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ArribaAbajoOrlando Enamorado

Diversas versiones del Poema de Boyardo, refundido por Berni


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ArribaAbajoLos borradores de la traducción del Orlando Enamorado

Esta parte de los borradores o manuscritos inéditos, corresponde a la traducción del poema Orlando Enamorado, de Boyardo, según la refundición italiana de Berni.

En el tomo I de estas Obras Completas hallará el lector, en la nota de las páginas 361-362, los datos bibliográficos esenciales referentes tanto al poema original italiano, como a la traducción incompleta que, tras prolongados años de elaboración, entregó Bello para la imprenta en 1862.

También respecto de esta traducción la Comisión Editora de Caracas, ha corrido con la buena suerte de encontrar y poder copiar íntegros los cuatro cuadernos manuscritos que corresponden a cuatro redacciones -alguna sólo muy fragmentaria-, que fue haciendo el Maestro, siempre retocando, cambiando o añadiendo nuevos rasgos, con afán de perfeccionamiento tan tenaz, que lo llevará a lograr la más acabada interpretación y versión al castellano que hasta el presente se haya hecho de esos versos de Boyardo-Berni.

Sin duda una justificada curiosidad nos asalta al encontrarnos con tan numerosas páginas en borrador, las cuales revelan en sus cuatro diversas copias -además de la quinta y definitiva que hubo de enviarse a la imprenta-, el asiduo y casi incansable empeño que puso Bello en perfeccionar semejante traducción.

Quizás el lector se haga espontáneamente esta pregunta: ¿por qué mostró Bello tanta predilección por el poema de   —136→   Boyardo?; ¿qué encontró en sus páginas para sentirse impulsado a trabajar con tanta dedicación en una versión, lo más acabada posible, que sólo alcanzó a los quince primeros cantos?

Su amplio conocimiento de los poemas de las varias literaturas europeas, le había conducido a llevar a cabo la traducción de poemas tan diversos como el Rudens de Paluto, el Sardanapalo y el Marino Faliero de Byron, Los Jardines de Delille y un fragmento de Los Nibelungos.

La elección de Bello, al emprender la traducción del Orlando Innamorato no ha podido ser explicada hasta hoy con ningún argumento cierto y definitivo. Menéndez Pelayo, que admiraba esta traducción hasta decir que era «la obra maestra de Bello como hablista y como versificador», señala únicamente que podrá lamentarse que en vez «de ejercitarse en Boyardo, no hubiera empleado el tiempo en alguno de los tres épicos mayores» de la literatura italiana; pero supone que tal vez «el gusto individual, la casualidad, el deseo de caminar por senderos menos trillados, bastan para explicar esta predilección»33. Pero además recuerda el mismo sabio crítico que «el Boyardo fue un poeta de no menor fantasía y seguramente de más inventiva que el Ariosto».

«Gusto individual», «casualidad», «deseo de caminar por senderos menos trillados», son razones de congruencia, pero que en realidad sólo tienen el valor de la suposición.

Quizás el interés de Bello por traducir el poema de Boyardo no pasó en un principio de mero pasatiempo literario.

En su estudio asiduo de obras importantes de la literatura medieval, debió advertir la labor de trasformación que en el Orlando original de Boyardo había llevado a cabo el refundidor Berni. Como bien anota el diligente biógrafo y discípulo de Bello, M. L. Amunátegui, el Orlando era en su origen un poema heroico-serio; pero Berni, «talento original hasta frisar a veces en la extravagancia, e inclinado a la   —137→   burla y a la sátira», trasformó aquel poema en otro heroico-cómico34. Y Bello, quien a pesar de la gravedad y mesura innegable de su vida y de sus estudios, parece haber sido un temperamento festivo, que no desdeñaba saborear los gratos momentos que la vida sabe brindar, tal vez encontró en las regocijadas estrofas de Berni un motivo muy humano y muy digno, al par que cónsono con sus actividades literarias, que le sirviese en muchos ratos como de portillo de escape transitorio, en medio de las graves y numerosas preocupaciones de todo orden que siempre lo asediaron, tanto en Londres como también en Chile.

Posiblemente esta actitud de parcial interés literario explica por qué, a pesar de sus largos años de vida, el Maestro no llegó a traducir sino una parte muy pequeña del poema, o sea sólo quince de los sesenta y nueve largos cantos de que consta el original.

La traducción, hecha con la laboriosidad y tino que estos borradores revelan, fue obra que, según nos dice el mismo Amunátegui, satisfizo al mismo Bello. Sin embargo, el biógrafo citado nos asegura también que don Andrés (en sus últimos años, seguramente), «lamentaba no haber empleado en la traducción de otra obra el trabajo y el tiempo que gastó en verter al castellano el poema de Berni»; y añade: «Varias veces le oí decir: -¿Cómo no se me ocurrió traducir en vez del Orlando Enamorado, la Jerusalén Libertada, que es más corta y de mayor mérito?»35.

Lo cierto es que también en esta empresa Bello dejó estampada, con rasgos indelebles, su huella de maestro. De esta traducción, como de la de otros poemas ya antes mencionados, entre ellos del Sardanapalo de Byron, declaró sin rebozo Menéndez Pelayo -crítico tan perspicaz en esta materia-, que: «En estas traducciones o adaptaciones Bello hizo milagros, y, atendiendo a algunas de ellas, sobre todo al largo fragmento del Sardanapalo y a los catorce cantos   —138→   que dejó traducidos del poema de Boyardo refundido por Berni, no se le puede negar la palma entre todos los traductores poéticos de la pasada generación literaria, que los hubo excelentes en España y América»36.

Pero el sabio crítico español atribuía a esta última traducción otro valor intrínseco mucho más trascendental, pues añade poco después de lo arriba citado: «Para mí la obra maestra de Bello, como hablista y como versificador, es su traducción del Orlando Enamorado, que incompleta y todo como está, es la mejor traducción de poema largo italiano que tenemos en nuestra literatura... Bello ha encabezado todos los cantos con introducciones joco-serias de su propia cosecha, en el tono de las de Ariosto; y así en ellas, como en la traducción de las octavas italianas, derrama tesoros de dicción pintoresca, limpia y castiza, dócil, sin apremio ni violencia, al freno de oro de una versificación acendrada, intachable, llena de variedad y de armonía, dignísima de estudio en las pausas métricas y en la variedad de inflexiones»37.

A tan cumplido cuanto justiciero elogio, baste añadir, en corroboración, lo que algunos años antes había escrito Caro, en su estudio de la obra poética de Bello, al afirmar que en aquellas octavas originales con que empieza cada canto, nuestro poeta, «siguiendo el estilo arióstico, pero sin las escabrosidades que lo afean, ostenta en el género cómico-heroico graciosa y urbana naturalidad, sobrio, decente y deleitoso gracejo»38.

LA COMISIÓN EDITORA.

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Advertencia sobre la versión del Orlando Enamorado

Se publica el texto de cuatro elaboraciones de Bello, que identificamos con las letras A, B, C, y D.

TEXTO A. Primera traducción hecha en Londres antes de 1829. Comprende los cantos I, II, III y un fragmento del IV.

TEXTO B. Segunda traducción hecha en Santiago de Chile.

TEXTO C. Corrección de la versión del texto B, muy próximo al texto de la última redacción, o texto D.

TEXTO D. Versión última, tal como se publicó en Obras Completas, Caracas, I. Comprende los cantos I a XIV.

*  *  *

El texto A, lo damos en primer lugar y por separado.

Los textos B y C los publicamos como variantes del texto D y al pie de página, en forma de nota. La mayoría de las variantes son del texto B. Se indica expresamente cuando son del texto C.

LA COMISIÓN EDITORA.



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ArribaAbajoOrlando Enamorado. Texto A39

(Traducción hecha en Londres)



ArribaAbajo[Canto I]

[Angélica]




De famosos en armas caballeros
toda la gran París estaba llena
de todas lenguas, armas, trajes, fueros,
ya de cristiana ley, ya sarracena;
que naturales llama y forasteros  5
el hijo de Pipino a corte plena
a do seguro cada cual viniese
como traidor o apóstata no fuese.
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   Por eso tanta gente de turbante40
no es de extrañar que a su llamado asista;  10
Grandonio que valiente fue y gigante,
y Ferraguto el de la torva vista,
y el pariente de Carlos, Balugante41,
Serpentín, Isolero, y otra lista
interminable de españoles claros,  15
según después la historia ha de contaros.
   La corte resonaba de instrumentos,
trompas, tambores, pífanos, campanas.
Vense con peregrinos paramentos,
palafrenes correr, correr alfanas;  20
¡oh! cuántas se descogen a los vientos
banderas ya moriscas ya cristianas.
¡Cuánta divisa allí! ¡Cuánta librea!
¡Cuánto penacho leve el aura ondea!
   Llegado de la fiesta el primer día,  25
Carlos, con imperial grandeza y gala,
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vestido de luciente pedrería
a reyes y señores hace sala.
Selecta y numerosa compañía
en opípara mesa se regala.  30
Fueron, según la historia que hoy explico,
los convidados ochenta mil y pico.
   A la tabla redonda está sentado
Carlos con sus valientes paladines;
y de la sala el contrapuesto lado  35
se cubre de alcatifas y cojines
de fino terciopelo y de brocado:
do se echan a comer como mastines
los sarracenos, gente que tenía
por mesa el suelo a fuer de paganía.  40
   De anchos salones espaciosa hilera
ocupa el gran concurso. El asturiano
rey, el de Lombardía, el de la fiera
Albión, el normando y el britano
bando fue el honor de la testera;  45
se ven a diestra y a siniestra mano.
Y siguen otros ordenadamente
—144→
en sitio, cada cual, correspondiente.
   Siéntanse luego duques y marqueses
y condes y barones más abajo.  50
Allí con Galalón los maganceses42
honra grande reciben y agasajo;
y triscan, y se burlan descorteses
del paladín Reinaldos43, porque trajo
no tan lucido tren como debía  55
en tan alegre y tan solemne día.
   Y haciendo diversión de la mostaza
juega el de Montalbán con la vajilla
pero entre dientes jura y amenaza
y dice en baja voz a la pandilla:  60
«Yo veré, si os encuentro por la plaza,
cómo sabéis teneros en la silla».
A solapa reían los ribaldos;
y monta en ira más y más Reinaldos.
—145→
   Balugante a la cara le miraba,  65
y leyéndole casi el pensamiento,
por un su trujamán le preguntaba
si era verdad que allí mejor asiento
a la riqueza que al valor se daba;
porque siendo español de nacimiento  70
de cristianos estilos no sabía
y dar lo suyo a cada cual quería.
   Riyó Reinaldo, y sosegado el pecho,
a Balugante así tornó el recado:
«Decidle, de mi parte, que sospecho,  75
aunque la ceremonia no he estudiado,
que al glotón en la mesa, y en el lecho
corresponde a la dama el mejor lado;
mas que cuando la espada usar se ofrece,
lleva la honra aquel que lo merece».  80
   Regocijado, en tanto, y dulce coro
de música por una y otra banda
se oye sonar; y grandes fuentes de oro
entran cubiertas de exquisita vianda.
Con la afabilidad templa el decoro  85
el rey francés y generoso manda,
aquí en la copa, aquí en la espada rica,
que a su rëal agrado testifica.
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   Alegremente el tiempo se pasaba
con bajo hablar en plática sabrosa.  90
Carlos que en tanta altura se miraba,
de gente rodeado tan famosa,
a toda la morisma despreciaba
cual polvo vil que el vendaval acosa;
cuando imprevisto caso de repente  95
puso en expectación toda la gente.
   Pues por la puerta de la sala bella
jayanes cuatro a cual más grande y fiero
entraron escoltando a una doncella
que acompañaba armado un caballero.  100
No es más hermosa que los labios de ella
temprana rosa: matinal lucero
cede la lumbre de sus ojos clara;
y si dijera el sol, no exagerara.
   Alda la linda, la del conde Orlando  105
estaba allí, y Clarisa, y Galiana,
y Ermelina de Urgel, representando
no sé si diga a Venus o a Diana,
sin otras muchas que al silencio mando;
—147→
flor de la gracia y la hermosura humana,  110
forman (?) indianas (?), sarracenas, godas,
mas esta dama las eclipsa (?) a todas.
   Se aguarda ver algún extraño caso
y atento a novedad, tan improvisa
deja el plato el glotón y el ebrio el vaso  115
y se quedó la sala como en misa.
Esta, al emperador paso entre paso
llega y con un mirar y una sonrisa
que a un tigre, a un bronce enamorar pudiera
a decir comenzó de esta manera.  120
   «Ínclito rey, de tu virtud la fama
y el nombre de tus bravos caballeros
que por toda la tierra se derrama
y ya toca a sus últimos linderos,
—148→
es el motivo que a la corte llama  125
estos que ves humildes forasteros
para tentar dificultosa prueba
en que codicia de alto honor los lleva.
   Este que a tu presencia hoy (ileg.)
es como su divisa manifiesta  130
el caballero del León, Uberto,
vístese la enlutada sobrevesta
porque fue de su casa echado a tuerto.
Y yo (ileg.) su hermana soy, que en ésta
errante vida bajo cielo extraño  135
huérfana miserable le acompaño.
   Cerca del Tana, donde el patrio nido
tuvo nuestra familia, antes que injusta
se le mostrase la fortuna; oído
el rumor de tu famosa justa  140
y corriendo, señor, hemos venido,
lejanas tierras, a la corte augusta,
imagen

El 19 de abril de 1810. Óleo sobre tela, por Juan Lovera.
(Pertenece al Concejo Municipal de Caracas.)

—[149]→

a conquistar el prez que la pujanza
corona: a la más diestra lanza.
   Esa rosa feliz, premio anhelado  145
más que si en oro y plata consistiera
y con razón que es el honor a honrado
pecho la recompensa verdadera.
Mas para dar fianza y abonado
testimonio de sí, mi hermano espera  150
que antes del gran certamen a que invitas
medirse con los tuyos le permitas.
Mas una condición poner desea,
contra la cual ninguna excusa valga:
que de su vencedor esclavo sea  155
todo el que en el justar vencido salga
—150→
y si aviene que a Uberto en la pelea
alguno de los otros descabalga,
a ser me allano prisionera suya,
y Uberto al Asia en paz se restituya.  160
   Pero porque a la pena alivio siente,
y late menos la amorosa llaga,
mientras la beldad tiene presente
que de delicias el pecho le embriaga,
desecha aquel recato impertinente  165
mira otra vez y más veneno traga,
como el enfermo que a la sed rendido,
osa empinar el vaso prohibido...
   La razón allá dentro le decía:
«Ah loco Orlando, ¿qué delirio es ése?  170
¿Consientes que una torpe fantasía
que ofende a Dios, te turbe y te embelese?
¿Dó está el valor, dó está la bizarría
que única al mundo hiciste se dijese?
Por el orbe no dabas tú un ochavo...  175
y aquí de una mujer te haces esclavo.
—151→
   «Mas ¿en qué peno yo, si lo que hizo
digno el cielo de amor, amo en efeto?
Ilusión sea, o sea oculto hechizo,
maligno influjo o superior decreto  180
(pues cuanto más lo apuro y sutilizo
menos de lo que sufro hago correto)
no hay al de amor ningún poder que iguale
y donde hay fuerza, la razón no vale».
   Así con el arpón en el costado  185
se queja el buen Roldán míseramente.
¿Qué mucho? Al duque Naimo44 ha blanqueado
la edad el pelo, y abrasar se siente.
Carlos, el mismo Carlos fue atrapado
(aunque tan sabio príncipe y prudente)  190
¡Cómo esas cosas puede esta hermosura
sobre la verde edad y la madura!
   Estaba todo el mundo embebecido
y en el común asombro y embeleso,
el moro Ferragú, que siempre ha sido  195
aunque español, de atolondrado seso
—152→
dos o tres veces se sintió movido
por entre todos a cargar en peso
con la tal dama, y en un tris estuvo
de ejecutarlo, ya, mas se contuvo.  200
   Malgesí45, nigromante caballero,
miraba atento aquel extraño grupo,
y no le aprovechó ser hechicero
su buen porqué de amor también le cupo.
Pero como un fullero a otro fullero  205
sus tretas rara vez recatar supo,
vio que se estaba urdiendo una gran trama
y que era de su oficio aquella dama.
   Carlos en tanto el tiempo entretenía,
y haciendo de galán a la doncella,  210
de diversos achaques se valía,
o para hablarla o para estar con ella.
Hartarse de mirarla no podía,
que le parece por extremo bella.
Al fin forzosamente la despide,  215
otorgándola todo lo que pide:
   Luego que en parte se miró segura,
del seno Malgesí sacó un cuaderno,
—153→
una fórmula mágica murmura,
y contestó en baladros el Infierno.  220
Negra visión de fea catadura
se le aparece con testuz de cuerno,
y dícele con voces de ira llenas:
«Francés descomulgado, ¿qué me ordenas?».
   «Averiguar quién es la dama quiero,  225
responde el mago, y qué designio tiene»;
«Angélica es su nombre verdadero,
(dice el demonio): a destruiros viene.
El reino del Catay46 en el postrero
levante Galafrón su padre obtiene  230
que el arte le enseñó de hechicería;
y aquel su hermano llámase Argalía.
—154→
   «No Uberto del León, que es fingimiento
hijo de la malicia y la cautela
de Galafrón, que el verdadero intento  235
de esta venida así disfraza y vela.
el mancebo es gentil; tiene ardimiento;
y cabalga un bridón que sin espuela
(tan velozmente corre) al viento alcanza.
Dióselo el rey su padre, y una lanza  240
   «Una lanza le dio maravillosa
que por la singular virtud que encierra
sale de todo encuentro victoriosa
y no hay cabalgador que no eche a tierra
hurtarle el cuerpo es imposible cosa,  245
y el que imagina resistirle, yerra,
que ni Reinaldos, ni Roldán, ni el mundo
si le da un tiento, guardará segundo.
   «De hadado arnés espada y todo cuanto
es menester, su padre le ha provisto  250
un anillo le dio de valor tanto
(merced a no sé que secreto misto)
que si en el dedo, a prueba está de encanto
si en la boca le trae, de nadie es visto.
—155→
Pero no tanto el viejo así se fía  255
en las armas y fuerzas de Argalía;
«como en la gran beldad de la doncella,
que hará los paladines uno a uno
salir al campo, ansiosos de obtenella;
donde vencidos sin trabajo alguno,  260
presos irán y al carro atados della;
y Galafrón saciando el importuno
rencor antiguo, esclava en el oriente
verá la flor de la cristiana gente».
   Malgesí que esto escucha, más no aguarda  265
y de aquel su demonio en compañía
vuela a deshacer la zalagarda
que aderezada Galafrón tenía.
Señoreaba ya la sombra parda
el mundo y reposaba el Argalía  270
sobre una blanda cama de brocado
bajo un gran pabellón iluminado.
—156→
   Duerme distante la princesa hermosa,
tendido por la yerba el rubio pelo,
bajo la copa de un laurel frondosa  275
a que salpica su tronco un arroyuelo.
Nadie dijera al verla que era cosa
terrena ni mortal, sino del cielo:
la mágica sortija tiene puesta
que todos los encantos contrarresta.  280
   Y en tanto el mago en su demonio vuela:
un buho por los aires parecía.
Desmonta al fin, y ve a la damisela
que entre frondosos árboles dormía
haciendo está un gigante centinela  285
los otros rondan la ribera umbría
que mientras el mancebo está en la cama
velan ellos en torno a la dama.
—157→
   Riose el mago y quiso al punto mismo
jugar a los bergantes una pieza.  290
Con el librejo en mano un exorcismo
refunfuñando él bajas voces reza:
asalta a todos cuatro un paroxismo:
se despereza cada cual, bosteza,
y repentinamente amodorrado  295
toma sus once o doce pies de prado
Leyendo estaba el mago a los reflejos
de la tienda, en su libro fementido,
y atisba a los gigantes desde lejos
que el conjuro fatal ha adormecido.  300
Del sabio Galafrón los aparejos
ya se figura haber desvanecido.
Y para no dejar la cosa en duda
pone mano a la espada y la desnuda.
   A la dormida niña asió del pelo  305
y a matarla iba ya cuando la cara
a mejor luz le vio, y en ella un cielo
que acobarda al valor y al bravo envara.
Quedó suspenso el mago, y como lelo;
y una voz pensó oir que así le hablara:  310
—158→
«¡Tonto cruel! ¿Así por qué matarme quieres?
No eres tú caballero: un zafio eres».
   Muda de intento ya, deja la espada,
y de asesino tórnase en amante.
En el cándido seno la turbada  315
vista trémulo ceba y palpitante.
Y creyendo tenerla aletargada
determina robársela al instante
y llevarla a París, que no era cosa,
teniendo a Belcebú, dificultosa.  320
   Pensaba con aquel encantamento
haberla adormecido de manera
que si roto estallase el firmamento,
de su letargo ni aun así volviera.
—159→
A poner fue por obra el loco intento  325
y no se le ocurrió (ni fácil era
se le ocurriese) que tener podía
Angélica el anillo de Argalía,
   aquel anillo mágico, exquisito
que todo maleficio desconcierta.  330
Ella despierta y de pavor da un grito.
Al grito el Argalí también despierta.
Salta del lecho y viendo en tal conflicto
la cara hermana, que a escapar no acierta
de los fornidos brazos de aquel bulto  335
a castigar corrió tamaño insulto.
   De la tienda el barón salió en camisa,
y agarrando un bastón descomunal,
(que se olvidó la espada con la prisa)
iba diciendo así: «Torpe animal,  340
¿te parece tal vez cosa de risa
—160→
hacer a una princesa escarnio tal?
Debes de ser sin duda un foragido:
a palos he de darte el merecido».
   «Preso le tengo, corre a atarle hermano,  345
dice la dama, este hombre es nigromante.
Gracias a que tu anillo tengo en mano;
a detenerle aun no eres bastante».
Mientras que por huir pugna el cristiano,
revuelve el Argalía hacia un gigante  350
que tendido a la larga, semejaba
no que dormido, mas difunto estaba.
   Mueve y remueve el vasto corpachón,
y como de vivir no da señal
el mísero gigante, un cadenón  355
le arranca de la porra, con el cual,
por más que el pobre mago en su aflicci[ón]
apelaba a su negro arte infernal,
aprisionado de tal modo fue
que ya no puede usar mano ni pie.  360
   Ella, como le vio que estaba atado,
ambas manos le metió en el seno,
y el libro le sacó descomulgado
todo de signos y figuras lleno.
—161→
Dos hojas no hubo en él deletreado,  365
cuando el aire se turba, brama el trueno
y roncas voces dicen de este modo:
«A tu servicio está el infierno todo».
   «Mándoos (la dama respondió) que en peso
llevéis este cuitado al padre mío,  370
y le digáis cómo sus manos beso
y que esta prueba de mi amor le envío.
Que, pues a Malgesí tenemos preso,
de cuantos quedan en París me río,
y que o muy mal nos andarán las manos  375
o poco hay ya que hacer con los cristianos».
   La cuadrilla infernal toma el portante,
y en volandillas al Catay le lleva,
do Galafrón al pobre nigromante
bajo la mar sepulta en una cueva.  380
Dase con el anillo en un instante
a los cuatro jayanes vida nueva;
que era en efecto su dormir de suerte
que poco discrepaba de la muerte.
—162→
   Y mientras esto en aquel sitio pasa,  385
recia contienda en el palacio había.
El conde Orlando, que de amor se abrasa,
ir a buscar al del León quería.
Dícenle los demás que se propasa,
que el querer preferir es demasía  390
donde a todos asiste igual derecho;
y que a favor ni a sangre pagan pecho.
   «Si es sobrino de Carlos, si es valiente,
otros tan buenos, dicen, hay en rueda».
Responde Orlando, que morir, consiente  395
primero que a ninguno el paso ceda.
«Yo estimo, dice Carlos, conveniente
que el arbitrio a la suerte se conceda:
cada competidor su nombre escriba
y esta urna las cédulas reciba».  400
   Escribe cada cual nombre y linaje:
las cedulillas urna de oro encierra.
—163→
Un pajecico viene que baraje;
saca otro pajecito; otro abre y cierra.
Mete la mano, y una saca el paje.  405
Dice la letra: Astolfo de Inglaterra.
Síguese Ferragú; tiene el tercero
lugar Reinaldo; el cuarto Bellenguero.
   Tras éste va Grandonio el corpulento
y tras Grandonio, Serpentino, y cuando  410
a Serpentino le hubo dado el viento,
Carlos con gran prosapia va asomando.
Y para no cansaros con el cuento
salieron más de treinta antes que Orlando.
¡Desventurada cédula! ¡Siquiera  415
no haber sido la cuarta o la tercera!
   El paladín Astolfo, que menciona
la historia en esta parte, fue un mancebo
rico, galán, gentil de su persona,
y entre las damas, un Adonis nuevo.  420
Fue guapo y fue locuaz. De la sajona
raza del trono inglés era renuevo.
Dice Turpín que tuvo una faltilla
no acostumbraba a calentar la silla.
   El duque Astolfo sale armado a plaza  425
de una fina coraza reluciente
—164→
pintada lleva en el pendón que embraza
el leopardo, insignia de su gente,
un soberbio diamante en la coraza
en el yelmo un rubí que, ciertamente,  430
más que una gorda nuez era crecido,
de las más gordas que jamás ha habido.
   Monta el inglés un alazán roano;
y de su estampa haciendo alarde, nada
en roja seda el animal lozano  435
de lumbrosos leopardos recamada.
Hácele dar corvetas por el llano
Astolfo, cuando llega a la estacada.
Empuña la corneta y desafía
con retumbante son al Argalía.  440
   Estaba el del Catay apercibido
y ya a medirse con Astolfo viene;
su hermana de escudero le ha servido;
el freno y el estribo ella le tiene.
—165→
Negro el mancebo se estrenó un vestido  445
y el del caballo en el color conviene
la bella lanza lleva, nunca vista,
a la cual no hay pujanza que resista.
   Después que el uno al otro ha saludado
y el pacto de la lid de nuevo jura,  450
toman campo los dos con reposado
continente y serena catadura.
Luego revuelven y en mitad del prado
a ensayar van su fuerza y su ventura;
mas en el choque Astolfo de Inglaterra  455
echa piernas al aire y viene a tierra.
   Astolfo, a tal extremo reducido,
decía a la fortuna mil pesares:
«¿Qué te hice yo, destino malnacido
para que en daño mío te declares?  460
¿No pude otra ocasión haber caído?
¿Eternamente me has de echar azares?».
Y otras razones añadió que callo
maldijo escudo, estribo, armas, caballo.
   Entre estas vanas quejas, un jayán  465
le lleva de la mano al pabellón;
—166→
los otros tres a desarmarle van,
y queda el duque en calzas y jubón.
Mas donde faldas hay, cuerpo galán
no necesita recomendación  470
de Angélica recibe y de Argalía
todo honor y agasajo y cortesía.
   Solo y sin guardia junto al agua pura
Astolfo desahoga su despecho;
Angélica se embosca en la espesura,  475
y sin dejarse ver le está en acecho;
y luego que la noche cierra oscura
le lleva a reposar a un rico lecho.
Mas le deja, y su custodia fía
a los cuatro gigantes y a Argalía.  480
   No bien la tierra vio el albor primero,
al aplazado sitio se avecina,
armado Ferragú de limpio acero
y suena desde luego la bocina.
Monta a caballo el otro caballero,  485
y a su nuevo contrario se encamina
que dejando preámbulos avanza
llevando en ristre la robusta lanza.
   Mas del bridón del Argalí un breve
—167→
bosquejo es fuerza que yo aquí despache;  490
aunque el no encarecer como se debe
su gran bondad recelo se me tache.
La frente, cola y pies tiñó de nieve;
era, por lo demás, un azabache
Rabicán se llamaba, y dicho queda  495
que no hay ave, ni viento que le exceda.
   No hubo caballo que a la par corriese,
ni el mismo Brilladoro47 ni Bayardo.
Pero por presto y por veloz que fuese,
a Ferragú le ha parecido tardo;  500
que rabia por dejar mal que le pese,
sobre la arena el contendor gallardo;
y ansioso de decir: «La dama es mía»,
cada minuto se le antoja un día.
   Los cumplimientos, pues, dejando a un lado  505
como una flecha a su contrario corre.
En el terrible encuentro que se han dado
se mantuvo Argalí, como una torre.
—168→
Mas el valiente moro es derribado
por más que del estribo se socorra.  510
Sintiéndose caído en tanta ira
el pecho se le abrasa, que delira.
   Por tres cosas un hombre alza el copete
verdes años, amor, o genio altivo
pues Ferragú que contaba veintisiete,  515
y tiene un natural soberbio, esquivo
y está de amor el pobre hasta el gollete,
me parece que tuvo harto motivo
para perder paciencia y juicio y todo,
mirándose afrentado de este modo.  520
   Y afrentado a la vista de su dama
y por uno, que ser le parecía
caballero novel de poca fama
que no hilaba mostacho todavía
bramando como un toro de jarana  525
sacó la espada, y sobre el Argalía,
con la amenazadora punta en alto,
pensando hacerle trizas, dio un gran salto,
   «Aparta, aparta, loco (el caballero
—169→
del Catay le gritó) yo no me bajo  530
a lidiar con quien es mi prisionero».
Mas Ferraguto echando espumarajo,
«Si tú lidiar no quieres, yo sí quiero»,
dice, y le descargó tan fiero tajo
que si otro arnés el Argalía llevara  535
pudo salirle la venida cara.
   Acuden los jayanes presto, presto,
a castigar tan desusado ataque.
Es de los cuatro el más pequeño Argesto,
Lampuzo se le sigue, que es gran jaque,  540
y Ulgán, que frunce a todo el mundo el gesto,
y no por eso es menos badulaque,
y el último, Turlón, viviente asombro
a que ninguno dellos llega al hombro.
   Acércase Lampuzo y tira un dardo  545
que si encantado Ferragú no fuera,
hallara en su valor débil resguardo,
y por la opuesta banda le saliera.
No hubo gato jamás, no hubo leopardo,
ni ráfaga en la mar, que invierno altera,  550
ni exhalación tan presta el aire cruza,
a cuya vista el vulgo se espeluza.
   Cual cierra el español con su enemigo,
y como si cortara blanda pasta,
ábrele la ventrera hasta el ombligo  555
y el crudo acero en el redaño engasta.
—170→
Cayó Lampuzo, mas no aquel castigo
a Ferraguto embravecido basta,
antes de nueva furia se reviste
y a Ulgano ahora, que le amaga, embiste.  560
   Dobló Ulgano el gran cuerpo, cuanto pudo,
pensando asirle vivo, mas de punta
esgrimiendo el contrario, el hierro agudo
entero le envasó por do se junta
el cuello al tronco. El figurón membrudo  565
con el ansia mortal se descoyunta.
Sangriento bambolea, ya Mahoma
invocando en su lengua, se desploma.
   Argesto en tanto a Ferragú la clava
en la nuca sentó de tal manera,  570
que en sangre las narices le bañaba
y, a poco más, le echase el alma fuera.
Pero revuelve el moro y una brava
cuchillada al jayán da en la cadera,
que, rebanado el jueso y los riñones,  575
le hace salir la sangre a borbotones.
   Mas vese aquí en grave riesgo Ferraguto,
pues no hay contra Turlón quién le socorra.
—171→
Turlón, crüel, desaforado, bruto,
que se le viene con la herrada porra.  580
Parece ahora el resistir sin fruto.
¿De qué le servirá que salte o corra?
Agilidad y fuerza en vano apura
pues no le llega al monstruo a la cintura.
   A las piernas el moro el golpe asesta,  585
a la cabeza el bárbaro gigante.
Rompió la maza en átomos la cresta,
casco, visera, y cuanto halló delante.
Y resurtió de la encantada testa
más que el acero dura y que el diamante;  590
pero allá dentro le atronó el sentido
y le hizo dar en tierra amortecido.
   Al mismo tiempo que también caía
con una y otra pierna rebanada
Turlón y revolcándose mugía  595
cual en el coso res desjarretada.
Habíase apartado el Argalía,
por no emplear en Ferragú la espada.
Desmonta ahora, y el caballo arrienda
y manda que le lleven a la tienda.  600
   Donde volviendo en sí, protesta y jura,
que prisionero ni será, ni ha sido.
«¿Soy vasallo de Carlos por ventura
para ser en sus pactos comprendido?
Enamorado estoy de una hermosura;  605
y a ganarla por armas he venido,
—172→
La lid no ha de acabarse de otra suerte;
o me la entregas, o te doy la muerte».
   Dormía Astolfo en tanto a la bartola;
pero ya es fuerza que los ojos abra,  610
tal es el estrüendo y batahola.
Dirige a entrambos la palabra
queriendo meter paz. En la española
pertinacia el moro nada labra
predica Astolfo, y él se está en sus trece.  615
Cuanto le dicen más, más se enfurece.
   «¡Insensato! ¿No ves, dice Argalía,
cuán por demás la resistencia fuera?
¿Piensas tener el yelmo todavía
que dejaste hecho añicos allá fuera?  620
O aquí te me rindes, o por vida mía
te mato; lo que eliges, considera.
No me provoques más, que el verte inerme
ya no podrá más tiempo contenerme».
   «No digo el morrión, mas si el escudo  625
y la armadura me faltase entera
tú armado como estás, y yo desnudo,
(responde Ferragú) no temïera.
—173→
Deja que temerario y testarudo
me exponga yo a la suerte que me espera.  630
¿Qué te va en ello a ti, si el riesgo es mío?
Callen las etiquetas y hable el brío».
   Pareció ya este arrojo demasiado
al del Catay, que hirviendo en justa ira
cuando por uno a quien haber matado  635
pudo sin pena, provocarse mira,
salta a caballo y grita demudado:
«El que te piense persuadir delira
mas de esta espada hacer sabrán los filos
que aprendas, malandrín, otros estilos.  640
   «Monta a caballo, pues, toma el acero,
ya que quieres combatir, combate.
No pienses que cortés, como primero,
por verte desarmado, no te mate,
que es justo a quien de honor quebranta  645
que cual villano, y cual follón se trate.
Ven a donde te dé la espada mía
marrano, una lección de cortesía».
—174→
   Riyóse Ferragú desta amenaza,
como de cosa que en muy poco estime.  650
Corre brioso. El ancho escudo embraza,
monta a caballo, y el acero esgrime.
«Venga, le dice, venga la rapaza,
y deste empeño mi valor te exime
por amor della; donde no, te advierto  655
que ya te debes reputar por muerto»,
   No se supo qué dijo el Argalía
que el enojo a la voz le echaba un nudo.
Furioso el uno al otro acometía:
caballo urge a caballo, escudo a escudo.  660
La tremenda batalla parecía
el orbe contemplar suspenso y mudo.
Mas mi cansado pecho que flaquea
quiere que en otro canto dicha sea.

  —175→     -[141]-  

   De paladines y otros caballeros
   de un cabo al otro estaba París llena
   de naturales y de forasteros,
   de bautizada gente y sarracena;

V    de todas clases y de todos fueros
   que proclamaba Carlos corte plena
   do cada cual viniese asegurado
   como traidor no fuese renegado.

  -[142]-  

9-24:



   Por esto allí de la española gente
   número tanto extraño no es que asista;
   Grandonio que gigante fue y valiente,
   y Ferraguto el de la torva vista,

V    y Balugante de Carlos pariente
   Serpentín, Isolero y otra lista
   interminable de varones claros,
   según después la historia ha de contaros.
   Resonaba la corte de instrumentos,

X    trompas, tambores, pífanos, campanas.
   Vense con peregrinos paramentos,
   los palafrenes ir y las alfanas.
   Despléganse pendones a los vientos
   de gentes mil vecinas y lejanas.

XV Lo que hubo de oro allí, púrpura y seda
   no hay voz humana que decirlo pueda

iii



de todas gentes, lenguas, trajes, fueros;

  -[142]-  

xiv-xvi



De naciones vecinas y lejanas.
Lo que hubo de oro allí, de plata y seda
no hay voz humana que contarlo pueda


no hay voz mortal que numeraros pueda.


no hay voz mortal que referiros pueda


no hay número ni precio a que no exceda
el oro que hubo allí, la plata y seda.

25-40:



   Luego que a la justa llegó el día,
   Carlos, de cortesía espejo y gala,
-[143]-
   las imperiales ropas se vestía,
   y a reyes y magnates hizo sala.

V    Jamás junta se vio tal compañía
   como en banquete opíparo regala.
   Dicen fueron allí los convidados
   veinte y dos mil y treinta y tres contados.
   Carlos que de alborozo rebosaba,

X    en medio de sus nobles paladines
   a la tabla redonda se sentaba;
   y la testera opuesta de cojines
   y de alcatifas toda llena estaba,
   do se echan a comer, como mastines,

XV los sarracenos, gente que tenía
   por mesa el suelo a usanza de Turquía.

xiv-xvi



la muchedumbre bárbara acechaba,


do la morisma bárbara acechaba,
que la tierra de mesa le servía
según usanza fue de paganía.

41-48:



   Soberbias mesas luego en larga hilera
   dispuestas a una mano y otra son;
   de testas coronadas la primera.
   Allí un inglés, un lombardo, un bretón

V    fueron sentados a la cabecera;
   Otón, y Seridorio, y Salomón

ii



a la diestra y la siniestra se pusieron


a la diestra y la siniestra se sirvieron


vense a la diestra y la siniestra mano
-[144]-
y otros monarcas sucesivamente,
en sitio, cada cual correspondiente.

49-56:



   Síguense en otras duques y marqueses;
   condes y caballeros más abajo
   Galalón y otros maganceses
   grande honra allí reciben y agasajo.

V    Haciéndose del ojo, descorteses
   mofan al buen Reinaldos, porque trajo
   pocos arreos; y él viendo la chufa,
   de cólera y enojo está que bufa.

57-64:



   Esfuérzase con todo a reprimilla,
   y con el plato juega y con la taza
   entre dientes diciendo: «Oh vil cuadrilla
   yo veré si os encuentro por la plaza,

V    cómo sabéis teneros en la silla;
   archivo de traiciones, mala raza;
   que haceros pienso, si a la lanza apelo
    uno tras otro ir trabucando al suelo».

iii



entre dientes diciendo: «Oh vil pandilla

vii-viii



que haceros he, si a espada o lanza apelo
ir trabucando uno tras otro al suelo.

  -[145]-  

68:



   si es verdad que en París mejor asiento

73-80:



   Riyó Reinaldo, y sosegado el pecho,
   a Balugante así volvió el recado:
   «Decidle, que os he dicho, que sospecho
   aunque las etiquetas no he estudiado

V    que en la mesa al glotón y que en el lecho
   suele tener la dama el mejor lado;
   mas que cuando la espada usar se ofrece
   es la honra de aquel que la merece».

vi



suele darse a la dama el mejor lado

viii



es la honra de aquel que la merece


tiene la honra aquel que la merece

81:



   Ellos estando en esto, alegre coro

83:



   se oyó sonar y grandes platos de oro

86-88:



   el grande Emperador, y en torno manda
   a éste la copa, a aquél la joya rica,
   que a cada cual su agrado significa.

  -[146]-  

94-96:



   como arena del mar que el viento acosa,
   cuando un suceso a todos de repente
   la vista a un tiempo arrebató y la mente.

100-104:



   a quien acompañaba un caballero.
   Parecía la oriental lucida estrella,
   y si digo que el sol nada exagero;
   o si hay en lo creado otra hermosura.
   Jamás se vio tan linda criatura.

   y si digo que el sol mismo, no exagero;
   en suma era un portento de hermosura.
   Jamás se vio tan linda criatura.

105-112:



   Estaba allí Clarisa48, y Galerana49
   Ermelina de Urgel50, Alda de Orlando51
   ésta una Venus, la otra una Diana;
   sin otras muchas, que no voy contando,
   flor del donaire y de la gracia humana;
   mas con aquélla todas eran, cuando
   se dejó ver, como la rosa bella
   con el lucero, o con el sol la estrella.

  -[147]-  

   La esposa estaba allí del conde Orlando,
   Ermelina, y Clarisa, y Galiana,
   con otras muchas que al silencio mando,
   flor del donaire y la belleza humana;
   mas con aquélla parecieron, cuando
   dejó ver su hermosura soberana
   lo que parece con la rosa bella
   el lirio humilde, o con el sol la estrella.

113-120:



   Quién deja el plato, y quién olvida el vaso
   atento a novedad tan improvisa.
   Todos aguardan un extraño caso
   y quedó la gran sala como en misa

V    acércase ella a Carlos paso a paso,
   luego con un mirar y una sonrisa,
   que a un tigre, a un bronce enamorar pudiera,
   en baja voz habló de esta manera.



   Deja el glotón el plato, el ebrio el vaso
   luego que el bulto celestial divisa;
   a todos pasma el imprevisto caso
   y se quedó la sala como en misa.

Va    Ella a Carlos se acerca paso a paso;
   y al fin con un mirar, una sonrisa,
   que a un tigre, a un bronce enamorar pudiera
   en voz baja empezó de esta manera:

ia



El plato deja el glotón, el ebrio el vaso

iiia



todos aguardan algún raro caso


todos aguardan un extraño caso

viiia



dícele en baja voz de esta manera:

123-128:



   que por el orbe todo se derrama,
   y aunque pasa ya sus últimos linderos,
-[148]-
   el incentivo fue, que el pecho inflama
   de estos que ves humildes forasteros,

V    a acometer dificultosa prueba
   a que codicia de alto honor los lleva.
   Y para serte en breve manifiesta
   la causa que nos trajo, ten por cierto
   ser éste que ha venido a ver tu fiesta

X    el caballero del León, Uberto,
   y cúbrese de negra sobrevesta
   porque fue de su casa echado a tuerto,
   y yo, también a tuerto desterrada
   su hermana soy Angélica llamada.

xi



y vístese la negra sobrevesta


vestido ha la negra sobrevesta


vistióse la enlutada sobrevesta
porque fue de su patria echado a tuerto,


y carga la enlutada sobrevesta

vii-viii



y yo, si de saberlo alguien se afana
Angélica me llamo y soy su hermana


y yo del mismo tronco inútil ramo
su hermana soy y Angélica me llama.

139-144:



   se mostrase fortuna; a nuestro oído
   Llegó el rumor de aquesta insigne justa;
   y corriendo, señor, hemos venido
   provincias mil, a tu presencia augusta,

V    a conquistar el prez glorioso della
   que nos han dicho es una rosa bella.

  -[149]-  

   Y nos será mis grato ciertamente
   que si el tesoro más precioso fuera;
   que a un magnánimo pecho es suficiente

X    que el título de honor se le confiera.
   Mi hermano, pues, aguardará valiente
   a todo el que con él medirse quiera;
   moro o cristiano; o quien el duelo admita
   a la columna de Merlín le cita.

vii-xiv



Y nos será más grato ciertamente
que si un tesoro de alto precio fuera;
que a un generoso pecho es suficiente
que el título de honor se le confiera.



    Armado aguardará del pie a la frente
   mi hermano a quien con él medirse quiera;
   moro o cristiano; y que descienda, pide,
   al padrón de Merlín, donde reside.

viia-viiia



A quien cristiano o moro el duelo admita
al padrón de Merlín le emplaza y cita


Moro o cristiano, si bajar le agrada


Moro o cristiano, si venir le agrada
al padrón de Merlín, que es su morada,


Todo el que de lidiar tuviese gana
al padrón de Merlín venga mañana.

153-160:



   Con una condición es la pelea,
   sépala todo el que a la arena salga:
   que el que abatido del arzón se vea,
   al instante se rinda, y sin que valga

V excusa alguna, prisionero sea;
   y si alguien a mi hermano descabalga
   habráme en premio, y él, libre como antes,
   marcharse podrá en paz con sus gigantes.

i-viii



Mas una condición poner desea,
sépalo todo aquel que a la lid salga:
-[150]-
que el que abatido fuera, esclavo sea
del vencedor, y excusa no le valga;

Va   y el que premio mejor a mí me crea,
si en el justar a Uberto descabalga,
tenerme pueda por esclava suya
y Uberto al Asia en paz se restituya.

iiia



V el que abatido del arzón se vea


que quien vencido en el justar se vea

157-158:



   aquel que en la lid vencido salga,
   y si tal vez a Uberto en la pelea

119:



   sea yo, si le place, esclava suya,

161-168:



   Mas porque el grave ardor siente aliviado,
   y menos late la amorosa llaga,
   mientras está en el rostro embelesado
   que las potencias de delicia embriaga,
   la vergüenza otra vez echando a un lado
   alza los ojos y el veneno traga

171-172:



   ¿No adviertes el error que te extravía,
   sin que de hacer ofensa a Dios te pese?

176-184:



   y aquí de una rapaza eres esclavo.
-[151]-


   Y ya de una rapaza eres esclavo.
   «¿Mas qué si una rapaza fue a rendirme
   bastante? ¿Cómo pudo el alma mía
   contra mayor pujanza hacerse firme?
   ¿O qué reparo contra el golpe había

V    con que un brazo invisible supo herirme?
   Encanto sea, dolencia o fantasía,
   ella no hay al de amor poder que iguale,
   y donde hay fuerza, la razón no vale».

ii



¿Más de qué modo pudo el alma mía

185-192:



   Así con el arpón en el costado
   se quejaba de amor míseramente.
   Mas Naimo a quien el pelo han blanqueado
   los años, poco menos amor siente.

V    Que más he de decir. Fue aprisionado
   Carlos el sabio, Carlos el prudente.
   ¡Tanto pueden las niñas de una niña
   en la madura edad y en la lampiña!

vii-viii



¡Cómo esas cosas puede una basquiña


Vence, encadena, arrastra una basquiña
a la madura edad y a la lampiña.

195-200:



   Ferraguto insolente y atrevido
   y, aunque español, de atolondrado seso
-[152]-
   arremetió tres veces decidido
   a alzarla en brazos y llevarla en peso,
   y ya en un tris de ejecutarlo estuvo,
   mas el respeto a Carlos le contuvo.

201-208:



   Malgesí, nigromante caballero,
   observa atento aquel extraño grupo,
   y viendo el rostro angélico, hechicero,
   su buen porqué de amor también le cupo.
   Pero como un fullero a otro fullero
   no es fácil ocultarse, calar supo
   que de su mismo oficio era la dama
   y que se estaba urdiendo alguna trama.

210-211:



   y mostrándose afable a la doncella,
   de este y aquel achaque se valía,

215:



   Al fin le fue forzoso, la despide,


   Siéndole al fío forzoso, la despide,

217-224.



   Apenas el festín fue concluido,
   del seno Malgesí sacó un lebrete.
-[153]-
   Quiere ver qué embeleco hay escondido,
   y qué es lo que la dama se promete.

V   Reza, y rezando un ronco acento ha oído.
   Es un demonio el que la bulla mete.
   He aquí que sale, y con voz de ira llena
   pregunta al mago qué es lo que le ordena.

i



Y no bien se hubo del salón partido

  -[153]-  

   Apenas el festín es terminado,
   del seno Malgesí sacó un cuaderno,
   en él a murmurar ha comenzado
   y a sus murmurios respondió el Averno.

Va    El suelo se rasgó, y un azorado
   diablo de largo y retorcido cuerno
   dice al mago en voces de ira llenas:
   «Francés maldito, ¿qué es lo que me ordenas?».

iva-via



y al refunfuño respondió el Infierno.
Abriéndose la tierra un azorado
ángel salió con el testuz de cuerno

225-232:



   Responde el mago: «Que tú digas quiero
   quién es ésta y a qué es lo que viene».
   «Es enemiga vuestra, dice el fiero
   diablo, a causaros grave daño viene.

V    El reino del Catay en el postrero
   levante Galafrón su padre tiene.
   Él es contra vosotros quien la envía;
   y aquel su hermano llámase Argalía.

i-ii



«Saber quién es la dama errante quiero,
responde el mago y con qué intento viene».


«Saber qué dama es ésta me conviene.


Responde Malgesí, «que digas quiero
quién es aquella dama y a qué viene».

  -[154]-  

233-246:



   «No Uberto que es engaño malicioso
   de aquella toda fraudes y cautela.
   No hay pecho, como el suyo, artificioso.
   De hechicerías poner pudo escuela.

V    El joven, que alentado es y brioso
   monta un bruto gentil, que, sin espuelas
   el viento que le siga, no le alcanza...
   Dióselo el rey su padre, y una lanza
   «cubierta de oro, y de labor vistosa,

X    que una virtud de gran quilate encierra
   que a quien tocare, es necesaria cosa
   desocupe la silla y vaya a tierra.
   Fuerza o maña es con ella infructüosa,
   y el que pensase resistirle yerra

249-256:



   «De encantada armadura, espada y cuanto
   es menester, su padre le ha provisto.
   Diole un anillo, prodigioso tanto
   que quien le lleva en la boca no es visto,

V    y quien al dedo, a prueba está de encanto
   que tal es la virtud de raro misto.
-[155]-
   Pero en lo que él con más razón se fía
   que en cuantas armas lleva el Argalía;

i



«De fina espada, hadado arnés y cuanto

iii



un anillo le dio de poder tanto

  -[155]-  

vii-viii



Pero en lo que el astuto viejo sí se fía
más que en el brazo y armas de Argalía

Mas no tanto en las fuerzas de Argalía
el viejo astuto, ni en sus armas fía

257:



   «es en la gran beldad de la doncella

260:



   donde abatidos sin trabajo alguno

262-264:



   y saciando el antiguo odio importuno,
   en su poder cautiva el rey prudente


   cautiva Galafrón seguramente
   verá la flor de la cristiana gente».

265-272:



   Malgesí que esto escucha, más no aguarda;
   mas al instante toma su partido.
   En busca va de Angélica gallarda
   el intento frustrar con que ha venido.

V   Señoreaba ya la noche parda
   el mundo; el Argalí yace dormido
   bajo una rica tienda iluminada
   a la columna de Merlín plantada.

   El mago, que la oculta zalagarda
   del viejo Galafrón frustrar quería
   apenas esto escucha, más no aguarda,
   sino de su demonio en compañía

Va   a frustrar la intentada zalagarda,
   al padrón de Merlín se dirigía

  -[156]-  

273-280:



   Duerme no lejos dél la bella hermana,
   tendido por la yerba el rubio pelo
   bajo la copa de un laurel lozana
   cerca del cual murmulla un arroyuelo.

V   No semeja mujer, no cosa humana,
   sino algún ángel bajado del cielo:
   aquel precioso anillo tiene al dedo
   contra quien hechizo no hay que valga un bledo.

i



Yace distante dél la hermana hermosa,


Distante dél Angélica divina

iii-viii



bajo la copa de una verde encina
a cuyo pie murmulla un arroyuelo.
Y cierto no semeja cosa humana,
semeja un ángel bajado del cielo:
y tiene al dedo aquel anillo extraño
con el cual no hay hechizo que haga daño.


y con la sortija preciosa puesta al dedo
con quien no hay que tener a hechizos miedo


al dedo tiene la sortija hermosa

281-288:



   Iba en el Diablo, Malgesí montado,
   y un neblí por los aires parecía:
   calando luego sobre el verde prado
   calladamente vio a la que dormía

V   que la custodia un gigantazo armado.
   Rondan los otros la ribera umbría,
   que su oficio es guardar la damisela,
   y mientras ella duerme, estar en vela.

v



de centinela está un gigante armado

vii-viii



que era su oficio custodiar la dama
mientras el caballero está en la cama.

  -[157]-  

291-296:



   Saca su libro, a todo el gigantismo
   un grave sueño asalta mientras reza.
   Vencido del narcótico exorcismo
   bosteza cada cual, se despereza

V    y toma en fin sus doce pies de prado.
   La espada Malgesí ha desenvainado;

299-300:



   y otea a los gigantes desde lejos
   que al soporoso encanto se han rendido

302:



   haber imaginado haber destruido


   imaginaba haber destruido


   ya se figuraba haber destruido

305-312:



   Vase sobre la dama y con intento anhelo
   de matarla iba a herir cuando a más clara
   luz a ver acertó en su cara un cielo
   que el brazo a un tiempo y el valor le envara.

V    (ileg.) quedó, y hecho de yelo
   y una voz pensó oir que así hablara:
   «¿Tú a tal belleza dar la muerte quieres?
   Eres un sandio; un bruto; un mármol eres».
-[158]-
   Muda de intento, pues, deja la espada,

X    y de asesino tórnase en amante.
   A ver se inclina aquella delicada
   beldad, trémulo todo y palpitante.
   Y viendo la ocasión afortunada,
   que se le brinda y pone por delante,

XV resuelve aprovecharse prontamente
   y hacer su gusto en la hermosa durmiente.

ix



Mudó de intento, pues, deja la espada,


Mudando de intención, deja la espada,

xi-xii



A mirar se inclinó la delicada


A mirar se inclinó la aletargada
ninfa, trémulo todo y palpitante.


belleza, tembloroso y palpitante.

xv-xvi



resolvió aprovecharla sin tardanza:
a la dormida niña se abalanza.


aprovecharla a su sabor procura:
saca su libro y otra vez murmura.

321-328.



   Imaginando haberla sepultado
   con su exorcismo en sueño tan profundo
   que si de sus quiciales arrancado
   el último estallido diese el mundo,
   no recordara; los brazos le ha echado
   de amorosa impaciencia furibundo
   sin ocurrirle que tener podía
   al dedo la sortija de Argalía,

   Creyendo haber en ella derramado
   el gran sueño que el sentido absorbe
   y que no despertara si arrancado
   de sus cimientos estallase el orbe;
-[159]-
   estréchala en sus brazos el cuitado
   sin pensar que haya cosa que le estorbe
   su mal intento y que tener podía
   Angélica el anillo de Argalía,

329-336:



   Aquel anillo insigne y exquisito
   que todo encanto rompe y desconcierta.
   Ella despierta, y de pavor da un grito.
   Al grito el Argalí también despierta.

V    Salta desnudo, y en aquel conflicto
   viendo a su hermana, que a lanzar no acierta
   de sí aquel hombre, que la estrecha al seno
   vase sobre él de enojo y furia lleno.

ii-iii



que todo encanto rompe y hace vano
Ella recuerda, y de pavor da un grito

vii-viii



a la dama que lucha mano a mano
con el malvado que la estrecha al seno

337-344:



   Pero la espada habiéndose dejado
   una estaca agarró descomunal,
   que la fortuna allí le ha deparado,
   y gritando corrió: «Bruto animal,
   ¿a una dama que duerme crees osado
   de hacer escarnio y desvergüenza tal?
   Debes de ser sin duda un foragido
   a palos te he de dar tu merecido

   La espada con la prisa se ha olvidado
   mas un descomunal garrote asiendo,
   que la fortuna allí le ha deparado,
   «¿Quién eres, malandrín (iba diciendo)
-[160]-
   que a una dama dormida eres osado
   de hacer escarnio tal? Mas ya comprendo
   eres algún villano mal nacido:
   a palos he de darte el merecido».

345-351:



   «Ven, ven a atarle, ella clamaba, hermano,
   mientras le tengo, que es un nigromante;
   y a no ser que tu anillo está en mi mano
   a prenderle no fueras tú bastante».

V    Mientras la dama asida está al cristiano,
   el Argalí revuelve hacia un gigante
   que tendido a la larga parecía.

353-368:



   Mueve y remueve aquella vasta mole,
   sin que de vida indicio alguno dé.
   Una cadena entonces desatóle
   de la clava, y con ella al mago fue.

V    Codo con codo y pie con mano atóle,
   que no pudo mover mano ni pie.
   Esto su negro estudio le valió:
   de su ciencia una niña se burló.
   La cual como le vio que estaba atado,

X    la mano luego le metió en el seno,
   y aquel libro le halló descomulgado
   todo de signos y figuras lleno.
-[161]-
   Y no hubo en él dos hojas murmurado
   cuando el aire se turba, brama el trueno

XV y mil baladros dicen de este modo:
   «Pronto a servirte está el Infierno todo».

xv-xvi



y dicen mil baladros de este modo:
«A tu mandato está el infierno todo».


«A tu obediencia está el Infierno todo».

369-370:



   «Llevéis este cautivo al padre mío,
   y le diréis cómo sus manos beso

377-384:



   La legión infernal tomó el portante,
   y en volandillas al Catay le lleva,
   en donde Galafrón al nigromante
   bajo la mar sepulta en una cueva.

V    Con el anillo Angélica al instante
   da a los cuatro jayanes vida nueva;
   que era en efecto su dormir de suerte
   que se distingue apenas de la muerte.

iii



do el viejo Galafrón al nigromante

viii



que poco se distingue de la muerte.

vii-viii



levántanse confusos, azorados,
los ojos revolviendo a todos lados.

  -[162]-  

385-392:



   Y mientras esto en aquel sitio pasa,
   en el palacio gran contienda había.
   Orlando que de amor es una brasa,
   marcharse al Poste de Merlín quería,

V    Dícenle los demás que se propasa,
   y querer preferir es demasía,
   donde a todos asiste igual derecho;
   que ni a favor ni a sangre pagan pecho.

ii



fiera contienda allá en la corte había.

iv



al del León ir a ensayar quería

vi



y que ser preferido no debía,

viii



pues ni a favor ni a sangre pagan pecho.

393-400:



   «Si es de Carlos sobrino, y si es valiente
   que tan buenos como él los hay en rueda».
   Responde Orlando, que morir consiente
   antes que el paso a ninguno ceda.

V   Carlos predica, exhorta; finalmente
   dispone que a la suerte se conceda
   la elección, y los nombres de los que hayan
   de combatir a una urna de oro vayan.

iv-v



antes que a ningún hombre el paso ceda.
Carlomagno estimando conveniente


Carlos, pensando ser lo más prudente

402:



   las cedulillas aquella urna encierra

  -[163]-  

407-408:



   A Astolfo sigue Ferragú forzudo,
   a Ferragú, Reinaldo, a éste, Dudo.

410-411:



   y tras Grandonio, Bellenguero, y cuando
   a Bellenguero le hubo dado el viento,

415:



   ¡Maldito azar de cédula! ¡Siquiera

417-424:



   El paladín Astolfo, aquí mentado,
   de su persona fue gentil mancebo,
   sobre cuantos la fama ha celebrado
   en cuantos climas ilumina Febo.

V   Fue rico, fue galán, fue buen hablado,
   y entre las damas un Adonis nuevo.
   Item, dice Turpín, una faltilla:
   no acostumbraba a calentar la silla.

i



Astolfo a quien la historia aquí menciona

v



fue rico, fue facundo, denodado

425-440:



   Pues como digo, Astolfo sale armado;
   y en cada pieza va un tesoro injerto.
-[164]-
   El escudo de perlas esmaltado;
   el arnés de oro y pedrería cubierto;

V    el yelmo de valor desmesurado,
   a causa de un rubí que dan por cierto
   era más que una nuez grueso y crecido,
   de las más gruesas que jamás ha habido.
   Nadaba en seda el alazán roano,

X    de lumbrosos leopardos recamada.
   Corvetas le hace dar por aquel llano,
   porque la gente en verle esté ocupada.
   Así danzando va el inglés lozano
   que llegó un poco tarde a la estacada.

XV Llegado, empuña el cuerno, y desafía
   con ronco son y horrendo el Argalía.


   con alto resoplido al Argalía.

441-448:



   El Argalí, que estaba ya advertido,
   de pie a cabeza armado al campo viene.
   Su propia hermana armarle había querido;
   el freno y el estribo ella le tiene.

V    Blanco el mancebo se estrenó un vestido,
   y el del caballo en el color conviene.
   Galán está, además la lanza trae
   que quien de ella es tocado, al punto cae.

i-ii



El Argalí, que estaba prevenido
y armado ya de punta en blanco viene.

vii-viii



Aquella lanza lleva nunca vista,
a que no hay caballero que resista

viii



que quien tocado es della, al punto cae.

441:



   Estaba el Argalía apercibido.

  -[165]-  

449-456:



   Salúdanse corteses, y fue desta
   contienda el pacto entre ellos renovado.
   Angélica se está a mirar la fiesta;
   y ellos, así que campo habían tomado,

V    revuelven, y enristrando van con presta
   carrera a acometerse en medio al prado.
   Mas en el choque el duque de Inglaterra
   echó piernas al aire y vino a tierra.

i-ii



Salúdanse corteses, y es de aquesta
lidia el pacto entre ellos renovado

iv



y habiendo el campo ambos a dos tomado,


uno y otro varón campo ha tomado

viii



y al primer tiento el duque de Inglaterra

457-472:



   A la fortuna dice mil pesares
   el pobre Astolfo viéndose abatido.
   «Mira, ya que era fuerza echar azares,
   si más a tiempo pude haber caído

V    Siempre que pido nones, me das pares,
   hado tirano, aleve, malnacido!».
   Otras razones añadió que callo.
   Ya a la silla maldice, y ya al caballo.
-[166]-
   Entre las vanas quejas, un gigante

X    le lleva de la mano al pabellón;
   do le desarma la princesa andante,
   y queda Astolfo en calzas y jubón.
   La gentileza, el juvenil semblante,
   le movieron el pecho a compasión.

XV Manda que toda cortesía se le haga
   y le consuela y lo sirve y le halaga.

xv-xvi



Hácele todo honor bella maga
y le consuela, sirve, atiende, halaga.

469:



   Mas donde enaguas hay, cuerpo galán

473-480:



   Solo y sin guardia junto al agua pura
   el cautivo señor se paseaba.
   La bella ninfa, oculta en la espesura,
   a la luz de la luna le acechaba.
   Y en cerrando la noche más oscura,
   a un riquísimo lecho le llevaba,
   y a custodiar la tienda se ponía
   con ella y los gigantes Argalía.

487-496:



   puesto a los miembros el arnés hadado
   la lanza en mano, y rica espada al lado.
   Mas bien será que aquí en remate breve
-[167]-
   de su caballo Rabicán despache,

V    aunque el no encarecer como se debe
   su gran bondad recelo se me tache
   sino que frente y pies tiñó de nieve;
   era un puro purísimo azabache,
   y en el correr veloz, ya dicho queda

X    que no hay ave, no hay viento que le exceda.

vi



en lo demás, purísimo azabache,

497-504:



   No hubo caballo que con él corriese,
   no Brillador, digo, ni Bayardo.
   Pero por pronto y por veloz que fuese,
   a Ferraguto parecióle tardo;

V   que rabia por echar, mal que le pese,
   sobre la arena el contendor gallardo;
   y ansioso de decir: «La dama es mía»,
   cada minuto un año se le hacía.

vi



descabalgado el contendor gallardo;


vencido o muerto el contendor gallardo

505-512:



   Los cumplimientos, pues, echando a un lado
   como una flecha a su enemigo corre.
   En el terrible encuentro que se han dado
   se estuvo el Argalí como una torre.
-[168]-

V    Mas Ferragú fue al suelo derribado;
   que lo que el cielo escriba no hay quien borre.
   Postrado fue, y al verse tal delira,
   brama y los dientes cierra ardiendo en ira.

v



Mas su competidor es derribado;

vii-viii



Al mirarse en el suelo, estuvo en poco
que de furor no se volviera loco

513-538:



   La iraxible se exalta de tres modos,
   por amor, verdes años, pecho altivo.
   Ferragú está de amor hasta los codos
   y es joven, y es el genio más altivo,
   fiero, arrogante, de los genios todos;
   hombre que por cualquier trivial motivo,
   por cosas que no valen una estraza,
   se le sube al instante la mostaza.
   ¿Pues qué respeto habrá que le sujete,
   cuando a todo lo dicho se añadía
   el verse así afrontar de un mozalbete
   que no hilaba mostacho todavía?
   No halla más que decir, sino que mete
   mano a la espada, y sobre el Argalía
   con la amenazadora punta en alto,
   pensando hacerle rayas dio un gran salto.
   «Aparta, aparta, loco (el caballero
-[169]-
   enemigo gritó), yo no me abajo
   a reñir con quien es mi prisionero».
   Mas Ferraguto, echando espumarajo,
   «Si tú reñir no quieres, yo sí quiero»,
   dice y sacude un furibundo tajo,
   tal, que si el cuerpo el Argalía no hurtara,
   pudo salirle la venida cara.
   Acuden los jayanes, viendo aquesto
   a dar castigo a tan villano ataque

540-541:



   Lampardo se le sigue, que es gran jaque,
   y Ulgano, que hace a cuanto mira un gesto

545:



   Llega Lampordo, y tira recio un dardo


   Viene Lampordo, pues, y tira un dardo

550:



   ni ráfaga en la mar, que el viento altera

  -[169]-  

563-568:



   Cual el jayán cerró con su enemigo
   de un gran fendiente en el ijar le engasta,
   que le taja la panza hasta el ombligo
   lo mismo que sí fuera hecho de pasta.

V    Cayó Lampordo, mas no aquel castigo
   al español embravecido basta
   antes de nueva furia se reviste
   y con el que halla más a mano embiste.
   Dobló Ulgano el gran cuerpo, cuanto pudo,

X    pensando asirle vivo, mas de punta
   esgrimió el español y el hierro agudo
   todo le sepultó, donde se junta
   el cuello al pecho. Ya al jayán membrudo
   el mortal paroxismo descoyunta;

XV tres traspiés, moribundo, o cuatro ha dado,
   desplómase por fin, y atruena el prado.


   desplómase, y cayendo atruena el prado.

571-574:



   que por boca y narices sangre echaba,
   y, a no ser encantado, allí muriera.
   Revuelve sin embargo, y una brava
   cuchillada acertóle en la cadera

577-584:



   Vese aquí en gran peligro Ferraguto
   que no hay contra Turlón quién le socorra,
-[171]-
   Turlón, crüel, desaforado, bruto,
   que le asalta con la herrada porra.

V    ¿Qué hará? Parece el resistir sin fruto,
   pues por más que se empine y salte y corra,
   la fuerza en vano y el ingenio apura
   que no hay llegarle al monstruo a la cintura

587-588:



   La maza volvió en átomos la cresta,
   morrión, visera y cuanto halló delante

595-600:



   Turlón, y el valle todo ensordecía,
   mugiendo como res desjarretada.
   Habíase retirado el Argalía
   por no emplear en Ferragú su espada.
   Desmonta ahora, y su caballo arrienda,
   y sin sentido le llevó a la tienda.

604:



   para verme en sus pactos comprendido?

  -[172]-  

609-624:



   Astolfo, que hasta allí estuvo durmiendo,
   abre los ojos al descompasado
   rumor del pabellón, y al estupendo
   rebramar del gigante despernado.

V    Levántase, acordarlos quiere haciendo
   de mediador en aquel altercado.
   Mas el buen español se está en sus trece;
   cuanto le dicen más, más se enfurece.
   «¡Temerario! ¿No ves, dice Argalía,

X    cuán vana aquí la resistencia fuera?
   ¿Piensas que el yelmo tienes todavía
   que dejaste hecho añicos allá fuera?
   O darte has prisionero en este día,
   o morir; lo que eliges, considera;

XV   que exponiéndote así a los golpes míos
   presto sabré dar cuenta de tus bríos».

x



que inútil ya la resistencia fuera?

xiv-xvi



o mueres; lo que eliges, considera:
sosiega, loco, ese furor violento
que se me va acabando el sufrimiento».

625-632:



   Responde Ferraguto: «Si el escudo
   y el arnés me faltase todo entero,
   no dudara, tú armado, y yo desnudo
   ir con el tuyo a mensurar mi acero».
-[173]-

V Tanto el fuego de amor, suave y crudo,
   en las entrañas arde al caballero.
   Por el gran prez, que conquistar desea,
   no con uno, con mil irá a pelea».


   Sin yelmo, cual me ves, te desafío;
   y corra de mi cuenta el riesgo mío».

633-640:



   Parecióle ya aquello demasiado
   al del Catay, que así insultarse mira
   por un hombre a quien pudo haber matado.
   Salta, escupiendo por los ojos ira,

V   sobre el caballo, y grita demudado:
   «El que te piense persuadir, delira,
   rufián; mas de mi espada harán los filos
   que aprendas menos bárbaros estilos.

i-ii



Parecióle este arrojo demasiado
al joven del Catay, que todo ardiendo en ira

v-vii



salta al caballo, y grita: «El que pensado
que a la razón te hará entrar...
mas de esta espada presto harán los filos

641-642:



   «Monta a caballo, pon mano al acero,
   y pues que quieres combatir, combate.

647-648:



   Matarte intento; muestra ya lo que eres,


   Matarte es mi intención, muestra quién eres,
   y dilata el morir cuanto pudieres

  -[174]-  

651:



   Corre alentado, el ancho escudo embraza,

653:



   Diciendo: «Venga al punto la rapaza,

656:



   que reputar te debes ya por muerto».


   que ya te puedes reputar por muerto».


   que te puedes contar por hombre muerto».


   que reputarte debes ya por muerto».

657-664:



   No se entendió qué dijo el Argalía,
   que el enojo a la voz le echaba un nudo.
   Embístense; un caballo al otro urgía
   pecho con pecho, y uno al otro escudo.

V    Caballeros, entrambos, que, a fe mía,
   llamarlos el valor valientes pudo.
   Mas mi cansada voz pide que sea
   en otro canto el fin desta pelea.

ii



que a la lengua el furor le echaba un nudo.

vii



Mas mi cansado aliento pide sea