cuando la lengua latina hubo ya caído en el estado de barbarie, adoptado la rima y rechazado los antiguos metros, no perdió la poesía eclesiástica su carácter sublime: dígalo el Dies iræ que parece escrito por un Ángel amenazador en el idioma de unos siglos bárbaros y corrompidos.

Influyó esta poesía en la moderna vulgar y en tal influencia tuvo una nueva y singular compañera: la árabe. La cual no era ya como entre los pastores del desierto la expresión de la vida patriarcal, ni el acalorado grito del fanatismo como en los versículos del libro de Mahoma, sino que cultivada por hombres doctos y protegida por opulentos príncipes había degenerado en ejercicio de las aulas y en ornato de los alcázares. El consiguiente deseo de pulir y ostentar el ingenio, y el contacto con los estudios escolásticos, conjurados con una imaginación brillante y descarriada la hicieron esclava de los enigmas, equívocos y juegos del vocablo enemigos natos de toda buena poesía, que han contaminado desde su cuna a las modernas literaturas.

En los siglos medios apareció una nueva poesía lírica, común a la mayor parte de naciones europeas. Apenas se percibe diferencia notable entre mil y mil cantos de diferentes países e idiomas: como millares de flores nacidas sin esfuerzo ni cultivo, todos se contentaban con ver la luz del sol, ostentar sus matices, esparcir sus perfumes, marchitarse y espirar. La lírica provenzal, la más célebre y hasta cierto punto madre de las demás, apareció antes del siglo XII en los países meridionales de Francia; y es de creer que por la unión de parte de ellos con el condado de Barcelona y por la semejanza o igualdad de dialectos hablados em ambas faldas de los Pirineos pasó muy luego a los de aquende y dio lugar a imitaciones castellanas, que poco después tomaron nuevas formas. Las varias de versificación de la poesía moderna fueron entonces inventadas o reconocidas y es de ver el ahínco y buena fe con que se esforzaban los trovadores en restablecer la dignidad del arte y en propagar su estudio. Mas los sentimientos de heroísmo, devoción y amor a qué se consagró la citara provenzal, no tenían en el alma de los que la pulsaban aquel grado de calor, pureza y energía que para formar una grande época literaria se requieren. Así es que si a sus nombres ha concedido singular estima la posteridad, débese no tanto al mérito de las composiciones que nos han transmitido, como a lo romancesco de su vida aventurera, a su ingenua afición al canto y a la poesía, al aparato de sus fiestas y original carácter de sus Cortes de amor. Petrarca llevó a un inesperado punto de perfección el estilo de los trovadores y a pesar de la notoria ventaja que a las de estos llevan, tampoco deben las composiciones del lírico toscano considerarse como verdaderas poesías llenas de ideas y de afectos, sino más bien como mágicos cantos que halagan el oído y el alma por medio de la inefable dulzura de sus sonidos.


P. -¿Cómo dividirá V. la poesía lírica española?

R. -En cuatro clases: I. Poesía lírica nacional. II. Poesía lírica tomada de los Italianos. III. Poesía lírica imitada de los antiguos especialmente de Horacio. IV. Poesía lírica moderna.

Comúnmente se comprenden los géneros o más bien los asuntos de la poesía lírica en cuatro diferentes denominaciones: I. Odas sagradas o himnos dirigidos a Dios o que versan sobre asuntos religiosos, II. Odas heroicas que se emplean en alabanzas de los héroes, de las hazañas marciales y grandes acciones, III. Odas filosóficas y morales inspiradas por la virtud, la amistad y el estudio, IV. Odas festivas y amorosas cuyo carácter es la blandura, la elegancia y la jovialidad.

Un famoso crítico moderno ha presentado una división no enteramente diversa de la anterior, pero que apoya en un fundamento muy singular. «La poesía lírica, dice, expresa la voz general del sentimiento modificado por circunstancias particulares que no es difícil reducir a los tonos fundamentales que en el ánimo dominan. Solo cuatro de estas voces predominantes del sentimiento existen y corresponden a los cuatro géneros principales de la lírica. La disposición sanguínea que produce las canciones alegres y serenas, la colérica que crea las atrevidas y guerreras, la melancólica que inspira las sentimentales, apasionadas y llorosas, y finalmente la flemática que produce las canciones pacíficas e idílicas. El objeto de la primera es el amor, el placer y el vino, de la segunda la patria, el honor, la libertad y la guerra, de la tercera el amor tímido, la virtud, y la religión, de la última la campiña, la vida pacífica y los afectos domésticos».


P. -¿Qué poemas comprende la lírica nacional?

R. -Las letrillas, letras para cantar, canciones de arte menor, cantinelas, coplas, villancicos, romances amorosos, &c.

De todas estas composiciones, cuyas leves diferencias si alguna esencial tienen sería muy difícil marcar, y entre las cuales sobresale la letrilla, se pierde el origen en los remotos siglos en que la lengua castellana no había aún salido de la infancia; tuvieron mucho valimiento en la corte de Juan II, su uso sobrevivió a la introducción de los metros italianos, ni aun llegaron a su mayor perfección hasta que pasaron por las manos de Góngora y sus contemporáneos.


Su objeto es la sátira o el amor y a veces la devoción; sus caracteres la sencillez, la facilidad, un aire ingenuo y pueril que no deja de compadecerse con la sencilla conceptuosidad de que hacían gala nuestros últimos caballeros.

La siguiente letra escrita en un metro poco común20 aunque no por esto menos armonioso, obra de un poeta portugués contemporáneo y amigo de Quevedo presenta un graciosos cuadro de costumbres de aldea, afeado a trechos, especialmente en las estancias 3.ª y 5.ª por el mal gusto y afectación de la época.



    ¿Qué me pides, zagal, que te cuente
Del verde consorcio que ayer tarde vi,
Si no han vuelto hasta agora los ojos,
Que todos llevaron los novios tras sí?
   Una tarde, que el bien viene tarde,
De un mes que se llama el mes dë abril,
Cata aquí que se rompen los cielos
Y mandan al sol de tarde salir,
   Divididö en dos resplandores
A quien amor jura que presto ha de unir,
Por formar de los dos una estrella
De rayos tan bellos que valgan por mil.
   La hermosura y la gala, que vanas
Entraron, salieron corridas de allí,
De mirar que las ganan por mano
Bellezas y aseos que caen por ahí.
   Cuenta el aire que cuando florido
Se quiso a sus pies airoso esparcir,
Mejor aire y más flores le esparcen
Su paso gallardo, su planta gentil.
La ribera de Alcántara hermosa
Vestida cambray en vez de tabí,
Para fuente le ofrece sus fuentes
Le presta sus aguas para aguamanil.
   Hanme dicho que el cura discreto,
Tomando a los novios sus manos de lis,
Cuando el pueblo pensó los ataba,
Hizo un ramillete de rosa y jazmín.
   Los cordones tejió de las telas
Que dentro del alma se suelen urdir:
Que son telas que el tiempo no gasta,
Y cuanto más duran más suelen servir.
   Los padrinos dijeron entonces:
Pues dentro de un año habéis de pedir,
Que al bateo volvamos galanes,
Par Dios, pues lo estamos, quedemos aquí.
   Ya con risa pregunta a lo zaino
El cura a los novios si dicen que ;
Y responden haciéndose rojos
Que en lengua de novios quiere decir.


(Francisco Manuel Melo)                


P. -¿Cuáles son las composiciones líricas que los españoles tomaron de los italianos?

R. -El Soneto y la Canción. El primero que en el siglo XV imitó ya el Marqués de Santillana exige para ser perfecto una singular graduación en las ideas, plenitud y majestad en imágenes y palabras, y un final sentencioso o capaz de herir vivamente el ánimo. No falta quien atribuya parte del origen de la conceptuosidad italiana a la tiránica forma del Soneto.

Cultivábase ya anteriormente a la composición de la Vida nueva del Dante, cuyo principal esmalte son varios bellísimos sonetos llenos de idealismo y de ternura. Por segundo ejemplo del soneto considerado como metro, hemos puesto uno de nuestro mejor lírico, que bien merecería ser dedicado a Beatriz.


La Canción que los Sicilianos y después a imitación de ellos los Toscanos tomaron de los Provenzales, entre los últimos no venía a ser otro que una especie de epístola amatoria, que desde el primer verso hasta los últimos que formaban la endreça o lo que llamamos vuelta, despido o ritornelo, no tenía más objeto que el encarecer y exagerar las prendas de la amada. Esta falta de plan y de forma, este entero desembarazo ha vaciado a no pocos autores, dándoles lugar a verbosear, a hacinar pensamientos insignificantes y sin conexión poética, y aun a disertar y discutir.

A pesar de que algunos de nuestros mejores poemas líricos llevan el nombre de canciones, por su tono y disposición son verdaderas odas. Como verdaderas y como buenas canciones españolas, solo contaremos alguna de Francisco de la Torre, las Silvas de Rioja, aunque por su nombre y metro no son canciones, y la excelente de Mira de Mescua que a la dulzura de las italianas añadió un brío y lozanía de que tal vez es capaz el lenguaje castellano. De la última son las siguientes estancias.



    Ufano, alegre, altivo, enamorado,
Rompiendo el aire el pardo jilguerillo,
Se sentó en los pimpollos de una haya;
Y con sus picos de marfil nevado
De su pechuelo blanco y amarillo
La pluma concertó pajiza y baya;
Y celoso se ensaya
A discantar el alto contrapunto
Sus celos y amor junto,
Y al ramillo y al prado y a las flores,
Libre y ufano canta sus amores.
¡Mas ay! que en este estado
El cazador cruël de astucia armado,
Escondido le acecha,
Y al tierno corazón aguda flecha
Tira con mano esquiva,
Y envuelto en sangre en tierra lo derriba.
¡Ay, vida mal lograda,
Retrato de mi suerte desdichada!
   De la custodia del amor materno
El corderillo juguetón se aleja,
Enamorado de la yerba y flores;
Y por la libertad del pasto tierno
El cándido licor olvida y deja,
Por quien hizo a su madre mil amores:
Sin conocer temores,
De la florida primavera bella
El vario manto huella
Con retozos y brincos licenciosos,
Y pace tallos tiernos y sabrosos.
¡Mas ay! que en un otero
Dio en la boca de un lobo carnicero,
Que en partes diferentes
Lo dividió con sus voraces dientes
Y a convertirse vino
En purpúreo el dorado vellocino.
¡Oh inocencia ofendida,
Breve bien, caro pasto, corta vida!
   Rica con sus penachos y copetes,
Ufana y loca con altivo vuelo
Se remonta la garza a las estrellas;
Y puliendo sus negros martinetes,
Procura ser allá cerca del cielo
La reina sola de las aves bellas:
Y por ser ella de ellas
La que más altanera se remonta,
Ya se encubre y trasmonta
A los ojos del lince más atentos
Y se contempla reina de los vientos.
¡Mas ay! que en alta nube
El águila la vio y al cielo sube,
Donde con pico y garra
Del bello airón, que quiso
Volar tan alto con tan corto aviso.
¡Ay pájaro altanero
Retrato de mi suerte verdadero!
..............
..............
   Sobre frágiles leños, que con alas
De lienzo débil de la mar son carros,
El mercader sulcó sus claras olas:
Llegó a la India y rico de bengalas
Perlas, aromas, nácares bizarros
Volvió a ver las riberas españolas:
Tremoló banderolas,
Flámulas, estandartes, gallardetes:
Dio premio a los grumetes
Por haber descubierto
De la querida patria el dulce puerto.
¡Mas ay! que estaba ignoto
A la experiencia y ciencia del piloto
En la barra un peñasco,
Donde tocando de la nave el casco,
Dio a fondo hecho mil piezas
Mercader, esperanzas y riquezas.
¡Pobre bajel, figura
Del que anego mi próspera ventura!
...............

P. -¿Cuál es la tercera clase de Poesía lírica española?

R. -La imitada de los antiguos, especialmente de Horacio. Se la ha destinado principalmente a expresar pensamientos religiosos, asuntos morales, conceptos filosóficos e históricos, y en ella se han depositado los mejores estudios de la antigüedad. Es un género que peca por imitado de una literatura muerta y que en consecuencia no se dirige inmediatamente al ánimo y a la imaginación, y requiere erudición y estudio para ser debidamente saboreado; pero que indudablemente es bellísimo, apto para varios asuntos y susceptible de contener mucha y verdadera Poesía.

Horacio que transplantó al Lacio los metros líricos de los Griegos, tomaría de los mismos el espíritu y la disposición de sus inmortales odas. Sus caracteres distintivos son la economía de pensamientos, la elegante expresión, la multitud de halagüeñas imágenes, aquel lírico divagar y aparente desorden que la distinguen de la canción, y aquel singular encanto de sus cortas estrofas de las cuales muy luego enamorado el oído recuerda con gusto las pasadas y apetece con ansia las porvenir y en que ya enojada, ya triste, ya placentera va apareciendo el alma del Poeta siempre revestida de los mismos apacibles acentos. Cuadros magníficos suceden en la Oda a los sentimientos por medio de giros graciosos y elevados; sus formas sencillas se prestan a una rica variedad, a los fuegos a la vez de la fantasía y del corazón.

Con la dedicada a la flor de Gnido la introdujo en España Garcilaso: no mucho después Francisco de la Torre compuso algunas llenas de buen sabor. Anterior al último fue el príncipe de nuestra lira, Fray Luis de León, que alimentando en su seno desde sus más tiernos años purísimos sentimientos religiosos, llevaba con ellos el germen de la más alta y acendrada poesía, de aquella que, según él dice «es una comunicación del aliento celestial y divino que fue inspirada por Dios en los ánimos de los hombres para con el movimiento y espíritu della levantarlos al cielo» y a la cual «se aplicó más por inclinación de su estrella que por juicio y voluntad». Formó su gusto con la lectura de Horacio, pero apacentó su espíritu con la de los libros sagrados. Sus pensamientos predilectos, las ideas que alimentaban y halagaban su ánimo y en cuyo cumplimiento cifraba él su consuelo y fundaba sus esperanzas; sus ilusiones, el encanto de su vida y el adorno de su alma, aunque esparcidos y abundantemente sembrados en el resto de sus obras aparecen con esplendor y evidencia en el corto número de sus poesías originales. Huye en ellas del peligroso laberinto del mundo y busca un asilo en el desierto de la soledad, donde ninguna de las pasiones que agitan a los mortales interrumpa su sueño y su quietud. Luchando por curar los daños del veneno que bebió desapercibido, por apurar el mancillado pecho, por desnudarse del corporal velo y desasir el nudo de la rota costumbre, se desvía de las sendas holladas por los hombres, no con el incierto paso del ambicioso mal satisfecho, sino con el seguro de quien conoce la vanidad y ruido de aquellas y espera hallar dentro del apartamiento bienes mayores y más ciertos en los estudios nobles, en el espectáculo de la naturaleza y en el denuedo de un alma encerrada en sí misma y apoyada en sus propias fuerzas. La dignidad de la suya, la confianza en la virtud y en el testimonio de su conciencia están expresadas en varias de sus odas con una energía y entereza estoica; pero la sequedad de la virtud filosófica desaparece acá y allá y abre paso a las dulces esperanzas cristianas: las esperanzas de la patria perdía, de la esclarecida origen primera, cuya memoria recobra al escuchar la música de su amigo Salinas, y cuyo deseo le aviva el aspecto de una noche serena, que él llama también la música de los Cielos. Su imaginación se complace en revestir las celestes moradas de las imágenes campestres que tanto le embelesaban, sino es que ya en ellas hubiese contemplado el espejo o figura de la vida suprema; y después de haberse turbado por la Ascensión del Pastor Santo, le contempla en los prados de bienandanza, coronado de púrpura y de nieve y seguido de sus inmortales y dichosas ovejas.

En la imposibilidad de presentar tantas muestras de la poesía de León como fuera de desear, se ha escogido la siguiente Oda.


A Felipe Riuz.                



   ¿Cuando será que pueda
Libre de esta prisión volar al Cielo,
   Felipe, y en la rueda,
   Que huye más del suelo,
Contemplar la verdad, pura, sin duelo?
   Allí a mi vida junto
En luz resplandeciente convertido,
   Veré distinto y junto
   Lo que es, y lo que ha sido,
Y su principio propio y ascondido.
   Entonces veré como
La soberana mano echó el cimiento
   Tan a nivel y a plomo,
   Do estable y firme asiento
Posee el pesadísimo elemento.
   Veré las inmortales
Colunas, do la tierra está fundada,
   Las lindes y señales
   Con que a la mar hinchada
La Providencia tiene aprisionada.
   Porque tiembla la tierra:
Porque las hondas mares se embravecen:
   Do sale a mover guerra
   El Cierzo: y porque crecen
Las aguas del Océano y descrecen:
   De do manan las fuentes;
Quien ceba y quien bastece de los ríos,
   Las perpetuas corrientes:
   De los helados fríos
Veré las causas y de los estíos.
   Las soberanas aguas
Del aire en la región quien las sostiene:
   De los rayos las fraguas,
   Do los tesoros tiene
De nieve Dios y el trueno donde viene.
   ¿No ves cuando acontece
Turbarse el aire todo en el verano?
   El día se ennegrece
   Sopla el gallego insano,
Y sube hasta el Cielo el polvo vano.
   Y entre las nubes mueve
Su carro, Dios, ligero y reluciente:
   Horrible son conmueve,
   Relumbra fuego ardiente
Treme la tierra, humíllase la gente.
   La lluvia baña el techo,
Envían largos ríos los collados,
   Su trabajo desecho,
   Los campos anegados,
Miran los labradores espantados.
   Y de allí levantado
Veré los movimientos celestiales,
   Ansí el arrebatado
   Como los naturales,
Las causas de los hados, las señales.
   Quien rige las estrellas
Veré y quien las enciende con hermosas
   Y eficaces centellas:
   Porque están las dos osas
De bañarse en el mar siempre medrosas.
   Veré este fuego eterno
Fuente de vida y luz do se mantiene:
   Y porque en el invierno
   Tan presuroso viene;
Quien en las noches largas le detiene.
   Veré sin movimiento
En la más alta esfera las moradas
   Del gozo y del contento,
   De oro y luz labradas,
De espíritus dichosos habitadas.

El plan de esta magnífica composición es sencillísimo; un deseo grande embarga al autor, la sed de verdad le abrasa: no hace más que enumerar los fenómenos de la naturaleza, cuyas causas conocerá cuando hay roto las cadenas que le atan a la carne. Mas la idea del trueno le da ocasión para una brillante digresión de tres estrofas; concluido el soberbio cuadro de la tempestad, vuelve al asunto sin preparativo ni transición. Así el río precipita rápidamente sus serenas olas: párase de repente y forma un recodo como para complacerse en reflejar las rocas y las selvas, la morada de los hombres, el estéril collado y la móvil bóveda de las nubes; vuelve luego a seguir su majestuoso curso, no interrumpido hasta que va a dar en el Océano o se hunde en el seno de la tierra.

Nuestro único lírico antiguo que merezca ser comparado con León es D. Fernando de Herrera. Dotado de un carácter elevado y caballeroso, enteramente consagrado al retiro y al estudio, respiran todos sus poemas la más alta dignidad, la más noble delicadeza y una especie de perfume platónico común a nuestros mejores poetas del siglo de oro. La canción u oda de Herrera a D. Juan de Austria, aunque peca por la base y es su plan artificioso y falso, atesora tanta belleza de dicción, tanto color poético que suspende y hace olvidar su defecto intrínseco. Los grandes sucesos, especialmente los que influían en la suerte de su patria inflamaban la imaginación de Herrera, y la movían a expresarse en cantos dignos de los mejores tiempos de la poesía lírica. El poder Otomano hace su último esfuerzo en las aguas de Lepanto, la Europa cristiana venga antiguas injurias: Herrera pulsa la cítara hebrea y entona cantares no oídos en España.21 El cielo enojado se sirve de los abatidos africanos para castigar a su pueblo, y la misma cítara que despidió acentos de gloria y de ventura, adopta una entonación lastimera para llorar la pérdida del rey D. Sebastián:



    Voz de dolor y canto de gemido
Y espíritu de miedo, envuelto en ira,
Hagan principio acerbo a la memoria
De aquel día fatal aborrecido,
Que Lusitania mísera suspira
Desnuda de valor, falta de gloria:
Y la llorosa historia
Asombre con horror funesto y triste,
Dende el áfrico Atlante y seno ardiente,
Hasta do el mar de otro color se viste;
Y do el límite rojo de Orïente
Y todas sus vencidas gentes fieras
Ven tremolar de Cristo las banderas.
   ¡Ay de los que pasaron confiados
En sus caballos y en la muchedumbre
De sus carros y en ti, Libia desierta!
Y en su vigor y fuerzas engañados
No alzaron su esperanza a aquella cumbre
De eterna luz; mas con soberbia cierta
Se ofrecieron la incierta
Victoria; y sin volver a Dios sus ojos,
Con yerto cuello y corazón erguido
Solo atendieron siempre a los despojos;
Y el Santo de Israel abrió su mano,
Y los dejó y cayó en despeñadero
El carro, y el caballo y caballero.
   Vino el día cruel, el día lleno
De indinación, de ira y furor, que puso
De gente y de placer el reino ajeno.
El Cielo no alumbró; quedó confuso
El nuevo Sol, presago de mal tanto;
Y con terrible espanto
El Señor visitó sobre sus males,
Para humillar los fuertes arrogantes;
Y levantó los bárbaros no iguales,
Que con osados pechos y constantes
No busquen oro; mas con hierro airado
La ofensa venguen y el error culpado.
   Los impíos y robustos indinados
Las ardientes espadas desnudaron
Sobre la claridad y hermosura
De tu gloria y valor; y no cansados
En tu muerte, tu honor todo afearon.
Mezquina Lusitania sin ventura.
Y con frente segura
Rompieron sin temor con fiero estrago
Tus armadas escuadras y braveza.
La arena se tornó sangriento lago,
La llanura con muertos aspereza:
Cayó en unos vigor, cayó denuedo;
Mas en otros desmayo y torpe miedo.
   ¿Son estos por ventura los famosos,
Los fuertes, los belígeros varones
Que conturbaron con furor la tierra?
¿Que sacudieron reinos poderosos?
¿Que domaron las hórridas naciones?
¿Que pusieron desierto en cruda guerra
Cuanto el mar Indo encierra,
Y soberbias ciudades destruyeron?
¿Do el corazón seguro y la osadía?
¿Cómo así se acabaron y perdieron
Tanto heroico valor en solo un día;
Y lejos de su patria derribados
No fueron justamente sepultados?
   Tales ya fueron estos, cual hermoso
Cedro del alto Líbano, vestido
De ramos, hojas con excelsa alteza;
Las aguas lo criaron poderoso,
Sobre empinados árboles crecido
Y se multiplicaron en grandeza
Sus ramos con belleza;
Y extendiendo sus hojas, se anidaron
Las aves que sustenta el grande cielo;
Y en su tronco las fieras engendraron,
Y hizo a mucha gente umbroso velo:
No igualó en celsitud y hermosura
Jamás árbol alguno su figura.
   Pero elevose con su verde cima,
Y sublimó la presunción su pecho,
Desvanecido todo y confiado,
Haciendo de su alteza solo estima:
Por eso Dios lo derribó deshecho,
A los impíos y ajenos entregado,
Por la raíz cortado:
Que opreso de los montes arrojados,
Sin ramos y sin hojas y desnudo,
Huyeron de él los hombres espantados,
Que su sombra tuvieron por escudo:
En su ruïna y ramos, cuantas fueron,
Las aves y las fieras se pusieron.
   Tú, infanda Libia, en cuya seca arena
Murió el vencido reino lusitano,
Y se acabó su generosa gloria;
No estés alegre y de ufanía llena,
Porque tu temerosa y flaca mano
Hubo sin esperanza tal victoria,
Indina de memoria:
Que si el justo dolor mueve a venganza
Alguna vez el español coraje,
Despedazada con aguda lanza
Compensarás muriendo el hecho ultraje;
Y Luco amedrentado al mar inmenso
Pagará de africana sangre el censo.

La célebre canción a las ruinas de Itálica cuya originalidad se ha negado últimamente a Rioja, composición animada, elocuente y a trechos verdaderamente poética, tal vez descubre un plan en demasía oratorio. El de las santas ceremonias pías de Lupercio de Argensola y algunas de sus estancias serían bellos de todo punto si no los manchase un vil y casi sacrílego espíritu de lisonja.

D. Leandro Fernández de Moratín con su fiesta a Lendirana, Elegía a las Musas &c. resucitó en su tiempo la oda de los Horacios y Leones, heredó su lira y añadiola nuevas cuerdas el malogrado joven D. Manuel Cabanyes22.


P. -¿Qué llama V. poesía lírica moderna?

R. -La cultivada por algunos jóvenes de nuestros días en que se ha unido con los metros y con el aire candoroso y agraciado de nuestra lírica nacional, el espíritu sentimental e idealista del presente siglo. El género es en sí muy bueno y ha producido no pocas composiciones de mérito, pero pecan otras muchas por una monotonía insufrible y por un eterno lloriqueo.

P. -¿Quedan algunos poemas líricos que mencionar?

R. -La Elegía destinada a lamentar acontecimientos dolorosos y cuya marcha es más pausada y más lánguida que la de la oda23; el Himno, nombre que antiguamente solía aplicarse a las odas religiosas y que hoy día se da a los cantos vulgares patrióticos y guerreros; el Madrigal, composición de pocas líneas que no tiene otro objeto que expresar un pensamiento delicado e ingenioso24, &c.






ArribaAbajoArtículo segundo


ArribaAbajoPoesía bucólica o pastoral

P. -¿Qué se entiende por poesía bucólica?

R. -La exclusivamente destinada a pintar la vida campestre, en especial las ocupaciones y afectos de los pastores.

P. -¿Habiendo los hombres vivido al principio en el campo, será probable que la poesía bucólica sea anterior a las demás?

R. -No es así: este género de composición debe su invención y cultivo a poetas cortesanos, muy ajenos al género de vida que han descrito.

P. -¿Se pueden señalar algunos defectos inherentes a la Poesía bucólica?

R. -La vida de los campos y las inocentes ocupaciones de pastores y agrícolas, son en sí sumamente poéticas; más declina desde luego en convencional el considerarlas aisladamente, como si formasen un mundo aparte. Cuando la rústica inocencia y la calma de los campesinos se retratan con colores tomados de la naturaleza, se relacionan, del modo que es en realidad, con las costumbres de los habitantes de las ciudades y se ponen en contacto y en contraposición con la existencia aventurera y las feroces virtudes de los héroes, contribuyen a formar un cuadro bello y natural: hacer de ellas un género particular de Poesía que presenta un pueblo imaginario sin tradiciones históricas, sin costumbres heredadas, sin peligros ni catástrofes; que consagra y da valor a las más insignificantes tareas de rústicos enamorados, toca en lo anti-natural y afectado. A este defecto esencial de la bucólica han añadido los modernos que por cierto y desgraciadamente no han trascordado este género, una mezcla repugnante de costumbres y expresiones antiguas y modernas y una eterna monotonía nacida en parte de la estrechez del asunto, en parte del prurito de imitar y reproducir las ideas de los que tomaban por modelos.

Una imperfecta imitación de Teócrito y de Virgilio, un empeño en transformar en pastores de la Arcadia a nuestros labradores cristianos, laboriosos, que no conocen ni tradicionalmente al Dios Pan, a los lascivos sátiros ni a tanta frase erudita como se ha puesto en su boca, fueron la ocupación de escritores sin número del siglo décimo sexto, séptimo, octavo y de muchos que en este se han honrado con el título de clásicos. En breve se vieron el gabán con caperuza y el sombrero de paja de nuestros campesinos unidos a las pieles de oso que cubrían a Acis; se vio al resplandor de los fuegos de San Juan al dios ceguezuelo con venda y arpones. Transformados los poetas en pastores sabían a duras penas en tan violenta situación qué juicios, qué afectos fingir; y así es que, a pesar de la dulzura de su avena y de las lecciones de Apolo y del sabio Elpino, no tardaron, después de acudir a farsas mitológicas, en valerse de discusiones metafísicas sobre sus imaginados amores. Y esa galantería ingeniosa y afectada que nació en las cátedras de amor de la edad media, que seduce al italiano en los poemas del Tasso, y es encantadora a veces y a veces insípida para el español en los guerreros del Emperador Carlos, o en los cortesanos de los Felipes; esta galantería puesta en boca de unos seres procedentes de la Arcadia y del Olimpo, vino a ser la jerga más ridícula y dislocada.

Lo común de las pinturas de la naturaleza que se leen en los poemas pastorales nos sirvió para calificar la mala descripción;25 no hay que buscar por ahí ásperas sierras, impetuosas cascadas, bosques incultos; se evitan los colores que pudiesen ofender a los ojos delicados, como se hiciera en la decoración del más elegante aposento: parece que la naturaleza consiente en revestirse de un tapiz artificial, con el fin de que no se lastimen los blancos pies de los labradores, o más bien de los cortesanos disfrazados de campesinos, cuya ocupación es amar y cantar tercetos, octavas &c., desde que empieza Aurora a derramar rosas hasta que Apolo desata los bridones de su dorado carro. Solo el amor es bastante a interrumpir su colmada felicidad, más les inspira en cambio los divinos versos con que cada pastor lleva la ventaja sobre sus rivales en el canto. ¿Y qué amor es este? Un amor vago, monótono, sin carácter; una pasión cuya naturaleza sensual o platónica se ignora: un culto extremo a la persona amada, pero culto en que solo se tributan suspiros y palabras, no puros afectos, ni denodados actos; reflexiones escolásticas a vueltas de las ponderadas tormentas de su corazón.

Solo Gesner, bien distinto de sus modernos predecesores ha invocado en este género a la naturaleza; la naturaleza que rara vez deja de contestar a cuantos la aman y la interrogan.



P. -¿Qué poemas pertenecen a la poesía bucólica?

R. -La Égloga que es su forma primitiva y consiste generalmente en un cuadro pastoril, entre descriptivo y dialogado; el Idilio, nombre que significa simplemente lo que el de égloga, pero que se acostumbra dar a los pastorales que ofrecen mayor novedad y más lujo de imaginación; el drama pastoral, como el Pastor fido del Guarino y el Aminta del Tasso, que serán lo mejor que en el género se ha escrito, (del último dio Jáuregui una excelente versión castellana); la novela pastoral inventada por Jorge Montemayor en su Diana que Gil Polo continuó e imitó el buen Cervantes. Sobran las canciones, las silvas, las canciones eróticas o amorosas que caen bajo la jurisdicción de la Poesía bucólica, no menos que muchas letrillas y romances, algunos de bastante interés.

Atento a darle la posible variedad, compuso Sannazaro églogas piscatorias, donde son pescadores en vez de campesinos los que salen a plaza; otros las han compuesto venatorias o tomadas de la vida del cazador. Tal es una de Herrera, que como ofrezca un calor y animación de que suelen estar desprovistas las demás, y como no le falte la prenda de originalidad, no vacilamos en ofrecerla por modelo, a pesar de alguna estancia de menos valer. Entre las que suprimimos, hemos debido contar una muy bella, pero que no estaría bien en un compendio de la naturaleza del presente.


    De aljaba y arco, tú, Diana armada
Que por el monte umbroso y extendido
Fatigas a las fieras presurosa,
Huye del alto Ladmo, desdichada,
Donde tu cazador duerme ascondido;
Que ya otra cazadora más hermosa
Persigue impetuosa
Al jabalí espumoso y enojado;
Que ya otra más hermosa cazadora
Al ciervo sigue ahora;
Si Endimión la viere, tu cuidado,
Venciendo de las fieras la braveza,
Te dejara por ella con tristeza.
   A Endimión no dejes tú, Diana,
Queda con él, no siga al amor mío
Tu amor, Endimión esté contigo;
En la callada noche, en la mañana,
Al sol ardiente, al importuno frío,
Mi dulce cazadora esté conmigo:
Este bosque es testigo
Cuantas veces la llamo y busco en vano,
La aurora me oye sola sin su amante
Y se ofrece delante,
Cuando espera las fieras en lo llano
Suspira ella su amor, yo lloro el mío;
Si al monte mira, yo a mi valle y río.
...............
...............
   O la ligera garza levantando
Mire al halcón veloce y atrevido,
O espere al jabalí cerdoso y fiero,
O la aura entre los árboles volando,
Con silencio y voz muda en lo ascondido
Del pecho solo lloraré primero,
El dolor en que muero.
Sin ti el veloz caballo, el rayo ardiente
Del imitado trueno, y la sabrosa
Caza me es enojosa,
Pues tú me dejas mísero y doliente;
Todo me agradará y será mi gloria
Si vuelves, y de mí tienes memoria.
   ¿Por qué huyes y quieres que sin lumbre
En estas breñas muera con tormento,
Y no miras tu amante que te llama?
Baja de esa fragosa y alta cumbre,
Que según el ruïdo grave siento,
Que entre una y otra espesa rama
Que las hojas derrama,
Un feroz jabalí se ha recogido:
Con el arco en la blanca y tierna mano.
Baja, que antes que al llano
Llegues, atravesado y extendido
De mi venablo y muerto, la espumosa
Cabeza llevarás victorïosa.
................
................
   Si contigo, viviera, Ninfa mía,
En esta selva tu sutil cabello
Adornara de rosas, y cogiera
Las frutas varias en el nuevo día,
Las blancas plumas del gallardo cuello
De la garza ofreciendo: y te trajera
De la silvestre fiera
Los despojos contigo recostado,
Y a la sombra cantando tu belleza:
Y en la verde corteza
De la frondosa encina, mi cuidado
Entendiendo conmigo, lo leyeras,
Y sobre mí las flores esparcieras.
..............
   No dudes, ven conmigo, Ninfa mía;
Yo no soy feo, aunque mi altiva frente
No se muestre a la tuya semejante;
Mas tengo amor y fuerza y osadía
Y tengo parecer de hombre valiente;
Que al cazador conviene este semblante
Robusto y arrogante:
Iremos a la fuente, al dulce frío,
Y en blando sueño puestos al ruïdo
Del murmurio esparcido
Del agua, tú en mis brazos, amor mío,
Y yo en los tuyos blancos y hermosos
A los Faunos haría envidïosos.
   Mas si te agrada y ¡oh si te agradase!
Ven conmigo a esta sombra do resuena
La aura en los ciclamores revestidos
De hiedra, do se vio jamás que entrase
Alzado el sol con luz ardiente y llena.
Aquí hay álamos verdes y crecidos,
Y los pobos floridos,
Y el fresco prado riega la alta fuente,
Con murmurio süave y sosegado:
Aquí el tiempo templado
Te convida a huir el sol caliente:
Ven, Clearista, ven ya, ninfa mía,
Este prado te llama y fuente fría.








ArribaAbajoArtículo tercero


ArribaAbajoPoesía didáctica o doctrinal

P. -¿Cuál es la Poesía didáctica?

R. -La que tiene por objeto enseñar o presentar verdades útiles o aplicables.

P. -¿Qué forma tuvo originariamente la Poesía doctrinal?

R. -La de colección de máximas morales que la experiencia dictó al poeta, o cuyo conocimiento debió a su buen corazón o a inspiración del Cielo. Esta forma admite sin esfuerzo descripciones de costumbres, apasionados elogios de la virtud e imprecaciones al vicio; los pueblos a quienes el poeta se dirigía acogían con un poético respeto y fervor lo que hallaban muy superior a sus conocimientos y les podía guiar en la senda de la vida; a nosotros nos agradan principalmente por su sencillez, por pintarnos el estado moral de aquellos pueblos y presentarnos cuadros naturales de sus costumbres y maneras.

A este género pertenecen algunos cantos de Odín y los poemas de los antiguos Vates, que según Horacio,26 apartaron los hombres salvajes de sus matanzas y su grosera comida, prohibieron la Venus vaga, edificaron ciudades, esculpieron en tablas sus leyes. Al mismo pertenece entre varios de los libros sagrados el de los Proverbios, cuyo último capítulo, que contiene el hermoso retrato de la mujer fuerte, ha traducido nuestro León en los siguientes tercetos con alguna incorrección, pero con un candor verdaderamente antiguo.


    El sabio Salomón aquí pusiera
Lo que para su aviso, de recelo
Su madre, y de amor llena le dijera.
   ¡Ay, hijo mío! ¡ay, dulce manojuelo
De mis entrañas! ¡ay, mi deseado
Por quien mi voz contino sube al cielo!
   Ni yo al amor de hembra te vea dado,
Ni en manos de mujer tu fortaleza,
Ni en daño de los Reyes conjurado.
   Ni con beodez afees tu grandeza,
Que no es para los Reyes, no es el vino
Ni para los jüeces la cerveza.
   Porque en bebiendo olvidan el camino
De fuero, y ciegos tuercen el derecho
Del oprimido pobre y del mezquino.
   Al que con pena y ansia está deshecho
Aquel dad vino vos, la sidra sea
De aquel a quien dolor le sorbe el pecho.
   Beba y olvídese, y no siempre vea
Presente su dolor adormecido:
Húrtese aquel espacio a la pelea.
   Abre tu boca dulce al que afligido
No habla, y tu tratar sea templado
Con todos los que corren al olvido.
   Guarda justicia al pobre y al cuitado,
Amparo halle en ti el menesteroso,
Que así florecerá tu casa estado.
   Mas oh si fueses, hijo, tan dichoso
Que hubieses por mujer hembra dotada
De corazón honesto y virtüoso.
   Ni la perla oriental así es preciada,
Ni la esmeralda que el Ofir envía,
Ni la vena riquísima alejada.
   En ella su marido se confía
Como en mercaduría gananciosa:
No cura de otro trato o granjería.
   Ella busca su lino hacendosa,
Busca algodón y lana diligente,
Despierta allí la mano artificiosa.
   Con gozo y con placer continuamente
Alegra y da descanso a su marido:
Enojo no jamás, ni pena ardiente.
   Es bien como navío bastecido
Por rico mercader, que en sí acarrea
Lo bueno que en mil partes ha cogido.
   Levántase, y apenas alborea
Reparte la ración a sus criados,
Su parte a cada uno y su tarea.
   Del fruto de sus dedos e hilados
Compra un heredamiento que le plugo,
Plantó fértil majuelo en los collados.
   Nunca el trabajo honesto le desplugo,
Hizo sus ojos firmes a la vela,
Sus brazos rodeó con fuerza y jugo.
   Esle sabroso el turno, el aspa y tela,
El adquirir, la industria, el ser casera:
De noche no se apaga su candela.
   Trae con mano diestra la tortera:
El huso entre los dedos volteando
Le huye y torna luego a la carrera.
   Abre el pecho al pobre que llorando
Socorro le rogó, y con mano llena
Al falto, y al mendigo va abrigando.
   Al Cierzo abrasador, que sopla y suena
Y esparce yelo y nieve, bien doblada
De ropa su familia va sin pena.
   De redes que labró tiene colgada
Su cama, y rica seda es su vestido
Y púrpura finísima preciada.
   Por ella es acatado su marido;
En plaza, en consistorio, en eminente
Lugar por todos puesto y bendecido.
   Hace también labores de excelente
Obra para vender, vende al joyero
Franjas tejidas bella y sutilmente.
   ¿Quién contará su bien? su verdadero
Vestido es el valor, la virtud pura:
Alegre, llegará al día postrero.
   Cuanto nace en sus labios es cordura,
De su lengua discreta cuanto mana
Es todo pïedad, amor, dulzura.
   Discurre por su casa, no está vana
Ni ociosa, ni sin que ya se le deba
Se desayunará por la mañana.
   El coro de sus hijos crece y lleva
Al Cielo sus loores, y el querido
Padre con voz gozosa los aprueba.
   Y dice: muchas otras han querido
Mostrarse valerosas, mas con ellas
Compuestas, como si no hubiesen sido.
   Es aire la tez clara como estrella,
Las hermosas figuras burlería:
La hembra que a Dios teme, esta es la bella.
   Dadle que goce el fruto, el alegría
De sus ricos trabajos: los extraños,
Los suyos por las plazas a porfía
Celebren su loor eternos años.



El sublime libro de Job que hasta cierto punto puede considerarse como un tratado didáctico o moral, tiene aún la forma más libre y bella que las antiguas colecciones de máximas. La meditación, por lo que implica de vago e indeciso, tiene un carácter más poético que las verdades prescritas y positivas. Un tono semejante tiene Young en sus Noches, y tal vez no es otro el que deberían adoptar los modernos poetas que se proponen por objeto directo asuntos abstractos y doctrinales.

P. -¿Cuál es la forma principal y la considerada como distintiva de la Poesía didáctica?

R. -El Poema didascálico que consiste en un tratado sobre un arte, una ciencia, &c. revestido de formas poéticas. Requiere exactitud en los pensamientos, preceptos de útil aplicación, método y orden no tan analíticos como el de una obra prosaica, pero sí susceptibles de recorrerse con una sola ojeada; al mismo tiempo que la más esmerada elegancia y corrección de estilo, amenas descripciones, y oportunos e interesantes episodios.

Entre los Griegos, que enlazaban sus investigaciones naturales con sus mitos religiosos y tradiciones heroicas, era el Poema didascálico más susceptible de verdadera poesía; mas no cabe duda que esta y la enseñanza directa no se componen bien por lo general. El mismo Virgilio, el más elegante de los poetas, en la que los críticos consideran como la más acabada de sus obras, las Geórgicas o poema didascálico sobre la agricultura, debe sus mejores trozos a las descripciones desinteresadas de la naturaleza y a los episodios históricos y fabulosos. Posteriormente se han compuesto Poemas sobre los inventores de las cosas, la gramática, la cría de gusanos de seda, &c.: júzguese cuan poéticos serán. Más acertados anduvieron en elegir asuntos, Akenside en sus Placeres de la imaginación, Pope en su Ensayo sobre el hombre, Nicolás Moratín en su Poema sobre la caza y nuestro antiguo Céspedes en el suyo no concluido sobre la pintura, del cual se citan buenos fragmentos.



P. -¿Qué es epístola?

R. -Una carta en verso que sirve generalmente para explanar un pensamiento moral.

Las cualidades que exige este género de composición se desprenden del elogio que D. Manuel Quintana hace de una de las primeras en orden a antigüedad de nuestro Parnaso y de la indudablemente primera en mérito. «La mejor obra de Rioja es esta epístola... Por más que se encarezca su mérito, todo parece poco cuando una vez leída se consideran las bellezas que en sí tiene. El intento es noble y elevado, los pensamientos con que le desempeña son igualmente nobles, selectos y oportunos; las máximas y las sentencias sobremanera puras y virtuosas; las imágenes, en fin, las alusiones, todo el ornato, aplicados con la mayor sobriedad y con la más sabia inteligencia. Póngase atención después en el modo con que todo está ejecutado, y admirará más todavía el valiente desembarazo y la singular destreza con que el poeta, a pesar de la sujeción a que le obliga el difícil metro que ha elegido, anda, vuela, sube, desciende, según su argumento y sus ideas lo requieren, sin divagar nunca, sin decaer jamás, sin entregarse a una lozanía importuna por buscar la amenidad, sin dar en sequedad por buscar la sencillez. La pesada cadena del terceto, que ordinariamente es tan ardua para los poetas, como penosa para los lectores, parece aquí un juguete y un adorno que sirve a la grandeza y al movimiento. Ni un ripio de palabra, ni un ripio de idea, ni una voz que no esté en su lugar. Nada hay aquí que escoger: todo es igualmente bello, todo igualmente nervioso: si un terceto sorprende por la idea, el otro agrada por la imagen; este se hace valer por la expresión, aquel por la una limpieza y resolución que le constituyen proverbial. Perfección sublime que eleva y enajena el ánimo y que igualmente le desespera». Siendo la Epístola de Rioja de sobrada extensión para insertarla integra, y no marcando la superior belleza de tal o cual retazo el que deba escogerse, procuraremos que los que vamos a copiar presenten en cierto modo el plan general o conjunto de la composición.


    Fabio, las esperanzas cortesanas
Prisiones son do el ambicioso muere
Y donde al más astuto nacen canas;
   Y el que no las limare o la rompiere,
Ni el nombre de varón ha merecido,
Ni subir al honor que pretendiere.
   El ánimo plebeyo y abatido
Elija en sus intentos temeroso,
Primero estar suspenso que caído:
   Que el corazón entero y generoso
Al caso adverso inclinará la frente
Antes que la rodilla al poderoso.
..............
   Mas precia el ruiseñor su pobre nido
De pluma y leves pajas, mas sus quejas
En el bosque repuesto y escondido,
   Que agradar lisonjero las orejas
De algún príncipe insine, aprisionado
Entre el metal de las doradas rejas.
   ¡Triste de aquel que vive destinado
A esa antigua colonia de los vicios,
Augur de los semblantes de un privado!
................
   ¿Qué es nuestra vida mas que un breve día
Do apenas sale el Sol cuando se pierde
En las tinieblas de la noche fría?
   ¿Qué es más que el heno a la mañana verde
Seco a la tarde? ¡oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño me recuerde?
................
   Temamos al Señor que nos envía
Las espigas del año y la hartura
Y la temprana pluvia y la tardía.
   No imitemos la tierra siempre dura
A las aguas del Cielo y al arado,
Ni a la vid cuyo fruto no madura.
..............
   El soberbio tirano del Oriente
Que maciza las torres de cien codos
Del cándido metal, puro y luciente.
   Apenas puede ya comprar los modos
Del pecar; la virtud es más barata,
Ella consigo mismo ruega a todos.
   ¡Pobre de aquel que corre y se dilata
Por cuanto son los climas y los mares,
Perseguidor del oro y de la plata!
   Un ángulo me basta entre mis lares,
Un libro y un amiga, un sueño breve
Que no perturben deudas ni pesares.
...............
   Así, Fabio, me muestra descubierta
Su esencia la verdad, y mi albedrío
Con ella se compone y se concierta.
   No te burles de ver cuanto confío,
Ni al arte de decir vana y pomposa
El ardor atribuyas de este brío.
   ¿Es por ventura menos poderosa
Que el vicio la virtud? ¿es menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.
   La codicia en las manos de la suerte
Se arroja al mar; la ira a las espadas,
Y la ambición se ríe de la muerte.
   ¿Y no serán siquiera tan osadas
Las opuestas acciones, si las miro
De más ilustres genios ayudadas?
   Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
De cuanto simple amé: rompí los lazos;
Ven y verás al alto fin que aspiro,
Antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

Al mismo género moral pertenecen las cultas epístolas de los Argensolas, la enérgica de Quevedo al Conde Duque de Olivares, algunas de D. Leandro Moratín y de Jovellanos. En la de este a sus amigos de Salamanca hay mucha parte descriptiva y fantástica.

Se han compuesto epístolas amorosas, como las heroidas de Ovidio, y las de Abelardo y Eloísa por Pope que no deben confundirse con su infiel traducción francesa ni con la versión castellana de la última. Pueden ser también elegíacas, como la dirigida por un poeta moderno a un noble español con motivo de la muerte de su esposa, que tal vez debe contarse como la mejor de sus poesías de menor extensión.



P. -¿Qué especie de poema es la sátira?

R. -El destinado a censurar y ridiculizar los vicios y las debilidades de los hombres. Alternan en la sátira las descripciones de costumbres con las pinturas de caracteres, las reflexiones morales con los trozos burlescos y festivos; una regla muy esencial a su decoro es que acuse al vicio, pero no al vicioso.

Es este el género que deba su nacimiento a los Romanos, y como cultivaron poco la comedia nacional, es también el único que nos da a conocer sus costumbres privadas y domésticas. Debe su origen a una especie de farsas que se usaban en Roma antes de la introducción de la comedia griega; Emilio y Lucilio las corrigieron y Horacio les dio su forma actual. El último poeta que puede considerarse como el inventor de la sátira, las compuso con una vivacidad y gracejo que nadie después de él ha alcanzado: sus compatriotas Persio y Juvenal más que por la delicadeza se distinguen por el nervio y vigor. Al último se propuso imitar nuestro Jovellanos en sus dos sátiras a Arnesta, a nuestro parecer las mejores entre las muchas morales y literarias, buenas y medianas que poseemos; continuamos la segunda, tan solo suprimiendo un fragmento en que el virtuoso autor pensó cubrir con lo moral del objeto la tal vez excesiva desnudez de la expresión.


    ¿Ves, Arnesto, aquel majo, en siete varas
De pardomonte envuelto, con patillas
De tres pulgadas afeado el rostro,
Magro, pálido y sucio, que al arrimo
De la esquina de enfrente nos acecha
Con aire sesgo y baladí? Pues ese,
Ese es un noto nieto del rey Chico.
Si el breve chupetín, las anchas bragas
Y el albornoz no sin primor terciado
No te lo han dicho: si los mil botones
De filigrana berberisca que andan
Por los confines del jubón perdidos,
No lo gritan: la faja, el guadijeño,
El harpa, la bandurria y la guitarra
Lo cantarán. No hay duda: el tiempo mismo
Lo testifica, atiende a sus blasones.
Sobre el portón de su palacio ostenta
Grabado en berroqueña, un ancho escudo
De medias lunas y turbantes lleno.
Nácenle al pie las bombas y las balas
Entre tambores, chuzos y banderas,
Como en sombrío matorral los hongos.
El águila imperial con dos cabezas
Se ve picando del morrión las plumas,
Allá en la cima; y de uno y otro lado
A pesar de las puntas asomantes
Grifo y león rampantes le sostienen;
Ve aquí sus timbres. Pero sigue, sube,
Entra y verás colgado en la antesala
El árbol gentilicio, ahumado y roto
En partes mil: empero de sus ramas,
Cual suele el fruto en la pomposa higuera,
Sombreros penden, mitras y bastones.
En procesión aquí y allí caminan
En sendos cuadros los ilustres deudos
Por hábil brocha al vivo retratados.
¡Qué greguescos! ¡Qué caras! ¡Qué bigotes!
El polvo y telarañas son los gajes
De su vejez. ¿Qué más? Hasta los duros
Sillones moscovitas y el chinesco
Escritorio con ámbar perfumado,
En otro tiempo de marfil y nácar
Sobre ébano embutido y hoy desecho,
La ancianidad de su solar pregonan.
Tal es, tan rancia y tan sin par su alcurnia
Que aunque embozado y en castaña el pelo,
Nada les debe a Ponces ni a Guzmanes.
No los aprecia: tiénese en más que ellos
Y vive así. Sus dedos y sus labios
Del humo del cigarro encallecidos
Índice son de su crianza. Nunca
Pasó del B a Ba. Nunca sus viajes
Más allá del Getafe se extendieron.
Fue antaño allá por ver unos novillos
Junto con Pacotrigo y la Caramba;
Por señas que volvió ya con estrellas
Beodo por demás y durmió al raso.
Examínale: ¡oh idiota! nada sabe.
Trópicos, era, geografía, historia
Son para el pobre exóticos vocablos.
Dile que dende el alto Pirineo
Corre espumoso el Betis a sumirse
De Ontígola en el mar: oh qué cargadas
De almendra y gomas las inglesas quillas
Surcan el puerto Lapichi y se levan
Llenas de estaño y abadejo: ¡oh! todo
Todo lo creerá: por más que ñaadas
Que en las Navas Uvitiza el santo
Desecho por los Celtas, oh que invicto
Triunfó en Aljubarrota Mauregato.
¡Que mucho, Arnesto, si del padre Astete
Ni aun leyó el catecismo! Mas no creas
Su memoria vacía. Oye, y dirate
De Cándido y Marchante la progenie,
Quien de Romero o Costillares saca
La muleta mejor y quien más limpio
Hiere en la cruz al bruto jarameño.
Harate de Guerrero y la Catuja
Larga memoria, y de la malograda,
De la divina Ladvenant, que ahora
Anda en campos de luz paciendo estrellas,
La sal, el garabato, el aire, el chiste
La fama y los ilustres contratiempos
Recordará con lágrimas. Prosigue
Si esto no basta, y te dirá qué año,
Qué ingenio, qué ocasión dio a los Chorizos
Eterno nombre; y cuantas cuchilladas
Dadas de día en día, tan pujantes
Sobre el triste Polaco los mantiene.
Ve aquí su ocupación: esta es su ciencia.
No la debió ni al dómine, ni al tonto
De su ayo Mosén Marc, solo ajustado
Para irle en pos cuando era señorito.
Debiósela a cocheros y lacayos,
Dueñas, fregonas, truhanes y otros bichos
De su niñez perennes compañeros.
Mas sobre todo a Pericuelo el paje
Mozo avieso, chorizo y pepillista
Hasta morir, cuando le andaba en torno.
De él aprendió la jota, la guaracha,
El bolero, y en fin música y baile.
Fuele también maestro algunos meses
El sota Andrés chispero de la Huerta
Con quien por orden de su padre entonces
Pasar solía tarde y mañanas
Jugando entre las mulas. Ni dejaste
De darle tú santísimas lecciones
¡Oh Paquita!.........
De ti aprendió a reírse de sus padres
Y a hacer al pedagogo la mamola:
A pellizcar, a andar al escondite,
Tratar con cirujanos y con viejas,
Beber, mentir, trampear; y en dos palabras
De ti aprendió a ser hombre... y de provecho.
...................
...................
...................
¿Qué hará? ¿Su alivio buscará en el juego?
¡Bravo! Allí olvida su pesar. Prestole
Un amigo. ¡Qué amigo! Ya otra nueva
Esperanza le anima. ¡Ah! salió vana
Marró la cuarta sota: adiós bolsillo.
Toma un censo: adelante: mas perdiole
Al primer trascartón, y quedó asperjes.
No hay ya amor ni amistad. En tan gran cuita
Se halla ¡oh Zulem Zegri! tu noto nieto.
   ¿Será más digno Arnesto de tu gracia
Un alfeñique perfumado y lindo
De noble traje y ruines pensamientos?
Admira su solar el alto Asueva
Limia, Pamplona, o la feroz Cantabria.
Mas se educó en Soez: París y Roma
Nueva fe le infundieron, nuevos vicios
Le inocularon. Cátale perdido.
No es ya el mismo; ¡Oh cual otro el Bidasoa
Tornó a pasar! ¡Cual habla por los codos!
¿Quién citará su atroz galimatías?
Ni Du Marsais ni Aldrete lo entendieran.
Mira cual corre en polisón vestido
Por las mañanas de un burdel a otro
Y entre alcahuetas y rufianes bulle.
No importa: viaja incógnito con palo,
Sin insignias y en frac: nadie le mira.
Vuelve, se adoba, sale y huele a almizcle
Desde una milla... ¡Oh, como el sol chispea
En el farol del coche ultramarino!
¡Cual brillan los tirantes carmesíes
Sobre la negra crin de los frisones!
Visita: come en noble compañía;
Al prado, a la luneta, a la tertulia,
Y al garito después. ¡Qué linda vida,
Digna de un noble! ¿Quieres su compendio?
...jugó, perdió salud y bienes
Y sin tocar a los cuarenta abriles
La mano del placer le hundió en la huesa.
¡Cuantos, Arnesto, así! Si alguno escapa
La vejez se anticipa, le sorprende,
Y en cínica e infame soltería,
Solo, aburrido, y lleno de amarguras,
La muerte invoca, sorda a su plegaria.
Si antes al ara de himeneo acoge
Su delincuente corazón, y el resto
De sus amargos días le consagra,
¡Triste de aquella que a su yugo uncida
Víctima cae! Los primeros meses
La lleva en triunfo acá y allá: la mima,
La galantea,... Palco, dijes, galas,
Coche a la inglesa. ¡Míseros recursos!
El buen tiempo pasó. Del vicio infame
Corre en sus venas la cruel ponzoña.
Tímido, exhausto, sin vigor... ¡Oh rabia!
El tálamo es su potro. Mira, Arnesto,
Cual desde Gades a Brigancia el vicio
Ha inficionado el germen de la vida.
¡Y cual su virulencia va enervando
La actual generación! Apenas de hombres
La forma existe... ¿A dónde está el forzudo
Brazo de Villandrando? ¿Do de Arguello,
O de Paredes los robustos hombros?
¿El pesado morrión, la penachuda
Y alta cimera, acaso se forjaron
Para cráneos raquíticos?¿Quién puede
Sobre la cuera y enmallada cota
Vestir ya el duro y centelleante peto?
¿Quién enristrar la ponderosa lanza?
¿Quién?... Vuelve ¡oh fiero berberisco! vuelve
Que ya Pelayos no hallarás ni Alfonsos
Que te resistan. Débiles pigmeos
Te esperan. De tu corva cimitarra
Al solo amago caerán rendidos.
¿Y esto es un noble, Arnesto? ¿Aquí se cifran
Los timbres y blasones? ¿De qué sirve
La clase ilustre, una alta descendencia
Sin la virtud? Los nombres venerandos
De Laras, Tellos, Haros y Girones
¿Qué se hicieron? ¿Qué genio ha deslucido
La fama de sus triunfos? ¿Son sus nietos
A quiénes fía su defensa el trono?
¿Es esta la nobleza de Castilla?
¿Es este el brazo un día tan temido
En quien libraba el castellano pueblo
Su libertad? ¡Oh vilipendio! ¡Oh siglo!
Faltó el apoyo de las leyes: todo
Se precipita. El más humilde cieno
Fermenta y brota espíritus altivos
Que hasta los tronos del Olimpo se alzan.
¿Qué importa? Venga denodada, venga
La humilde plebe en irrupción, y usurpe
Lustre, nobleza, títulos y honores.
Sea todo infame behetría: no haya
Clases ni estados. Si la virtud sola
Les puede ser antemural y escudo
Todo sin ella acabe y se confunda.



P. -¿Qué es fábula o apólogo?

R. -Una narración de un hecho que generalmente se supone haber estado entre irracionales, y del cual se deduce una reflexión o una verdad útil. La fábula deber ser muy sencilla, su dicción familiar e ingenua, el pensamiento final muy congruente con la relación o historieta. Aunque, supuesta en los irracionales la facultad de hablar (raras veces también en las cosas inanimadas), hace mucha gracia el que sus modismos imiten a los de los hombres, debe procurarse que no sea así con respecto a las acciones y que solo se les atribuyan tareas propias de su naturaleza: por este lado peca la bien ejecutada fábula de Iriarte que empieza, Ello es que hay animales muy científicos, &c. donde se supone que hay animales farmacéuticos y retóricos.

El Apólogo tiene un encanto singular para la infancia de las naciones y la de los individuos, y es sobre todo muy propio al genio simbólico de los orientales, de quienes se cree que tomó Esopo el argumento de algunas suyas. Fedro las tradujo al latín, La Fontaine las acomodó al gusto e idioma de los Franceses, y Samaniego al de los Españoles. Algunos prefieren las del último a las literarias de Iriarte, pero la originalidad de estas, la dificultad que entraña el sacar una observación literaria de un cuento de brutos, la oportunidad y belleza de sus argumentos, y aun por lo general el desempeño dan un mérito poco común a las de Iriarte. De Samaniego es la fábula que en la Métrica pusimos como ejemplo de décima; de Iriarte la siguiente:


    A una Mona
Muy taimada
Dijo un día
Cierta Urraca:
Si vinieras
A mi estancia.
¡Cuántas cosas
Te enseñara!
Tú bien sabes
Con que maña
Robo y guardo
Mil alhajas.
Ven, si quieres,
Y veraslas
Escondidas
Tras de un arca.
La otra dijo:
Vaya en gracia
Y al paraje
La acompaña.
   Fue sacando
Doña Urraca
Una liga
Colorada
Un tontillo
De casaca,
Una hebilla,
Dos medallas,
La contera
De una espada,
Medio peine
Y una vaina
De tijeras;
Una pasa
Y un mal cabo
De navaja,
Tres clavijas
De guitarra,
Y otras muchas
Zarandajas.
¿Qué tal? dijo:
Vaya, hermana:
¿No me envidia?
¿No se pasma?
A fe que otra
De mi casta
En riqueza
No me iguala.
   Nuestra Mona
La miraba
Con un gesto
De bellaca;
Y al fin dijo:
¡Patarata!
Has juntado
Lindas maulas.
Aquí tienes
Quien te gana
Porque es útil
Lo que guarda;
Sino mira
Mis quijadas.
Bajo de ellas,
Camarada,
Hay dos buches,
O panadas,
Que se encogen
Y se ensanchan.
Como aquello
Que me basta:
Y el sobrante
Guardo en ambas
Para cuando
Me hagan falta.
Tú, amontonas,
Mentecata,
Trapos viejos
Y morralla;
Mas yo, nueces,
Avellanas,
Dulces, carne
Y otras cuantas
Provisiones
Necesarias.
   ¿Y esta mona
Redomada
Habló solo
Con la Urraca?
Me parece
Que más habla
Con algunos
Que hacen gala
De confusas
Misceláneas
Y fárrago
Sin substancia.



En la Parábola se introducen personas en vez de animales: parábolas son las bellísimas del Hijo pródigo, de las Doncellas fatuas, &c. con que el divino Preceptor no se desdeñó de revestir las verdades que revelaba.

P. -¿Hay algunos otros poemas que pueden ponerse en la clase de didácticos?

R. -Hay el epigrama que es la relación de un hecho gracioso o de un dicho agudo y viene a ser como una muy corta satirilla27; la inscripción que es la leyenda que se pone al pie de una estatua, en el frontis de un edificio, &c.28 A la inscripción se asemeja el epitafio que es la que se graba en los sepulcros29; solo falta mencionar los romances y letrillas burlescos que son unas verdaderas sátiras, con aspecto más ligero y popular30.